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El Neoclasicismo
EL NEOCLASICISMO EN ESPAÑA
1. Cronología:
El siglo XVIII es el pórtico de la Edad Contemporánea, ya que todos los principios y valores del
Antiguo Régimen son sometidos a discusión y se producen cambios importantes. Es conocido también
como el Siglo de las Luces (bajo la metáfora platónica de luz = saber, conocimiento/ la oscuridad =
ignorancia de la humanidad) o el Siglo de la razón por la importancia que se le da a esta en el proceso de
conocimiento de la realidad.
Este movimiento venía a reflejar en las artes y la cultura los principios intelectuales de la
Ilustración, movimiento cultural e intelectual originado en Gran Bretaña en el siglo XVIII que será
especialmente activo en Francia y que inspiró importantísimos cambios sociales y culturales, el más
destacado la Revolución Francesa. La Ilustración impone el racionalismo y lucha contra la superstición y
la ignorancia del vulgo (del pueblo). Se llevan a cabo importantes avances científicos y técnicos. El afán
de conocimiento lleva a los ilustrados a recopilar todo el saber de las distintas disciplinas en la primera
enciclopedia creada por el ser humano.
El Neoclasicismo también, como su nombre indica, trató de recuperar las huellas gloriosas del
pasado clásico dejadas por Grecia y Roma en el saber humano. Así tanto en la escultura, la arquitectura,
la pintura o la literatura se imitaron las grandes obras artísticas de la época clásica. Homero, Virgilio,
Horacio, Ovidio o Plutarco, entre otros muchos literatos, se convirtieron en modelos a seguir para los
escritores del siglo XVIII.
En España, el movimiento neoclásico se desarrolló durante todo el siglo XVIII, fue precedido por
el Barroco (siglo XVII) y seguido por el Romanticismo (siglo XIX). Como la mayor parte de movimientos
literarios, surgió también como reacción frente a los excesos del arte barroco.
La nueva dinastía borbónica pondrá en práctica una nueva forma de gobierno, el despotismo
ilustrado, para modernizar la nación. Esta nueva forma de gobierno tiene como lema principal “todo
para el pueblo pero sin el pueblo”. El gobierno es absoluto y centralista, preocupado por mejorar la
situación del pueblo, pero sin contar con su participación y siempre impulsado por la luz de la razón. Se
produce un auge de la economía y el comercio. Como el resto de los monarcas absolutistas de Europa, los
Borbones se apoyaron en una minoría culta para llevar a cabo todas las reformas.
El despotismo ilustrado resultó ser una forma de gobierno insuficiente para las aspiraciones de la
burguesía, que quería sustituir a la aristocracia en el poder. El 14 de julio de 1789 los ciudadanos de
París asaltaron la prisión de la Bastilla y retuvieron a la familia real en el Palacio de las Tullerías. Era el
comienzo de la Revolución Francesa y el fin del antiguo régimen político basado en los privilegios de la
aristocracia y el clero. Con el lema “libertad, igualdad, fraternidad”, la burguesía tomaba el poder
político y económico en Europa.
Desde el punto de vista cultural y filosófico, ya hemos mencionado que durante el siglo XVIII se
desarrolla un movimiento cultural importantísimo denominado Ilustración. El objetivo principal de este
es mostrar que la vida humana y la naturaleza se rigen únicamente por el poder de la razón.
Para los ilustrados, la razón ilumina la vida humana y acaba con la oscuridad y la ignorancia. Por
este motivo, en esta época existió un extraordinario afán por el saber: se cultivaron con enorme éxito las
ciencias puras (matemáticas) y experimentales (física, botánica,...), así como las humanidades (política,
derecho...). La obra de erudición más importante será la Enciclopedia francesa, editada por Diderot y D
´Alambert, en la que se recogen todos los conocimientos de la época. En España destacan la creación de
la Real Academia Española, el Museo del Prado y la Biblioteca Nacional, todas ellas instituciones que
defienden y protegen el saber.
Diderot D´Alambert
considerados afrancesados.
Este cambio de actitud con las ideas ilustradas se debió al temor de que, como ocurrió en Francia,
la Ilustración desembocara en España en un proceso revolucionario que pusiese en peligro la monarquía
absolutista.
3. Características del movimiento neoclásico y sus repercusiones en la literatura:
Para realizar sus obras los artistas neoclásicos debían guiarse por principios y normas muy
rígidos. Estos son:
• El afán didáctico que influye en la finalidad que se asigna a la literatura: no se escribe para
entretener, sino para educar o divulgar ideas y conocimientos. Las obras pretenden enseñar e
instruir a todos los grupos sociales, especialmente al pueblo. Se utiliza sobre todo la fábula como
vehículo educativo.
