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BLOQUE 5-3.

La restauración absolutista y los intentos liberales durante el reinado de


Fernando VII (1814-1833).

“Señor:

Era costumbre de los antiguos persas pasar cinco días de anarquía después del fallecimiento de su rey, a
fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su sucesor.
Para serlo España a V.M. no necesitaba igual ensayo en los seis años de su cautividad. Del número de los
españoles que se complacen al ver restituido a V.M. en el trono de sus mayores, son los que firman esta
reverente exposición con el carácter de representantes de España; mas como en ausencia de V.M. se ha
mudado el sistema que regía al momento de verificarse aquélla, y nos hallamos al frente de la Nación en
un Congreso que decreta lo contrario de lo que sentimos, y de lo que nuestras Provincias desean, creemos
un deber manifestar nuestros votos y circunstancias que los hacen estériles, con la concisión que permita
la complicada historia de seis años de revolución.

La monarquía absoluta (…) es una obra de la razón y de la inteligencia: está subordinada a la ley divina, a
la justicia y a las reglas fundamentales del estado: fue establecida por derecho de conquista, o por la
sumisión voluntaria de los primeros hombres que eligieron sus Reyes. Así que el Soberano absoluto no
tiene facultad de usar sin razón de su autoridad (derecho que no quiso tener el mismo Dios): por esto ha
sido necesario que el poder soberano fuese absoluto, para prescribir a los súbditos todo lo que mira al
interés común, y obliga a la obediencia a los que se niegan a ella (…)

El [remedio] que debemos pedir, trasladando al papel nuestros votos, y el de nuestras provincias, es con
arreglo a las leyes, fueros, usos y costumbres de España. Ojalá no hubiera materia harto cumplida para que
V.M. repita al reino el decreto que dictó en Bayona, y manifieste (…) la necesidad de remediar lo actuado
en Cádiz, que a este fin se proceda a celebrar Cortes con la solemnidad, y en la forma en que se celebraron
las antiguas: que entre tanto se mantenga ilesa la Constitución española observada por tantos siglos, y las
leyes y fueros que a su virtud se acordaron: que se suspendan los efectos de la Constitución, y decretos
dictados en Cádiz, y que las nuevas Cortes tomen en consideración su nulidad, su injusticia y sus
inconvenientes (…)”

Madrid, 12 de abril de 1814

Representación y manifiesto que algunos diputados á las Cortes Ordinarias firmaron en los mayores apuros
de su opresión en Madrid, para que la Majestad del Señor D. Fernando el VII a la entrada en España de
vuelta de su cautividad, se penetrase del estado de la nación, del deseo de sus provincias, y del remedio
que creían oportuno; todo fue presentado a S.M. en Valencia por uno de dichos diputados, y se imprime en
cumplimiento de real orden. Imprenta Collado.
1) Analiza este fragmento (1 p.)

El texto que vamos a analizar es un fragmento del llamado “Manifiesto de los Persas”,
firmado por 69 diputados realistas (por tanto, autoría colectiva) en abril de 1814, cuando las
Cortes de Cádiz intentaban regular el regreso de Fernando VII a España tras la derrota de
Napoleón en la Guerra de la Independencia. El documento trata de justificar la vuelta al
absolutismo y el rechazo de la ideología liberal.

Se trata de una fuente primaria (*1), un texto histórico-circunstancial, de asunto político.


Tiene un carácter público, siendo su destinataria la nación española.

La idea principal del texto es la justificación de la monarquía absoluta frente al liberalismo.

En el primer párrafo (que comienza con el enunciado “Era costumbre de los antiguos
persas…”, por el cual es conocido el manifiesto) compara los años de secuestro del rey Fernando
en Francia y la implantación de un régimen liberal en España con la anarquía.

En el siguiente párrafo se argumenta la conveniencia de la monarquía absoluta como “…obra


de la razón y de la inteligencia…”. Vincula la institución monárquica con el derecho divino (*),
llegando a establecer como justificación su origen en tiempos remotos de la historia humana.

En la última parte se pide que quede sin efecto la constitución de 1812 así como todas las
leyes aprobadas en las Cortes de Cádiz. Apelando a “…las leyes, fueros, usos y costumbres de
España”, es decir, la antigua legislación del país, propone convocar unas cortes conforme a las
“antiguas leyes”, lo que no deja lugar a dudas sobre la intención de volver al Antiguo Régimen,
a la monarquía absoluta.

