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C O A C H I N G

VOCACIONAL
BIENVENIDA
Si eres coach profesional y te apasiona la idea de acompañar a otras
personas a descubrir su verdadera vocación en una reflexión profunda
y creativa con su propósito, sus pasiones y talentos, este libro trata
acerca de ti.

Si quieres acompañar a aquellos que están en búsqueda de construir


un proyecto de vida con sentido, de aclarar el camino y desarrollar su
mayor potencial en el disfrute y la excelencia, este libro, sin duda
alguna, te va a encantar.

Al recorrerlo encontrarás una serie de interesantes conceptos y


efectivas herramientas que te facilitarán el camino de ejercer tu
profesión como coach vocacional, con eficacia, autenticidad y
excelencia.
Instrucciones generales:
Ten a mano una libreta/cuaderno de notas exclusivo

01
para tomar apuntes de tus impresiones y para que
puedas aplicar las actividades que se proponen en
este texto en tu propia vida, en preparación para
compartirlas.

02 Haz el compromiso de recorrer sus páginas con la


mente y el corazón abiertos.

03
Separa un tiempo en tu agenda para dedicarle la
atención necesaria a los ejercicios que aquí se
sugieren.
T A B L A D E

CONTENIDO

CAPÍTULO 01 CAPÍTULO 02
LOS DESAFÍOS DE ¿Qué es la vocación?
DARLE SENTIDO A LA ¿Se nace o se hace?
VIDA
Páginas Páginas
5-8 9 - 20

CAPÍTULO 03 CAPÍTULO 04
¿ES LA VOCACIÓN LO Y ¿QUÉ ES EL
MISMO QUE LA COACHING
PROFESIÓN? VOCACIONAL?
Páginas Páginas
21 - 23 24 - 26

CAPÍTULO 05 CAPÍTULO 06
DISTINCIONES CREAR CONTEXTO
NECESARIAS PARA PARA DESPERTAR LA
LLEVAR EN LA MALETA VOCACIÓN Y
Páginas CONSTRUIR UN
27 - 49
PROYECTO DE VIDA
Páginas
50 - 58

CAPÍTULO 07 CAPÍTULO 08
¡VAMOS A LA ALGUNAS IDEAS PARA
PRÁCTICA! LLEVAR

Páginas Páginas
59 - 79 80 - 82
C A P Í T U L O

01
LOS DESAFÍOS DE
DARLE SENTIDO A
LA VIDA
Antes de ingresar al sistema educativo
formal, nuestro espacio natural de
aprendizaje suele ser el entorno familiar.

Durante esos años, es usual que nos


permitan experimentar, jugar, bailar,
imaginar que somos superhéroes, aves,
tigres… que nos permitan soñar.

Sin embargo, a medida que vamos


creciendo las expectativas de nuestro
entorno van cambiando y requieren que
nos “tomemos las cosas en serio”.

Soñar en grande deja de ser una opción,


empezamos a ir a la escuela, en donde el
sistema educativo tradicional ejerce su
poder sobre nosotros y construye
limitaciones alrededor de sus tres
características más evidentes:

Nos transmite su obsesión por ciertas


habilidades y aptitudes académicas,
como lo son los números y las letras.

Impone en nuestro imaginario una


jerarquía en las materias, generalmente
en primer lugar se encuentran las
las ciencias y la lengua, en segundo lugar las humanidades y en tercer
lugar las artes.

Y finalmente, nos hace creer que ser evaluados de manera


estandarizada por cada paso que damos y con estándares altísimos
es lo que corresponde. Se ignoran por completo las particularidades.

Pero ¿por qué es así el sistema


escolar?
La cuestión es que lamentablemente el sistema educativo actual, no
es muy actual que digamos.

Este fue diseñado durante los siglos XVIII y XIX para responder a los
intereses económicos de la revolución industrial en Europa y
Norteamérica, en donde el objetivo principal era conseguir alta
competitividad y posibilitar que la gente consiguiera empleo con
facilidad.

Por lo tanto, se convirtió en una educación profundamente


pragmática con una clara predisposición a dejar por fuera todo
aquello que implique la espiritualidad, las emociones y los
sentimientos.

Desafortunadamente, esta dinámica ha perdurado en el tiempo y


trascendido las fronteras, tanto que se volvió un sistema de educación
común para casi toda la humanidad, y lo es hasta hoy.

Esta educación, incluso ha llegado al extremo de fijar límites a los


maestros sobre cómo enseñar, esto implica que coartan su habilidad
pedagógica impidiéndoles abordar las cosas desde diferentes
perspectivas y aportar al florecimiento de las aulas heterogéneas, que
aunque ya empiezan a ser reconocidas actualmente, todavía hay
mucho trabajo que hacer al respecto.

Y lo más lamentable de todo esto, es que la educación formal


tradicional coarta habilidades indispensables para prosperar en el
mundo actual, como es el pensamiento creativo y la inteligencia
emocional.

Es un escenario que nos arrebata el espacio para equivocarnos,


ensayar, crear, improvisar y proponer nuevas formas de resolver los
problemas y desafíos de la vida.
Da demasiada importancia a las evaluaciones estandarizadas y
pruebas psicotécnicas que en muchos casos han sido testeadas y
normadas en grupos poblacionales que nada tienen que ver con las
personas a las que se aplican posteriormente, y, por lo tanto, aunque
en algunos casos pueden ser de alguna ayuda, desvirtúan e
invisibilizan varias capacidades humanas. Es por esa razón que
muchas personas en su época escolar, no llegan a explorar y mucho
menos conocer sus genuinos intereses y habilidades individuales.

Lo peor de todo, es que esto no termina cuando finalizamos nuestra


educación formal, pues la sociedad misma, las instituciones,
empresas y espacios sociales se han visto impactadas por estas
mismas dinámicas.

Y es así como las convenciones sociales te limitan, te dicen que sí y qué


no hacer, te enseñan las reglas de convivencia que marcan tus pasos
e incluso te dicen que es posible y nos es posible para ti.

Es en este contexto que muchas personas hemos dejado de lado


nuestros sueños y pasiones, nuestra vocación, ya sea por la seguridad
económica, el reconocimiento, los prejuicios, por la familia o las
circunstancias del entorno que nos hizo pensar que no teníamos otra
alternativa que aceptar lo que se nos presente para pagar las facturas
a fin de mes, y lo que es peor, nos convencimos de que eso era la vida.

Dejamos de ver a través de nuestros propios ojos y empezamos a


interpretar el mundo a través de todas reglas preestablecidas que se
nos inocularon.

La cuestión es que, aparentemente, ninguna otra etapa de la historia


podría compararse con la que vivimos actualmente en términos de la
complejidad, incertidumbre y velocidad a la que debemos enfrentar
complejidad, incertidumbre y velocidad a la que debemos enfrentar
los cambios y desafíos que se nos presentan.

Por lo tanto, es esencial que seamos capaces de desarrollar y


potencializar toda la flexibilidad, creatividad, capacidad de
adaptación al cambio, inteligencia social y emocional que esté en
nuestras manos para resolver y solventar todos esos retos inesperados
que aparecen en el camino.

Y es en este entorno, que se vuelve vital tener una claridad sobre


nuestras verdaderas habilidades y aficiones, tener clara esa vocación
que nos permita construir un proyecto de vida que no dependa de ese
trabajo que “paga las cuentas y nos da de comer”, sino de nuestras
verdaderas competencias humanas y técnicas para seguir adelante
sin perder el rumbo, sin importar los obstáculos en la ruta, de lo
contrario: ¿qué será de nuestras vidas si perdemos ese trabajo por
cualquier razón?

¿Te das cuenta?


Es por este motivo que el acompañamiento de un coach vocacional y
construir un proyecto de vida con sentido y propósito puede cambiar
el rumbo, no solo de la vida de una persona, sino de la humanidad
como tal, permitiendo que los dones y talentos escondidos de tantas
personas salgan a la luz y nos ayuden a caminar en mayor libertad.

Por eso, es hora de profundizar ...


C A P Í T U L O

02
¿QUÉ ES LA
VOCACIÓN?
¿SE NACE O SE HACE?
De seguro habrás escuchado hablar de
la palabra vocación más de una vez, de
hecho ya la mencionamos un par de
veces en el acápite anterior.

Si una persona se sacrifica por todo el


mundo y siempre se queda con la
porción más pequeña de comida para
proveer a los demás, se suele decir que
tiene “vocación de mártir”.

Por otro lado, si alguien tiene una gran


capacidad de transmitir conocimientos y
le resulta sencillo explicar cosas que
para otras personas podrían ser
complejas o muy científicas, se podría
decir que tiene “vocación de maestro”.

Y al contrario, cuando por alguna razón


una persona ha dedicado su vida a algo
que parece no disfrutar, aunque lo haga
bien, o hace una cosa muy distinta de
otra para la cual es excelente, se suele
decir que “ha errado su vocación”.

Entonces…
¿Qué es en realidad la
vocación?
Bueno, en sus inicios esta palabra tiene una connotación
exclusivamente religiosa que hace alusión a un llamado divino o
iluminación que invita a la persona a tomar un determinado camino o
decisión en su vida. A menudo se utiliza para hablar de una revelación
que guía a la persona a tomar el sendero de la vida religiosa.

Sin embargo, la vocación tiene diferentes grados de complejidad, más


allá de esta acepción.

Por esa razón, haremos un recorrido histórico en torno a las diferentes


miradas sobre este concepto para que puedas habitarlo con mayor
confianza y claridad.

Emmanuel Mounier, prominente


pensador del personalismo cristiano,
refuta la dualidad cuerpo - alma y
habla de un ser humano entero, tanto
física como espiritualmente, al que
denomina como persona.

La persona como tal, es cada una/o de


nosotras/os, y por ende estamos
dotadas/os, según este filósofo, de
varias dimensiones entre las cuales se encuentra la vocación, a la que
define como un principio creador que al desarrollarse, mediante los
aprendizajes, se convierte en un descubrimiento progresivo, que
recrea lo que la persona ha integrado en su interior.

Mounier, también nos dice que esta es individual, inquebrantable y


debe ser construida y descubierta por elección propia. Aunque es
individual, puede ser compartida de manera responsable y creativa.

Francisco D’Egremy, nos habla de ella como la particular disposición


que tiene cada persona para ejercer un oficio o profesión, de acuerdo
con sus aptitudes, características físicas y psicológicas, sus
motivaciones y también el marco de referencia con el que cuenta en
su entorno particular.
Por otro lado, José Cueli, psicoanalista
mexicano, propone que la vocación es
un llamado a cumplir con algo, es de
alguna manera un impulso, una
urgencia, una necesidad insatisfecha
que lleva a la acción al individuo en
busca de satisfacerla. También afirma
que en la vocación intervienen la
conciencia personal y voluntad de
realizarla.

Desde su mirada, Ismael Vidales,


pedagogo, escritor y poeta mexicano,
plantea que esta no es un fenómeno
innato de los seres humanos, sino más
bien el resultado de un proceso
aprendizaje influenciado por la cultura,
el ambiente y el entorno en el que la
persona se desarrolla. Para él, no existe
un tiempo determinado en el que la
vocación se realice, todo momento es
importante.

La psicóloga Nuria Cortada de Kohan,


afirma que la vocación es aquella que
produce satisfacción personal al
individuo, porque le brinda la
oportunidad de desarrollar sus mejores
habilidades, de afirmar sus legítimos
intereses y de no contradecir la
estructura de su genuina personalidad.

Cómo podrás darte cuenta, las miradas son diversas, aunque no del
todo opuestas, por lo que en el camino de investigación encontramos
el trabajo de Sir Ken Robinson, escritor británico y experto en temas
relacionados con la creatividad, la innovación, la enseñanza y el
desarrollo humano, que nos trae un concepto que no solo nos permite
englobar muchas de estas miradas y comprender con claridad la
noción de vocación, sino que nos brinda un panorama más amplio y
completo, al hablarnos de lo que él llama: el elemento.

Cuando “estamos en nuestro elemento”, es como si fuéramos parte


de lo que hacemos, es un encuentro entre nuestras habilidades
naturales y nuestras preferencias personales.
Estar en este lugar significa hacer lo que te gusta, hacerlo bien y no
sentir el paso del tiempo, sentirte viva/o, más centrada/o y llena/o de
vida que en cualquier otro momento. Es aquello que nos permite
establecer contacto con lo fundamental, con el sentido de vida e
identidad, con nuestros verdaderos objetivos, es estar en un fluir
continuo.

Este “elemento” es distinto en cada persona.

Muchas veces, tenemos la idea de que las personas tienen que


encontrar esa única cosa por la que sientan fascinación y que si
tenemos más de una “debemos elegir”.

La cuestión es que, hay personas que sienten predilección por varias


cosas a la vez y todas se les dan igual de bien, y otras que, por el
contrario, tienen una sola vocación y una habilidad que les satisface
más que cualquier cosa.

Piensa en ti
¿Qué es eso que te gusta hacer y que cuando lo haces parece que te
sumerges en otro universo?

¿Te pasa solamente con algo en particular?, ¿o hay varias cosas que te
llevan a ese lugar de paz y excitación, a la misma vez?

Empieza a indagar y también a observar a las personas a tu


alrededor, de seguro encontrarás muchas sorpresas.

¿Cuáles son las características


de estar en tu elemento?
Para que una persona se encuentre en su elemento deben
complementarse las habilidades y los intereses personales.

Y esto ¿qué quiere decir?

Bueno que para realmente estar en este estado de flujo es importante


que cuentes con la capacidad de hacer algo y que sientas que es la
vocación de tu vida.

Y ¿cuál es la diferencia?
La realidad es que estos dos componentes aunque complementarios
tienen algunas diferencias que vale la pena aclarar para avanzar en el
aprendizaje.

Las Habilidades
La realidad es que estos dos componentes aunque complementarios
tienen algunas diferencias que vale la pena aclarar para avanzar en el
aprendizaje.

Es un talento, una destreza que tiene la persona, que en primera


instancia, suele ser innata, pero que también se puede lograr con el
aprendizaje y la repetición y se puede construir en el tiempo.

Las habilidades responden a la pregunta: ¿para qué soy buena/o?

Los intereses personales


Esta acepción que Ken Robinson tan coloquial y acertadamente
describe, en su libro El Elemento, como el “me encanta”, es realmente,
desde su mirada, la cereza de la torta, es nuestra vocación personal.

Estar en tu elemento no solo es una cuestión de poner en marcha tus


capacidades naturales, sino que es algo que te causa placer al
ejecutarlo.

