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Ley de Say: una mentira bien

propagada

La crítica de Keynes que hace hacia la ley de Say viene encaminada


básicamente en que si la oferta crea su propia demanda implica que “el
precio de la demanda global siempre se ajusta por sí mismo al precio de la
oferta global lo cual traería como resultado si este se cumpliese que la
demanda efectiva, en vez de tener un valor de equilibrio único es una escala
infinita de valores, todos ellos igualmente admisible, y que el volumen de
ocupación es indeterminado, salvo en la medida en que la desutilidad del
trabajo marque un límite superior”. (Keynes, 1936, p. 34).

Si se cumpliese la ley de Say implicaría que no existiese obstáculo para la


plena ocupación puesto que si toda oferta crea su propia demanda los
empresarios aumentarían la ocupación “hasta el punto en que la oferta en
conjunto cesara de ser elástica, es decir, cuando un nuevo aumento en el
valor de la demanda efectiva ya no fuera acompañado por un crecimiento de
la producción” (Keynes, 1936, pág. 34) claramente esto no ocurre y una de
las evidencias de este será el desempleo involuntario. Daré continuidad bajo
dos dilemas, el primero es si se deben vender los productos a precios
correctos, es decir a precios rentables y sin la seguridad que todo lo
producido será vendido, y el segundo dilema hace referencia si se debe de
vender toda la producción bajo la premisa que el precio tendería a ser más
bajo, esto con el fin de vender todo el inventario ya producido, por lo cual no
es una conducta rentable pues el nivel de ganancias es más bajo o tendería a
cero. En el primer dilema expuesto es claro que si se tiene un nivel de precios
lo suficiente alto, el cual genere excedentes o ganancia para el productor se
puede llegar a la dificultad que no todos los demandante tengan la capacidad
adquisitiva de adquirir dicho bien, generando así precios rentables pero con
la incertidumbre que no toda la producción sea vendida, ahora bien y bajo la
segunda premisa donde todo lo producido sea vendido y bajo esta necesidad
se bajaran los precios del bien hasta que este nuevo precio sea lo
suficientemente atractivo para que el público lo demande ¿A causa de qué?
Que las ganancias del empresario se ven afectadas de manera negativa, pero
con el fin de no bodegas llenas de mercancía las cuales generarías costos
para el empresario.

“Es muy común escuchar a los empresarios de las distintas ramas de la


industria afirmar que su dificultad no radica en la producción sino en la
disposición de los bienes; que los productos siempre existirían en
abundancia, si tan sólo tuvieran una demanda o un mercado disponible.
Cuando la demanda de sus productos es lenta, difícil y les reporta pocos
beneficios, los empresarios sostienen que el problema es la escasez de
moneda”. (J.B Say 1803, Cap XV)

Si bien “El objeto supremo de sus deseos es una demanda lo suficientemente


ágil como para acelerar las ventas y mantener los precios” (Say) también el
problema ira en caminado a la producción y nos alejamos de la idea de Say
que fue expuesta con anterioridad, pues de no ser así observaríamos
condiciones de mercado totalmente diferentes que se ven en la actualidad,
pues ahora se tiende primero a vender antes de producir, es decir, los
empresarios (algunos no todos claro está) producen únicamente lo
comprometido, evitando así costos de producción como lo serian la
sobreproducción, costo de almacenamiento y además evitar un proceso de
liquidación que realizan algunas empresas para deshacerse de los saldos que
no se lograron vender después de un tiempo determinado, lo cual, y con
estos precios de liquidación, tendería solo a recuperarse el costo de cada
artículo y la ganancia del empresario tendería a la baja. Aunque muchas
empresas pueden soportar no obtener ganancias por una o algunas
temporadas debido a su trayectoria y fuentes de ingresos acumulados,
existes otras (siendo estas la mayoría) las cuales no pueden darse este lujo,
por dicha razón existen diferentes mecanismo de compra, por ejemplo, las
compras por internet donde en ellas encontramos cientos de tiendas web sin
ningún tipo de instalación fija pues los productos que ofrecen los bajo pedido
y por ende cuando algún cliente compra un producto ofrecido se estipula un
tiempo de entrega pues este apenas será producido, una metodología de
venta bastante respetable, segura y eficiente.

“Vale la pena señalar que desde el instante mismo de su creación el producto


abre un mercado para otros por el total de su propio valor. Cuando el
productor le da el toque final a su producto, está ansioso por venderlo de
inmediato, por miedo a que pierda valor en sus manos. De la misma manera,
quiere deshacerse del dinero que recibe a cambio, ya que también el valor
del dinero es perecedero. Pero la única manera de deshacerse del dinero es
comprando algún otro producto. Por lo tanto, la sola creación de un producto
inmediatamente abre una salida para otros”. (Cachanosky en su publicación
“Ley de Say” de “Punto de Vista Económico” publicado el 13/11/11)

Bajo el aporte de Nicolas Cachanosky donde se ve expuesta la necesidad que


exista una velocidad de circulación rápida del producto recién elaborada y así
mismo del dinero con el que dicho producto fue o va a ser adquirido, da a
conocer una especie de circulo pues los individuos también querrán
deshacerse rápidamente del dinero pues de nada sirve atesorarlo porque su
capacidad adquisitiva ira en picada. Aunque existen muchas trabas para que
el bien o servicio sea vendido de inmediato y entre muchos existentes
quisiera traer a colación la competencia entre productores pues es un factor
bastante importante y con gran peso pues la competencia entre productores
puede ser tan fuerte que puede hacer variar drásticamente una economía,
por lo cual me gustaría analizar un poco la práctica comercial denominada
dumping, la cual trata de vender un producto por debajo de su costo de
producción o del precio normal que se ofrezca en la economía con el fin de
eliminar las empresas competidoras y así en el largo plazo apoderarse de
todo el mercado, esta práctica comercial la hemos observado con mucha
cotidianidad a lo largo de los años como lo observamos en Popayán, cuando
la aerolínea EasyFly entra a operar en Colombia con precios “justos”
comparando estos precios con los que venía cobrando Avianca, la cual hasta
ese momento era la única aerolínea en la capital del Cauca, al ser Avianca
una empresa sólida y con más ingresos en comparación a EasyFly y al ver
como su demanda de pasajeros se desplomo deciden disminuir los precios de
los tiquetes aéreos no solo igualando ahora a los de su nuevo competidor
sino que dando un nivel de precios más bajo, es decir estaban cobrando un
precio al público el cual no era rentable en ese momento pero bajo la idea de
eliminar a su competidor. Las competencias entre productores en un
momento llegan a beneficiar a la sociedad por los bajos precios expuestos
pero cuando ya se consolida solo una en el mercado es la misma sociedad
quien ahora con el nuevo nivel de precios (el cual será mucho más alto)
deberá regresar lo que ha venido perdiendo el productor en sus ganancias
mientras lograba sacar del mercado a su competidor, es decir, en esta puja
entre productores la oferta no creo su propia demanda, pues abra una
empresa la cual no venderá sus productos o una gran proporción de estos
debido que para los consumidores será más tentador demandar que quien
ofrezca el producto a un precio más bajo.
Keynes critica el optimismo de la teoría económica tradicional pues no tienen
en cuenta “la rémora que una insuficiencia de la demanda efectiva puede
significar para la prosperidad; porque es evidente que en una sociedad que
funcionara de acuerdo con los postulados clásicos debería existir una
tendencia natural hacia el empleo óptimo de los recursos” (Keynes, 1936, p.
40) y como se mencionó al principio de este texto, pero esta vez analizando
de manera inversa, la demanda efectiva solo tiene un valor de equilibrio por
lo cual el precio de la demanda global no siempre se ajusta por sí mismo al
precio de la oferta global, así pues la oferta no generara su propia demanda y
se ratifica que para J.M Keynes la teoría de Say no se cumple.

¿Oferta creando su demanda?

