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Literatura castellana

El Neoclasicismo

EL NEOCLASICISMO EN ESPAÑA

1. Cronología:
El siglo XVIII es el pórtico de la Edad Contemporánea, ya que todos los principios y valores del
Antiguo Régimen son sometidos a discusión y se producen cambios importantes. Es conocido también
como el Siglo de las Luces (bajo la metáfora platónica de luz = saber, conocimiento/ la oscuridad =
ignorancia de la humanidad) o el Siglo de la razón por la importancia que se le da a esta en el proceso de
conocimiento de la realidad.
Este movimiento venía a reflejar en las artes y la cultura los principios intelectuales de la
Ilustración, movimiento cultural e intelectual originado en Gran Bretaña en el siglo XVIII que será
especialmente activo en Francia y que inspiró importantísimos cambios sociales y culturales, el más
destacado la Revolución Francesa. La Ilustración impone el racionalismo y lucha contra la superstición y
la ignorancia del vulgo (del pueblo). Se llevan a cabo importantes avances científicos y técnicos. El afán
de conocimiento lleva a los ilustrados a recopilar todo el saber de las distintas disciplinas en la primera
enciclopedia creada por el ser humano.
El Neoclasicismo también, como su nombre indica, trató de recuperar las huellas gloriosas del
pasado clásico dejadas por Grecia y Roma en el saber humano. Así tanto en la escultura, la arquitectura,
la pintura o la literatura se imitaron las grandes obras artísticas de la época clásica. Homero, Virgilio,
Horacio, Ovidio o Plutarco, entre otros muchos literatos, se convirtieron en modelos a seguir para los
escritores del siglo XVIII.
En España, el movimiento neoclásico se desarrolló durante todo el siglo XVIII, fue precedido por
el Barroco (siglo XVII) y seguido por el Romanticismo (siglo XIX). Como la mayor parte de movimientos
literarios, surgió también como reacción frente a los excesos del arte barroco.

2. Contexto histórico, político, social, filosófico y cultural:

Tras la muerte de Carlos II (hijo de Felipe IV) sin


descendencia, se instaura en España una nueva dinastía,
los Borbones, de origen francés, circunstancia que
favorecerá la entrada de la Ilustración. El primer rey
Borbón será Felipe V (nuestro rey actual hereda el
nombre de Felipe VI por proceder de esta línea de
descendencia). Al llegar a España se encuentra con un
país en bancarrota y sumamente atrasado, debido entre
otras razones a los reinados de Felipe III y Felipe IV,
antecesores de Carlos II, caracterizados por su
incompetencia en la gestión política y económica del
país y por ser herederos del cierre de fronteras de
España con respecto a Europa impuesto por Felipe II,
“El Santo”, en su lucha contra el protestantismo durante
la segunda mitad del siglo XVI.
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La nueva dinastía borbónica pondrá en práctica una nueva forma de gobierno, el despotismo
ilustrado, para modernizar la nación. Esta nueva forma de gobierno tiene como lema principal “todo
para el pueblo pero sin el pueblo”. El gobierno es absoluto y centralista, preocupado por mejorar la
situación del pueblo, pero sin contar con su participación y siempre impulsado por la luz de la razón. Se
produce un auge de la economía y el comercio. Como el resto de los monarcas absolutistas de Europa, los
Borbones se apoyaron en una minoría culta para llevar a cabo todas las reformas.
El despotismo ilustrado resultó ser una forma de gobierno insuficiente para las aspiraciones de la
burguesía, que quería sustituir a la aristocracia en el poder. El 14 de julio de 1789 los ciudadanos de
París asaltaron la prisión de la Bastilla y retuvieron a la familia real en el Palacio de las Tullerías. Era el
comienzo de la Revolución Francesa y el fin del antiguo régimen político basado en los privilegios de la
aristocracia y el clero. Con el lema “libertad, igualdad, fraternidad”, la burguesía tomaba el poder
político y económico en Europa.
Desde el punto de vista cultural y filosófico, ya hemos mencionado que durante el siglo XVIII se
desarrolla un movimiento cultural importantísimo denominado Ilustración. El objetivo principal de este
es mostrar que la vida humana y la naturaleza se rigen únicamente por el poder de la razón.
Para los ilustrados, la razón ilumina la vida humana y acaba con la oscuridad y la ignorancia. Por
este motivo, en esta época existió un extraordinario afán por el saber: se cultivaron con enorme éxito las
ciencias puras (matemáticas) y experimentales (física, botánica,...), así como las humanidades (política,
derecho...). La obra de erudición más importante será la Enciclopedia francesa, editada por Diderot y D
´Alambert, en la que se recogen todos los conocimientos de la época. En España destacan la creación de
la Real Academia Española, el Museo del Prado y la Biblioteca Nacional, todas ellas instituciones que
defienden y protegen el saber.