Los intereses personales son aquellas acciones a la que te sientes


inclinada/o, lo que te gusta hacer sin importar si tienes una gran
destreza o si simplemente lo prácticas como un hobby, es algo que te
gusta y que al ejecutarlo te trae plenitud y alegría.
El hecho es que aunque tus intereses pueden incrementar a lo largo de
tu vida, lo más seguro es que aquello que te hace sentir relajada/o,
satisfecha/o y alegre hoy, te llene también en el futuro.

Lo que nos interesa y llena nuestro corazón, responde a las


preguntas:

¿Qué harías el resto de tu vida, sin necesidad de que te pagarán?

¿Cuál es esa actividad que cuando la realizas te hace sentir fluida/o


y completa/o?

Una vez que tenemos una clara perspectiva, de los ingredientes que
requieres para vivir en tu elemento y tener un proyecto de vida con
sentido, es importante profundizar al respecto de las condiciones que
se necesitan para que esto sea viable.

Y ¿cuáles son esas condiciones


para hacerlo posible?
Las dos condiciones básicas para lograr conectar con nuestro
elemento son:

La actitud
Este término que tan a menudo ocupamos, nos habla de un modo de
comportamiento habitual, aprendido, que deriva de una forma de
pensar y de relacionarnos con el mundo.

Es aquello que nos decimos sobre nosotras/os mismas/os y sobre lo que


ocurre a nuestro alrededor. Se podría decir que es la manera como se
materializan nuestras creencias, como vivimos e interpretamos las
experiencias, desde un punto de vista personal y profundamente
emocional.

Nuestras actitudes se ven influenciadas por múltiples elementos, como


son: nuestro carácter, la visión que tenemos de nosotras/os mismas/os,
el nivel de autoestima y valoración personal, las percepciones de los
que nos rodean, sus expectativas e incluso nuestras propias
expectativas de lo que debe ser nuestra vida.
Además, es importante que tengas en cuenta que, aunque estas
actitudes, indudablemente, han sido afectadas por hechos
inesperados y aleatorios que ocurren a nuestro alrededor, existen
comportamientos comunes en las personas que han logrado construir
un proyecto de vida coherente y vivir en plenitud. Entre otros, los más
evidentes son: la perseverancia, la confianza en sí mismas/os, el
optimismo, la serena ambición y la tolerancia a la frustración.

Por lo que, un buen comienzo a la hora de enfocar nuestros esfuerzos


para construir la visión de futuro y el proyecto de vida, es el de cultivar
estas actitudes y potencializar todo aquello que nos permita ver la vida
de una manera más esperanzadora, en medio de cualquier
circunstancia externa.

El entorno
A pesar de que, en muchas ocasiones podemos trascender al entorno
que nos rodea para dejar florecer nuestros dones y talentos, este no
deja de ser una condición crítica a la hora de manifestar nuestras
aptitudes.

Lamentablemente, en muchos casos, si no se nos presentan las


circunstancias oportunas, es posible que nunca lleguemos a saber, a
ciencia cierta, cuáles son nuestras destrezas y hasta donde podrían
desarrollarse.

Las competencias con las que contamos, por decirlo de alguna


manera, se encuentran dormidas dentro de nosotras/os y a menos que
se nos presente la oportunidad de ponerlas en práctica, estas no
despertarán, lo que desafortunadamente podría resultar en que
jamás podamos experimentar nuestro elemento.
Razón por la cual, debemos estar conscientes de que despertar ese
potencial depende de las oportunidades que se nos presentan, de las
que decidimos crear, de las que aprovechamos y de cómo elegimos
hacer nuestro viaje.

Una buena práctica para maximizar nuestras posibilidades es la de


relacionarnos con personas que compartan nuestras aficiones y que
estén llevando a cabo acciones comprometidas con estas prácticas.

Además, explorar campos de acción distintos que llaman nuestra


atención, pero nunca hemos considerado, también puede ampliar el
espectro y las posibilidades, sin importar, cómo haya sido nuestro
entorno de partida.

En resumen, para encontrarte con tu elemento es necesario que


entiendas lo que haces, que te encante, que tengas la actitud
adecuada para ir por ello y que generes un entorno abierto al
aprendizaje y las oportunidades.

Para estas alturas, seguro ya te diste cuenta de que la vocación es en


sí misma un impulso interno, un sentido de vida, que requiere más de
un ingrediente para salir a la luz, la cuestión es…

¿Todas las personas nacemos


con una vocación?
Aunque probablemente ya tengas una idea bastante más clara sobre
la respuesta a esta pregunta, es importante profundizar en este tema.

Tomando en cuenta nuestro recorrido hasta aquí, podríamos decir que


queda bastante claro que la vocación nace desde el interior de cada
una/o de nosotras/os. Sin embargo, algunos autores, como Rodolfo
Bohoslavsky, quien escribió el libro “Orientación vocacional. La
estrategia clínica”, con la intención de confrontar a la mirada rígida y
en extremo cientificista de la época, sobre las estrategias
psicotécnicas, opinan que la vocación no es algo innato.

El autor propone que esta se desarrolla en el terreno de la acción, el


aprendizaje y la convivencia con el entorno. Es así que todo aquello
que experimentamos, ya sea de manera consciente o inconsciente,
nos llevará a construir esa elección que hacemos como individuos.
Por otro lado, plantea que la vocación es un proceso dinámico que
va cambiando a medida que nos desarrollamos y también se ve
influenciada por el cambio del entorno y las estructuras sociales.

Y ¿a qué se debe esta discrepancia?


Bueno, como lo aclaramos al inicio, este autor presenta su
planteamiento en un momento histórico específico, con el objetivo de
desafiar la posición de una comunidad científica que se apega de
manera excesivamente rígida a los resultados de las pruebas
psicotécnicas y le cierra las puertas a otras posibilidades. Se mira a
estas estrategias como “una verdad absoluta”.

De todas maneras, este supuesto no se aleja tanto del enfoque que


venimos abordando, al contrario, lo complementa, pues como hemos
visto, aunque la vocación se gesta en nuestro interior, es algo propio y
natural en todos los seres humanos, requiere de otros elementos para
manifestarse y florecer en el mundo.

Entonces, de alguna manera, el encuentro con la vocación se


convierte en un proceso integral que surge del vínculo entre la
persona, sus intereses personales, sus habilidades y su contexto
social, cultural y familiar.

Es decir, la vocación se construye desde adentro de una/o misma/o y


lo externo, entendido como nuestro contexto sociocultural, familiar,
grupo de amigos, ubicación geográfica, favorecen, dificultan o
incluso obstaculizan el desarrollo de la misma.

Es un proceso que inicia con el nacimiento y no tiene fecha de


expiración, es una necesidad, un interés, un impulso que busca la
satisfacción. La verdadera vocación nos permite autorrealizarnos,
nos da la oportunidad de desarrollar habilidades y competencias y
nos permite reafirmar nuestra identidad como seres humanos, como
personas.
El autoconocimiento, mirar hacia adentro haciendo posible que tanto
lo intelectual como lo emocional intervengan, posibilita la
identificación de nuestros propios deseos e intereses, mismos que son
la clave para lograr el encuentro con la vocación.

Encontrar y desarrollar nuestras fuerzas creativas es parte


fundamental para llegar a ser quienes realmente somos. Es vital
indagar, experimentar, desafiarnos más allá de lo que creemos que es
posible para nosotras/os, pues no sabremos lo que podemos llegar a
ser hasta que no sepamos lo que somos capaces de hacer.

¿Cómo vienes hasta aquí?


Con toda seguridad, para estas alturas, tienes un panorama más
amplio y claro de lo que hablamos cuando nos referimos a la
vocación, por ello, te invitamos a continuar la travesía, indagando
sobre la orientación vocacional y otros conceptos que irán dándole
forma a tu práctica profesional a la hora de elegir el coaching
vocacional.

¿Qué es la orientación
vocacional?
Al igual que la vocación, este concepto tiene varias acepciones y
miradas desde diferentes puntos de vista profesionales, sin embargo,
en este caso la palabra orientación es aquella que nos dará la clave
para comprender a profundidad la importancia de esta tarea.

La palabra orientar, tiene una larga historia que data de tiempos muy
antiguos cuando aún no contábamos con brújulas y mucho menos
con un GPS, o aplicaciones que nos dijeran a donde estábamos
yendo.

La palabra orientar, tiene una larga historia que data de tiempos muy
antiguos cuando aún no contábamos con brújulas y mucho menos
con un GPS, o aplicaciones que nos dijeran a donde estábamos
yendo.

En esos tiempos remotos la mejor forma de guiarse era la posición del


sol en el horizonte. Así, a la posición por donde salía el sol cada
mañana las personas le llamaron este u oriente, que poéticamente se
deriva de un verbo en latín que significa: “lugar por donde sale el sol”.

Entonces, podríamos decir que la orientación vocacional es una


tarea de acompañamiento que trae luz al camino y procura
clarificar el rumbo que una persona debe tomar en torno a su
proyecto de vida.

Este proceso pretende que la persona sea capaz de atravesar sus


propias dudas y tribulaciones, sus miedos sobre el futuro. Aspira a que
esta logre ver con claridad sus posibilidades, aptitudes, puntos a
desarrollar, dones, talentos y preferencias; y que, con toda esta
información, logre tomar una decisión acertada, que no solo le
permita desempeñarse de manera óptima en una actividad en
particular, sino que esta le traiga alegría y disfrute personal.

Aunque en este campo también existen enfoques directivos, que nos


hablan de la orientación vocacional únicamente como un espacio en
donde se aplican una serie de test y herramientas psicotécnicas cuyos
resultados son tomados como verdad absoluta, actualmente, es
mucho más común que este tipo de instrumentos sean empleados
como parte del proceso, como una investigación preliminar, como
soporte para una indagación más profunda.

Con respecto a la orientación vocacional, actualmente, ciencias


como la psicología y la pedagogía recomiendan que al momento de
acompañar a otras personas en esta crucial jornada de construir su
proyecto de vida se tomen en cuenta estas cinco (5)
recomendaciones:

01
Todo lo relacionado con este proceso debe ser
producto de una decisión individual y voluntaria de
la persona a quien se acompaña.

02 Se debe poseer amplia información sobre las


posibilidades que la persona se plantea para su vida.
La situación emocional, psicológica, biológica y

03
social de la persona debe ser analizada y tomada en
cuenta, exclusivamente como punto de partida, no
como obstáculo o elemento determinante, para la
consecución de sus objetivos.

La orientación vocacional debe darse en un

04 ambiente respetuoso en el que la persona, sus


intereses, habilidades, experiencias y aprendizajes
sean protagonistas.

05
El proyecto de vida y el encuentro con la vocación
siempre debe propender a la autorrealización del
individuo.

¿Ya puedes ver la relevancia de este


ámbito de acción?
Es importante realizar una diferencia entre la orientación vocacional,
desde su enfoque más directivo, y el coaching. La orientación
presupone una especie de guía, una indicación de un determinado
camino a seguir. Desde el coaching, como disciplina de
acompañamiento, se facilitan espacios de reflexión que habilitan la
creación de una consciencia que permiten identificar a nuestro cliente
cuáles son las respuestas que necesita para tomar una decisión
adecuada a su contexto particular.

Por supuesto que sí, ¿verdad?

Entonces, sigue leyendo, porque el próximo capítulo, aunque corto,


está muy nutrido, y lo dedicaremos a aclarar una de las dudas que
más comúnmente se presentan cuando se habla del coaching
vocacional y la vocación de tu vida. ¿Quieres saber cuál es?
C A P Í T U L O
03
¿ES LA VOCACIÓN
LO MISMO QUE LA
PROFESIÓN?
Para estas alturas, seguramente tu
respuesta será, categóricamente, NO. Y
estás en lo cierto.

Como lo hemos venido hablando, la


vocación nace en nuestro interior, es eso
que nos hace levantarnos cada mañana
con entusiasmo, es un llamado, un gusto,
lo que nos interesa, algo que sin importar
que sea “útil” a las necesidades de la
sociedad o “bien pagado”, nos brinda
satisfacción personal.

Para profundizar aún más, traeremos a la


mesa una distinción muy hermosa del
coaching ontológico, como es el
ser-hacer-tener, la vocación está
arraigada en el SER de la persona, eso
que ya es, su valor intrínseco, sin
necesidad de hacer nada más en el
mundo, ni tener absolutamente ningún
bien.

Por otro lado, la profesión está más


relacionada con el HACER, más
específicamente con el “saber-hacer”
para luego, TENER ingresos económicos,
beneficios e incluso reconocimiento
social.
La Real Academia de la lengua española, describe a la profesión,
entre otras acepciones, como un “empleo, facultad u oficio que alguien
ejerce y por el que percibe una retribución.”

Otras fuentes de consulta apoyan esta definición y la amplían,


dejando más elementos sobre la mesa, estas afirman que la profesión
es un empleo, facultad u oficio que se ejerce de manera pública
como una actividad habitual y continuada en la esfera de lo laboral.
Y que esta ocupación puede realizarse enseñando a otros una tarea o
haciendo dicha tarea.

El ejercicio de la profesión implica contar con conocimientos


específicos, seguir determinadas normas, aceptar un código de ética
y recibir una retribución, (en la mayoría de los casos económica), por
dicho trabajo.

Desde la mirada sociológica, las diferencias en la retribución que se


recibe por el ejercicio de una actividad suelen marcar un estatus y
establecer categorías entre las diversas profesiones. Si bien lo ideal
sería que el oficio o empleo de una persona no se identifique con el
estatus o el valor que tiene dicha actividad, la realidad es que existe
una clasificación social implícita en lo que a profesionalización se
refiere, lo que, lamentablemente, lleva a muchas personas a hacer
elecciones no deseadas para obtener un lugar en la sociedad y/o
cumplir con las expectativas de otros.

Por otro lado, José Manuel Touriñán, catedrático y pedagogo español,


luego de investigar a fondo sobre el concepto de profesión, desde
varias ópticas, propone 4 criterios que la constituyen:

Primero, una formación técnica regular y reglamentada,


mediante una educación formal, que prepare a la persona
para explicar, decidir e intervenir en un ámbito particular.

Segundo, el reconocimiento social de la tarea que se va a


desarrollar.

Tercero, la orientación de la actividad a satisfacer una


necesidad social.