• La creación literaria se rige por la razón, de ahí el espíritu crítico de los escritores ante el mundo
que los rodea; los artistas deben desterrar de sus obras los sentimientos, la imaginación y la
fantasía, elementos opuestos a la capacidad de raciocinio. Se produce una literatura de ideas o
literatura filosófica en la que prevalece el pensamiento sobre la imaginación. El género
predominante, y que nace en este momento, es el ensayo, que dará origen al periodismo que se
configura como género. Aparecen los primeros periódicos diarios. Es el nacimiento del periodismo
moderno, donde tienen especial cabida los géneros de opinión.
• No se busca la originalidad, sino la imitación de los modelos clásicos grecolatinos por
considerarlos perfectos, dado que representan el orden y el equilibrio.
• El cumplimiento de las reglas de las tres unidades en el teatro ideadas por Aristóteles (unidad de
acción, unidad de espacio y unidad temporal, es decir, las obras teatrales solo podían tener una
acción, debían desarrollarse en un único lugar y durar tan sólo un día).
• El estilo es sobrio y sencillo con escasez de recursos literarios, para que el acceso a las obras sea
menos complicado para los lectores.
Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) es uno de los más destacados ensayistas españoles del
Siglo de las Luces. Como ensayista tocó temas muy variados: economía, educación, derecho, política,
sociedad... Reflejó sus ideas para modernizar España en obras como:
Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos (criticó duramente el
espectáculo de los toros, que consideraba bárbaro; así como la excesiva
vigilancia y la falta de libertad en las calles de pueblos y ciudades); Informe
sobre la ley agraria, donde analiza las causas del retraso del campo español y
propone reformas agrarias como el acceso a la cultura de los campesinos o la
desamortización (expropiación de los bienes eclesiásticos); y la Memoria
sobre la educación pública, donde deja claro su ideal ilustrado de que la
cultura es el fundamento del progreso social y de la felicidad personal.
b) La poesía didáctica: el subgénero más importante será la fábula, que estará al servicio del afán
pedagógico y satírico del siglo XVIII. Estas fábulas están protagonizadas por animales que se comportan
como seres humanos y que ejemplifican, a través de su actitud, los vicios y malas costumbres y de las que
se desprende siempre una moraleja, esto es, una lección moral o una enseñanza práctica para la vida.
Los fabulistas más aplaudidos serán Félix María Samaniego (1745-1791) y Tomás de Iriarte
(1750-1791). Sus fábulas están inspiradas en el escritor clásico Esopo y en las del francés La Fontaine.
4.3. El teatro neoclásico: los ilustrados adoptaron medidas para acabar con las últimas
manifestaciones del teatro barroco por considerar que no respetaba el buen gusto, no cumplía con las
tres unidades aristotélicas y tampoco estaba al servicio de los ideales políticos y morales de la
Ilustración. Los dramaturgos neoclásicos elaboraron un teatro verosímil y creíble, sometido a la razón;
respetaron la norma clásica de no mezclar tragedia y comedia, ni verso y prosa; y potenciaron la función
didáctica.
Las obras teatrales neoclásicas, sin embargo, no fueron recibidas
con demasiado entusiasmo por el público, que estaba muy habituado a las
historias fantásticas y al dinamismo escénico del teatro barroco.
El autor teatral más importante será Leandro Fernández de
Moratín (1760-1828). En sus comedias adoptó las normas o preceptos del
teatro clásico, pero imitó a los hombres y mujeres de su tiempo. De hecho,
los argumentos de sus obras se desarrollan en el ámbito familiar, donde
podían aflorar los vicios y errores más comunes de la sociedad española,
como por ejemplo, la convención social de concertar matrimonios entre
jovencitas y viejos por puros intereses económicos, tema que toca en su obra más conocida, El sí de las
niñas.
Literatura castellana
El Neoclasicismo
Textos neoclásicos
DON DIEGO.- Muy bien. Siéntese usted... Y no hay que asustarse ni alborotarse (Siéntanse los dos) por nada de lo que
yo diga; y cuenta, no nos abandone el juicio cuando más lo necesitamos... Su hija de usted está enamorada...
DOÑA IRENE.- Pues ¿no lo he dicho ya mil veces? Sí, señor, que lo está; y bastaba que yo lo dijese para que...
DON DIEGO.- ¡Este vicio maldito de interrumpir a cada paso! Déjeme usted hablar.
DOÑA IRENE.- Bien, vamos, hable usted.
DON DIEGO.- Está enamorada; pero no está enamorada de mí.
