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[...], como todo shock, no puede ser amortiguado sino por una atención re
forzada".8 Pero este mismo efecto niega al espectador, ese protagonista de
la "recepción táctil", semejante modalidad de atención. Al transformarlo en
"experto" a través del vínculo que lo une a la tecnología, Benjamín puede
concluir (ai final del texto, justo antes del epílogo) que "la actitud de este
experto en el cine no exige de él esfuerzo alguno de atención".9
Más adelante, en el contexto de un cine que se renueva después de
la guerra, serán precisas todas las nuevas consideraciones aportadas a las
películas por un espectador y un escritor de cine como Bazin para hacer de
la atención (ya emplee o no Bazin esta palabra) el proceso que a la vez com
prende, desvía y ofrece a su sutileza todos los shocks, cada vez más diver
sificados en mini-s/?oc/cs en los que se entremezclan efecto y conciencia,
proceso que acompaña lo qué en lo sucesivo podemos llamar la "lectura
de una película" (lo que será en Deleuze el concepto de una imagen que se
ha tornado legible). Resulta emocionante seguir en la obra de Bazin este
trabajo de lectura que, con frecuencia, pretende ser muy preciso en una
época en la que no existía ningún medio de estudio que no fuera volver a
ver la película en la sala, de modo que los errores fácticos, en ocasiones
flagrantes, que jalonan sus textos testimonian, ante todo, la pasión propia
de una nueva atención.
Pero, más adelante aún, también será necesario que ese espectador
adulto, crítico, ciudadano, amenazado en su identidad histórica por las mu
taciones sociales y tecnológicas que invitan a presagiar la muerte posible
del cine como arte, haya adquirido nuevos medios propios que le permitan
apoyar su lectura a fin de reconocer plenamente su condición, de un modo
a la vez retrospectivo y prospectivo, en la perspectiva tanto de un arte como
de un pensamiento de resistencia (en el sentido que Deleuze ha dado a estas
palabras, por ejemplo en su conferencia sobre el cine: "Qu'est-ce que l'acte
de création?" - "¿Qué es el acto de creación?").10
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*N. de. T.: En el original, cinéfils ("hijo del cine"), juego de palabras con
cinéphile ("cinéfilo").
11. DANEY, Serge, L'Exercice..., op. cit., pp.19-20.
12. Ibid. p.235.
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Queda indicar por qué este privilegio del dispositivo es también abso
luto. Mencionemos a tal efecto algunos libros más o menos recientes, y todos
extranjeros, cuyos títulos son elocuentes. Paolo Cherchi Usai, The Death of
Cinema. History, Cultural Memory and the Digital Dark Age, 2001 [trad. cast.:
La muerte en el cine, Barcelona: Laertes, 2005]; Victor Burgin, The Remem-
bered Film, 2004; Francesco Casetti, L'occhio del novecento. Cinema, espe
rienza, modernità, 2005; Laura Mulvey, Death 24x a Second. Stillness and the
Moving Image, 2006; y David N. Rodowick, The Virtual Ufe ofFilm, 2007.
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Estos cinco libros, todos ellos muy personales y tan diferentes como
sus autores, tienen en común tomar nota de la revolución digital y de la da-
tación simbólica que la hace más o menos coincidir tanto con el fin de siglo
como con el centenario del cine y, por ende, con el sentimiento de que algo
se acaba. Para constituir propiamente el cine como "el ojo del S. XX", Casetti
acaba, por ejemplo, distinguiendo un "cine dos" que, al sucederlo, sería tam
bién uno muy distinto, aunque sea por la mirada que permite dirigir hacia lo
que, de este modo, se convierte en el "cine uno". Por su parte, reconside
rando la definición espectador pensativo, mediante la que antaño califiqué
la suspensión psíquica introducida en el curso de la película tanto por la in
movilidad de la fotografía cuanto por las diversas formas de detenimiento de
la imagen, Laura Mulvey lo convierte en el protagonista de lo que denomina
"delayed cinema", en el que la experiencia de la película es transformada
por todas las operaciones (de detenimiento, de suspensión, de metamorfo
sis) que, luego de la imagen electrónica, favorece la imagen digital.
Estos libros de los que me siento próximo desconocen, sin embargo,
hasta qué punto el "cine dos", para emplear el término de Casetti, perma
nece al mismo tiempo en su principio idéntico al "cine uno": cada vez que un
espectador, por más transformado que se encuentre por las prótesis que,
por otra parte, favorecen su acceso a la película, se halla en la situación, en
cierto sentido inalterada, del dispositivo-cine y de la proyección tal y como,
por ejemplo, desde 1916, la había evaluado Münsterberg. Y es que, tanto por
debajo como más allá de las nuevas prótesis de memoria, y en este sentido
casi independientemente de ellas, la película constituiría en sí misma su su
jeto, como en LeveI Five, de Marker, y algo único se revelaría en la película
proyectada: es decir, la experiencia vivida en tiempo real de un proceso acu
mulativo de memoria y de olvido que se alimentan mutuamente, una expe
riencia conforme a la cual una atención más o menos dispersa o concentrada
-variando por naturaleza según cada sujeto y cada proyección- es la prueba
de todos los shocks sutiles de los que toda película digna de ese nombre
ofrece una variedad más o menos diferenciada, cada una según su propio es
tilo. Esta relación entre atención dispersa y atención concentrada o exacer
bada, o entre pasividad y actividad, tan esencial para el libre funcionamiento
acumulativo del olvido y la memoria, no parece tener un verdadero equiva
lente en ninguno de los dispositivos con los que compite, los que siempre se
inclinan demasiado, de manera alternativa y cada cual de acuerdo con su
propia forma, en un sentido u otro. Lo inherente a la experiencia de la pro
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24. RODOWICK, David N., The Virtual Life o f Film, Cambridge: Harvard
University Press, 2007, p.164, y todo el análisis posterior. (Véase tam
bién RODOWICK, David N., "L'événement numérique", Trafic, n° 79,
pp.86-94).
25. BARTHES, Roland, "En sortant du cinéma", Communications, n° 23,
"Psychanalyse et cinéma", 1975, p.104.
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conde y que, sin embargo, aísla a cada cual, lo separa de los demás, del
mundo y de sí mismo". Blanchot continúa escribiendo: "Un escritor es aquel
que impone silencio a esta palabra, y una obra literaria es, para el que sabe
penetrarla, un rico silencio, una defensa firme y una alta muralla contra esa
inmensidad parlante que se dirige a nosotros y nos desvía de nosotros mis
mos. Si, en ese Tíbet imaginario donde ya no se descubrirían en ninguna
persona las señales sagradas toda literatura acabara por dejar de hablar, lo
que faltaría sería el silencio, y es esa falta de silencio la que revelaría acaso
la desaparición de la palabra literaria".28 Blanchot añade a su hipótesis que
el día en el que el rumor se imponga con la muerte del último escritor, "el
tesoro de las obras antiguas, el asilo de los Museos y las Bibliotecas", sería,
contrariamente a lo que cabría esperar, de poca ayuda, pues "cabe suponer
que, el día en el que se imponga la palabra errante, asistiremos a un des
bordamiento de todos los libros".
Se habrá comprendido que el rumor que acompañaría a la desapari
ción de la última película y la utopía que esta encarna sería la del imperio
universal de los medios de comunicación del que el cine no sería más que
uno de sus múltiples componentes, esqueleto de imágenes flotando entre
todas las imágenes; y que el día en el que ninguna película fuera concebida
para ser vista en una sala de cine cabría esperar poca ayuda del asilo de los
Museos y las Cinematecas.
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