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Temas Literatura Selectividad. SGG.

Historia de la literatura del siglo XX (1,5 puntos)

(Tiempo de desarrollo 20 minutos aprox)

¿Qué se pide?

1. La poesía desde el Modernismo a las vanguardias [futurismo, ultraísmo, surrealismo], autores y obras
representativos.
2. La novela desde principios del siglo XX hasta 1939: tendencias [noventayochista, novecentista], autores y obras
representativos.
3. El teatro desde pp. del siglo XX hasta 1939: tendencias [comedia burguesa, esperpento, teatro poético], autores
y obras representativos.
4. La poesía del grupo poético del 27: etapas, autores y obras representativos.
5. La novela desde 1939 hasta los años 70: tendencias [existencial-tremendista, social y experimental], autores y
obras representativos.
6. La poesía desde 1939 a los años 70: tendencias [testimonial, social y del conocimiento], autores y obras
representativos.
7. El teatro desde 1939 hasta nuestros días: tendencias [teatro de humor, realista y vanguardista], autores y obras
representativos.
8. La poesía desde años 70 a hoy: tendencias [poesía culturalista, de la experiencia y neovanguardista], autores y
obras representativos.
9. La novela desde 1975 hasta nuestros días: tendencias [poemática, histórica y de memorias], autores y obras
representativos.
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1. LA POESÍA DESDE EL MODERNISMO A LAS VANGUARDIAS

La poesía desde el Modernismo a las vanguardias [futurismo, ultraísmo, surrealismo], autores y obras
representativos.

En los finales del siglo XIX y en XX, tuvieron lugar hechos decisivos en la historia de España: hasta entonces la aristocracia, burguesía
e Iglesia eran los centros de poder; se produjo una transformación social, ya que surgieron nuevas fuerzas sociales y económicas
con un creciente poderío, con las que se inició un nuevo proceso de desarrollo industrial y económico.

El movimiento obrero, vinculado al anarquismo y al socialismo, adquirió mayor importancia y propició la primera huelga general. La
base de la crisis de fin de siglo radicaba en la pérdida de la confianza en el positivismo, que cedió el paso a corrientes de pensamiento
vitalistas e irracionalistas.

La promoción de la educación se concretó en el fomento de la enseñanza pública y en el desarrollo de la cultura universitaria. Se


incrementó la edición y comercialización de obras literarias. El esplendor artístico y literario que se vivió en España entre 1900 y
1936 se denomina la Edad de Plata. En el primer tercio del siglo XX se enmarca la literatura de los escritores de fin de siglo
(Generación del 98), de los novecentistas y de la Generación del 27.

A finales del siglo XIX, los gustos estéticos se ven modificados y se rechazan los postulados del anterior Realismo y Naturalismo, por
eso se recuperan principios del Romanticismo como la originalidad o la libertad creadora. La situación de crisis en la cultura
occidental a finales del siglo XIX, agravada en el caso español por el desastre del 98, provocó un cambio en el rumbo artístico. El
movimiento literario correspondiente a este período es conocido como Modernismo, un movimiento panhispánico de autores y
obras muy distintos.

El Modernismo se inspira en dos movimientos del siglo XIX: el Parnasianismo (tendencia formalista, partidaria del arte por el arte)
y el Simbolismo (tendencia intimista, que pretende encontrar la realidad que se esconde tras las apariencias mediante símbolos).
Los temas del Modernismo son la soledad, el escapismo (en el tiempo –Edad Media– o en el espacio –mundo oriental–), el
cosmopolitismo, el amor y el erotismo. Formalmente, la nueva estética se caracteriza por el afán de innovación (muy notable en el
terreno de la métrica), la originalidad, y la búsqueda de la perfección formal.

Rubén Darío es el principal representante del Modernismo. El poeta nicaragüense evoluciona desde una estética parnasiana en Azul
o Prosas profanas hacia temas más graves y trascendentes en Cantos de vida y esperanza. Entre los autores modernistas, en España
destacan Francisco Villaespesa, Manuel Machado (quizá única representación de un modernismo canónico) y Valle-Inclán.

Por otra parte, se reservó el término de Generación del 98 para los autores que, si bien estaban dentro del mismo clima de fin de
siglo al que hemos llamado Modernismo, adoptaron una actitud de reflexión y de crítica ante la situación política, social y económica
de España; pretendían con sus obras concienciar a sus conciudadanos e influir en la realidad social española. Un lugar destacado en
la poesía ocupa Antonio Machado, en cuya obra poética se observa una evolución desde el modernismo de los primeros libros
(Soledades, galerías y otros poemas), pasando por la etapa noventayochista (Campos de Castilla), hacia una depuración formal en
busca de la palabra sencilla y verdadera (Nuevas canciones).

El Novecentismo, ya en la segunda década del XX, definió sus rasgos estéticos en la defensa del racionalismo, el rigor intelectual y
la claridad expositiva; el antirromanticismo rechaza lo sentimental y lo pasional y prefiere lo clásico y las actitudes equilibradas y
serenas, defensa del arte puro; aristocratismo intelectual, concebido para minorías selectas (para la “inmensa minoría”). Juan
Ramón Jiménez, premio Nobel en 1956, es el máximo representante de la lírica en esta etapa. Su poesía es, en palabras del propio
poeta, una poesía en sucesión, una obra en marcha. Él mismo establecía, en sus últimos años, tres etapas en su producción: una
etapa sensitiva (Arias tristes, Jardines lejanos, Platero y yo), una época intelectual (Diario de un poeta recién casado) y la etapa
última o verdadera (En el otro costado y Dios deseado y deseante).

