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EVOLUCIÓN DEL JUEGO DURANTE EL DESARROLLO INFANTIL.

El desarrollo infantil es el conjunto de habilidades que el niño/a va


logrando producto de la maduración del sistema nervioso central,
así como de su interacción con el medio. El desarrollo lleva implícito
el concepto de evolución, ya que es un proceso en el cual cada
nueva habilidad es consecuencia de la anterior y, a su vez,
necesaria para las que se desarrollarán más adelante. El tipo de
juego irá variando de acuerdo al grado de madurez y de
desarrollo.

Observando a los niños podemos comprobar que, a medida que


crecen, juegan de manera diferente. Se evidencia así que hay una
evolución del juego a través del desarrollo infantil.

Para observar adecuadamente a un niño y detectar posibles


desafíos en el desarrollo, es necesario conocer las características
de cada etapa y su relación con el juego. Es por eso, que
analizaremos a continuación las etapas del Juego.

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Los primeros 8 meses.

En los primeros 8 meses de vida hay un juego exploratorio,


predominantemente sensoriomotor. El niño reconoce cómo se
mueven sus manos, todo lo quiere tocar y llevar a la boca. En esta
etapa es que hay que dejar al alcance de sus manos, ya que aún
no se desplaza por sí mismo, móviles o gimnasios con juguetes de
diferentes texturas, colores, sonidos, olores, tamaños y sabores.

El niño los tomará, agitará haciéndolos sonar, se los llevará a


la boca y cuando pueda soltarlos, los dejará caer. Es importante
tener presente que es preferible poner uno o dos juguetes, para
que los explore de a poco e ir cambiándolos en forma periódica;
si se ponen muchos, el niño perderá interés y no conseguiremos que
ninguno le llame la atención.

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En este período también es importante el aspecto social del
juego, que permite fomentar el apego y el vínculo con los padres.

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Paralelamente, el niño aprende a manejar a los que le
rodean, utilizando ya sea la sonrisa o los "pucheros" para conseguir
lo que desea. Es útil en esta etapa el uso de canciones para ir de
mostrando diferentes expresiones.

Desde el nacimiento y hasta el primer mes de vida, el bebé


tiene reflejos involuntarios y automáticos que aparecen ante
cualquier estímulo. Así, si al acercarnos a un bebé que está
despierto con la intención de hacerle cariños se produce un ruido
súbito e inesperado, el cuerpo del bebé reaccionará con un
movimiento involuntario interrumpiendo la comunicación con el
adulto.

Más tarde, algunos de esos reflejos se volverán más útiles: por


ejemplo, el bebé comienza a girar la cabeza en respuesta a un
sonido. En este momento los adultos presentamos todo tipo de
objetos (luminosos y sonoros principalmente) ante su mirada y, en
ocasiones, los desplazamos de un lado a otro para estimular su
visión y su audición. De esta manera empezamos a captar la

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atención del bebé hacia los objetos de su entorno (por ejemplo,
móviles, las cintas de colores, campanillas que pueden quedar
suspendidos de la cuna ante su vista o proyectores de techo).

Entre los 2 y los 4 meses, el bebé pone en marcha un tipo de


conducta llamada reacción circular primaria. Se trata de una
conducta que, siendo realizada originariamente al azar y sin ningún
propósito, produce un resultado tan placentero que motiva al niño
a repetirla hasta conseguir el mismo efecto. La conducta se efectúa
sobre su propio cuerpo. Así, cuando el bebé, accidentalmente, se
lleva la mano a la boca y la chupa, insistirá en repetir una y otra
vez la misma acción (como diría Piaget «chupar por chupar» o
«mirar por mirar»).

En este momento, el bebé juega con su propio cuerpo y


empiezan a observarse conductas que son claramente emitidas y
repetidas por gusto (balbuceos, sonrisas, movimientos de cabeza y
de manos).

Entre los 4 y los 8 meses aparece la reacción circular


secundaria en la que el bebé vuelve a descubrir casualmente una
conducta que le interesa, pero esta vez sobre el entorno físico y
social.

