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CAPÍTULO IV

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS.

A continuación serán presentados los resultados de la investigación,

los cuales van en función de los objetivos propuestos, obtenidos a través de

su análisis y posterior interpretación; confronta ndo las ideas expuestas con el

criterio de diferentes autores.

1. Evolución de las medidas cautelares innominadas en el contexto


jurídico venezolano hasta la incorporación de las mismas en el campo
laboral.

El origen de las medidas cautelares se encuentra en los juicios de

carácter ejecutivo y nacen de la necesidad de adelantar los efectos de la

ejecución del fallo, en consecuencia del peligro que supone para los

intereses del demandante la demora del juicio y el temor de daño inminente

por parte del demandado; por lo que se entiende, que no fue más que la

necesidad de asegurar los resultados de un juicio.

Estas medidas de aseguramiento o ejecución adelantada fueron

posteriormente suavizando sus consecuencias en razón de la incertidumbre

sobre el resultado de la controversia.

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Con el transcurso del tiempo, las medidas cautelares se apartaron del

juicio ejecutivo del cual nacen y adquieren una naturaleza procesal diversa,

ya que sus efectos pasan a anteponer no solo la parte ejecutiva del juicio,

sino la decisión misma, aún siendo esta provisional o para recaudar una

prueba que pudiera desaparecer en el tiempo; colocando los efectos de las

mismas dentro de un marco indistintamente ejecutivo o declarativo.

En cuanto al procedimiento, el Código de 1836 exigía la información

sumaria con respecto a la prueba de la deuda y obligación como el requisito

principal.

Para Quintero (1979, pág. 45) éste código fue la primera ley venezolana

sobre derecho procesal, en la cual se dio a la naciente república, los

principios normativos reguladores de esta materia.

Posteriormente, el Código de 1853 pasó a exigir la plena prueba;

requisito este que fue atemperado en 1863 cuando se procedía exigiendo

solo la probabilidad.

Las medidas cautelares fueron teniendo mas auge en el Procedimiento

Civil Venezolano, motivo por el cual, el Código de Procedimiento Civil de

1867 vuelve a exigir plena prueba, admitiendo solo la de testigos, trayendo

como consecuencia que la parte solicitante debía adelantar su prueba y el

juez emitía opinión antes del fallo definitivo.

El Código de 1873, innovó, según Quintero (1979. pág. 52) al establecer

la competencia que continuará teniendo el juez de la causa respecto a la

articulación sobre la medida que no se hubiese decidido, aun cuando el juicio


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principal que originó la medida preventiva haya sido sentenciado en definitiva

y de dicha sentencia se haya admitido apelación en ambos efectos.

El Código de Procedimiento Civil de 1880, continúa con la forma

establecida en lo que respecta a las medidas preventivas, teniendo

pequeñas reformas tales como; la inclusión de una nueva causal que hace

posible solicitar la medida, cuando el demandado lo fuese por falta de pago

de la pensión de arrendamiento, por estar deteriorando la cosa arrendada o

por dejar de hacer mejoras a que esté obligado según el contrato, siempre

que alguna de estas circunstancias sea suficientemente probada.

Hoy en día, se ha obviado el requisito de la plena prueba, en razón de

que toda medida cautelar supone la concesión especial del legislador de

limitar el derecho de propiedad en base a la apariencia de procedibilidad,

considerando el peligro de la mora y en razón de la provisionalidad que las

medidas suponen.

Según Jiménez, (1986, pág. 17) para hablar específicamente sobre

medidas cautelares se hace necesario abordar las generalidades de tales

procedimientos, enmarcado dentro de las leyes venezolanas; señalando que

en el Código de 1986, las medidas cautelares aparecen bajo el título “Del

procedimiento cautelar y de otras incidencias”.

Pero pese a la apariencia estructural del Código de 1986, existieron

cambios notables con los Códigos anteriores, ya que ensaya opciones de

medidas atípicas o innominadas, no solo para dar respuestas a una situación

procesal, sino a situaciones de otras órdenes.


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Siguiendo con Jiménez, éste de igual forma señala que el Código de

1986, produce cambios de concepto, como la sustitución del concepto de

posesión, a los efectos de embargo, por el de propiedad, elimina el decreto

causal, perfila con mayor seguridad la garantía y la contra garantía y

consagra pautas para ciertos tipos de embargo.

Atendiendo a lo anterior, cabe destacar entonces, que no fue sino hasta

el Código de Procedimiento Civil de 1986; que se presentan las

denominadas medidas cautelares innominadas, las cuales vienen a constituir

el poder cautelar general del juez por el importante grado de discrecionalidad

que se le otorga para la determinación del contenido de la medida, ya que no

se encuentran tipificadas en la ley.

Sánchez, ha definido las medidas cautelares innominadas, como aquellas

medidas decretadas por el juez dependiendo de las irregularidades del caso

en particular, que sin existir expresamente en la norma tratan de evitar daños

graves o de difícil reparación y que tienen por objeto la efectividad provisional

de un proceso (citado por Ortiz, 1997, pag 362 y 363).

