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Título: Daños y perjuicios en el turf. Breve pantallazo jurisprudencial.

Autor: Prévôt, Juan M.


País: Argentina
Publicación: El Derecho - Diario, Tomo 305
Fecha: 26-02-2024 Cita Digital: ED-V-CCCXXIII-807

Daños y perjuicios en el turf

Breve pantallazo jurisprudencial

por Juan Manuel Prévôt

Sumario: 1. El turf como actividad hípica por antonomasia. – 2. Sujetos intervinientes. – 3. Daños y perjuicios en la actividad
turfística. Casuística jurisprudencial. 3.1. Daños sufridos por el jockey durante la carrera. 3.1.1. Daños sufridos por el jockey al
entrar a la gatera. 3.1.2. Daños sufridos por el jockey por pozos en la pista. 3.1.3. Daños sufridos por el jockey por el mal estado
de la pista. 3.1.4. Daños sufridos por el jockey por rodada en carrera. 3.1.5. Daños sufridos por el jockey por dispararse el SPC en
la gatera. 3.1.6. Daños sufridos por el jockey en pista de entrenamiento antes de la largada. 3.1.7. Daños sufridos por el jockey
en carreras cuadreras. 3.2. Daños sufridos por los vareadores.

1. El turf como actividad hípica por antonomasia

Se entiende por turf a la actividad hípica referida a las carreras de Caballos Pura Sangre (SPC) y, especialmente, en las que se
realizan apuestas. Si bien el término no forma parte del diccionario de la Real Academia Española (RAE), su uso es harto
frecuente en nuestra lengua. La palabra turf es un anglicismo (al igual que el rugby, futbol, windsurf, squash y muchos otros) que
en inglés significa “césped”, superficie donde antaño se disputaban las primeras reyertas.

El deporte fue instalado en el país por comunidades británicas y luego otros países europeos, como Francia, influenciaron las
principales bases de la estructura y cultura hípica argentina, además de la cría del animal, el diseño de los hipódromos y los
programas de las carreras. La actividad nació por iniciativa de la elite argentina, con presencia en el poder político, y por el
acompañamiento de la gente que la incorporó rápidamente como uno de los principales eventos sociales deportivos de
espectáculos de la metrópolis.

Entre la década de 1880 y hasta mediados de siglo XX, el turf fue el principal y más popular espectáculo deportivo de la
Argentina. A guisa de ejemplo, cabe traer a colación los más de 100.000 aficionados que colmaron el Hipódromo de San Isidro el
día que el cuádruple coronado Yatasto, jineteado por Irineo Leguisamo, perdió el invicto en el Gran Premio Internacional Carlos
Pellegrini de 1952.
Sin embargo, no obstante su origen elitista y que los tres escenarios principales del país están concentrados en la ciudad de
Buenos Aires (Hipódromo Argentino de Palermo) y en la provincia de Buenos Aires (Hipódromo de la Plata y San Isidro)(1), el turf
ha devenido, hogaño, en un fenómeno con presencia en vastas regiones del país, donde interactúan armónicamente distintas
clases sociales(2) y en derredor de cuya actividad dependen más de 800.000 personas en forma directa o indirecta; se realizan
anualmente más de 5500 carreras (solo en los hipódromos oficiales) y diariamente se apuestan cientos de millones de pesos (a
través de los 500 locales o agencias oficiales diseminadas en todo el país).

Verdad es que Argentina es reconocida a nivel mundial por la calidad de sus caballos y deportes afines (polo, pato, equitación). La
industria hípica, en general, y la de Sangre Pura de Carrera (SPC), en especial, son un sector preponderante dentro de la
economía agraria argentina.

De otra parte, la multiplicidad y variedad de cuestiones jurídicas que se presentan en derredor del turf involucran una pléyade de
normas, instituciones, sistemas y ramas del derecho, como ser a) derecho civil y comercial(3); b) derecho administrativo(4); c)
derecho tributario(5); d) derecho del trabajo(6); e) derecho aduanero(7); f) derecho penal(8); g) derecho registral(9); h) derecho
constitucional y publico provincial(10), entre otras.

2. Sujetos intervinientes

En el turf como en cualquier otra actividad deportiva concurre una multiplicidad de sujetos, entre quienes se generan vínculos
tanto horizontales como verticales de variada naturaleza. En prieta síntesis, por un lado, están las entidades organizadoras
(jockey club e hipódromos), sus órganos administrativos (Comisión de Carreras(11), Comisariato(12)); los auxiliares y/o
colaboradores que utiliza (palafreneros(13), juez de raya(14), starter(15), cuerpo médico, servicio veterinario, empleados en
relación de dependencia, etc.) y concesionarios de servicios varios (bufetes, juegos de feria, agencias hípicas).

