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Una buena planificación de las actividades didácticas puede ser la diferencia entre un trabajo exitoso y gratificante o
un fracaso. Si las actividades no enganchan a los alumnos, el ambiente en el aula se estropea rápidamente.
¿Cómo mejorar la motivación haciendo una buena selección y secuencialización de las actividades?
Hay factores que están fueran de nuestro control y que pueden determinar el fracaso de una actividad:
El estado anímico del docente. Una situación de baja vitalidad y nulo entusiasmo, predispone al fracaso de
la actividad.
La hora. Una hora intempestiva (última hora, previa o posterior al recreo, por la tarde, etc.), puede llevar al
fracaso de una actividad intrínsecamente buena.
La relación con los alumnos. Un aula en la que tu relación con algunos alumnos sea mala, favorecerá el
fracaso de la actividad. El motivo es que esa mala relación se manifestará en cualquier momento en forma
de conflicto.
El ambiente en clase, una clase en la que predomina un ambiente de descontrol porque concentra a varios
alumnos disruptivos, impide la realización correcta de las actividades.
Asumiendo lo anterior, veo necesario buscar la forma de prevenir o minimizar estas dificultades. Por eso es
fundamental reflexionar sobre la mejor y más eficaz forma de programar las actividades didácticas. En este sentido
propongo los principios que enumero a continuación.
1º PRINCIPIO: MEJOR CUANTO MENOS PASIVO Y MÁS ACTIVO
Cuando en cuanto empiezas a tener experiencia docente, aprendes rápidamente que algunas actividades funcionan
bien y otras no. Este es el primer criterio que seguimos a la hora de hacer su selección. Para saber cuál es el valor
intrínseco de una actividad basta con analizar el grado de participación activa del alumno. A mayor implicación
activa del alumno, más posibilidades de éxito. Si los contenidos se plantean de forma confusa y mal enlazados,
cuanto más tiempo dediquemos a la explicación, más posibilidades de que el alumnado desconecte y adopte una
actitud pasiva y sin interés.
La pirámide del aprendizaje, basada en el cono de Edgar Dale, relaciona el tipo de actividad y la mayor o menor
implicación del estudiante. La gráfica ofrece unos porcentajes de aprendizaje elegidos al azar, es decir, no hay ningún
estudio respalde esos datos, pero podemos recurrir a nuestra propia experiencia personal para entender que los
resultados son mejores cuanta mayor es la participación del alumno. Independientemente de que los porcentajes no
estén determinados con rigor, sirve como orientación ya que responde a situaciones en las que nos hemos
encontrado en nuestra experiencia diaria.
El error más importante de la pirámide de Dale es confundir aprendizaje activo con aprendizaje por acción. Cuando
una explicación se presenta discursivamente, pero de forma correcta y atractiva, se realiza aprendizaje activo
mentalmente y tiene éxito. Igualmente pasa a la inversa: hay actividades físicas y dinámicas con las que no se logran
aprendizajes activos porque los contenidos requieren razonamientos mentales que ese tipo de actividad no
proporciona.
Esta realidad invita a plantear nuestra actuación intentando reducir el tiempo de explicación a lo necesario, por lo
que la explicación ha de estar muy bien planificada y estructurada. Así podemos ceder el protagonismo al alumno
adaptando la explicación a sus necesidades teóricas: primero resolviendo sus dudas, luego aplicando lo aprendido
con preguntas y actividades. En algunos casos las explicaciones pueden ir reduciéndose en favor del aprendizaje
autónomo con guía mínima a través de las preguntas y las actividades. Si la explicación deriva de una necesidad
práctica de responder preguntas, puede ser más fructífera que si se realiza antes de generar curiosidad. La
explicación a posteriori es eficaz porque permite al alumno solucionar los problemas que le han surgido durante la
práctica. El alumno comprende la explicación ya que con ella resuelve la incógnita que se le ha presentado. En
algunos casos la intervención inicial del profesor puede limitarse a dar unas ideas generales y plantear la actividad.
Aunque queden flecos y aspectos que no se hayan dado en profundidad, eso tiene una ventaja: permite aflorar las
dudas de los alumnos y facilitar aprendizajes significativos.
“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”
Benjamin Franklin
2º PRINCIPIO: MEJOR SI LAS ACTIVIDADES SON DIFÍCILES PERO DIVERTIDAS (DD)
Una vez que tenemos una actividad claramente vinculada con el contenido que queremos enseñar, habremos
conseguido una actividad que genera motivación intrínseca ya que el alumno siente con satisfacción que es capaz de
responder correctamente. Si la actividad es demasiado fácil el alumno tiende a desmotivarse y los aprendizajes son
escasos. Si la actividad es difícil el aprendizaje que se alcanza es mayor, pero también lo es el riesgo a que el alumno
tire la toalla y desconecte. Para neutralizar esa dificultad podemos diseñar la actividad de modo que genere
motivación extrínseca extra. Para contrarrestar el menor atractivo de una actividad difícil y mantener la motivación
se puede aumentar el grado de diversión. ¿Cómo podemos aumentar el grado de diversión de una actividad? de
varias formas:
1-Con TIC, incluyendo el uso de las nuevas tecnologías. A mayor uso de las nuevas tecnologías, mayor es la
motivación del alumno: intercalando audiovisuales, creando versiones digitales de las actividades, etc.