Para algunos puede resultar una pregunta absurda ya que nadie tiene
garantizado que simplemente por ofrecer algo, exista alguien que esté
dispuesto a comprarlo o por el contrario para otros quizá razonable el hecho
de que ningún producto se ofrece al mercado sin tener la posibilidad de ser
vendido. La idea esencial de la Ley de Say se basa en que se puede comprar
lo que previamente se ha producido, es decir que la producción precede
siempre a la compra, y que además todo lo producido acaba vendiéndose. Es
una de las leyes más importantes, y a la vez controvertida de la economía, ya
que según lo planteado es imposible que exista una situación de
sobreproducción en el mercado, debido a que cualquier aumento de la
oferta, se traducirá automáticamente en un incremento proporcional de la
demanda. Sobre esta base, se monta el edificio teórico que impidió que los
economistas clásicos hicieran referencias concretas al problema de la crisis y
de las fluctuaciones de la actividad económica.
Keynes hizo una ruptura teórica a lo propuesto por los clásicos, sostuvo que
la oferta no tiene que ser necesariamente igual a la demanda, Jean-Batiste
Say pensaba que el dinero que se obtiene se termina gastando en comprar
productos, Keynes defendía que no era cierto, que el dinero se destinaba a
otros componentes como, por ejemplo, el ahorro. La explicación se basa en la
teoría de la demanda efectiva, mediante la cual Keynes rompe con las
premisas de la Ley de Say, en la cual define dos funciones que depende del
nivel de ocupación: la función de oferta global y la función de demanda
global, la primera es una función de costos que indica el costo total de la
producción correspondiente a cada nivel de empleo, también llamado
monto del precio global de la producción, la segunda es la función de
demanda global, que representa el importe del producto que esperan recibir
los empresarios dado la ocupación de determinados hombres, de esta
manera tanto el precio de la oferta global y la demanda de la oferta global
dependen del nivel de empleo. Así para los clásicos la función de oferta
global coincide con la función de demanda global, es decir el valor de la
producción de una determinada mano de obra es igual a lo que espera recibir
el empresario dado un nivel de ocupación, desde este análisis cada vez que
se produzca un aumento en la ocupación, incrementando el valor de la oferta
global, la demanda global deberá crecer exactamente en la misma
proporción, en cuanto a la producción, cualquiera que sea su volumen nunca
quedaría sin venderse y los empresarios tendrían un incentivo para
incrementar la ocupación, de esta forma se estaría dando el pleno empleo
para los clásicos.
En la época en que el desempleo era muy elevado resultaba imposible alegar
que las decisiones racionales tomadas por los empresarios conducirían
directamente al pleno empleo, así que Una vez descartada la ley de Say la
demanda efectiva pasaría a definir para los empresarios el nivel de demanda
de trabajo. Los componentes básicos de la demanda efectiva, para Keynes,
son los niveles de demanda determinados por bienes de consumo y por
bienes de inversión así propone una teoría diferente con los siguientes
supuestos, el salario es constante debido a la rigidez contractual, en otras
palabras el salario nominal no se modificara una vez varíe el salario real ya
que el salario real no es el mejor indicador de la desutilidad marginal del
trabajo, el segundo supuesto dice que el costo de los factores es constante
por cada unidad de trabajo empleado ya que el nivel de los factores de
producción están dados a corto plazo, permitiendo demostrar que al
aumentar la ocupación, se incrementan el ingreso y a su vez el consumo,
pero el consumo no tanto como el ingreso, Keynes no considera que ambos
incrementos fueran de la misma magnitud ya que no todo lo que se recibe
como ingreso se consume, en otras palabras todo incremento en el ingreso
no se da como incremento en la demanda, así un incremento en la ocupación
hace que se aumente la oferta pero esta no se ve reflejada en la demanda y
cuando eso ocurre se está presentando el problema de la demanda efectiva,
por lo tanto de esta manera queda interrumpido lo propuesto en la ley de
Say.
De acuerdo a lo propuesto la ley de Say, implícitamente postula que siempre
habrá equilibrio en el mercado y que siempre habrá pleno empleo, ya que, si
todo lo que se produce, se vende, de esta forma los factores estarán
ocupados plenamente, pero como pretender que lo propuesto por Say se
cumpla en la realidad económica en la que nos encontramos inmersos,
donde se presentan crisis en determinadas ramas o sectores, debido a las
desproporciones que son propias de la coordinación del mercado. La ley de
Say no solo ha sido criticada por Keynes también otros autores del
pensamiento económico hicieron sus aportes, pero fue en la crisis del 29
donde Keynes demostró que la economía capitalista no necesariamente
genera niveles de demanda iguales a los de la oferta para asegurar la
consecución de los equilibrios de pleno empleo. Pensar que La ley de Say es
aplicable a la realidad, es suponer la utopía de un sistema económico alejado
del capitalismo.

Como sabemos la Ley de Say es una de las leyes más importantes y a la vez
controvertida de la ciencia económica, como toda teoría existen algunos
autores que la justifican y otros que se contraponen, en este texto se
analizara la ley de say desde la teoría keynesiana, más exactamente desde el
problema de demanda efectiva. Ley de Say: “Toda oferta crea su propia
demanda” (O=D). Pero ¿Qué hace posible la Demanda? Como sabemos el
ingreso(Y) en la economía es el que hace posible que las personas acudan al
mercado y realicen la demanda, por tanto, se podría decir que la Demanda es
igual al Ingreso D=Y. Si la Oferta es toda la cantidad de Bienes y Servicios que
se producen en la economía, es decir el PIB (Producto Interno Bruto),
llegamos a una identidad macroeconómica fundamental, donde:
Q= O= D=PIB
En consecuencia, de lo mencionado se podría decir que el bienestar y el
progreso de la sociedad o sistema económico se deberá llevar a cabo
estimulando la producción y no el consumo, pues se supone que la oferta
agregada o la producción total de bienes de la economía lleva a cuesta una
demanda agregada suficiente como para adquirir todos los bienes
producidos. Es decir, que los Ingresos que genera la venta de un producto
son suficientes para la producción y adquisición de otros bienes. De esta
forma no habrá problemas de insuficiencia de demanda o de
sobreproducción y/o desempleo de recursos productivos.
Entonces, si todo lo que se produce se vende, ¿Qué sucede en la economía si
se presenta un incremento en los precios? Siguiendo la ley de Oferta si los
precios se incrementan, los productores se van a ver estimulados a producir,
ya que el producto se va a vender a un precio mayor que el anterior, pero
¿Hasta dónde va aumentar la producción y por ende el nivel de empleo en el
corto plazo? Los empresarios van a producir hasta que su capacidad instalada
se lo permita, hasta que cope el empleo total de sus factores de producción.
En otras palabras, la producción va a aumentar hasta que la oferta sea
inelástica frente a variaciones en los precios, y por ende el empleo también,
puesto que no se requiere más mano de obra porque no hay incrementos en
la producción. Para poder producir más se requiere aumentar la capacidad
instala de la empresa, se debe comprar factores de producción y para esto se
requiere un nivel alto de inversión. Este proceso es a Largo Plazo, pero hay un
problema y es que en el Largo plazo no hay garantía de que el precio sea el
mismo (alto).
Aquí vale la pena resaltar que algunas empresas requieren un nivel mayor de
inversión que otras, puesto que hay empresas que tienen un nivel más
elevado de producción y por ende unos costos mayores, por ejemplo, la
empresa Bavaría, Alpina, las empresas automotrices, entre otras, presentan
unos costes fijos de producción muy elevados y por ende requieren de un
nivel muy alto de inversión, y por ende las posibilidades de obtener pérdidas
en el largo plazo son mayores. Si se supone que los precios de estos bienes
aumentan, siguiendo la ley de oferta, estas empresas querrán aumentar su
producción, pero como se dijo solo producirán hasta que su capacidad
instalada se lo permita, por ende si quieren producir más deberán comprar
más factores de producción, deberá comprar más bienes de capital, lo cual es
un proceso de largo plazo, pues estos bienes se deben importar y en algunos
casos fabricar, y por ende puede darse la posibilidad de que cuando ya se
haya aumentado el equipo productivo, el precio ya no sea el mismo, sea
menor, incurriendo de esta manera en grandes pérdidas.
Esto por el lado de la Oferta, en cuanto a la Demanda, siguiendo la Ley de Say
se supone que esta está respondiendo a esos incrementos en la producción,
por tanto, la Demanda aumentara hasta el punto en el que se iguale con la
nueva oferta, que como se dijo es inelástica.
Frente a esto Keynes en su libro la Teoría General de la Ocupación el Interés y
el Dinero, logra demostrar que la Ley de Say no se cumple, que no toda
oferta crea su propia demanda. Keynes es un gran crítico de los postulados
clásicos, para él, el salario nominal es constante por unidad de trabajo
empleado, los trabajadores no fijan su salario real (WR) cuando fijan el
salario nominal (WN), como lo plantean los clásicos (WR=WN), porque los
salarios nominales quedan pactados en contratos laborales los cuales son
rígidos. Por lo que el salario nominal del trabajador no varía frente a
variaciones en los precios (Tipo de cambio).
Cabe resaltar aquí que para Keynes el Costo de todos los factores de
producción son constantes, es decir no hay cambio técnico, por tanto, el
modelo Keynesiano dado este tipo de supuestos es un modelo de corte
estático, porque si se incorporara el modelo técnico sería un modelo
dinámico (cambia en el Tiempo). Teniendo en cuenta lo anterior, Keynes
plantea que si el nivel de ocupación aumenta (Debido a un incremento en la
Oferta), aumentan los ingresos en la economía, y por ende si aumentan los
ingresos en la economía también aumentara el consumo, pero no tanto
como el Ingreso. Rompiendo así la condición de equilibrio (Q=O=D=Y), la
Oferta aumento al igual que la demanda, pero esta aumenta menos.
Lo que Keynes nos evidencia aquí es que existe en la economía un problema
de Demanda, básicamente un problema de DEMANDA EFECTIVA (hay
insuficiencia), demostrando de esta manera que no toda oferta crea su
propia demanda.
Entonces, al aumentar la oferta, el nivel de ocupación también aumenta, lo
que significa que el precio global de la producción se incrementó, por tanto,
se podría concluir que para mantener el equilibrio este precio global debe ser
igual a lo que empresario espera recibir por esa producción. Entonces para
que las expectativas del empresario se cumplan y se mantenga la condición
de equilibrio el aumento en los ingresos debe ser exactamente iguales al
monto en que aumento la producción, de tal manera que ese incremento en
el ingreso logre absorber ese excedente de la producción que se ha
generado, si esta condición no se cumple en la economía se presentara un
problema de demanda efectiva. Esto nos demuestra la importancia del
ingreso (Salario) que perciben los trabajadores, pues este va mucho más allá
de la necesidad de servir de sustento a las familias. La economía de un país
funciona con este ingreso y por ende su variación afectan al individuo, las
empresas y al desarrollo del país. Es decir que el progreso de la sociedad no
solo se llevara a cabo estimulando la producción, sino también el consumo, a
través del Ingreso.
Cuando ocurrió la gran depresión en (1929-1939), la ley de say (toda oferta
crea su propia demanda) era la teoría dominante en la ciencia económica y
se creía que las crisis eran imposibles, pero con la crisis llego la gran
revolución de la economía. Con la llegada de la teoría general en (1936)
significó la derrota de la Ley de Say y ayudó a abrir una nueva época del
capitalismo en la cual la política económica keynesiana, que promovía el
pleno gempleo, se combinó con el desarrollo de los Estados de Bienestar, que
redistribuyeron masivamente el ingreso mediante tasas impositivas
progresivas y muy elevadas a los ingresos altos para financiar servicios
sociales públicos gratuitos por parte del estado.
Keynes atacó la Ley de Say sosteniendo que la economía moderna tiende a
generar pleno empleo (todo desempleo observado es friccional), porque: “las
tasas de salarios se ajustan de tal manera que estados diferentes de la
demanda de mano de obra, una vez establecidos, tienden a asociarse con
promedios similares de tasas de desocupación la desocupación que existe en
cualquier momento se debe totalmente al hecho de que ante cambios en las
condiciones de la demanda las resistencias friccionales impiden que se hagan
los ajustes apropiados en los salarios en forma instantánea”. (Pigou, “Theory
of Unemployment”, 1933, citado en “Guía de Keynes”, p. 27.)
Keynes sostuvo que los trabajadores son renuentes a aceptar reducciones en
sus salarios nominales, pero además mostró que su baja generalizada en
lugar de llevar a un aumento de la ocupación, llevaría a su disminución
porque, al bajar el ingreso de todos los asalariados, disminuiría el consumo y,
por tanto, caería la demanda de trabajadores que producen los bienes de
consumo.
También mostro que la variable principal en la determinación de la ocupación
no es el nivel salarial sino la demanda efectiva (suma del consumo, C, y la
inversión, I). La demanda de trabajo es una demanda derivada de las
decisiones de producción e inversión y no depende centralmente del nivel de
los salarios. Por tanto, el salario deja de ser el precio cuyas fluctuaciones
equilibran oferta y demanda de trabajo. La intersección entre la función de
oferta global (el valor de toda la producción) y la demanda efectiva (C+I) es la
que determina el nivel de ocupación.
Finalmente, la Ley de Say fue derrotada por Keynes demostrando con sus
teorías que el capitalismo no se autorregula, que las empresas no demandan
más trabajo cuanto más baratos se venden los trabajadores, sino cuanto más
les requiere el mercado de aquello que producen. Por tanto, la relación
inversa entre demanda de trabajo y salario real de la teoría neoclásica parece
completamente alejada de estos resultados”. (“Macroeconomía para el
desarrollo. Teoría de la inexistencia del mercado de trabajo”, Mc Graw Hill,
2001, p. 67).