Diderot D´Alambert

La mentalidad ilustrada se caracterizó por dos rasgos principales:


➢ Solo mediante la educación podrá transformarse la sociedad. Se potencia el espíritu crítico: los
intelectuales del siglo XVIII combaten los dogmas, la superstición y la
ignorancia de la sociedad.
➢ Los ilustrados defienden la idea de que la felicidad es un derecho humano que
se puede alcanzar mediante la educación de los ciudadanos y el progreso
científico.
La Ilustración tuvo su época de esplendor durante el reinado de Carlos III ( en la
fotografía). Pero a raíz de la Revolución francesa y la invasión napoleónica, el proceso
de modernización de la sociedad española se interrumpió (reinados de Carlos IV y
Fernando VII). A partir de este momento los ilustrados serán perseguidos por la corona al ser
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considerados afrancesados.
Este cambio de actitud con las ideas ilustradas se debió al temor de que, como ocurrió en Francia,
la Ilustración desembocara en España en un proceso revolucionario que pusiese en peligro la monarquía
absolutista.
3. Características del movimiento neoclásico y sus repercusiones en la literatura:
Para realizar sus obras los artistas neoclásicos debían guiarse por principios y normas muy
rígidos. Estos son:
• El afán didáctico que influye en la finalidad que se asigna a la literatura: no se escribe para
entretener, sino para educar o divulgar ideas y conocimientos. Las obras pretenden enseñar e
instruir a todos los grupos sociales, especialmente al pueblo. Se utiliza sobre todo la fábula como
vehículo educativo.
• La creación literaria se rige por la razón, de ahí el espíritu crítico de los escritores ante el mundo
que los rodea; los artistas deben desterrar de sus obras los sentimientos, la imaginación y la
fantasía, elementos opuestos a la capacidad de raciocinio. Se produce una literatura de ideas o
literatura filosófica en la que prevalece el pensamiento sobre la imaginación. El género
predominante, y que nace en este momento, es el ensayo, que dará origen al periodismo que se
configura como género. Aparecen los primeros periódicos diarios. Es el nacimiento del periodismo
moderno, donde tienen especial cabida los géneros de opinión.
• No se busca la originalidad, sino la imitación de los modelos clásicos grecolatinos por
considerarlos perfectos, dado que representan el orden y el equilibrio.
• El cumplimiento de las reglas de las tres unidades en el teatro ideadas por Aristóteles (unidad de
acción, unidad de espacio y unidad temporal, es decir, las obras teatrales solo podían tener una
acción, debían desarrollarse en un único lugar y durar tan sólo un día).
• El estilo es sobrio y sencillo con escasez de recursos literarios, para que el acceso a las obras sea
menos complicado para los lectores.

4. Principales autores neoclásicos y sus obras (por géneros literarios).


En el siglo XVIII se amplió el concepto de literatura a nuevos géneros como el ensayo, el tratado
y el informe. Estas nuevas formas literarias eran más adecuadas que los géneros clásicos (prosa, poesía
y teatro) para la crítica y, sobre todo, para la transmisión de conocimientos útiles.
No obstante, se cultivó también la poesía, el relato y el drama, pero siempre con una marcada
finalidad educativa: las fábulas para corregir vicios y errores; las odas para exaltar los ideales de la
Ilustración; las sátiras para burlarse de las viejas costumbres y las comedias con finalidad moralizante.
4.1. El género ensayístico fue el más cultivado e importante porque trataba temas útiles para la
sociedad (ciencia, historia, economía...), su enfoque era subjetivo y crítico (se reflexionaba sobre el tema
de España), su estilo era sobrio y sencillo, muy ameno para los lectores; tenía una finalidad didáctica y
analizaba asuntos muy diversos, favoreciendo el afán de saber enciclopédico del siglo XVIII. Los
principales escritores ensayistas son:
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Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) nacido en Ourense, aunque la mayor parte


de su vida transcurrió en Oviedo. Fue fraile benedictino y catedrático de
teología. Combatió con espíritu crítico los prejuicios, supersticiones y falsos
milagros que pervivían en la sociedad debido a la credulidad del vulgo. En la
sociedad española del siglo XVIII se admitía, por ejemplo, que existían animales
fantásticos como el basilisco (legendaria criatura de la mitología griega que mata con
la mirada) o el unicornio o se atribuía carácter maléfico a los cometas. Entre sus
obras destacan: Teatro crítico universal y Cartas eruditas y curiosas.

Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) es uno de los más destacados ensayistas españoles del
Siglo de las Luces. Como ensayista tocó temas muy variados: economía, educación, derecho, política,
sociedad... Reflejó sus ideas para modernizar España en obras como:
Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos (criticó duramente el
espectáculo de los toros, que consideraba bárbaro; así como la excesiva
vigilancia y la falta de libertad en las calles de pueblos y ciudades); Informe
sobre la ley agraria, donde analiza las causas del retraso del campo español y
propone reformas agrarias como el acceso a la cultura de los campesinos o la
desamortización (expropiación de los bienes eclesiásticos); y la Memoria
sobre la educación pública, donde deja claro su ideal ilustrado de que la
cultura es el fundamento del progreso social y de la felicidad personal.

José Cadalso (1741-1782). Su pensamiento reflejó cierto escepticismo que


manifestó a través de la crítica burlesca o sátira. Así, en Los eruditos a la violeta
se burla de los falsos intelectuales, que aparentan saber de todo repitiendo
tópicos y generalidades. Para Cadalso la cultura no es una simple cuestión de
imagen, sino el resultado del esfuerzo. Su obra más reconocida es Cartas
marruecas, colección de epístolas escritas por dos árabes y un español llamado
Nuño. Desde el distanciamiento cultural del viajero árabe que recorre España,
se juzga críticamente el pasado histórico español y la vida cotidiana del siglo
XVIII.
4.2. La poesía neoclásica: el Neoclasicismo no favoreció el desarrollo de una lírica que reflejara
los sentimientos más íntimos del poeta, porque se buscaba el didactismo y la racionalidad, términos
opuestos a la creación poética. En este contexto “antisentimental” surgieron dos tipos de poesía:
a) La poesía anacreóntica, es decir, una poesía artificiosa, escrita en versos breves, que reflejaba
con tono frívolo el placer de los sentidos. Los temas principales serán los placeres de la buena mesa, la
belleza femenina, la danza, la música, el amor, la amistad y la naturaleza idealizada. El poeta más
importante será Juan Meléndez Valdés (1754-1817).
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b) La poesía didáctica: el subgénero más importante será la fábula, que estará al servicio del afán
pedagógico y satírico del siglo XVIII. Estas fábulas están protagonizadas por animales que se comportan
como seres humanos y que ejemplifican, a través de su actitud, los vicios y malas costumbres y de las que
se desprende siempre una moraleja, esto es, una lección moral o una enseñanza práctica para la vida.
Los fabulistas más aplaudidos serán Félix María Samaniego (1745-1791) y Tomás de Iriarte
(1750-1791). Sus fábulas están inspiradas en el escritor clásico Esopo y en las del francés La Fontaine.

4.3. El teatro neoclásico: los ilustrados adoptaron medidas para acabar con las últimas
manifestaciones del teatro barroco por considerar que no respetaba el buen gusto, no cumplía con las
tres unidades aristotélicas y tampoco estaba al servicio de los ideales políticos y morales de la
Ilustración. Los dramaturgos neoclásicos elaboraron un teatro verosímil y creíble, sometido a la razón;
respetaron la norma clásica de no mezclar tragedia y comedia, ni verso y prosa; y potenciaron la función
didáctica.
Las obras teatrales neoclásicas, sin embargo, no fueron recibidas
con demasiado entusiasmo por el público, que estaba muy habituado a las
historias fantásticas y al dinamismo escénico del teatro barroco.
El autor teatral más importante será Leandro Fernández de
Moratín (1760-1828). En sus comedias adoptó las normas o preceptos del
teatro clásico, pero imitó a los hombres y mujeres de su tiempo. De hecho,
los argumentos de sus obras se desarrollan en el ámbito familiar, donde
podían aflorar los vicios y errores más comunes de la sociedad española,
como por ejemplo, la convención social de concertar matrimonios entre
jovencitas y viejos por puros intereses económicos, tema que toca en su obra más conocida, El sí de las
niñas.
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Textos neoclásicos

Acto III, Escena VIII de El sí de las niñas

DOÑA FRANCISCA.- Haré lo que mi madre me manda, y me casaré con usted.


