Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EL EDICTO DE MILÁN
PERSPECTIVAS INTERDISCIPLINARES
Colección Ensayo, nº 10
UCAM. Servicio de Publicaciones
Murcia 2017
EL EDICTO DE MILÁN
PERSPECTIVAS INTERDISCIPLINARES
Colección Ensayo, nº 10
UCAM. Servicio de Publicaciones
I.S.B.N.: 978-84-16045-64-8
D.L.: MU-68-2017
E
s éste, como se sabe, uno de los temas históricos más es-
tudiados en los últimos siglos, y también uno de los más
populares, hasta punto tal que estas persecuciones han
llegado a definir una época estelar en la historia del Cristianismo,
época trufada de héroes, confesores y mártires, que dieron a la
Iglesia un prestigio imperecedero2.
Se trata, sin embargo, de un tema todavía hoy repleto de in-
terrogantes, con aspectos y periodos insuficientemente docu-
mentados y, por ende, abierto al debate y al estudio. Huelga decir
que esta tarea exige un análisis desapasionado de las fuentes, sin
1
Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación La Iglesia como sistema de dominación
en la Antigüedad Tardía (HAR2012-31234), patrocinado por el Ministerio de Economía y
Competitividad. Para evitar repeticiones innecesarias me sirvo con frecuencia de dos siglas:
HE = Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, obra que cito por la edición y traducción de
A. Velasco Delgado, Madrid, BAC, 1973. MP = Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores,
obra que cito por la edición latina de J. Moreau, Paris, SC, 1954, y por la versión castellana
de R. Teja, Madrid, BCG, 1980.
2
Nadie, en lo que conozco, lo ha dicho de manera más precisa y sentida que nuestro Fray
Luis de Granada, Guía de maravillas, edición de G. Mazochi, Sevilla, 2006, p. 308, cuando
exalta el fruto que los mártires legaron a los fieles del futuro: “porque por aquí se confirma
nuestra fe, por aquí se enciende nuestra caridad, por aquí se conoce el poder de la divina
gracia que tal fortaleza puso en carne tan flaca. Por aquí se esfuerza nuestra paciencia, y se
alivian nuestros trabajos, y se despierta nuestra devoción, y se condena el regalo [= com-
placencia] de nuestra carne, y se avergüenza nuestra flojedad y tibieza, pues es tan poco lo
que hacemos por el reino del cielo, viendo lo mucho que estos fuertes caballeros padecieron
por él. Y por aquí finalmente queda sin excusa nuestra negligencia, viendo lo que el
hombre podría con la gracia, que a nadie se niega. Ésta es una grande gloria que tiene la
Iglesia, que es haber sido fundada con la sangre de tantos mártires”.
88 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
3
Cf., entre las obras más recientes, Cardini, F. Cristiani perseguiti e persecutori, Salerno
Editrice, Roma, 2011; Filoramo, G. La croce e il potere: i cristiani da martiri a persecutori, Roma,
Laterza, 2011.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 89
4
Cf. Guignebert, 1983, pp. 27-28. El primer debelador riguroso de esta teoría de “la perse-
cución perpetua” fue Grégoire, H., Les persécutions dans l'Empire romain, Bruselas, 1964 (2ª
ed. revisada), pp. 35-36 y passim, que se propuso, por el contrario, probar el alcance
limitado de las persecuciones, tanto de las provocadas por tumultos populares como de las
promulgadas por el Estado romano.
5
Drake, H. A. «Lambs into Lions: Explaining Early Christian Intolerance», Past and Present,
155, 1996, pp. 3-36; Streeter, J., «Introduction: de Ste. Croix on Persecution», en Ste.
Croix, G.E.M., Christian Persecution, Martyrdom, and Orthodoxy, Oxford UP, 2006, pp. 3-34.
90 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
6
Se comprende así que los cálculos aventurados sobre el número de mártires, tema sobre
el que carecemos de datos suficientes pero que ha fascinado a muchos estudiosos desde el
siglo XVII, hayan sido muy diversos. Desde los varios cientos de millares calculados por los
primeros y más fervorosos investigadores hasta los centenares o pocos miles de mártires
(en su mayoría orientales) propuestos por las investigaciones más recientes. Grégoire, H.,
Les persécutions dans l'Empire romain, Bruselas, 1964 (2ª ed. revisada), pp. 165 ss., estimaba
en unos 3000 el número de mártires durante la “Gran Persecución”, y en apenas unas
centenas los de las demás persecuciones, cifras que el jesuita Moreau («Le nombre des
martyrs des persécutions romaines», Nouvelle Revue Théologique, sept.-oct. 1951, pp. 812-
832), multiplicaría por tres. En todo caso, aunque históricamente fuera muy pequeño el
número de mártires, cosa que nunca sabremos con precisión, ello no disminuye un ápice
la importancia simbólica de estos héroes cristianos, ni su trascendencia como prototipos li-
terarios y modelos de comportamiento en las comunidades primitivas, como supo poner
de relieve Hopkins, K, A World Full of Gods. Pagans, Jews, and Christians in the Roman Empire,
Nueva York, 2001, pp. 109 ss.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 91
7
Gibbon, E. Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano I, Girona, 2012 (original
inglés de 1776-1787), caps. 15 y 16; Momigliano, A. «Freedom of Speech and Religious
Tolerance in the Ancient World», en Humphreys, S. C. (ed.). Anthropology and the Greeks,
Londres, 1978, pp. 179-193; Garnsey, P. «Religious Toleration in Classical Antiquity», en
Sheils, W. J. (ed.). Persecution and Toleration, Studies in Church History, vol. 21, Oxford,
1984, pp. 1-27; Teja, R. «Tolerancia e intolerancia entre paganos y cristianos en la Antigüedad
Tardía», en Conflictos religiosos: pasado y presente, Valladolid, 2004, pp. 17-26; Streeter, J. «Re-
ligious Toleration in Classical Antiquity and Early Christianity», en Ste. Croix, G.E.M.