Pero vamos a profundizar mucho más:

Jean Baptiste Say (1767-1832) se le atribuye la ley de Say o la ley de los


mercados de Say ("loi des deboouchés", en francés), de la cual la ley de
Walras parece ser una reformulación neoclásica moderna. Aunque Say no
usó la expresión "ley" para describir sus puntos de vista, sus escritos sobre
este tema se encuentran en Tratado de Economía Política (o el Traité
d'économie politique en francés), Libro 1, Capítulo 15 (Say 1832: p. 132-140;
la primera edición de la cual se publicó en 1803) y en el Catecismo de
Economía Política (Say 1816: p. 103-105).

En las formulaciones modernas de la ley de Say, hay dos variantes principales


de la misma:

(1) Identidad de Say


Según Baumol (1977: p. 146):

“¿Es la afirmación de que nadie quiere retener dinero durante un período de


tiempo significativo, de modo que, como resultado, cada oferta (oferta) de
una cantidad de bienes constituye automáticamente una demanda de un
paquete de algunos otros artículos de igual mercado? valor."
(2) La igualdad de Say
De nuevo, según Baumol (1977: p. 146):

"Admite la posibilidad de períodos (breves) de desequilibrio durante los


cuales la demanda total de bienes puede ser inferior a la oferta total, pero
sostiene que existen fuerzas equilibradoras confiables que pronto deben unir
las dos".

La cuestión de lo que pensaba el propio J. B. Say se complica por el hecho de


que hubo más de una edición de su Tratado de Economía Política. La segunda
edición se publicó en 1814 y tiene una versión revisada de la ley de Say
(Baumol 1977: p. 147), mientras que en la primera edición la ley de los
mercados no es tan completa. Fue solo en la segunda edición del Tratado de
Economía Política (1814) que la discusión de Say es identificable como una
"forma de un tipo de igualdad de Say, es decir, la oferta y la demanda
siempre son equiparadas por un mecanismo de equilibrio rápido y poderoso"
(Baumol 1977: p. 159).

Una lectura de los intérpretes modernos de la ley de los mercados deja en


claro que por la igualdad de Say, Say no quiso decir que no puedan ocurrir
recesiones en el ciclo económico. Say estaba intentando demostrar que no
podía haber un exceso generalizado o una sobreproducción general de todos
los productos básicos, y que nunca podría haber un déficit generalizado en la
demanda agregada. El punto de vista de Say era compatible con la posibilidad
de recesiones causadas por la sobreproducción de productos básicos
individuales. Es decir, podría haber tipos específicos pero limitados de
productos básicos en los que se produjera una sobreproducción en relación
con la demanda de esos productos básicos. La ley de los mercados de Say
parece ser compatible con el exceso a corto plazo de productos específicos.
Como ha argumentado Steve Keen:
"[st. antes de Keynes] la economía dominante no creía que hubiera
problemas macroeconómicos insolubles. Los mercados individuales pueden
estar fuera de equilibrio en cualquier momento, y esto podría incluir el
mercado de trabajo o el mercado de dinero, pero la economía general, la
suma de todos esos mercados individuales, estaba destinada a estar
equilibrada” (Keen 2001: p. 189).

Desde el punto de vista neoclásico y clásico, no podría haber una recesión


causada por una deficiencia general en la demanda agregada: las caídas
fueron causadas por desequilibrios sectoriales / desequilibrio sectorial o por
shocks externos. La oferta agregada nunca podría exceder la demanda
agregada (Kates 1998: p. 4-5).