DON DIEGO.- ¿Y después, Paquita?
DOÑA FRANCISCA.- Después... y mientras me dure la vida, seré mujer de bien.
DON DIEGO.- Eso no lo puedo yo dudar... Pero si usted me considera como el que ha de ser hasta la muerte su
compañero y su amigo, dígame usted, estos títulos ¿no me dan algún derecho para merecer de usted mayor confianza?
¿No he de lograr que usted me diga la causa de su dolor? Y no para satisfacer una impertinente curiosidad, sino para
emplear método en su consuelo, en mejorar su suerte, en hacerla dichosa, si mi conato y mis diligencias pudiesen tanto.
DOÑA FRANCISCA.- ¡Dichas para mí!... Ya se acabaron.
DON DIEGO.- ¿Por qué?
DOÑA FRANCISCA.- Nunca diré por qué.
DON DIEGO.- Pero ¡qué obstinado, qué imprudente silencio!... Cuando usted misma debe presumir que no estoy
ignorante de lo que hay.
DOÑA FRANCISCA.- Si usted lo ignora, señor don Diego, por Dios no finja que lo sabe; y si, en efecto, lo sabe usted, no
me lo pregunte.
DON DIEGO.- Bien está. Una vez que no hay nada que decir, que esa aflicción y esas lágrimas son voluntarias, hoy
llegaremos a Madrid, y dentro de ocho días será usted mi mujer.
DOÑA FRANCISCA.- Y daré gusto a mi madre.
DON DIEGO.- Y vivirá usted infeliz.
DOÑA FRANCISCA.- Ya lo sé.
DON DIEGO.- Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que
desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las juzgan honestas luego que las ven
instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni el genio no han de tener
influencia alguna en sus inclinaciones, o en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las
permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean,
con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están
bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo. [...]

Acto III Escena XI de El sí de las niñas

DON DIEGO.- Muy bien. Siéntese usted... Y no hay que asustarse ni alborotarse (Siéntanse los dos) por nada de lo que
yo diga; y cuenta, no nos abandone el juicio cuando más lo necesitamos... Su hija de usted está enamorada...
DOÑA IRENE.- Pues ¿no lo he dicho ya mil veces? Sí, señor, que lo está; y bastaba que yo lo dijese para que...
DON DIEGO.- ¡Este vicio maldito de interrumpir a cada paso! Déjeme usted hablar.
DOÑA IRENE.- Bien, vamos, hable usted.
DON DIEGO.- Está enamorada; pero no está enamorada de mí.
DOÑA IRENE.- ¿Qué dice usted?
DON DIEGO.- Lo que usted oye.
DOÑA IRENE.- Pero ¿quién le ha contado a usted esos disparates?
DON DIEGO.- Nadie. Yo lo sé, yo lo he visto, nadie me lo ha contado, y cuando se lo digo a usted, bien seguro estoy de
que es verdad... Vaya, ¿qué llanto es ése?
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DOÑA IRENE.- (Llora) ¡Pobre de mí!


DON DIEGO.- ¿A qué viene eso?
DOÑA IRENE.- ¡Porque me ven sola y sin medios, y porque soy una pobre viuda, parece que todos me desprecian y se
conjuran contra mí!
DON DIEGO.- Señora doña Irene...
DOÑA IRENE.- Al cabo de mis años y de mis achaques, verme tratada de esta manera, como un estropajo, como una
puerca cenicienta, vale al decir... ¿Quién lo creyera de usted?... ¡Válgame Dios!... ¡Si vivieran mis tres difuntos!... Con el
último difunto que me viviera, que tenía un genio como una serpiente...
DON DIEGO.- Mire usted, señora, que se me acaba ya la paciencia.
DOÑA IRENE.- Que lo mismo era replicarle, que se ponía hecho una furia del infierno, y un día de Corpus, yo no sé por
qué friolera, hartó de mojicones a un comisario ordenador, y si no hubiera sido por dos padres del Carmen, que se
pusieron de por medio, lo estrella contra un poste en los portales de Santa Cruz.
DON DIEGO.- Pero ¿es posible que no ha de entender usted a lo que voy a decirle?
DOÑA IRENE.- ¡Ay, no, señor; que bien lo sé, que no tengo pelo de tonta, no, señor!... Usted ya no quiere a la niña, y
busca pretextos para zafarse de la obligación en que está... ¡Hija de mi alma y de mi corazón! […]