De otra parte, tenemos a los participantes primarios de la competencia (jockey(16), SPC(17), caballeriza(18), propietarios del
SPC) y aquellos cuya labor es accesoria, aunque necesaria (peones(19), vareadores(20), auxiliares y colaboradores, etc.).

Bajo otra luz, están los terceros, tales como espectadores, apostadores, asistentes y/o concurrentes. Y por último, aparecen las
autoridades de aplicación (Consejos provinciales de la actividad hípica, Stud Book Argentino(21), Loterías y Casinos de Bs. As.).

3. Daños y perjuicios en la actividad turfística. Casuística jurisprudencial

Las carreras de caballos en sus diversas modalidades, incluyendo las llamadas carreras cuadreras, constituyen eventos que
generan posibilidades de daños, generalmente en sus jinetes y vareadores, supuestos a los que limitaremos esta breve exposición.

3.1. Daños sufridos por el jockey durante la carrera

Como veremos, el grueso de los casos que nutren la jurisprudencia versa sobre jinetes lesionados por el mal estado de la pista. En
principio, cuando el daño proviene de un acto imprudente o imprevisible de los organizadores, o de una intensificación del riesgo
por la desorganización y/o por las instalaciones inadecuadas, la aceptación del riesgo por el deportista no exime de
responsabilidad al organizador de la competencia.

Sobre el punto la doctrina jurisprudencial se ha pronunciado reiteradamente y así ha aplicado la responsabilidad especial
consagrada en las previsiones del art. 51 y concordantes de la ley 24.192 a los accidentes acaecidos en hipódromos y pistas de
carrera de caballos(22).

3.1.1. Daños sufridos por el jockey al entrar a la gatera

En los autos “A., J. A. c. Empresa Hípica Argentina S.A.”, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala E, sostuvo que
“tanto el dueño del caballo como la institución encargada de la organización del evento deportivo son responsables frente a la
víctima por los daños originados por éste –en el caso, un jinete se lesionó cuando el caballo entraba a la gatera–, pues la idea de
seguridad o garantía es la que preside la responsabilidad indistinta, dando la posibilidad al damnificado de demandar contra dos
responsables independientes” (La Ley 2001-C, 573).

3.1.2. Daños sufridos por el jockey por pozos en la pista

En la causa “Conti, Oscar F c. Jockey Club”, el Juzgado de Primera Instancia Nº 13 en lo Civil y Comercial de San Isidro hizo lugar
parcialmente a la demanda de daños y perjuicios por las lesiones sufridas por la caída de un caballo pura sangre de carrera que el
actor conducía en su carácter de jockey profesional en el Hipódromo de San Isidro. Se subrayó allí, que “el SPC que conducía rodó
al quebrársele una mano, indudablemente por haber pisado un pozo o desnivel existente en la pista de correr, dando por tierra
dicho animal y despidiéndolo de su montura, lanzándolo por el aire y yendo a impactar con su espalda y cabeza, pesadamente
sobre el suelo, debiendo ser trasladado de urgencia al nosocomio local con pérdida de conocimiento, diversos traumatismos y
fracturas”.

3.1.3. Daños sufridos por el jockey por el mal estado de la pista

En los autos “N.N.A. c. HAPSA”, se refirió que el día 7 de febrero de 2000 el jockey Norberto N. Ambrosio (accionante), en la 7ª
carrera de la reunión disputada en el Hipódromo Argentino de Palermo, sobre la distancia de 1200 m, en pista de arena normal,
conduciendo el caballo sangre pura de carrera (PSC) “Gran Winner”, rodó (faltando 700 metros para llegar al disco), como
consecuencia del mal estado de la pista, cayendo al suelo al salir despedido de su montura, sufriendo, entre otras cosas, fractura
no desplazada de una vértebra, politraumatismos y traumatismo de cráneo. El Magistrado de primera instancia hizo lugar a la
demanda interpuesta por el jinete condenando a las accionadas a resarcir las lesiones padecidas por el actor, haciendo extensiva
la condena a la Aseguradora citada en garantía. La Alzada, por su parte, modificó la sentencia apelada elevando el “quantum”
indemnizatorio e hizo extensiva la condena contra el propietario del PSC (quien fuera citado como tercero al proceso). Con
respecto al factor de atribución, se dijo: “La imputación de responsabilidad a la codemandada HAPSA se efectúa como
organizadora del evento del que resultó el daño, al introducir al medio social un factor generador de riesgo y como
contraprestación recibir un beneficio, por lo que su conducta encuadra en la responsabilidad objetiva atribuible a él y por la que
debe responder. Su conducta es subsumible dentro de las obligaciones de seguridad que todo organizador de eventos debe prever,
ya que su accionar encuadra en los presupuestos de la teoría del riesgo creado, aun cuando no fuere el dueño o guardián de los
animales que participan en los eventos. La atribución de responsabilidad va unida a la idea de la real producción del riesgo. En
definitiva, el Hipódromo de Palermo, como administrador y explotador del predio y el Estado Nacional como propietario y, ambos
activa y pasivamente promotores de la actividad deportiva riesgosa que allí se desarrolla (carreras de caballos), con la cual
obtienen beneficio económico, tienen la obligación de preservar y garantizar la seguridad de quienes participan de esas
competencias. Es que, reitero, conforme surge del art. 1113 repetidamente citado, la simple comprobación de la ocurrencia del
hecho dañoso genera la responsabilidad objetiva que se les endilga, el primero como organizador de las carreras de caballos que
se desarrollan en el Hipódromo y el segundo como propietario del predio, quienes únicamente se podían liberar, total o
parcialmente, mediante la prueba de la culpa de la víctima o de un tercero, por el cual no deban responder”.

