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INTRODUCCIÓN
La piel del plátano es un buen ejemplo de embalaje que satisface la mayor parte de las
exigencias específicas para los productos perecederos refrigerados. ya que es de calidad
alimentaria, protege la pulpa frente a los choques, magulladuras, manchas y contaminación,
asegura los intercambios gaseosos indispensables para la vida de la fruta, es un indicador de su
estado de madurez, se retira fácilmente durante su consumo y tiene un precio admisible.
Desgraciadamente, la mayoría de los materiales perecederos están desprovistos de protección
natural, o, cuando ésta existe, no es suficientemente eficaz o no satisface las exigencias
específicas para su protección.
Por otra parte, la evolución de los productos alimentarios a temperatura ambiente es demasiado
rápida para asegurar su distribución en buenas condiciones higiénicas y comerciales. La
refrigeración y la congelación permiten frenar los fenómenos fisicoquímicos indeseables y
evitar las alteraciones microbianas, aunque la acción del frío se ve complementada por un
embalaje bien adaptado a los productos y, según los casos, a su modo de venta, preparación o
cocción. Desde este punto de vista, un buen embalaje de los productos perecederos puede ser
asimilado a un coadyuvante del frío, es decir, a un medio complementario de conservación. tas
recordar las principales características de los embalajes para productos alimentarios, se
examinarán con más detalle algunas particularidades específicas de los embalajes para limitar
las pérdidas de masa, así como aquellas específicas de los productos congelados, teniendo en
cuenta que se encontrarán en los capítulos siguientes las informaciones relativas al embalaje de
las diversas categorías de géneros perecederos (verduras, carnes, derivados cárnicos, etc.).
2.1. Refrigeración
En general, para los productos refrigerados, el embalaje no puede ser totalmente impermeable,
puesto que el medio interno, que estará confinado y casi saturado, favorecería determinados
fenómenos biológicos indeseables, como la fermentación y el desarrollo de enfermedades de
almacenamiento en los vegetales vivos, la aparición de pegajosidad en la carne, etc. Por todo
ello, durante la conservación en aire normal, los embalajes permiten la difusión de los gases y
los vapores. Los productos vivos, especialmente los vegetales, se acondicionan en envolturas
que respetan su actividad respiratoria y su evolución fisiológica. Por ejemplo, las frutas y
verduras, vendidas en bolsitas en los supermercados de autoservicio, están envueltas en
películas delgadas soldadas herméticamente. Las cajas de cartón y las películas perforadas se
emplean para el transporte a larga distancia de frutas tropicales, por ejemplo, plátanos.
Igualmente, las barquillas planas con acondicionamientos alveolares, que sirven para la
expedición y venta al detalle de frutas más o menos delicadas, como los melocotones, no son
herméticas; las cajas de cartón para las manzanas y las peras a granel permiten igualmente una
cierta renovación de los gases contenidos.
Finalmente, existen una gran diversidad de procedimientos de embalaje, pero ninguno es
hermético; sin embargo, cuando la película que envuelve los vegetales o una fracción de la
superficie de la envoltura tiene unas características adecuadas de permeabilidad selectiva al
oxígeno, al anhídrido carbónico y al vapor de agua, y se suelda herméticamente, se crea una
atmósfera de composición diferente con respecto al aire normal, favorable a una conservación
prolongada, lo que retarda los fenómenos de maduración y transpiración. Se trata de los
embalajes fisiológicos (procedimiento de Marcellin), cuyo comportamiento es comparable al de
un local con atmósfera controlada, Para los productos refrigerados muertos como las carnes, es
importante que el aire en contacto con el tejido no sea saturante puesto que, si no se produce
pegajosidad, es decir, desarrollo de gérmenes aerobios superficiales. Por esta razón las carnes
contenidas en pequeños paquetes para la venta al detalle están embaladas de forma no hermética
con una delgada película permeable al vapor
de agua. El embalaje también puede ser estanco, de modo que forme una “piel” y mantenga el
producto a vacío (semiconserva) o en un medio gaseoso neutro, por ejemplo, de anhídrido
carbónico y oxígeno; se trata entonces de embalajes denominados con «atmósfera modificada».
Los productos refrigerados pierden necesariamente una cierta masa de agua durante el
almacenamiento y la distribución, pero esta pérdida puede ser muy limitada y en algunos casos
puede casi anularse gracias al empleo de embalajes y acondicionamientos realizados
convenientemente. También el modo de embalaje y los materiales utilizados hay que definirlos
experimentalmente para cada producto o categoría de producto en función del tipo de género, la
temperatura de almacenamiento y la duración prevista de su comercialización una vez
embalado.
