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SERIE FIREBLOOD DRAGONS 10

RUBY DIXON
DARK FIRE

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Índice
Argumento ........................................................................................................................ 4
Parte I ............................................................................................................................... 5
Capítulo 1 ...................................................................................................................... 5
Capítulo 2 .................................................................................................................... 15
Capítulo 3 .................................................................................................................... 23
Capítulo 4 .................................................................................................................... 28
Capítulo 5 .................................................................................................................... 33
Capítulo 6 .................................................................................................................... 37
Capítulo 7 .................................................................................................................... 41
Capítulo 8 .................................................................................................................... 47
Capítulo 9 .................................................................................................................... 52
Capítulo 10 .................................................................................................................. 55
Capítulo 11 .................................................................................................................. 59
Capítulo 12 .................................................................................................................. 64
Capítulo 13 .................................................................................................................. 67
Capítulo 14 .................................................................................................................. 68
Capítulo 15 .................................................................................................................. 73
Capítulo 16 .................................................................................................................. 84
Parte II ............................................................................................................................ 95
Capítulo 17 .................................................................................................................. 95
Capítulo 18 ................................................................................................................ 104
Capítulo 19 ................................................................................................................ 111
Capítulo 20 ................................................................................................................ 123
Capítulo 21 ................................................................................................................ 127
Capítulo 22 ................................................................................................................ 130
Capítulo 23 ................................................................................................................ 141
Capítulo 24 ................................................................................................................ 154
Capítulo 25 ................................................................................................................ 159
Capítulo 26 ................................................................................................................ 165
Capítulo 27 ................................................................................................................ 168
Capítulo 28 ................................................................................................................ 171
Parte III ......................................................................................................................... 172
Capítulo 29 ................................................................................................................ 172

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Capítulo 30 ................................................................................................................ 175


Capítulo 31 ................................................................................................................ 179
Capítulo 32 ................................................................................................................ 185
Capítulo 33 ................................................................................................................ 195
Capítulo 34 ................................................................................................................ 200
Capítulo 35 ................................................................................................................ 213
Capítulo 36 ................................................................................................................ 222
Capítulo 37 ................................................................................................................ 225
Epílogo.......................................................................................................................... 229

∗∗∗∗∗∗∗

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Argumento
Azar ha tomado el control de Fort Dallas. Gobierna con total autoridad y todos se inclinan
ante él.

Todos excepto una mujer. Melina, la médica del fuerte. No importa lo que él ofrezca, ella se
niega a ceder. Un buen hombre sabría que debe dejar de exigir. Por desgracia para Melina,
Azar no es un buen hombre.

∗∗∗∗∗∗∗

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Parte I
Capítulo 1

(Si vuestro libro empieza aquí, y necesitáis notas sobre el contenido, por favor, desplazaros
hacia atrás -Ruby)
MELINA
“Creo que estás libre para irte” le digo cariñosamente a mi último paciente en la clínica. No
hay mayor alivio que cuando un paciente enfermo puede salir por su propio pie. Sonrío al
desconocido, satisfecha de que haya recuperado algo de peso y se sienta mejor. Me hace
sentir que he hecho mi trabajo. Como si estuviera haciendo un cambio en el After. Es una
buena sensación.
Incluso si se trata del irritante y extraño hombre que llaman Azar.
Recojo mi labor de punto y el feo hilo, sólo para tener algo con lo que mantener las manos
ocupadas mientras Azar se pone su numerosa ropa. Aunque es pleno verano y todo está
estancado y hace calor, insiste en ponerse capa tras capa de ropa. Su piel es la más blanca
que he visto nunca, y su pelo también. Si no fuera por el extraño color dorado de sus ojos,
pensaría que tiene uno o dos genes recesivos que han mutado. Así las cosas, no estoy del
todo segura de que sea humano, pero no voy a hacer preguntas. Mi trabajo es arreglarlo y
enviarle a que siga su camino.
Se pone un abrigo largo sobre la camisa de manga larga y unos pantalones igual de largos,
y luego se trenza el pelo largo y se lo mete bajo la gorra de béisbol. "¿Será suficiente esta
ropa?", pregunta, volviéndose hacia mí. "¿Se la pondría un humano normal?"
Qué forma más rara de expresarse. Desconcertada, termino el punto en el que estoy y dejo
las agujas. "¿Qué quieres decir?"
"¿Están demasiado quemadas para hacerme parecer... normal?" La voz de Azar es educada
mientras se pone delante de mí, con capas a pesar de que hoy hace más de cien grados. No
lo entiendo, pero sé, por haberle atendido en las últimas semanas, que tiene calor, como si
tuviera constantemente una fiebre que no puedo curar. He tirado tres preciosos
termómetros antes de darme cuenta de que el problema no eran ellos, sino él. Me sigue
preocupando que tenga algún tipo de cáncer que haga que su sistema se vuelva loco, pero
si ese es el caso, no puedo hacer nada por él de todos modos.
Así que estudio su ropa. "Todavía tienen algunos bordes quemados, pero creo que son
utilizables. A estas alturas, todo el mundo utiliza la ropa hasta que se pudre", digo. "No son

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exactamente una mercancía que se pueda reemplazar fácilmente. Así que sí, sigue
utilizándolas".
Me mira fijamente. "¿Es por eso que vas vestida tal y como lo haces? ¿Porque careces de
ropa adecuada?"
Después de semanas de lidiar con Azar y sus extrañas y puntillosas preguntas, no me
ofendo. No estoy segura de si fueron sus heridas o si es el After lo que le hace un poco
peculiar, pero a estas alturas todos somos un poco raros. Así que me río y desvío la atención.
"Por mucho que me gustaría pavonearme con vestidos elegantes y montones de joyas, me
alegro de tener ropa limpia". Palmeo el uniforme de la milicia que llevo puesto. Es feo y
abultado y me queda mal en el trasero, pero es ropa. La mayor parte de mis escasos fondos
se destinan al trueque de más suministros médicos. "Por eso estoy tejiendo en mi tiempo
libre".
Esos extraños ojos dorados se dirigen a las agujas y al hilo que tengo en la mano. "¿Estás
haciendo vestidos elegantes?"
En cierto modo, me recuerda un poco al comandante Data de aquella vieja serie espacial,
con su espeluznante piel blanca y todo. "No", digo con cuidado. "Estoy haciendo bufandas
para el invierno y pañales extra para las madres que vienen". Puedo cambiar mis artículos
de punto por ropa cuando lo necesite.
"¿Pero usarías vestidos elegantes como tu preferencia si pudieras?"
Me encojo de hombros. "¿Quién no lo haría? Siento debilidad por la ropa bonita, como
cualquier mujer".
Azar asiente pensativo, como si archivara esta información. Me mira fijamente durante
tanto tiempo que la piel se me eriza incómodamente. Le ignoro. Como mujer sola en el After,
aprendes a intentar ignorar mucho de lo que hacen los hombres. Es como si el Apocalipsis
les hubiera dado permiso para ser unos gilipollas de mierda constantemente. Azar puede
ser cortante y desagradable con los demás, pero suele ser educado conmigo. Espero
sinceramente que eso no cambie.
Sin embargo, sigue mirando fijamente. Vuelvo a levantar la vista de mi tejido. "¿Qué?"
"Tú eres la sanadora aquí, ¿no?" Se sienta frente a mí y hace una leve mueca de dolor al
sentarse. Sé que su piel está tensa en ciertos puntos y sensible donde se quemó. También
sé que se curó más rápido de lo que cualquier humano debería haberse curado de ese tipo
de heridas, pero... dragones en el cielo. Los dragones en el cielo anulan todos los
argumentos lógicos. Hace un gesto hacia mi clínica vacía. "¿Por qué tu gente no protege un
bien tan preciado?"
Y... aquí lo tenemos. Es otra versión de "Oye, guapa, parece que estás sola y necesitas un
papito". Vuelvo con mi labor. "Si eres tú el que intenta armarse de valor para violarme, que
sepas que te castraré mientras duermes".
Se ríe, el sonido es duro y agudo. "Sólo estoy evaluando este lugar. Aprendiendo lo que
necesito para apoderarme de él".

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"Claro que sí". Vuelvo a mover las agujas, decidida a ignorarle. "A menos que vayas a
pagarme por mis servicios, es hora de que te mande a paseo. Mi clínica no puede permitirse
mantener a gorrones. Fue un placer conocerte, Azar. Espero que tengas una vida
encantadora, de verdad".
"¿Eso es todo lo que obtengo? ¿Después de pasar semanas juntos?" Sus palabras son
acusadoras.
"Sí". He aprendido por las malas que cuando los hombres se ponen posesivos, lo mejor es
neutralizarlos. Lo ignoro, mi expresión es tranquila. "Tú eres un paciente. Yo soy una
sanadora. Te he curado, ahora ya no eres mi paciente. Así es el círculo de la vida".
"Pero tu clínica... ¿es pobre?" Hay una nota calculadora en su voz.
Levanto la vista y noto que se inclina hacia mí. En cualquier otro hombre, sería amenazante
y prepotente, pero he limpiado el culo de este hombre durante semanas cuando no podía
cuidar de sí mismo. Sigue estando débil como un gatito. Simplemente no es bueno con los
límites. Así que me inclino, irritada, y prácticamente me pongo en su cara. "Escucha. No
me importa si piensas que mi clínica es pobre. Es la mejor clínica del estado. Demonios,
podría ser la única clínica que queda en el estado. Así que coge lo que puedas conseguir y
di: 'Gracias, Melina' y sigue tu camino, ¿de acuerdo?"
Me sonríe. No es una sonrisa cómoda, al igual que la mano con la que se acaricia la barbilla
resulta algo amenazante en lugar de contemplativo. "Gracias, Melina", repite como un loro.
"Y no estoy tratando de ofenderte. Estoy tratando de averiguar tu precio".
Aprieto la mandíbula. "No te voy a chupar la polla, no importa lo que me ofrezcas". De
verdad, qué puto descaro el de este hombre blanco.
"Me malinterpretas", dice Azar en voz baja, continuando a acariciar su barbilla demasiado
pálida con sus dedos demasiado pálidos. Sus uñas son tan antinaturales como el resto de
su cuerpo, cortas y sin filo, y gruesas como cascos de caballo. "Voy a recorrer esta ciudad
cuando salga de aquí..."
"Bien por ti, amigo", le digo socarronamente, sin retroceder ni un centímetro.
"... y voy a determinar la forma más fácil de tomarla", dice, todo confianza. "Dentro de una
semana, este será mi fuerte, mi pueblo. Se inclinarán ante mí".
Me cuesta todo lo que tengo para no poner los ojos en blanco. "Me parece un sueño febril".
"Tal vez". Sus extraños ojos brillan. "Pero cuando la ciudad sea mía, necesitaré una
consorte".
¿Es a eso a lo que lleva esto? ¿Quiere una mujer a su lado? "Tentador, pero no".
Azar hace un gesto hacia mi clínica. "¿Qué pasaría si llenara esto de todo lo que necesitas?
¿Y si te diera hermosas ropas y joyas? ¿Vendrías de buena gana a mi cama?"
"Todavía no".
"Di tu precio, entonces".

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Este hombre me está cabreando. Lo fulmino con la mirada, ya no estoy jugando. Ya es


bastante difícil vivir en el After, doblemente difícil cuando eres una mujer negra. A los
hombres no les gusta aceptar un "no" como respuesta, pero yo puedo manejarme. Hay un
cuchillo cerca y no dudaré en utilizarlo si no se va a la mierda con esto. "No sé quién te ha
dado la impresión de que estoy en venta. No lo estoy. Así que deja de preguntar, porque la
respuesta siempre será no. Y si intentas algo, te castraré, joder".
Su labio se curva. "No necesito violar. Mi consorte debe estar dispuesta. Ella mostrará a la
gente de aquí que soy uno de ellos. Ella cimentará mi lugar como señor de este... tugurio".
Lanza una mano al aire, indicando la ciudad. "Llevo un tiempo en vuestro mundo y he
decidido que es mejor reinar sobre la basura que no reinar". Se pone en pie. "Así que dime
tu precio".
"Vete a la mierda", digo, colocando mis agujas de tejer en forma de arma y apuntándole.
"No estoy en venta".
La sonrisa que me dedica es fría y despiadada. "Todo el mundo está en venta. Simplemente
no hemos calculado tu precio todavía, mi consorte".

∗∗∗∗∗∗∗
UNA SEMANA DESPUÉS, Azar ataca la ciudad con seis Dragones a sus órdenes.
Me había olvidado de sus locuras. He oído tantas tonterías de la gente a lo largo de los años,
gente que ya no puede conseguir sus medicamentos para la salud mental, o gente a la que
la Grieta, o todo lo que ha venido después, le ha roto la mente. Hoy en día estamos todos
un poco locos, así que cuando un hombre débil y recién curado habla de cómo va a tomar
el fuerte, lo descarto como una tontería.
No me río cuando los Dragones llenan los cielos y las alarmas llenan el aire de la ciudad.
Es un mal día para los Dragones, y eso me preocupa un poco. Tengo los ataques (que
siempre siguen un patrón) marcados en un viejo calendario, y planifico mis días en torno a
ellos, como hace todo el mundo en Fort Dallas. Sabemos que cuando suenan las alarmas,
es hora de ponerse a cubierto. Al final, no importa que sea el día equivocado. En el momento
en que las alarmas suenan en el fuerte, me pongo en acción.
CIERRO las puertas de la clínica para proteger mis preciosos medicamentos y equipos del
fuego de los Dragones. No cierro las puertas, porque los Dragones no pueden utilizarlas de
todos modos, y alguien más podría necesitar refugio. Una vez aseguradas, me escondo
dentro de un archivador metálico que me protegerá de lo peor de las llamas, con una manta
cubriendo mis hombros y mi cabeza. Me acurruco dentro y espero. Espero el olor a
quemado, los gritos y el inevitable conocimiento de que mi clínica se llenará de nuevo y no
podré salvar a todo el mundo ni aliviar su dolor.
Para distraerme, repaso mentalmente mis provisiones. Mis reservas de vendas y gasas son
escasas, pero he hervido algunos trapos, los he cortado en tiras y los he guardado en una
bolsa de plástico, así que deberían ser más o menos estériles. Mis reservas de aloe vera son
escasas, al igual que las de ibuprofeno y naproxeno. Lo mejor que voy a poder hacer es
poner agua fría en cuencos o cubos y hacer que la gente moje los miembros afectados para

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aliviar las quemaduras. Si alguien llega con quemaduras irreversibles... bueno, también
tengo un medicamento para eso.
Estoy tan ocupada con mis planes mentales que no me doy cuenta de que todo está en
silencio hasta que se abre la puerta de la clínica.
Sin moverme, abro una puerta del armario y me asomo.
Es Azar, con un aspecto más saludable que cuando se fue.
En cierto modo, me sorprende y no me sorprende al mismo tiempo. Es un extraño que sale
de la nada, con los mismos extraños ojos de oro puro que el compañero Dragón de Claudia,
Kael. Pretende ser humano, pero ¿verlo al mando de una flota de Dragones? Todo encaja.
Me doy cuenta de ello cuando entra en mi clínica como si fuera el dueño, con un abrigo
largo y fluido de cuero pálido. Lleva una gorra de béisbol en la cabeza, pero hay algo en la
falta de miedo en su postura que lo confirma.
Azar no es humano. Ha estado fingiendo serlo y yo he ignorado las señales. El ataque de
los Dragones... él es responsable de alguna manera.
El odio florece en mi corazón cuando se acerca al pequeño escritorio donde guardo los
registros de mis pacientes en un viejo cuaderno. Lo coge y lo hojea, apoyándose en mi
escritorio. "Sé que estás aquí, mi mascota. Puedo olerte".
Apretando la mandíbula, salgo del armario y me mantengo erguida, mirándole fijamente.
"No eres humano, ¿verdad?"
Pasa su mano por una página, tocando mi letra. "No lo soy. Me preguntaba cuánto tardarías
en darte cuenta. Parece que los humanos ven lo que quieren ver, en lugar de lo que tienen
ante sus ojos". Me sonríe y cierra mi cuaderno de bitácora, dejándolo sobre la mesa. "Estás
tan encantadora como siempre. ¿Me has echado de menos?"
"No", le digo entre dientes. "¿Trajiste esos Dragones aquí?"
Azar asiente. "Son míos. Yo los controlo".
"¿Estás aquí para... destruir a todo el mundo?" Me imagino mentalmente el caos que va a
causar. Mi clínica no es lo suficientemente grande, y no tengo los suministros. Oh Dios,
esto va a ser brutal. "¿Así es como pagas a los que te acogieron y te cuidaron?"
Su boca se curva, dura y quebradiza. "¿Es eso lo que crees? ¿Que estaba completamente
indefenso hasta que viniste y pusiste tus suaves manos y frotaste tus ungüentos en mi piel?
¿Que si me dabas de comer tu espantosa comida -y la comida de tu fuerte es espantosa,
por cierto- que llegaría a tener gratitud por este lugar?" Se ríe. "En todo caso, me ha
convencido de lo correcto de mis acciones más que nunca".
"¿Acciones?"
La sonrisa que me dedica es tan fría como amplia. "Este lugar necesita un gobernante.
Tengo la intención de asumirlo".
¿Qué?

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Me siento aturdida en silencio. Fort Dallas ha pasado por algunos problemas recientemente,
ya que cuando Claudia se emparejó con un Dragón, éste acabó comiéndose al último
alcalde. La milicia que dirige la ciudad se ha peleado para decidir quién debe ocupar su
lugar. Me mantengo al margen de todo esto porque sé que quienquiera que esté al mando
será un imbécil ávido de poder. Todos lo son. Cada vez que cambia el liderazgo, tengo que
establecer de nuevo las directrices para dirigir mi clínica.
Como si alguien se fuera a presentar para dirigir una clínica que no sea yo. Sin embargo,
alguien tiene que cuidar a los enfermos.
Miro a Azar mientras me sonríe. "Crees que eres el hombre para ese trabajo, ¿eh?"
"Como has señalado, no soy un hombre". Se quita la gorra de béisbol que oculta su pelo,
sacudiéndolo y dejando al descubierto su longitud enmarañada y pálida. "Pero, sí. Soy un
líder, y la gente de aquí necesita desesperadamente ser guiada".
"Eres un desconocido. Nadie te quiere al mando". Los Fuertes son extremadamente
xenófobos en el After, y odian a los forasteros. No es que esto sea un buen argumento para
alguien que pretende hacerse al mando, pero siento que debo decir algo.
"No voy a preguntar", comenta Azar, con voz sedosa mientras me mira. "Cuando ves a un
paciente inconsciente y sangrando, ¿le preguntas si está bien que lo atiendas? ¿O
simplemente te pones a trabajar?"
"No es lo mismo".
"¿No lo es?" Extiende una mano, señalando la destartalada ciudad. "Cuando miro a mi
alrededor, veo gente que necesita desesperadamente orientación. Estarán agradecidos de
tenerme".
Aprieto la mandíbula y vuelvo a sacudir la cabeza. Doy un paso atrás y busco uno de los
bisturíes que están cerca de mi bandeja de cirugía. "¿Por qué estás aquí en mi clínica? ¿Has
venido a presumir? Porque no me interesa".
Azar frunce el ceño, como si no entendiera por qué estoy frustrada con él. "¿Por qué? Ya te
lo he dicho. Estoy conquistando este lugar, y he venido a ofrecerte el puesto de mi consorte".
Está soñando. Dejo que mi incredulidad se refleje en mi cara. "Vete a la mierda".
"¿Eso es un no?"
"Es un nunca".
Su sonrisa se vuelve fría y astuta. "Esa es una palabra que no deberías usar, mi mascota.
Todo el mundo tiene un precio, y nunca es un tiempo tan largo".
Sacudo la cabeza. "Hay mujeres más guapas en la ciudad. Ve a buscar a alguien que esté
dispuesta".
"Pero tú eres la que quiero". Me hace un gesto, con su mano larga y elegante. "Seré un
compañero benévolo para ti. Espera y verás".

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Este hombre no pilla la indirecta. Me pongo una mano en la cadera, con cuidado de
enseñarle el bisturí. "Ya he tenido suficientes hombres "benévolos" para toda una vida,
gracias. No quiero tener nada que ver contigo ni con tus planes. Lo que quiero es que salgas
de mi maldita clínica".
Azar se limita a sonreírme, como si no hablara. "Puedo ser paciente. Espera y verás". Se da
la vuelta y se va, y yo me siento débil de alivio. Me arrastro de nuevo al armario y me
escondo, esperando a que los Dragones se vayan, y temblando de terror.
Que los hombres exijan mi cuerpo no es algo nuevo. Le pasa a todas las mujeres en el After.
La mayoría sólo quiere probar algo que no se les permite tener, y si mi cuchillo no los
ahuyenta, mi indiferencia suele hacerlo. He matado a un hombre que no aceptaba un no
por respuesta, y lo volveré a hacer si es necesario. Pero hay algo en Azar que me da
escalofríos.
Sospecho que no se le dice que no muy a menudo... y no estoy segura de que lo haya tomado
como una respuesta.

∗∗∗∗∗∗∗
TODO CAMBIA en Fort Dallas tras el regreso de Azar. Me escondo durante horas, pero
cuando por fin se apagan las alarmas de los Dragones, un rápido vistazo a la puerta me
muestra que hay un dragón sentado encima de la barricada de coches desguazados que
rodea Fort Dallas. Alarmada, vuelvo a cerrar la puerta y me escondo durante el resto de la
noche.
A la mañana siguiente, me despiertan unos golpes en la puerta de la clínica. Es la milicia,
con sus uniformes de camuflaje, aunque no reconozco a los soldados. Me dicen que ha
entrado un nuevo líder en Fort Dallas y que, por la seguridad de todos, todos deben
permanecer dentro de sus casas durante el día.
"Si tienes problemas, puedes hablar con el nuevo líder, Lord Azar", me dice el soldado.
Así que se puso al mando después de todo. Y nadie ha acudido a mi consulta, así que o
bien no ha dolido, o no queda nadie vivo. "Estoy bien, gracias", les digo, y vuelvo a cerrar
las puertas con fuerza. Tampoco me fío de la milicia. Me paso el día con una única persiana
metálica levantada para contemplar la ciudad, bebiendo lo último que me queda de agua y
sudando en el calor agobiante. Veo más Dragones en la barricada que rodea la ciudad, pero
los únicos que caminan por las calles son los propios milicianos, rifles en mano. Podría
abrir más ventanas para que entre la brisa, pero los Dragones tan cercanos me tienen
inquieta. Han estado tranquilos encima de la barricada, pero tampoco han estado nunca
tan cerca de la ciudad. Prácticamente puedo ver las escamas individuales que brillan en la
piel de cada Dragón, y es aterrador. Si atacan desde tan cerca, nos asarán vivos en nuestras
casas.
Duermo en uno de los catres como siempre, y cuando me despierto a la mañana siguiente,
suena la alarma de "todo despejado" -tres ráfagas cortas-. Eso significa que todo el mundo
está a salvo y que podemos volver a salir de los edificios. Miro el calendario: hoy es un día
de ataque de Dragones. Eso significa que esta mañana un Dragón rojo va a sobrevolar,
incendiar todo y atacar, y luego volver a volar con la misma rapidez.

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Pero vuelve a sonar el "todo despejado" y frunzo el ceño. ¿Está Azar intentando que maten
a todo el mundo en este Fuerte? Conocemos los patrones aquí mejor que él. Me acerco a la
ventana, cierro los postigos de nuevo y espero.
Para cuando el sol está en lo alto del cielo y el sofocante día parece asar Fort Dallas, me
asomo a la puerta. Los Dragones siguen encima de la barricada, con las alas plegadas.
Tranquilos. Esta mañana no ha habido ningún ataque. Al asomarme al exterior, veo a
algunas otras personas que asoman la cabeza y miran a su alrededor. Un joven hispano
que no parece tener edad para conducir lleva un uniforme de la milicia y su rifle colgado
del hombro. Le hago un gesto para que se acerque.
Es Antonio, de dos calles más allá. Su madre dirige el comedor social que da de comer a la
milicia y el año pasado tuvo un dedo mal infectado que le arreglé. Le sonrío amistosamente
y me limpio el sudor de la frente. "¿Cuándo te alistaste?"
Me sonríe, ajustando su gorra militar. "Lord Azar invitó a unirse a todos los hombres
dispuestos a seguirle".
¿Lo ha hecho? "¿Cómo que consiguió el control?" Pregunto, haciendo que mi tono sea
curioso en lugar de amargo. "¿Qué pasó?"
"Nada", me dice Antonio. "Apareció y dijo que tenía Dragones, y que si queríamos estar
seguros, podíamos seguirle". Se encoge de hombros. "Simplemente intervino y se puso al
mando. Nadie discutió en absoluto".
Observo los enormes Dragones posados sobre las ruinas de la ciudad como las mayores
gárgolas del mundo. Es difícil discutir con alguien que ha traído un grupo de Dragones.
"¿Qué quieres decir con que "él los tiene"? ¿Por qué no están atacando?"
Antonio sonríe. "Lord Azar los controla. Dice que no pueden hacer nada sin su permiso".
"Como... ¿mascotas?"
El chico se encoge de nuevo de hombros. "Dice que no tendremos ningún ataque de
Dragones mientras estén aquí protegiéndonos. Nómadas, tampoco. Ahora somos el fuerte
más seguro que hay". Se endereza, claramente satisfecho con esto. "El Fuerte Dallas va a
ser diferente ahora".
"Ya veo que sí", digo. "Saluda a tu madre de mi parte". Levanto la barbilla hacia él. "Y corre
la voz de que sigo aquí. Si alguien está herido o lastimado, me ocuparé de él. No importa
quién esté al mando".
Antonio asiente. "Azar nos dijo que te cuidáramos especialmente". Ante mi mirada
incrédula, continúa. "Eres su dama. Tenemos que asegurarnos de que estás protegida
primero y todos los demás en segundo lugar".
Ese maldito hombre. Sonrío abiertamente a Antonio y empiezo a abrir las ventanas de mi
clínica para que entre la brisa.

∗∗∗∗∗∗∗

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A LA MAÑANA SIGUIENTE, cuando me asomo a la clínica, hay soldados apostados frente a


mis puertas. La furia arde en mi interior al verlos. Contengo mi ira y me acerco al más
cercano. No me gusta la ley. Especialmente no me gusta la ley porque no suele ser más que
hombres con grandes egos a los que les gusta blandir sus armas. Verlos apostados fuera
de mi clínica se siente como una violación personal. No sólo me siento vigilada, sino que
nadie va a venir a la clínica si siente que tiene que pasar por un guante de soldados.
"¿Hay algún problema?" Pregunto, manteniendo mi tono dulce.
Me asiente con la cabeza, todo respeto burlón. "Lord Azar nos envió a vigilar a su señora,
eso es todo". Me sonríe. "Quiere asegurarse de que estás a salvo".
La sonrisa de su cara me dice exactamente lo que cree que estoy haciendo con "Lord" Azar.
Me enfurece, pero me obligo a ignorarlo. Reñir con la persona que está en el poder no me
llevará a ninguna parte. Tengo dos opciones: ignorar las órdenes de Azar y enfrentarme a
él. Hay una tercera opción: puedo dejar el fuerte por completo, pero entonces la gente de
aquí estará abandonada y sin ayuda médica. Si alguien más sabe cómo atender las
necesidades médicas básicas o intervenir como comadrona aquí en el Fuerte, seguro que
no se ha ofrecido a prestar sus servicios.
Me siento obligada a quedarme. Y eso significa ignorar a los soldados en mi puerta. Así que
les doy un repaso rápido y añado: "Al menos guardad las armas para no asustar a nadie".
Se limitan a lanzarme miradas cómplices, desnudándome con la mirada. No importa que
lleve ropa vieja y remendada y que mi pelo esté tan seco y pida a gritos humedad que
probablemente podría usar mi trenza para barrer el suelo como una escoba. Para ellos soy
una mujer que se vende al Señor de este lugar.
Uf. Vuelvo a cerrar la puerta de la clínica y trato de no pensar en esos imbéciles.
No me sorprende del todo que nadie venga a la clínica este día. Yo tampoco lo haría.

∗∗∗∗∗∗∗
AL DÍA siguiente de que los soldados se presenten en mi puerta, no está previsto que
vuelvan a atacar los Dragones. Me atrevo a asomarme por mi ventana, levantando la
persiana metálica, y me doy cuenta de que otros hacen lo mismo. Hay asombro y alivio en
sus rostros, y sé que todos estamos pensando lo mismo. ¿Realmente Azar ahuyentó a los
Dragones salvajes? ¿Los que están sentados en la pared son sus mascotas domesticadas?
A pesar de la presencia de los soldados en mi puerta, mi clínica recibe algunas visitas.
Están las visitas habituales de las mujeres que trabajan en el prostíbulo cercano al cuartel,
que buscan anticonceptivos, y también recibo algunas más. Una de ellas es una mujer
embarazada que quiere escuchar los latidos de su bebé, y otra es un hombre que se ha
cortado un dedo mientras reparaba su tejado.
Todos hablan de Azar en términos elogiosos. Que realmente está aquí para proteger a la
gente de la fortaleza. Que está aquí para "salvarnos".
No les corrijo. Que piensen lo que les ayude a dormir por la noche.

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Estoy a punto de cerrar las puertas por hoy, ordenando la clínica, cuando uno de los
guardias empuja un carro de supermercado lleno de tarros y cajas. Me pongo en pie de un
salto, frunciendo el ceño. "¿Qué es esto?"
"Un regalo de Lord Azar para su consorte", me dice el sonriente guardia de la milicia (el
mismo de ayer). "Quiere asegurarse de que estás comiendo bien". Quita la tapa de una caja
y muestra una variedad de pastas frescas y una hogaza de pan de maíz, y luego las deja en
la mesa más cercana sin preguntar. Coge un termo de aspecto envejecido y me lo tiende.
"Sopa del día".
Ignoro el riego de mi boca y me estiro tanto como puedo. "No he pedido limosnas. Mis
clientes me pagan lo suficiente para salir adelante".
En realidad, no lo hacen. Les pido que paguen lo que puedan, y la mayoría no puede. Vivo
de los raros clientes que traen un ciervo muerto y hacen cecina con él, o de las cosas que
consigo tejer. Siempre tengo hambre, y Dios, esta comida se ve y huele increíble. Pero si me
lo llevo, ¿qué mensaje se envía? Así que cierro con cuidado la caja de plástico llena de pan
(¿cómo demonios ha conseguido pan?) y se la tiendo al guardia. "Puedes llevarte todo esto.
No lo quiero".
"Nuestras órdenes son dejarlo, Lady Melina".
¿Lady Melina? Mis cejas se levantan. ¿Soy la "lady" de su "lord" aunque le haya dicho al
imbécil que se pierda? "No lo quiero", vuelvo a decir, pasando por delante de él y devolviendo
la comida al carro de la compra que trajo. "Puedes devolverlo todo. Son órdenes de su lady".
"Me temo que sólo respondemos ante Lord Azar". Ignora el carro y cierra la puerta tras de
sí, dejándome con la comida y un temperamento a punto de estallar.
Aprieto la mandíbula y miro fijamente la comida durante una hora antes de que me rinda
y me coma dos de los pasteles. Están secos y la harina es probablemente tan vieja como las
colinas, pero saben a comida de antes. Una ola de nostalgia y depresión me golpea y acabo
comiendo tres pasteles antes de volver a cerrar la caja. No sé qué hacer. Puedo decir que
no soy la consorte de Azar hasta que se me ponga la cara azul, pero si Azar dice que lo soy,
¿qué opción tengo? Soy una mujer, sé que los hombres son siempre los que tienen todo el
poder. Puede que hayan afirmado que éramos iguales en el Antes, pero en una sociedad
gobernada por Dragones, todo eso se ha ido por la ventana.
Siento como si estuviera traicionando a mi sexo, incluso mientras como la comida
abandonada. Sé que esto es sólo lo primero. Sé que no va a dejar que lo ignore para siempre,
y aún no sé cómo voy a poder salir de esto. Hace mucho tiempo que no tengo que usar mi
cuerpo para sobrevivir, y no tengo ganas de volver a perder el control de mi autonomía
corporal.
No hay muchas opciones para una mujer sola en el After.
Me meto en la boca otro panecillo de sabor rancio e intento no pensar en lo que Azar quiere
de su involuntaria "consorte".

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 2

MELINA
No me sorprende que al día siguiente aparezca una caja de joyas, junto con un soldado con
cara de niño y un uniforme nuevo. La milicia parece estar ganándose a la gente mucho más
rápido con Azar al mando en los últimos días que en todo el quinquenio del último alcalde,
lo cual es alarmante. Sin embargo, es fácil rechazar las joyas. No tiene sentido ninguna de
ellas. Son bonitas, sí. Los collares, los anillos y las pulseras brillan a la luz del sol y estoy
segura de que quedarían muy bien con un vestido de noche. ¿Pero en un Apocalipsis? Sólo
estorba. Ni siquiera es útil como moneda. Nadie quiere un anillo de rubí cuando no hay
papel higiénico. Nadie necesita una tiara con incrustaciones de diamantes cuando tus
"mejores" zapatos se sujetan con cinta adhesiva. ¿Si necesitas bienes? Más vale que tengas
algo para intercambiar. Las pilas con carga son importantes. La comida es importante. Las
balas y las armas son importantes.
Y jabón. Champú. Acondicionador. Algunos días creo que mataría por una crema hidratante
para el cabello.
Las joyas son fáciles de devolver. Toco las joyas -tan brillantes y limpias- y luego cierro la
caja y las devuelvo con el chico. Sé que no será lo último que Azar intente.
Sin embargo, el día siguiente es más difícil.
El chico vuelve, esta vez con una enorme bolsa de ropa rellena colgada al hombro y un
recipiente lleno de deliciosos alimentos recién cocinados. Esta vez, los panes son una
especie de pan empapado en miel y mezclado con canela, y hay un termo de chile de venado
espeso. Hace un calor infernal fuera, pero la carne fresca es un lujo, y decido que me quedo
con la comida. Dejo entrar al soldado, que inmediatamente deja la bolsa de ropa en uno de
los catres y abre la cremallera.
Me tambaleo al ver todas las hermosas telas que se derraman. Enseguida me doy cuenta
de lo mugrienta y desgastada que está mi ropa, de lo ajustada que está en el culo y de lo
áspera que es la tela. De las manchas que me rozan la nuca y de lo incómoda que es en
general. Es funcional y lo cubre todo, pero no es... bonita.
Y siempre he sentido una más que estúpida debilidad por la ropa bonita.
No tan estúpida como para ceder ante Azar, por supuesto. No soy idiota y haría falta algo
más que unos cuantos vestidos para convertirme en su consorte, pero eso no significa que
no pueda mirar. Saco el primer vestido y... es precioso. Una gasa de color amarillo pálido
con escote y tirantes de cintas se extiende hasta mis brazos. Tiene capas y capas en las
faldas, y el busto es poco más que un fruncido desde el que todo el material fluye hacia

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abajo. Se ve limpio y femenino y delicado y completamente, absolutamente inadecuado para


la vida post-apocalíptica.
Pero aún lo quiero. Ferozmente.
Sin embargo, sofoco ese deseo y lo dejo a un lado, porque ningún vestido merece la pena
para lidiar con Azar. Pero me encanta la ropa. Me encanta cuando me queda bien, me
encanta cuando la tela cara cruje y se mueve contigo, y me encanta lo especial y hermosa
que me hace sentir. Es un sentimiento que creía que había desaparecido. La ropa en sí es
un lujo en el After, y cada trozo de tela se utiliza y reutiliza porque hemos perdido la
capacidad de producir ropa en masa. No sé qué pasará cuando los últimos trozos se pudran.
O mucha gente aprende a tejer o a usar un telar a toda prisa, o todos andaremos desnudos.
Hay un vestido rosa con volantes debajo del amarillo, y luego un atrevido vestido naranja
de satén brillante con una sola manga y un escote inclinado hacia los lados. Debajo de éste,
hay algo con suficiente encaje blanco como para ser un vestido de novia. Parece que alguien
ha asaltado una tienda de vestidos, y por mucho que me gustaría pavonearme con un
precioso vestido y sentirme guapa una vez más, no los necesito. Vuelvo a meter con cuidado
los vestidos en la bolsa de la ropa, cierro la cremallera y sacudo la cabeza. "No me voy a
vender a Azar por unos cuantos vestidos. Puedes devolverlos".
"Quiere saber qué quieres", suelta el soldado.
Oh, apuesto a que sí. Apuesto a que le encantaría una gran insinuación, pero no se la voy
a dar. Como muchas mujeres en el After, cuando la mierda golpea el ventilador, haces lo
que tienes que hacer para sobrevivir. Por aquel entonces, compartía la cama de un hombre
mayor que era bueno con la pistola, me conseguía comidas regulares y me mantenía a salvo
de las bandas itinerantes que violaban y asesinaban indiscriminadamente. Elegías tu
veneno, y yo elegí chuparle la polla a un gilipollas en lugar de chuparle la polla a una docena
de gilipollas. Sin embargo, en el momento en que pude liberarme de él, lo hice.
No pienso volver a esa situación nunca más. "Dile a tu jefe que quiero que se vaya a la
mierda".
El soldado balbucea. "No voy a hacer eso".
Doy otro mordisco al pan de miel, me encojo de hombros y tiro la bolsa de ropa por la
puerta, a los pies de los hombres que hacen guardia fuera. Al chico le digo: "A no ser que
estés herido, vete".
Se va, y me quedo sola con mis pensamientos furiosos y el sabor de la miel en la boca

∗∗∗∗∗∗∗
AZAR ES BUENO en este juego. Se lo reconozco.
Al día siguiente, aparece un nuevo soldado, éste con un carrito de la compra lleno de
medicamentos de una farmacia. Me muerdo el labio al ver los frascos de recetas que se
apilan dentro del carrito, porque podría hacer mucho bien con ellos. Naproxeno. Albuterol.
Amoxicilina. Epinefrina. Tres tipos de anticonceptivos y una pila de píldoras del día
después. No importa que estén caducadas. Si alguien está lo suficientemente mal, estoy

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dispuesta a arriesgarme a medicarlo. Suspiro con pesar ante las vendas, el alcohol y los
medicamentos para el resfriado. Puedo utilizar todo esto, pero sé que no viene sin
condiciones. No soy ingenua. Sé cómo funciona esto. Niego con la cabeza y me alejo del
carro. "Dile a Azar que si fuera un buen hombre, me daría estas cosas sin esperar nada.
Pero como lo hace, puedes devolverlas".
El soldado asiente con la cabeza y se lleva el carro, y supongo que eso es todo.
Sin embargo, más tarde esa noche, el soldado regresa y simplemente me entrega una nota.
La leo junto a la ventana, a la luz del sol de la tarde.
No soy un buen hombre.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral.

∗∗∗∗∗∗∗
EN EL ESPACIO DE UNA SEMANA, Azar pasa de conquistador a amado líder.
Es enfermizo, de verdad.
A pesar de la presencia de la milicia en mi puerta, la gente empieza a llegar de nuevo. Hay
los habituales sarpullidos y heridas leves. Alguien se rompió un dedo. Otro ha pisado un
clavo. Un bebé con cólicos. Les atiendo a todos con mis limitadas provisiones e intento no
enfadarme demasiado por el carro lleno de medicinas que rechacé hace unos días. No ha
habido más regalos después de eso. Me digo a mí misma que no es mi responsabilidad
venderme a Azar para que la gente tenga vendas limpias. Que no puedo poner el salvar a
toda una comunidad sobre mi espalda. Que si Azar realmente se preocupara por la gente
de este Fuerte, me habría dado todas esas medicinas para que pudiera hacer algo bueno
con ellas.
Pero Azar permanece en silencio. No se presenta en mi puerta para arengarme. No envía
más soldados con regalos, ni regalos de comida. Los soldados permanecen en mi puerta,
pero aparte de eso, las cosas vuelven a la normalidad. O... todo lo normal que puede ser
con seis Dragones silenciosos en lo alto de los muros de la fortaleza, vigilando todos
nuestros movimientos. Nunca atacan, y los otros ataques de los dragones cesan también.
Por supuesto, todo esto se atribuye al "genial" Lord Azar. Su nombre está en boca de todos
los que aparecen en mi puerta.
"Es increíble, ¿verdad?", exclama una mujer mientras le coso un corte en el dedo. Mantiene
su mano quieta para mí, sin mirarla mientras trabajo. No tenemos analgésicos ni anestesia,
así que tiene que aguantar. Le doy unos sorbos de whisky, le echo un trago en la profunda
herida y me pongo a trabajar. Debería agradecer que no me grite al oído, pero oírla alabar
a Azar me pone de los nervios. Ella balbucea sobre él mientras yo trabajo, limpiando la
sangre entre los puntos. "Nunca me he sentido tan segura aquí en el Fuerte. Los Dragones
han dejado de atacar, e incluso la propia milicia es más amable. Le he visto dos veces. Me
sonrió y me dijo que las mujeres tenían un lugar muy especial en su fortaleza y que todas
éramos valoradas. Eso me hizo sentir muy bien".

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"Mmm" Puedo imaginar el tipo de valor que cree que tenemos. Coños de oro y lenguas de
plata, todo listo para ser usado. "Quédate quieta, por favor"
"No sé cómo se las arregló para domesticar a esos Dragones", continúa. "Pero ya me he
parado varias veces frente a la barricada y ni siquiera miran en mi dirección. Se limitan a
mirar al frente con esos ojos grises que tienen. Cuando los ves así, son casi bonitos, ¿sabes?
¿Crees que les habla?"
"No me lo puedo imaginar". Limpio el último trozo de sangre y le pongo una gota de crema
antibiótica en la herida. Envuelvo un poco de tela esterilizada alrededor de los puntos y
trato de no notar que ya casi no me queda crema antibiótica ni retazos. Doy una última
palmadita a la envoltura antes de limpiarme las manos. "Ya estás bien".
La mujer admira su dedo y luego duda al mirarme. "No tengo nada que cambiar. Todavía
no".
"Está bien".
Se pone en pie. "Pero Lord Azar está cambiando este lugar. Él y sus Dragones domesticados
nos están protegiendo. Creo que vamos a entrar en una era de prosperidad con él al mando".
Se toca la mano. "Cuando tenga un poco de carne extra o algo de tela para intercambiar, la
traeré".
"Por supuesto", digo, aunque sé que no lo hará. Me he vuelto bastante buena para saber
quién volverá a pagar por mis servicios y quién no. No pasa nada. Estoy aquí para ayudar,
no para hacerme rica. Francamente, me alegraría que se fuera para no tener que escuchar
más efusividad sobre lo increíble que es "Lord Azar". Ya he escuchado mucho.
Lord Azar y sus Dragones domesticados, en efecto. Sé por haber pasado tiempo con Claudia
que son inteligentes. Tienen nombres. Pueden cambiar de forma. Son personas debajo de
esas enormes y asesinas formas doradas. No sé qué clase de trato tiene con esa gente para
que se queden sentados en la barricada así, tan tranquilos, pero es mejor que arrasar,
supongo. Pero sigo sin confiar en ellos.
Al igual que no confío en Azar.
La mujer murmura su agradecimiento y sale de la clínica. Inmediatamente me pongo a
limpiar el lugar, intentando no preocuparme por el estado del Fuerte. Después de todo, no
puedo cambiarlo. Lo único que puedo hacer es seguir la corriente y tratar de mantenerme
a flote. No han pasado ni dos minutos desde que mi paciente se va, y la puerta se abre de
nuevo. Me vuelvo, pensando que se ha olvidado de algo, sólo para ver entrar a dos soldados
de la milicia con las armas desplegadas.
"Buenos días", digo amablemente y señalo sus armas. "Voy a pedirles que las guarden antes
de poder ayudarles".
Ignoran mi petición. Uno se dirige a las puertas y le da la vuelta al cartel de "cerrado". El
otro se dirige a las ventanas que he abierto y cierra las persianas metálicas.
Se me seca la boca. Un escalofrío de miedo me recorre la columna vertebral, pero
permanezco erguida y rígida. "¿Qué es esto?"

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"Órdenes de Lord Azar", dice uno de los hombres. "La clínica debe permanecer cerrada hasta
nuevo aviso".
Aprieto la mandíbula. "La gente necesita mi ayuda. No hay nadie más en la ciudad que
proporcione asistencia médica".
Me ignoran, cerrando todas las ventanas y cerrando todas las puertas y armarios. Cuando
terminan, uno me hace un gesto con su pistola, indicando que yo también debo irme. Cruzo
los brazos sobre el pecho. "Yo vivo aquí".
"Ahora no. Lord Azar no quiere que nadie entre en esta clínica hasta que él dé el visto
bueno". Vuelve a señalar la puerta. "Si deseas hablar con Lord Azar, nos han dicho que te
acompañemos con seguridad hasta él". Y espera, observándome.
Aha. Así que eso es lo que es.
Azar se ha cansado de jugar a ser paciente. Ha intentado sobornarme, y ahora que la
zanahoria no ha funcionado, me toca el palo. Conozco este juego. ¿Cree que una mujer sola
no ha tenido que jugar para llegar a algún sitio en el After? Por favor. Sé exactamente lo
que está tramando. Recuperaré mi clínica siempre que le chupe la polla, o lo que sea que
le excite. La rabia caliente me atraviesa, porque tiene hombres con armas -y Dragones- y
no teme presionar a la gente para que haga lo que él quiere. No tengo elección en el asunto.
Puedo empacar mi clínica y dejar el Fuerte -y arriesgarme en las tierras salvajes infestadas
de Dragones- o puedo quedarme en el "seguro" Fuerte Dallas, bajo su pulgar y en su cama.
Por un momento, estoy tan llena de rabia caliente y abrasadora que podría gritar. Esta
clínica es todo lo que tengo. Es mía. He luchado por ella, con uñas y dientes, para llegar a
un lugar de respeto aquí en Fort Dallas. No tengo familia: murieron en la Grieta y en los
horribles meses posteriores. No tengo amigos, porque no se puede confiar en nadie en el
After. Todo lo que tengo es mi clínica, y he volcado todo lo que tengo en dirigirla, en dar
opciones a la gente, en trabajar para hacer de este mundo de mierda un lugar ligeramente
mejor.
¿Y este bastardo quiere quitarme lo único que tengo?
Con la mandíbula apretada, saludo con la cabeza a uno de los soldados y salgo furiosa de
mi clínica.
Acabemos con esto, entonces. Veamos qué parte de mi alma tengo que vender para seguir
haciendo mi trabajo y ayudando a la gente.

∗∗∗∗∗∗∗
MANTENGO LA CABEZA ALTA mientras avanzo a través del Fuerte Dallas, con los soldados
a mi espalda. Odio esto, porque parece que todo el mundo sabe lo que va a pasar a
continuación. Es como si me hubieran marcado una letra escarlata en el pecho, pero no
puedo hacer nada al respecto. En cambio, me finjo imperturbable. Estudio las calles que
algunos de los milicianos están limpiando, y alguien está quemando un montón de basura.
En siete largos años, nadie se ha molestado en limpiar los alrededores de Fort Dallas, y su
olor es un recordatorio constante de que la civilización ha caído. Ni siquiera puedo

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alegrarme de que alguien tome por fin el control y decida hacer de éste un lugar mejor,
porque esa persona es... Azar.
Los cuarteles del Fuerte están en los restos de un centro comercial convertido en viviendas.
No sé qué tiendas había aquí. Los carteles han sido arrastrados y destruidos, la superficie
de hormigón ha sido etiquetada y pintada una docena de veces. Se han colocado puertas
metálicas sobre las puertas y ventanas de cristal existentes, y se ha levantado una valla de
alambre de espino a su alrededor para mantener alejados al resto de los ciudadanos del
Fuerte Dallas. A poca distancia, asoma el antiguo aparcamiento, que ya no está lleno de
coches, sino de graneros improvisados para el ganado y las ovejas, y de tiendas en las que
los vendedores ambulantes venden productos rebuscados.
Los hombres me conducen más allá de la valla de alambre, señalando con la cabeza a los
guardias que hay allí, y luego hacia el otro extremo del centro comercial, en las antiguas
dependencias del alcalde. Una vez que entramos, todo tiene un aspecto muy diferente al
que yo esperaba. Las paredes están cubiertas de pinturas, ricas, hermosas y caras. Paso
por delante de un Monet, maravillada, al entrar. Hay mujeres limpiando el lugar y las
habitaciones están decoradas con muebles antiguos. Hay jarrones exquisitos sobre
pedestales y magníficas franjas de tela decoran las ventanas enrejadas. Es obvio que alguien
ha guardado objetos de un museo, pero verlo todo aquí es asombroso.
Me conducen a una sala con una enorme mesa de comedor, llena de vajilla azul y blanca.
En otra sala hay un piano de cola y varios instrumentos de distinto tipo. Hay otro guardia
en el vestíbulo y nos saluda con la cabeza cuando nos acercamos, señalando unas puertas
dobles que se añadieron en algún momento después de la Grieta. Las puertas se abren y
me quedo mirando la mayor biblioteca que he visto en mucho, mucho tiempo. Las
estanterías cubren todas las paredes, repletas de libros de todo tipo. Hay unos cuantos
candelabros con velas para iluminar el centro de la sala, encima de una gloriosa mesa de
madera antigua. Un globo terráqueo anticuado sobre un soporte está cerca. Sentado en un
extremo de la mesa, hojeando un libro infantil, está el propio Lord Azar.
Parece que ha abandonado toda pretensión de fingir ser humano. El largo y sedoso pelo
blanco y dorado de Azar fluye hacia atrás desde su frente, limpio y ordenado. Lleva una
túnica blanca suelta que le cubre desde el cuello hasta las muñecas, una creación que
nunca había visto antes, pero que obviamente fue hecha sólo para él. Tiene bordados en los
bordes de las mangas y un broche dorado en el cuello alto. Las gafas de sol han
desaparecido y sus ojos son totalmente dorados, sin rastro de pupila o esclerótica. Tiene
un aspecto de otro mundo, prácticamente élfico, y no sé cómo he podido pensar que era
humano.
Como dijo antes, sólo vemos lo que queremos ver, y a mí me da asco verlo.
Pasa otra página de su libro, sin apenas levantar la vista. "Podéis dejarnos, mis soldados.
Gracias por llevar a mi consorte a salvo hasta mí".
"Sí, Lord Azar". Uno tiene el valor de hacer una maldita reverencia antes de salir por la
puerta. Odio todo esto. Lo odio mucho. Sé hacia dónde se dirige esto, y creo que es lo que
más odio.

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Permanezco donde estoy, en silencio, en el extremo de la mesa. Las puertas se cierran detrás
de nosotros y nos quedamos solos Azar y yo. Él hojea otra página, mirando atentamente la
ilustración, y no me dice nada.
¿Quiere que hable yo primero? Bien, entonces. "Si esperas que me incline y me arrastre, no
lo haré".
Eso le hace levantar la vista. "Eres mi consorte. No espero que me obedezcas. Te he hecho
mi igual".
Resoplo, porque digo que es mentira. ¿Yo, su igual? "Si soy muy igual, ¿por qué has obligado
a cerrar mi clínica?"
Azar pasa otra página y luego cierra el libro, como si de alguna manera estuviera
interrumpiendo su precioso tiempo de lectura. "Intenté otras rutas. No funcionaron. Me
decanté por la que sí lo hizo".
"Estás forzando mi mano".
"No estoy forzando nada", dice, ladeando la cabeza hacia mí, estudiándome. "¿Hay cadenas
en tus muñecas? ¿Te arrastraron aquí sin querer?"
"Tus guardias armados..."
"Te escoltaron", dice fríamente. "Si hicieron más que eso, dilo y haré que los ejecuten".
Me quedo callado. Mataría a alguien, así de fácil. Sé que lo haría. Aprieto la mandíbula,
intentando luchar contra la ira que bulle en mí. "Me estás forzando", vuelvo a decir, con
toda la calma que puedo. "Los dos sabemos que lo haces. No te metas en líos conmigo".
Azar sonríe, mostrando unos dientes extrañamente parejos y blancos. "No estoy forzando
nada. Puedes darte la vuelta e irte ahora mismo. Puedes abandonar el Fuerte y no te
detendré. ¿Pero tu clínica? Me temo que no puedo dejar que continúe sin mi supervisión".
Mira el globo terráqueo cerca de su mano y estira la mano para tocar los trozos con cuidado.
"No es bueno que desafíes abiertamente mi voluntad, así que debe ser cerrada. Lo
entiendes".
"La verdad es que no lo hago", exclamo. "Explícamelo".
"Primero, dime qué son estas manchas marrones elevadas. ¿Por qué algunas son rosas y
verdes, y otras azules?" Pasa sus dedos por el globo terráqueo ligeramente, como lo haría
con un amante. "Hace días que tengo esto y todavía no puedo entender su significado".
¿Quiere hablar de esto ahora? "Es un mapa", le digo. "Algunos de los países son rosas y
otros verdes. Los trozos en relieve son montañas y elevaciones".
"Un mapa", repite, claramente fascinado. "¿Qué es todo este azul, entonces?" Sus dedos
rozan el Océano Pacífico.
"Es agua".
Su mirada se dirige a mí con sorpresa. "¿Agua? ¿Todo esto?"
Asiento con la cabeza. "Es el océano... ¿no tenéis océanos allá de dónde seáis?"

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Su expresión se muestra impenetrable y se encoge de hombros. "No importa. Ahora no estoy


allí, ¿verdad?". Los ojos de Azar son frías rendijas mientras me mira, sus manos se levantan
del globo. "Y aquí estás, enfadada conmigo porque te he puesto a raya. ¿Quieres saber por
qué no puedes dirigir tu clínica? Puedes, siempre que cumplas con tu papel".
"¿Como tu consorte?" Cuando asiente, dejo escapar una risa amarga. "Estás bromeando,
¿verdad?"
Azar me regala otra sonrisa con dientes. "La verdad es que no. He visto a las hembras de
este lugar. Tú eres la más hermosa. Son atractivas a la vista. Eres fuerte e inteligente y te
preocupas por tu gente. Todas estas son excelentes cualidades en una consorte. Si voy a
establecerme como Señor aquí, debo tener una Dama. He decidido que tú lo seas". Se sienta
más erguido. "Como líder aquí, debo tener lo mejor".
Quiero arrancarle la cara con las uñas.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 3

AZAR
Mis palabras le molestan. Bien. Las palabras son armas, destinadas a ser utilizadas para
ganar ventaja. Eso es lo que me enseñaron, y un buen Salorian utiliza todas sus lecciones.
Pero estoy contento. Por fin ha salido de su escondite, con la cabeza bien alta, dispuesta a
dar guerra.
Es absolutamente magnífica, la sanadora Melina. Me fascina. Desde que puso sus frías
manos sobre mi piel y me aseguró que todo iría bien -como si necesitara su ayuda para
curarme- estoy obsesionado. Este mundo ha contaminado mi mente, tanto como a
cualquiera de los Drakoni que se alborotan en los cielos. Un Salorian no necesita a nadie
más que al Imperio. Un Salorian no toma pareja, porque los vínculos con otros son una
debilidad. Los Salorian más fuertes son los que están solos y no necesitan a nadie.
No soy fuerte, no así. Porque han pasado años desde que me arrojaron a este mundo de
pesadilla, y empieza a parecer que me voy a quedar. No voy a perder la esperanza de volver
a mi mundo, pero si debo estar aquí, debo mezclarme con los que habitan esta tierra. Eso
significa llevar la ropa que ellos llevan, comer sus alimentos, y tal vez incluso tomar una
pareja.
Cómo se reirían los Drakoni. Bueno, lo harían si les quedara mente.
Nunca he pensado en tomar una compañera antes de estar abandonado aquí. No es algo
que haga mi gente. Los Salorian tienen parejas de apareamiento que son elegidas para
compartir sus fuegos, y su propósito es mantener nuestra línea fuerte. Pero ese no es mi
propósito. En cuanto a los Salorian, soy un señor menor, un líder de tropas de tierra,
prescindible e insignificante. Dudo que nadie en casa haya notado mi ausencia.
Pero aquí, aunque odie este lugar, hay oportunidades.
He aprovechado una oportunidad particular al tomar el control de este Fuerte. Debería
dejarlo así, pero el lado más oscuro y hambriento de mí quiere a Melina. El lado más grosero
de mí que debería ignorar tiene... necesidades. Necesidades que no había sentido antes de
que ella me tocara y su olor envolviera mis sentidos. Ya me había fijado en las hembras,
pero siempre he podido resistirlas. Eran interesantes, pero sin el suficiente encanto para
tentarme.
Hasta Melina.
Desde el momento en que abrí los ojos y la vi inclinada sobre mí, llena de tranquila
competencia y autoridad, mi espíritu se ha sentido inquieto. Mi polla se agita al pensar en

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ella. Su olor me persigue. Tengo sueños en los que me despierto con las sábanas mojadas,
la polla palpitando y vacía. Vuelvo a sentirme como un jovencito sin experiencia, y no me
gusta.
Como cualquier tipo de antojo, sé que la mejor manera de controlarlo es permitirme
probarlo. Los humanos de aquí toman parejas, y me vendría bien un asesor que me educara
tranquilamente sobre cómo funcionan las mentes de esta gente. Así que he tomado una
decisión. Melina será mi consorte, y gobernaremos juntos Fort Dallas.
Y compartirá mi cama. También lo he decidido, y mi polla se endurece bajo la túnica al
pensar en ello. En tocar su piel oscura y suave y enredar mis manos en sus gruesos rizos.
En respirar su aroma hasta ahogarme en él. En separar sus muslos y...
"No puedes hablar en serio", me suelta, todo fuego y furia. Me encanta. Me encanta su furia,
porque su olor se eleva con su pasión, y me excita. "Si quieres una mujer, búscate una. No
me ofrezco para el puesto".
"Ya has sido elegida", le digo, manteniendo la voz fría. No quiero que se entere de mi
agitación interior, de cómo incluso ahora me hormiguean los dedos por la necesidad de
tocarla. "Deberías sentirte halagada".
"Vete a la mierda. No me siento halagada. Quiero recuperar mi clínica". Sus fosas nasales
se encienden con rabia indignada. "¡No tienes derecho!"
"Este es mi Fuerte ahora", digo suavemente. "Tengo todo el derecho".
Se aparta el pelo de la cara, con la rabia que hierve en sus ojos oscuros. "No puedes declarar
que soy tu consorte. No puedes decidir eso".
"¿Oh? ¿Las guerras terminan de manera diferente aquí en este mundo?" Fingí inocencia.
"¿Los vencedores no se llevan el botín?"
Observo cómo aprieta la mandíbula y me encanta su fuego. No parece darse cuenta de que
le han quitado todas sus opciones. He sido paciente hasta ahora. Le he ofrecido las cosas
que mencionó, y cuando eso no ha provocado ninguna reacción, me he visto obligado a ser
implacable con ella. Al final se dará cuenta de que no tiene ninguna opción. En verdad, esta
conversación me ha divertido más que la toma del Fuerte, incluso, y es una señal de cosas
buenas por venir.
"¿Es eso lo que soy?" pregunta Melina con voz mortecina. "¿Tu botín?"
Chasqueo la lengua. "Estás luchando contra lo inevitable, mi belleza. Esta fortaleza no
quiere ocuparse de sí misma. Prácticamente se arrojaron a mis pies cuando aparecí con
mis Drakoni". Hago un gesto a mi alrededor. "Pido cosas y me las traen. Con gratitud, debo
añadir. Si les digo que te quiero a ti, ¿cuántos de ellos crees que te sujetarán en mi cama
por mí, sonriendo todo el tiempo?" Dejo que eso lo asimile, y luego añado con una nota
suave: "Pero no quiero eso, por supuesto".
"Quieres que esté dispuesta". Las palabras de Melina no tienen tonalidad, con los brazos
cruzados sobre el pecho en ese feo traje que lleva. "Porque el gran líder tiene que hacer ver

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que todos quieren lamerle el culo. Porque si peleo contigo, empiezan a preguntarse qué es
lo que te pasa, ¿no? Y no podemos hacer que eso pase".
Su mente es aguda e inteligente. Me gusta que vea cosas que no digo en voz alta y me las
diga. Será una compañera inteligente... si tengo que tomar una, claro. Así que inclino la
cabeza. "Seré un buen señor para este Fuerte y para ti..."
Pone los ojos en blanco, como si lo que estoy diciendo fuera totalmente absurdo, y me
sorprende ligeramente esa respuesta. "Todos los hombres con algo de poder piensan la
misma mierda. Bien. Me quieres dispuesta, ¿es eso? Y si no estoy dispuesta, ¿cuál es el
siguiente paso? ¿Vas a traer a mujeres y niños aquí y torturarlos delante de mí hasta que
acceda a chuparos la polla?"
...¿ha dicho chupar?
¿Es eso lo que la gente hace cuando están juntos en privado? Mi educación Salorian no me
ha preparado para ese concepto. Me aclaro la garganta para ocultar que sus palabras me
han desconcertado. "Me estás dando ideas, y sabes que no deberías, mi adorable..."
"No soy tu adorable", enfurece Melina. "Y déjame adivinar, mi otra opción es irme, ¿verdad?"
"En realidad me temo que ya hemos pasado ese punto", digo con voz suave. "Utilizaría a
mis Drakoni y te traería de vuelta". Sobre todo ahora que ha dicho lo de chuparme la polla.
"Hemos descubierto que tienes un precio. Vamos a concretar los detalles, ¿de acuerdo?"
Sus fosas nasales se ensanchan de pura furia y, por un momento, sospecho que va a cruzar
la mesa y atacarme. Es como un polluelo que sisea y escupe, y aprecio cada gruñido que
hace, sabiendo que está furiosa y que, sin embargo, está a punto de ceder, oh, tan
absolutamente bella. "Bien", dice Melina. "¿Quieres hablar del precio? Hablemos del precio".
Saca la silla del otro extremo de la mesa y se sienta con un fuerte golpe, mirándome
amargamente.
"En primer lugar, quiero cenar", dice con voz aguda. "Una buena. Estoy cansada de devolver
todo. ¿Quieres quedarte conmigo? Te va a costar una fortuna. Quiero vestidos. Quiero joyas.
Quiero un baño cada noche con agua caliente, con jabón recién hecho. Quiero productos
para el cabello. Necesito champú y desenredante. Necesito gorros y bufandas y un peine de
dientes anchos. Quiero zapatos de la talla adecuada. Quiero sábanas limpias para mi cama,
aunque tenga tu lamentable culo en ella". Y ella curva ligeramente su labio hacia mí.
Estoy totalmente encantado con este giro de los acontecimientos. "Lo tendrás".
"No te emociones demasiado. Esto es sólo empezar". Golpea una delicada uña sobre la mesa,
señalando la nada. "Y si soy la consorte de esta fortaleza, entonces tienes que hacer que
sea un lugar del que esté orgullosa, o nadie va a creer que estoy contigo. Así que así es
como va a ser".
¿Cómo va a ser? Me asombra su ferocidad. Asombrado, y más que un poco divertido. Pensé
que anunciaría su rendición, y en su lugar vino con una lista de demandas. Sabía que era
perfecta para ser mi consorte. No hay ninguna mujer más fuerte y más inteligente que

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pueda encontrarse en esta fortaleza, o incluso en todo el mundo. No es de extrañar que me


haga querer romper todas las reglas por las que vive un Salorian.
Pero si no hay otros Salorian aquí, ¿pueden realmente juzgarme por querer mezclarme?
Sin embargo, ya sé la respuesta y decido ignorarla. En su lugar, escucho a Melina dictar
cómo cree que debo dirigir el Fuerte. Todo el mundo necesita tener acceso a algún tipo de
agua corriente, me dice. Pocos de los edificios que quedan en pie tienen agua corriente, lo
que aumenta la suciedad y las enfermedades de la ciudad y crea condiciones inseguras.
Quiere que cave letrinas para la gente y, en otro lugar, un sitio donde puedan obtener agua
fresca para beber y bañarse. Quiere crear un programa escolar para los niños, que necesitan
ser educados en la lectura, la escritura y las matemáticas para que no se pierdan los
conocimientos del pasado.
"Y tenemos que dar a las mujeres solteras un refugio seguro de algún tipo. Ahora mismo,
se ven obligadas a buscar protectores o a prostituirse para llevarse la comida a la boca.
Quiero que tengan otra opción que no sea esa. Tus tropas no las dejan ir a cazar por su
cuenta a menos que los sobornen, y por eso están atrapadas aquí sin otra forma de ganar
dinero que no sea sobre su espalda. No me importa si es un programa de agricultura, o de
enseñanza, o cualquier otra cosa, pero tienen que ser capaces de mantenerse por sí mismos
y no depender de la benevolencia de algún imbécil". Me lanza una mirada extremadamente
mordaz.
Todas son excelentes sugerencias para mejorar este lugar, y no soy tonto. Cuanto más feliz
y mejor sea este Fuerte, más próspero será. Se correrá la voz. Otros vendrán en busca de
seguridad y garantía, y los acogeremos a todos, haciendo crecer nuestro imperio. Melina es
sabia al darse cuenta de esto. Pero no puedo elogiarla demasiado rápido o pensará que soy
blando. Le arqueo una ceja burlona. "¿Debo tomar notas?"
Su mirada en respuesta es fulminante. "Te lo recordaré".
Inclino la cabeza. "Entonces sigue".
Lo hace. Melina me habla de la necesidad de mejorar los programas de jardinería y de
limpiar las calles. Que todo el mundo tiene que trabajar para construir una fortaleza mejor,
en lugar de sentarse a buscar las sobras. También quiere suministros para su clínica y
quiere un asistente. Quiere que su clínica sea su dominio, su reino, y que esté
completamente bajo su control. "Pido a la gente que me pague lo que pueda", me dice. "Y si
no pueden pagar, les sigo atendiendo. Si soy tu consorte, espero que me mantengas
abastecida. Si no pueden pagar, pueden trabajar cuando se sientan mejor. Pueden cultivar
el jardín, o limpiar, o cocinar en la cantina del cuartel. Pero quiero que todos sepan que la
clínica está abierta para ellos y que todos merecen un trato justo".
Le chasqueo la lengua. "¿Algo más?"
Melina se endereza, con la espalda rígida y orgullosa. "Estoy segura de que tendré más
luego, pero eso es todo por ahora".
"¿Y qué obtengo a cambio de esta lista de exigencias?" Levanto la palma de la mano,
haciendo un gesto.

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"Me tienes a mí", dice rotundamente. "Tienes a tu consorte. No te llevaré la contraria en


público. Seré tu mujercita de apoyo. Apoyaré tus ideas en público y te ayudaré a dirigir este
lugar. Y compartiré tu cama. A cambio, tendré mi clínica, y la gente de aquí tendrá una vida
mejor".
Sigue habiendo una expresión de amotinamiento en su rostro, como si no estuviera
contenta de tener que ceder ante mí. Pero no esperaba que lo estuviera. A Melina le gusta
hacer las cosas a su manera, y le va a molestar que yo tome las riendas. Sin embargo, al
final verá las cosas a mi manera. Se dará cuenta de que soy un líder fuerte e inteligente y
su reticencia desaparecerá.
Intento no parecer demasiado ansioso, manteniendo una expresión remota en mi rostro.
"¿Estás satisfecha con las negociaciones, entonces, mi mascota?"
Sus fosas nasales se agitan con desagrado. "No me llames así".
"¿Esta es la colina en la que eliges morir?" Le sonrío, totalmente divertido. "Si dijera que no
al agua limpia y a la escolarización, ¿seguirías chupándome la polla? ¿Pero no puedo
llamarte mi mascota?"
El disgusto en su cara crece. "Bien. ¿Sabes qué? Llámame como quieras. No me importa.
Dije que no te llevaría la contraria, y lo digo en serio". Una pequeña sonrisa apretada curva
su boca, como si le doliera físicamente hacerlo. "Seré tu mascota. Vale".
Por alguna razón, su fácil aceptación me decepciona. Me gusta mucho más su espíritu
ardiente que su frágil aceptación. "En ese caso, acepto tus condiciones. No te llamaré
mascota y pondré en práctica tus ideas. Los suministros médicos serán entregados a tu
clínica mañana y se reabrirás luego. Puedes pasar tus días allí, pero tus comidas deben ser
conmigo y tus noches deben ser en mi cama. ¿Entendido?"
Melina asiente. "¿Cuándo empezamos?"
Me pongo en pie, contento de que mis ropas oculten lo tiesa y dolorida que está mi polla.
"Le diré a los sirvientes que te preparen un baño. Quieres uno, ¿verdad? Un baño y una
cena. Y luego te espero en mi cama esta noche".
"Esta noche". Ella exhala la palabra, y por un momento, su rostro parece desgarrador. Sin
embargo, su expresión varía rápidamente y cambia de nuevo, quedando en blanco una vez
más. "Bien. Esta noche será".
"Quiero que me chupen la polla", digo, porque ahora es lo único en lo que puedo pensar.
Además, si me atiende, no se dará cuenta de lo lamentablemente inepto que soy en este
ámbito en particular.
"Bien", dice desganada y se pone en pie. "Yo también voy a querer un baño después".
Curioso. Tal vez sólo le gusta bañarse. "Muy bien".

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 4

(Se advierte a los lectores sensibles que este capítulo contiene un dudoso
consentimiento/quid pro quo).
AZAR

Paso las siguientes horas en mi biblioteca, mirando fotos de humanos acoplándose en libros
y en los tomos más endebles llamados "revistas". Muchas de ellas son extremadamente vagas
y no muestran la mecánica. Necesito uno de los "vídeos" de humanos que me muestre con
todo detalle lo que ocurre. Entrecierro los ojos ante una foto en la portada de un libro,
frunciendo el ceño mientras intento descifrar qué es exactamente lo que el macho le hace a la
hembra. Las caras de ambos parecen ridículas, y parece que el macho le está arrancando la
ropa como si le desagradara. ¿Se trata de una especie de ritual humano en el que la hembra
es expropiada? ¿Es una demostración de fuerza? ¿Qué? Miro el interior del libro, pero en éste
no hay imágenes, sólo un montón de pequeños garabatos negros que alguien me dijo una
vez que eran palabras habladas, pero escritas. Mi pueblo no tiene algo así, y me asombra la
gente de este mundo.
No tienen magia, ni tienen el don del habla mental, pero parece que tienen otros dones.
Aun así, preferiría volver a mi mundo, donde entiendo a todo el mundo. Donde no tenga
que averiguar cómo unir mi cuerpo al de una mujer.
Algo cosquillea en el fondo de mi mente. Los Drakoni cautivos que tengo en el muro están
en silencio, sus mentes dormidas. Este es nuevo. Un intruso, a juzgar por el loco revoloteo
de pensamientos que rozan los míos. Cierro los ojos y me concentro, esforzándome. En
casa, podría mantener cautivos a cien Drakoni a la vez, sin sudar. Doscientos, incluso. En
este extraño mundo, se necesita todo para mantener a los seis que tengo. El discurso mental
no funciona igual aquí que en casa. Hay una especie de interferencia profunda que hace
todo mucho más difícil, y por eso cuando envío un señuelo, es ignorado. El macho Drakoni
vuelve a salir de mi alcance tan rápido como entró, y frunzo el ceño al ver que he fracasado
en esto.
No estoy dando un buen ejemplo de Salorian. Tal vez he pasado tanto tiempo tratando de
integrarme que he corrompido lo que nos hace fuertes. Tal vez debería enviar a la hembra
lejos esta noche y recordar lo que un Salorian realmente necesita: nada. En lugar de
centrarme en los humanos de esta fortaleza y en la hermosa mujer de piel oscura que se
baña para complacerme, debería volcar mi fuerza en el interior, aprovechar mis reservas e
intentar desesperadamente contactar con alguien al otro lado de la Grieta, en mi mundo
natal.

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Decidido, archivo el libro con los apareados en la portada y abandono mi biblioteca por la
noche.
Uno de los criados me recibe en el vestíbulo. Va ataviado con los colores pálidos que he
insistido en que lleven los sirvientes de mi casa, ya que me recuerda a mi hogar y a los
sirvientes Drakoni que me esperan allí. "Lord Azar", dice, su expresión se ilumina. "Su cena
está casi lista..."
Levanto una mano para silenciarlo. La comida humana es otro elemento atractivo que un
verdadero Salorian evitaría. "No voy a comer esta noche", declaro. "Me retiraré a mis
aposentos y deseo que me dejen en paz".
El macho humano asiente con la cabeza. "Por supuesto".
Con un chasquido furioso de mi túnica, me dirijo a mis habitaciones. No estoy satisfecho
conmigo mismo. El cosquilleo en el fondo de mi mente vuelve, y envío otro señuelo mental,
pero es ignorado de nuevo, y sólo me irrita más. Aquí he estado tan satisfecho de no
haberme vuelto tan loco como los Drakoni, pero en cambio he sido corrompido por los
humanos y sus comidas y sus hermosas hembras.
O... una hermosa mujer en particular.
Cantará con victoria cuando sepa que he resuelto no tocarla, y el pensamiento se retuerce
en mis entrañas como la garra de un Dragón. Entonces, tal vez no se lo diga durante un
tiempo. Dejaré que se pregunte, y que sufra, sólo para recordarle que yo estoy al mando.
Decidido, avanzo por los pasillos y cierro las puertas de mis habitaciones tras de mí. El
interior está fresco y oscuro, con una sola vela encendida para poder ver. Es una luz que
no necesito, pero los sentidos humanos son mucho más ineficaces que los míos.
Y sentado en el borde de mi cama, esperando, está la hembra -Melina.
Su olor es diferente. Su aroma es fresco, con algo parecido a las flores y al jabón. Su pelo
grueso y rizado brilla a la luz de las velas, suelto alrededor de los hombros, y lleva un
extraño vestido con dos cuerdas que lo sujetan sobre los hombros y nada más.
Se pone en pie cuando entro y se me seca la boca. Mi polla traidora se endurece bajo la
túnica cuando se acerca, con los pies desnudos, y cruza el suelo hacia mí. Necesito hablar,
decirle que no vamos a hacer esto. Que he cambiado de opinión y he decidido abrazar mi
disciplina Salorian esta noche en lugar de a ella.
Pero las palabras no llegan. Permanezco en silencio, sin palabras, mientras la hermosa
criatura se mueve frente a mí. No me mira a los ojos, simplemente lleva sus manos a mi
cuello y desata los broches decorativos de mi ropa. Unos cuantos tirones más y luego me
quita la túnica del todo, dejándola caer al suelo a mis pies. No me molesto en llevar la ropa
interior que usan los humanos, por lo que mi polla sobresale obscenamente hacia ella, una
muestra evidente de mi deseo desenfrenado.
Habla, me reprendo mientras ella mira mi polla. Di algo.
Abro la boca... justo cuando ella cae de rodillas frente a mí. Me siento aturdido. ¿Esto está
sucediendo... ahora? Lo había exigido, pero de alguna manera pensé...

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No sé lo que pensaba. No sé cuáles eran mis expectativas. Estoy sorprendido hasta el fondo
en este momento. Mi polla se balancea de repente frente a su cara, frente a sus labios
carnosos, y recuerdo lo que dijo de llevarme a su boca.
Melina me escupe en la polla, lo que me repugna y me excita a la vez. Antes de que pueda
preguntar por qué, se inclina hacia delante y agarra mi miembro ahora mojado.
Un jadeo ahogado sale de mi apretada garganta. "Tú... espera..."
"No te voy a chupar la polla", me dice. "Tienes mi mano".
Apenas presto atención a sus palabras. Me pierdo en su tacto. Nunca había sentido algo
así. Cuando imaginé el celo con una hembra, pensé que tal vez se sentiría un poco como el
uso de mi mano-agradable, y conduce a una liberación satisfactoria. Incluso eso está mal
visto, a menos que seas uno de los pocos Salorian elegidos para ser criadores. Yo no soy
uno de los elegidos, porque mis líneas de sangre son mundanas y mi fuerza en el habla
mental es media. Me he tocado a mí mismo en el pasado, siempre de forma furtiva, siempre
sabiendo que tales acciones son débiles y están mal vistas.
Pero esto... su toque... es diferente. Esto es intenso y mientras sus manos recorren mis
genitales, no puedo pensar. Hay placer, sí, pero es abrumador y algo de esto se siente
extraño. No puedo pensar, no con su mano trabajando así, como si estuviera exprimiendo
mi espíritu a través de la cabeza de mi polla. "Espera", jadeo, mientras mi saco se tensa
bajo esos dedos masajeadores. "E-Espera..."
Pero no lo hace. Sólo mueve su mano más rápido, añadiendo presión en la punta. Vuelvo a
jadear, la liberación sale de mí antes de que pueda controlar la situación. Me corro en sus
dedos y ella se echa inmediatamente hacia atrás, limpiando mi chorro en su vestido.
"Caliente".
"Semilla", resoplo. "Fuego..."
"No importa", dice Melina, y continúa trabajando con su mano, inclinando mi polla para
que el resto de mi eyaculación salpique el frío suelo de baldosas. Mueve su mano hacia
arriba y hacia abajo, apretando y bombeando como si su objetivo fuera que cada pedazo de
mi semilla caiga al suelo, y yo me estremezco bajo sus atenciones.
Nunca he sentido... nada parecido. Me siento abrumado. Conmocionado. Asombrado.
Mortificado y fascinado al mismo tiempo, y aún más mortificado cuando me doy cuenta de
que se hizo en cuestión de segundos.
Me acerco a su barbilla, pero ella me aparta la mano.
Por primera vez, Melina me mira. Vuelve a escupir sobre mi polla, un poco de vapor se eleva
en el aire cuando su saliva más fría golpea la cabeza de mi polla, pero lo ignora, y sigue
subiendo y bajando su mano por mi eje, provocando escalofríos en mi cuerpo.
"Voy a contarte un pequeño secreto", me dice en voz baja y dura. Sus ojos están llenos de
odio mientras me mira, su mano ordeñando continuamente mi polla y haciéndome
estremecer. "Eres igual que cualquier otro hombre que se presenta aquí. Puede que te
rodees de arte y lleves túnicas impolutas y te enorgullezcas de lo alto y poderoso que eres,

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pero al final del día, estás usando el mismo puto libro de jugadas que todos los demás
hombres hacen ahí fuera. Dices que estás en esto para liderar la ciudad, pero ambos
sabemos que sólo estás aquí para mojar tu polla". Me da otro apretón en la polla, y no puedo
evitar la respiración entrecortada en respuesta. "Todo hombre con un poco de poder decide
que necesita utilizarlo para doblegar a las mujeres a su voluntad. Eso no te hace más
inteligente, Azar. Sólo te convierte en el mismo pequeño dictador de mierda que todos los
demás. No eres especial. Seguro que no aportas nada nuevo. Sólo te excita el poder que
ejerces sobre las mujeres y nos obligas a servirte". Ella inclina su cabeza, dando un último
apretón a mi polla. "¿He terminado aquí?"
La miro boquiabierto.
Asiente con la cabeza como si hubiera respondido a su pregunta. "Hemos terminado. La
próxima vez, avísame de que tu semilla está hirviendo para que pueda estar mejor
preparada". Con eso, se limpia la mano en su turno, se pone de pie y cruza la habitación,
dejándome desnudo y sin fuerzas, de pie frente a las salpicaduras de mi propia liberación.
Y me siento... avergonzado. Este debería haber sido mi mejor momento y en cambio me
siento como un monstruo.
Melina agita la mano y me doy cuenta de que tiene la palma roja. Sé que mi semilla la ha
quemado. Yo... debería haberlo sabido, pero no se me ocurrió. Los humanos no son tan
cálidos como mi gente. No son como los Drakoni, que nacen con fuego en las venas, ni como
mi gente, que canaliza sus fuegos hacia el interior.
"Te hice daño..."
"Estoy bien", dice, retrocediendo cuando me acerco a ella. "En el esquema de las cosas, he
tenido cosas peores". Se aparta, como si lo último que quisiera fuera que la tocara, y me
doy cuenta de lo poco que quería esto.
Pensé que después de negociar eso... no sé lo que pensé, de verdad. Tal vez que definiríamos
los términos de su rendición, como dos generales reunidos en un campo de batalla, y
entonces ella caería con gracia en mis brazos. En lugar de eso, me escupió la polla y la
sacudió con toda la excitación de la criada que limpia la ropa de los soldados del cuartel.
Por alguna razón, esperaba más entusiasmo. No una cesión a regañadientes que hace que
se me encoja la polla.