Christian Persecution, Martyrdom, and Orthodoxy, Oxford UP, 2006, pp. 229-251.
92 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
8
Otros datos y valiosas reflexiones sobre la represión religiosa en Roma pueden verse en
Scheid J., Les dieux, l’État et l’individu. Réflexions sur la religion civique à Rome, Paris 2013, pp.
153-64.
9
Cf. Veyne, P. «Una evolución del paganismo greco-romano: injusticia y piedad de los
dioses, sus órdenes u `oráculos'», en Idem, La sociedad romana, Madrid, 1990, pp. 245-272;
Sordi, M. Los cristianos y el Imperio Romano, Madrid, 1988, pp. 1-12; Teja, R. «El cristianismo
y el Imperio romano», en Sotomayor, M. y Fernández Ubiña, J. (eds). Historia del Cristianismo
I. El mundo antiguo, Madrid 20114, pp. 293-327, cit. pp. 299 ss.; González Salinero, R. Las
persecuciones contra los cristianos en el Imperio romano, Madrid, Signifer, 2005, pp. 13 ss.
10
Ideas similares pueden verse en otros muchos autores cristianos, como Orígenes (Contra
Celso, 3,15), Cipriano (A Demetriano, 2) y Arnobio de Sicca (Adversus nationes, 1).
94 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
11
Sirvan de ejemplo, Pablo (Rom 13,1-7), Justino (Apología, 17), Melitón de Sardes (Apología
a Marco Aurelio, en Eusebio, HE, 4, 26,7-8), Atenágoras (Legación en favor de los cristianos,
37), Tertuliano (Apologético 32,1 y 30,4) y Orígenes (Contra Celso VIII, 73).
12
Clark, G. Christianity and Roman Society, Cambridge UP, 2004, pp. 16 ss.
13
“¡Mueran los ateos!” fue el grito colectivo con el que un gentío enloquecido reclamó al
procónsul la búsqueda y ejecución del obispo Policarpo de Esmirna (Martirio de Policarpo,
3,2). Policarpo, claro está, tampoco tuvo reparo en hacer suya esta consigna (“¡Mueran los
ateos!”) aunque aplicándola a la muchedumbre pagana (Ibid. 9,2). Cf. Justino, 1 Apología, 6.
14
Cf. otras muchas referencias documentales y su valoración histórica en Marcos, M. «La
idea de libertad religiosa en el Imperio romano», en Fernández Ubiña,, J. y Marcos, M.
(eds.). Libertad e intolerancia religiosa en el Imperio romano, Madrid, 2007, pp. 61-81, cit. pp.
66 ss. Sobre naturaleza y alcance de las concepciones cristianas sobre la tolerancia religiosa,
cf. Stroumsa, G.G. «Tertullian on Idolatry and the Limits of Tolerance», en Stanton, G. N.
y Stroumsa, G.G. (eds.). Tolerance and Intolerancein Early Judaism and Christianity, Cambridge
UP, 1998, pp. 173-184.
15
Drake, H. A. Constantine and the Bishops. The Politics of Intolerance, Baltimore y Londres,
2000, pp. 192 ss. Algunos estudiosos proponen distinguir entre tolerancia religiosa, que
sería un concepto acuñado en la modernidad, y libertad religiosa que Tertuliano y los
cristianos primitivos reivindicaron por primera vez en la historia. Pero esta sutil diferencia
no siempre se aprecia con suficiente claridad en la realidad cotidiana del pasado y del
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 95
Por ser, al menos hasta inicios del siglo II, una secta judía, los
primeros y más encarnizados enemigos del recién nacido judeo-
cristianismo fueron los judíos tradicionalistas, que no toleraban
los postulados universalistas del nuevo movimiento cristiano, en
particular la aceptación de gentiles no circuncidados, ni la consi-
deración de Jesús como mesías o, menos aún, su naturaleza divina.
De la crudeza de esta persecución da fe el libro neotestamentario
Hechos de los Apóstoles, que también atestigua la intervención de-
cisiva de las autoridades romanas en defensa de los cristianos hos-
tigados por judíos, como fue el caso del tribuno Claudio Lisias,
presente. Cf. DePalma Digeser, E. «Lactanius, Porphyry, and the Debate over Religious To-
leration», Journal of Roman Studies, 88 (1998), pp. 129-146; Arena, V. «Tolerance, Intolerance,
and Religious Liberty at Rome: an Investigation in the History of Ideas», en Cecconi, G. A.
y Gabrielli, C. (eds.), Politiche religiose nel mondo antico e tardoantico, Bari, 2011, pp. 147-164.
96 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
16
Entre los historiadores modernos que han dado más credibilidad e importancia a las per-
secuciones judías merece destacarse a Frend, W.H.C. Martyrdom and Persecution in the Early
Church, Oxford, 1965, esp. pp. 259 y 271-272 (cfr. la reseña crítica de F. Millar en JRS, 56,
1966, pp. 231-236). Cf. además Lieu, J. «Accusations of Jewish Persecution in Early
Christian Sources, with Particular Reference to Justin Martyr and the Martyrdom of
Poycarp», en Stanton, G.N.y Stroumsa, G.G. (eds.). Tolerance and Intolerance in Early Judaism
and Christianity, Cambridge UP, 1998, pp. 279-95. Un reciente estado de la cuestión puede
verse en Fernández Ubiña, J. «Razones, contradicciones e incógnitas de las persecuciones
anticristianas. El testimonio de Lucas-Hechos», en Fernández Ubiña, J. y Marcos, M. (eds).
Libertad e intolerancia religiosa en el Imperio romano, Madrid, 2007, pp. 27-60; Idem, «Genealogía
del Cristianismo como diálogo y conflicto con el Judaísmo», en Miralles, L. y Martín, E.
