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Tema 8
Tema 8
Coaching en el aula: el
papel del maestro como
facilitador de la
autoestima
Índice
Esquema 3
Ideas clave 4
8.1. Introducción y objetivos 4
8.2. La relación entre profesor y alumno: más allá de
lo académico 6
8.3. La influencia del profesor en los primeros años 11
8.4. El perfil del maestro de Educación Infantil 14
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A fondo 38
Test 40
Esquema
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Como hemos visto en temas anteriores, el entorno escolar influye en el desarrollo del
autoconcepto, la autonomía y la autoestima del niño, ampliando y diversificando el
concepto que tiene de sí mismo gracias a las experiencias que le brinda este nuevo
entorno, tanto con iguales como con una nueva figura de referencia: el maestro.
Este tiene un papel fundamental en el desarrollo no solo académico del niño, sino
también en el plano social, emocional y afectivo, y aún más en estos primeros años
tan relevantes en la formación del niño en los que el profesional de Educación Infantil
va a desarrollar su labor.
De una forma práctica trataremos qué acciones debemos fomentar y cuáles debemos
evitar para favorecer el autoconocimiento y la autoestima del niño desde nuestro
ámbito profesional, de cómo podemos apoyar la integración de los niños en el aula y
Por todo ello los objetivos que pretendemos desarrollar en este nuevo tema incluyen:
Diferenciar el papel del maestro en esta etapa con relación a otras, y su influencia
en las siguientes etapas educativas.
Conocer las funciones del docente como coach educativo y las habilidades
necesarias para desarrollar este papel de gestor del talento.
Identificar las actuaciones que los docentes podemos y debemos utilizar para
favorecer el autoconocimiento y la autoestima en los niños.
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«Lo que se enseña sin querer enseñarlo, y lo que se aprende sin querer
aprenderlo puede ser, y es con frecuencia, lo más importante y lo más
permanente del proceso de enseñanza-aprendizaje, y esto a su vez depende,
en buena medida, del estilo de relación que establecemos con los alumnos»
(Morales, 1998, p. 9).
El docente y los niños establecen una relación bidireccional en la que ambos se ven
afectados mutuamente. Diferentes estudios ya han verificado la influencia que tiene el
profesor, y su estilo docente, en los resultados académicos, pero, además, esta relación
va más allá del aprendizaje. Concretamente el docente influye en aspectos sociales,
emocionales y conductuales de sus alumnos, teniendo un papel muy relevante en el
desarrollo del autoconocimiento y la autonomía personal de los niños. Tal y como dice
Morales (1998) en esta cita, hay una parte que el docente enseña sin ser tan consciente
de ella y que el niño aprende también de una forma involuntaria; tener más presentes
estos procesos que se producen de forma oculta es mejorar la labor del docente y
también la del niño que aprende.
Las interacciones entre profesor y alumno está influenciadas por muchos factores,
incluyendo el entorno en el que está el centro y lo que le rodea (familias, expectativas
familiares, el estilo del centro educativo, etc.), pero también intervienen los
conocimientos del maestro, su conducta, la percepción y expectativas que tenga hacia
los niños, sus deseos, emociones, objetivos personales, vivencias anteriores… e incluso
los recuerdos que tengan de sus propios maestros y que, de alguna forma, pueden
condicionar sus actuaciones (Calderhead y Robson, 1991).
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En este cuadro podemos observar como las conductas del profesor generan una
percepción y unos efectos en el alumno que vuelven a retroalimentar la percepción del
profesor, y así sucesivamente, creando una relación de causa/efecto.
Los profesores y alumnos, según algunos autores, también pueden llegar a establecer
una relación de apego con algunas similitudes a las que ya vimos que establecían con las
familias siendo aún más relevantes en esta primera etapa. Algunos autores incluso
consideran que esta nueva relación de apego con el docente puede llegar a compensar
las relaciones de apego inseguras que los niños puedan tener con su propia familia. A
estos nuevos referentes en la vida de los niños Bowlby los denominó «figuras de apego
subsidiarias», y serían las personas que asumen, en ausencia de los padres o figuras
principales, el cuidado y la protección de los niños.