Paralelamente, el Vanguardismo nace como un movimiento efímero y rupturista que tendrá en torno a 1920 sus primeras
manifestaciones, cuyo máximo representante y creador es Ramón Gómez de la Serna, creador de sus famosas greguerías, pequeñas
composiciones que consistían en la unión de la metáfora y el humor. Por otra parte, hay que reseñar la importancia que desempeñó
la obra teórica de Ortega y Gasset, con libros como La deshumanización del arte y la creación de la Revista de Occidente.

Los “ismos” vanguardistas se suceden a un ritmo muy rápido: expresionismo, futurismo, cubismo, dadaísmo… Sin embargo, son el
creacionismo, el ultraísmo y el surrealismo las vanguardias que más importancia tuvieron en nuestro país. La primera, a través del
poeta chileno Vicente Huidobro, con un afán de no imitar la realidad, sino crearla; la segunda, de la mano de Rafael Cansinos Assens,
supuso una ruptura definitiva con el lenguaje, la incorporación del mundo contemporáneo y urbano y la sorpresa; por último, el
surrealismo, que entró en España con fuerza influyendo sobre autores como Rafael Alberti (Sobre los ángeles) o Lorca (Poeta en
Nueva York), defiende la necesidad de alumbrar un hombre nuevo, pues la cultura occidental ha mutilado al hombre con la razón,
por eso exaltan la imaginación, el deseo, la infancia o el sueño.
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2. LA NOVELA DESDE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX HASTA 1939

La novela desde principios del siglo XX hasta 1939: tendencias [noventayochista, novecentista], autores y obras representativos.

En los finales del siglo XIX y en XX, tuvieron lugar hechos decisivos en la historia de España: hasta entonces la aristocracia, burguesía
e Iglesia eran los centros de poder; se produjo una transformación social, ya que surgieron nuevas fuerzas sociales y económicas
con un creciente poderío, con las que se inició un nuevo proceso de desarrollo industrial y económico.

El movimiento obrero, vinculado al anarquismo y al socialismo, adquirió mayor importancia y propició la primera huelga general. La
base de la crisis de fin de siglo radicaba en la pérdida de la confianza en el positivismo, que cedió el paso a corrientes de pensamiento
vitalistas e irracionalistas.

La promoción de la educación se concretó en el fomento de la enseñanza pública y en el desarrollo de la cultura universitaria. Se


incrementó la edición y comercialización de obras literarias. El esplendor artístico y literario que se vivió en España entre 1900 y
1936 se denomina la Edad de Plata. En el primer tercio del siglo XX se enmarca la literatura de los escritores de fin de siglo
(Generación del 98), de los novecentistas y de la Generación del 27.

La transición del siglo XIX al XX se caracteriza en Europa por una honda crisis espiritual, se produce un rechazo a la sociedad y el arte
burgueses, lo que se añade a la conciencia del atraso económico, científico y cultural. En España, a esto se suma la derrota en Cuba
frente a Estados Unidos. Por ello, en los primeros años del siglo XX se produce el regeneracionismo que pretende encontrar una
solución a los “males de la patria”. En ese ambiente, una serie de autores y autoras (Ganivet, Unamuno, Azorín, Maeztu, Machado
y Valle-Inclán, y mujeres como Carmen de Burgos “Colombine”, Consuelo Álvarez “Violeta” y Concha Espina), la denominada
Generación del 98, manifiestan, junto a angustia existencial y su protesta y afán de reformas, las costumbres decadentes de la
sociedad española y un deseo de modernidad y europeización.

Las características literarias más importantes de sus obras narrativas y en prosa en cuanto a temática son: la preocupación social,
reflejada en su interés por el llamado “problema de España”, con una intención crítica e influjo regeneracionista, y una visión
centrada en Castilla como símbolo de España; y las inquietudes religiosas y existenciales, así como el conflicto fe-razón, el paso del
tiempo, la lucha por la vida... Hay, por tanto, una renovación de la novela, que supera el modelo realista y naturalista, por lo que
adopta un antirretoricismo, método impresionista, lenguaje sobrio y asequible, sencillez y claridad, etc.

Todos los miembros del grupo, salvo Antonio Machado, escriben novelas:
➢ Unamuno (Niebla, San Manuel Bueno, mártir) trata temas como la tradición, la intrahistoria, la conciencia trágica de la existencia
y el conflicto entre fe y razón. Sus “nivolas” se caracterizan por la sobriedad narrativa, la importancia del diálogo y la ausencia de
trama o hilo argumental.
➢ Baroja (El árbol de la ciencia, Zalacaín el aventurero) es el novelista por excelencia del grupo, cuyas novelas son una mezcla entre
el pesimismo existencial más radical y el vitalismo individualista de algunos de sus personajes. En sus novelas desarrolla
generalmente un esquema de aprendizaje vital de los protagonistas.
➢ Azorín (La voluntad) tiene un estilo minucioso, lento, casi impresionista. Sus novelas presentan un desarrollo fragmentado, con
gran abundancia de descripciones y un cierto tono lírico; la trama argumental es mínima.
➢ Valle-Inclán presenta también en el género narrativo la misma evolución de su obra dramáticas: una etapa de modernismo inicial
(Sonatas), una fase de transición y la definitiva etapa esperpéntica, con el ciclo de novelas de “El ruedo ibérico”, entre las que
destaca Tirano Banderas.
➢ Carmen de Burgos destaca más como periodista que como novelista, su pensamiento va dirigido hacia una postura
regeneracionista (La misión social de la mujer, Puñal de claveles).
➢ Concha Espina comienza su andadura en el periodismo también y en la narrativa más tarde, cuya novela está impregnada de
lirismo y rigor estético (Altar mayor).

