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Se ha podido escribir que con la adopción, debido a estas actitudes, de criterios maniqueístas
«se promueve una tergiversación en la escala de los valores culturales, con las nefastas
consecuencias que hasta ahora ha tenido para nuestra historiografía» (Abellán, 1981, 479); en
la misma idea insistió años más tarde (1987) Teófanes Egido. No obstante, desde hace
aproximada- mente unas tres décadas, superada la estrecha visión del joven Menéndez y
Pelayo — a pesar de contar, de forma más o menos manifiesta, con representantes recientes
como Fernández de la Cigoña o Alberto delaHera— se ha abierto una etapa enlaque nuestros
conocimientos sobre el XVIII alcanzan hitos cada día más serenos e importantes,
quenosaproximan de modo progresivo a unmejor conocimiento de su verdadera realidad, por
lo quese puede afirmar que, salvo las inevitables excepciones, predomina entre la
historiografía reciente u n acercamiento lúcido a nuestra centuria ilustrada, que ha dejado a un
lado los flagrantes apriorismos presentes, con indeseada y excesiva frecuencia, en tiempos
anteriores.
Domínguez, A. y Cortés, A. (2006). Cristianismo e Concepto de ilustración.
Ilustración. En Cortés, A. (coord.), Historia del cristianismo Emanuele Kant.
III. El mundo Moderno. Madrid: Editorial Trotta, Universidad
de Granada, p.832
¿Qué es la Ilustración? La respuesta dada por el filósofo prusiano Immanuel Kant, a la que
tradi- cionalmente siempre seacude, nopuede serenapariencia más sencilla y,a la vez,
máselocuente: «El fin de la minoría de la edad del hombre. El fin de su incapacidad para
utilizar su razón sin la dirección de otro»; en otras palabras, esto suponía la conquista del
hombre a ser un espíritu liberado del dogmatismo y de la autoridad. No obstante, lo cierto es
que las divergencias interpretativas sobre el mismo concepto de Ilustración han sido una
constante desde el mismo siglo XVIII hasta hoy, lo que habla de la complejidad del fenómeno
y del as distintas posiciones que se han adoptado según lasbasesde partida conlas quese ha
analizado
Domínguez, A. y Cortés, A. (2006). Cristianismo e Orígenes religiosos de la
Ilustración. En Cortés, A. (coord.), Historia del cristianismo ilustración. Voltaire.
III. El mundo Moderno. Madrid: Editorial Trotta, Universidad Humanismo tolerancia
de Granada, p.833 - 834 religiosa.
Los orígenes religiosos de la Era de las Luces», en el que, apoyándose en Voltaire y Gibbon,
niega con rotundidad el (origen calvinista, resaltando, por el contrario, la influencia decisiva
del cristianismo erasmiano y de diversos sectores del protestantismo. Porque, según el profesor
Antonio Mestre a quien en gran parte: seguimos en estas líneas, tanto Voltaire como Gibbon
recurrían, para defender sus argumentos y diatribas, «a los autores del Humanísimo,
especialmente a Erasmo, a los erasmistas tolerantes de finales del XVI (Lipsio, Casaubon,
Thou, Sarpi, Grocio) y a los partidarios de la tolerancia religiosa de la segunda mitad del siglo
xvn (Locke, Newton, Leibniz, Bayle, Leclerq)» (Mestre, 1993, 26-27). No se debe olvidar
tampoco que el pietismo abrió camino a la Aufklarung, lo que sin duda dio unos rasgos propios
al movimiento ilustrado alemán.
Domínguez, A. y Cortés, A. (2006). Cristianismo e Importancia de los
Ilustración. En Cortés, A. (coord.), Historia del cristianismo intelectuales en la
III. El mundo Moderno. Madrid: Editorial Trotta, Universidad formación del pensamiento
de Granada, p.835 - 836 cristiano e ilustrado.
El Siglo Ilustrado fue, pues, más corto de lo que su nombre indica; recortado en sus dos
extremos, fueron seis o siete decenios, tres generaciones más o menos las que concentraron su
más genuino espíritu, aunque bien es verdad que su influencia,de forma más o menos intensa
—de nuevo a tener presente los factores espacio y timpo—, se iba a prolongar a lo largo de la
época contemporánea, ya que no pocos de sus ideales fueron la base en laque se forjaría el
liberalismo.
Domínguez, A. y Cortés, A. (2006). Cristianismo e Vida eclesiástica.