De otra parte, en un fallo de la Cámara Nacional del Trabajo, con base en los daños causados por un caballo en un carrera llevada
a cabo en el Hipódromo Argentino, se dijo que “es evidente que la actividad principal y exclusiva del Hipódromo Argentino es la
de organizar, fomentar y propiciar carreras de caballos de pura sangre, en consecuencia, la intervención de los caballos resulta
necesaria para la actividad habitual de la accionada, y conforme el Reglamento y normas el Hipódromo es el que autoriza que el
pura sangre pueda competir en la carrera, por lo tanto, resulta de aplicación el art. 1124 del Cód. Civil que responsabiliza a la
persona que se sirviera del animal, concordando con la primera parte del art. 1113 del mismo ordenamiento, quedando
subsistente para el Estado Nacional la acción de regreso contra el propietario” (CNTrab., sala II, 22/05/92, “Goyeneche, Alberto
O. c/ Lotería Nacional – Gerencia Hipódromo Argentino”, DT, 1992-B, 2163).

3.1.4. Daños sufridos por el jockey por rodada en carrera

En autos “Sena, Guillermo Enrique c/ Jockey Club (San Isidro) y otros s/ daños y perjuicios”, Expte. Nº 476.094, 18/09/2007, la
Sala A de la Excma. Cámara Nacional en lo Civil confirmó el rechazo de la demanda promovida por G.E.S. y M.A.P., por sí y en
representación de sus hijos C.A. y G.A.S. contra Jockey Club A.C., por tratarse de un típico caso de asunción de riesgo.

Se había interpuesto demanda con motivo de la rodada sufrida por G.E.S. en la carrera hípica del 3 de enero de 1998, en el
Hipódromo de San Isidro, cuando llegando al disco el SPC que montaba sufrió una fractura que le afectó ambas manos y provocó
que lo despidiera y cayera al suelo sufriendo los daños que reclama. Al respecto, el Tribunal de Alzada dijo, entre otras cosas:
“Quien practica un deporte, sea amateur o profesional, asume un riesgo, mayor en el segundo caso, pues en tal situación se
compite por un premio, que se concede al propietario del equino y el jockey solamente es acreedor a una comisión tarifada del
mismo. La práctica del deporte la realiza el deportista por su cuenta y riesgo. El club o entidad deportiva que pone a disposición
de los jugadores sus instalaciones e instrumentos de juego, no ha celebrado con ellos contrato alguno que obligue a la reparación
del daño que cada cual pueda experimentar”.

3.1.5. Daños sufridos por el jockey por dispararse el SPC en la gatera

En ocasión de una carrera de caballos organizada por el club codemandado el 23/02/1997, el actor montó el caballo “Don Cacho”
el cual en la largada se escapó de la gatera y a los cincuenta metros chocó contra la empalizada rodando, luego se levantó y
volvió a caer, tirando el jinete al suelo, produciéndole severas lesiones.

La demanda fue acogida por el juez inferior y confirmada por la Alzada, señalándose: “La sentencia afirmó que el club no había
dispuesto la presencia de un palafrenero en la zona de largada de la carrera; auxiliar que por las funciones que cumple –según se
explicó en la resolución de acuerdo a lo declarado por testigos– debía colaborar en el control del animal en la línea de partida y
en la llegada. Esta omisión atañe a los medios de prevención que pudieron evitar el accidente y que por ende, resulta oponible a
la alegación de impericia de parte del jinete, para sofrenar o mantener dominado al caballo en la gatera” (Cám. Apel. Civ. y
Com., Rosario, Sala I, “Chamorro, Guillermo c. Jockey Club Unión Casildense y otro sobre Daños y perjuicios”, Expte. Nº
263/2009, 10/02/2011).