La parte final, en cursiva, es una nota aclaratoria sobre el contenido del manifiesto que
podemos ver en la portada publicada por la Imprenta de Collado (ver ilustración)

La importancia del “Manifiesto de los Persas” se debe a que marca el final del primer periodo
constitucional de la Historia de España. Suponía una solución intermedia entre el
constitucionalismo y el Absolutismo que, sin embargo, nunca se llevó a término: no se
convocaron las cortes ni se hicieron las reformas que se plantearon, y este documento nunca
volvió a ser citado.

2) Desarrolla el problema histórico al que se refiere el texto, así como su


contexto histórico (1,5 p)

Con la firma del Tratado de Valencay por Napoleón (1813), las tropas francesas comenzaron
a abandonar España y Fernando VII recuperó el trono. Desde entonces, los sectores más
tradicionalistas comenzaron a preparar el regreso del rey, llamado popularmente “el Deseado”.
Los liberales, por su parte, deseaban que el monarca ratificara la constitución de 1812 y
continuara con el régimen surgido de las Cortes de Cádiz.

Fernando VII entró en España en de 1814 con un gran apoyo popular, pues significaba el fin
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(*1) Las fuentes primarias son las que pertenecen a la época que estamos estudiando. Las fuentes secundarias son posteriores a los hechos estudiados y generalmente se basan
en fuentes primarias. Entre ellas, las más abundantes son las historiográficas, es decir, las obras y estudios de los historiadores.
de la guerra y la esperanza de recuperación del país. Pero, desobedeciendo a las Cortes cambió
su itinerario de regreso y se dirigió a Valencia, donde llegó en abril. Allí un grupo de diputados le
presentó el Manifiesto de los Persas. En vista del apoyo de estos diputados, el monarca dio un
golpe de Estado y promulgó el Decreto de Valencia por el que declaraba ilegales las Cortes y
toda su labor legislativa.

Pocos españoles salieron en defensa del régimen constitucional, lo que supuso la vuelta al
Antiguo Régimen. El reinado de Fernando VII se extendió desde 1814 hasta 1833, pudiendo
dividirse en tres grandes peridodos:
-Sexenio absolutista (1814-1820)
-Trienio Liberal (1820-23)
-Década Ominosa (1823-33)

El Sexenio Absolutista (1814-1820)

Desde su regreso, Fernando VII se empeñó en la restauración del Antiguo Régimen


restableciendo el orden imperante antes de 1808. Así, se volvieron a legalizar instituciones como
la Inquisición, la Mesta o el Consejo de Castilla, y se restauraron los señoríos jurisdiccionales con
todos sus privilegios sobre los campesinos. Volvió la Compañía de Jesús. Y se abolió la libertad
de prensa, persiguiendo las publicaciones progresistas surgidas durante la guerra. Se inició una
época de represión política, en la que muchos liberales y los colaboracionistas con José I (los
llamados “afrancesados”) tuvieron que exiliarse.

Aunque Fernando VII intentó volver al viejo sistema del reformismo ilustrado, este régimen
no ayudó al país a recuperarse de la grave situación económica y social tras seis años de guerra
(poblaciones destruidas, cosechas perdidas, hambrunas…). Los intentos de reforma fracasaron
pues hubo que devolver las tierras desamortizadas, y la nobleza y el clero (al recuperar sus
privilegios) dejaron de pagar impuestos. Además, la independencia de las colonias americanas
originó grandes gastos y el fin de la llegada de ingresos de ultramar.

El descontento popular y la inestabilidad económica favorecieron los pronunciamientos (*2)


de militares afines a la ideología liberal, que pretendían cambiar el sistema político, es decir,
acabar con el absolutismo y reimplantar la constitución de 1812, muchas veces con ayuda de la
masonería o sociedades patrióticas.