John Maynard Keynes en la Teoría General dijo esto sobre la ley de Say:

“Desde la época de Say y Ricardo, los economistas clásicos han enseñado que
la oferta crea su propia demanda, es decir, en un sentido significativo, pero
no claramente definido, de que la totalidad de los costos de producción
deben necesariamente gastarse en el agregado, directa o indirectamente, al
comprar el producto…. Como corolario de la misma doctrina, se ha supuesto
que cualquier acto individual de abstención del consumo conduce
necesariamente a, y equivale a, hacer que el trabajo y las mercancías así
liberados del suministro de consumo se inviertan en la producción de capital.
riqueza” (Keynes 1936: p. 18-19).
La observación de Keynes sobre los economistas clásicos es correcta (Baumol
1999: p. 200). Por ejemplo, Adam Smith sostuvo estas ideas:

“En todos los países donde existe una seguridad tolerable, todo hombre de
entendimiento común se esforzará por emplear cualquier valor que pueda
obtener para obtener el disfrute presente o el beneficio futuro. Si se emplea
para procurar el disfrute presente, es una reserva reservada para el consumo
inmediato. Si se emplea en la obtención de beneficios futuros, debe
conseguirlos, ya sea quedándose con él o saliendo de él. En un caso es fijo, en
el otro es capital circulante. Un hombre debe estar completamente loco que,
donde hay una seguridad tolerable, no emplea todas las acciones que posee,
ya sean propias o prestadas de otras personas, de una u otra de esas tres
formas". (Smith 1811: p. 198)

“Lo que se ahorra anualmente se consume con tanta regularidad como lo que
se gasta anualmente, y casi en el mismo tiempo también; pero es consumido
por un grupo diferente de personas. La parte de sus ingresos que un hombre
rico gasta anualmente es, en la mayoría de los casos, consumida por
huéspedes ociosos y sirvientes humildes, que no dejan nada a cambio de su
consumo. La parte que ahorra anualmente, ya que en aras de la ganancia se
emplea inmediatamente como capital, se consume de la misma manera, y
casi al mismo tiempo también, pero por un grupo diferente de personas, por
obreros, fabricantes, y artesanos, que reproducen con lucro el valor de su
consumo anual. Suponemos que sus ingresos se le pagan en dinero. Si
hubiera gastado todo, la comida, la ropa y el alojamiento, que el conjunto
podría haber comprado, se habría distribuido entre el grupo anterior de
personas. Al ahorrar una parte de ella, ya que esa parte es en aras de la
ganancia inmediatamente empleada como capital, ya sea por él mismo o por
otra persona, la comida, la ropa y el alojamiento que se pueden comprar con
ella, se reservan necesariamente para el último. El consumo es el mismo,
pero los consumidores son diferentes” (Smith 1811: p. 240).

Estos pasajes son esencialmente una afirmación de la identidad de Say


(Baumol 1977: p. 158). Keynes también afirma:
"Así, la ley de Say, de que el precio de demanda agregada de la producción
en su conjunto es igual a su precio de oferta agregada para todos los
volúmenes de producción, es equivalente a la proposición de que no hay
ningún obstáculo para el pleno empleo" (Keynes 1936: p. 26).
Esta fue quizás una caracterización errónea de las ideas reales de Say (Kates
1998; Keen 2001: p. 189-190). En este pasaje, Keynes refutaba la
reformulación de la ley de Say por John Stuart Mill y Alfred Marshall. De
hecho, Say reconoció que podrían producirse caídas en el ciclo económico.
Baumol incluso ha argumentado que:

"Say y otros escritores reconocieron que el valor cero de la suma de las


demandas en exceso, o la oferta crea su propia demanda (" la identidad de
Say"), puede que no se mantenga a corto plazo. El pasaje de Say en sus
Cartas a Malthus ... incluso sugiere una explicación: un deseo de atesorar o,
como diríamos ahora, un exceso temporal de demanda de dinero. Pero
pensaban que el mercado restablecería el equilibrio de manera bastante
rápida y automática” (Baumol 1999: p. 201).

En otras palabras, parece que Say eventualmente entendió en parte, aunque


no completamente, lo que el propio Keynes creía: los cambios en la
preferencia por la liquidez pueden causar una demanda insuficiente y
desempleo involuntario. Tanto Say como J. S. Mill en algunos escritos incluso
parecen haber admitido que las fallas en la demanda agregada pueden
causar recesión (Hollander 2005: p. 383-284).

Sin embargo, la visión general de Say y de los economistas clásicos del siglo
XIX parecía ser que podrían producirse recesiones y desempleo involuntario,
pero principalmente por desequilibrios sectoriales (aunque Hollander
sostiene que Say y Mill vislumbraron que podrían estar involucradas fallas de
la demanda agregada), y que La ley de los mercados de Say fue el mecanismo
mediante el cual se restableció rápidamente el equilibrio en una economía de
libre mercado (Kates 1998: p. 14).

Entonces, ¿qué prueba todo esto? ¿La ley de los mercados de That Say es
cierta? Difícilmente.
De hecho, Keynes todavía refutaba la versión de la ley de Say en J. S. Mill y
Marshall, incluso si no entendían a Say correctamente.
Y un examen cuidadoso de los escritos de Say bajo demanda y producción
muestra que su razonamiento es profundamente defectuoso. Un buen punto
de partida es este pasaje del Catecismo de Economía Política de Say (1816: p.
103-105):

“¿De qué depende la vivacidad de la demanda?

Por dos motivos que son: 1º. La utilidad del producto, es decir, la necesidad
que el consumidor tiene de él: —2º. La cantidad de otros productos que
puede dar a cambio.

Concibo el primer motivo. En cuanto al segundo, me parece que es la


cantidad de dinero que posee el comprador lo que lo induce a comprar o no.

Eso también es cierto: pero la cantidad de dinero que tiene depende de la


cantidad de producto con el que haya podido comprar ese dinero.

¿No podría obtener el dinero de otra manera que adquiriéndolo por


productos?

No.

¿Si hubiera recibido el dinero de sus inquilinos?


Su arrendatario lo había recibido por la venta de parte de los productos a los
que había contribuido la tierra.

¿Si hubiera recibido los intereses de un capital prestado?

El empresario de pompas fúnebres que empleaba ese capital había recibido


el dinero que pagó por la venta de una parte de los productos a los que había
concurrido su capital.

¿Si el comprador hubiera obtenido este dinero por donación o herencia—?

El dador, o aquel de quien el dador lo había obtenido, lo tenía a cambio de


algún producto. En todo caso, el dinero con el que se compra cualquier
producto debe haber sido producido por la venta de otro producto; y la
compra puede ser considerada como un intercambio en el que el comprador
da lo que ha producido (o lo que otro ha producido para él) y en el que recibe
lo comprado.

¿Qué concluye de esto?

Que cuanto más producen los compradores, más tienen para comprar, y que
las producciones de uno procuran compradores al otro.

Me parece que, si los compradores solo compran por medio de sus


productos, generalmente tienen más productos que dinero para ofrecer
como pago.
Todo productor pide dinero a cambio de sus productos, sólo con el fin de
volver a emplear ese dinero inmediatamente en la compra de otro producto;
porque no consumimos dinero, y en los casos ordinarios no se busca
ocultarlo: así, cuando un productor desea cambiar su producto por dinero, se
puede considerar que ya está pidiendo la mercancía que se propone comprar
con este dinero. Es así que los productores, aunque tienen todos los aires de
exigir dinero por sus bienes, en realidad demandan mercancías para sus
mercancías” (Say 1816: p. 103-105).

Say creía que cualquier exceso a corto plazo en determinados productos


básicos se eliminaría rápidamente. Primero, Say sostiene que los
compradores de mercancías no pueden obtener dinero si no lo adquieren
mediante la venta de otras mercancías. Esto también se expresa en Tratado
de Economía Política, Libro 1, Capítulo 15:
“Un hombre que aplica su trabajo a la investidura de objetos con valor
mediante la creación de algún tipo de utilidad, no puede esperar que ese
valor sea apreciado y pagado, a menos que otros hombres tengan los medios
para comprarlo. Ahora bien, ¿en qué consisten estos medios? De otros
valores de otros productos, así mismo los frutos de la industria, el capital y la
tierra. Lo que nos lleva a una conclusión que a primera vista puede parecer
paradójica, a saber, que es la producción la que abre una demanda de
productos” (Say 1832: p. 133).
Aquí, Say tiene claro que solo la producción de otras mercancías proporciona
el dinero para pagar los "productos" (una pregunta relacionada es qué quiere
decir con "capital": si esto significa dinero de inversión, entonces es obvio
que Say piensa naturalmente en el dinero como una mercancía también). A
veces se encuentra una forma de esta idea en los blogs libertarios. Por
ejemplo, uno encontrará austriacos haciendo preguntas como "¿cómo podría
la gente tener dinero si no hubieran producido algo para cambiar por
dinero?"
La respuesta es que sin producción la gente no tendría bienes (= riqueza)
para el consumo. Puede que todavía tengan dinero. La premisa de tal
pregunta es que sin producción previa no hay dinero para comprar
mercancías. Esto compromete a los austriacos a considerar que el dinero es
una mercancía "producida". Pero hoy vivimos en un mundo de dinero
fiduciario. El dinero ya no es dinero "mercancía". No se "produce" en la
forma en que el oro y la plata se extraen de la tierra. Hoy en día, la banca de
reserva fraccionaria crea dinero a través de la deuda, y las operaciones de
mercado abierto crean dinero nuevo en forma de reservas bancarias. Este es
el mundo real en el que vivimos, e incluso en la época de Say, la banca de
reserva fraccionaria estaba creando medios fiduciarios sin la creación previa
de productos básicos.
La ley de Say parece requerir un mundo en el que se produzca dinero como
cualquier otra mercancía, y esta es una condición para que funcione la ley de
los mercados. Pero la condición no existe hoy: la ley de Say es irrelevante
para las economías modernas que utilizan el dinero fiduciario, donde el
dinero también tiene un papel de depósito de valor.
El segundo defecto fatal y ridículo en el argumento de Say es la creencia de
que "todo productor pide dinero a cambio de sus productos, sólo con el
propósito de emplear ese dinero de nuevo inmediatamente en la compra de
otro producto".

