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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La Tentación de un
Highlander
Elisa Braden
Midnight in Scotland Series #3
Traducción: Manatí
Lectura Final: Amber
Una mujer perseguida
Una vez una florero sin esperanzas, Clarissa Meadows floreció hasta
convertirse en una belleza durante una única y espléndida temporada, sólo
para atraer la atención de un loco empeñado en poseerla. Ahora, ella debe huir
a donde él nunca la seguirá: la casa de una amiga en las Highlands Escocesas.
Pero él la descubre. Y a Clarissa no le queda ningún lugar al que huir.

Un protector sin límites


Campbell MacPherson no debería soñar con la bella inglesa que se ruboriza
como un amanecer, pronuncia frases de doble sentido durante el desayuno y
muestra un peculiar interés por el tamaño de sus manos. Pero cuando ella
revela la amenaza que pone el miedo en sus ojos, este rudo y solitario gigante
jura su protección, incluso si eso significa mantener la tentación tan al alcance
como su próximo aliento.

Una tentación demasiado ardiente para negarla


Clarissa no podría pedir un guardaespaldas más imponente -o cautivador- que
Campbell MacPherson. Pero aceptar su protección lo pone directamente en la
mira de un depredador. Y pronto, ella se enfrenta a una elección imposible:
permanecer en el refugio de sus brazos o salvar al hombre que ama del lobo
que ha llevado a su puerta.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

¡Para nuestros
lectores!
El libro que estás a punto de leer, llega a ti debido al trabajo desinteresado de lectoras
como tú. Gracias a la dedicación de los fans este libro logró ser traducido por
amantes de la novela romántica histórica—grupo del cual formamos parte—el cual se
encuentra en su idioma original y no se encuentra aún en la versión al español, por lo
que puede que la traducción no sea exacta y contenga errores. Pero igualmente
esperamos que puedan disfrutar de una lectura placentera. Es importante destacar que
este es un trabajo sin ánimos de lucro, es decir, no nos beneficiamos económicamente
por ello, ni pedimos nada a cambio más que la satisfacción de leerlo y disfrutarlo.
Lo mismo quiere decir que no pretendemos plagiar esta obra, y los presentes
involucrados en la elaboración de esta traducción quedan totalmente deslindados de
cualquier acto malintencionado que se haga con dicho documento. Queda prohibida la
compra y venta de esta traducción en cualquier plataforma, en caso de que la hayas
comprado, habrás cometido un delito contra el material intelectual y los derechos de
autor, por lo cual se podrán tomar medidas legales contra el vendedor y comprador.

Como ya se informó, nadie se beneficia económicamente de este trabajo, en especial el


autor, por ende, te incentivamos a que si disfrutas las historias de esta autor/a, no dudes
en darle tu apoyo comprando sus obras en cuanto lleguen a tu país o a la tienda de
libros de tu barrio, si te es posible, en formato digital o la copia física en caso de que
alguna editorial llegue a publicarlo. Esperamos que disfruten de este trabajo que con
mucho cariño compartimos con todos ustedes.

Atentamente
Equipo Book Lovers

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Prólogo
14 de diciembre de 1826
Ellery Hall
Cambridgeshire, Inglaterra

—¡Dash!— Clarissa Meadows reprendió a la aterciopelada bola de pelo gris


que se encontraba panza arriba sobre su escritorio. —Ya has tenido suficientes
caricias. Ahora, lárgate.
Una cola felina perezosa se movió hacia el tintero.
—Dash—, advirtió. —No te atrevas.
Agitándola burlonamente como una bandera, la cola bailó y dio una pequeña
sacudida antes de sumergirse repentinamente. Gotas de tinta volaron.
—¡Oh, por el amor de Dios!— Clarissa dejó caer su sombrero en una silla y se
acercó a su exasperante compañero. Antes de que la cola volviera a sumergirse,
la agarró. Dash le dio un zarpazo y rodó de un lado a otro como un esquife en el
mar.
—Rowl—, fue su respuesta rasposa y descontenta. Los ojos cobrizos
parpadearon al ver que ella le limpiaba la cola con su pañuelo, ahora arruinado.
Ella chasqueó la lengua. —Por eso te llamé Dash1, granuja absoluto.
—Mrow.
—Ser adorable no es excusa. Mira el desastre que has hecho. Levantó la ropa
entintada y luego se fijó en su manga manchada. —Maldita sea.
—¿Ha estado en el tintero otra vez, no?— preguntó la abuela de Clarissa.
Rosamond Brightwell Stimson, la Condesa viuda de Darnham, entró en la
pequeña biblioteca llevando una taza de té. Sus hombros cubiertos por un chal
estaban encorvados contra el frío.
Clarissa levantó a Dash del escritorio y le besó la cabeza antes de depositarlo
en el suelo. —Niño travieso. Ve a hacer algo útil por una vez.
Con su habitual actitud desafiante, el gato de cara redonda ronroneó con
fuerza, frotó su hombro contra el tobillo de ella y luego salió bruscamente de la
habitación como si lo hubiera picado una abeja.

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Apela a dash en inglés como alborotador

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Clarissa examinó las manchas de tinta en su manga. Estaba descolorida y


sucia, el vestido no se había lavado adecuadamente desde que se habían visto
obligados a despedir a la doncella de Clarissa. Las tres doncellas que quedaban
en Ellery Hall carecían de las habilidades de lavado de la muchacha.
—Tendremos que encontrar los fondos para contratar lavanderas—,
murmuró, sacando el libro de contabilidad de la estantería y acercando una silla
a la abuela, que se acomodó a su lado para contemplar las lúgubres cifras. —
Sobre todo teniendo en cuenta la exigencia de Darnham de que reduzcamos el
personal de Ellery Hall a un lacayo y dos criadas. Al parecer, los sirvientes
masculinos son más costosos a efectos fiscales. Eso nos deja con el pobre
Geoffrey.
La abuela sacudió la cabeza. —Pobre Geoffrey.
—Sí. No ha sido el mismo desde el incidente de la limpieza.
—Ciertamente, no encontrará empleo en otra parte. Tendremos que
mantenerlo.
—Tal vez pueda tentar a la familia Peabody para que arriende otro acre del
jardín sur. Ellos adquirieron gansos, ya sabes.
—¿Gansos?— Su abuela rió. —Los patos son una opción mucho mejor. Más
tranquilos, ciertamente. No me gustaría tener gansos en el jardín del sur.
—Estoy de acuerdo. Pero puede ser necesario.
La abuela guardó silencio, con los hombros caídos. —Tal vez lo sea.
Desafortunadamente, la abuela dependía de Rupert Stimson, sobrino del
abuelo y actual Conde de Darnham, para sus ingresos. Antes de la muerte del
abuelo, Rupert le había prometido que la dejaría quedarse en la finca donde ella
y su esposo habían criado a sus tres hijas. Tras la muerte de los padres de Clarissa,
también la habían criado en Ellery. Era su hogar.
Sin embargo, poco a poco, durante los últimos diez años, el primo Rupert
había desviado los ingresos de la finca y restringido los presupuestos hasta tal
punto que Clarissa se había visto obligada a cerrar tres cuartas partes de la casa
y a arrendar hectáreas de parque a sus vecinos para que pastaran las ovejas.
Mientras tanto, Rupert se había comprado una casa en Brighton y había renovado
dos veces su casa de campo en Shropshire, al tiempo que exigía a la abuela que
se conformara con una fracción de los fondos que había prometido.
La insensibilidad de Rupert hacia la viuda Lady Darnham hacía hervir la
sangre de Clarissa. Pero no tenía mucho que hacer. Él era un conde. Clarissa era
una pariente pobre que, hasta este año, había sido la florero más vieja y
polvorienta del mercado matrimonial.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—¿Has decidido si quieres otra temporada, querida?


Clarissa suspiró y tomó una pluma. —¿Se puede tener una décima temporada?
Creo que tal longevidad justifica un término más grandioso. Jubileo, quizás.
Podríamos organizar el confeti.
—Oh, cariño. Los números no son importantes. La temporada pasada, fuiste
un éxito espectacular.
Sí, después de años de fracaso espectacular. Pero ella no se molestó en señalar
lo que ambas sabían. En su lugar, apartó un mechón plateado de la arrugada
mejilla de su abuela y replicó suavemente: —No veo cómo podemos
permitírnoslo, abuela.
Las arrugas formadas por la sonrisa se curvaron en una mueca. Los ojos
azules parecidos a los de Clarissa se calentaron y brillaron. —Fácilmente. Primero
visitaremos Darnham.
Clarissa se rió. —Si sigues empeñando su vajilla de plata, descubrirá que falta
y se enfadará mucho. Puede que incluso reduzca nuestro presupuesto en otro
diez por ciento.
—Hmmph. Todo lo que he tomado nos pertenecía originalmente a mí y a mi
querido y dulce Alfie—, refunfuñó la abuela. —Simplemente estoy reclamando
mi propiedad y poniendo su valor en un empeño más digno.
—¿Mi condenada búsqueda de un marido sigue siendo digna en tu opinión?
—“Condenada” es demasiado severo—. Dio otro sorbo. —Prefiero
“vigorizante”. Como un estimulante baño nocturno en aguas inciertas. Ah, eso
es emocionante, querida. Uno nunca se alegra más de estar vivo que cuando se
encuentra irremediablemente a la deriva, sólo para llegar a tierra firme, exhausto
y temblando y con la curiosidad de saber dónde ha ido a parar su ropa interior.
Clarissa resopló de risa e hizo una nota junto a los gastos del té. Sospechaba
que podrían encontrar un mejor precio en la tienda de Huntingdon.
—Te espera un terreno firme. Y cuando lo encuentres, todas tus luchas y
prendas perdidas quedarán olvidadas—. La abuela hizo una pausa. —Un buen
matrimonio resolvería muchos problemas, Clarissa.
—Sí—, murmuró ella.
—No es culpa tuya que los caballeros no se hayan fijado en ti hasta este año.
—Hmm. Tal vez podríamos hablar con la Señora Johnstone para que se
encargue de nuestra lavandería. Y reduciremos nuestras entregas de carbón a
cada dos semanas en lugar de una. El carbonero añade una cuota a cada
facturación, ya sabes.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Los jóvenes son ciegos. Persiguen señuelos deslumbrantes mientras pasan


por alto opciones mucho más sustanciales que cuelgan bajo sus propias narices.
Es una situación terrible.
Clarissa le lanzó una mirada burlona. —Sustancial. ¿Así es como nos
referimos a estar regordeta, ahora?
La abuela resopló. —No estabas regordeta.
Miró hacia abajo. Pechos grandes. Cintura esbelta. Muslos delgados y brazos
perfilados por el amor a la danza. No era delgada, tal vez, pero tenía una figura
agradable. No, en la actualidad, no estaba regordeta. ¿Pero antes del año pasado?
“Regordeta” habría sido una amabilidad. Aun así, Clarissa no discutió. La abuela
siempre había sido su mayor defensora.
—Y si lo fueras, ¿qué importa? Muchas chicas son regordetas. Sólo significa
que durarás más en una hambruna.
Clarissa señaló con un gesto irónico las cuentas. —¿O una sequía
presupuestaria?
La abuela dejó su té. —Vamos a Londres por otra temporada, querida. La
tierra firme está esperando a que aterrices en ella.
—Una tarea molesta a la vez, ¿eh?— Ella tocó la columna para el personal de
la casa. —Primero tenemos que tomar una decisión sobre las criadas.
Con un suspiro impaciente, la abuela levantó las manos. —No puedo
despedir a ninguna de ellas. Todas esas chicas tienen familias que mantener. Han
trabajado incansablemente...
—Debemos hacerlo, abuela.
—Un esposo generoso te rescataría de esta monotonía, sabes.
Clarissa sonrió. —Y a ti. Yo insistiría.
—Eres una buena chica.
—Me complace que lo pienses.
—Te mereces un buen hombre. Con una fortuna sustancial.
—Me conformaría con una fortuna escasa—, replicó secamente. —
Demacrada, incluso.
—No, no. Él debe estar bien posicionado. Un hombre con medios y fuerza.
Un hombre que ofrezca a su mujer un hogar adecuado. Protección.
Sintiendo vivamente sus propios fracasos, Clarissa apoyó la barbilla en los
nudillos y suspiró.
La voz de la abuela se diluyó. —Seguridad, Clarissa. Eso es lo que traerá el
matrimonio correcto.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella volvió a colocar la pluma en su soporte. Un oscuro escalofrío acechó su


piel. —Lo sé.
—¿Es Londres lo que te preocupa? Creo que estarás más segura rodeada de
amigos.
Ella no deseaba discutir esto. Ya era suficiente con que no dejara de pensar en
ello. —Él ha p-prometido detenerse. En su última carta, se disculpó por todo.
La abuela sacudió la cabeza y cubrió la muñeca de Clarissa. —Y ruego que
sea sincero. Sea como sea, debes casarte.
Clarissa no sabía qué responder. Llevaba casi diez años sin encontrar su
“terreno firme”. Diez años nadando en la oscuridad, sólo para encontrar
monstruos que querían hundirla. Estaba perdida. Agotada. Sí, un esposo
resolvería... todo. Pero hasta ahora, apenas había conseguido no ahogarse.
—Ahora, entonces—, continuó la abuela. —Creo que tengo un broche que
puede valer algo. No va a valer una fortuna, pero quizás nos sirva para pasar el
invierno.
El broche estaba guardado en una pequeña caja con bisagras en algún lugar
del ala noreste, que había estado cerrada durante varios años. Cuando
terminaron con las cuentas de la casa, Clarissa acomodó rápidamente a su abuela
en el salón, se puso la capa y tomó una linterna. Al entrar en el pasillo del ala
noreste, luchó contra un profundo escalofrío. Estaba oscuro. Hacía frío. Su
respiración sonaba extraña en el silencio.
Buscó en tres dormitorios, en la sala de billar y en la sala de música sin suerte.
La última habitación en la que entró -el viejo estudio de su abuelo- olía a polvo y
al tabaco de pipa que había fumado hasta el día de su muerte. El olor era un
consuelo.
Su linterna proyectaba un resplandor de bronce sobre los cristales de las
ventanas y el escritorio cubierto por fundas. Después de quitar el lienzo y toser
ante la nube de polvo, buscó rápidamente en los cajones antes de dirigirse al
mueble de roble que tenía detrás. Tras buscar en un conjunto de pequeñas cajas
etiquetadas, encontró el broche.
—Hurra—, murmuró, sosteniendo la belleza del grupo de diamantes hacia la
luz. El engaste de oro brillaba a la luz de la linterna. —Gracias al cielo. Tú, mi
querido, serás muy útil.
Estaba guardando el broche y cerrando el armario cuando oyó un suspiro.
No era suyo.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Todos los pelos de su cuerpo se erizaron. Su corazón se detuvo y luego palpitó


dolorosamente. Girando hasta que su espalda se apoyó en la madera, miró hacia
la puerta que había dejado abierta y que daba a un pasillo sin luz.
—¿Dash?— Esperó. El gato no debería estar aquí. Había cerrado la puerta del
ala principal tras ella y no había otra forma de entrar.
—¿Quién está ahí?—, gritó, preguntándose si una de las criadas o un lacayo
la había seguido.
No hubo respuesta.
En el exterior, el viento soplaba gruesos copos blancos contra una ventana
oscura. Apenas oyó el suave repiqueteo por encima de su corazón que latía con
fuerza.
—Contésteme, por favor. ¿Quién está ahí?
Nada.
Sus nervios cantaban a un tono soprano. Frenéticamente, escudriñó todos los
rincones del estudio: los altos armarios y las largas estanterías, los sillones
forrados de lona y el gran Baúl con los cuadros del abuelo.
Fue entonces cuando percibió la anomalía. Una sombra grande y sin polvo
estropeaba la alfombra junto al baúl, que debería haber estado a medio metro de
la ventana pero que, en cambio, estaba colocado debajo de ella. Como si alguien
la hubiera movido recientemente.
El hielo inundó sus venas.
—¡Si hay alguien ahí, debe saber que estoy armada!— Temblando, se
apresuró a tomar el abrecartas del abuelo, que siempre guardaba en el cajón
superior de su escritorio. La plata fría se deslizó en su mano, ofreciéndole un
débil consuelo. —No tengo reparos en defenderme. La sangre que se derrame
será el precio que pague por entrar sin autorización. Considere esto una
advertencia. Estoy siendo bastante generosa, ¿sabe?
Todavía no había respuesta, sólo el viento, la nieve y la oscuridad
parpadeante.
—¡Uno de mis lacayos llegará en breve! Le recomiendo huir antes de que
llegue. Es grande. Enorme—. ¿Era su argumento lo suficientemente amenazante?
Tal vez un poco más estaba en orden. —Prácticamente está loco. Y lo matará sin
reparo. Hemos hecho venir a la policía tres veces para someterlo. Un hombre
vicioso y violento. Sin embargo, es muy útil para ciertas tareas. Le tenemos
mucho cariño, la verdad—. Dios mío, ¿qué estaba diciendo? Puras tonterías.
La única respuesta fue el silencio. ¿Se había imaginado antes el suspiro? Tal
vez el baúl había sido movido por uno de los sirvientes.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Tal vez era una perfecta tonta, gritando en un pasillo vacío y dejando que los
temores tontos la convirtieran en una loca sedienta de sangre.
—¿Hola?—, intentó de nuevo.
Nada.
Tragando con fuerza, retiró el lienzo sobre el escritorio, agarró el abrecartas
con una palma resbaladiza y levantó su linterna en alto. —Voy a salir de esta
habitación, ahora. Queda advertido de que si no abandona el pasillo, le
demostraré mi descontento con una franqueza punzante.
Tal vez debería aclararlo.
—Lo apuñalaré—. Se acercó lentamente al escritorio y a la puerta. —
¡Repetidamente!— Entrecerró los ojos cuando la luz no reveló más que paredes
blancas y suelos de roble más allá de la puerta. —¡En partes terriblemente
delicadas! No tendré piedad.
Desplazándose a lo largo de la pared, se armó de valor. No hay más opción que
enfrentarse a esto, pensó. No tienes elección. Debes irte. Respirando profundamente,
se lanzó al pasillo, mirando frenéticamente a derecha e izquierda.
Estaba vacío.
Por un momento, el aire salió y el alivio entró. Pero sus nervios seguían
cantando. Corrió hacia la parte principal de la casa, cerrando el conjunto de
puertas de conexión al final del pasillo.
Después de asegurarse de que su abuela estaba tomando su chocolate de la
tarde en el salón, preguntó a los lacayos y a las criadas. Ninguno de ellos sabía
nada del baúl recolocado y ninguno había visto nada sospechoso en el ala
noreste. Clarissa asignó a los dos lacayos la vigilancia de las puertas de conexión.
A pesar de todas sus precauciones, aquella noche no pudo dormir. En parte,
se trataba de sus nervios, que vibraban como una campana hasta que lo único
que conseguía era pasearse y preguntarse si su —intruso— había sido
imaginario. Pero su insomnio tenía otra causa.
No podía encontrar a Dash en ningún sitio.
Normalmente, el gato se acurrucaba en su cama después de cenar, esperando
a que ella le contara su día. A pesar de sus travesuras, Dash era un gran oyente
y, cuando le apetecía, un mimoso secreto. Había dormido a su lado todas las
noches desde que lo sacó del montón de leña de un vecino cuando era un gatito.
Pero esta noche no. No maulló en la puerta de la cocina. No dejó huellas en el
jardín. Buscó por todas partes y no encontró nada más que pavor, un pavor
enfermizo y frío. Su corazón gritaba que algo iba mal. ¿Había salido de cacería y

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

lo había sorprendido la nieve? ¿Se había asustado al subir a un árbol por el


bullicioso de los perros spaniel de sus vecinos? ¿Estaba sufriendo?
La mañana llegó lentamente. La nueva capa de blanco del mundo iluminó el
aire nublado y amortiguó el sonido hasta convertirlo en un silencio. Nerviosa por
el cansancio, despertó a los dos lacayos que dormían frente a las puertas y envió
a uno de ellos a buscar al alguacil. Al otro le encargó que buscara en la casa
principal. Luego, reunió a dos criadas en la cocina y les dio instrucciones para
encontrar a Dash.
—Empezaremos en los establos. Allí es donde le gusta cazar. Si lo encuentran,
tráiganlo aquí inmediatamente—. Clarissa se tragó un nudo. —Tendrá frío.
Debemos tener mantas preparadas. Y leche caliente.
La abuela, que había hecho compañía a Clarissa durante la mitad de la noche
antes de sucumbir al cansancio, la miraba con preocupación. —¿Alguna señal de
él en el jardín esta mañana, querida?
Clarissa apretó los labios y negó con la cabeza.
La abuela le apretó el brazo. —Ve a unirte a la búsqueda. Yo calentaré la leche
y recibiré al alguacil cuando llegue.
Con un rápido y agradecido abrazo, Clarissa recogió su capa y condujo a las
criadas al exterior. Cada una de ellas tomó una dirección diferente, una criada
hacia los establos, otra hacia el bosque del oeste y Clarissa hacia el jardín
amurallado cerca de la cabaña del jardinero.
Tuvo que abrir a empujones la oxidada puerta de hierro, ya que las
enredaderas descuidadas obstaculizaban su entrada. El crujido seco de las hojas
muertas resonaba de forma extraña en el interior del recinto. Con cuidado,
atravesó la abertura. El suelo era blanco. Prístino. No había huellas de patas ni
signos de intrusión. Se aventuró más allá, observando que el viejo pozo del centro
sonaba como si estuviera goteando. Parecía demasiado frío para que la nieve se
estuviera derritiendo ya, pero tal vez eso era simplemente su temor. Se agudizaba
a cada paso.
Buscó bajo los rosales de la esquina más alejada antes de volver a rodear el
manzano. Unos cuantos pájaros de cera se alimentaban de escaramujos y una
ardilla corría a lo largo de la pared sur. Por lo demás, ninguna señal de vida
ocupaba el jardín. Un viento áspero y gélido sopló, agitando la nieve bajo su capa.
Ella se volvió hacia la puerta. El viento amainó.
El pozo seguía goteando. Tip. Tip. Tip.
La sensación trinaba sobre ella como si tuviera metal entre los dientes.
Tip. Tip. Tip.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

El cubo del pozo no debería estar colgando de esa manera.


Tip. Tip. Tip.
Les había dicho a las criadas una docena de veces que si lo dejaban colgando
durante el invierno, no serviría para nada cuando llegara la primavera. Pero se
movía como si estuviera... lleno.
Tip. Tip. Tip.
Su corazón tartamudeaba.
La cuerda crujió. El cubo se balanceaba. El goteo no era agua.
No era agua. No era agua. No era agua.
Las gotas eran oscuras. Rojas.
Un jadeo duro y ahogado salió extrañamente de su garganta. La luz parpadeó.
Puntos negros danzaron sobre su visión. Parpadeó y gimió. Parpadeó y esperó
que sus ojos estuvieran equivocados. Parpadeó y rezó por estar soñando.
Por favor, debo estar equivocada. Por favor. Por favor.
Se tambaleó hacia adelante. Suplicó con sollozos de desdicha. Miró dentro.
Vio el pelaje gris. Y rojo.
El estómago se le subió a la garganta. Se ahogó. Corrió hacia la puerta. Tiró tan
fuerte como pudo. Lastimó las manos y se raspó el hombro. Acababa de
conseguir pasar cuando perdió el control, doblándose por la mitad para vaciar el
estómago del té que había tomado a la fuerza esa mañana.
Los espasmos se hicieron eternos, pero no podía perder tiempo. Debía volver
a la casa. Debía encontrar a la abuela, protegerla. Debía buscar a alguien. ¿A
quién? Al alguacil, tal vez.
El tiempo pasó en una niebla al correr, escurriéndose. Su visión se empañó.
Se deformó. Su aliento era humo blanco. El sonido se redujo a un débil hilo en
medio del agua corriente. Nada era real. Nada era real.
Nada.
No fue consciente de que estaba sollozando hasta que corrió al salón.
La abuela estaba allí conversando con un hombre grueso y de rostro apagado.
Asustados, ambos se apresuraron a ir a su lado, preguntando qué había pasado.
—El jardín amurallado—, se atragantó. —El pozo—. Volvió a atragantarse,
tapándose la boca y doblándose por la mitad.
La abuela la abrazó por los hombros y volvió a intentarlo. —¿Qué ocurre,
querida? ¿Qué has encontrado?
El alguacil frunció el ceño por su confusión, pero le dijo que se quedara allí
mientras él revisaba el terreno.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Regresó una hora más tarde, la mayor parte de la cual ella pasó sollozando en
el hombro de su abuela. Sus ojos eran sombríos. —He vaciado el cubo, señorita
Meadows. Sé que le dio un susto terrible. Lo siento.
Ella se quitó las lágrimas y asintió. —¿Qué piensa hacer?— Su voz era un
graznido desgarrado.
Él frunció el ceño. —¿Hacer?
—Sobre el... sobre el hombre que... lo mató.
Su cabeza se echó hacia atrás. Lanzó una mirada nerviosa por la ventana. —
Me temo que no sé a qué se refiere.
La abuela respondió por ella. —Tuvimos un intruso anoche, alguacil. Mi nieta
lo oyó. Ella vio que un baúl en el estudio de mi difunto esposo había sido movido.
Le expliqué todo esto antes.
Asintió, jugueteando con el cuello de la camisa y enderezando su abrigo. —
Recuerdo lo que dijo, milady.
—¿Y? ¿Registraron toda la casa?
—Lo hicimos. No se encontraron señales de un intruso. Me han dicho que no
han notado que falte nada. Sería un tipo de ladrón extraño el que irrumpiera en
una casa tan bonita como ésta sin molestarse en robar nada—. Se frotó la nuca.
—Tal vez uno de sus sirvientes ha estado jugando al “señor de la casa” y no
quería que ustedes lo supieran.
La abuela se enderezó y apretó el brazo alrededor de los hombros de Clarissa.
—Joven, ¿está insinuando que estamos imaginando una amenaza donde no existe?
—Estaban asustadas. Es natural, ya que son damas y todo eso.
Clarissa se enfadó. Mantuvo la mirada en el alguacil mientras se dirigía a su
abuela. —¿Le enseñaste las cartas, abuela?
—Efectivamente.
—¿Y qué dijo?
—Pensó que debías de ser encantadora para que un pretendiente se fijara en
ti con tanta pasión.
Sacudiendo la cabeza, Clarissa miró al alguacil hasta que sus mejillas
adquirieron un tono oxidado. —Lady Darnham les ha explicado con precisión de
quién sospechamos que ha estado al acecho. Y ahora mi...— Perdió el aire por un
momento. —Mi gato ha sido...
—Lo siento mucho, señorita. Lo siento mucho—. El alguacil se encogió de
hombros. —Pero eso podría haberlo hecho un zorro.
El pecho de ella se apretó. Ardiendo. —Un zorro.
—He visto lo que les hacen a las gallinas.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—¿De verdad? ¿Y depositan a las gallinas limpiamente dentro de un cubo del


pozo cuando terminan su jornada?
Él alguacil se encogió de hombros incómodo. —Incluso si tiene razón, no
habría nada que pudiera hacer. No han robado nada. Los gatos no son ganado. Y
no se ha infringido ninguna ley. Si la ataca, tal vez...
—Si me ataca—, dijo ella, —no me irá mejor que lo que encontró en ese cubo,
agente.
Él hizo una mueca. —Lo siento.
La abuela perdió la paciencia y le ordenó que se fuera. Cuando se marchó,
pasó varios minutos denunciando los fallos de la policía británica y prometiendo
que escribiría a los magistrados a la primera oportunidad.
Clarissa se abrazó a su cuerpo y se balanceó. Lo hacía de forma automática,
como había hecho en los meses posteriores a la muerte de sus padres. Entonces
tenía once años. Recordaba cómo el abuelo la envolvía en una manta y la ponía
en su regazo. Olía a tabaco de pipa, una mezcla de especias y humo, rica y
ligeramente floral. Más de una vez, su paciente fuerza la había adormecido. El
balanceo no la había reconfortado. Él sí. Pero hacía años que se había ido.
—Conozco a dos de los tres magistrados desde que estaban en pañales. Les
daré una buena reprimenda por este atroz...
—Debemos irnos, abuela—, susurró ella. —No estamos seguras aquí.
Hubo una pausa. Luego, una mano suave le acarició el pelo. —¿Adónde
iremos?
El corazón de Clarissa se estrujó al estrechar los delicados dedos de su abuela.
—Al norte. Venderemos el broche. Alquilaremos un carruaje. Francis sugirió
pasar la Navidad con Kate. Prometió acompañarnos. No estaba segura de que
quisiéramos hacer más viajes en invierno, pero creo que es lo mejor.
Otra caricia llegó a su cabello y un beso en su sien. —Muy bien, querida. Nos
vamos—. La abuela deslizó su mano sobre la de Clarissa y la apretó.
Ella apenas lo sintió. No podía sentir nada, en realidad. Todo estaba...
entumecido.
—Iremos a Escocia. Y reza para que nunca nos encuentre.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Uno
16 de febrero de 1827
Rowan House
Glenscannadoo, Escocia

El hombre más guapo que había visto nunca hizo girar a Clarissa
Meadows por el salón como un diente de león en una elegante brisa.
El pelo dorado, los ojos azules risueños y los rasgos perfectos llenaban
su visión mientras un vals levantaba el aire a su alrededor.
¿Cuánto hacía que no era tan feliz? No desde hace meses. No desde
Londres.
—¿Nos atrevemos a involucrarnos en un movimiento escandaloso,
querida?— Francis movió las cejas doradas.
Ella se agarró a la parte superior de sus brazos de forma dramática.
Juntos, giraron y giraron, acercándose al pianoforte. Él la sujetó
firmemente por la cintura con un brazo. Enlazaron sus manos. El vals
alcanzó un crescendo. El rostro de Clarissa, caliente por la alegría y el
esfuerzo, se detuvo cerca de la mejilla de él. Él blandió una mano
mientras la presentaba con la otra. En un impulso, ella se levantó
sobre las puntas de los pies y giró, con los brazos extendidos y la
cabeza girando.
Las últimas notas del vals sonaron mientras ella terminaba su giro
con una profunda y amplia reverencia.
Francis cantó y aplaudió con fuerza. También lo hizo Kate, su
amiga más querida, que había estado tocando su nuevo pianoforte
para que Clarissa y Francis pudieran disfrutar de un baile.
Otras personas de la sala -la abuela de Clarissa y el ayuda de
cámara de Francis- se unieron a los aplausos. Las mejillas de Clarissa
ardieron más de lo habitual ante los elogios.
—¡Bien hecho, de verdad!— La sonrisa de Francis era cegadora. —
Veo que has estado practicando sin mí.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Oh, no—, respondió ella sin aliento. —Es decir, sí, lo he hecho.
Pero sólo porque tú no estabas disponible. Debes saber que eres mi
pareja favorita.
Clarissa sólo practicaba el ballet en solitario, ya que era un tipo de
baile extranjero inadecuado para los salones de baile de Londres. Pero
no estaban en Inglaterra. Estaban en Escocia.
Y Clarissa no se había sentido tan libre en mucho tiempo.
Kate se levantó del banco del piano y pasó el brazo por el de
Clarissa. —Ahora tienes que enseñarme.
La preocupación se apoderó del corazón de Clarissa. —¿Estás
segura? Estás más pálida de lo que deberías.
Era cierto. Antes de convertirse en Kate MacPherson, Lady
Katherine Huxley había sido la hija de un conde inglés y se había
criado en el calor de la casa de su familia en Nottinghamshire. El
otoño anterior había ido a Escocia a visitar a su hermano, John
Huxley, que se había casado con una divertida y fogosa muchacha de
las Highlands llamada Annie Tulloch MacPherson.
Por una serie de circunstancias inusuales, Kate pronto se encontró
casada con el hermanastro de Annie, un escocés marcado por
cicatrices y de gran altura llamado Broderick MacPherson. Y mientras
Kate se había enamorado perdidamente de Broderick, y él de ella, él
se había visto envuelto en una batalla con un peligroso enemigo. El
hombre que una vez había encarcelado y torturado falsamente a
Broderick había escapado de la cárcel, había huido a Edimburgo y,
finalmente, había intentado utilizar a Kate para seguir atormentando
a Broderick. El villano la había secuestrado y casi matado antes de
que Broderick y sus hermanos acudieran a rescatarla.
Habían pasado tres meses desde la horrible experiencia de Kate,
que ella le había contado a Clarissa a su llegada el día de Navidad. La
idea de la esbelta y encantadora Kate encerrada en un barril y
abandonada para que muriera sola en la oscuridad seguía
provocándole pesadillas a Clarissa. No podía imaginar lo que debía
sentir Kate.
Bueno, tal vez sí podía. El terror tenía un tinte familiar.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Kate hizo un gesto para alejar su preocupación. —Como le


expliqué a Broderick esta mañana, mi palidez puede deberse a mi
ascendencia Huxley. Tenemos la piel muy lechosa y somos propensos
a ruborizarnos. Un esfuerzo vigoroso sólo puede hacerme bien.
Francis se rió. —Esfuerzo vigoroso. ¿Es eso lo que le dijiste? No me
extraña que llegaras tarde al desayuno.
Kate le dio un golpe en el codo. —Oh, deja de burlarte. ¡George!—
El ayuda de cámara de pelo castaño que leía junto a la abuela de
Clarissa levantó la cabeza.
—Ven a tocar para nosotros, ¿quieres?— Kate le hizo una seña. —
Debemos tener música, y tú tocas mejor que Francis.
Cuando el ayuda de cámara cruzó la habitación y se sentó en el
banco, la mirada de Francis se fijó en él con una mirada
resplandeciente. El corazón de Clarissa se calentó al verlo. Había
esperado años para ver a su querido amigo enamorado.
Kate la empujó hacia el centro de la sala, entre dos sofás tapizados
en tartán. —Ahora, enséñame lo que has aprendido de Mademoiselle
Durant.
Clarissa echó un vistazo a la habitación. Sólo la abuela las
observaba y, como de costumbre, asentía para animarlas. Clarissa
tragó saliva antes de levantarse atrevidamente las faldas de gasa azul
por encima de los tobillos y meter la tela en el fajín de la cintura.
Encontró un compás descendente en la música y se puso de puntillas
y ejecutó un arabesco seguido de una pirueta.
—Coloca los pies así. ¿Ves?—, le dijo. —Si centras bien tu
equilibrio, la transición al siguiente paso es muy sencilla—. Volvió a
hacer una demostración, y una tercera vez.
Kate intentó reflejar su giro dos veces, pero perdió el equilibrio en
ambas ocasiones. Clarissa la estabilizó y volvió a realizar la
combinación. —Una posición adecuada permite un giro completo—.
Añadió un segundo giro. —O más.
Volviendo a levantar la cabeza, Kate lo intentó de nuevo, pero se
tambaleó y chocó con Clarissa en la mitad del ejercicio. Las dos se
rieron sin poder evitarlo.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Una voz profunda llegó desde la puerta detrás de ellas. —Ah, eres
un espectáculo hermoso con ese color en las mejillas, mo chridhe.
Esta vez, fue Clarissa quien tropezó. Juntas, se giraron para ver al
esposo de Kate entrar en la habitación.
—La señorita Meadows es una buena instructora—, continuó. —
Pero tal vez deberías dejar que yo te ayude a estabilizarte, ¿eh?
Broderick MacPherson era 30 centímetros más alto que la mayoría
de los hombres, tenía los hombros anchos y una gran musculatura. Y
tenía cicatrices. Muchas cicatrices. Un ojo estaba cubierto con un
parche de cuero. El resto de su cara tenía crestas y líneas dentadas.
Sin embargo, el ojo que le quedaba era tan oscuro y hermoso como su
pelo. La mirada marrón-negra brillaba con calor cada vez que se
posaba en Kate.
Sin embargo, Broderick no era el hombre que hacía que Clarissa se
quedara boquiabierta como una chica embobada. Broderick no hacía
que su corazón se detuviera y volviera a latir al doble de velocidad.
Broderick ni siquiera era el hombre más alto de la habitación.
No, ese hombre era su hermano mayor, Campbell, que entró detrás
de él como una gran sombra imponente.
Con los dedos agitados, Clarissa tiró de sus faldas para que
cayeran a su longitud original. Luego, se apartó un rizo rubio del ojo
y trató con todas sus fuerzas de no mirarlo.
Mirar a Campbell MacPherson, había aprendido, borraba su
sentido común.
Kate, por su parte, cruzó corriendo la habitación para saludar a su
esposo, dejando a Clarissa incómodamente abandonada.
La abuela acudió a rescatarla. —Clarissa, querida, ¿podrías
servirme otra taza de té? Me temo que tengo un poco de frío.
Apretando los labios, asintió con la cabeza y cruzó hasta donde la
abuela estaba sentada junto a una ventana. Por desgracia, pasó a
pocos metros de Campbell. Su proximidad hizo que sus entrañas se
calentaran y se estremecieran.
Era increíblemente enorme, con casi dos metros de altura y tan
musculoso como un purasangre entrenado para Ascot. Tenía el pelo
y los ojos castaño oscuros de su hermano, los huesos igual de pesados

