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Axel Luna
Después de haber funcionado sin interrupciones por más de una década, la Caja Musical
se averió un 2 de abril al mediodía. Pese al mantenimiento al que era sometida
anualmente, la máquina expiró, la habían sobre explotado. Desde un principio, grupos
de artistas habían predicho esto. No pudieron defender su hipótesis, al no conocer el
funcionamiento de la sofisticada máquina, pero presentían que la avería era inminente.
Era lógico: producción continua de música nueva; transmitida en directo al auricular
que todos tenían instalado en uno de sus oídos; géneros personalizados para cada
usuario, las veinticuatro horas del día, siete días a la semana. Una máquina no podría
con tanto. Y no pudo.
Tras la falla, la respuesta de la gente no se dejó esperar. Colapsaron de quejas la
central de comunicaciones de la RCM, empresa administradora de la Caja Musical. A
las tres de la tarde, los magnates de la empresa, decidieron mandar un mensaje de
calma:
“Disculpen las molestias. Hemos tenido una falla en nuestro sistema central que
nuestro personal se está encargando de reparar. Por el momento, disfrute de antiguas
grabaciones de la RCM. Buenas tardes.”
El malestar se apaciguó un poco, pero a las seis de la tarde, la gente volvió a
agitarse. Estaban aburridos de las grabaciones. La Caja Musical no podía crear
canciones dignas de escucharse dos veces. Esto se debía a una de sus principales
características de diseño: la máquina siempre debía crear música nueva. Así la gente
nunca se quitaba su auricular. Las empresas patrocinadoras de la RCM aprovechaban
esta escucha perpetua para vender, desde un calcetín, hasta un condominio, todo
utilizando las canciones que la Caja Musical producía.
Al anochecer, el malestar de la población se manifestó en protestas en las
puertas de las oficinas de la RCM. A la medianoche, las personas que se cansaron de
protestar, comenzaron a quitarse el auricular.