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Capítulo 4
Las técnicas que se incluyen en este capítulo se diferencian de otras técnicas de este
libro porque se han diseñado para ser implementadas antes de entrar a la sala de clase
y no para ser ejecutadas durante la lección, así que pocos serán los que lo vean a usted
cuando las ejecute. Sin embargo, si bien es obvio, la planificación es crucial para una
enseñanza eficaz (tan crucial como la misma ejecución en muchos casos), por lo que
estas técnicas sientan las bases del éxito general en el aula. De hecho, en este libro son
numerosas las referencias a la planificación y el papel que ella juega en la ejecución de
las técnicas de Enseña como un Maestro (por ejemplo, cómo planificar la respuesta
correcta le ayudará a esperar hasta que el alumno entregue la respuesta correcta
completa, o cómo planificar para enfrentar respuestas emocionales de los alumnos le
ayudará a calmarlos). La conexión entre una técnica específica y ciertas tareas de
planificación es, en muchos casos, tan simple y directa que el análisis sobre la
preparación lo abordaré en los capítulos correspondientes. Sin embargo, he tratado de
sintetizar varios de esos ejemplos en esta sección para que también pueda reflexionar
sobre ellos holísticamente. Verá que el tema de la "planificación" se menciona en todo
el libro. A la larga, es casi imposible trabajar a un alto nivel si la planificación no es
cuidadosa, coherente y centrada en las tareas más importantes.
A medida que escribo esto, reconozco que en ocasiones a los profesores se les exige
una gran cantidad de planificación cuyo valor es secundario (por ejemplo, planifican las
lecciones en un formato que sirve para enseñar, pero que solo se traducirá en otro
formato para presentarlo a la administración o para ingresarlo en una base de datos
donde quedará guardado y quién sabe si alguna vez alguien lo leerá). Por lo tanto, me
permito esta nota al margen para los administradores: los profesores sí deberían
planificar, pero esta planificación puede ser de diferentes formas. Idealmente, la es-
cuela debería ayudar a los profesores a mejorar la planificación de tareas clave; como
mínimo, debería preocuparse de no agregar tareas de poco valor en desmedro de otras
más importantes.
Vale la pena mencionar que, cuando veo a profesores brillantes ejecutar una lección
sorprendente o una idea nueva e inspiradora en el aula, normalmente indican cuán
crucial fue desarrollar la idea durante la planificación. Incluyen las preguntas adecuadas
para la sección de Preguntas sin aviso o revisan tres o cuatro veces la consigna para
redactar; repasan las instrucciones mientras van camino a la escuela hasta estar
seguros de que han economizado lenguaje y se las saben casi de memoria. Incluso lo
que parece espontáneo está previsto. Si, como una vez dijo Branch Rickey, la suerte es
el residuo del diseño, entonces la habilidad es el residuo de la planificación.
COMENZAR POR EL FINAL
Avance desde la planificación de la unidad hacia la planificación de la lección. Defina el
objetivo, decida cómo lo evaluará y, a continuación, elija las actividades adecuadas
para la lección.
Cuando comencé a enseñar, mientras planificaba me preguntaba: "¿Qué haré
mañana?". Esta pregunta en sí reveló al menos dos fallas cruciales en mi método de
planificación, incluso sin contar mis ocasionales respuestas ambiguas.
La primera falla era que pensaba en una actividad para mis clases del siguiente día y no
en un objetivo, lo que quería que mis alumnos supieran o fueran capaces de hacer al
término de la lección. Es mucho mejor hacer este proceso al revés y Comenzar por el
final, es decir, el objetivo. Al definir primero un objetivo, sustituimos la pregunta "¿En
qué actividades participarán mis alumnos hoy" por "¿Qué lograrán hacer mis alumnos
al final de la lección?". La segunda pregunta se puede medir y entrega información
significativa. La primera no. El éxito de una actividad no está determinado por si esta se
lleva a cabo o no, ni si los alumnos parecen querer realizarla o no, sino que según si se
logró un objetivo que se puede evaluar. En vez de pensar en una actividad ("Estamos
leyendo Matar a un ruiseñor"), el objetivo nos fuerza primero a preguntarnos qué
sacarán los alumnos al leer el libro. ¿Entenderán y describirán la naturaleza de la
valentía tal como se demuestra en Matar a un ruiseñor? ¿Comprenderán y describirán
por qué la injusticia a veces prevalece, como se demuestra en Matar a un ruiseñor? O
tal vez usarán Matar a un ruiseñor para describir cómo el autor desarrolla personajes
importantes por medio de sus palabras y acciones.