Y cuarto, que la persona que la ejerza tenga un nivel de


conocimiento especializado, ciertas habilidades, aptitudes y
competencias, y un nivel de experticia determinado.
De los cuales podemos deducir que, en resumen, la profesión es un
“saber - hacer” (Know- how), es un conjunto de conocimientos
específicos, habilidades y destrezas destinados a resolver
problemas y desafíos en un ámbito específico de manera eficaz y
responsable, que además, está socialmente aceptado.

Como podrás darte cuenta, la vocación y la profesión, aunque tienen


puntos en común e idealmente deberían coincidir al momento de
construir nuestro proyecto de vida, tienen sentidos muy distintos.

Lamentablemente, siendo que la educación y en general la sociedad


todavía son mayormente pragmáticas, la vocación se ha dejado en
segundo plano, casi, casi fusionándose con la profesión e
invisibilizando las necesidades del ser humano de la autorrealización y
el disfrute, en aras del “bien común” y de las necesidades sociales
establecidas por el aparato social dominante.

Lo ideal sería, que partamos desde el descubrimiento de esa


vocación, desde esa inquietud, ese deseo personal, que exploremos y
nos encontremos con nuestras habilidades y talentos, para que luego,
con base en esos hallazgos, encontremos la profesión que satisfará
adecuadamente, no solo nuestras necesidades básicas, sino aquellas
más profundas como son la autorrealización, la variedad y el gozo.

Así que, está en manos de quienes acompañamos a otros al encuentro


con su proyecto de vida el mantener claridad en las distinciones y
procurar el espacio adecuado para que florezcan la reflexión, la
creatividad, la autenticidad, la confianza, el sentido de vida y el
propósito.

Para ello, y con el objetivo de fortalecer la tarea de orientar


vocacionalmente y apoyar a la construcción de un proyecto de vida
más consciente y acertado, nace el coaching vocacional.
C A P Í T U L O

04
Y ¿QUÉ ES EL
COACHING
VOCACIONAL?
Por otro lado, la profesión está más
relacionada con el HACER, más
específicamente con el “saber-hacer”
para luego, TENER ingresos económicos,
beneficios e incluso reconocimiento
social.

El coaching ontológico, como disciplina


profesional, aporta gran valor a esta
tarea, pues es un proceso conversacional
reflexivo y creativo que mediante
preguntas provocativas, escucha activa y
comprometida y la generación de
espacios de confianza, te acompaña a
avanzar en tu propio viaje de
autodescubrimiento, a construir nuevos
futuros, a acortar la brecha que existe
entre tu situación actual y tu visión de
futuro.

El objetivo fundamental, desde la mirada


ontológica, es acompañar a una
transformación del SER, del observador
que estamos siendo de lo que sucede
afuera y de nuestros propios procesos, es
convertirse en una llave que abra la
puerta a un mundo de posibilidades que
antes estaban ocultas para ese
observador.
Es por eso que, al permitir que el coaching ontológico permee las
fronteras de la orientación vocacional logramos construir un proceso
de acompañamiento profundo, dinámico y creativo que al intervenir
en el SER de la persona, trae luz a su camino y le permite conectarse,
de manera auténtica, con su sentido de vida, su propósito y con la
construcción de un proyecto vital coherente con su identidad.

Una vez que tienes clara la definición de lo que es coaching


vocacional, es esencial que sepas que esta disciplina no solo está
orientada al acompañamiento de adolescentes y jóvenes que inician
su camino en el mundo de la educación superior o que por primera vez
se están planteando sus proyecciones a futuro.

El coaching vocacional puede


aplicarse en cualquier etapa
Actualmente, al momento de escribir este libro, la humanidad atraviesa
por una severa crisis sanitaria que se conjuga, en muchos países, con
la inestabilidad económica, social y política.

Además, este siglo ha traído avances tecnológicos importantes, que


progresan de manera vertiginosa y requieren de nosotras/os nuevas
competencias humanas y técnicas que aseguren nuestra
sobrevivencia.

En este contexto, muchas personas han perdido el empleo o han tenido


que trasladar sus oficinas a casa y accionar en modalidad de
teletrabajo, tal vez tú eres una de ellas.

Muchas de esas personas han tenido tiempo para pensar, para


reencontrarse y tomar nuevas decisiones, han visto la versatilidad de
las nuevas tecnologías, quieren atreverse a emprender, quieren
estudiar una nueva profesión, miles de ideas aparecen en su cabeza,
pero como han pasado años e incluso décadas pensando que la
realidad que vivían era la “única” que estaba disponible para ellas, o
que era la “correcta”, se sienten estancadas, desesperadas y tratando
de reconectar con su norte.
¿No te parece que en contextos
como éstos necesitarán un
poco de luz para ese cambio
de rumbo?
Muchas veces albergamos la idea de que sólo podemos elegir nuestra
dirección una vez en la vida, pero ¿qué pasa si cuando elegimos
nuestra profesión lo hicimos para satisfacer las expectativas sociales?
¿Qué pasa si nuestro entorno jamás nos dio la posibilidad de
conocernos por dentro? ¿Y si lo hicimos por necesidad y ahora
tenemos la oportunidad de rectificar?

¿Lo ves?

El coaching vocacional es también, una hermosa herramienta para


acompañar a retomar el rumbo, reconectar con lo genuino, vivir en
coherencia y proyectar nuestro futuro.

Hasta aquí, ¿cómo vamos?


De seguro ya estás enamorada/o de este quehacer, a lo mejor
descubriste que es parte tu vocación y que definitivamente quieres
hacerlo tu profesión.

¡Genial!

Sigamos avanzando…
05
C A P Í T U L O

DISTINCIONES
NECESARIAS PARA
LLEVAR EN LA MALETA
En este capítulo te compartimos
algunas distinciones del coaching
ontológico que no solo te darán
herramientas de reflexión, sino que te
permitirán observar los procesos de la
vida desde otro lugar.

Los enemigos del


aprendizaje y las creencias
que limitan la elección

Para adentrarnos en esta interesante


distinción, es importante que tengamos
claro que los seres humanos no
solamente aprendemos toda la vida, sino
que encontramos gran placer en
aprender.

Lamentablemente, a través del tiempo


hemos relacionado el aprendizaje con
las limitaciones del sistema educativo, y
hemos olvidado la naturaleza lúdica e
innata del aprendizaje.

El aprendizaje es mucho más que


incorporar datos, cifras y hechos. Es un
proceso dinámico que nos permite integrar nuevas habilidades,
encontrar nuevos caminos, desandar antiguas sendas y elegir nuevas,
para lograr objetivos que en otras circunstancias y momentos de
nuestra vida se hallaban fuera de nuestro alcance.

Al inicio de nuestra vida, sin duda alguna, muchas de las cosas


aprendidas se encuentran matizadas por las creencias, valores y
limitaciones de nuestro entorno, pero a medida que pasa el tiempo
somos capaces de cuestionar estos aprendizajes y transformar viejas
posturas en nuevas miradas de la vida.

Sin embargo, en muchas ocasiones, nuestras experiencias de vida nos


dejan atadas/os a ciertas creencias limitantes que se conocen como
los enemigos del aprendizaje.

¿Y cuáles son estos enemigos


del aprendizaje?
Entre los más conocidos se encuentran los siguientes:

01
La ceguera
Cuando estamos ciegos ante nuestra propia incompetencia resulta
imposible empezar el camino del aprendizaje. Si estamos ciegos ante
la situación, lo que sucede es que “NO SABEMOS, QUE NO SABEMOS”,
y, por lo tanto, podríamos creer que no tenemos nada que aprender
al respecto de determinado tema o circunstancia.
02
El miedo
El temor a declarar “NO SÉ” puede ser
una verdadera amenaza a la hora de
avanzar en la vida. Declarar nuestra
ignorancia a menudo puede ser
interpretada como una acción
vergonzosa e inaceptable socialmente,
más aún cuando nuestra frágil
autoestima ha sido construida en la
base de ser “el sabelotodo”. Cuando
nos encontramos atrapadas/os en esta creencia y pensamos que
nuestra identidad se sostiene en estas dotes de “infalibilidad” y
“sabiduría infinita”, es muy posible que lleguemos a sacrificar nuestro
propio bienestar y el de otras personas, antes de admitir que tenemos
algo que aprender.

03
La vergüenza
El temor al ridículo y a que los demás se
den cuenta de nuestra incompetencia
puede ser un obstáculo abrumador al
momento de intentar nuevos retos.

Indudablemente, te habrás dado


cuenta de que nadie se ve como un
erudito cuando hace algo por primera
vez; todas las personas podemos
experimentar cierto pudor al darnos cuenta de que nuestras acciones
al principio pueden ser torpes, algo lentas e incluso cómicas para
quienes nos observan.

La cuestión es que si no logramos superar esa fase del aprendizaje


habremos abandonado el barco y nos quedaremos a medio camino.

Es importante recordar, cuando se trata de la vergüenza, que si de


bebés la hubiéramos sentido, no podríamos comer con cubiertos o
caminar erguidos.
04
La tentación de ser la
víctima
Convertirnos en “la víctima” de las
circunstancias y permitir que las
condiciones externas nos guíen y nos
limiten es una elección muy tentadora,
cuando nuestra única otra alternativa
es la de asumir la responsabilidad total
y absoluta de lo que sucede en nuestras
vidas.

Muchas veces, el poner la causa de nuestros problemas afuera, nos


libera del peso de hacernos cargo de aquello que no sabemos y de
tomar las riendas del aprendizaje. Nos deja en una situación de
indefensión, a la espera de que algo milagroso ocurra en el entorno
para darle un giro a la situación.

05
El orgullo
Cuando basamos nuestra valía
personal en la creencia de “yo no
necesito de nadie” y somos incapaces
de pedir ayuda, este enemigo hace su
aparición y nos impide reconocer que
necesitamos algo, que requerimos del
apoyo de otros para avanzar, y, por lo
tanto, nos cerramos a la posibilidad de
aprender algo nuevo por temor a
perder nuestra autonomía; y por ende bloqueamos el posible avance
hacia nuestros objetivos.
06
La arrogancia
Creerse “el dueño de la verdad” y querer
homologar la sabiduría o experticia en
un tema con el conocimiento de la
verdad más profunda de cómo son las
cosas, es uno de esos enemigos que
puede dañar severamente nuestro
camino de aprendizaje.

Si somos incapaces de sentir una genuina humildad no podremos


mirar la vida con ojos de aprendiz y menos aún seremos capaces de
reconocer las oportunidades de mejora que se presentan ante
nosotros.

07
La pereza
El proceso de aprendizaje requiere de
un cierto grado de dedicación,
constancia y voluntad para volverse
parte de nuestra experiencia vital. Si no
estamos dispuestos a poner toda
nuestra energía a disposición de las
acciones que forman parte de este
proceso, estaremos eligiendo
permanecer en un lugar cómodo
aunque esto signifique renunciar a aquello que queremos incorporar
en nuestras vidas.
08
La impaciencia
Pensar en un resultado a largo plazo,
sin que en el camino existan pequeños
indicadores que nos muestren, aunque
sea un ligero avance, puede ser la
causa de que dejemos de lado una
tarea.

La cuestión es que, sin duda alguna, la


gratificación inmediata es mucho más satisfactoria que una meta a
largo plazo que algún día nos beneficiará plazo que algún día nos
beneficiará.

Para incorporar nuevos y mejores hábitos en nuestras vidas y continuar


en el camino del aprendizaje continuo es necesario introducir recursos
que nos permitan hacer un seguimiento cotidiano que deje evidencia
tangible de nuestro avance y logros, de lo contrario es muy posible que
abandonemos la tarea.

09
El aburrimiento
Una vez que una actividad se ha vuelto
repetitiva y ha entrado en nuestra
rutina, es más que probable que nos
sorprenda el aburrimiento.

Una de las necesidades fundamentales


del ser humano es la variedad. Si tienes
que practicar guitarra todos los días,
por una X cantidad de horas, y debes
repetir una canción una y otra vez antes de pasar a la siguiente, es
muy seguro que te resulte tedioso y por momentos insoportable,
aunque sea tu verdadera pasión.

Por esa razón, si no aprendemos a amigarnos con el aburrimiento


(saber que en algún momento lo sentiremos), implementar sistemas
de recompensa y crear estrategias para mantenernos constantes y
entusiasmados en la jornada; entonces eventualmente
renunciaremos.
10
La desconfianza
La falta de confianza ya sea en ti
misma/o como en los demás es una
gran barrera a la hora de aprender.

La confianza entre el aprendiz y el


maestro es un elemento crucial para
que el proceso de enseñanza, mentoría
o acompañamiento sea exitoso.
Cuando no confiamos en las personas que nos acompañarán o
instruirán en algún arte las posibilidades de incorporar esas nuevas
habilidades se verán truncadas o empañadas por nuestra
desconfianza.

Por otro lado, si carecemos de confianza en nuestras propias


capacidades, las cosas se vuelven aún más complicadas, pues si la
persona cree que es incapaz de aprender algo nuevo, mejorar una
habilidad o resolver un problema, estará declarando su propia
incompetencia para hacerlo, y, por lo tanto, no verá posibles
alternativas de solución o aprendizaje.

Lo más peligroso de este enemigo es que es una amenaza de doble


vía, pues generalmente aquello que ha mermado nuestra confianza
en los otros es lo mismo que seguramente ha golpeado duramente a
nuestra confianza personal.

Fortalecer la valía personal y la autoconfianza resulta vital a la hora de


emprender el camino del aprendizaje.

11
La confusión
Para entender a este enemigo basta
haber visto la película “Karate Kid”.

En este largometraje el maestro intenta


enseñarle a su aprendiz los secretos del
karate de una manera muy original.

El muchacho llega a la casa de su


maestro todos los días esperando
aprender las técnicas y tácticas de combate y defensa de esta arte
marcial, sin embargo, el maestro le pone a hacer tareas cotidianas,
como pintar la cerca o limpiar las ventanas de determinada manera.
Esta actitud confunde al aprendiz y despierta en él el enojo y la
frustración.

Cuando el enojo llega al límite, el discípulo se enfrenta al maestro,


pensando que este solo está abusando de su confianza.

El sensei, sorprendido ante la reacción, le invita a hacer un ejercicio de


karate y él logra responder a todas las acciones de defensa y ataque
con las habilidades que había aprendido mientras realizaba las
actividades cotidianas asignadas.

En ese momento, el estudiante comprende el sentido de las cosas y


acepta con entusiasmo las restantes lecciones, sin cuestionarlas.