Recuerdo qué más dijo. Eres igual que todos los demás. Forzando a las mujeres a servirte.
En el esquema de las cosas, he tenido cosas peores.
Alguien más la ha... tocado. Ella ha masturbado la polla de otros que no quería. La
comprensión me tambalea. Alguien más ha dañado a mi consorte. Mi compañera.
No, me corrijo rápidamente. No es mi compañera. Los Drakoni toman compañeros. No soy
Drakoni. Soy un Salorian.
"¿Has servido en las camas de otros hombres?" Pregunto, con un tono quebradizo incluso
para mis propios oídos.
"¿Por qué te importa con tal de que te excite?" Su voz parece cansada mientras vuelve a la
cama, se echa una manta sobre los hombros y se aleja de mí, como si no pudiera soportar

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mi mirada. "¿Crees que una mujer llega muy lejos en este mundo sin usar las únicas armas
que tiene? Todos los hombres sois iguales. Sois felices aceptando una mamada y luego
apretáis las bolitas cuando descubrís que vuestra amante no es virgen".
Aprieto la mandíbula, intentando ordenar las emociones que pasan por mi cabeza. Me
enorgullezco de mi fría racionalidad, pero quizá este mundo también la ha contaminado.
No puedo pensar en nada más que en Melina apartando mi polla, ordeñándola mientras
tiro mi carga al suelo, y en la mirada de desagrado de sus hermosos ojos oscuros.
Cree que soy igual que ellos.
Me enfurece y me hace sentir impotente, dos emociones que no me gustan. Enfurecido, cojo
mi túnica del suelo, sin importarme si está salpicada de semillas o no, y salgo furioso de la
habitación.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 5

MELINA

Hecho.
Me he pasado de la raya. No debería haber actuado como lo hice. Debería haberle dejado
guiar, dejar que marcara el ritmo para poder ver exactamente lo que quería de mí. En lugar
de eso, me senté en mi baño perfumado y tibio y me enfurecí. ¿Cómo se atrevía? ¿Quería
un juguete para follar? Le daría un juguete para follar y dejaría que se diera cuenta de que
no es mejor que nadie. Acabaría con esto y esperaría que sintiera todo el desprecio que
rebosa en mi interior por la posición que me ha obligado a adoptar.
Soy un maldito idiota. Sé que se consiguen más moscas con miel que con vinagre. Sé que
debería ser más dulce con él, ya que controla todo y a todos en este puto fuerte. No me
sorprendería que me arrastrara fuera de aquí y me disparara, no después de la mirada que
me echó cuando me alejé. Puedo desviar algo de eso. ¿Escupir en su polla? Puedo decir que
fue para lubricar su eje para que pudiera trabajarlo... lo cual es cierto, pero también se
sintió bien escupirle.
¿Pero todas las palabras con las que lo regañé? ¿Diciéndole que no es mejor que cualquier
otro dictador insignificante? Eso fue todo por no saber cuándo cerrar mi maldita boca.
Azar no vuelve a "nuestros" aposentos y no sé qué hacer. La verdad es que si hace todo lo
que le hice prometer a cambio de tenerme en su cama, ¿cómo puedo decir que no? Esto es
como un matrimonio de conveniencia que tenían en todas esas viejas novelas de bolsillo,
donde ambas partes se casan por un objetivo común. ¿Valen más dos minutos en mi boca
que una escuela para los niños de aquí? ¿Tanto valoro mi lengua? Cualquier otra mujer del
Fuerte probablemente le chuparía la polla alegremente por lo que me ha ofrecido, y tuve
que putearle por hacerme sentir como... bueno, como una puta.
Demasiado para mi instinto de supervivencia. Aparentemente salió por la puerta junto con
mi sentido común.
Sigo odiándolo, pero puedo odiarlo y utilizarlo por lo que puede hacer por la gente del
Fuerte. Si todo lo que quiere es un tirón rápido (y vaya que fue más rápido de lo que
esperaba), puedo dejar de lado mi orgullo, ¿no?
Si no me mata, claro.
Me quedo en la cama un rato más, mirando al techo. ¿Limpio el semen que hay en el suelo,
o lo considerará como una disculpa que aún no estoy preparada a pedir? No puedo dormir,
así que decido que debo vestirme. Si van a ejecutarme, quiero estar bien vestida. Mi madre
siempre me decía que llevara unas braguitas limpias y bonitas cuando saliera de casa,

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porque si tenía un accidente, no quería que las bragas sucias de una abuela aparecieran
en la televisión. Así que me dirijo al armario que me han preparado y considero mis
opciones. No hay nada ni remotamente parecido a mi viejo y gastado uniforme. Todo lo que
hay en el armario es fluido, parecido a una princesa y precioso... y completamente
inapropiado para la vida en un apocalipsis.
Supongo que si va a matarme, caeré con un aspecto increíble.
Saco un vestido de una de las perchas y toco la tela. Es más gasa, esta vez de color gris
acero pálido con una falda asimétrica y un profundo cuello en pico. Las mangas son poco
más que gorros de volantes que flotan sobre mis hombros, y la falda termina en más
volantes aún, y decido que me encanta inmediatamente. Me visto, amando la forma en que
se desliza sobre mi cabeza, y luego voy al baño adjunto y juego con mi pelo. Por primera vez
en mucho tiempo, he podido lubricar mi cuero cabelludo, y mi pelo hidratado ya no parece
seco y encrespado. Hacía tanto tiempo que no tenía un buen pelo que agradezco el
encogimiento del día de lavado, sólo porque mi pelo se siente condenadamente bien. Está
suelto, limpio y aceitado y no puedo dejar de tocarlo. Me siento como una mujer nueva.
Bueno. Una nueva mujer atrapada en la misma mierda de siempre.
Trabajo mi pelo con los dedos hasta que los rizos parecen deliberados en lugar de
desordenados, y luego lo recojo para apilarlo sobre mi cabeza con una bonita pinza
enjoyada.
Si voy a caer, voy a caer luciendo como una estrella de cine.
Curioseo con los cosméticos que se han dispuesto, la mayoría de ellos todavía con los
envoltorios intactos. Están todos excesivamente caducados, pero no me importa. Me pongo
un poco de color de labios seco en la boca cuando llaman a la puerta de la habitación.
Bueno... eso no es una buena señal. Azar no golpearía en su propia habitación.
Mantengo la cabeza alta y abro la puerta, dirigiendo una mirada imperiosa al soldado que
está allí. "¿Sí?"
"Por favor, sígueme", dice. "Lord Azar ha solicitado su aparición en el patio".
En el patio. En medio de la noche. Así que así son las cosas, entonces. Debería correr.
Debería coger mi falda, coger la pistola de este hombre, y ver hasta dónde puedo llegar
antes de que me detengan. Pero no lo hago. Levanto más la barbilla y paso junto a él, por
el pasillo. Si voy a morir porque escupí en la polla de Azar, bueno, es una buena forma de
morir.
Sin embargo, en el momento en que salgo al "patio", me siento confusa. El patio es el antiguo
aparcamiento del centro comercial, con la hierba y la maleza que se colaba entre las grietas
eliminadas o pisoteadas para dejar una extensión desolada y vacía. En lugar de sólo Azar y
un pelotón de ejecución, veo fila tras fila a sus soldados, todos alineados. Algunos parecen
somnolientos, como si acabaran de levantarse de sus camas, y no todos sus uniformes
están limpios y ordenados. Sólo unos pocos llevan armas, y unos pocos llevan linternas
para iluminar la oscuridad.

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En las sombras de lo alto, algo brilla, y cuando miro hacia arriba, me doy cuenta de que
hay un Dragón cerca. Se ha desprendido de las paredes y se posa a poca distancia detrás
de los soldados.
"Bien", dice una voz familiar, adelantándose en un remolino de túnicas pálidas. "Aquí estás,
mi consorte".
Azar me tiende la mano mientras avanza en mi dirección. Confusa, pongo la mía en la suya.
Esto no es una ejecución. No sé lo que es, pero no es una ejecución. Sin embargo, recuerdo
lo suficiente como para ser su mujercita aduladora en público, así que me acerco a él
mientras coloca mi mano en su brazo de forma caballerosa. "No entiendo qué está pasando",
susurro. "¿Ha pasado algo?"
Me da unas palmaditas en la mano que tengo apoyada en su brazo, como si fuéramos un
viejo matrimonio. "He organizado esto para ti, mi amor. Míralos bien y avísame si está aquí".
Me siento confundida. "¿Si quién está aquí?"
Me mira desde arriba, y podría jurar que sus ojos parecen oscurecerse a la luz de la linterna.
"El que te hizo daño. Señálalo y me encargaré de él".
"¿Encargarte?" Repito.
Azar asiente, guiándome hacia la fila de soldados. "Con fuego, o con un rifle, o con una
tortura más grave si eso se ajusta a tus deseos. Solo tienes que señalarle y se lo haré pagar".
Sus palabras me dejan atónita. Le miro fijamente, sin saber qué pensar. Una parte de mí
se siente halagada de que quiera castigar a alguien que me haya maltratado. Una parte más
pequeña de mí está horrorizada porque podría señalar a cualquiera y él lo mataría, sin
hacer preguntas. Es una parte mucho más pequeña, sin embargo, y no sé cómo me siento
al respecto. No miro a los hombres, porque temo que si miro fijamente a uno durante
demasiado tiempo, él se lo tomará como una admisión de culpabilidad de alguien. En
cambio, me concentro en Azar. Arqueo una ceja. "¿De repente te preocupa que las mujeres
sean violadas por los hombres?"
"No", corrige él. "No me preocupa que nadie salga herido más que tú".
"Me hiciste daño", señalo en voz baja. "Antes. Al forzarme".
No corrige que en realidad no me obligó, que fui yo quien tomó, amargada y furiosa, el
control de la situación en el momento en que entró en la habitación. Él sabe lo que quiero
decir. Azar se limita a asentir de nuevo, mirando a sus hombres. "Lo sé. Y como no sé cómo
castigarme por esas cosas, me desquitaré con ellos en su lugar".
Oh. Le miro, pensativa. Quizá no sea tan horrible como espero. Quizá podamos llegar a
algún tipo de acuerdo después de todo, uno que no me haga sentir como una puta. Retiro
mi mano de su brazo y señalo las puertas. "Voy a volver a entrar. Esto es un ejercicio inútil".
Su expresión se vuelve gélida y me coge la muñeca. "¿No vas a señalar a tu atacante para
que pueda hacerte justicia?"

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Me libero de su asimiento y le miro fijamente. "Ese hombre no está aquí. Ya está muerto.
Lo maté en cuanto tuve la oportunidad". Y con eso, me doy la vuelta y me dirijo de nuevo a
los barracones, en dirección a las habitaciones privadas de Azar. Me pregunto si me seguirá.
Si va a insistir en más respuestas. Si va a intentar tocarme de nuevo.
Pero él no hace nada de eso, y yo vuelvo a la cama y me acuesto, completamente vestida.
No duermo. Mi mente está demasiado llena de confusión.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 6

AZAR

Dejo a Melina a su aire esa noche. Está asustada después de lo que ha pasado entre
nosotros, y no está segura de confiar en mí. Sin embargo, he jugado a este tipo de juegos
durante mucho tiempo. Sé cómo atraer a una mente inquieta, para ganar su confianza y
poder intervenir y tomar el control. Aunque no tengo planes de apoderarme de su mente -
me gusta demasiado su agudo ingenio y el aguijón de su lengua mordaz-, lo básico sigue
siendo lo mismo.
Ganarse su confianza. Averiguar lo que quiere y proporcionárselo. Una y otra vez, hasta
que ella venga corriendo a mí.
No la forzaré de nuevo. La próxima vez que nos toquemos, me instruiré en cómo asegurar
que una hembra reciba placer en la cama de su compañero. Me rogará que la toque y le dé
mi polla. La idea me excita, mucho más que su furioso disgusto cuando tocó mi polla antes.
Puedo ser paciente. Puedo lanzar mis señuelos y esperar.
Hojeo los libros humanos, fascinado y frustrado a la vez. Sospecho que contienen una gran
cantidad de conocimientos, pero no puedo leer su lenguaje y no puedo preguntar porque
pareceré débil. Así que miro las imágenes, esperando alguna chispa de entendimiento,
alguna pista sobre cómo debo proceder con Melina.
Sin embargo, no hay nada y me rindo al amanecer, dirigiéndome a mi mesa.
Los sirvientes se apresuran, ansiosos por complacer a pesar de lo temprano que es. Me
siento en la cabecera de la mesa y espero a que me sirvan. Me ponen delante vasos de agua
fresca y té caliente. Espero a que me pongan un plato de comida y, una vez que lo hacen,
me pongo una servilleta en el regazo y cojo uno de los cubiertos que usan los humanos.
Después de todo este tiempo, mis manos siguen siendo torpes, así que me aseguro de
utilizarlo con mucho cuidado. En el extremo opuesto de la mesa se ha colocado una silla
para mi consorte, pero no hay rastro de ella.
Me recuesto en mi silla y cojo el té caliente, dándole un sorbo. "¿Dónde está Melina?"
La sirvienta que espera cerca de la mesa tiembla. "Ella... la encontraré, mi señor". Sale
corriendo de la habitación, claramente aterrorizada por mí. Molesto por el retraso,
tamborileo con los dedos sobre la elegante mesa de madera. ¿No le especifiqué que debía
pasar todas sus comidas conmigo? ¿Me está evitando y rompiendo ya nuestro acuerdo? Mi
enfado aumenta a medida que pasan los momentos, hasta que percibo un olor familiar en
el pasillo, de jabón humano y piel suave. El crujido de las faldas anuncia la presencia de
Melina antes de que entre en la habitación.

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Me complace verla vestida como es debido. Su pelo, grueso y muy rizado, lo lleva sujeto con
dos pasadores enjoyados por encima de las orejas y se extiende hasta formar un moño
detrás de ellas. Lleva un vestido de color lavanda pálido que hace que su rica piel brille con
salud, y los ojos oscuros que me observan hasta que parpadean de emoción. "No tienes que
asustar a tu personal, Azar. Estaba en camino". Se vuelve hacia la temblorosa mujer que
está detrás de ella. "Gracias, Sylvia".
La hembra asiente y se aleja corriendo, volviendo unos instantes después con un plato para
mi consorte, así como con bebidas. Melina se acomoda las faldas mientras se sienta,
agradeciendo de nuevo a la hembra antes de centrar su atención en mí.
Cuando estamos a solas, la observo, pensativo. Esta mañana parece serena. No hay rastro
del enfado de anoche, ni de la amarga resignación con la que me tocó. Sus rasgos son
inexpresivos y suaves, como si se esforzara por ser la muñeca obediente que, de alguna
manera, cree que quiero. "Gracias por el desayuno".
Frunzo el ceño. "¿Por qué me das las gracias? Como mi consorte, las comidas son tu
derecho".
"¿Lo son?" Se encoge de hombros, con un movimiento elegante. "He aprendido a dar las
gracias cada vez que tengo la barriga llena, ya que no ocurre muy a menudo". Mira su plato
con interés. "Veo que has estado controlando el Fuerte".
"¿Controlando?"
Melina asiente con la cabeza y pincha un trozo de fruta en conserva. "Comes mejor que los
demás. Pero déjame adivinar, es porque tú estás al mando, ¿verdad? ¿Y deberías tener un
trato especial?"
Entorno los ojos hacia ella. Tiene razón, pero tengo la sensación de que si lo admito, estoy
perdiendo de alguna manera la batalla de las palabras, así que no digo nada. Doy unos
cuantos bocados con cuidado y, cuando empieza a comer, la sirvienta -Sylvia- se acerca y
le da a Melina una taza del maloliente café. Eso hace que se anime. Lo coge inmediatamente
y le da las gracias a la mujer, con el placer reflejado en su rostro.
Decido dirigir la conversación. "¿Por qué te alegras y agradeces la ayuda? ¿No es su
propósito servir? ¿Por qué reconocerla cuando simplemente está haciendo su trabajo?"
Melina me mira con el ceño fruncido, acunando esa taza de apestoso líquido caliente como
si fuera más valiosa que las ropas que le regalé. "Es una persona con sentimientos. ¿Por
qué no iba a agradecérselo?"
"¿Por qué importan sus sentimientos? Tiene un trabajo a cambio de una cama para dormir
y comida de mis cocinas. Está protegida porque ha elegido servir. ¿Por qué te importa lo
que ella piense de su trabajo, o de nosotros?"
Da un sorbo a su bebida, cierra los ojos en señal de placer y luego da otro sorbo antes de
dejarla sobre la mesa. "Porque el trato con el personal es importante. Ser amable y educado
importa".
"¿Por qué?" Siento verdadera curiosidad por saber por qué piensa esto.

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Melina se coloca la servilleta en el regazo, extendiéndola, y coge una de las tortitas del plato.
Confieso que me encanta su textura. Puede que sean mi comida humana favorita por su
dulzura esponjosa, tan diferente a todo lo que teníamos en casa. En lugar de utilizar el
tenedor, lo coge con los dedos y mordisquea el borde. "No sé cómo hacer para que valores
ser amable, así que vamos a intentar poner las cosas de forma que las entiendas. Digamos
que la ignoras y sólo le dices algo cuando estás de mal humor. ¿Qué pasa si ella se harta y
se va?".
Me encojo de hombros, sin entender realmente por qué esto es un problema. "Entonces es
una débil tonta al valorar sus sentimientos por encima de la seguridad".
Melina inclina la cabeza hacia mí, con expresión exasperada. "Azar".
"¿Qué?" Ante su mirada, busco una respuesta diferente. Me gusta que estemos conversando
así. Me gusta que me desafíe. Puede que no esté de acuerdo con su percepción de cómo
debería ser el mundo, pero aún así puedo descubrir cómo piensa y aplicarlo para entender
a otros humanos. "Bien. Si se frustrara y se fuera, yo... contrataría a otra persona para
hacer su trabajo, entonces".
Ella asiente lentamente, tomando otro bocado de tortitas. "¿Y si esa se va?"
"Contrato a otra".
"Y a otra", dice Melina. "Y a otra, y a otra, hasta que te quedes sin gente que te sirva. Se
correrá la voz de que es un trabajo miserable y nadie querrá hacerlo, y entonces te
encontrarás sin nadie que te ponga el plato delante y te trate como un rey. ¿Entonces qué
haces?"
Utilizaría mi control sobre los Drakoni y los amenazaría para que me sirvieran, pero no lo
digo en voz alta, porque sé que no le gustará esa respuesta.
"No te vas a servir a ti mismo", dice Melina con voz suave. "Ambos lo sabemos. Sin embargo,
piensa en todos los problemas que esto crearía. Cuando todo podría resolverse con una
simple y educada palabra". Ante mi silencio, me lanza una mirada incitadora. "¿Y bien?"
"Si todo lo que se necesita es una palabra educada para convencerla, entonces es más tonta
de lo que imaginaba", digo, pinchando mi comida con el tenedor.
Melina suspira con fuerza. "Olvídalo. No sé por qué me molesto".
Eso me hace fruncir el ceño. No me gusta que se haya rendido tan fácilmente. "Tendré... en
cuenta tu consejo", le digo. "Me alegro de que hayamos hablado de esto".
Parece un poco sorprendida por mi respuesta.
Creo que estamos avanzando en nuestra conversación. Tomo un bocado de comida y la
observo mientras come, luego digo: "Háblame del macho que mataste".
Melina se congela justo antes de que la taza de café llegue a sus labios. Puso una mirada
de presa de caza por un momento, rápidamente reemplazada por una expresión más
inexpresiva y remota. "¿Qué macho?"

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"Anoche me dijiste que el hombre en cuestión, el que dijiste que te había tocado, ya no vivía.
¿No es eso cierto?"
Toma otro sorbo de su bebida y luego coge el tenedor, picoteando algo de fruta en su plato.
"Eso no es algo de lo que me gusta hablar, y menos durante el desayuno".
"¿Es más bien un tema para la cena, entonces?" Le arqueo una ceja, imitando su expresión.
Melina se queda callada durante tanto tiempo que interrumpo lo que estoy haciendo,
esperando que me responda.
Ella sigue picoteando su comida, con una expresión vaga. "Es un tema del tipo 'no confío
en ti lo suficiente como para hablar de ello contigo', si somos sinceros. No fue un momento
divertido en mi vida y realmente no quiero contarlo ahora".
Frunzo el ceño. "Pero estamos teniendo una buena conversación. Estamos conociéndonos
el uno al otro. ¿No es esto lo que un hombre hace con su consorte?"
Melina juega con su comida y no dice nada.
¿Piensa ella que la considero una más del personal? ¿Es por eso que está tan indecisa? "Te
respeto", le digo, porque quiero que sus ojos vuelvan a brillar. Quiero que me hable con
entusiasmo en lugar de esa reticencia en su rostro. "No eres sólo una cosa para mí, Melina".
"Puede que me respetes, pero sigues obligándome a ir a tu cama", dice.
Obligar. Otra vez con el forzar. Como si la tuviera cogida del brazo, empujándola hacia mi
polla. "Aceptaste venir a mí voluntariamente. ¿Recuerdas?"
"Sí". Su sonrisa es tensa y poco sincera. "Me acuerdo. Y estoy dispuesta, no te preocupes.
Dije que sería tuya en todos los sentidos, y lo dije en serio. Cumpliré mi parte del trato".
"Pero no estarás ansiosa".
"Se puede forzar la obediencia, pero no el afán", replica, arrojando los restos de su tortita.
Vuelve a coger la taza de café y se la bebe de un trago, con la garganta trabajando.
Me doy cuenta de que está intentando acabar rápido para poder terminar conmigo. Frunzo
el ceño. "No voy a forzar nada. Haré que quieras estar allí, recuerda mis palabras".
Melina se pone en pie. "Buena suerte con eso". Se aleja de la mesa en un remolino de faldas,
dejándome atrás.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 7

AZAR

Debo encontrar una manera de atraer a Melina a mi cama.


El pensamiento se repita en mi cabeza una y otra vez mientras paso el día. Ahora que soy
el responsable del Fuerte, tengo una serie interminable de tareas que hay que completar,
preguntas que hay que responder, decisiones que hay que tomar. ¿Dónde quiero que cace
la milicia hoy? ¿Qué deben buscar? Las cocinas tienen pocas provisiones, ¿cómo vamos a
reponerlas? Los jardineros necesitan ayuda adicional. Las tuberías que llevan agua a los
barracones están atascadas. Hay rumores de nómadas al norte, en esta dirección.
Respondo a todas ellas. Tomo decisiones, porque eso es lo que hace un buen líder. Es obvio
para mí que estas personas no desean hacerse cargo de sí mismas. Quieren que otro tome
las decisiones. Alguien que les diga qué hacer, cómo sobrevivir. Alguien que les ayude a
prosperar, porque no pueden hacerlo por sí mismos.
Una mente Drakoni empuja a la mía, una hembra que se dirige a este territorio. Sus
pensamientos están inflamados, y si se acerca a la fortaleza, arruinará mis promesas de
seguridad. No soy delicado con ella: le hago estallar los sentidos con lo que soy y quién soy.
Un Salorian. Un peligro. Puedo sentir su chillido mental e inmediatamente cambia de
rumbo, su mente se aleja de la mía. Bien.
Si no hay nada más, tengo eso bajo control.
La situación con Melina, sin embargo, no la entiendo. Reflexiono sobre esto mientras paso
el día. Después de la cena, tendré que volver a consultar mis libros y revistas, pero no sé si
tendrán las respuestas que busco. Estoy fuera de mi zona de confort cuando se trata de
deseos físicos. Son cosas prohibidas para la mayoría de los Salorian, no sea que nos
corrompamos y nos convirtamos en Drakoni, todo pasión e ira. El control lo es todo, pero
cuando estoy cerca de Melina, mi control parece frágil en el mejor de los casos.
Para colmo, no puedo dejar de pensar en lo que sentí al tener su mano sobre mí. El recuerdo
es a la vez tentador y repugnante. El placer de su tacto y su puño apretado... combinado
con el desprecio y la aversión en su rostro. Quiero más del placer y nada del odio. ¿Pero
cómo? ¿A quién se lo pregunto?
Un Salorian no muestra sus vulnerabilidades a nadie.
Melina vuelve a unirse a mí para la cena, con el pelo despeinado y el vestido flácido por el
sudor. Ha sido un día caluroso, si es que hay que creer en la charla de los humanos, pero
el calor no me molesta. Los desiertos de mi mundo son abrasadores y esto me recuerda a
mi hogar. Los sirvientes se ofrecen a entrar y abanicarme durante la cena, pero declino.

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Como la deliciosa comida humana y observo a Melina, pero ella no tiene ganas de charlar
durante la cena. Se limita a meterse la comida en la boca con una determinación sombría,
termina rápidamente y se va.
Me siento irritado.
Pero le permito esta muestra de desafío. Después de todo, estoy domesticando a una
criatura gloriosa. No puedo esperar que coma de mi mano el primer día. ¿Dónde está el
desafío en eso? Me gusta su espíritu y no quiero romperlo. Así que le doy tiempo a solas,
retirándome a mi biblioteca con velas cuando se hace demasiado oscuro para leer con luz
natural. Cuando llega la hora de retirarse, me dirijo a mis aposentos.
Melina está allí, esperándome. Esta vez no está en la cama, ni lleva la endeble funda de la
noche anterior. En cambio, la cama está recién hecha, las sábanas perfectas. La ventana
está abierta, los feos postigos metálicos bajados y ella contempla las estrellas. En cuanto
entro, se pone en pie y señala la ventana. "Había mucho aire aquí, así que la he abierto.
Espero que no te moleste".
Me encojo de hombros, mirando su ropa. Todavía está completamente vestida.
Se lame los labios, acercándose a mí. "Anoche fue un desastre. Estaba disgustada y no
sabía lo que querías, y creo que los dos empezamos con mal pie". Su expresión es tranquila
mientras viene a pararse frente a mí. "Así que... dime qué quieres de mí y lo haré".
Como una sirvienta. Me servirá porque tiene que hacerlo. Y al igual que la cena de antes,
lo hará lo más rápido posible porque no puede ocultar su disgusto por estar en mi presencia.
Disimulo mi disgusto ante esa idea. "Me gustaría que durmiéramos en la misma cama.
Complacerá a la gente ver que mi consorte y yo compartimos cama, como hacen otras
parejas".
"O-kay", dice ella, arrastrando la palabra. "¿Qué hay de... tocar?"
"Te lo dije. Quiero tu voluntad. Si no la tengo, no me interesa". Dejo caer mi túnica al suelo
y me meto en la cama. "Buenas noches".
Prácticamente puedo sentir su confusión vibrando en el aire. Cierro los ojos y cruzo las
manos sobre el pecho, las mantas sueltas en la cintura. Normalmente duermo encima de
ellas, pero esto es otra cosa humana que estoy aprendiendo a hacer, igual que usar un
tenedor. Cierro los ojos, proyectando calma, y mientras tanto, le presto atención. Escucho
el deslizamiento de sus prendas cuando se mueve por el suelo. El movimiento de la ropa
cuando se pone algo nuevo y el hundimiento de la cama cuando se sube a ella. Las mantas
se mueven, y entonces ella se mete debajo de ellas, y se queda quieta. Su aroma llega a mi
nariz, tentador y dulce, su cuerpo está lo suficientemente cerca como para que yo pueda
ponerme encima de ella... pero lo que dije fue en serio.
No me interesa doblegarla a mi voluntad. La quiero tan majestuosa como es... pero de mi
lado.

∗∗∗∗∗∗∗

SEGUIMOS ASÍ durante varios días.

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Todas las noches, compartimos una comida. La mayoría de las veces es en silencio. Cada
vez que intento hablar con ella, me rechaza, comiendo tan rápido como puede antes de
levantarse para ir a bañarse y luego ponerse la ropa de cama. Cuando ambos nos retiramos
a dormir, es en la misma cama, pero en lados separados. Todo forma parte del plan. Quiero
que se acostumbre a mi presencia. Quiero que encuentre mi cercanía y mi presencia como
parte de su día normal. Que seamos compañeros. Al final se acostumbrará, y entonces
podré presionar para conseguir más.
Mientras tanto, pongo en marcha otros planes. Observo atentamente a mis hombres, y hay
algunos que he seleccionado como más inteligentes, más leales, más deseosos de complacer
que el resto. Llamo a cuatro de ellos una mañana y los invito a comer conmigo. El personal
prepara un banquete de comida y los hombres me miran con recelo, sin comer. Parecen
inquietos, y controlo un flash de fastidio por lo difícil que es a veces leer a los humanos.
Hago un gesto hacia la comida, cogiendo otro trozo de pan en mi plato, a pesar de haber
comido hace poco con Melina. "Si no tenéis hambre, les diré a los cocineros que distribuyan
esta comida en los barracones. Si no, deberíais comer".
Uno de los hombres coge un panecillo, y luego otro, y entonces es como si la presa hubiera
estallado. Llenan sus platos a rebosar y se meten la comida en la boca rápidamente,
comiendo como si yo fuera a cambiar de opinión y arrebatársela. Todo queda en silencio,
excepto los golpes y la masticación, y yo picoteo distraídamente el trozo de pan de mi plato.
"Me alegro de que disfruten de mi hospitalidad", empiezo. "Os he elegido a todos para una
misión especial".
Inmediatamente dejan de comer y me observan. Uno de ellos tiene un tono verdoso en su
piel, y puedo oírlo tragar.
"Nada de eso", les digo, y me cuesta todo lo que hay en mí para no arremeter contra ellos.
Necesito que piensen que somos amigos y que me están sirviendo por afecto. Sonrío con
frialdad. "Es un favor, de verdad. Y ni siquiera es para mí. Es para mi consorte. Quiero
hacerla feliz".
Los hombres se relajan, como si con sólo mencionar a Melina me hubiera ganado su
confianza. Eso confirma mi decisión de que tomar a una de las hembras de aquí como
compañera fue una elección acertada.
"No puedo dejar el Fuerte". Hago un gesto hacia el techo, indicando el cielo exterior. "Debo
quedarme aquí con mis Dragones en las murallas y proteger a la gente. Pero me gustaría
hacerle un regalo a mi consorte. Uno que le diga lo especial que es para mí. Algo que la
impresione mucho". Junto los dedos y los contemplo, sonriendo. "Por eso os envío a los
cuatro. Sois mis soldados más inteligentes. Sé que elegiréis sabiamente".
Uno mastica con la boca abierta, entrecerrando los ojos. "Entonces como... ¿qué quieres
que consigamos?"
"Me gustaría que eligierais. Sorprendedme. Pensad en lo que le gustaría y traédmelo para
que se lo regale". Me pongo en pie lentamente, con suavidad. "Cuento con que todos vosotros
hagáis una excelente elección. Quien elija lo mejor será ampliamente recompensado. Estoy
deseando ver lo que me traéis mañana por la mañana".

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Uno habla mientras me doy la vuelta para salir. "Pero, señor..."


Le ignoro y me voy. ¿Necesita que se lo explique todo? Es ridículo. Tal vez no sea tan
inteligente como pensaba. Sólo puedo esperar que los otros sean más eficaces que ese tonto.
Es un día tranquilo, con muy pocos proyectos que reclaman mi atención. Tengo hombres
trabajando en la excavación de un pozo para la gente del pueblo. Ya he puesto en marcha
programas de escolarización para los niños pequeños de este pueblo. Todavía estoy
trabajando en una forma de emplear a las jóvenes de aquí sin enfadar a la milicia. Los
hombres visitan los prostíbulos con frecuencia y si es necesario atender sus necesidades
para atender las mías, que así sea. Sin que nada en particular me llame este día, decido
caminar por las calles de Fort Dallas.
No es un lugar encantador. Las calles son una mezcla de tierra y esa sustancia dura que
llaman hormigón. Las malas hierbas crecen por todas partes, y no hay jardines cuidados,
ni arquitectura fluida. Las viviendas se han levantado allí donde hay un lugar seguro, y
están cubiertas de restos de metal y agrupadas en lugares protegidos. Intento imaginarme
este lugar como el que he visto en las fotos de las revistas, cuando los coches de metal
circulaban por las carreteras y las casas se extendían en orden y la gente compraba en
estos lugares en lugar de construir cabañas junto a ellos. Una cabra pasa por delante de
mí, balando, seguida de un niño pequeño. Otra mujer pasa con un cubo en los brazos y
agacha la cabeza en señal de saludo. Su hedor casi me aplasta al pasar.
¿Cómo es que los humanos no se huelen a sí mismos?
Me cuesta todo lo que tengo para no torcer el labio de desagrado. En lugar de ello, pego una
sonrisa benigna a mi rostro y me dirijo hacia el extremo de esta avenida, donde sé que se
encuentra la clínica de Melina. Sus puertas y ventanas están abiertas, y puedo ver una
figura moviéndose dentro. Su ligero aroma llega hasta la calle, refrescante y dulce. Es
extraño que su olor no me resulte tan desagradable como el de otros humanos. Incluso
recién lavados, me revuelven el estómago. Pero Melina no. Me llena de una profunda
sensación de placer y mi saco se tensa bajo mi polla como si la sintiera.
Aprieto un puño, deseando que mi cuerpo obedezca antes de entrar.
El interior es ligeramente más fresco que el exterior, y mis ojos se adaptan rápidamente a
la oscuridad. Melina está sentada junto a uno de los catres, con un vestido plateado que se
ciñe a sus curvas. Hay un hombre tumbado en el catre, y ella se inclina sobre él,
presionando una toalla húmeda sobre su frente.
Frunzo el ceño al verlo. No sólo porque no lo he olido -el hedor de los humanos está por
todas partes en esta fortaleza-, sino porque cuando se inclina, sus pechos están
peligrosamente cerca de salirse del vestido. Si el macho abre los ojos, podrá ver el escote de
mi compañera... y eso no me gusta. Ni un poco. "¿Quién es este?"
Me mira, y su expresión cambia a una de molestia inmediata. Melina se vuelve hacia su
paciente. "No me di cuenta de que tenía que consultar contigo antes de tratar a alguien".
Relajo mi expresión de desconfianza. "Por supuesto que no. ¿Por qué está aquí?"

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"Insolación". Melina moja otro paño, aplicando éste al pecho desnudo del varón. "Es un
carpintero. Jim estaba tratando de ganar suficiente dinero para comprar agua para su
familia y se excedió".
"¿Su familia no tiene agua?"
"No. El único acceso al agua es de propiedad privada. Tengo que regatear para conseguirla
yo misma". Me mira, incluso mientras escurre el paño. "Me traje este cubo del cuartel".
Me muevo a su lado, fingiendo interés por el macho. "Bueno, eso no servirá. Veré cómo
avanza el pozo. Una vez que se haya completado, enviaré a mis hombres a ver cómo
conseguir agua para ti, aquí".
Se lame los labios y me mira con recelo. "Gracias. ¿Por qué estás aquí hoy?"
"¿No puedo visitar a mi consorte?"
Melina se encoge de hombros. "Supongo que sí. ¿No estás aquí con guardias?"
Inclino la cabeza, juntando las manos en la espalda. "¿Crees que los necesito? ¿En mi propio
Fuerte?"
"Acabas de tomar el Fuerte, así que no sé si puedes llamarlo tuyo", corrige. "¿Y no tienes
miedo de que te ataquen o te maten?"
Resoplo. "No, si valoran la protección contra los Dragones que vagan por los cielos. Saben
que están mejor conmigo vivo. Todos lo están". Su mandíbula se flexiona, y me pregunto si
va a discutir eso. Sin embargo, no lo hace y moja otro paño, poniéndolo sobre la piel del
hombre. Su respiración es rápida, su olor agrio, e instintivamente me inclino más hacia
Melina, respirando su aroma. "Estoy aquí porque deseaba verte hoy. Para hablar contigo".
"¿Sobre qué?"
"¿Debemos tener un tema? Soy tu compañero, como acordamos. Como no hablas conmigo
a la hora de comer, he pensado en venir a tu clínica y hablar contigo aquí".
"¿Es una amenaza?"
"No". La observo con atención, y ella parece inquieta. ¿Piensa que voy a controlar esto?
¿Para obligarla a hablar conmigo? El enfado me invade y lo combato. Un Salorian siempre
está tranquilo. "Es una declaración. Huyes como si no pudieras soportar mi mirada.
Deseaba una compañera, no un simple coño caliente. Dime, ¿he sido injusto contigo desde
que hicimos nuestro trato?"
No sale al encuentro de mi mirada, fija en el hombre de la cama como si ignorándome fuera
a desaparecer de alguna manera. "Esa primera noche..."
"Tú iniciaste. Yo no lo habría hecho".
Ella frunce sus labios. Se estrechan. Escurre el paño y mira en mi dirección. Su mirada
sigue sin encontrarse con la mía. "Intentaba anticiparme a tus necesidades".
"Si tengo necesidades, te las haré saber. Hasta entonces, no me culpes por tus propias
acciones".

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Los hombros de Melina se enderezan. "Bien. Tú y yo hemos empezado mal. Lo reconozco.


Simplemente me está costando superar toda esta situación entre tú y yo. Me va a llevar
algún tiempo".
"¿Tiempo?" Resoplo, divertido. "Yo pensaba que ya habíamos llegado a los términos de
nuestro acuerdo. No recuerdo que el tiempo fuera una de las estipulaciones".
Se toma un momento para responderme. "Estamos de acuerdo, tienes razón". Vacila y luego
coloca el paño sobre el pecho del hombre, pasándolo sobre su piel con dedos delicados, y
la visión de esos dedos tocando a otro varón me llena de ira por los celos. Lo desecho, porque
no hay aroma de excitación en el aire. Ella no se siente atraída por este hombre, así que mi
reacción a que lo toque es mi problema. "Sólo estoy... debatiéndome, Azar".
Mi nombre. Me gusta cuando lo dice. "Dime por qué luchas".
"No quiero ser una cosa. Una posesión". Me mira, sus ojos oscuros y llenos de emoción. "No
quiero que me posean".
"No quiero tu propiedad. Dije que quiero tu buena voluntad. Eso no ha cambiado".

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 8

MELINA

Voluntad.
Hace que suene muy razonable. No me tocará hasta que yo esté dispuesta. Lo hace sonar
como si en algún momento, no me molestara el hecho de que me haya obligado a este
acuerdo. Que simplemente olvidaré todo lo que ha pasado antes y de repente decidiré que
sí, que me gustaría tener sexo con él. Sí, me encantaría ser su consorte, que él pasea por
el fuerte como una especie de trofeo. Toda la manipulación será agua pasada y caeré en sus
brazos, deseosa de chuparle la polla. "El deseo es la parte con la que estoy luchando".
Me mira pensativo, sin ofenderse. "Ya veo. Quizá con el tiempo te sientas más cómoda con
nuestra unión".
Es una respuesta... racional, y sigue sorprendiéndome. "Tal vez".
Continúo tratando a mi paciente mientras Azar se queda de pie, observándome. Tengo que
concentrarme en el hombre que tengo delante, el que sufre una insolación y no el que
consume mis pensamientos. Ya se me está acabando el agua, a pesar de ser primera hora
de la tarde, pero no me detengo. Podría refrescar a Jim como es debido con un baño frío, o
con aire acondicionado, pero no tenemos ni lo uno ni lo otro. Así que sigo apretando paños
húmedos contra su pecho y espero lo mejor. Por suerte me lo trajeron antes de que se
pusiera demasiado mal, pero todavía voy a necesitar más agua. Miro a Azar. "¿Supongo que
no estarías dispuesto a traerme más agua para este hombre? Hay un cubo extra junto a la
puerta".
Sus cejas se fruncen mientras me estudia. Espero que se niegue, que diga que ese tipo de
mierda está por debajo de él. Para mi sorpresa, coge el cubo y sale por la puerta.
Vale, no me lo esperaba.
Justo entonces, Jim gime y empieza a temblar. Joder. Tengo que detener sus escalofríos
porque van a hacer que su temperatura corporal vuelva a subir. Me pongo en pie de un
salto y me dirijo a mi botiquín, rebuscando entre lo que tengo. Las benzodiacepinas o los
relajantes musculares son ideales para detener los escalofríos, pero no tengo ninguno.
Conteniendo la frustración, cojo un poco de Tylenol y vuelvo corriendo a su lado. "Jim",
digo, cogiendo mi botella de agua. "¿Puedes beber? Necesito que te tomes esta medicina".
Consigo darle unos cuantos sorbos de agua y uno de los Tylenol antes de rendirme. En su
lugar, me concentro en abanicarle con un abanico de papel para enfriarle aún más, odiando
que siga temblando y yo no pueda evitarlo. No puedo ponerle una vía para darle suero y
rehidratarlo. Tengo agujas y el equipo, pero no suficiente agua. Nunca hay suficiente agua.

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Las puertas se abren de nuevo y, para mi sorpresa, entra Azar, seguido de seis soldados de
la milicia. Todos llevan cubos y, uno a uno, los depositan frente a mí. Asiente con la cabeza
y se dirige al hombre más cercano. "Hasta que tengamos agua establecida aquí, tu trabajo
es asegurarte de que mi consorte tenga todo lo que necesita. Si necesita agua, te aseguras
de que la tenga. Si necesita vendas, te aseguras de que las tenga. Si necesita provisiones,
dímelo y me aseguraré de que se envíen. No quiero oír que se quede sin nada. ¿Entendido?"
El hombre asiente a Azar secamente. "Entendido, mi señor. No le defraudaré".
"Sé que no lo harás". Espera a que los hombres se vayan de nuevo y se vuelve hacia mí.
"Simplemente pídelo y te lo proporcionaré".
Hago una pausa en mi abanico. "Gracias".
Me pongo a trabajar para enfriar a mi paciente de nuevo. Esta vez, empapo una de las finas
mantas de mi clínica y la coloco sobre su cuerpo, y cuando se despierta, le hago tomar una
pastilla más y beber más agua. Cuando deja de temblar, por fin puedo relajarme... y me
doy cuenta de que Azar sigue en la clínica. Está detrás de mí a una distancia considerable,
apoyado en la pared y observando mi trabajo.
"Todavía estás aquí", señalo, porque siento que debo decir algo.
"Lo estoy. Pareces sorprendida".
Poniéndome en pie, vuelvo a abanicar suavemente a mi paciente, de espaldas a Azar. "Esto
no puede ser entretenido para ti. ¿No tienes un Fuerte que dirigir?"
"Me gusta verte trabajar". Avanza, cambiando de sitio para que no tenga más remedio que
mirarle. "¿No me quieres aquí?"
¿Después de haberme traído más agua? ¿Después de haber sido educado y casi amistoso?
Me parece que es un movimiento de idiota el echarlo, y no está interfiriendo con mi paciente.
Aun así, no me siento cómoda en su presencia. Sigo esperando que espere algo de mí. Que
me pida algo que no estoy dispuesta a dar. No confío en él, y eso hace que sea difícil
funcionar normalmente. "Puedes quedarte".
Se hace el silencio entre nosotros. Azar sonríe, agachando la cabeza y maniobrando para
intentar llamar mi atención. "¿Pero no vas a hablar conmigo?"
"Yo... no sé cómo hablarte como una persona normal".
Se ríe, sin ofenderse por mis palabras. "Supongo que es justo. Y no soy una persona
'normal', como tú dices. No soy humano, no como tú. Pero aun así puedes hablar conmigo.
Soy tu ma... tu señor". Frunce el ceño para sí mismo, luego suaviza rápidamente la
expresión a algo ligeramente más encantador. "Finge que estoy aquí para que me atiendan
por una enfermedad y háblame como lo harías con cualquier otra persona".
"¿Una enfermedad?" Hago una pausa en mi abanico para lanzarle una mirada irónica. "¿Te
refieres a cuando estuviste aquí porque te quemaste?"
"Tampoco me hablaste abiertamente entonces. Así que no, así no". Extiende una mano, con
el dedo índice en el aire. "Imagina que tengo una pequeña herida en el dedo".

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Eso me hace sonreír. "Bueno, si tuvieras una lesión muy pequeña en el dedo y te
presentaras aquí, podría burlarme de ti por perder mi tiempo".
"Una lesión moderada en el dedo, entonces. Una que requiere que te preocupes por mí".
Algo me dice que eso le gustaría. Que se divertiría si yo me preocupara por él. Y por alguna
razón, aunque sé que es un imbécil, me hace sentir... ¿bien? Está claro que Azar valora mis
habilidades y, aunque quiera controlar la ciudad, ahora mismo no está intentando
controlarme a mí. Ya ha conseguido todo lo que quería, y debería odiarle por ello... y sin
embargo no está siendo tan gilipollas como podría haber sido. Continúo abanicando a mi
paciente. "Supongo que charlaría contigo sobre el calor que hace".
"¿Esto es caliente, entonces?"
Eso me hace levantar la vista. Como de costumbre, Azar se ve fresco en su túnica de lino
pálido. La mayoría de las personas estarían sudando a través de la fina tela, simplemente
porque no hay aire acondicionado y es el típico verano abrasador de Texas. Estar dentro de
casa empeora las cosas, por eso tengo todas las ventanas y puertas abiertas, para que corra
la brisa. Llevo un vestido muy ligero -el más fino que he encontrado, aunque no sea
apropiado para el trabajo- y sigo sudando. Llevo el pelo sobre los hombros. Probablemente
sería más inteligente dejarlo recogido, pero gracias a todo el producto con el que me he
estado bañando últimamente, mi pelo tiene un aspecto increíble y se siente suave y tocable.
Me hace sentir normal de nuevo tener un buen pelo, así que me lo dejo suelto, aunque de
calor y se sienta pegajoso. Giro el ventilador de papel hacia mí por un momento, haciendo
una brisa refrescante mientras lo agito de un lado a otro. "En lo que a mí respecta, es
sofocante".
"No me di cuenta. Pero no es así todo el año, ¿verdad? Creo recordar que es mucho más
frío".
Asiento lentamente. "Todavía hará calor durante varios meses, pero esta es la peor época
del año. Todo el mundo se siente fatal". Vuelvo a mirarle, y sus mejillas ni siquiera están
sonrojadas por el calor. No está sudando en absoluto, mientras que todo mi cuerpo se siente
húmedo y desagradable. "¿Es así de dónde vienes?"
Azar parece pensativo. "Mucho más cálido y seco, en realidad. Y nunca se enfría".
"Suena terrible".
Su expresión se transforma en una sonrisa irónica. "Era muy bonito, la verdad. Lo echo de
menos".
Bueno, mierda. Aquí estoy metiendo el pie en la boca cuando está tratando de ser decente.
"Lo siento si te he provocado recuerdos dolorosos".
"Un recordatorio es algo bueno. Me hará recordar por qué estoy luchando".
"¿Y por qué luchas?" Pregunto. No puedo evitarlo. Es la primera vez que menciona algo así.
La expresión de Azar pierde su vaguedad reflexiva y vuelve a centrarse en mí. "Voy a volver
a casa. De alguna manera, voy a encontrar la forma de cruzar de nuevo la Grieta y regresar
a mi mundo una vez más".

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¿La Grieta? ¿La Grieta en lo alto del cielo que se abrió y dejó entrar a todos los Dragones?
No estoy del todo segura de que sea alcanzable. No sin un avión... o un Dragón. Pero ni
siquiera sé si sus Dragones pueden volar tan alto. Me agacho y presiono mis dedos contra
la frente de Jim, y tal vez sea mi imaginación, pero lo siento ligeramente más fresco. Vuelvo
a abanicarme. "¿Cómo piensas volver?"
Tararea para sí mismo. "Todavía no he descubierto esa parte. Pero lo conseguiré".
"Cuando te vayas, ¿vas a llevar a los Dragones contigo? ¿Enseñarles también cómo volver
a casa?"
"¿Por qué querría hacer eso?" Azar parece realmente desconcertado por mi pregunta.
Me digo a mí misma que no me ofenda. Que no me lo tome como algo personal y que no se
me vaya la olla. Tal vez es algo que no ha pensado todavía. "Si te vas, el Fuerte vuelve a
estar como antes, siendo atacado regularmente. Excepto que ahora también tendremos a
tus mascotas Dragón aquí. Y si no los llevas contigo, ¿quién dice que no se volverán locos
de nuevo? Igual que los otros".
Se queda en absoluto silencio.
Azar no dice nada durante un largo momento, y no tiene por qué hacerlo. Ya conozco las
respuestas, y me siento decepcionada. Azar quiere irse a casa, y una vez que se vaya a casa,
ya no seremos su problema. Va a jugar al Milord aquí hasta que ya no le convenga, y
entonces se irá. Volverá a casa y nosotros estaremos como antes, y probablemente peor,
porque habremos probado la seguridad durante un breve tiempo. Nuestros sentidos se
habrán embotado.
Estoy disgustada con él por ser tan egoísta. Disgustada, pero no sorprendida. Controlo una
risa amarga y sacudo la cabeza. "¿Y qué pasará conmigo cuando te vayas?". Me imagino lo
bien que le va a ir a la gente de aquí cuando Azar se vaya a la mierda y nos deje de nuevo
a merced de los dragones.
Espero su respuesta simplista. Espero que me diga algo como que me va a llevar con él, o
que me va a arreglar con algún otro tipo de padre de la fortuna, o alguna otra respuesta
igualmente denigrante. Para mi sorpresa, dice: "Yo tampoco lo he averiguado todavía".
Levanto la vista y le miro. Parece... angustiado. Como si esto fuera algo que no ha
considerado. "No vas a llevarme contigo, ¿eh?"
"No puedo". La expresión de Azar se vuelve cada vez más preocupada. "Se supone que los
Salorian no toman... consortes".
De todas las cosas que esperaba que dijera Azar, esa no era una. ¿No se supone que tiene
una mujer? Hago una pausa en mi abanico, porque estoy viendo a Azar bajo una luz
diferente, y no estoy segura de lo que pienso. Exigió una consorte cuando se recuperó, y
exigió que fuera yo, la única mujer que conocía en la fortaleza. Me conocía porque yo lo
atendía. Y eso me hace preguntarme. "¿No tenías a alguien en casa?"
"¿A alguien de qué?"

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Con la confusión escrita en su cara, es obvio que no tiene ni idea de lo que estoy hablando.
¿Los Salorian... no aceptan compañeras? ¿Realmente me ha elegido para impresionar a la
milicia? ¿Porque cree que es lo que hace un hombre al mando?
¿Es este hombre un maldito virgen?
Pienso en nuestro primer encuentro. En cómo se había quedado tan aturdido cuando le di
un servicio con mi mano. Oh, diablos. Si es virgen... eso hace que las cosas sean muy, muy
incómodas entre nosotros.
"No importa. Debo trabajar". Fijo mi atención en mi paciente e ignoro a Azar hasta que se
va de nuevo.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 9

AZAR

La cena por la noche es agradable. Aunque todavía hay un poco de vacilación en Melina, la
animosidad latente parece haber desaparecido. Está cansada cuando llega a cenar y me dice
que su paciente se siente lo suficientemente bien como para irse a casa esa noche. Se deja caer
sobre su plato y le sugiero amablemente que se dé un baño fresco y se acueste pronto. Me
lanza una mirada que podría ser de gratitud y se retira, llevándose un gran trozo de pan.
Cuando me retiro a la cama, está profundamente dormida, con las ventanas abiertas una vez
más y su cuerpo perfilado por la fina sábana. Recuerdo mi promesa de conseguirle un
ayudante y me apunto que debo determinar qué le gustaría tener en ese ayudante.
Una mujer, creo. No me gusta la idea de que pase todos los días con un hombre que no sea
yo.
Decidido, me meto en la cama junto a ella. Su olor llena mis sentidos y mi polla se endurece
de nuevo. Daría cualquier cosa por que se diera la vuelta y me tocara. Que me dijera que
ha cambiado de opinión y que quiere mi protección. Que hará cualquier cosa por ella.
Incluso esa fantasía no me parece bien. Me gusta la fiereza de Melina. Me gusta que me
cuestione y exija más para su pueblo. No me gustaría que se acobardara y fuera débil y que
mendigara mi favor. Quiero ganarme su afecto. Con esa resolución en mente, me voy a
dormir...
...sólo para despertarme de nuevo poco después, jadeando.
Me enderezo como un rayo y me llevo una mano a la frente mientras aspiro una y otra vez.
Siento la cabeza contaminada y me tomo un momento para acercarme a cada uno de los
Drakoni que he capturado, afirmando el vínculo que los atrapa hacia mí. Permanecen en
su sitio, y doy un suspiro de alivio.
"¿Azar?" La voz somnolienta de Melina me hace girar. Ella también se sienta, las mantas se
derraman en su regazo y revelan sus pechos casi desnudos. Su ropa de dormir parece cada
vez más pequeña, y sé que es por el calor y no por mí. Aun así, hace que mi frustración
aumente. Alarga la mano y me toca el brazo, y con la misma rapidez, mi frustración se
desvanece ante esa suave caricia. "¿Estás bien?"
Gruño. "No es nada. Sólo un sueño".
"Suena más como una pesadilla". Me da un masaje comprensivo en el brazo. "Estabas
haciendo algunos ruidos extraños en tu sueño".
"¿Raros?"

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En la oscuridad, percibo que se encoge de hombros. "Como si estuvieras asustado".


Una visión pasa por mi cabeza. De mi sueño, de mi piel erizada. De la Grieta, palpitando.
De bichos arrastrándose sobre mi piel y desgarrando mi carne con patas como dagas. De
un ojo de arriba, poderoso y que todo lo ve, buscando... algo. Me he despertado antes de
que me viera, pero su sensación maligna permanece en mi piel, y siento la absurda
necesidad de volver a bañarme.
Nada está mirando desde arriba. Nada en absoluto.

∗∗∗∗∗∗∗

A LA MAÑANA SIGUIENTE, tras un agradable desayuno con mi consorte -la palabra "pareja" me
viene a la cabeza cada vez que la alejo-, los hombres regresan con sus tesoros.
Al menos, sospecho que debo verlos como tesoros. Observo, escéptico, cómo un hombre me
muestra una bolsa tras otra. "Marcas de renombre", me asegura. "Son caros. Le gustarán
los bolsos, sobre todo los que tienen símbolos. Las mujeres se vuelven locas por ellos".
Señala un bolso de color beige en particular, pero no veo el atractivo.
El siguiente hombre tiene joyas de todo tipo, las vierte sobre la mesa frente a mí y sonríe
triunfante. Pero lo único que se me ocurre es que cuando le regalé joyas, Melina no se
impresionó. Las lleva a veces cuando come conmigo, pero nunca nada en las manos. Me la
imagino escurriendo trapos y poniéndolos sobre el pecho del enfermo. No, no le gustan las
cosas que se interponen en su trabajo. Recojo un anillo brillante y lo descarto.
El tercero tiene vestidos y unos extraños zapatos hechos sólo con correas y un pincho en la
parte posterior del tacón. Mi irritación hierve bajo mi piel, porque no la voy a ganar para mi
lado si le doy más vestidos. Ya tiene un armario lleno de ellos. ¿Ninguno de estos hombres
me ha escuchado? ¿No lo han entendido?
Cuando el cuarto se acerca y pone una planta delante de mí, me sobresalto. "¿Una planta?
¿Una puta planta? ¿Se supone que debo dar a mi consorte una puta planta para
demostrarle mi afecto?"
El hombre se estremece. "Es un rosal, señor. En realidad, un rosal en miniatura".
Tamborileo con los dedos sobre la mesa. "Dices esas cosas como si yo debiera saber lo que
significan".
"Arbusto de rosas", vuelve a balbucear el soldado. "Solía trabajar en un vivero en el Antes.
Fue mi primer trabajo, así que más o menos sabía cómo trasplantarlo".
Vuelvo a tamborilear con los dedos. "¿Y?"
"Y las rosas son, ya sabes, regalos tradicionales para una mujer a la que estás cortejando".
Suda, claramente incómodo. "No hay muchas plantas verdes aquí en el fuerte. Demasiadas
cosas que se incendian, como bien sabe. Aparte de los jardines, supongo. Pero ya nadie
cultiva flores sólo porque son hermosas. Pensé que le gustaría algo que pudiera cuidar y
ver florecer. Esta es lo suficientemente pequeña como para que le vaya bien en la maceta,

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y tengo algo de fertilizante..." Se detiene y traga con fuerza, antes de añadir finalmente: "A
las mujeres les gustan las rosas".
Contemplo la planta desaliñada, pensativo. Parece... verde. Supongo que eso es algo. No sé
nada de las plantas personalmente, aparte de que a los humanos de aquí les gusta comerlas
para complementar su dieta. "¿No es comida?"
"Es un rosal", dice de nuevo. "Cuando florezca estará lleno de flores brillantes y hermosas
que son sólo para mirar. Como dije, a las mujeres les gustan las flores, y lo que más les
gustan son las rosas".
Hmmm. Es algo diferente, al menos. Intento imaginar cómo reaccionará Melina al recibir
una planta, pero no puedo imaginarlo. Sin embargo, él habla como si lo supiera. Me vuelvo
hacia el hombre que está a su lado. "Tú. ¿Es cierto lo que dice? ¿A las mujeres les gustan
las rosas?" Cuando hace un gesto brusco con la cabeza, me vuelvo hacia el soldado con el
rosal en las manos, con una nueva sensación de aprecio en mi mirada. "¿Cómo te llamas?"
"Daniels, señor", dice, sin aliento. "Lucas Daniels. Me siento honrado de servir en su milicia.
Quiero hacer de Fort Dallas un lugar mejor, como usted".
Entonces es un tonto. Pero uno útil. Me froto la barbilla, estudiando el rosal. "¿Cómo
hacemos para que florezca con las flores?" Me inclino hacia delante, observando la planta.
"¿Y eso son espinas?"
Asiente con la cabeza. "Sí. Espinas. La mayoría de las rosas son espinosas". Daniels se
lanza entonces a una descripción incoherente de las hojas, la luz del sol y el riego. Escucho
con sólo medio oído, mirando la planta. Es algo diferente, al menos. Algo que no puede
conseguir aquí, en este feo, estéril y apestoso Fuerte. Tal vez le guste, después de todo.
Cuando Daniels hace una pausa para respirar, le ofrezco una sonrisa, recordando las
palabras de Melina sobre ser amable con los que me sirven. "Hoy has hecho bien. Pide un
favor y te lo concederé".
Su rostro se ilumina de placer. "Estoy encantado de servir, Lord Azar".
Bueno, eso ha sido fácil.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 10

MELINA

Después de un largo y tranquilo día en la clínica, me alegro de volver a la casa del cuartel
de Azar, lo que me resulta raro. Ha sido un día aburrido, sin que viniera nadie, así que cogí
un poco de mi agua y encendí un fuego en la estufa de leña de la esquina de la clínica y
esterilicé todo mi equipo. Hacía un calor infernal, pero en Texas siempre hace un calor
infernal en verano. Sin embargo, no hubo ataques de Dragones. No hay Dragones en
absoluto, salvo los plácidos y domesticados de la pared, y empiezo a preguntarme si
realmente estamos a salvo ahora.
Me pregunto si, como su consorte, debería pensar en formas de hacer que se quede aquí y
proteja al pueblo. Si se va, seremos vulnerables de nuevo. Yo también sé cómo hacerlo.
Fingir que he cedido y adularle. Decirle lo increíble que es. Chuparle la polla tan fuerte y
con tanta frecuencia que no tenga tiempo de pensar en volver a su mundo. Eso sería lo más
inteligente.
Entonces, ¿por qué me aguanto? ¿Por qué odio la idea incluso mientras me pongo un vestido
limpio y bonito para ir a cenar con él? No es que hablemos mucho en la cena. Él come. Yo
como. Hacemos algunos intentos de conversación y luego nos rendimos. Me voy a bañar y
a trabajar en mi costura, y él desaparece hasta la hora de acostarse. Tampoco me toca.
Estoy alimentada. Estoy vestida. Mi pelo está mejor que en siete años. No estoy siendo
violada. Casi todas las mujeres del Fuerte se cambiarían por mí, con gusto. Entonces, ¿por
qué no puedo estar satisfecha? ¿Por qué quiero algo más que un bonito vestido y un baño
antes de empezar a lanzar favores sexuales? Chica, a veces valoras demasiado ese coño
tuyo, me digo. Me baño rápidamente mientras me preparo para la cena, me limpio la cara
y las axilas para quitarme lo peor del sudor. He visto sus fosas nasales agitarse unas
cuantas veces y recuerdo que Claudia mencionó que "su Dragón" tenía una nariz sensible.
Si Azar se parece en algo a su Dragón, probablemente apreciará mis esfuerzos.
Refrescada, me dirijo a la cena, decidida a intentar hablar con Azar. Sólo para tantear la
posibilidad de... hacer algo más. Cuando entro en el comedor, en lugar de ver una gran
cantidad de platos calientes frente a nosotros, hay bocadillos. Hay una jarra de lo que
parece una limonada fresca, y prácticamente puedo saborearla. No importa que no haya
hielo dentro de la jarra, y probablemente no haya azúcar en la limonada. Sólo la limonada
en sí tiene un sabor refrescante.
Azar se sienta en el extremo de la mesa, con su bocadillo delante. Levanta la vista al verme.
"Es otro día caluroso y pensé que podríamos comer algo más fresco".

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"Esto es maravilloso", le digo, y realmente lo es. El pan tiene casi el mismo aspecto que en
el Antes, y el sándwich lleva carne, una hoja de lechuga marchita y abundantes rodajas de
tomate y pepino. "Me encanta el sándwich". Miro a mi lado de la mesa y me doy cuenta de
que Azar también ha ido a por menos velas. Pienso en el Fuerte, y en que se va, e
impulsivamente recojo mi plato y la limonada y los dejo a su lado. "¿Puedo acompañarte?"
Parece sobresaltado, asustado y complacido. "Por supuesto".
Me siento a su lado y empiezo a comer mi sándwich, disfrutando de las verduras frescas.
Sé que son una delicia y que la mayoría de la gente del Fuerte no las tiene, así que saboreo
cada bocado. La limonada es ácida, pero sigue siendo refrescante. Mientras mastico, le
miro. Me doy cuenta de que intenta observarme sin ser obvio, y decido que tal vez sea buena
idea conversar. Después de todo, soy yo la que se ha sentado a su lado. Sería raro que me
quedara en silencio. Miro sus manos de dedos largos, en las que sólo queda una pizca de
quemadura. Es increíble que se haya curado tan bien, sobre todo teniendo en cuenta lo mal
que estuvo y el tiempo que ha tardado en recuperarse. "¿Cómo te sientes?"
"¿Sentir?"
"¿Tus quemaduras?" Le recuerdo. "Saliste de mi clínica hace sólo unas semanas después
de estar a punto de morir".
Deja su sándwich y me mira. "¿Me lo preguntas porque eres una sanadora o porque deseas
conocer mis debilidades?"
Vaya. Supongo que el hecho de que esté charlando podría ser malinterpretado como una
desviación. Tengo un motivo oculto, después de todo. "Porque soy una sanadora", digo. "Te
has quemado mucho y has necesitado muchos cuidados. Pero cuando te miro, no veo más
que un rastro de esas quemaduras". Estiro mi dedo meñique y lo rozo contra el dorso de su
mano. "Me resulta curioso".
Azar se pone rígido en el momento en que le toco, su mirada se dirige a su mano. "Mi gente
se recupera rápidamente. Las quemaduras no eran lo peor con lo que estaba luchando.
Tenía... otras cosas que habían agotado mis fuerzas. Por eso tardé en curarme".
"¿Otras cosas?"
Para mi sorpresa, le da un mordisco a su sándwich y se queda callado.
No es propio de Azar eludir la pregunta y me pregunto si he presionado demasiado. "Lo
siento si parece que me estoy entrometiendo, pero ¿hay algo más que deba saber? ¿Algo
más que debería haber tratado? ¿Para saber cómo manejarlo en el futuro?"
Niega con la cabeza y, después de tragar, dice: "Estuviste magnífico".
Le miro detenidamente, recordando cuando llegó a mi puerta. Una de las patrullas lo había
encontrado, cerca de las ruinas de la ciudad, tirado en una calle. Solo. Estaba desnudo y
cubierto de hollín y ceniza, con la carne quemada. Me lo trajeron y yo esperaba que muriera
esa noche, pero vivió. Recuerdo que me maravilló ver cómo gran parte de su cuerpo estaba
cubierto de quemaduras y, sin embargo, su pálido y largo cabello seguía intacto y hermoso.
No tenía sentido. Pero, de nuevo, nada en Azar tiene sentido. "¿Cómo heriste?"

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"Una pregunta interesante".


Espero una respuesta más amplia. Al no recibirla, me doy cuenta de que no va a
responderme. Entorno los ojos hacia él. "¿Te atacó un Dragón?"
Me dedica una vaga sonrisa. "Había un Dragón, sí. Pero creo que fue la explosión la que
hizo la mayor parte del daño".
¿Explosión? "¿Qué ha explotado?"
"Todo el edificio, si mi memoria no me falla". Toma un sorbo de limonada y hace una mueca.
"¿A los humanos les gusta esta bebida?"
"Suele ser más dulce", digo, y doy un sorbo al mío, disfrutando de la acidez. "¿Qué
explosión?" Cuando se encoge de hombros, señalo: "Habría oído hablar de una explosión
de algún tipo cerca de aquí".
"Oh, no estaba cerca de aquí. De hecho, estaba muy lejos de aquí".
Dejé mi limonada, desconcertada. "¿Quién te ayudó a llegar hasta aquí? ¿Fue el Dragón
que mencionaste? ¿O alguien más?"
Su expresión se vuelve incómoda. "¿Qué quieres decir?"
"Si la explosión ocurrió tan lejos, ¿cómo llegaste aquí? Estabas demasiado herido para
caminar. Cuando te trajeron, pensé que estabas casi muerto. Estuviste más débil que un
gatito durante días y días. ¿Cómo has llegado hasta aquí, Azar?". Lo observo detenidamente.
"¿Hay algo que no me estás contando?" Pienso en Claudia, y en su hombre-Dragón. Azar
vino de donde sea que lo hicieron. Comparte ciertos rasgos, como los extraños ojos dorados
que se arremolinan con distintos tonos según sus emociones. ¿Es posible que él también
pueda convertirse en Dragón? "¿Es posible que te hayas transformado...?"
Antes de que pueda terminar mi frase, se levanta de la mesa y se pone en pie. "No voy a
escuchar esos insultos".
"Lo siento", digo rápidamente. "No estaba tratando de insultarte".
Me mira fijamente, claramente ofendido. Es un hombre tan picajoso e inusual. Sin embargo,
no estoy tan irritada como en el pasado, así que extiendo la mano y la pongo sobre su brazo.
"Por favor, siéntate de nuevo. No era mi intención insultarle. Sólo tenía curiosidad".
Azar mira mi mano, pero no me pide que la retire. Se sienta y me lanza una mirada altiva.
"Soy Salorian. No Drakoni. Podemos venir del mismo lugar, pero no somos iguales.
¿Entiendes?"
"Entendido", digo mansamente, e incluso mientras lo hago, no puedo evitar notar que sus
ojos se arremolinan con un toque de negro, al igual que los ojos del Dragón de Claudia
cuando estaba agitado. Sospecho que se parece más a ellos de lo que quiere admitir. "Tenía
curiosidad, eso es todo. Estoy tratando de conocer más sobre ti".
"¿Por qué?"

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"Porque eres mi marido, ¿verdad? Quiero decir, no en un sentido tradicional, pero dijiste
que querías que fuera tu mujer, y lo soy, así que supongo que eso nos convierte en marido
y mujer, en términos humanos". Me encojo de hombros. "O un usuario y la persona que
utiliza".
La molestia aparece en su rostro. "¿Cuántas veces tengo que decir que no deseo poseerte?"
Sí. Sólo quiere que me enamore mágicamente de él.
Juguetea con su sándwich y luego me mira. "Te he traído un regalo".
Eso me toma por sorpresa. "Tú... ¿qué?"
"Un regalo". Me lanza otra mirada altiva. "Un regalo de cortejo".
¿Cortejando? ¿Realmente cree que todavía estamos cortejando? ¿Cuando ya regateamos mi
precio? "No es necesario".
Azar se desentiende de mis palabras con un movimiento de la mano. Se pone en pie y se
dirige al otro extremo de la habitación. Hay una caja grande con tapa, y cuando retira la
tapa y deja ver una planta debajo, me siento un poco confundida. Me pongo a su lado y la
estudio. Es un arbusto de aspecto saludable en una maceta grande y colorida. Toco una de
las hojas de color verde brillante con aire pensativo y sonrío. Hacía mucho tiempo que no
veía algo así fuera de los jardines, y no llego a visitarlos, porque la gente despoja las plantas
y roba la comida. Sólo los que trabajan en los jardines pueden ir allí. El resto de Fort Dallas
es estéril, salvo por alguna hierba ocasional que se cuela entre las grietas del asfalto. Tengo
que admitir que es un buen regalo, y ya estoy pensando en cómo quedará en el escaparate
de mi clínica.
"Es un rosal", me dice. "Para que tengas algo hermoso que disfrutar".
Con un grito de sorpresa, le miro. "¿Esto es? ¿De verdad? No he visto rosas desde... el
Antes". Toco la planta y, efectivamente, hay pequeños brotes apretados, esperando a
florecer. Eso eleva esto de un regalo decente a algo mágico y especial. "Esto es maravilloso.
Muchas gracias". Me pongo una mano en la garganta, conmovida. "Puede que sea lo mejor
que alguien me haya regalado jamás".
"¿Lo es? Entonces me alegro".
Me vuelvo hacia él, y tiene una mirada tan encantada por mi placer que me invade una
punzada de calor por este hombre extraño y picajoso. Impulsivamente, alzo la mano y le
beso la mejilla, tirando de él hasta mi altura. "Gracias. Realmente significa mucho para mí".
Cuando se retira, los ojos de Azar giran en un dorado intenso mientras me mira. Algo me
dice que ese es un color de excitación, y me preocupa haber ido demasiado lejos. Pero sólo
sonríe, como si el hacerme feliz fuera suficiente para él.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 11

AZAR

Me la estoy ganando.
Esa noche me acuesto en la cama, mirando el techo de nuestra habitación compartida. Me
siento satisfecho. Melina se está abriendo a mí. Ya no me observa con desconfianza, sino
algo más, algo especulativo. Como si yo fuera un rompecabezas que debe resolver en lugar
de su enemigo. Es un progreso, y eso me complace. Esta noche, incluso murmuró un
"buenas noches" cuando me metí en la cama.
Quiero sonreír con satisfacción, pero mantengo una expresión sosa. En lugar de eso, miro
fijamente al techo de nuestra habitación y rememoro nuestra conversación de antes. Cómo
movió su silla junto a la mía y me tocó el brazo. Dos veces. Y me preguntó por mi salud.
Pensar en eso hace que mi estado de ánimo se oscurezca, porque ha tocado un punto
sensible. No puedo decirle que no estoy del todo seguro de cómo llegué a su fortaleza. No
puedo decirle que, en los oscuros recovecos de mi memoria, sospecho que me transformé
en forma de batalla y volé hasta aquí, sólo para desplomarme, herido, justo fuera de su
fortaleza.
Un Salorian no utiliza su forma de batalla. Hacerlo es ceder al lado crudo y animal de sí
mismo. No somos lo mismo que los Drakoni. No lo somos. Si uno de los míos descubriera
que he cambiado a la forma de batalla, sería rechazado. Sería vilipendiado y despojado de
mi rango, expulsado a vivir en los desiertos como los Drakoni salvajes que aún no han sido
domesticados.
No estoy del todo seguro de que esto haya ocurrido... pero tengo mis sospechas y estoy
preocupado.
Si pierdo el control y vuelvo a cambiar de forma, no sólo perderé el control de los seis
Drakoni de las paredes de aquí, sino que puede que nunca vuelva a mi forma normal. Los
Drakoni están enloquecidos, perdidos y atrapados en sus formas de batalla. Son incapaces
de volver a transformarse sin algún tipo de atadura -como una pareja- y temo por mí mismo
si hago lo mismo. No puedo tomar una pareja. No de verdad. Melina puede jugar a ser mía,
pero no puede tomar mi semilla. No puede aceptar mi polla en su cuerpo porque mi semen
la quemará. Tendría que morderla y darle una porción de mis fuegos, como hacen los
Drakoni con sus compañeras, para mezclar su olor, su esencia con la mía.
Pero si lo hago, no hay vuelta atrás. No podré dejarla atrás... ni puedo llevarla conmigo. Un
Salorian no se lleva a una compañera, y si olieran mis fuegos en ella, me reconocerían como
el desviado que soy.
Es un buen lío en el que me he metido.

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Melina se mueve en la cama junto a mí, haciendo un suave ruido en su garganta. Su ligero
y tentador olor flota en el aire, y mi cuerpo responde. Estoy atrapado... y, sin embargo, sigo
metiendo la mano de buen grado en la trampa.
Ironía.

∗∗∗∗∗∗∗

LAS SEMANAS PASAN.


Son semanas difíciles, tortuosas. Semanas en las que me obsesiono con Melina. Tengo la
tentación de enviar un espía a su clínica para que me informe de todos sus movimientos,
pero sé que eso la enfadará. No es que no confíe en ella. Es que estoy... enamorado. Si se
ríe, quiero oír la causa. Si suspira, quiero saber por qué. No duermo por la noche, porque
estoy demasiado ocupado bebiendo su aroma, concentrándome en su respiración uniforme.
Imaginando de nuevo su tacto, la forma en que rodeaba mi polla con dedos expertos.
Por la noche, cuando me tumbo en la cama, temblando de lo mucho que la deseo, soy débil.
Soy débil porque con gusto mordería su suave cuello y le daría mis fuegos, uniendo nuestros
espíritus para siempre. Renunciaría a mi oportunidad de ir a casa simplemente para tener
una inmersión satisfactoria en el calor húmedo de su coño. Estoy hambriento de ella,
dolorido, mi polla elevando una tienda bajo las mantas.
No puedo seguir así para siempre, pero no sé cómo hacer avanzar las cosas. Estoy siendo
paciente, pero me pregunto cuánto durará mi paciencia. Lo último que quiero es que mi
control se rompa y que se rompa la frágil tregua entre nosotros. Melina ya no me evita.
Viene a todas las comidas, sonríe con elegancia y se sienta a mi lado. Hablamos de la vida
de los Fuertes, de los cambios que estoy haciendo a instancias suyas, y me habla de sus
pacientes. Se siente bien. Amigable.
No es suficiente.
Tengo hambre de más, pero también me resisto a destruir la amistad entre nosotros.
Es en otra mañana inquieta cuando se me ofrece una distracción. El soldado Daniels llega
a la habitación que he reclamado como despacho y me notifica un problema. "Nos hemos
encontrado con un botín de carroñeros, señor. Uno de los hombres ha estado escondiendo
su botín en lugar de entregarlo al Fuerte. Se requiere su presencia".
Me pongo en pie, enderezando mi túnica. "Muéstrame el camino".
Por la expresión de Daniels, me doy cuenta de que no está contento con el descubrimiento
del carroñero. Los hombres están erizados de energía furiosa, y no los culpo. Los carroñeros
son empleados del Fuerte. Salen, encuentran objetos útiles y los traen de vuelta. Entregan
lo que encuentran y se distribuye entre los residentes del Fuerte según sea necesario. Así
es como podemos alimentar a la milicia. Así nos aseguramos de que la clínica tenga
suministros. La gente que acumula bienes para sus propias necesidades va en contra de
todo lo que estoy tratando de establecer aquí. Sé que hay un mercado negro en el Fuerte.
Sé que la gente intercambia bienes en las sombras, y es algo que necesito cerrar.

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"¿Hemos atrapado al carroñero?" Pregunto mientras atravesamos el recinto a grandes


zancadas. Cuando Daniel asiente, contemplo qué hacer al respecto. Mi primer instinto es
matarlo. Destriparlo -dolorosamente- y colgarlo en un lugar público para que todos lo vean.
Que sirva de advertencia para todos. El Salorian que hay en mí sabe que esa es la respuesta
más fácil. Un pueblo que no teme las consecuencias no es un pueblo que se pueda controlar
fácilmente.
Aun así, sé que Melina odiará tal acción. Pensará que es innecesariamente cruel. Me mirará
enfadada y me dará la espalda cuando duerma, y nuestras relajadas conversaciones
durante la cena desaparecerán.
Así que me debato sobre cómo debo proceder. ¿Hago lo que es correcto o hago lo que
complacerá a mi tierna compañera?
Consorte, me recuerdo amargamente. Ella es una consorte. Un Salorian no toma pareja.
Odio seguir errando en esa palabra, una y otra vez.
Llegamos a una casucha en los límites del Fuerte. Apesta a suciedad y excrementos, como
muchas de las casas más alejadas del centro del Fuerte, donde las calles aún no se han
limpiado. Los niños sucios corren detrás de los pollos a poca distancia, sólo para ser
arrebatados por sus padres, que se aterrorizan al verme. Bien. Al menos hay algo de miedo.
Un líder al que no se le teme es inútil.
Dos de los soldados salen de la casucha, y un hombre alto, delgado y mugriento está
esposado entre ellos. Tiene un aspecto desaliñado e impenitente, y me mira fijamente
cuando me acerco con mis hombres.
"El autor, señor". Daniels le lanza una mirada furiosa antes de volverse hacia mí. "Creemos
que debería echar un buen vistazo a su tesoro antes de determinar su castigo. Es uno de
los más grandes que hemos visto".
"Mmm." Hago un gesto hacia la asquerosa puerta que parece sostenida en sus bisagras sólo
por la suciedad. "Guíame por el camino".
Daniels entra y yo le sigo. Otro soldado está a mi espalda y enciende una linterna,
proporcionando suficiente luz para que los humanos puedan ver.
La casucha está llena. Hay pilas de libros y cajas de conservas más altas que mi cabeza.
Por todas partes, hay bienes que han sido robados. No me extraña que Daniels esté furioso.
Toco una caja de paquetes, juzgando que se trata de algún tipo de alimento en polvo
basándome en la imagen de la portada. "Ciertamente ha estado ocupado, ¿no?"
Daniels niega con la cabeza. "Debe haber estado robando del Fuerte durante años. Me pone
jodidamente enfermo". Señala una pila. "Las armas están ahí detrás, y en la esquina tiene
un montón de aparatos electrónicos. Algunas baterías, pero no muchas. Muchos alimentos,
artículos de aseo y libros".
"¿Medicinas?" Pregunto, manteniendo mi voz informal.
"Algo de eso, sí. Les dije a los hombres que se lo enviaríamos a Lady Melina de inmediato".
Me mira fijamente. "Con su permiso, señor, me gustaría tener esto fuertemente vigilado

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hasta que podamos limpiarlo. No quiero que el viento de toda esta comida llegue al resto
del fuerte en caso de que comience un motín".
Asiento con la cabeza. "Excelente pensamiento. Utiliza tantos hombres como creas
conveniente. Confío en tu criterio". Se endereza como si le hubiera dado un premio, y vuelvo
a pensar en lo fácil que es conseguir que estos hombres hagan lo que yo quiero. Un poco
de alabanza, un poco de autoridad, y bailan al ritmo de mi canción como si fuera su idea
en primer lugar. Me adentro en las pilas y veo lo que parecen unas cuantas revistas. Cojo
una y la hojeo...
Y pausa.
La imagen es lasciva. Es una especie de dibujo, pero el hombre tiene la boca entre las
piernas de la mujer. La miro fijamente, fascinado. Pensaba que la idea de que Melina
pusiera su boca en mi polla era chocante. ¿Los hombres ponen la boca en el coño de las
mujeres? Doy vueltas a la foto, tratando de determinar el motivo. ¿Está respirando su
aroma? ¿Está pasando algo que yo desconozco?
"¿Señor?" Daniels se acerca a mi lado y me mira, con una leve expresión de diversión en su
rostro. "Puedes quedarte con esa si quieres. Estoy seguro de que a los hombres no les
importará".
Le tiendo el libro abierto. "¿Esto es común?"
Frunce el ceño, su diversión desaparece. "¿Señor? ¿Qué es común?"
"Esto". Señalo la foto. "Su cara... ahí".
Daniels parece incómodo. "Quiero decir, ¿puede ser? No todos los hombres lo disfrutan,
pero si quieres complacer a tu dama, no conozco una forma mejor de hacerlo".
Me siento como si acabara de descubrir algún tipo de secreto. Acerco a Daniels, bajando la
voz para que nadie más pueda oírme. "Cuéntame más sobre esto. No lo conozco".
Me mira con los ojos entrecerrados. "Uhhh. No estoy seguro de lo que está preguntando,
señor".
Aprieto la mandíbula, frustrado. ¿Confieso la verdad de lo que soy y espero que Daniels
guarde mi secreto? ¿O dejo que siga imaginando que soy humano? Lo ve porque quiere, y
eso le permite confiar en mí. ¿Pero si me despojo de toda pretensión...? Decido ser impreciso
por ahora. "La gente con la que crecí... no hablaba de esas cosas".
Sus labios se separan. Piensa por un momento. "¿Creció en una secta, señor?"
"No deseo discutirlo".
Esto parece responder su pregunta. Una mirada cómplice cruza su rostro. "Te he pillado,
tío. Vale, mira". Apunta con un dedo a la foto. "Ese hombre va a caer sobre su dama".
"Bajando..." Observo el dibujo. "¿Pero por qué?"

