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¿CUÁLES SON

LOS FRUTOS DEL


ESPÍRITU
SANTO?
“Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de
la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: ‘caridad, gozo, paz, paciencia,
longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad’
(Gálatas 5, 22-23)” (Catecismo, 1832).

Son los frutos que produce el Espíritu Santo en la vida del cristiano a lo largo de su vida
después de recibir sus 7 dones, dones que son recibidos, junto a las virtudes teologales, en el
sacramento del bautismo; dones que son aumentados con el sacramento de la confirmación
(Catecismo, 1302), dados en plenitud.
El cristiano es como los árboles: cuando está maduro dará sus frutos; por sus frutos os conocerán (Mt
12, 33).
Cuando los árboles están maduros, darán unos frutos que no son agrios, sino dulces y buenos a la
vista.
Los santos son quienes han sabido dar todos estos frutos y han sabido practicar las virtudes
cardinales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza). Ojo, que no hay que confundir estos frutos con
la vivencia de los valores humanos.
1. AMOR O CARIDAD

• Quien da este fruto hace ver a Cristo en su vida; es quien permite actuar a
Cristo en su vida (Ga2, 20). Si falta el amor no puede encontrarse acción
sobrenatural, ni mérito para la vida eterna, ni tampoco verdadera y
completa felicidad.
• Es el primero de los frutos del Espíritu Santo, fundamento y raíz de todos los
demás. Siendo El, la infinita caridad, o sea, el Amor Infinito, es lógico que
comunique al alma su llama, haciéndole amar a Dios con todo el corazón,
con todas las fuerzas y con toda la mente y al prójimo por amor a Dios.
Donde falta este amor no puede encontrarse ninguna acción sobrenatural,
ningún mérito para la vida eterna, ninguna verdadera y completa felicidad.
Es lógico, también, que la caridad sea un dulcísimo fruto, porque el amor de
Dios, es alcanzar el propio fin en la tierra y es el principio de esta unión en la
eternidad.
2. ALEGRÍA O GOZO

• Es el fruto que emana naturalmente del amor; es como la luz del sol, o el
perfume de la flor, o el calor del fuego. Esta alegría no se apaga en medio
de los problemas; todo lo contrario, crece y se robustece en medio de ellos
pues se hace más necesaria que nunca. Cuando se está en comunión con
Dios amor, la persona es feliz; y busca también hacer felices a los demás. Es
una alegría que supera todo goce fundado en la carne o en las cosas
materiales.
• Es el fruto que emana espontáneamente de la caridad, como el perfume
de la flor, la luz del sol, el calor del fuego, da al alma un gozo profundo,
producto de la satisfacción que se tiene de la victoria lograda sobre sí
mismo, y del haber hecho el bien. Esta alegría no se apaga en las
tribulaciones crece por medio de ellas. Es alegría desbordada.
3. PAZ

• La paz es la perfección de la alegría, porque supone el goce del objeto


amado. El «objeto» amado, por excelencia, no puede ser otro sino Dios, y
de ahí, la seguridad de la paz que brota de tener a Dios en el corazón. La
paz nos hace ser personas serenas y mantiene al alma en la posesión de
una constante alegría a pesar de todo.
• La verdadera alegría lleva en sí la paz que es su perfección, porque supone
y garantiza el tranquilo goce del objeto amado. El objeto amado, por
excelencia, no puede ser otro sino Dios, y de ahí, la paz es la tranquila
seguridad de poseerlo y estar en su gracia. Esta es la paz del Señor, que
supera todo sentido, como dice San Pablo (Fil. 4,7) pues es una alegría que
supera todo goce fundado en la carne o en las cosas materiales, y para
obtenerla debemos inmolar todo a Dios.
4. PACIENCIA

• Quien da este fruto, supera las turbaciones que implica la lucha


permanente contra los enemigos del alma y sus fuerzas invisibles y visibles.
También facilita un encuentro armonioso con las criaturas con las que nos
relacionamos. La paciencia nos hace ser cristianos que se saben controlar e
impide que seamos resentidos o vengativos. Este fruto ayuda a superar la
tristeza e impide que nos quejemos ante los problemas y sufrimientos de la
vida.
• Siendo la vida una permanente lucha contra enemigos, visibles e invisibles y
contra las fuerzas del mundo y del infierno, es necesaria mucha paciencia
para superar las turbaciones que estas luchas producen en nosotros, y para
encontrarnos en armonía con las criaturas con que tratamos, de diferente
carácter, educación, aspiraciones y a menudo dominadas por ideas fijas
de todo tipo.
5. LONGANIMIDAD

• Longanimidad es el mismo coraje o el ánimo en las dificultades que se


oponen al bien; es un ánimo sobrenatural para concebir y ejecutar las obras
de la verdad. Este fruto permite al cristiano saber esperar la acción de la
Divina Providencia, cuando ve que, según la lógica humana, se retrasa el
cumplimiento de sus designios. Es un fruto que permite mantenernos
perseverantes ante las dificultades.
• Este fruto del Espíritu Santo, confiere al alma una amplitud de vista y de
generosidad, por las cuales, ésta saber esperar la hora de la Divina
Providencia, cuando ve que se retrasa el cumplimiento de sus designios y
sabe tener bondad y paciencia con el prójimo, sin cansarse por su
resistencia y su oposición. Longanimidad es lo mismo que gran coraje, y
gran ánimo en las dificultades que se oponen al bien, es un ánimo
sobrenaturalmente grande en concebir y ejecutar las obras de la verdad.
6. BENIGNIDAD