18
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

y la estructura ancha. Pero mientras Broderick tenía cicatrices y los


otros dos hermanos MacPherson, Rannoch y Alexander, eran
bastante atractivos, el rostro de Campbell parecía un acantilado de
granito. Su mandíbula era demasiado cuadrada, sus cejas demasiado
gruesas, y su expresión demasiado severa para ser verdaderamente
atractivo.
Así que, ¿por qué la visión de él la reducía a la idiotez? No tenía la
menor idea. Todo lo que sabía era que cuando él estaba cerca, era
mejor no decir nada.
Sirvió el té de la abuela y se sentó en la silla de al lado.
—Broderick dijo que querías mover el piano—, dijo Campbell a
Kate. —¿Dónde lo quieres, muchacha?
Oh, cielos. Aquella voz baja, resonante y melódicamente
acentuada le hizo doblar los dedos de los pies.
Kate respondió, pero Clarissa apenas reparó en ello. Una sombra
montañosa cruzó el suelo frente a ella. Inhaló los olores de pino, lana,
lluvia y alguna especia terrosa. Momentos después, escuchó sus
tranquilas instrucciones desde la esquina cercana al pianoforte.
No pudo evitarlo. Levantó la vista y se quedó boquiabierta.
Estaba levantando el maldito instrumento él solo.
Muy bien, no completamente solo. Tenía la ayuda de Francis,
George, Broderick y el lacayo pelirrojo, Stuart MacDonnell. Pero la
mitad del peso descansaba en las enormes y capaces manos de
Campbell MacPherson.
El corazón de Clarissa latía con fuerza. Le temblaba el vientre al
ver cómo se tensaban los músculos de su grueso cuello y sus
abultados brazos. Sus venas sobresalían. Su dura mandíbula se
flexionaba. El peso de la cosa claramente lo tensaba, pero con la
misma delicadeza con la que una madre baja a su bebé en una cuna,
colocó el preciado pianoforte de su cuñada en su posición preferida,
más cerca de la chimenea.
Kate se alegró y dio las gracias a los hombres. Broderick bromeó
con Kate diciendo que exigiría un precio elevado por sus servicios.
Francis bromeó diciendo que había hecho la mayor parte del trabajo.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

George sugirió tímidamente que se añadieran ruedas a las patas


acanaladas.
Campbell, como siempre, no dijo nada.
Clarissa lo miró fijamente, recorriendo sus pesadas cejas y su
mandíbula cuadrada, admirando el tamaño de sus manos. Eran
inusualmente grandes, pero no torpes, como cabría esperar. Los
dedos largos y las muñecas gruesas se equilibraban con la
sensibilidad del movimiento. Una vez lo vio tallar un pájaro en un
trozo de madera. El recuerdo la hizo estremecerse hasta retorcerse en
su asiento.
—Toma un poco de té, querida. Te ayudará.
Vagamente, asintió a su abuela y tanteó la tetera en la bandeja. Se
echó agua hirviendo en el pulgar. —Maldición—, siseó. Pero ni
siquiera el dolor fue suficiente para distraerla.
—Una vez pinté un retrato de mi querido y dulce Alfie—, dijo la
abuela, sorbiendo su té. —Con acuarelas—. Últimamente, la abuela
disfrutaba compartiendo recuerdos entrañables de su matrimonio
con el abuelo de Clarissa.
Clarissa murmuró: —Creía que odiabas las acuarelas.
—Ah, sí. Son una cosa muy sucia. Demasiado imprecisas. Al final,
su cara parecía un melocotón pisoteado y su pelo una oruga perezosa.
Clarissa sopló aire fresco sobre su pulgar escocido, debatiendo
cuántas yardas de lana gris se habían necesitado para hacer el abrigo
de Campbell MacPherson. Estaba bien entallado. Era resistente. Lejos
de ser elegante como el de un dandy, pero impresionantemente
confeccionado. Como él.
—Por supuesto, mi trabajo habría sido mejor si hubiera estado más
atenta. Y podría haber estado más atenta si hubiera estado menos
enamorada. ¿Tienes intención de beber ese té, querida?
Obedientemente, Clarissa se llevó la taza a los labios sin mirar.
Afortunadamente, se había enfriado desde que le escaldó el pulgar.
Observó a Campbell hablando con Broderick. Murmuró algo y le dio
una palmada en el hombro a su hermano antes de dirigirse a la
entrada.
Hacia su posición.

20
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Directamente en su dirección.
Oh, cielos. Sus ojos se abrieron de par en par. Sus mejillas ardían.
Ella dejó caer su mirada a su taza.
—Lady Darnham—, saludó al pasar. —Señorita Meadows—. Su
bajo volumen de voz envió un fuerte calor a su cuerpo.
Por el amor de Dios, el hombre apenas sabía que ella estaba viva.
¿Por qué la ponía tan nerviosa? Ella se obligó a encontrar su mirada.
Era un camino largo hacia arriba.
—Señor MacPherson—, murmuró después de aclararse la
garganta. —Sólo estábamos admirando sus hábiles manos—. Oh,
Dios, ¿por qué había dicho eso? —Capaces de levantar un
instrumento enorme—. Le ardían las mejillas. —Es decir, un
instrumento tan grande debe ser un gran esfuerzo—. ¡Maldición!
Estaba ocurriendo de nuevo. Ella debía detenerse. Debía. Dejar. De
hablar. —Tanta madera—. Ella no podía parar. —Pero tiene manos
grandes y... las controla... bastante bien.
La boca de él se torció y una ceja se arrugó. Pero se limitó a asentir
como si ella no se hubiera humillado ante él una vez más.
Ella intentó por última vez salvar una pizca de dignidad. —
Ciertamente sabré a quién llamar, si necesito manos de tamaño
considerable para posicionarme adecuadamente para tocar mi propio
instrumento.
La abuela tosió con un sorbo de té.
Campbell parpadeó.
Clarissa tardó varios segundos en comprender lo que había dicho.
Sus ojos se abrieron de par en par. Todo su ser ardía: sus mejillas, su
garganta, su pecho, su alma. Maldita sea su estúpida boca.
La abuela intentó rescatarla. —¿Se queda a cenar, señor
MacPherson?
Él respondió, pero Clarissa no pudo digerir la respuesta. Sospechó
que su cerebro había sido dañado por el infierno de la vergüenza. Él
salió de la habitación. Pasaron varios momentos antes de que
consiguiera respirar.
—Bueno—, dijo la abuela con indiferencia. —Rara vez me he
encontrado con un hombre tan poco nervioso. Quizás el Duque de

21
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Wellington. Pero a menudo me he preguntado si el aplomo de su


gracia era simplemente una sordera causada por el fuego de los
cañones. ¿Supones que el Señor MacPherson fue soldado? La guerra
endurece a un hombre—. Ella hizo una pausa. —No, querida, no en
ese sentido.
—Dios mío, abuela—. El gemido de Clarissa salió de su garganta
apretada. Se cubrió los ojos con dedos temblorosos. —Ha vuelto a
pasar.
Ella acarició el brazo de Clarissa y empujó su mano hacia su
regazo. —Él apenas lo notó. Ese escocés es imperturbable—. Sacudió
la cabeza y dio un sorbo a su té. —Una raza rara, sin duda.
Clarissa tardó media hora en recuperarse. Para entonces, ella y
Francis eran las únicos que quedaban en el salón.
Francis se sentó a su lado, bebiendo té tibio y reflexionando sobre
si a Clarissa le quedaba mejor la gasa azul o el satén rosa. —Sé que
elegimos el rosa para tu vestido de baile, querida, pero el azul hace
maravillas con esos gloriosos ojos tuyos—. Adoptó una expresión
ceñuda. —Raso azul. Es el único compromiso satisfactorio.
Ella apoyó la cabeza en su hombro. —Me he vuelto a humillar,
Francis. No sé qué me pasa.
—Nada en absoluto. Aparte de tu disgusto por la ópera alemana.
Eso es pura locura.
—Nunca he tenido tantos problemas para conversar con un
hombre.
—No, ciertamente. En todo caso, las palabras fluyen de tus dulces
labios en mayor abundancia que en la mayoría de las mujeres.
—¿Dices que hablo demasiado?
—El torrente de un hombre es el goteo de otro. Además, no es la
cantidad sino el contenido de tu conversación lo que te preocupa,
¿no? ¿Qué fue esta vez? No, no, déjame adivinar. Hiciste referencia a
su experiencia en el arado de nuevo. —Surcos profundos y duros— y
—vigor ardiente y dinámico—. ¿No fue eso lo que dijiste en la mesa
del desayuno la semana pasada?— Él se rió. —Todavía intento
descifrar cómo adquiriste tu experiencia en... agricultura.
—Sé amable, Francis. Ha sido un día difícil.

22
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Te preocupas demasiado por lo que ese escocés enorme piensa


de ti. Es el hermano del esposo de tu amiga. Tienes una conexión más
firme con el tonto lacayo de tu abuela.
—Hmm. Buen punto.
—Además—, murmuró, besando la parte superior de su cabeza.
—Te vas a casar conmigo. Así que nada de eso importa.
Ella le apretó la muñeca. —La abuela no cree que sea una buena
idea.
—Lo sé.
—Yo tampoco estoy segura de que lo sea—, susurró ella.
Hubo silencio. Entonces, él entrelazó sus dedos con los de ella. —
Te adoro, cariño.
Ella sonrió. —Y yo a ti.
—Debes casarte. Y yo también.
—Sí.
—Me niego a dejarte desprotegida—. Su tono se endureció
mientras su mano apretaba la de ella. —No cuando mi nombre podría
significar la diferencia entre tu seguridad y...
—¿Y si él viene por ti?
—Puede que no lo parezca, pero soy excelente con el estoque.
—Francis—, reprendió ella. —Yo puedo vencerte con un estoque.
—Tonterías. El incidente con mis pantalones fue pura casualidad.
Un botón más y me temo que los dos habríamos quedado con las
mejillas rojas. En más de un sentido.
Ella se rió hasta que le dolió la barriga. Entonces, su garganta se
cerró bruscamente y tuvo que taparse la boca para mantener los
sollozos a raya.
Francis la estrechó entre sus brazos. —Shh. Todo saldrá bien. Ya lo
verás.
Las lágrimas se filtraron, derramándose sin su permiso. —No
puedo hacerles esto a ti y a George. No permitiré que hagas tal
sacrificio por mí.
—No seas tonta. Estarás a salvo. Eso es lo importante.
—Eso no lo sabemos—. Ella se apartó, dolida al ver el obstinado
afecto en sus ojos. —Cambiar tu seguridad por la mía es un mal

23
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

negocio. ¿Y qué pasa si nuestro matrimonio arruina tu felicidad?—


Ella negó con la cabeza. —No. He esperado demasiado tiempo para
verla.
De hecho, había esperado años. Cuatro, para ser exactos. Por aquel
entonces, en la sexta temporada londinense de Clarissa, había sido
una persona sin amigos, regordeta y lamentable. Su abuela y su gato
habían sido sus compañeros más cercanos. Los siguientes más
cercanos habían sido las paredes de los salones y las salas de estar de
todo Mayfair, hasta que Francis Prescott, Vizconde Teversham, le
entregó una taza de espantoso ponche de naranja, se sentó a su lado
en un sofá azul y comentó como si fueran amigos desde hacía mucho
tiempo: —Si la señora Witherspoon desea desalentar la embriaguez
en su baile, tal vez debería ofrecer una limonada más agradable—. Él
vació una petaca de brandy en su propia copa y dio varios sorbos.
Desacostumbrada a la atención masculina, Clarissa había mirado
a su alrededor para ver si él había querido hacerle una broma. Los
jóvenes y apuestos lores simplemente no se acercaban a solteronas
huérfanas con pocas perspectivas y la más mezquina de las dotes.
—C-creo que se supone que es ponche de naranja de Sevilla—. Ella
había olido discretamente la copa que él le había entregado. Él había
añadido brandy. —La Señora Witherspoon las cultiva en su
invernadero.
—Ah. Eso lo explica. Sólo un imbécil añadiría macis2 molido a la
limonada. Pero entonces, sólo un imbécil olvidaría ofrecer brandy. La
embriaguez realza tanto el sabor como la frivolidad. Todo el mundo
lo sabe.
Ella se encontró riendo ante su tono divertido. —Todo el mundo,
excepto la señora Witherspoon, evidentemente.
Él había esbozado una sonrisa trágica y deslumbrante. —Señorita
Meadows, ¿sí? Soy Teversham—. Él chocó el borde de su copa contra
la de ella. —Un placer.
Durante el resto de la temporada, habían sido buenos compañeros.
Francis le había hecho compañía mientras comentaba

2
El macis es la especia que se prepara con la piel de la nuez moscada

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

disimuladamente el peinado de esta condesa o la amante de aquel


baronet. Había insistido en bailar con ella al menos una vez en cada
fiesta, incluso en las que no había música. Juntos, desafiaron las
expectativas del público y disfrutaron tanto el uno del otro que se
empezó a especular sobre el matrimonio.
Al año siguiente, Kate Huxley se había unido a Clarissa junto al
muro y enseguida se hizo amiga de ambos. Las especulaciones sobre
el matrimonio se habían trasladado inmediatamente a Kate y Francis,
pero los tres sólo habían sido amigos. Los mejores amigos.
Porque Francis no quería a ninguna de las dos.
Su desinterés por Clarissa había sido comprensible; por entonces,
ella llevaba siete temporadas y ninguna oferta. Los baúles del desván
estaban menos firmes en la estantería que ella. ¿Pero Kate? Kate era
encantadora. Brillante, bonita y amable, su único pecado había sido
el escándalo de su hermana unos años antes. Con el pelo castaño
rizado y los ojos danzantes, una figura esbelta y una risa encantadora,
Kate debería haber sido el diamante de la temporada. Debería haber
atraído la atención de Francis como una joya reluciente atrae a un
ladrón. En cambio, se había convertido en otra compañera platónica.
Ante la insistencia de Kate -y para deleite de Clarissa- los tres
pasaban la mayoría de las tardes practicando bailes en el salón de
Clarissa. Kate incluso había conseguido que Clarissa recibiera clases
particulares de una bailarina francesa, Mademoiselle Durant. Con
tanto ejercicio adicional, la figura de Clarissa había adelgazado hasta
necesitar nuevos vestidos. Francis y Kate también la habían ayudado,
aconsejándole que contratara a una nueva modista y que eligiera
colores más favorecedores. En poco tiempo, Clarissa atrajo la atención
de pretendientes que nunca antes habían mirado en su dirección. Kate
también ganó popularidad a medida que el escándalo de su hermana
se desvanecía en la memoria.
Sin embargo, ni una sola vez Francis miró a Kate o a Clarissa -o a
cualquier otra mujer- con interés masculino.
Clarissa se había sentido confundida al principio. Lo había
observado detenidamente en las óperas alemanas y en las obras de
Shakespeare a las que asistían, y había notado que admiraba mucho

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

más a los intérpretes masculinos que a los femeninos. Las


implicaciones la habían sorprendido. Pero una vez que comprendió
la soledad que debían provocarle esas peculiaridades, se empeñó en
verlo feliz.
Porque, a pesar de sus brillantes sonrisas y su animado humor, él
no lo había sido. No en todo el tiempo que lo había conocido.
Luego, la primavera pasada, mientras disfrutaban del té en su
jardín, notó cómo sus ojos seguían a su lacayo, George Parker. Y el
anhelo que esperaba ver dirigido hacia Kate había surgido
finalmente. Clarissa había llevado a Francis a un lado y le había
aconsejado que nombrara a George su ayuda de cámara.
Sorprendido, Francis se había puesto colorado y preguntó por qué.
—Porque los deberes de un ayuda de cámara lo sitúan siempre al
lado de su empleador. Sospecho que el Señor Parker brillaría en ese
papel. Y su... atención sería sin duda una ventaja—. Ella había hecho
una pausa, preguntándose cuánto debía dejar sin decir. Finalmente,
odiando la confusión y la miseria en los ojos de él, se inclinó por
hablar con franqueza. —Me gustaría verte feliz por una vez, querido
Francis.
Su frente se había arrugado en una mueca. —No sé a qué te
refieres.
—Sí. Lo sabes.
Quince días después, con Kate añadiendo su ánimo, Francis había
nombrado a George su ayuda de cámara, y en un mes, las sombras
habían abandonado sus ojos. Por fin, su brillante sonrisa había sido
genuina.
¿Estaba dispuesta a ser la quinta rueda en la felicidad de Francis y
George? No, si había otra opción.
Ahora, la boca de Francis se tensó en una línea sombría. Los ojos
azules, un tono más claro que los suyos, se estrecharon con ira
protectora. —Lo retaré a duelo. Es algo anticuado, lo reconozco. Pero
se enfrentará a mí o será perseguido para siempre.
—No puedes.
—Lo haré.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—No. Es un experto tirador. Legendario, de hecho. O te disparará


o te acusarán de participar de un duelo.
—Me importa un bledo.
Ella agarró su mano con las dos suyas. —A mí sí. Si te hiciera daño,
me devastaría—. Se le escapó una lágrima. —No podría soportarlo,
Francis.
Él maldijo en voz baja y le ofreció su pañuelo. —¿Se te ha ocurrido
que yo siento lo mismo? Dios, Clarissa. Si hubiera sabido lo que él
hacía antes de salir de Inglaterra, me habría casado contigo
enseguida. O estaría muerto. Probablemente ambas cosas. Puede que
no tenga mucha puntería, pero tengo fondos, y con ellos se pueden
pagar hombres con mejor puntería y menos escrúpulos.
Ella quería responder que no querría que él cometiera un asesinato
en su nombre, pero el ama de llaves de Kate entró con una carta para
Francis. Mientras la abría, Clarissa ayudó a la señora Grant a ordenar
la bandeja del té. Cuando se dio la vuelta, su rostro estaba
completamente blanco.
—¿Qué ocurre?
Su boca era sombría. —Mi padre.
El padre de Francis era el Conde de Medford. Lord Medford
despreciaba a su hijo, y si no hubiera provocado un gran escándalo,
probablemente lo habría repudiado hace tiempo. Por supuesto, él
había hecho cosas mucho peores en la juventud de Francis.
—¿Qué ha hecho ahora?—, preguntó ella.
—Él… está muerto.
Ella se desplomó en su silla. —¿Cómo?
—Una apoplejía. Estaba en el pabellón de cacería en Yorkshire.
Alojó a una de sus amantes allí, si mal no recuerdo.
—¿Tenía más de una?
Francis se frotó una mano sobre la boca. —Varias. Siempre pensé
que el canalla era demasiado cruel para atraer a alguien. Después de
mi madre... bueno. Es sorprendente lo que compensa un título.
El corazón de Clarissa se estrujó y dolió. Deslizó sus brazos
alrededor de él y lo acercó. —Lo siento mucho, Francis.
Él asintió contra su hombro.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Iré a buscar a George, ¿de acuerdo?


—Debo regresar a Inglaterra.
—Sí, pero...
—Ven conmigo. Podemos casarnos aquí antes de partir. Te
mantendré a salvo...
—Ya tienes suficientes cargas sin añadir la mía. Debes organizar la
herencia de tu padre. Habla con sus abogados. Ocúpate de los deberes
de tu nuevo título—. Hizo una pausa. —Tu madre te necesitará.
Por primera vez desde que llegó la carta, su calma se quebró.
Respiró con fuerza y gimió. —Madre. Oh, Dios.
—Ella estará bien. Mejor, incluso. Con Medford... lejos.
Los ojos de él se cerraron con fuerza.
—Y no debes preocuparte por mí—, continuó, forzando su voz
para estabilizarse. —No nos ha encontrado aquí. Todavía es invierno.
Probablemente ha perdido nuestro rastro. Tal vez sea suficiente. Tal
vez la amenaza terminó en el momento en que entré en Escocia.
—Terca, querida niña. Debemos casarnos—. Miró la carta e hizo
una mueca. —Ahora soy un conde. Los condes necesitan un heredero.
—Tal vez. Pero no debemos precipitarnos.
—¿Por qué esperar?
—Porque cuando leíste sobre la muerte de tu padre, anhelabas a
una persona a tu lado. Sólo una. ¿Quién era?
La mandíbula de él se flexionó. —George.
—Correcto. Vamos a apagar un fuego a la vez, ¿eh? Ahora, iré a
buscarlo. Luego, ustedes dos empacarán sus pertenencias y
regresarán a Inglaterra. Te aseguro que viajarás más rápido sin una
solterona y su anciana abuela a cuestas.
Él besó su frente y susurró: —Si voy a tener una esposa, debes ser
tú, porque no puedo soportar la idea de estar encadenado a otra
persona.
El corazón de ella se estrujó. —El cielo sabe que no puedo pensar
en un hombre mejor para estar a mi lado. Y tal vez nos casemos en
algún momento—. Le dio un empujón con el hombro. —O quizás
decidas que no quieres ninguna esposa. Y tu primo heredará el título.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Y tú deberás soportar una larga y dichosa existencia con la única


persona que te hace feliz. Qué horror.
La sonrisa de él era breve y triste. —Muy bien. Me iré sin ti, por
ahora. Cuando haya resuelto los asuntos en casa, volveré a buscarte.
Pero tengo una condición.
—¿Sí?—
—Debes contarle todo a Kate y a Broderick.
Ella se estremeció. —No puedo. Ellos ya han sufrido...
—No te dejaré desprotegida. Los MacPherson son buenos en este
tipo de cosas. Hay cuatro de ellos, cinco si cuentas a su padre, junto
con docenas de hombres leales que trabajan para ellos. Pueden y te
mantendrán a salvo, pero sólo si entienden la amenaza. Ahora, tendré
tu promesa, o tendré tu mano en matrimonio este mismo día. ¿Cuál
será?
Suspirando, ella apretó su mano. El día en que Francis Prescott le
entregó una taza de ponche repugnantemente amargo fue el día en
que su vida se transformó para mejor. —Se los contaré todo—. Le
besó la mano antes de levantarse a buscar a George.
—¡Antes de la cena!—, dijo él tras ella.
Pero ella no respondió. Estaba demasiado ocupada preguntándose
cómo decirle a una mujer que había sobrevivido a un horror que otro
ya había comenzado.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Dos
Clarissa tenía la intención de contárselo todo a Kate y Broderick durante la cena,
pero la abuela se sentía mal y Clarissa pasó la noche atendiéndola. Al día
siguiente, lo intentó de nuevo durante el desayuno, pero Kate se quejó de
pesadillas y, a juzgar por su palidez de ojos vidriosos, una mayor angustia habría
sido una crueldad.
Dos veces más Clarissa intentó y no logró decirles la verdad de por qué había
venido a Escocia.
Y de por qué no se había ido después de dos meses.
Por qué la sola idea de volver a Ellery Hall le producía un nauseabundo
apretón de estómago.
Sin embargo, casi una semana después de la partida de Francis y George, el
destino la obligó a hacerlo.
—Aquí tiene, milady—, dijo la señora Grant mientras le servía a la abuela un
humeante plato de sopa en el acogedor salón que daba al lago detrás de la casa.
—Un poco de comida escocesa le hará sentirse bien en poco tiempo.
La abuela estornudó en su pañuelo e intentó mostrar una sonrisa valiente. —
Es usted un encanto, señora Grant.
La robusta ama de llaves de pelo rojizo sonrió. —Ese es el mejor skink3
McInnes. Sólo lo cocina para sus muchachas favoritas.
La abuela dio un mordisco con cuidado. —Ah, espléndido.
La señora Grant asintió con la cabeza y salió del salón a buscar más té.
Clarissa hizo una pausa en la apertura de su correspondencia para juguetear
con la manta del regazo de la abuela. —No puedes probarlo, ¿verdad?
La abuela olfateó y suspiró con fuerza. —Ni una pizca.
La preocupación le hundió las garras apretadas alrededor del corazón. —El
tónico del médico no parece ayudar. Tal vez deberíamos aceptar la ayuda de la
señora MacBean—. La anciana escocesa con el pelo enmarañado y el ojo
izquierdo lechoso decía ser —fabricante de pociones y curas para dolencias de
todo tipo—. A Clarissa le había parecido un poco tonta y posiblemente loca. Pero
era una amiga de los MacPherson y Kate le aseguró que la señora MacBean sabía
lo que hacía.

3
Comida tradicional escocesa

30
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Estaré bien, querida—. La abuela estornudó y su gorra se deslizó hacia un


lado. Volvió a colocarla en su sitio e intentó dar otro bocado a la sopa. —¿Qué
tiene que decir Darnham?
Clarissa miró la carta del primo Rupert y suspiró. —Pasará el verano en
Brighton con un amigo que ha mostrado interés en comprar Ellery Hall.
La abuela se puso rígida.
—Tal vez debería haber aceptado la oferta de Francis de casarme de
inmediato—, murmuró Clarissa, doblando la carta de Rupert y alcanzando el
siguiente sobre en la cesta junto a su cadera. —Él cuidará muy bien de nosotras
dos.
Un olfateo húmedo provino de su abuela. —Mi querido y dulce Alfie viajó
una vez a Luxemburgo para negociar la venta de una fragata que había ganado
en una mano de whist.
Bien acostumbrada a los sinsentidos de la abuela, Clarissa respondió: —¿No
es Luxemburgo una región sin salida al mar? Una fragata sería un barco bastante
grande para un lugar sin puerto marítimo. O una armada. O incluso la necesidad
de una armada, dado lo pequeño que es.
—Tu abuelo era un negociador superior. Francia e Inglaterra estaban en
guerra, como siempre. La corona valoraba sus servicios. Eso es todo lo que
necesitas saber, querida—. La abuela se limpió la nariz y continuó: —En
cualquier caso, estuvo ausente durante tres meses—. Sacudió la cabeza. —Los
meses más largos de mi vida.
Luchando por entender el mensaje que la abuela quería transmitir, Clarissa
dejó caer una carta sin abrir en la cesta, se cruzó de brazos y esperó.
—Nueve meses después de su regreso, nació tu madre—. Ella dio otro
resoplido sofocante. —Y nunca más le permití una ausencia superior a quince
días—. La abuela estrechó los ojos azules y acuosos sobre ella. —Un buen
matrimonio es algo más que bromas durante el desayuno y una afición mutua
por el vals, Clarissa.
Ella suspiró. —Lo sé, abuela.
—Casarse con un hombre cuya ausencia no sería de tres meses, sino de toda
la vida, no es una solución adecuada para tus problemas.
—¿Qué sugieres, entonces?
—Casarte con un hombre que te guste.
Clarissa se resistió a las ansias de retorcerse. —No me gusta nadie—. Evitó la
mirada dudosa de la abuela. —Y aunque así fuera, él tendría que estar loco para
aceptarme.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Algunos hombres tienen hombros anchos. Tal vez un hombre así sólo
necesita un poco de estímulo.
—Tengo veintiocho años. No tengo dote alguna. No tengo conexiones
importantes. No tengo nada que ofrecer a un hombre, aparte de las cargas y el
riesgo—. Ella negó con la cabeza. —No, Francis es la opción más sensata.
—Sólo lo parece ahora por tus circunstancias. Quizá la respuesta esté en
cambiarlas.
—¿Cómo?
—El agente de Bow Street con el que hablaste en la fiesta de Lady Wallingham
el verano pasado. El Señor Hawthorn. Parecía un tipo capaz. ¿No podríamos
contratarlo?
—¿Con qué fondos?— Clarissa señaló la carta de Rupert. —Tal y como están
las cosas, seremos afortunadas si nos quedamos en Ellery. Para que un agente de
Bow Street haga lo que necesitamos, el costo sería muy elevado. El Señor
Hawthorn es un hombre encantador, pero dudo que pase meses lejos de su nueva
novia para ofrecerme protección gratuita—. Soltó una risita desesperada. —
Suponiendo que aceptara el encargo en lugar de sugerir que estoy imaginando
cosas.
La abuela suspiró y sus hombros se volvieron a curvar hacia adentro. Volvió
a comer su sopa.
Clarissa había ganado la discusión, pero deseaba no haberlo hecho. La abuela
tenía razón: casarse con Francis podría ser un terrible error. ¿Pero qué opción
tenía? No podían seguir siendo las invitadas de Kate para siempre. No podían
permitirse contratar a nadie. No podía pedirle a Francis que pagara un agente de
Bow Street cuando él ya había pagado todos sus vestidos nuevos, junto con la
doncella que se había visto obligada a despedir por la propia seguridad de la
niña. ¿Cuánto más podía pedirle que hiciera por ella? Él ya le había dado
demasiado.
Al menos, si estuvieran casados, se sentiría menos culpable por aceptar su
ayuda. Al fin y al cabo, los maridos mantenían a sus esposas.
Kate entró en el salón, con un aspecto fresco y con las mejillas rosadas tras su
paseo matutino. Tras preguntar por la salud de la abuela, la belleza morena
declaró: —Los inviernos escoceses son demasiado largos. Ya está. Ya lo he dicho.
Detrás de ella entró la señora MacBean, medio ciega, con una túnica tartán
verde bajo un chal de lana y una bolsa de cuero con cinturón. La anciana bajó la
envoltura de su salvaje mata de pelo y parpadeó, con los párpados fuera de ritmo.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—No te quejes. Dentro de poco, los mosquitos estarán pululando y tú te quejarás


de la picazón.
Detrás de la Señora MacBean rondaba la solemne Magdalene Cuthbert, de
nariz larga. La señorita Cuthbert, una amiga de Broderick de Edimburgo -Kate
había sido imprecisa en cuanto a la conexión-, había acompañado a los
MacPherson de vuelta a la cañada después del terrible incidente de diciembre.
Desde entonces había ayudado a cuidar al hermano herido de Broderick,
Alexander. Por lo que Clarissa había deducido, Alexander podía poner a prueba
la paciencia de un santo, así que era bueno que Magdalene Cuthbert tuviera un
aire tan de monja. Si sus bramidos ocasionales desde la alcoba del ático eran un
indicio, ella necesitaría la piedad.
Ahora, los preocupados ojos grises de la señorita Cuthbert se posaron en la
abuela, que tosió miserablemente. —Perdóneme, milady, pero esa tos sigue
sonando espantosa.
Clarissa respondió: —El médico le dio un tónico, pero no ha servido de nada.
Mientras la señorita Cuthbert atendía a la abuela, la señora MacBean frunció
el ceño. —¿El médico de Inverness?
Clarissa asintió.
—Och, muchacha. No hará otra cosa que darte láudano y cobrarte la siesta—
. La anciana rebuscó en su bolsa de cuero. —Toma—. Le acercó a Clarissa una
pequeña botella marrón. —Sabe mal, pero preparará tu vientre, tan seguro como
el amanecer de mañana.
Al aceptar la botella automáticamente, Clarissa parpadeó al darse cuenta de
lo que había dicho la señora MacBean. ¿Preparar su vientre? —Er, yo... soy soltera,
no necesito... es decir, necesitamos un tónico para la dolencia de mi abuela—.
Señaló con la cabeza hacia donde la señorita Cuthbert murmuraba suaves
preguntas y presionó una muñeca en la frente de la abuela. —Incluso con el
láudano, apenas puede dormir.
La señora MacBean se sentó en el sofá adyacente y entornó los ojos en la
distancia. —Él no será fácil al principio, sabes—. Se golpeó la cabeza con los
nudillos. —Es terco como una roca, sí. Pero él te necesita más que tú a él. Es bueno
que hayas venido, muchacha.
Clarissa miró al otro lado de la habitación a Kate, que estaba sirviendo té. No
hubo ayuda de esa parte. ¿Se refería la mujer a Francis? Pero entonces, Francis no
era testarudo. Siempre había sido bastante razonable.
Ella se encontró con la peculiar mirada de la señora MacBean. El ojo lechoso
se alejó de su compañero más agudo. A menudo, la mujer parecía atontada o

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

desorientada, como si estuviera escuchando dos conversaciones a la vez y ambas


le resultaran incomprensibles.
Clarissa volvió a intentarlo. —Me temo que no sé quién es “él”, señora
MacBean.
—Sí, lo sabes. Lo conociste enseguida—. El ojo agudo se fijó en ella, brillando
extrañamente bajo un ceño fruncido. —Necesitarás toda su fuerza. El lobo te ha
encontrado.
Una sensación de pánico, fría y ominosa, la hizo enderezarse. —¿El l-lobo?
—La mente del animal es puramente oscura, ahora. No puede ver lo que es
verdad. La persecución lo tiene en un frenesí.
Oh, Dios. ¿Cómo lo sabía? Clarissa aún no se lo había dicho a Kate, y desde
luego no le había dicho nada a la señora MacBean. —¿Está cerca?—, susurró.
La anciana sacudió la cabeza como si se despertara de una siesta. —¿Quién?
Clarissa se preguntó quién de ellas era la loca en esta conversación. —El lobo.
—Och, muchacha. No hay lobos en Escocia—. Parpadeó de nuevo y rebuscó
en su bolsa. —Aquí.— Colgó un amuleto de marfil en una cuerda de cuero. —Es
mejor que lo lleves debajo de tu corpiño por ahora. Si tu hombre lo ve, se resistirá
más a ti. No podemos permitir eso. No hay tiempo que perder. Tienes casi treinta
años, creo.
Clarissa hizo una pausa, preguntándose de qué demonios estaban hablando.
—Veintiocho, en realidad.
—Sí. Es mejor que lo lleves siempre. Es bueno para la procreación rápida—. El
amuleto se balanceó salvajemente mientras agitaba un dedo para indicar las
caderas de Clarissa. —También para un parto rápido. Pronto me lo agradecerás.
Muchos, muchos niños. Algunos hombres esperan demasiado para concretar y
devoran como bestias hambrientas. Sí, estarás ocupada con eso durante un buen
rato.
De mala gana, Clarissa aceptó el extraño amuleto. No era de madera, sino de
hueso o quizás de asta. El triángulo de cinco centímetros tenía un conjunto de
cuernos curvados con anillos alrededor. En el centro había una cara, pero se
parecía más a una cabra que a un ciervo. Y una especie de gusano envolvía todo
el diseño.
—¿Gracias?— Clarissa se esforzó por esbozar una sonrisa cortés. —Es...
precioso.
—No hay necesidad de mentir. No es ni mucho menos el más bonito de todos,
pero para engendrar a los pequeños y mantener a tu prole a salvo, no hay nada
mejor.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Clarissa casi se sintió aliviada de que la mujer fuera tonta. Por un momento,
ante la mención de un lobo cazando, había pensado que tal vez... pero no. La
Señora MacBean era sólo una anciana escocesa bondadosa con buenas
intenciones y un ingenio embrollado. La charla sobre vientres preparados y
hombres hambrientos debería haberle indicado eso.
En nueve temporadas en el mercado matrimonial, había tenido cinco
pretendientes serios y dos ofertas de matrimonio. Una de las ofertas había sido
de Francis. La otra había sido de un loco.
Sus perspectivas de un inminente embarazo eran bastante sombrías.
Kate le entregó una taza de té y se instaló junto a la señora MacBean. —No la
estará asustando, ¿verdad, señora MacBean?
—Och, no. No he dicho ni una palabra sobre lo que se siente cuando tu
hombre retrasa demasiado el acto sexual.
Los ojos de Kate se redondearon. Sus mejillas se sonrosaron. —Oh.— Lanzó
una mirada nerviosa a Clarissa. —Oh, cielos.
—Aunque, la mantequilla puede ser de ayuda.
—Dios mío.
—Sí, y un trago de whisky. Tú bebes el whisky, para ser claros. La mantequilla,
por otro lado...
Kate se puso de pie. —Señora MacBean, ¿le gustaría echar un vistazo a
nuestro nuevo piano? Broderick lo mandó traer desde Edimburgo.
—Ella descubrirá la verdad tarde o temprano, muchacha—. La anciana se
inclinó hacia Clarissa. —Un buen baño te curará. No te preocupes.
La señorita Cuthbert hizo una seña a la señora MacBean para que hablara con
la abuela, y Kate se disculpó con Clarissa.
—La primera vez que conocí a la señora MacBean fue igualmente
desconcertante—. Al hundirse en el sofá, Kate hizo una mueca de dolor y bebió
su té. —Esperaba que experimentaras un poco menos de su... excentricidad.
Clarissa trató de sonreír, pero su esfuerzo fue muy débil. —Si puede ayudar
a la abuela, puede darme todos los encantos y tónicos de fertilidad que quiera.
Kate se quedó helada, con la taza cerca de los labios y los ojos redondos sobre
el borde. —¿Te ha dado un amuleto?
Clarissa le tendió la mano.
Kate soltó un suspiro y dejó el té a un lado. Luego miró el amuleto como si
fuera a cobrar vida y morderle la nariz. —¿Dijo, por casualidad, con quién te
casarías?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Clarissa metió los objetos en la cesta de la correspondencia. —¿Casarme? No.