En suma, son varias las cosas útiles que se pueden hacer en una clase y existen varias
formas diferentes de abordarlas. Su primer trabajo es elegir la lógica que sea más pro-
ductiva: ¿Por qué está enseñando el material que está enseñando? ¿Cuál es el
resultado esperado? ¿De qué forma este resultado se relaciona con lo que enseñará
mañana y con lo que los alumnos necesitan para estar listos para el cuarto, octavo o
décimo grado?
La segunda falla que reveló mi pregunta tenía que ver con el hecho de que a menudo
me la hacía la noche anterior a la clase. Más allá de la postergación obvia, demuestra
que planificaba mis lecciones en forma aislada. Cada lección tal vez se relacionaba
vagamente con la anterior, pero no reflejaba una progresión deliberada del propósito
de mis lecciones. De estas dos fallas, la segunda era la más irrefutable. Podría curar el
problema de la procrastinación planificando, digamos, todas mis lecciones el día
viernes anterior, pero mientras no comenzara a pensar en mis lecciones como parte de
una unidad más global, desarrollando ideas en forma deliberada y que siguieran una
progresión hacia el dominio de conceptos más amplios, no llegaría a ningún lugar. De
hecho, habría sido mejor planificar por adelantado todos mis objetivos (solamente)
para el trimestre y, a continuación, postergar la planificación de cada lección, en vez de
planificar diligentemente la semana anterior una serie de lecciones basadas en
actividades.
No-exclusividad
También nos dimos cuenta de que debíamos desarrollar un acuerdo de no-exclusividad
con nuestros objetivos (o, por lo menos, que así lo entendieran los profesores). Esto
significa que, si bien el principal objetivo del día era estudiar el desarrollo de Simón en
el capítulo 3, igualmente queríamos que los profesores les pidieran a los alumnos que
reflexionaran sobre otros temas, como los presentados en novelas del tipo El señor de
las moscas. Una parte importante de las preguntas del día se alinearían a los objetivos
de la lección, pero no todas ellas. Uno no puede (y no debe) ignorar otros momentos
clave en la novela si desea aprovecharla al máximo y entender lo suficiente para
descifrar por qué Simón cambió en el siguiente capítulo. La solución práctica fue leer la
novela para comprenderla y hacer una que otra pregunta sobre el desarrollo del
personaje, digamos, tan a menudo como fuera posible en una lección dada cuando se
ajustara a los objetivos, y tan a menudo como fuera sensatamente posible hacerlo
(incluso si los objetivos de la lección eran otros) si comprender la novela así lo requería.
A medida que los alumnos crecían y avanzaban, y se les presentaba la mayoría de los
tipos de preguntas, descubrimos que el equilibrio típico de una lección comenzaba a
cambiar, y cada vez más aquello que hacíamos era decidir cuál de las habilidades que
los alumnos sabían usar se aplicaba a un entorno dado. Aún podía haber un solo
objetivo, pero gran parte de la lección se dedicaba realmente a aplicar las habilidades
de lectura para interpretar el texto de manera rigurosa e intrínseca.
En el caso de la lectura, sugiero usar una planificación de la novela (o del libro) en vez
de usar una planificación de unidad, centrando parte de la planificación en garantizar
bastante tiempo para la práctica de toda la gama de habilidades transferibles y el uso
constante de términos literarios clave. La planificación de una novela debería seguir
abordando los estándares de lectura, pero el contenido del texto debería guiar los
objetivos diarios más que la secuencia en que las habilidades aparecen en la unidad de
enseñanza. De todas formas, los profesores deben asegurar un equilibrio para hacer
que los alumnos sean capaces de parafrasear un texto muy difícil y también puedan
comparar la perspectiva de dos personajes. Idealmente, las habilidades deben ser un
medio más que el fin (entender una historia importante y relevante para los alumnos),
lo cual las hace más convincentes.