Hacia 1914 se percibe el agotamiento de la Generación del 98, y un nuevo grupo toma el relevo: la Generación del 14 o
Novecentismo. El Novecentismo se caracteriza ante todo por su intelectualismo: hay que desterrar lo sentimental de la literatura.
Los miembros del grupo tienen una importante actividad política, basada en ideales europeístas y progresistas. En el grupo
novecentista destacan en especial los ensayistas Gregorio Marañón, Manuel Azaña, Ortega y Gasset..., si bien hay importantes
novelistas como Gabriel Miró (El obispo leproso), en cuyas novelas prevalece la forma sobre el contenido, o Ramón Pérez de Ayala
(A.M.D.G., Belarmino y Apolonio), caracterizado por su intelectualismo y su estilo academicista.

En la década de los 20, en superposición con el Novecentismo, se produce la entrada y desarrollo de las vanguardias en España.
Aunque su campo de expresión será preferentemente la poesía, existen ejemplos de narrativa vanguardista: Benjamín Jarnés, Rosa
Chacel, Ramón Gómez la Serna... Finalmente, en los años 30 se produce, en todos los géneros literarios, una rehumanización de la
literatura como respuesta a las circunstancias históricas. Se escribe entonces una novela comprometida, de carácter social e incluso
abiertamente político, cuyo representante más destacado es Ramón J. Sender y Luisa Carnés.
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3. EL TEATRO DESDE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX HASTA 1939

El teatro desde principios del siglo XX hasta 1939: tendencias [la comedia burguesa, el esperpento, el teatro poético],
autores y obras representativos.

En los finales del siglo XIX y en XX, tuvieron lugar hechos decisivos en la historia de España: hasta entonces la aristocracia, burguesía
e Iglesia eran los centros de poder; se produjo una transformación social, ya que surgieron nuevas fuerzas sociales y económicas
con un creciente poderío, con las que se inició un nuevo proceso de desarrollo industrial y económico.

El movimiento obrero, vinculado al anarquismo y al socialismo, adquirió mayor importancia y propició la primera huelga general. La
base de la crisis de fin de siglo radicaba en la pérdida de la confianza en el positivismo, que cedió el paso a corrientes de pensamiento
vitalistas e irracionalistas.

La promoción de la educación se concretó en el fomento de la enseñanza pública y en el desarrollo de la cultura universitaria. Se


incrementó la edición y comercialización de obras literarias. El esplendor artístico y literario que se vivió en España entre 1900 y
1936 se denomina la Edad de Plata. En el primer tercio del siglo XX se enmarca la literatura de los escritores de fin de siglo
(Generación del 98), de los novecentistas y de la Generación del 27.

El teatro español del siglo XX, con las excepciones de contados dramaturgos, es bastante pobre, tanto en lo teatral como en lo
dramático, de tal manera que no participa en las innovaciones del teatro europeo. En el período que nos ocupa hay dos modelos
teatrales: uno que triunfa, teatro comercial, que goza del favor del público, y otro, el teatro renovador, que no alcanza éxito pese
a su superior valor literario.

A finales del siglo XIX se producen varios intentos de acabar con el teatro melodramático romántico, que tenía su máximo
representante en José Echegaray. Pese a este panorama, siguen ciertas tendencias con escasa renovación. En este teatro comercial
y de éxito se incluyen tres tendencias:

▪ El drama burgués, realista y suavemente crítico, que es continuador del realismo del XIX, renovando algunos aspectos para
adaptarse a los gustos del público burgués. Su principal representante es Jacinto Benavente (Los intereses creados, La Malquerida),
con obras poco conflictivas y diálogos elegantes.
▪ El teatro costumbrista, de raíz costumbrista y sin pretensiones críticas, cuyo propósito era entretener al público. Dentro de esta
tendencia se encuadran los hermanos Álvarez Quintero, representantes del teatro regionalista andaluz irreal y tópico (El genio
alegre); Carlos Arniches, autor madrileño y creador de la “tragedia grotesca” en un ambiente castizo y achulado (La señorita de
Trevélez); y Pedro Muñoz Seca, inventor del “astracán”, parodia en verso que busca la comicidad con chistes vulgares y chabacanos
(La venganza de don Mendo).
▪ El drama en verso modernista, de ideología conservadora y tradicional, con continuas alusiones al glorioso pasado del Imperio
español. Representan esta tendencia autores como Eduardo Marquina y Francisco Villaespesa y José María Pemán.

Frente a este teatro de éxito se levantan otras tendencias más innovadoras e interesantes literariamente, pero que no triunfan
(salvo excepciones) porque no se adaptan a los gustos del público. En líneas generales puede hablarse de dos experiencias teatrales:

▪ El teatro del 98, con Unamuno utilizando el drama como instrumento para plasmar los problemas que le obsesionaban y Azorín,
que desarrolla su labor como crítico teatral.
▪ El teatro del 27, entre los que destaca Salinas, Alberti, Miguel Hernández, depura el teatro poético, incorpora las formas de
vanguardia y busca acercar el teatro al pueblo.