Parece interesada en que engendre hijos, pero...
Una tos aguda y sibilante irrumpió en el rincón donde la señorita Cuthbert y
la señora MacBean se ocupaban de la abuela. Antes de que Clarissa pudiera
levantarse, la señorita Cuthbert explicó con calma: —Todo está bien, señorita
Meadows. Milady se recuperará. Pero creo que un poco de descanso sería una
buena idea.
Después de que la señorita Cuthbert llevara a la abuela a su alcoba y la señora
MacBean se fuera a recoger los ingredientes para una —infusión adecuada—,
Clarissa suspiró a Kate: —No puedo perderla. Simplemente no puedo.
—Oh, querida. No lo harás. Ella tiene los mejores cuidados, y ustedes dos
pueden quedarse todo el tiempo que quieran.
Clarissa apretó la mano de Kate y supo que era el momento de decirle a su
amiga la verdad. Abrió la boca para hacerlo cuando entró la señora Grant,
preguntando por la cena. Kate se excusó para hablar con el ama de llaves y
Clarissa miró la cesta. Quizá debería terminar de leer su correspondencia.
Cualquier cosa con tal de retrasarlo.
Apretando los dientes, apartó el extraño amuleto triangular de la señora
MacBean y la irritante carta de Rupert, y recogió los tres últimos sobres.
El primero era de Mademoiselle Durant, un bonito mensaje de ánimo
acompañado de bocetos de nuevas combinaciones de ballet para probar. Clarissa
tomó nota de que le escribiría esa misma noche.
La segunda carta era de Francis. Se quedó boquiabierta al leer el relato de un
percance en el camino a las afueras de Glasgow. Al parecer, un disparo perdido
había alcanzado su carruaje, rozando el brazo de George. Francis le aseguró que
George estaba bien, y que probablemente se trataba de —cazadores descuidados
burlados por aves de corral escocesas—. Pero el incidente la dejó mareada. Fría.
La tercera carta, enterrada como estaba bajo las otras, no la alarmó al
principio.
Luego, sus dedos rozaron el bucle de la “M” que encabezaba su nombre. La
primera oleada de horror floreció.

Señorita Clarissa Meadows


Glenscannadoo, Condado de Inverness

Cada músculo suyo se congeló. Sintió que sus ojos permanecían abiertos.
Miró fijamente la sencilla escritura en bucle. Las letras eran pequeñas. Estrechas.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

De vez en cuando, había una gruesa gota de tinta, como si hubiera hecho una
pausa mientras aumentaba la tensión de él.
En sus oídos, el silencio retumbaba como el viento en una caverna.
Se obligó a romper el sello. El lacre rojo estaba bien presionado. Papel fino,
crujiente y suave.
Se obligó a leer sus palabras. Sabiendo lo que iba a pasar. Sabiendo que este
era el final.

Mi querida Clarissa,
Tu vanidad debe necesitar alimentarse, lo entiendo. Cuando nos casemos, dejarás de
hacer estos juegos. Oh, el fuego que enciendes en mí. Cómo arde en desafío a todos los que
se interponen entre nosotros. Un día, ellos se irán. Un día, serás mía por completo.
En nombre. En carne y hueso. Por la ley.
Ese día, debes vestirte de rojo. Tu piel es -¿me atrevo a decirlo?- un esplendor en raso
rojo. El rojo sobre el blanco embriaga a un hombre. Deberías haberlo sabido.

Ella cerró los ojos. Escuchó el papel arrugarse en su mano.


El corazón latía con fuerza. Golpeaba y golpeaba.
Ella había usado satén rojo la noche que habían partido hacia Escocia.

Seguramente, si hubieras querido esconderte, habrías tenido que vestirte de blanco. El


color de la nieve. El color de la luz de la luna. El color de tu piel desnuda detrás de un
cristal.
Pero te pusiste rojo para mí. Ah, querías ser vista Y te vi, mi querido amor. Siempre
lo hago.
Me apetece una visita a las Highlands. ¿Lo sabías? Qué chica tan inteligente eres,
Clarissa. Las bodas son más sencillas en Escocia. Tal vez nos casemos antes de la
primavera. Tal vez todos los que se interpongan entre nosotros serán vencidos para
entonces.
Y te mantendré muy cerca. Me susurrarás tus dulces afectos, y yo besaré el mismo
aliento de tu cuerpo.
Perdona estas reflexiones febriles, dulce Clarissa. Mi amor se vuelve más intenso con
cada día que nos mantenemos separados.

Tu más ardiente admirador,


S.N.

—... ¿es el problema? ¡Clarissa! Querida, te has puesto muy cenicienta.


Clarissa luchó contra la quietud. Luchó contra la rebelión de su estómago.
Levantó la cabeza.

37
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Kate la miraba con ojos muy abiertos y preocupados. —¿Estás enferma? Por
favor, di...
—Él me ha encontrado—. El susurro de Clarissa no tenía sonido en medio de
los ruidos de sus oídos.
La confusión de Kate arrugó su ceño.
—Él me ha encontrado—, repitió. —Dios, Kate. Yo... nunca debería haber
venido aquí.
—No seas tonta, querida. ¿Por qué dirías algo así?
—Después de todo lo que sufriste. El barril. Las pesadillas. Y te he traído más.
Broderick me odiará. Querrá que me vaya—. Un sollozo se acumuló en su
garganta. El terror hizo que su cabeza diera vueltas.
Los preciosos ojos marrones de Kate se redondearon con desconcierto. —Por
favor, dime qué ha pasado—, exigió, apretando la mano de Clarissa y arrugando
el papel.
Lentamente, Clarissa se echó hacia atrás. Enderezando la columna, aplastó la
carta contra su muslo. Luego, se la entregó a Kate.
Mientras su querida amiga leía las palabras de un loco, Clarissa se rodeó con
los brazos como si eso pudiera mantener las piezas unidas. Pero no fue así. Se
estaba desmoronando.
Kate levantó la vista, con la boca abierta y los ojos llenos de los primeros
síntomas de verdadero miedo. —No lo entiendo.
Las lágrimas se acumularon dentro de ella. La luz se licuó. Sintió el pecho
aplastado. —Lo siento mucho, Kate. He traído al lobo a tu puerta.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Tres
Campbell MacPherson bajó del lomo de su caballo y maldijo la maldita lluvia. El
agua helada se deslizaba por el cuello de su abrigo. El barro manchaba sus botas.
El clima escocés era pura miseria la mayor parte del año, pero este invierno
parecía empeñado en castigarlo. Había pasado el día anterior viajando a
Inverness para obtener suministros. La carreta se había empantanado varias
veces antes de que las aguas de la crecida casi se la llevaran a un barranco. Había
revertido el deslizamiento metiéndose entre la carreta y un tronco caído,
añadiendo su propio músculo al de los caballos.
Estuvo a punto de perder la carga. Su espalda estaba magullada por los raíles
del carro. Había dormido exactamente dos horas. Y sus pelotas aún no se habían
descongelado.
Su padre, Angus, tenía un término para este estado de ánimo: Negro
MacPherson. No era el tono habitual de Campbell. Angus y Alexander eran más
conocidos por sus temperamentos indómitos. Pero Dios, habían sido unos días
de mierda.
Entregando su caballo al mozo de cuadra de Broderick, miró la casa que había
ayudado a construir, una casa mucho más fina que la suya.
No es que importara. Broderick había sido durante mucho tiempo el hermano
más refinado. Debería tener la casa más refinada. Durante años, Broderick había
representado a la destilería MacPherson con la diplomacia de un mediador.
Había necesitado esta grandiosa y simétrica caja de piedra y cristal para
impresionar a los tipos más elevados. Enclavada en medio de las estribaciones
boscosas de la cañada, era una bonita casa digna de un caballero.
En cambio, Campbell era un bruto. Siempre lo había sido. El mayor y más
viejo de los cuatro hermanos MacPherson, nunca se había molestado en parecer
civilizado ante los hombres del gobierno. Demonios, apenas se molestaba en
sonreír para su pequeña hermanastra, Annie. Y ella era el corazón de todos ellos.
No, la tosca y vacía granja de Campbell le sentaba bien, aunque últimamente
el contraste entre su casa y Rowan House se agudizaba cada vez que Broderick
lo convocaba para una visita. Eso había ocurrido con mucha más frecuencia
desde que habían llegado los finos invitados de Kate.
Lord Teversham y Lady Darnham eran bastante agradables, como
aristócratas ingleses. Pero la Señorita Meadows era... desconcertante. Bonita, sin

39
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

duda. Hermosa, de hecho, con cabello dorado pálido, labios carnosos y


arqueados, abundantes curvas y ojos tan profundos y azules como un lago en un
día claro. Sí, era una cosa encantadora. Y la mezcla más extraña de charla sin
aliento, sonrojos ardientes, silencios incómodos y atrevimiento obsceno que
jamás había encontrado.
Tal vez su tamaño era el culpable. Supuso que algunas muchachas lo
encontraban intimidante.
Se deshizo de sus pensamientos errantes y entró en la casa, recibido por el
lacayo pelirrojo, Stuart MacDonnell.
—Todos lo esperan en el salón, señor.
Campbell asintió y le entregó al muchacho su sombrero empapado antes de
dirigirse en esa dirección. Las puertas estaban abiertas, lo que le permitió ver toda
la habitación de una vez. Broderick estaba de espaldas a la chimenea, con el ceño
fruncido. Kate estaba sentada en la silla de al lado, con un aspecto más blanco
que los platos de porcelana y aferrando la mano de su esposo con las dos suyas.
La anciana Lady Darnham ocupaba uno de los sofás. Tosía en un pañuelo. La tos
no sonaba bien.
Por último, estaba la Señorita Meadows. Los rizos rubios brillaban
suavemente mientras estaba de pie junto a la ventana encharcada. Hacía sólo diez
días, había estado bailando con Kate, dando instrucciones sin aliento y
deslizándose en poses graciosas que deberían estar malditamente prohibidas.
Por supuesto, en cuanto lo vio, se sonrojó y corrió al lado de su abuela. Él la
consideraría tímida si no hubiera dejado claro que lo había estado contemplando
como un toro de las Highlands en una subasta.
A sus manos de un tamaño considerable, ciertamente.
Esta mañana, parecía más pequeña. Frágil. Su vestido estaba suelto alrededor
de esa cintura curvada. Bajo un chal de punto, los delicados hombros se
estremecían. Un fajo de papeles estaba aplastado en su mano.
—Me iré enseguida—, murmuró al vaso. —Me iré al oeste. A Irlanda, tal vez.
—Muchacha—, comenzó Broderick.
Pero ella no escuchaba. —Entonces, a América. ¿Quizás podrían prestarme
fondos para mi pasaje? Se los devolveré una vez que haya desembarcado. Sin
duda, me llevará algún tiempo conseguir un puesto, ya que nunca lo he tenido,
pero...
Lady Darnham interrumpió con: —No seas tonta, querida—. Su advertencia,
muy afectada por la enfermedad, se convirtió en otra tos fuerte.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Él disparó contra el carruaje de Francis—, continuó la señorita Meadows.


—Le disparó a George.
—Un roce. La nota de Teversham dice que George se está recuperando bien.
Y quién puede decir que no fue simplemente un tiro perdido de un cazador...
—Tú lo sabes mejor, abuela. Ambas lo sabemos.
Broderick miró en dirección a Campbell. —Hermano. Tienes mi
agradecimiento por venir.
—¿Qué ha pasado?— Campbell notó que los hombros de la señorita
Meadows se tensaban, pero no se volvió hacia él.
—Tenemos un pequeño problema—. Broderick lo atrajo hacia sí y luego bajó
la voz a un murmullo. —Teversham ha enviado un mensaje desde Yorkshire.
Han disparado contra su carruaje al sur de Glasgow. Clarissa cree que el tirador
es un hombre que conoce.
—¿Quién?
—Un perro rabioso con gusto por la caza—, espetó Lady Darnham,
lanzándole una mirada azul y acuosa. —La primavera pasada, adquirió una
predilección por mi nieta. El sentimiento está lejos de ser mutuo. Sin embargo, ha
seguido persiguiéndola con un fervor que sólo puede atribuirse a la locura. Por
desgracia, es un Northfield—. Agitó su pañuelo con disgusto. —Familia
prominente. De buena sociedad. Se han negado a hacer nada con él, a pesar de
mis numerosas advertencias.
Campbell frunció el ceño, mirando entre la anciana y su nieta. La Señorita
Meadows apretó más su chal y siguió mirando a través del cristal.
—Es el trabajo de un hombre acabar con las criaturas rabiosas. ¿No tiene
parientes masculinos, milady?
Lady Darnham resopló. —Un sobrino. Heredó el título de Darnham de mi
querido y dulce Alfie.
—¿Y no se ha ocupado del problema ahora?
—No lo considera un problema. O de su incumbencia.
Él notó la tensión en los hombros de la señorita Meadows. Su mejilla y su nuca
tenían el brillo de las perlas en esta luz. Qué belleza tan suave y gentil era ella.
Podía imaginar que un pretendiente se volviera demasiado entusiasta.
Obsesionado, incluso. ¿Pero violento?
—¿Por qué el objetivo es Teversham?
Kate se sentó para responder: —Francis es el acompañante masculino más
cercano a Clarissa. La temporada pasada, aunque ella tuvo muchos

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

pretendientes, él fue con quien más bailó. Northfield podría considerarlo un rival
por sus afectos.
Campbell asintió. Los gustos de Teversham se inclinaban hacia los hombres,
pero era abiertamente afectuoso tanto con Kate como con la señorita Meadows.
Un hombre celoso que hubiera perdido la cabeza por una mujer podría confundir
su amistad con algo más de lo que era.
Kate continuó: —Northfield ha perseguido a Clarissa sin descanso durante
los últimos diez meses—. Lanzó una mirada de preocupación en dirección a su
amiga. —Ha llegado a grandes extremos para avanzar en su demanda. Algunos
de ellos han sido... angustiosos. Y las cartas que le envía son cada vez más
amenazantes. Temo mucho por su seguridad y la de Lady Darnham. Sospecho
que está... completamente loco.
Él miró a su hermano. La postura de Broderick se inclinó de forma protectora
hacia Kate.
—¿Qué necesitan de mí?— preguntó Campbell.
Extrañamente, Broderick dudó. —No te pediría esto, hermano. No después
de todo lo que hicisteis por mí en Edimburgo.
Campbell suspiró y se pasó una mano por la cara. Edimburgo había sido una
pesadilla. Necesaria, por supuesto. Pero casi habían perdido a Kate. Alexander
había estado a punto de morir. Había estado demasiado cerca.
Dios, estaba cansado. —Sólo dilo. ¿Quieres que lo mate?
—¡No!— El grito ronco vino de la señorita Meadows. Ella finalmente se había
dado vuelta, y ahora él podía ver las sombras negras debajo de sus ojos, la
blancura de sus labios carnosos. Pudo ver su miedo. —Me negué a dejar que
Francis hiciera... eso—. Una delicada barbilla se inclinó hacia arriba. —
Ciertamente nunca se lo pediría a usted, Señor MacPherson.
Algo en su expresión lo hizo querer matar al hombre a pesar de todo. Dentro
de esos enormes ojos azules había un terror que no había visto desde el campo
de batalla. Se le retorcieron las tripas en un duro nudo.
Sí, podía cazar a ese canalla de Northfield y acabar con él: los perros rabiosos
no se merecían nada mejor. Problema resuelto. No necesitaba su permiso.
Él se volvió hacia Broderick. —Sólo dilo.
La mandíbula de Broderick se flexionó mientras miraba a su esposa. —Kate y
yo te agradeceríamos que aceptaras custodiar a Clarissa.
—¿Custodiarla?— Campbell frunció el ceño.
—Sí.
—¿Aquí?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Otra vacilación. —No.


Su ceño se frunció al darse cuenta de lo que Broderick le estaba pidiendo. —
No lo digas.
—Tiene que estar donde no se le ocurra buscarla.
—Maldito infierno, hermano. No puede quedarse conmigo.
—Sólo será por un mes o dos. El tiempo suficiente para encontrarlo y hacer lo
que debe hacerse.
—No tengo ama de llaves. No tengo cama para ella...
—Enviaremos suministros para ti...
—¿Estás malditamente loco?— Sintió un gruñido en su pecho. A menos que
ella se contentara con estar arruinada, una muchacha inglesa soltera viviendo con
un hombre soltero por cualquier tiempo significaba matrimonio. Y él no tenía
intención de casarse con nadie, y mucho menos con una dama tan suave como la
espuma con un peculiar interés en el tamaño de sus manos.
—No puede quedarse en el castillo—, continuó Broderick. —El momento del
parto de Annie está demasiado cerca. La casa de papá está muy bien, pero no le
pediré a Clarissa que aguante sus gritos. Alexander volvió a su casa hace dos
días, pero aún está curándose. Rannoch ha estado viajando por negocios de
destilería últimamente. Y él es... Rannoch.
De hecho, necesitaba protección, no seducción. Rannoch se había abierto
camino a través de dos condados y estaba trabajando en un tercero. ¿Una mujer
tan bonita como Clarissa Meadows? Su hermano menor no se lo pensaría dos
veces.
Campbell exhaló un suspiro frustrado. Le ardían los ojos. Le dolía la cabeza.
Maldito infierno.
—La necesitamos a salvo, Cam. La necesitamos escondida. Luego, tenemos
que enviar un mensaje al maldito loco que la persigue: o se rinde o muere.
—O simplemente lo matamos—, refunfuñó Campbell. —Nos ahorramos
muchas molestias.
La señorita Meadows abandonó su vigilia en la ventana. —No debe hacer eso,
Señor MacPherson. Por favor. Su familia tiene gran influencia. No dudarían en
acusarlo de asesinato—. Apretó una pequeña y blanca mano sobre el centro de
su pecho como si su corazón necesitara calmarse. —Será difícil de encontrar y de
derrotar. Además, tiene una puntería extraordinaria.
Lady Darnham murmuró su acuerdo. —Esa línea de hombres Northfield
siempre lo fue. Son maestros de la puntería.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Él es peligroso—, murmuró la señorita Meadows. Apretó con más fuerza el


fajo de papel. Cualquier color que hubiera tenido se desvaneció, dejando su piel
blanca y translúcida. —No puedo pedirle que se arriesgue por mí.
Las tripas de él se endurecieron. Ardieron. —No me lo ha pedido usted.
Broderick lo hizo—. Instintivamente, se acercó, agachando la cabeza y bajando la
voz. —¿Qué tienes en la mano, muchacha?
La respiración de ella se aceleró. Apretó el puño con más fuerza y no quiso
mirarlo a los ojos. —Su carta—. Apenas un susurro. Ni siquiera se movió.
—Démela.
Ella dio un movimiento brusco con la cabeza.
—Muchacha. Deme la carta.
—N-no. No... no puedo.
Con toda la delicadeza que pudo, le levantó la mano y le desenroscó los
dedos. Los músculos de su brazo estaban rígidos, sus nudillos blancos, sus manos
frígidas. Lentamente, él soltó el papel de su agarre. Ella no se resistía a él,
precisamente. Más bien, parecía demasiado congelada para obedecer. Él tiró del
papel, lo enderezó y empezó a leer.
Para cuando terminó, su decisión estaba tomada.
—¿Entiendes ahora, hermano?— dijo Broderick en voz baja.
Campbell lo miró, reconociendo la furia que había en él. La suya era similar,
pero mayor. Mucho más grande. —Sí—. Dobló la carta y la metió en el bolsillo
de su abrigo. —Necesitará una criada.
La Señorita Meadows escupió objeciones sin sentido y le exigió que le
devolviera la carta. Él la ignoró.
—Y una cama. No tengo ninguna más que la mía.
Broderick asintió. —También enviaré hombres con ustedes.
—No. Tengo suficientes muchachos. ¿Nos acompañará Lady Darnham?
—Ella puede ser un segundo objetivo. Dividir su atención podría darnos una
ventaja. Además, ha estado enferma. Pensamos que es mejor que se quede aquí.
—Entonces, no hay acompañante.
—Podríamos pedirle a Magdalene.
Kate interrumpió. —Magdalene ha estado cuidando de Lady Darnham desde
que Alexander se fue. Su señoría preferiría mantenerla aquí hasta que se
recupere.
Lady Darnham moqueó y asintió. —La señorita Cuthbert se ha vuelto
indispensable para mí. Una joven encantadora. No puedo soportar separarme de
ella.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Broderick confirmó: —No hay carabina, entonces—. Se volvió hacia


Campbell. —¿Estás de acuerdo?
La Señorita Meadows se aclaró la garganta de forma significativa.
Campbell la ignoró. —Sí.
—Señor MacPherson—, espetó la Señorita Meadows. —¿Alguien quiere
preguntar si yo estoy de acuerdo? ¿Con algo de esto?
Lentamente, él inclinó la cabeza y levantó una ceja. Ella volvió a tener un poco
de color en sus labios y mejillas. Bien. No quería que se desmayara sobre él. —Es
usted lista, muchacha.
—Eso no lo sabe.
—Sí, lo sé.
—No ha preguntado...
—No es necesario. Tiene un perro loco pisándole los talones, y yo le ofrezco
protección. No es tonta, así que asumo que está de acuerdo. ¿Me equivoco?
Ella balbuceó y lanzó una mirada a Kate y a Broderick. Luego miró a su
abuela, que asintió suavemente. Finalmente, rodeó su cintura con los brazos. —
No. No se equivoca.
—Bien. Entonces, hará lo que digo y no me dará problemas—. Ella comenzó
a balbucear de nuevo, y él la ignoró de nuevo. —Vaya a empacar lo que pueda
caber en su baúl, señorita Meadows. Necesitará todas las comodidades que
pueda conseguir.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Cuatro
La primera visión de Clarissa de la casa de Campbell MacPherson llegó tras un
largo viaje en una carreta muy cargada. Primero descendieron por el camino de
Rowan House a través de las colinas boscosas, saliendo de los bosques de
abedules y pinos hacia la brumosa cañada. Luego, siguieron el río hacia el
suroeste, pasando por la encantadora granja de piedra de Angus MacPherson.
Bordearon el humilde pueblo de Glenscannadoo, que se extendía a lo largo de la
orilla de un acerado lago. Finalmente, tomaron un camino más accidentado hacia
el oeste, ascendiendo entre dos colinas desnudas para entrar en una serie de
valles ondulados. Cuando vio solo una bendita estructura, sintió que no volvería
a encontrar la civilización.
Porque aquí no había nada. Simplemente nada. Sólo hierba ondulada, rocas
musgosas, brezo y viento. Con el tiempo, vislumbró algún que otro árbol solitario
aquí y allá. A lo largo de un lado del camino había un arroyo serpenteante.
Finalmente, éste se estrechaba y desaparecía entre la hierba.
El viento adormecía sus mejillas. Las pesadas nubes grises hacían juego con
su estado de ánimo. Al menos no llovía.
Una gota gorda salpicó su falda.
Maldición.
—¿Cuánto falta, Señor MacPherson?—, le dijo al gigantesco y silencioso
escocés que iba delante de la carreta.
Él no respondió.
A su lado, Stuart MacDonnell -un hombre de pocas palabras- dijo: —No está
lejos, señorita. Un cuarto de hora más o menos.
De hecho, parecieron siglos antes de que se viera alguna estructura. Incluso
entonces, pensó que eran dependencias. Seguramente, la casucha de poca altura
que se extendía desordenadamente en una elevación poco profunda no podía ser
su casa. La granja de Angus MacPherson era un palacio en comparación. Incluso
los establos de Rowan House eran más elegantes.
Stuart guió la carreta hacia el estrecho camino de tierra que se desprendía del
camino principal.
Su corazón se hundió. Efectivamente, la extraña cabaña de madera y piedra
era la casa de Campbell. Y ella viviría aquí durante al menos un mes, o el tiempo
que Francis tardara en regresar a Escocia.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La carreta redujo la velocidad cuando la lluvia helada sopló de costado,


rociando su cara con una ráfaga de viento. Ella agachó la cabeza. Más allá del ala
de su sombrero, examinó su hogar temporal, que parecía haber comenzado
siendo una humilde casa de campo y luego se había ampliado con el tiempo. Los
tejados de las distintas secciones eran de paja, algunos más oscuros y otros más
claros, algunos con buhardillas y otros sin ellas.
La casa principal tenía dos pisos. Un ala de una sola planta se ramificaba en
un extraño ángulo hacia el suroeste. Varias chimeneas sobresalían del tejado. ¿La
cocina, tal vez? Otra ala de dos pisos en el lado norte tenía el doble de longitud
que la primera, y sobresalía a lo largo de la elevación antes de terminar en una T.
Una estructura de madera separada se alzaba nueve metros más allá de la
segunda ala. Clarissa supuso que podrían ser los establos, aunque parecían
demasiado grandes para ese propósito. ¿Un granero, más bien?
Sí, ahora que tenía la oportunidad de mirar de verdad, vio varias vacas
lanudas pastando en la distancia. Kate había mencionado que los MacPherson
criaban ganado además de dirigir su destilería.
No había jardines ni apenas árboles en los alrededores. En realidad, no había
gran cosa. Sólo una estructura de tres puntas y unas cuantas dependencias
encaramadas en medio de campos yermos, vallas y piedra. Si Rowan House era
una espléndida mansión en un bosque mágico, este lugar era su sombrío opuesto.
—Aseguraré los caballos, señorita—, dijo Stuart mientras los detenía cerca de
la puerta principal. —Entonces, la ayudaré a bajar.
Su rostro estaba demasiado congelado para responder.
—Yo la ayudo—. El estruendo bajo vino de detrás de ellos. Ella se giró para
ver a Campbell desmontando. El hombre era tan alto que hacía que su caballo de
tiro pareciera un poni.
Él se acercó a su lado de la carreta con una mirada sombría. —Venga,
muchacha.
Acercándose al borde del banco, ella comenzó a levantarse. Pero antes de que
pudiera recogerse las faldas, unos enormes brazos pasaron por debajo de ella. Él
la levantó en el aire de la misma manera que podría levantar a un niño.
La cargaba a casi dos metros del suelo.
Era acunada fuertemente contra un hombre duro y musculoso.
Frenéticamente, sus brazos se aferraron a su cuello. Santo cielo. Los sentidos
le daban demasiadas vueltas como para chillar, y mucho menos para protestar.
Se sentía como si flotara.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Su rostro estaba tan cerca de los labios de ella que podía sentir el calor de su
piel. Era... como un cosquilleo.
Ella cerró los ojos e inhaló. Aire frío. Lana húmeda. Piel cálida. Y el tenue
aroma a madera y especias. Algo en su olor hizo que su vientre se estremeciera.
—Está toda mojada—, murmuró él.
Sí. Sí, lo estaba.
Él la cargó hasta el interior de la casa de campo. Los olores que ella asociaba
con él eran más fuertes aquí, especialmente la madera y las especias.
Con cuidado, él bajó sus pies al suelo. Ella parpadeó y se aferró a sus brazos.
No quería soltarse.
—El fuego la calentará mientras los muchachos y yo preparamos su
dormitorio.
Ella asintió, aunque no sabía por qué. Nada tenía sentido. Todo lo que podía
ver eran sus labios mojados por la lluvia. El músculo que se flexionaba en su
mandíbula. Sus ojos profundos y oscuros ensombrecidos por un ceño fruncido.
—¿Está bien, muchacha?
Un pequeño gemido escapó de su garganta.
Él frunció el ceño. Se acercó más. —Está a salvo aquí, en verdad—. Su gran
mano se deslizó desde su hombro hasta su codo.
Ella sabía que sus caricias estaban destinadas a reconfortarla, nada más. Sabía
que sólo lo hacía como un favor a su hermano. Pero a su cuerpo no le importaban
sus razones. Deseaba su cercanía más de lo que su orgullo podía soportar.
Ella apretó los labios para evitar cualquier arrebato humillante.
—Deje que descargue y me ocupe de algunas tareas. Eche un vistazo, ¿eh?
Ella dio otro asentimiento. Los gestos eran mejores que las palabras. Era
menos probable que se descontrolara.
Él se retiró y se escabulló por la puerta principal, de vuelta a la lluvia
torrencial.
Ella respiró hondo, deseando que él la abrazara de nuevo. Tener la fuerza de
otra persona en la que confiar era celestial. Pero ahora sólo se tenía a sí misma.
Sólo a ella misma. Debía recordarlo.
Campbell era un buen hombre y, como Kate le había asegurado una docena
de veces mientras empacaban sus pertenencias, más capaz que cualquier agente
de Bow Street que ella hubiera contratado para el mismo propósito.
Había sido soldado en sus años de juventud, según Broderick, formando
parte de un regimiento de las Highlands. Campbell había visto la batalla. Sabía
mucho sobre rastreo, caza, armamento y guerra. Sabía de matar.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Clarissa estaba agradecida por la protección que le ofrecía. Lo estaba.


