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Curso de entrenamiento virtual

“COACHING EDUCATIVO PARA LA


ORIENTACIÓN VOCACIONAL”

MÓDULO 2:
PILARES DE LA ORIENTACION
VOCACIONAL.

Sesión 3:
Pasión en la vocación, aptitudes e
intereses vocacionales.

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Elaboración de contenidos:

Sayri PC Consultores SAC.

Revisión de contenidos:
Juan J. Colquichagua C.

Diseño e ilustraciones:
Gadiel J. Colquichagua A.

Diagramación:
Juan J. Colquichagua C.

Adecuación pedagógica:
Juan J. Colquichagua C.

Región Ayacucho.
Primera Edición, 2021.

Prohibida la reproducción total o parcial de este material


Sin autorización escrita por parte de Sayri Consultores.
Decreto Legislativo N°822

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INTRODUCCIÓN

¿De acuerdo con lo estipulado por el Diccionario de la Real Academia Española (2014), vocación
puede definirse, en su tercera acepción, como la inclinación a un estado, una profesión o una
carrera?

En esta misma línea, D’egremy (1982) postula que la vocación es la disposición particular de cada
individuo para elegir la profesión u oficio que desee estudiar y ejercer, de acuerdo con sus aptitudes,
características psicológicas y físicas, motivaciones y marcos de referencia socioeconómicos y
culturales.

Dado el impacto que tiene la vocación, y todo su proceso de búsqueda y exploración en los
adolescentes y jóvenes, expertos provenientes de diversas disciplinas han acuñado el término
Orientación Vocacional, el cual, en palabras de Santos y Porto (2002), se refiere al ajuste de las
aptitudes del sujeto a los requerimientos de las distintas opciones profesionales o, en su caso,
ocupacionales, en un punto específico de su vida, a saber, cuando se propone entrar en el
mercado de trabajo.

Entonces, como encontrar la pasión en la vocación.

Muchos, en el transcurso de nuestra vida tenemos la siguiente inquietud: descubrir cuál es


nuestra vocación, nuestro talento, nuestra profesión ideal o, desde una perspectiva más espiritual:
«descubrir lo que hemos venido a hacer a este mundo»
Este deseo, absolutamente lógico y humano, se ve acrecentado por todas esas frases, charlas y
artículos de Internet que dicen algo así como «encuentra un trabajo que te guste y no tendrás que
trabajar ningún día de tu vida» o «descubre tu pasión si quieres ser feliz y realizarte».

Es muy inspirador hablar de sueños, de pasiones, de vocación, de propósito vital o de «nuestro


elemento» (como diría Ken Robinson). No obstante, también puede ser fuente de inquietud si te
obsesionas con encontrar qué es «eso para lo que «has nacido» y sufres por no poder hacer de ello
tu modo de vida.

Por estas y otras ideas preconcebidas, la búsqueda de nuestra vocación personal, en vez de
ser un camino alegre y apasionante (el mejor de los viajes) se convierte en una situación
dolorosa.

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Nos duele no saber para dónde ir. Nos sentimos inferiores al compararnos con los que sí han
logrado (supuestamente) encontrar su misión de vida. Caemos en la exigencia absurda (y feroz)
de imponernos que «ya es hora de saber lo que queremos». Y en última instancia, como resultado
de todas estas presiones internas, nos quedamos atrapados en una situación de angustia y
bloqueo que nos quita la alegría de vivir.

Por eso en el proceso de orientación vocacional que realices trabaja esta


parte con los y las adolescentes, para que dejen atrás la culpa por no saber
lo que te gusta y empiecen a mirar este asunto desde el respeto hacia si
mismo y sus procesos que implica.

Por ello, buscar nuestra vocación tiene que ser un PLACER, algo ilusionante, hecho con paciencia y
cocinado a fuego lento, sin presión por encontrar la respuesta a la primera.