Para que estas relaciones puedan considerarse como figuras de apego Ainsworth (1989)
considera que deben cumplir diferentes funciones como:
Es un referente seguro para los niños (que lo buscan cuando lo necesitan, se sienten
inseguros o les sucede algo física o emocionalmente).
Hace que esa seguridad dé una mayor autonomía a los niños para explorar los
diferentes espacios del entorno escolar y enfrentarse a los diferentes retos que
implica la escolaridad.
En las siguientes etapas escolares la personificación del maestro como figura de apego
va disminuyendo debido a que existe una mayor demanda académica y una mayor
madurez en los niños, que requieren más la parte académica de los docentes que la
emocional, si bien siempre tendrán una influencia social y emocional en ellos (Moreno,
2010).
Según Howes y Hamilton (1992) que los niños establezcan una relación de apego con los
docentes no solo beneficia a los alumnos, sino también a los docentes, que se muestran
más sensibles e implicados en su tarea docente que aquellos que no la tienen. No
obstante, esta relación de apego no debe caer en el proteccionismo, que al igual que
sucede con las familias, perjudica el desarrollo de los niños.
El estilo docente del profesor, por tanto, la forma personal de estar y ser en el aula, tiene
repercusión en el clima del aula y en el aprendizaje y relación que se establece con los
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En él también podéis conocer la importancia del docente no solo como facilitador del
aprendizaje sino también como gestor de la convivencia.
Los maestros de Educación Infantil son las primeras figuras de referencia adulta que los
niños tendrán en el entorno escolar y este hecho implica una gran responsabilidad, ya
que la percepción que tienen del maestro condicionará en algunos casos la visión que
tienen del docente también en el futuro, y a la vez es un privilegio, ya que esta etapa
permite a los profesionales una libertad y una creatividad que se ve más comprometida
por la presión de los contenidos en etapas posteriores.
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Los docentes de Educación Infantil cuentan con el privilegio de disfrutar de una etapa en
la que la imaginación, la naturalidad, la afectividad y el interés de los niños forman parte
del día a día, y esto también implica que los profesionales respondan de forma efectiva
a esa motivación para que no se pierda la curiosidad, el interés por descubrir y aprender,
que es el motor del aprendizaje. Los últimos estudios de neurociencia afirman la gran
Pero, además, las situaciones que propiciamos en el aula y que despiertan el interés de
los niños se aprenden de forma más duradera y efectiva, evitando además el estrés al
reducir la producción de cortisol, una hormona que se activa como mecanismo de
defensa pero que, cuando su apariencia se cronifica, compromete seriamente el
aprendizaje. El profesor debe ser capaz de presentar los contenidos siempre de una
forma atractiva, sorprendente, divertida, que atraiga la atención de los niños y favorezca
aprendizajes más significativos y duraderos. Y este aspecto es especialmente relevante
en Educación Infantil en el que todo es potencialmente interesante para estos niños que
comienzan a descubrir el mundo.
La influencia del profesor en los primeros años también se pone de manifiesto en el papel
de modelo que tiene para los alumnos. Sus actuaciones son un referente claro para los
pequeños que perciben y aprenden no solo de lo que los docentes hacen y dicen, sino
también de aquello que no es tan explícito como sus actitudes, valores, forma de
relacionarse, de responder a situaciones, emociones… Por ello es importante contar con
un docente que se autoevalúe y reflexione también sobre aquellos aspectos más ocultos
que en cambio los niños también captan e imitan. Durante los primeros años el niño
aprende fundamentalmente a través de mecanismos básicos que incluyen la atención
compartida, la empatía y la imitación, y estos afectan a la estructura física y química del
cerebro del niño y a su futura conducta, y el maestro colabora en este proceso de forma
esencial (Mora, 2013).