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Daniels se ríe. "Bueno, cualquier hombre va a querer que una chica se la chupe, ¿no? Así
que es justo que él le devuelva el favor. Hacerla sentir bien, ¿sabes? Además, es muy
excitante oírla retorcerse y jadear y saber que le estás haciendo eso".
Fascinado, vuelvo a mirar el cuadro. Aunque no es más que un boceto de lo que deberían
ser los humanos, no hay duda de que la hembra de la foto está disfrutando. Se muerde el
labio y su cara se contorsiona. Como imagino que estaba mi cara cuando Melina me puso
la mano encima. Ese momento fue increíble, y me pregunto si a ella le sentaría tan bien
como a mí. "¿Es para su placer? ¿Puramente para ella?"
"Eso es lo que digo, sí. Tu placer está en saber lo bien que la has hecho sentir". Daniels me
sonríe. "No puedo pensar en una mujer a la que no le guste ese tipo de cosas. Te garantizo
que si quieres que tu mujer ronronee como un gatito, te metes entre sus muslos y no sales
a tomar aire, nunca".
Esto es todo. Esta es la clave que necesito para que Melina se enamore de mí. Asiento con
la cabeza, cerrando el libro y guardándolo bajo el brazo. Luego, le dirijo a Daniels una
mirada aguda. "Si dices una sola palabra de esto..."
"Nunca, señor". Me asiente con la cabeza. "Puedes confiar en mí".
"Bien. Porque si descubro que has traicionado esa confianza, haré que los Dragones te asen
vivo".
Me alegro cuando palidece. No puedo ablandarme demasiado, después de todo.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 12

MELINA

Azar está de un humor extraño esta noche en la cena. Si no lo conociera mucho, diría que
está... mareado.
Picoteo el pudin de carne fría en mi plato. No es que no tenga hambre. Es que el estado de
ánimo de Azar me despierta la curiosidad. Me gusta pensar que nos hemos llevado bastante
bien en las últimas semanas, pero me preocupa un poco que tire de la manta y lo cambie
todo. Tengo miedo de ponerme cómoda, pero lo que hemos tenido en el último tiempo es
bastante cómodo, lo que me resulta extraño. Sigo esperando odiarlo tanto como aquel
primer día, pero cuanto más tiempo paso con él, más difícil me resulta aborrecerle. Estoy
empezando a entender cómo funciona su mente.
No sé si eso es algo bueno o malo.
Así que hurgo en mi cena y doy un pequeño mordisco. "Pareces el gato que se comió al
canario", digo. "Más vale que lo escupas".
"Hoy he exiliado a un hombre", dice, observándome. "Estaba acaparando provisiones de la
basura. Más de lo que había visto antes. Los hombres querían que lo ejecutara, y lo
consideré, pero lo exilié en su lugar porque pensé que te agradaría que fuera indulgente".
Le miro fijamente durante un momento, con los labios entreabiertos. Es mucho para
desempacar. "Yo... ¿gracias?"
"Tus consejos han sido excelentes hasta ahora". Azar da un delicado bocado a su comida y
yo le observo comer. Es meticuloso, no deja escapar ni una miga. Sus largos dedos rozan
sus labios y me vuelvo hacia mi plato. "Ahora, cuando tomo decisiones, comparo lo que
haría yo y lo que harías tú. Valoro tu opinión, ¿sabes?".
"Me alegro". Intento ignorar el revoloteo de placer en mi vientre ante su elogio. Que se tome
a pecho mis palabras y que intente convertirse en un gobernante más amable. "Así que...
exilio, ¿eh?"
Asiente con la cabeza y, mientras comemos, me habla del hombre. De cómo entraron en su
casucha en el borde del Fuerte y la encontraron llena de alimentos y otros suministros
útiles. De aparatos electrónicos y artículos de aseo y pilas y pilas de libros. De equipos
médicos y medicinas, lo que me produce un pequeño estremecimiento, sobre todo cuando
dice que los entregarán en mi clínica mañana. Los soldados de la milicia se habían
indignado por la cantidad que guardaba este hombre, y Azar confiesa que había pensado
en dar un ejemplo con la esperanza de asustar al resto de los contrabandistas del mercado
negro. Decidió elegir otro camino porque pensó en mí, y de nuevo, me siento halagada.

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"Tengo que admitirlo", digo. "Estoy impresionada. Pensé que serías un tirano cuando te
hiciste cargo, pero has estado haciendo cosas buenas. Realmente estás mejorando las cosas
para la gente de aquí. Los niños tienen una escuela. Hay un pozo para el público, y veo
muchos otros programas para ayudar a la gente. Así que... gracias".
"Un reino de cenizas no es un reino", dice, dando un sorbo a su bebida. "La gente quiere
ser dirigida. Yo les estoy dando el liderazgo que quieren".
"Ayuda el hecho de que tengas algunos grandes Dragones trabajando a tu lado", señalo.
"No sé cómo lo haces. Cuando conocí al Dragón de Claudia, daba miedo. Parecía humano,
pero tenía un toque salvaje que me hacía pensar que podía perder los estribos en cualquier
momento. Pero esos Dragones de las paredes son muy... tranquilos". Niego con la cabeza.
"Es casi como si fueran zombis".
Azar guarda silencio durante un largo momento.
Una sensación extraña se revuelve en mis entrañas. "Por favor, dime que no son zombis".
"¿Los muertos vivientes sin mente? He oído a los soldados hablar de ellos. No, no lo son".
La sonrisa que me dedica es tenue. "Pero su situación es única. Los Drakoni han perdido
sus mentes aquí en este mundo, y como yo no lo he hecho, puedo, esencialmente, ofrecerles
refugio. Protejo sus mentes a cambio de su servicio".
Hay algo que no me cuadra. "Así que... son descerebrados".
"En cierto sentido. Si hablas con ellos, no están ahí. Yo les estoy manipulando. Sus
movimientos son míos. Los controlo. Sus cuerpos me sirven".
"¿Control mental?" Me horroriza la perspectiva. "¿Los estás esclavizando?"
"Esclavos no", dice con la misma rapidez. Me lanza una mirada estudiada. "¿Por qué crees
que son esclavos?"
Niego con la cabeza. "Nuestro mundo tiene una historia de esclavitud. Es un tema
especialmente doloroso para la gente de color, porque fuimos los que típicamente fuimos
esclavizados". Me señalo a mí misma. "Pero si he interpretado mal, me disculpo".
Azar gruñe, con expresión pensativa. "A los Drakoni los controlo porque se han retirado
mentalmente a un lugar tranquilo dentro de sus mentes. Les protejo. Cuidando de ellos. A
cambio, utilizo su presencia para alejar a otros Drakoni enloquecidos que podrían atacar
este lugar. Te aseguro que no sufren. ¿Lo desapruebas?"
"No sé qué pensar", confieso. La idea de que esclavice a los Dragones me da ganas de
vomitar, pero si tiene razón y se han retirado mentalmente, ¿perjudica algo apuntalarlos en
las paredes y utilizarlos para proteger a la gente de aquí? "Sé que hay una parábola sobre
las necesidades de muchos que superan las de unos pocos, pero hay algo que no me gusta.
No del todo. Está mal poseer a alguien. Moralmente, reprensiblemente malo".
Inclina la cabeza hacia mí. "En el momento en que desees que los libere, dilo y lo haré.
Puedo liberarlos ahora, si quieres. Es un esfuerzo mantener constantemente sus mentes a
salvo, pero es algo que asumo de buen grado para protegerlos a ellos y a la gente de aquí".

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Azar me observa, sus ojos se arremolinan en una miríada de tonos dorados. "Simplemente
di la palabra".
Dudo. Es una zona tan gris. Apesta a esclavitud, pero si eligieron entregarse a él, ¿es
realmente así? "¿No se les hace daño?"
"Me aseguro de que sus cuerpos se mantengan en excelente forma, y de que coman y
beban", dice Azar, con voz razonable.
"¿Les duele?"
"Duermen. No son conscientes de dónde están, sólo de que sus mentes están tranquilas por
primera vez en siete años. La locura no les corroe, no les hace perder el control".
Claudia había mencionado algo sobre la locura. Lo había visto en su dragón -Kael- cuando
creía que estaba en peligro. Cómo sus ojos se ponían negros y sus movimientos se volvían
erráticos, como si apenas se sostuviera. "¿Qué pasaría con el Fuerte si los dejas ir?"
"Las cosas volverían a ser como antes". Se encoge de hombros, observándome. "Os veríais
obligados a esconderos en vuestras casas tras las ventanas cerradas en lugar de poder
caminar libremente por las calles. Volveríais a una vida de miedo".
Reprimió un suspiro. Una vez más, siento que mis decisiones no son mías. Tal vez sería
más amable por su parte dejarlas pasar, pero si preguntara a cualquier otra persona de
Fort Dallas, ¿estaría de acuerdo conmigo? ¿O me echarían por sugerir siquiera algo así?
Miro alrededor del Fuerte y veo a la gente más feliz de lo que lo ha sido en mucho tiempo.
Veo a los niños jugando fuera. Oigo risas.
Si los Dragones eligieron entregarse a Azar, ¿dónde está el daño?

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 13

AZAR
No saco a relucir mis planes de meter mi cara en su coño esta noche. Un general sabe
cuándo retirarse. Melina está preocupada por los Dragones del muro. Está pensativa
durante la cena, y cuando entro en el dormitorio esa noche, en lugar de encontrarla en la
cama, la encuentro mirando por la ventana, observando a los centinelas que he colocado
en la barricada.
Si ella supiera la verdad de ellos, me odiaría para siempre. No lo entendería.
Así que esperaré unos días. Dejaré que se le escapen de la mente, y luego seguiré adelante
con mis planes para seducirla una vez más.
La paciencia es siempre la mejor estrategia.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 14

MELINA
Una semana después

“He decidido cambiar algunas cosas en nuestra relación", anuncia Azar un día después de la cena.
Inmediatamente me quedo frío, mis hombros se enderezan. "¿Cómo?"
Debería haber sabido que era demasiado bueno para ser verdad. Que querría de mí algo
más que unas cenas fáciles y un compañero de cama que duerme en la misma cama, pero
nada más. Me he acomodado a su lado. Ya no me inmuto ante las escoltas que insiste en
que tenga, ni cuando los guardias aparecen con un regalo suyo. Hablar con él se ha vuelto
más fácil, y nuestras comidas juntas ya no son una tarea. De hecho, me costaría decir que
no ha sido un buen líder para Fort Dallas. ¿Me obligó a entrar en esta relación? Sí. Pero no
ha sido tan malo... y claramente me ha hecho ser complaciente.
Azar asiente, observándome. "Me gusta pensar que ya no me tienes miedo, y por eso tengo
una nueva propuesta".
Aquí viene. Me cuadro, preparándome para cualquier sugerencia de mierda que tenga.
Inclina la cabeza, observándome, y sus ojos giran en un dorado oscuro extrañamente
intenso. "Me gustaría lamerte".
Estoy bastante segura de que no le he oído bien. Azar no maneja bien la jerga, así que tal
vez no sea eso lo que quiere decir. "Perdona, ¿qué?"
"Me lamerte", dice de nuevo. "Entre tus muslos. ¿Lo he dicho mal?"
Me quedo boquiabierta, asombrada. De todas las cosas que pensé que Azar sacaría a
colación, el cunnilingus no es una de ellas. "¿Tú... quieres lamerme el coño?"
"¿Así es como lo llamas?" Él inclina la cabeza. "Sí, así es".
Estoy desconcertada. "¿Por qué?"
"Porque creo que será un gran placer para ti, y deseo darte ese placer". Sus ojos adquieren
un tono dorado aún más profundo, y podría jurar que su aroma picante es más fuerte.
Quiero burlarme de él por lo arrogante que es esa afirmación, porque cree que se le dará
bien automáticamente o algo así, pero estoy demasiado sorprendida para bromear. Hemos
sido compañeros de piso después de ese primer intento sexual fallido y ha jurado que me
quiere en su cama, solo con ganas, ¿y ahora sugiere el sexo oral? ¿Cuál es su punto de
vista? "Voy a pasar".

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Sus cejas se levantan. "¿No deseas el placer?"


"No te quiero a ti, específicamente", señalo.
No parece insultado. La mirada que me dirige es calculadora. Me recuerda el día en que se
presentó y dijo que yo tenía un precio y que sólo tenía que resolverlo. Soy ese rompecabezas
que está decidido a resolver una vez más. "No deseas el placer por lo que soy. ¿Aceptarías
el placer de otro si te lo ofreciera?"
"¿Qué? Dios, no". ¿Está loco?
"¿Así que no es mi boca lo que te molesta, ni el placer, sino las circunstancias en las que
nos encontramos?" Juguetea con su taza de té, observándome. "No sientes placer por ti
misma. ¿Es algo que te propones mantener el resto de tu vida o hay alguna otra razón?
Estamos casados, como ha dicho antes. Compartimos la cama. ¿Por qué no me dejas poner
mis labios sobre ti y lamer tu coño?"
Abro la boca para hablar y me sale un chillido. Ya me han hecho proposiciones los hombres.
Incluso he tenido que aceptar a algunos de ellos. Pero siempre se trata de lo que puedo
hacer por ellos, de lo que puede hacer mi boca, de lo que supone para ellos, no para mí.
Hace mucho, mucho tiempo que no tengo sexo, y más aún desde que alguien me ofreció
sexo oral. Debe ser por eso que estoy haciendo una pausa... ¿no? "¿Qué te hizo decidirte a
ofrecer esto?"
Azar se encoge de hombros. "Creo que sería enormemente placentero que vinieras. Me
gustaría probarte. Lamerte y perderme entre tus muslos". Se frota una mano en la barbilla
y luego se lame los labios. "Admito que sólo de pensarlo se me hace la boca agua".
Hago otro de esos sonidos de sobresalto sin palabras antes de aclararme la garganta. "¿Me
vas a obligar a hacerlo?"
"No, en absoluto. Sólo quería ofrecerme. Es algo que me daría mucha alegría, y pensé que
a ti también te gustaría".
¿Podría disfrutarlo? ¿Podría? Incluso ahora estoy apretando los muslos al pensar en su
boca entre ellos... apretando y preguntándome qué demonios me pasa. No debería querer
esto en absoluto, y sin embargo... "¿Has hecho esto antes?"
"No". Levanta su taza de té. "¿Deseas instruirme sobre cómo hacerlo correctamente? Estoy
dispuesto a aprender".
¿Enseñar a un hombre a hacerme un oral? Oh, Señor, ten piedad. "Esto no cambia nada
entre nosotros".
"No lo hace".
"Sigo sin ceder. En nada".
Inclina la cabeza. "Quiero tu toque sólo si estás dispuesta. Esto no tiene nada que ver con
eso. Esto es que simplemente deseo participar en otra tradición humana".
La tradición humana. Este hombre está loco. Pero tiene razón. Estamos casados... más o
menos. ¿Por qué estoy considerando esto?

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Es porque me siento sola, comprendo un momento después. Esos raros momentos en los
que Azar me toca la mano me hacen darme cuenta de cuánto tiempo ha pasado desde que
alguien me tocó, y estoy deseando intimidad. Ansío las caricias... aunque vengan del imbécil
que me obligó a casarme con él. Y no ha sido el peor compañero. En todo caso, parece ser
mejor cada día, más considerado, más centrado en mejorar el Fuerte.
Esto podría ser una muy, muy mala idea y, sin embargo, no puedo quitármelo de la cabeza.
"Déjame pensarlo".

∗∗∗∗∗∗∗

SIGO pensando en ello esa misma noche, cuando me voy a la cama después del baño.
Observo mis rizos recogidos, preocupada por mi aspecto. Quizá cuando refresque y no
convierta la habitación en un horno, encenderé un fuego, calentaré un peine y me alisaré
el pelo. Me encantaba alisármelo en el Antes. Me llevaba mucho tiempo, claro, pero me
ayudaba a pensar. Me entretengo un poco más con el pelo y luego me pongo un gorro de
dormir de raso que apareció con mis artículos de aseo el otro día. Es como si todo lo que
tiene una mujer negra en el estuche, Azar me lo regalara. Sin embargo, lo agradezco.
Después de tantos años de ir sin nada, es agradable tener lo que quiera.
Azar.
Todavía no sé si confío en él. No sé si se va a tomar las cosas a mal si le digo que Adelante,
que siga lamiendo mi coño. Por otra parte, ¿se enfadará si digo que no? ¿Cambiará el
delicado equilibrio entre nosotros y decidirá convertirse en el gilipollas agresivo que temo
que pueda estar al acecho ante una respuesta equivocada? No sé qué pensar. Siento que
no puedo tomar una decisión racional hasta que vea cómo reaccionará si le rechazo. Si
pierde la cabeza, sabré que es otra artimaña. Otra forma de intentar controlar.
Me decido: es mejor decir que no por ahora y retractarse después.
Preparándome para la tormenta de mierda, me pongo una modesta camiseta para dormir y
me voy a la cama. Azar entra cuando está oscuro y yo aún estoy despierta, dando vueltas
en la cama. En el momento en que entra y comienza a desvestirse, me siento y le observo.
Se quita la túnica, dejando ver su cuerpo delgado debajo, y aunque está increíblemente
pálido, no deja de ser atractivo. Hay una fuerza ágil en su forma y, cuando se mete en la
cama desnudo, me alivia ver que su polla cuelga a media asta entre sus muslos.
"He decidido decir que no", digo en voz baja.
Hay silencio durante un largo momento, y luego Azar se acomoda en la cama, en las
sombras. "Estoy decepcionado, pero cumpliré tus deseos". Suspira fuertemente y luego se
acuesta en la cama junto a mí. "Hazme saber si cambias de opinión. Tengo mucha
curiosidad por ver a qué sabe un coño. Debe ser bueno si tantos machos están deseando
meterse entre los muslos de una hembra de esa manera, y ya sabes que me encanta un
sabor delicioso".
Me tumbo, mirando al techo, sin poder mirar hacia él. Eso no ha ido como esperaba. Pensé
que se enfadaría, que perdería los papeles, que me amenazaría... pero no. Sólo una vaga

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decepción. "El coño sabe a... bueno, sabe caliente y un poco salado. No es ácido como el
semen de un hombre".
Aspira un poco de aire. "Ya... veo".
Espero a que aumente la tensión en la habitación. A que me exija que abra las piernas y le
deje pasar entre ellas. Tal vez esté mal de la cabeza, porque sólo pensar en que me exija
que me utilice es extrañamente excitante.
Realmente debo sentirme sola.

∗∗∗∗∗∗∗

SIGO pensando en la oferta de Azar durante los siguientes días. Riego mi pequeño y triste
rosal y me entretengo en mi clínica, pero las cosas han estado bastante tranquilas. Azar ha
estado reforzando las filas de la milicia y dándoles ropa y comida, así que no sólo han
crecido, sino que son más leales cada día. La gente sólo quiere tener la barriga llena, un
techo sobre sus cabezas y saber que son importantes, me dijo una noche durante la cena.
Quizá no se equivoque. Ha puesto en marcha un programa para las mujeres solteras
adultas del Fuerte. Están en una parte diferente de las barracas y vigiladas por algunos de
los hombres. Se les da comida y ropa, y a cambio ayudan a buscar en la basura.
Hay agua para todos. Nunca hay suficiente comida para todos, pero estoy tratando de
pensar en soluciones para ese problema en particular. Sin embargo, las cosas están
mejorando.
Azar es un buen líder. Quizá no sea el más amable o gentil, pero llevo más de cinco años
en Fort Dallas y mi clínica nunca ha estado tan tranquila. Dedico un dedo a una de las
hojas amarillas de mi planta, consternada porque parece que se está marchitando incluso
cuando el Fuerte prospera.
Tal vez tenga que dejar de guardarle rencor. Dijo que su gente no tiene parejas. No estoy
segura de cómo se reproducen si ese es el caso, pero está bastante claro para mí que si Azar
no es virgen, es inexperto. No sabe cómo cortejar a alguien con palabras bonitas o toques
suaves. Sólo sabe cómo ser un líder. Sabe cómo gobernar.
Y estoy muy, muy sola. Y caliente. Ahora que ha sacado el tema de chuparme el coño, sin
condiciones, no puedo dejar de pensar en ello. Tengo ensoñaciones eróticas mientras me
siento en mi clínica y hago el inventario. Me tumbo en la cama por la noche junto a él,
esperando que se dé la vuelta y me lo pida de nuevo. O que deje caer una mano entre mis
muslos y empiece a explorar.
Sin embargo, nunca lo hace. Tan rápido como lo sacó a relucir, lo ha dejado de lado.
Aquí pensé que él sería el incapaz de superarlo y en cambio soy yo. Me estoy obsesionando.
Azar se muestra especialmente encantador una noche durante la cena, y me llena de un
extraño anhelo. Me cuenta una historia sobre un encuentro que tuvo con una banda de
nómadas que se presentó e intentó forzar a algunos de los carroñeros de guardia. Se enteró
de ello y envió un Dragón para ahuyentar a los nómadas, pero éstos pidieron unirse al

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Fuerte. "Tendremos que vigilarlos cuidadosamente", dice mientras mordisquea una


rebanada de pastel de melocotón. "Pero mientras sean obedientes y estén dispuestos a
cumplir las reglas del Fuerte, tiene sentido invitarles cortésmente. Abraza a tu enemigo,
como dice mi gente. Hace más fácil plantar la espada entre sus hombros".
"Tenemos un dicho parecido", admito, sonriendo. Señalo su plato con la cabeza. Es su
segundo trozo de tarta, y Azar normalmente no pide más. "¿Te gusta?"
La sonrisa que me dedica es francamente infantil. "Me encanta la fruta. Es tan dulce y
refrescante. No tenemos nada parecido en casa, y parece que aquí no me canso de comerla.
Me gustan muchas de vuestras comidas, pero las que llevan fruta son mis favoritas". Sonríe
ante su segundo plato casi vacío. "Me dan ganas de lamerlo todo".
El calor me inunda al oír sus palabras. Imagino esos labios fuertes y dorados rozando mi
piel. Imagino su lengua saliendo para probarme. Imagino un montón de cosas sucias,
asquerosas. Tragando con fuerza, doy un pequeño mordisco a mi propio postre y lo alejo.
No puedo hacerlo. No puedo. Tengo que desechar la idea por completo o enfrentarme a ella
de frente.
"¿Has terminado?" pregunta Azar. Arquea una ceja pálida hacia mí. "¿No te gusta?"
"Estoy llena", digo, sin aliento. "Te lo puedes quedar". Cuando coge mi tenedor, quiero
burlarme de cómo ha estado en mi boca, pero las palabras se me atascan en la garganta.
Veo cómo se mete las púas en la boca y luego se lanza a por otro trozo de tarta. Es como si
quisiera probarme antes de probar el postre.
Eso me decide.
Antes de que pueda pensarlo más, suelto: "He cambiado de opinión".
"¿Oh?" Azar vuelve su atención hacia mí.
Trago con fuerza. "No significa nada entre nosotros si te dejo que me lamas, ¿verdad? ¿No
cambia nuestro pacto?"
Sus ojos comienzan a girar ese oro más profundo y rico. "Nada cambia, no. Tienes todo el
control".
"Entonces... podemos intentarlo. Pero quiero poder cancelarlo en cualquier momento si me
siento incómoda".
"En cualquier momento". Azar me tiende la mano, con la palma hacia arriba.
Coloco la mía en la suya y él me abraza con fuerza. Su mano es cálida, condenadamente
cálida, y ese toque se siente bien, al igual que el pulgar que roza el dorso de mi mano. "Está
bien", digo débilmente. "¿Vamos a ello?"

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 15

AZAR

Quiero gritar de triunfo cuando Melina pone su mano en la mía. El humano Daniels tenía
razón. Debe ser realmente placentero para una hembra que le laman el coño, porque mi
hembra ha olido a excitación desde que saqué el tema. Su olor me ha estado volviendo loco
durante los últimos días. Me alegro de que lo haya pensado mejor, porque mi propia
necesidad se está volviendo insoportable. Imagino mi cara entre sus magníficos muslos
marrones y mi polla surge bajo la bata.
No se trata de mí, pero sospecho que a pesar de todo habrá placer... y no puedo esperar.
Pero pretendo seguir siendo informal. Bajo control. Doy otro mordisco al delicioso pastel y
acaricio la mano que tiene en la mía. "¿Quieres hacerlo aquí en la mesa?"
Sus ojos se abren de par en par. "¿Aquí?"
"¿Hay un lugar mejor?"
"Para empezar, en un lugar privado", dice, con un tono agrio. Sus mejillas se tiñen de color
y puedo oler su aroma, perfumando toda la habitación. "No quiero hacer esto en ningún
sitio donde alguien pueda vernos. Estaba pensando más bien en el dormitorio".
"Tú eres quien tiene el control", acepto, y termino mi último bocado. "Te sigo".
"Debo de estar loca", murmura para sí misma mientras se pone en pie. Me doy cuenta de
que no quita su mano de la mía y me invade una oleada de placer. ¿Le gusta mi tacto?
Decido poner a prueba esa teoría. Cuando me pongo en pie, le pongo una mano en la
cintura, guiándola hacia delante. En lugar de apartarse, vacila y luego se inclina hacia mí,
como si buscara mi calor. Eso me hace sentir más placer. Pensar que puedo obtener tanta
alegría de una mujer que se deja abrazar y, sin embargo, me complace más que cualquier
cosa que pueda imaginar, más que el pastel de frutas más grande que las cocinas me han
puesto jamás.
Sólo puedo imaginar que probar su coño será aún mejor.
Melina se queda callada mientras la conduzco hacia nuestro dormitorio, pero puedo sentir
la tensión que vibra en ella. No hay miedo en su aroma. En cambio, es el almizcle picante
de su excitación el que recorre mis sentidos. Quiere que la toque con la boca, pero sigue
dudando. ¿Porque soy yo quien la toca? ¿Porque no quiere darme algún beneficio? Puede
haber muchas razones, pero sé que no me dirá ninguna si le pregunto. Guardará sus
secretos porque la obligué a convertirse en mi consorte y, en el fondo, sigue pensando que
la obligaré a hacer otras cosas.

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Lo entiendo, pero ese no es mi deseo. El aroma caliente de ella en mi nariz es impresionante,


avivando mi propia necesidad. Cuando lo comparo con la mirada de asco que me puso
después de tocarme... La quiero de buen grado o sino, nada, y cada día lo tengo más claro.
Froto mi pulgar contra su costado mientras la guío a nuestras habitaciones, y su
respiración se entrecorta, casi imperceptiblemente, cuando lo hago.
Toques. Le gustan las caricias, entonces. Debería añadirlas en lugar de simplemente
empujar mi cara entre sus muslos. La idea me llena de un curioso placer. Me gusta la idea
de saborearla y lamer su coño, pero ¿sólo... tocarla? ¿Pasar las manos por su piel morena
y acariciar sin más objetivo que el de tocar? No es algo que haya considerado, y los libros
que he consultado no mostraban tales cosas. En este ámbito, soy totalmente ignorante, y
eso me frustra.
Nuestra cama está recién hecha, las sábanas perfumadas con jabón de lavandería. Las
ventanas de nuestra habitación están abiertas de par en par, dejando entrar la brisa
nocturna. Para mi sorpresa, Melina se acerca a ellas y cierra las persianas. "¿Tienes frío?"
Pregunto, curioso. "¿Pido a los criados que enciendan un fuego?"
Se gira para mirarme, sorprendida. "Oh... no tengo frío. Sólo estaba cerrando para que el
sonido no se transmita".
Sus palabras son apresuradas, como si estuviera nerviosa. Es curioso. Para alguien que
dice no quererme, está extrañamente excitada por esto. Tal vez sea realmente sensacional
para las mujeres. Por otra parte, si se ofreciera a chuparme la polla con una mirada ansiosa,
¿la rechazaría? Por supuesto que no. "¿Serás ruidosa, entonces? ¿O crees que lo seré yo?"
Melina me ignora, y esa ráfaga de calor recorre su aroma, diciéndome que me está
escuchando. Se acerca a la cama y yo cierro las puertas tras de mí, sin poder apartar los
ojos de ella. Cuando sus manos se dirigen a los finos tirantes de su vestido, me doy cuenta
de lo que está haciendo. "Espera".
Me mira, confundida. "¿Qué pasa?"
"Quiero desnudarte".
Sus labios se separan y sus manos se detienen para alisar sus faldas. Intenta sonreír
cuando me acerco a ella. "Creía que sólo querías lamerme".
"Lo hago. Ese sigue siendo mi plan. Pero..." Me adelanto y rozo con mis dedos un hermoso
hombro, rozando con la yema de un dedo la correa. Ella se estremece y más aroma de su
excitación inunda el aire. "Quiero mirarte. Quiero conocer tu cuerpo. Me dará placer, mucho
placer, pero no lo haré si te desagrada. Sólo... quería tocarte. Darte placer. Esta noche se
trata de ti".
Melina guarda silencio. Se lame los labios, me mira y luego asiente. "Esto no es que yo
consienta el sexo, por cierto".
"Por supuesto que no". Me siento como si hubiera ganado una gran victoria.
"Esto es sólo que estoy de acuerdo en dejar que me desnudes para que puedas lamer mi
coño".

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"Por supuesto". Paso mis dedos por debajo de la fina cinta y luego la bajo por su hombro.
"No soñaría con más".
"Bien", respira ella. "Bien".
Se le cierran los ojos y se queda quieta mientras tiro de la otra cinta para bajársela por el
brazo. Deja al descubierto su perfecta piel morena y el vestido color melocotón pálido se
descuelga, mostrándome la línea de su escote y los pechos hinchados. Fascinado, meto un
dedo en la parte delantera del vestido y tiro hacia abajo, y todo se desliza hasta el suelo,
exponiéndola a mi mirada. Melina no lleva nada más que una colorida prenda interior en
las caderas y el coño, y el resto de su cuerpo está completamente desnudo, excepto los pies,
que llevan sus prácticas botas.
Contemplo sus pechos recién descubiertos, fascinado. Son pequeños, con pezones oscuros
y apretados que parecen inclinarse hacia arriba. Me parece que es un acto de maldad
agarrar uno de sus pechos directamente. La tensión ha vuelto a su cuerpo, así que decido
facilitarle mi contacto. Le paso los dedos por el hombro, rozando su suave piel. "No me
imaginaba que se sentiría tan bien el tocarte", confieso. "No es algo que haya pensado
nunca, tocar a otra persona. Pero cuando tu piel brilla a la luz de las velas, mis dedos se
agitan con la necesidad de tocarte. De ver si eres tan suave bajo mi mano como pareces".
"¿Y lo soy?" La respuesta de Melina es ronca, con los ojos aún cerrados.
"Más suave", admito, fascinado. Tocarla se siente mejor que nada. Me demoro, queriendo
saborearla a ella y a este momento un poco más. Así que rozo con mis dedos su brazo y
luego la rodeo, pasando mi mano por su espalda y sus hombros. "¿Hay alguna parte de mi
contacto que prefieras? ¿Algo que deba evitar?"
Levanta una mano y se frota la base del cuello. "En realidad, ya que estás ahí, si pudieras
frotarme los hombros, te lo agradecería. Estaba haciendo el inventario y he tenido un largo
día encorvada sobre mi escritorio".
¿Frotarle los hombros? Le pongo una mano, y luego la otra, y ella emite un sonido de
respiración en su garganta.
"Tus manos están calientes", susurra. "Se siente bien".
¿Le gusta mi tacto? Mi polla está sorprendentemente dura y erguida, haciendo fuerza contra
mi túnica. El mero hecho de tocarla así hace que mi pene palpite de necesidad. ¿Cómo sería
si fuéramos realmente ma-ah, amantes? Estoy deseando averiguarlo... pero esta noche se
trata de ella. Le acaricio los hombros, sin saber qué significa un "masaje de hombros".
"¿Cómo quieres que te acaricie?"
"Sólo frota", me dice.
Así que lo hago. Recorro con mis dedos su cuello y sus hombros, rozando la piel con las
yemas de los pulgares. Dejo que mis manos bailen sobre su suave y fragante piel,
maravillado por lo impecable que es. Soy un macho obsesionado cuando se trata de esta
hembra humana, y cuando acaricio la línea de su columna vertebral y luego paso un dedo
por sus clavículas, Melina se estremece. Cuando vuelvo a rodearla, sus pechos están
fuertemente apuntados, sus pezones erectos.

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"Puedes añadir un poco de presión", dice, con la voz estrangulada.


Obedeciendo sus órdenes, aprieto más las palmas de las manos contra sus hombros y las
froto con más vigor. La observo atentamente, y sus ojos vuelven a cerrarse, con el perfume
de su excitación en el aire. ¿Sabe que puedo oler su deseo? ¿Me rechazaría si intentara
montarla?
Pero no puedo, porque ella no ha tomado mis fuegos. Y un Salorian no toma un compañero.
Entonces debe tratarse sólo de su placer. Le paso las manos por las clavículas y por los
brazos, y cuando vuelve a temblar, esta vez estoy allí para respirar en su oído. "¿Ahora
tienes frío?"
Melina sacude la cabeza. "Sólo... siento cosas".
"¿Debo parar?" Trazo un dedo por su brazo.
"Yo no he dicho eso". Se gira hacia mí y me lanza una mirada pensativa. "¿Estás seguro de
que quieres hacer esto, sabiendo que no obtienes nada de ello?"
Le dedico una sonrisa irónica. "¿Crees que de verdad no saco nada de ello?" Mi polla ya está
palpitando tan fuerte de placer que apenas puedo pensar con claridad. Aunque no me libere
dentro de ella, el placer que estoy obteniendo al tocarla será más que suficiente para
saciarme. "Tienes muy poca fe en mi deseo de tocarte".
"No sé cómo has estado tanto tiempo sin tocar a nadie, y luego me conoces, y ahora quieres
tener sexo. Tú mismo dijiste que los Salorian no toman parejas. Entonces, ¿por qué yo?
¿Por qué ahora?" Incluso mientras habla, inclina su cabeza, una invitación silenciosa para
mis manos. "No soy especial".
"¿No lo eres?" Ronroneo las palabras. Tal vez en apariencia no parezca especial comparada
con otras hembras humanas, pero de todos modos no me fijo mucho en su aspecto. "Me
salvaste cuando llegué".
"Estaba haciendo mi trabajo. Ayudo a la gente. Eso es lo que hago".
"No veo a nadie más ayudando. Seguro que no eres el único entrenado". Cuando no
responde, sé que tengo razón. No es que los demás no sepan cómo hacerlo, simplemente no
les importa. A Melina sí. Me inclino más hacia ella. "Es tu espíritu el que me atrae, mi
adorable consorte. Es esa desafiante inclinación de tu cabeza cuando te enfrentas a mí. Es
cómo insistes en hacer las cosas a tu manera incluso cuando no tienes el control. Es tu
inteligencia, y tu ingenio, y tu fuerza... e incluso tu terquedad". Me acerco más, incapaz de
resistirme a la extensión de piel morena de su nuca. "Y tu aroma es exquisito. Entonces,
¿por qué tú? ¿Por qué ahora? No lo sé, y al mismo tiempo lo sé. Un Salorian no toma una
pareja, y sin embargo me parece que no puedo alejarme de ti. No puedo dejarte en paz. Si
no puedo ser como los Salorian consideran, ¿por qué no disfrutar mientras gobierno el reino
de los humanos?". Deslizo una mano alrededor de su cintura, atrayéndola hacia mí. Ella se
deja llevar sin rechistar, con su olor por todas partes, y yo reprimo un gemido. "Si tengo
que quedarme aquí, ¿por qué no satisfacer el hambre que has despertado en mí? Un hambre
que nunca he sentido antes".

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"¿Es eso todo lo que soy para ti? ¿Un reto que hay que ganar? ¿Un premio? ¿Y una vez que
consigas lo que quieres, habrás terminado?" Su voz es tensa, pero divertida al mismo
tiempo. "Si eso es todo lo que es, puedes follarme ahora y acabar con esto, y nos iremos por
caminos separados".
"Eso no es lo que quiero".
La deseo. La quiero con la necesidad caliente en sus ojos, anhelando por mí como yo anhelo
por ella.
Melina suspira y gira la cabeza para mirarme. "Nunca entiendo del todo lo que quieres".
Sé lo que quiere decir. Algunos días, tampoco estoy del todo seguro de lo que quiero. Mi
placer por gobernar este lugar, por su presencia, entra en conflicto con mi naturaleza
Salorian. Ella es todo lo que no puedo tener y, sin embargo, aquí estoy, complaciéndome de
todos modos y forzando los límites de mi control. Así que me conformo con lo inmediato.
Mientras no la reclame, podré volver a casa, a mi mundo y retomar mi vida. "Ahora mismo,
todo lo que quiero es probarte".
Su cuerpo se estremece contra el mío y yo paso mi mano por su brazo en una camisa. No
voy a hacer más que acariciar hasta que ella me lo pida, sin importar que su aroma sea tan
rico y espeso en el aire que está haciendo que mis sentidos se vuelvan locos. Melina se
aparta de mí, mira hacia atrás para asegurarse de que la miro y da unos pasos hacia
delante, quitándose las botas y bajándose la ropa interior. Se me hace la boca agua al ver
sus gruesas y redondeadas nalgas, las amplias curvas de su trasero. ¿He dicho que sólo me
han enamorado su personalidad y su fuerza? Tengo que añadir su glorioso trasero a esa
lista.
Se acerca al borde de la cama, completamente desnuda, y se sienta en el borde con
delicadeza. Melina vuelve a mirarme. "¿Cómo me quieres?"
"¿Cómo quieres... tú?" ¿Hay más de una respuesta para esto? Intento mantener la calma
en mi voz. "¿Cuál es la mejor manera de proceder?"
"Bueno", dice Melina, apoyada en la cama, con la mano en las sábanas. Cruza las piernas,
y se ve tan elegante y hermosa sin esfuerzo que me cuesta todo lo que tengo para no coger
mi polla y bombearla con el puño como un pagano. "Podría ponerme a cuatro patas y tú
podrías comerme por detrás, o podría sentarme sobre tu cara, o podría ponerme de espaldas
y tú podrías acomodarte entre mis muslos". Ella traza un dedo sobre las sábanas. "¿Cómo
te gustaría?"
No he considerado que haya más de una forma de hacerlo. Sus palabras son tentadoras, y
mi mente recorre las posibilidades, gustando cada una más que la anterior. "¿Podemos
probarlas todas?"
En el momento en que las palabras salen de mí, mis oídos se calientan de vergüenza. Sueno
como un niño codicioso.
Inclina la cabeza, observándome, y me doy cuenta de que he perdido el control de la
situación. No soy yo quien manda. Melina me tiene en la palma de su mano. Una palabra

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suya y me destruirá y me dejará dolorido... o me dará un intenso placer. Mi consorte me


estudia y finalmente dice: "Veamos cómo va esto antes de hacer cualquier promesa".
Asiento con la cabeza. En este momento, si me mostrara su coño y me dejara oler su dulce
perfume, le concedería cualquier cosa. "Lo que quieras".
"Y si quiero que pares, tienes que parar. ¿Entendido?"
Vuelvo a asentir.
Ella duda. "¿Deberíamos tener una palabra segura? ¿Una palabra que pueda usar y que te
diga que pares pase lo que pase? ¿Qué te haga saber que ya no estoy cómoda?"
Avanzo y le toco la barbilla, llamando su atención. "Si quieres que pare, dímelo. No te
obligaré a decirlo dos veces".
Melina asiente, sus ojos se encuentran con los míos. Se acomoda en la cama y se reclina,
con los pechos apuntando al techo. Sus pezones están tan apretados que me pica el dedo
para tocarlos, pero no tengo permiso. "Entonces, vamos de espaldas", dice, y se reclina
sobre los codos, con las piernas colgando del borde de la cama. "A menos que te opongas".
"No hay objeciones". Me arrodillo ante ella como un suplicante. La posición me hace
consciente de que ella tiene todo el poder en esta relación, independientemente de lo que
piense. Aquí estoy, arrodillado frente a ella, prácticamente suplicando lamer su coño y darle
placer, y estoy fuera de sí por el hambre de hacerlo. ¿Cómo me he hundido tanto en tan
poco tiempo? Cualquier otro Salorian se horrorizaría y, sin embargo, yo no. En cambio,
observo con avidez cómo separa sus muslos y apoya un delicado pie en el borde de la cama,
y luego el otro, creando un altar para que yo lo adore.
Me pierdo ante la vista de su gloria. Reverente, contemplo los arcos de sus piernas y el valle
que las separa, enrojecido por el color oscuro y resbaladizo por sus jugos. Un mechón de
rizos oscuros cubre su montículo, y bajo él asoman pliegues aún más oscuros. Brillan por
su humedad y, mientras la observo, se inclina y los separa para mí, revelando el resbaladizo
canal que esconden y el prominente capullo en el vértice. "¿Has visto esto antes?"
"En los dibujos", admito. Los he mirado durante demasiado tiempo y demasiado a menudo,
fascinado. Verla así de cerca es como un sueño, y su aroma me envuelve como una telaraña,
atrayéndome. "¿Puedo tocarlo?"
Para mi sorpresa, se frota un poco la punta del coño y retira la mano. "Adelante".
Su voz es tensa y todo su cuerpo parece rebosar de tensión. ¿Teme que la desagrade de
alguna manera? ¿Que no le dé placer? Quiero asegurarle que lo único que deseo es que se
corra, y con fuerza, pero tal vez sea mejor que se lo muestre. Reverentemente pongo una
mano en cada rodilla, y puedo sentir el temblor que la recorre. "No haré nada que no desees
que haga", le recuerdo, frotando un pulgar por el interior de su rodilla. "Dígame que pare
en cualquier momento".
"Lo sé".
Vuelvo mi mirada hacia su muslo, rozando con mis dedos el interior. No puedo meter mi
cara entre sus muslos como un niño codicioso. Esto es una batalla, y uno no se lanza de

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cabeza a la guerra, ni espera vivir mucho tiempo si está en el frente. Hay que emplear la
estrategia. Táctica. Así que la acaricio, aprendiendo su cuerpo y sus movimientos. Recorro
cada parte de la piel, aprendiendo las partes que la hacen retorcerse y las que hacen que
sus ojos se cierren. Le gustan las caricias en el interior de los muslos, pero a lo largo de la
espalda se retuerce, con las cejas juntas. Demasiadas cosquillas, entonces. Muevo mis
dedos sobre un pequeño pie, fascinado al ver que se pinta las uñas de los pies de un tono
vivo. Lo he visto en fotos y en revistas, pero nunca en persona. "¿Por qué son rosas?"
"Me gusta el rosa", dice a la defensiva. "Y me gustan los dedos de los pies bonitos. Y encontré
un esmalte que no estaba demasiado pegajoso después de todo este tiempo".
"Tus dedos son magníficos", le digo. "A mí también me gusta el rosa". Agrego el color de los
dedos de los pies a la lista mental de cosas que le gustan a Melina. Vestidos bonitos. Las
pinzas para el pelo y las envolturas. Los jabones perfumados, que aunque ofenden mi
sensible nariz, los encuentro tolerables cuando están sobre su piel. Joyas en las orejas y
collares pequeños y discretos, pero no anillos ni pulseras. Y la planta. Adora la planta y me
dice todos los días que aún no ha florecido, pero que tiene muchas esperanzas en ella. "Me
gusta todo de ti".
"¿Incluso mis opiniones?"
"Especialmente tus opiniones". Por alguna razón, siento el impulso de presionar con mi
boca la suave piel del interior de su muslo. Me inclino y lo hago, y ella se estremece contra
mí. "Me gustan tus consejos. Tus sugerencias. Tu determinación. No eres como las ovejas
de aquí que habitan en el fuerte, abriendo la boca y esperando que caiga la comida. Ellos
no cuestionan a un líder. Tú lo cuestionas todo, y eso me gusta". Rozo mi boca contra su
cálida piel. "Me hace querer hacerlo mejor, para complacerte".
Melina se mueve en la cama, su respiración se agita cuando vuelvo a frotar mis labios contra
su piel. Se echa hacia atrás, en horizontal, como si ya no pudiera apoyarse en los codos.
Me inclino hacia delante y mi lengua roza su piel. La pruebo, y su sabor es tan ligero y
tentador como pensaba. Es todo sabores limpios, pero con un toque de excitación en el
fondo, ese perfume perfecto y seductor que envuelve mis sentidos cada vez que está cerca.
Melina gime cuando me deslizo hacia delante, y sus manos van a sus pechos. Los aprieta,
incluso separa más los muslos.
Quería esperar, alargar las cosas un poco más, pero no puedo. Me siento atraído por los
dulces pliegues de su coño. Sus piernas me aprietan los hombros, lo que supone un
pequeño problema logístico, pero lo resuelvo deslizando una sobre mi hombro y luego la
otra. Mi cabeza está prácticamente aprisionada entre sus muslos, su olor me ahoga, y mi
polla me duele bajo la túnica.
Recorro con la boca el interior de su muslo, hacia el pliegue donde su pierna se une a su
cuerpo, y entonces su húmedo e increíble aroma empapa mis sentidos. "Voy a saborearte
ahora", ronco. "Dime si todavía quieres parar".
Hace un sonido suave y quejumbroso, y cuando levanto la vista, tiene las manos apretadas
sobre los pechos y los ojos cerrados.

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Para mí, eso no es un "stop". Vuelvo a centrarme en su coño, pasando una mano por la
parte delantera de su muslo mientras la observo. Los rizos aquí son diferentes a los de su
cabeza, recortados cerca de la piel, pero tan perfumados con su aroma que quiero frotar mi
cara en ellos y llevarla como una máscara. La miro, preguntándome que si lo hago, pueda
pensar que estoy loco.
"No conozco las palabras humanas para tu anatomía aquí", le digo. "¿Cómo debería llamar
a esta... cuna entre tus muslos?"
Melina se retuerce en la cama, jadeando, y entonces su mano desciende a un suspiro de mi
boca. Sus dedos se mueven sobre su montículo cubierto de rizos y luego separa sus pliegues
con dedos expertos. "Estos son los labios", me dice. "Pero ese es un término clínico. Nosotros
lo llamamos simplemente 'pliegues' o ‘coño’, o ‘vulva’".
El capullo en el vértice de sus pliegues sobresale cuando los separa para que la mire, y
recuerdo cómo lo rozó con los dedos rápidamente antes de apartar la mano, como si no
pudiera resistirse a otra caricia. Me inclino y paso la lengua por ese pequeño trozo de carne,
lamiéndolo. "¿Y esto?"
Casi se sale de la cama, arqueándose. Melina traga un grito sin palabras y sus muslos se
tensan sobre mis hombros. "Clítoris", jadea. "Clítoris".
"¿Sensible?"
"Mucho".
Excelente. Quiero jugar de nuevo, pero me lamo los labios y ella irrumpe en mis sentidos.
Si estuviera de pie, me tambalearía. Su sabor es el más rico, embriagador y diferente a todo
lo que he probado antes. Me fascinan los alimentos humanos y todos sus variados sabores,
pero Melina va más allá de lo que podría haber soñado. Se me hace la boca agua y sé
inmediatamente que necesito más, que quiero más. Quiero apartar sus manos y lamer sus
pliegues hasta ahogarme en su sabor. Quiero sumergirme entre sus muslos y no volver a
salir a respirar.
Pero también quiero hacerlo bien. ¿La toco como ella me tocó a mí? Intento recordar ese
momento, pero mi cabeza no está clara. Lo único que recuerdo es el tacto de sus manos y
la mirada de puro desagrado en sus ojos mientras dirigía mis chorros al suelo.
Considero la dulce veta de su coño extendida ante mí, y luego escupo sobre ella.
Melina jadea ante mis acciones, lo que me sorprende. Ella hizo lo mismo conmigo, ¿no?
¿Para mojarme antes de meterme en su boca? Preocupado por haberme equivocado, bajo
la cabeza antes de que pueda hablar y me llevo su clítoris a la boca. Chupo la perla,
prestando atención a los ruidos que hace. Al principio emite algunos sonidos estrangulados
y luego sus caderas empiezan a moverse.
"Joder", jadea. "Oh, joder. Tu lengua está muy caliente".
Levanto la cabeza y no puedo resistirme a pasar otra vez la lengua por ese trozo de carne.
"¿Es malo? ¿Estoy haciendo algo malo?"
Su mano se planta sobre mi cabeza y me empuja hacia abajo.

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Me muerdo una carcajada de sorpresa complacida. Eso es un "no, lo estás haciendo todo
bien", entonces. Con ganas de más, la atrapo con mis labios y trabajo en ese punto sensible,
chupando y provocando alternativamente. Sus piernas se flexionan sobre mis hombros, sus
talones se clavan como si buscaran un punto de apoyo, y se retuerce contra mi boca,
emitiendo gemidos. Agarro sus muslos y la mantengo en su sitio mientras su mano se
enreda en mi melena. Si quiere que pare, sólo tiene que decirlo.
A pesar de todos sus retorcimientos, no me ha pedido que pare. Lo tomo como una buena
señal.
Mientras escucho su acalorada respiración, mientras mi cuerpo se esfuerza por
complacerla, intento pensar en lo que ha hecho para darme placer. Es difícil concentrarse,
con Melina retorciéndose debajo de mí, y su olor por toda la habitación, sus piernas
apretando contra mis oídos. Esto es a la vez un placer y una agonía, y mientras vuelvo a
acariciar la parte inferior de su clítoris, me pregunto si debería hacer algo más. ¿Debería
hacer que se corra más rápido? ¿Más fuerte? Si le pregunto, ¿se disgustará por mi falta de
conocimiento? Pienso en sus manos, deslizándose por mi pene lubricado, y mis caderas se
sacuden contra la cama. Aprieto la polla contra el colchón y succiono su clítoris con nuevo
vigor.
"Azar", jadea, y sus dedos se enroscan en mi melena. Sus talones se clavan en mi espalda,
y con la lengua hago dulces círculos alrededor de su clítoris, amando los gemidos y los
ruidos de necesidad que hace bajo mi lengua. Ahora entiendo por qué los machos humanos
son adictos a complacer a sus hembras. Su necesidad es tan intensa, tan perfecta, que
palpita en mí, tanto como la mía. Mis caderas se balancean contra el borde del colchón, la
presión de la cama contra mi polla me impulsa hacia mi propia liberación... pero quiero que
Melina consiga la suya primero.
Vuelvo a succionar su clítoris, amando el temblor que recorre sus muslos, y luego deslizo
una mano entre sus piernas. "No hemos terminado nuestra lección", murmuro, arrastrando
la lengua lentamente sobre el capullo de su clítoris, fascinado cuando sus caderas se
levantan para seguir mi boca.
"No te detengas", jadea ella. "Por favor, no pares". Sus dedos se clavan en mi melena,
empujando mi cara hacia abajo de nuevo. "Estoy muy cerca".
"Entonces dime qué es lo que toco, y mantendré mi boca sobre ti". Toda mi preocupación
por si lo estoy haciendo mal ha desaparecido, sustituida por una euforia hambrienta. Le
encantan mis caricias, me doy cuenta incrédulamente, mientras reprime un sollozo e insiste
en que no me detenga. Vuelvo a su clítoris y lo succiono con avidez, mientras más
estremecimientos suben por sus muslos, y luego arrastro un dedo por sus húmedos
pliegues, justo debajo de mi boca. Está completamente empapada, con sus jugos en mi cara
y en el interior de sus piernas, pero me encanta. Me encanta lo mucho que desea esto -me
desea a mí- y quiero hacer que se humedezca aún más.
La exploro con un dedo, recorriendo los pliegues de su coño y, al hacerlo, descubro la
abertura de su cuerpo. Aquí está más caliente y resbaladiza, la miel de su excitación cubre
mi piel en cuanto la toco. Melina grita sin decir nada, y yo acaricio con mi dedo la entrada
de su cuerpo, esperando que me responda.

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Cuando no lo hace, vuelvo a levantar la cabeza. "No tienes mi boca, encantadora, a menos
que sigas el juego también".
"Vete a la mierda", resopla, toda frustrada, y vuelve a empujar mi cabeza entre sus muslos.
"¡Estaba muy cerca!"
"Volveré a tenerte así de cerca", ronroneo, chasqueando mi lengua contra su clítoris y
alegrándome cuando grita. "Pero debes terminar de enseñarme..."
"¡Bien!", grita ella. "Sólo... por favor, Azar".
Sus palabras -su necesidad- hacen que mi polla brote. La túnica se me pega a la cabeza del
pene, pero vuelvo a apretarme contra la cama, sin importarme. Lo único que importa es el
placer de Melina. Vuelvo a rodear su clítoris con la boca y chupo como si no hubiera un
mañana, y ella grita más fuerte, arqueándose sobre la cama.
Esta vez, cuando arrastro mi dedo hacia la entrada de su cuerpo, ella balbucea palabras.
"Mi núcleo. Ese es mi núcleo. Mi canal. Mi vagina". Ella gime de nuevo. "Oh, por favor, estoy
muy cerca. Tan cerca..."
Empujo mi dedo dentro de ella.
Melina se estremece y su cuerpo se aprieta. Sigo chupando su clítoris, mientras su coño se
aprieta alrededor de mi dedo como si lo estuviera ordeñando, y sus piernas se agitan. Todo
su cuerpo se tensa, y yo sigo trabajando con mi boca mientras sus ruidos se hacen más
fuertes, la tensión aumenta en su cuerpo. Da un escalofrío que parece durar una eternidad,
emite un último sonido jadeante y desesperado y se desploma sobre la cama mientras sus
jugos me cubren las manos y la cara. Jadeando, finalmente consigue hablar. "Oh, Dios mío".
Levanto la cabeza, lamiendo una vez su clítoris, y notando que esta vez intenta retorcerse
para alejarse de mi boca. "¿Te he complacido?" Estoy aturdido por la neblina de mi propio
placer, vagamente consciente de que mi polla palpita con su propia liberación, y mi túnica
está pegada a mi parte delantera. Yo también me he corrido, perdido en sus ansias.
Ella suelta una carcajada temblorosa y trata de apartar uno de sus muslos de mis hombros.
Con la misma rapidez, deslizo una mano hacia arriba y la mantengo ahí. Todavía no la dejo
ir a ninguna parte. "Eso fue... sí. Ha estado bien. Yo... gracias, Azar".
"Soy tu compañero. Tu placer es el mío". Efectivamente, me siento increíble. Su aroma está
por todas partes, su coño aún gotea de excitación, y no puedo resistirme a probarlo de
nuevo y amar cómo se estremece en respuesta. "No tenía ni idea de que fuera tan placentero
devorar el coño de una hembra. No me extraña que tus machos humanos estén tan
hambrientos de él".
Una risa brota de ella. "No lo están. No sé de dónde sacaste la idea de que lo están, pero
definitivamente no les gusta comer coños. No así".
¿No les gusta? "Entonces son tontos. Es el mayor placer que he tenido... nunca". Froto mi
boca contra su muslo, obsesionado con la textura de su suave piel y su aroma. "Pensé...
pensé que era lo normal".

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"En un mundo perfecto, supongo que sí". Su boca se curva en una sonrisa soñadora. "Pero
definitivamente no es un mundo perfecto, y la mayoría de los hombres son egoístas en la
cama". Me aparta la melena de la frente, sus ojos son suaves y oscuros, y están confusos.
"¿De dónde has sacado esa idea?"
Es fascinante que los hombres se priven de algo así. Pero quizás sus sentidos son menos
refinados. No pueden apreciar los matices del sabor de Melina, su aroma, la fina textura de
su piel. O simplemente son tontos. Ambas cosas son fácilmente creíbles. Deslizo mis dedos
por el interior de su muslo, porque podría quedarme aquí para siempre, sólo explorando y
metiendo la lengua para saborear tranquilamente. "Vi una foto en un libro de un macho
entre los muslos de su hembra y quise probarlo".
"¿Una foto en un libro?" Sus dedos se dirigen a mi melena y me rasca distraídamente el
cuero cabelludo, como si también quisiera tocarme. "¿Qué tipo de libro? ¿De qué trataba?"
Me encojo de hombros. "No lo sé".
"¿Cómo que no lo sabes?" Parece desconcertada.
"No sé leer. Sólo miro a través de imágenes para tratar de determinar las respuestas que
busco".
Se queda quieta debajo de mí. "¿No sabes leer?" Cuando no respondo, exhala lentamente.
"Esa fue una pregunta tonta. Claro que no sabes. Es lógico que no sepas lo que dicen los
libros. Sólo pensé que... tu biblioteca..."
"Incluso sin poder leer tu idioma, sigo aprendiendo mucho de las imágenes", admito. Me
siento extrañamente vulnerable. No me gusta que piense que no soy inteligente. Que me
falta información que podría estar fácilmente disponible para otros. No quiero que piense...
menos de mí.
Melina vuelve a pasar sus dedos por mi melena. "No soy una gran maestra, pero podría
ayudarte a aprender..."
"Nada me gustaría más". Vuelvo a presionar mi boca contra su muslo.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 16

MELINA

Azar está inusualmente tranquilo a la mañana siguiente.


Parte de eso puede ser culpa mía. Lo de anoche fue raro para mí. Después de que me
comiera el coño como si su vida dependiera de ello -y Dios, todavía me retuerzo de excitación
pensando en ello medio día después- me inventé una excusa sobre que necesitaba
levantarme y estirar las piernas. Temía que me preguntara si podía hacerlo de nuevo... y
que yo dijera que sí. Aplastaría mis piernas alrededor de la cabeza de ese hombre tan rápido
que ambos nos marearíamos. El sexo oral es genial cuando se hace bien, pero a la mayoría
de los hombres no parece importarles hacerlo bien. En el mejor de los casos, puedes
conseguir un hombre que te lama un poco y que se enfade cuando no estalles como un
cohete en el momento en que su lengua toque tu clítoris. En el peor de los casos, ni siquiera
se molestará. Se limitará a meterte la polla y creerá que eso es suficiente para que te corras.
Hacía mucho tiempo que alguien no me tocaba para darme placer... y disfrutaba del
proceso.
Tacha eso. No sólo disfruté del proceso, sino que me deleité con él. Podía oír sus sonidos de
placer mientras me comía. No podía fingir su entusiasmo, ni el hecho de que siguiera
tocándome una vez que me había corrido, como si se resistiera a dejarme ir. Y cuando se
puso de pie de nuevo, pude ver, por la mancha húmeda en la parte delantera de su bata,
que él también se había corrido. Sin embargo, no me pidió que lo tocara. No me puso la
polla en la cara ni exigió su turno. En todo caso, tenía la sospecha de que me pediría que
me corriera otra vez.
Y eso me produjo sensaciones raras. No una rareza mala, sino una rareza de "qué coño estás
haciendo Melina".
Porque se supone que Azar es el enemigo. Es el conquistador de nuestra ciudad. No importa
que el Fuerte parezca querer ser conquistado. No importa que haya entrado a la fuerza y
que ahora esté mejorando la vida en él. Me obligó a ser su consorte. Me ha tratado bastante
bien, pero ¿no es una jaula dorada una jaula al fin y al cabo? ¿Incluso si el dorado es sexo
oral entusiasta?
Pasé demasiado tiempo escondida en el baño y cuando finalmente salí, Azar estaba en la
cama, de espaldas a mí. Gracias a Dios. No quería hablar de lo que habíamos hecho... ni
de si lo volvería a hacer.
Porque soy una mujer débil, débil cuando se me presenta una lengua talentosa.

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Sin embargo, Azar no saca a relucir la noche anterior mientras desayuna esa mañana.
Habla del tiempo, del pozo en el centro del Fuerte que se usa constantemente, y algo sobre
los planes para los jardines de otoño. Es tan despreocupado y fácil, preguntándome qué
tipos de verduras son mejores para la temporada de otoño aquí, y si tengo sugerencias para
otras mejoras, que me desconcierta. ¿No quiere... hablar de lo que hicimos? ¿En absoluto?
¿O ha satisfecho su curiosidad y ahora ha terminado conmigo?

No sé qué pensar. Desde luego, no quiero ser yo quien pregunte por ello. Sí, sé que te he
jurado odio eterno, pero ¿crees que podrías volver a rozar mi clítoris con tu lengua como hiciste
anoche?
Así que no digo nada. Lo medito en silencio mientras me dirijo a mi clínica y trato de
distraerme durante el día. Sin embargo, nada parece ir bien. Una caja de lo que creía que
eran vendas selladas resulta tener moho y hay que tirarla. Alguien que vino por un pie
infectado me robó toda la botella de alcohol para fricciones, la última que tenía.
Y mi rosal se está muriendo. Por mucho que lo riegue o lo ponga a la luz del sol, las hojas
amarillean y se caen. Me siento fracasada.
Estoy de muy mal humor cuando cierro la clínica al atardecer y vuelvo al cuartel, sólo para
encontrarme con una comida de tomates guisados y fideos, mi comida menos favorita. Sin
embargo, la comida es la comida, así que hago lo posible por picotearla y comer, ya que hay
otros menos afortunados que yo a los que les encantaría tener mi cena.
Una vez que los dos hemos terminado y los platos se han retirado, Azar me mira de forma
especulativa. "¿Estás bien?"
"¿Por supuesto?" Consigo una sonrisa brillante. "¿Por qué no iba a estarlo?"
Azar no se lo cree. Sus ojos se entrecierran mientras me mira. "Pareces distraída esta noche.
¿Hay algo que te preocupa?"
Niego con la cabeza. "Sólo estoy pensando".
"¿Sobre tu promesa de anoche?"
Me quedo quieto, observándolo. ¿Le prometí otra ronda anoche? No lo recuerdo. Todo lo
que puedo pensar es en cómo se siente su boca caliente y ansiosa en mi cuerpo. Nunca me
había corrido tan fuerte. Nunca. El sexo no debería ser un factor decisivo en nuestra extraña
relación y, sin embargo, no puedo dejar de pensar en el sexo. No puedo dejar de pensar en
cómo se había ofrecido y no me había pedido nada a cambio. Pienso en lo que significó y en
si vamos a volver a hacerlo, y me distraigo terriblemente. "Yo..."
"Si no quieres enseñarme, simplemente dilo". Su expresión es hermética, inescrutable.
Oh. ¿Está pensando en las lecciones de lectura? Aquí estoy pensando en su lengua y él
tiene su mente en un ámbito completamente diferente. Me siento como una tonta. "Quise
decir lo que dije. Te ayudaré a aprender a leer y escribir". Le ofrezco una pequeña sonrisa.
"¿Supongo que quieres mantenerlo en secreto entre nosotros?"
Azar asiente una vez. "No me gusta que los demás conozcan mis vulnerabilidades para que
no las usen en mi contra".

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¿Te refieres a lo que hiciste conmigo? Quiero atacar, pero no lo hago. Tal vez no tengo ganas
de discutir. Estoy tan cansada de pelear y tener que luchar a veces que me siento en
conflicto. Algunos días estoy tan enfadada con Azar que podría gritar, y otros... otros me
alegro. Me alegro de estar a salvo, protegida y mimada. Me alegro de que me cuide y se
asegure de que mi clínica tenga suministros y mi barriga esté llena. Me siento bien porque
hay una lucha menos en mi plato, y luego me siento culpable por pensar así.
Me siento un gran lío conflictivo con este hombre. Pero entiendo que no quiera ser
vulnerable. Chico, lo entiendo.
"No diré nada", le prometo. "Será nuestro secreto. ¿Cuándo quieres empezar?"
Su mirada se fija en mí, y simplemente... me mira fijamente. Es una mirada tan acalorada
y reflexiva que quiero retorcerme en mi asiento. ¿Está pensando en el sexo? ¿En cómo me
lamió anoche? Azar me observa con tanta atención que me quedo sin aliento y mi pulso se
acelera. Mi coño se aprieta con nada, y sé que me estoy volviendo escurridiza. Todo por una
mirada fija, que es una locura. "Me gustaría empezar ahora", dice finalmente, con voz suave.
"Esta noche".
"Por supuesto". ¿Por qué siento una punzada de decepción?
Me pongo en pie y me paso la mano por la parte delantera del vestido mientras las faldas
se deslizan en su sitio. Estoy esperando a que se me pase la novedad de llevar estos vestidos
de princesa, como los de los bailes de fin de curso, pero aún no se me ha pasado. Son poco
prácticos, por supuesto, pero también son frescos para llevarlos en el calor del verano y me
encanta el tacto de los tejidos. Supongo que me gusta que me mimen. Es otra parte de este
trato que pensé que odiaría pero que en realidad disfruto...tanto… como su boca.
Dios mío, ¿voy a pensar en su boca constantemente? Realmente soy un desastre.
Apretando las manos para concentrar mis pensamientos, salgo del comedor y me dirijo por
el pasillo hacia la Biblioteca. Azar me sigue un paso por detrás y soy muy consciente de su
presencia, esperando que me ponga la mano en la espalda o que me toque el hombro, pero
no lo hace. Llego hasta la Biblioteca y consigo mantener una expresión de serenidad
mientras él coge un mechero y enciende el candelabro, iluminando la sala llena de
estanterías. Miro a mi alrededor. He estado aquí unas cuantas veces, pero nunca me parece
un espacio cómodo. Como es una tienda reconvertida, el techo es alto, el suelo es frío y
desnudo, y las estanterías abarrotadas están llenas de sombras. Los asientos no son los
más acogedores, con sillas de madera ornamentadas en una mesa de madera igual de
recargada y ese estúpido globo terráqueo cerca de la ventana. Se parece lo más posible a
una biblioteca de verdad, pero no parece habitada. Se parece a lo que sería una biblioteca
si alguien se hiciera pasar por humano... lo cual, supongo, es Azar.
Me dirijo a la primera estantería mientras él pone el candelabro sobre la mesa, buscando
libros infantiles. Algo con letras grandes escritas, una cartilla, cualquier cosa por el estilo.
En cambio, veo diccionarios y tomos religiosos mezclados con revistas de National
Geographic y libros de moda. Los libros de misterio se encuentran mezclados con
enciclopedias anteriores a la Segunda Guerra Mundial, y tardo en encontrar un pequeño
libro con el lomo dorado, un libro infantil, entre viejas revistas de bolsillo. "Mañana, cuando

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haya luz en el exterior, revisaremos todo y buscaremos libros como éste", empiezo, dándome
la vuelta para mirarle. "A menos que sepas dónde los guardas..."
En el momento en que me giro, las palabras mueren en mi garganta.
Azar está sentado al final de la mesa, con una expresión pensativa en su rostro. Tiene la
cabeza inclinada hacia un lado y su pelo largo y pálido se le cae por encima del hombro
mientras me observa, pero sus ojos son de ese ámbar caliente y sedoso de anoche, cuando
estaba entre mis muslos. Mi coño se aprieta de nuevo al recordarlo. "Estás molesta por
algo".
"No lo estoy", le tranquilizo.
"Lo estás, y estoy tratando de entender por qué". Sigue observándome mientras pongo el
libro infantil sobre la mesa, sin prestarle atención. Cuando retrocedo, me coge la mano y
me sorprende de nuevo lo cálida que es su piel. Su pulgar me presiona la palma de la mano
y luego me atrae hacia él, acercando mi mano a su boca. Me lame el centro de la palma y
me mira con esos ojos de oro líquido. "¿No te gustó lo que hicimos anoche?"
Me va a obligar a contestar, ¿verdad? Intento relajarme en su agarre, porque me debato
entre retirar la mano... y agarrar la parte delantera de su bata y besarle hasta el fondo. Soy
una cachonda descerebrada. "Sabes que sí".
Azar vuelve a frotar sus labios contra la palma de mi mano, su lengua aprieta contra el
centro y me recuerda todo lo que hizo esa lengua anoche. "Pero hoy estás distante. Algo te
preocupa de lo que hicimos. Dímelo para que sepa que no debo volver a hacerlo".
Me relamo los labios, sintiendo una extraña timidez. "Estuvo bien..."
"¿Bien? Menudos elogios".
Siento la cara caliente. "No voy a elogiarte si eso es lo que buscas".
"Estoy buscando respuestas. No sé qué pensar". Azar recorre con su boca mi mano y luego
roza la punta de un dedo con sus labios. No es un beso -no estoy segura de que sepa besar,
y el hecho me sobresalta-, pero es íntimo e intenso y me distrae. "Tu estado de ánimo me
dice que he hecho algo mal, pero al mismo tiempo puedo oler tu excitación. Así que no sé
qué pensar".
Jadeo, temblando. Debería quitarme la mano de encima, pero no lo hago. "¿Puedes oler...?"
"¿Cuándo tu coño se moja? Sí".
"Entonces, ¿por qué me preguntas si me complace?" Me siento desnuda al darme cuenta
de que puede oler mucho más de lo que ha dejado entrever. ¿Cada vez que me excito, él
puede olerlo? ¿Lleva dos días oliéndome así y no ha dicho nada? Me siento mortificada. "¿Si
ya sabes la respuesta?"
Azar delinea la punta de mi dedo con sus labios. "Porque tu cuerpo puede estar
respondiendo, pero si tu mente no está con él, no hay diferencia". Toca mi piel con su lengua
en un ligero movimiento. "Si todo lo que quisiera fuera tu coño, lo reclamaría mientras estás
dormida y vulnerable. Te quiero a ti entera, no sólo una parte del cuerpo".

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Sus palabras -y su tacto- me hacen temblar. "Bueno", digo en voz baja. "¿Qué te ha
parecido? ¿Quieres volver a hacerlo?"
Los ojos dorados de Azar parecen oscurecerse aún más. "Quiero hacerlo constantemente".
Cojo aire bruscamente. La intensidad de su voz, de sus ojos, hace que se me revuelva el
estómago. No debería querer que me toque de nuevo, pero sólo pensar en ello me distrae y
me hace sentir ansiedad. "Si digo que me ha gustado, te das cuenta de que no cambia nada
entre nosotros, ¿verdad?"
"Lo sé". La boca de Azar se acerca a mis nudillos y su lengua los roza. "Simplemente he
disfrutado complaciéndote y deseo hacerlo de nuevo. ¿No se nos permite disfrutar el uno
del otro? ¿Debemos ser mártires de alguna causa desconocida? ¿Debes ser desgraciada
para satisfacer tu orgullo?"
A veces odio que haga que todo parezca tan sensato. Como si yo fuera la irracional en
nuestra extraña relación. "Por supuesto que no".
"¿Así que no nos privarás a los dos del placer de mi boca en tu coño?" Sus ojos brillan,
como si la batalla ya estuviera ganada. Me tira de la mano, atrayéndome hacia él. "Porque
sin duda es un placer para mí".
"Podemos hacerlo", estoy de acuerdo. Es sólo un poco de cunnilingus, ¿no? Y voy a ser yo
la que acabe ganando en este escenario, ya que se está realizando sobre mí. Aun así, me
siento un poco como si estuviera cediendo, como si estuviera cayendo en su plan... sea cual
sea ese plan. No confío del todo en esto, ni en él... pero no veo una razón para privarme.
"Siempre y cuando eso sea todo".
Azar asiente. "Eso es todo lo que pido". Me pone una mano en la cadera y me dirige hacia
él. "Ahora, siéntate en la mesa. Deseo saborear mi postre".
Parpadeo, sorprendida... y sigo sentada en el borde de la mesa, apoyando mi peso allí.
"¿Aquí? ¿Ahora?"
Me mira, pasando una mano por mi pierna cubierta de falda. "¿Sólo debemos hacerlo en la
cama? ¿Hay reglas que desconozco?"
"Sin reglas", jadeo, apartando el candelabro del camino. "Es sólo que... alguien podría
entrar".
"No entrará nadie", me tranquiliza, subiéndome la falda. Dios, creo que nunca había visto
sus ojos de un dorado tan oscuro. Por extraño que parezca, esa visión me excita tanto como
sus manos ansiosas. "Saben que si me molestan cuando estoy con mi consorte, les
destruiré".
Palabras mayores, pero todavía no he visto a Azar "destruir" a nadie. ¿Puede ser frío y
brutalmente eficiente a veces? Sí. ¿Pasa por alto las señales y los detalles que la gente
espera normalmente? Sí. ¿Pero destruir? Empiezo a pensar que ladra más que muerde.
"¿Qué hay de aprender a leer? ¿No es por eso que estamos aquí?"
Me ayuda suavemente a ponerme sobre mi espalda, acunando una cálida mano en la base
de mi cuello, y me siento extrañamente conmovida. Me trata como si fuera un regalo frágil

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y precioso que tiene que proteger, y en lugar de empujarme hacia atrás, se asegura de que
esté cómoda. Es ese paso extra el que me decide. Cuando me reclino, separo las piernas y
apoyo un pie en el brazo de su silla. Tiene una mirada de fascinación, con una pizca de
reverencia, cuando me sube la falda por encima de los muslos.
"Mañana hay tiempo para los libros", murmura, y roza sus labios contra mi rodilla.
Lo que me recuerda...
Me incorporo y, cuando Azar levanta la vista hacia mí, le toco con un dedo bajo la barbilla.
"Un pequeño cambio", murmuro. Me inclino y rozo mis labios sobre los suyos. "Creo que
deberíamos besarnos".
Se queda completamente quieto cuando mi boca toca la suya, y cuando me retiro, sus ojos
fuertemente herméticos miran los míos. "¿Una costumbre humana?"
"Oh, sí. Y una en la que insisto". Se me hace raro pensar en su boca en mi coño y no
besarnos nunca. No me parece bien, y supongo que si estamos haciendo una cosa íntima,
deberíamos hacer la otra. Así que deslizo mis brazos alrededor de su cuello y froto mi nariz
contra la suya, mis labios coquetamente cerca. "Voy a poner mi boca en la tuya, y luego te
voy a dar mi lengua".
Azar deja escapar una respiración entrecortada. "¿Por qué?"
Deslizo una mano en la cascada de su pelo dorado pálido. "Porque crea intimidad. Porque
demuestra afecto y ayuda a establecer un vínculo entre tú y tu amante". Vuelvo a apretar
mis labios contra los suyos. "Porque se siente bien. Resbaladizo y extraño, pero bueno".
Vuelvo a besarle, con un toque ligero. "Y porque a veces necesitas esa intimidad y no tienes
tiempo para comer coños".
Parece enloquecido por mi cercanía, incapaz de apartar la mirada de mis labios. "Siempre
sacaré tiempo para eso", jura, con voz ferviente. "Simplemente pídelo y haré lo que me
mandes".
"Puedes decirme si no te gusta", susurro, dejando que mi aliento sople sobre su piel. "No lo
volveremos a hacer si no te gusta".
"Me gustará".
Azar parece totalmente convencido de ello, pero yo he tenido demasiados besos malos y
húmedos en el pasado como para estar tan segura como él. En cierto modo, es bueno que
nunca haya besado antes. Puedo enseñarle a hacerlo bien, como a mí me gusta, y no tendré
que preocuparme de que me martillee el paladar. Le paso el pulgar por el labio inferior y,
cuando sus labios se separan ligeramente para mí, me inclino y vuelvo a rozar mi boca con
la suya. Nos besamos un par de veces así, besos tentativos y exploratorios que provocan un
agradable cosquilleo en mi cuerpo... y entonces meto la lengua en su boca.
Siento que se tensa debajo de mí, asimilando el cambio de sensación. Entonces, sus brazos
me rodean la cintura y gime en mi boca, con un sonido hambriento e intenso. Deslizo mi
lengua contra la suya, y está tan sorprendentemente caliente como antes, su boca es dulce.
Su lengua se desliza contra la mía, coqueteando ligeramente, y me sorprende que cuando

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me devuelve el beso, lo haga bien. No hay un incómodo apuñalamiento de su lengua, ni


babas, sólo el juego de su lengua contra la mía. Me deja sin aliento, y cuando me retiro para
recuperar el aliento, soy yo la que está aturdida.
Una mano roza mi mejilla. "Es como lamer el coño", dice, con la mirada fija en mi boca
húmeda e hinchada. "Ahora entiendo por qué los humanos lo hacen". Me toca la boca con
el pulgar, totalmente absorto en mis labios, y luego se sumerge de nuevo para probarlos.
He creado un monstruo, decido, mientras él devora mi boca con hambre, beso tras beso.
Un monstruo que lo único que quiere es besarme, recorrerme con sus manos y comerme.
Cuando se separa, jadeante, para meterse bajo mis faldas y apretar su cara contra el
interior de mis muslos, me pierdo en un remolino de emociones.
Si él hubiera llevado esto, ¿habría luchado tanto contra ser su compañera? Ese
pensamiento se me ocurre momentos antes de que su lengua se deslice por mis pliegues, y
entonces gime por lo bajo, separando mis muslos...
Y entonces no pienso nada en absoluto.

∗∗∗∗∗∗∗

ESA NOCHE, en lugar de dormir al borde de la cama, me arrastro un poco más cerca de él.
Es como si la presa se hubiera roto. Ahora que he recibido unos cuantos besos y abrazos
de él (y, por supuesto, que me lama desde la parte delantera de mis pliegues hasta la
espalda), estoy deseando un poco más de intimidad. Más caricias. Cuando me atrae contra
él, con un brazo fuerte que me rodea, no me importa que esté caliente como un horno. Le
quito las sábanas y me acerco un poco más.
Quizá sea porque estoy arropada contra él que me despierto en mitad de la noche con la
certeza de que algo va mal. Me despierto confusa cuando me doy cuenta de que todavía está
oscuro. Normalmente duermo a pierna suelta, así que me tumbo en la cama, con los ojos
abiertos en las sombras, y estiro los sentidos.
¿Huelo... humo?
Detrás de mí, Azar se tensa. Su respiración se acelera y su cuerpo se sacude. Para mi
sorpresa, emite un gruñido animal, uno que nunca antes había oído de él. Me zafo de su
agarre y me muevo fuera de la cama, mirando hacia él. Cuando no se mueve, me doy cuenta
de que sigue dormido. Permanece en la cama, pero a la luz de la luna, sus dedos se mueven
y puedo ver movimiento bajo sus párpados.
Le sale humo de las fosas nasales y se agita en la cama.
Aspirando un poco, espero que se despierte, pero no lo hace. Está atrapado en la agonía de
una pesadilla, gruñendo y emitiendo sonidos que sólo he escuchado del Dragón de Claudia.
Es como si algo en él estuviera... revirtiendo. "¿Azar?" Digo en voz baja. "¿Puedes oírme?"
No hay respuesta.

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Me muevo hacia su lado de la cama, menos asustada por él y más preocupada porque algo
va terriblemente mal.
"Azar", intento de nuevo, sentándome a su lado en el borde de la cama. "Despierta".
Se sacude, abre los ojos y, por un momento, se ven negros como el carbón. Un rizo de vapor
escapa de una fosa nasal antes de que sus ojos se centren y se vuelvan dorados una vez
más, y su mirada se fije en mí.
"¿Estás bien?" Pregunto, pasándole los dedos por la frente. Para mi sorpresa, su piel está
húmeda. Incluso en los días más calurosos del verano, Azar nunca ha sudado. "Estabas
teniendo una pesadilla".
Me agarra la mano y, para mi sorpresa, sus uñas se han convertido en garras. De nuevo,
me recuerda al hombre-Dragón de Claudia. A pesar de que Azar afirma no parecerse en
nada a él, no puedo evitar pensar que son mucho más parecidos de lo que sospecha.
"Algo...", se las arregla para balbucear. "Algo estaba en mis sueños".
"¿Qué?"
Traga con fuerza y sacude la cabeza. "Pensé... algo de la Grieta". Deja escapar una
respiración entrecortada. "Estoy seguro de que no es nada".
"¿Sólo una pesadilla?" Le tranquilizo, apretando su mano.
"Sólo una pesadilla", acepta. "Vuelve a dormir".
Asiento con la cabeza y le suelto la mano, volviendo al otro lado de la cama. Tal vez lo he
provocado yo al acurrucarme con él en la cama. Tal vez no esté acostumbrado a que alguien
le toque mientras duerme y eso le haya provocado algún tipo de pesadilla. ¿Cuántas veces
ha dicho que los Salorian no toman parejas, que los Salorian no tienen sentimientos, que
los Salorian no muestran miedo? Sin embargo, cuanto más tiempo estamos juntos, menos
amenazador parece. Tal vez esto es su subconsciente atacando. Así que cuando vuelvo a la
cama, acomodo cuidadosamente las sábanas sobre mis piernas y le doy la espalda,
asegurándome de mantener una buena cantidad de espacio entre nosotros.
Apenas cierro los ojos, Azar está allí, en mi lado de la cama, deslizando sus brazos alrededor
de mí. "¿Por qué te retiras otra vez?" Me da un beso en el hombro. "Te quiero en mis brazos".
"Te estaba dando espacio", digo suavemente. "Sólo en caso de que yo fuera la causa de tus
pesadillas".
"No lo eres". Me arrastra de nuevo contra él, arropando mi cuerpo con el suyo. "Tenerte en
mis brazos me calma. Vuelve a dormir".
No estoy segura de que sea así, pero rozo mi mano sobre la suya, intentando no pensar en
las garras que ahora inclinan sus dedos. Fue sólo una pesadilla, me digo. Un suceso
extraño. Nada más.