De hecho, simplemente no es el caso de que los productores de productos


básicos (ya sean individuos o empresas) o los destinatarios de las ganancias
monetarias de la empresa, como trabajadores o propietarios, siempre
utilizarán el dinero que ganan de la venta de productos básicos “solo para el
propósito de emplear ese dinero nuevamente inmediatamente en la compra
de otro producto ". El dinero se puede ahorrar y puede quedar inactivo. El
capitalismo también tiene mercados para activos financieros y reales. El
dinero puede fluir hacia la compra de activos financieros. Si hay activos
financieros o activos reales cuyos precios están aumentando, los capitalistas
modernos, los productores e incluso los trabajadores podrían decidir
comenzar a especular con los precios de los activos. Esto quitaría dinero de la
compra de productos básicos y, en su lugar, lo ataría en intercambios en los
mercados de activos, ya que el dinero alterna entre (1) mantenerse inactivo
antes de comprar activos y (2) comprar activos, y luego permanecer inactivo
nuevamente por el nuevo propietario del dinero en preparación para nuevas
especulaciones.

Otro error fatal en el razonamiento de Say es que el dinero no tiene utilidad y


no se puede utilizar como reserva de valor:
“Porque no consumimos dinero, y en los casos ordinarios no se busca
ocultarlo” (Say 1816: p. 104).

“Porque, después de todo, el dinero no es más que el agente de la


transferencia de valores. Toda su utilidad ha consistido en transmitir a sus
manos el valor de las mercancías que su cliente ha vendido, con el fin de
volver a comprarle; y la próxima compra que haga, volverá a transmitir a una
tercera persona el valor de los productos que puede haber vendido a otros”
(Say 1832: p. 133).

“El dinero cumple sólo una función momentánea en ... el doble intercambio;
y cuando la transacción finalmente se cierra, siempre se encontrará que un
tipo de mercancía ha sido intercambiada por otra” (Say 1832: p. 134).

“Cuando el productor ha puesto la mano en el acabado de su producto, está


más ansioso por venderlo inmediatamente, no sea que su valor disminuya en
sus manos. Tampoco está menos ansioso por disponer del dinero que pueda
obtener por ello; porque el valor del dinero también es perecedero. Pero la
única forma de deshacerse del dinero es mediante la compra de un producto
u otro. Por tanto, la mera circunstancia de la creación de un producto abre
inmediatamente una vía de escape para otros productos” (Say 1832: p. 134-
135).
Está claro que Say cree en el dinero neutral, y está profundamente
equivocado al pensar en el dinero solo como un “velo” neutral sin función de
depósito de valor (para el concepto de dinero neutral, ver Visser 2002). El
análisis de Say también ignora el papel de los mercados financieros en
afectar la demanda de dinero. Cabe señalar, por supuesto, que las ideas de
Say fueron desarrolladas más tarde por los economistas clásicos, por lo que
la ley de Say en ese sentido histórico no es la misma que las ideas
encontradas en los propios escritos de Say. Entonces, ¿cuál era la ley de Say
en su forma desarrollada y según la sostenían los defensores modernos de
ella?

Thomas Sowell (1994: p. 39-41) sostiene que en la economía clásica la ley de


Say se puede expresar mediante estas proposiciones:

“(1) Los pagos totales de factores recibidos por producir un volumen (o valor)
dado de producción son necesariamente suficientes para comprar ese
volumen (o valor) de producción [una idea en James Mill].

(2) No hay pérdida de poder adquisitivo en ninguna parte de la economía. La


gente ahorra sólo en la medida de su deseo de invertir y no retiene dinero
más allá de sus transacciones durante el período actual [James Mill y Adam
Smith].

(3) La inversión es solo una transferencia interna, no una reducción neta, de


la demanda agregada. La misma cantidad que podría haber gastado el
consumidor ahorrativo será gastada por los capitalistas y / o los trabajadores
del sector de bienes de inversión [John Stuart Mill].

(4) En términos reales, la oferta es igual a la demanda ex ante [="antes del


evento"], ya que cada individuo produce sólo debido a, y en la medida de, su
demanda de otros bienes. (A veces, esta doctrina se apoyaba demostrando
que la oferta es igual a la demanda ex post). [James Mill.]

(5) Una mayor tasa de ahorro provocará una mayor tasa de crecimiento
posterior en la producción agregada [James Mill y Adam Smith].

(6) El desequilibrio en la economía solo puede existir porque las proporciones


internas de producción difieren de la combinación preferida del consumidor,
no porque la producción sea excesiva en el agregado” [Say, Ricardo, Torrens,
James Mill] (Sowell 1994: p. 39-41).

Así que esta es la ley de Say, según los economistas clásicos.

Primero, es perfectamente posible que la oferta sea igual a la demanda ex


ante, lo cual se afirma en la proposición (1) y en el primer enunciado en (4) (si
se ignora la calificación “dado que cada individuo produce solo debido a y en
la medida de, su demanda de otros bienes”, que no sigue en absoluto), pero
afirmar que siempre se mantendrá ex post es un non sequitur, sin demostrar
la veracidad de las proposiciones (2), (3), (5), y (6).

Desafortunadamente, estas proposiciones no pueden considerarse


verdaderas.

Comencemos con la proposición (2). En condiciones de incertidumbre, el


dinero tiene utilidad, es profundamente erróneo considerar el dinero solo
como un "velo neutral" que supera los inconvenientes del trueque directo.
Tal idea está asociada con el “axioma del dinero neutral” (Davidson 2002: p.
19). En realidad, la gente realmente elige mantener el dinero en sí mismo
como (1) una reserva de valor y (2) una forma de lidiar con la incertidumbre
futura. Por lo tanto, existe un motivo de precaución para tener dinero,
además del motivo de transacciones. La ley de los mercados de Say requiere
dinero neutral o la idea de que el dinero solo tiene un papel de medio de
intercambio. Como ha argumentado Paul Davidson:

“[En] un mundo incierto, la posesión de dinero y otros activos líquidos no


producibles proporciona utilidad al proteger al tenedor del temor de no
poder hacer frente a obligaciones futuras” (Davidson 2003: p. 236).

Los neoclásicos pensaban que solo los bienes y servicios producibles pueden
proporcionar utilidad. Pero el dinero puede tener utilidad por cuenta propia.
También pueden hacerlo los activos financieros líquidos. La visión neoclásica
era que el dinero no tiene utilidad, solo valor de cambio. La opinión austriaca
también parece ser que el dinero no tiene ninguna utilidad excepto lo que se
puede obtener a cambio de él. La idea de que el dinero no tiene utilidad en sí
mismo es parte de los tres axiomas neoclásicos fundamentales que Keynes
rechazó. Los siguientes tres axiomas fundamentales son la base de la
economía neoclásica y de la ley de Say:
(1) el axioma del dinero neutral (es decir, tener dinero por sí solo no
proporciona utilidad),
(2) el axioma de sustitución bruta, y
(3) el axioma ergódico.
Si uno asume estos axiomas falsos, entonces creerá que la “función de
demanda agregada es la misma que la función de oferta agregada” (Davidson
2002: p. 43). La economía keynesiana requiere el rechazo de estos axiomas.
En un mundo fundamentalmente incierto, tiene el problema de enfrentar
una posible falta de liquidez en el futuro (es decir, falta de dinero). Ésta es la
razón por la que a muchas personas les gusta retener dinero, y precisamente
por qué el dinero tiene utilidad y, de hecho, a menudo tiene una gran
utilidad.
Además, Keynes en la Teoría General señaló el punto fundamental de que el
dinero fiduciario e incluso el dinero mercantil tienen propiedades especiales:

“...el dinero tiene, tanto en el largo como en el corto período, una elasticidad
de producción cero, o en todo caso muy pequeña, en lo que respecta al
poder de la empresa privada, a diferencia de la autoridad monetaria;
producción significa, en este contexto, la respuesta de la cantidad de trabajo
aplicada a producirlo a un aumento en la cantidad de trabajo que una unidad
de él mandará. Es decir, el dinero no se puede producir fácilmente; los
empresarios no pueden utilizar el trabajo a voluntad para producir dinero en
cantidades crecientes a medida que aumenta su precio en términos de
unidad de salario. En el caso de una moneda administrada inconvertible, esta
condición se cumple estrictamente. Pero en el caso de una moneda de
patrón oro también es aproximadamente así, en el sentido de que la máxima
adición proporcional a la cantidad de trabajo que puede emplearse de este
modo es muy pequeña, excepto en un país en el que la minería de oro es el
factor principal. Industria mayor.
Ahora bien, en el caso de los activos que tienen una elasticidad de
producción, la razón por la que asumimos que su propia tasa de interés
disminuirá fue porque asumimos que el stock de ellos aumentaría como
resultado de una tasa de producción más alta. En el caso del dinero, sin
embargo, posponiendo, por el momento, nuestra consideración de los
efectos de reducir la unidad de salario o de un aumento deliberado de su
oferta por parte de la autoridad monetaria, la oferta es fija. Así, la
característica de que el trabajo no puede producir dinero fácilmente da de
inmediato una presunción prima facie para la opinión de que su propia tasa
de interés será relativamente reacia a caer; mientras que si el dinero pudiera
cultivarse como un cultivo o fabricarse como un automóvil, las depresiones
se evitarían o mitigarían porque, si el precio de otros activos tendiera a bajar
en términos de dinero, se desviaría más trabajo hacia la producción de
dinero. ; —Como vemos que es el caso en los países mineros de oro, aunque
para el mundo en su conjunto la desviación máxima de esta manera es casi
insignificante” (Keynes 1936: p. 230-231).
El dinero tiene una elasticidad de producción nula o muy pequeña. Esto
significa que un aumento en la demanda de dinero y un "precio" en aumento
del dinero (es decir, un aumento en su poder adquisitivo) no conducirán a
que las empresas "produzcan" dinero mediante la contratación de
trabajadores.

La propiedad de elasticidad de producción nula o muy pequeña también se


aplica a los activos financieros líquidos. Si los consumidores deciden comprar
productos básicos menos producibles y aumentar su tenencia de dinero o la
propiedad de activos financieros, el desempleo resultará en algunos sectores
a medida que disminuya la demanda de productos básicos. El precio de los
activos financieros subirá y es posible que el precio del dinero también suba.
Pero las empresas privadas no pueden contratar a los desempleados para
que “produzcan” o “fabriquen” más dinero o activos financieros para
aprovechar las oportunidades de ganancias en los activos líquidos de alto
precio (Davidson 2010: p. 255-256). En la economía clásica y neoclásica, sin
embargo, se considera que el dinero es una mercancía (por ejemplo, oro,
plata o algún otro tipo de mercancía). Si aumenta la demanda de dinero
mercantil, la teoría neoclásica dice que se puede "producir" como cualquier
otro bien mediante la contratación de trabajadores desempleados. Pero esta
idea es completamente falsa en un mundo donde el dinero mercantil
consiste en metales raros como el oro o la plata, y ciertamente es falsa en el
mundo moderno del dinero fiduciario.

La segunda propiedad especial del dinero y los activos financieros líquidos es


que tienen una elasticidad de sustitución nula o cercana a cero:
“La segunda diferencia del dinero es que tiene una elasticidad de sustitución
igual, o casi igual, a cero, lo que significa que a medida que aumenta el valor
de cambio del dinero no hay tendencia a sustituirlo por algún otro factor;
excepto, quizás, a en cierta medida insignificante, donde la mercancía
monetaria también se utiliza en la manufactura o en las artes. Esto se sigue
de la peculiaridad del dinero de que su utilidad se deriva únicamente de su
valor de cambio, de modo que los dos suben y bajan pari passu, con el
resultado de que a medida que aumenta el valor de cambio del dinero no hay
motivo o tendencia, como en caso de factores de renta, para sustituirlo por
algún otro factor.
Por lo tanto, no solo es imposible dedicar más trabajo a la producción de
dinero cuando aumenta el precio del trabajo, sino que el dinero es un
sumidero sin fondo para el poder adquisitivo, cuando aumenta la demanda,
ya que no tiene valor para el cual la demanda es desviado —como en el caso
de otros factores de renta— de modo que se derrame en una demanda de
otras cosas” (Keynes 1936: p. 231).

“El dinero tiene (o puede tener) elasticidades cero (o insignificantes) tanto de


producción como de sustitución” (Keynes 1936: p. 234).

Los activos financieros no son sustitutos brutos de las materias primas. El


axioma neoclásico de sustitución bruta está equivocado. Tanto en el mundo
del dinero mercantil como del dinero fiduciario, los ahorros se mantienen en
forma de dinero y activos financieros no producibles. Un aumento en la
demanda de dinero y activos financieros no producibles y el aumento de los
precios de dichos activos líquidos no se traducirán en una demanda de
productos básicos relativamente más baratos, porque la elasticidad de
sustitución del dinero y los activos líquidos es cero o cercana a cero
(Davidson 2010: p. 256-257; Davidson 2002: p. 44-45; véase también Hahn
1977: p. 31). Incluso si los salarios y los precios fueran perfectamente
flexibles, aún podría haber "fugas" en la oferta agregada en forma de
especulación en los mercados de activos financieros, lo que sería una
"demanda no inductora de empleo" (Davidson 2010: p. 257; Hahn 1977: p.
37).

Por tanto, es posible un déficit en la demanda agregada.


Además, existen otras fugas obvias del ingreso agregado que surgen de la
producción que dan como resultado una demanda agregada insuficiente. No
hay ninguna razón necesaria por la que todos los ingresos se gasten en
productos básicos en un período de tiempo particular, o incluso en absoluto.
Pueden ocurrir ahorros y cambios en la tasa de ahorro.

La proposición de Sowell (3) anterior también es inaceptable. Los defensores


clásicos de la ley de Say argumentaron que el ahorro daría lugar a un
consumo o inversión razonablemente rápidos, pero eso simplemente no se
sigue. Los ahorros de dinero pueden convertirse en saldos inactivos
("acumulaciones", en la terminología de Keynes). Pero incluso los saldos de
dinero inactivos no son la única causa de un déficit en la demanda. Podemos
enumerar las diversas "fugas" del ingreso agregado como se describe
anteriormente, así como algunas otras, de la siguiente manera:

(1) La gente desea tener dinero como cobertura contra la incertidumbre


futura (el "motivo de precaución", en la teoría de Keynes), y dado que las
expectativas son subjetivas, tales tenencias pueden variar. En las depresiones
o recesiones, las personas pueden optar por mantener más dinero en
efectivo. En las economías subdesarrolladas y premodernas, el
acaparamiento puede tomar la forma de mantener dinero físicamente fuera
de los bancos como efectivo o moneda (Gootzeit 2003: p. 182). En la Gran
Depresión, el aumento de la acumulación de dinero fue un factor
significativo, como probablemente lo fue en las recesiones del ciclo
económico anteriores a 1914 (Wicker 1996: p. 144).

(2) Como hemos visto, incluso cuando las personas tienen dinero, ya sea
como individuos o como ahorros en instituciones financieras, no todo el
dinero se invertirá en la producción de productos básicos producibles (=
bienes y servicios). El dinero se puede utilizar para especular sobre los
precios de los activos. Los nuevos ahorros o un aumento en los ahorros se
pueden desviar a la compra de activos financieros (o activos reales) y el
dinero utilizado para comprar dichos activos fluye luego a otros
especuladores, que compran nuevos activos financieros o mantienen el
dinero inactivo en el proceso de usarlo en mayor especulación sobre los
activos. Por tanto, existe una "demanda especulativa" de dinero que puede
subir o bajar.

(3) En las economías modernas donde los ahorros se mantienen en depósitos


a la vista y cuentas de ahorro en los bancos, los propios bancos invierten el
dinero. Pero incluso aquí, la inversión de los bancos estará sujeta a
expectativas subjetivas bajo incertidumbre. En recesiones o depresiones,
cuando las expectativas son bajas, los bancos pueden optar simplemente por
mantener el dinero de sus depositantes como exceso de reservas o utilizarlo
para comprar activos financieros en los mercados secundarios. Así, incluso
los bancos modernos pueden "atesorar" reduciendo la inversión y dejando
dinero en saldos inactivos (en los bancos centrales o en reserva para la
especulación sobre activos financieros).

(4) Los ingresos monetarios se pueden gastar en importaciones causando un


déficit comercial, que en los días previos al dinero fiduciario podría resultar
en una contracción de la oferta monetaria y presiones deflacionarias.

(5) Un gobierno podría cobrar impuestos y un superávit presupuestario


corrido sin reinyectar ese dinero en la economía (y destruirlo efectivamente).

Una vez que se demuestra que las proposiciones (2) y (3) de la ley de Say son
falsas, las proposiciones (4) y (5) colapsan por completo, y la idea de que la
oferta es igual a la demanda ex post no puede ser posible.
Por todas estas razones, las fallas de la demanda agregada pueden provocar
recesiones, siempre que la demanda agregada no alcance la oferta. El
equilibrio no se producirá y no es necesariamente una condición de los
mercados libres. La ley de Say es un MITO.