Por ejemplo, si accidentalmente el niño consigue tocar con su


mano un objeto colocado sobre su cuna, intentará repetir una y otra
vez ese movimiento para conseguir tocar nuevamente el objeto.
Otro ejemplo de reacción sobre los objetos es sacudir un brazo
para hacer sonar el sonajero que el adulto le ha proporcionado.

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Ahora, el bebé toma y manipula los juguetes u objetos, con
los que mejora la coordinación de sus movimientos. Entonces
empieza un juego en el que actúa sobre los objetos: los mueve, los
voltea, los acerca y los aleja: los examina. Hacia el final de este
período, en esas manipulaciones de los objetos podemos observar
ciertas competencias del bebé:

a) Dejar caer un objeto para agarrar otro.

b) Tocar la mano del adulto para que active un juguete que


se ha parado.

c) Inclinarse, estando sentado, para buscar un objeto en la


dirección en la que cayó.

En este periodo, los adultos empezamos a ofrecer al bebé


diferentes objetos, como sonajeros, muñecos de felpa o goma,
llaves de colores que estimulen la exploración sensorial de los
mismos (chupar, oler, tocar, mirar...).

De los 8 a los 12 meses

A partir del segundo semestre, este juego exploratorio inicial


comienza a ser un juego cada vez más funcional; el niño ya no se
conforma con solo explorar el juguete, sino que le interesa
encontrarle una función. Los juguetes deben de ser entonces
interactivos, como, por ejemplo, pianos, libros de cuentos con
sonidos, juguetes de encajes como la pirámide, juguetes donde

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puede dejar caer otros, legos grandes, piezas que se puedan
dividir como frutas, animales etc.

Estos juguetes se pueden utilizar en general cuando el niño ya


es capaz de mantenerse sentado. Un juguete importante en esta
etapa son las pelotas o juguetes que rueden, para estimular que el
niño se desplace. El lugar donde se pongan los juguetes servirá
para que, producto de querer alcanzar un determinado juguete, el
niño utilice la forma de desplazamiento que domine en ese
momento. Por ello es importante variar la ubicación de los juguetes
para estimular el desplazamiento, ya sea hacia los lados, hacia
adelante o hacia arriba.

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Se debe tener cuidado con el tamaño de los orificios de los juguetes,
ya que en esta etapa es cuando los niños comienzan a introducir sus
dedos u objetos dentro de otros, para que si introducen los dedos
o cabeza, puedan también sacarlos.

Se deben aprovechar los estímulos que ofrece el medio ambiente,


permitiéndole experimentar con diferentes texturas, como pinturas,
arena, pasto, frutas, pero siempre supervisado por el adulto,
porque tenderá a llevarse a la boca, especialmente los objetos
desconocidos para él.

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A medida que el niño sea capaz de cambiar de posición y logre
gatear, se deberán poner los juguetes en planos altos, a la altura
de mesas o sillones, para que intente incorporarse al tratar de
alcanzarlos.

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Ahora los elementos de juego deben de ser continente-
contenido: guardar cosas dentro de una caja o cartera, en que
tenga que abrir la caja o la cartera; con ello no solamente se
estarán estimulando sus capacidades motrices, sino también
cognitivas, porque deberá desarrollar estrategias para lograr su
cometido.

También es importante utilizar juguetes que simulen objetos


específicos, para darles la función que corresponde, por ejemplo,
teléfono, llaves, tacitas. Se trata este de un juego funcional, no aún
simbólico, porque los objetos representan lo que son, la taza es
taza y sirve para tomar líquido, el teléfono sirve para hablar, etc.

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Desde los 12 hasta los 18 meses

Con el uso incesante de los objetos, probando, a ver qué pasa,


el niño de un año experimenta nuevas coordinaciones de acciones.
Por ejemplo, puede utilizar una pala de juguete para aproximar o
alejar objetos que se encuentran en un arenero.

Hacia el final de este periodo, su juego con los objetos no se


caracteriza tanto por la exploración sensorial, sino que se vuelve
más instrumental, como hemos visto en el ejemplo anterior. El niño,
en estas edades, utiliza objetos con el fin de alcanzar otros que le
interesan para jugar.