Esta es una imagen muy común en nuestras vidas como aprendices,


suele suceder que al no comprender lo que estamos haciendo nos
disgustamos y ponemos resistencia, porque de alguna manera el
proceso al que nos enfrentamos desafía nuestras creencias u
opinamos que “debe ser” de una u otra forma.

Es importante construir como aprendices, en conjunto con los


maestros, un espacio de confianza y seguridad en donde aceptemos
lo que no comprendemos con una actitud abierta y curiosa.

Como podrás darte cuenta, muchos de estos enemigos se entrelazan


y si tu aprendiz o tu misma/o están dominados por uno de ellos, es muy
probable que exista una red de enemigos que derrotar para que el
aprendizaje ocurra.
La confianza
¿Qué dirías que es la confianza?


Según la RAE, la confianza puede definirse como: la “esperanza firme
que se tiene de alguien o algo”, también se dice de la “seguridad que
alguien tiene en sí mismo”.

Y aunque estás definiciones son bastante claras, esta distinción es


mucho más compleja que su significado de diccionario.

La confianza nos habla de un juicio que cada una/o de nosotras/os


hace, a través de nuestros propios estándares subjetivos, de cuánto
podemos fiarnos en otra persona e incluso en nosotras/os mismas/os.

La confianza resulta algo tan subjetivo y personal, que en pocas


palabras se podría decir que “es una cuestión de fe”.

Son tus normas y principios internos los que evalúan el tema de la


confianza o la desconfianza. Mediante esos filtros que has
establecido a lo largo de tu vida, evaluarás constantemente los
hechos que se te presenten y determinarás si confías o no.

Aunque, como ya te has dado cuenta, la confianza es una cuestión en


extremo personal, siendo un juicio, lo podemos sustentar en 4
criterios fundamentales, que te ayudarán a tener una visión más clara
de esta distinción
Confiabilidad o credibilidad

01 Este criterio está sustentado en las acciones del


pasado, que de una u otra forma nos proveen de
elementos para hacer una predicción del futuro.

Si una persona fue sincera en el pasado, si cumplió


con sus promesas, si hizo bien su trabajo, es
previsible que en el futuro siga haciéndolo.

Sin embargo, si contamos con experiencias no muy


favorables sobre su grado de credibilidad, es posible
que generalicemos estas acciones y seamos
incapaces de considerar la posibilidad de que en
esta ocasión va a cumplir con lo prometido.

Sinceridad

02 La honestidad de una persona, es un juicio que está


afianzado esencialmente en el presente, en la
coherencia entre el sentir, decir y hacer de la otra
persona.

Este elemento también puede estar influenciado por


su imagen pública, por referencias de otros e
interpretaciones personales que realizamos
basadas/os en experiencias personales previas.

Algunos indicadores que nos hacen dudar o confiar


pueden ser el lenguaje corporal, los gestos, el
contacto visual o la ausencia del mismo, el tono de la
voz y algunas otras señales que van más allá de los
actos conscientes y que pueden ser calificados
como vibraciones que detectamos desde nuestra
energía e intuición.
Competencia

03 Este fundamento se basa en la evaluación que


hacemos sobre las habilidades y recursos que
consideramos tiene o no tiene una persona para
intervenir eficazmente en un dominio de acción.

El peligro de este juicio es que, en algunas


ocasiones, podría nublar nuestra visión sobre lo que
la persona puede ser capaz de hacer en el futuro,
sobre su posibilidad de aprender y volverse más
diestra con la experiencia.

Involucramiento

04 Es esa capacidad que vemos en el otro de jugarse


por algo o por alguien al 100%.

Este componente nos habla del grado de


compromiso que detectamos a la hora de generar
relaciones y conversaciones que nos acerquen
hacia los objetivos propuestos. Tiene que ver con la
construcción de relaciones de confianza.

Si estamos involucrados entramos en acción y es


esa acción comprometida con lo acordado que
hará crecer la confianza, así mismo esa confianza
impulsará a la acción.

Recuerda. Aunque estos criterios pueden ayudarnos a valorar


claramente los niveles de confianza que mantenemos con nuestro
entorno e incluso a diagnosticar si podemos o no depositar nuestra
confianza en determinado sitio; el pronóstico puede resultar
engañoso cuando llevamos nuestros juicios a tal generalización que
distorsiona nuestra percepción sobre un hecho o persona.

Por ejemplo:

Imagina que tienes un amigo de un corazón noble y desinteresado,


siempre has podido contar con él en los momentos más difíciles de tu
vida, sin embargo, inevitablemente, siempre que hacen una cita llega
tarde al menos 15 minutos. Los motivos son infinitos, no pudo salir
antes de una reunión, el tráfico era imposible, tuvo que tomar el metro
y este se dañó en medio de la ruta, bueno… Ya sabes que le pueden
suceder infinidad de cosas, porque lo más interesante de todo es que
nunca te miente, en realidad afronta esas circunstancias.

El hecho de que de alguna forma la ley de Murphy se manifiesta cada


vez que hacen una cita y llega tarde, ¿lo convierte en un mal amigo?

Bueno las respuestas pueden ser múltiples…

A lo mejor, llega un momento en que sientes que sí, es un pésimo


amigo porque no respeta tus tiempos y no le puedes confiar nada en
absoluto. Piensas que ese hábito de atrasarse refleja lo que su relación
significa para él. Lo borras de tus contactos y dejas de frecuentarlo.

En este caso, es posible que estés generalizando y permitiendo que su


falta de puntualidad permee todos los ámbitos de su vida; que estés
dejando de lado todos aquellos momentos terribles en que sostuvo tu
mano; o que siempre está ahí para darte un buen consejo, escucharte
y levantarte del suelo; o que, pase lo pase, y por absurdo que resulte,
siempre te dice la verdad.

¿Te das cuenta?

A menudo la generalización nos impide observar con claridad los


acontecimientos.

Sí, es cierto que lo más conveniente sería generar un espacio de


conversación para decirle cómo te sientes y llegar a acuerdos que les
permitan seguir interactuando, no obstante, considerarlo mal amigo y
echarlo de tu vida podría ser una acción en extremo radical luego de
evaluar todos los elementos. ¿Estás de acuerdo?

Para apoyarte a explorar más a fondo este camino de la confianza, te


compartimos un breve y efectivo ejercicio para que puedas evaluar
las cosas, cuando sientas que estás atravesando una situación de
desconfianza y tengas el deseo de reconstruirla.
Reconstruir la confianza
A la hora de pasar de la desconfianza a la confianza, hay cinco pasos
básicos que te recomendamos transitar:

Primero, debes evaluar si quieres volver a confiar, sea lo que


sea que haya sucedido. Sentir el deseo genuino de confiar
nuevamente es vital para que el proceso sea exitoso.

Segundo,una vez que has tomado la decisión de emprender


este camino, es indispensable que te des a la tarea de
fundamentar aquellos juicios que te han llevado a la
desconfianza y aquellos que te hacen querer volver a sentirte
confiada/o.

Para ello, remítete a los hechos históricos y hazte preguntas


como:

¿Qué fue lo que sucedió que me hizo desconfiar en


primera instancia? (los hechos objetivos, como si los viera
una tercera persona)
¿Cuál fue el contexto en el que sucedió todo?
¿Para qué me sirve seguir desconfiando de esta persona?
¿Qué quiero hacer al respecto?
¿Cuáles serían posibles acuerdos a proponer para
recuperar la relación de confianza?

Tercero, ahora que tienes a mano los hechos objetivos, tus


pensares y sentires al respecto, ha llegado la hora de
interactuar con la otra parte de la relación (ya sea otra
persona o tú misma/o), abre posibilidades de diálogo, nuevas
conversaciones.

Cuarto, una vez que hayas podido poner la situación sobre la


mesa y tu intención de establecer un nuevo vínculo de
confianza, coordina acciones nuevas, escucha propuestas y
haz las tuyas. Permite la interacción en respeto, asertividad y
genuina escucha.

Finalmente, pon en marcha los compromisos día a día con


paciencia.
El miedo

Aunque el miedo tiene muy mala prensa, e incluso muchos de nosotros


pasamos gran parte de nuestra de vida tratando de borrarlo de la faz
de la tierra, el miedo es una emoción natural, poderosa y de orígenes
muy primitivos que nos alerta de la presencia de algún tipo de peligro
o amenaza, ya sea de carácter físico o psicológico.

Esta implica no solamente respuestas bioquímicas universales para


todas las personas, sino también respuestas emocionales poderosas
que son individuales de cada ser humano.

A veces el miedo proviene de amenazas reales, no obstante también


puede originarse por peligros imaginarios. Y desde luego, en
situaciones extremas, puede ser síntoma de condiciones como el
trastorno de ansiedad o el síndrome de estrés postraumático, entre
otras.

Como ya mencionamos anteriormente, el miedo está compuesto de


dos reacciones primarias: las bioquímicas y las emocionales.

¿Qué son las reacciones bioquímicas?


Como ya lo sabes, el miedo es una emoción natural y un mecanismo
de supervivencia.

Entonces, cuando nos enfrentamos a una amenaza percibida, nuestro


cuerpo responde de forma específica, aun así, las reacciones físicas
pueden ser experimentadas de forma diferente por cada persona.

Algunas personas podemos sentir dolor en el pecho, sudoración en el


cuerpo, aumento del ritmo cardíaco, náusea, temblores, dolor de
estómago y desde luego, en todos estos casos presentaremos niveles
elevados de adrenalina que nos hacen estar extremadamente alerta.

Esta respuesta física se conoce como respuesta de “lucha o huida”,


con ella el cuerpo se prepara para pelear o huir, según la situación sea
requerida. Es una respuesta automática que es crucial para nuestra
supervivencia.

Y ¿qué son las reacciones emocionales?


La cuestión con las reacciones emocionales es que son personales y
específicas en cada ser humano.

Dado que estas respuestas implican algunas de las mismas


reacciones bioquímicas en nuestro cerebro que el entusiasmo o la
alegría, algunas personas consideran a sentir miedo, en determinadas
circunstancias, como por ejemplo ver películas de terror, algo divertido
y excitante.

Otras personas disfrutan de la sensación que les brinda la adrenalina


y se divierten con los deportes extremos o poniéndose en situaciones
de peligro que les inducen al miedo.

En cambio, existen otras personas que tienen reacciones adversas a la


sensación del miedo y lo evitan a toda costa.

Entre las señales psicológicas y emocionales más evidentes, la


persona podría experimentar, dependiendo de las circunstancias,
agobio, sobrecarga, malestar, descontrol, parálisis e incluso podría
notar una sensación de muerte inminente.
Ahora que ya tienes mayor claridad
Te proponemos, desde la mirada del coaching ontológico, que
observes al miedo como un indicador que te avisa sobre la existencia
de algo que interpretamos como un desafío o un problema, una señal
que nos avisa que nos faltan recursos para enfrentar una situación o
nos ayuda a reinterpretar las amenazas para hacerles frente.

Para que puedas verlo con mayor claridad, utilizaremos la metáfora


del semáforo del miedo.

Cuando la luz verde del miedo se encuentra activada,


hablamos de que este es útil y funcional, nos llama al
movimiento, a la acción, a salir de donde nos encontramos
con precaución, eligiendo conscientemente el camino que
queremos elegir para resolver la cuestión que se nos presenta.

Cuando la luz amarilla del miedo nos habita, nos


encontramos en ese punto central desde el cual todavía
podemos distinguir lo que nos sucede y transformar el miedo
disfuncional y paralizante en acciones habilitantes para
corregir el rumbo.

Por el contrario, cuando la luz roja del miedo ha sido activada,


dejamos de distinguir posibilidades, el miedo se vuelve una
emoción disfuncional y paralizante que nos impide tomar
decisiones claras y tomar acción para salir de la situación
conflictiva o desafiante que se nos presenta.

¿Fue útil la metáfora?

Es seguro que ahora te será más fácil identificar desde donde estás
actuando y corregir el rumbo, igualmente será una buena guía para
identificar estas situaciones en las personas que tú acompañas y ser
más asertiva/o a la hora de intervenir.

Recuerda. El miedo no es “bueno” ni “malo”, simplemente, es una


emoción que puede convertirse en disfuncional cuando nos angustia
y paraliza y se vuelve una herramienta útil y funcional cuando la
observamos como una señal de alerta a la hora de elegir el rumbo
adecuado.
El compromiso
¿Qué es para ti el compromiso?


Si te remites al diccionario de la Real Academia de la lengua
española, te aseguro que no tendrás muchas ganas de asumir uno o
por lo menos sentirás una leve punzada en la panza al oír hablar de
este concepto.

Compromiso para la RAE (entre otras acepciones) significa:


“obligación contraída”, “palabra dada”, “problema”, “que se da por
obligación o necesidad, para complacer”.

Y mejor no continuar con los demás.

Seguramente es por eso, que muchas personas le tenemos “miedo al


compromiso” o evitamos comprometernos con algún proyecto.

Sin embargo, aunque esa sea la primera y más conocida acepción del
compromiso, a partir del coaching ontológico te proponemos que lo
observes desde un nuevo lugar, ya que esta es una distinción
fundamental para el ejercicio de nuestra disciplina.

Lo primero que tienes que tener en claro es que tanto tú como yo


siempre estamos comprometidas/os con algo, sin importar lo que esto
sea, los compromisos forman parte de nuestra vida cotidiana, ya sean
estos conscientes o inconscientes.
El secreto del compromiso más bien se encuentra en averiguar con
qué estamos comprometidos.

¿Y esto qué quiere decir?


Por ejemplo:

Si declaro conscientemente que mi compromiso es graduarme de la


certificación de coaching en el tiempo establecido y sintiéndome
competente en la materia, pero no le dedico tiempo a estudiar, no
entrego mis guías de trabajo y falto a la mayoría de las clases; ¿en
dónde está mi compromiso?, ¿estoy realmente comprometida/o con
graduarme de la certificación?

Tal vez, lo mejor sería indagar qué es lo que estoy haciendo en ese
tiempo que debería dedicar al estudio, entonces averiguaré en dónde
están realmente mis compromisos.

Otro ejemplo cotidiano, que es familiar para muchas personas, es el


de hacer compromisos de fin de año, como por ejemplo: “voy a lograr
mantenerme en forma física y saludable este próximo año, ¡de este año
no pasa que voy a estar fit!””

Sin embargo, han pasado ya quince días de ese tan esperado nuevo
año y no has logrado ni ponerte los zapatos de deporte en la mañana.
Ni siquiera has incluido el deporte en tu agenda o has hecho una
investigación para mejorar tus hábitos de nutrición y autocuidado.

