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EL PECADO DEL FAVORITISMO EN LA

IGLESIA
Ene312019

Por Walter Jolón


¿Quién no ha tenido una actitud preferencial entre una persona y otra alguna
vez en su vida? Yo lo he hecho, pero me atrevo a afirmar que la mayoría de
personas en un determinado momento o bajo alguna circunstancia hemos
tratado mejor a unas personas que a otras, o quizá seguimos actuando de esa
manera consciente o inconscientemente.
Es muy probable que mostremos más favor con los que nos han tratado bien, o
con personas que poseen un buen puesto en la empresa, o tienen mucho
dinero, o gozan de algún renombre en la sociedad, o son personas muy
intelectuales y cultas, o son personas muy influyentes en la sociedad, en la
web, o en el mundo evangélico, y con mucha autoridad. Incluso, si nos
sentimos muy espirituales y muy santos preferimos juntarnos solamente con
los más santos de la iglesia, o por el contrario, nos sentimos muy indignos,
muy pecadores y preferimos reunirnos solamente con las personas con las que
consideramos que están en las mismas condiciones que nosotros.

Enseñanza práctica y el pecado del favoritismo


En noviembre del año pasado iniciamos una serie expositiva de predicaciones
de la carta de Santiago en mi amada iglesia local. Santiago demuestra su
preocupación y su amor pastoral por los destinatarios de su carta que son
judíos cristianos que escaparon de Jerusalén cuando empezó la persecución de
la iglesia después de la muerte de Esteban. La preocupación de Santiago por el
buen testimonio de la fe cristiana de sus lectores lo lleva a escribirles sobre
varios temas de una manera práctica, clara y elocuente.
En el primer capítulo, Santiago les enseña acerca de las pruebas como algo
bueno para su carácter cristiano, además los llama a pedir sabiduría, a no
culpar a Dios de sus tentaciones y sus pecados, instruye a los creyentes ricos y
pobres a gloriarse en su salvación, les señala cuál y quién es la fuente de todo
lo bueno, a vivir el evangelio poniendo en práctica el conocimiento de la
Palabra que les produjo un nuevo nacimiento.
En los primeros trece versículos del capítulo dos, Santiago provee una
instrucción extensa y dramática que busca atacar un serio problema que daña
el testimonio y la unidad de la Iglesia y pone mal el nombre de Cristo delante
del mundo no creyente, ese problema es el favoritismo:
“1Hermanos míos, ustedes que tienen fe en nuestro
glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer
diferencias entre las personas. 2Puede darse el caso
de que al lugar donde ustedes se reúnen llegue
alguien vestido con ropa elegante y con anillos de
oro, y llegue también un pobre vestido con ropa
andrajosa. 3Si ustedes reciben gustosos al que viste
la ropa elegante, y le dicen: «Venga usted, siéntese
aquí, que es un buen lugar», pero al pobre le dicen:
«Tú, quédate allá de pie, o siéntate en el
suelo», 4¿acaso no están discriminando entre
ustedes y haciendo juicios
malintencionados? 5Amados hermanos míos,
escuchen esto: ¿Acaso no ha escogido Dios a los
pobres de este mundo para que sean ricos en fe y
herederos del reino que él ha prometido a los que lo
aman? 6¡Pero ustedes han despreciado a los pobres!
¿Acaso no son los ricos quienes los explotan a
ustedes, y quienes los llevan ante los
tribunales? ¿Acaso no son ellos los que blasfeman
7

contra el precioso nombre que fue invocado sobre


ustedes? 8Bien harán ustedes en cumplir la ley
suprema de la Escritura: «Amarás a tu prójimo como
a ti mismo»; 9pero si ustedes hacen diferencia entre
una persona y otra, cometen un pecado y son
culpables ante la ley. 10Porque cualquiera que
cumpla toda la ley, pero que falle en un solo
mandato, ya es culpable de haber fallado en
todos. 11Porque el que dijo: «No cometerás
adulterio» también dijo: «No matarás». Es decir, que
alguien puede no cometer adulterio, pero si mata, ya
ha violado la ley. 12Hablen y vivan como quienes van
a ser juzgados por la ley que nos da libertad, 13pues
a los que no tienen compasión de otros, tampoco se
les tendrá compasión cuando sean juzgados, porque
la compasión prevalece sobre el juicio.”—Santiago
2.1–13, RVC
Favoritismo en la Iglesia
El favoritismo se conoce también como la distinción que se hace entre las
personas, es actuar con parcialidad, es diferenciar entre unos y otros, es
discriminar y categorizar personas, es rechazar y despreciar a otros por
motivos egoístas, es racismo, acepción de personas, es actuar con prejuicios
que nublan el trato justo y correcto hacia las personas, también se le conoce
como exclusivismo, elitismo o esnobismo.
Esta era una práctica común en la sociedad pagana de los tiempos de
Santiago; esta es una actitud y un pecado obvio en aquellos que carecen del
conocimiento del evangelio y del amor de Cristo, sin embargo, esa práctica
pecaminosa estaba ocurriendo también dentro de la Iglesia: los ricos eran
recibidos en las sinagogas con un trato especial pero los pobres eran tratados
con desprecio por su condición física y su estatus socioeconómico.