Pero no podía esperar que él la reconfortara. Ciertamente, no podía esperar
que él sintiera la misma atracción. En los últimos dos meses, él había dejado claro
que no la sentía. Sólo había que ver lo afectada que había estado ella cuando él la
había levantado del carro. Y lo imperturbable que había permanecido él.
El contraste era embarazoso.
Ella se estremeció y obligó a sus dedos rígidos a aflojar la cinta de su
sombrero. Luego, miró alrededor de la habitación donde él la había depositado.
¿Un salón, quizás? La habitación era estrecha y larga y ocupaba toda la parte
delantera de la casa. Los techos estaban revestidos de robustas vigas de madera.
Observó la chimenea de piedra y la pesada repisa manchada de hollín. Cuatro
pequeñas ventanas ofrecían una luz tenue y acuosa. Las paredes estaban
revestidas de paneles de madera lisos y el suelo de tablas anchas.
Sólo había una silla. Era grande. Pesada. Hecha de madera, como parecía serlo
todo aquí. Junto a ella había un cajón volcado con un cuchillo y un farol. El resto
de la habitación estaba vacío.
Ella frunció el ceño. Vacío. ¿Era así como él vivía?
Con su sombrero en la mano, se dirigió a la puerta que llevaba a la parte
trasera de la casa. El pasillo estaba mal iluminado y era frío. Se detuvo para dejar
que sus ojos se adaptaran antes de vislumbrar una estrecha escalera que ascendía
a su derecha. A medida que avanzaba, los tablones chirriaban y el viento silbaba
a través de grietas invisibles. En la parte trasera de la casa había un comedor con
una mesa larga y tosca y cuatro sillas desparejadas. Al otro lado del pasillo había
otra pequeña cámara que debía de haber sido un fregadero o una entrada al
jardín. Ahora funcionaba como una antesala que conducía al ala de una sola
planta donde, supuso, estaba la cocina.
Cuando sintió el olor a pan horneado y escuchó un parloteo lejano, respiró
tranquilamente por primera vez y aceleró el paso. En el interior, una cocina
sorprendentemente espaciosa bullía de actividad. Dos muchachos corrían de un
lado a otro, atendiendo el fuego y acarreando agua. Dos sirvientas trabajaban en
el enorme hogar, removiendo las ollas y charlando sobre el “triste” tiempo. Un
joven delgado y con barba estaba en la mesa central preparando pescado.
Una de las criadas se volvió. —¡Señorita Meadows! No sabía que había
llegado—. La muchacha, regordeta y de rostro sencillo, se acercó a la mesa para
tomar el sombrero de Clarissa. —Debe tener frío. ¿Le apetece un té?
Su pecho se apretó. Perversamente, quería llorar. ¿Cuándo se había vuelto tan
débil que la simple amabilidad rompía su compostura? No podía decirlo. Todo

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

lo que sabía era que el frío, la humedad y la soledad hacían que el calor familiar
de una cocina ocupada se sintiera como un paraíso.
—Sí—, espetó ella. —Abigail, ¿no es así?
Los ojos de la chica se iluminaron. —Sí, señorita.
Abigail y una segunda criada, Jean, habían sido enviadas antes que ellas para
preparar la casa y ayudar a cocinar. Clarissa se preguntó si Kate les había
informado de los riesgos.
—Está temblando, pobrecita—. Abigail se dirigió a la cocina y volvió con una
manta de lana que colocó sobre los hombros de Clarissa. —Ya está. El señor
MacPherson no tardará en amueblar su dormitorio. Hasta entonces, ¿dónde
quiere esperar...?
—Aquí—. Clarissa tragó saliva, atando las esquinas de la manta sobre su
pecho como una capa improvisada. —Ayudaré a preparar la cena, si quiere.
Las cejas canela de Abigail se arqueaban tanto que desaparecían bajo el
volante de su gorra. —Eso es muy amable, señorita. Pero no le pediría...
—Por favor—. Ella sostuvo la mirada de la doncella. —Por favor, no tengo
talento para la cocina, pero corto muy bien. En casa, en Ellery Hall, claro. Mi casa
en Inglaterra. Está en Cambridgeshire. ¿Sabes dónde está?
Abigail asintió y luego sacudió la cabeza.
—Oh, bueno, no importa, en realidad. Lo que quiero decir es que, en Ellery
Hall, me gusta ayudar con pequeñas tareas en la cocina. De vez en cuando,
incluso he ayudado a lavar la ropa. Sólo se pueden hacer algunos bordados en
una casa, ya sabe—. Respiró entrecortadamente. —Me gusta mantenerme
ocupada y... útil.
Ella estaba divagando. Esto sucedía cuando estaba nerviosa. O cuando estaba
cansada. O borracha. O emocionada. En realidad, sucedía mucho.
—Sí es así entonces—. La sonrisa de Abigail era amable. —Voy a buscarle un
delantal.
Media hora más tarde, se enteró de que Jean tenía un —muchacho fuerte—
esperando para casarse con ella cuando volviera de trabajar en la isla de Skye;
Abigail aspiraba a convertirse en cocinera algún día, aunque todavía sentía que
tenía —mucho que aprender sobre salsas y pasteles de avena—; y el hombre
delgado y con barba era un primo de los MacDonnell llamado Daniel que había
trabajado para Campbell durante seis años.
—Espera mucho de sus muchachos, es cierto—. El respeto brillaba en los ojos
del joven. —Pero nadie trabaja más duro que él. De eso puede estar segura.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Clarissa no se sorprendió. Incluso entre los MacPherson, Campbell era


venerado. Sus hermanos hablaban de él con algo parecido a la adoración de un
héroe. Había oído a su padre presumir en varias ocasiones diciendo que —mi
hijo no tiene rival en el lanzamiento de troncos. El muchacho podría lanzar una
maldita montaña hasta Londres, si estuviera dispuesto.
Ante esto, John Huxley -hermano de Kate y cuñado de Campbell- se enfadó.
—Le gané en los Juegos de las Highlands del verano pasado. Tú estabas allí,
Angus. No me digas que lo has olvidado.
Angus había sacudido la cabeza de forma compasiva. —Pura suerte,
muchacho. No cuenta.
Como de costumbre, Campbell se había limitado a levantar una ceja ante su
disparatada discusión. No había sido necesario decir nada. Todo el mundo
conocía su fuerza, su capacidad, su tranquilo dominio. Todo el mundo lo
entendía, especialmente Clarissa. Su insensato enamoramiento rara vez la dejaba
olvidar.
Incluso ahora, mientras escuchaba el relato de Daniel sobre cómo Campbell
enderezaba un carro cargado con pura fuerza bruta, un escalofrío le recorría
desde la nuca hasta la base de la columna. Mantuvo los ojos bajos en su tarea -
pelar patatas- para no revelar su fascinación.
¿Cómo iba a pasar el siguiente mes o más viviendo con ese hombre? No lo
sabía. Kate permanecía ajena al dilema de Clarissa. Y la abuela no había sido de
ayuda cuando habían discutido el asunto antes.
—Sé sensata, querida—, le había dicho. —Él mismo intimidaría a Goliat. No
veo el problema.
—Estaré arruinada. No es que importe. A Francis no le importará tener una
esposa escandalosa.
La expresión de la abuela se había vuelto amotinada. Seguía sin aprobar los
planes de Clarissa de casarse con Francis.
—Pero, ¿y si vuelvo a no controlar mis balbuceos?— Clarissa había susurrado
la vergonzosa preocupación con desesperación. —¿Y si piensa que estoy
intentando... seducirlo?
Extrañamente, la abuela se había mostrado poco comprensiva. —Mucho
mejor, diría yo. Quizá se sienta tentado.
Ella se había quedado mirando a su abuela durante largos segundos. —No
puedes querer decir...

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Un bufido obstruido salió de su abuela. —Podrías tener algo mucho peor,


Clarissa. Él no está casado, tiene tierra propia, una cabeza llena de pelo, y ningún
valet. Una buena captura, dadas tus circunstancias.
Se había sentido abandonada, dejada a su suerte. Por supuesto, había sido
una reacción infantil. Seguramente la abuela no pensaba claramente porque se
sentía mal. Clarissa debía mantener su dignidad y comportarse como la dama
que su abuela había criado.
Y lo haría. Todo lo que tenía que hacer era mantener la boca cerrada siempre
que Campbell MacPherson estuviera presente. Bastante sencillo.
Mientras Daniel MacDonnell preparaba su último pescado y se reía de las
quejas de Jean sobre los hombres borrachos, una fría corriente de aire y un
silencioso clamor llegaron desde el fregadero. Una puerta se cerró. Sonaron
silenciosas pisadas y rítmicos golpecitos. Clarissa levantó la vista y se puso
rígida.
Era Campbell, con un aspecto tan imponente como el clima. Llevaba un
pequeño barril sobre un hombro y una cesta de pan bajo el brazo. Incluso
agachándose para colocar su carga junto a un armario, empequeñecía la
habitación.
A su lado había una criatura que ella nunca había visto. Parecía un perro, pero
mucho, mucho más alto. Esbelto y largo, cubierto de pelo gris y enjuto, se detuvo
a su lado. Y sus ojos oscuros se fijaron en ella.
Su corazón dio un vuelco. Se estremeció. Se apretó.
Con cuidado, dejó el cuchillo sobre la mesa. Se limpió las manos. Bajó la
mirada.
Había dejado de mirar en dirección al perro, así que cuando sintió un
empujón en las costillas, jadeó. Se giró para ver. Y allí estaba, con la espalda
pasando la altura de su cintura. Ella era de estatura media -un metro sesenta-,
pero el larguirucho animal la hacía sentir diminuta. Su largo hocico se acercó y
olió. Unos ojos tranquilos y oscuros la miraron conmovedoramente.
Su corazón se apretó hasta que no pudo respirar. Ella se tambaleó hacia atrás.
Giró sobre un pie. Dio la vuelta a la mesa.
El perro la siguió, moviendo la lengua como si ella lo hubiera invitado a jugar.
—Fergus—, dijo Campbell en voz baja. —Trobhad.
Supuso que Fergus era el nombre del perro. La segunda palabra había sonado
como —true-it—. Debía de ser una orden, porque el perro se detuvo
inmediatamente, le dirigió una mirada lastimera y volvió trotando al lado de su
amo.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Sólo cuando se sentó al otro lado de la habitación se dio cuenta de que se había
retirado detrás de Daniel.
—Fergus es manso como un cordero, señorita—, le aseguró Daniel. —No
tiene nada que temer de él.
Ella tragó saliva, con el pecho apretado. Él estaba equivocado. Había todo que
temer.
—Me he asustado. Eso es todo.
Campbell frunció el ceño y murmuró otra orden incomprensible. El perro
retrocedió hasta el fregadero.
—Venga, muchacha—, dijo, señalando con la cabeza el pasillo hacia la casa
principal. —Le mostraré su dormitorio.
Ella tragó saliva. Asintió con la cabeza. Se recordó a sí misma que no debía
hablar. Sólo hacer gestos. Y por el amor de Dios, nada lascivo.
Campbell encendió un farol y la condujo al piso superior sin decir nada. No
sabía lo que esperaba, pero el piso superior de la casa principal sólo tenía dos
habitaciones y un único y estrecho pasillo. Al final del pasillo había una tercera
puerta que conducía a... otro pasillo.
Ella frunció el ceño. Tenía que ser el piso superior de la segunda ala, aunque
no se atrevió a preguntar. Preguntar significaba hablar. Y hablar con Campbell
MacPherson mientras el gigantesco escocés la conducía a un dormitorio
significaba un desastre.
De hecho, cuando lo siguió por la segunda puerta a la derecha y él comentó:
—La puerta que hemos pasado es la mía, así que, si algo la asusta, llame—, lo
primero que pensó fue en preguntarse qué usaba para dormir. ¿Una camisa?
¿Ropa interior? ¿Nada?
Miró la anchura de sus hombros y suspiró.
—¿Le sirve esto, señorita Meadows?
—¿Hmm?
—La cama.
¿Qué aspecto tendría sin ropa? Tantos músculos. Tantos huesos grandes y
manos sustanciales. Su curiosidad pedía ser satisfecha.
—Muchacha.
Su mirada voló para encontrarse con la de él. —¿Sí?
Las más tenues arrugas aparecieron en las esquinas de sus ojos. —La
mantendré a salvo.
El corazón de ella latió a un ritmo errático, ella apretó los labios y asintió.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Este no es el tipo de vida al que está acostumbrada—. Apoyando las manos


en las caderas, miró la cama de madera oscura con su colcha de tartán verde -el
objeto más fino de la habitación- y luego observó brevemente sus tres baúles y
un pequeño tocador en la esquina, cerca de la ventana. Todo había sido traído de
Rowan House. —Pero es sólo por un tiempo. Sólo hasta que Northfield...— Los
músculos de su mandíbula se flexionaron. —Ya no moleste.
Ella se adentró en la habitación. Bordeando cuidadosamente a Campbell,
observó que una alfombra de la habitación de invitados de Rowan House había
sido colocada debajo de la cama, y que su maleta con todos sus artículos de aseo
descansaba ordenadamente al lado del tocador. La ventana de estilo buhardilla
era pequeña -sólo cuatro cristales- pero daba a unos campos de cultivo que ella
imaginaba que serían gloriosos cuando floreciera el brezo.
No, ésta no era la comodidad a la que estaba acostumbrada. Era mejor.
Sacrificaría todas las mesas de té de mármol y las tazas de porcelana de Ellery
para volver a sentirse segura. Dormiría en el suelo como un perro para asegurarse
de que su abuela y Francis y todos sus seres queridos estuvieran protegidos.
—Hay reglas que debe seguir—, dijo él. —Podrá objetar. Pero son necesarias.
Ella se giró. Aspiró un poco de aire. Él se pasaba una mano por el pelo, se
apoyaba en el marco de la cama y parecía... devastador. —¿Reglas?
—Sí—. Las marcó con sus largos y gruesos dedos. —No salga a menos que la
acompañe un hombre. Preferiblemente yo.
Sus mejillas se calentaron.
Luego otro dedo. —Si algo la alarma, dígame tan pronto como suceda. Nada
de esperar hasta que tenga una carta del pequeño bastardo.
Por alguna razón, la estúpida boca de ella aclaró: —Él no es pequeño.
La mirada intimidatoria se intensificó. —¿Eh?
—Northfield. No es un hombre pequeño. Sobrepasa el metro ochenta, en
realidad. Y más bien... en forma—. ¿Por qué estaba hablando? Dios, ¿por qué
salían palabras de su boca?
Campbell cruzó los gruesos brazos sobre su pecho. —¿De verdad?
Ella asintió.
—¿También es atractivo?
Esta vez, ella frunció el ceño. Su voz se había suavizado, pero había un borde
oscuro en ella, como el sarcasmo o el resentimiento. —Bueno, sí, supongo. La
mayoría de los hombres Northfield son razonablemente guapos. Ojos bonitos.
Buenas barbillas. Confieso que me sentí halagada por su interés, al principio. Se
lo consideraba una excelente pareja.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La mandíbula de Campbell se flexionó. —Correcto—. Su mirada se desplazó


brevemente por encima de su hombro antes de continuar con su tercera regla. —
Debe hacer lo que yo le diga sin preguntar ni dudar. Si le digo que se tumbe en
el suelo, se tira. No pregunte por qué. No se demore. Simplemente tírese. ¿Está
claro?
Ella asintió.
—Mañana, empezamos el entrenamiento.
—¿Entrenamiento de qué?
—De usted, muchacha.
—¿El mío?
—Debe aprender a protegerse. ¿Sabe cómo manejar un arma?
Su garganta se tensó hasta que su voz fue un hilo. —Una vez blandí un
estoque. Francis perdió sus botones y casi su dignidad.
Un instante antes de que se pasara una mano por la boca, ella creyó ver una
sonrisa. Pero eso era una tontería. Campbell MacPherson nunca sonreía.
Ella continuó: —Si se refiere a las armas, no. No tengo experiencia con ellas.
Cuando él no respondió inmediatamente y su mirada se volvió evaluadora,
su nerviosismo aumentó.
Y su boca se tornó inquieta. —Pero estoy segura que usted será un instructor
admirable. Y yo seré su alumna entusiasta. Puede enseñarme lo que quiera. Un
buen agarre. La puntería adecuada. Localizar el centro más sensible y alcanzarlo
con toda la destreza. Consistentemente. Repetidamente. Una y otra vez—. Una
risa ronca e involuntaria escapó de su garganta. —Con mucho gusto entregaré
mi virginidad a su capaz tutela.
Las cejas de él se arquearon.
Oh, Dios mío. ¿Qué había dicho? Ella había estado divagando, otra vez. Y
había dicho algo sobre...
Querido. Dios.
Un calor violento inundó su rostro. —No quise...
—Cálmese, muchacha.
—Me refería a las armas de fuego.
—Lo sé. No se preocupe.
—Virginidad de armas de fuego. No tengo experiencia, en verdad—. Ella hizo
una mueca. —Lo que quiero decir es que nunca he tocado un arma larga. O una
corta. En realidad, ningún arma de ningún tipo ha sido acariciada por estos
dedos.
—Señorita Meadows.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Y además, me gustaría señalar que el Señor Northfield es extremadamente


hábil con su arma. Me atrevo a decir que sus habilidades podrían superar las
suyas. Aunque, ciertamente, no puede igualar su tamaño. No, ciertamente.
Mientras que él es más grande que el promedio, su tamaño es incomparable,
Señor MacPherson.
—Muchacha.
—Esto sólo quiere decir que entrenarme en el manejo de un arma puede ser
una pérdida de tiempo, ya que él siempre será el mejor tirador a larga distancia.
¿Y a corta distancia? No tengo ninguna posibilidad. Soy bastante pequeña
comparada con él y positivamente diminuta comparada con usted—. Ella rió de
nuevo. Tal vez debería cerrar la boca. —Bueno, apostaría que usted podría
levantarme como una almohada, doblarme por la cintura, y lanzarme sobre el
colchón, si le apetece.
Sí, definitivamente debería cerrar la boca.
—No es que le apetezca.
No debía mencionar sus manos. Hiciera lo que hiciera, no debía mencionar...
—Pero si decidiera someterme a su voluntad, tengo pocas dudas de que me
manejaría magníficamente. Para ser un hombre tan poderoso, tiene unas manos
extraordinariamente suaves.
Se hizo el silencio. Una de esas manos fuertes y suaves frotó la parte posterior
de su grueso y poderoso cuello. Finalmente, él suspiró. —¿Alguna vez habló así
con él, muchacha?
Su piel palpitaba de mortificación, pero de alguna manera, en su última
hoguera infernal de insinuaciones involuntarias, había conseguido quemar un
umbral importante. El umbral de la vergüenza. Por fin lo había conseguido.
Había pasado más allá de la vergüenza, más allá del punto de retracción. Se
sintió... liberada.
Ella enderezó los hombros. —No. El Señor Northfield y yo conversamos
principalmente sobre su familia y mi preferencia por los helados de piña. Ah, y
sobre bailar. No lo aprobó.
Él frunció el ceño. —¿No aprobó el baile?
—Que yo bailara. Especialmente con cualquier hombre que no sea él—. Se
aclaró la garganta y se llevó las manos a la cintura. —Fue una de las razones por
las que rechacé su petición.
—Bailar significa mucho para usted—. Él no lo formuló como una pregunta,
sino como una observación.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella se detuvo, sintiendo su comprensión entre ellos. Allí, en las sombras de


su habitación improvisada, se vio reflejada en sus ojos oscuros. —Sí—, susurró
ella. —Así es.
Él asintió. —La mantendré a salvo.
—Sé que lo hará.
—Debe seguir mis órdenes sin preguntar por qué las he dado. ¿Puede hacerlo,
muchacha?
—Sí.
—No soy muy dado a dar explicaciones.
Ella no pudo evitar sonreír. —Lo hace espléndidamente, Señor MacPherson.
Si tan sólo poseyera su talento para la contención verbal.
Él no respondió, simplemente la miró con una expresión de curiosidad.
Ella decidió que tal vez debía tranquilizarlo. —En cualquier caso, no se verá
obligado a sufrir mi presencia durante mucho tiempo.
Los ojos de él se entrecerraron. —¿Y eso por qué?
—Tengo la intención de casarme con Lord Teversham—. Ella forzó el brillo
en su voz. —Francis se ha ofrecido, y yo... creo que puede ser la mejor opción. Él
debe atender sus deberes en Inglaterra primero, naturalmente. Luego, volverá a
recogerme. Incluso podríamos casarnos aquí en Escocia. ¿No sería eso
encantador?
El silencio de él se prolongó. Se profundizó. Su mandíbula se endureció. Su
nariz se ensanchó débilmente.
En la mayoría de las circunstancias, leer la expresión de Campbell
MacPherson era un ejercicio inútil. Rara vez sonreía. Rara vez mostraba dolor,
pena o alegría. Sus ojos eran ocasionalmente reveladores y fruncía mucho el ceño.
Pero, por lo demás, era difícil adivinar si el hombre estaba satisfecho,
horrorizado, complacido, sediento o aburrido. Sencillamente, no revelaba sus
emociones como lo hacían los demás.
Sin embargo, si le pidieran a Clarissa que identificara el estado de ánimo
actual de Campbell MacPherson, habría dicho que estaba disgustado. Muy, muy
disgustado.
La pregunta era por qué.
—La cena estará lista pronto—, dijo. —La dejaré para que se acomode—.
Bruscamente, se dirigió a la puerta. Allí, se detuvo para añadir: —Oh, y
muchacha. El retrete está detrás del granero. Mi regla se mantiene. Si sale de esta
casa, debe llevarme a mí o a uno de mis hombres. Sin excepciones.
Ella parpadeó. —No es posible que pretenda...

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Sí.— Su boca se torció en una esquina. —Es posible. Y así será.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Cinco
Clarissa había pasado demasiados años sentada. Se había sentado junto a la
abuela para ver a otras damas bailar el vals. Se había sentado con su té y sus
galletas escuchando a otras damas murmurar sobre sus pretendientes. Se había
sentado en salones demasiado elegantes para bordar patrones que había visto en
los dobladillos de otras damas. Se había sentado y sentado y sentado mientras
otras damas formaban afectos, luego matrimonios y luego familias. Hace dos
años, se obligó a cambiar. A moverse. A bailar. Y eso había cambiado todo.
Ahora, si no encontraba algo que hacer, se volvería loca.
Así que, al tercer día de estar atrapada en la casa de Campbell MacPherson,
que crujía y tenía corrientes de aire, se propuso una tarea: Le pagaría por las
molestias. Era justo. Él no la quería aquí. No podría haber dejado más claro que
vigilarla era un amargo deber.
En la cena, apenas miró en su dirección. Dos veces en dos días le había
ordenado que no se acercara a las ventanas. Esta mañana, ella le preguntó si había
tomado su café. Él gruñó y salió de la casa sin decir nada y sin su sombrero.
Estaba lloviendo a cántaros en ese momento.
Clarissa podía ser una solterona que ya había pasado la flor de la vida, pero
no era una inútil. Ahora, mientras se ponía un delantal y examinaba la habitación
delantera de la casa, surgió una nueva energía. —¿Hay algún mueble de sobra?—
, le preguntó a Daniel MacDonnell. —Cualquier cosa servirá.
El hombre delgado y con barba se levantó la gorra y se rascó la cabeza. —Sí.
Unas cuantas piezas viejas en el granero. Pero son para la leña.
Ella chasqueó la lengua. —Echemos un vistazo antes de echarlas al fuego,
¿eh? Necesitaremos más sillas. Mesas—. Miró hacia la silla cerca de la chimenea.
A su lado, el cajón volcado contenía los inicios de una escultura de un pájaro.
Había visto a Campbell esculpiendo el tronco agrietado y con forma de espiral la
noche anterior. Él se había detenido en el momento en que ella entró en la
habitación. Ella le había pedido permiso para hacer algunos cambios en la casa.
Él la miró con extrañeza y aceptó. Luego, le ladró que se fuera a la cama. Era
evidente que al hombre le molestaba su presencia, por lo que había evitado
pedirle ayuda y se había apoyado en el hombre más tranquilo, Daniel.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Necesitaré que me bajen el baúl más grande de mi alcoba—, murmuró


ahora a Daniel, observando la luz ondulada y polvorienta que brillaba a través
del cristal. —Debemos hacer algo con estas ventanas.
Abigail entró llevando dos cubos. El vapor de agua desprendía un fuerte olor
a vinagre. —Aquí tiene, señorita Meadows. Jean está trayendo los trapos y las
mantas de repuesto.
Clarissa asintió. —Bien. Vamos a trabajar.
Les llevó casi toda la mañana limpiar la casa principal. Cuando terminaron, a
Clarissa le dolía la espalda y se le formaron ampollas en las manos, pero los
resultados se notaban. El sol brillaba a través de los cristales. Los suelos estaban
limpios de polvo y virutas de madera. Y las piedras del hogar tenían mucho
menos hollín.
A continuación, mientras las criadas reorganizaban la despensa, Clarissa y
Daniel se aventuraron a salir al granero. En el rincón más alejado había una pila
de muebles viejos y rotos.
—La mayor parte estaba aquí cuando el señor MacPherson tomó posesión de
la casa—, explicó Daniel. —El viejo Rob Robertson no tenía hijos. Nunca se casó,
de hecho. Vivió solo aquí con las ovejas durante todos sus días.
Comenzó a hurgar en el montón, levantando una silla de encima de una
pequeña mesa. Una pata estaba agrietada, pero no era irreparable. —No he visto
ninguna oveja. El Señor MacPherson cría ganado, ¿no?
Daniel se movió para ayudarla, bajando un banco y un taburete desigual de
la pila. —Sí. Las vacas de las Highlands abundan aquí. Especialmente con el
Señor MacPherson dirigiendo las cosas. Tiene facilidad con las bestias.
Ella no lo dudaba. Él tenía facilidad para todo: su desaliñado y enorme perro,
su caballo, sus hombres. Con ella.
Hizo un gesto hacia las dos sillas, el banco y el taburete que habían apartado.
—Esto debería servir por ahora. ¿Le importaría llevar esto a la casa?
Él dudó. —No debería dejarla sola.
Ella miró por encima del hombro hacia la puerta abierta del granero. Y allí
estaba Fergus. El sabueso rara vez perdía la oportunidad de seguirla. Mantenía
una distancia educada, pero cada vez que ella salía, lo notaba. Y cada vez que se
fijaba en él, su corazón se estrujaba. Como siempre, ella ignoró la punzada.
—No estoy sola, ¿verdad?—, murmuró. —Continúe. Terminaré de ordenar el
montón y esperaré su regreso antes de salir del granero.
De mala gana, Daniel se fue con las dos sillas. Detrás de ella, oyó a Fergus
haciendo crujir la paja. El perro era decidido; ella reconocería eso.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Centrándose en su tarea, ella se dirigió a la parte trasera del montón con la


esperanza de encontrar una mesa o un escritorio. ¿Campbell escribía mucho? No
lo sabía. Lo había visto leyendo junto al fuego una o dos veces. Sin embargo, un
escritorio adecuado sería un buen complemento para la casa de cualquier
hombre.
Por desgracia, el objeto más grande de la pila era un baúl. Estaba a lo largo de
la pared del fondo, cubierto de polvo y trozos de paja vieja. Probablemente estaba
vacío. ¿Podría utilizar la madera? Era bastante resistente y sólo tenía una mancha
de agua en la esquina. Buscó en el granero una herramienta para abrirlo.
Cuando ella se giró, Fergus levantó la cabeza. Unos ojos enternecedores la
atraparon en su red. Su corazón se estrujó dolorosamente. Ella soltó un gruñido.
—Detente—, susurró. —Por favor. Sólo Detente.
Su mirada paciente se sentía como compasión. Adoración.
Ella cerró los ojos. Sacudió la cabeza. Se volvió hacia el cajón y se inclinó para
examinar las sujeciones. Cuando vio que ya estaban sueltos, chasqueó la lengua
por su propia tontería y tiró del panel superior de la caja. Se soltó sin problemas.
Pero el cajón no estaba vacío.
Entre la paja había varios tallados de madera. Uno de ellos era un cuervo. La
veta de la madera se había pintado de negro para realzar las plumas de sus alas
extendidas. Otro era un pez estilizado en medio de una red entrecruzada de
símbolos rúnicos. Las runas parecían agua. Ambos tallados eran impresionantes
por su detalle y elaboración. Ambos resonaban en sus manos. Las colocó
cuidadosamente en sus nidos.
Entonces vio el tercer grabado. No era muy grande, tal vez de cuarenta
centímetros de largo y diez de ancho. Lo que le llamó la atención fue el rostro.
Un rostro de mujer. Exquisito. Clarissa apartó la paja y levantó la talla entre sus
manos. La madera parecía antigua, su peso era más ligero, sus aristas se retorcían
como un viento tempestuoso. El pelo de la mujer había sido pintado de negro
como el cuervo. Tenía los ojos cerrados y una expresión serena. Pero todo a su
alrededor era un caos. Había utilizado las formas naturales de la madera para
representar un estallido casi violento de hojas, telas y cuerdas.
Ella trazó la yema de un dedo a lo largo de la mejilla de la mujer, alisada hasta
un alto pulido. Él había tallado cada pestaña, la sutil separación de los labios,
incluso una pequeña marca de belleza cerca de su frente. Cielos, era una obra
maestra.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

No le cabía duda de que era obra de Campbell, aunque parecía mucho más
antigua que los pájaros. —¿Quién eres?—, susurró a la talla. La respuesta llegó
rápidamente: alguien a quien él amaba. Era evidente por la obra.
Se sintió como si la hubieran pateado. Le dolía el pecho y su estómago. Con
cuidado, volvió a colocar la talla en su nido.
Él amaba a otra persona. Al menos, una vez lo hizo.
Tal vez por eso estaba tan resentido con Clarissa, por eso había mostrado poca
respuesta a sus arrebatos de coqueteo involuntario. La mayoría de los hombres
los verían como una invitación. La mayoría de los hombres mostrarían interés.
Pero él no.
Ella sabía que la abuela preferiría que se casara con Campbell. Ayer mismo,
Stuart MacDonnell le había entregado una nota en la que la abuela alababa la
amabilidad de la señorita Cuthbert y el tónico pulmonar de la señora MacBean
antes de preguntar si Clarissa había reflexionado sobre las ventajas de los
vestidos escotados para seducir a los hombres difíciles.
Evidentemente, se sentía mejor, lo cual era positivo. Pero la abuela no lo
entendía. No era posible.
Campbell MacPherson no quería a Clarissa. Había tenido muchas
oportunidades de manifestar su interés, pero no lo había hecho. Ahora ella sabía
por qué. Esta talla lo explicaba todo.
El dolor de su pecho se convirtió en un nudo. Regresó la talla y volvió a
colocar la tapa de la caja. Una cálida presencia apareció cerca de su cadera. Sin
pensarlo, pasó la palma de la mano por el pelaje enjuto y el cuello largo. Un
cuerpo larguirucho y pesado se apoyó en ella.
Cerró los ojos, imaginando a la mujer que Campbell debía amar. Una belleza
de pelo negro con labios perfectos y largas pestañas. Una mujer que había
querido recordar, por lo que había esculpido su rostro en una obra de arte.
Maldita sea, esto no estaba ayudando. Debía concentrarse en pasar las
próximas semanas. Enamorarse de un hombre que no tenía ningún interés más
allá de mantenerla a salvo sólo le traería más dolor.
Sorbió y acarició a Fergus distraídamente, sintiéndose reconfortada por su
cálido peso. Entonces se dio cuenta de lo que había estado haciendo. De nuevo,
su corazón se retorció. Lo fulminó con la mirada. —Diablo astuto—, reprendió.
Sus ojos le regalaron una sonrisa tonta.
Se obligó a retirarse justo cuando Daniel regresó. Ella recogió el taburete
mientras él llevaba el banco, y salieron al patio. Fergus corrió tras ellos y luego
galopó hacia el ala de la cocina.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Mientras cruzaban el espacio embarrado, unos gritos masculinos resonaron


desde el otro lado de uno de los cobertizos. Ella redujo la velocidad, acercándose
al alboroto. Al pasar la esquina del cobertizo, lo vio. Y las rodillas le temblaron.
Con un tono sombrío y estruendoso, Campbell bajó de una larga carreta que
transportaba una enorme vaca postrada. El pelaje de la vaca era similar al de otras
vacas que había visto en las tierras de Campbell: marrón oxidado y lanoso. Pero
ahora estaba manchado de sangre. El vientre del animal estaba distendido y la
pobre criatura parecía estar a punto de morir. Sólo se movía para jadear.
—Dios mío—, murmuró. —¿Qué ha pasado?
Daniel apoyó el banco en el suelo y frunció el ceño. —No sé. Es una de las
primeras preñadas. Pero no debería ser su hora de parir todavía.
Observaron cómo Campbell daba órdenes precisas a sus hombres. Se quitó
los guantes y el abrigo y se arremangó rápidamente. Acarició la cabeza lanosa
del animal y le habló suavemente en gaélico. El jadeo de la vaca disminuyó.
Campbell se acercó a un lado del carro y presionó con sus manos el flanco de la
vaca. El animal se sacudió. Él dijo más palabras incomprensibles con una voz que
hizo que Clarissa se acercara contra su voluntad.
La sangre salía de una herida abierta cerca de la columna de la vaca.
El estómago se le revolvió. Su corazón latía con fuerza. Tragó saliva contra las
ganas de vomitar. —¿No podemos... no podemos hacer algo? Debemos
ayudarla—, balbuceó. —Mantas o agua. Cualquier cosa—. El estómago se le
revolvió al ver la angustia del animal.
Daniel la agarró por el codo para detener su avance a treinta pies de distancia.
—No, señorita Meadows. Debe mantener la distancia. El Señor MacPherson sabe
lo que hace. Confíe en que hará lo mejor.
Ella tragó. Asintió con la cabeza.
Campbell se había movido detrás del animal. Levantó la cola, dijo algo a uno
de sus hombres sobre ver cascos.
Sus ojos se abrieron de par en par. —¿Quieres decir que... el ternero está por
nacer?
Daniel tenía un aspecto sombrío. —Sí. Si puede liberarlo.
Durante largos minutos, ella vio a Campbell tirar constantemente de las patas
del ternero. Con el tiempo, incluso ató cuerdas a la pobre criatura, tirando con
una fuerza impresionante. Finalmente, el ternero se liberó de un tirón. Estaba
cubierto de líquido y estirado a lo largo. No se movía. Campbell le quitó el líquido
de la boca y el hocico. Luego, hizo algo muy extraño: tomó al ternero por las patas
traseras y lo hizo girar hacia delante y hacia atrás como un péndulo. El

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

movimiento parecía áspero y extraño. Dejó al ternero en el suelo, aceptó un gran


cubo de uno de sus hombres y le echó agua en la cabeza.
—Eso es para ayudar a la pequeña bestia a empezar a respirar—, le aseguró
Daniel. —Debe empezar a hacerlo pronto, si no morirá.
Ella se quedó allí, apretando el viejo taburete de madera contra su pecho, y
observó a Campbell MacPherson luchando por salvar una vida recién nacida. En
todo momento, se movió con total dominio, calma absoluta y urgencia constante.
Cantó en gaélico a la pobre vaca herida que aún jadeaba en la cama del carro. La
vaca mugía y trataba de levantar la cabeza, pero parecía demasiado para ella.
Finalmente, con más zarpazos y balanceos de Campbell, el ternero se retorció
y empezó a moverse.
El corazón de Clarissa Se estrujó. —¡Está vivo! Mira, Daniel. Lo ha salvado.
Hubo una pausa. —Sí.
A ella no le gustó su reticencia. —Estará bien, ahora. Está respirando, ¿ves?
Otra pausa y un suave: —Deberíamos volver a la casa.
Apartando su mirada de Campbell, que en ese momento se estaba
enjuagando las manos y los brazos en un bebedero, frunció el ceño hacia su
compañero. —¿Por qué?
—Esto no será agradable para usted, señorita.
Lanzó otra mirada hacia el carro. Campbell estaba cerca de la cabeza de la
vaca, acariciando su cuello y hablando en gaélico. Ella no entendía sus palabras,
pero su tono era claro. Se estaba despidiendo.
Una brisa surgió de detrás de ella. La cabeza de Campbell se levantó. Se giró.
Los ojos oscuros se fijaron en ella bajo un ceño feroz.
Ella tragó saliva cuando el momento se alargó. Su corazón quería correr hacia
él. Tal vez un hombre que criaba ganado no sentía nada por él con el transcurso
del tiempo. Tal vez los veía como un producto igual que el grano que debe ser
cosechado y vendido en el mercado. Pero ella habría jurado que la tristeza se
extendía por su expresión como hilos azules dentro de la lana negra, apenas
perceptible hasta que se miraba de cerca.
—Entre—, dijo él con dureza en el patio.
Ella negó con la cabeza y empezó a avanzar.
—¡Daniel!—, ladró él. —Llévala dentro. Ahora.
Daniel la apartó de un tirón.
Dentro de la casa, trató de distraerse colocando los muebles y consultando
sobre la cena. Pero sólo pasaron unos minutos antes de que oyera el fuerte
chasquido de un disparo. Se sobresaltó.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Daniel la miró. —Era necesario—, dijo en voz baja.