∗∗∗∗∗∗∗

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A la mañana siguiente, LAS GARRAS HAN VUELTO A DESAPARECER y sospecho que Azar las ha
vuelto a limar. Está tan tranquilo y distante como siempre, pero en cuanto nos quedamos
solos, sus manos me cubren. Nos besamos durante lo que parecen horas, hasta que estoy
jadeando y sentada a horcajadas en su silla y su mano está entre mis muslos.
"¿Lecciones?" Consigo preguntar.
"Primero te corres para mí", me dice Azar con ese tono de no hacer nada. "Luego las
lecciones".
Y... lo hago. Me corro con fuerza y rapidez, y cuando estoy aturdida por las endorfinas, me
siento en su regazo y repasamos la cartilla de lectura que hemos desenterrado, discutiendo
el alfabeto y las formas de las letras.
Nuestros días siguen un patrón. Desayunamos juntos (en el que Azar me devora con la
mirada todo el tiempo) y luego me voy a mi clínica mientras Azar se encarga del Fuerte.
Siempre hay una nueva crisis. O aparecen refugiados en nuestra puerta, o alguien está
robando, o otra persona está intentando chantajear a la gente que utiliza el bien común
establecido para todos. Siempre hay algo, y es porque la gente ha vivido sin reglas durante
mucho tiempo. Nos hemos acostumbrado a pensar primero en nosotros mismos, y por eso
Azar impone constantemente la ley. Algunas personas han sido exiliadas, y un hombre fue
ejecutado por matar a sus vecinos por sus provisiones. Para ese, Azar se negó a ser
indulgente y elegir el exilio. Eso animaría a otros a asesinar indiscriminadamente, dijo, y
más tarde me contó que había intentado ser amable y exiliarlo, y que eso sólo serviría para
que el hombre volviera al Fuerte. No había más remedio que ejecutar.
Por cada cambio que hace Azar para mejorar, es como si la gente luchara contra él. El pozo
que insisto en que se haga para uso común ha sido una fuente de problemas constantes.
Si alguien no está intentando cobrar a los demás por usarlo, alguien está tirando cosas por
él. Constantemente se producen peleas cerca de él, y la milicia se ve obligada a patrullar
constantemente la zona y regular quién obtiene agua para que todos tengan una parte justa.
Hay la habitual escasez de alimentos, por supuesto, porque siempre la hay, y tan rápido
como se limpian las calles, se vuelven a ensuciar.
Básicamente, la vida en el Fuerte es como siempre. Algunas cosas cambian, otras
permanecen igual sin importar quién esté al mando.
Lo mejor de todo es que no ha habido ni un solo ataque de Dragón desde que Azar tomó el
mando.
A medida que las semanas se convierten en meses, la gente parece acudir en masa al aire
libre. Hay risas en las calles, y también refriegas, pero percibo que la gente se siente como
si se hubiera quitado un peso de encima. Diablos, yo también me siento así. He estado tan
acostumbrada a esconderme y a arreglármelas, a programar mi vida en torno a los
implacables ataques, que ahora que se han ido, me siento libre.
Me siento... feliz.
Sonrío a los Dragones de la pared, ya que los veo todos los días. Sé que no pueden verme,
ya que Azar está salvaguardando sus mentes, pero me gusta pensar que están contentos
de estar haciendo su parte para proteger a la gente. Tal vez sean conscientes de que están

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marcando la diferencia. Sea lo que sea, mi escepticismo inicial hacia ellos ha sido sustituido
por un tranquilo cariño. Están devolviendo la normalidad a nuestras vidas, y estoy muy
agradecida.
Sin embargo, el tiempo pasa y mi felicidad inicial da paso a la inquietud.
Puede que las cosas vayan viento en popa en el Fuerte, pero los sueños de Azar han
continuado. Es más, cada vez son peores. Siempre es el mismo tipo de sueño. Algo -o
alguien- está tratando de llegar a través de la Grieta. Los sueños son tan vívidos que al
principio creo que son su subconsciente reaccionando a algo. Que tal vez se siente culpable
por su gobierno, o que está demasiado preocupado por la seguridad de la gente de aquí,
aunque me asegura que no es así.
Pero entonces los sueños siguen cambiando. Azar se revuelve en su sueño, hablando un
lenguaje extraño y gutural, y su olor cambia. No es ese extraño olor a ceniza, ni el olor a
quemado que he llegado a asociar con los Dragones. Es algo agrio y asqueroso... y se disipa
en cuanto se despierta. Tiene los ojos hundidos, agotados.
"Alguien está tratando de decirme algo", insiste. "Quienquiera que esté en la Grieta está
tratando de hablarme, está tratando de pasar".
"¿De tu mundo?" Le pregunto. Cuando niega con la cabeza, siento una punzada de miedo.
"¿Entonces quién?"
"No lo sé". Y parece tan preocupado como yo.

∗∗∗∗∗∗∗

DESPUÉS, le sugiero que hablemos con los otros Dragones que han recuperado la cordura.
Los Dragones como el compañero de Claudia, que han vuelto a ser ellos mismos. Tal vez
ellos tengan respuestas que nosotros no tenemos. A Azar le gusta la idea y envía sus
"tanteos" mentales, llegando muy lejos. Claudia y su Dragón no responden, lo que me
sorprende, pero Azar ha insinuado que su gente no se lleva bien con los Drakoni. Parece
egoísta negarse a ayudar, pero tal vez ella tenga más cosas en su vida.
Recibimos una respuesta de un Dragón llamado Vaan y su compañera, una mujer de mi
edad de Luisiana llamada Gwen.
No les gusta Azar. De hecho, son totalmente desagradables con él, y él es igualmente
desagradable. Intento suavizar las cosas, pero es como estar en una habitación con gatos
que escupen. No sé por qué no se llevan bien, pero me pongo del lado de Azar. Soy su
consorte, después de todo. Que sea desagradable o que algunos de sus métodos sean poco
ortodoxos no significa que sea una mala persona.
Gwen es negra como yo, y cuando llegó, me encantó ver a otra mujer negra involucrada en
la política Dragón-Salorian como yo. Pero Gwen me ha dejado claro que está aquí por Vaan
y yo estoy del lado de Azar, así que no somos amigas.
No me sorprendo. Me siento un poco triste, tal vez, pero no sorprendido.

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Tras el encuentro inicial, Gwen y Vaan deciden quedarse en el Fuerte Dallas para "ayudar",
para ser un enlace entre el Fuerte y las mujeres dispersas que se han emparejado con
Dragones y que no responden a la llamada de Azar.
Algo atravesará la Grieta, con el tiempo. Gwen y Vaan están preocupados porque
necesitaremos toda la ayuda posible cuando llegue ese momento, así que ahora forman
parte del Fuerte Dallas. Una parte reacia, pero aún así una parte.
Yo, no puedo evitar preguntarme cuándo la Tierra va a tener un respiro. Primero la Grieta,
y ahora una nueva amenaza. ¿Podremos relajarnos alguna vez?

∗∗∗∗∗∗∗

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Parte II

Capítulo 17

MELINA

Estoy bañando las extremidades temblorosas de un anciano cuando Alma llega a mi lado,
con expresión cansada. "He perdido a otro", dice simplemente. "¿Podemos llamar a los
soldados?"
Oh, no.
Recubro el cuerpo del anciano con las sábanas y le sonrío con mi mejor mirada de médico.
"Volveré pronto". Si me oye, no responde. Se limita a estar tumbado en el catre, débil, con
la piel grisácea a causa de la enfermedad. Me pongo en pie, intentando no sentirme
desesperada mientras miro alrededor de mi clínica, normalmente vacía. Tengo siete catres
preparados para los pacientes en la clínica y, en un mal día, puede que tenga dos ocupados.
Hoy, todos están ocupados. Desde hace una semana. Hay palés en el suelo y los enfermos
se amontonan en todos los lugares posibles. Paso por encima de algunos cuerpos dormidos
y sigo a Alma hasta el fondo, donde ha estado trabajando con los pacientes más enfermos.
El olor a vómito y orina está por todas partes y, cuando paso, otra mujer vomita en un cubo
junto a su cama. Los dos nos detenemos y me acerco a la mujer para frotarle los hombros
mientras se le pasa lo peor.
"Intenta comer", le digo mientras le doy un poco de pan de maíz y me aseguro de que su
vaso de agua esté lleno.
"Me estoy muriendo", grita, apretando el cubo contra su pecho. "Me estoy muriendo".
"Tienes una intoxicación alimentaria", le digo suavemente, y odio tener que mentir. "Es un
malestar estomacal. Se te pasará".
"¿Puedes darme algo para eso?" Sus ojos están llenos de lágrimas, y hay un vaso sanguíneo
reventado junto a su iris por la fuerza de su vómito.
Debería decirle que no. Debería decirle que no queda nada, porque una oleada tras otra de
enfermedades ha estado golpeando Fort Dallas, y mis suministros se agotaron hace días.
Aun así, tengo que ofrecerle esperanza. "Buscaré algo, pero bebe un poco de agua y come
tu pan de maíz. Pequeños bocados. Si puedes mantener eso, puedo darte algo que te ayude
con las náuseas".
Me mira con agradecimiento y se vuelve a tumbar en su catre.

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Alma espera pacientemente cerca. Su ropa está sudada y cubierta de manchas, y su rostro
bronceado, con profundas ojeras. Su pelo, normalmente limpio, está encrespado y se le
escapa de la coleta, pero creo que está demasiado cansada para darse cuenta. Las dos lo
estamos. Me lleva al fondo de la habitación y al hombre al que ha cubierto con una sábana,
como se hacía en las viejas películas. No le digo que vamos a tener que esterilizar esa sábana
y reutilizarla, porque lo entiendo. Nadie quiere mirar a un muerto en el catre de al lado.
Hace que los pacientes piensen que son los siguientes.
Y... tienen razón.
Desde que apareció esta enfermedad, viene en oleadas. Hogares enteros se ven afectados y
aparecen en mi puerta con los mismos síntomas: vómitos, fiebre, náuseas y diarrea. Al
principio pensé que se trataba de un envenenamiento, pero cuando siguió extendiéndose,
supe que era algo más. La gente sigue muriendo y me he quedado sin medicamentos para
tratarla.
"Este también tiene los gusanos", me dice Alma con voz susurrante. "Lo he comprobado".
Trago con fuerza, asintiendo. Esto no es una verdadera plaga, no realmente. No es una
enfermedad que se transmita por el aire y nadie puede contagiarse al toser. Todos los
pacientes están ingiriendo algo que les hace enfermar, y cuando mueren, encontramos
extraños y horribles gusanos en sus heces. El hecho de que venga en oleadas me dice que
es algo que la gente está comiendo, y sospecho que son los bichos.
No importa cuántas veces advirtamos a la gente de los enormes y extraños bichos, ellos
siguen comiéndolos.
Lo entiendo. Lo entiendo. En el Fuerte Dallas hay bolsas que se niegan a unirse a la milicia
o a participar en los programas de trabajo que hemos establecido. Ahora que la mayoría del
Fuerte está "empleada" por Azar y la milicia, el mercado negro tiene problemas. Hay menos
compradores de bienes y, por lo tanto, nadie comercia con alimentos. Los pobres tienen
dificultades y los enormes bichos del tamaño de un gato que han aparecido en la ciudad
son lentos y fáciles de atrapar.
Imagino que hay muchas proteínas en esos bichos. Fácil de llenar las barrigas de las
familias hambrientas.
Pero esos bichos enferman a casi todo el mundo. La gente sigue comiéndolos de todos
modos.
Retiro las sábanas y miro la cara del muerto. Está hundido y lo reconozco vagamente: es
uno de los hombres a los que hemos estado tratando durante unos días, que ha vomitado
constantemente a pesar de nuestros esfuerzos. También tenía una esposa y un hijo. La
mujer murió ayer y el hijo pende de un hilo. Frustrada, la tapo de nuevo y me dirijo a Alma.
"Llama a los soldados, sí. Vaciemos esta cama y metamos a alguien que ha estado en el
suelo". Cuando asiente con la cabeza y se pasa la mano por la frente, añado: "Y lávate las
manos".
"Siempre", me dice, y luego hace una pausa. "¿Te quedas esta noche?"

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Me muerdo el labio. Lo necesito. Necesito estar aquí constantemente para ayudar. Alma
hace un turno de noche, pero hay más cosas de las que una sola persona puede manejar.
Tengo soldados de la milicia ayudando (gracias a Azar), pero la mayoría de ellos no saben
hacer más que cambiar cubos de vómito o sacar a los muertos. Debería quedarme... pero
no lo haré, porque Azar insiste en que vuelva a casa. Cree que mi lugar está a su lado, por
mucho que proteste que no tardaré mucho, o que la gente me necesita. Dice que él también
me necesita.
Es una de esas cosas que me recuerdan que Azar puede ser un culo obstinado e intratable
cuando quiere.
Aun así, sacudo la cabeza. "No puedo. Necesito hablar con él. Lo siento".
Alma asiente, sin sorprenderse. No puedo decirle que tengo que hablar con Azar sobre un
programa de alimentos para los pobres. Él cree firmemente que si la gente quiere comer,
tiene que obedecer sus reglas. Tienen que contribuir al bienestar del Fuerte. Y aunque es
fácil decir eso, es menos fácil mirar a los ojos hambrientos de los niños que tienen padres
rebeldes. Ellos son los que sufren, y debido a la escasez de alimentos, no puedo persuadir
a Azar para que alimente a los que no contribuyen. Sin embargo, estoy trabajando en ello.
Es un proceso, como todo lo demás con Azar. Su forma de pensar es diferente a la mía.
Probablemente sea bueno que vuelva a casa de todos modos. Podremos discutir sobre la
comida (otra vez) y podré dormir bien para estar despejada por la mañana... y espero poder
ayudar a Azar a dormir. Sus pesadillas han aumentado.
Cansada, me froto los ojos y repaso la lista de pacientes con Alma, cuáles necesitan más
agua, cuáles han comido, cuáles probablemente no pasarán la noche. La necesidad de
quedarme y ayudar me tira, pero conozco a Azar. Ya es tarde y me va a buscar.
"Pregunta por la medicina", susurra Alma mientras me preparo para salir.
Asiento con la cabeza. Ella sabe tan bien como yo que si hay medicinas en la zona, ya las
hemos adquirido. El viejo Dallas y sus alrededores están completamente despojados.
Tendríamos que ir más lejos. Montarnos en las bicicletas y salir durante unos días y seguir
las carreteras. Ver lo que podemos encontrar. Le preguntaría a Gwen y a su Dragón, Vaan,
pero Gwen está muy embarazada. Una de las chicas del lugar, Rachel, está recién
emparejada con un Dragón propio, pero Rachel es poco amistosa y actúa como si fuéramos
sus enemigos. Nadie parece confiar en Azar. Supongo que lo entiendo. Es irritante y difícil
de llevar incluso en los días buenos. Tiene una visión definida de cómo quiere que sea Fort
Dallas, y poca tolerancia para los que se desvían de su visión. Ven los Dragones en la pared
y piensan que está abusando de ellos.
No lo conocen como yo.
No conocen al hombre que se angustia por los libros de aprendizaje de la infancia, porque
quiere abastecerse de información. No saben que es tierno y amable conmigo. Que ahora
saluda a los sirvientes con palabras amables y comentarios alentadores porque quiere que
se den cuenta de lo apreciados que son. Que es un hombre que me besa y me abraza, que
me cuida como si fuera oro, que se asegura de que no me falte nada. Viene de una cultura
en la que no se preocupan por nadie más que por ellos mismos, por lo que he deducido,

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pero está cambiando. Está aprendiendo. ¿Cuántas noches nos hemos quedado hasta tarde,
hablando de los planes para Fort Dallas? ¿Hablando de cómo podemos mejorar las cosas
para todos sin alterar el delicado ecosistema que se ha creado desde la Grieta? Tal vez al
principio quería estar al mando por razones egoístas, pero estoy cerca de él todos los días.
Sé que está cambiando. Sé que atiende a razones.
Es otra razón por la que tengo que ir a casa esta noche. Él me escucha. Puedo ir a casa y,
si no hay nada más, tal vez pueda persuadirle de que me deje trabajar toda la noche, y de
que me dé más ayuda.
La corta caminata a través del complejo nunca me ha parecido tan condenadamente larga.
Dos soldados de la milicia -mis guardias- se ponen detrás de mí cuando vuelvo a dirigirme
a los barracones y a las habitaciones que comparto con Azar. Intento no prestar atención
al hecho de que las calles vuelven a estar sucias, o a que veo a un adulto persiguiendo a
uno de los grandes bichos de la calle. Enfadarme por lo poco que la gente quiere ayudarse
a sí misma no me ayudará a motivar a Azar. La gente es gente, a pesar de sus defectos. Si
las calles vuelven a estar sucias, es porque es más fácil seguir tirando la basura por la
ventana en lugar de llevarla a los carros de recogida. Si la gente se come los bichos, es
porque... bueno, no sé. Es porque creen que no van a enfermar, supongo.
Paciencia, me recuerdo. He de tener calma. Estás haciendo todo lo que puedes.
Pero cuando el hombre persigue al bicho delante de mí, me detengo y le pongo una mano
en el hombro. "Señor", le digo en voz baja. "No se coma eso".
Mira mi elegante vestido, mi pelo y mi piel limpios y sus labios hacen un mohín de desprecio.
Sé lo que está pensando. Es lo que he escuchado una docena de veces antes cuando la
gente cree que no estoy prestando atención. Que soy la puta de Azar. Que me pongo por
encima de los demás. Que me creo demasiado buena para el resto del Fuerte.
Levanto una mano antes de que pueda escupirme algo feo. "Te darán una comida en el
cuartel", continúo. "Sólo diles que te envía Melina. Te juro que te darán de comer. Uno de
mis guardias puede llevarte".
El hombre flaco y sucio sostiene el repugnante bicho en sus manos, con sus numerosas
patas retorciéndose. "¿Y mi familia?"
"También te conseguiremos lo suficiente para ellos", le tranquilizo.
"¿Y mañana? ¿Y pasado?" Me escupe a los pies. "El guiso de bichos nos alimentará durante
una semana. No hay nadie en mi casa que haya estado enfermo".
"Sin embargo", digo. "Mi clínica está llena de moribundos..." Vuelve a mirar mi vestido y yo
me quedo sin palabras, porque es inútil. Si quiere creer lo peor de mí, que lo haga. Y tiene
razón. Puedo alimentarlo a él y a su familia esta noche, pero más que eso y Azar insistirá
en que paguen la comida ayudando en los jardines o limpiando las calles. Trabajando para
el Fuerte.
Algo me dice que este hombre no hará eso. Es la forma en que me mira, como si fuera
basura. Como si estuviera jodiendo mi camino a la seguridad. Como si mi estúpido vestido
de princesa significara algo más que ha sido rebuscado, igual que la camisa sucia que lleva.

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Pero no importa, porque una parte de mí cree que tiene razón. Que tengo un trato especial
por culpa de Azar.
Así que mantengo una sonrisa pegada a mi cara. "Sólo diles que te envía Melina", vuelvo a
decir, y continúo por el camino.
"Puta del Dragón", murmura el hombre.
Yo también pretendo ignorar eso. Ni siquiera es objetivamente correcto y estoy demasiado
cansada para discutir.
Una vez dentro del cuartel, me doy cuenta de lo tarde que es. El lugar está lleno de olor a
velas -algo que Azar me dice que no le gusta pero que tolera por darme gusto- y las sombras
cubren todas las habitaciones. El sol se pone más rápido y hace un poco de frío a medida
que nos acercamos al final del año. Contemplo la cena: ¿me dirijo directamente a la mesa
o voy a lavarme primero? Me siento sucia y cansada, pero sé que Azar me está esperando,
así que me dirijo al comedor.
Desde que Gwen y Vaan decidieron mudarse a Fort Dallas, cenan con nosotros. Rachel y
su Dragón, Jurik, también tienen siempre un lugar fijo, pero son más difíciles de localizar.
No les gusta Azar y no se fían de mí porque estoy con él, así que nos evitan la mayoría de
las veces. No me sorprende del todo que, cuando entro en el comedor, sólo esté Azar
sentado, con un libro en la mano mientras mordisquea una rodaja de fruta. Levanta la vista
en el momento en que llego, y sus ojos brillan por un momento. "Llegas tarde".
"Mi día estuvo bien, querida", bromeo. "Simplemente genial. Gracias por preguntar". Me
dejo caer en la silla junto a la suya y bajo la cabeza. "¿Podemos saltarnos la cena? No tengo
hambre".
"Hueles a vómito", me dice Azar, cerrando su libro y apartando su plato de fruta.
Le dirijo una mirada cansada. "Eso es probablemente porque alguien me vomitó encima".
Se pone en pie. "Te vas a bañar", anuncia. "Y te daré de comer mientras te bañas, porque
está claro que alguien tiene que cuidarte".
Reprimo una sonrisa ante sus bravatas. Se pone tan dominante cuando se preocupa por
mí. "Un baño suena bien. Buena idea".
Azar me guía hacia la habitación que se ha habilitado como cámara de baño. Está separada
de los baños, cerca de las cocinas para poder vaciar fácilmente la bañera y transportar
rápidamente el agua caliente. En el momento en que entramos en la habitación, suena una
campana y aparece una sirvienta que nos indica con la cabeza que el agua está preparada.
Le dedico una sonrisa cansada y me quito las botas. En el momento en que lo hago, Azar
está a mi espalda, desabrochando los botones de mi sucio vestido. "Dime quién te ha
vomitado", dice. "¿Tengo que castigarle?"
Pongo los ojos en blanco, riendo. "Era una persona enferma. Eso es lo que hacen. No es que
pudieran evitarlo".
"¿Y hay muchos enfermos hoy?"

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"Demasiados". Suspiro con fuerza. "Tenemos que hablar de la comida".


"No le oculto nada a nadie", dice Azar, deslizando mi vestido una vez desabrochado. "Saben
cómo conseguir comida. Sólo tienen que pedirlo y les haremos un hueco en uno de los
programas de mejora del Fuerte".
"Algunos son demasiado orgullosos para pedirlo". Me estremezco, cruzando los brazos sobre
mis pechos mientras uno de los criados entra con un cubo de agua humeante. "Y a algunos
no les gustas", le señalo a mi amante mientras el sirviente se da la vuelta para marcharse.
"No todos quieren atenderte de pies a cabeza".
"Entonces no tienen tantas ganas de comer", dice con voz firme. "¿Aceptan mi refugio pero
no harán nada para ayudar a que este lugar sea mejor para todos? Que se mueran de
hambre, entonces".
Le lanzo una mirada. "Azar, ya hemos hablado de esto".
Se queda en silencio cuando el criado vuelve con agua fría y, una vez que la vierte en la
bañera, meto un dedo del pie. Está perfecta, ni demasiado caliente ni demasiado fría. Me
meto en la anticuada bañera con patas de garra y Azar se coloca en el taburete a mi lado.
Coge una pinza y me recoge el pelo, ya que no es día de lavado. Le lanzo una mirada de
agradecimiento y me recuesto en la bañera mientras él coge el jabón. Sabe que estoy
cansada cuando vuelvo tarde y me mima como si fuera un objeto precioso, y yo lo acepto
de buen grado. Es agradable que alguien me cuide, y sé que soy una privilegiada. Tenemos
sirvientes aquí, un techo sobre nuestras cabezas, y comida para comer. Tal vez sea la culpa
lo que me hace empujar para alimentar a los del Fuerte que no cumplen con las exigencias
de Azar.
Mientras me acomodo y Azar me lava las extremidades con jabón perfumado, finalmente
vuelve a hablar. "No me gusta la idea de que se aprovechen de tu amabilidad".
"Crees que todo el mundo se aprovecha de mi amabilidad".
"Porque lo hacen".
"No lo hacen". Levanto una mano del agua para burlarme de él. Él ignora mi irritación y me
agarra la mano, lavándola con intensa concentración. "Sólo estás enfadado porque no todo
el mundo piensa que eres un genio todavía. Dales tiempo para que se acostumbren a cómo
son las cosas ahora. No se pueden cambiar años y años de vida cotidiana de la noche a la
mañana".
Azar gruñe, desliza el paño por mi brazo y luego me masajea el hombro. Se siente tan bien
que cierro los ojos, dejándome llevar mientras me cuida. "No pedimos cosas irracionales,
mi consorte. Simplemente pedimos que participen en el cuidado de la fortaleza en la que
viven. No creo que sea demasiado". Suena malhumorado. "Se comen mi comida, consumen
mis suministros médicos y mantienen a mi generosa y hermosa compañera lejos de mí. No
me gusta".
Sonrío mientras me recuesto en el agua y él me pasa la toalla por la frente. "Y aquí llegamos
al meollo de la cuestión. Hoy te has sentido solo, ¿verdad?".

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"Estoy ocupado", refunfuña. "He tenido interrupciones durante todo el día, gente
preguntando por las cosas más tontas. ¿Es que nadie piensa por sí mismo en este lugar?
Ahora tendré que decirles cómo limpiarse el culo".
Sí. Me ha extrañado. No señalo que los que piensan por sí mismos son parte del problema,
que son los que no se alinean con su gran visión. En cambio, dejo que me lave la pierna
que saco del agua y abro un ojo para mirarle. Está tan concentrado en limpiarme que sus
ojos ni siquiera giran el tono ámbar más oscuro que significa que está excitado. Estoy
tentada a cambiar eso, a deslizar una mano entre mis muslos y tocarme ociosamente, pero
estoy tan condenadamente cansada que incluso ese pequeño movimiento parece un
esfuerzo. "Mañana, cuando tenga dos neuronas para utilizar, ¿podemos hablar de las
reservas de alimentos? Creo que deberíamos reducir las provisiones, o encontrar una
manera de estirarlas para pasar el invierno. Tal vez enviar más equipos a cazar".
"Lo discutiremos mañana", acepta. "Estás demasiado cansada para discutir esta noche, y
me gusta mirarte cuando discutes. Tus ojos se vuelven fieros y tus pechos se agitan. Es
impresionante, incluso cuando te equivocas".
"Nunca me equivoco", digo, riendo. "¿Y qué has leído hoy?"
Mi "marido" ha empezado a leer a una velocidad sorprendente. Es inteligente y es capaz de
juntar las palabras rápidamente, y se apresuró a leer los libros de lectura temprana que
encontré para él, y ahora estaba devorando todo lo que estaba a la vista. Durante unas
semanas, leyó las palabras con la boca, hasta que uno de los guardias le pilló. Me
sorprendió lo avergonzado que estaba. Azar es orgulloso y no le gusta que nadie piense que
no es capaz. Ahora lee un poco más despacio, pero en silencio, y cada vez que lo encuentro
tiene un libro en la mano. Hablamos de ellos por la noche, y es como revivir parte de mi
infancia a través de su lectura. Le he encontrado riéndose con Ramona Quimby, de 8 años,
y le han gustado Amelia Bedelia y Donde viven los monstruos. El árbol de los regalos le
enfadó, al igual que La telaraña de Carlota, ya que no le gustan mucho las historias de
autosacrificio. No entiende el razonamiento que hay detrás de ellas, y creo que eso tiene
que ver con su educación Salorian.
No creo que me gusten muchos Salorian si los conozco. Me gusta, pero es suficiente.
"Una historia terrible", dice Azar mientras levanta mi pie y me lava los dedos. "Se trataba
de un niño y una niña. La niña murió y el niño se puso muy triste. No me gustaba".
Hago una pausa, tratando de pensar en lo que hay en su biblioteca. "¿Puente a Terabithia?
Lloré como un bebé cuando lo leí. Más que cuando leí Old Yeller".
Se endereza, sus hombros se endurecen. "No he llorado". Hace una pausa. "Aunque sí sentí
tristeza por la juventud al perder a un amigo tan devoto. ¿Qué es Old Yeller?"
"Es un libro sobre un niño y su perro. La misma onda".
"¿El perro es su amigo, entonces? ¿Los perros son realmente tan inteligentes?"
"¿Algunos lo son? Aunque creo que tú eres más de gatos", me burlo. "Los gatos se creen el
no va más y no escuchan a nadie. Esperan que hagas lo que ellos quieren, mientras que un
perro se dedica a complacer a su amo".

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Mi amante me mira con su larga y aguileña nariz, con expresión altiva. "Un gato parece una
criatura terrible. ¿Por qué querría uno en lugar de algo obediente?"
"Porque la obediencia está muy sobrevalorada. Te gusto precisamente porque no acepto tu
mierda".
La forma en que su boca se tensa me dice que tengo razón. Está tratando de ocultar su
diversión. Tal vez busque a alguien en el Fuerte que tenga gatitos y haga un trueque por
uno. Los perros son menos comunes ahora, ya que mucha gente no tiene los suministros
de comida para mantener uno, pero los gatos siguen siendo bienvenidos en el Fuerte porque
son excelentes para mantener a raya a la población de ratas. Creo que a Azar también le
gustaría tener un gatito. Me lo imagino intentando que haga lo que él quiere y el gato
ignorándolo, y me da mucho placer pensarlo. Definitivamente hay que conseguirle un gatito
al hombre.
Mi estómago gruñe y Azar emite un sonido de infelicidad. "Tienes hambre. Insisto en que
comas".
"Si lo hago, ¿podemos hablar de la distribución de alimentos por la mañana? ¿A los pobres?"
Frunce el ceño. "Ya te he dicho que saben lo que tienen que hacer para ser alimentados.
¿De verdad crees que pedirle a alguien que recoja una bolsa de basura es demasiado a
cambio de una barriga llena de comida? ¿Se supone que debo recompensar su terquedad?"
Reprimo un suspiro, porque sé que tiene razón. No está pidiendo nada descabellado, y nos
estamos acercando al frío invierno, en el que todo el mundo se aprieta el cinturón y aguanta
comiendo un poco menos para que las provisiones que tenemos rindan. Es una discusión
que ya hemos tenido antes. ¿Y si regalamos toda la comida y luego no hay para alimentar
a los que realmente cumplen las normas? Entonces nadie está contento y el Fuerte cae en
el caos. "Es sólo que... añade más carga de trabajo", digo, tratando de darle un giro para
que responda positivamente. "Y eso no me gusta".
Azar me tiende una toalla mientras me levanto para salir de la bañera. "Entonces
cerraremos tu clínica por completo..."
Lo agarro por la nuca y lo acerco, con su cara a centímetros de la mía. "No vas a cerrar mi
clínica, cabrón. Es mía".
Sus fosas nasales se abren y su mirada se dirige a mi boca. El calor se dispara entre
nosotros y, antes de que sepa lo que estoy haciendo, le rodeo con los dos brazos y nos
besamos como demonios. Mi boca está sobre la suya, frenética y frustrada y empujando.
Su boca se inclina sobre la mía, intentando tomar el control del beso, incluso mientras me
agarra del pelo y tira de él. Estamos en una guerra por el dominio de este beso, y cuando
sus manos se deslizan por mi carne resbaladiza y me atrae hacia sus brazos, gimo.
"Tu clínica", suspira, y luego me muerde el labio inferior. "Es tuya, ¿no? Te lo prometí". Su
lengua está caliente y busca en mi boca, y soy vagamente consciente de que me baja al
suelo en el baño. Un escalofrío estalla en mi vientre, porque me encantan los momentos
como éste, en los que ambos queremos sacudirnos con frustración y luego atacarnos por
pura hambre.

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Respondo a su beso hambriento con uno propio, mi mano se dirige a la parte delantera de
su pesada túnica y tantea la dura longitud que hay debajo. Arrastro mi mano por el
contorno de su polla, frotando con el talón de la palma mientras él devora mi boca.
"Al igual que este coño es mío", dice entre besos calientes, su mano se mueve entre mis
muslos. Encuentra mi clítoris infaliblemente y comienza a frotarlo de la manera que me
vuelve loca. "Dime que es mío, Melina. Dime que este coño está húmedo y jugoso para su
pareja".
"Está mojado porque acabo de salir de la bañera, tonto", jadeo, frotando mi mano contra su
eje incluso mientras abro más mis muslos para sus dedos buscadores. "Oh, joder, así de
fácil".
"¿Quién es el tonto ahora?", se burla, hundiendo un dedo mientras le aprieto la polla. Me
encanta la forma en que su aliento sisea entre sus dientes, me encanta la forma en que
entierra su cara contra mi cuello y empuja, incluso mientras su mano se mece contra mi
coño. Cuando suceden momentos como éste entre nosotros, es una competición para hacer
que el otro se corra primero, y estoy decidida a ganar esta vez.
Me aprieto alrededor de sus dedos, tratando de atraparlos incluso cuando me lleva al límite.
"Vas a follarme el coño con fuerza con esos dedos, ¿verdad? ¿Vas a reclamarme para ti?
¿Arruinarme para otros hombres?"
Azar gime, y sus dientes rozan mi garganta, enviando un zarcillo de nueva lujuria a través
de mí. Nunca me ha mordido, pero la idea me parece absolutamente emocionante.
"Tú", digo, y luego me atraganto cuando enrosca un dedo dentro de mí, acariciando un
punto que nunca ha tocado antes. Nunca le he mencionado el punto G, pero sé que lee
libros eróticos a escondidas, así que debe haberlo aprendido en alguna parte. Ahora soy yo
la que pierde el control, y apenas consigo darle un rápido bombeo con la mano antes de
correrme, balanceándose contra su mano mientras me arqueo en el suelo. Una oleada tras
otra de placer me golpea, y cuando finalmente me desplomo sobre la baldosa, aturdida,
Azar se aparta de mí.
Veo, con ojos saciados, cómo se abre la bata y se pasa una mano por la polla, acariciándose
mientras me mira, con los ojos profundamente dorados por la necesidad. Se da unos
cuantos tirones y luego se inclina, girando para que su descarga golpee el agua de la bañera.
El vapor sisea y se eleva al entrar en contacto, y su cabeza cae hacia atrás. Me pongo en
pie y le rodeo con los brazos mientras se acaricia a sí mismo durante su orgasmo,
sintiéndose satisfecho y desmadejado.
Nunca gano este maldito juego.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 18

AZAR

Mi compañera no pregunta por qué mantengo una vela encendida o por qué leo hasta altas
horas de la noche. Ella sabe la razón. Miro fijamente las páginas del libro, mi mente está
demasiado cansada para concentrarse en las palabras que se arrastran por la página. Es
inútil. Debería intentar dormir, pero sé lo que me espera si lo hago.
La cosa de la Grieta. Incluso ahora, lo siento acechando en el fondo de mi mente, como un
buitre, esperando a que me relaje y baje la guardia.
Lo odio. Por primera vez en los años que he vivido en este mundo, me siento atrapado.
Cuando me quedé atrapado aquí por primera vez, estaba consternado, pero esa
consternación dio paso a la determinación. Estaba decidido a triunfar, a forjar un pequeño
Reino propio. Lo he hecho, y ahora tengo una compañera a mi lado. Y soy... feliz. Estoy
contento. Miro a Melina y me llena de placer verla, y también de orgullo. Esta hermosa
criatura no se inclina ante nadie más que ante mí. Nadie prueba la dulzura de su coño sino
yo. Nadie la oye gritar por mi lengua codiciosa, ni es recompensada con sus inteligentes
consejos. Ella es mía, completa y totalmente.
Ni siquiera me importa ser un mal Salorian. Ya no. No sueño con volver a casa. Tengo esta
fortaleza en mis manos, sus aburridos y poco inspirados humanos contentos de vivir bajo
mis reglas. Tengo a mi compañera a mi lado. Me quedaría para siempre.
Y ahora que he decidido esto, hay una nueva amenaza que amenaza con arrebatármelo
todo.
Sé que la cosa que se asoma desde la Grieta quiere hacernos daño. Puedo sentir la maldad
en sus pensamientos, el hambre que siente. Quiere este mundo. Desde donde sea que se
asome, ha decidido reclamar este lugar como suyo.
Y ahora es mío.
Puedo protegerte, dice una pequeña voz. Casi se pierde en el ruido mental. Soy fuerte.
Me resisto a una oleada de diversión. Es la hija de Kael, Sallavatri. Arrogante, pero curiosa.
Eres una niña recién nacida. No eres tan fuerte como yo.

Todos somos fuertes, dice otra. Luminoura. Podemos ayudar. ¿Quieres que ahuyentemos tus
malos sueños?
Por supuesto que no, contesto. Es costumbre que la mayoría de las noches que las hijas de
los matrimonios Drakoni-humanos se acerquen a mi mente. Durante el día, cuando estoy
concentrado en mil cosas diferentes, es más fácil ignorarlas. Por la noche, sin embargo,
hablan en mi cabeza, y en voz alta. Es otra de las razones por las que duermo poco estos

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días. Las niñas Drakoni tienen mentes ruidosas y brillantes y se comunican con frecuencia
entre ellas y conmigo.

Pero estás cansado. Es evidente, responde Sallavatri, y luego cambia de tema. Mi padre trata
de ocultar mis pensamientos de los tuyos. ¿Por qué? ¿Eres malo?
Envío una suave ola de pensamiento hacia las niñas, para tranquilizarlas. Las necesito de
mi lado, y lo último que necesito es señalar que sus familias no confían en mí. No es nada
por lo que debáis preocuparos. Vuestros padres son protectores. No saben manejar un poder
como el vuestro.
¿Y tú lo haces? pregunta Sallavatri, todo inocencia.
Quiero mentir. Quiero mentir y decir que absolutamente, sí, sé exactamente qué hacer con
las mentes que son tan claras que son como faros a través de la oscuridad. Pero eso no es
cierto. Este mundo pone un freno a nuestro discurso mental. Creo que es lo que hace que
los Drakoni se vuelvan locos y descerebrados, atacando todo lo que tienen a la vista. Hace
que las hembras estén constantemente en celo, enviando señales a los machos para que
luchen y se apareen, y eso sólo empeora las cosas. Las mentes que he atrapado son
confusas y turbias, e incluso el discurso mental de los Drakoni que tienen pareja es errático.
Ninguno de ellos es lo que era antes. Pero los niños... los niños son algo totalmente
diferente.

Eres algo nuevo, le digo a Sallavatri. No tengo todas las respuestas, pero estoy mejor
equipado para ayudarte que la mayoría.
Mis pensamientos se hunden y espero a que las niñas los digieran.

Entonces no eres malo.


No, no soy malo. Me sorprendo sonriendo. Malo es una simple palabra que no describe
adecuadamente nada.
¿Eres bueno? pregunta Luminoura, con la mente puesta en la conversación.
Me resisto a dar un respingo, porque cuando las dos niñas empiezan a hablar, se vuelve
casi abrumador. Tampoco soy bueno. Sólo soy yo.

Si no eres malo, entonces eres bueno, declara Luminoura.


Lo dejo así, porque sospecho que no puedo enseñar el matiz de "bueno" y "malo" a las
mentes infantiles con facilidad. Estoy cansado, les digo. Quiero dormir.

¿Quieres que te protejamos?


Tu mente está desordenada, dice Sallavatri. ¿Por qué está desordenada?
Porque estoy sujetando a los otros, señalo. Sin duda pueden "sentir" los zarcillos que tengo
y que dominan a los Drakoni cautivos. Los he enredado en una red mental, así que ese es
el "lío" del que habla Sallavatri. Estoy ocupado ayudando a otros.

Si dejas de ayudarles tu mente será agradable…


Corto los pensamientos de las niñas, silenciándolos. Lo último que quiero es que uno de
ellas me "ayude" con las mentes que he atrapado. Dependo de esos Drakoni cautivos no
sólo para mantener la fortaleza a salvo, sino para mantenerme a salvo de otros Drakoni. No
puedo liberarles. Ni ahora, ni nunca.

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En el momento en que aparto las mentes de las niñas, la cosa de la Grieta envía sus oscuros
zarcillos a mi mente. Me esfuerzo, empujando contra ella, forzándola a retirarse. Es una
medida temporal. Siempre lo es, pero espero que me dé un poco de tiempo. Algo debe
cambiar pronto. No puedo seguir así por mucho tiempo, y si esa cosa de la Grieta que
observa este mundo con tanto interés decide pasar, todos estaremos en grave peligro.
Algo debe ocurrir antes de eso. Debo encontrar una solución. Sé que las niñas son parte de
esto, pero necesito aprovechar sus mentes de alguna manera, dirigirlas. Se distraen
fácilmente. Poderosas, pero se distraen fácilmente y la cosa de la Grieta las apartará como
si no fueran nada si no tienen algún tipo de guía. Pero... no tengo suficiente poder para
guiarlas. Todavía no. No con mis propios pensamientos tan estirados como lo están.
Melina se da la vuelta en la cama, apoyando su mejilla en mi hombro. "¿Te están hablando
otra vez?", murmura, somnolienta.
"Siempre. Todavía no han aprendido a controlar el volumen", admito con voz suave, y le
acaricio el hombro. "Sigue durmiendo".
"Diles que tú también necesitas dormir", Melina levanta la cabeza, mirándome. "Me
preocupas. Te están tirando de todas partes. No me gusta".
Como si no lo supiera. Pero las necesitamos. Las necesitamos abiertas y dispuestas a
trabajar con nosotros, porque sus padres son otra cosa. "Está bien", le digo. "Son crías. Me
las arreglaré".
Preferiría tener a las niñas chillando en mi oído toda la noche que esa cosa en la oscuridad.

∗∗∗∗∗∗∗

AL DÍA SIGUIENTE ME DESPIERTO irritado y fatigado. Me siento deshilvanado, mi mente está


cansada, y los Drakoni bajo mi control empujan y se esfuerzan contra las ataduras que
tengo en sus mentes. Quieren ser libres para correr como los otros Dragones enloquecidos,
y cada día cuesta más esfuerzo mantenerlos en su sitio.
Si los dejo ir, todo se desmorona. Así que debo seguir aguantando, de alguna manera. Debo
encontrar la fuerza para seguir como siempre. Sin embargo, Melina no está cuando me
despierto. Ha dejado una nota en la cama, cuidadosamente bloqueada con letra clara
porque aún no he aprendido eso que ella llama "cursiva".

Llegar temprano al trabajo. Te dejé dormir hasta tarde. Esta noche hablamos de soluciones
alimentarias.
XOXO Mel
Toco el papel, respirando su aroma que perdura en la página. Mi compañera me dejó dormir
hasta tarde. Pensó que preferiría perder mis momentos con ella y dormir un poco más. En
lugar de alegrarme, me irrita. Respiro su olor una vez más y arrugo el papel.
Mi compañera.
Mi compañera, pero no.

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Otra cosa que me parece cada vez más insatisfactoria es la relación con mi pareja. Ya no
evito referirme a ella como mi compañera. Melina es mía. No hay mayor placer que tocarla.
Me encanta respirar su aroma cuando duerme a mi lado. Me encanta escuchar su mente
inteligente mientras resuelve un problema. Me encantan los momentos en los que leemos
juntos. Ella es lo primero que busco cuando me despierto y lo último que veo cuando
duermo. Puede que este mundo no sea el mío, pero me ha dado alegrías gracias a ella. No
hay nada que me guste más que los momentos que pasamos juntos, tocándonos con ansia.
Y sin embargo... no es suficiente.
Sé que se pregunta por qué no nos emparejamos de verdad. Por qué no impulso mi polla
dentro de ella y la reclamo. No puedo. No como estamos.
Mi semilla es demasiado caliente para su cuerpo. Si tratara de reclamarla de forma normal,
de forma humana, la quemaría. Cada vez que nos tocamos y me corro, tengo que
asegurarme de que mi semilla se aleja de su suave piel, de lo contrario la quemaría. Los
Drakoni han tomado parejas, pero sé la verdad que hay detrás: han dado sus fuegos a sus
hembras, han compartido su espíritu. Esto crea un vínculo entre el macho y la hembra,
permitiéndoles hablar a través de las mentes y sentir la presencia del otro. Nunca lo he
hecho, nunca he hablado con otro Salorian que lo haya hecho, y sin embargo debe ser así
como los criadores son capaces de actuar.
Si reclamo a mi compañera así, me preocupa en qué me convertiré. ¿Me volveré tan salvaje
como uno de los Drakoni? ¿Perderé mi capacidad de retener a los que tengo cautivos y así
mantener mi fortaleza a salvo?
No puedo arriesgarme, y por eso me quedo atascado. No puedo reclamar a mi compañera.
No puedo escuchar sus pensamientos a través de la solitaria oscuridad de la mía. No puedo
sentir su cuerpo abrazado al mío, y no puedo darle mi hijo. Los niños han estado en mi
mente cada vez más últimamente, ya que parecen ser la clave de la Grieta y del monstruo
que amenaza con atravesarla. Imagino a Melina con mi hijo dentro de ella, y mi mandíbula
se aprieta de anhelo incluso mientras alejo ese pensamiento.
No tiene sentido suspirar por lo que no puedo tener. Nos satisfacemos mutuamente con
nuestras manos y bocas, y eso tendrá que ser suficiente.
Estoy sucia. Un destello de luz atraviesa mis pensamientos. Mi trasero está mojado.
Me pongo de pie, tirando de mi túnica. Luminoura. ¿Qué esperas que haga al respecto?

¡No me gusta!
Entonces grita a tu madre. Yo no cambio pañales. Me ajusto la ropa y me cepillo la melena,
luego me pongo los zapatos.
Tengo hambre, dice otra somnolienta, con los pensamientos nublados por los sueños.
Sallavatri. Y lo que estoy chupando no tiene leche.
¿Es tu mano? sugiero mientras me dirijo al pasillo. Envío una imagen mental de Luminoura
chupando su puño. Porque eso no tendrá leche. Sólo se siente bien.
Es mi mano, responde la niña, llena de asombro. ¿Cómo lo has sabido?

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Una suposición afortunada. Envío mis pensamientos, acariciando a la niña que está en el
vientre de Gwen. Sus pensamientos se hacen más brillantes cada día, y pronto estará lista
para nacer. Aunque me digo a mí mismo que lo deje en paz, no puedo evitar extender la
mano y saludarla, esperando. La niña formará parte del escudo que debemos crear para
evitar que la cosa de la Grieta lo atraviese.
Sólo pensar en la criatura -o en el dios- que acecha por encima, esperando a pasar, es
suficiente para agriar mi estado de ánimo. Avanzo a toda prisa por el pasillo, pensando en
Melina. Anoche soñé con ella, y no fueron buenos sueños. Soñé que unos largos y
deslizantes tentáculos grises llegaban a la Tierra a través de la Grieta. Soñé que mi fortaleza
estaba invadida por bichos, algunos tan grandes como las personas, que se daban un festín
con los que confiaban en mí para mantenerles a salvo. Los cielos eran grises y las calles
estaban cubiertas de sangre, y Melina se volvía para mirarme con unos ojos tan acusadores
y tristes, como si yo fuera de algún modo responsable.
Se sentía demasiado real. Por eso, cuando entro en el comedor y veo a Gwen y a su
compañero comiendo mi comida, junto con Rachel y Jurik, mi estado de ánimo se agrava
aún más. Sus platos están repletos de comida, y Rachel me mira mal mientras come,
masticando deliberadamente con la boca abierta y chasqueando de la forma que odio.
Inspiro profundamente, porque necesito la ayuda de esta mujer. Está embarazada, me
recuerdo. Debo mantener la calma.
Me cuesta todo lo que tengo para mantener mi voz calmada y relajada. "Veo que os estáis
sirviendo de la despensa de mi Fuerte. ¿Habéis visto a Melina esta mañana?"
Gwen juguetea con un bocado de comida en su plato, su vientre enorme con el bebé que
está casi listo para nacer. "Los sirvientes dijeron que no se detuvo a comer esta mañana.
Sólo se dirigió hacia la clínica".
Y estas vacas se comerán su comida en su lugar. Apretando los dientes, contengo un
gruñido. "Disfrutad de esta comida gratis, entonces, porque pronto estaremos racionando".
"Gilipollas", dice Rachel, la palabra es escueta. Y luego da otro gran bocado deliberado a
una tortita.
Odio a esta hembra. La miro fijamente, y también al Drakoni melancólico y apenas
contenido que parece dispuesto a saltar sobre la mesa para proteger a su compañera. Los
necesito, me vuelvo a recordar, y pienso en ese tentáculo y en la malévola criatura a la que
estaba unido. Los necesito a ellos y al bebé que esa horrible hembra está criando en su
vientre, así que me doy la vuelta y me alejo furioso hacia las cocinas. "Necesito una comida
para mi compañera", gruño a la primera persona que veo. "Ya que nadie aquí es lo
suficientemente competente para alimentarla antes de que tenga que pasar el día limpiando
el vómito de los egoístas de esta fortaleza".
Un hombre se estremece y se aleja corriendo, cargando apresuradamente una cesta para
que se la lleve. Podría enviar a un soldado con ella. Hay cientos de cosas que hacer esta
mañana, y tengo que reunirme con gente. Tenemos que discutir cómo invernar nuestras
plantas. Cómo desplegar nuestros equipos de búsqueda de comida. Los continuos
problemas con el programa de las bragas (como lo llaman) que he creado para que las
hembras intenten atraer más Drakoni hacia la fortaleza. Es bastante efectivo, pero a Melina

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no le gusta. Cree que las hembras están atrapadas en sus elecciones, así que tengo que
discutir las formas en que podemos asegurar la felicidad de mi pareja y aún así lograr
nuestros objetivos. No puedo controlar más Dragones, así que debo confiar en que las
hembras los atraigan y luego queden embarazadas.
No es lo ideal, porque no me gusta depender de los demás, pero no me queda más remedio.
Una vez que la cesta está llena, la arrebato de las manos del sirviente y me detengo mientras
el hombre se acobarda. Melina no lo aprobaría. "Mi agradecimiento", le digo. "Estoy de mal
humor, pero sepa que no es culpa suya".
Los ojos del hombre se abren de par en par con sorpresa y asiente. "Por supuesto, mi señor.
Estoy encantado de ayudar".
"Eres un excelente sirviente", le digo, recordando el consejo de mi compañera de alabar.
Cesta en mano, decido que la entregaré yo mismo. Mi trabajo puede esperar. Necesito mirar
a Melina, contemplar el hermoso rostro de mi compañera y asegurarme de que está
contenta. Que sus ojos no están llenos de reproches como en mis sueños.
Salgo furioso de los barracones y no me detengo cuando uno de los hombres se pone detrás
de mí. Los guardias son una necesidad. Soy demasiado importante para este Fuerte como
para que me aborde alguien que cree que puede gobernar mejor. Atravieso el recinto a
grandes zancadas y observo las calles sucias con desagrado. No importa cuántas veces
limpiemos, ellos vuelven a ensuciar. Hay un rastro de barro del pozo por todas las calles,
como si nadie se molestara en asegurarse de que sus cubos no derramen agua al caminar.
Las gallinas vagan por ahí, y el olor a excrementos está, como siempre, por todas partes. Y
pensar que esto sigue siendo mejor de lo que era. Estarían perdidos sin mí, estos asquerosos
idiotas. Deberían alegrarse de que me moleste con ellos.
Me digo que es un proceso. Que Melina cree que les estamos ayudando, y yo debo creerla.
Es la única en la que confío. Pensar en mi compañera me hace acelerar el paso y suspiro
de alivio al ver su clínica. Las ventanas están abiertas, las puertas delanteras echadas hacia
atrás, y hay gente de pie en la parte delantera, como si estuviera esperando para entrar.
Apestan a enfermedad y a vómito, y mi nariz se mueve con desagrado. El olor de Melina
sale de una de las ventanas y me acerco a ella.
Melina está cerca de la ventana, llorando.
Siento que mi corazón se rompe en ese momento. Me quedo congelado en el sitio,
observando cómo mi compañera riega la planta de la ventana y sacude la cabeza. "No
consigo que viva", se lamenta ante otra persona. Probablemente a su ayudante, Alma. "No
sé qué estoy haciendo mal, pero se está muriendo". Toca una hoja amarillenta y una docena
de ellas caen como una lluvia, revoloteando hasta el alféizar de la ventana. Su rostro se
arruga y vuelve a sollozar. "Todo se está muriendo a mi alrededor. Todo. Y no puedo hacer
nada al respecto".
Se limpia los ojos y hace una pequeña mueca. Melina inspira profundamente, logra sonreír
y se aleja de la ventana.
Me destruye ver sus lágrimas. Me destruye saber que es tan infeliz. Sé que una parte es por
el estrés. Odia que la gente enferme y muera en su clínica. Odia que trabaje tanto y que

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muchas veces no sirva para nada porque no tiene las medicinas ni los tratamientos
adecuados para los enfermos. Me ha confesado todo esto una docena de veces, pero yo
pensaba que sólo se quejaba de un mal día. Verla llorar por la planta que le regalé me dice
que va más allá.
¿Estoy haciendo que mi pareja se sienta desgraciada? ¿Ser mi compañera le está trayendo
más dolor que felicidad? Melina se preocupa tanto por todo el mundo... y descubro que su
cariño se me está contagiando. No debería importarme que Melina llore por una planta, o
que la cicatrizada y desagradable Rachel y su igualmente desagradable compañero Drakoni
me odien. No debería importarme que el pueblo prefiera tener las calles sucias a ayudar en
el Fuerte. No debería importarme nada de eso.
Debería dejar que todos sufrieran bajo el peso de sus propias debilidades. Debería irme de
aquí con mis Dragones cautivos y empezar de nuevo en algún lugar nuevo, en algún lugar
donde se me aprecie plenamente... y sin embargo no puedo. Porque Melina está aquí, y
porque a ella le importa.
Miro fijamente la planta moribunda, pensativo.
No puedo arreglar todo, pero puedo arreglar esto.
Volviéndome, empujo la cesta de comida a las manos del guardia más cercano. "Quiero que
no le des esto a nadie más que a mi consorte, Melina. ¿Me entiendes?" Cuando asiente con
la cabeza, me alejo furiosamente, dirigiéndome a los barracones y de vuelta a donde está
trabajando Daniels. Ese macho sabe cómo cuidar una planta, y su primera prioridad va a
ser que crezca sana y fuerte para que mi compañera vuelva a sonreír.
O lo destriparé.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 19

MELINA

Me siento un poco desconcertada por la cesta de comida que aparece con el guardia, que
dice que es de Azar. Al no detenerse mi marido en la clínica, deduzco que debe estar
ocupado, y no pienso mucho más en ello. Me como una pequeña tortita y doy el resto a los
que pueden retener algo de comida. Hoy hay unas cuantas camas vacías en la clínica, y
trato de no pensar en el hecho de que están vacías porque probablemente alguien murió
durante la noche en lugar de recuperarse. No podemos hacer mucho con nuestros limitados
suministros.
Trabajo hasta que se hace tarde, cambiando la ropa de cama y consolando a los enfermos.
Uno de los guardias ha traído un fino caldo de huesos de las cocinas, como pedí, y se
reparten tazas a los enfermos. Parece animar a la gente, y veo que algunos miran a los
soldados con un poco menos de desagrado. Sé que no siempre se les ve con buenos ojos -
el Señor sabe que a veces no son mis favoritos-, pero si los soldados que reparten caldo les
convencen de que dejen de comer esos extraños y horribles bichos, me parece bien. Estoy
agotada cuando vuelvo al cuartel, preparando mis excusas de por qué me he quedado hasta
tan tarde y sigo teniendo tanta hambre. Cuando llego, sin embargo, Azar no está en el
comedor. Tampoco está en su estudio. Preocupada, me dirijo a nuestro dormitorio sólo para
ver que los criados están allí, quitando la ropa de Azar.
"¿Qué está pasando?" Pregunto, preocupada. "¿Qué ha pasado?"
Me miran, incómodos, pero continúan su trabajo. "Lord Azar está en su nuevo estudio",
comenta uno de los empleados. "Dijo que deseaba hablar con usted cuando regresara".
Espera, ¿un nuevo estudio? ¿Qué tiene de malo el antiguo? Enmascaro mi ceño y me alejo,
volviendo al pasillo. Hay pocos lugares donde alguien puede esconderse en la fortaleza, y
no tardo en encontrar los "nuevos" aposentos de Azar. Están en el lado opuesto del edificio
al mío, como si tratara de alejarse de mi olor. Hmm. Conociéndole tan bien como le conozco,
sospecho de todo esto. Llamo a la puerta y la abro sin esperar a que responda. La habitación
está a oscuras, una ventana iluminada por la luna es lo único que proporciona luz. Una
estantería ha sido trasladada aquí, junto con un cómodo sillón de lectura. Azar está sentado
cerca de la ventana, con un libro en las manos, y al otro lado de la habitación hay una
estrecha cama individual.
Bueno, ahora, ¿qué carajo es esto, exactamente?
Cruzo los brazos sobre el pecho y le miro. "¿Hay algún problema?"
Cierra su libro y me mira. "He decidido que ya no te retendré en nuestro trato. Eres libre de
irte cuando quieras".

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Frunciendo el ceño, entro en la habitación y, como no hay otro sitio donde sentarse, me
acerco al borde de su cama. "¿Qué te molesta? Escúpelo".
"Yo no escupo. Esa vulgar Rachel puede escupir, pero yo no". Me mira con frialdad.
Mmmhmm. "Me parece recordar que escupiste en mi coño la primera vez que estuvimos
juntos. Dime que eso no fue un escupitajo".
Sus ojos brillan en la oscuridad, señal inequívoca de que oye mis palabras y escucha
atentamente por más que finja aburrimiento. "Fue porque escupiste sobre mi polla. Ahora
lo sé mejor. Tengo más práctica con las cosas... sexuales. Ahora sé cómo comportarme".
¿Comportamiento? Arqueo una ceja en su dirección, recostándome en la cama. "¿Nos
estamos peleando? ¿Es eso lo que es? ¿Te he hecho enfadar de alguna manera?" Lo conozco
mejor que esto. Hay algo que le corroe. Incluso en la oscuridad, sus ojos parecen huecos y
tensos. Finge estar tranquilo, pero algo me dice que está a punto de romperse, y no me
gusta.
Azar suspira. "No. No, no es eso en absoluto. Eres perfecta. Como siempre". Se lleva una
mano a la frente y noto que le tiembla de cansancio.
Me pongo en pie y cruzo la habitación, acercándome a él.
"Déjame en paz", gruñe, con un tono amenazante. Le tiendo la mano y él retrocede, como
una especie de animal herido. No se va a librar de mí tan fácilmente. ¿Quería una consorte?
Tendrá una consorte, para bien o para mal. Así que le pongo una mano en el hombro y me
arrastro hasta su regazo, a horcajadas y de cara a él. En el momento en que lo hago, la
derrota cruza su rostro. "Melina..."
"No me iré a ninguna parte hasta que me digas qué te pasa", digo suavemente. Rozo con
mis nudillos su pálida y perfecta mandíbula. "Pensé que éramos un equipo".
Su boca altiva se flexiona y trata de mirar a todas partes menos a mí. "Te libero de nuestro
trato..."
"Demasiado tarde para esa mierda", señalo. "Tú querías una consorte. Yo quería cosas para
el Fuerte. No puedes volver a poner ese caballo en el establo ahora. ¿O piensas hacer las
maletas e irte? ¿Decir a la mierda todo lo que hay aquí y abandonar el Fuerte?
¿Abandonarme? ¿Qué hay de la cosa en la Grieta? ¿También lo estás mandando a la
mierda?"
Le paso los brazos por el cuello y espero una respuesta. Realmente no creo que se vaya a
ninguna parte. Tampoco creo que haya "terminado" conmigo. Conozco a este hombre. Lo
conozco tan bien como a cualquier otra persona. En los meses que he sido "suya", nos
hemos unido. A veces no es la persona más fácil de llevar, pero ahora que entiendo mucho
más su forma de pensar, puedo reencuadrar muchas de las cosas que me molestan para
hacerle ver también mi perspectiva. No es que discutamos demasiado: le encanta que
discuta con él. Le encanta tener a alguien "a su nivel" con quien hablar. Así que no es eso.
Alguien debe haberle dicho algo que hirió sus sentimientos, o le hizo sentir que me hirió a
mí, y por eso está arremetiendo así.

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Por extraño que parezca, me siento protectora con él. Quiero averiguar quién ha sido cruel
o quién le ha hecho dudar de sí mismo e ir a darle una bofetada.
La mirada de Azar se desenfoca y sus manos se dirigen a mis caderas. Por un momento,
me pregunto si va a intentar apartarme de su regazo y redoblar la apuesta por el "no más
nosotros", pero me arrastra hacia delante, meciéndome contra su polla repentinamente
dura. No hay nada que hacer. "Me has arruinado, sabes".
"¿Lo he hecho, ahora?"
"Lo has hecho". Suspira fuertemente, su cabeza se echa hacia atrás mientras yo balanceo
mis caderas contra él. "Soy un Salorian inútil. Este mundo -y tú- me ha corrompido por
completo. No puedo volver a casa. Si lo hiciera, me expulsarían, tan exiliado allí como aquí".
Paso mi mano por su pecho, balanceando mis caderas contra su polla de nuevo. "¿Y eso es
lo que te ha irritado, hoy, cariño?"
Azar gime y cierra los ojos. Me arrastra contra su eje lentamente, tomándose su tiempo. Me
inclino y froto mis pechos contra su pecho, recordándole lo bien que nos sentimos juntos.
Que no importa que no podamos tener sexo como la gente normal debido a su calor corporal.
Lo que tenemos es suficiente para mí. Vuelvo a deslizar una mano por su pecho y luego
paso la uña por su pezón mientras espero su respuesta. Vuelve a respirar profundamente
y continúa. "Me estoy astillando, Melina. Este mundo me está rompiendo en mil pedazos, y
no puedo mantenerme unido si esto continúa".
"Cuéntame", digo suavemente, frotando mi pulgar sobre la cuenta de su pezón. "Tal vez
pueda ayudar".
"No me gusta que trabajes duro para gente que no te lo agradece", dice con rudeza. "No me
gusta que te esfuerces. No me gusta que estés cansada, ni que los que son nuestros aliados
nos miren por encima del hombro. No me gusta que ya no sea un buen Salorian. Todo tu
cariño se me está pegando y no me gusta. Me está destrozando en pequeños fragmentos.
Me gustaría no volver a preocuparme por nada en absoluto. Mi cabeza estaba mucho más
tranquila así".
"Mmmhmm". Sigo balanceándome sobre su regazo, y su pene parece cada vez más grande.
Quiero agarrar su túnica y apartarla, para poder sentirlo directamente entre mis muslos,
pero no me atrevo por si está a punto de entrar en erupción. Me inclino y aprieto mi boca
contra la piel caliente de su garganta, y él gime como un hombre moribundo. "Nadie dijo
que fuera fácil estar al mando, amor".
"No lo entiendes".
Esto no es propio de él. Azar siempre se toma todo con calma, y me duele el corazón.
"¿Entonces me ayudas a entender?"
"Estoy demasiado estirado". Por un momento, toda la excitación abandona sus ojos y parece
muy desolado. "A veces todo parece demasiado. Sólo quiero liberar a todos los Dragones y
dejar que cada uno se ocupe de sí mismo. A veces me siento muy cansado de hacerlo todo".

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"Pues que se vayan". Me encojo de hombros. "Hemos sobrevivido a ataques de Dragones


antes. Lo haremos de nuevo". Me entristecería si ocurriera, pero prefiero lidiar con los
ataques de los Dragones a que Azar se desmorone. "No es todo sobre tus hombros".
"Lo es", insiste. "Si no mantengo a los Drakoni a raya, el Fuerte no será seguro. Si no
mantengo el Fuerte a salvo, los demás cogerán a sus hijos y se irán, y entonces no podremos
protegernos de la Grieta". Su expresión es de dolor. "Y todo lo que quiero hacer es agarrarte
y hundir mi polla profundamente en ti y darte mi hijo, y ni siquiera puedo hacer eso".
Me quedo inmóvil. Es la primera vez que menciona algo así. Normalmente no hablamos de
niños o incluso de sexo. Simplemente nos dejamos llevar por lo que nos hace sentir bien.
"No me importa lo que tengamos", le digo, manteniendo mi voz suave. Le acaricio el cuello,
rozando con mis labios su piel y el pulso que late debajo. "Si es lo único que tenemos, me
parece bien, porque te tengo a ti".
"Tú no me quieres", dice. "Te obligué a ser mía".
"No, lo acordamos", señalo. "Como dijiste, todo el mundo tiene un precio. Tú pagaste el mío
y ahora yo soy tuya". Cuando guarda silencio, levanto la cabeza y lo miro a los ojos. "¿En
serio estás molesto por esto ahora?"
Su boca forma una línea de desagrado mientras me mira. Se levanta y me arranca el pelo
de la pinza que lo mantiene alejado del cuello, dejando que el largo alisado caiga sobre mis
hombros. Un pelo que él me ayudó a alisar con un peine caliente y calentado a fuego, porque
yo quería probar un peinado de la moda del Antes. Este es un hombre que me pinta las
uñas de los pies y me frota la espalda cuando estoy cansada. Este es un hombre que lee
obedientemente cualquier cosa que le entregue a continuación, porque confía en que elegiré
algo que le guste. Este es un hombre que dice que no necesita a nadie ni a nada, pero me
abraza tanto cuando dormimos que sé que esas palabras son mentira.
Puede que Azar haya crecido entre un pueblo que piensa que debe ser un frío pilar de fuerza,
pero a mí me gusta el hombre que está siendo "defectuoso" por este mundo. No me importa
lo que piensen los demás.
"Quizá no quería estar contigo al principio", digo. "Tal vez tuviste que obligarme a estar a
tu lado. Pero eso cambió. Cambió cuando me di cuenta de que no me ibas a obligar a servirte
todo el tiempo. Cambió cuando empezamos a pasar tiempo juntos, y me di cuenta de que
realmente quieres hacer cosas buenas por Fort Dallas. Ahora, cuando vuelvo a casa contigo,
no es porque sienta que tengo que hacerlo. Es porque quiero hacerlo. Es porque quiero
contarte mi día. Quiero escuchar tus pensamientos. Quiero tomarte de la mano. Quiero oír
tu risa. Quiero acurrucarme contigo. Si no quisiera estar contigo, buscaría cualquier excusa
para no estar cerca de ti, pero simplemente no es el caso". Cuando evita encontrarse con
mi mirada, agacho la cabeza, intentando que se encuentre con mis ojos. "¿Por qué es tan
difícil de creer?"
Azar finalmente me mira. Parece... cansado. Derrotado. "Sin embargo, no podemos ser
compañeros como se debería".

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"¿A quién le importa cómo debemos ser? Mientras tú seas feliz y yo sea feliz, eso es todo lo
que importa. Por lo que a mí respecta, sólo somos tú y yo". Me acurruco contra él, tratando
de tranquilizarlo con mi presencia. "Eres feliz, ¿verdad?"
Hace una larga pausa. Luego, su mano se desliza por mi espalda. "Contigo soy feliz. Me das
una alegría que nunca pensé que tendría. Pero a veces me siento... agotado".
"¿Por dirigir el Fuerte?" Le doy unas palmaditas en el pecho para reconfortarle. "Dime qué
puedo hacer para ayudar, entonces".
"No sólo el Fuerte. Son los Dragones que tengo, y los Dragones que se sientan en mi mesa
y me miran, y..." suspira. "Todo está sobre mis hombros, Melina".
Me duele el corazón por él. Sólo es vulnerable ante mí. Para todos los demás, presenta la
imagen rígida y casi cruel de un señor despiadado. Sé que puede ser cortante y seco con
los demás. Me ha dicho antes que si es demasiado amistoso, la gente presiona para
aprovecharse, y lo creo. No puede ser amigo de todos cuando está tratando de dirigir el
Fuerte. No cuando hay escasez de alimentos y la gente se rebela contra el sentido común.
Sé que los Drakoni que retiene para mantener el Fuerte a salvo le agotan la mente, y sé que
las niñas medio Drakonis le mantienen despierto por la noche.
Y eso se suma al problema de la Grieta.
Así que sí, hay mucho sobre sus hombros. Mi pobre amor.
Me quedo inmóvil, dándome cuenta del pensamiento que acaba de pasar por mi cabeza.
¿Mi... amor? ¿Estoy enamorada de Azar? No sé qué pensar de eso. Nada en nuestra relación
ha sido ortodoxo. A veces me hace enojar tanto que quiero escupir, pero parece que siempre
terminamos en la misma página. Le cuesta confiar, y aún más dejar que otras personas
asuman parte del trabajo. No sabe ser generoso, le cuesta ser respetuoso y tiende a llamar
"ovejas" a todos los del Fuerte. Aun así... es diferente conmigo. Puede que no sea el tipo
más agradable para los demás, pero para mí es un príncipe. Se preocupa por mí como nadie
lo ha hecho. Piensa en mí constantemente, adquiriendo joyas y vestidos que cree que me
pueden gustar. Me atiende de pies a cabeza simplemente porque le gusta tocarme, y es un
amante entusiasta y generoso. En la cama, es creativo y entregado, y fuera de ella, es
protector y cariñoso.
Así que sí, podría estar enamorada de él. No tengo ni idea de qué pensar de eso. Se supone
que no debo enamorarme del tipo que me obligó a ir a su cama, por mucho que quiera estar
allí ahora. Levanto la vista y nuestros ojos se encuentran. Parece increíblemente cansado,
mi pobre Azar. Cansado, y algo derrotado, como si todo fuera demasiado. "Si todo está sobre
tus hombros, es porque son hombros fuertes y capaces", le digo suavemente. "Y estoy feliz
de asumir lo que pueda. Sólo tienes que decírmelo".
"Ya haces demasiado", refunfuña, pero una esquina de su dura boca se levanta en una casi
sonrisa.
Lo acepto. Vuelvo a meterme debajo de su barbilla. "No me ofrecería por nadie más", señalo,
y lo digo en serio. "Así que no se ponga a correr en el suelo, señor, o me hará enfadar".

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Se ríe y me frota la espalda, abrazándome contra él durante un rato. La mano de Azar se


desliza lentamente por mi columna vertebral, señal inequívoca de que está meditando algo.
No me sorprende que se detenga y pregunte: "¿Era así antes?".
"¿El qué era así?"
"¿Cuándo estabas con el macho que te hizo daño? ¿Alguna vez tuviste momentos así?
Porque yo también te he hecho daño y me pregunto si soy igual que él". Su mano se aprieta
contra la base de mi columna vertebral, ancha y plana y posesiva.
Me sorprende su pregunta. Nunca me pregunta con quién estuve antes. Pensé que era como
la mayoría de los hombres y que no quería oír hablar de las pollas que vinieron antes que
él. "Eres el único con el que he estado y me considero aquí porque quiero estar aquí, no
porque no tenga otras opciones". Siento que me erizo al pensar en esos viejos recuerdos, en
la época en que todo era un caos y era una lucha por sobrevivir. "Pero no, tú no eres como
los demás".
"¿Otros?", pregunta, con la voz aguda. "¿Había más de uno?"
"¿Acaso importa?" Me incorporo, mirándole fijamente. "Podría decirte que hubo veinte
hombres desde la caída de la Grieta, ¿y eso importaría? Cuando el mundo se acabó, todos
hicieron lo que tenían que hacer para sobrevivir. No conozco a una sola mujer que no fuera
menor de edad cuando cayó la Grieta que no tuviera que refugiarse con algún hombre a
cambio de protección. Podemos decir que los hombres y las mujeres son iguales todo el día,
pero en el momento en que las reglas de la sociedad salen por la ventana, volvemos a buscar
al hombre más fuerte para que nos proteja de todos los demás. ¿Preferiría tener que chupar
una polla en lugar de siete a la vez? Sí, lo haría. ¿Me gustaría? No. Joder, no. Lo hice porque
tenía que sobrevivir. ¿Crees que me senté a hacer galletas en un puto Apocalipsis? Déjame
decirte algo. Fui a la Universidad. Me gradué con honores. Obtuve una licenciatura en
enfermería. Tenía una cuenta de ahorros y un coche y un apartamento, y un buen trabajo.
¿Sabes de qué sirvió eso cuando los Dragones empezaron a caer del cielo? Para
absolutamente nada. ¿Así que cuando la única manera de conseguir una comida es ponerte
a cuatro patas? ¿La única forma de protegerte de una panda de gilipollas asesinos es
poniéndote a cuatro patas? Te pones a cuatro patas, porque harás cualquier cosa para
sobrevivir". Le doy un empujón en el pecho, indignada. "Y lo siento si no lo apruebas".
Los ojos de Azar son duros y brillantes cuando me toca la barbilla, sujetándola con su
mano. "Deseo saber si hay uno o hay veinte", dice en un tono uniforme. "Así sabré cuántos
tengo que destruir".
Su respuesta me tranquiliza. Un poco. "Si realmente quieres saberlo, eran dos. Un padre y
un hijo. El padre murió, y un año después, maté al hijo. ¿Satisfecho?"
"No", admite Azar. "Pero encantado igualmente. Espero que le hayas hecho daño".
"Le envenené", confieso, y cuando vuelve a tirar de mí hacia delante, vuelvo a sus brazos.
"Le envenené porque no era lo suficientemente fuerte como para matarle con un cuchillo".
Sé que me irrito con algunas de las cosas que tuve que hacer para sobrevivir, pero los
hombres no lo entienden. Los hombres nunca lo entienden. Piensan que si ellos pueden
arreglárselas con fanfarronadas y trabajo duro, también lo puede hacer una mujer. No se

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dan cuenta de que hay algunos lugares que no aceptan ningún tipo de pago de una mujer
a menos que sea físico. A pesar de que Fort Dallas está jodido, hay lugares mucho, mucho
peores para ser una mujer. Me conformo con Azar.
Puede que sus formas sean poco ortodoxas, pero no, Azar no se parece en nada al padre y
al hijo con los que tuve que lidiar justo después de la Grieta, cuando tuve que comerciar
con mi cuerpo sólo para sobrevivir mientras las bandas armadas recorrían las calles de la
ciudad, robando a cualquiera que tuviera una pizca de comida. Fueron tiempos oscuros,
agravados por la constante amenaza de los Dragones. La Melina de entonces no reconocería
a la Melina de hoy, y no sé si es prudente que me ablande tanto. No con otra amenaza de
la Grieta en el horizonte.
Pero sé algo sobre cómo sobrevivir, incluso cuando estás tan cansado de todo lo que el
mundo te lanza.
"Si fueras como él, no estaría contigo", le digo a Azar. "Y ya habrías comido mucho veneno".
Él se ríe y yo me siento un poco mejor. Aunque sea poca cosa, incluso cuando está
estresado, puedo hacerle reír.

∗∗∗∗∗∗∗

ALGO EN AZAR se rompe esa noche.


Me despierta en medio de la noche un sirviente que me sacude el hombro. "¿Lady Melina?"
Su cara es seria y preocupada. "¿Está despierta?"
Me siento, confundida y cansada. "Sólo Melina", corrijo. Puede que Azar quiera que le llamen
"señor", pero yo no quiero ningún tipo de título. "¿Qué pasa? ¿Alguien va a tener un bebé?"
Niega con la cabeza, preocupado. "Es Lord Azar. Está en el comedor y está tirando cosas.
Algo va mal".
Mierda. Asiento con la cabeza, deslizándome fuera de la cama. "Dame dos minutos y me
vestiré". Corro hacia el armario y me pongo lo primero que cojo: un endeble vestido rosa de
princesa con cintura imperio. Bien. No importa. Me lo pongo por encima de la cabeza y me
quito el pañuelo de dormir del pelo mientras atravieso el recinto en dirección al comedor.
Soy consciente de las miradas de los sirvientes que se alejan a toda prisa, del estruendo de
los preciosos platos en el suelo, y necesito todo lo que tengo para calmar mis rasgos. Si hay
algo que me ha enseñado el estar con Azar es que las apariencias importan, y si parezco
angustiada y molesta, eso va a molestar a los demás. Me aseguro de irradiar serenidad
cuando entro, justo a tiempo para ver a mi amante arrojando otro plato de cerámica contra
la pared, mientras las filas de mujeres se quedan miserablemente a un lado.
Debe haber un problema con el "programa" de Azar para las mujeres sin pareja. No lo
llamaré el programa de las bragas como hacen los soldados. No me gusta, pero Azar jura
que necesitamos más Drakoni para mantener la fortaleza a salvo, y que tengan hijos para
poder bloquear lo que sea que esté llegando a través de la Grieta. Para ello, tenemos mujeres
jóvenes alojadas en el Fuerte y protegidas. Esto, sin embargo, no me parece protección,
pienso críticamente. Parece una rabieta, y no le sienta muy bien a mi marido.

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"Debería echaros a todos del Fuerte", gruñe Azar al grupo mientras coge otro plato.
"Ingratos, inútiles, cansinos..."
Me abro paso entre las mujeres. "Disculpad", digo, proyectando mi voz. Me dirijo hacia Azar
con una sonrisa en el rostro. Serenidad, canto para mis adentros. Serenidad. Serenidad.
Ignoro el acobardamiento de las mujeres y las miradas recelosas de los soldados. Mi mirada
se centra en Azar y sólo en Azar, y cuando me muevo a su lado, baja el plato que tiene en
las manos, con la boca apretada. No quiere disculparse. Azar no es así.
Extendí mi mano.
Duda sólo un momento antes de poner su mano en la mía.
Aprieto sus dedos y me acerco, sonriéndole como un maniquí. "¿Quieres decirme qué pasa,
amor? Estás asustando a todo el mundo".
Las fosas nasales de Azar se agitan y su boca trabaja con frustración. "Todos trabajan
contra mí", murmura en voz baja. "¿De qué sirve que me esfuerce hasta el borde de la locura
si nadie me ayuda?".
"Estoy aquí", digo suavemente. "Y voy a ayudar. Dime qué pasa".
"Una de ellas está robando a mi Drakoni", murmura, lanzando miradas suspicaces a las
mujeres cercanas. "Aquí estoy, siendo un buen líder y alimentándolas y asegurándome de
que estén a salvo, y ellas van a mis espaldas e intentan robarme al Drakoni". Está agitado,
se pasa la mano por el pelo y puedo ver indicios de garras en las puntas de los dedos, señal
inequívoca de que está luchando por controlarse. Eso sólo ha ocurrido un par de veces
antes, cada vez que Azar se despertaba de una pesadilla. Agarro su mano con la mía y
presiono una de las garras para hacerle una señal de silencio, y él hace una mueca.
"¿Uno de los que están en el muro?" Pregunto suavemente, tratando de entender por qué
está tan molesto por la posibilidad de que alguien se empareje con otro Dragón.
"¡Sí! Necesito que traigan nuevos Drakoni, no que desmonten los que ya tengo". Inspira
profundamente, estremeciéndose. "Me rompe la concentración. Me preocupa que si pierdo
uno, lo pierda todo".
"No pasa nada", le tranquilizo. "Tal vez no lo sabían. ¿Y es tan malo que uno de ellos tome
una pareja? Sólo los mantienes en el limbo hasta que puedan arreglárselas solos, ¿no?".
"Claro", dice Azar, pero no parece convencido. Me mete la mano en el brazo y se gira para
mirar a las mujeres del otro lado de la habitación. "No estoy enfadado", prácticamente les
brama. "Simplemente quiero saber cuál de vosotras está seduciendo a mi Drakoni delante
de mis narices".
Le doy un codazo. Si quiere ganárselas, esa no es la manera de hacerlo.
"Se supone que debéis reclutar a otros Drakonis, no a los que ya tengo". Azar frunce el ceño
ante las mujeres, y cuando pasa un largo e incómodo momento, vuelve a dirigir su ceño
hacia mí. "¡Nadie se presenta!"

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Oh, Dios. Sé que está más que estresado, pero esta no es la manera de manejarlo. Le pongo
una mano en el brazo, tranquilizándolo. "Hay una manera fácil de hacer esto. No hay
necesidad de aterrorizar a todas".
"Se lo merecen. El miedo es la mejor herramienta del gobernante".
Sólo le dirijo una mirada. "Podemos llevar a las chicas fuera y ver hacia cuál de ellas
reaccionan los Dragones. No hay necesidad de intimidar".
A Azar no le gusta la palabra "matón". Es evidente por la forma en que sus fosas nasales se
agitan y su mano se aprieta en la mía. Pero cuando sigo dándole miradas tranquilas y
alentadoras, cede. Azar asiente y hace señas a las mujeres para que se vayan.
La milicia interviene y saca a las mujeres al exterior.
"Calma", le recuerdo mientras las seguimos. "Todas están de tu lado, Azar. Te prometo que
lo están. Sé que estás estresado, cariño, pero estoy aquí contigo. Lo solucionaremos, ¿de
acuerdo?"
Me lanza otra mirada de descontento, pero asiente con la cabeza. "Si estoy perdiendo el
control de ellos..."
"No es así", prometo. "Estoy segura de que fue una casualidad".
"Necesito ser capaz de mantenerte a salvo. Mantener a todos aquí a salvo". Amenaza con
volver a entrar en barrena, su angustia crece a cada segundo. "¿Y si pierdo el control? ¿Y
si pierdo al Drakoni por completo? ¿Cómo puedo mantener la fortaleza a salvo si no tengo
a los Dragones?" Azar sacude la cabeza. "¿Y si lo que sea que nos amenaza desde la Grieta
interrumpe mi conexión con ellos?" La mirada de su rostro es torturada. "Podría estar
invitando a la muerte a tu puerta, mi Melina".
¿Está preocupado por mí? Me duele el corazón por él de nuevo. Incluso en medio de la
ruptura, su mayor temor sigue siendo mi seguridad. ¿Cómo puedo enfadarme? "Lo
resolveremos, cariño. Te lo juro. Llevaremos a las chicas fuera y podrás soltar a los
Dragones por un momento, sólo para ver cómo reaccionan ante las mujeres. Si se han
recuperado lo suficiente como para no tener que mantenerlos en éxtasis, eso es algo bueno,
¿no? Estarán de nuestro lado y una cosa menos de la que preocuparse".
Azar guarda silencio. Finalmente, asiente con la cabeza.
"Bien. Genial". Le aprieto la mano, animándole. "Estoy aquí contigo. Respira profundo, ¿de
acuerdo?"
Los ojos de Azar se cierran y respira profundamente, incluso cuando salimos al exterior.
Aspiro al aire frío que atraviesa mi endeble vestido, y entonces mi compañero está ahí
mismo, quitándose la camisa -esta noche lleva un uniforme de la milicia, sin duda en un
intento de ganarse a los hombres- y poniéndomela alrededor. Frunce el ceño ante el mundo
que nos rodea, ante el aire nocturno como si fuera el culpable de todo el caos, y luego su
mirada se posa en la Grieta, palpitante y fea incluso de noche.
Le toco la mano, recordándole que estoy a su lado.