• Es una disposición permanente a la indulgencia y a la afabilidad. Es un fruto


que nos ayuda a ser gentiles y ayuda a defender la verdad sabiendo
‘discutir’. Da una dulzura especial en el trato con los demás. Es una gran
señal de la santidad de un alma y de la acción en ella del Espíritu Santo.
• Es disposición constante a la indulgencia y a la fabilidad en el hablar, en el
responder y en el actuar. Se puede ser bueno sin ser benigno teniendo un
trato rudo y áspero con los demás; la benignidad vuelve sociable y dulce
en las palabras y en el trato, a pesar de la rudeza y aspereza de los demás.
Es una gran señal de la santidad de un alma y de la acción en ella del
Espíritu Santo.
7. BONDAD

• Es la fuerza que nos ayuda a ocuparnos del prójimo y beneficiarlo. Es como


consecuencia de la benignidad pero de manera más incisiva en quien sufre
y necesita ayuda. Quien da este fruto no critica malsanamente y tampoco
condena a los demás; es más, ayuda a sanar a ejemplo de Jesucristo, la
bondad infinita.
• Es el afecto que se tiene en beneficiar al prójimo. Es como el fruto de la
benignidad para quien sufre y necesita ayuda. La bondad, efecto de la
unión del alma con Dios, bondad infinita, infunde el espíritu cristiano sobre el
prójimo, haciendo el bien y sanando a imitación de Jesucristo.
8. MANSEDUMBRE

• Ayuda a evitar la cólera y las reacciones violentas. Se opone a la ira y al


rencor, evita que el cristiano caiga en sentimientos de venganza. La
mansedumbre hace al cristiano suave en sus palabras y en el trato frente a
la prepotencia de alguien. Es el fruto que nos asemeja a Jesús manso y
humilde de corazón.
• La mansedumbre se opone a la ira y al rencor, se opone a la ira que quiere
imponerse a los demás; se opone al rencor que quiere vengarse por las
ofensas recibidas. La mansedumbre hace al cristiano paloma sin hiel,
cordero sin ira, dulzura en las palabras y en el trato frente a la prepotencia
de los demás.
9. FIDELIDAD

• Quien da este fruto defiende la fe en público y no la oculta por miedo o


vergüenza. La fidelidad es cierta facilidad para aceptar todo lo que hay
que creer; es firmeza para afianzarnos en ello y tener la seguridad de la
verdad que creemos sin sentir dudas. Al dar este fruto estamos glorificando
a Dios quien es la verdad absoluta.
• Mantener la palabra dada, ser puntuales en los compromisos y horarios, es
virtud que glorifica a Dios que es verdad. Quién promete sin cumplir, quien
fija hora para un encuentro y llega tarde, quien es cortés delante de una
persona y luego la desprecia a sus espaldas, falta a la sencillez de la
paloma, sugerida por Jesucristo e induce a los demás a la incertidumbre en
las relaciones sociales.
10. MODESTIA

• Quien da este fruto excluye todo lo que sea áspero y mal educado; este
fruto se le nota al cristiano en el vestir, en el hablar, en su comportamiento,
etc.. Ayuda para que nuestros sentidos no se fijen en cosas indecorosas y
vulgares. Ayuda a ser discreto y cuidadoso con el cuerpo, evitando ser
ocasión de pecado para los demás; así como también a preparar y
mantener nuestro cuerpo para ser, en medio de nuestra debilidad, digna
morada de Dios.
• La modestia, como lo dice su nombre, pone el modo, es decir, regula la
manera apropiada y conveniente, en el vestir, en el hablar, en el caminar,
en el reír, en el jugar. Como reflejo de la calma interior, mantiene nuestros
ojos para que no se fijen en cosas vulgares e indecorosas, reflejando en ellos
la pureza del alma, armoniza nuestros labios uniendo a la sonrisa la
simplicidad y la caridad, excluyendo de todo ello lo áspero y mal educado.
11. CONTINENCIA

• Como indica su nombre, ayuda a contener o a tener a raya la


concupiscencia en lo que concierne al comer, al beber, al divertirse y en los
otros placeres de la vida terrenal. La satisfacción de estos instintos es
ordenada por la continencia como consecuencia de la dignidad de los
hijos de Dios que tenemos. La continencia mantiene el orden en el interior
del hombre.
• La continencia mantiene el orden en el interior del hombre, y como indica
su nombre, contiene en los justos límites la concupiscencia, no sólo en lo
que atañe a los placeres sensuales, sino también en lo que concierne al
comer, al beber, al dormir, al divertirse y en los otros placeres de la vida
material. La satisfacción de todos estos instintos que asemejan al hombre a
los animales, es ordenada por la continencia que tiene como fin energía, el
amor a Dios.
12. CASTIDAD

• La castidad es la victoria conseguida sobre la carne y ayuda a que el


cristiano sea más un templo vivo del Espíritu Santo. Quien da este fruto es
cuidadoso y delicado en todo lo que se refiere al uso de la sexualidad.
Quien es casto (ya sea virgen o casado) experimenta la alegría de la íntima
amistad de Dios: felices los limpios de corazón, porque verán a Dios.
• La castidad es la victoria conseguida sobre la carne y que hace del
cristiano templo vivo del Espíritu Santo. El alma casta, ya sea virgen o
casada [porque también existe la castidad conyugal, en el perfecto orden
y empleo del matrimonio] reina sobre su cuerpo, en gran paz y siente en
ella, la inefable alegría de la íntima amistad de Dios, habiendo dicho Jesús:
Felices los limpios de corazón, porque verán a Dios. Con la gracia de Dios.
GRACIAS
alguien@ejemplo.com

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