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El niño debe ser el protagonista del aprendizaje; esta es otra de las máximas que no debe
olvidar el profesor de Educación Infantil. Las pedagogías activas abogan por una
educación activa, respetuosa, en la que el niño aprenda a través del juego, el movimiento
y la experimentación, que favorezca en los niños la autodisciplina y la automotivación, y
si bien en esta etapa será el docente el que la potencie, los niños poco a poco irán
buscando su propia motivación para continuar aprendiendo. En este clima positivo,
además de que la implicación de las familias es mayor, los docentes se sienten más
implicados e interesados en su desarrollo profesional.
Desde un punto de vista legislativo la etapa de Educación Infantil también tiene unas
características propias que requieren una formación diferenciada del docente y es que,
considerando la flexibilidad de la etapa y su orientación hacia el desarrollo integral y
armónico del niño, todas las relaciones que establece el maestro con sus alumnos y todas
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Para finalizar este apartado os invitamos a ver el siguiente vídeo en el que se tratan los
roles más significativos del docente actual, sus competencias, la importancia de la
afectividad, la interacción y el clima del aula en el proceso de enseñanza- aprendizaje.
El profesor que aprende. «No debemos olvidar jamás que, si queremos enseñar,
quienes primero tenemos que estar aprendiendo constantemente somos los
maestros» (Bona, 2015). El docente debe tener una formación continua, ya que no
solo debe contar con diferentes conocimientos, estrategias y metodologías, sino que
también debe ser consciente de su rol como educador «a jornada completa» y ser
capaz de proporcionar a los alumnos las armas necesarias para su desarrollo.
implica, lidera el grupo y que Goleman (2006) definía como capaz de esforzarse para
llegar al «logro de la excelencia profesional frente a la desgana y el conformismo».
Vaello (2009) resalta además que es conveniente para el docente lograr tener cierta
distancia emocional que permita la objetividad y el análisis desde diferentes ángulos
Comunicación Autocontrol
Empatía Autoestima
Negociación Resiliencia
El profesor que observa. En esta etapa observar nos sirve no solo para conocer el
nivel de desarrollo de los niños y la adquisición de los aprendizajes que hemos ido
desarrollando sino también la forma en la que los niños se relacionan, sus
preferencias de juego, las reacciones ante los conflictos de cada niño de forma
individual y también del comportamiento del grupo de clase. De esta forma podremos
utilizar lo observado para apoyar la consecución de nuestros objetivos, ya sean
académicos o sociales y emocionales.
Podríamos seguir diseñando este perfil del profesor ideal pero quizá la forma de definirlo
más sencilla es la que citan Mir y Ferrer (2014) y que incluye:
«Haz que la escuela sea un lugar donde a los niños les apetezca ir» (Bona,
2015).
César Bona ha sido el único profesor español que ha quedado finalista de los premios
Global Teacher Prize en 2015 (premio de gran prestigio que se entrega a docentes
innovadores que han tenido un impacto inspirador en sus alumnos) pero, como él mismo
dice, no es el único maestro que se siente comprometido con su trabajo y sobre todo con
sus alumnos.
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De alguna forma, ser un buen profesor es ser un buen gestor de talento de los alumnos,
un profesional que sabe encontrar la forma de sacar lo mejor de cada uno de los niños
de su aula, y por ello también es un coach, un dinamizador, un impulsor del crecimiento
El proceso para convertirse en un coach «educativo» no es, como dicen López y Valls
(2013), seguir una receta, ni siquiera conocer técnicas y actividades que pueden ser
útiles, sino comenzar un cambio interno que permita entender el rol docente de una
forma más amplia, completa, y también poniendo las emociones al servicio del
aprendizaje. Para introducir este cambio es necesario revisar y trabajar la propia
inteligencia emocional del docente, su empatía, capacidad de escucha, su
autoconocimiento y sus capacidades de liderazgo. De hecho, tal y como indican ambas
autoras, recordamos a los profesores que nos marcaron emocionalmente (tanto en
positivo como en negativo) e incluso la conducta de estos profesores también influyeron
de forma determinante en que nos gustaran o no algunos contenidos.
