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Carácter Cristiano (02).

Algunas Cualidades Fundamentales Del Carácter Cristiano (1).


La cualidad fundamental del carácter: el amor (1 Cor. 13:1-8).
Sin amor nada de lo que hagamos sirve o tiene valor duradero. Es solo temporal.
El amor es, en esencia, obedecer y servir a Dios para cumplir con sus propósitos para el
mundo (Jn. 14:21-24), y servir al prójimo para mejorar su calidad de vida de acuerdo a
los principios establecidos por Dios (Mr. 10:42-45, 3 Jn. 2).
El amor es hacer lo bueno para con los demás, gozarse con el bien de los otros, tener a
los demás como superiores a uno mismo. No hace nada indebido, no tiene egoísmo,
busca siempre la justicia y la verdad y cree en los demás, teniendo paciencia con sus
errores y esperando siempre por lo mejor de ellos. Como consecuencia, no es orgulloso
ni se envanece, no se irrita ni es rencoroso. Y todo ello aunque implique alguna medida
de sufrimiento.
Jesús es el mejor ejemplo de ese amor, y la evidencia de que ese amor es posible (El se
hizo humano como todos nosotros, despojándose de su ser Dios, y viviendo expuesto
como todos nosotros), y además, nos dejó Su mismo Espíritu para que pudiéramos
lograrlo. Aunque no sea fácil, es posible, con convicción y compromiso.

Integridad (Jos. 24:14, 1 Rey 9:4-5).


Es la cualidad del carácter que implica ser siempre el mismo, en todas las
circunstancias, en público y en privado. Ser el mismo en su hablar, en su sentir, en sus
pensamientos y en su hacer (conducta). No cambiar en ninguna circunstancia, aún
cuando ello implique consecuencias en contra de sí.
Lo que mantiene la integridad en una persona es la total rendición y dependencia de
Dios (Jn. 15:5), reconociéndolo en todos los hechos de su vida para que El lo dirija y lo
corrija (Prov. 3:5-6).
Sant. 1:22-25: no solo oye la Palabra de Dios, sino que la pone en práctica en todo
tiempo, en todo lugar, en toda circunstancia.
Cuando desarrollamos la integridad en nosotros surge la confiabilidad en otros.
Desarrollar la integridad implica:

 Cumplir con sus compromisos en el tiempo determinado (puntualidad).


 Aprender a planear considerando todas las variables para lograr cumplir
puntualmente.
 Aprender a valorar y aprovechar nuestro tiempo y el de los demás.
 Hacer lo que dice que va a hacer, cumplir su palabra.
 Ser constante en nuestros pensamientos, sentimientos y decisiones.

Honestidad (2 Cor. 8:20-21, 1 Cor. 7:35, Prov. 20:17, Isa 59:4, Prov. 20:6).
Es ser justo y verdadero (al estilo de Dios). Implica no mentir, no hacer trampa, no
robar ni manipular.
La deshonestidad implica inseguridad, crimen, corrupción, pobreza, desintegración
familiar, violencia, etc.
El desarrollo de la honestidad en nosotros implica, por lo menos:
1. No mentir, no hacer trampa, no robar, no manipular.
2. Ser congruentes en lo que hacemos, decimos, pensamos y sentimos.
3. Comunicar todos los hechos que requiera conocer la otra persona, evitando omitir
y/o acomodar las versiones para evitar malos ratos (medias verdades o mentiras
piadosas).
4. Decirles a los demás las cosas que deben saber, aún aquellas que no son fáciles de
decir; ser francos y directos, pero con amor (Efe 4:15).
5. Estimular y premiar la honestidad en los demás.

Lealtad y fidelidad (2 Cro. 31:15, 2 Cro. 34:12, Mat. 24:45, 1 Sam. 26:23).
Fidelidad es la cualidad del carácter que determina que la persona se comprometa con
aquello que se le ha encomendado hacer y lo haga sin desmayar.
Y la lealtad es el compromiso de una persona con respecto a otra para ayudarla a crecer,
servirla, apoyarla, animarla, ayudarla, etc., sin importar las circunstancias y las
características personales, siempre. Es tener fe en los demás y actuar de buena fe con
respecto a ellos.
Características de la fidelidad y la lealtad son la legalidad, la rectitud, la constancia, la
sinceridad, la veracidad, la franqueza, la honradez, la nobleza, la rectitud y la exactitud,
tanto para con otros como con respecto a las cosas que se nos han delegado.
Es manifestar una adhesión continua hacia principios, compromisos y personas y saber
decir “no” cuando corresponda, tanto en las cosas pequeñas como en las que no lo son
(Luc. 16:10, Luc. 19.17, Mat. 25:14-30).
La fidelidad y la lealtad comienzan con Dios y con aquello que nos ha encomendado:
oración, lectura y meditación de Su Palabra, poner por obra la Palabra que conocemos.
No es tener una devoción ciega ni abrigar la incompetencia. Tampoco es un prejuicio
que transmita la idea que todo lo que está fuera de nuestro grupito está mal.
Es darles a otros la libertad para ser, para desarrollar, para innovar, para cometer
errores, para aprender el uno del otro, y todo ello, sintiéndose todo el tiempo amado,
sostenido, afirmado. La palabra clave es AMOR.

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