(eds.). Para entender el Judaísmo. Sugerencias interdisciplinares, Granada, 2012, pp. 125-142.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 97
po17. Dos cosas eran obvias para este historiador: 1) los cristianos
sirvieron como inocente chivo expiatorio de los desmanes de
Nerón, si bien 2) constituían una numerosa y execrable superstitio
merecedora de los máximos castigos. Pero Tácito no enumera
ninguna de sus potenciales actividades o creencias delictivas,
salvo su genérico odium generis humani y la circunstancia de
que su fundador, Cristo, de quien tomaban su nombre, había
sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador [pre-
fecto, en realidad] Poncio Pilato18. Es muy probable que Tácito
no conociera nada censurable de los cristianos y que por eso
reconozca con franqueza que los horrendos suplicios a que
fueron sometidos, como ser devorados por perros hambrientos
o crucificados y quemados para servir como iluminación noc-
turna, no hicieron sino despertar la compasión del pueblo y
sólo satisficieron la crueldad del emperador.
17
Tras el incendio de Roma del 19 de julio del 64, «Nerón presentó como culpables y
sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos
por sus ignominias. Aquel de quien tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el
reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato; la execrable superstición (superstitio),
momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo no sólo por Judea, origen del mal, sino
también por la Ciudad, lugar en el que de todas partes confluyen y donde se celebran toda
clase de atrocidades y vergüenzas. El caso fue que se empezó por detener a los que confesaban
abiertamente su fe, y luego, por denuncia de aquéllos, a una ingente multitud, y resultaron
convictos no tanto de la acusación del incendio cuanto de odio al género humano (odium
generis humani). Pero a su suplicio se unió el escarnio, de manera que perecían desgarrados
por los perros tras haberlos hecho cubrirse con pieles de fieras, o bien clavados en cruces, al
caer el día, eran quemados de manera que sirvieran como iluminación durante la noche.
Por ello, aunque fueran culpables y merecieran los máximos castigos, provocaban la
compasión, ante la idea de que perecían no por el bien público, sino por satisfacer la crueldad
de uno solo» (Tácito, Anales XV, 44. Traducción de J.L. Moralejo).
18
Ha tenido muy escaso eco la tesis histórica, recientemente defendida por Ilaria Ramelli
(Ramelli, I.L.E., «Constantine: The Legal Recognition of Christianity and its Antecedents»,
Anuario de Historia de la Iglesia, 22, 2013, pp. 65-82), según la cual un senatus consultum del
año 35, cuando reinaba Tiberio, puso por primera vez al cristianismo fuera de la ley, decla-
rándolo religio illicita, si bien no llegó a aplicarse, antes de Nerón, debido a la oposición
personal del emperador Tiberio Esta hipótesis encaja mal con el hecho de que entonces el
cristianismo carecía de una personalidad propia diferente al judaísmo y, sobre todo, sería
inexplicable semejante senatus consultum si el propio emperador Tiberio, como afirma Ter-
tuliano (Apología, 5,2), era partidario de reconocer al cristianismo como religio licita.
98 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
19
Para más detalles y referencias bibliográficas, cf. Lane Fox, R., Pagans and Christians in the
Mediterranean World from the Second Century AD to the Conversion of Constantine, Londres,
Penguin Books, 1988, pp. 430 ss. Si esta hipótesis es correcta, no es necesario pensar,
como se ha hecho a veces desde el siglo XIX, que las denuncias judías fueron decisivas en
esta primera persecución del Estado romano, ni menos aún atribuirla a las insidias de
Popea, amante y esposa de Nerón, y simpatizante del Judaísmo tradicional. Cf. Grégoire,
H., Les persécutions dans l'Empire romain, Bruselas, 1964, pp. 104-105.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 99
20
Lepelley, C. «Les chrétiens et l’Empire romain», en Mayeur J.-M. et alii (eds). Histoire du
Christianisme I.- Le Nouveau Peuple (des origines à 250), Paris, 2000, pp. 227-266, cit. pp. 230 ss.
21
Uno de los estudios más clarificadores sobre este documento es el de Croix, 1988, pp.
492-519. Pero el tema ha sido tratado, también de manera magistral, por otros historiadores,
entre ellos Teja, R. «Conquierendi non sunt: Trajano, Plinio y los cristianos», en González, J.
(ed.). Trajano, emperador de Roma, Roma, 2000, pp. 475-489.
100 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
22
Tertuliano (El apologético, 2,8-11) expresó con estas palabras las contradicciones del
rescripto de Trajano: «¡Sentencia por necesidad ilógica! Impide que sean buscados porque
son inocentes y manda castigarlos como delincuentes. Perdona y se ensaña, finge ignorarlos
y los castiga. ¿Por qué te engañas a ti misma, justicia? Si condenas, ¿por qué no investigas
también? Si no investigas, ¿por qué no absuelves igualmente? Por todas las provincias se
establecen destacamentos militares para seguir la pista a los ladrones. Contra los reos de
lesa majestad y contra los enemigos públicos, cada hombre es un soldado y la investigación
se extiende a los cómplices y hasta a los confidentes. Solamente en el caso del cristiano
habéis decidido que no es lícito investigarlo; en cambio, es lícito entregarlo, como si la in-
vestigación debiera dirigirse a un objetivo distinto del de la entrega... Así que no actuáis
con nosotros del mismo modo que lo hacéis con los malvados que han de ser juzgados. A
los demás que niegan sus delitos los torturáis para que confiesen. Solamente a los cristianos
los torturáis para que nieguen... ¿Habrá algo más perverso que tal procedimiento?... Somos
torturados por confesar, somos castigados por perseverar y somos absueltos por negar, ya
que es una guerra contra el nombre. Finalmente ¿qué significa la sentencia en la tablilla:
“cristiano”? ¿Por qué no también “homicida”, si el cristiano es un homicida? ¿Por qué no
creéis también que somos reos de «incesto» o de cualquier otro delito? ¿Solamente en
relación a nosotros tenéis vergüenza o miedo a llamar por sus nombres a los crímenes que
nos imputáis? Si “cristiano” no es nombre de ningún crimen, es verdaderamente estúpido
hacer consistir el crimen sólo en el nombre» (Traducción de J. Andión, Madrid, Ciudad
Nueva, 1997, pp. 26-27).