El paso número uno para que esto ocurra es deshacernos de algunos mitos e ideas, bastante
extendidos, que nos entorpecen el camino. No puedo decir exactamente qué pasos tienes que dar
para resolver la misión, profundamente singular, de encontrar y vivir de tu vocación, pero sí vamos
a decirte qué mitos erróneos te convendría desterrar desde ya, porque están fastidiando tu camino.
Con esto en mente, veamos cuales son:

4 mitos que alejan a las personas de encontrar su vocación

Mito número 1: La pasión de nuestra vida es UNA e inmutable a lo largo del tiempo.

Hay personas que tienen un único amigo de confianza y otras que tienen muchísimos. Igualmente,
hay personas que se enfocan en una habilidad y persisten hasta convertirse en maestros y otras
que tienen capacidades múltiples y dispares y van alternando el aprendizaje entre unas y otras.

Cuando se habla de vocación o sueño, muchos nos imaginamos que tiene que ser una sola cosa,
muy concreta, y además que debería durar toda la vida. La pregunta es: ¿y por qué?

¿Quién nos dice que no podemos tener múltiples pasiones, que varíen
además según el momento de la vida en que nos encontremos?

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Las personas multiapasionadas disfrutan aprendiendo y llevando a cabo diferentes actividades a la
vez, algunas de las cuales mantienen y otras abandonan cuando se acaba el interés.

Enfocarse en una sola cosa y nada más que eso, persistiendo hasta el final, no es el único
camino posible.
Es verdad que el desarrollo de una habilidad exige tiempo y foco para llegar a cierto grado
excelencia, pero esto no implica que tengamos que restringirnos a una sola cosa si no es nuestra
naturaleza. Simplemente va a costar más tiempo y esfuerzo sacar varios intereses adelante en
lugar de uno, porque tenemos que dividir la energía y la atención, pero eso es todo.

Por ejemplo, Puedes ser una excelente repostera y programadora informática (por ejemplo)
dividiendo tu tiempo entre ambas actividades. O si te gusta tu trabajo en una tienda de ropa y a la
vez disfrutas escribiendo sobre gestión del tiempo, no tienes por qué que descartar ninguna de estas
pasiones si las puedes compatibilizar de alguna manera.

Con respecto al segundo punto, aún hay gente que piensa que lo ideal es trabajar toda la vida en lo
mismo (e ir «ascendiendo» en esa ocupación) en lugar de cambiar el rumbo profesional. Digamos
que, hasta hace muy pocos años, lo habitual era que el que entraba a una empresa, si todo iba bien,
no salía de ella hasta la jubilación, o el que era profesor/músico/electricista/escritor lo era toda su
vida, y la única opción para cambiar de profesión era un contratiempo.

Hoy por hoy cada vez es más común la persona que conscientemente da un giro a su carrera
profesional. No porque la despidan ni porque le vaya mal, sino porque quiere descubrir otras
cosas.

Por lo tanto, trabajar en algo toda la vida (éso para lo que has estudiado) es un camino posible,
pero no el único. Que en un momento dado te plantees cambiar de oficio, o de estudios, no
significa que no hayas encontrado tu vocación, sino que ésta ha variado. Y no pasa nada por ello. A
veces nuestras prioridades varían tras una crisis de pareja, una enfermedad, un cambio de
residencia o un proceso interior de crecimiento, es bastante común.
En su libro «La semana laboral de 4 horas» Tim Ferriss, cuenta el caso de un ejecutivo que lo deja
todo para hacerse monitor de vela en una isla caribeña. Toma la decisión tras haber disfrutado de
unas vacaciones en ese lugar y haber pensado «lo que quiero es vivir así siempre, no sólo de

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vacaciones». ¿Cuál era su vocación, las altas finanzas o la vela? Posiblemente las dos… Pero llegó un
momento en que la primera se le hizo insostenible y necesitó cambiar de rumbo.
Quizás has sido ama de casa, has cuidado de tus hijos y a los 45 quieres montar tu propio negocio ¿y
por qué no? No se trata de renegar del pasado, porque posiblemente tu vocación en ese momento
era la crianza, ni tampoco de temer al futuro y no hacer nada porque «ya no tienes edad para ello».
Aclara tus prioridades y adelante.