Algunos dramaturgos sobresalientes de este teatro renovador y marginado fueron: Jardiel Poncela y Miguel Mihura, renovadores
del teatro humorístico; Alejandro Casona, que combina el humor y el lirismo en sus obras, aunque ya en el exilio escribe su obra
más importante La dama del alba, en la que la dama representa la muerte que llega a una aldea; Max Aub fue pionero en la frustrada
revolución escénica, con comedias que tratan la incapacidad del hombre para comprenderse, entender la realidad y comunicarse.
Valle-Inclán es uno de los fundamentales de la escena mundial de la época. Su obra sigue una constante evolución hasta llegar a su
gran creación: el esperpento (Luces de bohemia, Martes de carnaval), donde aparece una visión grotesca y deformada de la realidad,
precisamente para descubrir sus aspectos más profundos; al mismo tiempo sintetiza elementos dispares: lo vulgar y lo literario, lo
social y lo existencial...

García Lorca es el referente principal del teatro del 27. Su obra, plena de elementos líricos y surrealistas es variada, de la que se
distinguen tres etapas: la etapa inicial se caracteriza por la experimentación formal y temática (El maleficio de la mariposa, Mariana
Pineda o La zapatera prodigiosa); la etapa vanguardista, de carácter surrealista, incluye dos obras: El público y Así que pasen cinco
años; por último, su etapa de plenitud comprende las obras escritas entre 1933 y 1936, Bodas de sangre y Yerma, que formarían
parte de una probable “trilogía dramática de la tierra española” junto a la inédita e inacabada La sangre no tiene voz. A continuación,
Doña Rosita la soltera, y por último La casa de Bernarda Alba, asociada a veces a las dos primeras como última de la trilogía, pero
que se distancia por su dimensión política y social.
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4. LA POESÍA DEL GRUPO POÉTICO DEL 27

La poesía del grupo poético del 27: etapas, autores y obras representativos.

A mediados de los años 20, un grupo de jóvenes autores y autores, entusiasmados por las nuevas posibilidades que les
ofrecen las vanguardias llevará nuestra poesía a las más altas cotas. Estos poetas, el Grupo del 27, renuevan la poesía
española hasta sus extremos, de ahí que se considere esta época la edad de plata de nuestra literatura.

De entre los diversos nombres que fueron dados al grupo –Generación de la Dictadura, Generación de la República,
Nietos del 98…- el más aceptado fue Generación del 27 o Grupo poético del 27, motivado por la célebre reunión en el
Ateneo de Sevilla para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora. También se debate acerca de si
forman o no una generación literaria, lo que sí son es un grupo compacto, favorecido por diversas razones:

 Edad cercana y estrecha amistad entre ellos (incluso se le ha llamado Generación de la amistad).
 La convivencia de muchos de ellos en la Residencia de Estudiantes de Madrid.
 Los actos comunes en que participan.
 Colaboran con las mismas revistas: Revista de Occidente, Litoral, Verso y prosa, entre muchas.
 Proceden en su mayoría de una clase media, liberal y culta, con una sólida formación universitaria.
 Participan con entusiasmo en diversos proyectos republicanos de difusión cultural.
 Hay una apretada convivencia entre 1920 y 1936, truncada por la Guerra Civil.

En cuanto a los rasgos estéticos del Grupo del 27, pueden señalarse algunas características comunes a todos: sentido
trascendente de la poesía, depuración del sentimiento, intelectualismo, poesía de contrastes, recuperación de las
formas métricas clásicas, desarrollo de verso libre… De modo que se ha dicho que los autores de este grupo comparten
cierta tendencia al equilibrio entre lo culto y lo popular, lo universal y lo español, entre tradición e innovación.

En la evolución conjunta del grupo señalaremos tres grandes etapas, aunque no todos los poetas cumplen con las mima
medida ni al mismo tiempo:

1. Poesía deshumanizada (hasta 1927): es la etapa eminentemente vanguardista, de poesía pura, hermética e
intelectual, basada en la metáfora y en la creación de un lenguaje poético depurado y elaborado, bajo el modelo de
Góngora. No obstante, en esta etapa ya aparecen las primeras muestras del futuro interés por la lírica popular, llamado
“neopopularismo”.

2. Poesía rehumanizada (desde 1927 a la Guerra Civil): es la etapa de influjo del surrealismo. Lo humano vuelve a tener
cabida en la poesía: primero en forma de expresión de los sentimientos, identificado con el neorromanticismo, y luego
derivando incluso hacia una poesía política y hasta revolucionaria acentuada por los acontecimientos históricos.

3. Poesía tras la Guerra Civil: el grupo se dispersa (Lorca ha muerto, unos se exilian y otros permanecen en España). Los
poetas que permanecen sufren las dificultades de la posguerra, pero son capaces de marcar el camino a las nuevas
generaciones con una poesía existencial o solidaria; mientras que entre los exiliados predomina el sentimiento de
nostalgia y desarraigo.