102 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
23
Este punto fue reforzado por el rescripto atribuido al emperador Adriano (117-138) en
el que se ordena castigar debidamente las calumnias contra los cristianos y juzgar a éstos
sólo por los delitos probados contra la ley (Justino, 1 Apología, 68, 5-10; Eusebio, HE,
4,9,1-3), lo que parece un precedente claro del edicto de Galerio del 311.
24
Como es sabido, en las comunidades primitivas era mucho más elevado el número de
mujeres que de hombres, y entre aquellas cada vez eran más las pertenecientes a los
estratos sociales superiores. De ahí que las mujeres desempeñasen un papel extraordinario
en la difusión del Cristianismo y que para muchas fuera muy difícil, si no imposible,
encontrar un cónyuge cristiano, pues la ley romana prohibía las uniones matrimoniales
entre personas de diferente estatus social (Digesto, 23, 2,16). Para solucionar este problema,
el papa Calixto (h. 218-223) llegó a permitir el concubinato o parejas de hecho entre
cristianas de alto rango y cristianos pobres, incluso esclavos, según informa Hipólito
(Refutación de todas las herejías, X, 7-11), que se oponía a esta medida papal. Todavía el
concilio de Elvira (c. 15) da fe de esta mayoría de mujeres y del problema que suponía en-
contrar para ellas un marido cristiano.
25
Harnack, A. Mission et expansion du christianisme aux les trois premiers siècles, Paris, 2004
(Leipzig, 1924), pp. 686 ss.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 103
26
Desde Pablo (Rom 13) los cristianos aceptaron siempre que toda autoridad procede de
Dios y que, en consecuencia, los emperadores estaban adornados con una potestad sobre-
natural y merecían total obediencia y veneración. Agustín los considera incluso dignos de
adoración y sólo ve improcedente ofrecerles sacrificios (La ciudad de Dios, 10, 4). La docu-
mentación sobre estos temas es inmensa. Los principales planteamientos pueden verse en
Millar, F., «The Imperial Cult and the Persecutions», en Boer, W. (ed.). Le culte des souverains
dans l’Empire romain, Vandoeuvres/Genève, Fondation Hardt, 1973, pp. 143–175; Magyar,
Z. «Imperial Cult and Christianity. How and to what Extent were the Imperial Cult and
Emperor Worship Thought to Preserve Stability in the Roman World?», Acta Archaeologica
Academiae Scientiarum Hung., 60, 2009, pp. 385–339; y Teja, R. “Non tamen deus dicitur,
cuius effigies salutatur: el debate sobre el culto imperial en el imperio cristiano”, en Gnoli, T. y
Muccioli, F. (eds.). Divinizzazione, culto del sovrano e apoteosi Tra Antichità e Medioevo, Bononia
UP, 2014, pp. 343-57.
104 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
27
Fernández Ubiña, J., Cristianos y militares. La Iglesia antigua ante el ejército y la guerra,
Granada, 2000. Sobre la base jurídica de las persecuciones y el proceso judicial ordinario
(aunque su nombre, cognitio extra ordinem o extraordinaria pudiera hacer pensar, erróneamente,
que era extraordinario), al que eran sometidos los cristianos, puede verse, entre los innu-
merables estudios modernos, los de Grégoire, H., Les persécutions dans l'Empire romain,
Bruselas, 1964 (2ª ed. revisada), pp. 155-164, donde hace un exhaustivo balance historio-
gráfico; Barnes, T.D. «Legislation against the Christians”, Journal of Roman Studies, 58, 1968,
pp. 32-50; Orestano, R. «La “cognitio extra ordinem”: una chimera», Studia et Documenta
Historiae et Iuris, 46, 1980, pp. 236-247; Ste Croix, G de. «Las persecuciones. El choque del
cristianismo con el gobierno imperial romano», en Toynbee, A. (ed.). El crisol del Cristianismo,
Madrid, 1988, pp. 492- 519, esp. pp. 495-496; Idem Christian Persecution, Martyrdom, and
Orthodoxy, Oxford UP, 2006, pp. 113 ss.); y el más reciente estado de la cuestión realizado
por González Salinero, R. Las persecuciones contra los cristianos en el Imperio romano, Madrid,
Signifer, 2005, pp. 33 ss.
28
Muy ilustrativo a este respecto es el reciente estudio del académico García Moreno, L.A.
«Judíos y mártires hispano-cristianos», Boletín de la Real Academia de la Historia, CCX, 3,
2013, pp. 377-403.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 105
29
Luciano de Samosata, Sobre la muerte de Peregrino, 13. En el año 185/186, Arrio Antonino,
procónsul de Asia, alejó de su presencia a una multitud de cristianos proclives al martirio
con una frase que se ha hecho famosa y que describe bien la situación: “Desgraciados, si
queréis morir ¿no tenéis a vuestro alcance suficientes cuerdas y precipicios?” (Tertuliano,
Ad Scapulam, 5).
30
Quasten, J. Patrología I. Hasta el concilio de Nicea, Madrid, 1968, pp. 382 ss. Tampoco
faltaron casos de fieles que, tras provocar entusiásticamente su detención, se acobardaron
al ver próxima su ejecución y renegaron patéticamente de su fe (Martirio de Policarpo, 4).
31
Bowersock, G. W. Martyrdom and Rome, Cambridge UP, 1995, pp. 59-74. Sobre las razones
históricas y sociológicas que podrían explicar este fenómeno, cf. Ste. Croix, G.de. Christian
Persecution, Martyrdom, and Orthodoxy, Oxford UP, 2006. pp. 129 ss; Idem, «Las persecuciones.