En los juegos se evidencia que los niños de estas edades


pueden:

a) Intentar localizar, en un espacio cercano, un objeto que ha


desaparecido aunque no lo hayan visto desaparecer.

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b) Tirar de una soga para alcanzar un objeto alejado.

c) Intentar activar juguetes después de una demostración.

El niño también empieza a imitar gestos o movimientos que no


puede ver en sí mismo, como sacar la lengua o mover los ojos,
siendo esta competencia aprovechada por el adulto para iniciar
canciones en los juegos de interacción social que hacen referencia
al esquema corporal, como “que linda manito que tengo yo (…)”.

18 meses a 24 meses

Alrededor de los 18 meses se inicia el juego paralelo, que


consiste en que estando varios niños jugando en un mismo ambiente,
e incluso con los mismos objetos, cada uno los utiliza y juega en
forma independiente. Además, empezará a imitar las acciones y la
forma de realizarlas de las personas que le rodean y que le son
relevantes: imitará el hablar por teléfono, gesticulando igual que
sus padres, imitará gestos de enojo o conductas para con los demás.
Esto lo realiza porque ha observado e interiorizado dichas
conductas, de ahí que el juego del niño sea una herramienta muy
útil para su evaluación, especialmente cuando se sospecha por
ejemplo de maltrato en su contra o hacia los demás miembros de
la familia. Estas acciones o formas de relacionar se las aplicará en
forma espontánea al jugar con sus muñecos o con sus pares.

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Las acciones que en el periodo anterior se realizaban
automáticamente, ahora son representadas mentalmente por el niño
antes de actuar. Por ejemplo, el niño puede lanzar una pelota y
prever el desplazamiento hacia el que la pelota se va a mover.

A estas edades podemos observar las siguientes


competencias en el juego:

a) Activar un objeto mecánico por sí mismo.

b) Buscar juguetes en varios lugares.

c) Combinar dos o más objetos en sus juegos.

En cuanto a la imitación, tan estimulada por los juegos de


interacción social durante los períodos anteriores, en este momento
empieza a ser diferida. A partir de ahora, el niño es capaz de

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imitar todo tipo de acciones en ausencia total del modelo. Así, es
ente ver a los niños empezar a hacer como si comieran de un plato
vacío o si hablaran por teléfono o a hacer como si fueran a costarse
para dormir. Todas estas acciones son ya representaciones, un
hacer algo como se da en la vida cotidiana, pero jugando. Este tipo
de imitación abre las puertas a los niños al desarrollo del juego
simbólico.

2 a 3 años.

Alrededor de los 2 años, dado que sus capacidades motoras


finas han progresado, podrá utilizar lápices y pintar o "escribir",
intentará armar puzles sencillos, armará collares; le gustará hojear
libros de cuentos, señalando y nombrando las imágenes que

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reconozca, le gustará que le lean cuentos y le cuenten historias. Con
ello se va estimulando, junto al aspecto social y cognitivo, el
lenguaje, ampliando su vocabulario.

Paulatinamente va aumentando su capacidad de concentración y


por ello puede realizar actividades que requieran se mantenga
sentado y prestando atención.

En lo motor grueso es también más hábil, por lo que irá


experimentando en el medio, subiendo y bajando escaleras,
saltando, corriendo.

Aparece el juego simbólico, en que puede atribuirles funciones a


objetos inanimados. Es así como una rama puede ser una espada,
una piedra plana puede ser un teléfono. Comienza a entender y
disfrutar de situaciones graciosas, de bromas, aprende a reconocer
y entender las emociones de los demás, pudiendo compartir en lo

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afectivo. Aumenta la complejidad de los juegos anteriores, pinta
con más detalle: hace puzles con más piezas.

3 a 4 años

Alrededor de los 3 a 4 años tiene un mundo interior muy rico y es


cuando pueden surgir los amigos imaginarios, verdaderos
compañeros de juego, con los que pueden conversar y a los que
recurren muchas veces para manifestar sus propios deseos,
emociones y temores. A través de ellos son capaces de dramatizar
situaciones que ellos no pueden resolver. El adulto puede, a través
de esos mismos amigos imaginarios, aclarar situaciones y ayudarle
a resolver problemas en los que se encuentre entrampado.