La rutina te devora, tienes mil excusas para dejarlo para mañana, el


trabajo, la familia, ese proyecto que tuviste que realizar a última hora,
bueno, las posibilidades son muchas. Lamentablemente, el ejercicio, la
nutrición y ponerte en forma no están en el horizonte, entonces, ¿en
dónde está tu compromiso?

¿Te das cuenta?

El compromiso no solamente está en lo que decimos que vamos a


hacer, está en las acciones que ejecutamos en consecuencia.

El compromiso es un acto creativo, una elección, es la capacidad de


ponerte en acción en coherencia con tus objetivos, con el propósito de
hacer que las cosas pasen.
¿Y qué implica hacer que las cosas pasen?
Lo primero que debes tener claro, es que la acción de comprometerte
está relacionada con un resultado futuro, y, por lo tanto, deberás elegir
con qué vas a comprometerte para alcanzarlo.

Luego, se requiere de un trabajo de observación que te permita


separar los hechos reales de las opiniones, explicaciones y la historia
que te cuentas sobre dichos sucesos en cuestión.

Una vez que tengas claro el panorama, el siguiente paso es generar


conversaciones de posibilidad contigo misma/o y con los demás.

Y, ¿cómo?
Primero, deberás declarar aquello que quieres lograr y con lo que
estás comprometida/o de manera clara y concreta.

Segundo, tener claridad sobre las acciones que ejecutarás para


alcanzar el objetivo.

Tercero, generar conversaciones de posibilidad para hacerlo realidad.


Hacer pedidos para generar acciones enfocadas en los objetivos,
hacer ofertas relacionadas, que brinden posibilidades a las otras
personas, hacer promesas y cumplirlas en tiempo y forma para crear
una nueva realidad para ti y para los demás.


"El compromiso es lo que transforma una promesa en realidad, es la
palabra que habla con valentía de nuestras intenciones, es la acción
que habla más alto que las palabras, es hacerse al tiempo cuando no lo
hay, es cumplir con lo prometido cuando las circunstancias se ponen
adversas, es el material con el que se forja el carácter para poder
cambiar las cosas, es el triunfo diario de la integridad sobre el
escepticismo. Comprometerse y mantener los compromisos, son la
esencia de la proactividad".
J E F F R E Y S . L E H M A N
A C A D É M I C O E S T A D O U N I D E N S E
La visión
¿Has oído hablar de la visión de futuro?

Lo más seguro es que sí, sin embargo, en este acápite abordaremos


este concepto desde el enfoque del coaching ontológico,
definitivamente encontrarás algunas ideas que llamarán tu atención.

Antes de empezar, es necesario que tengas presente que esta


distinción es determinante en la consecución de nuestros objetivos y
metas, y, por lo tanto, resulta clave abordarla a la hora de hablar de
vocación, proyecto de vida y coaching vocacional.

Cada una/o de nosotras/os tiene vivencias anteriores a este momento


presente que permanecen en nuestra memoria, y aunque solo son
recuerdos de lo sucedido, no solamente se han almacenado como
hechos aislados, sino que han sido guardados conjuntamente con las
emociones vividas, las circunstancias que rodeaban al momento e
incluso con nuestras opiniones y las de otras personas acerca de la
situación.

El secreto del compromiso más bien se encuentra en averiguar con


qué estamos comprometidos.

Por lo tanto, esas memorias, en apariencia inocuas, pueden


determinar nuestras acciones y sensaciones futuras, motivarnos a
avanzar o incluso ser obstáculos y limitaciones poderosas a la hora de
lograr nuestros objetivos.
Desde esta mirada ontológica que te proponemos y siendo el pasado
únicamente un relato que nos contamos sobre lo que fue y ya no será,
sobre lo que somos capaces de hacer y no, pensaremos en el pasado
exclusivamente como una conversación, una historia que nos
contamos y que podemos desafiar si no resulta útil a lo que
anhelamos en el futuro.

Con esto, no queremos decir que dejes atrás el pasado e ignores lo


que hasta hoy has aprendido, ni mucho menos que deseches la
sabiduría que tus experiencias de vida te han traído, solamente, que
examines el pasado con curiosidad, abriéndote a la posibilidad de un
mejor futuro.

Ahora, si el pasado es solo una conversación que recreamos…

¿Qué crees que puede ser el futuro?


¡Exacto!

El futuro también es una conversación, una historia que nos contamos


sobre lo que queremos que sea, sobre lo que creemos que será o sobre
lo que suponemos que es posible.

Lo diseñamos en nuestra imaginación y como tal podemos ponerle


tintes de pasado o elegir dejarlo crecer sin limitaciones, convirtiéndolo
en una declaración de posibilidad que de ninguna manera está atada
a nuestra realidad circunstancial, en una visión poderosa que nos va a
permitir avanzar hacia nuestros sueños.

En consecuencia, crear futuro, reflexionar sobre él y construirlo en el


presente, de ninguna forma resulta descabellado, al contrario, crear
futuro nos abre las puertas a explorar nuevas posibilidades, que a lo
mejor desde las circunstancias pasadas o presentes no somos
capaces de detectar.

Entonces, ¿desde dónde vamos a


construir una visión de futuro?
Desde esta perspectiva, la vamos a construir en el presente, vamos a
diseñarla y pensarla como el lugar desde donde venimos (al final ya
está en nuestra mente, ya existe), sin dejarnos influenciar por nuestra
realidad actual; ya lo decía Bob Proctor: “si puedes verlo en tu mente,
puedes sostenerlo en tus manos.”
Es por eso que, simplemente, la experimentaremos como el gran QUÉ
de nuestras vidas, una descripción vibrante, vívida y detallada, de lo
que queremos lograr. Siempre teniendo en cuenta que esa visión es
una realidad dinámica que se mantendrá viva siempre y cuando la
declaremos como posibilidad, pero morirá si pensamos que no es
posible.

Ella vive en nuestro día a día, con los otros y con nosotras/os, vive en las
historias que nos contamos y en las conversaciones que mantenemos
con los demás para hacerla posible.

Por lo tanto, esta concepción de visión de futuro, nos invita a


empezar a vivir como pensamos y dejar de pensar como vivimos.

Desde este enfoque, te invitamos a considerar a la visión como algo


más poderoso que tú, una fuerza motora que te impulsa cada día
para seguir accionando, que ha dejado de ser un lugar a donde llegar,
para convertirse en el camino que transitas todos los días, un proceso
que ya está ocurriendo, si aceptas el compromiso de avanzar hacia él.

Entonces, en este contexto, para diseñar el futuro hay que partir


desde una visión que nos indique que es lo que tenemos que hacer
en el presente, para materializar eso que deseamos.

Requerimos cambiar el observador, fortalecer nuestro SER,


comprometernos a construir y desarrollar aquello que nos hace falta,
generar nuevas relaciones o mejorar las actuales y hacernos cargo de
eso que queremos que pase.

Algunas de las preguntas que puedes hacerte (o hacer) en el viaje


hacia clarificar la visión de futuro son:

Si no existieran limitaciones y barreras en tu pasado o tu presente. Si


tuvieras la certeza de que tu potencial no tiene límites, ¿cómo sería tu
vida soñada?

¿Qué estarías haciendo? ¿Cómo sería tu estado de salud? ¿Y tu


situación financiera? ¿Y tu estilo de vida?
Y una pregunta clave: ¿Para qué
quisieras alcanzar esta vida soñada?
Evalúa las emociones que te permitirá experimentar, los motivos que te
sostendrán en pie en los momentos cuando ya “quieres tirar la toalla”.
¿Cuáles son esas poderosas razones para no darte por vencida/o?

Una vez resuelto un clarísimo QUÉ y PARA QUÉ, el proceso te permitirá


construir, o acompañar a construir, un plan de acción hacia ese futuro
en dónde aflorarán más preguntas vinculadas a los recursos
personales y técnicos necesarios, a las relaciones que deben
construirse para avanzar en el camino.

Para hacer tangible esta visión de futuro es importante tomar nota


sobre los detalles de la misma y emprender, sin importar la situación,
pequeñas acciones para mantenerla viva y presente en el día a día.

¿Has disfrutado hasta aquí?

¿Ya estás poniendo en práctica estos breves ejercicios?

Seguramente sí.

Ahora que hemos profundizado en nuevos conceptos y distinciones y


te has dado cuenta de que todo parte del SER de la persona, no
podemos dejar de lado el contexto en el que nos desarrollamos, así
que, vamos a ello.
C A P Í T U L O

CREAR CONTEXTO PARA DESPERTAR


06
LA VOCACIÓN Y CONSTRUIR UN
PROYECTO DE VIDA CON SENTIDO

¿Qué opciones tengo


en mi entorno? ¿Cuál
elijo para construir
mi propósito?

A lo mejor, estás son algunas de las


preguntas que pueden surgir en nuestra
mente cuando nos encontramos en el
proceso de construir o reconstruir nuestro
proyecto de vida.

Y, muchas veces, si nuestro entorno es en


extremo agreste e incierto, las respuestas
no siempre son las más alentadoras, se
nos hace complicado ver la luz a través
de los obstáculos o las limitaciones que
percibimos en el ambiente. Parece una
tarea imposible vincular nuestros
quereres con los deberes que nos
imponemos o se nos impone
socialmente.

En repetidas ocasiones aparecen las


comparaciones, lo “normal” que llega
para decirnos que somos raras/os,
distintas/os e incluso inaceptables.

“No me gustan las matemáticas,
ni se me dan muy bien las ciencias
duras. Soy un tonto.”
“Solo de pensar en tocar a una
persona herida y tener que
interactuar con la sangre y el
“Puedo pasar todo el día pegada
a mi guitarra, pero mi padre dice
que todos los artistas se mueren
de hambre, y que tengo que
hacer algo de provecho.”

“Me gusta ayudar a la gente,


sufrimiento, definitivamente me disfruto resolviendo los problemas
desmayo. Y todas/os en mi familia de mis amigas, pero mi mamá me
hacen algo relacionado con la ha dicho que eso son tonterías y
medicina; creo que me que salvando al mundo no me voy
adoptaron.” a hacer rica.”
“Me encanta cuidar de las
plantas y paso horas en el huerto “Sueño con ser astronauta y
de mi abuela, pero me han dicho trabajar en la NASA, pero en mi
mis amigos que eso no es cosa de pueblo el único destino para una
hombres.” mujer es casarse y tener hijos.”
¿Alguna vez te pasó algo parecido?
En realidad, a muchas personas nos pasa, puede ser otra frase
diferente, una idea, una creencia, las expectativas ajenas y eso de ser
normales y aceptadas/os que tanto nos preocupa y que al final
termina haciendo que nos sintamos inútiles.

Es por eso que, sin importar el entorno, lo primero que debemos hacer
es aceptar que todas y todos pensamos y percibimos el contexto a
nuestra manera, y que no estamos limitados por esas restricciones y
controles que nos impone el mundo de las convenciones, de lo
“normal”.

Y para lograr romper esas cadenas invisibles, debes evitar cometer


algunos errores que trae a la luz Sir Ken Robinson en su libro “El
Elemento”, para lo cual te compartimos los tres más comunes:
El primero es, DAR TODO POR HECHO. Todo aquello que no
cuestionamos permea nuestra psiquis sin que nos demos
cuenta y se instala de manera inconsciente en lugares donde
ni nosotras/os mismas/os podemos verlo. Lo asumimos como
verdad absoluta, como algo inmutable.

La solución para este error es simplemente atreverte a


cuestionar todo lo que hasta hoy has dado por sentado y
empezar a analizar con ojo crítico aquello que escuchas de
otros antes de incorporarlo en tu vida.

Recuerda. No todas las mujeres quieren tener hijos, ni a todos


los hombres les gusta el fútbol, cada persona tiene sus propias
expectativas, preferencias y anhelos en la vida. Atrévete a
cuestionar el statu quo.

Luego está, actuar con SENTIDO COMÚN. ¡No te asustes! No te


vamos a pedir algo descabellado. El sentido común está bien
cuando se trata de mirar a los dos lados para cruzar la calle,
tomar una olla caliente con algo que proteja tu mano, o
cualquier otra cosa cotidiana que definitivamente requiere de
él.

Sin embargo, cuando de elegir el camino de vida se trata, este


sentido puede ser arma de doble filo, pues como ya lo hemos
hablado, al igual que nuestras creencias sobre lo que
podemos y no podemos hacer, el sentido común ha sido
alimentado por la norma.
Si naciste en un hogar pobre, tienes poca educación y vives en
un país de tercer mundo, la norma dicta que deberás buscar un
trabajo para ayudar en casa, que a lo mejor no podrás tener
estudios universitarios y que ni hablar de viajar a otros países.

¿Cuántos deportistas olímpicos exitosos conoces que hayan


salido de hogares acomodados y opulentos, y cuántos de
condiciones muy humildes?

En realidad, el deporte (ya sea olímpico o paralímpico) es un


buen lugar para encontrar ejemplos de personas que
desafiaron al “sentido común” y fueron más allá de sus propios
límites para vivir su visión.

¿Te das cuenta, cuándo es un error


confiar en el sentido común?
El tercer error catastrófico es CREER QUE LA INTELIGENCIA ES
UNA CARACTERÍSTICA FIJA E INMUTABLE.

Pero, ¿qué es para ti la inteligencia?

Esta es una pregunta que todas/os deberíamos hacernos, no


con la intención de responder, sino con el propósito de
cuestionar la magnitud de este concepto y la complejidad que
encierra.

Lo más probable, es que aunque la idea se manifieste clara en


tu mente, tengas muchas dudas sobre ella, sus atributos,
cualidades y alcances.

Empezamos por compartirte una definición bastante


aceptada en el ámbito científico:


“Inteligencia es la habilidad para adquirir conocimientos, pensar y
razonar con eficacia, y manejarse en el entorno de modo adaptativo.”
P A S S E R Y S M I T H
( 2 0 0 7 )
¡Genial! Entonces, ¿en qué momento se acordó que era estática y que
era posible medirla mediante cuestionarios estandarizados que
determinan si somos “tontos” o “brillantes”?

Podríamos decir que todo empezó con el famoso Cociente Intelectual


(C.I.).

Este concepto nace del encargo que le hace el gobierno francés al


psicólogo Alfred Binet, como respuesta a la Ley de escolarización
obligatoria de 1905, con el objetivo de identificar a aquellos niños y
niñas que requerían atención especial. Binet, junto a su entonces
estudiante Théodore Simon, diseñaron una escala métrica de
inteligencia, la escala Binet-Simon, que sería la base para las escalas
que se utilizan en la actualidad.