Ella asintió. La vaca estaba sufriendo. Y no dudaba de que Campbell le
hubiera perdonado la vida al animal si hubiera podido hacerlo. Recordando la
tristeza que había vislumbrado en su rostro, ordenó a las criadas y a los mozos
de cocina que le prepararan un baño caliente antes de la cena.
Luego, reanudó la reorganización de los muebles con Daniel. —¿Qué va a
pasar con el ternero?—, preguntó antes de poder pensarlo mejor.
Él dudó.
Ella suspiró. —Dímelo.
Él le lanzó una mirada divertida. —¿Quiere ver en su lugar?
El pecho de ella se apretó y asintió con la cabeza.
La condujo al exterior, al cobertizo donde había estado aparcado el carro.
Había desaparecido, junto con cualquier rastro de la vaca. Ella suspiró aliviada.
Daniel la condujo a la apertura del cobertizo, donde unas vallas formaban un
recinto con dos establos. En uno de ellos había una vaca grande con una franja
de pelo oxidado que le cubría los ojos. La habían atado y estaba mordisqueando
un cubo de comida. En el establo contiguo, Campbell estaba vertiendo leche
sobre el pequeño y tembloroso ternero. Metió la mano en un saco de lo que
parecía ser sal. Luego, frotó un puñado sobre el pelaje de la ternera, centrándose
en la cabeza y el trasero.
Ella parpadeó. ¿Qué demonios? ¿Estaba haciendo mantequilla? Si era así, lo
estaba haciendo mal.
Daniel se acercó. —Siga mirando—, susurró.
La pequeña criatura aún estaba húmeda, temblorosa y abatida. ¿Sobreviviría
sin una madre? Campbell la levantó en brazos y la llevó al siguiente puesto.
Luego la colocó en el suelo, cerca de las ubres de la vaca, le acarició la boca con
los dedos y lo acercó a la teta del animal. El ternero empezó a mamar. La vaca
apenas se dio cuenta.
Campbell le dio una palmadita y canturreó algo incomprensible. La vaca giró
brevemente la cabeza y le dirigió un parpadeo lanoso. Podría haberlo castigado
con sus cuernos. Podría haberle pateado las rodillas o haber herido al ternero.
Pero no lo hizo. En lugar de eso, mugió y volvió a masticar. Con el tiempo, el
ternero terminó su comida y se acercó a la cabeza de la vaca tambaleándose. La
vaca, ahora llena de comida, olió la cabeza del ternero. Le dio un lametón. Se
detuvo como si estuviera confundida. Volvió a intentarlo. Pronto, estaba
lamiendo al ternero con vigor. El pobre animal incluso se cayó una o dos veces.
La vaca siguió lamiendo.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Daniel explicó: —Ahora, ella lo verá como suyo, ¿entiende? Si todo va bien,
la pequeña bestia engordará tres veces su tamaño antes de que pase la primavera.
Campbell observó atentamente a la pareja mientras salía del establo. Se limpió
las manos en una manta colgada en la barandilla y finalmente miró en dirección
a Clarissa. Los ojos oscuros brillaban con algo parecido a la alegría. Alivio. Paz.
O una mezcla de los tres.
Ella se estremeció ante el impulso de acercarse, de tocarlo y sentir esos brazos
fuertes y capaces alrededor de ella. Gracias al cielo, la valla se interpuso entre
ellos.
—Señorita Meadows.
Ella se estremeció de placer ante el estruendo de su voz. ¿Por qué tenía que
afectarla así? Se tranquilizó y se llevó las manos a la cintura. —Señor
MacPherson—. Señaló con la cabeza al ternero y a su nueva madre sustituta. —
Muy bien hecho.
Él no respondió. En su lugar, examinó su pelo, su cara y su vestido con una
expresión oscura. —Tenga cuidado de no ensuciar su vestido. Una granja no es
siempre un lugar civilizado.
El temperamento de ella se enfureció. Fingió estar asombrada. —¿De verdad?
—Sí.
—Esto es chocante para una dama de mi delicada sensibilidad. Los inquilinos
de Ellery Hall hacían que la agricultura sonara idílica. Quizás las granjas de
ovejas inglesas se han librado de alguna manera de los caprichos de la naturaleza.
Debo informarles de su buena suerte a mi regreso.
Como si le molestara su sarcasmo, él cruzó los brazos sobre su enorme pecho.
—Hay una diferencia entre cobrar rentas y gestionar el ganado, muchacha. Los
alquileres no le ensucian las manos.
La verdadera irritación se apoderó de ella. ¿Acaso pensaba que ella no era
más que una tonta mimada? —Y aquí estoy yo sin mis guantes de seda. Qué tonta
soy.
La esquina de la boca de él se torció. —Tal vez debería volver a la casa. Hay
menos mierda de vaca allí.
—También menos patanes, ciertamente.
Él apoyó los codos en la barandilla superior y se acercó. —¿Se ha mantenido
alejada de las ventanas?
—No.
Él frunció el ceño. —¿Por qué no?
—Había que limpiarlas.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

El ceño de él se frunció. Rodó los hombros. —Los chicos las limpian en


primavera.
—Bueno, este año, nosotros las limpiamos antes.
—¿Nosotros?
—Sí. Las criadas y yo. Daniel también ayudó.
La mirada de él se dirigió a un Daniel cauteloso y con los ojos muy abiertos,
y se estrechó antes de volver a dirigirse a ella. —Él ha sido muy útil para usted,
¿verdad?
—Oh, sí, absolutamente—. Ella le dedicó a Daniel una sonrisa brillante, que
pareció aumentar la alarma del joven. —No sé qué haría sin él.
Daniel tragó visiblemente y lanzó una mirada furtiva a Campbell. —No es
ningún problema, señorita. Es mi trabajo.
Ella chasqueó la lengua. —Demasiado modesto. Además, eres una compañía
magnífica, una cualidad que considero indispensable.
Extrañamente, Daniel no había dejado de mirar a Campbell. Retrocedió varios
pasos y volvió a tragar saliva antes de ajustarse la gorra.
Ella frunció el ceño entre ellos. Campbell lo miraba con desprecio, aunque ella
no entendía por qué. Intentó cambiar de tema. —Estaba pensando en instalar un
huerto. Daniel dijo que muchas cosas crecen bien aquí, incluso con la corta
temporada de cultivo: brócoli, col, espinacas, chirivías. Puerros y patatas para su
sopa favorita. Él sabe mucho sobre...
Campbell interrumpió con un bajo y malhumorado: —No.
—¿Por qué no? Todos los hogares se benefician de un…
—Cuanto menos tiempo pase fuera, mejor—. Su mirada se ensombreció sobre
ella. —¿Ha olvidado por qué está aquí, muchacha?
Un escalofrío la invadió. —Nunca lo olvido, Señor MacPherson.
—Bien. Ahora, vuelva a la casa. No se acerque a las ventanas—. Se apartó de
la valla para recuperar su abrigo. —Si Northfield está por aquí, será mejor que
nos vea a mí y a mis hombres antes de que la vislumbre a usted.
Recordando las molestias que Campbell se había tomado para mantenerla a
salvo sin recompensa alguna, a Clarissa le dolió el pecho al ver cómo se encogía
de hombros y daba una última palmadita a la vaca.
—Bien—, murmuró. —No lo molestaré más, entonces.
Giró sobre sus talones y se dirigió a la casa de campo. Daniel se puso a su
lado, aunque no dejaba de mirar hacia atrás como si esperara un ataque. Su
propio cuello le hormigueaba, pero se negó a mirar.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Daniel, tengo una lista de semillas que adquirir. Necesitaré tu ayuda para
ello.
—¿Cómo, señorita?
—Un hombre necesita un hogar apropiado. Y un hogar apropiado tiene un
jardín.
—No estoy seguro...
—Pues yo sí.— Ella levantó la barbilla y caminó más rápido. —El Señor
MacPherson puede objetar todo lo que quiera. Pero si todavía estoy aquí cuando
llegue la primavera, le dejaré algo para que me recuerde. Lo apruebe o no.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Seis
Campbell se despertó cubierto de sudor. El fuego se había apagado. La noche
seguía reinando más allá de su ventana. Cerca de la puerta, Fergus resopló y
gimió. El perro trotó hacia la cama, dando un empujón a la mano de Campbell.
Éste le dio una palmadita. —Todo está bien, muchacho. Sólo otro mal sueño.
Los sueños habían sido el tormento de su maldita existencia durante los
últimos tres meses, interrumpiendo su sueño en intervalos de dos o tres horas y
volviéndolo loco. Algunos atormentaban su cuerpo. Esos, los anhelaba más de lo
debido. Otros atormentaban su mente. Contra los que luchaba en vano.
Se pasó una mano por la cara y se obligó a salir de la cama para lavarse y
vestirse.
Los sueños más oscuros no eran nuevos, por supuesto, pero nunca habían
sido tan malos. De hecho, cuando la mujer que una vez había amado lo visitó por
primera vez de esta manera, las visiones habían sido un consuelo. Él e Isla habían
hablado de todo: la destilería, sus hermanos, su madre.
El deseo de morir de él.
Cuando él se había alistado en un regimiento de las Highlands con ese mismo
propósito, ella había expresado su descontento. Cuando lo enviaron a luchar al
continente, ella le advirtió de los peligros que lo acecharían. Con el tiempo, lo
convenció de que siguiera viviendo sin ella, de que luchara por su propia vida y
de que renunciara a su juramento de serle fiel.
—Llevo dos años muerta, Campbell—, lo había reprendido ella, con su pelo
negro brillando como el ala de un cuervo a la luz de la niebla. —No puedes serle
fiel a una muchacha muerta. No está bien—. Isla siempre había sido práctica. —
Además, nunca estuvimos juntos así. Sólo me besaste una vez.
En el sueño, él había respondido: —Estabas demasiado débil para algo más,
Isla.
Él casi sonrió, recordando su reacción. Ella se había erizado. —Así que me
estás culpando, ¿no? Esa es una buena manera de tratar a una muchacha que ha
cruzado todo tipo de límites místicos para tener una charla contigo—. Inclinó la
cabeza en un ángulo familiar. —No quiero que mueras virgen como yo. Tus
hermanos nunca dejarían de burlarse.

69
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella se había puesto seria, su voz resonaba más profunda, sonando


estratificada. —Tienes toda una vida esperando, Campbell MacPherson. Yo fui
parte de ella, sí. Pero sólo una pequeña parte. Hay más, ¿sabes? Más y mejor.
En los primeros días, ella le trajo consuelo, alivió su dolor. Luego, se dio
cuenta de que nunca seguiría adelante si continuaba permitiéndose tal
indulgencia. Así que se resistió a los sueños, obligándose a despertar cada vez
que empezaban. Poco después, habían cesado.
No había vuelto a ver a Isla hasta hace tres meses, cuando se le apareció en
una niebla blanca con su arasaid 4como capucha y su rostro en la sombra.
Ella no había dicho ni una palabra. A diferencia de los sueños de hace dieciséis
años, en estas pesadillas mantenía una distancia silenciosa. Primero vendría una
sensación de pérdida. Luego, sentiría que el suelo se derrumba bajo él, y se
sumergiría bajo el agua. Lucharía por salir a la superficie al borde del
ahogamiento, sólo para descubrir que la noche había caído. Ella estaría allí, con
la niebla rizando las puntas de su pelo. Abriría la boca para hablar. Y nada. Se
agarraría la garganta. Lucharía. Él se saturaría de un miedo que nunca antes
había sentido. Un miedo profundo y duradero. Lucharía por llegar a la orilla. Le
rogaría que le dijera lo que se avecinaba.
Porque eso era lo que sentía: una advertencia parecida a las que ella le había
dado antes de las batallas. ¿Pero una advertencia de qué?
Habían pasado demasiados años. Había construido demasiadas barreras.
Fuera lo que fuera lo que ella quería decirle, él había perdido la capacidad de
escucharla.
Terminó de afeitarse y se puso una camisa y unas botas. Sólo entonces se dio
cuenta de que Fergus no se había vuelto a dormir. En cambio, el sabueso estaba
sentado frente a la puerta de la habitación, emitiendo ocasionales suspiros y
algún que otro gemido.
Encogiéndose de hombros, frunció el ceño. —Silencio.
Otro gemido.
El comportamiento era poco común en Fergus, que normalmente se mostraba
reacio a abandonar su jergón a los pies de la cama.
Campbell abrió la puerta.
Fergus la atravesó y corrió hacia la puerta contigua.
La puerta de la señorita Meadows.
Allí se sentó y miró el pestillo. Más suspiros. Más gemidos.

4
El arisaid es un lanudo, de largo y ancho de la bufanda, que llega hasta el suelo y se ve como un manto.
Las mujeres usaban claro o plisado, o a través de una enagua durante los meses más fríos

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Ah, muchacho—, susurró Campbell. —Me temo que ella no quiere saber
nada de ti. Ni de mí.
En la semana que llevaba aquí, de hecho, la encantadora muchacha inglesa
había ofrecido una palabra amable, una sonrisa dulce y una conversación
encantadora a todo el mundo con el que se había cruzado: las criadas, sus
hombres, los jóvenes que ayudaban a acarrear agua y atender el fuego.
A todos menos a Campbell. No, a él lo evitaba como si hubiera estado
revolcándose en mierda de caballo.
Cuando necesitaba un hombre que la acompañara fuera, buscaba a Daniel.
Cuando tenía una pregunta sobre la casa, le preguntaba a Daniel. Cuando
necesitaba mover un baúl o traer una jarra de un estante alto, le pedía ayuda a
Daniel.
El maldito y barbudo Daniel.
La semana pasada él quiso comenzar su entrenamiento, pero ella le pidió
permiso para hacer cambios en la casa.
—¿Qué tipo de cambios?—, le preguntó.
Ella miró a todas partes menos a él antes de responder: —Oh, esto y aquello.
Pequeñas cosas, en realidad. Cortinas. Tal vez añadir unas cuantas sillas aquí en
la sala de estar. Un poco de comodidad para agradecerle por... su hospitalidad—
. Se mordió el labio, como si no quisiera decir más.
Él accedió a su petición, pensando que las cortinas podrían añadir seguridad.
Al bastardo que la perseguía le gustaba espiarla a través de las ventanas, después
de todo.
La idea había reavivado su furia, así que la había dejado con sus “cambios” y
se había centrado en establecer patrullas, asegurar las vallas y poner trampas en
las colinas de los alrededores. Un buen rifle tenía un alcance de varios cientos de
metros, y la señorita Meadows había dicho que Northfield era un excelente
tirador.
Campbell pretendía tener la ventaja, pasara lo que pasara.
Por eso había querido entrenar a Clarissa en algunas habilidades básicas. Pero
ella siempre evitaba su compañía. La única criatura que evitaba más era a Fergus.
Y el perro suspiraba por ella.
—Ven aquí—. Campbell pronunció la orden dos veces más. La cabeza de
Fergus bajó como si comprendiera que estaba siendo desobediente, pero se negó
a moverse de su sitio. Campbell se acercó a la puerta, con la intención de moverlo
físicamente si era necesario, cuando escuchó el sonido.
Susurros, gemidos femeninos. Luego, un pequeño gemido.

71
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Se le endurecieron las tripas. Linterna en mano, ordenó a Fergus que no se


moviera y abrió la puerta. Dentro, estaba oscuro y demasiado frío, pero no había
ningún intruso. Sólo una mujer relajada que yacía sola en la cama. Se giró para
dejarla en la intimidad.
Ella volvió a gemir.
Él se detuvo. Fergus gimió.
—No—, jadeó ella. —P-por favor.
Él se pasó una mano por la cara. Dios, no debería estar haciendo esto.
La cama crujió mientras la ropa de cama se agitaba. —No. No le hagas daño—
. Su sollozo fue fuerte y desgarrador. —Lo que quieras. No le hagas daño.
Él cerró los ojos. —Muchacha—, pronunció en voz baja.
—Por favor—. Más crujidos.
Un escalofrío lo recorrió. Maldito infierno.
Él se acercó a la cama, colocando la linterna en el suelo. La mitad inferior de
ella se había enredado con las mantas. Su mitad superior estaba...
El aire salió de sus pulmones. Sólo llevaba una fina camisola, que no le
impedía ver sus pechos.
Dios todopoderoso.
—Muchacha—. Forzó la palabra, esta vez más fuerte.
La espalda de ella se arqueó. En la tenue luz, era... impresionante. Pero
también se retorcía de angustia.
Levantando las mantas sobre sus hombros, él se inclinó junto a la cama. Las
lágrimas plateadas manchaban sus mejillas. Le quitó la humedad con los
nudillos. —Clarissa—, dijo en voz baja. —Despierta ahora. Es un sueño.
La respiración jadeante de ella se reflejó en la palma de su mano. Ella forcejeó
con las mantas, forzándolas hasta su cintura.
—Estás a salvo.
Ella le agarró la muñeca. Luego su mano. Su respiración se agudizó. Jadeó y
sus ojos se abrieron de golpe.
—Muchacha, todo está bien.
Ella parpadeó varias veces y lo agarró con más fuerza. —¿C-Campbell?
—Sí. Estás a salvo.
—Oh, Dios.
—Estabas teniendo una pesadilla, por lo que parece. Fergus no me dejaba
marchar hasta que yo...
De repente, ella estaba pegada a él, con sus brazos enroscados como lianas
alrededor de su cuello. Unos pechos llenos y maduros se aplastaron contra su

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

pecho. Suaves y cálidas respiraciones se agitaron contra su mandíbula. —


Campbell—, gimió ella. Luego, soltó un pequeño sollozo.
Una fisura en su corazón se abrió.
Con un solo movimiento, la acercó a él y la sentó sobre su regazo en la cama.
Sus brazos querían agarrarla. Sus manos querían acariciarla. En lugar de eso, la
abrazó con toda la ligereza que pudo soportar, acariciando su pelo, rozando su
piel, calmando su cuerpo suave y tembloroso.
E ignorando la lujuriosa agonía del suyo.
—Él lo estaba haciendo de nuevo—, susurró ella. —No pude detenerlo. ¿Por
qué no puedo detenerlo?
Ligeramente, Campbell alisó sus largos y sedosos rizos. Sus manos sujetaron
su espalda, pero ella era tan pequeña que sus dedos se curvaron a lo largo de sus
caderas. —Shh, muchacha. Estoy aquí. No dejaré que se acerque a ti.
Ella se aferró más, sus manos se clavaron en su nuca. —Sonaba a agua. Pensé
que estábamos a salvo. Él lo prometió. Prometió que se detendría.
Campbell frunció el ceño. —Lo prometió. ¿Cuándo?
Ella se retorció contra él como si quisiera meterse dentro de su camisa.
Él luchó contra la arremetida, ordenando a sus músculos que se congelaran.
Respiró a través del dolor. Respiró. Dejó que sus pulgares acariciaran las
delicadas líneas de su columna. Su pelo olía como los campos de lavanda
cercanos a los campamentos de su regimiento en Francia.
Sus temblores disminuyeron y sus palabras empezaron a ser más difíciles de
pronunciar. —Una carta. Antes de Escocia. Antes de...—
Él esperó.
Ella se ablandó contra él. Una delicada mano se deslizó desde su nuca hasta
su clavícula en una larga caricia.
¿Fue intencionado? Su cuerpo pensaba que sí. Pero su mente no estaba de
acuerdo. Su cálida respiración era larga y dulce contra su piel. Se estaba
quedando dormida.
—Tan cálido—, susurró ella.
Él recogió una de las mantas que ella había tirado y la envolvió.
Ella gimió, en voz baja y con la boca abierta.
El sonido no debería haberlo atravesado como lo hizo. La mujer estaba medio
dormida y aterrorizada, por el amor de Dios.
Un momento. ¿Eran esos sus labios contra su garganta?
—Muchacha—, murmuró, apretando los dientes y moviéndola con cautela.
—¿Estás despierta?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Luego hubo un largo suspiro. Una respuesta arrastrada. —Soñando. Siempre


soñando contigo.
La lujuria no deseada surgió en una marea de fuego. Maldito infierno, ¿ella lo
estaba castigando?
Intentó apartarse, pero ella se aferró más. Así que empezó a mecerla como
había hecho una vez con su hermana pequeña. Después de unos minutos, sintió
que se hundía. Sin perder tiempo, él la metió de nuevo en la cama. El pelo le caía
sobre la cara, así que se lo apartó.
Tal vez sus dedos no deberían acariciar su mejilla de esta manera. Tal vez no
debería mirar sus suaves labios o su pequeña nariz o la forma en que su delgada
camisola se apretaba sobre el más exquisito par de...
Maldita sea. ¿Qué estaba haciendo?
Él se echó atrás. Se pasó una mano por la boca. Giró y encontró a Fergus. El
perro parecía más tranquilo ahora que ella se había vuelto a dormir. Se puso al
lado de Campbell mientras bajaban las escaleras.
La casa estaba en silencio. Aún faltaba una hora para el amanecer. Al pasar
por el comedor, la luz de su linterna parpadeó sobre los objetos que alguien había
colocado en el centro de la mesa: una jarra de cerámica llena de hierbas secas y
un cuenco de madera lleno de manzanas. Al continuar por la cocina, observó que
los estantes junto a la puerta del jardín habían sido reorganizados. Ahora, las
cestas descansaban en hileras ordenadas, forradas con tela de cuadros azules y
etiquetadas con letra femenina con su contenido. Mientras se detenía a recoger
pan y sidra para él y carne de venado para Fergus, se fijó en las cortinas de la
ventana del jardín, de algodón a cuadros amarillos estampado con pequeñas y
delicadas flores.
Ella ya había cambiado este lugar. Él frunció el ceño. Dentro de poco, ella se
iría. Volvería a Inglaterra. Casada con Teversham, probablemente.
Maldito Teversham. ¿Decoraría ella su mesa? ¿Organizaría sus estantes y
adornaría sus malditas ventanas? ¿Suspiraría dulcemente su nombre cuando él
la abrazara después de una pesadilla?
Dios, esto era estúpido. ¿Qué le pasaba a él? La muchacha necesitaba un
marido, y Teversham la trataría bien. No como una esposa, por supuesto.
Teversham no se acostaría con ella a menos que...
A menos que el recién acuñado conde decidiera que necesitaba un heredero.
Lo cual era bastante probable. Entonces, ¿qué?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La respuesta llegó rápidamente: Entonces, el hombre al que no le gustaban las


mujeres haría lo que debía hacer. Y su dulce y bonita esposa se recostaría y lo
dejaría... ella lo dejaría... entrar en su cuerpo.
La presión caliente creció en el pecho de Campbell. Sus tripas se retorcieron
con fuerza.
Dejó la taza en la mesa de la cocina, tomó su pistola y salió. Tras saludar con
la cabeza a los dos hombres asignados a la guardia nocturna, se dirigió a la colina
del oeste con Fergus corriendo a su lado.
Con largas zancadas, que devoraban el suelo, recorrió el perímetro,
disfrutando de la sensación de frío. Lo necesitaba para combatir el nudo ardiente
de su interior.
Durante toda su vida, el padre de Campbell lo había machacado con
advertencias sobre el temperamento de los MacPherson. —Los hombres de
nuestro tamaño no pueden permitirse perder el control, muchacho. Nunca debes
dejar que la rabia gane. ¿Por qué? Porque los hombres mueren cuando perdemos
el control. Así de simple.
Mientras el cielo acerado se aclaraba lentamente, Campbell trabajaba para
liberar su mente de ella. La dulzura refrescante de la lavanda. La sedosa pureza
de su piel. Los brazos aferrándose a él, los pechos pidiendo su boca y los labios
temblando por ser besados. Podía desearla, sí. Pero no podía tenerla.
Ella no era para él. Su tarea era mantenerla a salvo. Nada más.
Fergus se adelantó al galope persiguiendo a un conejo. Una vaca mugía en la
distancia. Empezó a llover ligeramente.
Campbell haría lo que fuera necesario para protegerla. Entrenamiento.
Vigilancia. Cazar a Northfield y hacerlo pagar por todas las pesadillas que le
había causado.
Sí, ése era el camino. La satisfacción comenzó a brillar, aliviando la presión,
dándole concentración. Él la libraría de su atormentador. Luego, la enviaría por
su camino.
Ella no era para él, repitió en silencio. Era demasiado fina. Demasiado suave.
Demasiado tentadora. No, ella no era para él.
Se lo repetiría a sí mismo una y otra vez. Lo grabaría en los postes de su cama
y lo diría como una oración. Lo repetiría hasta que dejara de sonar como una
mentira.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Siete
Clarissa acababa de terminar de colgar la tercera cortina de la habitación
delantera cuando Campbell entró como una tormenta.
—¿Qué diablos estás haciendo?—, gruñó.
Ella parpadeó primero ante su rostro fruncido y luego ante Daniel, que
parecía no estar sorprendido. —¿Decorar ventanas?—, respondió ella.
—Tú no—. Campbell miró fijamente a Daniel. —¿No te he dicho que lleves el
carro a la destilería hoy?
—Sí, señor. Iba a salir. La señorita Meadows necesitaba ayuda con el...— La
prominente nuez de Adán de Daniel se balanceó al tragar. —Me voy, entonces—
. Se puso la gorra y saludó con la cabeza a Clarissa antes de salir por la puerta
principal.
Ella frunció el ceño y miró la cortina que aún tenía en la mano. Con un
chasquido de la lengua, pasó por delante del todavía temible Campbell
MacPherson para recuperar el taburete de cerca de la chimenea. Cuando lo colocó
frente a la cuarta ventana y levantó el dobladillo para subir, oyó un gruñido
detrás de ella.
Él no le dio ninguna otra advertencia.
Unas manos enormes la agarraron por los lados de la cintura. Ella gritó. Se
retorció al sentir el calor de las cosquillas. Luego, fue levantada y colocada
suavemente en el suelo, como si fuera un piano de cola que quisiera ser
reposicionado.
—¡Señor MacPherson!—, jadeó cuando recuperó el aliento.
Él la ignoró por completo, apartando el taburete y arrancándole la cortina de
los dedos. Rápidamente fijó la tela al marco con pequeños ganchos que ella había
escondido en los pliegues. Con dedos largos y sensibles, los ajustó en su sitio y
colocó la tela en su sitio.
—¿Dónde has encontrado esto, muchacha?— Agitó el dobladillo y arqueó
una ceja por encima del hombro.
—¿L-la tela?
—Sí.
—Me... sobró un poco.
Se volvió hacia ella y cruzó los brazos sobre el pecho. —Más que un poco. Has
cubierto todas las ventanas de la casa principal.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Bueno, sí—. Ella se cepilló las faldas. —Las ventanas estaban


completamente descubiertas.
—Sí.
—Y tenían corrientes de aire.
—Veo que no has respondido a mi pregunta.
Ella apretó los labios. —La tela era mía para hacer lo que yo...
Él volvió a rozar el dobladillo con el dedo. —Apuesto a que la compraste para
otra cosa.
—¿Le disgusta el color? Lo encuentro bastante alegre...
—Era para un vestido, ¿no? Y los ganchos eran para el corsé.
Las mejillas de ella se calentaron. —¿Importa?
Los ojos del más profundo y oscuro marrón se estrecharon sobre ella. Se sintió
inmovilizada, apretando los dientes contra el impulso de retorcerse. Finalmente,
se volvió para examinar las ventanas, las sillas que ella había colocado cerca de
la chimenea y la pequeña zona de asientos en el extremo opuesto de la habitación.
Ella había reunido aquel surtido de piezas encontradas: el banco que había
reparado y limpiado; una silla de comedor que había cubierto con una manta
para imitar la tapicería; una mesa que Daniel había bajado de uno de los
dormitorios; los cojines que había fabricado con sábanas gastadas y su baúl lleno
de proyectos de costura.
Él apoyó las manos en las caderas y le lanzó una mirada fulminante. —Tu
entrenamiento comienza hoy.
La alarma surgió en ella. —¿Es realmente necesario, señor MacPherson? Me
siento bastante segura con usted y Daniel aquí para...
—Llámame Campbell. Ahorrará tiempo. Y sí. Es necesario.
Surgieron los primeros síntomas de pánico en ella. —Seguramente tiene
mejores cosas que hacer. Ayer recibí una carta de Francis. Cree que podrá volver
a Escocia antes de finales de marzo. Eso es sólo, ¿cuánto? Tres semanas más o
menos.
Extrañamente, esto no apaciguó al gigante enfurecido que tenía delante. De
hecho, su mandíbula ahora temblaba. —Vendrás conmigo. Afuera. Ahora—.
Tomó su capa del gancho junto a la puerta y se la entregó. —No más tonterías.
Vamos.
Él se agachó a través de la puerta como si esperara que ella lo siguiera. Como
si fuera su sabueso. No le sorprendería oírlo pronunciar órdenes en gaélico y
chasquear los dedos ante ella.
Un escocés malhumorado y frustrante.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

A regañadientes, lo siguió.
La condujo más lejos de la casa de lo que había estado antes: más allá de las
dos siguientes elevaciones, pastos y vallas, más allá de las vacas lanudas que
comían perezosamente. Como de costumbre, sus zancadas eran extrañamente
largas. Tuvo que trotar para seguirle el ritmo.
—¡Señor MacPherson!
Él la ignoró.
Jadeó por el esfuerzo y esquivó un montón de desperdicios. —¡Campbell!
Él se detuvo. Miró por encima del hombro. —Tenemos una distancia que
recorrer todavía. Mejor guarda tu aliento para llegar allí.
Mientras lo seguía, ella resopló: —¿Adónde me llevas?
No hubo respuesta. Después de un largo paseo, su destino se hizo visible.
Superaron la última subida para entrar en un valle suave y ondulado. En su
centro, un arroyo de lecho pedregoso caía de entre dos colinas, ensanchándose
en un gran estanque antes de serpentear cuesta abajo en dirección sureste. Aquí
y allá, a lo largo de las orillas del arroyo, había grupos de abedules plateados, con
sus ramas hinchadas de hojas en ciernes. Y varios cientos de metros hacia el norte,
donde los campos de hierba y brezo ascendían suavemente hacia una meseta
natural, había una gran roca entre dos pinos y otro grupo de abedules. Campbell
se dirigió en esa dirección.
Ella se detuvo. El valle era impresionante. Hoy, el cielo brillaba con un azul
tenue. Una ligera brisa agitaba sus rizos, pero era más suave de lo que esperaba.
La luz del sol la calentaba a través de su capa. El aire olía a verde y brillante, tan
puro como el cielo. De hecho, se sentía como si estuviera en la cima del mundo.
Giró para ver su entorno: a su alrededor estaban las colinas de Escocia, que
parecían haber sido talladas por una mano gigante y pintadas con sombras y
luces. Su grandeza era descarnada. Salvaje. Sin embargo, en esta cañada oculta
con su arroyo salpicado de abedules, se sentía... protegida. No sabía por qué. Tal
vez fueran las lejanas montañas que montaban guardia alrededor de un terreno
suavemente ondulado. Tal vez el agua que corría y las hierbas que se agitaban
calmaban su espíritu.
Sus ojos se desviaron hacia los anchos hombros y el hombre imposiblemente
alto que tenía delante.
Tal vez era él.
Anoche había vuelto a soñar con él. Él la había abrazado después de una
pesadilla, susurrándole palabras tranquilizadoras y haciéndola sentir segura. La
había acunado, la había calentado. Tanta paciencia. Tan tierna solidez.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Cómo deseaba que ese hombre fuera real. Pero no lo era. El hombre que la
miraba ahora mientras ella se dirigía a la roca apenas toleraba su presencia. No
la atraería a su regazo y la abrazaría como si fuera preciosa. Más bien pensó que
le ordenaría que volviera a dormir y lo dejara en paz.
—Quizá tengas todo el día para perderlo, pero yo no—, refunfuñó él cuando
ella se acercó.
Se dio cuenta de que había varias armas sobre la roca. —¿Te has olvidado de
desayunar esta mañana?
Él gruñó y tomó un mosquete largo. —No. ¿Qué tiene que ver eso con nada?
Ella arqueó una ceja. —Oh, nada. ¿Te has saltado el café?
Sacó un surtido de provisiones de una bolsa de cuero y las dispuso
ordenadamente en una fila. —Me desperté temprano. No había nada que
consumir.
—Hmm. Eso lo explica.
—¿Explica qué?
—Tu mal temperamento.
—Mi temperamento está bien.
—Entonces, ¿por qué gruñes?
La mirada oscura de él brilló, su mandíbula se flexionó. —No sabes nada de
mí, muchacha.
Ella se cruzó de brazos. —Sé que bebes café en lugar de té. Sé que prefieres el
pan de tu hermana al de Abigail y que lo acompañas con mermelada en el
desayuno y con salsa en la cena.
Él gruñó y negó con la cabeza. Mientras ella hablaba, él preparaba el mosquete
con movimientos ausentes y practicados.
—Sé que te gusta leer y que detestas la lluvia—, continuó ella, observando sus
manos con fascinación. —Sé que puedes convertir un poste de valla desechado
en una obra de arte con nada más que un cuchillo afilado. Sé que tratas a tus
hombres como si fueran de la familia y que hablan de ti como de un dios. Sé que
prefieres estar rodeado de vacas que de personas. Sé que tu estado de ánimo
decae cada vez que duermes poco o pasas demasiado tiempo sin comer. —Ella
hizo una pausa. Tragó un bulto repentino.
Él mantuvo los ojos en su tarea.
—Sé que no me quieres aquí—, terminó suavemente. —Siento que esta carga
haya recaído sobre ti, Campbell. Siento haber traído tantos problemas a tu puerta.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La boca de él se tensó. Empujó la baqueta por el cañón con cierta fuerza. Sus
movimientos eran tensos. Enfadados. Finalmente, levantó la mirada. El fuego
oscuro de esos ojos la hizo retroceder un paso.
—¿Has terminado?—, le espetó.
Ella parpadeó. Parecía... furioso. ¿Por qué? ¿Qué había dicho ella?
Él le ofreció el mosquete.
—Sí. Sí. Ehrm, ¿no podemos empezar con las cuchillas?— Se aclaró la
garganta. —Kate y yo hemos tenido muchas conversaciones sobre el puñal.
Parece un arma admirable para la defensa personal.
—Si un hombre se acerca lo suficiente como para que uses un puñal contra él,
ya has perdido la pelea.
—Oh, pero seguramente...
Él levantó su mano y la envolvió alrededor de la culata. Ninguno de los dos
llevaba guantes, y el contacto le produjo un agradable escalofrío en el brazo. Ella
notó que sus dedos eran callosos. Le gustaba la aspereza contra su piel.
—Acostúmbrate al peso que tiene en tus manos—, dijo él. Su tono era más
severo que iracundo, pero su expresión seguía siendo atronadora. Se puso detrás
de ella y le colocó las manos donde quería que las pusiera sobre el arma.
Todo el aliento salió volando de su cuerpo. Él era puro calor y dureza
rodeándola. Sosteniéndola. Controlándola.
Él apoyó el mosquete en su hombro y luego le murmuró al oído: —Ahora,
escucha atentamente, Clarissa. ¿Estás escuchando?
Un poco. En realidad, apenas podía pensar. Cada parte de ella parecía haber
cobrado vida a la vez: sus pechos, sus caderas, sus muslos. Su cuello, sus mejillas
y sus labios. Todo hormigueaba. Chispeaba. Se calentaba y ardía.
Ella consiguió asentir.
—Un arma es una herramienta. Dilo.
—Un… arma es una herramienta.
—Y no vale nada si no sabes cómo usarla.
—Correcto.
—Ahora, eres una muchacha pequeña. No eres rival para la fuerza de un
hombre—. Una de sus hermosas y enormes manos se deslizó hacia su cuello. Los
dedos callosos ahuecaron su garganta con la más ligera presión.
Ella casi gimió. Las puntas de sus pechos se endurecieron y palpitaron. ¿Él
estaba tratando de seducirla?
—Podría hacerte cualquier cosa—, le dijo al oído. —No tendrías nada que
decir al respecto—. Sus dedos apretaron, más como una caricia que como una

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

amenaza. —Pero si tienes un arma y sabes usarla, mi fuerza no significa nada. Tu


tamaño no significa nada. La disparidad entre nosotros no significa nada. Porque
puedes derribarme con un disparo desde decenas de metros. A esa distancia,
estamos en igualdad de condiciones. ¿Entiendes, muchacha?
Ella no podía hablar. Por Dios, el hombre era embriagador. Ella lo inhaló -
especias y lana, piel y fuerza-.
—En igualdad de condiciones. Dilo.
—En igualdad de condiciones.
—Sí. Tu objetivo es poner distancia entre tú y tu enemigo. Si se acerca lo
suficiente como para disparar, le disparas. No vaciles. No falles.
La cabeza le daba vueltas. Ella se lamió los labios. —C-correcto.
—Clarissa.
Le encantaba cómo decía su nombre. —¿Hmm?
—¿Tienes los ojos cerrados?
—Tal vez.
Él suspiró y se alejó, dejándola con el mosquete en la mano. —Debes abrirlos.
Ella lo hizo. Lentamente.
—No tengas miedo.
—No—, murmuró ella. —No lo tengo.
Él tocó una pequeña protuberancia en la parte superior del arma. —Esta es tu
mira. Alinea lo que quieras disparar con esto. Nunca toques el gatillo hasta que
hayas apuntado bien. Nunca apuntes a nada que te preocupe matar.
—No deseo matar nada—. Ella parpadeó hacia él. —¿Significa eso que
podemos detenernos, ahora?
Él se pasó una mano por la boca. ¿Había sido una sonrisa? —Muchacha
descarada—. Volvió a colocarse detrás de ella y la hizo girar hacia la ladera. —
Imagina el extremo del barril como una hoja que se extiende cien metros.