106 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
33
De hecho, los escritos anticristianos de algunos intelectuales, como Marco Cornelio
Frontón, tutor literario de Marco Aurelio (Minucio Félix, Octavio, 9,63) o Hierocles y
Porfirio, personajes influyentes en la corte de Diocleciano, propiciaron y hasta estimularon
las persecuciones estatales y la animadversión contra los cristianos de varios empera-
dores.
108 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
34
En Daniélou, J. y Marrou, H.I. Nueva historia de la Iglesia, Madrid, Cristiandad, 1982,
p.129.
35
Aland, K. «The Relation between Church and State in Early Times: a Reinterpretation»,
Journal of Theological Studies, 19, 1968, pp. 15-27.
36
Grégoire, H., Les persécutions dans l'Empire romain, Bruselas, 1964 (2ª ed. revisada), pp. 6
y 110 ss.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 109
37
Sobre el origen y significado técnico del vocablo “mártir”, puede verse el esclarecedor
análisis de Grégoire, H., Les persécutions dans l'Empire romain, Bruselas, 1964 (2ª ed. revisada),
pp. 238-249. Cf. además Moss, C.R. «Polycarpophilia. The Martyrdom of Polycarp and the
Origins and Spread of Martyrdom», en Rothschild, C.K. y Schröter, J. (eds.), The Rise and
Expansion of Christianity in the First Three Centuries of the Common Era, Tubingen, Mohr Siebeck,
2003, pp. 401-417. Las innumerables actas y pasiones martiriales son documentos de muy
difícil valoración histórica, es decir, como testimonios de lo que realmente ocurrió. Sin
embargo, precisamente por sus contenidos heroicos y novelescos, gozaron de extraordinaria
popularidad desde el siglo II, al igual que el paralelo culto a sus protagonistas (cf. la obra
pionera de Brown, P. The Cult of the Saints. Its Rise and Function in Latin Christianity, University
of Chicago, 1981). Debe destacarse en este aspecto la labor de los jesuitas bolandistas, que
desde el siglo XVII han llevado a cabo un esfuerzo extraordinario para purificar, editar y
analizar este material. Sus resultados principales han quedado reflejados, entre otras obras
valiosísimas, en la monumental Acta Sanctorum y en la revista Analecta Bollandiana, fundada
en 1882, que sigue publicándose en la actualidad. Entre los más egregios bolandistas
merece mención especial Hippolyte Delehaye, cuyos estudios son de consulta obligada
para el conocimiento de la hagiografía en sus variadas vertientes. Por su estrecha relación
con el tema aquí estudiado, cabría citar su magistral monografía Les passions des martyrs et
les generes littéraires, Bruselas 1921. Cf. además Peters, P. L'oeuvre des Bollandistes, Bruselas,
1961. En España debe destacarse la rigurosa labor de Daniel Ruiz Bueno, reflejada princi-
palmente en su edición y estudio de las actas martiriales de mayor interés histórico (Actas
de los mártires. Edición blingüe, Madrid, BAC, 1974), donde puede verse un detallado análisis
de los problemas que rodean estas fuentes y de las principales aportaciones historiográficas
al respecto. Sobre las razones de la popularidad de esta literatura martirial, tan a menudo
teñida de violencia y de escenas terriblemente cruentas, cf. Clark, G. Christianity and Roman
Society, Cambridge UP, 2004, pp. 41 ss.
110 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
38
Según la Historia Augusta, fuente del siglo IV y de fiabilidad histórica discutida, el
emperador Heliogábalo ordenó en el año 219 que se construyera un templo en el Palatino
para que albergase los cultos romanos y también los de judíos, samaritanos y cristianos
(Vida de Heliogábalo, 3,4-5), y su sucesor, Alejandro Severo, tributó un culto sincretista, en
su lararium del Palatino, a Cristo, Abraham, Orfeo y Apolonio de Tiana (Vida de Alejandro
Severo, 22,4) e incluso deseó dedicar un templo a Cristo y situarlo entre los demás dioses
de Roma (Ibid. 43,7), pero este proyecto fue abortado por la oposición de algunos sacerdotes
romanos. Esta información tiene ciertos visos de verosimilitud, pues es sabido que Julia
Mamaea, madre de Alejandro Severo, era una profunda admiradora de Orígenes, al que
hizo venir a su corte para que la ilustrara teológicamente (Eusebio, HE, 6,21,3-4). No es,
por ello, descabellado pensar que la madre influyera al respecto en su hijo. Por otra parte,
una tradición recogida por Eusebio (HE, 6, 34) hace de Filipo el Árabe (244-249) el primer
emperador cristiano. Esta información merece bastante credibilidad, entre otras razones
porque sabemos que Orígenes se carteó con este emperador y con su esposa (HE, 6,36,3).
Incluso cabe pensar que la persecución de Decio fue en parte una reacción contra la política
filocristiana de Filipo, a quien sucedió en el trono tras eliminarlo en el campo de batalla
(HE, 6,39,1). También el obispo Dionisio de Alejandría reconoce la existencia de emperadores,
predecesores de Valeriano, que se consideraron abiertamente cristianos (HE, 7,10,3).
39
No nos ha llegado este edicto de Decio, pero, por las referencias al mismo, sabemos que
ordenaba una especie de supplicatio, esto es, un sacrificio general, de carácter expiatorio o
propiciatorio, para obtener o recuperar el apoyo de las divinidades. Lo novedoso era la
obligación de que todos los habitantes del Imperio, incluso mujeres y niños, participaran
en los sacrificios. Su espíritu, por tanto, era más propio de las religiones mistéricas y
orientales que del formalismo ritual clásico, y su objetivo último, aunque no se explicitara,
era acabar con la más importante de estas religiones, el cristianismo, o forzar su integración
en el sistema religioso romano.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 111
40
Eusebio (HE, 4,15,47) sitúa a Pionio en la época de Policarpo (mediados del siglo II).
