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La prosa histórica
El profundo interés de Alfonso X por la historia es una faceta más de su objetivo
práctico de dotar de identidad y unidad al pueblo castellano. Para llegar a la mayor can-
tidad posible de gente, había que utilizar la lengua vernácula.
Esta tarea es planificada con gran amplitud de miras: se recogen fuentes muy
variadas y difíciles de combinar. El proceso comienza por la traducción de las obras de
base y sobre ellas se injertan los relatos de otras fuentes, lo que no implica sequedad en
la narración ni acumulación indiscriminada de noticias. Por primera vez en historiografía
se aglutinan y jerarquizan esas noticias para establecer una construcción histórica pro-
pia. Aun así, no se pueden borrar del todo las peculiaridades —por ejemplo, estilísticas—
de cada fuente.
La última parte del proceso, la más complicada, consistía en distribuir la materia
aplicando un riguroso sistema de división por años. Había que sincronizar los diversos
sistemas de cómputo cronológico de las fuentes. Para ello, recurrieron a tablas de con-
versión (como los Canones chronici de Eusebio de Cesarea). Pero cuando una unidad
narrativa no es posible o no conviene desgajarla en secciones se configura como una
historia unada.
El comienzo de los trabajos en la Crónica general y en la General estoria debió
ser simultáneo. La redacción se hacía por partes y etapas, sumando adiciones y correc-
ciones, hasta darle la forma definitiva. Entonces se hacía la copia final. Estos diversos
estados en el trabajo quedan reflejados en los códices conservados, que revelan muchas
diferencias según la fase de compilación de la que procedan.
La Estoria de España abarca «des’el tiempo de Noé fasta este nuestro». El desa-
rrollo de este programa, cuya base fundamental era la Historia del Toledano seguida por
la del Tudense, narra un origen mítico, los cartagineses, romanos, godos, árabes y el
reino asturleonés, donde se detiene la obra. En sus últimos años, Alfonso X hace una
revisión en Sevilla (versión crítica) en la que cambia las fuentes, abrevia y da mayor cla-
ridad al conjunto.
La General estoria abarca desde el inicio de los tiempos hasta el momento
mismo de la vida de Alfonso X. La fuente principal es la Biblia, hilo conductor de la obra,
complementada con otras muchas fuentes que añaden los asuntos de los gentiles (por
ejemplo, las Metamorfosis de Ovidio). Estas historias de una cultura tan distinta se in-
terpretan según el evemerismo. No fue terminada, acaba con el nacimiento de la Virgen.
La cronística post-alfonsí
A pesar de su heterogeneidad, estas derivaciones de la Estoria de España alfonsí
(si exceptuamos la Crónica de veinte reyes —finales del s. XIII-principios del XIV—, que
sigue el rigor metodológico del modelo original) comparten unas características:
1) Solo se atiende a hechos de la historia nacional peninsular, no universal.
2) Se debilita o desaparece la perspectiva crítica: los autores admiten materiales
dudosos, incluso en contradicción con fuentes más solventes.
3) Empleo abundante de fuentes épicas, legendarias y de ficción caballeresca.
4) “Novelización” de la historia, bien apoyándose en otras fuentes o por el desa-
rrollo imaginativo del propio autor, que puede introducir diálogos o potenciar la intriga.
5) Inclusión de digresiones moralizantes o didácticas.
6) Empleo de sistemas diferentes de ordenación de la materia: sustituido por un
sistema linajístico o por la carencia de un principio de ordenación cronológica.
Junto a estas, conviven las crónicas reales, circunscritas a uno o varios reinados,
que renuncian a reconstruir la totalidad del pasado y se centran en los hechos inmedia-
tos. Se inician bajo el reinado de Alfonso XI, quien ordenó componer las crónicas de sus
tres antecesores inmediatos (Alfonso X, Sancho IV y Fernando IV).