Los poetas más significativos del grupo son Jorge Guillén (Cántico, Clamor, Homenaje), Pedro Salinas (La voz a ti debida,
Razón de amor), Vicente Aleixandre (La destrucción o el amor, Historia del corazón), Luis Cernuda (La realidad y el
deseo), Rafael Alberti (Marinero en tierra, Sobre los ángeles), Federico García Lorca (Romancero gitano, Poeta en Nueva
York), Gerardo Diego (Imagen, Manual de espumas), Dámaso Alonso (Hijos de la ira), Emilio Prados (Canciones del
farero), Manuel Altolaguirre (Las islas invitadas) y José María Hinojosa (La flor de Californía). Junto a esta nómina hay
que incorporar un grupo de mujeres poetas agrupadas con el nombre de “las Sinsombrero”: Concha Méndez (Poemas.
Sombras y sueños), Ernestina de Champourcín (Poemas del ser y estar), Josefina de la Torre (Poemas de la vida) y
Carmen Conde (Noche oscura del cuerpo).
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5. LA NOVELA DESDE 1939 HASTA LOS AÑOS 70

La novela desde 1939 hasta los años 70: tendencias [existencial-tremendista, social y experimental], autores y obras
representativos.

La Guerra Civil irrumpe en un momento en que la novela se decanta hacia posturas sociales y comprometidas,
abandonando las experiencias vanguardistas anteriores. La propia guerra acentúa ese carácter ideológico, de manera
que la mayoría de los novelistas escriben en defensa de sus ideales: republicanos (Sender, Arconada) o nacionales (Foxá,
García Serrano). Tras la guerra, en los años cuarenta muchos de los escritores partidarios de la República o, en cualquier
caso, enemigos del nuevo régimen, se exilian. Esto supondrá en ellos desarraigo, nostalgia y el recuerdo de España
como tema central de su obra. Los principales novelistas exiliados son Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala, Rosa
Chacel, donde continúan su labor literaria, afectada a la nueva situación en la que viven.

En España, los novelistas se enfrentan a un panorama desolador: la tradición inmediata se ha visto interrumpida, no hay
acceso a las tendencias europeas, ni modelos propios. En este ambiente, se desarrolla especialmente una novela
triunfalista, patriótica y de exaltación del régimen o, en el mejor de los casos, justificativa (Gironella). Sin embargo, la
publicación de La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela y de Nada de Carmen Laforet, abre un nuevo camino a
la novela española, la narrativa existencial y tremendista, en la que los problemas sociales y políticos, que no pueden
abordarse directamente a causa de la censura, aparecen como trasfondo de la problemática personal de los personajes.
A esta línea se adscriben autores como Delibes (La sombra del ciprés es alargada) o Torrente Ballester. Se dan también
otras tendencias, como la novela fantástica y humorística (Wenceslao Fernández Flórez: El bosque animado) o el
realismo clásico (Ignacio Agustí: Mariona Rebull).

En los años cincuenta, al hilo de los tímidos cambios sociopolíticos, de la influencia de tendencia realista en Europa y
Estados Unidos, y de un mayor distanciamiento de la guerra civil, una nueva generación de novelistas se suma a los
anteriores para escribir una novela más abiertamente social y con una visión crítica de su entorno. Los conflictos
sociales son el tema central, se caracterizan por un estilo coloquial, cercano al habla cotidiana y accesible para el lector,
y por un realismo objetivista en el que un narrador externo da cuenta de situaciones socialmente injustas para crear
conciencia. Este cambio, iniciado de nuevo por Cela con La colmena (1952), atraviesa por dos etapas: una primera en la
que siguen predominando los enfoques personales, cercanos a la novela existencial anterior, donde cabe mencionar a
Ana María Matute (Los niños tontos), Carmen Martín Gaite (Entre visillos), Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre) o
Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama); una segunda de carácter más social y hasta político con López Pacheco y García
Hortelano, entre otros.

A partir de los sesenta comienzan a verse los primeros signos de cansancio del realismo que hasta entonces había
dominado la novela española. Este agotamiento, unido a la influencia cada vez más notable de las innovaciones de la
narrativa extranjera y, sobre todo, de la nueva novela hispanoamericana, llevará a los autores de esta época a explorar
nuevas formas narrativas. Es, por tanto, una etapa de novela formalista o experimental. La novela se hace más abierta,
y el lenguaje abandona el prosaísmo y el compromiso militante para optar a una crítica más personal. Esta nueva
narrativa implica transformaciones en todos sus elementos: acción, personajes, punto de vista, estructura, técnicas…
La obra clave es Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos –más el gran impacto que supuso La ciudad y los perros, de
Vargas Llosa– Otros títulos importantes son Señas de identidad de Juan Goytisolo, Cinco horas con Mario de Miguel
Delibes, Volverás a Región de Juan Benet y Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé.

La experimentación continúa en los años setenta, aunque se suaviza debido al desencanto (fracasa el ideal de mayo del
68) y se vuelve a ciertos aspectos de la novela tradicional, como a contar historias, en las que reaparecen las
preocupaciones individuales y existenciales, a veces desde perspectivas irónicas o humorísticas, así La verdad sobre el
caso Savolta de Eduardo Mendoza. Por otro lado, se da importancia a géneros hasta el momento considerados
marginales como la ciencia ficción, el policíaco o de aventuras.
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6. LA POESÍA DESDE 1939 A LOS AÑOS 70

La poesía desde 1939 a los años 70: tendencias [testimonial, social y del conocimiento], autores y obras
representativos.

En líneas generales, la evolución de la poesía española de posguerra es bastante similar a la de la novela: existencial en
los 40, social en los 50, experimental en los 60 y abierta a diversas tendencias desde los 70. Lorca había sido vilmente
asesinado, Miguel Hernández morirá encarcelado y la gran mayoría de los poetas parten al exilio. Esos escritores, Juan
Ramón Jiménez y León Felipe entre muchos, configuran la “España transterrada” en el cultivo de una poesía
dolorosamente humanizada.