3.1.6. Daños sufridos por el jockey en pista de entrenamiento previo a la largada

En este sentido, la jurisprudencia ha tenido ocasión de expedirse sobre la responsabilidad del Jockey Club como entidad
organizadora y así fue admitida la demanda promovida por W.D.P., un jockey profesional hasta que sufrió el accidente del 18 de
enero del año 2007 y que dio origen al presente reclamo, como consecuencia de los daños sufridos en el incidente. En la fecha
referenciada, mientras W.D.P. se encontraba practicando en la pista de Entrenamiento Nº 3 del Hipódromo de San Isidro sufrió
una caída del caballo de nombre Sniker (SPS), que contaba al momento del accidente con 3 años, motivada por negligencia y
desidia del ente organizador, ya que existían montículos de tierra al costado de las pistas (en contraste con el color claro de la
arena, con lo cual se espantan los caballos) y con el inmenso agravante de tener a esa fecha en la zona de la caída una
empalizada de palos de madera, macizos y con bordes filosos y rectos, con los cuales pegó el cuerpo del actor produciéndole de
allí en más su imposibilidad total de volver a montar a caballo.

Al respecto, la jueza concluyó: “En el caso que nos ocupa, el señor Walter Pérez dice que el accidente se produjo por la
existencia de montículos de tierra a un costado de la pista, que de repente el caballo se asustó como consecuencia de ello. Los
testigos Walter Eduardo Soto y Ángel Rafael Urquiza, que deponen a fs. 383/5 y fs. 390/2, afirman haber presenciado el accidente
que describe el actor en su libelo de inicio y manifiestan que existía a un costado de la pista un montículo de tierra y que ello
habría provocado temor en el caballo, por lo cual obró en forma precipitada arrojando a Pérez al suelo sobre unas vallas
existentes a un costado. También dicen los testigos que insistieron en varias ocasiones para que esos montículos fueran removidos
del lugar (ver respuestas 11 y 12 de fs. 384 y 5ta. y 8va. de fs. 391), de lo que se hizo caso omiso” (Juzg. Civ. y Com. Nº 5, San
Isidro, “Pérez, Walter Daniel c. Jockey Club Asociación civil y otros s/ daños y perjuicios”, Expte. Nº 53467, 25/06/2013).

3.1.7. Daños sufridos por el jockey en carreras cuadreras

Se trata de aquellas carreras disputadas en el campo o afuera del ámbito oficial. En sus orígenes se corrían a lo largo de tres o
cuatro cuadras de un camino rural (de ahí su nombre). Actualmente mantienen todo su folclore.

Respecto de los daños acaecidos durante el desarrollo de una carrera cuadrera que se llevó a cabo el día 18/07/1999 en el
hipódromo de la ciudad de Bolívar, a resultas del cual falleció, luego de ser internado en dos nosocomios e intervenido
quirúrgicamente, el jockey J. A., se hizo lugar parcialmente a la demanda con fundamento en que “la organizadora de la carrera
y el propietario del caballo deben indemnizar el 50% de los daños causados por éste cuando le propinó un cabezazo al jockey
antes de llegar a la meta, causándole la caída en la pista, toda vez que la enfermedad preexistente de éste le restó posibilidades
de curación, lo cual lo llevó a la muerte (…) Es responsable el propietario del caballo por los daños causados por éste cuando le
propinó al jockey un cabezazo al llegar a la meta, causándole la caída en la pista’ (…) Habida cuenta de que la municipalidad
actuó como organizadora de la carrera ‘cuadrera’ en virtud de lo que establece el decreto ley 9233/1978, en su carácter de
guardiana del caballo como cosa causante del daño, debe responder por los perjuicios derivados del accidente producido por el
equino al golpear al jinete cuando le propinó un cabezazo antes de llegar a la meta, causándole la caída en la pista” (Cám. Apel.
Civ. y Com., Azul, Sala I, “A., M. E. y otros v. Municipalidad de Bolívar y otros”, 31/03/2008, TR LALEY 70049395).

3.2. Daños sufridos por los vareadores

Con relación al tema resulta esclarecedor un reciente pronunciamiento de la Sala G de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Civil donde, entre otras cosas, se sostuvo que “la explotadora de un predio hípico es responsable por la muerte de un
vareador al ser despedido de un caballo pura sangre de carrera tras una colisión a alta velocidad contra una garita de cemento
ubicada en el sector de pistas, pues el riesgo asumido por quienes participan de una actividad deportiva son los riesgos normales
y propios de esa disciplina, y no los ajenos, y en el caso el accidente ocurrió por causas extrañas a las destrezas del jinete o
vicisitudes sufridas por el caballo”. Pues “el defecto en la organización implica, en su caso, un débito en la obligación de
seguridad implicada en la relación jurídica que vincula a la víctima fallecida, en su carácter de vareador de un caballo de sangre
pura de carrera en el ámbito de las instalaciones del hipódromo, que explota la asociación demandada”. Es que “la obligación de
seguridad se encuentra presente, aun en el particular contexto de la profesión desplegada por los jinetes (jockeys o vareadores)
de los caballos de sangre pura de carrera en función de las actividades de monta y trote o galope, sea en competición, vareo o
traslado, sin perjuicio de tenerse en especial consideración la asunción del riesgo que involucra su actividad específica” (CNCiv.,
Sala G, 11/11/2020, “O., Á. c. L., J. A. y otros s/ daños y perjuicios”, RCYS 2021-I, 176).