Ahora, de seguro a algún genio se le va a ocurrir tratar de criticarme desde el


lado de Say y la Demanda Agregada, también hay respuestas:

En las formulaciones modernas de la ley de Say (o la "ley de los mercados"),


hay dos variantes principales, como sigue (que ya vimos anteriormente):

(1) Identidad de Say


Según Baumol (1977: 146),
“Es la afirmación de que nadie quiere retener dinero durante un período de
tiempo significativo, de modo que, como resultado, cada oferta (oferta) de
una cantidad de bienes constituye automáticamente una demanda de un
paquete de algunos otros artículos de igual mercado valor."
(2) La igualdad de Say
De nuevo, según Baumol (1977: p. 146),
“Admite la posibilidad de períodos (breves) de desequilibrio durante los
cuales la demanda total de bienes puede ser inferior a la oferta total, pero
sostiene que existen fuerzas equilibradoras confiables que pronto deben unir
las dos.
La identidad de Say requiere que no ocurran fallas en la demanda agregada,
ya que el dinero no se retiene durante períodos de tiempo significativos y los
pagos de factores de la oferta agregada se gastan en la demanda agregada
(ya sea en consumo o inversión). Por lo tanto, en los mercados de productos
básicos en particular, puede haber un exceso de oferta, pero en general hay
un “valor cero de la suma del exceso de demanda” (Kates 2003: p. 45).
Parece que tanto James Mill como John Ramsay McCulloch utilizaron la
identidad de Say y la igualdad de Say en sus escritos (Blaug 1996: p. 150).

Aquí hay una pregunta sobre si Jean Baptiste Say alguna vez expresó su "ley
de los mercados" como Identidad de Say. Esto se complica por el hecho de
que hubo más de una edición de su Tratado de Economía Política. La segunda
edición del Tratado de Economía Política se publicó en 1814 y tiene una
versión revisada de la ley de Say (Baumol 1977: p. 147), mientras que en la
primera edición la ley de los mercados no es tan completa. Fue solo en la
segunda edición del Tratado de Economía Política (1814) que la discusión de
Say es identificable como una "forma de un tipo de igualdad de Say, es decir,
la oferta y la demanda siempre son equiparadas por un mecanismo de
equilibrio rápido y poderoso" (Baumol 1977: p. 159). De hecho, Jean Baptiste
Say incluso criticó a Ricardo por utilizar una versión de la ley de los mercados
que reconoceríamos como la identidad de Say (Blaug 1996: p. 150). La
segunda versión de la ley de los mercados, la igualdad de Say, es obviamente
una versión mucho más débil de ella, ya que admite la posibilidad de fallas a
corto plazo de la demanda agregada, incluso si se niega una desigualdad a
largo plazo entre la oferta y la demanda agregadas.

Un pasaje relevante de Jean Baptiste Say sobre este tema aparece en una de
sus cartas a Malthus:

"Señor. Ricardo insiste en que, sin perjuicio de los impuestos y otros


gravámenes, siempre hay tanta industria como capital empleado; y que
siempre se emplea todo el capital ahorrado, porque no se deja perder el
interés. Por el contrario, muchos ahorros no se invierten, cuando es difícil
encontrar empleo para ellos, y muchos de los que están empleados se
disipan en empresas mal calculadas. Además, el señor Ricardo está
completamente refutado no solo por lo que nos sucedió en 1813, cuando los
errores de gobierno arruinaron todo el comercio, y cuando el interés del
dinero cayó muy bajo, por falta de buenas oportunidades de emplearlo; pero
por nuestras circunstancias actuales, cuando los capitales duermen
tranquilamente en las arcas de sus propietarios. Solo el banco de Francia
posee 223 millones de monedas en sus arcas, más del doble de sus billetes en
circulación y seis veces más de lo que sería prudente reservar para el curso
normal de sus pagos”. (Say 1821: p. 49; también se publicó en “New Monthly
Magazine”, Volumen 14 [1820, 1 de octubre], p. 368 y siguientes).

Lo que tenemos aquí es:

(1) un reconocimiento de que los ahorros de dinero no se invertirán


necesariamente en bienes de capital y que se ha producido una falla en la
demanda agregada;
(2) “muchos ahorros no se invierten”, una idea rudimentaria no muy alejada
de la teoría de preferencia de liquidez de Keynes.

Todo lo que se necesitaba agregar era un análisis del papel de la demanda de


dinero utilizada en la especulación en los mercados secundarios de activos
financieros para activos líquidos como reserva de valor y expectativas
subjetivas en la decisión de inversión.

Ahora, un puzzle sobre la Ley de Say (también visto anteriormente):

Así es como los economistas clásicos posteriores definieron o formularon la


ley de Say, según Thomas Sowell (1994: p. 39-41):

“(1) Los pagos totales de factores recibidos por producir un volumen (o valor)
dado de producción son necesariamente suficientes para comprar ese
volumen (o valor) de producción [una idea en James Mill].
(2) No hay pérdida de poder adquisitivo en ninguna parte de la economía. La
gente ahorra sólo en la medida de su deseo de invertir y no retiene dinero
más allá de sus transacciones durante el período actual [James Mill y Adam
Smith].

(3) La inversión es solo una transferencia interna, no una reducción neta, de


la demanda agregada. La misma cantidad que podría haber gastado el
consumidor ahorrativo será gastada por los capitalistas y / o los trabajadores
del sector de bienes de inversión [John Stuart Mill].

(4) En términos reales, la oferta es igual a la demanda ex ante [= "antes del


evento"], ya que cada individuo produce sólo debido a, y en la medida de, su
demanda de otros bienes. (A veces, esta doctrina se apoyaba demostrando
que la oferta es igual a la demanda ex post). [James Mill.]

(5) Una mayor tasa de ahorro provocará una mayor tasa de crecimiento
posterior en la producción agregada [James Mill y Adam Smith].

(6) El desequilibrio en la economía solo puede existir porque las proporciones


internas de producción difieren de la combinación preferida del consumidor,
no porque la producción sea excesiva en el agregado” [Say, Ricardo, Torrens,
James Mill] (Sowell 1994: p. 39-41).

¿La proposición (1) - que los "pagos totales de factores recibidos por producir
un volumen (o valor) de producción dado son necesariamente suficientes
para comprar ese volumen (o valor) de producción" - significa el total de
pagos de factores recibidos antes de la venta de un dado volumen (o valor)
de producción?
O se supone que los “pagos totales de factores” incluyen la ganancia que
fluye a los propietarios de capital después de la venta, de modo que los
“pagos totales de factores” consisten en lo siguiente:

(1) todos los pagos de factores al trabajo (salarios);

(2) todos los pagos de factores a los vendedores de insumos de factores no


laborales duraderos y no duraderos;

(3) todos los pagos de factores a los propietarios de bienes alquilados (por
ejemplo, alquiler de tierras o propiedades).

(4) todas las ganancias derivadas de la propiedad del capital real. *

*Otra cuestión es: ¿son los préstamos de dinero y los intereses sobre los
préstamos de dinero un costo adicional de producción?
En otras palabras, la pregunta es: ¿cómo definieron los economistas clásicos
la ganancia? ¿Está incluida en la ley de Say?

Si la proposición (1) significa pagos totales de factores recibidos antes de la


venta de un volumen (o valor) de producción dado, entonces, con muchos
precios establecidos por encima de los costos de producción para permitir la
ganancia, no puede ser cierto que los pagos totales de factores sean
necesarios para comprar ese volumen total de producción, a menos que el
valor agregado de las pérdidas de los bienes vendidos (donde los precios
están por debajo de los costos de producción) sea igual al valor agregado de
las ganancias.
Si es así (como algunos interpretan la ley de Say), se trata simplemente de
una teoría del equilibrio general tremendamente irreal, en la que se supone
que la economía tiene una tendencia al ajuste rápido:
“Podría haber, argumentó Say, un exceso temporal de algunos productos
básicos, pero esto resultaría del hecho de que no se ha logrado el equilibrio
del mercado. Algunos precios serían demasiado bajos y otros demasiado
altos, en relación con sus respectivos precios de equilibrio de largo plazo o
costos de producción. En este caso, habría un exceso de esos productos
básicos cuyos precios eran demasiado altos y, al mismo tiempo, una escasez
de esos productos básicos cuyos precios eran demasiado bajos. El exceso y la
escasez se cancelarían exactamente en conjunto". (Hunt y Lautzenheiser
2011: p. 137).
Pero, en las economías modernas, la mayoría de los precios se establecen
como un margen sobre los costos unitarios totales y generalmente no se
ajustan a los mercados claros: es decir, los precios del margen no fluctúan
alrededor de los costos de producción, pero generalmente se establecerán
por encima del total. costo unitario. El ajuste de precio requerido por la ley
de Say normalmente no ocurre.
El tema también es interesante porque, en la economía clásica, se asume que
el “precio de equilibrio” (o precio natural) es el precio de costo de producción
(como sea que se defina), hacia el cual gravitan todos los precios.