En la década de los cuarenta, durante la inmediata posguerra, la poesía está muy condicionada por la situación histórica:
los poetas buscan un sentido a la realidad, que encuentran en la espiritualidad o en la queja. En general, se trata de una
poesía fuertemente individualista, aunque conviven tres tendencias:

 Una poesía arraigada, conforme con el régimen de Franco, en la que los autores, agrupados en torno a las
revistas Garcilaso y Escorial, exaltan el pasado imperial e ideal y recuperan temas tradicionales como la religión,
paisaje, amor y formas clásicas como el soneto. Los más destacados son Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco,
Dionisio Ridruejo y Leopoldo Panero.

 Una poesía desarraigada, en desacuerdo con su realidad y que aborda una temática existencial: angustia, duda,
con lo social como trasfondo. El tono es trágico, el lenguaje desgarrado y la forma más utilizada es el verso libre.
El núcleo de esta tendencia es la revista Espadaña, que agrupa a autores cono Crémer, Bousoño, J. M. Valverde,
y poetas del 27 como Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre.

 Una poesía vanguardista, ajena a la situación del país y dedicada a la experimentación lingüística y formal. Sus
principales representantes son el Grupo Cántico, liderado por Pablo García Baena, y el postismo, último
vanguardismo español, que se define a sí mismo como “surrealismo ibérico”, encabezado por Carlos Edmundo
de Ory. Estos poetas tratan sobre todo sobre el amor, muchas veces manifestado en formas de amor prohibido,
a la vez que reivindican la libertad creativa y el sentido lúdico de la poesía.

En los años cincuenta la poesía, por un lado, se vuelve más metafísica y profunda, y por otro, se hace más abiertamente
social, puesto que se busca el testimonio crítico de la realidad española, cuyos temas son la injusticia social, la libertad,
la explotación política, el trabajo y el compromiso y la solidaridad. Los autores más importantes son Blas de Otero
(Ancia), Gabriel Celaya (Las cosas como son), José Hierro (Alegría) y Ángela Figuera (Mujer de barro). La poesía social
deja a un lado los problemas individuales para centrarse en los colectivos, lo cual se plasma con un lenguaje coloquial,
llano y asequible con el que se pasa del “yo” al “nosotros”.

Con el desarrollismo y el fin del aislamiento que trajeron consigo los años sesenta, se inicia un leve porceso de apertura
y, también, de renovación formal. Aunque no se abandona el testimonio crítico, los poetas abordan una transformación
del lenguaje, haciéndolo más elaborado y retórico y los temas se orientan preferentemente hacia lo personal (la infancia,
el amor, la familia...) a veces filtrados por el humor o la ironía. Se trata de una poesía escéptica, que asume su
incapacidad para cambiar la realidad, de modo que se centra en lo cotidiano e íntimo. Los autores más significativos son
Ángel González (Áspero mundo), Jaime Gil de Biedma (Las personas del verbo), José Ángel Valente (A modo de
esperanza), María Victoria Atencia (El coleccionista) y Claudio Rodríguez (Conjuros).

Este proceso de renovación y la tímida apertura exterior que se estaba dando en el país son determinantes para que, a
finales de los años sesenta, surja un grupo (reunido en torno a una antología poética: Nueve novísimos poetas españoles,
1970) denominado los “novísimos”, que recoge los postulados de los poetas de Cántico y rompe definitivamente con la
literatura social para abrazar una poesía estetizante y decadente que, por otro lado, dé cabida a otras modalidades
artísticas como el cine o el cómic, la música pop o la publicidad. Entre estos poetas se pueden mencionar a Pere
Gimferrer, Leopoldo María Panero, Antonio Carvajal, Ana María Moix, entre muchos más.
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7. EL TEATRO DESDE 1939 HASTA NUESTROS DÍAS

El teatro desde 1939 hasta nuestros días: tendencias [teatro de humor, realista y vanguardista], autores y obras
representativos.

Durante la Guerra Civil el teatro fue un instrumento utilizado en uno y otro bando como arma de agitación política: la
Guerrillas del Teatro republicanas o el Teatro de la Falange son prueba de ello. No obstante, el teatro acusa más que
ningún otro género las consecuencias de la dictadura y el aislamiento y la pobreza de la sociedad española de posguerra.

Los años cuarenta se caracterizan por la continuidad de las tendencias que ya triunfaban antes de la guerra,
especialmente al drama burgués al estilo de Benavente, sin apenas sentido crítico y defensor de los valores más
conservadores. Este teatro es cultivado por autores como Pemán, Calvo Sotelo o Luca de Tena, afines a las convenciones
y sin problemas con la censura. No deja de haber, sin embargo, algunos intentos renovadores, centrados en el teatro de
humor. Así, Miguel Mihura (Tres sombreros de copa), autor de un teatro cercano al del absurdo, siempre plasma cierta
intencionalidad crítica y acentúa aún más las características inverosímiles de la acción. Muy próxima en el tratamiento
del absurdo, pero impregnado de un humor intelectual, está la obra de Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un
almendro, Cuatro corazones con freno y marcha atrás).

