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Estimados/as, quería dejarles un material adicional en cuanto a nuestra segunda

actividad: de hecho el texto del artículo era más bien breve, pero creo que concentraba
cantidad de información relevante, conjugada con un enfoque más que interesante y
definitivamente novedoso para la historiografía del siglo XX. Las asociaciones ligeras
entre rasgos culturales y genéticos han sido tan frecuentes como perjudiciales y
seguramente lo seguirán siendo, por lo que me parece de la mayor importancia estar
alertas en cuanto a las fallas de método de tales propuestas.

Me gustaría entonces compartir una lectura más sobre el asunto, es breve, un artículo
periodístico que de alguna manera resume estos “vicios” asociativos, para eventuales
comentarios adicionales. Asimismo, tengan en cuenta que los foros quedan abiertos para
que intervengan y planteen sus comentarios, dudas o lo que fuere, todo lo cual puede
dar mayor fluidez a esta cursada.

Va pues el artículo en cuestión (se los copio también, por si no pueden acceder):

https://elpais.com/elpais/2018/04/20/ciencia/1524222446_048363.html

Muy cordiales saludos

El misterio del indoeuropeo

Los historiadores buscan una respuesta al origen del tronco común de la mitad de las
lenguas del planeta

JEAN-PAUL DEMOULE

23 ABR 2018 - 05:33 ART

Tabla escrita en sánscrito, una de las lenguas indoeuropeas más


antiguas. WELLCOME LIBRARY / LONDON IMAGES

1. ¿Quiénes son los indoeuropeos?

Las lenguas que se hablan en una gran parte de Europa pertenecen a la familia
lingüística llamada “indoeuropea”, que se extiende también por el norte de India,
Pakistán y Asia Central. Cuando los europeos colonizaron el mundo, las lenguas
indoeuropeas (fundamentalmente el español, el portugués, el francés y el inglés) se
extendieron a América, gran parte de África (al menos como lenguas vehiculares) y
Oceanía. Todas estas lenguas indoeuropeas tienen entre sí más similitudes que las que
se dan en otras familias lingüísticas, como la semítica, la ugrofinesa y la sino-tibetana.
Comparten una serie de palabras y estructuras gramaticales, como las declinaciones y
las conjugaciones.

MÁS INFORMACIÓN

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1. ¿De dónde procedían?

¿Cómo explicar este fenómeno histórico? Viene a la cabeza, por supuesto, el caso de las
lenguas romances. El Imperio Romano, con su dominación política, cultural y
lingüística de toda la cuenca mediterránea, engendró en algunas regiones (no en todas)
las lenguas romances actuales: castellano, portugués, catalán, occitano, francés, rumano,
italiano, el romanche suizo, etcétera. ¿Sería posible encontrar, a través de la historia y la
arqueología, un fenómeno comparable, es decir, una conquista a partir de una región
concreta de Eurasia? Las tres lenguas indoeuropeas más antiguas que se conocen son el
griego micénico, el hitita —en lo que hoy es Turquía— y el sánscrito del norte de India.
Estas tres lenguas se hablaban ya, y quizá se escribían, a mediados del segundo milenio
antes de nuestra era, y eran muy diferentes unas de otras. Por consiguiente, en teoría, la
hipotética separación del pueblo indoeuropeo original debió de ser muy anterior.

Para determinar la presunta cuna original se ha utilizado sobre todo un método, el de la


“paleontología lingüística”. Consiste en buscar, a partir de las palabras que tienen en
común la mayoría de las lenguas indoeuropeas, las que podrían designar un paisaje
concreto, unas costumbres, unos rasgos culturales o unas técnicas. Este método nunca
ha sido muy eficaz porque las palabras cambian de significado y se toman prestadas, y
el vocabulario se renueva constantemente. De hecho, los investigadores que lo han
utilizado han sugerido que el “hogar original” de la lengua pudo estar prácticamente en
todas las regiones de Eurasia, desde India hasta el Báltico y desde Turquía hasta el Polo
Norte. Y siempre se corre el peligro de que el razonamiento se convierta en un círculo
vicioso.