Es necesario destacar que tanto las medidas cautelares típicas, conocidas

desde 1836, como las llamadas medidas cautelares innominadas o atípicas,

consagradas en el ordenamiento jurídico a partir del año 1987; son figuras

jurídicas decretadas por el juez en casos especiales de urgencia y que se

encuentran ligadas por un vinculo de subsidiariedad o de instrumentalidad a

la providencia jurisdiccional definitiva que pone fin al proceso, ya que ambas


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proceden cuando existe el riesgo manifiesto de que quede ilusoria la

ejecución del fallo.

Las medidas cautelares, tanto típicas como innominadas, poseen como

finalidad, según lo señalado por Jiménez (1986 pág 18), evitar que se burlen

las decisiones judiciales, evitar la insolvencia del obligado, garantizar el

crédito insulto al no existir en el proceso civil, cárcel por deuda y el que el

triunfador de un litigio lo sea realmente, es decir, no sea burlado en los

derechos que obtiene con una decisión judicial.

Las principales diferencias entre ambas medidas cautelares en el Código

de Procedimiento Civil, radican en que las medidas cautelares innominadas

están destinadas a proceder contra lesiones graves de difícil reparación,

ocasionadas por una de las partes; estas actúan de manera particular y

recaen sobre obligaciones de hacer, ya que son preferentemente

extrapatrimoniales; mientras que las medidas típicas actúan de forma general

y son procedentes cuando existe, el fumus bonis iuris, el periculum in mora y

la pendente litis, recayendo obligatoriamente sobre bienes valorables en

dinero.

Al respecto, Ortiz (1997, pag 368) señala que “ Las medidas innominadas

poseen características muy parecidas a las medidas típicas, pero con leves

variantes y cuyas reglas generales le son aplicables”.

Debe señalarse que las medidas innominadas no están destinadas a

recaer sobre bienes, sino sobre obligaciones de hacer teniendo o no efectos

patrimoniales y que dichas medidas están destinadas a autorizar o prohibir la


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conducta de una de las partes, pero de ningún modo podrán hacer

desposesiones de bienes o traslados de propiedad ya que esta no es su

función. Mientras que por el contrario las medidas típicas están destinadas a

recaer sobre bienes valorables en dinero.

Para Ortiz (2002 pág 530), las medidas innominadas responden a

situaciones que, ciertamente imposibilitan la procedencia de las medidas

típicas, pues las mismas no pueden recaer sobre conductas, perfectamente

delimitadas por el legislador, tales como autorizar o prohibir conductas o

providencias que tengan por objeto hacer cesar la continuidad de una lesión.

En el caso de que sea procedente una medida típica, es improcedente

una innominada, y viceversa, pero no por subsidiaridad sino por razones

ontológicas, pues ambas tienen su finalidad concreta que imposibilita de

forma jurídica cualquier confusión.

Continuando con el criterio establecido por Ortiz (2002 pág. 527), éste

señala que las medidas cautelares innominadas pueden ser decretadas por

el juez en el proceso civil, así como también los procesos laborales, agrarios,

en los procedimientos de amparo, etc.

En relación a lo antes indicado, no podría pensarse que el juez en lo

contencioso, para la efectividad del proceso, tenga necesariamente que

dictar la medida típica de suspensión de efectos para luego proceder a dictar

una medida innominada, ya que hay situaciones en la que las medidas

típicas no son procedentes.


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Atendiendo a lo anterior, se ha creado la visión de utilizar las medidas

cautelares solo en el proceso civil, posición esta totalmente negada,

considerando que la nueva Ley Orgánica de Procedimientos del Trabajo

entrada en vigencia el 02 de Agosto de 2003, incorpora al proceso laboral, la

posibilidad expresamente establecida de que el Juez del trabajo acuerde las

medidas cautelares que considere pertinentes a fin de evitar que se haga

ilusoria la pretensión, siempre que a su juicio exista presunción grave del

derecho que se reclama.

Esta disposición, contenida en el artículo 137 de la ya citada Ley

Orgánica de Procedimientos del Trabajo, por el hecho de no profundizar

sobre las medidas cautelares que puedan ser dictadas en el proceso laboral,

otorgan al juez el poder cautelar general, brindándole la discrecionalidad

necesaria, con el propósito de evitar que se haga ilusoria la pretensión que

da origen al procedimiento.

Las disposiciones legales aplicables al procedimiento de las medidas

cautelares innominadas, son procedentes de igual forma en las medidas

cautelares típicas y se encuentran establecidas en la misma ley procesal en

los artículos 601, 605 y 606 del Código de Procedimiento Civil Venezolano,

que señalan que una vez que la parte interesada solicite la medida, el

tribunal deberá mandar a aclarar los puntos que sean considerados

deficientes en la solicitud, si por el contrario encontrare suficiente la prueba

producida, decretara la medida y se procederá a su ejecución.


