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La Paz Armada

El período de 1871 a 1914 ha sido considerado como una época de paz en


Europa. No porque no hubiese habido guerra, sino porque ésta no involucró
a todas las potencias. Con frecuencia se usó la guerra para doblegar a los
pobladores nativos en el proceso de la colonización de Asia, África y
Oceanía, y también hubo enfrentamientos importantes entre los países
conquistadores que se disputaban los espacios, como sucedió entre Francia
e Inglaterra.

La idea de una posible guerra de grandes magnitudes flotaba en el


ambiente. Quizá no se deseara pero se vislumbraba. Los enfrentamientos
por el reparto del mundo y la inminencia de las ambiciones expansionistas
atizadas por los sentimientos nacionalistas de los que no obtuvieron lo que
creían merecer, como Alemania, hacía pensar a muchos en la posibilidad
real de una conflagración.
Soldados australianos con un cañón QF de 1 libra en Sudáfrica, hacia 1901.

La creciente producción de armas era una constatación más de la volátil


situación, a ello se debe justamente el nombre con el que se conoce a este
momento de la historia: “la Paz Armada”, sin guerra pero preparándose para
ella. El desarrollo de la industria de armas había comenzado desde
mediados de la década del ochenta con la invención
del acorazado equipado con artillería pesada, también se disponía de la
ametralladora y de la dinamita. La segunda revolución industrial se aplicó
con éxito al armamento desatándose una competencia feroz entre las
naciones, porque ya habían asumido como asunto de Estado la defensa de
su imperio. El acero, los motores mejorados, los nuevos explosivos:
nitroglicerina y dinamita, el fusil de retrocarga, las planchas para blindaje,
las torrecillas de acero, los submarinos, entre otras. Las empresas
productoras se convirtieron en gigantes de la industria, como la Krupp que
producía cañones, la del acero de Carnegie y la de explosivos de Nobel.

Alrededor de 1884, la fabricación de armas sufrió una transformación


importante, la cual había comenzado con la industrialización de la guerra en
1840, y mejorar la producción al vincularse la parte industrial con las
necesidades militares. Lo interesante de este periodo no era sólo que se
produjeran más y mejores armas, sino que estos avances permitieron que
otros países superaran a Inglaterra.

La producción bélica podía realizarla un industrial privado o estar en manos


del gobierno, quien disponía para ello de una infraestructura que con
frecuencia podía quedar obsoleta. Líneas arriba hemos dicho que la
producción de armas aumentó en este periodo, pero también hay que
señalar que su crecimiento se vio entorpecido en distintas ocasiones por la
situación interna de los países. No todos los personajes de la política
estaban de acuerdo en aumentar el gasto de guerra gubernamental y
tampoco con que se incrementaran los impuestos con ese fin. Así, los
partidarios de mejorar el ejército, se toparon con múltiples limitaciones;
Inglaterra y Francia son ejemplo de esto, tal como se muestra en el
siguiente fichero:

Inglaterra:

El caso de Inglaterra ilustra muy bien la manera en que los aspectos políticos
se mezclan con los técnicos. Hasta mediados de los años ochenta la flota
inglesa era la más poderosa del mundo pero comenzó a declinar a partir de 1870
porque Estados Unidos y Alemania empezaron a usar alta tecnología en la
construcción naval para poder competir con la flota británica.

Armstrong, un industrial privado, ofreció sus productos a la armada británica


pero ésta lo rechazó y decidió seguir usando su propia empresa. Cuando en
1882 Armstrong construyó un crucero más veloz que los acorazados existentes,
los ingleses cayeron en la cuenta de que otras naciones podían estar mejor
equipadas, poniendo en riesgo la seguridad naval británica.

Si bien el gasto en la preparación de la guerra se enfrentó a obstáculos, el


desarrollo técnico fue imparable, a un invento seguía otro y todos ellos estaban
hechos a pedido de las distintas armadas. En 1886 se inventaron los cañones de
gran calibre de tiro rápido, se incrementó la velocidad de los barcos con el
diseño de nuevas calderas y luego, con el uso de la turbina de vapor, se
construyó el destructor de torpederos, se perfeccionó el submarino, se inventó
el periscopio y cuando parecía que ya no podían ser mejores los barcos
acorazados, aparecieron los aviones lanzatorpedos. El ejército también se
modernizó aunque no lo hizo tan espectacularmente como la armada. Algunas
de las mejoras fueron el uso de cartuchos de latón, la artillería de acero, los
fusiles de repetición, cambios técnicos para lograr mayor precisión en el tiro y,
por supuesto, el uso de la ametralladora. Pero la producción frenética de
armamento debía esperar unos años más, una vez que hubiese estallado la
guerra, los órganos legislativos de las potencias nunca más pondrían límites a
la producción de armas.

Francia:
Por su parte, los franceses planearon modernizar su armada usando cañoneras
especializadas, cruceros y torpederos más rápidos que resultaban más baratos
que los buques acorazados. De esta manera Francia contaría con la posibilidad
de enfrentarse con los ingleses.

Los buques de guerra ingleses se habían quedado tecnológicamente atrasados,


llevaban enormes cañones de avancarga (se carga el proyectil por la boca del
cañón) que servían bien para bombardear blancos fijos a corta distancia pero a
distancias mayores les faltaba precisión. Estos barcos podían ser superados
fácilmente por torpederos ligeros y veloces. En ese momento tuvo lugar un gran
invento: la pólvora con huecos interiores y la nitrocelulosa; la primera lo hizo
más explosivo y la segunda se usó para impulsarlo con gran fuerza y producía
menos humo. Esta combinación hizo que el disparo fuera más poderoso, pero
entonces se requería que el cañón fuera más largo y que no se cargara por la
boca, sino por la parte trasera (cañones de retrocarga). Ante este panorama era
evidente que la flota inglesa necesitaba urgentemente modernizarse, pero la
tarea era bastante costosa y llevaría tiempo. Debía, por principio de cuentas,
convertir sus cañones a la retrocarga, pero para ello debía cambiar el hierro
forjado por el acero, es decir, las fábricas del Estado debían cambiar sus
instalaciones para hacer estos cambios, sin embargo, la Junta de Armamentos
no estaba dispuesta a hacer estos gastos.

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