Para López y Valls el coaching educativo es una forma de enseñanza que tiende al
«desarrollo del autoconocimiento y del conocimiento de los demás para mejorar el
desempeño de los equipos y transformar el aula en un lugar que sepa poner las
emociones a trabajar para potenciar el aprendizaje, recuperando la ilusión y la alegría de
aprender».
Este coaching educativo busca dar el protagonismo a los alumnos, porque de esta forma
los niños tendrán la responsabilidad de su propio aprendizaje y no lo delegarán en el
profesor como persona «casi omnipotente». Así los propios niños, en función de su edad,
irán desarrollando su propio juicio, tolerancia a la frustración, colaboración con otros…
aumentando también su autoconocimiento y favoreciendo su autoestima.
Favorecer en los alumnos una actitud abierta que les permita una mayor flexibilidad
y adaptación al cambio.
Promover la cooperación y el trabajo en equipo entre los alumnos para lograr metas
conjuntas.
Aprender a trabajar las emociones equilibrando entre límites y contención. Poner las
emociones al servicio del aprendizaje en vez de bloquearlas, pensar con los alumnos
en vez de pensar por ellos. Dar autonomía, responsabilidad y espacio a los niños.
Entre las habilidades del coach docente que sugieren los diferentes autores, volvemos a
referirnos a los que citan López y Valls, por parecernos los más sugerentes para iniciar el
cambio de perspectiva docente. Entre ellas, proponen:
Aprender a escuchar. Dar voz y escuchar a los alumnos para poder comprenderlos sin
añadir opiniones o consejos, escuchar necesidades, emociones, preocupaciones,
retos, conflictos… Escuchar lo que expresan no solo con lenguaje verbal sino también
con los gestos y silencios. La habilidad de escuchar sin interrumpir o aconsejar no es
fácil, pero ayuda a los docentes a percibir una información que de otro modo pasaría
inadvertida.
No juzgar. Esta es una de las máximas del coaching para crear un espacio de
crecimiento y desarrollo. No juzgar significa comprender al otro desde su posición,
aunque esta no coincida con la nuestra, es tomar cierta distancia para poder escuchar
lo que nos cuenta el otro. Se trata de aprender a separar hechos de opiniones.
Nos parece muy interesante finalizar este apartado como lo comenzamos, con un vídeo
de César Bona, cuyos libros podéis encontrarlos en las referencias bibliográficas.
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Tal y como indicamos en el apartado anterior, lo primero que debe hacer el docente
para favorecer la autoestima de sus alumnos, pasa por conocer y revisar sus propias
actitudes y actuaciones como docente. Conocer sus propios miedos, fortalezas y
debilidades, así como la percepción que tiene sobre las capacidades de cada uno de
sus alumnos evitando las etiquetas, tanto las propias (las que puede poner el
docente, de forma consciente o inconsciente) como las heredadas (información que
le llega del alumno antes de empezar el curso de expedientes, otros profesores, etc.).
Cada niño es único, y sus capacidades, e incluso sus cualidades, siempre pueden
cambiar y mejorar, al igual que su comportamiento, que también puede modificarse
en diferentes etapas de la vida. Lo mismo sucede con el autoconcepto y la
autoestima, también es variable e incluso puede ser diferente en distintos ámbitos
(por ejemplo, positivo en la familia, negativo en el colegio, etc.).
Heinsen (2013) también indica que existen algunos falsos mitos relacionados con el
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desarrollo de la autoestima que debemos tener presentes para evitar caer en ellos
como docentes, como:
Los niños siempre deben sentirse bien. La realidad es que no siempre podremos
conseguir que los alumnos se sientan bien, pero además ni siquiera sería
El niño debe ser el centro de atención. Cuando decimos que el niño debe ser el
protagonista de su aprendizaje no nos referimos a que debamos prestar atención
a todas sus conductas, a que tengan un excesivo poder en todas las situaciones o
que no tengan límites. El docente debe establecer un vínculo afectivo con el
alumno necesario para su estabilidad emocional, observándole y dedicándole
tiempo, pero también debe marcar límites y normas que garanticen la convivencia
y un buen clima emocional.