OBJETIVOS EFECTIVOS
Use cuatro criterios para crear un objetivo de planificación eficaz: factible de lograr,
medible, establecido antes que las actividades de la sesión y basado en lo más
importante.
Dada la importancia que tienen los objetivos para enfocar, organizar y medir una
lección, vale la pena pensar qué hace que un objetivo sea útil y eficaz. Mi colega Todd
McKee diseñó ingeniosamente cuatro criterios para crear objetivos eficaces, los Ob-
jetivos efectivos, y si usted es capaz de garantizar que sus objetivos cumplan estos
criterios, sus posibilidades de comenzar con un objetivo eficaz son altas.
Factible de lograr
Un objetivo debe acotarse, en su ámbito y alcance, a lo que se pueda lograr en una sola
lección. No se trata de que los alumnos no aprendan la importante habilidad de sumar
o restar fracciones de diferente denominador, por ejemplo, pero ponerse la meta de
que los alumnos aprendan a sumar fracciones de diferente denominador en una hora
probablemente no sea realista. Dominar una habilidad como esta, en su forma simple o
compleja, requiere de varias lecciones. Probablemente deba retomar el objetivo varias
veces para que la habilidad se desarrolle a fondo y adquiera contexto, y permitirles a
los alumnos practicarla muchas veces.
Dada la importancia de sumar y restar fracciones de diferente denominador, una parte
clave del proceso es conceptualizar los pasos necesarios para dominar la habilidad. Tal
vez debería comenzar por encontrar el denominador común de ambas fracciones, e
intentar sumar fracciones simples, para después pasar a fracciones más complejas y, tal
vez, continuar con problemas (en vez de ejercicios) o sumar más de dos fracciones de
diferente denominador. Sea cual sea el caso, sería un error usar el mismo objetivo
(sumar fracciones de diferente denominador) todos los días durante dos o tres se-
manas mientras se trabaja en "desarrollar" la habilidad. Tendrá más posibilidades de
éxito si crea una serie de objetivos diarios que establezcan metas diarias alcanzables.
Su trabajo no solo será más estratégico, sino que también tendrá una mejor idea de lo
que los alumnos son capaces de lograr en un día. Saber cuán rápido pueden ellos
dominar la información significa saber si necesitan dos o tres semanas para dominar
una habilidad básica. Además, los alumnos aprenderán mucho al entender, por medio
de sus objetivos, cómo concibió usted la complejidad en la clase de matemáticas. "¡Oh!
Las fracciones unitarias son más fáciles que la mayoría de las demás".
Medible
Un objetivo debe formularse de manera que el éxito de lograrlo se pueda medir,
idealmente, al término de la clase. Esto le permite determinar mejor qué funcionó en la
implementación. Los mejores profesores llevan esta oportunidad al siguiente paso
lógico: miden cada lección con una breve actividad, pregunta o serie de preguntas que
los alumnos deben completar y entregar antes de retirarse de la sala (consulte la
técnica 26, Ticket de salida). Definir un objetivo explícito y medible por adelantado le
ayudará a conocer su logro.
Definir objetivos medibles para la lección le permite a usted disciplinarse de otros
modos. Por ejemplo, lo fuerza a pensar en suposiciones clave. Si la meta es que los
alumnos sepan, comprendan o piensen en algo, ¿cómo sabrá si lo han conseguido? Es
imposible medir los pensamientos a menos que se los describa o aplique. ¿Se basan sus
lecciones en un equilibrio de métodos para describir o aplicar lo que se comprendió?
Si su meta es que los alumnos sientan, piensen o crean en algo, ¿qué tan apropiado es?
¿Basta leer y comprender poesía sin que sea necesario disfrutarla, apreciarla y gus-
tarle? ¿Tienen los alumnos que aceptar los juicios y el gusto de los demás (o aprender
las habilidades que les puedan ayudar a juzgar por sí solos)?