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Parece despertarse de nuevo, ajustando su camisa alrededor de mis hombros de forma


protectora. Su larga cabellera se agita con el aire fresco de la noche, y se ve hermoso a la
luz de la luna, pálido y ajeno al mundo. Avanza unos pasos, mirando a las mujeres que se
alinean obedientemente en la calle. Luego, Azar se vuelve hacia mí. "No me gusta dejarlos
ir".
Los Dragones.
Doy un paso al frente, comprensiva y decidida a la vez. Si estos Drakonis y las chicas van
a ser un problema, tenemos que solucionarlo. No voy a dejar que destrocen a Azar desde
dentro. Me preocupo demasiado por él como para ver cómo sucede. "Lo sé. Es sólo un
momento. Quieres ver si alguien está interfiriendo con tus Dragones, ¿no?"
Azar hace una mueca.
"Puedes atraparlos de nuevo", señalo, "si es necesario".
"Sabes que debo hacerlo. Son las únicas cosas que mantienen este Fuerte a salvo.
Mantendré a todos aquí a salvo. Te mantendré a salvo a ti". Me lanza una mirada traicionera.
Tan dramático, este hombre. "Entonces sigue".
"¿Por qué siempre siento que he perdido contra ti incluso cuando he ganado?" pregunta
Azar, y por un momento su expresión es tan sombría que me sobresalta. ¿A qué se debe
esto? ¿De qué está hablando? Antes de que pueda preguntar, me da la espalda, mirando
hacia otro lado, y se oye un rugido bajo en la distancia, desde la dirección de la barricada
del fuerte.
Las mujeres reunidas entran en pánico. Alguien grita y otra intenta huir. El aire gira a
nuestro alrededor, rociando tierra en mi cara, como una tormenta repentina.
"¡Quédate donde estás!", grita uno de los guardias. "¡Si corres, te dispararán!"
¿Qué carajo? La alarma se dispara en mí, ya que esto se me está yendo rápidamente de las
manos. Me lanzo hacia delante, con el viento desgarrando mi pelo y mi ropa. "¡No lo harán!
¡No te atrevas a amenazar con eso! ¡Azar, díselo!"
Mi amante está en silencio. Seguramente no querrá que disparen a las mujeres si huyen.
Frenética, corro a su lado, sólo para detenerme. Azar no está "conmigo" en este momento.
Está físicamente presente, pero tiene la columna vertebral arqueada y los hombros echados
hacia atrás, como si se doblara con la fuerza de sus pensamientos. Sus ojos están cerrados,
su cara tensa...
Y entonces los veo.
Un enorme dragón de ojos grises se posa frente a él. Luego otro. Y otro más. Están fuera de
la barricada, y ya no parecen tan amistosos o indefensos. Parecen aterradores. Detrás de
mí, las chicas gritan, y yo sigo donde estoy. Tengo miedo de moverme, porque ¿y si un
Dragón ve ese movimiento y me ataca? No sé cómo piensan, sólo Azar lo sabe.
Uno aterriza y da un paso adelante, empujando hacia Azar. Mientras observo con horror,
baja su hocico hacia su cara, y están a centímetros de distancia. Azar se pierde ante él,

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atrapado en las profundidades de su mente. Deja que se vayan por un minuto, le había
dicho. Soy una idiota. ¿Cómo puedo sugerir como si nada esas cosas? Estos Dragones son
devoradores de hombres. Son monstruos que cazan y matan, y tienen el tamaño de un
autobús urbano o de un avión. Pueden tragarnos a mí y a Azar de un solo bocado, y ahora
mismo no me siento segura ni protegida.
Pero no puedo dejar a Azar. Me acerco un paso más a él, con mi mano en su hombro,
mientras otro Dragón se instala junto al primero.
Los músculos de Azar saltan ante mi contacto, señal de que no está tan "perdido" como
creía. Así que le aprieto el brazo, tratando de mantener la calma. "¿Y bien?"
"Lo estoy intentando", me gruñe. "No es fácil".
"Esfuérzate más o deja que todos entren", respondo. Estoy cansada de esto y tengo miedo.
Puede estar de mal humor, pero tiene que dirigir ese mal humor lejos de mí, porque estoy
de su lado.
Azar frunce el ceño y se aleja. Se dirige a las mujeres, se detiene frente a una de ellas y le
da un golpe en la cara.
¡¿Qué demonios?! ¿Este hombre ha perdido la maldita cabeza? El estrés le ha fracturado el
cerebro si cree que estoy de acuerdo con esto. Sorprendida, miro fijamente al hombre que
amo mientras señala con el dedo a otra mujer. "¡No lo hagas! "
Esta no es la forma de liderar... y este no es el hombre que amo. ¿Qué está pasando?
Azar se vuelve y mira fríamente a los Dragones reunidos cerca. "Nada", dice tras un
momento de amargura y señala a la mujer abofeteada, que de alguna manera ha conseguido
levantarse del suelo. "No es ella. Llévenla a sus habitaciones". Señala a otra. "Tú. Acércate".
Tengo que parar esto. Avanzo, dirigiéndome a mi amante. "Azar. No puedes hacer esto..."
"¿No puedo? Son participantes voluntarias en mi programa. Comen mi comida y duermen
bajo mi techo. Me pertenecen". Se encoge de hombros como si no fuera nada. "Igual que tú
me perteneces a mí".
Reprimo un grito de dolor. ¿Cómo puede decirme eso? ¿Cómo puede ser tan brutalmente
cruel cuando sólo intento ayudarle antes de que destruya todo lo que ha conseguido?
Frustrada, le empujo. "Que te den por culo. Y que se joda todo esto. Estás haciendo el
ridículo".
Azar me mira fijamente y se da la vuelta.
Me ha descartado. Como si no fuera nada. Le miro fijamente, esperando que se acuerde de
sí mismo. Esperando que me dé un parpadeo de disculpa, algo. Pero me ignora, me da la
espalda como si no importara. Como si no fuera su igual, sino un subordinado más. El
dolor se enciende y crece dentro de mí, y levanto la barbilla. No voy a dejar que este hombre
vea cuánto me ha herido. No voy a demostrar lo traicionada que me siento. Sé que ha estado
bajo mucha tensión, pero no hay razón para actuar como si le estorbara cuando estoy
tratando de ayudarle.

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Tal vez no quiera una consorte después de todo. Tal vez me esté engañando a mí misma.
Con la cabeza alta, me doy la vuelta y me dirijo de nuevo a los barracones, manteniéndome
orgullosa incluso cuando oigo a Azar gruñir a una de las mujeres. "¿Y bien, chica? Estoy
esperando".
No me pondré a su lado y fingiré que esto está bien cuando no lo está.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 20

AZAR

Me estoy haciendo pedazos.


Mantengo la calma durante el resto de la noche, ordenando a mis hombres que se lleven a
la chica -la que de alguna manera ha capturado a uno de mis Dragones con su mente- y la
coloquen en un almacén a solas con el macho Drakoni. Me siento derrotado. De algún modo,
esta hembra humana ha conseguido atravesar los escudos que he colocado cuidadosamente
alrededor de las mentes de los Drakoni cautivos y se lo ha robado. Ya no puedo controlarlo.
No cuando siente que su pareja está cerca. Mantendré a la chica cautiva, entonces, y él se
quedará sólo para estar con ella. La embarazará, y entonces habrá otro niño para ayudar
con la Grieta.
Si vivo lo suficiente para que nazcan todos, por supuesto.
¿Por qué no vas a vivir? pregunta Sallavatri. Luminoura también me empuja con sus
pensamientos, como si pinchara una herida.
Porque estoy cansado. Estoy cansado, y estoy fallando en todo. He perdido un Drakoni
delante de mis narices, la Grieta sangra más malicia cada día, y sospecho que está
afectando a mis pensamientos. Peor que eso, peor que nada, he sido frío con mi compañera.
Puedo sentir su dolor vibrando a través de la fortaleza esta mañana. Le hablé como si fuera
una de las tontas que me molestan, cuando no es el caso. Anoche estaba tan enfadado y
molesto que perdí el control de mí mismo.
Debería haber ido directamente a su lado y disculparme, pero me preocupaba que la chica
se escapara. Me preocupaba que el Drakoni se perdiera y atacara el Fuerte. Me preocupaba
que mi tenue control sobre los demás se rompiera. Anoche no volví a la cama. No sólo
porque estaba ocupado, sino porque sabía que no sería bienvenido.
Y estoy muy, muy cansado.

¿Necesitas dormir? Aporta Luminoura. Me gusta dormir.


Debes comer, insiste Sallavatri. Esta siempre manda como un general. Lo encontraría
divertido si no estuviera tan agotado. Siempre me siento mejor después de comer y entonces
mi madre me da palmaditas hasta que eructo. Tal vez necesites eructar.
No necesito eructar. Necesito mi Dragón de vuelta. Ahora sólo hay cinco para vigilar la ciudad,
y debo colocar otro más en el grupo de los "desconocidos", con Vaan y Jurik. Dicen que me
ayudarán con lo que sea que venga a través de la Grieta, pero no confío en que estén de mi
lado. De alguna manera he perdido otro aliado.

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Puedes utilizarme a mí en su lugar, ofrece Luminoura. Ayudaré con el Fuerte si así no estás
triste.
Me quedo sorprendido por la oferta, tan libremente dada. No. No lo haría. La idea es
repulsiva. No tiene ni idea de lo que sugiere libremente, ni de lo que arriesga cuando permite
que su mente roce la mía sin esfuerzo. Las dos bebés me hablan en el vacío del habla
mental, donde antes había innumerables mentes pero que ahora parece estar poblado por
mí y sólo por mí. No me di cuenta de lo solitario que se había vuelto hasta que los
pensamientos de Sallavatri irrumpieron en los míos, seguidos rápidamente por los de
Luminoura. Ahora tocan mi mente constantemente. Me acribillan a preguntas. Les han
dicho que no me hablen, que me eviten, pero como todos los niños, ignoran las reglas de
sus padres.
Y las considero... amigas.
La idea de atrapar a una de esas mentes brillantes y frágiles en mis trampas es espantosa.
Es diferente con los Drakoni. Esos son los que he entrenado desde que nací para atraer y
capturar. No son ni serán nunca mis amigos. Soy su enemigo, así que tiene sentido que los
capture y los mantenga como rehenes en sus propios cuerpos. Pero no Sallavatri. No
Luminoura. No puedo volver a mencionar esas cosas porque no entenderán el matiz. Sólo
estoy triste porque mi amiga se ha ido, les digo. No pasa nada.
Me lanzan otro impulso de curiosidad y luego, satisfechas con mi respuesta, sus
pensamientos vuelven a dirigirse hacia el interior. Me vienen destellos de la lactancia y de
las caras de los padres, y cierro discretamente mi mente a la suya con una ola de
pensamiento afectuoso.
En el momento en que lo hago, me acosa el cansancio. Mi mente se siente pesada, y toco
los cinco Drakoni que me quedan, asegurándome de que todos están bien retenidos. Hay
una docena de cosas que debería hacer en este momento. Debería comprobar con la milicia.
Asegurarme de que las otras hembras no han abandonado el programa tras la muestra de
temperamento de anoche. Enviar señuelos mentales para que otro Drakoni vigile las
murallas. Sin embargo, todo lo que quiero hacer es volver con mi compañera y enterrar mi
cara contra sus pechos. Quiero que me acaricie la melena y me asegure que todo está bien.
Sé que no lo hará, y eso hace que mi espíritu sea más pesado. A veces sólo quiero alejarme
de todo esto, pero no lo hago, porque pienso en Melina sin nadie que la cuide, Melina que
ha tenido que envenenar a un hombre que la lastimó, Melina que se preocupa demasiado
por los demás y no lo suficiente por ella misma. Si no me ocupo de todas sus necesidades,
¿quién lo hará?
Nadie.
Así que debo quedarme. Por ella, me quedaré y seguiré luchando.
Pero antes... con un suspiro de cansancio, me dirijo a nuestros aposentos. Ya ha
amanecido, es temprano, y no he dormido. Lo único que quiero es acurrucarme en sus
brazos y relajarme, pero sé que antes tendrá palabras para mí.
Nadie me habla mientras me dirijo a mis habitaciones. Sin duda me he perdido el desayuno,
pero no me detengo en el comedor, porque hablar con Melina es más importante. Recorro

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un pasillo tras otro y los criados agachan la cabeza, evitando mi mirada. Hasta ahora,
estaba haciendo progresos. Me sonreían y parecían satisfechos cuando les devolvía el
saludo. Vuelven a tenerme miedo, y eso que me digo que es necesario, que para gobernar
no hay que tener amigos. Después de todo, así es como los Salorian han mantenido al
pueblo Drakoni bajo su control durante tanto tiempo. No se hacen amigos. Conquistan y
controlan.
He olvidado lo solitario que puede ser este aislamiento.
Aun así, no he venido aquí para hacerme amigo de todo el mundo. Vine con el objetivo de
forjar mi propio reino si no podía volver a casa. Y aunque la posibilidad de volver a casa
parece cada vez más escasa, aquí he encontrado otras cosas que me hacen feliz.
Una cosa, en realidad. Melina.
Entro en nuestro dormitorio, esperando verla en la cama o preparándose para ir a su clínica.
No lo está. Está sentada en una silla junto a la ventana, con un hermoso vestido pálido
cubierto de brillos en los pechos. Las mangas son mechones de material sobre sus hombros,
y su magnífico escote está a la vista, regordete y marrón y resplandeciente sobre el bajo
escote del vestido. Hoy lleva su armadura, con el pelo recogido en una coleta alta y los
gruesos rizos cayendo en cascada por la nuca. Unos pesados pendientes brillan en sus
orejas y sus labios tienen un toque de color rosa, el aroma de su maquillaje en el aire. Su
postura es tranquila, pero en el momento en que me vislumbra, sus fosas nasales se agitan
y su espalda se pone rígida.
Tiene mucho que decirme, mi Melina.
Suspiro con fuerza. "Estás enfadada y yo estoy agotado".
"Joder, sí, estoy enfadada". Su mandíbula se aprieta y me mira fijamente desde su asiento.
"¿Qué demonios ha sido eso, Azar? Claro que estoy enfadada. Hablas mucho de que esta
gente son ovejas y de que puedes gobernar con los ojos cerrados y en el momento en que
hay un obstáculo en tu plan, pierdes la puta cabeza". Me niega con la cabeza con
incredulidad. "¿Cómo crees que alguien va a querer seguirte si actúas así?"
"¿Actuar así cómo, precisamente?" Pregunto, cansado y frustrado. "¿Alguien me ha robado
al Dragón y sin embargo yo soy el enemigo aquí?"
"Azar", dice Melina, su voz cortante y tan gélida como su expresión. "Tiraste los platos en el
comedor para que todos los vieran. Hiciste un berrinche. Y abofeteaste a una mujer. Le
diste un puto revés".
Estoy sorprendido. Mi compañera está lívida porque abofeteé a la otra hembra, ¿no porque
ignoré su consejo? ¿No por haberle dicho que era de mi propiedad? "Estaba probando al
Drakoni. Si fuera su compañera, sentiría que está herida y reaccionaría..."
Melina se pone en pie, con su vestido arremolinado. Parece tan regia y hermosa como la
reina Drakoni... y tan remota. "¿Así que ahora vas a abofetearme? ¿Esto es lo que tengo que
esperar?"
"¿Qué?" Parpadeo, sorprendido. "Nunca. ¿Por qué iba a abofetearte?"

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"¡La has abofeteado!"


"Pero te acabo de decir que el Drakoni..."
Avanza hacia mí, con un gruñido en la cara. "No se pega a la gente porque se tenga un mal
día, Azar. Y seguro que no golpeas a alguien más pequeño que tú". Cruza los brazos sobre
el pecho. "¿Cómo puedo confiar en que no vas a tener un mal día de nuevo y empezar a
pegarme en su lugar?"
Estoy desconcertado de por qué pudo pensar eso. "Eres mi compañera. Yo nunca..."
"¿Cómo lo sé?"
"Te lo digo", bramo. "¡Te lo estoy diciendo ahora mismo!"
Aprieta los puños y me grita. "Y yo te digo que si pegas a una mujer, ¿quién te dice que no
vas a pegar a otra? ¿Cómo puedo confiar en eso?" La mirada que me lanza es de derrota.
"¿Cómo puedo confiar en ti?"
La miro fijamente. Recuerdos lejanos del pasado pasan por mi cabeza, de mi pueblo, del
modo en que tratábamos a los Drakoni. De las fosas en las que dormían y la forma en que
los utilizábamos como mano de obra. Del resentimiento en sus ojos hacia sus amos
Salorian. Pienso en eso, y luego pienso en los humanos aquí en la fortaleza. Tengo recuerdos
de los nómadas con los que he pasado tiempo en el pasado, pero sé que eran infractores de
la ley y que trataban a todos con crueldad, tanto a los hombres como a las mujeres. En
cambio, pienso en los humanos del Fuerte. Los humanos malolientes y sucios que no
escuchan, que rara vez obedecen y que me llevan al borde de la locura. Repaso mis
recuerdos y no recuerdo a ninguna persona de este Fuerte que haya golpeado a otra como
yo lo hice.
La mirada de Melina es de cautela y nerviosa, como la de los Drakoni cuando están cerca
de un Salorian. Como Vaan y Jurik cuando me ven.
He hecho que mi compañera... tenga miedo. De mí. El odio a mí mismo me atraviesa.
"Melina, yo nunca..."
"No, no lo harías", dice con voz suave. Se echa el pelo hacia atrás, regia, y me mira con
dureza. "No lo harías, porque nunca, nunca te perdonaría. Esta es tu advertencia. Si vuelves
a cometer esta mierda, no me importa nuestro trato ni lo que siento por ti. No me quedaré
con un abusador".
"Lo entiendo", digo en voz baja, odiándome aún más. Me he convertido en el macho que ella
odia. Me parezco más al que ella envenenó de lo que esperaba, y la idea es devastadora.
"Puedes dormir en otro sitio esta noche", dice, y me da la espalda.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 21

MELINA

Sin Azar en mi cama, no duermo bien.


No por las pesadillas, sino por la culpa. Culpa pura y dura. Sé que Azar está luchando. Sé
que no viene de un lugar donde se piensa como nosotros. Y puedo decir por su mirada que
nunca se le ocurrió golpearme como lo hizo con esa chica. Eso me hace sentir mejor... pero
sólo marginalmente.
Se está deshaciendo. Una buena esposa lo habría apoyado y guiado suavemente, tal vez. Le
habría indicado en qué se equivocó. En lugar de eso, me enfadé y lo eché de nuestra cama.
Es que... no puede maltratar a la gente sólo porque está al mando. Vivimos aquí porque es
mejor que vivir en la selva. Pero si vuelve a hacer una mierda como esa, va a perder gente,
y no les culparé ni un poco por irse. El Fuerte está protegido de los ataques de los Dragones,
pero ¿quién va a protegerles de Azar?
Así que me siento dividida. Dividida porque debería odiar a Azar por lo que hizo y no lo
hago.
Me preocupa haberme enamorado del villano.
Me preocupa convertirme en una de esas mujeres que se limitan a ignorar cuando un tipo
se comporta como una mierda en lugar de señalar el error de sus formas. Me preocupa que
mi afecto por Azar y la forma en que me trata me ciegue a sus defectos.
Así que no duermo. En absoluto. Miro el techo de mi solitaria cama y odio que no haya
nadie para abrazarme o para lamerme el coño hasta que grite. Soy un triste saco de mujer
a la que, incluso, esas cosas se le pasan por la cabeza. A su favor, Azar no intenta volver a
la cama. Es como si supiera que no puedo mirarle en este momento porque sólo escupiría
palabras de enfado en su dirección.
Una pequeña y fea parte de mí se entristece de que ni siquiera intente venir a disculparse,
pero lo ignoro.
A la mañana siguiente, dejo a un lado mis bonitos y vaporosos vestidos y saco algo más
práctico de mi armario. Miro con atención los vaqueros desgastados y la camiseta con el
logotipo. El hecho de que los tenga atestigua la influencia de Azar. No son mi estilo. Me
encantan los vestidos elegantes y las joyas que me regala. Pero una protesta es una
protesta, y si tengo que usar todo lo que esté en mi mano para hacer saber a Azar que no
estoy de acuerdo con sus acciones, lo haré. Así que me visto con la ropa de calle, me recojo
el pelo y me dirijo a la clínica. Evito el desayuno, porque no quiero ver a Azar allí, mirándome

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con ojos tristes y llenos de remordimiento. O peor aún, sin ningún tipo de remordimiento.
Ya me ocuparé de esa situación, pero no esta mañana. Puedo saltarme una comida.
Me dirijo a la clínica y me sumerjo en el caos. No hay tiempo para tomarse un respiro
mientras lavo los cuerpos enfermos, tomo la temperatura, cambio las sábanas y reparto la
valiosa medicación a los que están peor. Agarro a un par de guardias de la puerta principal
y les hago cambiar sus pistolas por toallas húmedas y los pongo a trabajar para enfriar a
los febriles. Nunca es suficiente, pero eso no significa que me rinda. Mientras les atiendo,
me invade la tristeza. Azar podría evitar esto. Podría alimentarles, pero no lo hace, y por
eso comen cosas que saben que podrían matarles, todo porque es mejor que un vientre
vacío.
Tal vez me he equivocado con él todo este tiempo. Tal vez sigo viendo lo bueno en él cuando
no hay nada que encontrar. Me lo imagino como un hombre mejor simplemente porque no
puedo concebir tener sentimientos por alguien terrible.
Me ahogo en mis pensamientos todo el día mientras atiendo a los enfermos. Parece que por
cada cama que despejamos, llega otra persona. Trabajo más rápido, porque tengo que
asegurarme de que todos los enfermos están atendidos, y corro de un catre a otro,
repartiendo medicación para las náuseas y cambiando los cuencos usados por otros
nuevos. En un momento dado, alguien me toca en el hombro.
"¿Qué?" espeto, sin detenerme mientras limpio la cara de una mujer que acaba de vomitar
sangre.
"¿Te vas a quedar toda la noche?"
Hago una pausa, porque la voz que ha hablado no es de un guardia, sino de Alma. ¿Ya ha
vuelto? Levanto la vista y, para mi sorpresa, el sol se ha puesto. La oscuridad ha caído
sobre el Fuerte y no me había dado cuenta. Ha pasado todo el día y ni siquiera me he parado
a comer o beber nada. "Oh. Yo... no sé".
Alma echa un vistazo a la clínica. "He traído a mi novio para que ayude. Tiene permiso para
quedarse aquí esta noche y ayudar. No está familiarizado con la enfermería, pero puede
hacer lo básico. Y tenemos unos cuantos ayudantes, ¿no? ¿Por qué no te vas a casa y
duermes unas horas? Descansa un poco". Me toca el hombro. "Estoy segura de que Lord
Azar te está buscando".
Miro alrededor de la clínica aturdida. Ella tiene razón. Hay tres de los milicianos ayudando
ahora, dos de ellos nuevos y uno el latino de cara dulce que es el novio de Alma. Todo está
bajo control por ahora y, de momento, nadie duerme en el suelo. Respiro profundamente...
y el cansancio me invade. Es como si ahora que he tenido tiempo de pensar en estar
cansada, estuviera agotada. Contemplo la posibilidad de quedarme aquí toda la noche y
evitar a Azar un día más, pero eso me parece mezquino e infantil. "Sí. Sí. Por supuesto.
Volveré a primera hora de la mañana".
Mi ayudante Alma se limita a asentir con la cabeza y me quita la toalla de la mano, pasando
a intercambiar su lugar conmigo al lado de mi paciente. La observo un momento,
entumecida, y luego me dirijo a las puertas de la clínica. Cuando salgo, uno de los guardias
golpea con un bate a uno de los bichos gigantes que hay en la calle y luego aparta el cadáver

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de una patada. Parece que estos días están por todas partes, esos estúpidos y horribles
bichos. Me froto los brazos y me estremezco.
Y entonces noto que algo huele delicioso. Oh Dios, espero que no sean bichos. La idea me
hace sentir un poco de náuseas. Me tambaleo hacia adelante, agotada, y sigo los olores. Al
hacerlo, veo una mesa plegable colocada en la calle, y gente alineada frente a ella. Dos
guardias de la milicia están en la mesa, sirviendo sopa a la gente en cualquier cosa que
puedan traer para usarla como cuenco: latas viejas, botellas de refresco, lo que sea. Otro
guardia está cerca con su arma a mano, observando a la multitud que se ha reunido. "Dos
filas", dice con voz aburrida. "Vamos a darles de comer a todos. Por favor, formen dos filas.
Sin empujar".
La gente se acerca a la mesa, se le llenan los cuencos y se le entrega un folleto. Alguien
echa un vistazo a su folleto y lo tira a un lado. Me apresuro a cogerlo y leo la página. Está
escrito a mano con letra de imprenta.

Lord Azar está comprando tus bienes del mercado negro a cambio de comida. Contacta con
la milicia para más detalles. ¡Disfruta de la sopa!
Lo leí dos veces, y luego una tercera para asegurarme de que no estoy imaginando cosas.
Azar está alimentando a la gente... como le pedí. No sólo eso, sino que está presentando a
la gente una forma de adquirir más comida para sus familias. Esperemos que esto sirva
para que la gente deje de comerse los bichos y se genere confianza. Si puede demostrar a
la gente que puede comprar comida con sus bienes... la esperanza burbujea en mi pecho.
Agarro el folleto como si fuera una nota de amor, con lágrimas en los ojos.
Lo está intentando. Sé que lo está intentando. No es un instinto para él, ser amable o hacer
cosas buenas. No piensa conscientemente en ello. El bien y el mal no le han sido inculcados
desde su nacimiento. Pero... lo intenta. No puedo pedir más. Emocionada, me vuelvo hacia
el cuartel.
"¿Lady Melina?" Uno de los guardias que normalmente están fuera de la clínica se acerca a
mi lado y me mira con preocupación. "¿La acompaño a casa? Está oscuro".
Consigo asentir con la cabeza. "Sí, gracias".

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 22

Intento leer La bruja de Blackbird Pond, pero las palabras se desdibujan ante mis ojos. No
puedo concentrarme, no cuando está oscuro y Melina aún no ha llegado a casa. Quiero ir
por ella, pero sé que mis esfuerzos no serán apreciados. La echo de menos y estoy
preocupado por ella, y la combinación de ambas cosas me molesta. No quiero preocuparme.
Preocuparme significa que pierdo la concentración, que su estado de ánimo afecta al mío.
Preocuparse significa que tengo un dolor sordo en el pecho cuando mi compañera me mira
con angustia. Hoy me ha evitado, y no debería importarme. No debería.
Pero he estado inconsolable al pensar que Melina podría odiarme. Todo porque golpeé a una
chica humana que no significa nada. Fue una acción tonta, y una que no me di cuenta de
que era una mala decisión. No me di cuenta de que Melina pensaría que podría levantarle
la mano en cualquier momento. Nunca lo haría. Sólo pensarlo me da asco. Me gustaría
saber cómo ser el hombre que ella necesita.
En cambio, soy un tonto Salorian que no puede obedecer las reglas de su pueblo y que, sin
embargo, parece no poder complacer a la humana que amo.
Esto es amor. Estoy seguro de ello. En "Puente hacia Terabithia", el niño humano estaba
lleno de dolor por la pérdida de su querido amigo. Pienso en Melina y me duele. Me duele y
me duele dentro de mi espíritu, porque quiero que se obsesione conmigo tanto como yo me
obsesiono con ella. ¿Qué haré si me deja? ¿Qué haré si no quiere volver a mirarme?
Melina es todo lo que no sabía que necesitaba. Me hace desear cosas que no debería desear.
Me hace anhelar su sonrisa, su dulce aroma, el sonido de su risa. Por la mirada de
aprobación en sus ojos. Ninguna otra mujer podría compararse con ella: Salorian, Drakoni
o humana.
Preferiría estar solo para siempre.
Sin embargo, la idea me revuelve las tripas. Dejo caer el libro y enrosco las manos en los
brazos de madera de la silla, clavando las garras. Parece que no puedo evitar que crezcan,
no importa cuántas veces las acorte. Mi mente no está tranquila. Mi concentración está
destruida. Este dolor dentro de mí es interminable, y todo lo que quiero es... a mi
compañera. La deseo tanto que quiero gritar de dolor. Y a medida que las horas pasan y el
día se convierte en noche, sé que me está evitando de nuevo. La desesperación me invade.
¿Cómo puedo mejorar la situación si no quiere hablar conmigo? ¿Cómo puedo arreglarlo?
¿Me dejará siquiera intentarlo?
Mientras me revuelvo en pensamientos que un Salorian nunca debería tener, su olor entra
por la ventana. Como un loco, me pongo en pie de un salto y corro hacia ella, escudriñando

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el terreno. Melina camina hacia la entrada del edificio, con el cansancio reflejado en su
rostro.
Inmediatamente, dejo de pensar en mí. Mi pobre compañera me necesita. Está agotada. Sin
duda, también tendrá hambre. Tengo que cuidar de ella. Tengo que hacerlo. Salgo corriendo
de la habitación y me dirijo a las cocinas. "Un plato para vuestra señora", ladro en cuanto
atravieso las puertas, haciendo que los sirvientes salten de miedo. Al ver su reacción y la
forma en que se apresuran a obedecer, vuelvo a intentarlo. "Por favor. Gracias. Lamento
haberos asustado. Me gustaría tener algunas cosas para que Melina coma. Ha estado en la
clínica todo el día y está cansada".
A mis oídos les parezco un tonto, y ya me imagino las burlas que sonarían en las cabezas
de los demás Salorian en casa. Débil, me reprenderían. Tonto débil. Mírate, bailando como
una marioneta, todo para complacer a una humana. Desperdicio inútil.
Pero no están aquí, y mi cabeza no resuena con sus reproches. En cambio, los sirvientes
me dirigen algunas miradas comprensivas y preparan rápidamente una bandeja con comida
y bebida. La mujer me la entrega y me lanza una mirada cómplice. "He guardado un trozo
de postre para ella y para ti", confiesa tímidamente. "Sé que le gustan los dulces, mi señor".
Sorprendido, miro la bandeja. Efectivamente, hay dos trozos de tarta de melocotón
perfectamente colocados a un lado. Puede que sea lo más bonito que alguien haya hecho
por mí. Alguien ha pensado en mí, en mis gustos, sólo porque sí. No porque me odien o me
tengan miedo, sólo porque quieren ser amables. "Yo... gracias", logro atragantarme. "Muy
agradecido".
Huyo antes de que pueda hacer más el ridículo.
Cuando entro en el apartamento que comparto con Melina, está sentada en el borde de la
cama, con los hombros caídos. Parece tan cansada y derrotada que me produce dolor físico.
Mi desafiante y hermosa humana no puede ser derrotada. Es demasiado orgullosa,
demasiado inteligente, demasiado resistente. ¿Le he hecho esto? Se me revuelven las tripas.
"Melina", susurro, y la bandeja traquetea con los platos mientras avanzo hacia ella.
Ella levanta la vista sorprendida. "Oh". Le tiembla la mano mientras se frota la frente. "Yo...
Azar... sé que tenemos que hablar, pero estoy tan cansada..."
"Ahora no", digo rápidamente, interviniendo antes de que pueda terminar esa afirmación.
"Necesitas relajarte. Deberías comer algo y beber algo de agua, y yo te ayudaré con un baño
rápido para refrescarte. Luego te meteremos en la cama y dormirás. Luego discutiremos lo
equivocado que he estado".
Se queda mirando.
Dejo la bandeja junto a la cama, abriendo las patas como veo que hace el personal. Se
convierte en una pequeña mesa, y le tiendo a mi compañera una galleta fría rellena de
carne. "Cómete esto". Cuando toma la comida de mi mano, me arrodillo y empiezo a desatar
sus botas. Siempre dice que le duelen los pies al final del día porque la clínica está tan
ocupada que no tiene tiempo para sentarse. Yo puedo ayudarla con sus pies.

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"Azar…"
"No", digo bruscamente. "Sólo come. Puede que no sea capaz de gobernar la ciudad de la
manera que tú crees que es aceptable. Puede que no me gane a nadie como amigo. Pero sé
cómo atender a mi compañera, y sé que te duelen los pies. Deja que te cuide".
Sin palabras, toma un bocado de la comida y comienza a masticar.
Le quito las botas y le froto los pies, calmando los delicados músculos y huesos. Me doy
cuenta de que está agotada. Cada músculo de su cuerpo parece estar flácido por la fatiga,
y eso hace que me duela el corazón. Espero que esta gente aprecie lo que mi compañera
hace por ellos. "¿Quieres un baño?" Le pregunto. "Puedo conseguir agua caliente y lavarte
con una toalla. No tendrás que hacer nada. Puedes relajarte y dejar que yo me encargue de
todo".
Se queda en silencio mientras le froto los pies, comiendo su comida. Cuando termina, cojo
el vaso de agua de la bandeja y se lo doy, y vuelvo a masajearle las pantorrillas. No dice si
quiere bañarse, así que me quedo donde estoy, pasando las manos por sus piernas y pies,
trabajando los músculos e intentando que se sienta mejor. Tontamente, una parte de mí
piensa que si consigo que se dé cuenta de que me necesita, aunque sea para esta pequeña
cosa, se quedará. Que no la perderé. Que las cosas entre nosotros no están tan rotas que
no puedan arreglarse...
"Azar", vuelve a decir Melina en voz baja.
"No lo digas", gruño, me duele el corazón. Este mundo es injusto. No puedo recibir a Melina
sólo para perderla. "No me obligues a irme de tu lado".
"Sigo enfadada contigo", continúa, ignorando todo lo que he dicho. Los dedos de sus pies
se mueven en mi agarre. "Pero no estoy tan enfadada".
La miro, con el corazón a mil por hora. "¿No me odias?"
Melina niega con la cabeza. "Probablemente debería, pero no lo hago".
Acaricio con mi mano el delicado arco de su pie. "Puedo tolerar que todos los demás en este
mundo me odien... pero no a ti. Si no te tengo, Melina, voy a perder la cabeza". Por todos
los fuegos, sueno tan vulnerable y necesitado como uno de esos tontos Drakoni. Pensar que
estoy reducido a esto. Y sin embargo, el pie de Melina está en mi mano, mi mano en su
suave piel, y ella dice que no me odia. No me parece mal que me mimetice a sus pies.
Después de todo, es mía. Si no puedo ser vulnerable con ella, estaré completamente solo.
Y Melina parece necesitar vulnerabilidad de mi parte. Así que debo continuar, aunque vaya
en contra de todo lo que he aprendido.
"Sé que no soy un buen hombre", digo mientras levanto su pie hacia mí y beso el arco.
"Eso es, Azar. No eres un hombre. Eres un Salorian. Y sigo olvidando eso. No piensas como
el resto de nosotros". Inclina la cabeza, mirándome mientras le doy besos en la piel,
subiendo por la parte delantera de su pie hasta la pierna. Señala con los dedos de los pies
y levanta la pierna sobre mi hombro, alentando mi afecto.

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Un anhelo voraz me llena. "Melina..."


"Lo sé", dice suavemente. "Sé lo que vas a decir. Que lo estás intentando. Y sé que lo estás
haciendo. Vi que estabas alimentando a la gente cerca de la clínica. Vi los folletos. Creo que
es una buena idea para fomentar su confianza. Pero cariño, no puedes ofrecer el mundo
con una mano y abofetearles con la otra. No ganarás a nadie así".
Continúo besando fervientemente su pierna. "Lo sé. Lo sé, mi corazón. Por eso te necesito.
Necesito que me digas cuando doy un paso en falso. Te necesito a mi lado para que me
guíes".
Su pie se levanta de mi agarre y al momento siguiente me lo planta en la cara. "Entonces
tienes que escuchar cuando hablo, maldita sea. Si te digo que te calmes, tienes que calmarte
de una puta vez, ¿entendido?"
¿Está tratando de intimidarme? Su enfado sólo alimenta mi deseo por ella. Nadie más se
atrevería a hablarme así. Aunque soy un general Salorian menor, sigo siendo un general.
Mi presencia infunde miedo en los corazones de todos los Drakoni, y alzarme la voz es
buscar la muerte.
Tal vez por eso Melina tiene mi corazón tan plenamente. Ella es muy... humana. Nunca me
ha tenido miedo. Me avisa cuando me equivoco con palabras fuertes, y tiene conceptos muy
claros de lo que está bien para ella y lo que no. Mi preocupación de que me abandone se
está convirtiendo en pura y dura lujuria. "¿Dices que no te escucho?" Retiro su pie de mi
mejilla y le mordisqueo el tobillo. "¿Que no presto atención?
Ella suelta una carcajada y se estremece. Puedo ver sus pezones marcados por debajo de
la camiseta que lleva. "Sólo prestas atención a mi coño".
"Tal vez sea lo único a lo que merezca la pena prestar atención", respondo, con la voz
acalorada por la necesidad. Vuelvo a mordisquearle el tobillo, y cuando los dedos de sus
pies se curvan, me abro la boca a la suave piel más cercana a mí, subiendo una vez más
por su pantorrilla.
"Necesito que pienses en tus acciones. No puedes perder los estribos de esa manera". Su
respiración se acelera y su mirada se vuelve confusa y desenfocada. Le beso la parte inferior
de la pierna con reverencia, deseando quitarle los pantalones y besarla como se debe: a
fondo, con grandes cantidades de lengua y entre los muslos. "Tú mandas, Azar. Tienes que
ser mejor. No puedes golpear a la gente porque te sirva de algo".
"Pero fue efectivo, ¿no?" Pregunto, cuestionándome si es demasiado pronto para ir a por la
cintura de los vaqueros que lleva, o si tengo que seguir engatusándola para que me deje
lamer su dulce coño. "Sé que no te gustan mis métodos..."
"No me gustan", dice bruscamente, y suelta su pierna de mi agarre. La suavidad desaparece
de sus ojos y se inclina y me agarra la barbilla entre el pulgar y el índice. "Sigues sin
entenderlo. Entonces, ¿qué te parecería si, por ejemplo, uno de los criados se acercara y me
diera una bofetada en la cara?"
Frunzo el ceño. "Nunca lo harían".

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"¿Pero si lo hicieran?" Arquea una ceja hacia mí.


"Entonces morirían por atreverse a tocar a mi compañera".
"Ah", dice con voz ligera. "Pero está bien, porque motivó a la cocinera a hacer el desayuno
a tiempo. Por lo tanto, no debería ser un problema según tu pensamiento, ¿verdad?
¿Siempre que los resultados sean buenos?"
Me zafo de su agarre y frunzo el ceño mientras miro a mi compañera. Es un chiste común
entre la milicia que las cocinas de los cuarteles nunca llegan a tiempo con la comida.
Mientras Melina me observa con esos ojos pacientes y acusadores, reproduzco el escenario
en mi cabeza. De Daniels acercándose a mi compañera y golpeándola. De Melina cayendo
al suelo a mis pies como lo hizo la hembra. Del terror en su cara, la huella de mi mano en
su mejilla...
Me sorprende la rabia que me produce el solo hecho de imaginar el escenario. Lo haría... lo
haría... lo odiaría. Asesinaría a cualquiera que se atreviera a tocarla. No me importa a quién
motive. "Ah"
"¿Lo ves?" Se inclina y agarra mi mano, tomándola entre las suyas. Presiona mi palma
contra su mejilla, y me estremezco, imaginando que la golpeo como lo hice con la hembra.
"No sé cómo eran los Salorian, pero todas las mujeres de ahí fuera son hermanas o hijas de
alguien. Tienen familias. Tienen gente que las cuida, gente que no quiere verlas abofeteadas
o maltratadas, sólo porque no son importantes. Todo el mundo es importante para alguien".
Melina presiona un beso en la palma de mi mano. "Por eso no puedes perder los estribos.
Tienes que controlar tu temperamento, y tienes que hacer una pausa y considerar las cosas
cuando estás molesto. Especialmente cuando estás molesto".
"Entonces, ¿qué quieres que haga?" Pregunto.
"Despiértame", replica Melina de inmediato, con un tono enfadado. "Si estás angustiado por
algo, despiértame y háblame de ello. No me importa la hora que sea. No me importa si es
pleno día, ven a la clínica y habla conmigo. Y escúchame cuando te digo que tienes que
calmarte. No puedo ayudarte a elegir el camino correcto si lo eliges sin consultarme.
¿Entiendes?"
Me siento fracasado. Es una sensación extraña y odiosa, porque puedo decir que he
decepcionado a mi compañera. Hay dudas en sus ojos cuando me mira, como si yo no fuera
el hombre que quiere en su cama. Eso me desespera. Me preocupa. Enmarco su rostro con
mis manos y aprieto mi pecho contra sus piernas. "Melina... ¿me odias?"
Su expresión se suaviza. "Debería, ¿no?" Vuelve a poner su mejilla y presiona un beso en
mi palma. "Pero no lo hago. Aunque no tengas las mismas herramientas que nosotros, lo
estás intentando. Me encanta que lo sigas intentando. Por eso he vuelto. Estás reconociendo
que la has cagado, y necesito que me prometas que no volverás a hacerlo".
"Nunca", digo violentamente. "Nunca". La idea de que alguien toque a Melina, de que la
golpee como yo golpeé a la mujer (cuyo rostro ni siquiera recuerdo) me hiela las tripas. A
sus ojos, todos somos iguales.

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Esa es la parte con la que sigo luchando. En mi mundo, en mi casa, no nacemos iguales.
Ni en lo más mínimo. Somos juzgados por nuestra magia, por nuestras líneas de sangre,
por si somos o no Salorian o Drakoni. Un humano no debería considerarse mejor que otro.
Todavía lo hacen, pero los que lo hacen están equivocados.
Los que lo hacen se ganan el odio y la aversión de Melina.
Cuando dice que debo esforzarme más, es porque pienso como un Salorian, no como un
humano. Cuando mi temperamento se apodera de mí, arremeto como un Salorian. Tengo
que dejar que ese lado corrupto, de pensamiento humano, tome el control. Necesito
abrazarlo. Y sé por dónde empezar.
"Te quiero", le digo, buscando en su rostro. "Te quiero, Melina. Se supone que no lo hago,
pero siento que mi mundo se acaba si te enfadas conmigo. Se supone que no debo amar a
un humano... ni a nadie. Pero sin ti, este mundo es un lugar desolador. Tú eres la luz. Eres
la razón por la que quiero levantarme cada mañana y seguir en este mundo".
Su mirada se suaviza al mirarme. "Oh, Azar".
"No soy un buen hombre", añado roncamente, sintiendo que debo sacar toda esta emoción
de mi pecho antes de estallar con ella. "Ni siquiera soy un hombre, como has dicho. No sé
pensar como un humano, pero sé que te quiero, y no quiero otra cosa que hacerte feliz. Si
debo pensar en la gente de manera diferente, entonces debo hacerlo. Si debo parar y pensar
antes de hacer, entonces pararé y pensaré. Sólo... no te rindas conmigo".
"Nunca", suspira Melina, y se inclina hacia delante para rozar sus labios con los míos.
"Nunca. Yo también te quiero".
Gimoteo. Oírlo no me parece real. ¿Ella... me ama? ¿A mí, que le causo un sinfín de
problemas? ¿Quién la obligó a meterse en mi cama y la convirtió en mi consorte cuando
ella no quería saber nada de mí? ¿Ella me ama? Atrapo su boca contra la mía, intentando
transferir toda la emoción que siento por ella en nuestro beso, como si pudiera convencerla
de alguna manera de que lo que dice es la verdad.
Ella acerca su lengua a la mía, toda dulzura frente a mi oscuridad. Parece increíble que
esta elegante y gentil hembra quiera algo conmigo, pero mientras la beso, Melina emite un
suave sonido en su garganta, animándome. La lujuria arde en mi interior. Lo único que
deseo es subirle las faldas, penetrarla y llegar a morderla. Reclamarla como mi compañera,
de verdad.
Pero entonces se verá obligada a ser mía. Ya no tendrá la opción de dejarme. Estaré en su
cabeza, en su mente, y sabrá la verdad de quién soy y de lo que he hecho. Así que no puedo
hacer eso. Ella no debe saber todo lo malo que he hecho para llegar a donde estoy. Ella debe
pensar en mí como lo hace ahora, como equivocado pero dispuesto a hacerlo mejor. Los que
conocen mi pasado nunca me darían esa oportunidad, así que debo mantenerla en la
oscuridad por un tiempo más.
Además... me gusta que esté conmigo porque elige estar conmigo, no porque yo esté en su
cabeza. Me gusta que sea su decisión, y no una que se le haya impuesto. Puedo esperar un
poco más.

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Es una gran alegría para mí que me elija, a pesar de mis defectos.


Le doy besos hambrientos en la cara. "Déjame tocarte, preciosa mía. Deja que te compense.
Déjame mostrarte mi devoción".
"Azar", susurra, sus dedos se deslizan por mi melena.
Quiero dárselo todo... pero por ahora me conformaré con darle placer. Con hambre, beso
su boca afelpada, su mejilla, su barbilla, su cuello. Se arquea de placer cuando mi lengua
roza su garganta, y arrastro mis dientes sobre su suave piel, anhelando reclamarla y
sabiendo que no puedo. "¿Puedo desnudarte?" Le pregunto. "¿Darte placer?"
No me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración hasta que ella asiente. Entonces,
suspiro, todo alivio. Esta cosa entre nosotros se siente frágil. Delicada. Como si un
movimiento equivocado pudiera destruirlo todo... así que debo tener un cuidado exquisito
con mi pareja. No debo darle ninguna razón para que deje de amarme. Creo que me
destruiría si lo hace.
Melina se pone en pie y yo me levanto, moviendo mis manos sobre su ropa. Le quito la tela,
odiándola. Hoy no lleva vestido, sino una tela más áspera y tosca que no se ajusta a su
belleza. Apesta a su clínica y a los enfermos que hay allí, y yo le he dado más trabajo al ser
terca y no compartir la comida, no como ella quiere. Sólo sé que los que se vuelven
demasiado complacientes, los que esperan limosnas, no trabajarán para ser parte del todo,
y ahora mismo necesitamos que todos hagan su parte. Pero es fácil decirlo cuando me siento
en mis habitaciones y no tengo que limpiar el vómito de la boca de los enfermos. Le beso la
frente y sus ojos se cierran.
"Seré un mejor compañero", le prometo. "Sólo dame otra oportunidad".
"Estoy aquí, ¿no?"
Lo está, y me aprovecharé de ello. Reverentemente, le quito la ropa y le doy más besos en
su piel morena. Beso su hombro, su delgado brazo. Le beso el vientre mientras le
desabrocho el cinturón que sujeta sus pantalones a la cintura. Le beso las piernas mientras
le bajo los pantalones hasta los tobillos y, cuando se los quita de una patada, se queda sólo
con las prendas que ella llama bragas y un sujetador. Sé que son cada vez más difíciles de
encontrar, y por eso tengo cuidado con ellas, porque ella las valora, y yo la valoro a ella.
Cuando está desnuda frente a mí, es más que hermosa.
Melina me sonríe y levanta una mano. Para mi sorpresa, empieza a desabrochar los cierres
del cuello de mi vaporosa túnica. "Yo también te quiero desnudo", me dice. "Quiero tocarte
por todas partes".
Por lo general, nuestro placer implica que yo permanezca vestido para que mi semilla no
roce su piel y la incomode. El hecho de que me quiera desnudo añade otra capa de intimidad
a este momento, y lo deseo casi tanto como a ella. Permanezco quieto mientras me desviste
y, cuando mi túnica se desliza hasta el suelo, me pasa las manos con delicadeza por el
pecho, trazando los músculos. Su tacto se desliza hasta mi cintura, hasta los pantalones
que llevo, y los baja también.

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Desnudo, me pongo delante de ella y Melina inclina la cabeza hacia arriba, dedicándome
una sonrisa suave y soñadora. Luego se gira, apretando su espalda contra mi pecho y
frotándose contra mí. Me coge del brazo y se lo pasa por encima del hombro, enredándose
en mi abrazo. "Me encanta lo cálido que eres. Lo bien que me siento al apretarme contra ti".
"¿Es así?" Me inclino y deslizo una mano sobre sus suaves pechos, buscando un pezón.
Encuentro el apretado pico y le doy un pellizco, disfrutando de la aguda inhalación que
hace. Su pecho se adapta perfectamente a mi mano y aprieto el montículo, embelesado por
la suavidad de su cuerpo. Deslizo la otra mano por su frente, hacia la curva entre sus
muslos. Su aroma impregna la habitación y me llama con su canto de sirena.
Le paso un dedo por los pliegues y Melina gime, apretándose contra mí. Desplaza su peso,
abriendo un poco más las piernas para que pueda tocarla.
"¿Ya estás empapada, mi amor?" Murmuro en su pelo. "¿Este coño empapado es para mí?"
Ella gime.
"Creo que sí". Froto mi cara contra su pelo mientras acaricio un dedo sobre su clítoris. "Tan
hermosa y sensible, mi linda, linda compañera. Todos los demás hombres de Fort Dallas
deben estar furiosos de celos al pensar que puedo tocar esta belleza todos los días. ¿Crees
que están resentidos conmigo por eso? ¿Porque yo sé cómo sabe este delicioso coño y ellos
no?"
Melina se mece contra mi mano, con su regordete trasero presionando mi polla. Quiero
mecerme entre la hendidura de su trasero, pero me da miedo chorrear liquido preseminal
en su sensible piel. Ya estoy tan empalmado que sé que no duraré.
Por mucho que quiera hacer que se corra así, es mejor que la mantenga lejos de mi polla.
Así que le vuelvo a pellizcar el pezón. "Ponte en la cama. A cuatro patas. Pon tu coño en el
aire para mí".
"Qué mandón", resopla, pero hace lo que le ordeno. Se acerca a la cama, se arrastra un
poco hacia delante y levanta el culo para mostrarme sus húmedos pliegues.
Con un gemido, la agarro por las caderas y la atraigo hacia mí, bajando mi boca a su carne.
Ella suelta un pequeño chillido cuando hago contacto, y puedo sentir cómo se aprieta en el
momento en que mi lengua recorre su resbaladizo cuerpo. Su sabor es sublime. Apenas
consigo contener un gemido, lamiendo su dulce núcleo. Me doy un pequeño capricho,
provocando con la punta de la lengua y haciendo que se retuerza, bebiendo su sabor.
Después de meses juntos, sé cómo hacer que mi compañera se corra, y sé lo que le gusta.
Así que me acerco a la entrada de su pene antes de encontrar su clítoris con la lengua y
hacerlo rodar.
Ella gime, presionando contra mí. "Oh, Azar. Eso es tan bueno".
Me agarro a un muslo mientras le acaricio el clítoris, haciéndole pequeños círculos antes
de acariciarlo con la lengua. Con la otra mano, aprieto dos dedos en su interior,
bombeándolos. Trabajo su coño con los dedos y lamo su clítoris, siguiendo el ritmo que sé
que le gusta más. Ella se estremece, moviendo las caderas al ritmo de mis movimientos
mientras persigue su liberación, y yo añado otro dedo, empujando más fuerte mientras su

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coño empieza a apretar. Lamiendo su clítoris, aprieto la polla contra el borde del colchón,
desesperado por penetrarla con mi eje en lugar de con mis dedos, pero así es como debe
ser.
Melina jadea mi nombre, cada vez más rápido, mientras se acerca a su clímax. Meto los
dedos dentro de ella y me froto contra la pared frontal de su coño, llegando al punto que sé
que la llevará al límite. Con un grito grave, se corre, temblando, con su cuerpo apretado
contra mí, con los dedos de los pies curvados y su húmedo coño emitiendo sonidos obscenos
mientras lo trabajo durante el orgasmo, sin parar hasta que grita y aparta mis manos.
Aprieto un último beso en sus pliegues y luego me lamo los labios. Mi cara está empapada
de sus jugos, pero me encanta esta parte. Me encanta su sabor. Me chupo los dedos para
limpiar su sabor, y mi otra mano baja hasta mi polla y la acaricia.
Se retuerce en la cama, aturdida, pero su glorioso culo sigue al aire, con los muslos abiertos.
"¿Tú también te vas a correr, nena?"
Gimiendo, paso una mano por su costado, apretando su nalga mientras trabajo mi eje.
"Mira qué bonita eres. Qué húmedo está este coño para mí". Deslizo un dedo por su núcleo
empapado, deseando que sea mi polla la que la presione. Me agarro con más fuerza,
apretando el puño arriba y abajo de mi longitud. "Tomarías esta polla si te dejara, ¿verdad?"
"Lo haría", respira ella. "Podrías dármelo todo. Hundirte tan profundamente que tus pelotas
golpeen mis muslos. Se sentiría muy bien, ¿no?"
Mi respiración sale en un gruñido áspero, mi mano se desplaza sobre mi pene. Ahora estoy
goteando abundantemente, la semilla se desliza por mi longitud y cubre mi mano.
"Increíble", exclamo. "Te sentirías increíble".
"Mmm." Desliza una mano entre sus muslos y toca su coño mojado, jugando con él. "Me
penetrarías aquí mismo, ¿verdad?" Y cuando ella toca la entrada de su cuerpo, me vuelvo
loco. Con un gruñido, me corro. Salen hilos calientes de semilla y apunto mi polla a la cama,
lejos de la suave piel de Melina. Me oriento, viendo cómo se mete los dedos en el coño, y
nada se ha sentido nunca tan bien.
Agotado, inspiro una profunda bocanada de aire mientras ella se baja de la cama. Me
acaricio la polla una y dos veces, sacando lo último de mi semilla, y ella se inclina para
besarme. "Voy a por una toalla".
Melina desaparece en el cuarto de baño y, cuando vuelve, su olor está apagado, señal
silenciosa de que se ha limpiado. Se acerca a mi lado, limpiando mi polla y mis manos, con
una pequeña sonrisa en su cara. "Me alegro de que hayas vuelto", me dice. "Me cuesta
mucho dormir sin ti en la cama".
Miro hacia la cama que acabamos de desordenar. "No esta cama, espero".
"Podemos quitarle las sábanas. No me importa cambiarlas". Me hace un guiño. "Y tú puedes
ayudarme".
Lo hago, porque no puedo negarle nada a esta mujer. Después de limpiarme, deshacemos
la cama y ponemos sábanas nuevas. Entonces, Melina se mete en la cama, mullendo las

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almohadas, y luego da unas palmaditas en el lugar que está a su lado, invitándome. Me


uno a ella e inmediatamente se coloca delante de mí, acurrucándose contra mi pecho
desnudo y enredando sus piernas desnudas con las mías. Mi polla se estremece ante tanta
piel, pero me obligo a ignorarla. Mi compañera desea acurrucarse, y así lo haremos.
Paso la mano por su costado, fascinado por la facilidad con la que esta pequeña y suave
humana puede envolverme en su dedo. Qué rápido quiero cambiar, simplemente al pensar
que se enfada conmigo. Se ha metido en mi corazón, pero no, eso no es correcto. Melina
entraba, brillando con faldas y joyas, con la cabeza alta mientras exigía el corazón que yo
no sabía que tenía. Y ahora que lo tiene, descubro que lo que más me importa no es el
poder, ni el control, sino asegurarme de que permanezca a mi lado, para siempre.
Sus dedos rozan mi pecho. "Háblame de tu vida en tu mundo".
Me late el corazón y trato de no asustarme ante la pregunta. Es inocente, pero me preocupa
que cuanto más sepa de mí, menos le guste. "Ya te lo he dicho antes. Soy Salorian. ¿Qué
quieres saber?"
Ella reflexiona, pensando por un momento. "Supongo que lo que hace diferente a un
Salorian de un Drakoni. Dijiste que no sois iguales, ¿verdad? Pero a mis ojos, parecéis
iguales". Me palmea el pecho rápidamente. "No intento insultar, sólo pregunto porque no lo
sé".
Ya no me ofendo como antes. Es difícil enfadarse cuando tienes a una compañera saciada
y caliente apretada contra tu pecho. Trazo círculos en su piel, pensando. "Supongo que, si
soy sincero conmigo mismo, la diferencia está en cómo nos han educado. Los Drakoni son
gente salvaje, del desierto. Los míos -los Salorian- viven en las ciudades. Los Drakoni viven
como quieren, y toman pareja a su antojo, y los Salorian no toman pareja. Nuestras vidas
están dedicadas al Imperio Salorian".
"Hora de la pregunta estúpida". Melina levanta la cabeza, mirándome. "Si no se toman
parejas, ¿cómo se hacen los pequeños Salorian?"
Me río entre dientes. "De la misma manera que se hacen los pequeños en cualquier lugar.
Pero la mayoría de los Salorian nunca aprecian los placeres de la carne. Nos enseñan que,
a menos que seas elegido para ser criador, debes dedicar tu vida y energía al Imperio. Nunca
fui elegido porque mis líneas de sangre no eran lo suficientemente puras. Hay criadores de
casta alta y criadores de casta baja, para asegurar la continuidad del pueblo Salorian. Si
dependiéramos únicamente de los criadores de casta alta, no habría suficientes para
gobernar el Imperio. Yo nací de un criador de casta inferior y por eso mis habilidades son
limitadas".
"¿Habilidades?"
"Mmm. Mente-discurso y mando". Lo dejo así. No quiero que haga demasiadas preguntas.
"Yo era un general en el ejército Salorian. Ese era mi deber. Gobernar a las tropas Drakoni
y mantenerlas bajo control. Estaba haciendo eso cuando la Grieta se abrió y nos tragó".
Me mira de forma pensativa. "Supongo que no tengo que preguntar si has dejado a alguien
atrás".

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Resoplo. "No. Nadie. Recuerdo que estaba enamorado de la Reina Drakoni cuando era un
macho joven. Era una hembra muy hermosa, con una sonrisa encantadora. Sin embargo,
no creo que fuera muy Drakoni. No vivía en la naturaleza como ellos. Vivía entre mi gente,
y la sacaron a pasear delante de los Drakoni para..." Me detengo, porque no puedo decirle
la verdad. Que vivía entre nosotros como una rehén, una figura para mantener a las tropas
Drakoni esclavizadas bajo control. La zanahoria colgando antes del palo, como dicen los
humanos.
"¿Para…?", pregunta ella.
"Para dirigir las celebraciones", digo finalmente. "Era sobre todo ceremonial. Sin embargo,
es muy hermosa". Acaricio el trasero de Melina. "No tan encantadora como tú".
Mi compañera se ríe. "Buena salida". Me sonríe, con una expresión soñadora. "¿Lo echas
de menos? ¿Tu casa?"
Pienso. "A veces lo echo de menos. Echo de menos la belleza de la tierra. Los desiertos rojos
y dorados, los acantilados y las mesetas, y las brillantes puestas de sol. La calidez de todo
ello. Tu mundo es realmente frío para mí". Siento que se ríe, y eso hace que mi boca se
curve en una sonrisa reticente. "Pienso en los elegantes edificios y en lo limpias que estaban
las calles y en lo bien que olía todo allí. Los jardines llenos de flores. La cortesía de la gente.
No hay nada como aquí".
"Este mundo solía ser mejor", dice Melina con voz suave. "Espero que podamos volver a él
algún día".
"En lo que a mí respecta, este mundo ya es mejor porque tú estás en él".
Se sienta y me mira con el ceño fruncido.
Parpadeo. "¿Qué?"
"Para un hombre que creció en una cultura estéril, eso fue algo sorprendentemente
romántico". El ceño de Melina se convierte en una sonrisa y se vuelve a acomodar contra
mí. "Diría que estás deseando echar un polvo, pero acabas de hacerlo".
Mi mano aprieta su nalga. Podría apretarla aquí todo el día y toda la noche. Estar aquí,
apretando su trasero una y otra vez, hasta que la arranquen de mi cadáver. "Tienes muy
poca fe en mi resistencia".
"Entonces demuéstrame que me equivoco", ronronea, y su mano se desliza hacia mi polla.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 23

MELINA

Sigo de buen humor semanas después. El sol brilla, el desayuno de esta mañana ha sido
delicioso y menos extravagante, y Azar me ha besado hasta dejarme sin sentido antes de
dejarme ir a la clínica. Los bichos siguen estando por todas partes, los casos de enfermedad
son menos frecuentes ahora que Azar intercambia alimentos por mercancías. No todo el
mundo confía en él, pero estamos haciendo progresos.
Me siento... feliz.
En todo caso, la mayor parte de las veces feliz. Las pesadillas de Azar le despiertan cada
noche. Se sacude del sueño, bramando de terror cada vez.

Intenta hablarme, me dice. Está tratando de entrar en mi mente. Tenemos que encontrar una
respuesta pronto.
Últimamente no ha dormido mucho, pero por la mañana vuelve a ser el mismo,
asegurándome que todo está bien y que no hay nada de qué preocuparse hoy. Que mientras
no veamos nada atravesar la Grieta, estaremos a salvo un poco más. Y luego me besa hasta
que me olvido de hacer más preguntas. Esa es la forma que tiene Azar de lidiar con las
cosas difíciles: la distracción. Lo entiendo, pero al mismo tiempo me preocupa. Pero Azar
me asegura que Rachel y Gwen tendrán sus hijos razonablemente pronto, y que otro
Drakoni se llevó a una mujer -una mujer llamada Jenny- de los barracones y la reclamó
como suya. Si Jenny se queda embarazada, la rápida gestación de los bebés Drakoni
supondrá el nacimiento de otro niño para finales de año.
Tal vez eso sea suficiente. No lo sé, pero Azar parece esperanzado, así que me aferro a su
esperanza. No puedo vivir aterrorizada, así que elijo ser feliz esta mañana. Sonrío mientras
me dirijo a mi clínica, llevando una de mis típicos vestidos largos porque le gustan a Azar
(y a mí también, si soy sincera).
Cuando salgo del recinto y atravieso las sucias calles del Fuerte, en dirección a mi clínica,
alguien corre detrás de mí.
"Oye, ¿tienes un segundo?" Quien habla es Rachel, la mujer con cicatrices recién
emparejada con un Dragón, y una de las "invitadas" de Azar. Está embarazada y él quiere
que se quede hasta que nazca el bebé para poder aumentar nuestro arsenal de armas contra
la criatura de la Grieta. Está claro que a Rachel no le gusta la idea, ni Azar, ni casi nada.
Lo ha dejado muy claro.
Por eso me sorprende que hable conmigo en la calle. Hago una pausa, tratando de no fruncir
el ceño. Sospecho de su momento, pero tal vez no sea nada. "¿Es el bebé?"

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"¿Hmm?" El muñón del brazo de Rachel toca su vientre. "Oh, no. Nada de eso. Sólo quería
atraer tu atención sobre algo". Ante mi mirada curiosa, continúa. "Jurik y yo estuvimos
explorando ayer y encontramos algunas cosas que podrían ser medicamentos en un
almacén, pero no estábamos seguros. Nos preguntábamos si podrías venir con nosotros y
ayudarnos a descifrar algunas de las etiquetas".
¿Medicación? ¿Quiere que me vaya? Nunca salgo del Fuerte, sobre todo porque siempre hay
más cosas que hacer aquí. Tengo una clínica llena de enfermos, pero si se trata de
medicamentos, quiero desesperadamente que se añadan a mis suministros.
"Probablemente deberías hablar con Azar…"
Rachel niega con la cabeza, enderezando los hombros en una inclinación casi desafiante.
"Azar no estaba disponible. Algo sobre reuniones. No puedo entrar a verlo. Y traté de hablar
con la persona encargada de los horarios de búsqueda, pero no puede enviar a nadie hasta
dentro de al menos dos días porque es un lugar más alejado de lo que solemos ir. Así que
si lo dejo en manos de otra persona, tardará casi una semana, y para entonces podría haber
desaparecido". Me lanza una mirada desafiante. "Pensé que querrías traer la medicación -
si es que es una medicación- de vuelta aquí lo más rápido posible, ya que tienes tantos
enfermos".
Frunzo los labios, pensando. Puedo hablar con Alma, ver si quiere ir, pero va a salir de un
turno nocturno y sé que le aterrorizan los Dragones. Además, no sabe nada de medicación
más allá de lo que le he enseñado. No conoce los nombres de los tipos menos comunes, o
lo que todavía será utilizable después de todo este tiempo. "¿Era una farmacia?" Pregunto
distraídamente, dándole vueltas a la idea en mi cabeza.
"Una estación de envío", dice Rachel. "Muchos paquetes".
Una estación de envío podría tener productos farmacéuticos. Sé que había algunos lugares
de venta por correo en el negocio en el Antes. Esto podría ser bueno... y si encontramos un
alijo de medicamentos allí, podría llevarnos a descubrir más, si esta estación de envío es
una de muchas. Trago con fuerza, estudiando a Rachel. "¿Me llevaríais? ¿Hoy?"
Ella asiente, sonriendo. El lado cicatrizado de su cara se ha curado mal y contorsiona su
boca, un poco demasiado apretada para parecer agradable. "Son unas horas de ida y otras
de vuelta. Podríamos estar de vuelta para la cena".
Eso me decide. "Dame cinco minutos para asegurarme de que la clínica está cubierta".

∗∗∗∗∗∗∗

ESO ME LLEVA MUCHO MÁS de cinco minutos, por supuesto. Alma está agotada, pero sabe
lo importante que es conseguir la medicación, así que acepta quedarse. Tenemos dos
guardias de la milicia que tienen experiencia en primeros auxilios, así que tomo una
decisión ejecutiva e insisto en que presten servicio en la clínica hoy. Les digo que es una
orden de Azar, y como es mi marido, no se atreverían a contradecirme.
No es que lo fueran a hacer, en cualquier caso. Asienten al instante y dicen "Sí, Lady Melina"
como si yo no fuera una persona más del Fuerte hace unos meses. Soy la esposa del hombre
al mando, y podría decirles que se pongan de cabeza y lo harían.

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Rachel me espera en las afueras de la ciudad, y se abre paso con descaro entre los guardias
cuando intentan detenerla. "A menos que queráis que os coma un Dragón", les dice, "no
vais a ponerme un dedo encima".
Frunzo los labios ante esto, porque no me entusiasma el mensaje que envía, pero es efectivo.
La dejan en paz y salimos por la puerta, pasando la barricada por primera vez en años, y
allí nos espera un enorme Dragón dorado. Jurik. La única razón por la que no me asusto
es que sus ojos giran en un tono dorado tranquilo, uno que reconozco de mis noches con
Azar. Rachel se ilumina al verle, esboza una sonrisa en su dirección y se acerca sin miedo
a su lado. "¿Lista, Melina?"
Me entrega un casco de bicicleta para que me lo ponga sobre el pelo, y observo cómo agarra
la serie de correas que ha colocado a lo largo del enorme costado dorado de Jurik. El dragón
se agacha y maniobra con su cuerpo, tratando de ayudarla a subir, y cuando se ha
acomodado en la silla de montar, envuelve un juego de riendas alrededor de su muñón y lo
agarra con su mano buena.
Lo cojo y consigo subirme al Dragón detrás de ella tras unos cuantos intentos
desordenados. Una vez acomodada, Rachel me ayuda a atarme a la silla mediante un
extraño sistema de cinturones de seguridad ("Para que no te caigas", me dice, lo que no
alivia mis temores) y luego Jurik está en el aire. Contengo la respiración, aterrada. Nunca
he montado a caballo y esto es diez veces peor. No tengo ningún control, y un movimiento
en falso de Jurik y me voy a caer de su lomo, con cinturones o sin ellos. Reprimo un gemido
de terror y me aferro a Rachel. Por lo menos a ella no la dejará caer.
Es por la medicina, me digo. Si hay medicinas que encontrar, es mi deber llevarlas al Fuerte.
Me lo digo a mí mismo, pero sé la verdad. Quería alejarme por un día. Quería no tener que
preocuparme por Azar ni por la peste durante un día, aunque sea por egoísmo. Sin embargo,
mientras Jurik da otro bajón en el aire, me lo pienso mejor.
"¿Cuánto tiempo dijiste que nos llevaría esto?" Vuelvo a preguntar, temblando.
"Un par de horas", me dice, el viento desgarra nuestras voces. "Relájate y disfruta del viaje".
Relájate. Claro. Vuelvo a apretar los ojos con fuerza y aguanto.

∗∗∗∗∗∗∗

PARECE QUE ESTAMOS en el aire eternamente, el viento desgarra mi piel y mi pelo, los
ocasionales bichos de gran tamaño golpean mi hombro y me hacen gritar de alarma. Rachel
lo lleva mejor que yo. Gruñe algo sobre "bichos asquerosos" y los aparta de nosotros, luego
se inclina hacia delante para acariciar el cuello de Jurik. De vez en cuando, miro al suelo,
pero todo me parece igual. Seguimos una autopista, la carretera está llena de coches
averiados. Los árboles y la vegetación bordean las salidas, junto con restos rotos de
restaurantes de comida rápida y gasolineras.
Tardo un rato, pero mientras observo la carretera bajo nosotros, se me ocurre que nos
dirigimos al este. Recuerdo las viejas autopistas y, cuando pasamos por otra señal de salida
verde desgastada, dice Canton y luego Tyler. Preocupada, le doy un golpecito a Rachel en
el brazo. "Creía que habías dicho que nos dirigíamos al oeste".

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"¿He dicho oeste? Quise decir este". Me brinda una sonrisa tranquilizadora por encima del
hombro. "De todos modos, ya casi hemos llegado".
Se me eriza la piel de malestar, pero lo combato. Puede que a Rachel no le guste Azar, pero
no tiene ningún problema conmigo... ¿o sí? No hay razón para secuestrarme. Aun así,
desearía haber traído un arma, o haberle dicho a Azar a dónde me dirigía durante el día.
Estúpida, me digo. Estúpida, estúpida. Si estás en peligro, te has metido de lleno en esto.
Sólo oyes la palabra "medicación" y te pones en modo salvador.
El Dragón vuela más bajo, planeando cerca de un paso elevado, y yo contemplo mis
opciones. No tengo muchas. Tengo que volver al Fuerte. No puedo quedarme aquí fuera.
Estamos tan lejos del Fuerte que sería vulnerable ante cualquier Dragón que pase por aquí.
Si me dejan aquí, es un largo camino de vuelta al Fuerte, y me llevará días... si es que lo
consigo. Si es que no me atacan o me matan antes.
Aprieto mis brazos alrededor de Rachel, pero si tiene un plan siniestro, lo esconde bien. Me
pregunto si hay un plan. ¿Me están alejando del Fuerte por alguna razón? Me necesitan en
la clínica, pero más que eso, Azar me necesita.
¿Qué pensará si se entera de que me he ido? ¿Pensará que me he escapado? ¿Que le
abandoné? La idea me hace daño. Imagino la traición en sus ojos. Soy la única en la que
confía. La única con la que siente que puede ser vulnerable. Sin mí...
Sin mí, realmente se convertirá en ese dictador gilipollas sobre el Fuerte. No habrá nadie
que lo controle, que le recuerde cómo actúa la gente entre sí. ¿Así que ese es el plan?
¿Alejarme de Azar y dejar que se destruya a sí mismo? No puedo dejar que eso ocurra. No
es una mala persona. Puede que haya sido criado por gente mala, pero tiene un corazón
bajo toda su fanfarronería. Sólo que a veces no sabe cómo acceder a él. Me necesita.
Tanto como yo lo necesito a él.
"Allá vamos", grita Rachel alegremente mientras Jurik rodea un edificio. Parece una antigua
oficina de correos, con un viejo camión postal que se ha estrellado contra una ventana y la
maleza ha crecido alrededor de los restos. El tejado está derrumbado y un árbol ha caído
sobre el edificio, lo que no me da muchas esperanzas sobre el contenido. Esto es
definitivamente una trampa.
Cuando Jurik aterriza suavemente en el pequeño aparcamiento de la oficina de correos y
agita sus alas, me agarro a los cinturones que me sujetan. "Quiero bajar", exijo, intentando
que mi voz no flaquee. "Ahora mismo".
"Calma tus tetas", dice Rachel despreocupadamente. "Te dejaré bajar, pero ten cuidado y
mantente cerca. Mientras Jurik esté en forma de batalla, mantiene alejadas a todas las
serpientes".
¿Serpientes? Genial, otra cosa de la que preocuparse. Aprieto la mandíbula y dejo que me
ayude con los cinturones, y entonces me deslizo por el lado del Dragón y me desplomo sobre
el asfalto. Mis rodillas chocan contra el suelo y las palmas de las manos se golpean con
fuerza contra la superficie del aparcamiento y hago una mueca de dolor, sabiendo que esas
rozaduras me van a molestar más tarde. Pero ahora lo único que me importa es escapar.
Me pongo en pie de un tirón, mirando a mi alrededor con los ojos desorbitados para huir...

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Y es entonces cuando veo al otro Dragón.


Es un oro rico, pero eso no es lo que me llama la atención. Lo que me llama la atención es
que se desliza por los edificios en lugar de volar, como un gato gigantesco. Se desplaza por
el suelo, letal, con la gran cabeza bajada y la cola agitándose detrás de él. En lo alto de su
espalda, entre las alas, se sienta una mujer en una silla de montar. Lleva una gorra de
béisbol y gafas de sol, y un viejo cortavientos fluorescente. La silla de montar en la que está
sentada ha sido claramente utilizada en varias ocasiones, ya que está decorada con un
montón de bufandas y tiene múltiples bolsas colgando de ella, junto con un montón de
correas. Se desprende de ellas y se desliza por el costado del Dragón, llevándose una mano
a la parte delantera del cortavientos mientras lo hace.
Espero que su Dragón se transforme, pero él permanece en su forma de Dragón, observando
a su hembra con atención.
Esto es... raro, tengo que admitirlo. No esperaba una cita, y no estoy segura de qué pensar.
Está claro que esta mujer y su Dragón quieren hablar conmigo, pero... lejos de Fort Dallas,
lo que significa lejos de Azar.
Sospecho inmediatamente, y el hecho de que Rachel esté en ello no me hace sentir mejor.
Ella ha sido clara en su desprecio por mi marido. Cada vez más, esto parece una trampa.
La mujer se acerca a grandes zancadas hacia nosotros y se quita las gafas de sol y el
sombrero. Se baja la cremallera de la parte delantera de su cortavientos y, para mi sorpresa,
parece que hay una cabeza de bebé debajo. Mis sospechas se confirman cuando se acerca
y veo que lleva una especie de portabebés atado al pecho. Una sonrisa se dibuja en mi boca.
Debe ser un bebé medio Drakoni, y Azar estará encantado de saberlo. Necesitamos a todos
los que podamos para ayudar….
"Lo hiciste", anuncia la mujer, mirando a Rachel y no a mí. Es latina y hermosa, pero no
me resulta familiar.
Me devano los sesos intentando pensar en alguien que esté emparejada con un Drakoni y
que no viva en las ruinas de la ciudad. Claudia tiene una hermana, pero conozco a Amy, y
esta no es ella. "Hola", digo alegremente. "Soy Melina".
La expresión de la mujer no es amistosa. "Sé quién eres, traidora".
Mis cejas se levantan. Es una presentación un poco dura para una desconocida. "¿Perdón?"
"Esta es Emma", interviene Rachel. Parece nerviosa. "Emma, sé amable. Pensaba que esto
era un parlamento. Recuerda nuestros objetivos aquí".
Vuelvo a mirar a Rachel y luego a la mujer que tengo delante: Emma. Si esto es una
negociación, llamarme traidora no es la manera de empezar. "¿Hay algo en lo que pueda
ayudarte?"
Su mano se pone delante de su hijo para protegerlo, y Emma me mira con dureza. "Sólo
estoy tratando de entender cómo puedes aprobar lo que él hace. Cómo te follas a alguien
tan malvado como él. Cómo estás de acuerdo con sus acciones. Rachel dice que te esfuerzas

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por salvar a la gente de Fort Dallas, pero supongo que tengo curiosidad por saber si sólo te
interesa salvar a los humanos de Fort Dallas. ¿Son los únicos que cuentan?"
Me cuesta todo lo que tengo para no cruzar los brazos sobre el pecho y mirarla fijamente.
Está claro que tiene un chip en su maldito hombro. Quiero que mi tono sea tan abrasivo
como el suyo, pero no obtendré respuestas. Me muerdo la lengua y mantengo la voz
uniforme. "Estás lanzando un montón de acusaciones y, sinceramente, no tengo ni idea de
lo que estás hablando. Dices que Azar está haciendo cosas malas. No estás en nuestra
fortaleza. No lo conoces como yo. Está trabajando duro para mejorar la vida de todos".
El labio de Emma se curva. "Todos, ¿eh? Todos menos los Drakoni".
"¿De qué estás hablando? Él también les ayuda".
Su risa es cortante y me toma por sorpresa. "Quieres decir que se sirve de sus cuerpos. Se
apodera de sus mentes". Se señala la sien, con una expresión tan llena de ira que parece
desquiciada. " Se infiltra y los utiliza como putas marionetas, ¿y a ti te parece bien?"
¿Qué él… qué? Niego con la cabeza. "No, lo has entendido mal. Eso no es lo que está
haciendo".
"¿Y qué es lo que crees que está haciendo, Melina?" Ella inclina la cabeza, observándome.
"¿Crees que se ha convertido en su mejor amigo y que los mece para dormir por la noche?
¿Que les canta canciones y los mantiene entretenidos y por eso se quedan con él?"
"Yo..." Me cuesta encontrar las palabras, porque la indignación de Emma es tan
abrumadora que me desconcierta. Miro a Rachel, pero ella también parece incómoda. Su
compañero Drakoni, Jurik, tampoco ha abandonado su forma de dragón. Se limita a estar
cerca de ella de forma protectora y sus ojos giran en un tono dorado y negro. "Esta es una
conversación que deberías tener con Azar".
"No puedo hablar con Azar", dice Emma rotundamente. "Si me acerco a él, intentaré
matarle". Niega con la cabeza. Algo de la actitud defensiva abandona su tono. "Por eso te
pregunto qué te ha dicho. ¿Qué crees sinceramente que está haciendo con los Drakoni?"
"Les está ayudando", digo con calma, tratando de tranquilizarme. Esta mujer no conoce a
Azar como yo. "Sé que parece que los está utilizando, pero no están en sus mentes, así que
los está protegiendo hasta que puedan volver a ser ellos mismos".
"Oh, Melina. Eres demasiado amable. No te lo crees de verdad, ¿cierto?" Rachel hace una
mueca. "Por eso te he traído aquí. Parece que realmente quieres ayudar en el Fuerte, y
quiero que sepas la verdad".
"¿Qué verdad?" Pregunto, cada vez más frustrada.
"La verdad de con quién te acuestas".
Mi miedo se ha convertido en ira. "No es el más cálido de los líderes, pero sólo porque no te
guste no significa que esté haciendo un mal trabajo con el Fuerte. No sé quién te crees que
eres, secuestrándome aquí para intentar difundir un montón de mentiras sobre mi
marido..."