2.2. Congelación
En los productos congelados, los riesgos de alteración de origen microbiano o fúngico y las
evoluciones fisiológicas son inexistentes. Por lo tanto, se pue- den conservar en locales cuya
atmósfera sea rigurosamente saturante o, mucho más barato, en embalajes totalmente
herméticos; para tales embalajes, el coeficiente de evaporación k es nulo. La pérdida de masa
aparente es nula, incluso cuando la conservación es larga. No obstante, se observa
progresivamente la aparición de nieve en el interior del paquete, que proviene del propio
producto. Se trata del fenómeno del «escarchado interno del embalaje». El escarchado es un
defecto de aspecto de los productos expuestos a la venta en películas transparentes, pues los
consumidores no ignoran que un escarchado importante es un índice de que el producto se
conserva desde hace cierto tiempo. En consecuencia, es deseable no menospreciar su
importancia.
El mecanismo del escarchado, es decir, la formación de escarcha es el siguiente (véase Fig. 2):
- El producto se encierra en una bolsa hermética, de forma que existe una capa de aire entre el
género y la película protectora. El paquete es sometido a fluctuaciones de temperatura,
resultantes del dispositivo de regulación del recinto frío.
- Cuando la temperatura ambiente disminuye, período correspondiente al funcionamiento de la
envoltura también puede disminuir y, a partir de un cierto momento, es inferior a la temperatura
superficial del producto en reposo. El vapor de agua resultante de la sublimación del hielo
contenido en la capa superficial del producto destila hacia la pared interna del embalaje y se
deposita en forma de escarcha.
- Durante el período de recalentamiento del ambiente, es decir, cuando se para la máquina
frigorífica, la temperatura del embalaje tiende a aumentar y, a partir de un cierto momento, es
superior a la del producto, produciéndose el fenómeno inverso al descrito; el vapor de agua se
condensa en forma de escarcha en la superficie, aunque no en el interior de la capa superficial
del producto.
- A medida que se repiten los ciclos de funcionamiento de la máquina frigorífica, la masa de
escarcha acumulada aumenta. Por lo tanto, parece que el escarchado es un fenómeno periódico
de liofilización a presión atmosférica cuya importancia depende de la naturaleza de la sustancia.
Una sustancia protegida por una epidermis engendra menos escarcha que cuando ésta ha sido
eliminada. Para limitar el escarchado, se pueden adoptar las siguientes soluciones; las tres
primeras, que se refieren a las condiciones de almacenamiento, se mencionan sumariamente,
mientras que la última concierne únicamente al modo de embalaje.
1- El almacenamiento debe ser tan corto como sea posible; siempre existe un gran interés por
asegurar una rotación de los stocks de los productos congelados de forma que se minimice el
tiempo de almacenamiento, especialmente en los recintos en los que la temperatura fluctúe de
forma importante y frecuente, lo que ocurre especialmente en los muebles de exposición.
2. Las fluctuaciones de la temperatura ambiente son menores, o sus efectos sobre la temperatura
de la película se ven reducidos por un almacenamiento en masa. La experiencia demuestra que
la cantidad de escarcha aumenta con la amplitud de las fluctuaciones de la temperatura del
producto y que el escarchado es más intenso en los paquetes que contienen productos pequeños
(guisantes, que no lo es tanto en los paquetes de productos judías, gambas etc.), filetes de
pescado, en unas condiciones comparables.
Por último, el escarchado es poco intenso en las unidades de carga más pesa- das, como las
cajas de cartón apiladas sobre paletas, aunque aparece, de forma relativamente rápida, en los
paquetes de venta al detalle expuestos en los muebles comerciales, con frecuencia abiertos.
3. La temperatura media es suficientemente baja, prácticamente-20°C o menos, de forma que las
desviaciones de la presión de vapor saturante de agua, que acompañan a las fluctuaciones de la
temperatura, Son mínimas, incluso cuando las variaciones de temperatura son grandes.
4. Las condiciones que favorecen la transferencia de agua no se satisfacen o solo lo hacen
parcialmente. Esto se puede conseguir bien reduciendo el flujo de calor intercambiado entre el
ambiente y el producto, protegiendo este último con un sobre embalaje isotermo, como ocurre
actualmente en la venta de helados y sorbetes listos para llevar, o bien eliminando el espacio
vacío entre la película y el producto. En realidad, la migración de agua se debe a un fenómeno
de sublimación-condensación, lo que supone la existencia de un gradiente de presión de vapor
de agua, es decir, que existe una cierta distancia entre la superficie caliente emisora y la
superficie fría en la que aparece la escarcha. La experiencia demuestra que el fenómeno no es
tan simple: si una sustancia homogénea congelada está recubierta por una película de forma que
la distancia entre la película y el producto aumenta desde cero hasta algunos centímetros, el
producto se deshidrata preferencialmente en la zona próxima al embalaje y la escarcha se
acumula allí donde la distancia está comprendida entre 0,5 a 26 2,5 cm. Por el contrario, cuando
el embalaje cubre perfectamente la superficie del producto, no se produce escarchado.