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En este momento, el niño puede participar en juegos grupales,
respetando turnos, le agrada interpretar a otros y disfrazarse,
imagina historias y las cuenta. Comienza a formar pequeños grupos
de amigos y es capaz de compartir sus juguetes.

En lo motor grueso puede correr más rápido, saltar, trepar y


desafiarse a sí mismo (y a los padres o amigos), generalmente sin
medir el peligro que implican sus acciones.

Sus relaciones personales son más estrechas, tiene un par de amigos


más cercanos con los que comparte y pone a prueba, tramando
travesuras entre ellos o contra el resto. Empiezan también a notar
las diferencias con los demás niños o personas mayores.

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5 años

A los 5 años los juegos son mucho más estructurados, con reglas,
secuencias, mezclando habilidades motoras y cognitivas. En suma,
es el resultado de los logros obtenidos gracias a todo el proceso
anterior.

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ETAPAS y TIPOS DE JUEGO SEGÚN JEAN PIAGET

Le dedicaremos un bloque especial al autor y pedagogo Jean


Piaget, ya que ha realizado una descripción completa de los
principales tipos de juegos que van apareciendo cronológicamente
en la infancia. Para ello, ha establecido unos estadios evolutivos en
los que predomina, entre otras características, una forma
determinada de juego. La secuencia establecida por Piaget es la
siguiente:

a) Estadio sensoriomotor, entre 0 y 2 años: predomina el juego


funcional o de ejercicio.

b) Estadio preoperacional, entre los 2 y los 6 años: predomina el


juego simbólico.

c) Estadio de las operaciones concretas, entre los 6 y los 12 años:


predomina el juego de reglas.

Además, Piaget describe cómo, simultáneamente a los demás tipos


de juego, va apareciendo el llamado juego de construcción,
aproximadamente a partir del primer año de vida. Este tipo de
juego va evolucionando a lo largo de los años y se mantiene al
servicio del juego predominante en cada estadio.

Antes de iniciar la descripción de los diferentes tipos de juego


conviene tener en cuenta las siguientes precisiones:

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1. Una vez que aparece un nuevo tipo de juego no desaparecen
los tipos anteriores. Al contrario, el juego anterior avanza, se
perfecciona y normalmente pasa a estar al servicio del juego
posterior.

2. La secuencia de aparición de los tipos de juego es invariable, en


todos los niños sigue el mismo orden. Pero varía la edad de inicio.

El juego funcional o de ejercicio.

Esta primera etapa se caracteriza por el hecho de prolongar la


ejecución de alguna acción por el puro placer funcional. Comienza
en el período sensoriomotriz y aparece marcando una pequeña
diferenciación respecto de la asimilación adaptativa, es decir, repite
la acción por el placer del ejercicio funcional y el placer ligado al
dominio (mirar por mirar, mirar al revés, manipular por manipular).

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Si bien no todas las reacciones circulares (reproducción activa de
un comportamiento descubierto al azar de modo repetitivo) de esta
etapa tienen un carácter lúdico, la mayoría de ellas se prolongan
en juego cuando prevalece ese placer funcional, o, en otros
términos, la asimilación más pura.

La extinción de los juegos de ejercicio sucede por saturación


cuando el dominio de la acción es tal que ya no se espera ninguna
novedad, ningún nuevo aprendizaje. A partir de la aparición del
lenguaje también va disminuyendo aunque reaparece con cada
aprendizaje o el ejercicio de una nueva función. El juego de
ejercicio evoluciona y como dice Piaget: “…se transforma tarde o
temprano en una de tres: primero, se acompaña de imaginación
representativa y deriva entonces hacia el juego simbólico; segundo,
se socializa y se orienta hacia el juego de reglas; tercero, conduce
a adaptaciones reales y sale así del dominio del juego para entrar
en el de la inteligencia práctica o en los dominios intermediarios
entre estos dos extremos.”.

El juego simbólico.

El juego simbólico forma parte de una de las cinco conductas que


surgen como expresión de la función semiótica o simbólica.