Esto y la constatación de que esta passio contiene importantes interpolaciones ha hecho
pensar a algunos historiadores que su martirio no se produjo bajo el reinado de Decio. Un
exhaustivo análisis de este mártir y de su passio puede verse en Lane Fox, R., Pagans and
Christians in the Mediterranean World from the Second Century AD to the conversion of Constantine,
Londres, Penguin Books, 1988, pp. 462 ss.
41
Así lo atestiguan los obispos Dionisio de Alejandría (HE, 6, 41,11) y Cipriano de Cartago.
Según este último (Sobre los apóstatas, 11), “a muchos alucinó el amor desordenado a sus
bienes, y no pudieron estar prontos y desembarazados para la retirada aquellos a quienes
tenían atados como con grillos sus haberes”.
112 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
42
El libellus era expedido y firmado por autoridades municipales a personas que, por la
razón que fuese, deseaban tener constancia oficial de su lealtad a la religión politeísta tra-
dicional. Nos han llegado cerca de medio centenar de estos libelos, en su mayoría papiros
escritos en griego y preservados por las cálidas y secas arenas del desierto egipcio. Los pe-
ticionarios eran gente de toda edad, sexo y condición, si bien predominan las mujeres. Se
llamó, pues, libeláticos a los numerosos cristianos que, sin haber sacrificado personalmente,
consiguieron uno de estos certificados valiéndose de argucias diversas (falsificación o
compra fraudulenta, sacrificios fingidos o realizados por terceros…). No estamos seguros
de que ninguno de los libelli conservados pertenezcan a cristianos, pero es posible que así
sea en algún caso. Entre los estudios de esta documentación sigue siendo fundamental el
realizado hace casi un siglo por Knipfing, J.R. «The Libelli of the Decian Persecution»,
Harvard Theological Review, 16,4, 1923, pp. 345-390, quien además edita y traduce al inglés
(Ibid. pp. 363-390) los 41 libelli conocidos en su tiempo.
43
La Epístola canónica del obispo Pedro de Alejandría, que es en realidad una Carta pascual
del año 306, dice explícitamente en su canon 12 que no se censure a quienes eludieron la
persecución sirviéndose de su dinero, principio que, con toda probabilidad, ya se aplicó en
las persecuciones del siglo III. Muchos de estos libeláticos eran, en realidad, mujeres, por
lo que deberíamos hablar de “libeláticas”.
44
Rebillard, E. Christians and their Many Identities in Late Antiquity North Africa, 200-450 CE,
Ithaca-Londres, Cornell University Press, 2012, p. 60.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 113
45
El protagonismo episcopal se manifestó con anterioridad en Oriente, lo que explica que
Maximinio el Tracio (235-238) desencadenara una persecución exclusivamente contra
“los jefes de las iglesias”. Fue entonces, según informa Eusebio (HE, 6, 28), cuando Orígenes
compuso su obra Sobre el martirio.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 115
46
«Valeriano dio un rescripto al Senado, ordenando que los obispos y presbíteros y diáconos
fueran ejecutados (animaduertantur) al instante, que los senadores y hombres de altas fun-
ciones (egregii uiri) y los caballeros romanos deben ser despojados de sus bienes, además
de la dignidad, y si perseveraren en su cristianismo, después de despojados de todo, sean
decapitados; las matronas, por su parte, perderán sus bienes y serán relegadas al destierro;
a los cesarianos (…) les serán confiscados sus bienes y serán encarcelados y enviados a las
posesiones del emperador» (Cipriano, Ep. 80, I. 2. Año 258).
116 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
47
Para algunos historiadores (Henri Grégoire, Marta Sordi, Timothy Barnes, Ilaria Rame-
lli…) ese rescripto suponía el reconocimiento del Cristianismo como religio licita, aunque
para otros sólo se contemplaba como una religión tolerada. Cf. sobre este punto Bratoz, R,
«Forma e contenuto della tolleranza religiosa dall’editto di Gallieno all’editto di Galerio»,
en Bonamente, G., Lenski, N. y Lizzi Testa, R. (eds.). Costantino prima e dopo Costantino,
Bari, Edipuglia, 2012, pp. 25-46.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 117
48
Todavía Agustín debía advertir, hacia el año 400, sobre aquellos que se acercaban a la
Iglesia «con fingidas intenciones, buscando ventajas o evitando incomodidades» (La catequesis
de los principiantes, 5, 9).
118 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
49
Un valioso estado de la cuestión puede verse en Takács, S. A. «Confusión en la tierra,
paz en los cielos. Galieno y los cristianos», en Muñiz, E. y Urías, R. (eds.). Del Coliseo al
Vaticano. Claves del cristianismo primitivo, Sevilla, 2005, pp. 153-173.
50
Frend, W.H.C. Martyrdom and Persecution in the Early Church, Oxford, 1965, pp. 440-477.
Lane Fox, R., Pagans and Christians in the Mediterranean World from the Second Century AD to
the Conversion of Constantine, Londres, Penguin Books, 1988, pp. 556 ss., opina que no fue
así y se esfuerza en demostrar, de manera poco convincente a mi juicio, que ni el Cristianismo
se fortaleció tanto como se dice, ni el paganismo dejó de ser una fuerza poderosa y plena
de vitalidad. Grégoire, H., Les persécutions dans l'Empire romain, Bruselas, 1964 (2ª ed.
revisada), p. 62 ss., 221 ss., por el contrario, afirma que el “triunfo” se produjo ya bajo los
Severos, si bien ello no impidió que todavía bajo el emperador Aureliano (270-275) y sus
sucesores se produjesen brotes de persecución de gravedad desigual y a los que la historiografía
moderna no ha prestado la atención que merecen.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 119
51
«¡Era de ver también de qué favor todos los procuradores y gobernadores juzgaban
dignos a los dirigentes de cada iglesia! ¿Y quién podría describir aquellas concentraciones
de miles de hombres y aquellas muchedumbres de las reuniones de cada ciudad, lo mismo
que las célebres concurrencias en los oratorios? Por causa de éstos precisamente, no
contentos ya en modo alguno con los antiguos edificios, levantaron desde los cimientos
iglesias de gran amplitud por todas las ciudades… Pero desde que nuestra conducta cambió,
pasando de una mayor libertad al orgullo y la negligencia, y los unos empezaron a envidiar
a los otros, faltando poco para que nos hiciéramos la guerra mutuamente con las armas
llegado el caso, y los jefes desgarraban a los jefes con las lanzas de las palabras… Y nosotros,
como si estuviéramos insensibles, no nos preocupábamos de cómo hacernos benévola la
divinidad, sino que íbamos acumulando maldades, y los que parecían ser nuestros pastores,
inflamándose con mutuas rivalidades, no hacían más que agrandar las rencillas, la enemistas
y el odio recíprocos» (HE, 8,1,5-8).