Este resultado justifica el interés de los embalajes a vacío utilizados hoy por la industria para
productos delicados, así como de las hojas delgadas de aluminio fáciles de usar para la
congelación doméstica. Además, como la película está directamente en contacto con el
alimento, contribuye a limitar los fenómenos indeseables de oxidación por el oxígeno gaseoso.
Un buen embalaje para los productos congelados, cualesquiera que sean las demás propiedades
deseadas (transparencia, resistencia al calor, etc.) debe constituir una verdadera <piel» alrededor
del producto.
En la industria del pescado, se ha utilizado un modo de embalaje original, la capa de hielo; nada
más congelados, los pescados o filetes se sumergen en agua de modo que se forme en su
superficie una capa de hielo de algunos milímetros, Las ventajas son que la evaporación de agua
se produce en detrimento del agua añadida y no del agua de constitución del producto, y que la
envolvente está en contacto casi perfecto sobre toda la superficie a proteger. El inconveniente es
que el calentamiento engendrado durante el proceso de formación de la capa de hielo puede ser
nefasto, sobre todo cuando el producto es pequeño o cuando la etapa de formación de la capa de
hielo es muy poco prolongada; por ello, hay que sub enfriar mucho un alimento antes de
someterlo a este proceso. Por otra parte, durante la descongelación, el agua de fusión de este
hielo moja abundantemente la sustancia, que debe ser escurrida y secada cuidadosamente. Hoy
en día se tiende a sustituir con embalajes a vacío el procedimiento tradicional de formación de
una capa de hielo.
Finalmente, los embalajes para productos refrigerados deben permitir una cierta permeabilidad
al oxígeno, al anhídrido carbónico y al vapor de agua. excepto en el caso del embalaje de tejidos
muertos (como los productos cárnicos
o las semiconservas), para los cuales el embalaje puede realizarse a vacío o en atmósfera
modificada. Los embalajes para productos congelados siempre deben ser herméticos a los gases
y vapores y deben ser colocados de forma que estén lo más directamente posible en contacto
con el alimento.
3. TRANSFERENCIAS TÉRMICAS
Todo producto alimentario se enfría hasta la temperatura requerida al comienzo de la cadena del
frío y, excepto para las natas, tartas heladas y sorbetes, se calienta en el momento de su empleo.
Es interesante que, para el enfriamiento inicial y frecuentemente para el calentamiento final, las
transferencias térmicas sean rápidas. Por el contrario, durante el almacenamiento, la temperatura
de los productos debe mantenerse lo más estable posible. Además de los inconvenientes
descritos, resultantes de las fluctuaciones de la temperatura sobre la pérdida de masa, el tiempo
de conservación en buen estado de un producto puede verse más o menos disminuido debido a
una elevación excesiva de la temperatura, y sobre todo a la repetición de los calentamientos
durante su comercialización.
Aquí vamos a examinar las fases críticas, como son el enfriamiento inicial, el calentamiento o la
elevación de la temperatura, el transporte y el tiempo de permanencia en los almacenes de venta
al detalle.
4.1. Transporte
Los sobre embalajes usuales, del tipo caja de cartón o de madera, contribuyen a la reducción de
las transferencias de calor debido a su mediocre conductividad térmica y sobre todo del
estancamiento del aire interno, aunque no constituyen una protección térmica suficiente para
que un lote pueda permanecer, sin sufrir daños, de forma prolongada a temperatura ambiente.
Específicamente en el caso de productos congelados, es indispensable utilizar sobre embalajes
isotermos, con adición eventual de nieve carbónica o, para lotes más importantes, cajas o
contenedores clásicos isotermos, refrigerantes frigoríficos, de una clase correspondiente a la
temperatura a respetar y a la duración efectiva del viaje.
Una fase delicada es la estancia de los productos en el aire exterior, entre la salida de la cámara
fría y la carga en un vehículo de transporte especializado; el vapor de agua atmosférico puede
condensarse o escarcharse sobre la fase de los embalajes, particularmente cuando se trata de
productos congelados lo que es evidentemente perjudicial sobre todo si los materiales de em
balaje son higroscópicos. En consecuencia, se recomienda depositar una cubierta de lona sobre
las paletas o, mejor aún, protegerlas con una película de plástico delgada de tipo retráctil, que se
coloca en el momento de la constitución de las paletas en la cámara fría,
La distribución de los productos congelados desde o el almacén de los mayoristas hasta las
tiendas de venta al detalle puede, sobre todo durante las épocas más cálidas, ser perjudicial para
las cantidades más pequeñas repartidas final del día, después de numerosas paradas. Por ello es
recomendable preparar de antemano los repartos reagrupando en una o varias cajas de cartón o
en paletas isotermas los diferentes productos solicitados por un mismo comerciante.