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Cabe señalar, que por cuanto en la ley procesal laboral, se unifican los

procedimientos, las disposiciones contenidas en la misma son aplicables por

lo tanto a los juicios intentados en consecuencia de un accidente de trabajo o

de enfermedad profesional, utilizando supletoriamente las disposiciones

contenidas en el Código de Procedimiento Civil.

Se puede expresar, que el fin del legislador al establecer las medidas

cautelares innominadas en el derecho positivo, es el de garantizar los efectos

ejecutivos de un fallo, ante el peligro que supone para los intereses del

demandante; es decir, de prevenir una lesión irreparable que tenga por

objeto la efectividad provisional de un proceso.

El legislador doto al proceso de tales herramientas que constituyen el

poder cautelar general, dominadas por ciertas providencias en el régimen

positivo; pues no fue hasta el Código de Procedimiento Civil de 1987, donde

se dio la bienvenida a las medidas cautelares innominadas en el proceso,

que serán decretadas para administrar justicia cuando se consideren

prudentemente necesarias para lograr la seguridad jurídica en un proceso,

debido a que estas medidas fueron consagradas para dar un resultado

practico a las acciones del demandante contra el demandado,

estableciéndolas y reglamentándolas en la doctrina, por ser creadas y

estudiadas por el ordenamiento jurídico.

Debe destacarse que el juicio por accidentes de trabajo o enfermedades

profesionales se trata de un procedimiento básicamente oral, con la celeridad

y sencillez para garantizar la protección del trabajador; ya que su finalidad es


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la de tutelar de manera eficaz el ejercicio del derecho a indemnización de los

trabajadores habitantes de la repúb lica, cuando fueren afectados por un

accidente laboral o enfermedad profesional.

Ya que las medidas cautelares innominadas se ha decretado como uso

del mecanismo ordinario de protección para garantizar la efectividad de la

sentencia que se dicte en un proceso y por cuanto se encuentra

expresamente establecida en la ley procesal laboral la posibilidad de decretar

medidas cautelares en los procedimientos del trabajo, se entiende que son

procedentes en los juicios por accidentes de trabajo o enfermedades

profesionales y que repercuten en los mismos cuando se hace necesario

hacer cesar la continuidad de la lesión ocasionada por una de las partes

intervinientes a los derechos de la otra o bien garantizar la resulta de la

contienda jurídica.

El fin de las medidas cautelares innominadas es el de lograr una

perfecta y necesaria admisibilidad que garantice que no quedara ilusoria la

sentencia dictada por el juez del trabajo y así asegurar la efectividad

provisional del proceso laboral, en los casos intentados por trabajadores

dependientes en consecuencia de un accidente de trabajo o una enfermedad

profesional.

Luego de examinar la evolución de las medidas cautelares innominadas

en el contexto jurídico venezolano hasta la incorporación de las mismas en el

campo laboral, se llega a concluir que han sido consagradas en el

ordenamiento jurídico venezolano y muy especialmente en las disposiciones


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contenidas en el articulo 137 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo con el

fin de garantizar la ejecución de una sentencia.

Y en el caso que compete a esta investigación; las medidas innominadas,

impiden el hecho de que se haga ilusoria la pretensión del trabajador de

obtener la indemnización correspondiente por un accidente sufrido en

consecuencia u ocasión del trabajo o una enfermedad profesional producida

por el ejercicio habitual de su labor en el trabajo que realice de manera

subordinada.

Atendiendo a las consideraciones anteriores, cabe destacar la posición

de Marín (2002 pág 96) que señala, que la Ley Orgánica Procesal del

Trabajo ha dispuesto que el juez de sustanciación, mediación y ejecución del

trabajo, podrá acordar todas las medidas cautelares pertinentes.

De igual forma ha señalado, que las medidas cautelares han de ser

típicas o innominadas. Conforme a la ley, las medidas preventivas proceden

solo cuando exista riesgo manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del

fallo y siempre que se acompañe de un medio de prueba que constituya

presunción grave de esta circunstancia y del derecho que se reclama.

El juez del trabajo puede decretar medidas innominadas, conforme al

poder cautelar general que le otorga la ley. En los procedimientos del trabajo,

dentro de las medidas típicas, aplican el embargo, y la medida de prohibición

de enajenar y grabar, que generalmente son decretadas ante una sentencia

definitiva en segunda instancia, favorable al actor y en ocasiones se han

decretado medidas innominadas, como ha sido prohibir la prestación de


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servicios a un empleador, por un sujeto obligado en exclusividad con otro

empleador.

2. Naturaleza de las Medidas Cautelares Innominadas.

Se ha señalado, que las providencias cautelares tanto típicas como

innominadas, se diferencian de la acción preventiva definitiva en lo que

respecta a la permanencia de sus efectos, ya que estos son provisionales y

la medida preventiva, para su existencia, depende de un acto judicial para el

cual se dicta.