La Iglesia es llamada a cuidar a los pobres no a


despreciarlos
Jesús enseñó:
“35Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de
comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero,
y me recibieron; 36estuve desnudo, y me cubrieron;
estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel,
y vinieron a visitarme.” 37Entonces los justos le
preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre,
y te dimos de comer; o con sed, y te dimos de
beber? 38¿Y cuándo te vimos forastero, y te
recibimos; o desnudo, y te cubrimos? 39¿Cuándo te
vimos enfermo, o en la cárcel, y te visitamos?” 40Y el
Rey les responderá: “De cierto les digo que todo lo
que hicieron por uno de mis hermanos más
pequeños, por mí lo hicieron.”” —Mateo 25.35–40,
RVC
La Iglesia tiene la gran responsabilidad de cuidar de los pobres y proveer para
sus necesidades principales y evitar a toda costa marginarlos y despreciarlos.
La Iglesia y cada uno de sus miembros en particular deben evitar caer en este
grave pecado de favorecer únicamente a los acaudalados, a los ricos y
poderosos y menospreciar a los pobres. Se ha escuchado de muchos casos y lo
he visto personalmente cómo personas con ingresos económicos altos son bien
tratados en las iglesias locales porque sus aportes para la iglesia o los líderes
son altos, se les da un trato preferencial aunque hayan transcurrido en faltas
graves y pecado, pero la triste realidad es que reciben un buen trato a expensas
de su santidad, porque de lo contrario, se podrían retirar de la iglesia y esos
ingresos económicos se perderían.

Favoritismo extendido
El favoritismo por razones socioeconómicas no ha sido, ni es únicamente el
problema que se ha infiltrado en las congregaciones, esta práctica pecaminosa
también se da en otros ámbitos como el ministerial, intelectual, musical,
espiritual, laboral, social y otros.
Si analizamos detenidamente este problema podríamos descubrir que estamos
pecando de favoritismo en una o más áreas dentro y fuera de nuestras iglesias
locales. Los intelectuales que poseen un alto nivel académico podrían estar
favoreciendo o compartiendo sus vidas solamente con aquellos que están en
su mismo nivel de conocimientos, o bien, podría darse el caso de creyentes
que favorecen únicamente a los de un alto nivel académico bajo intereses
egoístas, y lo mismo podría estar ocurriendo en las otras áreas que mencioné
arriba (ministerial, musical, espiritual, laboral, social, etc.).

Elitistas entre nosotros


Es de condenar esta actitud porque es pecaminosa, es una falta de respeto
hacia las personas que no son parte de nuestras preferencias. Esta actitud es
contraria al carácter de Cristo, quien no hace acepción de personas, su
sacrificio y su perdón están disponibles para todo tipo de personas (aunque no
hay tipos, uso la palabra para dar a entender mi punto). Jesús compartió su
vida tanto con los elitistas fariseos, pero también compartió su vida con los
etiquetados como la escoria de la sociedad de ese tiempo, recolectores de
impuestos y mujeres pecadoras.
He visto esta actitud muy de cerca, y oro a Dios por perdón si yo mismo he
caído en esa actitud. He compartido la mesa en algunas ocasiones, por alguna
actividad específica, con personas que denotan un comportamiento elitista,
haciendo sentir incómodos a los que no son de su círculo ideológico,
doctrinal, eclesiástico, espiritual hasta denominacional. Esta actitud elitista de
hermanos en la fe se manifiesta cuando se observa cómo favorecen
únicamente a los de «su clase”, se apartan de los que no comparten sus ideas,
o simplemente no “malgastan” su tiempo con quienes no les traerán un
beneficio para sus vidas o sus iglesias.

Evaluarnos a nosotros mismos


Si somos cristianos, examinemos nuestras vidas y nuestras acciones, ¿a
quiénes estamos favoreciendo? ¿estamos haciendo distinción entre las
personas para favorecerlos?. Evaluemos bien con quiénes estamos
compartiendo nuestro tiempo, nuestros recursos y nuestra vida. Si lo estamos
haciendo únicamente con los que son afines a nosotros y a nuestras ideas.
Si al evaluarnos concluimos que hemos pecado de esta manera, debemos
arrepentirnos de este grave pecado y recordar las hermosas palabras de
nuestro Señor Jesús para encontrar perdón, y seguramente lo encontraremos:
“37Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a
mí viene, no lo echo fuera.” —Juan 6.37, RVC
Sigamos el ejemplo de nuestro Salvador Jesucristo, Él salva sin distinción de
personas, Él es Señor de ricos y pobres. El trato de Jesús hacia nosotros ha
sido sin favoritismo, por eso el apóstol Pablo les dijo a los romanos: “Porque
ante Dios todas las personas son iguales” (Ro. 2.11).

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