En otro precedente judicial, se condenó al Jockey Club a resarcir los daños causados a J.O.S. –de profesión jockey de caballos
SPC– por el accidente sufrido el día 5 de enero de 2012, alrededor de las 8.30 horas, cuando estaba entrenando en la pista de
vareo Nº 5 del Hipódromo de San Isidro y unos 30 o 40 metros de largar, el equino rodó e hizo caer pesadamente a su jinete, quien
sufrió lesiones de gravedad que motivaron su atención en el Sanatorio de La Trinidad.

En este sentido, se destacó: “Se encuentra acreditado en autos que Julio Omar Sánchez tuvo patente o licencia de jockey desde
el 29 de enero de 1997 hasta el 31 de diciembre de 2012, y corrió en el año 2011 la cantidad de 13 carreras en el Hipódromo de
San Isidro (fs. 267/268, 294, 327/329, y 440). No empece a lo anterior el rendimiento profesional de Sánchez ni la pretensión de
la demandada de descalificar su actividad profesional al destacar los resultados obtenidos por aquél que se desprenderían de la
planilla de performance del actor correspondiente al año 2011 acompañada a fs. 129 o de la prueba informativa cumplida a fs.
268, 294, y 440. En cambio, carece de respaldo probatorio la afirmación de que el actor se dedicaba a realizar las ejercitaciones
de los caballos que a futuro participarán en carreras de caballos, la cual sólo se sustenta en la afirmación de la demandada que lo
calificó como ‘vareador de avanzada edad’ (fs. 154). Es más, el Jockey Club imputó al actor haber infringido la normativa vigente
en tanto ‘se ha dedicado a varear caballos sin estar su trabajo registrado para cuidador alguno’. A la luz de las pruebas
producidas, dicha manifestación dogmática carente de sustento redunda en perjuicio de la postura asumida por la demandada,
desde que resulta de toda lógica que el actor no se encuentre registrado como vareador por dedicarse a la profesión de jockey
como quedó demostrado. Ninguna prueba ha producido la accionada para desvirtuar tal afirmación” (Juzg. Civ. y Com. Nº 12, San
Isidro, “Sánchez, Julio Omar c. Jockey Club s/ daños y perjuicios”, Expte. Nº 28821/2012, 21/03/2016).

Asimismo, en un caso en que los progenitores del por aquel entonces adolescente M.H.T. –14 años de edad a la época del hecho–
demandaron que el día 12 de julio de 2001 el joven se encontraba vareando un caballo llamado “Do it again” en el Hipódromo de
La Plata, entre los 400 a 500 metros el caballo se desboca y pierde el control del mismo, en razón de lo cual este choca contra la
empalizada de madera que rodea la pista frente al puesto sanitario, la baranda se quiebra perforando su cuerpo a la altura del
glúteo, provocándole una herida de 20 cm de profundidad que comprometió la zona rectal, se sostuvo: “La juez de la primera
instancia para rechazar la demanda consideró que el menor no reúne la calidad de espectador ni deportista. Tampoco es
dependiente del hipódromo como alega en la demanda. El instituto de Lotería de la Provincia de Buenos Aires informó que el niño
no registra antecedentes de peón variador (fs. 496) lo cual se condice con lo normado por el art. 28 del Reglamento Hípico; y en
especial con lo dispuesto en los artículos 31 y 32 del mismo que establecen como edad mínima para ser jockey aprendiz 15 años,
mientras que para ser vareador la de 22 años. Y dado que su progenitor desarrollaba la actividad de entrenador (ver informe de
fs. 496), consideró que el acceso del niño al lugar fue facilitado por su padre quien en ese momento se encontraba a cargo de la
vigilancia activa del mismo. Indicó la magistrada que en el caso sometido a decisión el menor accedió al caballo “Do it again” a
través de su padre, por autorización de éste o por omisión del debido contralor que debía realizar” (Cám. 2ª Apel. Civ. y Com., La
Plata, Sala Segunda, “Piedrabuena, Evelia Cristina y otros c. Intervención del Hipódromo de La Plata y otros s/ daños y
perjuicios”, Causa 118258, 10/06/2015).