Calamandrei, (citado por Henríquez, 2000, pág 37) señala que, “ no

existe una función cautelar confiada en órganos especiales que permita

derivar su naturaleza jurídica del sujeto, ni tampoco en el criterio formal,

porque no existe una forma peculiar en ellas por la cual se les pueda

distinguir exteriormente de las otras providencias del juez”, la forma de

sentencia que decrete una medida cautelar es igual a cualquier otra

sentencia.

Existe un criterio sustancial, que hace relación al contenido de la

providencia, es decir, a sus efectos jurídicos. Pero este criterio resulta

insuficiente, ya que los efectos no son cualitativamente diversos a los propios

de las medidas de ejecución, efectos meramente declarativos o bien, efectos

ejecutivos.
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Los criterios que diferencian las medidas cautelares de las medidas de

ejecución, se encuentran situados en distintas dimensiones, que pudieran

combinarse entre si, pero no fundirse en una sola clasificación, a saber, que

de la fusión de ambas no nace la providencia cautelar declarativo-ejecutiva

como única providencia.

Atendiendo a lo anterior, se puede hablar de una autonomía de las

medidas cautelares, ya que no son dependientes del proceso de ejecución.

A las medidas cautelares en su forma genérica no se les puede negar

su fisonomía procesal, la cual permite colocarlas en el proceso como

determinables a base de criterios que no las transforman de procesales a

materiales.

La propia definición de las medidas cautelares, ha de buscarse sobre la

base de un criterio que permita conocer el fin a que están destinados sus

efectos.

Para Quintero (1979 pág 20), una de las características de las medidas

cautelares, es que pueden dictarse sin que la otra parte tenga ningún

conocimiento de las mismas sino hasta el momento en que el juez se

aparezca para cumplirlas.

Debe señalarse que es lógico que la medida acordada, pueda ser

decretada y ejecutada de la forma antes señalada, ya que si de lo contrario,

fuese necesario avisar a la parte contra quien obre y ponerla en

conocimiento del proceso, se estaría dejando sobreaviso, burlando


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totalmente la naturaleza esencial de las medidas, las cuales requieren

celeridad y sorpresa para cumplir su función.

Al hablar de las características de las medidas cautelares, se presenta

el criterio de Jiménez (1986 pág 20) el cual es considerado el más amplio,

por cuanto señala; las siguientes características:

1- Se solicita y practica Inaudita pars.

2- Carece de contradictorio.

3- No es inmutable, ni absoluta: es relativa y sustituible, ampliable o

reducible.

4- No surte efecto de cosa juzgada.

5- Es instrumental.

6- Es provisional.

7- No tiene pre-determinación temporal

8- No posee territorialidad.

9- No genera ni es causa de daños y perjuicios.

10- Deviene como consecuencia de una acción ya ejercida, no existe acción

cautelar principal.

Por otra parte, ha de señalarse, que la principal característica

procesal de las medidas cautelares es su instrumentalidad, ya que no son

nunca fines en si mismas, ni pueden aspirar convertirse en definitivas y de

igual forma en el sentido de que son una ayuda o auxilio a la providencia

principal.
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Debe acotarse, que dicha instrumentalidad es hipotética, porque solo

existe si el contenido de la providencia es a favor del que ampara la medida

cautelar y también si se da el juicio principal futuro.

Los elementos que conforman la definición de las medidas cautelares

son tres; a saber: que el primero es, que anticipa la realización de un efecto

que pueda o no ser repetido con mayor o menor intensidad por un acto

posterior; segundo, satisface la necesidad urgente de hacer cesar un peligro

causado por el inevitable retardo en la administración de justicia y tercero,

sus efectos están atenidos a lo que resuelva la providencia de mérito

subsiguiente.

Además de la característica esencial de las medidas cautelares como

lo es la instrumentalidad, que es la que constituye verdaderamente su

naturaleza jurídica, existen otros rasgos característicos que contribuyen aún

mas a su definición y a obtener un concepto concreto. La instrumentalidad se

convierte en el verdadero concepto lógico de las medidas cautelares, no

obstante, la provisoriedad, que es la consecuencia de la relación que tiene

lugar entre los efectos de la providencia antecedente y la subsiguiente. La

judicialidad, en el sentido de que estando al servicio de una providencia

principal, necesariamente están referidas a un juicio, tiene conexión vital con

el proceso y la terminación de este obvia su existencia.

Por otra parte, se encuentra la variabilidad, ya que aún estando

ejecutoriadas, pueden ser modificadas en la medida que cambie el estado de

cosas para las cuales se dictaron. Urgencia, por ser la garantía de eficacia
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de las medidas cautelares que presenta la simplicidad de formas y trámites

para lograr la rapidez en el tiempo y la superficialidad en el conocimiento

previo de la materia de fondo.