Ilustración. En Cortés, A. (coord.), Historia del cristianismo Clero parroquial.
III. El mundo Moderno. Madrid: Editorial Trotta, Universidad Privilegios. Privilegios del
de Granada, p.851 clero. Vida mundana.
La vida eclesiástica y, sobre todo, religiosa de la mayoría de los fieles católicos discurría al
margen de todas estas querellas. El clero parroquial, en general, cumplía con sus obligaciones
pastorales, mientras que entre los eclesiásticos sin cura de almas seguía siendo frecuente que
se ordenaran por motivos meramente económicos, por ejemplo, en Francia y en Italia eran
abundantes los abates que, disfrutando los privilegios del estado clerical, llevaban una vida
mundana, bien alejada de la que les correspondía por las órdenes recibidas.
Domínguez, A. y Cortés, A. (2006). Cristianismo e El protestantismo. Catalina
Ilustración. En Cortés, A. (coord.), Historia del cristianismo II. Protestantismo y
III. El mundo Moderno. Madrid: Editorial Trotta, Universidad marxismo.
de Granada, p.853
La ideología ilustrada no formaba un conjunto coherente. Era más una actitud que un
contenido concreto y cerrado. Los ilustrados creían en la razón y en el progreso humano, en la
perfectibilidad del hombre, en la necesidad de impulsar los ideales que preconizaban mediante
una acción gubernamental y una específica política educativa; en general, eran abiertos al
diálogo y tolerantes, al menos en teoría, porque, en la práctica, no faltaron quienes se
mostraron en más de una ocasión intransigentes y autoritarios a la hora de defender e implantar
sus ideas; de ahí su apoyo al absolutismo monárquico, ya que consideraban que el soporte
proporcionado por los monarcas absolutos era el mejor sistema para hacer realidid sus
proyectos y acabar con el oscurantismo.
Domínguez, A. y Cortés, A. (2006). Cristianismo e Datos importantes.
Ilustración. En Cortés, A. (coord.), Historia del cristianismo Efectos de la ilustración en
III. El mundo Moderno. Madrid: Editorial Trotta, Universidad el cristianismo.
de Granada, p.857 - 858
Las últimas investigaciones sobre prácticas religiosas, sobre bibliotecas privadas y otros
aspectos de las mentalidades han dejado patente que el XVIII fue, en conjunto, un siglo
creyente, aunque no necesariamente ortodoxo; no sólo en las clases populares si no en las más
elevadas y cultas ocupaba la religión un gran lugar. Ahora bien, a pesar de ello, se percibe que
a lo largo de aquella centuria hubo síntomas, y en ocasiones algomás, de enfriamiento
espiritual y de laicización; lo revelan el descenso de vocaciones religiosas y otros indicios; así,
algunos ejemplos que fácilmente pueden aumentarse, los barcos ya no llevaban todos nombre
de santos o vírgenes, en los inventarios aparecen menos pinturas y libros de asuntos devotos,
en las mandas funerarias disminuye el número de misas... No asistimos, pues, a una caída
vertical del sentimiento religioso, pero sí al inicio de un descenso notable.
Domínguez, A. y Cortés, A. (2006). Cristianismo e Es relaciona a la
Ilustración. En Cortés, A. (coord.), Historia del cristianismo masonería.
III. El mundo Moderno. Madrid: Editorial Trotta, Universidad Masonería, cristianismo,
de Granada, p.862 en la ilustración.
El concepto cristiano del hombre, así como el de los actos que éste realizaba, aunque en gran
parte siguió vigente en sus líneas maestras, fue cambiando paulatinamente de sentido y, por
tanto, dando un nuevo significado a las actividades de cada día. Quizás nada resulte al respecto
tan elocuente como lo sucedido con la práctica de la caridad, que comenzó a ser suplantada por
la filantropía; aquélla se basaba en un precepto divino y, por ello, estaba impregnada de un
fuerte sentimiento religioso; ésta era contemplada sin embargo como una virtud natural que
debía estar regida por la razón y dirigida al bien común
Domínguez, A. y Cortés, A. (2006). Cristianismo e Nota interesante. La
Ilustración. En Cortés, A. (coord.), Historia del cristianismo limosna. El sentido de la
III. El mundo Moderno. Madrid: Editorial Trotta, Universidad limosna. Sociedad. Obra
de Granada, p.864 pública. Visión del
limosnero. Renacimiento.