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Pigmalión era un escultor que vivía en la isla de Creta. Un día se enamoró de una de sus creaciones, una estatua a la
que puso el nombre de Galatea. Tan enamorado estaba, que pidió a los dioses que la convirtieran en mujer de carne y
huesos para poder quererla como a una mujer real. Afrodita le concedió el deseo, para que más tarde se casara con
ella y naciera Pafo, su hija.
Nuestras creencias son más importantes de lo que pensamos. Si tenemos altas expectativas acerca del alguien, esta
persona tenderá a tener un rendimiento alto. Por el contrario, si nuestras expectativas sobre él son bajas, es probable
que tenga un bajo rendimiento. Las expectativas también pueden estar dirigidas a nuestro propio rendimiento, y en tal
caso se denominaría efecto Galatea.