Dicha función se desarrolla durante el período preoperatorio, que


es un período preparatorio de lo que luego se construirán como las
estructuras lógicas elementales del período operatorio concreto. El
preoperatorio se va a reconstruir en otro plano (el de la
representación) lo ya logrado en el nivel sensoriomotriz, en donde

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las representaciones se coordinan aún de manera pre-lógica y el
pensamiento del niño es todavía no sistemático, impreciso y falto
de la movilidad que le otorgará luego la reversibilidad operatoria.
En este contexto el juego simbólico aparece como una actividad
predominantemente asimiladora y es a través del símbolo que el
sujeto va a representar un objeto ausente bajo una forma de
representación ficticia, donde la ligadura entre el significante y el
significado estará en función de los intereses puramente subjetivos
y lejos de la función convencional que ejercen los signos en el
lenguaje socializado. La función de compensación, de realización
de deseos y la elaboración de conflictos del juego simbólico le sirve
al niño para la asimilación de lo real al yo sin tener que adaptarse
a las restricciones de lo real. La imaginación simbólica que implica
la combinación libre y la asimilación recíproca de los esquemas,
que aparece alrededor del segundo año de vida y tiene su apogeo
entre los 2 y los 4 años, aleja al juego del simple ejercicio, aunque
en el simbolismo queden subsumidos en muchas ocasiones las
acciones o ejercicios del estadío precedente.

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Lo que en el período sensoriomotriz eran ejercicios y rituales lúdicos
se transformarán luego en esquemas simbólicos debido a que se
salen del contexto de la acción habitual y se aplican a otros objetos.
Hay disociación entre el significante y el significado donde: ”…el
gesto ejecutado por juego, así como el objeto al cual se aplica
juegan el papel de simbolizantes y el gesto representado el de
simbolizado.”. Entre los 4 y los 7 años los juegos simbólicos
comienzan a declinar y el símbolo va perdiendo su carácter de
deformación en vías de una representación imitativa de la
realidad. Esto va de la mano de una mayor organización del
pensamiento.

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El juego reglado.

El juego de reglas implica relaciones sociales o interindividuales,


donde la regla supone una regularidad impuesta por el grupo y
cuya trasgresión merece sanción. A partir de los 11 o 12 años
disminuye el simbolismo de manera correlativa a una mayor
adaptación social y aparecen los trabajos manuales, los dibujos y
las construcciones cada vez más adaptados a lo real. Este tipo de
juego es el único que para Piaget persiste en la edad adulta siendo
la actividad lúdica del ser socializado. La regla además de
constituir una regularidad implica una obligación, distinguiéndose
dos tipos de reglas: las transmitidas que se institucionalizan y surgen
del contexto social pasando de generación en generación y las
reglas espontáneas que suponen convenios momentáneos.

Juego de construcción

Entre estas tres formas del juego que son de aparición sucesiva
aunque funcionalmente en ocasiones haya superposiciones o
inclusiones (por ej. la regla enmarcando al ejercicio), veremos que
surgen relaciones diversas respecto de los juegos de construcción
que, si bien para Piaget no constituyen una etapa entre las otras

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en la evolución de los juego, sin embargo señalan una
transformación que orienta la actividad hacia formas de
representación más adaptada.

El juego de construcción aparece alrededor del primer año y se


realiza simultáneamente a los demás tipos de juego. Va
evolucionando a lo largo de los años, a veces estando al servicio
del juego predominante en cada etapa.

Primero, los niños apilan un objeto encima de otro perfeccionando


únicamente la acción.

Posteriormente, la construcción se hace, a veces, para hacer una


forma simbólica (un avión, un garaje para los autitos, etc.).
Superados los 6 años, el niño suele construir para ejercitar otras
capacidades cognitivas.

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Al principio las construcciones
se realizan individualmente.
Cuando son más mayores los
niños pueden participar del
mismo proyecto común. Las
construcciones se hacen tanto
en el plano horizontal (trenes,
encaje, puzzles), como en el
vertical (torres, puentes). Es
curioso que la actividad de
construcción en sentido vertical
preceda a la horizontal.

Con esto llegamos al fin de la unidad nº 3. ¡Nos vemos en el


próximo módulo!

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