El trienio liberal (1820-1823)

En enero de 1820 Rafael del Riego, que estaba al frente de unas tropas que iban a partir hacia
América (*), se levantó a favor de la constitución de 1812 en Cabezas de San Juan (Sevilla).
Encontró enseguida el apoyo de otras guarniciones militares, a las que se sumaron grupos de
campesinos, y en muchas ciudades se organizaron juntas liberales que tomaron el control de los
ayuntamientos del mismo modo que lo hicieron en 1808. Fernando VII se vio obligado a jurar la
constitución y a convocar a las Cortes.

Las nuevas Cortes pusieron en práctica muchas medidas que recuperaban la legislación
liberal de Cádiz: supresión de la Inquisición, liberalización de los gremios, desamortizaciones,

(*2) Intentonas golpistas. Las más destacadas fueron las de Espoz y Mina en Navarra (1814), Díaz Porlier en La Coruña (1815), Luis
Lacy y F. Milans del Bosch en Barcelona (1817) y Van Halen en Murcia (1818). Todos ellos fracasaron y algunos, fusilados.
restauración de los derechos y libertades de los ciudadanos. Aunque hubo también algunas
iniciativas novedosas, por ejemplo: se redacta la primera legislación sobre enseñanza y el primer
Código Penal , y se procede a la división territorial de España en 52 provincias (dos más que
ahora). Se crea también una Milicia Nacional formada por ciudadanos armados dispuestos a
conservar el orden público y defender la constitución.

Es durante este periodo cuando asistimos a la primera división dentro del liberalismo
español. Así, mientras en Cádiz hablábamos de liberales sin más, a partir de 1820 constatamos
dos facciones:

a) Moderados o “doceañistas”: habían participado en las Cortes de Cádiz y defienden


sus principios. Su figura más destacada es Martínez de la Rosa.
b) Exaltados, como Mendizábal: son los organizadores de la revolución de 1820.
Buscaban una radicalización del liberalismo. Controlarán el gobierno desde 1822.

La brevedad de este periodo puede explicarse por la multitud de opositores que tuvo
(ejército, campesinos, políticos realistas…). Sin embargo ninguna rebelión provocó su caída, sino
una decisión externa: La Santa Alianza (*) decidió enviar tropas y acabar con el régimen
constitucional: en 1823 los Cien Mil Hijos de San Luis invadieron España sin apenas resistencia.
En octubre Fernando fue proclamado de nuevo rey absoluto.

La Década Ominosa (1823-1833)

Una vez repuesto en el trono, Fernando VII ejerció una feroz represión sobre políticos,
intelectuales y militares sospechosos de ser liberales. Los que pudieron huir se fueron al exilio y
conspiraban desde Gran Bretaña y Francia contra el monarca; también hubo conspiradores
dentro de las fronteras; y algunos fueron ejecutados (Vid. “El fusilamiento de Torrijos” -1887- de
A. Gisbert)

Se acometieron desde el gobierno algunas tímidas reformas de carácter técnico, que no


hicieron sino acentuar la división entre los absolutistas. Una facción de éstos, los más radicales,
denominados realistas puros, acusaban a Fernando VII de ceder demasiado ante los liberales y
actuaban violentamente a través de la guerrilla (*), sobre todo en el mundo rural, donde tenían
más apoyo. A partir de 1826 se identificaron con el hermano (era el heredero: el rey aún no tenía
descendencia) del soberano Carlos María Isidro, siendo conocidos como carlistas.

En 1830, la esposa de Fernando VII, María Cristina de Borbón, tuvo una heredera, la princesa
Isabel. Previamente, el rey había publicado la Pragmática Sanción, una norma redactada en 1789
que permitía reinar a las mujeres, derogando así la Ley Sálica (*) de Felipe V. De este modo
anulaba las pretensiones sucesorias de su hermano, lo que provocó un conflicto dinástico de
graves consecuencias para el país.

La fuerte oposición de los absolutistas partidarios de Carlos María, llamados ya carlistas,


obligó a Fernando VII a apoyarse en los reformistas y en los liberales moderados (que regresaron
del exilio) para asegurar el trono a su hija, la futura Isabel II.

Fernando VII murió en 1833 e inmediatamente comenzó la primera Guerra Carlista (1833-
1840), una contienda entre carlistas e isabelinos que puso fin definitivo al sistema absolutista. S
El enfrentamiento se prolongó hasta casi el final del siglo XIX con otras dos guerras.

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