2- Gamificando, incluyendo elementos que doten a la actividad de dinamismo: tiempo límite, mayor puntuación al
más rápido, planteamientos competitivos/cooperativos, etc.
3- Planteándola cómo un misterio, como una incógnita a resolver (caza del tesoro).
Una combinación de los tres anteriores facilitará aún más el éxito de la actividad.
3º PRINCIPIO: MEJOR CUANTO MÁS COHERENTE SEA LA SECUENCIALIZACIÓN DE LAS ACTIVIDADES.
Con el tiempo compruebas que las mismas actividades que funcionan muy bien en unos momentos, pueden resultar
un fracaso en otros. Entonces descubres que las actividades, además de su valor intrínseco, tienen un valor añadido
si se realizan en el momento indicado y siguen un orden determinado. Una buena secuencialización de las
actividades según su naturaleza es fundamental.
La psicología nos ayuda cuando nos relaciona el aprendizaje con diferentes procesos cognitivos. A partir de esto
podemos clasificar las actividades y ponerlas en el orden correcto. Me voy a apoyar en la Taxonomía Revisada de
Bloom (Lorin Anderson y David R. Krathwohl) que jerarquiza los procesos del pensamiento:
Diagrama de Wilson. Imagen de Eduteka, CC by nc sa
Por otro lado, el profesor Juan José Caballero nos ofrece unas útiles plantillas para planificar las actividades . Hay que
agradecerle su generosidad, su ayuda hace que la ardua tarea de programar sea algo más sencilla. He modificado
algo la tabla de actividades propuesta para adaptarla a mi forma de trabajar:
Las actividades de seguimiento las subdivido en la parte inferior de esta entrada en dos grupos: actividades de
memorización y actividades de comprensión
La idea es avanzar hacia lo que llamo "utopía", es decir, que el alumno, tras aprender los conceptos básicos y
desarrollar una actitud crítica, pueda llegar hacer propuestas creativas argumentadas. De esta forma el alumno deja
de ser el receptor de contenidos y se convierta en emisor, el profesor deja de enseñar al alumno y aprende de él. Las
razones que me llevan a elegir el calificativo de "utopía" son obvias, lo cual no es impedimento para que sea la meta
pedagógica que nos sirve de brújula.
"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar"
Eduardo Galeano
Siguiendo un planteamiento tradicional, se entiende por ejercicios aquellas preguntas de respuesta cerrada, es
decir, las preguntas de memorización de contenidos que se aprenden por repetición. Esta dinámica es la que se usa
al principio para definir términos e ideas. En cambio, actividades son aquellas preguntas que tienen una respuesta
abierta o múltiple, con las que se aplican los conocimientos que se han memorizado previamente, es decir,
preguntas de comprensión de contenidos. Esta dinámica es la que se usa para aplicar los términos e ideas
aprendidos previamente a contextos cerrados. Por último, se llama tarea a una sucesión organizada de actividades y
ejercicios con el fin de lograr un producto final. Está dinámica va más allá de aplicar los términos de ideas aprendidos
e integra elementos como la interdisciplinariedad, la cooperación y la creatividad. Por ejemplo, los proyectos de la
EBP (educación basada en proyectos) son tareas. Por lo tanto, la estructura lógica de la secuencialización debería
seguir un orden parecido a este:
Planteamiento de la tarea
Ejercicio 1.1
Ejercicio 1.2
Ejercicio ...
Actividad 1 (vinculada con los ejercicios anteriores)
Ejercicio 2.1
Ejercicio 2.1
Ejercicio ...
Actividad 2 (vinculada con los ejercicios anteriores)
Ejercicio 3.1
Ejercicio 3.2
Ejercicio ...
Actividad 3 (vinculada con los ejercicios anteriores)
(...)
Producto final de la tarea (vinculado a la información de las actividades anteriores)
8. ACTIVIDADES DE EVALUACIÓN (AE): ¿Qué has aprendido que no supieras antes? ¿Cómo lo has
aprendido?
¿Para qué? Para que el alumno y el docente sepa si el proceso de aprendizaje va correctamente,
para que el alumno conozca su situación y para que asimile y entiendo los contenidos al tener que
realizar el esfuerzo de corregir los errores.
¿Cómo? Con preguntas que inciten a reflexionar sobre su proceso de aprendizaje (en los exámenes
y con cuestionarios TIC) y con pruebas evaluables y auto evaluables. Pueden ser de dos tipos:
Pruebas de tipos test que el alumno puede corregirse a sí mismo
Pruebas con preguntas en las que el alumno corrige a otro compañero mientras el profesor
va explicando la respuesta correcta.
Bibliografía recomendada:
Desarrollo de una mente prodigiosa, Ramón Campayo.
Más de 100 ideas para enseñar historia.: Primaria y secundaria , Julia Murphy