Posteriormente, Lewis Terman, un psicólogo de la universidad de


Stanford, realizó una revisión de dicha escala y le dio vida a la que hoy
se conoce como la escala de inteligencia de Stanford-Binet.

Lamentablemente, con el transcurso de los años, y en un contexto


histórico racionalista y en extremo cientificista, se perdió de vista el
objetivo original de la escala y pronto se convirtió en una manera de
“medir” nuestras capacidades intelectuales y cognitivas, para colocar
etiquetas.

Y así terminamos pensando que la inteligencia solamente tenía que


ver con la lógica y el pensamiento racional, dejando de lado las otras
facetas del ser humano, olvidando por completo que el test de
Cociente Intelectual fue creado, originalmente, para medir ciertas
características de niñas/os con necesidades especiales y brindarles
una educación más personalizada, no para ubicarnos en una escala
de inteligencia y asignarnos “un valor” en la sociedad a partir de ello.

Incluso, Alfred Binet afirmó que la escala que había creado “no
permitía la medición de la inteligencia, porque las características
intelectuales no son idénticas y por consiguiente no pueden medirse tal
como se mide una superficie”.

Recuerda. Este instrumento puede examinar ciertas inteligencias, pero


no todas las inteligencias, por esa razón, jamás seremos solamente un
número en una escala.

Para estas alturas, seguro ya te diste cuenta de que para establecer un


contexto saludable y adecuado en la construcción del proyecto de
vida y la exploración de nuestra vocación, es necesario desafiar
algunos juicios maestros implantados por la sociedad, y que al
contrario de cuestionarte cuan inteligente eres, la pregunta clave que
debes hacerte es:

¿De qué modo soy inteligente?


Teniendo siempre presente que todos los seres humanos contamos
con algún tipo de inteligencia.

Pero si aún no estás totalmente convencida/o de incorporar esta


mirada más flexible e integral del concepto de inteligencia, a
continuación te compartimos el enfoque de algunos estudiosos que
han desafiado los antiguos preceptos y nos han brindado un amplio
abanico de posibilidades, cuando de hablar de inteligencia se trata.

Howard Gardner, psicólogo, investigador y profesor de la universidad


de Harvard, es famoso entre otras cosas por haber formulado la teoría
de las inteligencias múltiples, mediante la cual busca desafiar el
antiguo paradigma de que existe una sola inteligencia.

Según Gardner, todas las personas tenemos diferentes tipos de


inteligencias y aunque naturalmente algunas podrían ser más
evidentes que otras, es importante darle atención a todas ellas para
promover el desarrollo integral del ser humano.

Gardner propone que hasta el momento se han podido detectar 8


tipos de inteligencias, y sugiere que existe la posibilidad de añadir una
novena, “la inteligencia existencial”.

Las 8 inteligencias propuestas son: la inteligencia visual-espacial,


lingüístico-verbal, lógica-matemática, corporal-kinestésica, musical,
interpersonal, intrapersonal y naturalista.

También está la propuesta del psicólogo estadounidense Robert


Stenberg, quien nos habla de 3 tipos de inteligencia:

La inteligencia analítica, que implica la capacidad que tenemos


para solucionar problemas utilizando las aptitudes académicas y para
realizar tests convencionales de cociente intelectual;

La inteligencia creativa, que es la habilidad para enfrentar


nuevas situaciones y encontrar soluciones originales;

La inteligencia práctica, que se refiere a la destreza para


enfrentarnos a los problemas y desafíos de la vida diaria.
Y para concluir con este brevísimo recorrido teórico, también es vital
mencionar a Daniel Goleman, psicólogo, periodista y escritor
estadounidense, quien logró poner en el mapa el concepto de la
inteligencia emocional.

Los psicólogos Peter Salovey y John D. Mayer propusieron el modelo


teórico original de lo que actualmente se conoce como inteligencia
emocional, y la definieron como:


“la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud,
la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el
pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el
conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones
promoviendo un crecimiento emocional e intelectual”
M A Y E R & S A L O V E Y
( 1 9 9 7 )

Goleman aportó a este concepto, entre otras cosas, proponiendo 5


elementos constitutivos básicos de una persona emocionalmente
inteligente:

La autoconciencia emocional (capacidad de reconocer las propias


emociones); la autorregulación (habilidad de gestionar las
emociones y expresarlas en la medida adecuada teniendo en cuenta
el momento, la situación y contexto); la motivación (capacidad de
convertir la emoción en acción); la empatía (don de sintonizar, sentir e
interpretar las emociones de los demás); y las habilidades sociales
(facilidad para relacionarse con los demás, interactuar de forma
efectiva y generar vínculos).

Como ya te habrás dado cuenta, la inteligencia de ninguna manera es


una rasgo homogeneizable, pues además de ser diversa, polifacética
y dinámica, se ha comprobado que es tan peculiar como nuestra
huella dactilar.
Y todo este conocimiento ¿cómo me
aporta para fomentar un contexto
propicio al despertar de la vocación
y la construcción de un proyecto de
vida con sentido?
Realmente es muy sencillo, al estar conscientes de esos juicios
maestros y subjetividades que flotan todo el tiempo a nuestro
alrededor, tenemos la oportunidad de mirar las cosas de manera más
objetiva y bajarle el volumen a nuestro crítico interno.

En el caso de las/os coaches, es un llamado a acompañar los


procesos de otras personas dejando (en la medida de lo posible)
nuestros juicios personales fuera del proceso. Al estar conscientes de
nuestras propias subjetividades nos será posible acompañar desde un
lugar de confianza, respeto, amorosidad y compasión.

Además, teniendo presentes estos velos que pueden estar


obstaculizando la mirada de nuestras/os clientes, nos será más fácil
encontrar esas preguntas oportunas y potentes para despertar dentro
de ellas/os el deseo de indagar a fondo y la posibilidad de abrir
puertas que, partiendo exclusivamente de su contexto presente,
pueden parecer imposibles de atravesar.

Y a todo esto…

¿Cómo tiene que ser este espacio para


la construcción y la creatividad?
Este espacio de creación debe estar rodeado de confianza y
seguridad.

Sin importar si harás este trabajo contigo misma/o, o acompañaras a


otros, el espacio físico, ya sea virtual o presencial, debe ser un sitio
cuidado, tranquilo, privado y libre de distracciones.

En lo referente a los aspectos invisibles y relacionales, el entorno


debe evocar seguridad, respeto a la identidad personal, compasión y
libertad para la expresión, sin limitaciones o juicios de valor.
En este espacio, tu tarea como profesional del acompañamiento será
colaborar en todo momento para construir una relación de apoyo,
seguridad y respeto mutuos, demostrando empatía, compasión y
auténtico interés por las preocupaciones, expectativas y metas de la
otra persona.

Por otro lado, debes recordar que más allá de tus creencias y valores
personales, tu misión durante el proceso de acompañamiento es
entender el contexto desde donde parte la otra persona, su identidad,
experiencias, valores y entorno.

Es tu responsabilidad, no solamente demostrar respeto por su


identidad, percepciones, lenguaje y forma de vida, sino también
reconocer sus talentos, hallazgos y avances en el proceso de
autodescubrimiento.

Recuerda. Si eres tú quién va a emprender en este proceso de revelar


tu vocación y construir un proyecto de vida, es indispensable que seas
tan o más compasiva/o que con los otros y te atrevas a dar un paso
adelante en amor, respeto y compasión.
C A P Í T U L O

07
¡VAMOS A LA PRÁCTICA!
Ahora que de seguro ya estás ansiando
aprender algunas herramientas más
concretas, para poner en práctica en tu
vida y campo de acción profesional, te
vamos a compartir varias de ellas que te
ayudarán a facilitar el proceso de una
manera más fluida, creativa y edificante.
Antes de sumergirnos en las
particularidades de cada uno de los
ejercicios que te propondremos, es
importante dejar en claro que el proceso
de construir un proyecto de vida con
sentido, de encontrar ese “elemento” del
que estamos hechas/os, de despertar a
nuestra vocación es un recorrido
personal que no puede ser
estandarizado, sin embargo, Ken
Robinson en su libro: “Encuentra tu
elemento” propone que para emprender
esta travesía de manera exitosa debes
tomar en cuenta tres principios
elementales:
Tu vida es única.
01 Si reflexionas en esta afirmación por un momento, te
darás cuenta de que es la pura realidad, Tanto
histórica, biológica y psicológicamente cada una de
nosotras/os es única/o, e irrepetible.
Aún en el caso de los gemelos idénticos, cada persona cuenta con
características individuales que le hacen diferenciarse y tomar su
propio camino. Indudablemente, contamos con información genética
similar a la de nuestra familia, sin embargo, cada miembro
seguramente tendrá rasgos distintivos.

Aunque no lo creas, otro factor que te convierte en un ser único es tu


entorno cultural, pues aunque las comunidades creamos valores e
historias compartidas, cada persona permitirá que dichas conductas
aprendidas y principios inculcados afecten de diferente manera sus
decisiones y mirada del mundo. Habrá personas que sientan que lo
que les dicta su cultura es verdad absoluta y otras que se atrevan a
desafiarla a pesar de los obstáculos.

Cada una/o de nosotras/os es una creación original.

Tú creas tu vida.
02 Este principio es clave, porque nos invita a explorar
las posibilidades más allá de nuestras actuales
circunstancias y nuestra historia vivida hasta el
momento.
La imaginación y la creatividad son características intrínsecamente
humanas que nos brindan la posibilidad de construir una visión de
futuro ambiciosa y edificante.

Imaginar es simplemente la habilidad de representar eventos,


imágenes, conceptos que no están presentes, en el momento, de
forma física. Esta capacidad nos permite observar el pasado y pensar
el futuro sin barreras o limitaciones. Gracias a ella somos capaces de
sentir lo que otros sienten, de predecir conductas, de viajar a nuestro
mundo interior, entre muchas otras cosas.

Y la creatividad, se podría decir, que es esa capacidad de poner en


acción lo imaginado, por lo tanto, se puede deducir a simple vista que
nuestra vida no es rígida ni está predefinida, podemos crearla y
recrearla cuantas veces sea necesario.

“Yo no soy lo que me ha ocurrido, sino lo que he escogido ser.”
C A R L G U S T A V J U N G

La vida es orgánica.
03 Aunque hay momentos en que quisiéramos que
nuestro camino fuera una línea recta libre de baches
y recovecos, esa no es la realidad. Nuestra vida es un
proceso orgánico en constante evolución.
El rumbo de nuestras vidas está determinado no solamente por
nuestras características personales, decisiones, intereses, afectos y
capacidades, sino que también depende de las circunstancias del
entorno y de los giros inesperados. Es por esa razón que debemos
abrirle las puertas a nuevos caminos y posibilidades y mantener ojos y
oídos abiertos para aprovechar las oportunidades que se nos
presentan, aunque eso implique visitar territorios inexplorados.

Ahora sí, separa un espacio en tu agenda y busca un lugar tranquilo…

¡Manos a la obra!
A continuación encontrarás esa serie de preguntas que a menudo nos
hacemos cuando estamos embarcadas/os en esta búsqueda y un
ejercicio para acompañarte a encontrar la respuesta.
¿A dónde quiero ir?
Como ya lo sabes, desde una perspectiva ontológica, el primer paso
para construir futuro es elaborar una visión que te permita saber hacia
dónde vas, ese gran QUÉ del que ya hablamos.

Aunque, seguramente ya recogiste algunas pautas muy útiles para


este proceso en los acápites anteriores, ahora te compartimos un
ejercicio ampliamente divulgado en la esfera del desarrollo personal,
pero que rara vez es tomado con la seriedad que se merece, este
instrumento es llamado comúnmente: Vision Board (tablero de
visión).

Si no has oído hablar de ella, la Vision Board o tablero de visión es


una efectiva herramienta que consiste en lo que se podría llamar un
collage inspiracional, construido a base de imágenes, frases, decretos
y símbolos que te motiven a realizar acciones orientadas al logro de
tus objetivos.

Si es adecuadamente aplicado te llevará a obtener resultados


sorprendentes, para lo cual sugerimos aplicar estos 6 pasos básicos:

01
Elimina el ruido
A menudo en nuestras vidas nos
encontramos sumergidas/os en el caos
y la confusión del día a día, resolviendo
situaciones que se nos presentan e
interactuando constantemente con
otras personas. Sin importar que estés
en tu sitio de trabajo o trasladándote de
un lugar a otro en el transporte público,
el ruido externo e interno nunca paran.
En un mundo hiperconectado como el que experimentamos
actualmente, tener un minuto de desconexión y calma es casi una
utopía. De hecho, con el argumento de que somos seres sociales, se
ha satanizado la idea de la soledad y el silencio a tal punto, que
incluso muchas/os de nosotras/os le tenemos terror, ya sea consciente
o inconsciente, y preferimos estar “mal acompañados” que disfrutar
de un poco de soledad.
Es por esa razón que, el primer paso para construir un proyecto de vida
personal y sentido es entregarnos al silencio y la soledad, en donde
seguramente podremos conectar con lo que realmente queremos y
somos, debajo de nuestra propia mente crítica y los deseos del
exterior.

Entonces, lo ideal es propiciar un espacio de autoconocimiento lejos


del ruido mental y externo, un lugar en donde te sientas tranquila/o,
relajada/o y en confianza.

Para ello, una acción muy efectiva es darte un momento para meditar
y visualizar. Para lo cual a continuación te dejamos un primer ejercicio
que te ayudará a centrarte y obtener claridad de hacia dónde
quieres ir.

Preparación:
Ten a mano papel y lápiz (si te es posible, dedica una bitácora
específicamente para este trabajo.)

Encuentra un lugar cómodo y acogedor en donde puedas


estar a solas.

Si te gustan los inciensos y la música suave o los sonidos de


naturaleza, hazte de estos recursos y ambienta el espacio.

Práctica: (lee primero todas las consignas para que


puedas realizar este ejercicio sin interrupciones)
1 Siéntate confortablemente con la espalda lo más erguida que
puedas y los hombros rectos, pero relajados. Toma una
respiración profunda y con la exhalación cierra los ojos.

2 Conecta con tu respiración, siente cómo tu respiración eleva tu


vientre y tu pecho, siente como el aire entra por las fosas
nasales y sigue su recorrido, cuando consideres que has
conectado pasa a la siguiente instrucción.