Porque cambiar de rumbo es posible, lícito, renovador y no tan


difícil como nuestros peores augurios nos confirman.

Si eres de las personas que tienen una vocación o un talento muy definido y tu deseo es trabajar en
ello toda la vida, estupendo. Pero si no es así, si te agobia tener que dedicarte a una sola cosa y te
paraliza mucho elegir cuál es (claro, ¿a quién no le paralizaría tomar una decisión que considera
irrevocable?) entonces cambia tu perspectiva. Puedes hacer muchas cosas y puedes cambiar
cuando quieras. En cualquier momento puedes dar marcha atrás o seguir un sendero diferente.
Visto así ya no parece tan terrible elegir ¿verdad?

Mito número 2: Una vocación tiene que ser algo grandioso y que nos haga ricos

A veces caemos en la trampa de pensar que una vocación tiene que ser grandiosa y fuera de lo
común. Por eso, aunque muchas personas poseen dones que ponen en práctica, creen que no es
una verdadera vocación si no les da mucho dinero, no les hace famosos, o no alcanzan resultados
espectaculares.
Por supuesto, esta concepción magnificada de lo que es la vocación va en sintonía con la ambición
desmesurada y el deseo de aparentar de nuestros tiempos. Cuando en realidad no tenemos que
trabajar con clientes de los cinco continentes ni ser «los mejores» en lo que nos apasiona, para
sentir que merece la pena. Es vocación lo grande y lo pequeño, y es la misma en una cantante de
orquesta que en una estrella de rock.
Por mi parte, siento debilidad por las pasiones discretas, pequeñas y humildes. Me atraen
irresistiblemente las personas que trabajan con esmero en cosas como hacer pan, pintar una casa,
arreglar calefacciones o vender recuerdos artesanos en una ciudad turística.

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Me impresiona por igual el que da la vuelta al mundo en bicicleta que el que tiene un taller en su
pueblo, barrio o comunidad y las arregla con presteza, y sabe de ello, y te atiende como si fueras su
primer y único cliente.

Que una pasión sea grandiosa no está en el «qué», sino en


el cómo. Y así, cualquier actividad hecha con cariño, esmero y
afán de servir a los demás brilla con luz propia

El «quid» de una vocación está en si contribuye o no a mejorar la vida de las personas. Y


sobre este concepto detecto cierta confusión por parte de algunos terapeutas o gurús de los
negocios (autores de charlas TED todos ellos) que creen que sólo ellos, con sus técnicas y terapias
varias «ayudan a las personas».
He escuchado a muchos coaches, compañeros míos, decir: «Quiero ser coach porque mi misión es
ayudar a las personas» y no puedo estar más en desacuerdo con esta frase… Porque si bien una
sesión de coaching ayuda, qué duda cabe, el electricista que soluciona el cortocircuito de una casa
en una hora también nos está ayudando. Y también ayuda y soluciona nuestros problemas el
agricultor que cultiva alimentos ecológicos o la persona que amablemente atiende a los viajeros
que quieren cambiar un billete de tren.
Cualquier actividad, profesional o no, tiene un impacto en el mundo y esto es completamente
inevitable. Qué pretencioso creer que sólo aquéllos que se dedican a la formación o al desarrollo
personal ayudan a los demás. Igualmente, falsa es la idea de que para servir de inspiración
tengamos que hacer algo grandioso, espectacular o de alcance mundial.

En la práctica vivir de tu vocación es mucho más sencillo: descubre algo que se te dé bien,
sea hacer una página web, enseñar química, cuidar a tus hijos o asesorar a otros sobre cómo
vestir bien y trabaja en ello con energía, con inteligencia y con bondad. Pon esos talentos a
disposición de la mayoría. Eso y no otra cosa es hacer del mundo un lugar mejor.