DOÑA IRENE.- ¿Qué dice usted?
DON DIEGO.- Lo que usted oye.
DOÑA IRENE.- Pero ¿quién le ha contado a usted esos disparates?
DON DIEGO.- Nadie. Yo lo sé, yo lo he visto, nadie me lo ha contado, y cuando se lo digo a usted, bien seguro estoy de
que es verdad... Vaya, ¿qué llanto es ése?
Literatura castellana
El Neoclasicismo
LOS ILUSTRADOS
El padre Feijoo ocupa un lugar importantísimo en la puesta en marcha del proceso que desembocará en las
reformas de la universidad en el reinado de Carlos III. En su obra refleja los aspectos negativos de la universidad
tradicional, que es quizá en la parte que más se ha insistido al exponer su pensamiento. Aquí nos interesa examinar las
ideas sobre las que, según él, debe construirse la nueva Universidad, que se intentarán llevar a cabo cuando suene la
hora de las reformas.
1. Introducción de un nuevo método de estudio que significara la abolición del método de estudiar por
"dictados" y su sustitución por unos libros de texto para cada asignatura. Varios beneficios consideraba el fraile
benedictino que se sacarían de esta reforma: se ahorraría mucho tiempo, no teniendo que copiar tantas cosas, se
podrían explicar más temas y con más extensión y se lograría enseñar una mejor doctrina científica, o incluso la mejor,
pues, como es natural, se buscaría como texto el del autor más competente en la materia. La principal dificultad del
nuevo método la veía el propio Feijoo en la falta de esos cursos adecuados para la enseñanza, pues como consecuencia
de haber imperado durante tantos años en la universidad española el sistema de dictados, los catedráticos, desde hacía
muchas generaciones, habían abandonado este trabajo científico.
"Duélome del tiempo que se pierde en la lectura de las materias, tanto filosóficas, como Teológicas; y aún más
en las de las segundas, que de las primeras. ¿Qué quiero decir? ¿Qué la lecura, como tal, es inútil? Nada menos. No
sólo la juzgo utilísima, sino indispensablemente necesaria. Culpo los accidentes, no la substancia; no la entidad, sino el
modo. No digo, que se pierde todo el tiempo, que se emplea en la lectura, sino buena parte de él. Ni tampoco esta
censura comprende a todos los Maestros, sino a algunos, aunque no muy pocos."
(Teatro crítico universal, tomo VIII, discurso III, "Dictado de las Aulas")
2. Introducción del concepto clasista y restringido de la Universidad. Para él era un gran mal que llegaran a los
estudio superiores tanta gente que no reunía las condiciones necesarias para ello, como estaba ocurriendo; harían
mucho mejor dedicándose a la agricultura o a la industria. Para lograr la reducción del alumnado universitario proponía
una medida drástica, "arrojar de la Escuela a los ineptos" mediante el establecimiento de un visitador o examinador,
"señalado por el príncipe o por el Supremo Senado", consecuencia de la necesaria centralización de la universidad en el
Estado, que también exponía Feijoo, el cual todos los años tendría por misión hacer una criba entre todos aquellos que
se presentaran a matricularse en la Universidad, no admitiendo a los zotes.
"Conviniera mucho al Público, que en cada Universidad hubiese un Visitador, o Examinador, señalado por el
Príncipe, o por el Supremo Senado, que informándose cada año de los que son aptos, o ineptos para las Letras, purgase
de estos las escuelas. Con este arbitrio habría más gente en la República para ejercer la Artes Mecánicas, y las Ciencias
abundarían de más floridos Profesores; pues se ve a cada paso, que al fin algunos de los zotes, a fuerza de favores,
quitan el empleo de Magisterio a algunos beneméritos; lo que no podría suceder, si con tiempo los retirasen de la Aula,
como a los inválidos de la Milicia."
(Teatro crítico universal, tomo VIII, discurso III)
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3. Introducción en la universidad de todos aquellos estudios que hasta ese momento permanecían fuera de ella:
Física, Astronomía, Botánica, Historia Natural, pues eran los libros sobre estas ciencias los que se debían leer.
4. De esto último podemos ya deducir que en el pensamiento de Feijoo la reforma de la enseñanza va íntimamente
unida a la intervención del Estado en esta cuestión, intervención que ve necesaria, más que como consecuencia de un
planteamiento ideológico, como el instrumento insustituible que hiciera posible las reformas, ya que, ante la resistencia
que prevé, el poder del Estado aparece como el único capaz de vencerla.