En los años cincuenta surge y se desarrolla la llamada “generación realista”. Se trata de un grupo coherente, de ideología
izquierdista, cuyo objetivo es la crítica de la realidad española de su época a través de una estética predominantemente
realista. Se trata de un teatro poco innovador desde el punto de vista formal, por cuanto los autores se preocupaban
más del contenido y el mensaje, buscando la identificación del público con los personajes. Destacan entre todos ellos
Antonio Buero Vallejo, autor de dos de las obras fundamentales del teatro de posguerra: Historia de una escalera y El
tragaluz, en las que representa una línea de teatro crítico, con un papel primordial del diálogo y un lenguaje preciso y a
veces coloquial. Alfonso Sastre, por el contrario, concibe el teatro como un medio de concienciación y agitación, que
ponga de manifiesto las relaciones entre individuo y sociedad y la necesidad de un cambio social. Entre sus obras,
siempre trágicas, destacan Escuadra hacia la muerte y La sangre y la ceniza.

La tímida relajación de la censura y el comienzo del aperturismo provocaron la entrada en los años sesenta de un
movimiento de renovación caracterizado por un acercamiento al teatro extranjero y por la posibilidad de introducir un
teatro vanguardista que apenas pudo ver la luz hasta casi el final de la dictadura, por lo que se habla de un teatro
soterrado, que no llega a pisar las tablas. Muchos de los grupos vanguardistas creados en los sesenta se afianzan y
establecen en los setenta como grupos estables que, asentados sobre las premisas de la improvisación, la creación
colectiva, y la ruptura de las convenciones escénicas, cambiaron de un modo radical y duradero el teatro de nuestro
país. Esta renovación la desarrollan autores individuales como Francisco Nieva, Miguel Romero Esteo y, sobre todo,
Fernando Arrabal (Pic-Nic), creador del “teatro pánico”, que pretende unir lo absurdo con lo cruel; pero también grupos
independientes, que crean sus espectáculos de forma colectiva: Tábano, Els Joglars, La Cuadra de Sevilla, La Fura dels
Baus.

El fin de la dictadura trajo consigo una serie de expectativas para el teatro que, poco a poco, fueron decayendo. Devuelta
la libertad al creador, es el público, sin embargo, el que desecha los montajes más innovadores. Se tiende, por un lado,
al teatro institucional subvencionado, con grandes presupuestos y personal profesional, que a da a conocer nuestro
mejor teatro, clásico y contemporáneo. Por otro lado, surgen redes de festivales y ciclos de teatro, que ofrecen al púbico
un variopinto panorama de géneros, una oferta muy variada, pero poco novedosas en técnicas o renovación. Esta línea
más tradicional, basada en la importancia de los diálogos, es representada por autores como Antonio Gala (Anillos para
una dama), José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro), José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!), Fernando Fernán
Gómez (Las bicicletas son para el verano) o el reciente Juan Mayorga (El chico de la última fila).
Temas Literatura Selectividad. SGG. 9

8. LA POESÍA DESDE LOS AÑOS 70 A NUESTROS DÍAS

La poesía desde los años 70 a nuestros días: tendencias [poesía culturalista, de la experiencia y neovanguardista],
autores y obras representativos.

El fin del franquismo y la llegada de la democracia supusieron enormes cambios en la vida en las costumbres y en la
lengua poética. Sin embargo, las expectativas de la libertad y de novedades se fueron poco apoco desinflando, pues los
cambios no eran tantos ni tan radicales. Esto da lugar a cierta desorientación de los poetas y cierto desencanto. No hay
tampoco un proyecto estético colectivo que dé salida al formalismo propio de movimientos anteriores.

En los años 70, tras la revolución cultural del “mayo del 68”, irrumpe el grupo de los novísimos (Pere Gimferrer, Félix
de Azúa, Ana María Moix...) que aportan nuevos aires a la poesía, llenándola de mitos de la civilización moderna: el
cine, la música y la cultura pop, el cómic, el jazz y, en general, todas las manifestaciones culturales consideradas
marginales hasta entonces. Una tendencia muy particular dentro del grupo la constituyen los poetas culturalistas,
influidos por la poesía de Kavafis y por la estética decadente de Venecia.

Desde los años setenta, bajo el influjo de los novísimos, la poesía española presenta una gran variedad de tendencias,
tanto temática como estilística. Sin embargo, hubo un paso de la poesía novísima a otro de tipo más emocional, influida
por la tradición literaria y favorecida por las nuevas tendencias poéticas como:

▪ La poesía experimental, que recupera las técnicas experimentales vanguardistas, como el collage o los poemas visuales
(José Miguel Ullán).
▪ El culturalismo, poesía influida por el clasicismo grecolatino y la Edad Media, también se mexcla con la cultura popular,
el erotismo y la ironía (Antonio Colinas, Julio Martínez Mesanza, Blanca Andréu, Ana Rossetti).
▪ La poesía minimalista, que entronca con la poesía pura y se orienta hacia la indagación sobre el lenguaje, de modo
que se trata de una poesía muy depurada, exenta de adornos superfluos (Jaime Siles, Justo Navarro, Amparo Amorós)
▪ La poesía de la conciencia, concebida como acción social y política (Jorge Riechmann).
▪ El “realismo sucio”, próximo al anterior y bajo la influencia del “dirty realism” norteamericano (Pablo García Casado).

A partir de los años ochenta, el desencanto de los grandes ideales propio de la posmodernidad da lugar a un interés por
lo íntimo y lo individual en el que recobra importancia la estética y se busca un equilibrio entre la tradición y la novedad.
Los escritores de esta época leen a los poetas de medio siglo y rehumanizan la lírica con temas universales. De todas
ellas, sobresale la poesía de la experiencia, que vuelve la mirada a los asuntos más cotidianos del ser humano actual,
sobre todo del medio urbano, y lo hace con un estilo sobrio y coloquial. Autores representativos de esta poesía son
Felipe Benítez Reyes, Luis García Montero, Jon Juaristi o Andrés Trapiello.

