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EL HOMBRE CONTEMPORÁNEO
A partir del siglo XIX el concepto de hombre se va enriqueciendo. Se siguen defendiendo y
desarrollando las ideas de siglos anteriores, pero al mismo tiempo va a ir apareciendo una
línea de pensamiento que busca romper con esta tradición que encuentra lo esencialmente
humano en la racionalidad. Por otra parte, el proceso de secularización iniciado en la Edad
Moderna tiene aquí su expresión en forma de ateísmo. Surge además una visión crítica de
la religión, que es considerada como un mecanismo de evasión del hombre.
Surge una visión en la que se defiende que el hombre está sometido a condicionamientos,
a circunstancias que limitan su libertad, de manera que la autonomía defendida por los
Ilustrados como una de las nota esenciales del hombre queda cuestionada. Es lo que se
llama Determinismo.
Frente a la visión optimista del siglo XVIII, el Irracionalismo presenta una visión opuesta,
donde la inseguridad, las fuerzas ocultas en el hombre y en la Naturaleza van a determinar
la vida: se produce una rebelión contra la visión del hombre como un ser racional. El
movimiento romántico y filósofos como Nietzsche van a intentar devolver al hombre una
visión en la que lo no racional es, si cabe, más humano que lo racional. El sentimiento, la
pasión, el amor a la vida..., van a ser un nuevo elemento en nuestra tradición.