A partir de sus ensayos, las universidades le citarán en sus Planes como el inspirador principal de algunas de las
innovaciones que proponen, cuando se llevan a cabo las reformas de los años 1770 y siguientes.
Así corrió la suerte de este espectáculo, más o menos asistido o celebrado según su aparato, y también según el
gusto y genio de las provincias que le adoptaron, sin que los mayores aplausos bastasen a librarle de alguna censura
eclesiástica, y menos de aquella con que la razón y la humanidad se reunieron para condenarle. Pero el clamor de sus
censores, lejos de templar, irritó la afición de sus apasionados, y parecía empeñarlos más y más en sostenerle, cuando
el celo ilustrado del piadoso Carlos III lo proscribió generalmente, con tanto consuelo de los buenos espíritus como
sentimiento de los que juzgan las cosas por meras apariencias.
Es por cierto muy digno de admiración que este punto se haya presentado a la discusión como un problema
difícil de resolver. La lucha de toros no ha sido jamás una diversión, ni cotidiana, ni muy frecuentada, ni de todos los
pueblos de España, ni generalmente buscada y aplaudida. En muchas provincias no se conoció jamás; en otras se
circunscribió a las capitales, y dondequiera que fueron celebrados lo fue solamente a largos periodos y concurriendo a
verla el pueblo de las capitales y tal cual aldea circunvecina. Se puede, por tanto, calcular que de todo el pueblo de
España, apenas la centésima parte habrá visto alguna vez este espectáculo. ¿Cómo, pues, se ha pretendido darle el
título de diversión nacional?
Pero si tal quiere llamarse porque se conoce entre nosotros desde muy antiguo, porque siempre se ha
concurrido a ella y celebrado con grande aplauso, porque ya no se conserva en otro país alguno de la culta Europa,
¿quién podrá negar esta gloria a los españoles que la apetezcan? Sin embargo, creer que el arrojo y destreza de una
docena de hombres, criados desde su niñez en este oficio, familiarizados con sus riesgos y que al cabo perecen o salen
estropeados de él, se puede presentar a la misma Europa como un argumento de valor y bizarría española, es un
absurdo. Y sostener que en la proscripción de estas fiestas, que por otra parte puede producir grandes bienes políticos,
hay el riesgo de que la nación sufra alguna pérdida real, ni en el orden moral ni en el civil, es ciertamente una ilusión, un
delirio de la preocupación. Es, pues, claro que el Gobierno ha prohibido justamente este espectáculo y que cuando
acabe de perfeccionar tan saludable designio, aboliendo las excepciones que aún se toleran, será muy acreedor a la
estimación y a los elogios de los buenos y sensatos patricios.
PADRE BENITO FEIJOO “Siempre la moda fue la moda” en Teatro crítico universal.
Siempre la moda fue la moda. Quiero decir que siempre el mundo fue inclinado a los nuevos usos.
Esto lo lleva de suyo la misma naturaleza. Todo lo viejo fastidia. El tiempo todo lo destruye. A lo que no quita la
vida, quita la gracia… Piensan algunos que la variación de las modas depende de que sucesivamente se va refinando
más el gusto, o la inventiva de los hombres cada día es más delicada. ¡Notable engaño! No agrada la moda nueva por
mejor, sino por nueva. Aún dije demasiado. No agrada porque es nueva, sino porque se juzga que lo es, y por lo común
se juzga mal. Los modos de vestir que hoy llamamos nuevos, por la mayor parte son antiquísimos. […]
Pero, aunque en todos tiempos reinó la moda, está sobre muy distinto pie en éste que en los pasados su
imperio. Antes el gusto mandaba en la moda, ahora la moda manda en el gusto. Ya no se deja un modo de vestir porque
fastidia, ni porque el nuevo parece o más conveniente o más airoso. Aunque aquel sea y parezca mejor, se deja porque
así lo manda la moda. Antes se atendía a la mejoría, aunque fuese solo imaginada, o, por lo menos, un nuevo uso, por
ser nuevo agradaba y, hecho agradable, se admitía; ahora, aun cuando no agrade, se admite solo por ser nuevo. Malo
sería que fuese tan inconstante el gusto, pero peor es que, sin interesarse el gusto, haya tanta inconstancia. De suerte
que la moda se ha hecho un dueño tirano y, sobre tirano, importuno, que cada día pone nuevas leyes para sacar cada
día nuevos tributos; pues cada nuevo uso que introduce es un nuevo impuesto sobre las haciendas. No se trajo cuatro
días el vestido cuando es preciso arrimarle como inútil y, sin estar usado, se ha de condenar como viejo. Nunca
menudearon tanto las modas como ahora, ni con mucho.
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