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"Melina", dice Rachel, tranquila. "No te hemos traído aquí para mentirte. Por favor, sólo
escucha. Por favor". Se vuelve hacia la otra mujer. "Emma. Este no es el momento de lanzar
acusaciones, ¿de acuerdo? Sólo cuéntale a Melina tu historia. Ella es inteligente. Se dará
cuenta del resto".
Emma inspira profundamente y se frota contra la gorda mejilla de su bebé. Vuelve a mirar
al Drakoni detrás de ella y luego a mí. "Bien. Me llamo Emma Arroyo y mi hermano y yo
éramos nómadas. Hace mucho tiempo que no llamamos hogar a un Fuerte, y me fui sola
después de que mi hermano se liara con unos personajes turbios. Me encontré con mi
hermano de nuevo, y dice que está trabajando para este nuevo tipo llamado Azar. Que es
un poco raro, pero que tiene planes, ¿no? Planes para apoderarse de un Fuerte y hacerse
emperador de su propio pequeño mundo".
Yo no digo nada. Azar ha confesado que en el pasado trabajó con quienquiera que le
escuchara, y que había hecho cosas terribles y trabajado con gente terrible sólo para
conseguir un punto de apoyo en este mundo. No lo juzgué; no creo que nadie vivo haya
pasado los últimos siete años desde que se abrió la Grieta sintiéndose realmente orgulloso
de todas sus acciones. Sólo hacemos lo necesario para sobrevivir. Así que las palabras de
Emma no me sorprenden. Prefiero saber que Azar ha pisado a gente en el pasado y que se
arrepiente de ello, que estar con un hombre que se niega a reconocer sus defectos.
"¿Sabes por qué me necesitaban?" Emma está prácticamente erizada. "Porque quería mis
bragas sucias para atraer a un Dragón".
Eso sí me sorprende. Supongo que una parte de mí esperaba descartar todo lo que decía
Emma como los desplantes de una mujer celosa o enfadada. Pero lo de las bragas... he
hablado con Azar sobre eso y no me gusta que las utilice para intentar atraer a más
Drakonis a la fortaleza en busca de pareja.
Emma prácticamente se abalanza cuando nota mi cambio de actitud. Sus palabras se
vuelven más rápidas, su expresión más decidida. "Usó mi olor para capturar a Zohr". Señala
al Dragón detrás de ella. "Lo inmovilizó mientras estaba en forma humana y lo enjauló para
que, si intentaba cambiar de forma para escapar, destruyera sus alas. Enséñale, cariño".
Detrás de Emma, el Dragón levanta un ala y la extiende, y me cuesta todo lo que tengo para
no jadear. Las alas de Zohr no son la delicada membrana dorada de las alas de otros
Drakoni. Están hechas jirones con cicatrices, algunas muy fruncidas. Las cicatrices
atraviesan sus alas, terribles y viejas, y me queda claro que por eso camina. Si puede volar,
no puede ser para largas distancias.
"Quería utilizarlo para volar hasta la Grieta y ver si alguien podía volver a casa. Pero Zohr
no quiso hacer lo que él quería, así que Azar decidió que tenía que apoderarse de su mente".
La mandíbula de Emma se aprieta y sus ojos brillan de emoción. "Lo liberé, y sus alas
quedaron destrozadas. Quería ser libre, porque incluso herido y al borde de la muerte, era
mejor que estar bajo el control de Azar".
Estoy aturdida.
"Los Drakoni odian a los Salorian", continúa Emma. "Están esclavizados por ellos. Les
obligan a ser sus gruñones, sus combatientes, y los Salorian se sientan en sus bonitas

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ciudades y les guían desde lejos. Azar debe tener un rango bastante bajo si realmente estaba
con sus tropas cuando salió a luchar, pero eso no importa. Lo que importa es que sabe lo
que está haciendo".
No digo nada. Emma se pone a trabajar de nuevo, su frustración es evidente.
Emma se golpea la sien. "¿Sabes cómo los Salorian atrapan a los Drakoni? Envían señuelos
mentales y luego se apoderan de sus mentes. Los usan como marionetas. Cuando sus ojos
son grises, es porque un Salorian está anidando en sus cabezas. No están ahí. Podrían estar
luchando contra el Salorian con todo lo que tienen, y no pueden ganar porque los Salorian
son maestros del control mental. Zohr nunca se acercará a su ciudad porque no quiero que
ni él ni mi hijo se acerquen a Azar". Su mano se mueve de forma protectora sobre el bebé.
"Por eso nos reunimos aquí. Esto es lo más cerca que me atrevo a llegar".
Sigo en silencio. No sé qué decir. Todo lo que dice Emma es una verdad mezclada con
mentiras. ¿O son mentiras? No lo sé. Azar me dijo que está ayudando a los Drakoni que se
sientan en las paredes, pero ¿y si no está diciendo la verdad sobre eso? No me mentiría,
¿verdad? ¿No por algo así? "¿Cómo sabes que están esclavizados?"
"Se lo hizo a Vaan", dice Rachel, replicando. "Puedes preguntarle a él y a Gwen si no nos
crees. Se apoderó de Vaan y trató de obligarlo a venir al Fuerte. Él y Gwen se quedan sólo
porque actúan como intermediarios de los que no se acercan al Fuerte Dallas... y porque
están de acuerdo en que tenemos que trabajar juntos para encargarnos de lo que sea que
amenace desde esa Grieta. ¿Pero en el momento en que desaparezca? No verás a ninguno
de nosotros cerca del Fuerte nunca más. Sólo estamos trabajando con Azar porque la
alternativa es peor. Nadie está trabajando con él porque piense que está haciendo el bien".
¿Entonces por qué no están Gwen y Vaan aquí tratando de explicarme esto? Pero sé la
respuesta a eso. Gwen está tan embarazada que no puede montar en este momento.
Supongo que Rachel y la tal Emma se encargaron de hablar conmigo. Me humedezco los
labios resecos, sin saber qué creer. "Dice que les está ayudando. Que le pidieron que les
ayudara…"
Intercambian una mirada, y esa mirada me preocupa. Ya no sé qué pensar.
"Están esclavizados", dice Emma. "No puedes pensar que está bien esclavizar a los Drakoni
para proteger a la gente. Destruir a una persona en contra de su voluntad no lo hace
correcto, incluso si estás protegiendo a veinte, o cien. Sigues destruyendo a alguien.
Seguramente puedes ver eso, Melina".
"No me hables con desprecio", digo, perdiendo los nervios. "Ya sabes la respuesta a eso.
Nunca, jamás, aceptaría que Azar esclavizara a nadie, pero te equivocas con él. Te prometo
que te equivocas".
Rachel hace una mueca, su expresión es de disculpa. Emma aparta la mirada, abrazando
a su bebé. Su falta de respuesta me molesta. ¿De verdad creen que estoy de acuerdo con
esto? ¿Si lo que me dicen es la verdad?
"Tal vez nos equivoquemos", dice Rachel con desgana. Emma le lanza una mirada furiosa,
pero Rachel niega con la cabeza. "Mira. Esto no está saliendo como yo pensaba. Tal vez

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deberíamos dejarlo por hoy". Parece derrotada. "Siento haberte arrastrado hasta aquí,
Melina".
Por alguna razón, es esa derrota en su tono lo que me preocupa. ¿Qué saben ellos que yo
no sepa? ¿Azar me mentiría de verdad sobre algo así? Tienen que estar equivocadas... pero
algo me dice que Emma, con toda su rabia, cree lo que está diciendo. Que le han dicho que
Azar esclaviza las mentes de los demás. Y si ese es el caso...
No. No voy a ponerme en contra de Azar en cuanto alguien lance unas cuantas acusaciones.
Enderezando los hombros, miro a Rachel y a Emma con calma. "Agradezco vuestras
preocupaciones. Si lo que decís es cierto..."
Me quedo sin palabras. Porque si lo que dicen es cierto... ¿qué? ¿Le digo a Azar que no siga
vigilando la ciudad con los Drakoni? La idea de que sean esclavos me llena de repugnancia,
pero ¿el resto de Fort Dallas sentiría lo mismo o sólo les importaría estar a salvo? ¿Se
volverían contra mí si sugiriera liberar a los Dragones? ¿Que lidiar con su locura es mejor
que esclavizarlos?
Para mí, está claro.
Y si esto es la verdad... Azar no volverá a tocarme.

∗∗∗∗∗∗∗

PERMANEZCO en silencio durante el viaje de vuelta a Fort Dallas. El bebé de Emma se


pone inquieto, y ella y su dragón se van después de llenarme la cabeza de rumores y
acusaciones. Rachel admite que la mención de la medicación fue una estratagema para
sacarme del fuerte, pero tienen un alijo que Emma trajo como parte de la tapadera. Es sobre
todo ibuprofeno y algunos antibióticos caducados, pero aceptaré lo que pueda conseguir.
Con la medicación en mi bolsa, me abrazo a la cintura de Rachel e intento no pensar en
Azar y su posible traición.
¿Cómo puede pensar que una mujer negra se contentaría con verle esclavizar a la gente?
No puede ser verdad. No puede. Se merece una oportunidad para explicarse, para decirme
por qué parece que es así. No puedo perder mi fe en él todavía... pero sigo pensando en los
ojos llenos de dolor de Emma, la forma en que brillaban con lágrimas cuando miraba las
alas de su compañero. La forma en que se niega a dejar que su bebé se acerque al Fuerte,
incluso si eso significa salvar el mundo.
Prefiere dejar que el mundo arda antes que ayudar a mi marido... lo que significa que o está
desquiciada, o lo que dice es la verdad.
No sé cuál es la versión y eso me aterra.
"Lo siento", dice Rachel por enésima vez. "Eso no salió como lo había planeado. Pensé que
mostrarte a Emma y a Zohr marcaría una gran diferencia, pero Emma está bastante
amargada. Parecía una emboscada, ¿no?"

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"Sí", digo rotundamente. Mi miedo ha desaparecido, y ha sido sustituido por un pozo de ira
en mi vientre. No sé con quién estoy más enfadada: con Emma por esto, con Rachel por sus
esfuerzos equivocados, o con Azar, porque puede que no sea quien dice ser.
O a mí misma, por pensar lo mejor de él. Me quedo en silencio durante el resto del viaje a
casa.
"¿Es malo?" pregunta Rachel mientras nos acercamos a Fort Dallas, los delgados zarcillos
de humo de las hogueras son fáciles de distinguir en el cielo. La barricada se ve un poco
patética desde aquí arriba, algo que estoy notando y me pone un poco ansiosa.
Tardo un momento en darme cuenta de que Rachel me está hablando. "¿Qué es lo malo?"
"La cosa en la Grieta. ¿No está jugando con ella?" Me mira por encima del hombro, sus
palabras amortiguadas por el viento. "¿Le crees?"
Me muerdo el labio. "Sea lo que sea, no está fingiendo. Está aterrorizado. Lo despierta de
su sueño todas las noches". Pienso un momento y añado: "Cuando duerme. Ahora lo evita".
"Mierda". Rachel se queda callada un momento y luego vuelve a girar la cabeza, dirigiéndose
a mí. "Yo también tengo sueños. Desde que me quedé embarazada".
Ugh. "¿La cosa de la Grieta te habla?"
Ella se estremece. "No. Pero puedo sentir que busca algo. Como si estuviera probando cosas.
Viendo hasta dónde puede llegar. Me asusta".
Trago con fuerza, porque no sé qué decir. A mí también me asusta y me hace sentir
impotente. Toda esta situación me hace sentir impotente. ¿Y si Azar ha estado mintiendo
todo este tiempo y de repente ni siquiera puedo depender de él? Mi estómago se revuelve de
desesperación. No sé si está mintiendo, pero algo me dice que tanto Rachel como Emma
creen que tienen la verdad. "Ojalá tuviera respuestas. Ojalá los Drakoni que invaden
nuestro mundo hubieran sido suficientes, pero supongo que no".
Rachel se ríe, el sonido es duro y sin alegría. "No, supongo que no. No para nosotros, almas
afortunadas". Suspira fuertemente, el sonido casi arrancado por el viento. "Sólo para que
conste, no creo que Emma tenga razón. Entiendo por qué no quiere ayudar, lo entiendo, lo
entiendo. Está protegiendo a su compañero y a su hijo de la mejor manera que sabe. Pero
eso no significa que esté bien. Si realmente, realmente necesitamos a todos, es egoísta de
su parte".
Sin embargo, no puedo condenar a Emma. No me gusta, pero si cree en lo que me ha dicho,
lo entiendo. Si prefiere ver el mundo arder antes que ayudar a su enemigo aunque sea
mínimamente... no me gusta, pero lo entiendo.
"De todos modos", dice Rachel, con voz áspera. "Sólo quería que supieras que por eso Jurik
y yo seguimos aquí. No es por ti ni por Azar. Es porque queremos tener un futuro para
nuestros hijos. Para mí, eso es lo suficientemente importante como para dejar de lado
cualquier otro sentimiento hasta que se resuelva la situación. He pasado por un
Apocalipsis. No quiero pasar por otro".
"Gracias".

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"No me des las gracias. Sólo pon a tu marido en su sitio", dice Rachel. "Haz que libere a los
Drakoni. Haz que deje de esclavizar a la gente. No todo el mundo le odia tanto como para
ver el fin del mundo de nuevo".
Pienso en Emma y en la agonía de sus ojos. Pienso en ella acunando a ese bebé tan
reverentemente contra su pecho, y en el dolor en su voz cuando Zohr extendió sus alas
cubiertas de cicatrices.
Si lo que dice es verdad... no sé si elegiría algo diferente a ella. A veces hay que proteger a
los que se quiere a toda costa, aunque sea la elección equivocada.

∗∗∗∗∗∗∗

TODAVÍA ESTOY pensando en todo cuando Rachel y Jurik aterrizan en lo alto de uno de
los edificios de Fort Dallas. Ella se desliza inmediatamente del lomo de su Dragón y me
tiende la mano, pero yo consigo soltarme por mi cuenta. "Regresamos a tiempo para la
cena", dice con confianza. "De nada".
Aprieto las bolsas de medicamentos contra mi pecho, sin decir nada. En cambio, observo
la expresión de Rachel mientras espera, mirando a su dragón con una mirada intensa, casi
ansiosa. No es guapa -las cicatrices han destruido cualquier normalidad en su rostro-, pero
su sonrisa es feroz y genuina cuando el Dragón se estremece y parpadea, y en su lugar
aparece un hombre dorado acuclillado. Se deshace de la montura y se acerca a Rachel,
atrayéndola a sus brazos y presionando beso tras beso en sus mejillas llenas de cicatrices
y sonriéndole.
Es tan sorprendentemente dulce y normal que me hace daño. El amor genuino que sienten
el uno por el otro es palpable, y Jurik le toca suavemente el estómago, luego se inclina y
frota su nariz contra la de ella.
Y me parte el corazón verlo. Porque normalmente estaría pensando en Azar y en lo dulce
que es conmigo, pero... ya no sé qué pensar.
Bajo las escaleras del tejado y me detengo. Normalmente me dirijo a los barracones. Ya es
hora de preparar la cena y estoy agotada. El vuelo -y las acusaciones de Emma- me han
dejado sin energía. Pero aún no estoy preparada para ver a Azar. Todavía tengo la cabeza
llena de las palabras de Emma y Rachel, y no puedo pensar con claridad. Necesito un
tiempo a solas para entenderme a mí misma. Así que me dirijo a la clínica, aferrando la
bolsa de medicamentos prácticamente inútiles y caducados a mi pecho como si fuera un
salvavidas.
Necesito escapar un poco.
Al cruzar el asentamiento, me muevo tan rápido que mis faldas arrugadas me golpean las
piernas. Mi pelo parece un desastre enredado y agitado por el viento y mi cara está
agrietada, así que probablemente parezco más que un poco desquiciada. Pero no me
importa. Mi clínica es mi lugar seguro. Me dirijo hacia ella y, al hacerlo, tiro a un lado uno
de los enormes bichos que se arrastran por las calles. Su visión me pone extrañamente
furiosa, y cuando otro se posa en mi pelo, tengo que reprimir un grito de frustración.

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Cuando la clínica está a la vista, me acerco a uno de los guardias. "¿Puede comprobar si
tengo bichos? No quiero llevar ninguno dentro". Me sacuden, arrancando dos más pequeños
de la parte trasera de mi vestido y liberando al bicho de las piernas que está enredado en
mi pelo. Me muerdo un escalofrío, les doy las gracias y entro.
Alma sigue trabajando duro, cambiando las mantas de otro catre vacío. Parece totalmente
destrozada, pero consigue sonreír cuando entro. "Ya has vuelto. ¿Ha habido suerte?"
"Un poco", admito, levantando las bolsas. "No tanto como me gustaría. ¿Otra muerte?" Hago
un gesto hacia el catre que está cambiando.
"Por suerte, no. Este se recuperó lo suficiente como para ir a casa, pero no prometió que no
comería más bichos". Pone los ojos en blanco. "Hoy ha estado bastante tranquilo, en
realidad. No hay nuevos pacientes, ni nuevas muertes".
Logro sonreír ante eso. Hemos visto menos pacientes desde que Azar empezó a repartir
suministros de comida con más libertad. "Excelente. Me haré cargo por esta noche. Tú vete
a casa".
Ella duda. "¿Estás segura? ¿Se... se molestará Lord Azar?"
"No me importa si lo hace", digo, con la voz aguda. "Puede lidiar con ello".
Sus ojos se abren de par en par ante mi tono, pero asiente, enderezando los hombros. "Muy
bien. Gracias. Volveré mañana al mediodía. Si necesitas ayuda antes, envía a un corredor
y volveré".
Asiento con la cabeza y me dirijo a la habitación del fondo que he habilitado como despacho.
"Voy a guardar esto".
Sin embargo, cuando abro la puerta de mi despacho, no la encuentro vacía. Para mi
sorpresa, hay un soldado junto a la ventana, con una mirada culpable mientras sostiene
una botella sobre mi planta casi muerta. Lo reconozco como Daniels, uno de los hombres
de especial confianza de Azar.
"¿Qué estás haciendo?" Pregunto bruscamente. "¿Por qué estás aquí? Esto está fuera de los
límites".
La mirada de Daniels es tímida. "Umm, estoy cuidando tu rosal".
De todas las cosas que esperaba escuchar, esa... no era una de ellas. "¿Que estás haciendo
qué?" Avanzo y le arrebato la botella de las manos. Comida para rosas. "¿Estás... cuidando
mi rosal?"
"Sí. Fui yo quien lo encontró, y Azar dijo que estabas luchando con él. Que te hacía llorar
verlo morir, así que me dio órdenes de venir aquí regularmente y cuidarlo. Que pase lo que
pase, tiene que vivir y florecer". Duda, y luego continúa. "Realmente no le gusta que llores".
Tengo ganas de llorar ahora mismo. "¿Él... te dijo que hicieras eso?"
"Lo hizo". Hace una pausa y luego continúa. "Te quiere, lo sabes. Eres lo más importante
para él. Creo que probablemente me enviaría a buscarte otro rosal si este muriera, sólo para
que no lloraras por ello. O tal vez me haría desenterrar una docena". Se encoge de hombros.

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"En realidad, sólo tienes que dejar de regarlo tanto. ¿Ves estas hojas amarillas que no paran
de caerse? Le estás dando demasiada agua y no puede absorberla toda. El tallo también
está un poco blando. Riégalo menos y se animará".
Miro fijamente el rosal, sin comprender. Lo estoy regando demasiado. El problema soy yo.
¿Por qué me golpea eso tan fuerte hoy? "Gracias", consigo decir a Daniels y le devuelvo el
frasco de alimento para rosas. "Perdón por el pánico".
"Está bien". Me lanza otra mirada tentativa. "Si te parece bien, me gustaría seguir viniendo
a cuidarlo. Hará más feliz a Azar saber que te está cuidando".
Lo hará, ¿verdad? A su extraña y controladora manera, Azar está cuidando de mí de la
mejor manera que sabe. Parpadeando las lágrimas, me acerco al armario y lo abro, y
empiezo a guardar las medicinas. "Eres libre de atenderlo, sí. Muchas gracias. No me di
cuenta de que lo cuidaba demasiado".
"Mucha gente no lo hace". La sonrisa que me dedica es de desconfianza. "A veces lo mejor
que se puede hacer por una planta es dejarla sola durante unos días".
No sólo las plantas, imagino. La gente también. Sé que me vendrían bien unos días para
despejar la cabeza. Pero mi clínica sigue llena de enfermos, y mientras estén aquí, me
ocuparé de ellos. Así que le doy una leve sonrisa de acuerdo, meto la medicina en el armario
y me dirijo a la sala principal de enfermos para trabajar.
No es hasta más tarde cuando me doy cuenta de que estoy llorando. Que las lágrimas
calientes gotean por mi cara toda la noche mientras atiendo a los enfermos.
Lloro porque Azar me quiere, y yo a él... pero eso no le hace menos monstruo.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 24

AZAR

Cuando me dirijo a la biblioteca esa tarde, encuentro una pila de libros sobre mi mesa,
dejada en un lugar donde se han asegurado de que los viera. Alguien ha estado aquí.
Recojo uno y puedo distinguir el débil aroma de Gwen en él. El olor de Rachel también está
aquí. Mujeres entrometidas. Mi labio se estrecha con desagrado y tomo nota mental para
tener unas palabras severas con ellas. Esta es mi biblioteca privada, y el único aroma que
quiero aquí es el de Melina. Aun así, no estoy familiarizado con los libros que hay, y en
silencio pronuncio las palabras mientras leo los lomos.

Harriet Tubman
Un libro ilustrado sobre la Guerra Civil
Doce años de esclavitud
The Handmaid's Tale
Recojo el más fino, hojeando las páginas. Y luego me detengo.
Empiezo por el principio, leyendo. Cojo el siguiente y lo leo entero, y empiezo con el siguiente
antes de que me vibre la inquietud. Leo primero los más cortos, destinados a los niños, y
luego empiezo con los libros más largos. Gwen y Rachel me están diciendo claramente algo.
Saben que los Drakoni no son mis sirvientes por elección. Y me están diciendo -de forma
silenciosa y sutil- que Melina pensará que está mal. Que los humanos han esclavizado a
los humanos en el pasado basándose en el color de su piel. Pienso en mi Melina, y la veo
tan vacía como los Drakoni que controlo, y me estremezco.
Tengo que arreglar esto. ¿Pero cómo? ¿Cómo proteger el Fuerte -y a mí mismo- sin dejarme
expuesto a los asesinos? No sólo debo preocuparme por mi propia seguridad, sino también
por la de Melina. Lo más sensato sería que siguiera como hasta ahora... pero si Melina
descubre que la estoy engañando sobre la verdad de ellos, me despreciará.
Está claro que tengo que cambiar mi forma de actuar, y pronto.
Reflexionando sobre esto, cierro los libros y dejo la pila a un lado para poder leer más tarde,
y me dirijo a cenar. Es algo que debo resolver sin que Melina llegue a saber la verdad. Haría
cualquier cosa para evitar que ella sintiera dolor por mis acciones, y estoy aprendiendo con
cada día que paso aquí en este mundo que los caminos de los Salorian no son los caminos
de los humanos.
Si voy a quedarme aquí, a quedarme con ella, debo ser humano. Antes, detestaba la idea.
Ahora, me atrae. Quiero ser el compañero en el que ella pueda confiar, en el que quiera

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confiar. Quiero que me sonría siempre... y no quiero que haya secretos entre nosotros. Estoy
harto de los secretos y los planes.
Esta noche soy el único en la mesa, pero no me sorprende la ausencia de Rachel y Gwen y
sus compañeros. Prefieren tomar la comida en sus habitaciones si mi compañera no está,
y no veo a Melina. Espero que venga a cenar, pero cuando la comida se enfría y ella aún no
ha llegado, me doy cuenta de que Melina debe estar trabajando hasta tarde una vez más,
afanándose con los ingratos que siguen desobedeciendo órdenes y comiendo las asquerosas
plagas de la Grieta. Odio que se ocupe de gente tan inútil, pero no puedo culparla por su
corazón blando. Es ese corazón blando el que le permite amarme, después de todo.
Pero mi compañera estará hambrienta y cansada. Hago que le den la comida al personal y
les pido que empaquen algunas cosas para llevarle a Melina a comer en su lugar. Con un
sándwich envuelto, una pieza de fruta y una garrafa de agua fresca guardada, me dirijo a
la clínica, saludando con la cabeza a los soldados que me flanquean automáticamente.
Efectivamente, las luces de la clínica siguen encendidas y, cuando entro, encuentro a mi
compañera dándole chorros de agua a un hombre enfermo con una palidez verdosa en la
piel.
Me mira y luego desvía la mirada, concentrándose en su paciente.
"Ven, mujer mía", digo, dando un paso adelante. Al hacerlo, percibo un extraño olor en mi
compañera, el de otra hembra. Me resulta vagamente familiar, pero no puedo ubicarlo. No
es que importe. Lo único que importa es que Melina descanse un poco. "Pareces agotada.
Llama a tu asistente para que venga a sustituirte".
"Alma está ocupada", me dice Melina. No me mira, sólo sigue dando sorbos de agua al
hombre enfermo en el catre. "Me quedaré aquí esta noche. Tú vuelve a casa".
¿Ir a casa? ¿Sin ella? No tiene sentido. "Has hecho suficiente por esta gente por un día.
Llamaré a unos cuantos soldados y..."
Se gira para mirarme, con una mirada tan acusadora que me sorprende. "¿Y tú qué? ¿Qué
pasa si alguien muere porque tus soldados no saben cuidar de ellos? ¿Se supone que debo
estar de acuerdo con eso? Mientras te acuestes con alguien está bien, ¿no?"
La miro con el ceño fruncido. No es propio de Melina atacarme así. Cuestionarme, sí.
Atacarme, no. Algo le preocupa. "Dime lo que te preocupa, compañera mía. Hazme saber
para que pueda arreglarlo. No me gusta verte infeliz".
Melina me ignora durante un largo rato y sigue dándole al hombre sorbos de agua. Cuando
deja de beber, le arroja las mantas a su frágil cuerpo y se pone en pie. Su mirada se detiene
en mí y luego en los soldados que están detrás de mí. Frunce la boca y luego señala con la
cabeza la puerta del fondo de la clínica. "Hablemos en mi despacho, por favor".
Prefiero que venga a casa conmigo, para poder bañarla y frotarle los pies. No me gusta lo
agotada que parece hoy. Lo completamente derrotada que parece. Melina es fuerte y capaz.
No me gusta verla con una expresión de tristeza en su rostro. Me preocupa. Me hace
preguntarme cómo puedo ayudar. Cómo puedo hacer que se sienta mejor. ¿Necesita más
medicación? Reflexiono sobre esto mientras la sigo a la parte de atrás, despidiendo a mis
guardias. Ya hemos rebuscado en todas las partes más cercanas de la ciudad abandonada.

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Tal vez sea el momento de enviar a algunos de los hombres más lejos, en un viaje de varios
días. Ver lo que pueden encontrar y traer de vuelta. Melina necesita tanto y pide tan poco
que seguro que puedo arreglármelas. Empiezo a hacer planes en mi cabeza, preguntándome
cuántos hombres debo enviar, y por cuánto tiempo. ¿Van a pie? ¿Los envío en los artilugios
con ruedas -bicicletas- o eso sólo los retrasará si una se rompe? ¿Qué?
En el momento en que entro en su despacho, Melina cierra la puerta tras de mí, sacándome
de mis distraídos pensamientos. "Tú y yo necesitamos tener un encuentro íntimo", dice, con
una voz peligrosamente suave. "Y necesito que haya verdad entre nosotros".
"Por supuesto", digo automáticamente, frunciendo el ceño. ¿Por qué piensa que no voy a
ser sincero con ella? "¿Qué te preocupa?"
Se acerca a su escritorio, se apoya en él y cruza los brazos sobre el pecho. Se le llenan los
pechos magníficamente contra el escote de la bata, y me siento atraído por esa deliciosa
extensión de piel gloriosa. "¿Quieres decirme algo?"
"Eres magnífica".
Eso no la hace sonreír. "¿Algo más?"
Se me eriza la piel al saberlo. ¿Le ha dicho algo Gwen? ¿Los libros no eran una advertencia,
sino una forma de conseguir una especie de sutil venganza? ¿Enseñándome cómo actuar y
luego no dándome tiempo para hacerlo? Mantengo una expresión vaga, por si me equivoco.
"Estamos aumentando el número de guardias en el pozo a tres en todo momento. No lo
estamos racionando, pero algunos han demostrado no estar dispuestos a escuchar a la
autoridad, y no quiero que nadie lo sabotee. No después de todo el trabajo que hicimos para
ponerlo. ¿Es eso lo que te molesta, amor? Si tienes ideas, estoy abierto a cambiar. Ahora
mismo parece la mejor solución..."
"Azar", dice ella. "¿Hay algo que quieras decirme?"
La miro fijamente, porque sigue preguntando eso. Su mirada es a la vez salvaje y triste,
desesperada e infeliz. Algo le preocupa. Algo grande. Un sentimiento de inquietud se
enciende en mis entrañas. "Amor mío", le digo suavemente. "Si alguien te ha contado algo
horrible sobre mí, ilumíname. Nunca he ocultado mi pasado, no a ti. He hecho cosas malas
para llegar a donde estoy, pero ya te lo he dicho antes…"
"¿Conoces el nombre de Zohr?", pregunta.
Pienso por un momento, y luego niego con la cabeza. "No. ¿Por qué?"
Su labio inferior tiembla y eso me hace sentir un cuchillo en las tripas. Está angustiada y
eso lo odio. "¿Los Drakoni son esclavos?", pregunta, con voz vacilante. "¿Los estás
esclavizando? ¿Los que están en el muro?"
Me quedo inmóvil. Unas punzadas calientes de alarma me suben por los brazos y por el
cuero cabelludo. El aliento me abandona y siento que me voy a ahogar. El secreto, aquello
de lo que he intentado protegerla... alguien se lo ha contado. Aun así, intento mantener la
calma. Quienquiera que haya destruido la fe que ella tiene en mí -por muy equivocada que

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esté- va a morir. Dolorosamente. "Ya hemos hablado de esto, mi compañera. Les estoy
ayudando".
Los orificios nasales de Melina se agitan y me mira fijamente. "Me estás mintiendo, ¿verdad?
Cuando Emma dijo que habías herido a Zohr, que lo habías atrapado y que habías intentado
utilizarlo para volar hasta la Grieta, no la creí. Pensé que sólo estaba enfadada y que te
utilizaba como blanco de su ira. Pero cuanto más hablas, más me preocupa que sea la
verdad. Verás, ella sabía un montón de cosas sobre cómo capturar Drakonis, y esa es la
parte a la que sigo volviendo".
Emma. Emma. No me da...
Espera. ¿La hembra revoltosa que huyó con mi Drakoni capturado antes de llegar a Fort
Dallas? ¿Quién destruyó mi edificio conmigo dentro y casi me mata también? Mis recuerdos
de esa época son borrosos, pero... la recuerdo. La recuerdo, y recuerdo su vago aroma... un
aroma que perdura en la ropa de mi compañera incluso ahora. "¿Con quién has estado
hablando?"
"Lo sabes", sisea ella. "¡Lo sabes! Dime la puta verdad, Azar. Dime la verdad para que pueda
decidir si alguna vez, alguna vez, puedes volver a tocarme". Lágrimas calientes caen por sus
mejillas, y se ve tan hermosa en su furia. Pero esas lágrimas... odio sus lágrimas. Odio su
tristeza. Pero no puedo decirle la verdad. Ella nunca me amaría después de eso.
Puedo perder todo menos a Melina. Este Fuerte, mis poderes, cualquier cosa... sólo... no
ella.

Por favor.
No sé a quién le estoy suplicando. "Melina", digo suavemente. "Sólo... escucha..."
"¿Qué clase de monstruo eres?", susurra.
Ella lo sabe. "Tu monstruo", digo con voz desgarrada. "El tuyo. Por favor, Melina, déjame
explicarte..."
"¡Mi señor!" Uno de los milicianos llama frenéticamente a la puerta del despacho. "Un
drakoni con un jinete ha sido avistado y se dirigen al cuartel. Se necesita su presencia".
"Déjame en paz", le digo. Me vuelvo hacia mi compañera, desesperado por tocarla, por
acariciarla, por hacerle ver que esto no es lo que quería. Tengo que arreglar esto. De alguna
manera tengo que arreglar esto.
"Pero señor..."
Melina se aclara la garganta. "Saldrá enseguida". Se vuelve hacia mí: "Deberías irte".
¿Irme? ¿Ahora mismo? Siento como si el mundo se acabara a mi alrededor. La luz en los
ojos de Melina, la alegría cuando me miraba... todo eso ha desaparecido y soy incapaz de
arreglarlo de alguna manera. "No te voy a dejar. No hasta que resolvamos esto".
Melina se limpia las mejillas, componiéndose. "No hay nada que decir. No tengo nada que
decir a un esclavista. Me has traicionado tan profundamente que no puedo respirar". Un
puño se aprieta entre sus pechos. "Te he defendido", dice, con la voz entrecortada. "Le he

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dicho a tanta gente que se equivocan contigo. Que puedes ser duro, pero que sigues siendo
justo. Que tienes los mejores intereses para todos aquí en el Fuerte. Te he cubierto la
espalda". Ella niega con la cabeza. "Y tú nunca, nunca has tenido la mía".
"Eso no es cierto", empiezo, pero mi compañera pasa por delante de mí, con la mano
revoloteando sobre su pelo enmarañado. Abre la puerta, sonríe al guardia que la espera,
todo compostura, y sale a la sala principal de la clínica. Habla con uno de los hombres que
trabajan junto a uno de los catres, con una voz suave y uniforme, como si no hubiera estado
llorando hace unos momentos.
La miro fijamente, con el corazón palpitando en mi garganta. Es como si todo se me fuera
de las manos y no pudiera cambiarlo.
He sido un Salorian toda mi vida. Eso es lo que sé ser. ¿Cómo puedo convertirme en el
hombre que Melina necesita?

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 25

AZAR

Salgo furioso al patio que hay frente a los barracones. Mi estado de ánimo es una mierda y
se hace más mierda por momentos. Quiero girarme y buscar a mi compañera, buscar la
presencia de Melina, pero no quiero ver el odio en sus ojos cuando la busque. No quiero ver
el juicio en su mirada. No tengo respuestas que le gusten, y eso es peor que no tener
respuestas. Así que avanzo, mirando a todos los que se acercan.
"Creemos que el Dragón va a aterrizar, señor", me dice innecesariamente uno de los
hombres mientras avanzo.
Idiota. Por supuesto que el Dragón va a aterrizar. Ahora puedo oler que es el de las paredes,
el que perdí el control, el que la hembra dijo que conoció en sus sueños. Ha regresado con
su hembra a cuestas, y cuando hurgo en su mente, me cierran el paso rápida y firmemente.
No es sorprendente, pero sí irritante.
Me sereno y mantengo el rostro inexpresivo mientras el Dragón hace círculos perezosos
sobre mi cabeza, intentando aterrizar. Detrás de mí, puedo oler la llegada de Melina, y mi
corazón ennegrecido late con fuerza. Incluso ahora, pretende ser mi compañera de apoyo.
Soy totalmente indigno de ella.
En silencio, observo cómo el Dragón desciende finalmente. Aterriza con facilidad en el suelo,
y doy otra puñalada en su mente, pero está firmemente sellada. Puedo sentir una ráfaga de
molestia que el Drakoni devuelve. Es consciente de lo que estoy haciendo y no le gusta. A
juzgar por la mirada de su compañera, a ella tampoco le gusta. Mientras desciende del lomo
de su Dragón, la mirada que me dirige es a la vez mordaz y de superioridad.
Algo me dice que esto va a ir mal.
Da unos pasos hacia delante, con la barbilla alta. "Primero, déjame decir..."
"Adentro", le digo. Si quiere hacer peticiones odiosas -y a juzgar por la expresión de su cara,
así es-, será mejor que lo haga en privado. Odio tener que complacer a todas estas hembras
embarazadas y a sus parejas. Me tienen atrapado, todo porque resulta que quiero derrotar
al malvado de la Grieta. Sé que si ella pide cosas, debo ceder, porque necesito el hijo que
producirá de nuestro lado. Sin embargo, odio lo impotente que me hace sentir. Lo odio todo.
Me vuelvo y veo a Rachel y Gwen y a sus compañeros de pie junto a Melina, y es como si
todo el Fuerte se hubiera volcado de repente para ver mi humillación. "Todos vosotros,
adentro", grito. Me giro y miro a los guardias que esperan cerca. "Vosotros, volved a vuestros
puestos".

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Melina recoge sus faldas y se dirige a nuestra casa, y me duele, preguntándome si será
nuestra casa después de esta noche. Puedo sentir el dolor que vibra en ella, la traición que
siente.
La estoy perdiendo. Lo estoy perdiendo todo.
La nueva mujer -¿Janie? ¿Jenny? -se pone al lado de su Dragón y me mira con suficiencia.
Si esto es una prueba de voluntad, ahora no es el momento de joderme. Gruño al macho
Drakoni, todavía en forma de batalla. "Cuando digo que vamos a hacer esto dentro, me
refiero a todos nosotros. Tu dragón tendrá que cambiar como muestra de confianza".
La hembra se cruza de brazos, con una mirada obstinada. "Pero no confiamos en ti".
"Bueno, entonces, no vamos a llegar muy lejos con estas negociaciones, ¿verdad?" Digo, y
me alejo para poner fin a la conversación. Si desea hablar conmigo, puede venir y reunirse
conmigo en el comedor. Hago un gesto para que los sirvientes, que se han quedado
boquiabiertos, me sigan, ya que parece que últimamente estoy alimentando a todos mis
enemigos y manteniéndolos cerca de mí. Melina se sienta en su lugar habitual a mi lado,
con una expresión cuidadosamente inexpresiva. No me atrevo a mirarla.
No me sorprende que la hembra nos siga poco después, con su macho a su lado. Se sientan
en el extremo opuesto de la mesa, y la mirada de la hembra es francamente arrogante.
"Vamos a necesitar una cena", exige. "Una buena cena. No esa mierda que sirven a los
soldados y a las chicas del programa. Comida de verdad. Lo que se come. Y agua fresca que
haya sido filtrada, preferiblemente fría".
Así que va a ser así, ¿eh? "Los más callados son los peores", digo en voz alta para que me
oigan, y hago sonar una pequeña campana de metal para que los sirvientes que esperan
sepan que deseamos ser servidos. "Cena para mis invitados y una jarra de agua fresca".
Cuando el criado se da la vuelta y se va, miro a la mujer que está al final de la mesa. Jenny,
creo. Su nombre era Jenny. "Enumera tus demandas".
"Me gustaría cenar primero", dice, su tono es falso. "No querrás hacer esperar a las
embarazadas, ¿verdad?"
"¿Entonces estás embarazada?"
"Yo no he dicho eso". Señala a Rachel y Gwen. "Están embarazadas. Probablemente quieran
comer".
"Todo el tiempo", admite Gwen. "Todo el maldito tiempo".
Tamborileo con los dedos sobre la mesa y me atrevo a mirar a mi compañera cuando entran
los sirvientes. Su mirada es distante, como si estuviera aquí físicamente pero no conmigo.
Desesperado, golpeo su mente, pero no hay respuesta. Los humanos no tienen habla
mental.
Y no le he dado mis fuegos, porque no quería que conociera mis secretos... y ahora la he
perdido para siempre.
Apenas soy consciente de lo que me rodea mientras los criados traen sopa y pan de maíz
fresco. Todo huele de maravilla, pero me doy cuenta de que no tengo el más mínimo hambre.

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Intento concentrarme en los planes. La hembra está embarazada, o está insinuando que lo
está. ¿Será suficiente un hijo más para cerrar la Grieta? ¿Cómo sabré cuándo es suficiente?
¿O ya es demasiado tarde?
Como si percibiera mi desesperación, la cosa de la Grieta envía un zarcillo de... suciedad
mental. Tragando con fuerza, lo rechazo y me obligo a concentrarme. No puedo dejar que
esa cosa conozca mis planes. No puedo dejar que entre en mi cabeza. Apretando la
mandíbula, miro a la nueva hembra mientras se mete la comida en la boca.
"Bueno, para empezar", parlotea la hembra, "si Mhal y yo volvemos, vamos a necesitar una
buena habitación para quedarnos, y privacidad. También queremos comida de su cocinero,
no de los barracones. Imagino que también necesitaremos provisiones de todo tipo. Estoy
pensando en ropa, sillas de montar, zapatos, artículos para el hogar..."
"Serás una invitada en mi casa", digo, molesto. "Eso será un hecho, por supuesto. Tendrás
acceso a todo lo que ofrece el Fuerte. Pregunta a tus amigos si no me crees".
Puedo sentir la espesa corriente de conversación mental entre los Drakoni. Yo, por
supuesto, estoy excluido.
La hembra continúa. "También vamos a requerir atención médica cuando estemos
embarazadas".
"También es un hecho". Miro a mi compañera. "¿No es cierto, querida?"
Melina se mantiene cuidadosamente alejada. "Nunca negaría la atención a alguien".
"¿Esas son todas tus exigencias?" Pregunto, volviendo mi mirada hacia la chica y su
compañero Drakoni. Tontos. Creen que exigen mucho. No tienen ni idea de lo mucho que
daría. Como si la sopa y una cama limpia fueran una dificultad por la que deben luchar.
¿Soy realmente tan tacaño con los que trabajan para mí? Es otra constatación
desagradable.
Tal vez todo el mundo aquí me detesta. No pensé que me molestara tanto, pero tampoco
pensé que Melina estuviera incluida en esos números. Melina lo cambia todo.
La hembra sigue parloteando. "Sólo vamos a estar aquí hasta que se cierre la Grieta, o se
neutralice, o lo que sea que podamos hacer para encargarnos de la amenaza de arriba. Si
eso significa dos meses, estaremos aquí dos meses. Si significa dos años, estaremos aquí
dos años. Si significa dos décadas..."
"Dios, espero que no", añade Rachel.
Si se necesitan dos décadas, no duraré. Algo en mí se romperá mucho antes. Ya me siento
deshilachado por todos lados.
"Y", continúa la mujer, "Manda y Daniels deberían poder casarse".
Parpadeo. "¿Quién?"
"Hace unas semanas, uno de tus milicianos pidió permiso para casarse con Manda, que
está en el programa de bragas. Dijiste que no. Dijiste que si dejaba el programa, la echarían

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del Fuerte. No tienen a dónde ir, así que se han quedado, pero ambos son infelices. Sus
vidas no deberían joderse sólo porque se enamoraron".
Oh. Ahora lo recuerdo. Daniels es el soldado que trajo a Melina la planta marchita que
adora. En este momento, no me importa nada Daniels y su hembra. Todo lo que puedo
pensar es en mi hembra, y la traición en sus ojos. Pero ellos me miran, esperando una
respuesta. Así que me obligo a ser lo más insensible posible, porque eso es lo que esperan.
"No me importan. Preferiría no perder a una de las hembras que he estado alimentando
todo este tiempo. Pero si hay que hacerlo, que así sea".
Jenny tiene una mirada triunfante. "Y queremos que liberes a los Dragones que tienes como
rehenes".
A mi lado, noto que Melina se pone rígida imperceptiblemente. Me tenso. ¿Están todos
juntos en esto? ¿Mi compañera ha estado conspirando con los demás a mis espaldas?
Enfadado, traicionado, golpeo un vaso de agua de la mesa y me pongo en pie de un salto.
"Vas demasiado lejos..."
"Basta", dice Melina, que por fin habla. Me pone una mano en el brazo y me aprieta, luego
se vuelve hacia Jenny. "A mí tampoco me gusta, pero lo hace para proteger a todos".
Mi corazón... se siente como si se resquebrajara.
Mi Melina... incluso ahora, permanece sólidamente de mi lado. No me traicionará frente a
los demás y se pondrá de su lado. Soy totalmente indigno de un regalo como ella. Con el
corazón herido, la miro fijamente. No sé cómo manejar esto. Son tantas las emociones que
me desgarran en este momento que no puedo procesarlas. Quiero enfurecerme con esta
Jenny advenediza que cree que puede venir y exigir cosas. Quiero agarrar a Melina y besarla
ferozmente. Quiero apretar mi cara contra sus pies y rogarle que me perdone y que me
quiera.
En cambio, sigo congelado donde estoy, paralizado por la emoción.
"No", continúa Jenny. "Lo hace para protegerse".
"Los necesita a todos para protegernos contra la cosa de la Grieta", dice Melina.
El tono de Jenny se agudiza. "Los bebés protegen a todos. Los Dragones que tiene son
zombis. No pueden hacer nada. Sus mentes han desaparecido. Los está utilizando para
proteger el Fuerte, claro, pero tienes tres machos Drakoni sanos aquí en esta mesa. Pueden
proteger el Fuerte de cualquiera que entre en este territorio. Si liberas a los que tienes
cautivos ahora mismo, más probablemente coincidirán con algunas de las mujeres que
tienes en el programa. Han estado oliendo sus olores repetidamente durante semanas.
Podrías conseguir algunos emparejamientos e hijos más si los dejas ir. El Fuerte estará
protegido".
El Fuerte puede estar protegido... pero Melina no lo estará. Yo no lo estaré. ¿Y quién
protegerá a mi compañera si no estoy a su lado, ejerciendo mi poder para mantener todo a
raya? Me recupero, conteniendo las emociones que siento. "No lo haré".
Melina guarda silencio.

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Jenny me fulmina con la mirada. "No lo haces porque tienes miedo de no ser capaz de
mantener el control del Fuerte. Esta es la cuestión: has sido un buen líder para la gente de
aquí. Las chicas solteras están seguras y protegidas. Las calles están más limpias de lo que
estaban, y la milicia te escucha en lugar de andar desbocada. Fort Dallas no es genial, pero
tienes las cosas bajo control y no queremos quitarte eso. Nadie quiere dirigir el maldito
lugar. Haz lo que quieras, pero no puedes esclavizar a los Drakoni sólo porque te da ventaja.
Si quieres que los Drakoni te ayuden, tienes que renunciar a eso. Eres el enemigo en lo que
a nosotros respecta. Siempre has sido el enemigo. Tienes que comprometerte".
Estoy... sorprendido por sus elogios. Tal vez no soy tan vilipendiado como pensaba. Aun
así, no quiero discutir esto delante de Melina. Melina, a quien he tenido tanto cuidado de
proteger de todo. La miro, pero su mirada está fija hacia adelante. Me reafirmo y continúo.
"Perderé todo el control de la fortaleza si libero a los cautivos. Es un mal necesario".
"¿Lo es?" pregunta Melina, finalmente hablando. "Porque parece que pueden proteger el
Fuerte. ¿Es cierto que sólo te están protegiendo a ti mismo?"
Te estoy protegiendo, quiero gritar. Soy un Salorian. Así es como ejercemos nuestra
autoridad. Así es como te mantengo a salvo. Pero ahora veo que ya no está de mi lado. No
mientras Jenny derrama más de mis secretos y lo hace parecer cada vez peor. Me siento
derrotado, pero no permitiré que se note. Así que hago todo lo posible por fanfarronear. "¿Ni
siquiera tú estás conmigo, compañera?"
Melina se estremece. Sutilmente, pero lo noto. Sin embargo, permanece callada.
"Ya veo". Reprimo la traición que siento. Que ella no esté de mi lado después de todo.
"Entonces escucha esto. En el momento en que libere a esos Drakoni, estos me asesinarán".
Hace un gesto hacia nuestro extremo de la mesa. "Soy, como dicen, su enemigo. Soy un
Salorian. Para ellos, soy mejor muerto que vivo. Si renuncio a mi control, no me queda
nada".
"Estoy segura de que encontrarás alguna forma de ser útil", añade Jenny con voz altiva.
La ignoro. En su lugar, observo a Melina. Si libero a los Drakoni ahora, ¿me perdonará?
¿Entenderá que lo hice para protegerla? ¿Para protegernos?
Mi compañera me mira, sus ojos oscuros son ilegibles. "Eres bueno para amplificar las
voces de los niños. Tal vez ese pueda ser tu enfoque en lugar de la esclavitud".
Ahora me toca a mí estremecerme. Con esas palabras frías y cortantes, me ha dicho cuál
es mi posición con ella. Conquistador. Despreciable.
Toda esperanza ha desaparecido.
Melina continúa. "Mantendrás el control de la fortaleza porque todos te han visto con los
Dragones en el pasado. Pensarán que puedes llamarlos en cualquier momento. No necesitas
mantenerlos si tenemos voluntarios para mantener el Fuerte a salvo".
Me quedo en silencio. Miro a Melina, rogándole en silencio que me dé una señal de que se
preocupa por mí, pero ella mira hacia otro lado.
Que así sea, entonces. "Tendréis mi respuesta por la mañana".

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Salgo furioso.

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Capítulo 26

MELINA

No debería seguir a Azar. Debería dejarlo ir. Dejar que se retire a lamer sus heridas y dar por
terminado el día. Pero no. Necesito retorcer el cuchillo, para hacerle saber cuánto me ha
herido con sus horribles, horribles acciones.
Estoy tan jodidamente enfadada con él. Traicionado. ¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Cómo
pudo hacerles esto a ellos? Estoy dispuesta a perdonar muchas cosas, pero no creo que
pueda perdonar esto. Nunca.
Y eso duele tanto como su traición.
Le persigo por el pasillo mientras se dirige a nuestros aposentos. Una parte de mí quiere
adelantarse y agarrarlo antes de que ponga un pie dentro. Si cree que se va a acostar
conmigo esta noche, está alucinando. Pero sé que no debemos discutir en público. Aunque
odie la forma en que Azar dirige las cosas, debe ser el líder implacable. Sé que las
apariencias significan mucho, y ahora está empezando a ganarse a los que se resisten.
Además... esto parece privado. No quiero que nadie más conozca nuestros asuntos.
Dije que sería su compañera en público, y soy su compañera en lo que respecta a los
demás. Lo que sienta por él en privado es asunto mío.
Sin embargo, en lugar de dirigirse a nuestras habitaciones privadas, se dirige a la
biblioteca. Le sigo, decidida. Cuando abro la puerta para entrar, Azar está cerca de la
ventana, con la cabeza entre las manos y una expresión de dolor en el rostro.
Mi corazón late con tristeza al verle. A pesar de que es horrible, me sigue importando.
Me ha traicionado por completo, pero va a hacer falta tiempo para que mi amor se
desvanezca, y ahora mismo verlo sufrir me resulta doloroso. Cierro la puerta detrás de mí
y me apoyo en ella. "¿Dolor de cabeza?"
Azar niega con la cabeza, y cuando levanta la mirada, sus ojos son vidriosos y distantes.
"Me... me está hablando".
"¿La Grieta?" Se me pone la piel de gallina. "¿Qué dice?"
"No lo sé. No hablo de pura maldad". Se estremece, presionando la base de una mano
en sus sienes. "Está tan lleno de suciedad y malicia... que parece que me está contaminando
la cabeza".
"Dile que ya tienes suficiente contaminación ahí dentro", le digo, sintiéndome impotente.
Me debato entre el enfado con Azar y la preocupación por él.
"Está tratando de abrirse camino", dice.

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Lo que me recuerda por qué estoy tan enfadada. Los ultimatums de Jenny que dio a
continuación sólo reforzaron que Azar me ha estado mintiendo todo este tiempo, y
aparentemente todo el mundo lo sabía menos yo. Estoy enfadada porque me lo han
ocultado, pero estoy más enfadada con Azar por ser el instigador. Cruzo los brazos debajo
de los pechos y miro fijamente. "No sienta bien que alguien intente apoderarse de tu mente,
¿verdad?".
Me lanza una mirada. "¿Has venido a regodearte?"
"¿Cómo te atreves?" Pierdo la calma y me dirijo a la ventana. "¿Cómo te atreves a
esclavizar a la gente y hacerme cómplice?"
La mandíbula de Azar se aprieta. Baja la mano de su frente y me dirige una mirada
inflexible. "Has sabido que era Salorian todo este tiempo. Sabías que era Salorian cuando
aceptaste ser mi compañera. ¿Cómo creías que habíamos conquistado a los Drakoni? ¿Con
palabras amables y promesas vacías?"
Lo fulmino con la mirada. "Era diferente cuando te hacías el malo. Cuando eras amable
conmigo, esperaba... pensaba..."
"¿Que no era Salorian?" Su tono es cortante. "¿O simplemente me veías mejor porque
así lo elegiste? ¿Porque te tranquilizaba el espíritu dejar que te tocara si pensabas que era
menos malvado? ¿Que no era un hombre cruel?"
"No eres un hombre, ¿recuerdas?" Digo en voz baja. "Y no me vengas con esa mierda de
los Salorian. Se supone que los Salorian no aceptan parejas, ¿recuerdas? Y tú has estado
más que dispuesto a tontear conmigo. ¿O es que sólo aplicamos las reglas cuando te
convienen?".
Me lanza una mirada furiosa. El comentario ha dado en el blanco. Su mandíbula se
contrae, como si estuviera reprimiendo palabras de rabia, pero se queda callado mientras
me mira fijamente. Y sigue mirándome fijamente. No cedo ni un ápice. Mantengo los brazos
cruzados y mi mirada desafiante. No sé qué me duele más: que esté esclavizando a la gente
y no vea ningún problema en ello, o que me haya mentido y que, de alguna manera, haya
hecho creer a todo el mundo que me parece bien todo esto. Que me ha estado traicionando
descaradamente con una sonrisa todo este tiempo.
Que me dejó enamorarme de él.
"Iba a liberarlos", murmura Azar después de un momento. Se frota las sienes, con el
rostro tenso. "No te dije la verdad porque sabía que tu corazón era blando y no te gustaría.
No sabía de los humanos y sus pasados. Que esclavizar a otro pueblo es malo aquí, en este
mundo. En el mío, es algo que se hace". Se encoge de hombros. "Es parte de la vida".
"No importa si es parte de la vida", exclamo. "Eso no lo hace correcto".
"Iba a liberarles", suelta irritado.
"¡Pero no lo hiciste!"
Azar traga saliva. Después de un largo momento, admite: "No lo hice, no. Todavía no he
tomado una decisión que me permita mantener todo bajo control".

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"¡¿Control?!" ¿Habla en serio? "No estás controlando nada, Azar. ¡Estás esclavizando a
la gente! Los estás destruyendo sólo porque es más fácil para ti que tener que tomar el
mando por tu cuenta".
"Te mantengo a salvo", gruñe.
"No me pongas en esto", le advierto. "Nunca, jamás, te habría sugerido que esclavizaras
a alguien, joder. Nunca te habría apoyado si hubiera sabido que eso era lo que estabas
haciendo. Te pregunté y me mentiste. Dijiste que les estabas ayudando".
"¿Están sufriendo?", contesta. "¿Están perdidos en la locura? En cierto sentido, estoy
ayudando..."
"No", digo rotundamente, levantando una mano. "No justifiques esto. Está mal y sabes
que lo está. Si no pensaras que está mal, no me lo habrías ocultado".
Cierra la boca, sin respuesta para eso. Sabe que tengo razón. "No te lo dije", dice Azar
en voz baja, "porque no quería perderte. Eres lo único bueno en este mundo".
"Tienes que decidir si vas a ser un Salorian o mi marido", le digo. "No puedes ser ambas
cosas".
Error. Inmediatamente, su rostro se ilumina. "¿Todavía hay una oportunidad para mí,
entonces? ¿Te quedarías a mi lado si los dejara ir?"
"Yo no he dicho eso". Cuando Azar me lanza otra mirada dolida, continúo. "No entiendes
hasta qué punto me has traicionado. No estoy segura de que lo entiendas nunca". Niego
con la cabeza. "Así que ahora mismo, no, no eres mi marido. En público, seré tu cariñosa y
comprensiva esposa. Estaré de acuerdo con todo lo que quieras hacer y seremos un frente
unido, siempre que liberes a esos Drakoni esclavizados. Pero en cuanto a ti y a mí en
privado...". Trago con fuerza, y el nudo en mi garganta se hace enorme. "No puedo estar con
alguien en quien no confío. Alguien a quien no respeto".
Azar me lanza una mirada herida. "Entonces, ¿cómo puedo ganarte de nuevo en mis
brazos?"
Es una gran pregunta, y no estoy segura de tener respuestas. Todavía no, no mientras
esto sea tan reciente y doloroso. Puede que nunca sea capaz de perdonarle, si soy sincera
conmigo misma. Esto no es algo que pueda alejar como "todos hemos hecho cosas horribles
en el pasado". Esto es que Azar sigue haciendo cosas horribles. Esto es que a Azar no le
importa la vida de los demás mientras la suya esté a salvo y segura. ¿Cómo obligas a alguien
a preocuparse por los demás? ¿Cómo haces que tengan compasión?
¿O tiene razón y he estado imaginando que era un tipo de persona diferente todo este
tiempo, sólo porque era más fácil para mí?
"Muéstrame acción", le digo suavemente. "Demuéstrame que eres mejor que esto. Tal
vez entonces, hablemos".
Y me doy la vuelta y salgo de la habitación.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 27

AZAR

Melina me deja esa noche. No lo dice directamente, pero le dice al personal que la clínica la
necesita y que se quedará allí toda la noche. Hace una maleta y se dirige hacia allí, y sé que
no volverá esta noche.
No sé si alguna vez volverá.
Siento el pecho vacío y en carne viva. Adormecido. Todavía tengo que decidir qué hacer con
la humana y su exigencia de que libere a mis Drakoni cautivos. Melina ha dejado claro que
está del lado de la hembra humana, así que debo liberarlos, por supuesto. Sólo tengo que
averiguar cómo presentarlo. Cómo lograr alejar a los Drakoni de la ciudad mientras están
bajo su sed de sangre sin que dañen a ninguno de los míos. Requerirá una mano delicada...
y hacer que ocurra cuando no haya nadie más cerca y prestando atención, tal vez.
Suspiro y vuelvo a mirar por la ventana la fea y palpitante Grieta.
Algo oscuro se desliza por mis pensamientos. Habla ese lenguaje sin palabras, el flujo de
galimatías que no puedo comprender, los sonidos que me hacen sentir como si me volviera
loco cuando cantan en mi mente. La voz es más fuerte cada día, su atracción es más
poderosa cada vez que se extiende. Un día ya no podré evitarla. No podré resistir su señuelo
de muerte.
Porque sé que si me rindo ante él, me destruirá. Masticará mi mente y la escupirá, y me
utilizará para abrirse paso hasta este lado de la Grieta. No puedo dejar que eso ocurra, así
que tengo que ser fuerte.
Estamos aquí, dice Sallavatri. Podemos ser fuertes contigo. La mente de la niña suena como
una campana, clara y verdadera.

¿Lo sientes? Pregunto. ¿Te persigue como a mí?


Nos evita, dice Sallavatri. Sus pensamientos se hacen más claros por momentos.
Bien. No dejes que te toque. Me restriego una mano por la cara. ¿Me estoy engañando a mí
mismo pensando que podemos conseguirlo? ¿Que de alguna manera podemos sellar la
Grieta? La cosa de ahí dentro se siente tan condenadamente fuerte. Tan abrumadora. No
puedo hacerlo solo. Ni siquiera estoy seguro de poder hacerlo. Podría estar retrasando lo
inevitable.

Puedo sentir la Grieta, dice Sallavatri. Igual que te siento a ti. Pero él está herido.
Me yergo en el asiento, fascinado. ¿Qué quieres decir con que está herido?
Tiene dolor, me dice. Quiere cantar con el resto de este mundo, pero tiene dolor y su canción
no le sale bien. Apuesto a que podemos ayudarle a cantar bien.

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¿Cómo? pregunto. Soy consciente de lo tonto que soy al preguntarle a un bebé cómo cerrar
la Grieta. Pero Sallavatri y Luminoura están tan en sintonía con este mundo que quizá
sepan algo que yo no sé. Tal vez sus instintos les han dado una pista. ¿Cómo lo arreglo?
Guíanos y mejoraremos la Grieta", dice simplemente, como si eso lo explicara todo.

¿Guiarte cómo?
Hay un repentino tirón en mis pensamientos, como si mi mente se hubiera vuelto
resbaladiza y estuviera patinando dentro de mi cuerpo. Me siento suelto y desatado,
rodeado de una sensación de fuerza y pureza. Me doy cuenta de que es Sallavatri, y que
está intentando sacarme físicamente de mi forma mortal. La sensación es aterradora, y
retrocedo tan suavemente como puedo. No, Sallavatri. Ahora no.
Inmediatamente, los tirones cesan. Siento que otra mente toca la mía -Luminoura- como si
sintiera curiosidad por las acciones de la otra niña. ¿Puedo ayudar?
No, les digo a los dos bruscamente. Nada de tirones.

No funciona, dice Sallavatri, sonando decepcionada. Tu voz mental tiene que ser más fuerte.
¿Más fuerte?
Fuerte como cuando papá está en su forma de batalla, dice ella. Tienes que estar en forma
de batalla para que tu voz mental sea fuerte, como la suya.
Me insulta brevemente que piense que mi voz mental no es tan fuerte como la de un simple
Drakoni. Por supuesto, él es su padre, así que naturalmente ella pensaría que es fuerte.
Tardo un momento en asimilarlo, y entonces me doy cuenta de lo que realmente está
diciendo. ¿Quieres que cambie a la forma de batalla? Yo... no puedo. La forma de batalla está
corrompida en este mundo. Perdería el control de mí mismo por completo.
La mayoría de los Salorian negarían que tienen una forma de batalla, pero yo sé la verdad.
La tenemos, tan fuerte como cualquier Drakoni. Lo sé, porque cuando estaba tendido entre
los escombros de un edificio derrumbado, cubierto de quemaduras y moribundo, di un
último impulso de mi fuerza para intentar levantar un trozo de hormigón de mi pecho. Sin
embargo, en lugar de hacerlo, cambié a la forma de batalla.
Y me perdí.
No tengo recuerdos de lo que pasó después. Sólo el fuego, la locura y el viento que golpeaba
mis alas... y luego me desperté aquí, en los límites de Fort Dallas, con la energía gastada y
en plena agonía. Creo que estuve en forma de batalla durante algún tiempo, ya que algunas
de las peores quemaduras se habían curado, pero no sé más que eso.
Me aterra que vuelva a ocurrir. No tengo ninguna compañera que me devuelva. No he
compartido fuegos con nadie, así que no hay una mente que se ancle a mí y me mantenga
a salvo, nadie que me llame de vuelta a mí mismo como hace Gwen con Vaan, o Rachel con
Jurik. Si cambiara a la forma de batalla, existe la posibilidad de que nunca vuelva a ser yo
mismo.

Esa es la forma en que puedes ser lo suficientemente fuerte, dice de nuevo Sallavatri. Esa es
la única manera.

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¿Y si son más? Yo contesto. ¿Más mentes como la tuya y la de Luminoura? Pronto habrá más
niños.
No lo sé, me dice Sallavatri. Todo lo que sé es lo que siento.
Entonces vamos a esperar, me tranquilizo. Esperaremos y veremos qué se siente cuando
nazcan los otros. Tal vez no me necesites en forma de batalla después de todo.
Espero que no lo haga. Si lo hace, no estoy seguro de ser el que pueda sacrificarse por el
bien de todos aquí. Si este mundo depende de mí...
Bueno... no debería.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 28

MELINA

Azar libera a los Drakonis cautivos. Por supuesto que lo hace. Ha sido arrinconado por mí.
Él sabe que si no lo hace, no hay ninguna oportunidad para nosotros. Así que los libera y
hace que todo parezca que fue su idea en primer lugar, que ha llegado a una gran
comprensión de que no son necesarios para avanzar.
Mentira. Todo es una mierda.
Me da un poco de asco cómo se lo cree todo el mundo. Jenny está contenta porque cree que
ha ganado una gran batalla. Azar está contento porque ahora tiene a Jenny y a su Dragón
y al bebé que van a tener. Además, dos de los Dragones cautivos se fueron con chicas de la
zona, así que eso significa más parejas apareadas y posiblemente más bebés, todo lo cual
juega a favor del plan de Azar.
¿Por qué parece que soy la única a la que le jode todo esto?
No importa. No dejaré que Azar me pase por encima. Esa noche, vuelvo a quedarme en mi
clínica. Pongo un catre en mi despacho y cierro la puerta con llave, e intento dormirme sin
la presencia cálida y tranquilizadora de Azar a mi lado. Aunque estoy agotada, me cuesta
quedarme dormida. Sin embargo, no me echaré atrás. Sé lo que está bien y lo que está mal,
aunque Azar no lo sepa, y me niego a apoyar sus acciones ni un ápice.
Me sorprende un poco que no haya aparecido para regodearse. Para decir, mira, yo solté al
Drakoni y no fue para tanto, no entiendo por qué estás tan molesta. Pero no aparece. Es
casi como si me diera espacio.
Le doy un puñetazo a la almohada, odiándola, y a Azar, y a todo lo relacionado con todo
esto. Me vuelvo a tumbar en el catre y miro la luz de la luna. Será mejor que me acostumbre
a dormir aquí, advierto a mi cuerpo, porque no voy a volver pronto.
No sé si alguna vez.

∗∗∗∗∗∗∗

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Parte III
Capítulo 29

Meses después
MELINA

Me pongo un suéter caliente alrededor de mí, saltándome el vestido fluido en favor de los
pantalones de chándal y una camisa de manga larga. No tenemos muchos días fríos en
Texas, pero hoy está lo suficientemente fresco como para sentirlo dentro de la clínica, y me
alegro de haber cerrado todas las ventanas anoche. Con un bostezo, toco la tierra de mi
rosal. No ha crecido mucho, pero las hojas ya no se caen con la más mínima brisa, así que
me lo tomo como una victoria. Daniels ha envuelto toda la maceta, cubriendo las raíces
para que mi frágil planta no se vea afectada por el frío.
Todavía no me ha dado una sola rosa, pero no importa. He llegado a amar la maldita cosa
de todos modos. La amo por su mezquindad y por lo difícil que es amarla. Me recuerda a la
persona que me la regaló.
Ah, Azar. Mi despiadado y monstruoso marido. El tipo del que sigo esperando
desenamorarme, y en cambio, sólo... sigo esperando.
Han pasado meses desde que Azar liberó a los Drakoni. Meses desde que volví a mi clínica
para quedarme. Las cosas han seguido siendo tensas entre nosotros. Mucho de eso es obra
mía. Le dije que me dejara en paz y que me diera espacio. Lo ha hecho, hasta el punto de
que ahora me siento abandonada. Lo cual es estúpido. Debería estar furiosa porque me
mintió (y una parte de mí todavía lo está) pero, por alguna razón, me sigue informando.
Todavía espero que esté a salvo y que el estrés de gobernar la ciudad no sea demasiado
para él. Me preocupa que la cosa de la Grieta siga hablando con él, que se rompa bajo la
presión de intentar salvar el mundo.
Diablos, ni siquiera estoy segura de que Azar quiera salvar el mundo. Tal vez no lo quiera.
Tal vez ahora que hemos roto más o menos, ha decidido cambiar el plan. Una mujer más
inteligente y menos emocional probablemente seguiría en su cama, asegurando el destino
de la Humanidad. Pero estoy cansada de ser la mártir.
Quiero que se disculpe de verdad. Un reconocimiento genuino y sincero de que lo que ha
hecho es moralmente incorrecto. Sin embargo, no he visto eso. Hasta ahora, Azar sólo ha
liberado a los Drakoni cautivos porque yo se lo pedí. Esa no es una razón suficiente para
mí... y por eso me quedo en la clínica.

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Supongo que es lo mejor. Me asomo a la puerta para ver la sala de enfermos llena y suspiro.
Es como si nos recuperáramos de una cosa y nos llegara otra. Esta vez no es la enfermedad
por ingerir los bichos, sino un problema invernal más común: la gripe. En el pasado, la
gripe era un dolor de cabeza, pero rara vez era mortal. Aquí, sin embargo, tenemos muy
pocos medicamentos y no hay hospitales. No tengo nada para combatir la gripe, salvo un
poco de sopa de pollo. Así que se presentan en mi clínica, tosiendo y congestionados, y se
quedan hasta que se recuperan lentamente o se mueren.
Han muerto demasiadas personas.
Aprieto la cabeza contra la puerta, luchando contra el cansancio. Últimamente, he querido
huir de todo. Fort Dallas está cada vez más ocupado. La noticia de que es una zona "segura"
se ha extendido, y los refugiados de los asentamientos de la periferia aparecen con
regularidad, apretándose detrás de la barricada de coches del Fuerte. Eso pone a prueba
todo -recursos alimenticios, alojamiento, atención médica- y todos estamos sintiendo la
presión. Azar sigue alimentando a todo el mundo como le pedí, pero las comidas se han ido
reduciendo a medida que nos acercamos al invierno, ya que los huertos no van a producir
mucho. He visto a la milicia trabajando duro en las afueras de la ciudad, construyendo una
nueva parcela de jardín justo fuera de las puertas y levantando una valla alrededor de ella
para la primavera. Si podemos evitar que los Drakoni salvajes lo quemen todo, podremos
cultivar más frutas y verduras. No dependeremos de los alimentos enlatados o de los
productos caducados del Antes. Me alegro de verlo, aunque mi clínica esté a rebosar de
enfermedades.
Al menos, ahora tengo unos cuantos asistentes habituales. Inspiro profundamente y salgo,
dispuesta a afrontar el día. Sonrío a Gary, un empollón con unas gafas muy pegadas. Gary
suspendió la carrera de medicina en su día y acaba de llegar a Fort Dallas. Parece
conformarse con dejarme dirigir el espectáculo, aunque probablemente tenga más
conocimientos médicos de manual que yo. No estaba segura de cómo se las arreglaría para
recibir órdenes de una mujer negra, pero hasta ahora, todo va bien. "Buenos días, Gary".
"Buenos días", dice alegremente, acercando un termómetro de mercurio a la boca de un
niño. "Phyllis y John no van a venir hoy".
"¿No?"
"Gripe", dice, haciendo una mueca mientras saca el termómetro y lo sacude con fuerza. "Y
Alma también se siente mal".
Bueno, mierda. "Parece que hoy somos tú y yo, entonces". Me dirijo al catre más cercano y
presiono con mis dedos la frente de una mujer. Está tranquila, lo que es una buena señal,
y la reviso rápidamente antes de pasar a la siguiente persona. Ahora tenemos un turno de
noche, con Alma a la cabeza, pero les ha tocado bastante. Sospecho que todos vamos a
coger la gripe antes de que termine su recorrido por Fort Dallas. "Les diré a los soldados
que necesitaremos un soldado que nos traiga agua esta tarde, y que necesitamos algunos
cambios de ropa".
"Suena bien", dice Gary alegremente. Me gustaría ser tan alegre como él. Hoy siento el peso
de todo esto en mis huesos. Estoy cansada de cuidar a todo el mundo. Estoy cansada de
los mocos y las enfermedades. Estoy cansada de ser la responsable del bienestar del Fuerte

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Dallas. Nunca me propuse dirigir una clínica. Simplemente lo hice porque nadie más daba
un paso adelante cuando alguien estaba enfermo, y era una forma de alejarme del hombre
con el que estaba en ese momento. Simplemente he seguido haciéndolo. Y continué. Y
continué.
Y hoy sólo quiero volver a meterme en la cama y descansar.
Pero no lo hago. Aprieto los dedos contra la frente de otra persona -también fría- y sigo
avanzando hacia la puerta. La abro y una ráfaga de aire frío me golpea en la cara. Me
estremezco, disgustada. Antes me encantaba el invierno -un invierno tejano, en cualquier
caso- porque era un breve y bienvenido respiro al implacable calor. Ahora, sin embargo,
sólo significa más casos de gripe y ya estoy bastante cansada. Sonrío un poco a los soldados
que custodian las puertas, porque están ahí, día tras día, por orden de Azar. No importa
que ya no estemos juntos. Él sigue protegiéndome.
Eso... enturbia lo que siento por él a veces, cuando me siento débil.
"Buenos días", digo. "Cuando traigáis el almuerzo, ¿podéis aseguraros de que la cocinera
tenga una gran olla de sopa de pollo para nuestros pacientes? Y también me gustaría un
poco de té caliente. Y vamos a necesitar a alguien que nos ayude hoy a cambiar la ropa y a
transportar el agua, ya que tenemos poco personal".
Uno de los soldados tiene la nariz roja y olfatea con fuerza. "Por supuesto, mi señora.
Estamos en ello".
Oh, oh. "¿Estás enfermo?" Pregunto, preocupada. "¿Necesitas entrar?"
"Estoy bien, Lady Melina", me tranquiliza. "Es sólo un resfriado".
Sí. Todos aquí en la clínica me dijeron lo mismo. Pero parece bastante fuerte y saludable.
"Cuando vuelvas, ven a verme personalmente", le digo. "Tengo una última ronda de
medicamentos y algo de vitamina C que he estado guardando. Quiero que te tomes los dos".
Niega con la cabeza. "Guarde eso para los niños que vienen", me dice. "Puede que lo
necesiten más que yo".
No se equivoca, pero es muy amable al ofrecerse. Sonrío, le doy las gracias y vuelvo a entrar
para atender a mis pacientes.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 30

AZAR

El Fuerte está floreciendo bajo mi liderazgo. ¿Es arrogante felicitarme a mí mismo? Tal vez.
Pero aún así estoy satisfecho de lo mucho que ha avanzado en los últimos meses. Más gente
viene a residir aquí, la milicia está creciendo, y mi control se extiende día a día. Hemos
podido organizar grupos para la búsqueda de alimentos a largo plazo, y estamos ampliando
los jardines en previsión de la primavera. Los almacenes de alimentos están totalmente
abastecidos a pesar de que tenemos más bocas que alimentar, y confío en que nuestro
asentamiento pueda seguir creciendo y prosperando bajo mi mando.
Es lo único que parece ir bien últimamente.
Bueno, eso no es del todo cierto. El hijo de Gwen, Tunjozefren, tiene la voz mental más
fuerte que he escuchado hasta ahora. Rachel ha dado a luz a una hija, Malliope, e incluso
la desagradable Jenny ha dado a luz a un hijo fuerte, Arthromathan. Otras dos hembras
están embarazadas, y he sentido el parpadeo de las mentes desde muy lejos, sugiriendo
que otras están dando a luz hijos Drakoni. El silencio mental que ha estado presente desde
que llegué a este mundo se llena ahora de voces jóvenes. Voces jóvenes que declaran su
hambre, declaran que están cansados, o sedientos, o quieren una manta. Hablan todo el
tiempo, me mantienen despierto por la noche y hacen que sea imposible dormitar durante
más de una hora seguida. En cierto modo es bueno. Son mi ejército contra la oscuridad, y
cada día son más fuertes.
Pero me están agotando. Sus mentes se enlazan de forma tan brillante y atraviesan la mía
con tal abandono que no puedo tener un momento para mí. No puedo encerrarlos, porque
quiero que estén abiertos y deseosos de comunicarse conmigo. Así que escucho cómo uno
balbucea sin sentido mientras otros tres lloran por estar sucios o tener hambre. Esto ocurre
a todas horas del día y de la noche.
Si el constante parloteo mantuviera a la cosa oscura alejada de mis pensamientos, podría
estar más agradecido... pero no es así. La cosa de la Grieta se desliza por mi mente cada
vez que me relajo, curioseando, buscando formas de meterse en mi cabeza. Permanezco
vigilante, pero me estoy deshilachando por todos lados.
Incluso todo eso no es tan malo como estar solo.
Echo de menos a Melina. Echo de menos a mi compañera. Añoro su tacto, su cuerpo suave
apretado contra el mío, su voz suave y sedosa llamando mi nombre. Echo de menos
nuestras conversaciones sobre los libros, y la forma en que se reía cuando yo comía primero
las partes dulces de mi comida. Echo de menos todo lo relacionado con ella, y su pérdida
me ha dejado un vacío que la presencia acechante del mal de la Grieta nunca pudo alcanzar.

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Por primera vez desde que llegué aquí, me he sentido solo. Nunca pensé que necesitaría a
nadie. Los Salorian no lo hacen, después de todo. No necesitan nada. Pero Melina me
enseñó que podía ablandarme. Que podía acogerla en mi vida y que sería mejor. Y ahora
que se ha ido, hay un agujero dentro de mí que ninguna cantidad de trabajo puede llenar.
Melina me dejó atrás la noche que liberé a los prisioneros Drakoni, y nunca ha vuelto a mi
lado.
Me hiere que pueda abandonarme tan rápidamente. Que pueda simplemente dejarme y no
sentir remordimientos. Mientras tanto, he estado perdido sin ella. Hago que mis guardias
me informen de sus acciones en todo momento. Me aseguro de que le den buena comida,
la ropa adecuada y de que su clínica esté dotada de tanta gente como ella pueda manejar.
Aunque no me quiera, me ocuparé de ella. Le haré saber que estoy esperando cerca, por si
quiere volver.
Sin embargo, nunca regresa.
Empiezo a preocuparme de haber ido demasiado lejos. Que haya alcanzado -y sobrepasado-
el límite de lo que mi pareja consideraría aceptable, y que la haya perdido para siempre. La
idea de quedarme aquí en este mundo sin ella a mi lado me produce una agonía ardiente
en el pecho... pero no puedo irme.
Alguien tiene que cuidar de ella. Alguien tiene que asegurarse de que esté segura y
alimentada y de que no trabaje demasiado. Aunque no pueda tocarla, es mi deber cuidarla
porque es dueña de mi corazón y mi alma.
Porque me he enamorado de ella, me quedaré aquí siempre. Este es ahora mi mundo,
porque ella está en él.
Así que hago lo que puedo para que sea un lugar mejor. Trabajo duro por el Fuerte. Reduzco
mis comidas copiosas y hablo con el personal para conocer su opinión. Me doy cuenta de
que mis voluminosas túnicas son un problema para que los sirvientes de la lavandería las
mantengan limpias, así que cambio a una túnica más oscura que oculta la suciedad y tiene
menos tela. Si debo ser humano, debo aprender a ser una excelente humano.
Puede que ya no actúe como un Salorian, pero las ambiciones Salorian siempre estarán
conmigo.
Tumbado en la cama, escucho a los niños hablar entre ellos. Es temprano, el amanecer aún
no ha transformado el cielo del púrpura del crepúsculo al naranja. Miro fijamente el techo
de mi habitación, y mis aposentos se sienten fríos y vacíos. Pienso en Melina, en lo
afortunado que fui al despertarme y darme la vuelta para tocar su gloriosa y satinada piel.
Cómo podía enterrar mi cara entre sus muslos en cualquier momento y deleitarme con su
sabor y su aroma. Fui un tonto al dejar que todo eso se me escapara.
¿Qué es un tonto? brama Tunjozefren en mi cabeza. Sus pensamientos son como un
relámpago, brillan y atraviesan la calma con tal intensidad que me estremezco.
Lo que soy, respondo, sintiéndome amargamente lleno de autodesprecio. Me siento en la
cama y me froto la cara. Puedes decirle a tu padre que he dicho eso. Se reirá mucho a mi
costa.

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Papá está durmiendo, responde Tunjozefren. ¿Por qué no estás durmiendo?


Porque me estás gritando a la oreja.
¿Qué es una oreja?
Reprimo un suspiro, enviándole una imagen mental de una oreja. No lo recordará. Los niños
suenan inteligentes, sus voces mentales son fuertes, pero sus mentes aún se están
desarrollando. No retienen lo que les digo y sus pensamientos van a la deriva. Es como
tratar de aferrarse a la niebla, controlarla. Desde la distancia es espesa y pesada, pero si
tratas de agarrar un puñado, te quedas sin nada. Me sacudo la túnica oscura y me la pongo,
y los zapatos. Es demasiado temprano para un gran desayuno y, de todos modos, no me
gusta comer solo en mi mesa. Desde que nacieron sus hijos, las hembras y sus compañeros
Drakoni no tienen horarios de comida regulares. Menos mal. Odio ser cortés con ellos
cuando mi pareja no está aquí.
Si fuera honesto, me desharía de todos si no los necesitara. No necesito a nadie más que a
Melina.
Así que me dirijo a las cocinas y saludo con la cabeza a la cocinera. Me sonríe como si
fuéramos amigos y me envuelve un pastelito relleno de fruta en una servilleta,
tendiéndomelo con una sonrisa. Murmuro mi agradecimiento, con la cabeza llena de otras
voces mientras los niños se despiertan y alguien empieza a amamantar. Comida, murmura
Arthromathan en mi mente. Me gusta la comida.
Y como no puedo pensar, les doy un suave impulso para que se callen. Los niños responden
bien a las órdenes sutiles, demasiado bien. Me preocupa que alguien se aproveche de su
inocencia. Tendré que enseñarles a protegerse cuando sean lo suficientemente mayores
para retener lo que les enseño. Mordiendo mi pastel, cierro los ojos cansados y disfruto del
silencio.

Oscuridad
Algo aprieta mi mente, apretando dolorosamente. Lo ignoro, tratando de ver hasta dónde
llega esta oscuridad hoy.

Destrucción
Los apretones se intensifican, como si mi mente fuera una especie de forúnculo que quisiera
extirpar. Sigo comiendo, consciente de lo que está haciendo.

Decadencia
Me retraigo con un bufido. Como si no viviera ya en un mundo de decadencia y destrucción.
¿Se supone que eso debe incitarme a bajar mis escudos mentales e invitarlo a entrar?

El olvido. Puedo prometerte el olvido.


El pastel se me pega a la boca como si fuera pegamento. Bruscamente, lo empujo hacia
fuera. Es como luchar con una enredadera que se enrosca, y cuanto más lo saco de mis
pensamientos, más se esfuerza por introducir otro zarcillo. Hoy es más fuerte, me doy
cuenta con una pizca de alarma. He mostrado interés por lo que ofrece, el olvido, y de
repente es mucho más difícil deshacerse de él.

Puedo hacer que el dolor desaparezca


No sentirás nada

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Fuera, ordeno, y por un momento, la suciedad y la oscuridad se sienten como si me


cubrieran. Me estoy ahogando en ella...

Papá dice que tienes razón, Tunjozefren estalla en mi cabeza, cauterizando la oscuridad.
Pensó que era gracioso. ¿Un tonto es gracioso?
Me aferro a la mente brillante y concentrada del niño. Quédate, jadeo, desconcertado.
Quédate un momento conmigo, Tunjozefren.

¿Te está hablando la cosa mala? pregunta Sallavatri. ¿Es hora de que ayudemos?
Todavía no, respondo.

¿Tienes miedo? No lo tengas. Estaremos contigo, envía Luminoura. No dejaremos que te


quedes en forma de batalla para siempre. Lo prometemos.
Puedes aferrarte a nuestras mentes para no perderte, ofrece Sallavatri.
No, digo rápidamente. No. No me ofrezcas eso. No se lo ofrezcas a nadie, ¿entiendes? Tu
mente es tuya. Cuando digo que derrotaremos a la cosa en la Grieta, es porque estamos
trabajando juntos como amigos. No quiero vuestras mentes. No quiero poseerlas ni
controlarlas. ¿Entendido?
Puedes, ofrece inocentemente Luminoura. Somos amigos. Confiamos en ti.
Eso me hace sentir peor. Pensar que podría arrebatar la mente de los niños sin el menor
esfuerzo. No ofrezcas eso. Nunca ofrezcas eso.