Ahora bien, cabe destacar que por su parte, las medidas preventivas

concedidas implícitamente a favor del demandado, no constituyen medidas

cautelares con instrumentalidad eventual, que tuvieran como finalidad

asegurar bienes para la ejecución forzosa de un futuro o eventual juicio de

responsabilidad contra el demandante, porque no hay razón que justifique la

trascendencia de la medida fuera del ámbito del proceso en el cual tiene

origen, cuando en la misma causa existen derechos por p recaver.

3. Requisitos de Procedibilidad de las Medidas Cautelares innominadas


en el juicio por accidentes de trabajo o enfermedades profesionales.

El juicio por accidentes de trabajo o enfermedades profesionales, como

cualquier juicio, tiene poder cautelar, necesario para el aseguramiento del

proceso y que permita la ejecución de la sentencia; por cuanto no existen

obstáculos para utilizar las disposiciones del ordenamiento procesal y

especialmente las consagradas en la Ley Orgánica Procesal del Trabajo y en

el Código de Procedimiento Civil.

Debe señalarse que la legislación procesal común es aplicable

supletoriamente a los procedimientos laborales como lo dispone el articulo 11

de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo al establecer que en ausencia de


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disposición expresa, el juez del trabajo con el propósito de garantizar la

consecución de los fines fundamentales del proceso podrá aplicar,

analógicamente, disposiciones procesales establecidas en el ordenamiento

jurídico, teniendo en cuenta el carácter tutelar de derecho sustantivo y

adjetivo del derecho del trabajo, cuidando que la norma aplicada por

analogía no contraríe los principios fundamentales de dicha ley.

La anterior remisión podría concluir a la disciplina de las medidas

preventivas del Código de Procedimiento Civil, contempladas especialmente

en los artículos 585 y 588 ejusdem, que consagran los requisitos de

procedibilidad de las medidas cautelares, los cuales en forma general son: la

existencia de un juicio pendiente, la presunción grave del derecho que se

reclama, el peligro en la demora y en lo que concierne específicamente a las

medidas cautelares innominadas, la ocurrencia del daño que se pretende

hacer cesar.

Por su parte, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en

su articulo 257 ha señalado que el proceso constituye un instrumento

fundamental para la realización de la justicia; estableciendo de igual forma,

que las leyes procesales establecerán la simplificación, uniformidad y eficacia

de los tramites y adoptarán un procedimiento breve, oral y publico; y la

justicia no será sacrificada por la omisión de formalidades no esenciales.

En relación a lo que respecta al procedimiento aplicable a las medidas

cautelares innominadas en el juicio por accidentes de trabajo o

enfermedades profesionales; debe señalarse en primer lugar que la acción


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jurídica que se ejerza como consecuencia de un accidente de trabajo o

enfermedad profesional podrá ser interpuesta por cualquier persona, ya sea

por representación o directamente; los actos procesales derivados de esta

acción, tanto en lo principal como en lo incidental y en todo lo que de ella se

derive, hasta la ejecución de la sentencia respectiva, serán públicos, salvo

aquellos caso en que la ley disponga lo contrario o el tribunal así lo decida

por razones de seguridad, moral o de protección de la personalidad de

algunas de las partes, según lo dispuesto en el articulo 4 de la Ley Orgánica

Procesal del Trabajo.

La Ley Procesal Laboral, establece en su titulo VIII, capítulos I, II, III y IV,

el procedimiento a seguir en primera instancia para los juicios laborales, los

cuales se unifican en esta nueva ley; señalando que el juicio comienza con la

introducción de una demanda realizada de forma escrita por ante el juzgado

de substanciación, mediación y ejecución del trabajo, conteniendo los

requisitos contemplados en el articulo 123 de la mencionada ley. También

se podrá recibir demandas en forma oral, pero deberá el juez personalmente

reducirlas a escrito en forma de un acta que encabezará el proceso.

Si el juez comprueba que la demanda cumple con todos los requisitos

procederá a su admisión, en caso contrario, ordenará al demandante que

corrija el escrito dentro de un lapso de 02 días hábiles siguientes a la

notificación que se le practique.

Admitida la demanda, se ordenará notificar al demandado, mediante un

cartel que deberá indicar la hora y el día en el cual será celebrada la


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audiencia preliminar; la cual será una audiencia oral, privada y presidida por

el juez de substanciación, mediación y ejecución, realizada con la obligatoria

asistencia de las partes o de sus apoderados y en ella no podrá ser

admisible la interposición de cuestiones previas.

Luego de notificado, el demandado deberá comparecer a la hora que fije

el tribunal, personalmente o por medio de apoderado, para que tengan lugar

la audiencia preliminar al décimo día hábil siguiente, posterior a la constancia

en autos de su notificación o a la ultima de ellas en el caso que fueren varios

los demandados.