—Creo que acabo de cortar ese arbolito por la mitad, Señor MacPherson.
Esta vez, cuando él se movió a su lado, ella vio su sonrisa. Era débil, pero
estaba allí. —Campbell—, corrigió en voz baja. Le sostuvo la mirada por un
momento antes de continuar con su instrucción. —Trata siempre el arma como si
estuviera cargada. Practica esta posición una y otra vez cuando esté vacía—. Le
dio unos golpecitos en los nudillos donde ella agarraba la culata. —Así, tus
manos aprenderán a tener cuidado con tu entorno cuando tu mente esté ocupada
de otra manera.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Siempre que él estaba cerca, su mente estaba ocupada. Ese era el eterno
problema. Ella había intentado mantener la distancia. Había intentado distraerse
con proyectos. Incluso había intentado imaginarse a algunos de sus pretendientes
más atractivos de la temporada pasada. Eso había ido mal. El Señor Osborne no
la hacía vibrar. Más bien había sido el tipo de hombre que pedía formalmente un
beso antes de disculparse formalmente por pedirlo.
Sospechaba que Campbell MacPherson -si estuviera mínimamente interesado
en besarla- no se lo pediría. No tendría que hacerlo. Él era su debilidad.
—... ¿lista para disparar, muchacha?
Ella parpadeó. Asintió con la cabeza.
—Bien. Apunta a ese tronco, entonces. ¿Lo ves?
Forzándose a prestar atención, vio el tronco que él había mencionado a lo
largo del cañón. —Sí.
—Usa el pulgar para levantar el mosquete.
El calor surgió, haciendo que sus mejillas se estremecieran. Maldición. Ahí
estaba de nuevo su peculiar problema. El hombre estaba tratando de instruirla,
no de seducirla, por el amor de Dios. Concéntrate, se reprendió a sí misma.
Concéntrate.
—Cuando estés lista, desliza tu dedo en el gatillo. Luego, apriétalo.
La punta del arma tembló.
—Firme, ahora—. Apoyó su codo. —Buena muchacha. Toma un respiro.
Era mejor terminar con esto. Ella respiró. Amartilló el mosquete. Movió su
dedo hacia el gatillo. Y disparó.
El chasquido de la ignición fue fuerte, el fuego intermitente demasiado cerca
de su cara. Se estremeció, lo que estropeó su puntería. No sabía dónde había
impactado su disparo, pero el tronco permanecía ileso. Además, había gritado
como una maldita tonta.
Él le quitó el arma de las manos. Su mirada brillaba con una extraña
expresión. ¿Era... aprobación?
—Bien hecho para una muchacha inglesa, diría yo.
—Pero no le di a mi objetivo.
—Ese no era el objetivo.
—¿No lo era?
—No.— Él se agachó para apoyar el mosquete contra la roca. —¿Cómo te
sientes?
Tenía los brazos agarrotados. Le pitaban los oídos. Sus hombros se sentían
rígidos por sostener el arma tanto tiempo. Pero lo había hecho. Había disparado.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Razonablemente intacta—, respondió.


Él asintió. —El siguiente paso es aprender a cargar.
Durante la hora siguiente, Clarissa luchó con los cartuchos de papel llenos de
pólvora negra, la larga baqueta y el inmanejable cañón, los destellos de fuego que
acompañaban a cada disparo y encontrar la posición adecuada para sus manos.
Pero descubrió que haría casi cualquier cosa para ganarse esa brillante mirada de
Campbell MacPherson.
Su último disparo hizo volar la madera del tronco. Bajó el arma y sonrió su
triunfo. —¿Lo has visto?— Entrecerró los ojos. —¿Le di?—Se volvió hacia él. —
¡Me parece que sí!
Él la miraba con extrañeza. —Sí. Lo hiciste bien.
Ella se rió, apartando un rizo de su ojo. —Qué bien—. Ella se movió para
recargar, pero él la agarró del brazo.
—Ya está bien de armas largas por hoy—. Le quitó el mosquete de las manos
y se inclinó para sacar una caja de madera del interior de su mochila de lona.
Abrió la tapa con bisagras para revelar el arma de fuego más pequeña y de
aspecto más extraño que ella había visto nunca.
—Esta es una pistola de bolsillo—, dijo, sacándola de su estuche forrado de
terciopelo. —Es útil para llevarla cuando se viaja o durante el día. Es buena para
la protección personal. John Huxley me dio ésta. La he modificado para que se
cargue más rápido.
Ella frunció el ceño. El arma era corta -tal vez 15 centímetros- y tenía lo que
parecían ser dos cañones en lugar de uno. —¿Estás seguro...? Quiero decir,
¿funciona? Parece tan...— Su mirada se clavó en la de él. Dios, estaba muy cerca.
—Pequeña.
A escasos centímetros de él, su calor producía el leve toque de especias que
ella encontraba tan embriagador. —Sí, es pequeña. Lo que hace que sea más fácil
de ocultar, ¿entiendes?
—¿Esconder... dónde?
Se encogió de hombros. —En tu bolso.
—Mi retículo, querrás decir.
—Sí. O un sporran. Un bolsillo. Una valija. Algunas muchachas incluso llevan
una debajo de la falda, atada a su...— Cuando sus ojos bajaron por debajo de la
cintura de ella, su cuello se enrojeció un poco. Se aclaró la garganta. —Querrás
guardarla en un lugar donde no tengas problemas para alcanzarla, si surge la
necesidad repentina.
—¡Oh! Como durante un robo.

83
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Sí.— Inclinó la pistola de un lado a otro, señalando varias características. —


Esta es una pistola de doble cañón, lo que significa que tienes dos tiros en lugar
de uno. Y eso es bueno, porque tu alcance con un arma así está más cerca de los
diez metros que de los cien—. Golpeó los seguros gemelos. —Estas funcionan de
forma diferente al mosquete. He cambiado el mecanismo para usar cápsulas de
percusión. Toma. Te lo enseñaré.
Mirándolo, la diversión curvó sus labios. Esto era lo más cercano que había
visto a Campbell MacPherson de comportarse con entusiasmo infantil. Aunque
era tan inescrutable como siempre, sus movimientos y su forma de hablar se
aceleraron, sus ojos brillaron.
—Ven, muchacha—. Le hizo un gesto para que se acercara. —¿Ves esto?— Su
pulgar acarició una pequeña protuberancia metálica cerca del percutor. —Esta es
la palanca—. Otro golpe de su pulgar. —Se carga más rápido. Un disparo más
rápido. No hay que preocuparse de que se moje el cebador—. Dio otro golpe y
otro. —Desliza este pequeño tope— sostenía un pequeño trozo de metal de un
bote abierto —en el pezón, así.
Todo el cuerpo de ella se sacudió, se apretó y se estremeció. —¿El... qué?
—El pezón—. Él colocó otro tapón en el segundo pezón. Entonces, se congeló.
Casi como si hubiera escuchado sus pensamientos, una fanfarria de indecencia.
Ella era una dama, se recordó a sí misma. No debería tener esos pensamientos.
Eran inapropiados. Obscenos. Imaginando su pulgar acariciando... imaginando
más, quizás su boca sobre...
De repente, se sintió acalorada.
Él se aclaró la garganta, pero su voz seguía siendo ronca. —El resto es más o
menos lo mismo que el mosquete. Un par de bolas. Mover la vara hacia abajo ...—
Se aclaró la garganta de nuevo. —Apuntar—. Luego tragó. —Y disparar.
Su cuello se había puesto rojo de nuevo. Tal vez la peculiar aflicción de ella se
le estaba contagiando.
O tal vez estaba tan afligida que había cruzado a la locura. Tal vez estaba tan
loca como Northfield, obsesionada por un hombre que no la quería.
El pensamiento era aleccionador. Se echó atrás. —Cielos. Me ha enseñado
mucho hoy, señor MacPherson—, dijo, inyectando toda la luminosidad que pudo
reunir. —Si me da otra lección, seguramente olvidaré más de lo que retengo.
Él asintió y se frotó la nuca. Luego, devolvió con cuidado la pistola y el resto
de suministros a la mochila. Finalmente, le entregó una petaca. —Toma un trago.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Al darse cuenta de que estaba sedienta, bebió con cautela al principio, pero
descubrió que era simplemente agua, así que se la tragó. Cuando terminó, él la
miraba fijamente.
Ella se frotó la mejilla y la barbilla con la muñeca. —Debo tener un aspecto
espantoso. ¿Tengo manchas...?
Él tomó la petaca y bebió, inclinándola hacia atrás sin dejar de mirarla.
Cuando la metió en la mochila, sus movimientos fueron enérgicos. —Te ves
bien—, espetó. —Bonita como un buen día de primavera.
Ella parpadeó. ¿La consideraba bonita?
Con el arma y la mochila en la mano, la condujo hacia el este a lo largo del
arroyo. Sus pasos eran ahora más cortos, más acomodados a los de ella.
—Háblame de Northfield—, dijo.
A ella se le revolvió el estómago. —¿Qué... qué quieres saber?
Él lanzó una mirada oscura e inescrutable por encima del hombro. —Todo.
Desde el principio. ¿Cómo se conocieron?
Ella exhaló un suspiro cuando llegaron a un recodo del arroyo y se detuvieron
bajo un grupo de abedules. Frotándose la frente, luchó contra la opresión en la
garganta. El olor acre y ligeramente sulfúrico de la pólvora permanecía en sus
manos.
¿Cuánto debía decir? —Me fijé en él por primera vez hace un año. Había
regresado a Londres de sus viajes por la India y África. Su padre y su abuelo son
cazadores de renombre. Stephen heredó su destreza.
—¿Stephen?
—Mmm. Stephen Northfield. Su abuelo es un vizconde, pero él es un segundo
hijo, así que no tiene título—. Ella hizo un gesto despectivo. —En cualquier caso,
había estado fuera de Londres durante muchos años, y cuando volvió, causó una
gran impresión en las jóvenes. Por desgracia, ninguna de ellas reclamó su
atención.
—¿Y qué hay de ti?
—¿Yo?— Sus mejillas se calentaron. Se apartó los rizos de la mandíbula. —Yo
era una florero. Nadie se fijó en mí esa temporada.
El surco entre sus cejas se hizo más profundo. —¿Estaban todos ciegos,
entonces?
Algo en su reacción la hizo sentir un cosquilleo de pies a cabeza. Para
distraerse, se dirigió al agua y se inclinó para lavarse las manos. —Yo era
diferente en aquella época—, respondió. —Más regordeta.
—¿Qué diferencia hay? ¿Los ingleses son tontos de remate?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La calidez se unió al cosquilleo. Apretó los labios mientras una sonrisa se


apoderaba de ella. —Es usted muy amable, Señor MacPherson, pero...
Hubo otro gruñido, más cercano esta vez.
Ella se enderezó y lo encontró de pie junto a ella.
Sus ojos brillaban tan calientes como una ráfaga de mosquete. —Ahorraremos
tiempo si cruzamos aquí. Me refiero a levantarte.
Oh, cielos. Apenas hizo la advertencia, la tomó en sus brazos. El hombre
podría haberla llevado a un lecho de hierba y hojas para pasar una tarde de
desenfreno, y ella no habría emitido ni una sola protesta. El cosquilleo y el calor
se multiplicaron por cien. Su mente se quedó en blanco. Sus brazos rodearon el
cuello musculoso de él.
Cuando él la dejó en la orilla opuesta, ella estaba débil de anhelo.
Suavemente, él apartó los brazos de ella y la miró con esa expresión tan
familiar y a la vez extraña. Ella no podía definirla: en parte intensidad, en parte
curiosidad, en parte dolor. ¿Por qué iba a dolerle a él mirarla?
Le cogió el codo y la empujó hacia delante. —¿Cuándo se fijó en ti?
Mientras cruzaban el amplio campo, ella trató de recuperar la compostura. —
El año pasado. A principios de la primavera.
—¿Cómo empezó?
—Como ya he dicho, en la última temporada, había cambiado bastante. Kate
y Francis sacaron lo mejor de mí, al parecer. Después de muchas temporadas
pasando desapercibida, confieso que me sentí halagada por la nueva atención.
Más caballeros mostraron interés en el cortejo que en los ocho años anteriores
juntos.
Murmuró algo así como: —Cortejo. Correcto—, mientras los músculos de su
mandíbula temblaban.
—El señor Northfield estaba entre ellos. Nos presentaron en la velada de Lady
Underwood. Al principio parecía encantador. Educado. Inteligente. Guapo.
El humor tempestuoso de Campbell volvió, anunciado por el rechinar de sus
dientes. —Descríbelo.
Ella lanzó una mirada cautelosa a su gigantesco compañero. Tal vez estaba
mejorando en la lectura de sus estados de ánimo. Algo había provocado su
temperamento; eso estaba claro. —Pelo castaño, más claro que el tuyo por varios
tonos. Es alto. Quizá dos o tres centímetros por encima del metro ochenta.
Atlético. Ojos atractivos. Una especie de azul-gris, según recuerdo. Guapo en la
forma habitual de los caballeros ingleses—. Ella sonrió, tratando de aligerar su

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

estado de ánimo. —Pero con mejores dientes. No sé cómo sucedió eso. Su padre
se parece a la descendencia entre una liebre y una cabra.
Le pareció ver que la comisura de la dura boca de Campbell se levantaba
ligeramente. ¿Una pequeña victoria?
Él le ofreció su mano para ayudarla a sortear una pendiente rocosa. Una vez
más, sus callos le provocaron un placentero escalofrío. —¿Cuándo supiste que
algo andaba mal?
—Estábamos paseando juntos cerca del Serpentine. Hyde Park. ¿Has estado
alguna vez allí?
—Una vez.
Ella asintió. —Mencioné una canción en particular que me gusta. Una melodía
francesa. Él comentó que me había oído tocarla en el pianoforte—. Tragó saliva,
recordando la cara de Stephen en ese momento: los ojos demasiado abiertos, la
inquietante inclinación de la cabeza. En sus momentos de locura, él a menudo
parecía estar escuchando sonidos que no existían. —Yo sólo había tocado la
canción por la noche, a solas en la casa de mi abuela.
—Entonces, sabías que te había estado observando.
—Sí. Lo encontré... angustiante.
—Maldito infierno—, escupió él. —¿Qué pasó después?
—Nos volvimos a ver en un baile la semana siguiente. Él montó una escena
cuando acepté bailar con otro pretendiente, el Señor Osborne. Discutimos.
Intentó besarme. Yo... lo golpeé—. Sacudió la cabeza y miró al horizonte. —
Después, me sentí horrible. Él se disculpó y parecía tan desconcertado como un
niño pequeño. Sin embargo, su persecución se había vuelto... inapropiada. A
partir de entonces, me esforcé por distanciarme. Rechacé todas las invitaciones
para excursiones. Devolví sus regalos.
—¿Él enviaba regalos?
—Todos los días, sí. Flores. Fruta. Guantes y joyas. Perfume—. Su estómago
se acalambró. Tranquila, pensó. No debes ponerte enferma. —Incluso medias de
seda, una vez. Estaban bordadas con rosas rojas—. Ella envolvió sus brazos
alrededor de su abdomen. —Sus cartas se volvieron cada vez más urgentes e...
íntimas. Parecía creer que yo había consentido en casarme con él, que estábamos
locamente enamorados, y que las objeciones de mi abuela a nuestra unión eran
la única barrera que se interponía entre nosotros. Se comportaba como si ya
hubiéramos...— No pudo decirlo. Leer sus palabras ya había sido bastante malo.
Repetirlas le revolvía el estómago.

87
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Campbell guardó silencio. Su rostro se alejó de ella mientras caminaban, por


lo que ella no pudo ver su expresión. Pero aquel cuerpo grande y musculoso se
movía con rigidez y su tensión resonaba como ella nunca la había visto.
—Cuando terminó la temporada, la abuela y yo volvimos a Ellery Hall. Allí
siguieron llegando sus cartas, a veces dos o tres en un solo día. Cuando lo vimos
en un pueblo cercano, supimos que ya no se trataba de una simple molestia. Él
era peligroso. Y cada vez peor. Así que aceptamos una invitación a una fiesta en
una casa de Northumberland. Llegamos temprano y nos quedamos mucho
tiempo—. Ella le lanzó una sonrisa irónica, pero el rostro de Campbell seguía
desviado de ella. —Lady Wallingham se enfadó un poco con nosotras por
quedarnos más de la cuenta, pero el castillo de Grimsgate fue un espléndido
santuario.
Su sonrisa se desvaneció. —Esperábamos que él perdiera el interés, ya ve. Que
unas semanas sin verme le hicieran entrar en razón. Y, por un tiempo, funcionó.
A nuestro regreso a Ellery, descubrimos que sus cartas habían cesado. Todas
menos una. En esa carta, sonaba como un extraño. Se disculpaba por sus ataques
de locura. Dijo que cuando esos episodios le sobrevenían, tenía muy poco control
de su propia mente, y que lamentaba profundamente la angustia que me había
causado. Prometió no hacerme nunca daño a mí ni a mis seres queridos.
Campbell se detuvo unos metros delante de ella.
Ella también se detuvo, esperando la inevitable pregunta.
—¿Qué ha pasado?—, retumbó él, con la voz rechinando como una piedra de
molino. Todavía no había mirado en dirección a ella.
Ella se acercó, necesitando su fuerza. —Él rompió su promesa—.
Una enorme mano se acercó para rozar su mandíbula. —Cuéntame,
muchacha. Cuéntame todo.
Ella no quería hacerlo. Incluso ahora, los recuerdos le hacían subir la bilis.
Pero le debía a Campbell más de lo que jamás podría pagarle. Lo menos que
podía hacer era explicarle a qué se enfrentaba.
Respirando profundamente, ella se esforzó por responder. —Primero, debo
hablarte de un amigo mío. Uno travieso. Mi compañero más fiel—. Sonrió
mientras el mundo se volvía acuoso. —Se llamaba Dash.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Ocho
El sueño de ella comenzó de la manera habitual, como una pesadilla. La espesa
niebla escocesa le impedía ver más allá de la longitud de su brazo. Sabía que
estaba cerca del agua, porque la oía golpear contra las rocas. Se había puesto la
capucha de la capa alrededor de la cara. Temblando, notó que la punta de su
nariz estaba entumecida.
Él estaba aquí. Opresivo. Loco. Casi podía oírlo suspirar.
Clarissa.
Su nombre era un deslizamiento siniestro. Cercano.
Su corazón latía como un tambor ensordecedor. Ella lo esperó. ¿Por qué
estaba esperando? ¿Por qué se quedaba quieta y dejaba que él la encontrara?
Te vestiste de rojo para mí, hermosa. Querías ser vista.
El miedo helado la congeló. Ella se estremeció y tembló. Cada músculo quería
correr, pero debía quedarse quieta. ¿Por qué? ¿Por qué, por qué, por qué?
Cegada por la niebla y la noche, se atrevió a girar en su sitio. Bajo sus pies
había una hierba verde y esquilada. Cerca de su mano había un poste de la valla.
Había sido tallado en forma de búho. Con el corazón palpitante, pasó las yemas
de los dedos entumecidos por la madera húmeda. Las plumas se ablandaron. Se
volvieron reales. Le calentaron la mano. El pájaro levantó el vuelo y desapareció
en la oscuridad.
Al instante, el sueño cambió. La sensación de persecución desapareció. La
noche se convirtió en día. La niebla retrocedió. Su corazón se ralentizó. Su piel se
calentó como si el verano hubiera llegado de golpe. Se quitó la capa y la dejó caer
sobre la hierba.
La niebla se alejó, cada vez más lejos. Se encontraba junto a un espejo de agua
azul que lamía la orilla pedregosa. Por encima, la luz del sol atravesaba la niebla
en un barrido angular.
Alguien se acercó. No era siniestro. No era una amenaza. No. Lo contrario, de
hecho. Este hombre era seguridad. Este hombre era tierra firme bajo sus pies
después de eones en el mar.
Él se movió detrás de ella, una enorme sombra que se fundía con la suya. Ella
se apoyó en una pared dura e inflexible y suspiró su nombre. Campbell.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Unos brazos duros la envolvieron. Una mandíbula cuadrada e hirsuta le


acarició la mejilla mientras unos labios firmes le mordisqueaban el cuello. —
Quiero tocarte, muchacha.
Ella gimió, sabiendo lo que iba a ocurrir, porque había soñado con él muchas
veces. Su cuerpo se encendió. —Sí—, suplicó, derritiéndose contra su enorme y
duro cuerpo. —Por favor.
Unas manos enormes y capaces le acariciaron los pechos. Él le tocó los
pezones a través del vestido, haciéndola retorcerse. El fuego se extendió desde
las sensibles puntas hasta la unión de sus muslos. Ella se acercó al cuello de él,
agarrando los gruesos músculos y levantando la boca para que la besara.
Él no se la ofreció. En lugar de eso, la provocó con su boca en el cuello, con la
lengua recorriendo su piel. Sus manos amasaron sus pechos hasta que se
hincharon y le rogaron. Le acarició los pezones, apretándolos con una presión
exquisita. Bajó una mano para subirle la falda por los muslos.
Una parte de ella sabía lo que le esperaba. Había soñado con él cientos de
veces, había sentido su contacto en cada centímetro de su cuerpo.
Otra parte de ella se sentía virginal, vulnerable. Esperó sin aliento a descubrir
el roce de sus dedos contra su más secreto y deseoso centro. Los dedos de él
estaban allí, ahora. Se deslizaron con una delicada presión.
—Aquí, me perteneces, muchacha. Sólo a mí—. La mano de él bajó para
abrazarla con firmeza. Su palma presionó y se movió suavemente contra sus
pliegues. —Esto es mío. Tú eres mía. Él nunca te tendrá. Ningún hombre lo hará.
Él era tan enorme detrás de ella, tan fuerte que sus manos siempre la
asombraban con su control. ¿Cuántas veces la había llevado a un punto álgido?
¿Cuántas veces le había hecho cosas que ella apenas había imaginado antes de
conocerlo?
Y ahora, cada noche, las soñaba. Cosas eróticas y prohibidas con un hombre
que nunca sería suyo. Este era otro sueño, y ella sabía cómo terminaría. Él la
besaría. Y la complacería. La acariciaría, la provocaría y le haría cosas perversas
y carnales hasta que ella se despertara, con el cuerpo cubierto de sudor y las
manos buscando sus propios pechos, palpitando con la satisfacción recordada.
Queriendo más. Siempre, más y más. Nunca estaría satisfecha porque esto no
era real.
Dios, cómo necesitaba que fuera real.
Ella sacudió la cabeza contra su pecho. Arqueó la espalda mientras él
acariciaba sus pliegues, susurrando que no debía negarse a él y que nunca la
dejaría ir.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Otro hombre había dicho una vez esas mismas palabras, y ella había sentido
terror. Campbell las dijo, y ella sintió un feliz anhelo.
Él la llevó más arriba. Rodeó su tierno capullo y pellizcó su tierno pezón. Ella
sintió el borde de sus dientes mordiendo su oreja. —¿Sabes cuánto me consumes,
amor?— Él enterró su cara en su pelo suelto. —Dios, mataría por estar dentro de
ti. Me arrastraría de rodillas para probar tu dulce sexo mientras acabas ¿Te
gustaría eso?
—Lo quiero—, jadeó ella. —Deseo que esto sea real.
—¿Me dejarías tocarte así, amor? Siente lo mojada que estás—. Su dedo más
largo se deslizó profundamente dentro de su vaina. —Como un guante de seda
caliente y empapado. Me quemas, dulce Clarissa. Me ahogas.
—Sí. Más profundo. Por favor.
—Si esto no fuera un sueño, ¿me dejarías tomarte así?— El brazo libre de él le
apretó la cintura, levantándola y bajándola hasta que ambos estuvieron de
rodillas entre los pliegues de su capa roja. La inclinó hacia delante y susurró: —
¿Me darías lo que te pidiera?
Ella gimió y empujó sus caderas hacia atrás, forzando el dedo de él a
profundizar. En su oído, la respiración de él sonaba áspera.
—Te daría cualquier cosa, Campbell. Todo. ¿No lo entiendes? Si me quisieras,
sería tuya.
Su cabeza bajó hasta el hombro de ella. Su pecho se agitó contra su espalda.
—Sólo dices eso porque esto no es real. Y porque no sabes la verdad.
—No, yo...
Él la levantó de un tirón y volvió a hundir su cara en su pelo antes de recoger
la masa en su mano libre.
Ella miró hacia abajo para ver el amuleto de fertilidad en forma de cabra que
la señora MacBean le había dado colgando entre sus pechos.
La mano de él siguió moviéndose entre sus piernas. El aliento de él calentaba
el hombro de ella. La hizo retroceder hasta que los muslos de ella se pusieron a
horcajadas sobre su regazo, lo que le permitió acceder perfectamente a sus
pliegues. Le soltó el pelo para acariciar suavemente su garganta. Abajo, seguía
profundizando con el dedo, presionando sus pliegues hinchados con la palma de
la mano.
Y volviéndola completamente loca.
—¿De dónde salió ese pequeño talismán, eh?
Ella no podía responder. La cabeza le temblaba de calor, su cuerpo se retorcía
al borde de la explosión. El placer se apretaba cada vez más.

91
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Nunca funcionará. Lo que se ha ido, se ha ido. Algunos castigos duran para


siempre.
¿De qué estaba hablando? Ella no lo sabía. No le importaba. —Campbell. Por
favor.
—Nunca pienses que no te deseo, amor.
Ella gimió cuando sus palabras llegaron a su torrente sanguíneo. —Desearía...
—Mataría y moriría por ti—. Metió el dedo en el fondo, puso la mano en su
centro y la hizo volar hacia el cielo.
Sollozando, ella le arañó el brazo y su cuerpo se estremeció mientras una ola
tras otra la atravesaba. El éxtasis ondulaba y palpitaba mientras ella se
desplomaba en sus brazos.
Ella se despertó con el sonido de sus propios jadeos. Su habitación estaba fría.
O, tal vez, ella estaba mojada.
Miró hacia abajo. Sí, su camisa estaba pegada a su cuerpo, sus pezones eran
puntitos apretados bajo la ropa de cama húmeda. Había tirado las mantas. Había
hecho un desastre en la cama. El placer seguía palpitando entre sus muslos.
Afuera, el amanecer sonrojaba el cielo.
Se puso de lado y miró la luz cambiante, dando a su cuerpo la oportunidad
de recuperarse. Desde la habitación de al lado, oyó un gruñido masculino. Unas
palabras bajas y murmuradas a Fergus. Una puerta que se abría con un débil
crujido. Luego, oyó unas botas que se alejaban.
Y, como hacía a veces después de uno de sus sueños de Campbell, Clarissa
volvió la cara hacia la almohada y lloró por lo que nunca podría ser.

~*~

La vida, había decidido Clarissa, era un mosaico de tareas por hacer. En sus
días cosía una pequeña hora cada vez: un poco de costura por aquí, una tetera
por allá. Plantear el futuro jardín de Campbell le llevaba dos horas y formular la
lista de semillas, una tercera. Clasificar sus tallas almacenadas y colocarlas en la
casa de campo le llevaba una más.
Por desgracia, a las dos y media se le habían acabado las tareas. Campbell
había ido a la destilería por el día, lo que significaba una interrupción temporal
de su entrenamiento, gracias a Dios. Disciplinar su boca -o cualquier otra parte-
con él requería una fortaleza que ella no tenía, sobre todo después del sueño que
había tenido la noche anterior.

92
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Por eso, cuando Rannoch llegó con Stuart MacDonnell en una carreta cargada,
agradeció la distracción. Abrió la puerta principal, esperando sólo saludar a los
dos hombres. En lugar de ello, vio a Rannoch bajando una pequeña figura
encapuchada de la parte trasera de la carreta cubierta de lona. Colocó la figura
sobre sus pies, y el pelirrojo Stuart la ayudó a ir hacia la puerta.
A Clarissa se le cortó la respiración, sintiendo dolor. Una alegría repentina,
como la luz del sol atravesando el sombrío paisaje del miedo constante, la golpeó
de lleno. —¿Abuela?
Las arrugas en forma de sonrisa y los brillantes ojos azules se curvaron en una
sonrisa. —Querida—, susurró, extendiendo los brazos.
Clarissa se apresuró a abrazarla. Sostuvo a su frágil abuela mientras Rannoch
y Stuart murmuraban con alguien cercano. Clarissa no se molestó en preguntarse
quién era.
Se sentía como una niña de nuevo, una niña cuyo mundo se había vuelto
hostil, doloroso y oscuro.
La abuela le besó la mejilla y le acarició el pelo. —Ya, ya, mi querida niña.
Shh. Estoy aquí.
Le ardía la garganta. Las lágrimas se deslizaron por su cara. Un sollozo escapó
de ella. —Te he echado mucho de menos.
—Lo sé. Yo también te he echado de menos.
Debería ser más fuerte que esto. El dolor en su pecho se sentía como una pena.
Miedo, pena y un amor insoportable. Durante largos minutos, todo lo que pudo
hacer fue aferrarse a ella. Se había mantenido firme durante los últimos diez días.
No tenía ni idea de lo cerca que estaba de romperse. —Es ridículo...
—¿Qué, querida?
—Que te necesitara tanto—. Ella jadeó. Lloriqueó en el chal perfumado con
agua de rosas de su abuela. Recuperó el aliento. —No me di cuenta hasta que te
vi. Cielos, estoy más agujereada que una olla agrietada.
La abuela ahuecó las mejillas de Clarissa. Las dos estaban hechas un lío de
lágrimas. —Somos parte la una de la otra—, dijo, sonriendo como un amanecer.
—Soportar cargas pesadas requiere que todas las piezas estén bien ensambladas
y en buen estado de funcionamiento. Así que aquí estoy.
Soltando una risa acuosa mientras sacaba un pañuelo de la manga, Clarissa
miró a su abuela. —¿Estás en buen estado de funcionamiento?
La abuela le acarició los brazos. —Sí. Mucho mejor, ahora.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Magdalene Cuthbert, cubierta de gris, se acercó desde la dirección de la


carreta. Se paró al lado de la abuela con una expresión suave y cariñosa. —La tos
de su señoría ha mejorado mucho, me complace decir.
Clarissa agradeció a la joven sus buenos cuidados y sugirió un té. Una hora
más tarde, charlando en torno a la chimenea de la sala de estar, sirvió una
segunda taza a la señorita Cuthbert mientras la abuela le describía la extraña
conversación que había mantenido con la señora MacBean el día anterior.
—Me atrevo a decir que puede estar un poco loca—, dijo la abuela con
diversión. —Afirmó que mi querido y dulce Alfie visitó su casa tres veces la
semana pasada para transmitir un mensaje incomprensible sobre panales, cerdos
y abrecartas. Le expliqué que llevaba trece años muerto, por supuesto. Me
preguntó por qué tenía que importar que estuviera muerto—. La abuela se rió y
dio un sorbo a su té. —Tonterías locas. Sin embargo, no puedo reprocharle sus
remedios, porque han hecho maravillas.
En efecto, la voz y el color de la abuela habían vuelto casi a la normalidad.
Clarissa se encontró buscando su manchada y frágil mano repetidamente.
Odiaba tener que tranquilizarse tanto. Pero durante trece años sólo se habían
tenido la una a la otra. Estar separadas había sido... difícil.
—La Señora MacBean es una herbolaria con mucho talento—, convino
Magdalene. —Ha prometido enseñarme sus fórmulas y darme clases de
comadrona, siempre que me quede aquí en la cañada.
—¿Estás pensando en irte?— preguntó Clarissa.
Los ojos grises bajaron y luego se apartaron. —Lo he considerado. Los
MacPherson son hombres generosos, pero no me gustaría convertirme en una
carga.
La abuela se burló. —¿Una carga? No seas tonta. Todo el mundo aquí confía
en ti. ¿Adónde irías si no?
Antes de que terminara su pregunta, la puerta se abrió. Rannoch y Stuart
entraron quitándose los sombreros y saludando con la cabeza. Stuart llevaba un
saco de cebollas hacia la cocina.
Con un aspecto especialmente atractivo, con su pelo negro al viento y su
mandíbula cincelada resaltada por la luz oblicua, Rannoch mostró su habitual e
irresistible sonrisa. —Damas. ¿Teniendo una agradable charla, eh?— Después de
echar un vistazo a las cortinas y a los muebles recién arreglados, levantó una ceja
y silbó. —Vaya, señorita Meadows. Parece que ha añadido un punto de bondad
a la triste y vacía casa de Campbell.