1. Tres teorías principales

Aunque es indiscutible el parentesco de las lenguas indoeuropeas, puede que la


búsqueda de un fenómeno histórico único sea una quimera

A partir de mediados del siglo XIX, se empezó a utilizar más la arqueología. En la


actualidad, la literatura científica destaca sobre todo tres orígenes posibles. El primero
es Escandinavia y el norte de Alemania; en alemán, “indoeuropeo” se dice
“indogermático”. Esta teoría, sostenida en el siglo XX por el arqueólogo nacionalista
alemán Gustaf Kossinna, inspiró el nazismo y la idea de una “raza” original pura,
formada por arios altos, rubios y de ojos azules, que —según esta hipótesis— partió a la
conquista de Europa y Asia, pero después se “bastardeó” por el contacto con los
indígenas, por lo que era necesario restablecer su pureza por todos los medios. Sabemos
cuáles fueron las terribles consecuencias de esta teoría. No por ello hay que descalificar
los estudios indoeuropeos, pero debemos ser conscientes de que este es uno de sus
posibles resultados. La teoría no desapareció con el nazismo, puesto que siguen
defendiéndola los movimientos actuales de extrema derecha, tanto en Europa como en
EE UU.

La segunda hipótesis, que estuvo muy de moda durante un tiempo, es la del


asentamiento en Europa de las poblaciones procedentes de Oriente Próximo, que
llevaron consigo la agricultura y la ganadería. Esta antigua teoría ha tenido un
renacimiento gracias al arqueólogo inglés Colin Renfrew. Según ella, a partir del año
6500 antes de Cristo se produjo una migración pacífica y lenta, documentada por la
arqueología y la genética, que ocupó desde los Balcanes hasta el Atlántico. Pero esta
hipótesis tiene varias lagunas, como la existencia de lenguas no indoeuropeas en
Europa, el carácter guerrero de las mitologías indoeuropeas y las semejanzas entre
lenguas que no responden al eje sureste-noroeste de esta colonización.

1. Arqueología y genética

La tercera hipótesis es la de una migración masiva desde las estepas de Ucrania y Rusia
a partir del cuarto milenio a. C. También es una hipótesis antigua, reactualizada en los
años setenta por la arqueóloga estadounidense Marija Gimbutas y posteriormente por
arqueólogos como James Mallory, Kristian Kristiansen y David Anthony. Esta teoría
concibe más bien una migración guerrera, de pueblos que tenían ya carros y caballos
para uso doméstico. En este caso, el problema es que resulta difícil seguir estos
movimientos a través de la arqueología. No obstante, desde 2015, los análisis genéticos
han reforzado esta posibilidad. Parece que a partir de 3000 a. C. se difundió un
patrimonio genético, procedente de las estepas, por el norte de Europa y el sur de Asia.
Aun así, existen muchos interrogantes. Los genes de las poblaciones esteparias son de
piel y cabellos oscuros, mientras que los del norte de Europa son de piel y cabellos
claros. Y la cerámica del norte de Europa es diferente de la de las estepas.

Tabla escrita en sánscrito, una de las lenguas indoeuropeas más antiguas.WELLCOME


LIBRARY / LONDON IMAGES

Estos análisis, que son muy costosos (alrededor de 60.000 euros para obtener el genoma
de un individuo), se han hecho solo a unos cuantos cientos de personas dispersas por
Europa y parte de Asia. A medida que se publican más resultados, el cuadro se vuelve
más complejo. Y el modelo que sirve de base es muy criticable. Da por supuesto que
“genes” y “cultura” son lo mismo, igual que la arqueología del siglo XIX identificaba
“razas “ y “culturas” a base de medir cráneos. Un ejemplo reciente demuestra lo
contrario. La cultura neolítica llamada en español “del vaso campaniforme” se extendía
en el tercer milenio a. C., desde la península Ibérica hasta Dinamarca y desde las islas
Británicas hasta Hungría, con unas cerámicas muy similares en todo ese inmenso
territorio. La mayoría de los arqueólogos admiten su origen ibérico. Y sin embargo sus
herederos son muy distintos según las regiones.

En conclusión, aunque es indiscutible el parentesco entre las lenguas indoeuropeas, es


muy probable que la búsqueda de un fenómeno histórico único que pudiera ser su origen
en forma de conquista militar es una quimera. Debemos pensar más bien que en esas
sociedades protohistóricas, que vivían dispersas en pequeñas comunidades de unos
cuantos centenares de habitantes, se dieron mezclas constantes, cruces y mestizajes
escalonados durante varios milenios, aunque hubiera además brutales invasiones. Por
otro lado, la mayoría de las sociedades humanas tradicionales eran multilingües. Por
eso, para seguir avanzando, es indispensable una estrecha colaboración entre lingüistas,
arqueólogos y biólogos.

Jean-Paul Demoule es profesor en la Universidad París I-Sorbona y autor de Les dix


millénaires oubliés qui ont fait l’Histoire (Fayard) y Mais où sont passés les Indo-
Européens? (Seuil).

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.


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