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Mito número 3: La vocación hay que encontrarla muy pronto (a ser posible en la juventud) y luego
desarrollarla entre los veinte y los treinta.

Esta es otra creencia sin fundamento y que causa una ansiedad tremenda. Creemos que hemos
desperdiciado nuestra vida si tenemos 35 y todavía no muy claro cuál es nuestra misión personal. O
bien estamos en los 26 y algo dentro de nosotros susurra «venga, decide qué quieres hacer, que ya
es hora».

Aun vas a encontrar personas que se sienten asustadas porque no saben qué hacer con sus vidas.
La verdad, yo siempre contesto lo mismo: los 20 años es un momento para experimentar, descubrir,
aprender, amar, tener nuestras primeras relaciones, pensar en viajar, en los amigos, en consolidar
una pareja, filosofar a la luz de la luna, hacer sesiones interminables de cine o juegos diversos… Si a
todo esto le agregamos consolidar una profesión de cara al futuro, pues muy bien, pero no será lo
más prioritario para la mayoría de nosotros.

Esto mismo es necesario conversar con los padres porque su hija de 18 aún no sabe a qué quiere
dedicarse el resto de su vida. Básicamente que dejen a sus hijos experimentar, que no les fuercen a
decidir, que les ayuden en la indagación y fundamentalmente: a equivocarse. Porque si hay un
momento de la vida en que es favorable equivocarnos, y debería ser alentado, es en la juventud.
En la madurez los errores se pagan más caros.

Pero volviendo a si es muy tarde descubrir nuestra vocación a los 40 o a los 50… No, no es muy
tarde, ya que nunca es tarde para nada en la vida. De hecho, hay personas que «florecieron» en la
madurez e hicieron grandes avances dentro de su campo, en inglés se les conoce como ‘late-
bloomers’ y hay gran cantidad de libros y blogs al respecto. Así de pronto, me vienen a la mente el
caso Andrea Bocelli, conocido soprano cuya carrera despegó a los 40 años, o el escritor Charles
Bukowski que trabajó intermitentemente como cartero mientras publicaba sus libros y escribió los
mejores poemas hacia el final de su vida. Por tanto:

Encontrar una vocación en la juventud puede ser una ventaja, pero si no


sucede así no pasa nada. Con diferencia lo peor que podemos hacer
es desesperarnos y culparnos por no haber tomado el camino «correcto».

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¿Y entonces -tal vez te estés preguntando- si no presionamos a una persona joven para que decida
YA su futuro profesional qué otra cosa podemos hacer?

Leo Babauta menciona lago interesante al respecto titulado: «Una guía para gente joven: qué hacer
con tu vida» y me parece la respuesta perfecta a esta pregunta.

En este artículo Leo Babauta responde la carta de una adolescente de 15 años que se siente
presionada y perdida porque sus padres y profesores esperan que tenga claro a qué se quiere
dedicar en el futuro. Leo argumenta que esta es una pretensión exagerada para una persona tan
joven, ya que el futuro es muy cambiante y la vida no siempre discurre según un plan
predeterminado.
Pone un ejemplo que a mí me parece muy revelador: hace quince años trabajo para empresas como
Google, Amazon o Twitter ¡no existían! Por tanto, uno no podía decir cosas como «quiero vivir de la
venta de ebooks«, «quiero ser community manager» o «quiero dedicarme al marketing digital».
Dado que en el mundo en que nos movemos siempre están surgiendo profesiones nuevas, no
resulta ni ventajoso ni necesario tener un plan inamovible y determinado a los 15 años.
Lo que sí es aconsejable en esta época de cambios, que es lo que Leo recomienda a esta joven
preocupada por su futuro, es, si no tenemos claro lo que queremos hacer, aprender habilidades
que sirvan con independencia de la profesión que se elija. En palabras del autor:

ENFÓCATE EN LO QUE PUEDES HACER AHORA QUE SERÁ BUENO CON INDEPENDENCIA DE LO
QUE TRAIGA EL FUTURO . HAZ COSAS. CONSTRUYE COSAS . APRENDE CIERTAS HERRAMIENTAS .
VIVE AVENTURAS. HAZ AMIGOS. ESTAS COSAS AYUDARÁN EN CUALQUIER FUTURO .