El niño es muy pequeño y no puede. Es fácil que por la etapa en la que nos
encontramos, nos sintamos tentados a hacer más cosas por nuestros pequeños
Y para reflexionar…
¿Tiendo a hacer sentirse bien al niño de forma exagerada con halagos y premios
no necesariamente merecidos?
¿Justifico las conductas del alumno dejando que sea como es?
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Heinsen en su libro ofrece, de forma muy completa, muchas de las actuaciones que
el docente puede realizar para favorecer el desarrollo de la autoestima de los niños.
Las recogemos esquemáticamente a continuación:
Reconocer sus cualidades y celebrar sus logros. Sin exagerar y sin recurrir a
premios y castigos, buscando la motivación intrínseca que tiene conseguirlos.
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Corregir las conductas inapropiadas. Teniendo presente que hay que corregir la
conducta no deseada y no al niño (por ejemplo, decir una mentira no es ser un
mentiroso); también es útil evitar las palabras «siempre» y «nunca»
relacionándolas con conductas, porque favorecen una generalización que no es
real, o que el propio docente descontrole sus emociones dejándose llevar por el
enfado que puedan provocar en alguna ocasión sus actuaciones.
Ser amables. Sí, hay que ser amables con los niños, también los docentes.
Mostrarse amables y afectuosos con los alumnos, utilizando fórmulas de cortesía,
no solo sirve como modelo para ellos, además es una estupenda forma de
mostrarles que son importantes y merecen ser tratados con respeto. De esta
forma ellos harán lo mismo con iguales y docentes.
A estas orientaciones nos gustaría añadir otras que establece Survant (1972):
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Ser conscientes de las diferentes formas de talento que tienen los niños y que no
son referidas únicamente al cociente intelectual u al desarrollo académico, tal y
como comentamos en el tema de la educación emocional. Ayudarles a ser
Reírse frecuentemente. Ya que, desde nuestro punto de vista, reírse con los
alumnos también establece un vínculo de apego y contribuye a la creación de un
clima emocional positivo. Mantener el sentido del humor beneficia también el
autoconocimiento y la autoestima.
Ayudarle a sentirse parte importante del grupo. Todos los niños deben tener
cabida en el grupo, conocerles es vital para potenciar sus habilidades y ponerlas a
disposición de la clase de forma que todos obtengan un reconocimiento realista
por ellas.
Por último, queremos hacer referencia a los cuatro pilares que para Heinsen son
fundamentales para lograr una sana autoestima en los niños y que ha llamado tacto
pedagógico por considerar que requieren una sensibilidad especial en el maestro.
Estos son:
El afecto, por ser una necesidad fundamental para el desarrollo del niño y de su
autoconocimiento y autoestima, y porque está intrínsecamente unido al
aprendizaje.
capacidades.
Si es importante conocer cómo podemos ayudar a los alumnos a tener una buena
autoestima, también lo es entrenarnos en observar cuándo los niños nos están
indicando con sus actuaciones o relaciones que no tienen un buen autoconcepto de
sí mismos o presentan una autoestima baja. Esta observación por parte del docente
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es muy relevante en las edades en las que nos encontramos, ya que gracias a ella no
solo podemos llevar a cabo actuaciones preventivas, si no que los apoyos y
actuaciones que establezcamos serán más eficaces para que no les acompañen en el
futuro.
Se desanima con facilidad cuando no logra los resultados que desea, colabora
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Les cuesta tomar decisiones por el miedo al error. Puede intentar evitar los
errores utilizando diferentes estrategias (copiar, utilizar a otros…).
Puede tener una visión pesimista del futuro más inmediato y ponerla de
manifiesto en diferentes ocasiones con su lenguaje o actitudes (lo voy a hacer mal,
no lo voy a conseguir…).