120 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
52
Lactancio, MP, 15. Cf. Teja, R. «Paganos y cristianos en el de Mortibus Persecutorum de
Lactancio», en Festschrift F. Vittinghoff, Colonia, 1980, pp. 465-476.
53
Así lo vio hace ya casi un siglo Babut en un estudio que sigue siendo de consulta obligada
(Babut, E.-C. «L’adoration des empereurs et le origines de la persecution de Diocletien»,
Revue Historique, 123, 1916, pp. 225-252). Cf. además DePalma Digeser, E. «Religion, Law
and Roman Polity: the Era of the Great Persecution», en Ando, C. y Rüpke, J. (eds.),
Religion and Law in Classical and Christian Rome, München, 2006, pp. 68-84.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 121
54
El estudio más detallado sobre estos edictos y sus consecuencias es el realizado hace más
de medio siglo por Ste Croix, G. de. «Aspects of the “Great” Persecution», Harvard Theological
Review, 47.2, 1954, pp. 75-113. Reproducido en Idem, Christian Persecution, Martyrdom, and
Orthodoxy, editado por Whitby, M. y Streeter, J. Oxford, 2006, pp. 35-98.
122 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
55
El propio Osio nos informa de ello, aunque sin detalle, en la carta que escribió al
emperador Constancio y que nos ha llegado en una copia preservada por Atanasio (Historia
arianorum, 44. cf. Sozomenos, HE 1.10): «Yo confesé a Cristo ya una vez, cuando tu abuelo
Maximiano suscitó la persecución. Y si tú me persigues, pronto estoy a padecerlo todo,
antes que derramar sangre inocente y ser traidor a la verdad».
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 123
56
La excepcionalmente rica documentación norteafricana sobre la persecución se debe al
conflicto donatista que estalló poco después. En su largo enfrentamiento, donatistas y ca-
tólicos esgrimirían con frecuencia documentos diversos sobre su recto comportamiento
durante la persecución y sobre la actitud claudicante de sus adversarios, a los que a
menudo acusaban de haber sido traditores, esto es, de haber entregado las Escrituras a los
perseguidores, proceder que, en Occidente (no en Oriente), se equiparaba a la apostasía.
Muchos de estos documentos se han conservado y hoy podemos consultarlos cómodamente,
en las mejores ediciones latinas o griegas, y su correspondiente traducción francesa, en la
obra de Maier, J.-L. Le Dossier du Donatisme. I. Des origines à la mort de Constance II (303-361),
Berlín, 1987.
124 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
57
Optato, Ap. 2; Martirio de las santas Ágape, Quionia e Irene, 5.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 125
58
«En virtud –concluye el edicto- de nuestra benevolísima clemencia y de nuestra habitual
costumbre de conceder a todos el perdón, hemos creído oportuno extenderles también a
ellos [los cristianos] nuestra muy manifiesta indulgencia, de modo que puedan nuevamente
ser cristianos y puedan reconstruir sus lugares de culto, con la condición de que no hagan
nada contrario al orden establecido. Mediante otra circular indicaremos a los gobernadores
la conducta a seguir. Así pues, en correspondencia a nuestra indulgencia, deberán orar a
su Dios por nuestra salud, por la del Estado y por la suya propia, a fin de que el Estado per-
manezca incólume en todo su territorio y ellos puedan vivir seguros en sus hogares» (Lac-
tancio, MP, 34). Sobre la naturaleza y alcance de este edicto cf. Marcone, A., «Editto di
Galerio e fine delle persecuzioni», en Bonamente, G., Lenski, N. y Lizzi Testa, R. (eds.).
Costantino prima e dopo Costantino, Bari, Edipuglia, 2012, pp. 47-57.
59
Como ya se ha dicho, lo que conocemos como Edicto de Milán no es sino la epístola en
la que Licinio, en junio del 313, comunicó a los gobernadores orientales el acuerdo que
había sellado en Milán, en la primavera de ese año, con Constantino. Por esta razón, lo
más apropiado sería llamarlo “protocolo o acuerdo de Milán”. Además de su dimensión
religiosa, el acuerdo incluía un reparto del Imperio entre los dos emperadores y una alianza
política y militar que se exteriorizó en el matrimonio de Licinio con una hermanastra de
Constantino. Basándose en este y en otros datos relevantes, Grégoire, H., Les persécutions
dans l'Empire romain, Bruselas, 1964, pp. 86 ss., defendió siempre la tesis de que le auténtico
campeón del cristianismo fue Licinio, no Constantino. Su propuesta no ha tenido, sin em-
bargo, la acogida que tal vez mereciera, a pesar de que, en el fondo, realza enormemente
el “triunfo” del cristianismo, que se habría impuesto por sus propias fuerzas, sin ayudas
externas y contra los perseguidores más fanáticos.