Esto es lo que recomendamos a cualquier persona que se sienta perdida y sin saber qué hacer con
su vida: olvídate del resultado y céntrate en construir cosas, aprender idiomas, desarrollar
habilidades, relacionarte con los demás, vivir experiencias.

Quizás sea mucho mejor que ayudemos a nuestros jóvenes a entrenar ciertas habilidades
personales (perseverancia, disciplina, escribir bien, hablar en público, ser generosos, tolerar el
fracaso, saber cómo hacer buenos contactos, etc.) a que les impongamos desde muy jóvenes que
tienen que elegir un futuro. Esto también se puede aplicar a ti, tengas la edad que tengas:

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Si no tienes muy claro qué camino elegir lo más saludable es que dediques tu
tiempo, no a desesperarte o sentirte mal (¡por dios!), sino a aprender
herramientas y habilidades genéricas que puedan servirte para muchas
cosas.

Cuando algún día encuentres «eso» que permita desplegar tu potencial natural, todas estas
habilidades encajarán maravillosamente. ¡Eso llevarás ganado!

Mito número 4: La vocación nos llega por inspiración divina y después la ponemos en
práctica

Finalmente, esta es la confusión típica de todo aquel que se enfrenta a la búsqueda de su vocación,
y confieso que yo he estado ahí durante años. Pensamos que primero viene la idea de qué es lo que
nos gusta, o para qué hemos nacido, y después ya podemos empezar a ponerla en práctica cuando
en realidad es lo contrario: es a través de la acción y el movimiento cuando descubrimos qué es lo
que nos gusta.
El camino aconsejable NO es pensar, indagar o hacer un test de personalidad que si nos diga si
tenemos madera de científico, escritor, bailarín, artesano, inversor de bolsa, etc. y luego ponerse a
estudiar y trabajar en esta actividad. Para la mayoría de las personas, el proceso es justo al
revés: primero viene la acción, y sólo después, cuando estamos inmersos en esa práctica,
descubrimos esa llamada o inspiración divina que podemos denominar vocación.

Por ello, rara vez la vocación se encuentra pensando. Normalmente, ésta aparece
cuando llevamos un tiempo haciendo algo determinado.

Marie Forleo, en este artículo que titula provocadoramente «Por qué nunca encontrarás tu pasión«
habla de lo desgastante que resulta pensar de forma obsesiva en cuáles son tus dones. Y enfatiza
que lo que puedes llamar «la pasión de tu vida» no es algo que se encuentra a través del
pensamiento (analizar opciones, pros y contras, hacer tests, listas, ejercicios varios) sino con la
acción y el compromiso.
Es decir ¿cuál es la mejor manera de saber si has nacido para bailar hip-hop? Apuntarte a clases de
baile e ir registrando si te apasiona, te motiva y eres bueno en ello. ¿Cómo averiguar si quieres
trabajar en una gran empresa? Buscando un empleo en un entorno de este tipo, aunque sea una
beca de verano, y ver si lo que encuentras responde a tus expectativas ¿Cómo saber si abrir una
cafetería en un pueblo perdido te hará feliz? Investigando, preguntando, contactando con gente,
probando.

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La mejor manera de saber si algo te gusta y es tu vocación, es… a través de
la práctica continuada, porque nuestras expectativas respecto a una forma
de vida o profesión pueden diferir de la realidad.

Además, a veces sucede algo bien curioso. Puede ser que, en este camino de compromiso y
práctica de nuestros intereses, encontremos opciones en las que nunca habíamos reparado, que
de repente descubrimos que nos encantan y se amoldan perfectamente a nosotros.