Pero, si un precio del mundo real es realmente un precio de costo de


producción, entonces los "precios de equilibrio" normales de la ley de Say
significarían que los propietarios del capital no obtienen ganancias.

En resumen, ¿los pagos totales de factores recibidos por producir un


volumen dado de producción se definen como (1) ex ante (antes de las
ventas reales) únicamente o (2) pagos ex ante y ex post (antes y después de
las ventas reales de esos productos)?
En cualquier caso, tenemos las siguientes observaciones:

(1) si los pagos totales a los factores son pagos ex ante y ex post (antes y
después de las ventas reales), entonces la ley de Say incluye las ganancias
como un pago de los factores y requiere (i) equilibrio total en los mercados
de productos o (ii) una Tendencia poco realista al equilibrio general en el
mundo real donde el valor agregado de las pérdidas de los productos
vendidos es igual al valor agregado de las ganancias, o

(2) si los pagos totales a los factores son pagos ex ante (antes de las ventas)
solamente, entonces no hay razón por la cual los pagos totales a los factores
sean necesarios para comprar el volumen agregado de producción si la
mayoría de las industrias obtienen ganancias cobrando precios por encima de
los costos de producción, Una vez más, se asume una tendencia
tremendamente poco realista al equilibrio general en el mundo real, donde el
valor agregado de las pérdidas es igual al valor agregado de las ganancias.
Por supuesto, esto es antes de llegar a los puntos obvios.

(1) que la gente ahorra dinero en ingresos,

(2) que existen diferentes propensiones marginales a consumir,

(3) que tenemos un sistema monetario endógeno que genera nuevo dinero
crediticio y nuevos gastos además de los pagos totales de factores recibidos,
y

(4) que las personas gastaron ingresos monetarios en (i) activos de segunda
mano, activos reales y (ii) activos financieros en los mercados secundarios, así
como en productos básicos recién producidos.
De modo que no hay ninguna razón empírica ni lógicamente necesaria para
pensar que la ley de Say alguna vez se mantendrá en el mundo real.

Ahora, agrego otras críticas demoledoras resumidas a Say y su “ley”:

1. Posibilidades de deficiencia de demanda efectiva:


En la ley de Say se asume que todo lo que se gana se gasta en bienes de
consumo o en bienes de inversión, por lo tanto, los ingresos se gastan
automáticamente a una tasa que mantendrá todos los recursos empleados.
Todo esto, sin embargo, no está respaldado por hechos reales, ya que los
ingresos no se gastan automáticamente en consumo e inversión. Keynes
señaló que puede haber una deficiencia en la demanda agregada, ya que
todos los ingresos obtenidos en la producción de un producto no se
utilizarían necesariamente para comprarlo. Keynes argumentó que el dinero
es una forma importante de almacenar riqueza. Esa parte de los ingresos
actuales, que no se gasta, se ahorra y puede destinarse a aumentar las
propiedades individuales. Por lo tanto, lo que se ahorra de los ingresos
corrientes no constituye inversión, porque las oportunidades de inversión no
son ilimitadas. No podemos decir definitivamente que todo lo que se ahorra
se gasta en bienes de inversión, sino que puede aumentar los activos líquidos
de los individuos. De esta manera, puede haber una escasez de demanda
agregada y la afirmación de la Ley de Say de que la demanda agregada no
puede ser deficiente en pleno empleo queda completamente derrotada.
La falacia de la ley de Say se revela en la división de Keynes de la demanda
agregada en inversión y consumo a efectos del análisis de la renta (Y = C + I).
Keynes señala que los factores que determinan el consumo son bastante
diferentes de los factores que determinan la inversión, pero juntos
constituyen la demanda agregada y determinan el nivel de ingresos. El
consumo es una función de los ingresos corrientes, pero no aumenta tanto
como el aumento de los ingresos.
La inversión, por otro lado, depende de los desarrollos tecnológicos y la
eficiencia marginal del capital. Por tanto, es evidente que los determinantes
del consumo y los determinantes de las inversiones no están interconectados
de manera que se asegure una demanda agregada adecuada.
Por tanto, la demanda total no siempre sería tal que garantizara un mercado
adecuado para la producción. La estabilidad de la demanda agregada sólo se
lograría cuando la brecha entre la renta corriente y el consumo corriente se
cubriera completamente con la cantidad necesaria de inversión. Keynes, por
tanto, encontró en el hecho de no gastar los ingresos corrientes en bienes de
consumo e inversión la causa del desempleo.

2. Depresiones prolongadas: una realidad:

No es raro experimentar un "exceso" en la economía como entre 1929-1932.


Si la oferta crea su propia demanda, no hay absolutamente ninguna razón
para que las existencias se acumulen en las fábricas y se produzca una
recesión general. Fue durante esta depresión cuando los empleadores,
enfrentados a la falta de una demanda efectiva adecuada, produjeron un
gran número de personas y pusieron letreros sin vacantes por temor a una
nueva caída de los precios. La Ley de Say quedó prácticamente
desacreditada. Esto dio un duro golpe a la fe de Keynes en la Ley de Say y
condujo al descubrimiento de la Teoría General de la Renta y el Empleo.

3. Falacia de la agregación:

Keynes señaló que la principal falacia de la Ley de Say era que los principios
que se aplican a una empresa o industria individual también pueden aplicarse
a la economía en su conjunto. Keynes hizo hincapié en que era demasiado
para la Ley de Say asumir que el análisis microeconómico podría aplicarse de
manera rentable en consideraciones macroeconómicas.
4. Confianza fuera de lugar en la efectividad de los recortes salariales:

La formulación de Pigou de la Ley de Say también fue objeto de fuertes


críticas. Keynes señaló que una caída general de los salarios no aumentará el
empleo en la economía en su conjunto, porque los salarios son ingresos para
una gran parte de la población. Con el poder adquisitivo reducido, su
demanda de bienes y servicios también caerá. El empleo en la economía
depende del gasto agregado (demanda efectiva) y no del nivel salarial.

5. Supuesto incorrecto de elasticidad de interés de la inversión:

También se ha cuestionado el supuesto de la elasticidad del interés del


ahorro y la inversión. La Ley de Say supone que todos los ahorros se invierten
automáticamente y que la tasa de interés provoca el ajuste necesario entre
ahorro e inversión. Keynes, sin embargo, lo negó sobre la base de que la
renta y no la tasa de interés es el mecanismo de equilibrio entre el ahorro y
la inversión. Los ahorros y las inversiones dependen de los ingresos y no son
sensibles a los cambios en la tasa de interés.

6. Presencia de elementos de monopolio en los mercados de productos y


factores:

Además, existe una objeción convencional a la Ley de Say, ya que presumía


una competencia libre y perfecta en la economía. En la práctica real, vemos
que la competencia imperfecta en el mercado es la regla y la competencia
perfecta solo una excepción, porque en las economías capitalistas modernas
hay una fuerte tendencia al monopolio.
7. Importancia de la economía a corto plazo:

La Ley de Say se ha defendido a fondo, en términos de equilibrio a largo


plazo, sobre la base de que la demanda agregada a largo plazo tiende a ser
suficiente para comprar todo lo que la economía está suministrando. Este
equilibrio a largo plazo es provocado únicamente por las fuerzas libres del
mercado. Pero Keynes comentó que "a la larga, todos estaremos muertos".

8. Supuestos poco realistas:

No sería incorrecto decir que toda la tesis de la Ley de Say se basa en


supuestos poco realistas como la flexibilidad de precios, salarios, intereses,
tipos, competencia perfecta, amplia extensión del mercado, soberanía del
consumidor, etc. Estos supuestos son muy difíciles de entender. realizar en la
práctica real. De ahí la dificultad y la crítica de la ley de Say.

9. Ilusión de dinero:

La Ley de Say se basa en la "ilusión monetaria" y trata al dinero como un velo


o medio de cambio. Pero el dinero es un depósito de valor y afecta a todas
las actividades económicas como consumos, producción, intercambio,
distribución, ahorro, inversión, etc. El dinero no es neutral como él asume.

10. Intervención estatal:

La Ley de Say se basa en la no intervención del Estado en las actividades


económicas. Pero Keynes reconoció el papel regulador del Estado. La
empresa privada se guía por motivos de lucro y, por lo tanto, no puede
invertir. Keynes favoreció la intervención del Estado en ese momento para
controlar y regular la demanda efectiva. Favoreció la economía mixta.

11. Equilibrio del subempleo:

El equilibrio del subempleo es la principal contribución de Keynes. Say lo


negó. Según él, existe un equilibrio en el pleno empleo en la economía, pero
Keynes demostró que la economía puede estar en equilibrio con menos del
pleno empleo, lo que se denomina equilibrio por subempleo.

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