Mientras que en “Zunino, José Luis c. Jockey Club s/Daños y Perjuicios”, del 03/10/1997, Expediente Nº 44.060, que tramitó ante
el Juzgado en lo Civil y Comercial Nº 3 de San Isidro, se rechazó la demanda por falta de prueba de la relación de causalidad. Se
sostuvo allí: “En el sub lite, el actor no ha probado el daño ni la relación causal, los dos hechos fundamentales, que como
dijéramos antes tenía él la carga probatoria, pues nada dice al narrar la demanda sobre la forma en que acaeció el hecho, no
obstante lo cual, endilga relación causal entre el daño y el riesgo de la cosa animal”.

VOCES: CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL - DAÑOS Y PERJUICIOS - DEPORTES - RESPONSABILIDAD CIVIL - ASOCIACIONES Y
FUNDACIONES - SOCIEDADES - PERSONAS JURÍDICAS - OBLIGACIÓN DE SEGURIDAD - DAÑO - DAÑO EMERGENTE - SEGURO -
EXIMENTES DE RESPONSABILIDAD - CULPA - LESIONES

Nota de Redacción: Sobre el tema ver, además, los siguientes trabajos publicados en El Derecho: Efectos de las medidas
cautelares, ejecutivas o ejecutorias contra las entidades que practican fútbol profesional, por Mario A. Schmoisman, ED, 173-
1058; Ley especial de administración de entidades deportivas con dificultades económicas, por Miguel Eduardo Rubín, ED, 190-
705; Régimen especial de administración de las entidades deportivas con dificultades económicas (ley 25.284): ¿Qué debe
contener la resolución de apertura de dicho procedimiento?, por Francisco Junyent Bas y Carlos A. Molina Sandoval, ED, 190-743;
Reflexiones a propósito de la ley 25.284 y del nuevo art. 190 de la ley 24.522 (conforme ley 25.589): el derecho concursal en
mutación, por Daniel E. Truffat, ED, 204-967; El salvataje de las entidades deportivas y la alternativa del gerenciamiento, por
Francisco Junyent Bas, ED, 234-802; Deportista amateur. Relación laboral y situaciones jurídicas emergentes, por Marco A. Rufino,
TySS, 2011-240; Responsabilidad por daños causados al árbitro del partido por un jugador de fútbol (aplicación del régimen de
daños regulado en la ley 23.148 para la represión de la violencia en los espectáculos deportivos), por Fabián O. Canda, ED, 235-
450; Algunas precisiones respecto de la responsabilidad civil en supuestos de un árbitro agredido por un jugador, por Enrique José
Quintana, ED, 235-457; Régimen especial de administración de las entidades deportivas con dificultades económicas, por Rafael
D. Vásquez, ED, 237-883; El plazo de actuación del fideicomiso de administración con control judicial en la ley 25.284: panorama
actual y respuesta legislativa, por Diego M. Proietti, ED, 243-1071; Responsabilidad por accidentes deportivos, por Mariano
Gagliardo, ED, 250-469; Los particularismos de las normas del derecho deportivo, por Luis R. Carranza Torres, ED, 257-409;
Asunción de riesgos: evolución y aplicación de la teoría en el derecho deportivo y en el sistema de responsabilidad civil, por
Marcelo Oscar Vuotto, ED, 265-565; Régimen jurídico de las entidades deportivas. Actualidad y desafíos, por Carlos A. Daquino
Antillanca, ED, 287-447; Daños derivados de la práctica del deporte: ¿existe un deber de seguridad?, por José María Sabat
Martínez, ED, 297. Todos los artículos citados pueden consultarse en www.elderechodigital.com.ar.

(1) Donde se disputan carreras todos los días de la semana, alternando entre cada uno de los hipódromos mencionados. En los
programas se desarrollan entre quince y veinte carreras diarias, seleccionadas a partir de las características de los caballos
(edad, trayectoria, género).

(2) El turf fue el primer espectáculo deportivo de nuestra historia capaz de concitar no solo un vasto interés popular, sino
también de reunir decenas de miles de espectadores (…) con especial referencia tanto a su impacto sobre las clases populares
como a las reacciones que estos fenómenos concitaron en otros sectores sociales y en las elites dirigentes (Rey Hora, Historia del
turf argentino, 1ª ed., Siglo Veintiuno editores, Bs. As., 2014, p. 19).

(3) Muchas cuestiones, situaciones o problemas suscitados alrededor del turf se rigen y resuelven a tenor de normas e
instituciones de derecho privado, así por ejemplo las que respectan a la responsabilidad civil (daño resarcible, indemnización,
asunción de riesgos, consentimiento de la víctima, utilización de cosas riesgosas y/o peligrosas, hecho de la víctima, organización
de espectáculos públicos, etc.); los contratos (consumo, concesión, depósito, locación, compraventa, servicios, etc.); las
asociaciones civiles (constitución, autorización, estatutos, administración, facultades disciplinarias, etc.).

