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realidad.

Muchos opinarán "eso ya lo hacemos, no es ninguna novedad", pero hay que recordarles
que no basta con servir comida, hay que anunciarla, ofrecerla, presentarla, sugerirla, venderla
desde el escaparate. Con el menú infantil nos garantizamos unos ingresos y la fidelidad de las
familias, evitando situaciones extrañas como "un menú del día con dos cubiertos" o "los dos niños
comen de lo nuestro". Un menú infantil puede sugerirse a distintos precios, regulables en función
de la cantidad de niños. Ejemplo: Padres tomando menú de 1100 pts cada uno, primer niño paga
695 pts, segundo niño paga 495. En estos casos el consumo de los chicos deja poco margen pero
atrae irresistiblemente a los padres. Todo esto en el caso de que el restaurante admita clientela
infantil o desee tenerla. Otra oferta cautivadora es obsequiar con el menú infantil a la pareja de
padres que consuma a la carta ( un mínimo de 5000 pts, por ejemplo). En resumen, un menú
infantil nos permite aumentar la facturación y ambientar el comedor. Los motivos por los que una
pareja puede elegir un restaurante que ofrezca esta posibilidad son muy concretos: satisface a
toda la familia por completo y permite ahorrar sabiendo el gasto de antemano. No dejaremos de
insistir en que la carta y los menús deberán ser muy visibles desde el exterior. Los habituales
deciden desde casa pero los paseantes deben ser atraídos. Expresiones como "oferta", "precio
especial", etc, son muy llamativas no suelen fallar. Los publicitarios saben que hay dos palabras
mágicas como "nuevo" y "gratis" que mantienen su gancho. En Francia e Inglaterra los niños son
clientela VIP en muchos negocios, puesto que los jóvenes son escasos, muy mimados y con poder
de decisión, en tanto que los padres desean fórmulas para la familia entera. De cara a los próximos
años nos encontraremos con generaciones de hijos únicos y grupos familiares muy reducidos. Para
ellos y también para las grandes familias, buscaremos soluciones que les animen a comer fuera de
casa. Todavía hay padres con cuatro hijos a los que no les apetece entrar en un restaurante. La
incertidumbre de no saber exactamente cuanto se va a gastar es muy dura. Dando un traje a
medida nos ganaremos al cliente y a sus descendientes. Y si la cuenta es alta, nada mejor que unos
detallitos para los chavales: pegatinas, bolígrafo, globos, gorra, etc. No cuesta mucho y nos hace
quedar bien. No se trata de convertir el comedor en un festival infantil pero sí de hacer que los
niños y sus padres queden satisfechos. El gusto infantil por los alimentos depende mucho de su
presentación en formas alegres y colores vivo, por lo que la cocina se esforzará en presentar estos
platos de forma llamativa y con componentes asequibles: croquetas, empanadillas, patatas,
hamburguesas, pollo, etc. En conclusión, un menú infantil triunfa y ayuda a prosperar. Nada mejor
que probar el funcionamiento de esta propuesta y luego obtener conclusiones. Es poco el esfuerzo
y grande el beneficio. No olvidemos que algún día esos chicos volverán con sus hijos al lugar donde
fueron felices comiendo.

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