Ya en la década de los noventa y principios del nuevo milenio se destaca la agudización del contraste entre la poesía de
la experiencia y la poesía del silencio. Ya a fines de los noventa, un grupo de poetas se agrupa bajo lo que ellos mismos
denominan poesía de la diferencia, con la que reivindican la independencia y libertad literarias. Dentro de esta
corriente, destacan los autores Antonio Rodríguez Jiménez, José Lupiáñez y Fernando de Villena.

El siglo XXI sigue con buena parte de estas tendencias, pero destaca en los últimos años la fuerza que ha tomado la lírica
a través, sobre todo, de los nuevos medios de comunicación, la música y las redes sociales. La poesía se ha convertido
en un fenómeno casi de masas y muchos poetas jóvenes son también influencers en internet. Es la llamada Poesía 2.0 y
entre los nombres que suenan con más fuerza están Defreds, Marwan o Elvira Sastre.
Temas Literatura Selectividad. SGG. 10

9. LA NOVELA DESDE 1975 HASTA NUESTROS DÍAS

La novela desde 1975 hasta nuestros días: tendencias [poemática, histórica y de memorias], autores y obras
representativos.

Tras la muerte de Franco, la vida cultural y literaria experimenta una considerable transformación: desaparece la
censura, se recuperan a los autores exiliados, y se produce una apertura hacia la literatura extranjera –europea,
norteamericana y latinoamericana, fundamentalmente–. La literatura española de las últimas décadas son la variedad
temática y estética, la diversidad de tendencias y corrientes literarias y la proliferación de autores.

Hacia 1975, empieza a publicar una nueva promoción de novelistas, que reacciona contra la complejidad experimental,
por lo que se produce un viraje hacia la concepción realista de la novela. Se habla de realismo renovado, en el que la
obra clave será La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza. Se reivindica el placer de narrar, es decir, el relato
con intriga, la aventura, el enredo, los amoríos. Por lo general vuelven a la concepción clásica, se narra una única acción
y de forma lineal, así que la trama y el argumento son el eje. Algunos títulos relevantes son: Los delitos insignificantes
de Álvaro Pombo, Luna de lobos de Julio Llamazares, La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza o Las edades de
Lulú de Almudena Grandes.

En la actualidad se observa una gran libertad y diversidad de tendencias:

a. Novela de intriga y policíaca. En la década de los setenta se produce una invasión de traducciones de novela
negra europea y norteamericana. Los autores españoles adoptarán estos modelos y los adaptarán, y en otros casos los
transgredirán para servir a otros fines (Plenilunio de Antonio Muñoz Molina de Manuel Vázquez Montalbán o El
alquimista impaciente de Lorenzo Silva).

b. Novela lírica o poemática. El valor esencial es la calidad técnica con que está escrita, la búsqueda de la
perfección formal y la expresión íntima y emotiva. La lluvia amarilla de Julio Llamazares, Makbara de Juan Goytisolo o
El lápiz del carpintero de Manuel Rivas se adscriben a ella.

c. Novela histórica. Se trata de un tipo de narrativa muy valorado por los lectores, que viene a integrarse dentro
de una tendencia general europea. Se trata de un tipo de novela de gran precisión histórica que obliga al novelista a
documentarse sobre el período, acontecimientos y personajes. Pueden servirnos de ejemplos las novelas de Pérez-
Reverte, El capitán Alatriste, o Matilde Asensi, El último catón. Dentro de esta tendencia cabe citar aquella que se ocupa
de la reconstrucción de la historia de España desde la Guerra Civil a la actualidad. Se trata de obras como Los girasoles
ciegos de Alberto Méndez, Soldados de Salamina de Javier Cercas o La voz dormida de Dulce Chacón.

d. Metanovela. El narrador reflexiona sobre los aspectos teóricos de la novela que suele trasladar a la ficción
como tema o motivo del relato. Algunos ejemplos son El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite o El vano ayer de Isaac
Rosa.

e. Novela neorrealista o de la generación X. Este tipo de narrativa estuvo de moda durante los años que van
desde la caída del muro de Berlín (1989) hasta el 11 de septiembre de 2001. Su interés temático se centró en la
representación de la conducta de los entonces jóvenes adolescentes, sus salidas nocturnas en las grandes ciudades, el
uso y abuso de drogas, del sexo, del alcohol y de la música rock. Son obras representativas de esta tendencia Historias
del Kronen, de José Ángel Mañas, que la inauguró, o Héroes, de Ray Loriga.

f. Novela culturalista. En los últimos años han aparecido una serie de autores jóvenes que hacen una novela que
se ocupa de analizar y explicar diferentes aspectos de la cultura occidental desde unas posturas bastante eruditas. Es
lo que hace Juan Manuel de Prada con Las máscaras del héroe o La tempestad.

g. Novela reflexiva. Se trata de un tipo de narrativa en la que se difuminan las fronteras entre la novela y el
ensayo, pues da cauce a múltiples digresiones sobre las preocupaciones del autor, en un tono cercano a veces a lo
autobiográfico. Un ejemplo de ello es Sefarad de Antonio Muñoz Molina o Negra espalda del tiempo de Javier Marías.

El panorama actual, como puede deducirse, es muy plural y en él conviven diferentes tendencias que comparten el
mismo espacio. A la vez, conviven autores de diferentes generaciones y de clara orientación individualista.

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