LOS ILUSTRADOS

El padre Feijoo ocupa un lugar importantísimo en la puesta en marcha del proceso que desembocará en las
reformas de la universidad en el reinado de Carlos III. En su obra refleja los aspectos negativos de la universidad
tradicional, que es quizá en la parte que más se ha insistido al exponer su pensamiento. Aquí nos interesa examinar las
ideas sobre las que, según él, debe construirse la nueva Universidad, que se intentarán llevar a cabo cuando suene la
hora de las reformas.
1. Introducción de un nuevo método de estudio que significara la abolición del método de estudiar por
"dictados" y su sustitución por unos libros de texto para cada asignatura. Varios beneficios consideraba el fraile
benedictino que se sacarían de esta reforma: se ahorraría mucho tiempo, no teniendo que copiar tantas cosas, se
podrían explicar más temas y con más extensión y se lograría enseñar una mejor doctrina científica, o incluso la mejor,
pues, como es natural, se buscaría como texto el del autor más competente en la materia. La principal dificultad del
nuevo método la veía el propio Feijoo en la falta de esos cursos adecuados para la enseñanza, pues como consecuencia
de haber imperado durante tantos años en la universidad española el sistema de dictados, los catedráticos, desde hacía
muchas generaciones, habían abandonado este trabajo científico.

"Duélome del tiempo que se pierde en la lectura de las materias, tanto filosóficas, como Teológicas; y aún más
en las de las segundas, que de las primeras. ¿Qué quiero decir? ¿Qué la lecura, como tal, es inútil? Nada menos. No
sólo la juzgo utilísima, sino indispensablemente necesaria. Culpo los accidentes, no la substancia; no la entidad, sino el
modo. No digo, que se pierde todo el tiempo, que se emplea en la lectura, sino buena parte de él. Ni tampoco esta
censura comprende a todos los Maestros, sino a algunos, aunque no muy pocos."
(Teatro crítico universal, tomo VIII, discurso III, "Dictado de las Aulas")
2. Introducción del concepto clasista y restringido de la Universidad. Para él era un gran mal que llegaran a los
estudio superiores tanta gente que no reunía las condiciones necesarias para ello, como estaba ocurriendo; harían
mucho mejor dedicándose a la agricultura o a la industria. Para lograr la reducción del alumnado universitario proponía
una medida drástica, "arrojar de la Escuela a los ineptos" mediante el establecimiento de un visitador o examinador,
"señalado por el príncipe o por el Supremo Senado", consecuencia de la necesaria centralización de la universidad en el
Estado, que también exponía Feijoo, el cual todos los años tendría por misión hacer una criba entre todos aquellos que
se presentaran a matricularse en la Universidad, no admitiendo a los zotes.

"Conviniera mucho al Público, que en cada Universidad hubiese un Visitador, o Examinador, señalado por el
Príncipe, o por el Supremo Senado, que informándose cada año de los que son aptos, o ineptos para las Letras, purgase
de estos las escuelas. Con este arbitrio habría más gente en la República para ejercer la Artes Mecánicas, y las Ciencias
abundarían de más floridos Profesores; pues se ve a cada paso, que al fin algunos de los zotes, a fuerza de favores,
quitan el empleo de Magisterio a algunos beneméritos; lo que no podría suceder, si con tiempo los retirasen de la Aula,
como a los inválidos de la Milicia."
(Teatro crítico universal, tomo VIII, discurso III)
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3. Introducción en la universidad de todos aquellos estudios que hasta ese momento permanecían fuera de ella:
Física, Astronomía, Botánica, Historia Natural, pues eran los libros sobre estas ciencias los que se debían leer.

4. De esto último podemos ya deducir que en el pensamiento de Feijoo la reforma de la enseñanza va íntimamente
unida a la intervención del Estado en esta cuestión, intervención que ve necesaria, más que como consecuencia de un
planteamiento ideológico, como el instrumento insustituible que hiciera posible las reformas, ya que, ante la resistencia
que prevé, el poder del Estado aparece como el único capaz de vencerla.
A partir de sus ensayos, las universidades le citarán en sus Planes como el inspirador principal de algunas de las
innovaciones que proponen, cuando se llevan a cabo las reformas de los años 1770 y siguientes.