3 Inhala profundamente, retén el aire por unos segundos y


exhala despacio, haz una breve pausa y vuelve a inhalar.
Mantén este ritmo hasta que sientas que tu mente se calma y
tu cuerpo se relaja. Recorre con la mente tu cuerpo de pies a
cabeza y notarás la relajación, sabrás el momento justo para
conectar con la siguiente parte del ejercicio.
4 Ahora, ya más conectada/o con tu interior, hazte la pregunta:
¿Cuál es la visión ideal que tengo de mi vida? ¿Cómo se vería
mi vida si pudiera lograr lo que yo quiera? Avanza con el relato,
ponle olores, sabores y colores, pregúntate sobre tu salud, tus
finanzas, tu profesión, tu estilo de vida y sobre ti misma/o.
¿Cómo te verías? ¿Cómo te comportarías? ¿Cómo te sentirías?
Imagina sin límites.

5 Una vez que tengas una visión clara en tu cabeza, tómale una
fotografía mental, proponte recordar todos los detalles.

6 Vuelve a poner la atención en tu respiración, respira


conscientemente un par de veces, pon la atención en tu
cuerpo, siente nuevamente tus pies, manos, rostro y demás
partes, muévete suavemente, estírate.

7 Haz una respiración profunda y en la exhalación abre los ojos.

Quédate quieta/o disfrutando del viaje por un momento y disponte a


dar el siguiente paso.

02
Escribe tu nueva
historia
Ahora sin más, toma el papel y lápiz que
preparaste, (y sin darte tiempo a la
crítica interna y las excusas), empieza a
escribir en detalle lo que viste, viviste y
sentiste.

No escatimes detalles ni tiempo para


esta etapa del proceso. Añade información que pienses que suma a tu
hermosa fotografía.

Para ello, a continuación te proponemos algunas interrogantes que te


serán de utilidad y que pueden aplicarse a todos los ámbitos de la
vida:
¿Cuál es mi visión ideal sobre mi profesión?
¿Qué sentí al lograr esa visión? ¿Para qué quiero alcanzarla?
¿Qué necesité hacer para lograrlo?
¿Cuál fue el primer paso que di para avanzar hacia ese logro?
¿Quiénes me acompañaron en el camino? ¿Estaba con
alguien? ¿Estaba sola/o?
¿Quién soy yo ejecutando esta visión? ¿Cómo me comporto?
¿Cómo me veo?

¿Te faltan detalles o claridad?

Hazte esta pregunta:

Cuando piensas en esa persona que desde tu perspectiva tiene la vida


ideal y la personalidad perfecta (o casi) ¿qué es lo que más admiras?,
¿qué aprecias de su trabajo y de su personalidad? ¿Qué te gustaría
incluir en tu vida?

Una vez que hayas detallado esa nueva historia que imaginaste, en
general y en cada área de tu vida (profesión, salud, estilo de vida,
finanzas, etcétera), disponte al trabajo creativo.

Recuerda. Un tablero de visión es una herramienta dinámica, “nada


está escrito en piedra” y menos aún lo que esperas de tu vida, así que
date la libertad de imaginar a gusto, de crear con la certeza de que
puedes añadir o quitar lo que tú desees en el camino.

03
Déjate inspirar
¿No sabes cómo se ve una Vision Board?

No te angusties.

Basta con que coloques en tu buscador


Vision Board o tablero de visión y le des
clic a imágenes, para que tengas a
mano un sin fin de modelos construidos y
generosamente compartidos por otros
humanos.
Toma todas las ideas con las que sientas una conexión e imagina tu
propio diseño.
Encontrarás no solo una variedad inimaginable de ideas, sino también
de formatos.

La elección de tu formato dependerá de tu estilo, personalidad,


espacio físico y presupuesto, sin embargo, sin importar lo que elijas:
una pizarra de corcho, una ventana, un cartel tradicional o un diseño
digital será justamente el punto de partida que necesitas.

Para evitar sentirte abrumada/o por la cantidad de información que


encontrarás, pregúntate:

¿Cuál es el estilo que más me gusta?


¿Disfruto de pegar y recortar? ¿Me gusta ensuciarme las
manos?
¿Quiero dibujar cada elemento yo misma/o?
¿Prefiero diseñar con una tableta digital?

Me encantan las aplicaciones de diseño y fotografía con las que creo


publicaciones geniales para redes sociales, ¿puedo aplicarlo a esta
¿De qué modo soy inteligente?
tarea?

Tú eliges el camino, la única condición es que sea fluido y disfrutable.

04
Recolecta los materiales
Siendo esta una creación
fundamentalmente visual, vas a
necesitar recopilar, en primera instancia,
imágenes, fotografías o ilustraciones que
representen ese futuro ideal que
imaginaste.

Si prefieres el trabajo manual y tienes


revistas antiguas a la mano que estés dispuesta/o a recortar,
selecciona todas aquellas en las que encuentres imágenes bonitas y
relacionadas con los temas que quieres abordar.

También puedes buscar frases o símbolos que te conecten con tu


visión.
05
Construye tu Vision
Board
Antes de empezar a diseñar, es
importante que te des un tiempo para
depurar todas las imágenes, frases y
demás materiales que has recolectado.

Revisa todo lo que tienes, elige


solamente eso que definitivamente te
pertenece. Si tienes varias imágenes de una misma situación o cosa,
determina cuál de ellas te llama más la atención e incluso provoca
emociones intensas y agradables en ti.

Este no se trata de un proceso matemático, debes priorizar desde la


intuición y emocionalidad, sin juicios ni presiones.

¿Listo?

Ahora que cuentas con los materiales prepara el lienzo físico o digital
y coloca tus imágenes en el lugar que desees, siempre procurando
que te sea inspirador y agradable a la vista.

Detente a observar el avance, date tu tiempo y mantén tu presencia


en la actividad.

Si estás utilizando un soporte físico, no pegues las cosas antes de


tener una visión general de lo que estás elaborando, obsérvala,
modifica lo necesario y luego pega la composición completa. (si
prefieres elige un material fácil de despegar, por si quieres modificarla
con facilidad en otro momento).

Recuerda que no estás construyendo un “collage de cosas bonitas”,


estás elaborando una representación de tu futuro, del futuro que
anhelas construir, un instrumento de inspiración y ánimo en momentos
de desafío.
Recomendaciones importantes:
Coloca primero las imágenes y luego las frases o decretos
creando espacio entre las imágenes, de tal manera que el
todo te resulte agradable a la vista.

Mantén tu tablero de visión simple y organizado. Demasiada


información al contrario de inspirarte, puede causar caos y
angustia.

Si estás trabajando en la visión de futuro de todas las áreas de


tu vida y no logras simplificar la imagen general, es
recomendable que hagas un tablero por área o que unifiques
áreas afines en diferentes collages.

06
Disfruta de tu Vision
Board
Ahora que has terminado, regocíjate en
esa obra de arte que has creado.
Colócala en un lugar visible y dedica un
tiempo cada día para admirarla.

Visualiza y evoca las emociones que te


provoca esa visión de futuro. Dale rienda
suelta a la imaginación y permite que te invadan las emociones que
sentirás al vivir la vida tal y como la has soñado.

No te reprimas, si sientes que debes modificar o añadir algo, hazlo. Al


avanzar en el proceso de búsqueda hay cosas que pueden ir
cambiando.

Identifica acciones que podrías llevar a cabo para alcanzar tus


objetivos y toma nota de ellas, porque te servirán más adelante; si
puedes ponerlas en marcha de inmediato no te cohíbas, hazlo.

Sigamos avanzando…
¿Qué es lo que hago bien?
Esta es una pregunta que suele resultar difícil de responder,
especialmente si te has criado en una cultura en donde el
reconocimiento propio es visto como una señal de egoísmo y falta de
humildad.

Además, si eres coach seguramente estarás comprometida/o con el


mejoramiento continuo y el desarrollo personal, lo que resulta genial,
siempre y cuando no perdamos la perspectiva y en nuestro camino de
mejorar confundamos la observación objetiva con la
autodescalificación y la pésima costumbre de hacer hincapié en
nuestras debilidades y defectos.

Por lo tanto, para indagar a fondo en esta pregunta, el punto de


partida debe ser la predisposición a mirarte con ojos de compasión y
darte permiso de ver todo aquello que te hace un ser humano especial
y significativo en la vida de otros, y en la tuya misma.

Para alcanzar este objetivo te proponemos poner en marcha un


efectivo ejercicio de 4 pasos:

¿Qué habilidades y destrezas


01 reconozco en mí?
Esta pregunta hace alusión a tus virtudes, dones y
talentos personales.
Escribe en tu cuaderno una lista de todo aquello que consideras que
se te da natural o haces bien, sin importar si te gusta hacerlo o no,
también puedes incluir cosas que te hayan dicho que haces bien
aunque tú no te lo creas.

Por ejemplo: Es muy común en nuestra sociedad que haya una sesgo
negativo sobre las matemáticas, muchas veces aunque no gustemos
de esta asignatura tenemos habilidad para los números, pero nos
negamos a aceptarla, tal vez porque no queremos que nos relacionen
con ella y nos “obliguen” a realizar algún tipo de actividad que la
requiera.

Para darte un poco de ayuda puedes pensar en las cosas que haces
cada día en los diferentes ámbitos de tu vida. Te comunicas con
facilidad, ayudas a resolver conflictos de forma natural, puedes
memorizar muchos datos aleatorios, eres buena/o para organizar,
tienes oído musical…

Las posibilidades son infinitas.


¿Qué habilidades y destrezas
02
C A P Í T reconocen
U L O los otros en mí?
Aunque ya colocamos como parte de la pregunta
anterior cosas que otros te han dicho espontánea-
mente que haces bien, para responder a esta pregunta deberás hacer
una encuesta deliberada a por lo menos 3 personas de tu entorno a
este respecto.

Anota todas las respuestas que recibas sin objetar o invalidar ninguna
de ellas.

Recuerda. Es muy probable que tengas aptitudes aún no descubiertas


y otras que aunque las manifiestas no hayas podido notar.

Combina tus respuestas.


03 Elabora una nueva lista incorporando tu respuesta y
la respuesta de las otras personas sin omitir ninguna
posibilidad.
Si encuentras coincidencias, escribe la habilidad, talento o destreza
una sola vez, pero ocúpate de resaltarla de alguna manera.

Recuerda. Cuando las cosas nos salen naturales, muy a menudo


pensamos que no tienen importancia o ni siquiera las notamos, sin
embargo, suelen ser cuestiones considerablemente significativas.
Solamente apunta sin dudar.

Conecta con tus habilidades y


04 talentos
Vuelve a leer la nueva lista que has creado y obser-
va con curiosidad cada característica que tienes
a ti. Reflexiona sobre el significado que viene a tu mente, obsérvate
encarnando esa cualidad.

En una nueva página crea un cuadro con 3 columnas, en la primera


columna colocarás aquellos rasgos que consideres son los más
fuertes, en la segunda columna colocarás aquellos que sientes que
podrías mejorar y en la tercera colocarás aquellas habilidades y
talentos que no logras distinguir (te dijeron que están ahí, pero tú no
los ves).
Elige un elemento de cada columna y escribe al menos una posible
manera de cómo aplicarás este comportamiento en tu día a día para
tu beneficio y el de los demás.

La idea es que te comprometas a encarnar estos rasgos distintivos


conscientemente y que les des una oportunidad en tu vida.

Una buena estrategia para lograrlo es colocar algún tipo de


recordatorio a una hora determinada con la pregunta:

¿Cómo he aprovechado hoy mi…? (capacidad de escucha,


creatividad, sentido del humor, etcétera. )

Por favor no descartes tu lista y recuerda alimentarla si encuentras


nuevos talentos.

¿Qué es lo que disfruto hacer?


Como ya lo hablamos en acápites anteriores lo que haces bien no
necesariamente es aquello que disfrutas y que trae placer a tu vida.

Esta pregunta justamente busca indagar en esas cosas que te


apasionan, que te fascinan, en las cuales te sientes inmersa/o como si
fueras parte de ello, esas cosas que cuando las ejecutas te hacen
perder la noción del tiempo y espacio.

Para sumergirnos en esta cuestión te invitamos a traer a la mesa la


lista que elaboraste para ocuparte de la pregunta anterior.

Vuelve a conectar con la energía de cada una de las palabras que


tienes en tu lista y con el por qué de las categorías que les asignaste, y
pregúntate; por ejemplo:

Aunque se me da bien, ¿realmente disfruto de hablar en público? ¿No


me causa ni molestia ni placer? ¿Lo detesto?

Transita por todas las cualidades de tu lista y hazte las mismas


preguntas.
Finalmente, elabora dos nuevas listas, la primera con todas las cosas
que se te dan bien y te gustan y la segunda con aquellas que
definitivamente no te agradan. (Mantén en tu cuaderno esas que te
son indiferentes.)

¿Vas encontrando algunas luces en el camino?

Si definitivamente no has dado en clavo, no desesperes. Siempre


tienes a mano un recurso ontológico muy efectivo: las preguntas.

Responde:

¿Qué es lo que me apasiona?


¿Cuáles son las cosas que disfruto hacer?
¿Qué cosas haría si no me pagaran por ello?
¿Qué tipo de actividades me llenan de energía?
¿Qué tareas me absorben a tal punto que el tiempo parece no
existir?
¿Hay cosas que he querido hacer, pero no he llevado a cabo
por alguna razón? ¿Cuál fue la razón?
¿En qué espacio o desempeñando qué tarea siento que soy yo
misma/o?

¿Está todo cada vez más claro?

Seguramente que sí, pues una vez cerrado este acápite, lo más
probable es ya cuentes con un perfil bastante ajustado de todas esas
habilidades, talentos, preferencias, pasiones y gustos que hacen parte
de tu personalidad.
Recuerda que los recursos que has ido creando en el trayecto son
modificables y puedes ir añadiendo nuevos hallazgos para enriquecer
el trabajo y traer luz al sendero.

Sigamos adelante…

¿Cuál es mi punto de partida?


“¿En dónde estoy?” “¿Con qué cuento ahora mismo?” “¿Cuál es mi
situación actual?”

Estás son preguntas usuales a la hora de pensar hacia dónde


queremos ir en nuestra vida. Y aunque hemos dicho que el futuro no
está definido por nuestra situación actual o nuestras experiencias del
pasado, es indispensable conocer el lugar del que partimos para
determinar las herramientas que necesitamos para avanzar.