Yo soy un buen ejemplo de esto. A pesar de mi maestría en literatura inglesa, no
disfruto leyendo poesía. De hecho, a menudo siento que es imposible de leer. Lamento
decirles (a todos mis fantásticos profesores y maestros) que prácticamente nunca logré
el objetivo de que me gustara la poesía. Sin embargo, el hecho de haber aprendido a
analizar y sostener argumentos sobre poesía, y haber tenido que criticar los de otros,
me ayudó a pensar y escribir en forma más efectiva y, ocasionalmente (espero), a ser
más agudo. Así que, a la larga, estoy realmente feliz de haber estudiado y leído poemas
en mis clases de literatura. Lo que quiero decir es que mis mejores profesores se
responsabilizaron por algo que ellos podían controlar (la calidad de mi razonamiento y
la sostenibilidad de mis argumentos), y no por lo que no podían controlar (si me
gustaba leer el material). Aunque su afición por lo que me enseñaban era
probablemente lo que los motivaba en su trabajo, traspasarme esa afición caía en el
ámbito de aquello que no podían controlar. Se abstuvieron de establecer como
objetivo el gusto por la poesía, aun cuando eso era lo que los motivaba (ciertamente
una ironía, pero una bastante útil).
Establecido primero
Un objetivo debe diseñarse para que guíe la actividad y no para justificar cómo la
actividad que se eligió cumple con varios propósitos viables. El objetivo viene primero.
Sin embargo, tenga en cuenta cuántos profesores que creen basarse en los objetivos
comienzan por una actividad ("Hoy jugaremos a adivinar", "Hoy leeremos Sé por qué
canta el pájaro enjaulado") y le ponen después un objetivo. A menudo podemos
identificar a estos profesores porque sus objetivos parecen estándares de aprendizaje
(que son diferentes y mucho más amplios) y, a veces, los anotan en la pizarra, casi
textualmente de los documentos escolares del estado: "3.L.6. Los alumnos leerán una
serie de textos para comprensión". Para no correr el riesgo de hacer lo mismo, es
preciso condensar el estándar en una seria estratégica de objetivos diarios (partes
componentes) para que el dominio por parte de los alumnos sea finalmente mayor.
Basado en lo más importante
Los objetivos deberían centrarse en lo más importante del camino hacia el ingreso a la
universidad, y nada más: describir el siguiente paso necesario para subir la montaña.
PUBLÍQUELO
Muestre el objetivo de la lección donde todos lo puedan ver y puedan identificar su
propósito.
Una vez que el objetivo esté listo, Publíquelo, es decir, colóquelo en un lugar visible
dentro del aula (y que siempre sea el mismo lugar) para que todas las personas que
entren a la sala (alumnos, colegas, administradores, etc.) puedan identificar, de la
manera más simple posible, el propósito de la lección de ese día.
En el caso de los alumnos, es importante publicar el objetivo porque deberían saber lo
que están haciendo, lo cual les ayudará a trabajar de manera más deliberada para
conseguir la meta. En el ejemplo de El crisol, los alumnos verán mejor la película si
saben en qué deben fijarse. Incluso puede ir un poco más allá y hacer que el objetivo
sea parte de la estructura de la conversación en la sala de clase. Puede resaltar su
importancia pidiéndoles a los alumnos que se acostumbren a analizarlo, revisarlo,
copiarlo o leerlo al inicio o al término de la lección. Incluso puede pedirles que se
acostumbren a colocar el objetivo en un contexto, decir por qué es importante, a
conectarlo con lo que vieron el día anterior, etc.
Figura 4.1
Ciertamente esta disposición se puede modificar para que se ajuste a su lección, pero si
no está seguro de cómo dispondrá "normalmente" a los alumnos, le aconsejo
comenzar con mi ejemplo.
Además, debe ser capaz de moverse por toda la sala, sin emitir palabra (y enseñar al
mismo tiempo). Decir "Permiso" para abrirse paso hacia algún lado de la sala,
básicamente, significa que está pidiendo autorización. Esto limita su capacidad de
mantener un alto nivel académico y conductual entre los alumnos. Sin importar la
disposición que elija, piense deliberadamente en los pasillos además de las sillas y de
las mesas.
Más allá de los pasillos, las mesas y las sillas, el suelo en sí puede serle de ayuda para
planificar sus propios movimientos. Si usa cinta (como en los escenarios para indicar la
dirección que deben seguir los actores en una obra de teatro), podrá moverse más
rápida y decididamente por la sala. También puede ayudar a los alumnos cuando
quiera que se coloquen, por ejemplo, en una fila ("A la cuenta de tres, todos deben
colocarse en fila siguiendo la cinta azul").