Pero…
Soy vuestro amigo y no te lo pediría. Tenedlo en cuenta, les recuerdo. Un amigo no te pedirá
que entregues tu propio ser. Las palabras son implacables en mi cabeza, porque soy un
hipócrita, ¿no? Esclavicé irreflexivamente a sus padres porque era algo que siempre había
hecho, pero cuando se trata de estas mentes inocentes y frágiles, me llena de repugnancia
la idea de que alguien las manipule. Si alguien te presiona y te pide que le des el control,
pregúntame a mí primero, ¿de acuerdo? Te diré si es una buena idea o no. Te diré si es un
amigo.
El afecto cálido amortigua mis pensamientos y me hace sentir aún peor. No deberían confiar
en mí como lo hacen. Imagino el poder de los niños en manos de un Salorian más
despiadado y me estremezco al pensarlo. Son fuertes de pensamiento, tan fuertes como
cualquier Salorian, pero sus padres son Drakoni. Serían esclavizados sin dudarlo.
Mientras haya aliento en mí, nunca dejaré que eso ocurra. Así que les doy una nueva tarea
en la que concentrarse, porque sus jóvenes mentes se vuelven ociosas y se aburren
rápidamente. ¿Ves algo brillante cerca? ¿Puedes alcanzarlo?

Tengo un puño, anuncia Tunjozefren. Sabe bien.


Veo un brillo, me dice Luminoura. ¡Cuelga sobre mi cama! ¡Hay música!
Excelente, me calmo. Cuéntale a los demás todo sobre tu cosa brillante. Les gustará oírlo.
Y me calmaré con el dulce parloteo de sus mentes inocentes, tocándose entre sí mientras
están protegidos por la seguridad de mis pensamientos.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 31

MELINA

Me siento agotada cuando se pone el sol. Me duelen los huesos y han venido dos personas
más con gripe, estornudos y escalofríos. He repartido algunos paracetamol, pero me queda
poco de todo, como siempre. Tengo que ser tacaña con los suministros que tengo,
reservándolos para los que parecen estar peor, cuya fiebre no cede por más que los refresque
con paños suaves y húmedos. Son demasiados para mi gusto, y me dan ganas de abofetear
a Gary cuando empieza a parlotear sobre la gripe española de 1918 y la cantidad de gente
que mató. Por lo visto, Gary es un gran aficionado a la historia de las enfermedades.
Gary también es malo para darse cuenta de que nadie quiere oír hablar de pandemias
cuando hay demasiadas camas llenas de enfermos, así que hago todo lo posible por no
prestarle atención. Trabajo en el extremo más alejado de la clínica, por lo que no puede
hablar conmigo a menos que grite a través de la habitación, y me mantengo ocupada
aunque estoy tan cansada que me siento como si me arrastrara por la habitación.
Uno de los soldados abre la puerta y hace pasar a un anciano. Inmediatamente, pongo mi
cara de póker y le dedico una sonrisa brillante y acogedora. "Hola, señor. ¿En qué podemos
ayudarle?"
El hombre tiene una palidez enfermiza en su piel bronceada, el pelo blanco y pegado a la
cabeza. "No me siento muy bien", murmura, y puedo ver que no le quedan muchos dientes.
"Mi hija me dijo que viniera aquí".
"No hay problema. Te arreglaremos". Me acerco a uno de los pocos catres vacíos que
tenemos y le doy unas palmaditas alentadoras. Una vez que se sienta, le pongo la cortina
de intimidad, el silbido de la cortina al moverse por las correderas me hace extrañamente
feliz. Hace meses me quejé a Azar de ellas, deseando tener unas, y él insistió en que sus
hombres fueran a uno de los antiguos hospitales, averiguaran cómo estaban instaladas y
luego hicieran lo mismo por mí. Es otra pequeña y considerada cosa que hizo...
Aparto los pensamientos de Azar de mi cabeza cuando el hombre empieza a hablar,
contándome sus síntomas. No tiene fiebre ni escalofríos, pero sí muchos vómitos y dolor de
estómago. Asiento distraídamente, poniendo un termómetro en su boca de todos modos.
"¿Ha comido alguno de los insectos grandes, señor? Sé que se meten en todo y que a veces
es imposible evitarlos, pero hacen que la gente enferme mucho".
Niega con la cabeza y su temperatura parece estar bien. Sigo examinándolo, estudiando su
boca y su garganta. Está enrojecida por los vómitos y tiene el estómago un poco distendido,
lo cual es preocupante, pero aparte de eso, parece estar mejor que mis pacientes con gripe.

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Le interrogo sobre su comida y su bebida. Los bichos que vienen la Grieta han sido una
molestia implacable en los últimos meses, y a veces la gente se enferma incluso sin haber
comido uno, simplemente porque sus suministros de alimentos se infectan, o los residuos
terminan en las manos de alguien, y luego cocinan la cena, o cambian al bebé. Después de
hablar con mi nuevo paciente -Donald Gutiérrez, me dice- me entero de que no ha hervido
el agua antes de beberla, y tomo nota mentalmente de que los soldados deben volver a
revisar el pozo. El mes pasado, alguien lo dejó sin tapar durante un día y entraron varios
bichos, por lo que tuvimos una epidemia de enfermedades durante semanas.
"Sólo relájese y beba un poco de agua, ¿de acuerdo? Voy a cuidar de usted. ¿Tenemos que
enviar a alguien a su casa para que avise a su hija?" le pregunto, ayudándole a quitarse los
zapatos y a meterse en la cama. Niega con la cabeza y murmura algo sobre que su hija
vendrá más tarde, y entonces la persona que está en el catre de al lado empieza a estornudar
salvajemente. Frunzo el ceño hacia ellos y vuelvo a mirar a Donald. Necesita otra cama,
preferiblemente alejada de los pacientes con gripe, pero no tengo la habitación. "Mantenga
esta cortina cerrada en todo momento, ¿vale? Volveré para ver cómo está y si necesita algo,
se queda aquí y espera. No salgas porque no quiero que se enferme más".
Le enseño el orinal y le doy un vaso de agua, y luego un par de los pasteles duros y secos
de miel y maíz que la mayoría de los pacientes parecen poder retener, y luego salgo de
detrás de la cortina. Tengo que decirle a Gary que mantenga a Donald detrás de la cortina,
y cuando tengamos una cama libre lejos de los pacientes con gripe, tenemos que trasladarlo.
Probablemente debería hacer mis rondas de nuevo, pero realmente quiero sentarme
primero...
"¿Melina?"
Una voz llama, y levanto la cabeza cansada para mirar hacia la puerta.
Rachel está de pie, con su hija en brazos. Me sonríe tímidamente. "¿Es un mal momento?"
Mi sorpresa se convierte en horror, y le toco el hombro, intentando tirar de ella hacia la
puerta. "No deberías estar aquí. La gripe..."
"No pasa nada", dice alegremente. "Los Drakoni no enferman, así que Malliope está bien, y
Jurik me dijo que como tengo sus fuegos, es mucho más difícil que yo también enferme. No
nos afectará". Me mira. "¿Estás bien? Pareces... agotada".
¿Estoy bien? Quiero reírme, porque nadie me ha preguntado eso en mucho tiempo. "Es que
siempre esto está ocupado. Estoy aguantando". Hago un gesto hacia mi oficina. Dice que
no se pondrán enfermos, pero me sentiré mejor si ese bebé de mejillas gordas no está cerca
de la sala de enfermos. "¿Quieres venir a la parte de atrás?"
Rachel asiente alegremente, siguiéndome cuando me dirijo detrás de ella. Es una persona
diferente desde que nació su hija. Desde la aparición de Malliope, Rachel se ha suavizado
mucho, ya no lleva su amargura como una capa. Sonríe mucho más, e incluso la he pillado
riéndose de algo que le ha dicho Jurik. Parece... feliz. Me alegro por ella.
Si se da cuenta de que mi cama está desordenada en el fondo de mi despacho, Rachel no
dice nada. Se sienta frente a mi escritorio y acomoda a su hija en su regazo. Es un bebé
enorme, con una preciosa piel dorada y unos ojos giratorios como los de los demás Drakoni.

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Me observa con una mirada fascinada mientras me muevo al otro lado de mi escritorio y
me siento en mi silla. "¿En qué puedo ayudarte?"
Rachel vacila un momento y luego inclina la cabeza, estudiándome. "¿Has... hablado con
Azar últimamente?"
La miro. "Estamos separados", le digo, como si eso no fuera total y absolutamente evidente.
Trato de apoyarlo en público, poniéndome mis vestidos elegantes y sonriendo
inexpresivamente a su lado cuando quiere montar un espectáculo, pero el resto del tiempo,
me escondo aquí en mi clínica. Sin embargo, Rachel vive en el recinto con los otros Drakoni
y Azar. Ella sabría que no estoy allí. Para que ella pregunte algo tan extraño como eso, se
siente... falso. "¿Hay algún problema?"
"No, en realidad..." Piensa un momento, mordiéndose el labio cicatrizado, y luego añade:
"Quería venir a dar las gracias".
Ahora estoy confundida. "¿Gracias?"
"Lo que le has dicho ha funcionado. Ha cambiado de opinión". Ella abraza a su bebé más
cerca de su pecho. "Sólo quería que supieras que has marcado la diferencia con él".
La miro sin comprender. O estoy demasiado cansada para que esto tenga sentido, o me he
perdido parte de la historia. "Rachel, puedo decir sinceramente que no tengo ni idea de lo
que estás hablando".
"Oh". Lo considera por un momento, y luego, cuando Malliope le coge el pelo largo, la cambia
de lugar en su regazo. "Sabes que Jurik puede oír a los bebés, ¿verdad? ¿Que todos los
Drakoni pueden?". Cuando asiento con la cabeza, continúa. "Me gustaría mucho poder
oírla, porque me encantaría saber lo que piensa Malliope en todo momento. Es extraño ser
madre. De repente hay una personita extraña y vulnerable que te necesita para todo, y te
sientes muy responsable de que sea feliz y esté sana". Se toca uno de sus pies que patalea,
enfundado en un botín rosa de ganchillo. "Realmente te hace reevaluar todo".
"Me alegro por ti". No sé qué tiene que ver esto conmigo o con Azar, pero Rachel es
claramente una madre devota.
Se aclara la garganta. "De todos modos. Jurik puede oír hablar a los bebés, pero Malliope
es... diferente. No es estruendosa como Tunjozefren, pero tiene una fuerza diferente, dice
Jurik". Rachel se endereza, prácticamente acicalándose con orgullo. "Su mente es realmente
fuerte para lo joven que es. Y últimamente, Malliope ha estado... transmitiendo un poco".
"¿Transmitiendo?" Pregunto.
"Sí. Así que Jurik tiene a Azar mentalmente 'bloqueado' en todo momento. Es un mecanismo
de defensa contra los Salorian, para que no pueda colarse y empezar a trastear en la cabeza
de Jurik. Creo que la mayoría de los Drakoni se escudan automáticamente ante mentes
como la de Azar. Pero Azar habla con los bebés. Lo sabías, ¿verdad?"
Asiento con la cabeza. La mayor parte del plan de Azar es que espera guiar a los niños para
que sean capaces de cerrar la Grieta de alguna manera. Está en comunicación con todos
ellos, incluso con los que no viven en la fortaleza, como los bebés de Claudia y Sasha. Su

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mente es tan poderosa que incluso "toca" mentalmente a los que aún no han nacido, aunque
no le digo nada de esto a Rachel. Ella no es fan de Azar.
"Bueno, Malliope es muy buena transmitiendo las conversaciones con Azar a Jurik. No sé
si ella se da cuenta de que lo hace, o si Azar lo sabe. Por eso quise venir a verte y hablarte
de ello. Al principio estaba preocupada, porque me preguntaba qué demonios podría decirle
a mi hija. Siempre me ha preocupado que Azar hablara mal de Jurik o de mí y que no lo
supiéramos. Que de alguna manera pusiera a Malliope en contra nuestra". Se vuelve a
morder el labio. "La única razón por la que no hemos salido del Fuerte es porque sé que el
mal está ahí fuera, esperando, y tenemos que hacer algo al respecto. Pero es una
preocupación que he tenido".
Frunzo los labios. No puedo decir: "No, Azar no haría eso", porque creía conocer al hombre,
pero resulta que no lo conocía tan bien como esperaba. Sé que se imagina a sí mismo como
un líder despiadado, pero antes habría dicho que no lo era. Que tiene un corazón suave a
pesar de su exterior espinoso. Ahora, sólo cuestiono todo.
"Una vez que Jurik me dijo que podía 'oír' las conversaciones, le dije que siguiera
escuchando en silencio. Para saber qué estaba pasando. Básicamente, para espiar". Rachel
juguetea con los pies de su hija, como si sintiera la necesidad de tocarla y mimarla
constantemente. "Y lleva días escuchando y... todo son cosas buenas".
"¿Cosas buenas?" Repito.
Rachel asiente. "Los entretiene. Les habla. Les anima a que se acerquen a nosotros cuando
están enfadados o cansados, no a que utilicen el discurso mental, sino a que se acerquen
físicamente a nosotros, especialmente a las madres. No podemos oírles y a veces parece que
nos dejan de lado". Su expresión se vuelve melancólica. "Y Azar les dice lo inteligentes que
son. Lo inteligentes y fuertes que son. Nunca se impacienta con ellos ni se pone feo. No
importa a qué hora del día o de la noche le despierten, es paciente con ellos y les habla.
Creo que no sabe cómo tratar a los bebés, por lo que a veces sus respuestas son un poco
desconcertantes, pero siempre mantiene su voz mental alegre y positiva y alentadora. ¿Y
sabes lo que es total y absolutamente aterrador de todo esto?"
No me suena para nada aterrador, en realidad. Suena muy dulce. Suena como el Azar que
yo creía que amaba.
"Le quieren", dice. "Y confían en él. Confían tanto en él que le piden constantemente que se
meta en sus mentes. Que se haga cargo para que puedan 'arreglar' la Grieta".
Me inmovilizo. Siento como si me hubieran sumergido en hielo. No puedo respirar. "¿Ellos
qué?"
"¿Verdad? Esa fue mi reacción. Me asusté. Jurik tuvo que calmarme. Al parecer, se ofrecen
como voluntarios todo el tiempo porque son bebés y no conocen nada mejor. Pensé que se
trataba de un plan de mierda para que confiaran en él y luego entrar en sus inocentes
mentes y tomar el control". Niega con la cabeza. "En cambio, les anima a construir escudos
mentales. Les dice que NO entreguen sus mentes a nadie, ni siquiera a él. Les recuerda
constantemente que tienen que ser dueños de sí mismos y de cómo proteger sus mentes, y
que si algo empieza a rondar por sus cabezas se lo digan a él y él se encargará de ello. Les

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está protegiendo, Melina". Parece desconcertada. "Es como si... realmente les entendiera.
Les ve como algo más que herramientas. Sé que ha esclavizado a Drakonis en el pasado, y
no puedo perdonar esa parte, pero cuando oigo cómo es con los niños... me siento mejor. Y
sólo quería que lo supieras".
Niego con la cabeza. "Yo... no entiendo. ¿Qué tiene que ver esto conmigo?"
"Lo has cambiado", dice Rachel. Cuando la miro con escepticismo, hace un gesto con la
cabeza y continúa. "Sé que parece una mierda, pero Jurik y Mhal han trabajado con
Salorian en el pasado. Dicen que son duros y horribles y que no tienen ni una pizca de
compasión. Que no se lo piensan dos veces antes de esclavizar a los Drakoni porque no los
consideran personas. Sin embargo, al escuchar cómo era Azar con los bebés..."
No estoy convencida. "Probablemente sabía que alguien estaba escuchando". Sería propio
de Azar "actuar", ser el hombre que la gente espera que sea, todo para salir adelante. Es
astuto, mi marido. Sabe cómo manipular.
Pero Rachel vuelve a mover la cabeza. "Eso es todo. Jurik lleva tiempo escuchando y Azar
nunca cambia de opinión. Ni una sola vez. No tiene ni idea de que Malliope está
transmitiendo a Jurik lo que Azar está diciendo. Él se preocupa de verdad por los niños.
Sólo... quería que supieras que le cambiaste. Sé que los dos no se hablan, y no digo que
tengas que perdonarle. Eso es cosa tuya". Se encoge de hombros. "Pero quería que supieras
que no está completamente sin esperanza".
No sé qué decir a eso. Es bueno que tenga límites que no cruzará, pero al mismo tiempo,
no estoy lista para perdonar. Estoy cansada. Estoy cansada de ser la que siempre tiene que
ceder, la que siempre tiene que aceptar que Azar me ha mentido o ha hecho algo que no
puedo soportar. Estoy cansada de ser la que tiene que ceder. "Te lo agradezco", le digo a
Raquel. "Él... no te envió aquí para alabarlo, ¿verdad?"
Rachel se ríe, con una mirada divertida. "Ni siquiera le gusta fingir que existo. Malliope le
gusta, y a Jurik lo tolera. A mí, no me soporta. No me pediría que le escupiera ni aunque
estuviera en llamas".
"Sólo tenía que comprobarlo".
"Lo entiendo". Se pone de pie, sosteniendo a su bebé en brazos. "Más que nada quería venir
a hablar contigo. ¿Seguro que estás bien? Pareces... cansada".
Por supuesto que parezco cansada. Estoy agotada. Siempre. Pero me pongo una sonrisa en
la cara, porque sospecho que Rachel no quiere oír hablar de mis problemas. "Me las arreglo,
pero gracias por preguntar".
Se va y la acompaño hasta la puerta de la clínica y luego vuelvo a mi despacho para coger
un segundo jersey, ya que no consigo entrar en calor. Mientras me lo pongo en la cabeza,
pienso en Azar y en lo que dijo Rachel.
Odio que todavía le amo. Odio pensar en él constantemente. Echarle de menos. Estar tan
hambrienta de su tacto como de su lengua afilada. Nunca me he sentido tan sola como en
los últimos meses, tan absolutamente sin esperanza. Tampoco me ha dado ninguna

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indicación de que me eche de menos. No ha venido a buscarme ni a comprobar cómo estoy.


Fue como si en el momento en que dejé su cama, estuviéramos en dos ciudades distintas.
Eso me duele tanto como la mentira. Si me quiere como dice, ¿cómo puede abandonar
completamente nuestra relación? Si sabe que ha hecho algo malo, ¿por qué no lucha para
demostrarme que está arreglando las cosas? ¿Por qué no lucha por retenerme?
Con un suspiro, me envuelvo más en mi nuevo jersey y vuelvo al trabajo.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 32

AZAR

Después de otro larguísimo día de minucias de la fortaleza, tengo un dolor de cabeza


palpitante y un agotamiento profundo. Uno de ellos puede remediarse con una siesta, pero
sospecho que el agotamiento permanecerá a mi lado hasta que se cierre la Grieta. Hay
demasiadas cosas que hacer, demasiadas cosas que necesitan de mi mano, y nadie que me
ayude. No es que importe, ya que no duermo bien sin Melina a mi lado. Mientras me dirijo
a mis aposentos, me doy cuenta de que he olvidado comer. No es que tenga hambre. He
perdido el apetito por muchas cosas humanas sin Melina a mi lado.
No importa mucho sin Melina. Hace semanas que no leo nada. No puedo concentrarme lo
suficiente como para terminar un libro, porque no hay una compañera sonriente que me
espere al final del día para preguntarme qué me ha parecido. No tengo a nadie con quien
compartir ideas. Nadie con quien hablar, nadie con quien discutir mis preocupaciones. Todo
se siente vacío sin ella, pero si esto es lo que la hace más feliz, me esforzaré por hacerlo lo
mejor posible.
Sin embargo, sé que tengo que mantener las fuerzas, así que me doy la vuelta y me dirijo a
las cocinas. Allí comeré algo, lo suficiente para aguantar hasta mañana, y luego me iré a la
cama. Frotándome la frente, atravieso el recinto, filtrando en silencio el parloteo de los niños
para poder oír las voces de los demás a mi alrededor. Daniels está en algún lugar cercano
con su hembra, con el espeso aroma de su reciente apareamiento en el aire. Capto los olores
y las voces de docenas de hembras, las hembras de mi programa de bragas. No hemos
tenido más apareamientos desde que liberé a los Drakoni de mi control, y he dejado de
enviar a las hembras para intentar atraer a más Dragones. Sin embargo, sigo
alimentándolas y alojándolas porque dependen de mí. Ayudan, haciendo la colada para la
milicia, ayudando en la distribución de alimentos, y algunos dan clases a los niños en la
escuela que he creado recientemente. Incluso hay una biblioteca, lo que me complace
enormemente. Me fascina la cantidad de conocimientos que contienen los libros, y quiero
que todo el Fuerte florezca con esta información. Cuanto más sepamos todos, más fuertes
seremos.
Al girar por el pasillo hacia las cocinas, alguien está cantando una pequeña melodía.
"¿Carrera nocturna?", pregunta otro mientras pongo una mano en la puerta.
"A la clínica", responde otro, y capto el olor de la sopa. "Más comida para los enfermos, y
un poco más para la propia Melina. La pobre corderita tiene un aspecto horrible. Se está
agotando..."
Abro la puerta de golpe, con los ojos desorbitados. "¿Qué pasa con Melina?"

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Las dos cocineras me miran con terror, una agarrando el asa de un carro rodante lleno de
recipientes de sopa.
"¿Qué. Sobre. Melina?" Vuelvo a preguntar, con el corazón agarrotado en el pecho. "¿Por
qué es una pobre corderita?" Ansío desesperadamente cualquier miga de información sobre
ella. ¿Lleva mis vestidos? ¿Pregunta por mí? ¿Duerme bien por la noche sin mí en su cama,
o le cuesta tanto como a mí? ¿Se ha reído recientemente?
¿Se ha reído desde que me dejó?
Los cocineros intercambian una mirada. La del carro duda y luego habla. "Normalmente
hago las entregas a la clínica y me he dado cuenta de que parece... frágil, mi señor. Muy
cansada. Eso es todo".
¿Frágil?
¿Frágil? ¿Alguien ha dejado que mi hermosa compañera se debilite por culpa de los
enfermos? La indignación y la furia arden en mi interior. "Tú", digo, señalando al del carro.
"Acompáñame a la clínica. Ahora mismo".
"Por supuesto, mi señor", balbucea el cocinero, confundido.
Me doy la vuelta y salgo de golpe de las cocinas, cruzando prácticamente a la carrera el
recinto con rápidas y largas zancadas. Mis pensamientos giran en torno a la preocupación
por Melina. Tiene mucho personal, ya lo he visto. ¿Por qué permite que trabajen con ella
sin descanso? Sólo debería supervisar. Debería dirigir las cosas y pasar el trabajo a sus
subordinados. ¿Y ahora escucho que es frágil?
Quiero gritar de rabia. En lugar de eso, me giro y miro al cocinero y a su carro lleno de
contenedores de sopa. "Date prisa".
"Ya voy, mi señor", grita frenéticamente, y el carro se vuelve más ruidoso mientras lo
arrastra por el camino de tierra.
Es tarde, el cielo iluminado por la luna es claro y frío. El humo de las casas agrupadas es
denso en el aire, junto con los cuerpos sin lavar. La Grieta palpita en lo alto, de un verde
tenue y enfermizo, visible incluso de noche, y los tejados se llenan de insectos. Un insecto
se posa en mi manga, grande como un cuervo, y yo lo arranco y lo arrojo por encima del
hombro sin romper el paso. Más adelante, no me sorprende ver que las luces de la clínica
siguen encendidas y que las puertas de cristal muestran movimiento en el interior. Los
guardias me saludan con la cabeza cuando me acerco.
Los ignoro, me dirijo al interior y escudriño a los ocupantes en busca de mi compañera. Su
olor está aquí, junto con los repulsivos olores de la enfermedad y la muerte. Hay un hombre
al fondo de la sala, que lleva un brazalete rojo sobre la manga del uniforme de la milicia,
símbolo de que trabaja para la clínica, pero no veo a mi compañera. Las cortinas están
levantadas en varias partes de la habitación y avanzo a grandes zancadas, decidido a
arrancarlas de todas de las paredes si es necesario. "¿Melina?"

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Una mujer sale de detrás de una de las cortinas con un cubo de algo asqueroso en los
brazos. Tardo un momento en darme cuenta de que esa criatura desaliñada y desvaída es
mi gloriosa compañera.
Como dicen los humanos, ¿qué carajo?
Melina ha perdido peso desde la última vez que estuvo a mi lado. Incluso con capas de ropa,
está demasiado delgada. Sus pómulos son prominentes, su cara ya no está llena y sana.
También parece cansada, y su hermoso pelo, del que está tan orgullosa y que cuida con
tanto cariño, está recogido en una simple cola desaliñada. Sus ropas básicas y anodinas
están manchadas y arrugadas, y sus hombros están caídos. Lo más preocupante es que
sus ojos parecen apagados.
No me gusta esto.
Me enderezo hasta alcanzar mi máxima altura y le dirijo una mirada imperiosa. "¿Qué
significa esto?"
Melina mira a su alrededor, con expresión de desconcierto. "¿Qué significa... qué?"
"Sólo con mirarte me doy cuenta de que estás trabajando demasiado". Me acerco a ella, con
la túnica enredándose entre mis piernas. Llego a su lado y le toco la barbilla, su piel cálida
y seca bajo mi mano. Le inclino la cara hacia arriba, estudiándola, y ella hace un intento
poco entusiasta de liberarse de mi agarre. "Tienes ojeras".
Ella golpea mi mano. "Eso es probablemente porque estoy cansada".
"¿Dónde está el personal que he enviado? Los que se supone que deben ayudarte". Bajo la
mano y, en su lugar, apoyo suavemente una en su espalda, empujándola suavemente hacia
su despacho.
"Me están ayudando", dice Melina, con voz cansada. "Es sólo que la mitad de ellos están
enfermos y por eso todos tienen que suplirlos".
"¿Enfermos? ¿Enfermos de qué?"
"La gripe. Es algo estacional. Este año parece ser peor que la mayoría". Sacude la cabeza.
"Ya se calmará. Sólo tenemos que pasar la época de mayor actividad. Dale unas semanas
más".
En unas semanas más, estará tan débil que perdería una pelea con un niño. Sin embargo,
la dejo presentar sus excusas y la guío hacia su despacho. Las camas de la clínica están
llenas, y Daniels me lo ha mencionado, pero pensé que era simplemente porque los
lugareños siguen comiendo los bichos a pesar de las constantes advertencias que les
hacemos. ¿Otro tipo de enfermedad? No me gusta esto. Parece que este mundo está hecho
para aprovecharse de la generosidad de mi pobre compañera.
Bueno, ya no. Tengo la intención de ponerle fin.
En cuanto entramos en su despacho, la dirijo hacia el patético catre que se supone que es
su cama. Hay una almohada, pero la única manta es la que lleva puesta, y el interior está
helado. "¿Dónde está tu ropa de cama?"

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"Necesitábamos más para los pacientes", dice, sentándose en el borde del catre
desmadejada, como si no tuviera fuerzas para funcionar. "Así que les di la mía".
"Tonterías", digo. "Haré que me traigan más". Me arrodillo a sus pies y le quito un zapato.
Es una zapatilla sucia, con los cordones que siempre me confunden. Preferiría arrancarlos,
pero sé que a Melina no le gusta eso, así que rasgo con cuidado el nudo que los ata. "¿Tienes
hambre? Mi criado ha traído comida. Comida caliente".
Sus ojos pesados y cansados parpadean con interés. "Eso es genial. A los enfermos les
vendría bien una comida caliente..."
"Lo he traído para ti", digo entre dientes, irritado porque una vez más no piensa en sí misma.
"Pueden comer cuando tú te hayas saciado".
"Los enfermos lo necesitan más que yo..."
Niego con la cabeza. "¿Cuándo entenderás que aquí no me importa nadie más que tú? Si
digo que tienes que comer cada bocado, tienes que comer cada bocado y ellos pueden tener
tus sobras".
"Azar", protesta en voz baja.
Sé que no le gusta esa respuesta. Su corazón demasiado blando quiere alimentar a todo el
mundo y curarlos a todos ella misma, aunque la haga caer en picado. "Por suerte para ti,
he traído más", refunfuño. "Así que no me refunfuñes. Hay suficiente para todos".
Se queda en silencio mientras le quito los zapatos y le froto los pies. Uno de sus calcetines
tiene un agujero en la punta, así que le vuelvo a meter el dedo en el calcetín con cuidado y
me doy cuenta de que ya no tiene esmalte rosa en las uñas. Le encantan las uñas y el pelo
bonitos. El hecho de que no haya tenido la oportunidad de cuidar de sí misma me dice
mucho sobre la situación, y me enfado. Estoy enfadado porque todos estos tipos creen que
pueden aprovecharse del corazón suave y generoso de mi compañera, y estoy más enfadado
conmigo mismo porque le he dado espacio.
Ya no. Está claro que Melina no utilizará el espacio para cuidarse, así que tendré que
intervenir.
Le froto los pies, trabajando los arcos con mis dedos mientras estudio su rostro. Sus ojos
se han cerrado, y no emite ni un solo sonido de protesta por mi actitud intimidatoria. No es
propio de ella, y eso debe significar que está realmente cansada. Verla así, agotada, me hace
dueño. Aunque no estemos unidos por el fuego, es mi responsabilidad velar por ella. Mis
hombres me informan regularmente de sus movimientos, pero no me han dicho que esté
cansada. Que está cansada y no duerme.
No he hecho las preguntas correctas, así que ahora no confiaré en los informes de segunda
mano. Yo mismo me encargaré de su comodidad. Mientras le froto los pies, levanto la vista.
"¿Tienes sed? ¿Te traigo un poco de agua?"
Ella niega con la cabeza. "Estoy bien. Probablemente debería volver a salir y ayudar a Gary.
Lleva aquí desde el amanecer". Pero no se levanta, su expresión es pacífica mientras le
masajeo un pie y luego el otro.

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"Te quedarás aquí y dejarás que te atienda", respondo. "Y es una orden del señor del Fuerte".
Melina suelta un pequeño bufido, como si se divirtiera, pero no se levanta.
Cuando le he frotado los pies y las pantorrillas, me pongo de pie. "Quiero que te quedes
aquí y te relajes. Voy a buscar tu cena y más mantas, y luego tú y yo vamos a hablar".
Me hace una mueca y tira de la fina manta para rodear sus hombros.
Tomaré el hecho de que no proteste como una buena señal. Vuelvo a atravesar la clínica y
veo que mi soldado está distribuyendo la comida. Marchando hacia el carro, agarro uno de
los botes antes de que pueda cogerlo y le miro con desprecio. "Quiero que traigan más
mantas lo antes posible. Que uno de los otros reparta la comida".
"Por supuesto, señor". Se apresura a responder, vaciando rápidamente el carro de su
contenido. "¿Las mantas son para los pacientes? ¿Cuántas quiere?"
Le miro fijamente. "Quiero mantas para mi pareja". Luego, como mi temperamento amenaza
con escaparse de mí, me restriego una mano por la cara e inspiro profundamente. "Trae
también mantas para los pacientes. Pero quiero mantas suaves y limpias para Lady Melina.
Tráiganmelas antes que nada. ¿Entendido?"
"Ahora mismo", dice, saliendo a la carrera por la puerta y olvidando por completo su carro
de suministros.
A veces juro que estoy rodeado de tontos. Con un suspiro, cojo el recipiente de sopa caliente,
agarro una cuchara y una botella de agua recién rellenada y vuelvo hacia el despacho de
Melina. Cuando vuelvo, sigue acurrucada en el mismo sitio, abrazando la manta y con un
aspecto tan lamentable que me parte el corazón. Se estremece y trata de envolver la manta
con más fuerza.
Hasta aquí. Dejo el recipiente de sopa cerca y empiezo a desabrochar el cuello alto de mi
túnica.
Melina me mira, frunciendo el ceño. "No sé por qué te desnudas. No voy a tener sexo contigo
sólo porque me hayas traído sopa".
Me quito la túnica y se la pongo sobre los hombros. "Ponte esto. Es cálido".
Se queda mirando mi pecho desnudo y luego los ligeros pantalones que llevo debajo. "¿No
tienes frío? Creía que odiabas este tiempo".
Yo sí. Es absolutamente miserable y no puedo imaginar cómo esta gente puede funcionar
durante los meses de frío. Por lo que me han dicho, hace mucho, mucho más frío al norte
de aquí, pero los Drakoni pueden quedarse esas tierras por lo que a mí respecta. Esto es lo
más gélido que quiero conseguir. "Estoy bien. Tú, no. Póntela".
Melina deja caer su manta y pasa torpemente un brazo por una de mis mangas. La ayudo
con la otra, preocupado por lo débil que parece. Su piel parece bastante cálida cuando mis
dedos la rozan, pero su falta de energía me preocupa.

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Una vez que tiene la túnica puesta, me arrodillo frente a ella y la abrocho, y luego vuelvo a
ponerle las mantas encima. "Uno de los hombres traerá pronto más mantas. Hasta
entonces, voy a ponerte un poco de sopa. ¿Todavía tienes frío?"
"Estoy bien", susurra.
"Eso está por ver", replico. "No me parece que estés bien. Parece que te estás desmoronando.
¿Estás suspirando porque me echas de menos? Hace poco leí en un libro que una princesa
hacía eso porque su padre no la dejaba casarse con el príncipe tonto que quería. Entonces,
pensé que eras más fuerte que eso, pero quizás no". La observo para ver si mis aguijones
hacen que se anime y luche, pero se limita a acurrucarse en la cama, como si necesitara
toda su energía para sentarse allí y no hacer nada.
Hmm.
Agarro el recipiente de sopa y le quito la tapa, luego le doy una cucharada y se la tiendo.
"Come".
"Puedo alimentarme sola", protesta Melina débilmente.
"Sí, está claro que estás haciendo un trabajo espectacular con eso. Sólo come, ¿de acuerdo?"
Le acerco la cuchara a los labios. Por un momento sus ojos brillan con un poco de su
antiguo fuego, pero luego abre la boca obedientemente y me permite alimentarla.
Melina logra unos cuantos bocados antes de negar con la cabeza. "No más".
"Apenas has comido lo suficiente para mantener vivo a un niño", protesto. Mi preocupación
sigue aumentando. Esta no es la criatura feroz e independiente que sostiene mi corazón.
La mujer que tengo delante es frágil y está luchando. "¿Me dirías si algo te preocupa,
Melina? ¿Algo más que quizás haya hecho?"
¿He hecho de alguna manera algo más que la altere y haga que no coma ni beba? He oído
hablar de generales deshonrados que se quitan la vida con veneno, pero seguramente
Melina no haría algo así. Me envenenaría a mí antes de envenenarse a sí misma. Aun así,
algo parece estar mal.
"Estoy muy cansada", susurra. "Y frío".
¿Todavía?
Estiro la mano y le acaricio la mejilla y ella me agarra inmediatamente la mano, aferrándose
a ella. "Estás tan caliente, Azar". Presiona mi mano contra su mejilla y, para mi sorpresa,
sus dedos están helados aunque su cara no lo esté. "¿Puedes ayudarme a entrar en calor?
¿Sólo un poco?"
Algo va mal. Apenas quiere mirarme desde que se supo la verdad y liberé a los Drakoni.
Asiento con la cabeza, acariciando su cara, y ella cierra los ojos, inclinándose hacia mi
contacto. Pienso en su clínica, llena de enfermos, y me asalta un nuevo y aterrador
pensamiento. ¿Y si esta gente ha contagiado a mi compañera? Los Salorian no enferman,
ni los Drakoni, pero he oído a la milicia hablar de que la gente está "enferma". Tardé días
en darme cuenta de que no era una enfermedad debida a los insectos, o a la comida, sino
una enfermedad de algún tipo.

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¿Melina tiene una enfermedad?


Tengo que saberlo. Tomo su mano entre las mías, apretando un beso en sus dedos helados.
"Vuelvo enseguida, corazón mío. Hay algo que debo hacer. ¿Puedes recostarte un poco?"
Asiente, acurrucándose en el catre, con los ojos cerrados. Parece tan pequeña e indefensa
que me da pánico. Quiero agarrarla y llevarla de vuelta a mi cama en el recinto, donde debe
estar, pero sé que eso sólo la enfadaría. Sin embargo, si va a quedarse aquí, quiero algunas
respuestas. Salgo de su despacho y echo un vistazo a la clínica, buscando al asistente
masculino. ¿Cómo se llamaba? No lo recuerdo, y no importa. Lo encuentro con uno de los
brazaletes rojos y ayudando a alguien con sus mantas. "Tú. Ven conmigo".
El hombre se sube las gafas a la nariz y me mira con curiosidad, observando mi pecho
desnudo. "¿Está todo bien?"
"Si lo estuviera, ¿te necesitaría? Ahora sígueme", digo con brusquedad. "Algo está mal con
Melina".
Me sigue mientras me apresuro a volver al lado de mi compañera. Melina está donde la dejé,
una forma leve en el catre acurrucada con ropa y mantas. Me arrodillo a su lado, tomo su
mano y frunzo el ceño al ver lo fría que está. ¿Por qué tiene los dedos helados cuando su
cara está tan caliente? Le acaricio la mejilla y acuno su mano fría contra mi corazón. Estoy
aquí, le digo en silencio. Cuidaré de ti.
"Hágase a un lado, por favor", dice el macho y prácticamente se abre paso junto a mí.
"Necesito examinarla".
Furioso, miro en su dirección, mis garras se alargan cuando presiona mi control. Quiero
acercarme y romperle el cuello a ese tonto presuntuoso. Pero cuando presiona una mano
sobre la frente de Melina y luego coloca un dedo al lado de su cuello, parece que sabe lo
que está haciendo. De mala gana, retrocedo y le permito tener acceso a ella, rondando cerca.
Veo cómo le introduce un pequeño palo en la boca y Melina gime como protesta, pero nada
más.
Saca el palo y lo estudia, luego me mira. "Fiebre. Probablemente tenga gripe, como todos
los que están aquí". Agita el palo con la mano mientras se pone en pie. "Era de esperar,
supongo. Ha estado trabajando sin parar, pero claro, todos tenemos..."
"¿Qué es la gripe?" Pregunto. "¿Cómo se arregla?"
"Es la gripe", dice el hombre, como si eso lo respondiera todo. Señala la clínica. "La misma
enfermedad que tiene todo el mundo aquí. Es una que se propaga en los meses más fríos y
no hay mucho que hacer por ella, aparte de esperar a que la persona mejore". Hace una
pausa. "O no".
¿O no? Lo dice tan despreocupadamente, como si mi corazón no amenazara con salirse del
pecho por completo. "¿Qué necesitas? ¿Más medicina? ¿Más sopa? ¿Más qué? Dime y se
hará".
El odioso varón me lanza una mirada de lástima. "Si se pudiera hacer algo, ¿no crees que
ahora tendríamos mucha menos gente en la clínica? Lo único que podemos hacer con

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nuestros limitados recursos es intentar que estén cómodos y proporcionarles medicamentos


si la temperatura sube demasiado. Déjela descansar, manténgala hidratada, y si pueden
encontrar algunos analgésicos antiinflamatorios, eso podría ayudar con los dolores
musculares. Ayer se nos acabó todo".
"¿Qué?" Mi voz se quiebra en una nota aguda, alta y de pánico. "¿Cómo pudisteis quedaros
sin nada? ¿Por qué no habéis guardado algo para vosotros?"
"¿Porque estamos tratando de salvar vidas?" Me mira con paciencia. "Señor mío, la mayoría
de la gente sale bien de la gripe. Puede tardar una semana, pero sin antivirales, lo único
que podemos hacer es tratar los síntomas y asegurarnos de que se atienda lo mejor posible.
¿De acuerdo?"
Le miro fijamente. "¿Habéis utilizado toda vuestra medicación?"
"Ha sido una temporada de gripe bastante desagradable y no nos quedaba mucho".
Y sin embargo, la clínica sigue llena y la mitad del personal está de baja por la misma
enfermedad. "¿A cuántos has tratado por este asunto de la 'gripe'?"
"No llevamos la cuenta. Tal vez un centenar de personas han pasado por aquí para pedir
consejo o medicación, o tal vez más. Algunas docenas se han quedado a pasar la noche o
más tiempo".
"¿Cuántos han muerto?"
Eso le hace hacer una pausa. "Seis. Pero dos estaban debilitados debido a la intoxicación
por insectos, y uno era viejo, y... bueno, a veces tu cuerpo simplemente no puede luchar
contra las cosas".
Seis. ¡¿Seis?! Seis es demasiado. Miro fijamente a mi pobre Melina, tan frágil y quebradiza
y temblando a pesar de las capas apiladas sobre ella. No puede morir.
No lo permitiré.
Me muevo a su lado, arrodillándome junto al catre. "Haz entrar a uno de mis hombres".
Tomo su mano entre las mías una vez más, apretándola contra mis labios.
"Probablemente estará durmiendo..."
Me vuelvo hacia él, gruñendo. "¿Y qué? No voy a alejarme de ella mientras esté enferma".
Le enseño los dientes, deseando no haberme limado los colmillos. Sin embargo, si mis
garras se alargan más, voy a tener problemas. "A menos que quieras que te eche de este
asentamiento con mis propias manos, busca a mis soldados y diles que entren. Necesitamos
suministros y los van a conseguir".
Melina necesita mantas. Necesita más sopa, toda la que pueda aguantar. Necesita
almohadas y ropa gruesa y suave. Una cama más cómoda. También necesita medicinas.
Esas cosas antivirales que su asistente mencionó. No me importa lo lejos que tengan que ir
mis hombres, pero van a salir a buscar algunas de estas medicinas o no deberían molestarse
en volver.
Acaricio la frente de Melina, preocupado.

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La mayoría de los humanos superan la gripe sin problemas, había dicho. ¿Por qué la
enfermedad de Melina me corta como un cuchillo?

∗∗∗∗∗∗∗

PERMANEZCO AL LADO de Melina toda la noche y hasta el día siguiente. No duermo porque
me preocupa que me necesite, y cuando los niños presionan mis pensamientos, aburridos
y deseando atención, los empujo suavemente hacia atrás. Ahora mismo no tengo tiempo
para ellos. Para lo único que tengo tiempo es para mi compañera y sus necesidades.
Se duerme, se despierta el tiempo suficiente para beber un poco de agua y comer un par de
bocados de sopa, pero vuelve a dormirse. Intento que coma más y la ayudo a ir al baño
cuando lo necesita. Pero está tan débil como un recién nacido y sus escalofríos parecen
interminables. Incluso con un montón de mantas encima, tiene frío, así que me deslizo con
cuidado en el catre junto a ella y la aprieto contra mi pecho. Eso ayuda, pero no lo suficiente.
Gary -ahora he aprendido su nombre- viene a veces a comprobar la temperatura de Melina,
y siempre frunce el ceño. "Pronto habrá novedades", me dice. "Sólo tenemos que esperar".
Me dan ganas de reñirle por decir algo tan tonto y poco útil, pero Gary apenas ha salido de
la clínica desde que llegué. Está tan cansado como mi Melina, pero sigue ayudando a los
enfermos, con un comportamiento tan alegre como siempre, y se gana mi admiración a
regañadientes.
He enviado seis equipos de carroñeros, junto con Vaan y Gwen, que se ofrecieron a viajar
al "oeste" y ver qué podían encontrar. Llevaron a su hijo con ellos, y de vez en cuando,
Tunjozefren llega y me pincha desde una gran distancia. Es impresionante el alcance que
tiene, y si no estuviera tan centrado en Melina, podría entusiasmarme con lo que eso podría
significar para mis planes en la Grieta.
Así las cosas, lo único que me importa ahora es que Melina se mejore.
En cambio, suda y tiembla y come menos que un pájaro.
Pasa un día. Luego, otro. Los labios de Melina están agrietados y secos, y cuando intento
darle cucharadas de caldo o agua, no le interesa. Duerme cada vez más tiempo y Gary sigue
tomándole la temperatura, con expresión preocupada. Rebusca en el botiquín que Melina
tiene en su despacho, como si buscara algo que se le hubiera pasado por alto. Abrazo a mi
compañera y la aprieto contra mi pecho, aterrorizado.
Tengo la sensación de que se me escapa y no puedo hacer nada al respecto. ¿Es por esto
que los Salorian no toman pareja? Ahora mismo me arrancaría el corazón del pecho si eso
evitara el dolor de verla marchitarse delante de mí. Odio la sensación de impotencia. Odio
no poder ayudarla o salvarla. ¿De qué sirve mi fuerza mental, o mi dominio sobre los
humanos, si no puedo salvar a una frágil hembra?
De vez en cuando, Melina se despierta y me habla durante unos minutos, pero nunca por
mucho tiempo. Sigo esperando que se enfade conmigo, que me exija que me vaya. No lo
haré, por supuesto, pero espero que lo pida igualmente. Pero nunca lo hace. Se aprieta

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contra mí, se acurruca contra mi cálida piel. "Siento ser una molestia", susurra el segundo
día que permanezco a su lado. "Sé que odias que la gente sea débil".
"No eres un problema en absoluto", le prometo a mi querida compañera, acariciando su
pelo húmedo por el sudor de su cara. "Y no eres débil. Sólo estás enferma. ¿Puedes comer?"
Niega con la cabeza y se acerca a mí. "Más tarde".
"Unos pocos bocados", protesto. "Sólo un poco. Por mí".
Pero ella se limita a recoger su cara contra mi cuello y vuelve a dormirse, dejándome con
pensamientos cada vez más preocupados. No puede seguir así. Su fuerza desaparecerá por
completo.
No sé qué haré si la pierdo. De alguna manera, todos mis planes de sellar la Grieta, de
gobernar Fort Dallas, de crear mi propio Imperio en este mundo, no significan nada si ella
no está aquí. Renunciaría a todo y viviría bajo el yugo del monstruo si eso salvara a mi
compañera. Volvería a mi mundo como un paria vilipendiado, si eso significara que Melina
estaría a salvo en este lado. ¿Cómo puedo salvarla? ¿Cómo evito que se pierda?
Los olores en la sala de enfermos cambian a medida que algunos pacientes se marchan,
sus fiebres se rompen incluso cuando la de Melina continúa. Mis exploradores regresan con
malas noticias: no hay medicamentos que encontrar sin aventurarse aún más lejos. Vaan
y Gwen tampoco encuentran nada.
Acaricio el brazo de Melina y la observo mientras duerme, tratando de no desesperar.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 33

AZAR

“¿Cómo está?", me pregunta una voz, despertándome de un sueño inquieto.


Abro los ojos y me enrosco protectoramente alrededor de mi compañera mientras mi mirada
se centra en un rostro humano lleno de cicatrices. Rachel. Su compañero está con ella,
montando guardia detrás de su hembra, con su hijo acurrucado contra su pecho en un
cabestrillo. Lleva unos pantalones y una camisa de manga larga, y la hembra tiene las
manos metidas en una gruesa chaqueta para aislarse del frío.
Rachel se sienta en una silla cerca de la cuna y mira a Melina, que sigue durmiendo en mis
brazos, demasiado cansada para despertarse. "Me enteré de que no estaba muy bien. Y el
personal de casa dijo que seguías aquí. Todos están preocupados por ella". Hace una pausa
y luego añade: "Y por tí también, de verdad".
Paso los dedos por la mejilla de Melina. Todavía está caliente, lo cual es normal para mí,
pero es demasiado caliente para un humano sano. "Ella está... no está bien".
"Mierda", respira Rachel, con la preocupación en su rostro. "No se veía muy bien cuando
estuve aquí hace unos días y no sabía qué pensar. ¿Se recuperará?"
Aprieto la mandíbula, sin responder. Tiene que salir adelante. Tiene que hacerlo. Sin
embargo, cada vez que Gary viene a ver cómo está, su expresión es más preocupada. Miro
la mesa cercana, la jarra de agua llena, la sopa sin comer. Su respiración suena espesa y
agitada, y me preocupa que le esté pasando algo a sus pulmones. La acerco más a mí y
cierro los ojos, porque no voy a pensar en que me deje.
No me importaba ser un Salorian "roto" con emociones y apegos cuando ella estaba a mi
lado. Pero la idea de perderla me destruye por dentro. Pienso en el niño de Old Yeller, cuyo
corazón estaba destrozado por la pérdida de su animal. Cuando lo leí no entendí por qué
estaba tan afectado.
Desearía no entenderlo ahora. Lo deseo desesperadamente. Estaré mil veces más destrozado
si Melina me deja aquí solo. Ella no tiene que ser más mi compañera si no quiere. Sólo la
necesito bien. Entierro mi cara contra su cuello, respirando su olor, el agradable aroma de
ella apagado por la enfermedad. "Ella está... luchando".
Rachel hace un ruido de comprensión en su garganta. Cuando levanto la vista, hay pura
simpatía en sus ojos. "Jurik y yo enviamos un mensaje a Fort Shreveport, preguntando si
tenían medicamentos de sobra. Nadie quiere venir a Fort Dallas a traerlos directamente,
pero han accedido a dejarlos en un punto de entrega a medio camino entre aquí y Fort
Shreveport si es que tienen. Volaremos para comprobarlo de nuevo por la mañana".

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"Mi agradecimiento".
"Es por Melina, por supuesto", dice Rachel. "Todo el mundo la quiere. La necesitan". Las
palabras no dichas cuelgan en el aire. Nadie sabe lo que harás si ella nos deja.
No necesita decirlo. Yo tampoco sé lo que haré si mi compañera se va. La seguiré, y en el
proceso, puede que me lleve todo este mundo lleno de mierda si la dejan morir. Pero...
quizás no. Rachel y su compañero se han preocupado lo suficiente como para llegar a otro
Fuerte. Aunque nadie en ese Fuerte se acerque a Fort Dallas porque yo esté aquí, se
agradece. Si no tienen nada para nosotros...
Rachel se calla y Jurik gruñe. Levanto la vista y veo que se están comunicando en privado,
la expresión de Rachel es vaga y los ojos de Jurik giran mientras se cierne protectoramente
cerca de su compañera. Puedo sentir el flujo de sus pensamientos fuera de mi alcance, pero
no los presiono ni trato de escucharlos. No me importa lo suficiente. En lugar de eso,
acaricio la espalda de Melina y la aprieto contra mi pecho desnudo porque parece ser el
único momento en el que no se estremece.
"He oído algo más de Fort Shreveport", Rachel se ofrece después de un momento. "No sé si
funcionaría, pero es una idea".
"¿Qué?" Levanto la vista. A estas alturas, estoy dispuesto a intentar cualquier cosa si eso
ayuda a Melina a luchar contra esta amenaza invisible que la aleja de mí. "¿Qué es?"
Se aclara la garganta. "El Fuerte Shreveport tuvo unas cuantas personas que se
encontraron con la Plaga Negra a principios de este año. Fue en un asentamiento periférico,
y pensaron que dos de sus habitantes iban a morir. A ambos se les dio sangre Drakoni y
ambos vivieron".
Me incorporo. "¿Sangre Drakoni? ¿Cómo?"
"Una transfusión", dice Rachel, señalando el interior de su brazo dañado. "Pones una aguja
aquí y un tubo, y alimentas a la otra persona con tu sangre. Puede que funcione, pero puede
que no". Hace una mueca. "Me advirtieron que podría cambiar otras cosas fundamentales
de ellos, también. El olor, la capacidad de oír a los Drakoni, o puede que no funcione en
absoluto. Sé que uno de los Drakoni lo hizo para salvar a su compañera en su fortaleza.
Sólo es una idea".
Contemplo a mi compañera. Pienso en ella oliendo como Jurik, o Vaan, porque su sangre
está dentro de ella, y quiero aplastar algo por pura envidia. "¿Funcionará mi sangre?"
"¿Viendo que eres prácticamente igual a los Drakoni? No puedo imaginar por qué no". Su
tono es sarcástico. "Te ves a ti mismo como diferente pero realmente no lo eres, ya sabes.
De todos modos, pensé que debía decir algo. Jurik no quería que lo hiciera, porque cree que
me culparás si la pierdes". Se pone en pie, lanzando una mirada preocupada a Melina. "Pero
tengo la sensación de que si no haces nada, podrías perderla también de esa manera. Así
que a la mierda".
No digo nada mientras ella se va, su compañero un paso detrás de ella. Darle a Melina mi
sangre. Dale mi inmunidad. ¿Funcionará? Suena demasiado fácil. ¿Pero qué pasa si mi
sangre no es tan fuerte como la sangre Drakoni y ella tiene que tomar la sangre de otra

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persona? ¿Significará eso que ya no es mía? La idea me aterra, pero la idea de perderla me
asusta aún más.
Acaricio la mejilla de Melina. "Despierta, amor. Tengo que preguntarte algo". Necesito su
consentimiento antes de cambiar quién -y qué- es ella. "Despierta, por favor".
Ella gime, temblando.
Para calmarla, rozo con mis dedos su suave piel. "Estoy aquí, amor. Estoy contigo. Despierta
por mí".
Como si estuviera perdida en su fiebre, Melina gira la cabeza, sus movimientos son pesados,
y sus pestañas se abren, sólo un poco. Es suficiente para complacerme, sin embargo, y mi
corazón se siente como si pudiera estallar cuando ella se centra en mí. "Estoy muy cansada,
Azar".
"Lo sé, mi corazón. Estás enferma. Estamos buscando medicinas, pero quería darte un
tratamiento diferente". Tomo su mano inerte entre las mías y presiono con besos su palma
húmeda. "¿Me dejarás compartir mi sangre contigo?"
"¿Sangre?" Me mira fijamente, sin comprender. "¿Por qué sangre?"
"La sangre de Dragón podría ayudarte a mejorar". Presiono con besos cada una de las
delicadas yemas de los dedos a continuación. "Puede que no funcione, pero ¿me dejarás
intentarlo?"
Sus labios se curvan en la más tenue de las sonrisas. "Claro".
"Será mi sangre", le advierto. "Puede que acabes oliendo como si me pertenecieras". Y mi
polla traidora y no muy Salorian se pone rígida al pensarlo. "Quería que lo supieras antes
de avanzar, para asegurarme de que te parecía bien". Busco en su rostro. "No haré nada
sin tu consentimiento".
"Oh, hay un cambio", murmura, y su voz está tan adormecida por el cansancio que no
puedo saber si está bromeando o tratando de herirme. Sus ojos se cierran de nuevo.
"¿Melina?" La levasnto suavemente un poco, acunando su cuello. Busco en su rostro, pero
es como si responderme le quitara toda su energía. Aun así, debo saberlo. "¿Es eso un sí?"
Sus ojos se abren de nuevo y asiente con la cabeza.
Animado, la atraigo contra mi pecho, sentándola en posición vertical. "¿Puedes comer algo?
¿Un poco de agua? Tienes que comer, amor".
"Estoy cansada", protesta, pero se las arregla para comer unos cuantos bocados, y toma
unos sorbos de agua. Un momento más tarde, una tos profunda y espasmódica la sacude,
con un sonido húmedo y desagradable. Su malestar suena como si se trasladara a sus
pulmones, y la idea me llena de terror. Tose y tose hasta que creo que no puede aguantar
más y entonces se desploma contra mi pecho, con la respiración entrecortada.
"No te preocupes, amor", le susurro. "Voy a salvarte. No importa lo que cueste".

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∗∗∗∗∗∗∗

GARY PREPARA ESA COSA que llama "intravenosa". Me perfora el brazo con una gruesa
aguja, y un delgado tubo se conecta al brazo de Melina por el otro lado. Permanezco lo más
quieto posible, observando a Melina en busca de cualquier signo de problema. Quiero que
se le dé a Melina hasta la última gota de sangre de mis venas si eso la ayuda, pero Gary
insiste en que lo mejor es un poco cada vez, ya que podríamos no ser compatibles.
Ni siquiera sé qué significa eso. Todo lo que sé es que es otra frustración.
Observo a Melina toda la noche, esperando que muestre un cambio. Algún tipo de diferencia
sutil que me diga si mi sangre la está ayudando o no. Por la mañana, Melina parece más
débil que nunca. No se despierta cuando trato de despertarla para comer. Ha recibido más
de mi sangre, pero no puedo saber si está surtiendo efecto o no. Frenético, huelo su piel,
pero ni siquiera huele como yo.
¿La estamos envenenando al intentar salvarla? ¿Necesita un Drakoni en lugar de mí?
Deshecho mis pensamientos, buscando a Jurik o a su hija para contactarlo. ¿Medicina?
Envío desesperadamente. ¿Habéis encontrado algo?
Nada, envía Jurik de vuelta. No había nada.
Mi conmoción por el hecho de que haya tocado mi mente voluntariamente es rápidamente
tragada por la desesperación. No hay nada que pueda ayudar a mi Melina. Mi compañera
está muriendo ante mis ojos, y no hay nada que pueda hacer al respecto. La ira y la
impotencia se enfrentan en mi interior.
No puedo dejarla escapar. No así. Acaricio el rostro de Melina, memorizando sus rasgos.
Luego, me dirijo a su asistente.
"Necesito más sangre", espeto al revoloteador Gary. "Sangre Drakoni. La mía no es suficiente
para ella". Tal vez los Salorian tengan una sangre más débil que la de los Drakoni. Tal vez
ese sea el problema. "Encuentra a Gwen. Encuentra a Jenny. Cualquiera que tenga una
pareja Drakoni. Diles que necesito urgentemente a sus parejas. Deben salvar a Melina".
Gary vacila. "No estoy seguro de que sea una buena idea..."
"¡Hazlo! ", bramo. "¡Vuelve con soluciones o no vuelvas!"
Retrocede a toda prisa, derribando una bandeja. Un momento después, sale corriendo por
la puerta, y puedo oír su corazón palpitando de miedo. Bien. Se da cuenta de que estoy
desesperado. Acuno a Melina contra mí, contemplando su hermoso rostro. Se desvanece
ante mis ojos. "Vamos a darte la sangre de otros", le susurro. "No me importa si cambia tu
olor. No me importa si apestas a Jurik, Mhal y Vaan. Sólo quiero que vivas".
Sin embargo, aunque diga las palabras, son mentiras. Quiero que viva. Quiero que viva más
que nada. Pero la parte feroz y posesiva de mí, que ha ido creciendo día a día, odia la idea
de que huela a otro macho. Ella olerá como él y no como yo...
A menos que le entregue mis fuegos. A menos que vierta mi esencia en ella y la tome como
mi compañera, uniendo nuestras mentes para siempre.

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En el momento en que la idea se me pasa por la cabeza, mis colmillos descienden,


sorprendentemente largos. La lujuria hierve en mi organismo y gruño, encorvándome sobre
mi enferma compañera mientras la aprieto contra mí. La parte de Dragón que hay en mí lo
desea, dolorosamente. Prácticamente se desquicia ante la idea.
Si tiene que tener la sangre de otro, que tenga también mis fuegos.
No lo dudo. Incluso si me pierdo en el proceso, debo reclamar a Melina. Debo marcarla
como mía. Esa parte salvaje e indómita de mí lo exige.
Inclinando la cabeza de mi compañera, expongo su garganta y hundo mis colmillos
profundamente en ella. El veneno sale a borbotones de mis colmillos y penetra en su piel
perforada. Ella se estremece bajo mí, gimiendo, y una caliente ráfaga de gozo me recorre
mientras la reclamo. Mi polla se sacude, y entonces me corro, mi semilla espesa y caliente,
pegando mis pantalones a mi piel. Nunca había sentido tanto éxtasis. Un desenfreno tan
grande. Mis pensamientos se centran en Melina, y sólo en Melina. Su olor está en todas
partes, y apoyo mi frente sobre la suya. Eres mía, le digo. Mi compañera. ¡Toma todo de mí!
Únete a mí. Deja que te ame.

Por favor.
Otro escalofrío de placer me recorre, y la sangre de Melina toca mi lengua. Su sabor es puro
salvajismo y hace que mi lado Drakoni se vuelva loco. Mis pensamientos bullen, feroces e
intensos, y cuando libero a mi compañera, otros pensamientos se apresuran a ocupar su
lugar.
Olores: demasiados. El olor de cientos de humanos. El olor de la decadencia. De agua. De
insectos. Barro. De Dragones. De todo.
Sonidos por todas partes. Gente hablando, riendo. Un niño llorando.
Pensamientos: los niños. El toque de deseo de otros Drakoni... y la cosa en la Grieta.
Todo ello se abalanza sobre mí y me pierdo en la locura.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 34

MELINA

Me duele todo.
Literalmente, todo. Estoy tumbada en la cama, con el olor a sudor rancio -el mío propio-
impregnando el aire a mi alrededor. Puedo oler mi pelo y mis mantas, y desde la distancia,
puedo oler la sopa caliente. Por primera vez en lo que parece una eternidad, no me dan
ganas de vomitar. Eso es una buena señal.
Lástima que todo duele. Me duelen las pestañas. Me duelen los poros. Me duele el cuero
cabelludo. Siento el cuello especialmente sensible en un lado. Incluso me duelen las yemas
de los dedos, como si hubiera estado pinchando cosas sin parar mientras dormía. Es
increíble cómo puede doler hasta una ceja. Es una hazaña impresionante.
Me tumbo en silencio, demasiado agradablemente cansada para abrir los ojos. Es un
cansancio ligeramente diferente al de antes, cuando sentía como si hubiera pesos atados a
mis extremidades. Aun así, no tengo prisa. Disfruto de la tranquilidad, sintiendo una brisa
fresca en la cara y una extraña especie de paz que inunda mi cuerpo.
Una puerta se abre en algún lugar.
"¿Cómo está?", susurra una mujer.
"Mejor, creo", susurra otro. "¿Alguna señal de él?"
"No. Esperemos que vuelva en sí pronto".
Frunzo el ceño ante eso. ¿De quién están hablando? Abro un ojo y giro la cabeza, y me
sorprende el esfuerzo que supone ese simple movimiento. Rachel está de pie en la puerta y
Jenny se sienta a mi lado, con un libro en las manos. Hay un cuenco de sopa cerca y un
poco de agua, y de repente siento la garganta como el desierto. Tengo mucha sed. Abro la
boca para hablar... y grazno.
Eso llama su atención. Tanto Jenny como Rachel se giran hacia mí, con brillantes sonrisas
en sus rostros. "Oh, Dios mío", dice Jenny, emocionada. "¡Estás despierta!"
"Agua", logro. "¿Puedo tomar un poco de agua?"
"¡Por supuesto!" Jenny coge la taza y Rachel se pone a mi lado, mullendo las almohadas y
ayudándome a sentarme. Una vez más, me sorprende lo débil que estoy y el esfuerzo que
me cuesta sentarme. Pero Jenny me acerca el agua tibia a los labios y me ayuda a beber
pequeños sorbos, y es lo mejor que he probado nunca.

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Cuando mi sed está satisfecha, me recuesto en las almohadas, cerrando los ojos de nuevo.
"Gracias".
"No nos des las gracias. Nos alegramos de que te hayas recuperado", dice Jenny, con voz
dulce. "Realmente nos tuviste preocupados por un tiempo".
Logro sonreír. Mis recuerdos son borrosos, pero algo me dice que he estado enferma durante
más de unos días. He tenido gripe en el pasado, pero nunca después de la Grieta, y nunca
sin medicación. Ha sido peor de lo que nunca imaginé, y siento una nueva simpatía por mis
pacientes. Tengo vagos recuerdos de gente que me empuja caldo, que me despierta para
asegurarse de que tomo sorbos de sopa. Últimamente, los pensamientos borrosos han sido
de mujeres, o de Gary, pero antes... todo era Azar. Azar con miradas preocupadas, Azar
abrazándome con fuerza mientras yo temblaba, Azar murmurando en mi oído y diciéndome
lo mucho que significo para él y cómo no se me permitía morir. No estoy del todo segura de
no haberlo soñado, salvo que puedo oler su débil aroma en mis mantas. "¿Cuánto tiempo
he estado enferma?"
Jenny hace una pausa por un momento, considerando. "Una semana, creo. Ha sido un
largo camino".
Mierda. ¿He perdido una semana entera? Eso explica por qué estoy tan agotada. "Gracias
por cuidarme. ¿Te trajo Gary?"
La sonrisa de Jenny sigue siendo brillante. Coge el plato de sopa y lo remueve. "En realidad,
no, Rachel y yo empezamos a ayudar después de que Azar se fuera. Gary ha estado ocupado,
así que estamos ayudando entre las comidas. Gwen también ha venido". Me mira. "¿Quieres
un poco de sopa? ¿O es demasiado pronto?"
"La sopa suena bien", digo, y me siento aliviada cuando se acerca al borde del catre para
meterme un poco en la boca con una cuchara. No creo que tenga la energía para hacerlo yo
misma. Después de unos cuantos bocados, consigo preguntar: "¿Azar... se fue?".
Se muerde el labio y mira a Rachel.
"Sería mejor contárselo", dice Rachel con esa brusquedad suya.
"¿Contarme qué?" Pregunto, preocupada. Azar vuelve a aparecer en mis pensamientos, de
él quitándose la ropa y envolviéndome con ella. De él enterrando su cara contra mi cuello.
Estarás bien. Saldrás adelante. Eres fuerte. De él cogiéndome la mano y ayudándome a ir
al baño cuando estaba demasiado débil para levantarme sola. Tengo tantos recuerdos vagos
de Azar desde mi enfermedad, destellos a la deriva y fragmentos de conversación, pero todos
son agradables. La antorcha de ira que llevaba contra él ha desaparecido. Tal vez sólo
necesitaba una excusa para soltar mi rabia, y saber que cuidaba de mí me ayudó a darme
cuenta de que, aunque no sea un buen hombre, puede seguir siendo bueno conmigo.
"Azar estuvo contigo día y noche", dice Jenny, claramente suavizando la noticia. "Era un
cuidador muy devoto..."
"Ella lo sabe, Jenny", interrumpe Rachel. "Sólo escúpelo".

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La sonrisa de Jenny se vuelve un poco exagerada. "Cuando no mejorabas, se nos ocurrió


hacerte una transfusión de sangre de un Drakoni. Ayudó a algunas personas que estaban
enfermas en Fort Shreveport. Azar te dio sangre varias veces. No parecía funcionar de
inmediato, así que envió una llamada de auxilio a los otros Drakoni, rogando que alguien
más viniera a darte sangre. Sin embargo, cuando llegamos aquí, se había ido. Gary dijo que
salió tambaleándose y se transformó en Dragón en cuanto salió".
¿Azar... se transformó en un Dragón? ¿Como los Drakoni? "Mierda. ¿Está bien?"
"Gran pregunta", dice Rachel. "Ni idea. Lo hemos visto algunas veces en el cielo con esa
coloración dorada pálida que tiene, pero está completamente perdido en la locura. No
responde a nadie que intente hablar con él". Su mirada se vuelve aguda. "Tal vez puedas
hacer algo al respecto, pero primero tiene que mejorar".
Oh.
Mi pobre Azar. Estaba tan preocupado por perder el control si cambiaba de forma, y ahora
ha ocurrido lo peor después de todo. Y ha sucedido porque estaba muy preocupado por mi
curación, o por la falta de ella. Estudio mis manos, incapaz de decir si la sangre Drakoni
corre por mis venas o no. Mis dedos parecen delgados, pero parecen míos. "Entonces,
¿alguien más me dio sangre también?"
Jenny niega con la cabeza y me ofrece otra cucharada de sopa. "Eso es lo irónico. Nadie lo
necesitaba. Fue como si Azar se hubiera vuelto loco y tú hubieras mejorado esa noche. Se
volvió loco y ni siquiera hubo que hacerlo".

∗∗∗∗∗∗∗

DESCANSO EN LA CLÍNICA, arropada en mi catre. Tardo un poco en recuperar las fuerzas, pero
no tanto como había pensado. Me siento sorprendentemente bien, a pesar de que Gary está
convencido de que estuve a punto de morir. No siento que tenga sangre de dragón en las
venas, aunque sigo teniendo fiebre. Gary no puede entenderlo.
Yo, tengo mis sospechas.
Comenzó con el punto sensible de mi cuello, y cuando por fin pude levantarme para
mirarme en un espejo, vi apenas un indicio de una marca de mordida, oculta por mi collar.
Cada vez que paso la mano por el mordisco, me recorre un escalofrío de placer. ¿Era Azar
el que intentaba darme sangre o era de otra cosa? En otra ocasión, estoy tumbada en la
cama, echando una siesta, cuando oigo la voz de Azar. Al menos, creo que es su voz. Los
pensamientos en mi cabeza están llenos de tonterías, el fuego y el cielo azul parpadean en
mi mente antes de desaparecer de nuevo. Vuelve a ocurrir más tarde ese mismo día, pero
se va igual de rápido.
Algo pasó mientras dormía. Lo sé. Sólo que no sé qué fue. Pero es algo que me ha unido a
Azar. Algo que me está permitiendo escucharle. Algo que me ha hecho arder más aunque
me sienta bien, haciendo que Gary se preocupe de que todos nuestros termómetros no
funcionen bien.

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Necesito respuestas. La próxima vez que me visite una de las mujeres apareadas con un
Drakoni, les preguntaré lo que saben. Hasta entonces, descanso, conservando mis fuerzas,
y escuchando atentamente otro breve toque de la mente de Azar contra la mía.
Gwen llega al día siguiente con Tunjozefren en brazos. "Lo siento", me dice sin aliento,
deslizándose en la silla frente a mí. "A Jenny le tocaba venir a ver cómo estabas, pero
Michaelandrew estuvo despierto toda la noche con pesadillas y el bebé lloraba. Me pidió
que viniera en su lugar". Se deja caer en la silla con un suspiro agotado y luego me sonríe
mientras acomoda a su hijo en su regazo. "Pero tienes buen aspecto".
"Me siento mucho mejor", admito, sentándome y cruzando las piernas en el catre. "Todavía
un poco cansada, pero creo que se me pasará pronto".
"Lo hará", dice Gwen con confianza. "Sólo necesitas comer y recuperar fuerzas. Hay comida
en la otra habitación. ¿Quieres que te traiga algo?"
Tengo en la punta de la lengua decir que no, porque esa comida es para los enfermos, pero...
yo también soy una paciente. Asiento con la cabeza, y ella me entrega inmediatamente a
Tunjozefren, acomodándolo en mi regazo. Miro fijamente al gran bebé dorado mientras me
mira. Me parece que se parece más a Vaan que a Gwen. Tiene la piel dorada de su padre y
la mayor parte de sus rasgos, hasta los ojos Drakoni arremolinados. De Gwen, tiene su
boca gordezuela y la textura de su pelo. Me dedica una sonrisa llena de baba, agitando los
puños, y me río al verlo. Es cálido, pesado y dulce en mi regazo, y pienso en cuando nació,
en lo pequeño que era entonces. Ahora está sano y gordo, y crece día a día.
Gwen vuelve un momento después con pan de maíz y un vaso de agua. Me ofrece un trozo
y retira a su hijo de mi regazo para que pueda comer. Mordisqueo la comida y observo cómo
lo acomoda contra ella una vez más, con una expresión feliz y serena. Es difícil creer que
hace sólo unos meses, Gwen estaba recién embarazada. Los tiempos de gestación de los
Drakoni son más rápidos que los de los humanos, y no creo que estuviera embarazada más
de tres meses antes de dar a luz. Pero, de nuevo, muchas cosas de los Drakoni son
diferentes. Pienso en Azar, y en cómo su semilla me quemó la primera vez que lo toqué...
Y pausa. ¿Por qué nunca he deducido esto antes? ¿Cómo tuvo Gwen el bebé de Vaan?
¿Cómo tuvo Jenny el de Mhal, y Rachel el de Jurik si sus cuerpos arden tanto? Algo debe
haber cambiado entre ellos. Pienso en mi temperatura elevada por la fiebre, y en la
mordedura en el cuello. "¿Puedo preguntarte algo personal?"
Gwen me mira sorprendida. "Por supuesto".
"¿Cómo tuviste el bebé de Vaan? ¿No es su cuerpo demasiado caliente para el tuyo?"
Sus cejas se levantan y luego me lanza una mirada especulativa. "¿Azar nunca te habló de
compartir sus fuegos? ¿No lo habéis hecho?". Cuando niego con la cabeza, confundida, ella
asiente lentamente. "Vale, bueno. Los humanos no tienen tanto calor como los Drakoni.
Para que pudiéramos tener sexo correctamente, Vaan tuvo que darme sus fuegos. Es un
mordisco que le da a su pareja y sólo a su pareja. Comparte un poco de su esencia, su
magia viva, y crea un vínculo entre el Drakoni y su pareja. Aunque soy humana, ahora
puedo oír a Vaan en mi cabeza". Mueve a su bebé en su regazo y luego se pasa una mano

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por la sien. "Él está en mi mente y yo en la suya. Así es como se anclan el uno al otro,
¿vale?"
Lo sabía. O parte de ello. Sabía que había un vínculo mental. Por eso Azar insistía tanto en
que las hembras humanas se unieran a los machos Drakoni. "¿También calienta tu
cuerpo?"
Ella asiente. "La temperatura corporal no es un problema después de la mordida. Y una vez
que estás apareada, hueles como tu pareja, así que otros machos Drakoni te ignoran".
Me quedo callada mientras como el pan de maíz seco. No es mi comida favorita, pero es
comida y he aprendido a no ser exigente en el Después. Mastico y mastico, y pienso en mi
relación con Azar. Nunca me dio su mordisco. Nunca se compartió conmigo. Todo este
tiempo pensé que no podíamos tener sexo con penetración y sí podíamos. Simplemente no
quiso darme su mordisco. Eso... duele.
Sin embargo, cuanto más tiempo me hundo en ese dolor, menos sentido tiene. Azar
claramente me ama. Me abrazó mientras estaba enferma, rogándome que me pusiera mejor.
No creo que no me diera su mordisco -su enlace- por despecho. Tenía que haber otro factor
en las cosas. Entonces, me doy cuenta.
Sus secretos. No quería que supiera lo de los Drakoni retenidos contra su voluntad.
Por eso no me dio sus fuegos. Habría significado que estábamos compartiendo mentes, y él
no estaba dispuesto a compartir eso conmigo, no cuando sabía que yo no lo aprobaría. Eso
hace que el dolor sea un poco menor, pero todavía siento desconcierto sobre por qué me ha
mordido ahora. ¿Creía que iba a perderme de una forma u otra? Me toco el cuello, frotando
el punto de sensación agradable. ¿O simplemente ya no había nada más que ocultar?
Y estaba tan frenético por mí que cambió de forma y perdió el control de su mente. O tal
vez fue el mordisco lo que le hizo volverse salvaje, ceder a su lado de Dragón. De cualquier
manera, se siente como si las piezas que me faltan estuvieran encajando en su lugar. En
cierto modo, sabía lo de la mordedura. Sabía que había algún tipo de vínculo entre un
Drakoni y su pareja, algo que les calmaba. Algo que permitía que los embarazos ocurrieran.
Pero he estado tan metida en mi propio mundo que nunca me paré a preguntar qué era
eso... y por qué Azar no me lo daba.
Pero me lo dio mientras me estaba muriendo. Como si quisiera reclamarme antes de que
fuera demasiado tarde. Considero el lado del consentimiento de las cosas, pero le dije que
hiciera lo que pudiera para mantenerme viva. Tal vez la mordida tuvo algo que ver con eso.
Tal vez activó la sangre Drakoni en mi sistema. Quién sabe. Estamos tratando con una
biología completamente diferente y apenas tengo las respuestas para la biología humana.
Pero estoy mejor. Yo estoy mejor y Azar no. Me humedezco los labios y miro a Gwen. "Creo
que Azar me dio sus fuegos y eso le hizo transformarse".
No parece sorprendida. Asiente lentamente. "Sinceramente, pensé que los habías tenido
todo este tiempo. Pero tal vez por eso perdió el control. Tal vez para reclamar una pareja
tiene que aprovechar el lado que los Salorian se esfuerzan por ignorar". Me mira de forma
pensativa. "Supongo que la pregunta es, ¿qué vas a hacer ahora?"

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Me froto ese punto del cuello, considerándolo. Si tenemos una conexión mental, puedo
llegar a él. Hablar con él, a pesar de que se haya convertido en Dragón. No hay duda en mi
mente. "Voy a traerlo de vuelta".
Y luego voy a insistir en que me muestre sus pensamientos para asegurarme de que no hay
nada más que no me haya contado.

∗∗∗∗∗∗∗

PASAN UNO O DOS DÍAS antes de que me sienta con fuerzas para ir a cualquier sitio. Me
relajo en la cama, me como toda la comida que me ponen delante y hablo de los pacientes
y los asuntos de la clínica con Gary. Mi enfermedad les obligó a él y a Alma a dar un paso
adelante, y han hecho un gran trabajo dirigiendo las cosas. Estamos recibiendo más
pacientes que nunca, pero las cosas van bastante bien. Estoy animada. Significa que puedo
marcharme durante una o dos semanas -el tiempo que sea necesario para encontrar a Azar-
y no preocuparme de que esté perjudicando de alguna manera a la gente de Fort Dallas.
Una vez que me siento con fuerzas para volver a la normalidad, me dirijo al recinto y a los
aposentos de Azar. No he estado aquí en meses, pero está igual que cuando lo dejé, hasta
la cama, con dos almohadas en mi lado tal y como me gusta. Mis vestidos están en el
armario, mis joyas en el tocador, como si estuviera esperando mi regreso. Se me estruja el
corazón al pensarlo.
Primero lo llevaré a casa y volverá a ser él mismo, me digo, luego podremos averiguar qué
pasa entre nosotros.
Empaco mi vestido amarillo favorito junto con ropa más sensata, unos zapatos resistentes
y me dirijo a las cocinas. Paso varios minutos abrazando al personal, todos ellos
emocionados por verme de nuevo y también preocupados por Azar. Uno de los milicianos
llamado Daniels se ha encargado de los mayores problemas mientras Azar ha estado fuera,
pero al personal le preocupa que no vuelva.
"Algunos días es irritante", dice la cocinera, mientras me prepara una bolsa de comida.
"Pero es bueno con nosotros y nunca tenemos hambre. Se asegura de que todos tengamos
trabajo y una forma de ganarnos la vida. No se puede pedir más que eso en el Después".
Me entrega la bolsa, ahora llena. "Ve y tráigalo a casa antes de que este Fuerte se desmorone
de nuevo".
Le doy las gracias y me dirijo a los barracones, pasando varios minutos buscando a Daniels
antes de encontrarlo. Está realizando un montón de tareas, dirigiendo a la gente y revisando
el inventario con otro. Le interrumpo lo suficiente para decirle que necesito una bicicleta y
un arma de fuego. No hace preguntas, sólo me lleva a la intendencia y, poco después, estoy
a las puertas de Fort Dallas con una bicicleta de diez velocidades y una pistola enfundada
en la cadera.
Uno de los guardianes de la puerta me detiene. "Señora, no es seguro salir de las puertas
sin escolta".
"Estaré bien", le digo. "Déjame pasar. Es una orden".

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Intercambia una mirada con el otro guardián, pero luego abre la puerta y me deja pasar, y
estoy fuera del Fuerte por segunda vez en años, esta vez en el suelo.
Todo se ve muy diferente a como lo recuerdo. En el Antes, esto no era más que edificios
apretujados, bordeando las calles. Había algún árbol decorativo en alguna mediana o en un
bordillo, pero todo era asfalto y metal. Ahora, cuando miro hacia fuera, la mayoría de los
edificios se han derrumbado, excepto los más altos, y los árboles y la hierba crecen por
todas partes. Me meto la falda entre las piernas y voy en bicicleta por la calle, observando
cómo las ardillas pasan corriendo y, a lo lejos, veo una manada de ciervos. Por alguna razón,
se me hace un nudo en la garganta.
El mundo tiene la oportunidad de volver a ser un hermoso hogar. Sólo tenemos que
conseguirlo.
Me pongo en marcha, alejándome de Fort Dallas por las calles rotas. Hay enormes grietas
en el hormigón, pero la mayoría de las carreteras no parecen estar demasiado mal, así que
me meto en una y esquivo los coches averiados mientras salgo. No estoy del todo seguro de
saber cómo encontrar a Azar, pero Gwen me asegura que una vez que capte mi olor, lo
seguirá.
Así que estoy decidida a dejar un rastro de olor tan grande como pueda.
Sigo la carretera durante un rato, disfrutando de la luz del sol. Anoche me bañé y me lavé
el pelo, y ahora mismo lo tengo recogido en una trenza apretada. Me siento bien. De vez en
cuando veo un Dragón en la distancia, pero nunca se acercan, y no tengo miedo. Es como
dijo Gwen: mi olor no les resulta intrigante como hembra apareada, así que me ignoran.
Una vez que he pedaleado unas horas hacia el norte, salgo de la autopista y me dirijo al
este. Hacia el anochecer, cuando me arden las piernas, me dirijo al sur. Si tengo que dar
una vuelta gigantesca alrededor de la ciudad para llamar la atención de Azar, lo haré. Sé
que está cerca del Fuerte. He captado pensamientos extraños de él aquí y allá, lo suficiente
para saber que está vivo.
Ahora sólo tiene que encontrar mi olor y recordarme.
Esa noche, aparco la bici contra una furgoneta averiada y me subo al techo. Así estaré a
salvo de las serpientes y los perros salvajes. Me acurruco en la túnica de Azar -hice una
muda para él por si acaso- y contemplo las estrellas. Son brillantes sin que las luces de la
ciudad las atenúen. Por desgracia, la Grieta también es demasiado brillante y
desconcertante, los bordes palpitan verdes y enfermizos. ¿Es mi imaginación, o parece más
grande que antes? ¿Pulsando ligeramente más brillante que antes?
Dios, espero que no.

Azar, llamo mentalmente. Azar, si estás ahí fuera, vuelve conmigo. Tenemos que hablar.
No hay más que silencio.