60
El edicto de Milán se ha conservado en Lactancio (MP, 48) y Eusebio de Cesarea (HE,
10, 5,4-14). La parte más sustantiva del mismo, en versión de Lactancio, reza así: «Ha-
biéndonos reunido felizmente en Milán Constantino Augusto y yo, Licinio Augusto, y ha-
biendo tratado sobre todo lo relativo al bienestar y a la seguridad públicas, juzgamos
oportuno conceder a los cristianos y a todos los demás la facultad de practicar libremente
la religión que cada uno desease (daremus et christianis et omnibus liberam potestatem sequendi
religionem quam quisque uoluisset), con la finalidad de que todo lo que hay de divino en la
sede celestial se mostrase favorable tanto a nosotros como a todos los que están bajo
nuestra autoridad. Así pues, hemos creído oportuno tomar la decisión de no rehusar a
nadie en absoluto este derecho, bien haya orientado su espíritu a la religión de los cristianos,
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 127
bien a cualquier otra religión que cada uno crea la más apropiada para sí, con el fin de que
la suprema divinidad, a quien rendimos culto por propia iniciativa, pueda prestarnos su
favor y benevolencia. Por lo cual, conviene que tu excelencia sepa que nos ha parecido
bien que sean suprimidas todas las restricciones referentes al nombre de los cristianos y
que desde ahora todos los que deseen observar la religión de los cristianos lo puedan hacer
libremente, sin obstáculo, ni inquietud, ni molestias.
Además, los locales en que acostumbraban reunirse los cristianos, les deben ser restituidos
sin reclamar pago o indemnización alguna. Por otra parte, puesto que es sabido que poseían
otras propiedades, también éstas ordenarás que, sin pretexto ni reclamación alguna, les sean
devueltas. Y en todo lo referente a la susodicha comunidad cristiana, deberás mostrar tu
eficaz mediación para que nuestro decreto se cumpla con la mayor rapidez posible, a fin de
que también en este asunto se muestre la preocupación de nuestra clemencia con la paz
pública. Todo esto se hará para que, según hemos expresado más arriba, el favor divino actúe
siempre de manera próspera en nuestras empresas con el consiguiente bienestar general».
61
Cf. Van Dam, 2011. Un excelente estado de la cuestión sobre el momento y las razones
de Constantino para adherirse al cristianismo puede verse en Maraval, P. «La religión de
Constantin», Anuario de Historia de la Iglesia, 22, 2013, pp. 17-36, cit. 18-19. Este mismo
autor ha recopilado el material principal para conocer las ideas religiosas de este emperador
(Maraval, P. Constantin, Lettres et Discours, Paris, 2010).
128 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
62
Constantino lo expresó en estos términos: «Me propuse, en primer lugar, hacer converger
en una sola pauta de comportamiento las opiniones que todos los pueblos sustentan sobre
la divinidad; en segundo lugar, restaurar y reconstruir el cuerpo común de la población,
que se hallaba como aquejado de una grave herida. Al apuntar a estos dos blancos, atendí
al primero con el ojo secreto de la reflexión, e intenté enderezar lo segundo con la fuerza
del poder militar, consciente de que si yo lograba establecer, según mis ruegos, una común
armonía de sentimientos entre todos los servidores de Dios, la administración general de
los asuntos de estado se beneficiaría de un cambio que correría parejo con los píos pareceres
de todos» (En Eusebio, Vida de Constantino, 2, 65. Cf. 2,28).
63
Vida de Constantino, 1,44; Optato, Ap. 3; Rufino, HE, 1,2; Soc. HE, 1,8; Atanasio, Apologia
secunda o Apología contra los arrianos, 86.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 129
64
Cf. Pietri, C. «La conversión: propagande et réalités de la loi et de l’évergétisme», en J.
Mayeur et alii, (eds), Histoire du Christianisme 2. Naissance d’une chrétienté (250-430), Paris,
1995, pp. 189-227, esp. p. 201; y Fernández Ubiña, J. «Laicidad y confesionalidad en la
política de Constantino», en Arbós, X. et alii (eds.), La laicidad desde el derecho, Madrid,
2010, pp. 37-68.
65
La idea es a menudo desarrollada por Lactancio (Instituciones divinas, 5,7,5 s.; 22,2 s.;
6,18,18-29; 7, 5,15. Cf. Moreno Resano, E. Los cultos tradicionales en la política legislativa del
emperador Constantino (306-337), Madrid 2013.
66
Sobre la teología constantiniana de la victoria, predominante en todo el siglo IV, pueden
consultarse la lúcidas páginas de Heim, F. La théologie de la victoire de Constantin à Théodose,
Paris, 1992, esp. pp. 37 ss.
130 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
67
Cf. un análisis detallado, con más referencias bibliográficas, en Fernández Ubiña, J.,
«Privilegios episcopales y genealogía de la intolerancia cristiana en época de Constantino»,
Pyrenae, 40,1, 2009, pp. 81-119; y Dillon, J.N. The Justice of Constantine. Law, Communication,
and Control, The University of Michigan Press, 2012.
68
Cf. Maraval, P. «La religión de Constantin», Anuario de Historia de la Iglesia, 22, 2013, pp.
17-36, cit. 23-24, con numerosas referencias documentales.
69
Cf. Fernández Ubiña, J., «Privilegios episcopales y genealogía de la intolerancia cristiana
en época de Constantino», Pyrenae, 40,1, 2009, pp. 81-119, cit. 101 ss.; Idem, «Politeísmo
y corrupción. Argumentos para la intolerancia en Fírmico Materno», en Bravo, G. y
González Salinero, R. (eds.). La corrupción en el mundo romano, Madrid, Signifer, 2008, pp.
229-245; Alba López, A. «(In)tolerancia y consenso: el legado político-religioso de Constantino
(335-342)», Anuario de Historia de la Iglesia, 22, 2013, pp. 135-156.
Las persecuciones contra los cristianos y el Edicto de Milán. Reflexiones… 131
70
Entre los estudios modernos sobre estas cuestiones merecen destacarse los de Barnes,
T.D. «From Toleration to Repression: The Evolution of Constantine’s Religious Policies»,
Scripta Classica Israelica, 21, 2002, pp. 189-207; Idem, Constantine. Dynasty, Religion and
Power in the Later Roman Empire, Chichester 2011.
132 El Edicto de Milán. Perspectivas interdisciplinares
Bibliografía