JOVELLANOS: "Alegato contra los toros"

Así corrió la suerte de este espectáculo, más o menos asistido o celebrado según su aparato, y también según el
gusto y genio de las provincias que le adoptaron, sin que los mayores aplausos bastasen a librarle de alguna censura
eclesiástica, y menos de aquella con que la razón y la humanidad se reunieron para condenarle. Pero el clamor de sus
censores, lejos de templar, irritó la afición de sus apasionados, y parecía empeñarlos más y más en sostenerle, cuando
el celo ilustrado del piadoso Carlos III lo proscribió generalmente, con tanto consuelo de los buenos espíritus como
sentimiento de los que juzgan las cosas por meras apariencias.

Es por cierto muy digno de admiración que este punto se haya presentado a la discusión como un problema
difícil de resolver. La lucha de toros no ha sido jamás una diversión, ni cotidiana, ni muy frecuentada, ni de todos los
pueblos de España, ni generalmente buscada y aplaudida. En muchas provincias no se conoció jamás; en otras se
circunscribió a las capitales, y dondequiera que fueron celebrados lo fue solamente a largos periodos y concurriendo a
verla el pueblo de las capitales y tal cual aldea circunvecina. Se puede, por tanto, calcular que de todo el pueblo de
España, apenas la centésima parte habrá visto alguna vez este espectáculo. ¿Cómo, pues, se ha pretendido darle el
título de diversión nacional?

Pero si tal quiere llamarse porque se conoce entre nosotros desde muy antiguo, porque siempre se ha
concurrido a ella y celebrado con grande aplauso, porque ya no se conserva en otro país alguno de la culta Europa,
¿quién podrá negar esta gloria a los españoles que la apetezcan? Sin embargo, creer que el arrojo y destreza de una
docena de hombres, criados desde su niñez en este oficio, familiarizados con sus riesgos y que al cabo perecen o salen
estropeados de él, se puede presentar a la misma Europa como un argumento de valor y bizarría española, es un
absurdo. Y sostener que en la proscripción de estas fiestas, que por otra parte puede producir grandes bienes políticos,
hay el riesgo de que la nación sufra alguna pérdida real, ni en el orden moral ni en el civil, es ciertamente una ilusión, un
delirio de la preocupación. Es, pues, claro que el Gobierno ha prohibido justamente este espectáculo y que cuando
acabe de perfeccionar tan saludable designio, aboliendo las excepciones que aún se toleran, será muy acreedor a la
estimación y a los elogios de los buenos y sensatos patricios.

PADRE BENITO FEIJOO “Siempre la moda fue la moda” en Teatro crítico universal.

Siempre la moda fue la moda. Quiero decir que siempre el mundo fue inclinado a los nuevos usos.
Esto lo lleva de suyo la misma naturaleza. Todo lo viejo fastidia. El tiempo todo lo destruye. A lo que no quita la
vida, quita la gracia… Piensan algunos que la variación de las modas depende de que sucesivamente se va refinando
más el gusto, o la inventiva de los hombres cada día es más delicada. ¡Notable engaño! No agrada la moda nueva por
mejor, sino por nueva. Aún dije demasiado. No agrada porque es nueva, sino porque se juzga que lo es, y por lo común
se juzga mal. Los modos de vestir que hoy llamamos nuevos, por la mayor parte son antiquísimos. […]
Pero, aunque en todos tiempos reinó la moda, está sobre muy distinto pie en éste que en los pasados su
imperio. Antes el gusto mandaba en la moda, ahora la moda manda en el gusto. Ya no se deja un modo de vestir porque
fastidia, ni porque el nuevo parece o más conveniente o más airoso. Aunque aquel sea y parezca mejor, se deja porque
así lo manda la moda. Antes se atendía a la mejoría, aunque fuese solo imaginada, o, por lo menos, un nuevo uso, por
ser nuevo agradaba y, hecho agradable, se admitía; ahora, aun cuando no agrade, se admite solo por ser nuevo. Malo
sería que fuese tan inconstante el gusto, pero peor es que, sin interesarse el gusto, haya tanta inconstancia. De suerte
que la moda se ha hecho un dueño tirano y, sobre tirano, importuno, que cada día pone nuevas leyes para sacar cada
día nuevos tributos; pues cada nuevo uso que introduce es un nuevo impuesto sobre las haciendas. No se trajo cuatro
días el vestido cuando es preciso arrimarle como inútil y, sin estar usado, se ha de condenar como viejo. Nunca
menudearon tanto las modas como ahora, ni con mucho.
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SAMANIEGO (poesía didáctica)