94
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella sonrió, complacida de que él lo hubiera notado. —Es mi manera de


agradecerle todo lo que ha hecho por mí. ¿Le gusta?
—Sí, es preciosa. Las cortinas, las sillas. Bien hecho—. Cuando se centró en
los tallados que Clarissa había colocado en la chimenea, su cabeza se inclinó. —
¿Qué es esto? Hace años que no veo este pájaro.
Sirviéndose más té, se giró para admirar el cuervo de color negro. Con las alas
extendidas, ocupaba la mitad de la longitud de la chimenea. El tallado de un pez
y una jarra de cobre ocupaban la otra mitad. —Los encontré en un cajón y me
parecieron demasiado bonitos para esconderlos—, explicó.
Al principio, pensó en exponer otro de los tallados de Campbell, el de la
misteriosa belleza con el pelo negro y alborotado. Ardía en deseos de saber quién
era la mujer y había pensado que provocarlo podría satisfacer su curiosidad. Pero
había cortado el impulso. Ella no tenía derecho a reclamarle nada, ni a albergar
tales celos.
Rannoch se acercó a ella y pasó un dedo por una de sus intrincadas alas. —
Me recuerda a un colgante que nuestro seanair, nuestro abuelo, hizo antes de
morir. Cam lo llevó durante mucho tiempo. Años. Se negaba a quitárselo. Luego,
se fue a la guerra y lo guardó. No lo he visto desde entonces. También dejó de
tallar, hasta el año pasado.
Clarissa recordó que Broderick había mencionado que su abuelo materno
había sido herrero. La alianza de Kate era una de sus piezas. —La leyenda dice
que su abuelo era un reputado artesano.
—Sí. Algunos afirman que tenía la visión. Nuestra madre también. Sabía
cómo terminar una batalla antes de empezarla. Sabía cómo ganarse el favor y la
protección de los duendes y de las hadas—. Rannoch deslizó la punta de un dedo
sobre el pico del cuervo.
—¿Cree usted en esas cosas?
Encogiéndose de hombros, él le lanzó una sonrisa irónica. —No detuvieron
la muerte, ¿verdad?
Un punto justo. —¿Los recuerda bien? Me refiero a su madre y a su abuelo.
Él negó con la cabeza. —Seanair murió antes de que yo naciera. Mamá unos
años después. Sólo recuerdo un poco. Llevaba brezo blanco en el pelo. Cantaba
como un ángel cuando quería que nosotros durmiéramos Acarició por última vez
el ala del cuervo y suspiró. —Cam la recuerda mejor.
Clarissa observó las alas del pájaro, maravillada de nuevo por lo viva que
parecía la criatura, por cómo la luz ondulaba a lo largo de las plumas como una
agitación. Cuánta habilidad debió de requerir. Cuánta paciencia.

95
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Después de divertirlos con una anécdota sobre uno de los obreros de la


destilería que se quedó dormido en el granero de malta y se despertó enterrado
en la cebada, Rannoch se centró en Clarissa. —¿Ha aprendido ya algún baile
escocés, señorita Meadows?
—Sólo el reel, me temo, aunque me encantaría aprender más. Kate dijo que
en la víspera de Todos los Santos, los aldeanos de Glenscannadoo tienen una
reunión llamada ceilidh. ¿Estoy pronunciando eso correctamente?
—Sí. Kay-lee.
—Probablemente no estaré aquí el tiempo suficiente para asistir, pero suena
muy animado.
—También se baila en los Juegos de las Highlands. Competiciones, de hecho,
una para los chicos y otra para las chicas—. Él sonrió. —Si está interesada, podría
enseñarle un poco.
—¡Oh!— La emoción se agitó. —¡Eso sería espléndido! No me gustaría ser
una molestia. Tal vez la próxima vez que traiga a la abuela y a la señorita
Cuthbert de visita, podría darnos una lección a todas—. Lanzó una mirada
inquisitiva hacia las otras dos mujeres.
La abuela asintió y dio un sorbo a su té.
El rojo floreció en la garganta y las mejillas de Magdalene como un penacho
rubicundo. —Ya he recibido lecciones antes—, murmuró ella.
Rannoch le lanzó una mirada de sorpresa. —¿De verdad?
Ella alisó una arruga imaginaria de su falda. —En el orfanato, aprendimos de
una amable directora. Decía que era un buen ejercicio—. Una mueca de diversión
iluminó los rasgos de Magdalene. Ella no era guapa. Con su nariz larga y su
rostro estrecho, incluso decir —sencilla— rozaba el halago. Pero cuando sus ojos
sonreían y sus labios carnosos se curvaban en una esquina, tenía el atractivo de
algo exótico. —Sospecho que simplemente disfrutaba bailando y quería la
excusa. No duró mucho.
Frunciendo el ceño, Rannoch se frotó la nuca. —Eso es lo máximo que has
dicho sobre el orfanato, muchacha.
La sonrisa de ella se desvaneció. —Mis disculpas si no tengo cuentos para
divertirlo, señor MacPherson.
Clarissa parpadeó ante la agria réplica. ¿Estaban discutiendo?
Suavemente, él respondió: —No he pedido diversión.
El color de Magdalene se intensificó. Se alargó un tenso silencio.
—Y, por el amor de Dios, llámame Rannoch—, refunfuñó. —El Señor
MacPherson es mi padre.

96
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Recuperando el equilibrio, Magdalene levantó la barbilla. —¿Están las


provisiones descargadas del carro?
—Sí.
—Tal vez quieran comer algo antes de regresar a Rowan House.
Rannoch se pasó una mano por el pelo. —Sí—. Su sonrisa era irónica y
cansada. —Tienes una gran conciencia del apetito MacPherson, Ratón. Veré lo
que las criadas pueden encontrar para nosotros en la cocina.
Mientras Rannoch se alejaba hacia la cocina, la mirada suave y gris de
Magdalene lo seguía como un gatito que sigue una pluma brillante, con un
anhelo doloroso y fascinado.
La respiración de Clarissa se detuvo en un momento de reconocimiento.
Ella fijó su mirada en la de la abuela, cuyas cejas estaban fruncidas por la
comprensión. Sí, su expresión lo decía. Así es como miras a otro MacPherson.
Y era cierto. Clarissa reconoció todos los elementos de la mirada robada de
Magdalene: la agonía del deseo, el brillo de la admiración, la adoración
impotente. La comprensión de que uno nunca tendría lo que más deseaba.
Ella había sentido esto. Una y otra vez, lo había sentido florecer hasta estallar
en flujos de obscenidad balbuceante.
Verlo en otra persona era a la vez un vínculo y... angustia.
Por impulso, le ofreció a Magdalene un salvavidas. —La próxima vez que
vengas de visita, debes ayudarme a aprender los bailes escoceses. Simplemente
debes hacerlo. Por favor, di que lo harás.
Primero vino un parpadeo gris desconcertado. Luego, una serie de chirridos
oxidados, que eran el origen del apodo que le puso Rannoch, según Kate.
Finalmente, Magdalene respondió: —S-supongo que... es decir... si quiere.
—Le pediremos a Daniel MacDonnell que toque su violín para nosotros. No
es tan hábil como Broderick, por supuesto, pero servirá. Un hombre encantador,
Daniel. Es primo de Stuart. Trabaja para Campbell. ¿Lo conoces?
Ella negó con la cabeza.
—Es muy amable. Bonita barba. Nunca había contemplado del todo los
méritos de los hombres con barba. ¿Y tú?
Otro sacudón de cabeza.
La abuela se aclaró la garganta como si dijera: Querida, estás presionando
demasiado. No desveles el juego todavía.
—En cualquier caso, convenceremos a Daniel para que toque mientras tú y yo
practicamos nuestro baile. Empezaremos con un reel. Es muy divertido. Muchos
saltos—. Al darse cuenta de que estaba divagando, Clarissa se obligó a

97
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

concentrarse. —Perdóname. Me temo que si no tengo algo que esperar, puedo


volverme loca de remate. Me estarás salvando la cordura.
La diversión de Magdalene superó su reticencia. Durante una fracción de
segundo, antes de reírse detrás de su mano, mostró sus dientes en una sonrisa
completa y radiante. Magdalene se avergonzaba de sus dientes, que eran un poco
grandes para su boca. Pero a Clarissa le pareció que su sonrisa era encantadora.
Tal vez, con el tiempo, podría convencerla de que dejara de ocultarla. —Si desea
mi compañía, señorita Meadows, estaré encantada de acompañarla a bailar un
poco.
Por supuesto, Francis volvería por Clarissa pronto, y ella tendría que irse.
Nada de bailar en los Juegos de las Highlands del verano o en el ceilidh de
Halloween. Nada de largas campañas para restaurar la sonrisa de la señorita
Cuthbert o de emparejarla con Daniel.
Pronto, Clarissa volvería a Inglaterra. Pronto, ella lo dejaría... a él.
Su desesperación se sentía ridícula. Ella debería estar contenta de irse. Todos
estarían más seguros.
Tragándose el dolor de garganta, Clarissa convocó su expresión más brillante
para Magdalene. —Espléndido—, dijo, cambiando rápidamente de tema. —
Abuela, deberías echar un vistazo a mi plan para el jardín de Campbell. Me
debato entre la coliflor y la col rizada.
La abuela terminó su té y dejó la taza a un lado con un tintineo. —Hmm. ¿Has
tenido noticias de Teversham, querida?
Ella se sentó más recta. Se sintió más fría. —Hace unos días, sí. Francis dijo
que todo está bien. Espera volver en abril.
—Antes de que comience la siembra, entonces—. La abuela miró alrededor
de la habitación. —Uno se imagina que se te echará de menos aquí. Tienes un
don para crear belleza de la nada.
La garganta de Clarissa se tensó. Ardió. —Me gustaría hacer más. Pero no
puedo pedirle a Cam-los MacPhersons que me acojan para siempre.
Los ojos de ella se arrugaron. —¿No puedes? Seguro que hay alguna
recompensa que el Señor MacPherson encontraría... intrigante—. Dio un sorbo a
su té y arqueó una ceja.
—Ya tengo la intención de plantar su jardín.
—Había imaginado que el acuerdo funcionaría al revés.
Magdalene resopló, tosiendo en su té.
—¡Abuela!

98
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—¿Te he contado alguna vez mi primera excursión con mi querido y dulce


Alfie?
Clarissa suspiró. —Sí.
—Un día sofocante de agosto. Me puse mi vestido más atrevido.
—¿Está vacía la tetera?— Clarissa levantó la tapa. —Quizás debería llevarla a
la cocina para rellenarla.
—Fuimos a dar un paseo en carruaje por el pequeño pueblo de Alconbury.
Alfie conducía. Ninguno de los dos deseaba estar allí.
Magdalene se sentó hacia delante para colocar su taza en la bandeja. —¿Por
qué consentir la excursión, entonces?
—Nuestras familias llevaban años tramando la posibilidad de emparejarnos.
Por supuesto, a Alfie y a mí nos horrorizaba la idea. A él le gustaba la política,
mientras que a mí el tema me resultaba repugnante. Él prefería Londres, mientras
que yo había sufrido mi primera temporada de la misma manera que uno sufre
por el cansancio. Y, mientras yo anhelaba un buen esposo deseoso de comenzar...
la jardinería, por así decirlo, él se consideraba demasiado joven para el
matrimonio y la paternidad—. Sus ojos adquirieron un brillo familiar. —Nuestro
único punto de acuerdo era que casarnos sería desastroso. Y así nació una
conspiración: Fingiríamos un cortejo para apaciguar a nuestras familias y luego
escenificaríamos una separación, para que fuera definitiva. Me pareció bastante
inteligente—. Ella hizo una pausa para sonreír. —Supuse que pasar tiempo en su
compañía sería fastidioso, pero sin la presión de las expectativas, descubrí que
me gustaba mucho.
Recordando la tranquila inteligencia y el humor travieso del abuelo, Clarissa
comprendió el atractivo. —Estoy segura de que te contó uno de sus chistes de
granjeros y sabuesos. O el del ganso que habla. ¿Cómo pudiste resistirte?
—No pude. En el tiempo que tardamos en viajar desde la casa de mi padre
hasta Alconbury, había empezado a pensar que era atractivo—. Se inclinó hacia
Magdalene. —No lo era, particularmente. ¿Pero encantador? Oh, sí—. Su risa
terminó en un suspiro. —Nos detuvimos para dar un paseo cerca del arroyo. Mi
sombrilla se estropeó y él se ofreció a repararla. Verlo hacerlo fue... bastante
conmovedor—. Las mejillas arrugadas se sonrosaron. —Acababa de sentarme en
un tronco cerca del agua cuando sentí la primera picadura.
Los ojos de Magdalene se abrieron de par en par. —¿Abejas?
La abuela asintió con una mueca. —Un nido dentro del tronco. Me levanté de
un salto y empecé a gritar, lo que las agravó hasta convertirlas en un enjambre.
Mi querido y dulce Alfie corrió a ayudar. A él lo picaron cuatro veces y a mí una

99
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

docena antes de echarme al hombro y llevarme al agua. Allí nos quedamos,


empapados hasta la piel. Maldiciendo. Miserables—. Sus ojos se suavizaron. —
Entonces, empezamos a reír. Juntos, en el mismo instante. Cuando paramos, me
besó.
—No fue así como él lo contó, abuela—, dijo Clarissa con ironía.
—Muy bien, yo lo besé. Y le pedí ayuda con mi vestido. Y puede que le pidiera
que examinara una picadura en mi muslo. En cualquier caso, se abrió una puerta
que no se podía cerrar fácilmente. Nos casamos la primavera siguiente. La
jardinería comenzó poco después.
Magdalene frunció el ceño. —Entonces cambió de opinión. Sobre el
matrimonio y la paternidad.
—No. Todavía sentía que era demasiado joven. Sólo veintidós años.
—¿Entonces por qué...?
—Porque necesitábamos estar juntos—. La abuela captó la mirada de Clarissa
y señaló con la cabeza los tallados de la chimenea. —Como los peces necesitan el
agua y los pájaros el cielo.
Clarissa sacudió la cabeza. Tragó un bulto.
—La mayoría nunca encuentra lo que Alfie y yo encontramos por accidente.
Ninguno de los dos estaba dispuesto a tirar eso por la borda sólo por un mal
momento—. Su mirada permaneció fija en Clarissa. —Un regalo así no debe ser
ignorado.
—¿Y si él no hubiera sentido lo mismo que tú?— Murmuró Clarissa. —Si en
cambio te hubiera mirado con lástima o indiferencia, ¿lo seguirías viendo como
un regalo? ¿O te considerarías maldita?
—Si no hubiera presionado, quizá no me habría dado cuenta de que sentía
algo—. Se inclinó hacia delante, con la barbilla en alto. —A veces, debemos
luchar, querida. Incluso cuando más queremos escondernos.
—Cómo me gustaría que fuera tan sencillo.
—Lo es. No es fácil, quizás. Pero sí simple.
Su conversación terminó cuando Rannoch regresó a la sala principal, diciendo
que el tiempo estaba a punto de empeorar y que sería mejor que se marcharan.
Poco después, Clarissa acompañó a sus invitados al exterior. A pesar de sentirse
magullada por la suave reprimenda de la abuela, la abrazó con fuerza antes de
que Stuart subiera a la abuela y a Magdalene al carro.
—Ya no queda mucho—, susurró para sí misma mientras veía cómo el carro
se perdía de vista. —No falta mucho y esto terminará—. Incluso para ella, la
seguridad sonaba vacía.

100
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Una fuerte brisa pasó por encima de su chal y onduló su falda. Una ráfaga
más fuerte la empujó, haciéndola retroceder hacia la cabaña. Miró al cielo que se
oscurecía. Las nubes bajas bajaban con sus dedos para rozar el musgo marrón y
la hierba recién germinada. El aire olía a lluvia. Frunciendo el ceño, se fijó en un
pájaro negro que se lanzaba desde el tejado antes de volar en lo alto. De repente,
bajó en picado, cruzó hacia la elevación oriental y rodeó tres veces un
afloramiento rocoso.
Un profundo escalofrío la sacudió. La inquietud le hizo sentir un pinchazo en
la nuca. Una sombra cerca de la roca más grande tenía forma de hombre. No se
movía.
Su respiración se cortó. Se le secó la boca. Retrocedió hacia la puerta de la
cabaña, con el temor bañando sus entrañas de hielo.
¿Estaba imaginando cosas? ¿Era esa su mano? ¿Una pistola?
¿Él estaba allí... observando?
Con el corazón palpitando, se recordó a sí misma que Campbell tenía
hombres apostados a ambos lados de la casa. Seguramente habrían visto a
alguien acercarse.
A menos que estuvieran en el baño. O que estuvieran orinando detrás del
granero, como los había visto hacer varias veces. O que se quedaran dormidos
con la gorra sobre los ojos, como también los había visto. Eran pastores, no
soldados.
El pájaro negro daba vueltas y vueltas. Otra ráfaga. La sombra se movió. El
metal brilló.
Se echó hacia atrás. Girando. Corriendo. Resbalando. Agarrando el pestillo de
la puerta. Empujando. Cerrando de golpe. Corriendo. Dentro, corrió hacia la
cocina. Las sirvientas se abalanzaron con el ceño fruncido de preocupación
mientras ella luchaba por recuperar el aliento. —D-Daniel. ¿Ha vuelto de su
patrulla?
Jean y Abigail negaron con la cabeza. —¿Qué ocurre?— preguntó Abigail. —
¿Qué ha pasado?
—Había alguien... en la colina... vigilando la casa. Creo. No sé...— Se frotó la
frente. ¿Se estaba volviendo loca? Tal vez. Pero su corazón seguía acelerado. Su
piel seguía erizándose en alarma.
¿Y si Northfield le había hecho algo a Daniel? ¿Y si le había hecho algo a...?
El pánico surgió. —Fergus—. Agarró el brazo de Abigail. Lo sacudió. —Oh,
Dios. ¿Dónde está Fergus?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La doncella de cara redonda trató de tranquilizar a Clarissa, murmurando


tonterías sobre mantener la calma.
—No lo entiendes. Le hará daño. Él...— Se le cortó la respiración en un
sollozo. Salió disparada hacia la puerta del fregadero, y las dos criadas la
persiguieron. —Debo encontrarlo—. La abrió de un tirón y salió corriendo,
gritando hacia el granero, —¡Fergus!
De detrás del granero salió uno de los larguiruchos granjeros de Campbell.
Llevaba un rifle desgastado. —¿Señorita Meadows? ¿Qué pasa?
—¿Dónde está Daniel? ¿Y Fergus?
Él le lanzó una mirada desconcertada. —¿Hay problemas en la casa?
—¡Sólo dime dónde están!
Él señaló por encima de su hombro con el pulgar.
Antes de que pudiera decir otra palabra, ella se levantó las faldas y corrió.
Sólo había recorrido una docena de metros cuando, desde detrás del granero,
acechaba un hombre imponente, feroz y montañoso. Fergus trotaba a su lado.
Daniel iba detrás de ambos.
Al instante, su corazón inundó su cuerpo con un alivio que le heló los huesos.
—Campbell—. Se sintió como un bramido, pero emergió como un suspiro.
Ella se detuvo a trompicones.
Él cruzó el patio con pasos largos e intimidantes. Unos ojos oscuros y
brillantes se fijaron en ella. —¿Qué sucede, muchacha?
Ella no pensó. Simplemente corrió, tropezando al principio y luego corriendo.
Chocó con él a toda velocidad, obligándolo a retroceder para absorber el impacto.
Sus brazos se aferraron a su cintura. Su cara se hundió en su camisa. Ella aspiró
su aroma.
Unas correas de acero le rodearon la espalda. Una enorme mano le acarició la
nuca con suavidad. Sus dedos estaban fríos y eran muy, muy bienvenidos.
Cielos, se sentía sólido. Inmenso. Como un refugio.
—Dime qué ha pasado.
—Él... me pareció ver a alguien—. Ella se arrimó a él, aferrándose con más
fuerza. —No puedo estar segura—. Sin aliento, describió la sombra y la sensación
de ser observada.
Campbell empezó a retirarse, pero ella se aferró a él con los diez dedos.
—No—, gritó. —Si es él, intentará hacerte daño.
—Si es él, está en mi tierra—, dijo con un profundo y decidido rugido. Unas
manos enormes y fuertes acunaron su mandíbula con suavidad. —Debes confiar
en mí.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella miró su rostro duro y feroz, con el corazón palpitando. Doliéndole. —Por
favor. Ten cuidado.
Con una ternura asombrosa, le rozó la sien con los labios y la apartó. —
Daniel—, dijo sin apartar la vista de ella. —Llévala a ella y a Fergus a la casa. Me
reuniré con ustedes pronto.
Recogió el gastado rifle de su larguirucho peón y se alejó.
Ella quería llorar y gritar y exigirle que se quedara con ella. Pero no podía. Si
Northfield estaba vigilando la casa, si tenía su arma con él, todos estaban en
peligro.
Fergus le acarició la palma de la mano. Ella le acarició el cuello antes de poder
contenerse.
Volvieron a la cocina, donde las criadas interrumpieron su charla en el
momento en que Clarissa entró. Seguramente habían estado murmurando sobre
sus desvaríos. Evitando sus miradas cautelosas y comprensivas, ella se dedicó a
preparar trozos de carne y a servir agua a Fergus. Pasaron minutos tensos
mientras recuperaba la compostura.
Daniel se sentó a su lado en la mesa. —Siento no haber estado aquí cuando se
asustó—, le dijo suavemente. —Fergus estaba jugando al escondite con una
liebre. Retrasó un poco nuestro regreso.
Ella asintió con la cabeza, sintiéndose totalmente tonta por su pánico anterior.
Le temblaron las manos al colocar los cuencos de Fergus en el suelo. El perro
lamió con avidez el agua, resoplando con fuerza. La necesidad de rodearlo con
sus brazos y besarlo entre esos hermosos ojos la embargó hasta que tuvo que
aferrarse al borde de la mesa para no moverse.
La apretó con doble fuerza cuando Campbell regresó. —¿Has encontrado...
algo?
Él levantó una mochila de lona como la que había llevado anteayer, sólo que
ésta estaba más sucia. Luego, apoyó una pala contra la pared del fregadero. Por
último, sacó un sucio gorro de lana del bolsillo y colgó el sombrero en el mango
de la pala. Desde el interior de la puerta de la cocina, un granjero avergonzado
murmuró una disculpa.
Campbell miró fijamente al joven rubicundo. —Ella no puede oírte.
El granjero -Jamie era su nombre, según recordaba ella- se aclaró la garganta
con un chillido oxidado. —Lo siento mucho, señorita Meadows. Estaba cavando
en esa zona y dejé mis provisiones cerca de las rocas mientras iba a... mientras
yo... ejem... es decir…

103
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Estaba orinando—. La aplastante mirada de Campbell no se apartó de la


afligida cabeza de Jamie. —Dejó la pala apoyada contra las piedras con la gorra
en el mango. Habría parecido un hombre a distancia. Probablemente eso es lo
que viste.
Extrañamente, el apretado nudo de su estómago no se deshizo. Bajó la mirada
a la espalda de Fergus y luego a sus propias manos. Sus nudillos no tenían sangre.
—Fue mi error—, murmuró ella. —Lamento haberlos molestado a todos.
El silencio compasivo de las criadas se unió al resoplido de Fergus para
formar un silencio mortificante. Las mejillas de Clarissa ardían. En tono enérgico,
Campbell envió a Jamie y a Daniel de vuelta al exterior para que terminaran su
trabajo, y luego le ordenó a ella que lo siguiera a la sala principal. De mala gana,
lo hizo.
Como de costumbre, el nerviosismo le hizo mover la boca. —No te esperaba
en casa tan pronto. ¿Fue tu día... productivo?
Hubo un gruñido neutro. Él se encogió de hombros para quitarse su pesado
abrigo de lana y cruzó para colgarlo junto a la puerta principal.
—Con tantas responsabilidades, tanto aquí como en la destilería, me
sorprende que encuentres tiempo para visitar Rowan House con tanta frecuencia.
Por supuesto, la comida allí es encantadora. Nunca pensé que llevarse algo
escocés a la boca pudiera ser tan placentero.
Él se quedó quieto mientras se quitaba el sombrero, se puso rígido y luego lo
colgó en el gancho.
—Pero es un placer—, continuó ella. —Un plato abundante y sustancial.
Bastante cargado. Demasiado, a decir verdad. Tener el cuerpo repleto más allá
de su capacidad puede parecer placentero en el frenesí del momento, pero rara
vez vale la pena el malestar posterior.
Él se pasó una mano por el cabello húmedo y oscuro. Con un giro de hombros,
se dirigió a la chimenea y apuñaló las brasas. Las llamas ascendieron.
Brevemente, su mirada se posó en los tallados de los pájaros. Frunció el ceño,
pero mantuvo su silencio.
Ella se apresuró a continuar. —Aun así, incluso por una deliciosa comida,
cabalgar todo ese camino debe ser fastidioso. Perdóname, pero el clima escocés
es espantoso. No quiero insultar, por supuesto. El clima inglés también es
bastante deprimente. En Ellery Hall, he alegado un dolor de cabeza cuando he
querido evitar un paseo húmedo.
Él le lanzó una mirada oscura y penetrante y volvió a rodar los hombros.

104
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella se aclaró la garganta. —Tal vez tus paseos ofrezcan una diversión
estimulante. Me atrevería a decir que hoy me habría gustado una cabalgata
vigorosa.
Él la miró con extrañeza, con la mirada clavada en su escote. ¿Había dicho ella
algo extraño?
Ella sonrió. —Últimamente, mi agenda ha sido bastante escasa, y eso me ha
inquietado. Por suerte, Rannoch trajo a la abuela de visita.
Él se pasó una mano por la mandíbula. —Sí, yo se lo pedí.
—¿Lo hiciste?
Él asintió con la cabeza.
—Oh. Eso fue... amable de tu parte—. Amable e inesperadamente
considerado. ¿Había percibido lo mucho que ella lo necesitaba? —Antes, estaba
en el camino despidiendo a todos, pero no te vi llegar.
—No, no me habrías visto. La mayoría de los días, tomo un camino más corto
a lo largo de la arboleda.
—¿A través de la cañada donde tuvimos nuestra lección?
—Sí, el arroyo alimenta la destilería MacPherson. Mejor agua, mejor whisky.
—Me gustaría visitar la destilería un día. Kate dice...
—Cálmate, muchacha.
Ella hizo una pausa, notando que su respiración era rápida y superficial. —
Estoy perfectamente tranquila.
Lentamente, él se acercó. —No. Estás temblando.
Ella bajó la mirada. Sus manos se retorcían y temblaban con una fina tensión.
Se las sacudió y se rozó la falda. —Estoy perfectamente bien.
—Clarissa.
—Todo está perfectamente bien.
—No hace falta que mientas.
—No estoy mintiendo.
Él se acercó lo suficiente como para que ella pudiera sentir su calor. —Mírame.
Ella negó con la cabeza y se apartó, dirigiéndose a la chimenea. —Espero que
no te moleste demasiado que haya expuesto tus tallados—. Se arremangó la fina
lana azul de su falda y luego la soltó para quitarle las arrugas. Otra vez. Y otra
vez. —Son creaciones magníficas. Deberías hacer otras y venderlas.
—No me gusta que hayas salido sin guardia—. Su voz era más baja. Más
cercana. Un rugido áspero. —Pero cuando viste una amenaza, diste la alarma y
corriste hacia la casa. Eso es lo mejor que pudiste hacer.

105
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La boca de ella se secó. Se esforzó por cambiar de tema. —Si aceptaras


encargos, pediría un búho. Son aves majestuosas. Te vi tallando uno poco
después de llegar a Rowan House. ¿Qué pasó con él?
Su enorme sombra bloqueaba la luz de la ventana, rodeándola de calor y
oscuridad reconfortante. —No tengas miedo, muchacha.
—Estoy bien.
—Olvidaste el “perfectamente”.
—Sí. Perfectamente bien.
Se hizo el silencio, interrumpido por el débil crepitar del fuego, el suave
suspiro de la respiración y el lejano gemido del viento. Ella sintió su presencia a
su espalda, un muro de músculos, huesos y paciencia. —Estás a salvo aquí.
Ella sacudió la cabeza. Su corazón se agitó para escapar de su pecho.
—Sí. Lo estás—. Unas manos enormes la acariciaron desde los hombros hasta
los codos, apretando suavemente, estabilizándola. —Si alguien intenta hacerte
daño, tendrá que matarme primero. Ejércitos enteros han fracasado en eso.
Un dolor insoportable floreció en su interior. El calor bajó hasta sus muslos,
llegó a las yemas de sus dedos y subió hasta sus pechos. Lo que daría por girar
en sus brazos y atraerlo hacia su beso. Lo que daría por reclamarlo como propio.
—Soy una tonta—, le susurró a la talla del cuervo.
—No. Eres buena—, murmuró él, con su aliento haciéndole cosquillas en la
nuca. —La cosa más buena que he visto nunca.
Ella se quedó helada. ¿Era eso un cumplido? Antes de que pudiera preguntar,
él se apartó. Se giró y lo vio apoyando una mano junto a la ventana, con los
anchos hombros rígidos y una mano ahuecando la nuca, como si le doliera.
Tragando con fuerza, ella se llevó una mano al abdomen y buscó otro cambio
de tema. —¿Prefieres la coliflor o la col rizada?
Él torció el gesto para mirarla por encima del hombro. —¿Por qué?
—Sólo me queda un lecho en el jardín. No podemos permitir que se mezclen.
Considera el escándalo.
Silencio. La boca de él se torció en una curva inesperada. Bruscamente, ladeó
la cabeza y se estremeció. Sólo cuando escuchó una risa profunda y resonante se
dio cuenta de lo que había pasado.
Ella lo había hecho reír.
Cielos, fue como convencer a un gran oso bestial de que se diera la vuelta y le
dejara rascarse la barriga. Puro regocijo. Ella quería más.
—Por Dios, mujer. Nunca sé lo que dirás después.

106
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La felicidad se apoderó de ella. —¿Y si la Pícara Col Rizada y la


Despreocupada Coliflor tuvieran una descendencia ilícita? Tendríamos hordas
de Coliflor desflorada. O coles blancas bulbosas. ¿Podría una abominación tan
impía pertenecer a una ensalada civilizada? Creo que no.
Él se rió más fuerte.
Ella soltó una risita, rebotando sobre los dedos de los pies.
—Coliflor Enclaustrada entonces—. Él respiró hondo y le lanzó una mirada
fulminante. —Aunque, si añades suficiente mantequilla, incluso una
abominación no está tan mal.

~*~

Esa misma noche, Campbell tuvo otro sueño. En primer lugar, vio a Isla,
aunque esta vez estaba oculta por la niebla, y no se sumergió bajo el agua como
había hecho antes. En su lugar, se encontraba junto a una orilla rocosa mientras
un búho ululaba cerca.
—¿Qué demonios estás intentando decir?—, dijo al otro lado del agua. Su voz
era un eco apagado. —Estoy harto de tu silencio. ¿Me oyes? Muéstrame algo o
déjame en paz.
El miedo lo inundó de un sudor pegajoso, helado y enfermizo. Por un
momento, se sintió más delgado. Más bajo. Confundido. Su mente parpadeaba
extrañamente de un pensamiento a otro: Un ciervo muerto. Una camisola blanca.
Un par de hermosos labios. Un viejo molino. Oscuridad. Sangre. Furia. El pelo de
Clarissa iluminado por el sol. Flores rojas. Una puerta rota. Una sábana en una
cuerda. Un par de cuervos. El olor de la muerte.
Negrura y dolor. Dolor y negrura. Miedo a perderla. Miedo a lo que él podría
hacerle.
No debo perderla. Debo tenerla. Poseerla. Castigarla.
Los sonidos del agua liberaron la mente de Campbell. Un búho se posó en
una valla cercana. La cabeza del ave pivotó para mirarlo con un sombrío silencio.
—Dulce y maldito Cristo—, espetó. —¿Era Northfield?
El pájaro no respondió. Se elevó hacia el cielo.
Volvió la luz del día. El sol le calentó la piel.
Desde detrás de él, una voz dulce y sin aliento atravesó la hierba verde y
esquilada. —Me preguntaba si te volvería a ver aquí.
Él cerró los ojos y saboreó el aroma de la lavanda. —No puedo evitarlo, amor.

107
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella se acercó. Él se giró, empapándose del puro placer de ver brillar sus rizos
dorados. Esos ojos brillaban como el cielo. Los labios exuberantes sonrieron. Se
separaron. Ella rió, el sonido de su felicidad era embriagador. Ella corrió a sus
brazos como lo había hecho antes ese día, a toda velocidad, sin contenerse. Sólo
que esta vez no fue por miedo.
En sus sueños, ella era libre de desearlo, y él era libre de tocarla.
Él la acercó, abrazándola tan fuerte como se atrevió.
—Campbell—, susurró ella, acariciando su pecho. —Si fueras mío, me pasaría
horas sólo besándote.
La risa de él se convirtió en un gemido cuando ella deslizó sus manos desde
su cintura hasta su vientre. —Tengo la sensación de que no duraría tanto,
muchacha. Uno de nosotros se quebraría en cuestión de minutos.
—Sí. No parece importar la frecuencia con la que me das placer; mi apetito
nunca se satisface del todo—. Un leve temblor en su labio inferior le causó una
punzada de preocupación.
—Quizá debería esforzarme más, ¿eh?
Ella negó con la cabeza y apoyó las palmas de las manos en el pecho de él.
Luego, trazó una cruz sobre su corazón. —No puedo seguir haciendo esto,
Campbell. Soñar con festines nunca llenará un estómago vacío. Sólo aumenta el
hambre.
Él frunció el ceño, extrañado por el giro melancólico. —Clarissa.
—El hambre me está devorando—. Ella se apartó, su voz se contorsionó. —
Me duele demasiado.
—¿Qué estás haciendo?
Ella se alejó, retrocediendo. Retrocediendo.
—No. No te vayas.— Él la alcanzó de nuevo, pero ella ya se había desvanecido
en la niebla. —¡Clarissa!—, gritó. —¡No te vayas!
Pero ella no lo escuchó. Y él no pudo verla.
Ella se había ido.