(4) Las asociaciones civiles requieren autorización para funcionar y se encuentran sujetas a contralor permanente de la autoridad
competente, nacional o local, según corresponda (art. 174, CCC). Los juegos, apuestas y sorteos reglamentados por el Estado
Nacional, provincial, o municipal, están excluidos de este Capítulo y regidos por las normas que los autorizan (art. 1613, CCC).

(5) Por lo general, salvo excepción expresa, las asociaciones civiles (jockey club e hipódromos) al igual que las agencias hípicas
oficiales encargadas de la comercialización de las apuestas relacionadas con la actividad del turf, en cualquiera de sus
modalidades, son plausibles de tributar impuestos nacionales (ganancias e IVA) y provinciales (ingresos brutos), mientras que otras
veces se las erige en agentes de retención. De otra parte, la cría de SPC, pese a ser un producto agropecuario y debería pagar un
impuesto al valor agregado (IVA) del 10,5%, la producción de SPC está grabado con una tasa IVA del 21%.
(6) Sin perjuicio de las relaciones laborales que puedan plasmarse entre jockeys (vareadores, peones, capataces o entrenadores)
y propietarios del SPC (caballerizas o haras) o entre espectadores, apostadores asistentes o concurrentes y la entidad
organizadora del evento deportivo y/o agencia hípica, la problemática laboral viene dada, habitualmente, por reclamos de los
trabajadores de los jockey clubes e hipódromos, muchas veces representados por la Unión de Trabajadores del Turf y Afines
(UTTA) y bajo el amparo, ante la ausencia de estatuto particular, del CCT 645/2014.

(7) En lo relativo, principalmente, a las medidas de política comercial, seguridad, control sanitario, homologaciones técnicas,
certificado de importación o exportación, etc.

(8) Excepcionalmente pueden darse, en el marco de la actividad hípica, supuestos donde quepa endilgar al organizador,
deportista o agresor de una conducta antijurídica una responsabilidad de tipo penal (lesiones, homicidio o uso de sustancias
prohibidas) y/o contravencional (Ley sobre la Prevención y Represión de la Violencia en Espectáculos Deportivos).

(9) Sabido es que los SPC son cosas registrables con inscripción constitutiva. El Stud Book Argentino del Jockey Club Argentino
tiene por objeto custodiar el Registro Genealógico, de Identidad y Propiedad de los caballos Sangre Pura de Carrera, con amplias
facultades de organizar con ese fin, la fiscalización de la procreación, gestación, nacimiento, identificación, inscripción,
transferencia, estadística y todo cuanto con ello se relacione.

(10) La regulación de los juegos de azar en la Argentina es facultad de cada provincia. Esto es así porque no está incluida dentro
de las facultades del Poder Legislativo Nacional establecidas en el artículo 75 de la Constitución, y porque la Corte Suprema de
Justicia, en un fallo dictado el 31 de mayo de 1999, resolvió que el régimen en la materia (incluyendo loterías, casinos, bingos y
máquinas tragamonedas) y sus posibles infracciones no son una cuestión federal. Así, cada una de las provincias legisla de manera
exclusiva con relación al régimen de administración y explotación de juegos de azar dentro de sus respectivos territorios. El
gobierno nacional no tiene atribuciones para imponerles la obligatoriedad de normas jurídicas referidas al juego. Para tal fin,
cada provincia ha creado su propio órgano regulador, verbigracia: el Instituto Provincial de Loterías y Casinos de Buenos Aires, la
Lotería de la Ciudad de Buenos Aires, el Instituto de Ayuda Financiera a la Acción Social en Entre Ríos, etc.

(11) Cuerpo conformado por representantes de las distintas entidades hípicas que tiene a su cargo todo lo inherente a la
programación, conformación de calendarios clásicos y aplicación del Reglamento General de Carreras dentro de un hipódromo,
con facultades plenas para dictaminar modificaciones o determinar penalidades si así fuese menester. En los cónclaves por temas
decisivos, y cuando la CC se reúne para votación, el sufragio de su presidente vale doble y en muchos casos desempata (Glosario
de Turf, Pura Hípica, https://www.yumpu.com/es/document/view/14264427/hace-click-aca-y-descarga-el-reglamento-de-turf-
pura-hipica).

(12) Conjunto de personas designadas por el hipódromo para dictaminar justicia en las competencias hípicas. Por lo general, es
integrado por miembros de la Comisión de Carreras, la cual se constituye en Comisariato con 3 de sus miembros presentes, y
tiene a su cargo el normal desarrollo de las reuniones de carreras.
(13) El palafrenero de a pie es quien ayuda a ubicar los SPC en los partidores cuando no ingresan bajo las directivas del jockey y
el palafrenero montado es el auxiliar de pista que trabaja con su propio caballo. Se encarga de llevar del freno a un competidor
antes y/o después de la carrera, y de controlar el eventual escape de ejemplares de los partidores.