Piensa en esta búsqueda de sentido como en un viaje a cualquier


lugar. El GPS de tu auto o cualquier aplicación de geolocalización
necesitarán saber de dónde partes para mostrarte el camino más
adecuado hacia tu meta.

Esta especie de diagnóstico que te propondremos, en ningún


momento tiene el objetivo de arruinar tus planes o acabar con tus
esperanzas, su único propósito es mostrarte tu estado actual, en el
aquí y en el ahora, para poder avanzar.

Para responder a esta gran pregunta necesitamos de ti:

Honestidad Radical.

Cero juicios.

Y mucha compasión y respeto para contigo misma/o

Para lograrlo te recomendamos describir las situaciones de la manera


más objetiva que te sea posible, evitando los juicios de valor, como por
ejemplo: bien o mal, correcto o incorrecto, éxito o fracaso.

Cuando acompañamos a otras personas e incluso al hacer este


análisis en nuestra propia vida, las preguntas que hacemos deben
seguir algunas directrices para aportar claridad y evitar la
ambigüedad, las emociones debilitantes y la frustración.

Estas deben permitirle a la persona analizar, observar, sentir e


involucrarse en la respuesta.

Deben requerir de un grado de concentración máximo para


traer a la mesa la mayor cantidad de información posible.

Como ya se mencionó, se debe fomentar el lenguaje


descriptivo, libre de juicios de valor.

Deben ser hechas en un espacio seguro que fomente la


honestidad radical, la confianza, el respeto y la compasión.
Pasemos a la acción…
En la misma bitácora personal asignada para los anteriores ejercicios,
deberás contestar a una serie de interrogantes, tomando como punto
de partida aquella información que ya tienes, por lo pronto, una visión
de futuro, tus habilidades, talentos, gustos y pasiones.

Lo primero que haremos es elaborar una visión general de lo que


está sucediendo actualmente en tu vida; para ello las preguntas que
podrías hacerte son:

¿Qué está pasando ahora mismo en mi vida?


¿Cuál es mi situación actual?
¿Qué disfruto?
¿Qué es lo que más me disgusta?
¿Cuáles son mis responsabilidades económicas y personales?
¿Cuento con una red de apoyo en mi entorno inmediato?
(familiares y amigos que me respaldan, ya sea personal o
financieramente)

Luego pasamos a una auditoría de obstáculos:

¿Qué piensas que te impide o podría impedirte llevar a cabo tu


objetivo?
¿Cómo crees que tu entorno afecta al logro de tus metas?
¿Cuáles son las limitaciones internas o personales que
consideras podrían obstruir tu camino?
¿Cuáles podrían ser las resistencias internas que te impiden
pasar a la acción? (Si es que las detectamos)

Posteriormente, continuamos con el grado de influencia que todo


esto tiene en ti. Y para entender cómo afecta tu vida todo lo anterior,
puedes reflexionar sobre las siguientes cuestiones:

¿Cómo impacta en tus emociones y desempeño diario lo que


sucede actualmente en tu vida?
¿Qué es lo que más te agobia?
¿Qué te genera alivio?
¿Sientes que no estás haciendo lo que deseas? ¿Cómo te
sientes al respecto?
¿Cómo gestionas lo que sucede en tu entorno?
Y finalmente, la pregunta general de este siguiente paso es: ¿de qué
recursos dispones actualmente para avanzar hacia tu objetivo?

Para reforzar esta interrogante podrías empezar por esas competen-


cias, habilidades, talentos, gustos y pasiones que ya tienes a mano, y
con ellas en mente explorar:

¿Cuáles son los aprendizajes de vida que podrían permitirte


sortear los obstáculos que actualmente se presentan o po-
drían presentarse?
¿Cuáles son aquellas habilidades que te sería de gran utilidad
poner en acción para lograr lo que anhelas?
¿Qué podrías hacer (con tus recursos actuales) para superar
los obstáculos o evitar que aparezcan?
¿Tu red de apoyo tiene los recursos y la predisposición para
ayudarte a perseguir tus sueños?

Todo está mucho más claro ahora ¿verdad?

Seguro que sí.

Entonces, ha llegado el momento de empezar a ponerle acción a las


palabras.

¿Cuáles son mis posibles alternativas?


Antes de responder a esta pregunta, es indispensable que dejes fuera
la censura, los juicios de valor, las críticas y los “sí, pero…”.

Este es el momento para dar rienda suelta a la creatividad sin límites,


explorar todas las opciones, las posibles estrategias y proponer todas
las alternativas que lleguen a la mente sin importar lo descabelladas o
“imposibles” que te parezcan desde tu mirada del mundo.

Deja fuera las limitaciones que crees que tienes, las que efectivamente
existen en tu vida o en tu entorno y todo aquello que sea obstáculo
para avanzar hacia la visión de futuro que te has planteado.

Ten presente que el objetivo de este ejercicio no es encontrar “la


respuesta correcta”, su finalidad es generar una lista con tantas
posibilidades, alternativas y estrategias como sea posible. En este
estadio del proceso lo importante es la cantidad de ideas que seas
capaz de generar, sin restricciones.
Luego pasamos a una auditoría de obstáculos:

Si tuvieras a mano todos los recursos necesarios para avanzar


hacia tu visión de futuro, ¿qué estarías haciendo ahora?
¿Qué acciones podrías emprender para alcanzar lo que
anhelas?
¿En dónde podrías encontrar más información y recursos para
avanzar?
Si no pudieras fracasar, ¿qué es lo que desearías
experimentar?

Nota importante. Si estás acompañando un proceso personal con


esta actividad, ayuda a tomar nota de las ideas que menciona tu
cliente para evitar que pierda la inspiración, recuerda que pensamos
mucho más rápido de lo que escribimos. Todo lo dicho puede ser la
clave para que pueda encontrarse con su vocación y construir su
proyecto de vida.

¿Qué es lo que haré para


avanzar hacia mi objetivo?
Una vez que le hemos perdido el miedo a colocar en papel acciones
posibles e “imposibles”, que nos hemos arriesgado a poner afuera
todas las ideas que podrían aportar a nuestro viaje vital, es hora de
llevarlo a un plan de acción inicial.

Para entrar con paso firme en esta etapa del proceso lo primero que
debes hacer es establecer el compromiso consciente de tomar la
responsabilidad e involucrarte activamente en las acciones que sean
requeridas para la consecución de los objetivos.

Para ello debemos empezar cuestionando la predisposición personal


a avanzar más allá de nuestra “realidad” y de los obstáculos que se
nos pudieran presentar.

Para poner “en blanco y negro” esta decisión es necesario reflexionar


sobre lo que estamos dispuestas/os a poner en el campo de juego
para avanzar; analiza:

¿Qué fortalezas personales deberías potencializar para abrirte


a nuevas posibilidades? ¿Cómo lo harás?
¿Qué nuevos aprendizajes necesitas incluir?
¿Qué competencias debes fortalecer o desarrollar para
facilitar el viaje? ¿Qué harás al respecto?
Si debes tomar riesgos que van más allá de tu espacio seguro,
¿estás dispuesta/o a correrlos? (Por ejemplo: aplicar a una
beca fuera del país para estudiar lo que anhelas, aunque
¿De qué modo soy inteligente?
tengas que aprender un nuevo idioma y nunca hayas viajado
en avión.)

Una vez que hayas puesto en claro tu compromiso, puedes avanzar


con el plan de acción.

Primero, revisa toda la información


1 que has recaudado hasta ahora
¿Sigue siendo tu visión la misma que cuando iniciaste el proceso? Si la
respuesta es sí, déjala tal como está, pero si tu respuesta es no,
modifica lo que tengas que modificar para continuar. ¿Te encontraste
con nuevas habilidades? ¿Gustos y pasiones? Ajusta todo lo que sea
necesario.

Luego, prioriza la acción que


2 llevarás a cabo
Para ejemplificar:

Digamos que en el campo de lo profesional descubriste que eso que te


hace vibrar es la cocina, y que aunque no eres la persona más hábil en
este campo has decidido desarrollar la habilidad, convertirte en un/a
chef de fama internacional y vivir de tu pasión.

¿Qué pasos deberías seguir para lograr tu objetivo?

Establece la cantidad de acciones que creas necesarias. Una vez


que tengas todos los pasos que consideras indispensables, elige uno
que te parezca prioritario.

Suponiendo que la acción elegida sea: mejorar mis habilidades para


la cocina, piensa en ella como un proyecto en sí misma.

Divide la acción elegida en


3 acciones más pequeñas
Generalmente, cuando decidimos hacer cambios radicales en nuestra
vida o cuando tomamos decisiones importantes, se activan nuestras
alarmas inconscientes y podemos caer presa del miedo, la parálisis, la
inseguridad y la postergación.

Es por eso que, si reducimos nuestras acciones a su mínima expresión


posible, les permitimos pasar desapercibidas y mantenemos a raya a
nuestros demonios.

Siguiendo con el ejemplo:

¿Qué harás para mejorar tus habilidades para la cocina?


¿Qué cursos prácticos y programas de estudio te podrían
ayudar?
¿A qué comunidades con los mismos intereses te podrías vin-
cular?
Si no cuentas con los recursos económicos, ¿qué recursos libres
podrías utilizar para avanzar?
¿Con quién podrías generar conversaciones para encontrar
apoyo?

Tan pronto como hayas encontrado todas las posibles acciones y las
hayas reducido a su forma más simple…
Establece los tiempos y pasa a la
4 acción
Ha llegado la hora de transformar las buenas intenciones, las ideas
geniales y los sueños, en acciones concretas.

La pregunta clave es: ¿cuándo lo harás?

Reúne todas las pequeñas acciones que llevarás a cabo y empieza a


organizar un calendario en donde incluyas cada una de las tareas con
fechas de ejecución.

5 Mantén tu plan en movimiento


Hacer seguimiento, evaluar los avances y retrocesos, explorar posibles
¿De qué modo soy inteligente?
cambios y corregir aquello que no esté funcionando es indispensable
para lograr el objetivo propuesto.

Evaluar los avances del proyecto más importante de todos: nuestra


vida; es algo esencial si queremos construir una experiencia vital
con sentido.

Para evitar que el análisis pueda verse empañado por las


subjetividades, hazte estas preguntas:

¿Qué ha funcionado?
¿Cómo me siento con los avances hasta ahora?
¿Qué he logrado?
¿Qué habilidades y fortalezas me han ayudado a conseguirlo?
¿Qué he aprendido?
¿Qué no ha funcionado? ¿Por qué?
¿Qué dificultades u obstáculos he encontrado? ¿Cómo los he
abordado?
¿Hay algo que debería modificar?

Recuerda. “Nada está escrito en piedra”, todo se puede modificar y


ajustar si notas que tu visión evoluciona. Si equivocas el camino,
tranquila/o, detente, reflexiona, aprende de la experiencia, retrocede si
es necesario y toma una ruta nueva.
C A P Í T U L O

ALGUNAS IDEAS PARA LLEVAR


08
Aunque hemos llegado al final del viaje, la
aventura está por comenzar.

Ya sea que pongas en marcha los


aprendizajes en tu propia vida o
acompañes a otras personas, ten
presente que todos los seres humanos
merecemos vivir una vida con sentido,
con propósito, una experiencia vital
digna de ser vivida, disfrutada y
recordada.

Así que, a continuación te ofrecemos


unas breves reflexiones de cierre para
que las tengas a mano:

01
Tus habilidades y destrezas pueden ser distintas a tus
intereses y gustos personales; no siempre haces bien
lo que te gusta o te gusta lo que haces bien.

02
Si no haces bien lo que te gusta, siempre tienes la
alternativa de construir un plan de acción para
desarrollar las habilidades que sean necesarias.

03
Los dones, talentos, gustos y aficiones de los seres
humanos son diversos y se manifiestan de múltiples
maneras. Nada está dicho ni estandarizado.
04
Aunque la vocación nace del interior de la persona,
existen otros factores que influyen para que se
manifieste o se quede en la oscuridad.

05
Tener una visión de futuro, un gran QUÉ en nuestras
vidas es como una brújula que nos señala el norte y
nos avisa cuando estamos desviando el rumbo.

Indagar en el PARA QUÉ quiero lograr esto o aquello,

06 permite cuestionar nuestros motivos y descubrir si


son propios o los hemos adoptado para cumplir con
expectativas ajenas.

Encontrar nuestra vocación y tener claro el proyecto


de vida, no nos garantiza que todas las experiencias

07
de nuestra vida sean “color de rosa”, pero sí nos
asegura que tendremos un sentido profundo de lo
que significa vivir, podremos enfrentar de mejor
manera esos momentos de adversidad y seremos un
mayor aporte a nuestra comunidad.

Mirar de cerca nuestras habilidades, talentos,


cualidades y pasiones, fortalece nuestra valía

08 personal, autoconfianza y sentido de propósito.


Primero debemos reconocernos valiosos para lograr,
a futuro, construir valor para los otros y en el entorno
que nos rodea.

09
Explorar la situación actual, a manera de
diagnóstico, nos permite saber el punto de partida y
recopilar sabiduría del pasado para poder avanzar.
Si eres coach vocacional o te preparas para serlo,

10 aplicar las herramientas en tu propia vida es


fundamental para que puedas acompañar al otro,
efectiva y amorosamente, en su proceso personal.


"Sueña lo que te atrevas a soñar.
Ve donde quieras ir.
Sé lo que quieras ser.
¡Vive!"
R I C H A R D B A C H

Cristina Navarrete Landázuri


(Cris Del Viento)
Coach ontológico y escritora.
Fundadora de El Refugio del Artista.
Redactora en Axon Training.

En colaboración con
Lic. Luz Hamué
R E C U R S O S

RECURSOS/ LECTURAS
RECOMENDADAS
Aquí te dejamos algunas de las lecturas y recursos que han sido
utilizados para la elaboración de este texto, que de seguro te serán de
gran utilidad, si quieres ampliar tu mirada sobre los temas aquí
tratados.

Atomic Habits
Autor: James Clear

Coaching
Autor: John Whitmore

El Elemento
Autores: Ken Robinson (con Lou Aronica)

Encuentra tu Elemento
Autores: Ken Robinson (con Lou Aronica)

Flow: The Psychology of Optimal Experience


Autor: Mihaly Csikszentmihalyi

IKIGAI
Autores: Héctor García (Kirai) y Francesc Miralles
IKIGAI
Autor: Yukari Mitsuhashi

Metamanagement
Autor: Fredy Kofman

Ontología del Lenguaje


Rafael Echeverría

The Kaizen Way


Robert Maurer

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