Si el demandante no compareciere a la audiencia preliminar, traerá como

consecuencia el desistimiento del procedimiento, terminando el proceso

mediante sentencia oral que se reducirá en un acta publicada en la misma

fecha. En caso de que sea el demandado, quien no compareciere a la

audiencia preliminar, se entenderá que ha admitido los hechos alegados por

el demandante y el juez procederá a sentenciar en forma oral, en base a la

confesión, siempre y cuando la pretensión del demandante no sea contraria

a derecho.

La mencionada audiencia tiene como fin, la mediación del juez, con el

objeto de conciliar las posiciones de las partes, tratando de que se ponga fin

a la controversia. Si la mediación es positiva, el juez dará por concluido el

proceso, mediante sentencia oral, homologando el acuerdo de las partes, en

caso contrario, el demandado deberá consignar por escrito la contestación a


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la demanda, dentro de los cinco ( 05) días siguientes a la conclusión de la

audiencia.

Si el demandado no diere contestación a la demanda, dentro del lapso

establecido, se le tendrá como confeso, en cuanto no sea contraria a

derecho la petición del demandante y el juez de substanciación, mediación y

ejecución, remitirá el expediente al juez de juicio quien procederá a dictar

sentencia, dentro de los Tres (03) días hábiles siguientes al recibo del

expediente, ateniéndose a la confesión del demandado.

Es ante el juez de substanciación, mediación y ejecución, que las partes

podrán solicitar las medidas cautelares que consideren necesarias y este

podrá acordarlas, siempre y cuando las considere pertinentes a los fines de

evitar que se haga ilusoria la pretensión, según lo establecido en el artículo

137 de la Ley Procesal del Trabajo.

El anterior artículo, no dice que son, ni en qué consisten las medidas

cautelares que las partes en juicio pueden solicitar ante el juez de

sustanciación, mediación y ejecución, a los fines de que se haga nugatoria la

pretensión del solicitante de la medida.

Henríquez La Roche (2003, pág 391) señala que la medida cautelar solo

puede ser solicitada por ante el tribunal del sustanciación, mediación y

ejecución, por cuanto no podría acordarla el juez de juicio, el Tribunal

Superior ni la Sala de Casación Social, salvo que el tribunal esté conociendo

en alzada sobre la negativa de la medida y considere que sí es procedente

decretarla.
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Al respecto, Torres (2002 pág 101) señala que, atendiendo al espíritu del

artículo 11 de la Ley Procesal del Trabajo, que permite la aplicación

analógica de disposiciones procesales, en ausencia de las de la referida ley,

hay que atenerse a la normativa prevista en el Código de Procedimiento Civil

sobre medidas cautelares, siempre que no contraríen los principios

establecidos.

Es necesario señalar que en la exposición de motivos del Proyecto de Ley

Orgánica Procesal del Trabajo, se establece que, el juez queda facultado

para acordar las medidas cautelares, ya sean típicas o innominadas que

considere pertinentes, con estricta sujeción a los requisitos de ley y contra

esa decisión hay oposición y apelación en un solo efecto, pero no hay

recurso de casación en ningún caso, con lo cual se limita el control de la Sala

de Casación Social del Tribunal Supremo de Justicia dentro del

procedimiento cautelar, por estimar que en el ámbito del derecho laboral es

limitado el empleo de medidas cautelares.

Las medidas cautelares que el juez puede acordar, son típicas o

innominadas. Las primeras están señaladas en el artículo 588 del Código de

Procedimiento Civil como; el embargo de bienes muebles, el secuestro de

bienes determinados y la prohibición de enajenar y grabar bienes inmuebles

y las segundas son todas aquellas providencias que el juez puede ordenar

para asegurar el cese de una lesión ocasionada en el transcurso del

proceso.
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Según la opinión de Torres (2002, pág 105) para el decreto de una

medida innominada, “ el juez debe percatarse de si existe o no peligro de

insolvencia de la parte contra quien se solicite la medida, para evitar que

quede frustrado el dispositivo del fallo, y que al mismo tiempo le haga

presumir la existencia del derecho que el solicitante demanda”.

En cuanto a los requisitos necesarios para que sean procedentes las

medidas cautelares en el juicio laboral; el articulo 585 del Código de

Procedimiento Civil, establece como condiciones o requisitos de

procedibilidad de las providencias cautelares, la necesaria existencia del

riesgo manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo y se deberá

acompañar siempre de un medio de prueba que constituya presunción grave

de esta situación y del derecho que se reclama.

A su vez, el articulo 588 del mismo Código señala que además de las

providencias cautelares típicas como lo son el embargo, el secuestro de

bienes determinados y la prohibición de enajenar y grave bienes

determinados y la prohibición de enajenar y grave bienes inmuebles, el juez

podrá acordar las medidas que considere necesarias, las cuales por no estar

expresas en la ley son llamadas innominadas y cuyo requisito fundamental

para su procedibilidad es el fundado temor de que una de las partes pueda

causar graves daños o de difícil reparación al derecho de la otra.