JUAN MELÉNDEZ VALDÉS (poesía anacreóntica)
Fábula II Los besos de amor
La cigarra y la hormiga
Cuando mi blanda Nise
lasciva me rodea
Cantando la Cigarra
con sus nevados brazos,
pasó el verano entero,
y mil veces me besa;
sin hacer provisiones
cuando a mi ardiente boca
allá para el invierno;
su dulce labio aprieta
los fríos la obligaron
tan del placer rendida
a guardar el silencio
que casi a hablar no acierta;
y a acogerse al abrigo
y yo por alentarla
de su estrecho aposento.
corro con mano inquieta
Viose desproveída
de su nevado vientre
del precioso sustento:
las partes más secretas;
sin mosca, sin gusano,
y ella entre dulces ayes
sin trigo, sin centeno.
se mueve más, y alterna
ternuras y suspiros
Habitaba la Hormiga
con balbuciente lengua;
allí tabique en medio,
ora hijito me llama,
y con mil expresiones
ya que cese me ruega,
de atención y respeto
ya al besarme me muerde,
la dijo: «Doña Hormiga,
y moviéndose anhela.
pues que en vuestro granero
Entonces ¡ay! si alguno
sobran las provisiones
contó del mar la arena,
para vuestro alimento,
cuente, cuente, las glorias
prestad alguna cosa
en que el amor me anega.
con que viva este invierno
Oda VI
esta triste cigarra,
que alegre en otro tiempo, ¡Cómo se van las horas,
nunca conoció el daño, y tras ellas los días
nunca supo temerlo. y los floridos años
No dudéis en prestarme; de nuestra frágil vida!
que fielmente prometo La vejez luego viene,
pagaros con ganancias, del amor enemiga,
por el nombre que tengo.» y entre fúnebres sombras
la muerte se avecina,
La codiciosa hormiga que escuálida y temblando,
respondió con denuedo, fea, informe, amarilla,
ocultando a la espalda nos aterra, y apaga
las llaves del granero: nuestros fuegos y dichas.
«¡Yo prestar lo que gano El cuerpo se entorpece,
con un trabajo inmenso! los ayes nos fatigan,
Dime, pues, holgazana, nos huyen los placeres
¿qué has hecho en el buen tiempo?» y deja la alegría.
«Yo, dijo la Cigarra, Si esto, pues, nos aguarda,
a todo pasajero ¿para qué, mi Dorila,
cantaba alegremente, son los floridos años
sin cesar ni un momento.» de nuestra frágil vida?
«¡Hola! ¿conque cantabas Para juegos y bailes
cuando yo andaba al remo? y cantares y risas
Pues ahora, que yo como, nos los dieron los cielos,
baila, pese a tu cuerpo. las Gracias los destinan.
Ven ¡ay! ¿qué te detiene?
Ven, ven, paloma mía,
debajo de estas parras
do leve el viento aspira;
y entre brindis süaves
y mimosas delicias
de la niñez gocemos,
pues vuela tan aprisa.
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TOMÁS DE IRIARTE -le gritó más recio-,


en que eres un pajarraco
Fábula “El cuervo y el pavo”
de muy mal agüero.
Pues, como digo, es el caso
¡Quita allá, que me das asco,
(y vaya de cuento)
grandísimo puerco!
que a volar se desafiaron
Sí, que tienes por regalo
un pavo y un cuervo.
comer cuerpos muertos».
Al término señalado
«Todo eso no viene al caso
cuál llegó primero,
-le responde el cuervo-,
considérelo quien de ambos
porque aquí sólo tratamos
haya visto el vuelo.
de ver qué tal vuelo».
«Aguárdate -dijo el pavo
Cuando en las obras del sabio
al cuervo de lejos-.
no encuentra defectos,
¿Sabes lo que estoy pensando?
contra la persona cargos
Que eres negro y feo.
suele hacer el necio.
Escucha: también reparo

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