Además de las orientaciones que facilitan una buena autoestima y que hemos
comentado anteriormente, Heinsen da algunas claves para los docentes que pueden
resultar eficaces en algunas de estas situaciones. En el caso de los niños que se
muestran poco interesados en el aula podemos comenzar por obtener información
sobre si esa es su forma habitual de proceder en otros contextos, descubrir sus
También puede suceder que los niños intenten llamar nuestra atención con
conductas poco adecuadas, saltándose las normas, haciéndose los graciosos, etc.; en
estos casos debemos indagar sobre las posibles causas y no ignorar ni aceptar estas
conductas, y mucho menos si son dañinas para otros o para ellos mismos. Los
principios, normas y valores deben estar claros para todos los alumnos e incluso
haberse consensuado previamente con ellos. A los niños se les debe comunicar lo
que no es aceptable (además de que los docentes debemos ser un modelo coherente
de ello) y las consecuencias que tiene incumplir las normas deben ser conocidas por
los niños y lógicamente ajustadas a su edad y al grado de incumplimiento.
aprovechar las ocasiones en las que no consiguen el objetivo previsto para que
puedan aprender también de esta experiencia. Para ello podemos ayudarles a
reflexionar preguntándoles, por ejemplo, de qué forma podemos evitar que nos
suceda lo mismo la próxima vez, cómo se siente, etc.
Por último, para cerrar este apartado nos parece conveniente visualizar el vídeo
Autoconcepto y autoestima que recoge de forma breve muchos de los aspectos
tratados a lo largo de este tema.
«Un buen profesor tiene poca historia propia que contar, su vida pasa a otras
vidas, los profesores son los pilares de la estructura más íntima de nuestros
colegios, son más fundamentales que las piedras o que las vigas, y siguen
siendo una fuerza impulsora y una energía reveladora que nos guía en
nuestras vidas» (Extraído de la película The emperor´s club).
Ainsworth, M.D.S. (1989). Attachment beyond infancy. American Psychologist, 44, 709-
716.
Calderhead, J., & Robson, M. (1991). Images of teaching: Student teachers’ early
conceptions of classroom practice. Teaching and Teacher Education, 7, 1-8.
Mir, M.L. & Ferrer, M. (2014). Aproximación a la situación actual de la formación del
profesorado de Educación Infantil. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación
del Profesorado, 17(2), 235-255.
http://eprints.ucm.es/11580/1/T32256.pdf
Seño Punk. (19 de octubre de 2015). Veinte cualidades del súper maestro de Educación
Infantil [artículo en un blog]. https://entreactividadesinfantiles.com/2015/10/19/20-
cualidades-del-super-maestro-de-educacion-infantil/
En este blog de una maestra de Infantil encontráis un divertido artículo sobre veinte
sencillos pasos necesarios para ser un súper maestro, con un toque de humor y una
gran parte de realidad.
Bou Pérez, J.F. (2010). Coaching para docentes: el desarrollo de habilidades en el aula.
Alicante: club universitario, pp. 98-111.
En las últimas páginas de este libro, cuya lectura os recomendamos, encontráis las
fases del proceso de coaching para poder llevar al aula de una forma práctica. Desde
el análisis del grupo de clase hasta un plan de acción personal con plantillas de apoyo
y los errores que surgen de forma más frecuente.
BBVA Aprendemos juntos (31 de enero de 2018). Sobreproteger a los niños les hace más
débiles emocionalmente. Mar Romera, maestra [archivo de vídeo].
https://www.youtube.com/watch?v=Xu3E_NjPBos
2. ¿Cuáles son las competencias que el docente debe tener según el vídeo visualizado
«el rol del docente»?
A. Competencias instrumentales, interpersonales y sistematizadas.
B. Competencias emocionales, instrumentales e interpersonales.
C. Competencias instrumentales, interpersonales y sistémicas.
D. Competencias instrumentales, emocionales y sistémicas.
10. Sara, de 5 años, se pone muy nerviosa siempre que tiene que enfrentarse a una
actividad nueva intentando evitarla, no le gusta participar en actividades grupales
y en el patio es muy frecuente que se encuentre sola. Con sus profesores se
muestra retraída y en ocasiones reacciona con brusquedad cuando se le acerca