Para Podetti (1969 pág 51) la diversidad de situaciones que hacen

necesaria y procedente una medida cautelar sobre bienes o personas,

dificulta la doctrina de sus presupuestos. Sin embargo, podrían señalarse por


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lo menos; la existencia de un derecho garantizado por la ley, puesto que

constituye un anticipo de la garantía jurisdiccional; y un interés jurídico que

justifique ese adelanto al resultado de un proceso. Ese interés en obrar es el

estado de peligro.

En atención a lo anterior, se determina que para acordar alguna de las

medidas cautelares, es indispensable que el solicitante presente prueba, aun

cuando sea presuntiva, del derecho que se reclama y de que existe riesgo de

que sea haga ilusoria la ejecución del fallo, recordando que el riesgo debe

aparecer manifiesto; esto es, patente o inminente.

Debe destacarse que el requisito indispensable para la procedencia de las

medidas cautelares innominadas, es el fundado temor de que una de las

partes pueda causar un daño irreparable o de difícil reparación al derecho de

la otra, razón por la cual el juez podrá evita r el daño, acordando o

prohibiendo la ejecución de determinados actos.

Ahora bien, el articulo 137 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, solo

ha establecido como requisito para el decreto de medidas cautelares en los

juicios laborales, la presunción grave del derecho que se reclama, sin

establecer expresamente el de que exista riesgo de que se haya ilusoria la

ejecución del fallo, lo que se podría dar a entender en la acotación

encontrada en el mismo articulo que textualmente dice: “ a fin de evitar que

se haga ilusoria la pretensión”; por cuanto cabría suponer que el legislador

ha querido recordar en relación con esta ultima exigencia, que el riesgo debe

aparecer manifiesto.
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En cuanto a la condición que el juez debe tomar en consideración para

decretar las medidas preventivas innominadas, Chiovenda (1999) ha

señalado que es el temor de un daño jurídico, es decir, inminencia de un

posible daño a un derecho o a un posible derecho.

En relación a la posibilidad del daño, el juez debe exami nar si las

circunstancias del hecho dan serio motivo para tener el suceso perjudicial; si

el caso es urgente y es por lo tanto necesario proveer una vía provisional;

por lo demás, esta condición genérica se determina mejor frente a las

distintas medidas preventivas y respecto a la posibilidad del derecho, la

urgencia no permite sino un examen superficial; pero también son distintos

los casos particulares, a veces, la resolución es tomada precisamente porque

un derecho se discute entre dos, y no es por lo tanto, necesario decidir a

quien corresponde; otras veces, la pertenencia del derecho ha sido ya

declarada a fondo y prevalece el examen del primer extremo.

La adopción de medidas cautelares, debe entenderse subordinada al

cumplimiento de su función dentro del proceso, por lo que cabe exigir, como

requisito para decretarla, la verosimilitud de la existencia del derecho que se

tiende a proteger y la posibilidad de sufrir un perjuicio o daño inminente .

En conclusión de lo anterior, se podría expresar que las medidas tanto

típicas como innominadas, pueden ser decretadas desde la admisión de la

demanda, así como durante el período de la audiencia preliminar o después,

para lo cual no es necesario presentar presunción grave de peligro en la


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mora, que exige en la jurisdicción ordinaria en artículo 585 del Código de

Procedimiento Civil.

Al respecto, considera Henríquez La Roche (2003, pág 390) “que la

misma naturaleza de las medidas cautelares conlleva la exigencia del peligro

en la mora, pues la medida tiene por fin evitar que se haga ilusoria la

pretensión”.

Si el juez encontrare suficientes las pruebas, podrá decretar la medida

solicitada y procederá a su ejecución como lo establece supletoriamente el

articulo 601 del Código de Procedimiento Civil. Contra esta decisión se

admitirá recurso de apelación en un solo efecto, dentro de los tres (03) días

hábiles siguientes, cumpliendo con el procedimiento a tal efecto, pero en

ningún caso será admisible el recurso de casación.

Para Torres (2002 pág 107-108), atendiendo a la normativa establecida

en el Código de Procedimiento Civil, la parte contra quien se haya librado un

decreto sobre alguna de las medidas, si el juez considera que la prueba

ofrecida por el solicitante de la medida es insuficiente, debe ordenarle que la

complemente hasta cubrir los requisitos que para ellas se establecen, sin

concederle derecho a apelación por su negativa.

Al respecto, Ortiz (1997, pag 372) señala que si la sentencia confirma la

medida cautelar decretada, se entiende que la apelación sea a un solo

efecto, pues lo contrario seria admitir la suspensión de la medida con la

indeseable consecuencia de dejar el derecho del actor en completa

indefensión; en cambio que si la sentencia revoca la medida decretada


113

entonces la apelación debería ser a doble efecto, para evitar la indefensión

del mismo actor que vería frustrado su derecho a pesar de haber

comprobado los extremos de ley.