∗∗∗∗∗∗∗

A LA MAÑANA SIGUIENTE, ME duele todo el cuerpo. Dormir encima de una furgoneta dura te
hace eso. También fue un sueño terrible, porque los bichos se posaron sobre mí y me

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picaron. Decidí que no soy en absoluto una campista. También me duelen las piernas de
tanto pedalear, y necesito todo lo que tengo para subirme a la bicicleta y seguir adelante.
Uf. No lo he pensado muy bien. Empiezo a pedalear lentamente, estirando las piernas. Llevo
una hora pedaleando cuando me llega la primera oleada de pensamientos que me distraen.
MÍA.
Me detengo, con el pie en el hormigón, y miro al aire. Ese pensamiento se funde con una
variedad de imágenes que pasan por mi cabeza, de edificios quemados y llamas y locura.
La sangre y los olores y el aire fresco se mezclan con el tenue y tentador aroma de mi pareja.
"¿Azar?" Llamo con esperanza. "¿Estás cerca?"
Cuando no obtengo respuesta, intento pensar las palabras y proyectarlas hacia el exterior,
pero no hay respuesta. Quizás estoy haciendo mal lo de hablar con la mente. Frustrado,
pedaleo un poco más y me detengo al llegar a un paso elevado roto. Está bloqueando la
carretera, completamente derrumbado gracias a los elementos, y arriba sobresalen trozos
de barras de refuerzo del hormigón. Abajo, a mi nivel, no hay más que enormes trozos de
escombros. Vale, no voy por ahí.
Vuelvo a subirme a la bici, decidido a dar marcha atrás, cuando otra ráfaga de
pensamientos salvajes me golpea.

Compañera.
Aroma.
MÍA.
Trago con fuerza, luchando por concentrarme. Los pensamientos de Azar son tan caóticos
-y están tan cerca- que cuando me atraviesa, casi me hace caer de la bici. Me desmonto con
cuidado y muevo la moto a un lugar seguro, con la piel erizada de conciencia. Agarro mi
mochila y me la cuelgo al hombro, mientras la falda cruje con la brisa. Me he puesto
deliberadamente uno de los vestidos que le gustan a Azar, no porque sean fáciles de llevar
en la bicicleta, sino porque espero que le refresquen la memoria. Pero los destellos que he
tenido no son de Azar. No estoy segura de que sea nadie.
Es su voz, pero... no es él, y eso es preocupante.
Doy unos pasos por la carretera, mirando a mi alrededor. Me siento como si me observaran,
pero nadie vive en esta parte de las ruinas. Es una zona industrial, que ni siquiera sirve
para rebuscar. Intentando mantener la calma, pienso en Azar y lleno mis pensamientos con
él mientras avanzo por la carretera.
Otra ráfaga de pensamientos caóticos se apodera de mi cabeza, haciéndome tambalear. Me
repongo y miro hacia arriba, escudriñando el cielo. En la distancia, hay una mancha pálida,
blanca y dorada que se acerca. Azar. Tiene que ser. La emoción revolotea en mi pecho y doy
unos pasos en su dirección, sorprendida por lo feliz que me siento. Sólo verle regresar me
hace sentir mucha... alegría. Mucha esperanza. Pienso en la ternura con la que me abrazó
mientras estaba enferma, y sé que he intentado no quererle, pero estoy fracasando. Ha
tenido mi corazón firmemente en sus garras desde hace tiempo. Sólo necesito asegurarme
de que puedo volver a confiar en él.

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Observo, con la cara inclinada hacia arriba, cómo el Dragón se acerca cada vez más. Es
alarmantemente grande y vuela tan rápido que empiezo a preocuparme un poco.
No está disminuyendo.
Me pongo una mano en los ojos, contemplando al Dragón bajo el sol de la mañana. Desde
esta distancia se parece a casi todos los demás Drakoni, pero el flujo constante de tonterías
y pensamientos salvajes y desordenados que invaden mi mente me dicen que es él. En todo
caso, está acelerando, y cuando baja su gran cabeza Draconi como si estuviera a punto de
abalanzarse sobre su presa, mi piel se estremece ante esa suposición, y el impulso de correr
me recorre.
"Azar", grito mientras el Dragón desciende a una velocidad vertiginosa. No corras, me digo.
No corras. No quiero activar su impulso de presa. Cierro los ojos y permanezco totalmente
inmóvil, agarrando mi bolsa mientras el Dragón se lanza en picado hacia mí, surcando el
aire.

MÍA.
Una ráfaga de aire y polvo me golpea en la cara, azotando mi pelo y mi vestido salvajemente.
Permanezco perfectamente inmóvil mientras sus pensamientos -todas las tonterías
desordenadas- se agolpan en mi cabeza. ¿No se supone que mi presencia debe calmarle?
¿No le hace volver a la realidad? "Estoy aquí", digo con calma. "Estoy aquí, Azar".
Abro los ojos y la enorme cabeza del dragón está a centímetros de la mía, con los ojos
completamente negros.
Oh. Me resisto a soltar un grito de asombro, pero me doy cuenta de que Azar se ha dado
cuenta de mi sorpresa: sus ojos brillan con un color momentáneo y sus pensamientos se
aceleran con la excitación. Vale, definitivamente no puedo activar el impulso de presa.
"Estoy aquí", digo, extendiendo cuidadosamente un brazo hacia él. "Estoy aquí. Huéleme.
Huele a tu pareja. Soy yo, Melina".
Las alas del gran Dragón tiemblan y las acomoda contra su espalda, su cola se agita con
agitación. Se inclina y me pasa la nariz por el brazo, su hocico es tan grande que podría
tragarse todo mi cuerpo de un solo trago. Aunque probablemente no debería, vuelvo a cerrar
los ojos porque es tan enorme que resulta alarmante.
"Soy yo", vuelvo a decir, decidida a quedarme quieta. "Melina. Conoces mi olor, ¿verdad?"
No hay respuesta, y ya no siento el aliento del Dragón en mi brazo. Con cuidado, abro un
ojo y miro fijamente el querido y familiar rostro de mi Azar. Tiene el pelo alborotado y
enmarañado como nunca antes lo había visto, el cuerpo desnudo y los dientes al
descubierto, con los colmillos distendidos. Pero está en su forma humana y es mi Azar, y
suelto un pequeño sollozo ahogado de alivio antes de acortar la distancia que nos separa y
lanzarme a sus brazos.
"Estaba tan preocupada", jadeo, rodeando su cintura con los brazos y apretando mi mejilla
contra su pecho. "Dijeron que no podían ponerse en contacto contigo. Que no respondías".
Azar no se mueve entre mis brazos. Sus pensamientos siguen dando vueltas, caóticos, y
cuando me alejo para mirarle, sus ojos siguen completamente negros.

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"¿Azar?" Pregunto.
Una mano grande y con garras se hunde en mi pelo, y Azar retuerce su agarre en mi trenza,
con los ojos desorbitados mientras me mira fijamente. Se inclina hacia mí, respirando
profundamente y aspirando mi aroma.

La mía.
La palabra vuelve a brotar en mi cabeza y, con ella, mi cuerpo responde. El calor se desplaza
entre mis muslos, y se me ocurre que Azar podría no volver en sí a menos que tome medidas
más drásticas con este vínculo de apareamiento. Como en el apareamiento real con él.
Convirtiéndome en suya en todos los sentidos.
"Estoy aquí", susurro, levantando la mano para tirar de uno de los finos tirantes del vestido
y bajarlo por el hombro. "Tu pareja está aquí".
Retumba en lo más profundo de su pecho, con un sonido feroz y claramente Drakoni. Azar
se inclina de nuevo, su nariz roza mi garganta mientras inhala profundamente en la marca
del mordisco, y rizos de placer me recorren. Tomo su otra mano -con cuidado,
cuidadosamente- y la pongo sobre mi pecho.
Mi compañero agarra inmediatamente un puñado del material de gasa de mi vestido y lo
arranca de mi cuerpo.
"Muy bien, entonces", susurro. "¿Quieres ser rudo? A mí también me gusta lo rudo".
Levanto una mano y agarro un puñado de su pelo enmarañado y tiro. No con fuerza, solo
lo suficiente para llamar su atención. Sus ojos se encienden, y el calor surge a través de
sus pensamientos. Eso le gusta. Inclinándose, me obliga a echar la cabeza hacia atrás y me
frota la cara por la garganta. Sus colmillos me rozan la piel, jugueteando en mí, y contengo
un gemido. Hay una sensación de peligro, pero al mismo tiempo siento que Azar no me hará
daño. Soy su compañera. Sólo está jugando duro.
Un momento después, me arranca otro puñado del vestido, y entonces los tirantes se
rompen y todo el conjunto cae a mis pies. Me encuentro en la calle sin nada más que un
par de bragas y mis botas, y sus fosas nasales se agitan mientras me mira de arriba abajo.
Le tiro del pelo mientras sus dientes vuelven a rozar mi garganta. "¿Recuerdas quién soy?"
Jadeo. "¿Te acuerdas de mí?"
El mío, ronronea en mi cabeza, oscuro y peligroso.

Así es. La tuya.


Azar gruñe, y me doy cuenta de que lo ha oído. Ha oído mis pensamientos. Me arrastra
contra él, con sus garras clavadas en mi piel, y me mira de arriba abajo con un nuevo y
fresco interés, como si me viera por primera vez. Se concentra en mis bragas y una de sus
garras roza la cintura.
"Así es, estás como obsesionado con las bragas, ¿no?" Jadeo. "¿Quieres arrancarme las
mías? Adelante". Lleno mi cabeza con una imagen mental de justo eso, y él gruñe de nuevo,
sus ojos se encuentran con los míos.

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Sin embargo, en lugar de desgarrarme las bragas, desliza una garra perversa por la
cinturilla de mis bragas y presiona hacia abajo, rozando la costura de mi coño. Jadeo,
asustada por la intensa sensación, y me balanceo contra su mano.
Azar vuelve a gruñir, sus pensamientos se vuelven posesivos y se centran cada vez más en
mí. "Hace tiempo que no te comes un buen coño, ¿eh?" Susurro, frotándome contra su
mano. "¿Tienes hambre, cariño? ¿Quieres probar?"
Y como no quiero que me tire al suelo en la carretera, le envío una imagen mental de mí
sobre el capó de uno de los coches cercanos, con su cabeza entre mis muslos.

Sí.
Su voz mental es como un rayo de luz. Me coge en brazos y me arrastra por la desolada
carretera, buscando un coche en el que colocarme. Me aferro a sus hombros, sujetándome
con fuerza, y cuando veo un coche de marca antigua con un capó más largo, lo señalo.
"Ese".
Nada más señalarlo, Azar me coloca suavemente encima, con sus ojos girando y oscuros
mientras me observa. Se dirige a la parte delantera del capó del coche y se coloca delante
de él mientras yo me apoyo en los codos e intento ignorar la suciedad que me golpea la
espalda. Había olvidado que este coche lleva años a la intemperie y está sucio.
Un momento después, Azar me separa los muslos y ya no pienso en el coche. Pasa sus
afiladas garras por el fino material de algodón y luego engancha sus garras por debajo. El
tejido se rompe como si nada, dejándome al descubierto. Hambriento, Azar contempla los
pliegues de mi coño, mirándome con tal intensidad que me quita el aliento. Sin embargo,
no se mueve, así que deslizo una mano entre mis muslos y decido ayudarme.
Me aparta la mano y ese MÏA vuelve a resonar en mi cabeza.
"Entonces tócame", le digo, jadeando. "Reclámame si me quieres".
Sus ojos se dirigen a los míos y siento que vuelvo a entenderle. Como si mis pensamientos
-mis exigencias- estuvieran perforando esa burbuja de locura que ha estado difuminando
todo en su mente. ¿Reclamarte? ¿Quieres eso? Arrastra una garra por la húmeda hendidura
de mi sexo, y yo gimo, abriendo aún más los muslos para él. ¿Quieres ser tomada por tu
compañero? Sus pensamientos tienen un toque ardiente que me dice que aún no es él
mismo, pero que está volviendo a ser quien era antes, y eso me encanta.
"¿Eres mi compañero?" Me burlo, desafiante. Me echo la trenza hacia atrás y le dirijo una
mirada desafiante, apoyando una bota en su hombro cuando se inclina hacia delante.
"Porque aún no has estado en este coño, ¿verdad?".
Azar gruñe al oír eso, ya no se divierte. Sus manos se fijan en mis caderas y me arrastra
por el capó del coche, hacia el borde. En lugar de meterme los dedos o ponerme la boca
encima, coge su polla -su enorme y preciosa polla- y la frota entre mis pliegues, arrastrando
la resbaladiza cabeza de un lado a otro. ¿Es esto lo que quieres?
Gimo, mis manos se cierran en puños. Oh, joder. Eso es exactamente lo que quiero. En el
pasado, me habría alejado de un contacto tan íntimo, porque incluso el más mínimo goteo
de preseminal puede sentirse demasiado caliente contra mi piel. Pero ahora no se siente

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demasiado caliente. Se siente bien. Bien. Perfecto. Y lo siento tan duro, caliente e inflexible
que se me escapa un gemido.
Trabaja con la cabeza de su polla hacia delante y hacia atrás a través de mis pliegues, hasta
que se desliza por mi excitación y emite sonidos húmedos. Jadeo, tratando de arquearme y
hundirlo en mí cada vez que la corona se desplaza tentadoramente sobre mi núcleo y luego
sigue avanzando. Quiero que se detenga ahí y que empuje dentro de mí. Quiero que se
hunda profundamente y llene este vacío que me duele por dentro. "Azar", gimoteo. "Azar,
por favor".
Azar levanta la mano y me acaricia la mejilla, con sus garras rozando mi cara. Su expresión
es reverente, la mirada en su rostro es francamente asombrosa. Melina. Mi nombre resuena
entre nosotros. Mi compañera.
Toda tuya, estoy de acuerdo.
Sus garras bajan hasta mi cuello y luego me rodea la garganta, mientras presiona su polla
en la entrada de mi cuerpo.
Oh, mierda. Oh, mierda. Sí.
Con otro gruñido bajo, Azar se hunde hasta la empuñadura dentro de mí.
Grito. Es imposible no hacerlo. Hacía mucho tiempo que no tenía nada tan grande dentro
de mí, y el repentino empuje de la longitud de Azar llenándome no tiene palabras. Mi cuerpo
se estremece con la sensación y tomo profundas bocanadas de aire mientras me acostumbro
a sentirlo. Es más grande y grueso de lo que he tenido nunca, y su piel está deliciosamente
caliente, pero no lo suficiente como para quemarme. Dejo escapar otro sonido ahogado
cuando gruñe y empuja un poco más adentro, con su saco presionando contra mi piel.
¿Te... he hecho daño...? Sus pensamientos parecen guerrear entre sí, como si se esforzara
por componer una frase y no recordara qué palabras son. Sin embargo, el sentimiento
detrás de su mente es claro, y la preocupación.
"Estoy bien", jadeo, y cada poro, cada nervio de mi cuerpo se siente como si estuviera vivo.
Las sensaciones me recorren, y podría jurar que siento cada centímetro de Azar presionando
dentro de mí. También siento su placer, el leve zumbido de asombro que recorre su mente
cuando se da cuenta de que me está reclamando. "Me siento de maravilla".
Gime, el sonido es tan delicioso como las sensaciones que me recorren. Tu cuerpo. Tu coño...
tan apretado. Te sientes muy bien, Melina.
Muevo un poco las caderas, animándole a moverse. La respiración de Azar se entrecorta y
bombea dentro de mí, luego se detiene, como si esperara permiso. Irónico, teniendo en
cuenta que todavía tiene una mano en mi garganta.
¿Debo quitarla? Sus garras rozan mi cuello, sus pensamientos son reverentes. Nunca te
haría daño.
No, es bueno. Me gusta. Pero me gusta más cuando te mueves. Y levanto las caderas, o lo
intento. El ángulo no me funciona bien.

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Sin embargo, capta la indirecta. La atención de Azar se aleja de mi cara y baja hasta el
lugar donde se unen nuestros cuerpos. Se retira casi hasta la punta y vuelve a introducirse,
con movimientos lánguidos y sin prisas. El siguiente empujón es un poco más agudo, un
poco más fuerte. Después, vuelve a moverse lentamente. Es como si estuviese averiguando
qué movimientos hacen que mi cuerpo se encienda. Desplaza su peso, cambia ligeramente
el ángulo y, cuando se mueve esta vez, es un placer. Jadeo, asintiendo con la cabeza
mientras él se concentra en mis sensaciones y repite ese movimiento. Se balancea dentro
de mí y sus embestidas aumentan la velocidad cuando se da cuenta de que se siente bien.
Intento corresponder a sus movimientos, pero es tan feroz y decidido que lo único que puedo
hacer es echar la cabeza hacia atrás y dejarme llevar por la ola de placer mientras me
penetra.
Sus pensamientos pasan por los míos mientras me folla: lo hermoso que es mi cuerpo, la
forma en que mis pechos rebotan cuando él bombea profundamente, lo bien que se siente
mi coño, apretándose alrededor de él. Eso añade otra capa de sensaciones, y cuando siento
que su clímax le aprieta, mi cuerpo también responde. El placer caliente y enrarecido en mi
interior sigue aumentando, y gimoteo mientras me acerco al límite. "Estoy cerca", le digo.
"Muy cerca. Continúa". Empuja profundamente, rozando ese punto perfecto, y me ahogo de
placer. "No pares".
Azar gruñe y su mano me aprieta la garganta. Siento sus garras pinchando mi cuello, y
aunque todavía puedo respirar bien, su mano se siente tensa y posesiva. Tienes que correrte
primero, me exige. Dame tu liberación.

¡Esa no es forma de pedir!


No estoy preguntando. Se lo digo.
Vuelvo a jadear, y la autoridad de su cabeza -que resuena en la mía- me hace sentir un
escalofrío de placer. Se me doblan los dedos de los pies y se me tensan las piernas, y
mientras tanto, Azar me penetra con una intensidad feroz y decidida. No cede hasta que me
corro, y eso es lo más jodidamente sexy que he visto nunca. Mi placer es más importante
que el suyo.
Tu placer lo es todo", afirma, con su voz mental oscura y rica en mi cabeza. Y empuja con
fuerza para puntualizar sus palabras.
Me deshago. Mi liberación me sacude, lo bastante fuerte como para que mis piernas se
estremecen, y entonces aprieto mis talones en su culo con todo lo que tengo, montando una
ola tras otra de puro gozo. A través de nuestras mentes unidas, puedo sentir su excitación
ante la intensidad de mi liberación, y me folla cada vez más fuerte, reclamándome como
suya.
Entonces él también se corre, y puedo sentir cada pulso de su liberación dentro de mí.
Cierro las piernas en torno a él, temblando con mi liberación, como si de algún modo
pudiera aferrarlo a mí y no soltarlo nunca. Azar se inclina hacia delante, presionando su
peso sobre mí, y yo le rodeo el cuello con los brazos y lo abrazo con fuerza.
Ahora nos pertenecemos de verdad el uno al otro. Lo abrazo y siento el fuego oscuro de sus
pensamientos quemando los míos.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 35

AZAR

La sensación del cuerpo de Melina envuelto en el mío... me conmueve más allá de las
palabras. Su coño es una envoltura cálida y húmeda alrededor de mi polla, sus piernas y
brazos me sujetan contra ella. Me envuelve su aroma, su suavidad, su amor... porque sus
pensamientos pasan perezosamente por los míos. Se siente bien. Contenta. Está contenta
de que haya vuelto a ser yo mismo. Le duele por dentro, pero es un dolor bueno, una
sensación de estiramiento que probablemente llevará todo el día. Tiene un mechón de pelo
atrapado en el limpiaparabrisas detrás de ella...
Oh.
Me siento, parpadeando hacia ella. Dejo que los pensamientos de Melina me arrastren, pero
debería haberme ocupado de ella. La contemplo, su hermoso cuerpo. Todavía está muy
delgada, señal de que aún se está recuperando de su enfermedad. Olfateo el aire y me doy
cuenta de que está sola. Indagando en su mente, confirmo que sí, que ha venido aquí sola,
en bicicleta, decidida a atraerme hacia ella.
Melina frunce el ceño y me mira. "¿Estás escarbando en mi cabeza?"
"Sí", admito sin rodeos, y la ayudo a bajar del capó del coche. La suciedad está en su
espalda, y hemos dejado un dibujo manchado en el polvo. "Te he ensuciado".
"Sí, lo has hecho", dice con seguridad, y sus pensamientos están llenos de la semilla que
incluso ahora moja el interior de sus muslos.
Gimoteo, fascinado por estar dentro de su mente en esto. Al sentir su placer y lo
maravillosamente sucia que encuentra la sensación. "Melina".
"¿Por qué estabas hurgando en mi cabeza?", pregunta ella, torciendo los hombros y
quitándose parte de la suciedad de la piel. Obedientemente, me pongo a su lado y hago lo
mismo, cogiendo los restos de su vestido del suelo y utilizándolos para limpiar lo peor de
los restos.
"Quería ver si estabas aquí sola..."
"Lo estoy", responde ella con seguridad. "Podrías haber preguntado".
"… y ahora me enfada que estés aquí sola", continúo, irritado. "No me gusta que hayas
arriesgado tu vida. Podrían haberte atacado".
"¿Por Dragones?" Ella niega con la cabeza. "No conmigo llevando tu mordida. Y no hay
nómadas en la zona. Estoy bastante segura de que cualquiera que esté tan cerca de Fort
Dallas vendría directamente a Fort Dallas en lugar de merodear por la periferia. ¿O es que

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no te has dado cuenta de la cantidad de gente que recibimos últimamente? Has hecho que
sea más seguro para la gente vivir en el Fuerte que fuera de él".
Por la claridad de sus pensamientos, puedo decir que no sentía ningún peligro, y eso alivia
parte de mi angustia. Melina sabe cómo cuidar de sí misma. No fingiría que no había peligro
si realmente lo hubiera. Lo reconocería. "Muy bien, entonces".
Se da la vuelta y me estudia, luego se mueve y me atrae para darme un beso. "Me alegro de
que vuelvas a ser tú. ¿Qué ha pasado?"
¿Volvemos a besarnos casualmente una vez más? Me siento cauteloso pero esperanzado.
Siento que tengo a mi compañera de vuelta, y me doy cuenta de lo mucho que lo he deseado.
Lo mucho que la he necesitado a mi lado. Cómo he estado pasando por los movimientos de
los últimos meses sin ella. Y aquí está, sana y completa. La agarro e impulsivamente la
atraigo contra mí, apretándola con fuerza.
"Estoy bien", susurra, frotando una mano sobre mi espalda. "No pasa nada".
"Casi te mueres", grité.
"¿Por eso te volviste salvaje?" Su mano se desliza por mi columna vertebral,
tranquilizándome. "¿Porque pensaste que me estabas perdiendo?"
En parte fue eso, me doy cuenta. Eso, y la idea de que otro macho tuviera que darle sangre.
Que ella podría oler como si él la hubiera reclamado en vez de yo. Eso, y todas las otras
tensiones que pesan sobre mí. Abro mi mente y comparto todas las preocupaciones que
había tenido, la culminación de varios días de frustración en los que nada funcionó, el
miedo a perderla para siempre.
Melina se pone rígida en mis brazos ante la avalancha de recuerdos cargados de emoción,
pero luego vuelve a acariciar mi espalda. "Estoy aquí. Estoy sana. Lo que me diste funcionó.
No tengo la sangre de nadie más que la tuya".
Me alegro. No debería hacerlo, pero lo estoy. Si hubiera necesitado la sangre de diez mil
Drakoni, olería a cada uno de ellos en su piel y estaría agradecido, pero su olor es
puramente suyo, con el mío aromatizándolo.
"¿Cómo te sientes?", pregunta, apartándose para estudiarme. "Hace días que nadie puede
comunicarse contigo".
Me encojo de hombros y busco algo que pueda ponerse. He destrozado su ropa como el
monstruo que era, y no me arrepiento de nada. Sin embargo, querrá algo con lo que
cubrirse. "¿Cómo debería sentirme?" Me desvío. "Mi compañera ha vuelto a mis brazos y
acabo de reclamarla por completo por primera vez. Me siento increíble".
Melina me toca el brazo, llamando mi atención, y me frunce el ceño. "Antes de que vuelvas
a llamarme compañera, tenemos que hablar".
El pánico brota en mi interior. "¿No quieres estar conmigo?"
Estudia mi expresión, la suya es sombría. "Te quiero, Azar. Pero a veces el amor no es
suficiente. Necesito saber que puedo confiar en ti. No sólo con mi bienestar, sino con el de

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otras personas. Quiero que me demuestres que nunca más vas a esclavizar a nadie.
Muéstrame que lo dices en serio. Que no son sólo palabras... porque no puedo estar con un
esclavista".
¿Vuelve a ser esto? Quiero reírme, pero Melina está mortalmente seria. "¿Es ese tu mayor
miedo? No es que te rompa el corazón, o que sea antipático, o que sea un mal compañero,
sino que te preocupan los demás".
"No", dice ella, con la voz calmada. "Necesito asegurarme de que puedo mirarme al espejo
cuando digo que te quiero. Es por mí tanto como por los demás".
De una manera extraña, la entiendo. Y sin embargo, estoy extrañamente asustado. He
estado ocultando cuidadosamente mis pensamientos a ella, preocupado de que pueda sacar
algo que no le guste y descartarme por completo. Pero si sigo ocultando cosas, nunca
confiará en mí. Así que me acerco al coche y la acomodo en él una vez más, porque puedo
sentir el cansancio que le noto a través de sus pensamientos. "¿Quieres agua? ¿Tienes
hambre?"
"¿Estás cambiando de tema?"
"No". El tiempo de correr ha pasado. "Quiero asegurarme de que estás cómoda, y luego te
abriré mi mente. Puedes escoger lo que quieras, durante el tiempo que quieras".
Melina me estudia, como buscando la verdad de esto, y luego asiente. "Muy bien".
Hace un gesto hacia su mochila y yo saco algo de comida y bebida y se la tiendo. Mientras
ella mordisquea un duro trozo de pan relleno de nueces y bebe un sorbo de agua, yo rebusco
en su mochila una muda de ropa para ella. A Melina le gusta estar guapa y yo quiero que
esté cómoda. En cambio, saco una de mis túnicas y la miro sorprendida. "¿Has traído esto
para mí?"
"Por supuesto. Volver sin ti no era una opción".
¿Porque soy suyo? ¿O porque el Fuerte me necesita? No estoy seguro de querer hurgar en
su mente para averiguar la respuesta. Sacudo la túnica y, en lugar de ponérmela, me muevo
para ponérsela sobre los hombros. Ella lo necesita más que yo.
Melina me ofrece la botella de agua, bebo y se la devuelvo. Parece que ha terminado de
comer, así que hablo. "Voy a abrirte mi mente. Todo estará ahí. Simplemente piensa tu
pregunta y te dejaré acceder a esa parte de mi mente". Es algo que nunca he hecho por
nadie, y me siento intensamente vulnerable sabiendo que ella verá todas las partes feas de
mi pasado, pero si le muestra la verdad de mis pensamientos, es necesario. "No siempre he
sido un hombre amable".
Ella resopla. "Cariño, nunca has sido un hombre amable. No espero milagros. Sólo necesito
comprensión. Que me tranquilices".
Asiento con la cabeza y cierro los ojos, bajando mis escudos mentales y dejándome
totalmente expuesto a ella.
Tarda un momento, pero Melina me hurga en la mente. Su toque mental es suave, como si
fuera consciente de lo que me está costando. No quiero empujarla hacia nada en particular,

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así que trato de relajarme y dejar que elija aquello de lo que quiera respuesta.
Inmediatamente se asoma a lo que siento por ella, queriendo saber lo que pienso de ella
como compañera, y me llena de calor que se elija a sí misma antes que a cualquier otra
cosa. Sé lo que verá: nada más que amor y devoción absoluta por mi parte. Una intensa
fascinación que da paso a la obsesión. Adoración. Me encanta todo lo que tiene, lo vibrante
que es, lo decidida que es. Cuando vine por primera vez a Fort Dallas, mi pensamiento
inicial fue simplemente encontrar un camino de vuelta a mi mundo. Ahora, todo ha
cambiado. Este es el hogar de Melina, y yo soy suyo. Volver significaría regresar a mis
costumbres Salorian, y no puedo.
Inmediatamente, sigue esa cadena de pensamientos. Salorian. Se lo dejo todo abierto,
sabiendo que lo odiará. Le muestro tanto lo bueno como lo malo. Le muestro las hermosas
ciudades de piedra que hemos construido, la gente elegante que habita en ellas, y cómo he
ascendido en el escalafón para hacer algo de mí a pesar de mi baja cuna. Y como no le
oculto nada, le muestro también los esclavos Drakoni, la gente que ha elegido servir, pero
más que eso, los que sirven sin elección. Cómo son tratados. Cómo incluso un general como
yo no los trata como personas, sino como tropas para ser utilizadas.
Se retira y percibo su vacilación. Su búsqueda cambia, y avanza en mis recuerdos,
buscando cuando liberé a los Drakoni recientemente. De mis sentimientos hacia ellos. Si
esperaba ver resentimiento, no lo hay. Sentí vergüenza por haber descubierto ella que le
habían mentido. Vergüenza por no ser el macho que ella necesita que fuera. Vergüenza de
no haber sido capaz de liberarlos antes de que ella descubriera la verdad y así ganarme su
amor. Se apodera de un pensamiento perdido sobre los hijos de los Drakoni, de Tunjozefren
y Sallavatri, y rebusca, comprobando si pienso esclavizarlos.
Nunca. Soy incapaz de guardar silencio, incluso cuando ella escarba en mis pensamientos
y recuerdos más profundos. Nunca lo haría, Melina.

¿Qué te ha hecho cambiar? pregunta.


Nada me ha cambiado. Soy el mismo.
No eres el mismo, insiste. Veo tus primeros recuerdos y tus pensamientos, y no son los
mismos que ahora.
Interesante. Busca una respuesta que no estoy seguro de tener. Considero esto. Ellos... son
mis amigos. Confían en mí para que les ayude y les guíe. No sé si alguien ha confiado alguna
vez en mí de esa manera. Se sentía importante no romper esa confianza. Se sentía... mal.
Pienso en este momento, con mis colmillos demasiado draconianos cortando mi labio, y mis
garras de Drakoni que han vuelto a crecer. He pasado la última semana en forma de batalla,
algo que ningún Salorian admitiría de buen grado que puede hacer. Le di a Melina mis
fuegos, como lo haría un Drakoni. La he tomado como mi compañera.
No soy... diferente a ellos. Los Drakoni son lo mismo que yo. Puede que me ponga por
encima de ellos porque vivo en una ciudad y tengo modales refinados, pero los Drakoni son
la misma gente que yo. Me costó casi perder a Melina para darme cuenta de eso.
Hmm, dice mi compañera en mi cabeza, pero sus pensamientos son cálidos. Un momento
después, siento que su mano más pequeña se acerca a la mía y me aprieta los dedos. Es
una buena respuesta.

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La tomo de la mano mientras sigue hurgando en mis recuerdos, compartiendo todo. El


terror de mis primeros días cuando llegué a este lado de la Grieta, temiendo que me
persiguieran tanto humanos como Drakoni. Aprendiendo a esconderme fingiendo ser
humano. Congraciándome con los nómadas y luego gobernándolos. Acciones terribles y
brutales que hice en el pasado. Permanezco inmóvil durante todas ellas, preocupado de que
ella encuentre algo, descubra algún sucio secreto que sea el punto de inflexión y acabe
conmigo. Apenas respiro durante todo el tiempo, esperando.

Esperando que me odie. Sé que no he sido amable. Sé que he hecho cosas malas.
Nadie es perfecto, me dice. Tú eres mucho menos perfecto que la mayoría. Su voz mental se
burla suavemente. No pretendo juzgar tu pasado, sino comprenderlo. Si quieres, también
puedes revisar mis recuerdos.
¿Me confiarías eso? Me siento humilde.
Por supuesto. Te quiero.
¿Incluso ahora?
Incluso ahora. Su consuelo es como un bálsamo para mi espíritu. Has hecho cosas terribles
en el pasado, es cierto. Pero creo que estás cambiando. Podemos avanzar juntos, tú y yo...
Algo desagradable y equivocado se desliza en mi mente abierta.
Gimiendo ante la repugnante sensación que me produce, vuelvo a erigir apresuradamente
barreras mentales, tan rápido como puedo. Es como si un tentáculo de pura maldad y
destrucción se abriera paso en mis vulnerables pensamientos, serpenteando con la
esperanza de poder tomar el control y anclarse aquí. Busca un punto al que agarrarse y yo
lo presiono, decidido a no darle nada. Aprieto los dientes mientras se abre paso en mi mente,
buscando la fragilidad, una forma de llegar a los niños...
Los niños. Es la primera vez que la cosa se da cuenta de que existen, y me siento mal, como
si de alguna manera los hubiera expuesto ante esa cosa. ¿Ha arrancado su existencia de
mi mente? ¿De un recuerdo que dejé expuesto?
La oscuridad que se retuerce en los túneles se mueve a través de mis pensamientos,
escarbando como un gusano, y entonces localiza la mente de Melina, abierta e inteligente...
y conectada a mí.

NO.
Como si se tratara de un portazo, lo saco de mi cabeza a la fuerza. A mi lado, Melina jadea
y se tambalea, y puedo sentir cómo sus pensamientos se tambalean cuando mi empujón
mental también la afecta.
"¿Qué coño ha sido eso?" pregunta Melina, y cuando abro los ojos, tiene una mano apretada
contra el esternón, aspirando grandes bocanadas de aire como si pudiera purgar de algún
modo la sensación de suciedad que recorre mis pensamientos.
Me duele la cabeza. Me froto las sienes, temiendo dejar de lado mis escudos mentales
aunque sea por un segundo, por si esa cosa sigue intentando meterse en mi cabeza. "Eso
fue la Grieta".
"Oh, Dios mío", jadea Melina, con una mirada de puro horror en su rostro. "¿Así es como
se siente?"

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Asiento con la cabeza, la presión de mi cabeza se resiente. "Lo siento. Tengo que bloquearte
un poco, por si acaso intenta volver". Cierro los ojos, decidido a hacer mis escudos mentales
lo más fuertes posible. Si me rompo, él se queda con Melina y con los niños. Tengo que ser
a la vez señuelo tentador y fortaleza impenetrable, así que me tomo un momento y me
concentro. No puedo dejar de pensar que de alguna manera ha reconocido a los niños y a
mí como su conducto. Sabe que existen, sabe que mi compañera existe.
Tengo que actuar pronto, o arriesgo a todos ellos.
Se inclina hacia mí y me acerca las manos a la cara, ahuecándolas suavemente. Su
expresión es de asombro. "¿Te enfrentas a eso a diario?". Ante mi asentimiento, sacude la
cabeza. "No podemos dejar que esto continúe, Azar. Tenemos que detenerlo".
"Lo sé", digo, enfermo. "Pero los niños, no estoy seguro de que sean lo suficientemente
fuertes..."
Melina niega con la cabeza. "Me preocupa que no dures lo suficiente, Azar. ¿Cuántos hijos
serán necesarios? ¿Dos más? ¿Diez más? ¿Cien? Cada día los bichos son peores. Cada día,
la Grieta parece más peligrosa. Dime qué puedo hacer para ayudar, pero tenemos que
actuar antes de que sea demasiado tarde". Ella busca en mi cara. "Por favor".
Asiento con la cabeza. Ella tiene razón. Por supuesto que tiene razón. Dudo porque acabo
de recuperarla. No quiero perderla -y todo- en el momento en que lo he ganado todo. Pero
si sabe que los niños son fuertes, buscará utilizarlos para sí misma. Pienso en las veces
que Sallavatri me ofrece el uso de su mente y me estremezco. "Volveremos. Ahora mismo.
Y nos ocuparemos de las cosas esta noche".
Melina se humedece los labios y se pone en pie. "Sabes la forma más rápida de viajar,
¿verdad?"
Me quejo. "¿Soy tu caballo de carga ahora, entonces?"
"No, idiota. Tú eres mi Dragón. Y sabes que tengo razón".
Lo es. Y lo odio tanto como amo el beso de disculpa que me planta en la cara.

∗∗∗∗∗∗∗

EN EL MOMENTO EN QUE paso a la forma de batalla, mis pensamientos se vuelven a desbordar.


Sin embargo, Melina está ahí conmigo, con su mente calmando la mía, recordándome que
está a mi lado. Que está conmigo. Que debo hablar con ella. Así que lo hago, y se hace más
fácil. No es fácil, pero es más fácil. La locura que viene con la forma de batalla presiona mi
mente, como un maremoto que es contenido por la fuerza de la voluntad. ¿Es esto lo que
los Drakoni experimentan cada día aquí en este mundo? No es de extrañar que se pierdan
en la locura. ¿Cómo pueden no hacerlo?
Tengo un nuevo respeto por su fuerza mental. Todo este tiempo pensé que eran más débiles
que yo porque no tenían la habilidad Salorian de capturar y atrapar mentes. En cambio,
creo que podrían ser más fuertes que yo, si pueden soportar este torrente de caos mental
para transformarse regularmente en forma de Dragón.

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Pero tengo a Melina para concentrarme, y ella me mantiene centrado. La sostengo con mis
garras y vuelo de vuelta hacia Fort Dallas, hacia el hedor de los cuerpos sin lavar y los
montones de basura, de humanos y barro y excrementos y metal. Irónicamente, huele a
hogar, y no sé qué dice eso de mí, aparte de que ya no soy verdaderamente Salorian.
Al acercarme al Fuerte, otras mentes tocan la mía, ligeras presiones de reconocimiento que
golpean mis pensamientos y luego se retiran cortésmente. Vaan. Jurik. Incluso Mhal. Es
como si se aseguraran de que llevo a Melina a casa sana y salva.
Aterrizo en el patio y acomodo a Melina con cuidado en el suelo. Lleva mi túnica por encima
de uno de sus vestidos, con el pelo enredado y azotado por la brisa. Sin embargo, su olor
es el mío, mis fuegos se mezclan agradablemente con su delicado aroma. Me complace saber
que todos sabrán que es completamente mía con sólo oler su aroma.
Eso es una barbaridad por tu parte, se burla Melina mientras da un paso atrás, mirándome
con una sonrisa. Y tú que te creías tan civilizado.
Ella tiene razón. No soy tan civilizado como pensaba. Cambio de forma y vuelvo a mi cuerpo
normal de dos piernas con una oleada de fuerza mental. Una vez más, me sorprende lo fácil
que es cambiar de forma. Algo así parece que debería ser más difícil. Sin embargo, en el
momento en que vuelvo a tener forma humana, el silencio hace que me piten los oídos. Me
tambaleo y luego caigo de rodillas, agotado.
"Aquí estoy", murmura Melina, acercándose a mi lado y agarrándome del brazo. "Estás
agotado. Necesitas descansar".

La Grieta…
"Puede esperar unas horas", insiste Melina. Mira a su alrededor y hace un gesto a uno de
los soldados para que se acerque. "Ayúdame a llevarle a sus aposentos".
El cansancio se apodera de mí y me derrumbo antes de poder preguntar si también son sus
aposentos o si seguimos siendo dos mitades separadas de un todo.

∗∗∗∗∗∗∗

ME DESPIERTO con la suave sensación de que los pensamientos de Melina se arremolinan en


mi mente. Es una sensación intensa, darse cuenta de que está conectada a mí tan
profundamente, y llena el vacío hambriento que hay dentro de mí, esa posesividad que no
se cansa de ella. Está ordenando nuestros aposentos, tocando cosas y admirando la pila de
libros que tengo esperando a ser leídos.
Reconozco que no recuerdo ni una sola palabra desde que me dejaste. Abro los ojos y miro
a mi compañera. Melina es realmente la cosa más hermosa que he visto nunca. Lleva un
vestido azul pálido con mangas largas y ajustadas y un corpiño igualmente ajustado. Sus
faldas se arremolinan hasta el suelo y emiten un suave sonido, y ha recogido su glorioso
cabello en un nudo sobre la cabeza, mostrando un par de brillantes pendientes.
"Estás despierto", dice, con afecto en su voz, mientras se acerca a un lado de la cama. Se
sienta a mi lado y me pasa un dedo por la frente, retirando un pelo fuera de su sitio. "¿Cómo
te sientes?"

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"Tonto", admito. "No me di cuenta de que volar me costaría tanto".


Su sonrisa de respuesta hace que me duela el pecho. Que me haya perdonado por todas
mis transgresiones pasadas todavía me sorprende. No soy digno de su amor, pero pienso
pasar el resto de mis días intentando ser el hombre que ella necesita que sea. "¿Cuánto
tiempo estuve dormido?"
"Bastante tiempo", se burla, pero puedo oír la respuesta en sus pensamientos. Doce horas.
Doce horas. El tiempo suficiente para que recupere las fuerzas, entonces. Tomo su mano
entre las mías y le doy un beso en el dorso. "Te quiero".
"Yo también te quiero", dice ella, con una expresión ligeramente desconcertada. Luego, se
aclara. Una pizca de preocupación aparece en sus ojos. "Vas... vas a hacerlo ahora,
¿verdad?"
"No tiene sentido esperar", digo. "Si somos lo suficientemente fuertes ahora, quiero intentar
cerrar la Grieta antes de que esa criatura se haga más fuerte. Si consigue siquiera un punto
de apoyo en este mundo, nada estará ya a salvo. Tenemos que intentar al menos ver a qué
atenernos".
Melina se muerde el labio y asiente con la cabeza, mirando a la ventana. "Me han dicho que
los bichos están aumentando", dice, con voz ligera. "Se están metiendo en el suministro de
agua y los jardineros dicen que están teniendo que poner guardias para vigilar
constantemente las plantas y mantenerlas alejadas. Supongo que deberíamos alegrarnos
de que sea invierno, ¿no? ¿De que no haya mucho crecimiento? Pero si sigue así, en unos
meses no tendremos nada que comer ni beber".
"Tiene que ser ahora", acepto. Le doy otro beso en el dorso de la mano. "Si no vuelvo..."
"No vas a ir a ninguna parte", protesta ella, frunciendo las cejas.
"Si no vuelvo", continúo, mi voz es suave. "Que sepas que te he amado con cada parte de
mi marchito corazón Salorian". Porque lo que viene a continuación podría destruir mi
mente. Mi cuerpo seguirá donde está, en esta cama, pero no tengo ni idea de lo que hará
este esfuerzo. Tal vez nada. Tal vez me queme desde dentro hacia afuera.
Pero soy el único que puede guiar a los niños, así que debo intentarlo.
Melina me lanza una mirada feroz. Me aprieta la mano con fuerza. "Será mejor que vuelvas.
No me vas a dejar aquí sola para dirigir las cosas".
Me limito a darle otro beso en los nudillos y a contemplar su belleza y su gracia, su fuerza
de voluntad y su determinación. Quiero pasar más tiempo con ella. Quiero que pasemos el
resto de nuestras vidas juntos, trabajando para convertir este Fuerte en una civilización de
la que estar orgullosos y no en una en la que todos luchen por sobrevivir. Quiero que tenga
mis hijos. Quiero que envejezcamos juntos. Quiero cada día con esta hembra a mi lado y
en mis brazos.
Pero primero tengo que salvar el mundo.

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Con un suspiro cansado y un poco irritado, arrimo su mano contra mi mejilla, cierro los
ojos y me sumerjo en mi mente.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 36

AZAR

No tengo ni idea de cómo voy a hacer esto.


Es el primer pensamiento que me viene a la cabeza. Sé cómo ser un Salorian. Sé cómo
atrapar mentes y dirigirlas. ¿Pero cerrar una Grieta? ¿Forzar una puerta entre mundos? No
sé cómo empezar. Sólo sé que debo intentarlo. Si esto no funciona, lo intentaré de nuevo en
forma de batalla. Pero por ahora, lo haremos así, con mis sentidos intactos.
Y para ello, debo ser ese Salorian, el hombre vilipendiado por todos. El que controla a los
demás como marionetas. No me gusta, pero por el bien de todos... debo convertirme en eso
una vez más.
Así que primero me dirijo a los niños. Sallavatri, llamo. Es la hora.
Se despierta de su siesta, con los pensamientos brillantes y alerta. ¿Hora de qué? Tengo
hambre.

Es hora de cerrar la Grieta. ¿Me ayudarás?


Lo haré. ¿Qué necesitas?
Y aunque me odio por ello, aunque sea momentáneo y necesario, extiendo un zarcillo
mental. Déjame entrar y yo haré el resto.
Me abre su mente sin esfuerzo, con total confianza. Entonces, me encuentro en su cabeza,
posado como solía hacer con los Drakoni. Pero ahora es diferente. Estamos unidos,
nuestras mentes pulsan juntas como una trenza. Se siente poderoso, mi fuerza amplificada
por su habilidad natural. A diferencia de los Drakoni, Sallavatri es de este mundo, y su
poder no está diluido. Soy cuidadoso con mi pequeña amiga, sólo quiero guiarla y dirigirla
suavemente, no mandarla y forzarla. Pase lo que pase, te protegeré, le prometo.

Lo sé. Confío en ti.


Esa confianza lo es todo. Me hace sentir humilde y me recuerda que hago esto por todos
nosotros. Lo hago por los niños, por sus padres y por mi pareja, que espera pacientemente
junto a mi cuerpo, con la esperanza de un futuro juntos.
A continuación, nos dirigimos a Luminoura, que se une a nosotros sin dudarlo. Su poder
se enrosca en torno a nosotros y se suma a la llamarada de energía que estamos creando.
Nos imagino como un cometa, atravesando el cielo con una luz brillante. Tunjozefren se
une a nosotros a continuación, una ráfaga de brillo que nos lleva al siguiente nivel. De todos
los niños, su mente es la que más brilla, y me pregunto cómo será de adulto si esto continúa.
Malliope y Arthromathan entrelazan sus mentes con las nuestras. Como una fuerza

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ardiente de energía mental, nos sentimos poderosos. Fuertes. Imparables. Podemos llegar
más lejos que nunca.
Así que seguimos extendiendo la mano, buscando otras mentes, otros niños Drakoni que
puedan estar dispuestos a extender sus pensamientos y ayudarnos. Unas cuantas luces
más se unen a nuestra hoguera, y somos una llama creciente en la brillante quietud de este
mundo. También se siente muy bien. Puro, fuerte y brillante.
Y entonces lo siento.
Sólo una pizca de decadencia, arrastrándose en los bordes de mis pensamientos.
Le devuelvo el golpe, y la cosa de la Grieta se aleja, retrocediendo. Sin embargo, no basta
con empujarla. La persigo, dirigiendo mi ejército de luz hacia la oscuridad. Nos
arremolinamos sobre la Grieta, cada vez más alto, y me doy cuenta de que la Grieta no es
un lugar. No es un lugar al que podamos llegar, sino un desgarro en la realidad de este
mundo. A medida que nos acercamos, siento la filtración de otras mentes procedentes de
otros mundos. No sólo mi mundo, sino una docena más. Se sienten heridos y antinaturales,
la Grieta es una herida abierta entre realidades.
Extiendo la mano y toco los bordes de la Grieta con mi mente. Puedo sentir a Arthromathan
y Luminoura y a los demás, unidos a mí. Sus deseos son mis deseos, sus deseos son mis
deseos. Puedo sentir este mundo en sí mismo, una cosa que late y respira con un espíritu...
y está herido. Necesita curación.

Podemos ayudarlo, me dice Tunjozefren. Podemos mejorarlo.


Imagino que pongo las manos en la herida que es la Grieta, aunque mis manos están a
kilómetros por debajo del borde del cielo, todavía sujetas por el agarre de Melina. En el
momento en que toco la Grieta, un millar de voces se disparan en mi mente, pocas de ellas
humanas. La Grieta las atrae y las arroja a este mundo, o lo hará si no se cura.
Con todo mi poder y mi fuerza en la Grieta, presiono los bordes y quiero que se cierre. Una
luz blanca y cálida brota de nuestras conciencias unidas en la propia Grieta. Arde la
oscuridad, haciéndola retroceder... y las voces que claman por ser escuchadas se atenúan.
Sigo presionando, decidido a cerrar todo lo que pueda, pero estoy exhausto y agotado
cuando me retiro y examino nuestro trabajo. Hemos remendado un pequeño rincón de la
Grieta, exprimiendo una parte de ese enorme desgarro que abarca toda la ciudad. No es
suficiente. Es como si la propia Grieta estuviera luchando contra mí, lo que no tiene sentido.
Puedo sentir que quiere cerrarse. Puedo sentir que la herida quiere desaparecer... pero algo
no está bien, y no tengo la fuerza para determinar qué es.

Podemos seguir adelante, me tranquiliza Tunjozefren. No tenemos miedo.


Hago una pausa, porque suena... apagado. Como si su voz ya no fuera tan fuerte como
antes. Eso me preocupa. Quiero cerrar la Grieta, pero no a costa de una de las vidas que
se me han confiado. ¿Estás herido?

Sólo estamos más tranquilos, dice Sallavatri. Todos lo estamos. Tú también lo estás.
Mentalmente, doy unos golpecitos en la Grieta, preguntándome qué ha provocado eso.
Necesito a los niños con toda su fuerza. Necesito dar todo mi poder para arreglar esta herida
antes de que se abra y envíe todo tipo de horrores a este mundo. Pero hay algo que me falta.

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Me concentro, centrándome en las voces que se cuelan, en la cacofonía de sinsentidos que


abruma mis sentidos, buscando orientación. Quizá la respuesta esté aquí. Pero también
son más silenciosas.
Y entonces me doy cuenta.
Sé lo que debemos hacer para cerrar la Grieta por completo.
Los niños se dan cuenta en el momento en que yo lo hago. No tenemos miedo, me dice
Luminoura.

Haremos que todos estén a salvo, Sallavatri está de acuerdo. Toma lo que necesites.
Lo hago. Vierto todo en la Grieta, lamentando el sacrificio que debemos hacer.
El mundo estalla en una luz cegadora.

∗∗∗∗∗∗∗

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Capítulo 37

MELINA

El aire se siente pesado en la habitación. Agarro la mano de Azar, preocupada, porque he


estado tocando su mente desde que lo encontré, pero ahora mismo está completamente
callado, su concentración se ha ido a algún lugar que no puedo seguir. Quiero volver a
presionar y asegurarme de que está bien, pero tampoco quiero molestarle si está concentrado.
Así que me muerdo el labio, intentando no entrar en pánico, y espero.
Y espera.
Y espera.
Me pregunto exactamente cuánto tiempo durará esto. ¿Estará "fuera" todo el día?
¿Tomará más de un día? ¿Una hora? ¿Debo interrumpirlo para asegurarme de que come o
bebe?
Un jadeo ahogado llama mi atención. Miro a Azar y sus ojos se han abierto. Son grises
por un momento, y luego blancos, sólidos e implacables. Oh, Dios mío. "¿Azar?" Susurro.
"¿Estás bien?"
No hay respuesta. En algún lugar en la distancia, escucho a una mujer gritando.
"¿Azar?" Vuelvo a preguntar, preocupada porque algo haya ido mal. Le doy un pequeño
apretón de manos, aunque no estoy segura de si debería hacerlo. "Por favor, habla conmigo".
Cierro los ojos y extiendo mi mente. ¿Azar?
No hay respuesta. Me duele la cabeza mientras me esfuerzo por contactar con él. Alguien
golpea la puerta detrás de mí. No respondo, esperando que se vayan. No quiero apartar la
vista de Azar ni un segundo, preocupada por que pueda necesitarme de algún modo.
Un momento después, Gwen entra con su hijo en brazos y con lágrimas en la cara.
"¿Qué coño está pasando?", exige cuando me vuelvo hacia ella. "¿Qué le está haciendo a mi
hijo?" Su mirada se dirige a Azar y sus ojos se abren de par en par. "¿También le está
pasando a él?"
Antes de que pueda preguntar, Gwen baja a Tunjozefren para que pueda verlo. Tiene los
ojos muy abiertos, ese mismo blanco brillante y alarmante que cubre los ojos normalmente
giratorios de Azar. "Están intentando cerrar la Grieta", le digo. "No sé si está funcionando.
No puedo contactar con él".
Agarra a su hijo contra su pecho. "¡Diles que vuelvan! Esto no vale la pena si les hace
daño".

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Azar hace otro de esos aterradores ruidos de jadeo y, cuando me vuelvo para mirarlo,
su espalda se arquea sobre la cama, sus músculos se tensan y se tensan. Le agarro la
mano, aterrorizada, y le rozo la mejilla con los dedos. "¿Azar? ¿Cariño?"
Sus labios se separan y puedo oír algo. ¿Está tratando de hablarme? Me inclino hacia
él, acercándome, y lo que oigo me produce escalofríos. Azar tiene la boca abierta, pero las
voces que salen de él no son suyas. Suena como un millar de emisoras de radio que hablan
unas sobre otras, voces que se amontonan como un choque de mentes. El sonido crece, y
a medida que lo hace, la presión en mi cabeza empeora. Gwen gime, inclinándose sobre su
hijo, y yo me llevo la mano a la cabeza.
La presión aumenta, y el volumen que llega a través de Azar es cada vez más fuerte, las
voces gritando a través de él. Se arquea aún más alto, su mano se retuerce de la mía, y la
presión en mi cabeza se siente como un tornillo de banco. Me aprieto las sienes con ambas
manos, mientras grito su nombre. "¡Azar!"
Un pulso de energía pura recorre la sala.
Se siente increíblemente fuerte y silencioso a la vez, y nos aplasta a mí y a Gwen contra
el suelo con su fuerza. Siento que mi cabeza se derrumba y grito, pero no sale nada. Todo
está en silencio, pesado debido a la energía pulsante en el aire. La luz llena la habitación...

-y luego explota.
Al menos... se siente como si explotara. La tensión desaparece tan rápido como apareció
y me levanto del suelo, cansada, dolorida y confusa. Gwen está acurrucada alrededor de su
hijo, con lágrimas en la cara. Me levanto tambaleándome y me dirijo inmediatamente a la
cama. Azar está desplomado, con los ojos cerrados, y me acerco y levanto un párpado. Un
cálido y lechoso color dorado -un tono normal- se esconde debajo. Gracias a Dios. "¿Qué
ha pasado?"
Gwen se incorpora lentamente. Tiene la mirada fija en su hijo pequeño y, cuando éste
suelta un pequeño gemido y se acurruca en su pecho, se ahoga en un sollozo de alivio.
Acunándolo contra ella, sacude la cabeza hacia mí. "No lo sé".
Se oye un débil grito fuera, y la consternación me golpea. Quiero gritar ¿qué pasa ahora?
En cambio, me obligo a mantener la calma. Me acerco a la ventana y miro al exterior. Uno
de los soldados señala el cielo. Copos de polvo y ceniza caen al suelo como copos de nieve,
aunque no hay ni una nube en el cielo. Otra persona señala el cielo y yo miro hacia arriba.
La Grieta ha desaparecido.
La fea y palpitante herida que era constantemente visible, no importaba dónde
estuvieras o qué hora del día fuera, ha desaparecido. En su lugar, hay una raya pálida en
el cielo, como si hubiera sido cauterizada. "Mierda", jadeo. "Lo han conseguido". Me giro
para mirar a Gwen con incredulidad. "¡Sellaron la Grieta!"
"¿Qué?" Se pone en pie, corriendo hacia la ventana para comprobarlo.
Justo entonces, Azar gime. "Ow".

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Corro a su lado, le agarro la mano y le doy una docena de besos en los nudillos. "Lo
hiciste, Azar. Has sellado la Grieta".
Me mira, con los ojos llenos de emoción, y asiente. "Hice lo que tenía que hacer".
Confundida, le dirijo una mirada curiosa. Esa no es la voz emocionada y aliviada que
esperaba escuchar. "¿Estás bien?" Vuelvo a hurgar en su mente, queriendo sentir sus
pensamientos a través de los míos. Acariciarlo con mis sentimientos de afecto. Pero... todo
lo que encuentro es silencio. Esta vez, frunzo el ceño. "Azar... no puedo sentirte".
Asiente con la cabeza, su expresión es melancólica. "Tuve que cerrarlo todo. Para cerrar
la Grieta, tuvimos que renunciar a ella". La mirada que me dirige es totalmente melancólica
mientras se acerca a tocar mi cara. "Sólo pude sentirte por poco tiempo".
Un rugido incoherente sacude el edificio. Oigo el golpe de unos pies que se estrellan en
el pasillo y, un momento después, la puerta de nuestro dormitorio irrumpe de nuevo. Vaan
se abalanza sobre nosotros con una mirada frenética. Se dirige inmediatamente a Gwen, le
pasa las manos por encima y luego toca a su hijo. La confusión y el miedo se reflejan en su
rostro.
"No puedo oírle", grita Gwen, mirando hacia mí. "No puedo oír a mi compañero. ¿Qué
ha pasado?"
Oh, Dios. Ahora lo entiendo. El discurso mental es una cosa en su mundo, pero no en
el nuestro. Para cerrar la Grieta, tuvo que tomar la decisión de renunciar a ella para todos.
Eso significa que Vaan no puede oír a Gwen, y Gwen no puede oír a Vaan, y nadie podrá
oír a los bebés hasta que aprendan a hablar.
En otras palabras, se han convertido en niños normales.
Trago con fuerza y aprieto otro beso en los nudillos de Azar. "¿Pero estás a salvo? ¿Nadie
está herido?"
Sacude la cabeza. "Seguro. Nadie está herido. Sólo... tranquilo. Muy tranquilo". Se lleva
una mano a la frente y hace una mueca como si el silencio le doliera físicamente. "Espero
haber tomado la decisión correcta. La criatura de la Grieta ha desaparecido, pero también
cualquier posibilidad de volver a casa".
"Hiciste lo único que podías", le digo. "Le diste a todos aquí un futuro". No puedo
enfadarme. Incluso cuando Gwen y Vaan se abrazan y lloran, con su hijo acunado en sus
brazos.
Incluso cuando los otros Drakoni salen de sus aposentos, confundidos por el repentino
silencio en sus cabezas y en las de sus compañeras. Comprenden una vez que ven la Grieta,
y una curiosa especie de calma se apodera de ellos. Es como si todos lo esperaran. Es como
si la curación de la Grieta lo explicara todo.
Es un futuro para todos nosotros. Es un nuevo comienzo.
Y como no puedo decírselo a mi marido con mis pensamientos, me limito a llevar la
mano de Azar a mi pecho. "Te amo, por siempre".

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Epílogo

Meses después

MELINA

Es una hermosa y soleada mañana de primavera, el tipo de día perfecto para la jardinería.
Llevo un gran sombrero flexible en la cabeza para mantenerme fresca. Mi vestido de verano
es blanco pálido con grandes girasoles amarillos y parece tan alegre como me siento
mientras consulto el Gran Libro de Habilidades de Jardinería. A mi lado, la jardinera
principal, Sheree, sacude la cabeza y señala el libro Texas Fruit and Vegetable Gardening.
"Aquí dice que para nuestra zona, la okra se planta dos semanas después de la última
helada".
"¿Estás segura de que esa es nuestra zona?" Vuelvo a preguntar, porque no me suena bien.
"No podemos estropear esto. Necesitamos que cada semilla cuente. Estoy nerviosa de que
vayamos a estropearlo".
"No lo vamos a estropear", me tranquiliza, y señala las camas preparadas. "Okra allí.
Lechuga allí. Pimientos y pepinos allí. Zanahorias, patatas y nabos a la sombra en el borde
de los jardines, junto a los árboles frutales". Señala la enorme extensión a la luz del sol.
"Tomates allí, porque esas malditas cosas crecen en todas partes".
Me río de eso. No se equivoca. Los tomates crecen muy bien aquí, pero chico, para el final
del verano, seguro que estaremos hartos de ellos. "Muy bien. Confío en ti. Démosle al rock
and roll".
Sheree mira al equipo de jardinería que la espera, radiante. "Ya habéis oído a la señora.
Vamos a trabajar".
La multitud, armada con palas, azadas y cubos, con sombreros en la cabeza, se dispersa.
Todo el mundo en el fuerte se toma la jardinería muy en serio, hasta el punto de que
cualquiera que llegue con una pizca de habilidad para la jardinería es inmediatamente
codiciado. Un Fuerte cercano -Fort Waco- intentó robarnos a algunos de nuestros jardineros
durante las Navidades, pero todo acabó siendo amistoso y, al final, nos fuimos con
conocimientos compartidos y promesas de intercambiar semillas. Complacida, observo
cómo se trabaja en la enorme extensión del jardín. Me gustaría ayudar, pero Gary me
arrancaría la cabeza si lo intentara, así que me conformo con abrazar un libro contra mi
pecho y admirar la eficiencia de los demás mientras plantan, fertilizan y riegan.

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Detrás de mí, un hombre gruñe, con un tono interrogativo. Me giro, sonriendo, y veo a un
hombre Drakoni allí. Ah, uno de los recién llegados. Lleva una falda escocesa alrededor de
las caderas y alguien le ha dado cuidadosamente un lazo con una placa de identificación
que proclama HOLA, SOY YAZEN.
"Hola, Yazen", digo alegremente. Algunas de las mujeres que estaban en el programa de
bragas se han convertido en embajadoras de los Drakoni que han ido llegando. No todos se
quedan, pero hay suficientes que sienten curiosidad por el asentamiento y la gente, y no es
raro ver a personas de escamas doradas y rojas caminando entre los humanos del Fuerte.
"Soy Melina".
Vuelve a gruñir y mueve la boca de forma exagerada. "Hey-lo."
Le lanzo un rayo de aprobación. Desde que la Grieta se cerró para siempre, a los Drakoni
se les ha hecho muy cuesta arriba. Ya no están enloquecidos, la locura ha desaparecido tan
rápido como llegó, pero sin el habla mental, tienen que aprender a hablar en voz alta por
primera vez. Es difícil para ellos, pero nunca me burlo de sus intentos, porque lo están
intentando.
Yazen me tiende una planta, con el ceño fruncido. Hace un gesto como si quisiera darme la
planta, pero cuando la cojo, se echa atrás y enseña los dientes. Vale, no quiere darme la
planta. "¿Sí?", pregunta y luego señala con la cabeza a Sheree. "¿Sí?"
Intento descifrar lo que me pregunta, estudiando la planta que tiene en sus manos. No es
una de las del jardín, me doy cuenta. Tiene las raíces colgando entre los gruesos dedos
dorados, y parece que corre el peligro de marchitarse si no se planta pronto. La miro
fijamente y luego levanto la vista hacia Yazen. Está observando a Sheree con una mirada
de puro anhelo.
Aaaah. "¿Quieres darle la planta a Sheree?"
"Shar-ee", asiente con un movimiento de cabeza, y señala la planta acunada en sus garras.
"Sí". Luego me lanza otra mirada interrogativa, como si pidiera permiso. Sé que algunas
personas siguen teniendo miedo de los Drakoni -siempre lo tendrán-, pero Sheree no es
una de ellas. Si esta es su torpe manera de cortejar a nuestra jardinera, es bienvenida.
Sheree es viuda, así que no creo que esté involucrada con nadie.
Le sonrío y le hago un gesto de ánimo. "Creo que le gustaría".
Por un momento, el pobre Yazen parece nervioso. Traga con fuerza, su garganta se
tambalea, y luego da unos pasos hacia adelante. "¿Shar-ee?", grita, y cuando ella se vuelve,
prácticamente le empuja la planta bajo la barbilla, con una muda mirada de esperanza en
su rostro.
"Oh", dice Sheree, parpadeando con sorpresa. "Oh, Dios mío. Gracias, Yazen". Se sonroja,
y por un momento parece una colegiala en lugar de una mujer madura con vetas grises en
las sienes. "¿Quieres ayudarme a plantarlo?"
"Sí", responde Yazen, sonriéndole.

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Ah. Eso me hace feliz. Pienso en mi propio hombre-Dragón, que probablemente está siendo
perseguido por un millón de asistentes. Nunca hay un momento de descanso para el pobre
Azar. Si no está pensando en cómo ensanchar las calles o crear casas más resistentes, es
un pozo que se está secando o planea ampliar los jardines. Son los simulacros de la milicia
y los recorridos de búsqueda de comida y las listas de tareas y una docena de otras
pequeñas tareas que consumen su día.
Le encanta, por supuesto. Le encanta que la gente le escuche y le respete por su inteligencia
y no por su músculo bruto, y últimamente sus lecturas han sido sobre agricultura familiar
y carpintería, sólo porque quiere tener los conocimientos que la gente necesita. Se ha
lanzado firmemente a dirigir el Fuerte, y no porque quiera impresionarme o tener poder.
Creo que a estas alturas quiere de verdad que se convierta en una ciudad floreciente, de la
que todos puedan estar orgullosos.
Bueno... probablemente le guste un poco el poder. No le echaré en cara eso.
Pensar en mi marido me recuerda que tengo que recoger un paquete de la clínica. Me dirijo
en esa dirección, saludando a la gente que está fuera disfrutando de la luz del sol de la
mañana como yo. Han aparecido porches delante de las casas de Fort Dallas, con sillas
aparcadas en el exterior en lugar de en el interior. Es agradable poder salir y no preocuparse
de los bichos del tamaño de un perro o de si un Dragón está volando por encima. Después
de años de encogimiento, parece que nos han dado la libertad. Los Drakoni ya no están
locos. Aunque los vemos en el cielo regularmente, no atacan. La mayoría están simplemente
confundidos y buscan respuestas, o buscan un lugar al que llamar hogar. En cuanto a los
bichos, la mayoría han desaparecido ahora que la Grieta está cerrada permanentemente.
Que les vaya bonito.
Llego a la clínica y me asomo. Gary está con una paciente, con la mano en el vientre
redondeado de una mujer embarazada, con el estetoscopio pegado al estómago. Sin
embargo, Alma está en mi antiguo despacho y llamo a la puerta. "Buenos días", le digo al
entrar. "¿Es un mal momento?"
"¡Nunca!" Se levanta de un salto y me abraza, dándome palmaditas en la espalda. "¿Hiciste
la prueba que te envié?"
Asiento con la cabeza, sonriéndole.
Jadea y sus ojos se iluminan. Me agarra las manos. "¿Somos... felices?"
"Mucho", la tranquilizo.
Ella chilla, el sonido de niña, y hacemos un pequeño baile juntas. "¡Esto merece una
celebración!" Sus ojos oscuros brillan con lágrimas. "Oh, voy a tener que hacer mucha ropa
de bebé".
"Alma", advierto, sonriendo mientras le cojo las manos. "De verdad, no tienes que..."
"¡Y ropa para ti!" Chasquea la lengua, estudiando mi vestido. "Está bien ser una princesa,
pero algunos de estos vestidos no sirven para una barriga de embarazada. Iré más tarde".

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Me asiente con la cabeza como si eso ya estuviera decidido. "Revisaremos tu ropa y veremos
cuáles necesitan costura. ¿Tienes antojos? ¿Tengo que hablar con la cocinera de allí?"
Me río, sin poder evitarlo, y tiro de Alma para abrazarla. "¡Para! Creo que estás más
emocionada que yo".
"¡Claro que estoy emocionada! Esto es algo que hay que esperar". Me aprieta fuerte, sus
brazos me rodean. "Diría que tenemos que ir a por bebidas para celebrarlo, pero eso está
descartado. ¿Pasteles? ¿Crees que la cocinera nos hará algún pastel para celebrarlo?"
Me río al pensarlo, sintiéndome niña, tonta y desenfadada. En algún momento de los
últimos meses, Alma y yo hemos pasado de ser compañeras de trabajo con un objetivo
común a amigas. Ha sido una transformación lenta. Creo que he estado tan protegida y
sola durante años que me cuesta confiar y dejar entrar a alguien. Pero Alma es buena para
traspasar los límites, y es alguien que trabaja tan duro como yo. Compartimos productos
de belleza e intercambiamos libros, y Alma se sabe todos los chismes del Fuerte, lo que
siempre es entretenido. Tenemos "citas" para desayunar juntas los fines de semana, no
para hablar de trabajo, sino simplemente para pasar el rato. Ella se queja de su novio, yo
intento no hablar demasiado de Azar, y... eso es todo.
Tengo una amiga. Se siente como algo extraño y frágil, pero me hace feliz. Con el tiempo,
quizá tenga más si sigo dejando entrar a la gente. Volveré a tener una comunidad. No me
di cuenta de cuánto la había echado de menos hasta que Alma se presentó en mi casa una
mañana con jabones perfumados, té caliente y un montón de chismes.
Es la primera persona a la que le cuento mis sospechas de embarazo, y ha encontrado una
prueba de un lote que aún funcionaba bien. Me alegro de compartir este momento con ella,
pero también necesito compartirlo con alguien más. Así que le doy un último abrazo y me
retiro. "Voy a decírselo a Azar hoy. ¿Tienes mi regalo?"
Alma se ríe. "Te diré que he cambiado dos paquetes de mezcla para sopa por el pequeño
bicho". Se dirige al fondo de la oficina y coge una caja con agujeros en la tapa, y la abre
para mostrarme el pequeño gatito que hay dentro. Es una bola de pelusa de percal muy
bonita y me da un maullido lastimero.
"Es perfecta", arrullo, cogiendo a la gatita y acercándola a mi pecho. "Te pagaré la sopa, lo
prometo".
"Pfft. No te preocupes". Alma agita una mano. "Somos amigas".
Le sonrío. "Todavía no me gusta deberle a la gente".
Pone los ojos en blanco. "Ay yi, amiga. Déjalo estar. Dile a Azar que siga enviando gente a
buscar medicinas y que mantenga la clínica abastecida. Eso es suficiente pago".
"Sabes que lo hará", digo, acariciando la pequeña cabeza del gatito con la punta de un dedo.
Desde que se cerró la Grieta, no he trabajado en la clínica. Azar se ha preocupado por mi
salud, por si me pongo enferma atendiendo a todo el mundo. Ha dotado a la clínica de más
gente y Gary es el médico jefe y Alma dirige la oficina. Entre los dos, tienen un gran sistema
y yo... no lo echo de menos. Pensé que lo haría. Pensaba que no sabría qué hacer sin gente
a la que atender, pero ayudar a Azar a dirigir la ciudad y pensar en formas de mejorar

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nuestra situación vital ocupa todo mi tiempo libre. Y luego, por supuesto, habrá una
pequeña ampliación de nuestra familia en unos meses...
Le doy un beso a la gatita y la vuelvo a meter en la caja, asegurándome de que está cómoda
antes de arroparla contra mi pecho. "No puedo quedarme", le digo a Alma. "Pero mañana
vamos a enviar un equipo de carroñeros para una carrera de larga distancia. Se dirigen al
oeste, hacia Abilene. Tardarán unas semanas en volver, pero tenemos la esperanza de que
haya buenas noticias. Tienen una lista de todo lo que necesita la clínica".
Alma aplaude. "¡Perfecto!"
"Ah, y vamos a plantar un gran jardín de hierbas para la primavera", le digo. "Vamos a tener
que empezar a idear más remedios de hierbas, y acabo de encontrar un gran libro sobre
medicinas naturales. Estoy tomando algunas notas y luego lo traeré". No le digo que Azar
quiere leerlo primero. Quiere leerlo todo. Devora toda la información que puede, porque
todo lo ve útil para nuestra situación. Si está escrito, Azar lo leerá y tratará de aprenderlo.
Me despido de Alma, prometiéndole que nos reuniremos para almorzar y así poder contarle
todos los chismes sobre cómo Azar manejó la noticia del bebé, y luego me dirijo hacia el
borde del complejo, hacia uno de los edificios que se ha establecido como taller.
Últimamente, Azar ha estado trabajando con algunos de los hombres, mientras intentan
averiguar cómo soldar un mecanismo de bomba para el interior de las cocinas para traer
agua fresca. Hace unos días vio en un libro un dibujo de una bomba manual antigua y se
ha obsesionado con averiguar cómo hacer funcionar una. Se podría pensar que es algo fácil
de averiguar, pero hemos perdido tanta información y conocimientos respecto a lo que
tenían nuestros antepasados hace apenas cien años que parece que estamos empezando
de cero.
Pero si alguien puede resolverlo, será Azar.
En el taller, veo a Jurik trabajando con uno de los soldadores. Me sonríe, guiñando un ojo,
y luego echa fuego sobre el metal cuando el soldador hace un gesto. Le hago un rápido
saludo y me dirijo a la parte trasera del ruidoso taller. Hay otro hombre martilleando metal
y otro Drakoni ayudando en otro proyecto de soldadura. Me escabullo entre sus mesas de
trabajo, haciendo lo posible por no estorbar. Jurik y Rachel se han quedado un tiempo más
en el Fuerte. Rachel dice que no tiene interés en irse "justo cuando la mierda se pone buena"
y ayuda a gestionar la biblioteca de préstamos que hemos creado cuando no está atendiendo
a su hija. Jurik ayuda en muchos de los proyectos de Azar, y estoy bastante segura de
haber visto a Azar pasándole uno de los libros de trabajo para niños que había utilizado
para aprender a leer. Me alegro de que se hayan quedado. Rachel se apresura a decir lo que
piensa, y aprecio su perspectiva aunque no esté de acuerdo con ella. Gwen y Vaan volvieron
a Fort Shreveport, y Jenny y Mhal se fueron a "hacer de caseros" a algún sitio. Me dio la
impresión de que no querían decirnos dónde, y no pregunté.
Al fin y al cabo, no se obliga a nadie a quedarse. Quiero que en Fort Dallas viva gente que
quiera estar aquí y que quiera hacer de él un lugar mejor.
Encuentro a Azar encorvado sobre un enorme conjunto de planos extendidos sobre una
mesa. Entrecierra los ojos, pasa el dedo por los dibujos y mueve los labios. Su aspecto es

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diferente al que tenía cuando llegó. Sigue prefiriendo sus túnicas, pero ahora son más
ceñidas y oscuras, con un cinturón en la cintura. Lleva el pelo recogido en una trenza
parecida a la mía y un par de gruesas botas de trabajo en los pies. Se ha vuelto a recortar
las garras, pero ha conservado los colmillos, como si hubiera decidido abrazar su lado
Drakoni en lugar de ocultarlo.
Me acerco a la mesa y me apoyo en ella. "Hola forastero".
Mi marido se levanta de golpe, sorprendido por mi acercamiento. "¡Melina! No te he oído
venir, amor". Se acerca a mi lado y me quita el sombrero de paja, dándome un beso en la
frente. "¿Debo decirles a todos que dejen de trabajar?"
"Por supuesto que no". Me subo a la mesa, sentándome directamente sobre los planos, con
la caja acunada en los brazos. "¿Qué estamos viendo?"
"Los sistemas de agua de la ciudad. Si no podemos averiguar cómo bombear desde un pozo,
me pregunto si podemos averiguar cómo hacer que las cosas funcionen de nuevo". Sus ojos
brillan de emoción. Azar adora los problemas difíciles de resolver. "¿Sabías que antes el
agua corría por debajo de estas calles? Es increíble. El sistema era muy complejo".
"Soy muy consciente de ello", le digo secamente. "Echo de menos las duchas calientes como
si no hubiera un mañana".
Se acerca a mi lado, me quita uno de los zapatos y me frota el pie mientras estudia los
planos con fascinación. "Pero en cambio me tienes a mí".
Mmm, lo hago. Nadie más me dará un masaje de pies con tanto entusiasmo como él. "Lo
hago. Y te he traído un regalo".
Eso hace que Azar se detenga. "¿Un regalo?"
Le tiendo la caja. Por supuesto, suelta un maullido lastimero.
Me quita la caja, con una mirada vagamente alarmada. Quitando la tapa, se queda mirando
la pequeña bola de pelusa que hay dentro, confundido. "¿Qué es?"
Me río, lo recojo y lo pongo en sus brazos. "Es un gatito, tonto".
Azar frunce el ceño al verlo. "¿Por qué?"
"¿Por qué es un gatito, o por qué te he comprado uno?" Sonrío.
Se apoya en la mesa, acunando a la cosa en sus brazos, con una expresión de desconcierto
en su rostro. Vuelve a maullar y empieza a trepar por su bata, luego se acomoda en su
cuello, arropándose contra él. "¿Por qué me has comprado un gatito?", aclara.
"Bueno", digo. "Son buenos ratoneros".
"¿Tenemos ratones?"
"No. Pero por si acaso lo hacemos. Y son una buena compañía". Alargo la mano y acaricio
a la pequeña cosa, y vacilante, Azar levanta su mano y la acaricia también, siguiendo mi
ejemplo. Resulta gracioso verle con él. Está claro que no tiene ni idea de qué hacer con un
animalito.

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SERIE FIREBLOOD DRAGONS 10
RUBY DIXON
DARK FIRE

"Me tienes a mí como compañía", dice, pero sigue acariciándolo.


"Lo sé. Pero es maravilloso tener mascotas cerca. Te alegran el día sólo con estar ahí. Te
quieren incondicionalmente".
"A éste le encanta mi cuello", señala mientras intenta arañar su cuello, con la misma
expresión de desconcierto que antes.
Entonces decido soltar mi secreto. "Una mascota también es una buena práctica para el
futuro".
Si ha captado mi sutil indirecta, no lo demuestra. Azar inclina la cabeza, tratando de ver a
la pequeña criatura presionada contra su garganta. "¿Porque quieres más gatos en el
futuro?"
"Porque vamos a tener un bebé".
Azar hace una pausa. Su rostro, ya pálido, se vuelve blanco como el hueso. Traga con
fuerza, mirándome fijamente. "¿Tú... un bebé?"
"Tú también", replico, divertida. "No soy todo yo". Me toco el estómago. "Pero a menos que
la prueba que me hice esté mal, sí, vamos a tener un bebé en unos meses, suponiendo que
los Salorian tengan los mismos tiempos de gestación que los Drakoni". No estoy segura de
cómo me sienta un embarazo drásticamente acortado, pero sólo significa que conoceré a mi
hijo mucho antes.
"Un bebé", dice Azar con reverencia. Sus ojos se abren de par en par y aprieta al gatito
contra su cuello, su mirada me recorre de un lado a otro. "Yo... Melina... ¿en serio?"
"De verdad", le tranquilizo. Su reacción no es exactamente la que yo pensaba. Alegría, tal
vez. Emoción. Azar parece aterrado. "¿Es eso malo? ¿No quieres un bebé?" Pensé que
éramos felices juntos. Mierda, sé que somos felices juntos. Hacemos el amor todas las
noches y nadie me ha tratado tan bien como Azar. Él cuida de mí. Escucha todo lo que
tengo que decir. Me cuida como si estuviera hecha de oro puro. Todo es tan bueno entre
nosotros que nunca me paré a preguntarme si quería tener un hijo. "¿Esto es malo...?"
"No", suelta, arrancando apresuradamente al gatito de su lugar en el cuello y
entregándomelo. El gatito vuelve a llorar y hunde sus garras en mi mano, buscando
seguridad, y lo aprieto contra mi pecho. Azar se inclina hacia delante, extendiendo una
mano reverente hacia mi estómago. Una mano temblorosa, noto. "Tú... vamos a tener un
hijo".
"Lo vamos a tener", digo en voz baja.
"Me gustaría poder escucharle". La tristeza cruza su rostro. "Él -o ella- no podrá decirnos
su nombre".
"Lo sé". Me hace doler, pero no hay nada que hacer por ello. "Nuestro bebé podrá decirnos
su nombre cuando esté preparado. Hasta entonces, le llamaremos de otra manera. Prefiero
que nuestro hijo tenga un futuro que un nombre concreto".

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RUBY DIXON
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Asiente, con la mirada fija en mi cintura. "Lo sé. Es sólo... un gran cambio. Creo que por
eso es tan difícil adaptarse. A veces es muy silencioso".
Lo entiendo. Azar -y todos los Drakoni- están acostumbrados a hablar mentalmente. A
alcanzar y tocar una mente para hacer una pregunta, a tener un vínculo constante con otra
persona. Azar también tenía los vínculos con los bebés, y esos también han desaparecido.
Imagino que a veces se siente solo. "Tendrás que esperar para hablar con él o ella cuando
nazca. Igual que yo tengo que esperar".
Me roza el estómago con las yemas de los dedos. "Nuestro hijo", vuelve a repetir. "Esto...
esto es increíble". Me mira, con una expresión de puro placer en su rostro. Se fija en el
gatito y se pone en pie una vez más, cogiéndolo de mi lado. "Tengo que empezar a practicar
ahora mismo". Se acerca el gatito a la nariz y le lanza una mirada severa. "Debes ayudarme
a aprender a ser el mejor padre de la historia".
El gatito alcanza y golpea su nariz con una pequeña pata, y juro que Azar se derrite. Su
expresión es de felicidad. "¿Has visto eso?"
"Ya lo he visto", acepto, divertida.
Me divierte doblemente cuando Azar se inclina y me besa como un demonio, y luego
presiona su frente contra la mía. "Gracias, mi amor. Por el gatito... y el niño". Vuelve a
tocarme el estómago y luego anuncia al gatito: "Dime qué te gustaría. ¿Tienes hambre?
¿Tienes sed?" Cuando se calla, me mira con preocupación. "¿Qué hago? ¿Le doy de comer?
¿Lo acaricio? ¿Qué haría un padre en este caso?"
Está frenético. Me muerdo el labio para no reírme. Algo me dice que no va a ser muy
ratonero. Creo que Azar lo va a convertir en el gato más mimado de la historia.
Y no puedo esperar a verlo como padre. "Lo estás haciendo bien, cariño. Muy bien".

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