Por ejemplo, pensemos en un administrativo que en su puesto de trabajo conoce a un


compañero que tiene un grupo de música con el que ensaya los fines de semana. Puede que un día
vaya con él a los ensayos del grupo, se anime a cantar o tocar algo y ahí descubra que tiene una
pasión por la música que jamás había explorado. Este descubrimiento no se habría producido de no
haber estado en ese trabajo concreto, con ese compañero, así que, sin pretenderlo, sus
experiencias han servido de pasarela hacia esta nueva pasión.

Este tipo de casualidades suceden continuamente, y suceden cuando estamos en movimiento,


trabajando, conociendo gente nueva, intentando nuevas actividades. No suceden, por el contrario,
mientras estamos sentados en casa haciendo test de personalidad o anclados en la rutina de
siempre, lamentándonos por no saber qué hacer.
Por tanto: si estás atascado en la búsqueda de un sueño o de un propósito vital interrumpe la fase
del pensamiento y emplea ese tiempo y energía en actuar y comprometerte con algo. Lo que sea.
De esta acción siempre obtendrás respuestas verdaderas, tanto si lo que has hecho se amoldaba a
tus expectativas («bien, sigo por este camino») como si no («perfecto, esta actividad no va
conmigo, intentaré otra en cuanto pueda»).

Resumiendo…

La pasión o la vocación no es única, inamovible, grandiosa y nos llega un buen día por inspiración
divina. Más bien es cambiante, dinámica, pequeña en apariencia y se descubre cuando nos
movemos por la vida disfrutando y aprendiendo de las experiencias.

Por otro lado, «encontrar la pasión de nuestra vida» no es algo que podamos circunscribir
solamente a un trabajo. Hay otra manera de vivir, más provechosa y amable, que es poniendo

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pasión a todo lo que hagamos. Sea escribir un artículo precioso, peinarnos, atender a un cliente u
ordenar el armario.
Imagínate cómo cambiaría tu vida si en vez de buscar, obsesivamente, «algo que te haga sentir
motivado y entusiasta» pusieras motivación y entusiasmo a eso que ya haces… mientras buscas
nuevas actividades alineadas con tu ser.

Vivir con pasión y entrega cada actividad, cada relación, cada momento, ése es el verdadero
trabajo.

No importa mucho si tienes una pasión o varias, si encuentras el trabajo ideal a los 15 o a los 50, si
haces varios cambios por el camino o sólo perfeccionas uno de ellos. Lo que verdaderamente
importa es que vivas este proceso de encuentro con tu vocación con alegría, estímulo, ganas de
aprender y experimentar, no como un lastre que te quita la ilusión de vivir.

Porque lo cierto es que no vivimos cuando llegamos a la meta. Vivimos mientras estamos en el
camino.

Y la búsqueda de la vocación no es el punto de llegada, es ese camino.

Entonces,

¿Que son Intereses vocacionales?


Son las preferencias, inclinaciones o los gustos por algún tema o actividad ocupacional de impacto
social que se considera relevante. El gusto por realizar una actividad se refleja en la atracción que
sientes hacia ella, el placer que experimentas al ejecutarla, el tiempo que le dedicas y el deseo de
repetir la experiencia; si ante una actividad en particular experimentas sensaciones de este tipo,
deberías tomarlo en cuenta, ya que te puede ser útil a la hora de elegir tu carrera.

¿Que son Aptitudes vocacionales?


Son las capacidades o habilidades potenciales que se poseen para realizar eficazmente los estudios
y las actividades profesionales u ocupacionales. Éstas se hacen evidentes en la facilidad que se
tiene para efectuar algunas actividades con respecto a otros individuos. En particular, las aptitudes
se caracterizan porque se pueden incrementar y desarrollar mediante el ejercicio y la práctica
constante.

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Bibliografía:

• Lopez Bonelli, Angela R.


La Orientación vocacional como proceso. Buenos Aires Bonum 2003.

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