Ya que el decreto que acuerde o niegue la medida, puede ser apelado, es

lógico pensar que dicho decreto debe ser motivado; si bien, no es tan

riguroso este requisito, parece conveniente a los efectos de salvaguardar la

igualdad entre las partes en el proceso y el derecho a la defensa, requerir por

parte del juez el señalamiento concreto de cuales fueron las pruebas que a

su juicio demostraron los requisitos de admisibilidad de la medida es una

actuación importante, por cuanto solo asi la parte podrá preparar una

defensa adecuada.

Posteriormente, en caso de que no haya resultado la conciliación entre las

partes en la audiencia preliminar; el juez de juicio al quinto día hábil de

recibido el expediente deberá fijar por medio de un auto expreso, la hora y

fecha en la cual se realizará la audiencia de juicio, dentro de un plazo no

mayor de treinta (30) días, contados a partir de dicha determinación.

El día y hora señalado, se llevará a cabo la audiencia de juicio, con la

obligatoria asistencia de las partes, quienes expondrán sus alegatos

explanados anteriormente en la demanda y en su contestación, pero no

podrán alegar hechos nuevos.

Luego de oídos los alegatos de las partes, se evacuan todas las pruebas

y una vez concluida la evacuación, el juez se retirara de la sala por un tiempo


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no mayor de sesenta (60) minutos y de regreso dictara la sentencia

oralmente y luego será reducida en forma escrita.

Dentro del lapso de cinco (05) días hábiles al pronunciamiento oral de la

sentencia, el juez deberá, en su publicación, reproducir el fallo de forma

completa, el cual se agregara a las actas, dejando constancia, el secretario

del Tribunal el día y hora de la consignación.

4. Beneficios y limitaciones de la aplicación de las medidas cautelares


innominadas en el juicio por accidentes de trabajo o enfermedades
profesionales.

Luego de analizar detalladamente la opinión de cada uno de los jueces

encargados de la titularidad de los juzgados de primera instancia laboral de

la circunscripción judicial del Estado Falcón, se ha podido obtener criterios

un tanto semejantes en lo que respecta a los posibles beneficios y posibles

limitaciones que existen en la aplicación de las medidas cautelares

innominadas en los juicios por accidentes de trabajo o enfermedades

profesionales, señalando que la diferencia de criterios ha de ser mínima,

aunque no insignificante.

En atención a lo anterior se puede establecer que, en cuanto a los

beneficios que ofrece la aplicación de medidas cautelares innominadas en el

juicio por accidentes de trabajo o enfermedades profesionales, el criterio

resaltante es el que señala que como toda medida cautelar, trae como

beneficio la garantía para el trabajador de que le sean indemnizados los


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daños sufridos por causa del accidente laboral o enfermedad profesional, sin

que la ley orgánica procesal del trabajo, exija el requisito del peligro en la

mora señalado en el artículo 585 del Código de Procedimiento Civil,

colocando al trabajador en una mejor posición respecto al aseguramiento de

una reparación a la lesión o daño sufrido y produce en el patrono un efecto

preventivo positivo, en relación a las acciones que deba tomar en el futuro

para evitar infracciones.

Y en consecuencia , garantiza la ejecución del fallo en caso de que

sea declarada con lugar la demanda incoada por el trabajador.

Con respecto a las posibles limitaciones existentes en la aplicación de

medidas cautelares innominadas en los juicios por accidentes de trabajo o

enfermedades profesionales, la opinión resaltante se basa en establecer que

la principal limitación, es la falta de certeza y del buen derecho que pueda

existir en determinado juicio, pues, por lo general son juicios muy

controvertidos, donde el patrono niega la existencia del accidente o

enfermedad, o bien niega su responsabilidad subjetiva.

Por otra parte, la medidas cautelares, depende del uso que se haga

de este recurso, pueden causar un daño injusto al patrono si el trabajador no

llega a probar durante el juicio la existencia del accidente de trabajo o la

responsabilidad subjetiva del patrono, el abuso en la aplicación de las

mismas puede acarrear consecuencias negativas para la empresa.

De igual forma, cabe destacar, que el decreto de medidas cautelares

en los juicios por accidentes de trabajo o enfermedades profesionales, se


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limita en cuanto a la posibilidad de establecer antes de la sentencia el tipo de

incapacidad sufrida, o sea, de alguna manera adelantar opinión a favor del

demandante, antes de la conclusión del juicio y posteriormente, establecer si

la empresa está en capacidad de cumplir con la condena impuesta.

Al respecto, Rosario ( citado por Podetti 1969, pág 61) ha señalado

que en un juicio ordinario, donde aún corre el término para contestar la

demanda, se debe obrar con prudencia en lo referente a las medidas

cautelares pues suponen una limitación al derecho de propiedad o podrían

causar un daño injusto, motivado por la solicitud hecha por el actor en base

sólo a presunciones.

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