(14) Encargados de visualizar el cruce del disco, y ubicados para tal fin en un habitáculo sito justo enfrente del espejo y al borde
de la pista. Cuando los fallos son apretados, recurren al fotochard o foto-finish, y tras el revelado de la película, indican las
posiciones oficiales.

(15) También llamado largador. Es el encargado de llamar a los competidores a las gateras, de supervisar el correcto ingreso de
los caballos a las mismas, de atender las solicitudes de sus jinetes y de dialogar con ellos en los instantes previos a la suelta,
tratando de lograr un estado de orden general. Es asistido, asimismo, por un grupo de palafreneros en función de personal de
gateras, ayudando al ingreso a ellas y ubicándose muchas veces dentro o detrás de las jaulas para sostener a animales indóciles,
ponerles o sacarles la careta, estimular con un golpe al equino en el momento de la largada, etc.

(16) Jinete encargado de montar y guiar al SPC en la carrera. También se lo llama látigo, piloto, fusta o muñeca.

(17) Es una raza de caballos de las más rápidas y valiosas del mundo. Todos los que compiten oficialmente en nuestro país se
encuentran registrados en el Stud Book Argentino. Cuando los SPC cumplen 2 años, comienzan un entrenamiento preparatorio
para su futuro competitivo.

(18) Lugar donde uno o más cuidadores alojan periódicamente a sus pupilos o pensionistas, es decir, sus SPC en training. Existen
studes con gran cantidad de boxes (40, 50, 60, etc.), otros más chicos, y por lo general se ubican en los barrios circundantes a los
hipódromos. Estos, a su vez, suelen construir dentro de sus perímetros las denominadas villas hípicas, pequeños barrios con
pabellones de boxes establecidos de manera permanente, por lo general para paliar el levantamiento de studes en las ciudades
como consecuencia de la construcción de propiedades o edificios; la cercanía con las pistas brinda ventajas a los cuidadores y
propietarios para el entrenamiento de los SPC. Asimismo, hay studes radicados en los training centers, lugares para
entrenamiento de SPC ubicados en el campo o en puntos distantes de las grandes orbes, en los cuales los equinos no sufren el
estrés de las ciudades a decir de los entendidos (Glosario de Turf, cit.).

(19) Persona encargada, en el stud, de acompañar al caballo en el día a día. Le da la ración, le junta la bosta, le cambia la cama,
lo cepilla, lo trenza, lo saca a caminar, lo lleva al hipódromo para sus ejercicios, y en el día de la carrera lo acompaña hasta el
momento en que es montado por el jockey. Antiguamente, cada caballo tenía su peón, cincuenta años atrás, y posteriormente
fueron dos animales por peón. El devenir de la economía y las malas costumbres desembocaron en que, actualmente, cada peón
atienda entre 3, 4 y hasta 5 o 6 equinos. Los peones buenos son muy cotizados, y aquellos que se destacan con SPC clásicos de
manera reiterada van forjando una fama difícil de empardar. Es muy usual que el cambio de peón modifique el rendimiento del
animal, potenciándolo o disminuyéndolo (Glosario de Turf, cit.).

(20) El vareador es el jinete que, fuera de la participación del jockey, monta al SPC en las mañanas de ensayos, vareándolo,
haciéndole un galope largo, un medio correr o una salida desde los partidores de ensayo, buscando mejorar su capacidad
aeróbica. Por lo general, son jockeys retirados de la práctica activa de la profesión, peones o alumnos de la Escuela de
Aprendices.

(21) Entidad que lleva el registro periódico y sistemático del Turf y Elevage de un país, es decir, todo lo concerniente a pedigríes,
nacimientos, decesos, cambios de nombres, egresos e ingresos de equinos de otros países, inscripciones, identificación por
microchips, etc.; además de lo relativo a las competencias oficiales, con resultados, campañas clásicas, programaciones y demás.
Mensualmente, el Stud Book Argentino emite sus tradicionales Estadísticas por Sumas, divididas en dos grandes ramas (Generales
y Clásicas), separadas por padrillos, haras, caballerizas y abuelos maternos. Además, durante el primer semestre, se publican las
estadísticas de 2 años por criador, padrillo y abuelo materno. También la estadística general de SPC ganadores por sumas –incluye
a los productos de 2 años– y la estadística de ejemplares de 2 años por sumas –primer semestre– (Glosario de Turf, cit.).

(22) Sobre el tema ver la excelente tesis doctoral del Dr. Enrique Máximo Pita, “La responsabilidad civil deportiva”, UNL, Santa
Fe, 2013, que luego publicase Rubinzal-Culzoni, p. 212 y siguientes.

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