108
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Nueve
—Voy a ir por él—. El bajo y resonante estruendo de la furia de Campbell hizo
que el mundo vibrara con un extraño tono rojo. Quince días después de que los
sueños cesaran, su impaciencia se había convertido en rabia.
Nunca había sentido nada parecido. Lo asustaba muchísimo.
Broderick frunció el ceño y terminó su trago de whisky. —Sé sensato. No
sabemos dónde está, y aunque lo supiéramos...
Campbell se apoyó en su vieja mesa de comedor llena de marcas, la que ella
había decorado con las primeras flores silvestres de la primavera. —Pienso
rastrearlo—, gruñó. —Y pienso matarlo.
A lo lejos, oyó las risas de Kate y Clarissa en la habitación contigua. Se le
revolvieron las tripas. No era el whisky.
Broderick le lanzó una mirada especulativa. —Teversham va a llegar pronto.
Tengo entendido que tiene la intención de casarse con ella.
La rabia se encendió en él. Campbell echó su silla hacia atrás y se levantó para
caminar.
—¿Por qué no esperar? Unos días y ella será responsabilidad de otro
hombre—. Broderick hizo una pausa. —La esposa de otro hombre.
¿Creía él que Campbell no lo sabía? ¿Creía que no había estado contando los
malditos días?
—Sí, ella regresará a Inglaterra, y no serás molestado por ella. No más flores
bonitas en tu mesa. No más de una bonita muchacha molestándote para que te
pongas un sombrero bajo la lluvia—. Broderick se encogió de hombros. —Para
mejor, probablemente. Ella será una espléndida condesa. Una mujer hermosa. Un
pequeño punto de gracia en la casa de un hombre—. Otra pausa. —Tal vez su
matrimonio hará que el loco reconsidere su obsesión.
Al borde de la locura, Campbell negó con la cabeza. —Tiene que morir.
—Deja que Teversham se encargue. Tiene fondos. Él contratará...
—No.
—Está casi hecho. Déjala ir a un hombre que la quiera.
—Él no la quiere—. La furia de Campbell lo llevó a apoyar las manos en la
mesa e inclinarse para mirar a un Broderick exasperantemente relajado. —No la
quiere—, gruñó. —No como debería. No como...

109
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Una sonrisa asomó por el lado cicatrizado de la boca de su hermano. —


¿Como... tú?
Campbell se incorporó, se sirvió más whisky y lo bebió de un trago.
—No lo ocultas muy bien, hermano. No para mí.
—Cierra la boca.
—¿Crees que todas esas invitaciones a cenar con nosotros en Rowan House
eran para hacerte engordar?
Campbell se puso rígido. Frunció el ceño.
—Kate lo vio de inmediato. A mí me llevó un poco más de tiempo, pero, por
Dios, hasta un hombre con un solo ojo podía detectar la atracción—. Broderick se
rió. —No te preocupes. Clarissa cree que montar una hora bajo la lluvia dos veces
por semana para visitar a tu hermano es un comportamiento normal. No le
explicamos que lo normal es que me mandes al diablo con mi maldita invitación.
Él tenía ganas de gritar tonterías. Quería plantar su puño en las tripas de su
hermano. Quería negarlo todo. Pero no pudo.
La verdad era peor de lo que Broderick sabía.
Broderick suspiró. —Creí que entrarías en razón antes de lo que lo has hecho,
pero ¿qué puedo decir? Eres el hijo de Angus MacPherson. La terquedad es lo
que nos construyó.
—Ella no es para mí.
Broderick se burló. —Sí, claro.
—No tengo nada que ofrecerle.
—Eso es pura mierda, y lo sabes bien.
Una agonía abrasadora luchó contra su control.
Otra carcajada femenina resonó en la habitación delantera. Estaban bailando.
A Clarissa le encantaba bailar.
Dios, la mujer era la gracia encarnada. La había llevado a la cañada del abedul
todos los días para que siguiera entrenando. Y cada día, ella lo impresionaba con
su destreza, su conciencia de su cuerpo y su entorno. Todos los días, ella lo había
encantado con su facilidad natural, su sonrisa a la luz del sol, la forma decidida
en que se mordía el labio y la forma entrañable en que se reía de sus propios
fracasos. Maldito infierno. Incluso sus defectos lo hacían desearla más.
Él cerró los ojos. Apretó el borde de la mesa hasta que le dolieron los nudillos
y la madera gimió por la presión.
—Ofrécete a casarte con ella—, dijo Broderick. —Si tu orgullo no puede
soportar la confesión, no necesitas decirle por qué.
—Mi orgullo no tiene nada que ver con esto.

110
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Di que es por su protección. Di que es porque necesitas una esposa y ella
servirá. Demonios, hermano. Dile que te casarás con ella por sus habilidades en
la costura. Tengo el presentimiento de que te aceptará, sin importar las
condiciones.
Campbell resintió la comprensión que brotaba de ese ojo único y conocedor.
—Ella querrá hijos. No puedo darle ninguno—. Un dolor hueco -antiguo, pero
no más sordo por el paso del tiempo- lo retorció por dentro. —¿Crees que
aceptará esas condiciones?
—Sí—, respondió Broderick. —Lo creo.
Las profundas voces de los MacPherson resonaron desde la dirección de la
cocina. Momentos después, Rannoch, Alexander y Angus entraron en el
comedor, discutiendo sobre una nueva fuente de cebada en Ayrshire. Sus
discusiones se detuvieron cuando vieron el whisky.
Angus gruñó y se pasó una mano por el pelo grisáceo. —Bueno, esta es una
bienvenida adecuada, hijo—. El padre de Campbell le dio una palmada en el
hombro y acercó una silla.
Alexander, con un aspecto pálido, delgado y demacrado tras su recuperación
de meses, acercó su propia silla, haciendo una mueca de dolor cuando los
músculos alrededor de su herida protestaron.
Rannoch miró la botella medio vacía y sacudió la cabeza. —Un lote
lamentable. Necesitaremos al menos dos más—. Se dirigió a la cocina para
reponer el suministro.
Angus bebió un trago y empujó la silla de Campbell con su bota. —Siéntate,
muchacho. Eres demasiado grande para estar inclinado sobre tu viejo padre de
esa manera—. Su padre le llenó el vaso. —Vamos, ahora. Bebe.
De mala gana, Campbell se sentó y bebió.
Angus miró a Broderick. —¿Se lo has dicho?
—¿Decirme qué?— Preguntó Campbell.
Broderick se frotó la nuca. —Encontramos un campamento de cazadores a
una milla al norte de la cantera.
Eso era menos de un cuarto de milla de Rowan House. Mirando fijamente
entre su padre y su hermano, Campbell ladró: —¿Northfield?
Alexander gruñó mientras se sentaba para servir. —Ya sabes la respuesta. El
desgraciado está aquí.
—¿Quién lo rastreó?
—Yo lo hice.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Entonces, ¿por qué no está él aquí, donde puedo hacer lo que hay que
hacer?
Alexander tomó la botella y la inclinó hacia atrás para dar un largo trago. —
El campamento tiene una semana. Ya fue abandonado.
Campbell resopló su incredulidad. —Podrías rastrear la flatulencia de un
fantasma en una noche de niebla después de un mes de tormentas de viento.
Su hermano gruñó. Resopló.
—¿Qué pasó?
—Lo perdí. Eso es lo que pasó.
—¿Cómo?
Alexander le lanzó una mirada ácida. —Déjalo, hermano.
Angus intervino. —No importa cómo. Sabemos que Northfield está cerca. No
sabemos dónde. Mejor que estés atento, Campbell.
—Debería estar presentándole a ese rabioso canalla a mi puñal ahora
mismo—. Miró más allá de su padre a un Alexander desaliñado y ojeroso. —
¿Dónde está?
Unos ojos aún más negros que los suyos lanzaron una advertencia. —No lo
sé.
—Tengo la intención de acabar con él. No me detendré hasta hacerlo.
—Entonces hazlo—, rugió Alexander. —¡Persíguelo tú mismo, maldita sea!
—¡Suficiente!— Su papá sujetó los cuellos de ambos y los sacudió como lo
había hecho cuando eran muchachos.
Rannoch regresó con dos botellas más y un ceño sorprendido. —¿Qué es lo
que tiene las pelotas de todos retorcidas?
Campbell luchó contra el impulso de desatar su rabia contra sus hermanos.
Controlar su temperamento nunca había sido tan difícil. Era ella. Broderick no se
había equivocado en eso.
La mirada de Rannoch se desplazó por encima del hombro de Campbell, y su
ceño se transformó en una amplia sonrisa. Campbell se giró para encontrar a
Magdalene Cuthbert entrando desde la habitación delantera. Rannoch se burló:
—Ahí estás, Ratón. Ni me imaginaba que estuvieras por aquí, eres tan silenciosa.
Una leve curva tocó sus labios, aunque tuvo cuidado de no exponer sus
dientes. Se alisó el sencillo vestido de lana y se llevó las manos a la cintura. —
Señor MacPherson. He acompañado a Lady Darnham. Ella ha sido muy amable.
—Ya te lo he dicho, todos somos el señor MacPherson—, replicó Rannoch. —
Tendrás que ser vulgar y llamarnos por nuestros nombres de pila, o nunca
sabremos quién de nosotros te ha disgustado más.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Es muy sencillo. Todos ustedes me agradan mucho—. Les dirigió a todos
una cálida mirada antes de acercarse al lado de Alexander y apoyarle la mano en
el hombro. —Aunque esperaba que cuando dejara de estar a mi cargo, Señor
MacPherson, no volviera a oír ese grito de dolor—. Se inclinó más cerca para
murmurar a Alexander con su suave voz de las Highlands: —Se ha esforzado
demasiado, ¿no es así?
—Basta, Magdalene—, gruñó él. —No necesito una madre.
Angus gruñó. —El muchacho se desmayó. Así es como perdió el olor de
Northfield. Siete horas seguidas, calado hasta los huesos, sin descanso. Encontró
el campamento. Entonces, la linterna se apagó.
Alexander murmuró una maldición fulminante.
—Ah, no me vengas con tonterías, hijo. Deberías haber pedido ayuda. Eres
un tonto, arriesgándote de esa manera.
—¿Se ha reabierto la herida?— Ella se movió para examinar la parte superior
de su pecho. —Tal vez debería echarle un vistazo.
Él apartó su mano. —¡Por última vez, no necesito tu ayuda!
Rannoch dejó las dos botellas sobre la mesa con un fuerte golpe. —Ten
cuidado, hermano. Vuelve a hablarle así y tendrás que extraer tus dientes de mis
nudillos.
—Está bien, Rannoch—, dijo ella suavemente.
—No. No lo está, Ratón—. Rannoch mantuvo su mirada fija en Alexander. —
Eres un bastardo malhumorado. Siempre lo has sido. Pero ella se merece algo
mejor, sobre todo del hombre al que ha mantenido con vida los últimos tres
meses.
Alexander se pasó una mano por la cara y suspiró. —Tienes razón. Disculpa,
muchacha.
Magdalene lo convenció de que la acompañara al piso de arriba, donde podría
examinar su herida, dejando al resto para discutir el problema de encontrar a
Northfield. Debatieron estrategias mientras bebían whisky. Las sugerencias iban
desde organizar una cacería total hasta tender una trampa con Clarissa como
cebo, una idea que Campbell vetó rápidamente.
—Ella no estaría en peligro, hombre—, suspiró Rannoch. —Sé razonable.
Demasiados hermanos suyos le habían dicho que fuera razonable hoy. Bebió
más whisky y mantuvo su silencio. En lo que a ella se refería, lo razonable no se
aplicaba.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Sigo diciendo que sería mejor esperar hasta que se case—, dijo Broderick.
—Existe la posibilidad de que se lo provoque para que se muestre. O se dará
cuenta de que ella nunca fue suya en primer lugar y abandonará su campaña.
Rannoch asintió. —Tal vez eso lo despierte de su locura.
—Teversham espera eso—, respondió Broderick, mirando a Campbell con
recelo. —Un hombre valiente, arriesgándose por ella. Northfield ya ha
demostrado lo que hará a un rival. Yo diría que lo más probable es que considere
su matrimonio como una provocación y busque hacerla viuda.
Su papá gruñó de acuerdo. —Teversham es un buen tipo, sí, pero este tipo
Northfield es un bastardo astuto. Es un asunto peligroso, ponerse entre un loco
y su obsesión—. Dirigió una estrecha mirada a Campbell. —No es un buen
augurio para su supervivencia. O la de ella.
Campbell rechinó los dientes. —Por eso debemos cazar a Northfield primero.
—O utilizarlo en nuestro beneficio—, replicó Angus. —¿Has considerado...?
—No empieces, papá.
—Ella sería una buena esposa, hijo.
—Maldito infierno.
—¿Casarse con Teversham? Maldito desperdicio—. Angus bebió lo último de
su whisky. —¿Casarse contigo? Será mejor que Northfield se mida para un ataúd.
Campbell estaba a punto de responder cuando entró Clarissa, sonrojada y
chispeante. Él se puso en pie junto con todos los demás hombres de la sala.
Hoy vestía de azul, lana azul marino con adornos de color azul más oscuro
en las muñecas y el escote. El chal que le rodeaba los hombros lo había
confeccionado con uno de sus plaids. El suave tartán gris le había gustado tanto
que él la había sorprendido frotándolo contra su mejilla. ¿Cómo podía no
ofrecérselo?
A lo lejos, notó que Fergus aún la seguía, aunque ella seguía ignorándolo.
Pobre bestia enamorada.
Kate y la señora MacBean entraron detrás de ella, pero él no podía apartar los
ojos de Clarissa. Últimamente, ella parecía... más ligera. Sus ojos brillaban de
emoción al saludar a su padre y a Rannoch. Luego, se centró en él, y toda la
habitación se desvaneció en el silencio y el estruendo. Sólo estaba ella, profunda
como el agua azul, suave como el vellón de un cordero, bonita como la bruma en
una rosa recién florecida.
Así de fácil, el nudo venenoso y rabioso de su pecho se disolvió. El whisky no
lo había hecho. Ver a sus hermanos no lo había hecho. Pero una mirada a ella, y
su mundo se arregló.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Le he pedido a Abigail que prepare tu postre favorito—, dijo ella,


acercándose y apoyando su mano junto a la de él en el respaldo de su silla. —No
hay bayas en esta época del año, por supuesto, así que sugerí usar mermelada.
Kate trajo un tarro de Rowan House. Es de frambuesa.
Las frambuesas eran sus favoritas.
Ella le sonrió. Por Dios, brillaba como la luna. —Tu hermana también trajo su
pan. Si te vas de esta mesa con hambre, Campbell MacPherson, no tendré la
culpa. He hecho todo lo que podía hacer—. Le arrancó un trozo de paja de la
manga y le alisó la lana. —Veo que has vuelto a visitar a las vacas.
Él gruñó. —Es la temporada de partos. Hemos estado dando al redil alimento
suplementario—. Una pausa. —Podrías acompañarme mañana si quieres.
—Hmm.— Más roce de su manga. —Sus cuernos son tan puntiagudos.
—Sí.
—Y están cegados por ese flequillo tan largo.
Una sonrisa tiró contra su voluntad. Sus excusas eran tan débiles que él podía
ver a través de ellas. —Ayer dijiste que su tamaño te asustaba.
—Bueno, sí—. Bajó las pestañas. Sus mejillas se tiñeron de rosa. —El tamaño
puede ser abrumador.
—Antes de eso, dijiste que las vacas de las Highlands ofenden tu sentido del
olfato.
—Una queja que mantengo.
—Y antes de eso, dijiste que las encontrabas poco interesantes porque las
vacas son vacas, con o sin pelo largo.
—Si has olido una vaca, las has olido todas.
—Clarissa.
Ella suspiró. —¿No podemos acordar que soy una remilgada señorita inglesa
más adecuada para servir el té en el salón?
Él estaría de acuerdo si no la hubiera sorprendido mirando con nostalgia al
ternero de tres semanas al que había apodado Mantequilla. Miró hacia el rincón
donde Fergus yacía despatarrado, esperando que cierta muchacha inglesa le
soltara una migaja de afecto. Fergus no solía perder el tiempo con los humanos
que lo despreciaban, no cuando tenía un gran número de muchachos dispuestos
a jugar o a llevarlo de paseo.
No, Clarissa Meadows estaba lejos de ser una señorita inglesa distante y
mimada. Evidentemente, luchaba contra sus propios instintos de protección para
mantener las distancias con Fergus y las vacas. Él podía adivinar la razón: ya
había perdido un compañero y temía perder más.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—No debes tener miedo, muchacha.


Sus ojos azules se ablandaron en ternura. —Contigo, casi lo creo.
Un destello de color rojo-naranja brillante captó su atención. Se giró para ver
a su hermana, Annie, entrando junto a su esposo, John Huxley. Los acompañaba
una muy mejorada Lady Darnham, que lo saludó calurosamente y apartó a
Clarissa para hablar con Kate.
Annie se adelantó para colocar una cesta de pan en la mesa y un beso en su
mejilla. —La próxima vez, no esperes tanto para invitarnos a una visita. No
podemos tenerte deseando de mi pan, gran ermitaño.
Campbell sonrió. —No tenías que hacer esto, hermana, pero te lo agradezco.
Apoyando una mano en su vientre de embarazada y la otra en el brazo de
John, resopló. —Me dio algo que hacer aparte de quejarme de mi espalda y mis
pies gordos—. Sonrió a su esposo. —No te preocupes, inglés. He guardado algo
de pan para ti.
La mano de John se deslizó sobre la suya en su vientre. —Hmm. Tendré eso
más tarde, amor. Quizás con un poco de tu salsa de cebolla.
—Tendrás que persuadirme si crees que me voy a esconder en la cocina para
satisfacer tus antojos.
—Afortunadamente, tengo talento para la persuasión.
Huxley era un apuesto inglés -hijo de un conde y hombre rico por derecho
propio- que se había ganado la admiración de Annie mientras se entrenaba para
competir en los Juegos de las Highlands. Era un buen hombre que cuidaba bien
de la hermana pequeña de Campbell.
Pero, en ese momento, la visión de la mano del inglés sobre el bebé que había
ayudado a crear hizo que una púa oxidada atravesara el pecho de Campbell. Su
alegría mutua era palpable. ¿Cuánto más encontrarían al nacer el bebé?
Annie se dirigió a la cocina mientras John saludaba al padre y a los hermanos
de Campbell.
Justo en ese momento, sonaron otras dos voces masculinas desde el pasillo.
Daniel entró primero, llevando un fino abrigo gris y un sombrero de copa. Detrás
de él se paseaba un inesperado -y profundamente inoportuno- recién llegado.
Rubio. Esbelto. Apuesto y refinado.
Teversham.
A la púa oxidada de antes le salieron garras y dientes.
Teversham observó el comedor, con una sonrisa brillante, cuando se fijó en
Clarissa. Desde el rincón donde ella y Kate reían con Lady Darnham, la oyó
jadear. Luego, murmuró: —¿Francis?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Los puños de Campbell se cerraron con fuerza. Sus tripas se apretaron más.
Ella se precipitó hacia delante y se lanzó a los brazos del otro hombre.
Teversham la levantó, y la hizo girar.
Un rojo tan oscuro que era negro se entrometió en la visión de Campbell. Unos
violentos impulsos se astillaron en él. Sus músculos se contrajeron. Ardieron.
Debes controlarlo, pensó. No debes dejar que la rabia gane.
Rápidamente, se excusó y escapó al exterior. Fergus lo siguió, abandonando
por fin su desesperada obsesión.
Ojalá Campbell pudiera hacer lo mismo.
Salió al patio más allá del granero, sin importarle el aguacero. Respirar lo
ayudaba, pero sólo al principio. Apoyó una mano en la pared del granero. Esperó
hasta que el rojo desapareció. Hasta que pudo pensar.
Sólo entonces se dio cuenta de que no estaba solo. Bajo un pino solitario,
encontró a Alexander con el ceño fruncido hacia las colinas del oeste. Su hermano
se llevó una botella a los labios y bebió profundamente.
—Ten cuidado de no embriagarte—, murmuró Campbell, uniéndose a él bajo
las ramas goteantes.
Alexander gruñó y se pasó una mano por el pelo negro y demasiado largo. —
Hay pocas posibilidades de que eso ocurra.
Normalmente, se necesitaba una gran cantidad de whisky para que
cualquiera de los MacPherson cayera en la embriaguez. Su tamaño se encargaba
de ello. Pero Alexander había perdido mucho músculo durante su recuperación.
También había perdido la apariencia civilizada que había tenido antes, que para
empezar había sido escasa.
—No quise insultarte antes—, dijo Campbell. —Eres el mejor rastreador de
todos nosotros, y te lo agradezco. Pero no deberías haberte esforzado tanto.
Él dio otro trago y una mirada oblicua. —Tenía una buena razón.
Campbell frunció el ceño en forma de pregunta.
Alexander suspiró. —Ha estado matando ganado, Cam.
La alarma se deslizó por su columna. —¿Dónde?
—Al norte de la cantera. Dos de las vacas de Broderick. Unas cuantas ovejas
de Jamie MacDonnell.
—Estás seguro.
La mirada de Alexander era sombría. —Sí. Les dispararon a distancia y luego
las descuartizaron en el lugar. Las dejaron para que las encontráramos.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La sangre de Campbell se enfrió. Quizás eso explicaba la herida que había


matado a una de sus vacas semanas atrás. El pinchazo cerca de su columna había
parecido extraño. —Cristo en la cruz.
—Es un loco de remate. Pero meticuloso—. Alexander sacudió la cabeza y
bebió otro trago. —Huxley dijo que Northfield pasó gran parte de su juventud
cazando animales grandes en la India y África. También en América. Sabe mucho
más que el inglés promedio, eso te lo aseguro.
—¿Qué encontraste en el campamento?
Alexander le ofreció la botella. —Toma. La necesitarás.
Campbell maldijo y la apartó. —Dime.
—Una camisola de muchacha, de lino fino. Un mechón de pelo, rubio. Un par
de medias de seda con rosas pequeñas.
El sonido se apagó lentamente bajo un estruendo. El rojo volvió a teñir su
visión. —De ella—, gruñó él.
—Sí, eso supuse—. La expresión de Alexander era salvaje. —Mejor mantén a
tu muchacha cerca, Cam. Si Northfield le pone las manos encima, no le irá bien.
No se molestó en corregir la referencia de Alexander hacia Clarissa como su
muchacha. No lo era. Pero ahora mismo, eso importaba tanto como la
quincuagésima gota de un diluvio. —Debo encontrarlo.
—Sí. Huxley dijo que los Northfields vendrían a buscarte una vez que lo
hubieses matado. Le dije que no te importaría una mierda. Él está acabado.
Campbell trató de concentrarse en Fergus, que caminaba bajo la lluvia. Cada
vez que parpadeaba, una imagen de Clarissa se formaba en la oscuridad. Su
hermoso cabello extendido sobre las mantas. Sus hermosos ojos vacíos. Su cuerpo
devastado. Tenía ganas de vomitar. Quería arrancar la cabeza de Northfield de
sus hombros con nada más que sus manos. La sed de sangre se sentía extraña y
cruda, pero correcta.
—Teversham ha vuelto—, murmuró.
Alexander se calmó. —¿En verdad?
—Sí.
Él gruñó y bebió un trago. —Sé lo que estás pensando—. Señaló con la botella.
—¿Por qué casarse con la muchacha cuando puedes eliminar su problema y
volver a vivir como un santo mártir? No quieres reclamar lo que es tuyo,
¿verdad? Podría hacerte feliz. Podría poner fin a este maldito sacrificio de una
existencia que has establecido para ti.
La lluvia caía con más fuerza. Él debería haber llevado un sombrero.
—Pero ahí está el problema. Siempre has sido demasiado honorable.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Campbell sacudió la cabeza. Era la discusión más antigua. —Y tú siempre has


sido demasiado malditamente insensible.
Una leve sonrisa curvó una esquina de la boca de Alexander. —Te prestaré
un poco de mi insensibilidad si eso te ayuda a entrar en razón. Dios, hermano.
Ella lleva casi un mes viviendo aquí sin compañía. Si quiere casarse, tiene dos
opciones. Tú eres la mejor.
—Ella ya hizo su elección.
—Porque no le has dado otra. Apuesto a que ni siquiera la has besado.
—Déjalo ya.
Alexander se rió. —Dulce, bonita muchacha. De noble linaje. Ella y
Teversham son tan guapos como la luz del sol. Piensa en los hijos que tendrán.
La negrura contra la que había estado luchando se ancló profundamente. Se
encendió. Floreció explosivamente caliente hasta que temió lo que podría hacer.
Tenía que cerrarle la boca a su hermano. Alexander lo estaba provocando, lo
sabía. Pero saberlo no importaba. Funcionó.
Giró hasta que su nariz estuvo a centímetros de la de Alexander. —No estás
en condiciones de jugar a este juego conmigo—, advirtió en voz baja. —Te
sugiero que cierres la boca.
La demacrada sonrisa de su hermano hizo que su temperamento flaqueara.
—¿O qué? ¿La robarás para ti? No. Eres demasiado cobarde.
—Tú, maldito canalla...
—Siempre me han gustado las chicas rubias. Incluso Teversham no debería
tener problemas para acostarse con ella. ¿Crees que sus hijos tendrán...?
—¡Cierra tu jodida boca, Alexander!— Su rugido resonó como el grito
enloquecido de una gran bestia. Su puño golpeó el árbol al lado de la cabeza de
su hermano con una fuerza quebradiza. —¡Ella es mía! ¿Entiendes? Ella no le
pertenece a él.
—Sí, lo sé. Todos lo sabemos.
—¡Habla de ella otra vez, y romperé cada parte de ti que aún funcione!
—Ofrécele matrimonio. Dale a elegir.
Él se estremeció como una pared de fuego. —No puedo.
—La fiebre ya te ha robado bastante. No dejes que te quite todo.
—No puedo—, repitió, retrocediendo. Sus pulmones pesaban como un fuelle.
—No puedo hacerle eso.
—Si se casa con Teversham, ella puede quedarse sin hijos, de todos modos—
. La sonrisa cínica de Alexander era demasiado cómplice. —Tal vez sea eso con
lo que cuentas, ¿eh? ¿Que él la mantendrá casta? Sí, así podrás consolarte de que

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

has hecho el santo sacrificio y ella sigue siendo tuya, de alguna manera. ¿Cuándo
lucharás por lo que es tuyo, hermano?— Él señaló hacia la casa. —¿Crees que Isla
querría que vivieras así? Solo en una casa vacía. Sin más compañía que la de
Fergus. Es una maldita desgracia.
Esto era un tormento. Quería golpear a su propio hermano hasta que dejara
de hablar. Hasta que el maldito mundo dejara de arder como los fuegos del
infierno.
La mirada negra de Alexander lo abrasó. —Papá insiste en que debemos ser
pacientes. Dice que el duelo lleva más tiempo para algunos. Pero han pasado
dieciséis años. Ya te has castigado a ti mismo sin una buena razón durante mucho
tiempo.
—No se trata de eso.
—¿No? ¿Cuánto tiempo se resistió Broderick a Kate cuando ella exigió que se
casaran?
Él apretó los dientes. Broderick había quedado marcado, dañado y vengativo
cuando conoció a Kate el otoño pasado. Aun así, se había resistido a ella durante
diez minutos antes de aceptar la boda. Él había estaba furioso. Le preocupaba
que su enemigo la tuviera como objetivo, y tenía razón en preocuparse. Pero eso
no le había impedido reclamar su derecho.
—Bien—, murmuró Alexander. —Ahora, toma tus ideas estúpidas y
pretenciosas sobre lo que Clarissa se merece y lo que no, y añádelas al montón
de mierda que hay en el retrete. Porque ahí es donde deben estar.
—No soy Broderick.
—No. Broderick tiene más sentido común.
—No sabes...
La risa de Alexander era amarga. —Sé que, si la muchacha que quiero más
que el aire y el whisky estuviera durmiendo bajo mi techo, haría lo que fuera para
mantenerla allí, sin importar el honor—. Terminó la botella y se alejó del árbol.
—Te sugiero que hagas lo mismo antes de que sea demasiado tarde.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Diez
Clarissa había calculado mal la enormidad de planificar esta cena. Por un lado,
cinco hombres MacPherson, junto con John Huxley, de uno ochenta, no cabrían
cómodamente en el pequeño comedor de Campbell, al menos no sin sentar a las
mujeres en su regazo.
Entonces, Francis regresó y aumentó su número.
Oh, cómo se alegró de volver a ver su bello rostro. Ella le habló durante largos
minutos, acribillándolo a preguntas.
—Cuéntamelo todo—, le pidió sin aliento. —¿Cómo has llegado tan rápido?
¿Cómo fue tu viaje desde Yorkshire? ¿Cómo está George? ¿Lo has traído contigo?
¡Oh! Y tu madre. ¿Ella... por qué te ríes?
Él se rió y le besó la frente. —Veamos. Esta vez he optado por un carruaje más
ligero. Acorté mi viaje considerablemente. Lo dejé en Rowan House y vine aquí
a caballo, una elección de la que me arrepiento profundamente. Puede que me
hayan salido branquias. George está bastante bien. Se quedó para cuidar a mamá,
que ha mejorado notablemente desde que enviudó—. Sonrió con afecto. —Como
habías previsto.
Kate interrumpió para abrazar a Francis, y los tres charlaron largamente.
Luego, mientras Kate lo obsequiaba con informes sobre la novela que estaba
escribiendo, Clarissa echó un vistazo a la habitación, buscando a Campbell.
Siempre lo buscaba. Siempre ansiaba ver su rostro entrañablemente feroz. A
veces, sospechaba que le había tomado un poco de cariño. Pero nunca podría
igualar el cariño que ella sentía por él.
El hombre era como el licor en sus venas. Caliente. Intoxicante. Ahora, ella
deseaba otro trago, pero él había desaparecido.
Cuando miró a su alrededor, pudo adivinar por qué. El pequeño comedor
estaba lleno de demasiada gente. Rápidamente, reclutó a los hombres para que
llevaran la mesa del comedor a la sala principal. Ella y las otras mujeres vistieron
la mesa y luego acomodaron las sillas.
Un rato después, por fin estaba satisfecha y, a instancias de la abuela, se sentó
unos minutos para tomar un poco de sidra y charlar con sus invitados. A su
derecha estaban sentadas la abuela, Magdalene, Kate y Annie, que discutían
sobre el mejor remedio para la mala digestión durante el final del embarazo.
Según decían, menos salsa y más raíz de jengibre eran —medidas que sólo una

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

pura tonta consideraría suficientes—. Clarissa se preguntaba si Annie era


consciente de que, al casarse con un varón Huxley, se había comprometido a
tener muchos, muchos bebés que requerirían muchas, muchas noches de té de
raíz de jengibre. Los Huxley eran, como le gustaba decir a Kate, prolíficos.
Clarissa suspiró. ¿Dónde estaba Campbell? La cena estaría lista pronto.
Cerca de la ventana, Huxley, Francis y Rannoch hablaban de la floreciente
industria naval en el río Clyde, cerca de Glasgow.
A su izquierda, Angus y la señora MacBean libraban una guerra de hechos
opuestos. Clarissa no podía decidir quién ganaba.
—Puras tonterías, vieja tonta—, refunfuñó Angus. —Tengo cinco hijos, no
seis. Esta casa nunca se quemó. Fue abandonada después de que el viejo Rob
Robertson se metiera con el toro equivocado.
—¿Toro? Och, ese prefería las ovejas—. La Señora MacBean sacudió la cabeza.
—Algunos hombres no pueden evitarlo. Y algunas ovejas pueden.
Angus gruñó. —En cualquier caso, el lugar estaba en ruinas antes de que
Campbell tomara posesión, pero no hubo ningún incendio. Y por última vez, no
puede usted simplemente reclamar mi burro como propio. Bill me pertenece.
Al inclinar el cuello, la Señora MacBean le dirigió un parpadeo fuera de ritmo.
—A él le gusta mi compañía.
—¿Cómo lo sabe?
—Él me lo dijo. En los viajes largos, charlamos mucho—. Ella olfateó. —Sí, un
tipo hablador. También es gaseoso. ¿Le estás dando de comer nabos? Creo que
no le sientan bien.
Angus suspiró y se frotó la rodilla. —Está usted loca como un sombrerero
borracho, Señora MacBean. Pero hace un buen linimento.
Ella dio otro parpadeo. Luego, una lenta sonrisa. —Es lo menos que puedo
hacer por ti y tu familia. ¿Dónde estaría yo si Campbell y Broderick no hubieran
reparado mi casa? ¿O si Annie no me alimentara dos veces por semana? Por no
hablar de las “consultas” de Alexander sobre su bonita novia o de los preventivos
de la fertilidad que Rannoch compra en entregas regulares a granel—. Chasqueó
la lengua. —Si no fuera por los MacPherson, me estaría muriendo de hambre bajo
la lluvia, vendiendo preventivos de fertilidad y linimento a extraños. No, esto es
mejor. Eres un buen hombre, Angus MacPherson. Tus seis hijos te honran.
—Por el amor de Dios.— Se pasó una mano por la cara en un gesto que a
Clarissa le resultaba familiar. Había visto a Campbell hacerlo a menudo, sobre
todo cuando había dicho algo indecente por accidente. —Cinco. Tengo cinco hijos,
mujer. Y Alexander no tiene novia.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Aún. A decir verdad, al muchacho le vendría bien el consejo de un padre.


No heredó la vista de su madre como otros—. Ella exhaló un suspiro con los ojos
muy abiertos. —Hablando de padres—. La mirada de la mujer se desvió de
repente hacia Clarissa. —¿Ya has puesto en práctica ese encanto, muchacha?
Clarissa se quedó helada. Sólo había seguido a medias su disparatada
conversación y no le apetecía explicar al padre de Campbell los amuletos de
fertilidad en forma de cabra. Por suerte, Alexander eligió ese momento para
volver, empapado y con el ceño fruncido. Se levantó y se acercó a él. —Disculpe,
señora MacBean. Señor MacPherson. Debo comprobar la cena.
—No esperes—, dijo la mujer tras ella. —El tiempo es precioso, ahora.
Aliviada por haber escapado, se acercó a Alexander con precaución. A
menudo le recordaba a un animal herido, gruñendo y a la defensiva. Pero
también lo había visto controlar su temperamento para hablarle amablemente a
la abuela. Sabía que él había pagado las dos últimas entregas de medicinas de
Magdalene, una compra nada módica. Y que casi había muerto intentando salvar
la vida de Kate después de que ésta fuera secuestrada.
Y lo que es más importante, probablemente sabía dónde había ido Campbell.
Y si los olores del pan, la cebolla y el venado eran un indicio, Campbell estaba a
punto de perderse la cena.
Ella no podía permitirlo. Esta comida había sido para él. Él necesitaba a su
familia, y ella necesitaba una manera de agradecerle. Ninguna de sus medidas
actuales parecía suficiente. No había dicho nada sobre las cortinas, ni sobre los
muebles o las flores. No parecía haberse dado cuenta de que ella había pedido a
los muchachos que encendieran el fuego de su alcoba una hora antes cada noche,
o que había pedido a Abigail que preparara pasteles de carne adicionales para
que los hombres se los llevaran cada mañana.
No, él estaba demasiado ocupado entrenándola. Como un poseso, insistió en
que ella aprendiera todo, desde las maniobras evasivas a corta distancia hasta
“apuñalar correctamente a un hombre en el riñón” para que no pudiera “hacer
nada más que sangrar y llorar por su madre”. Lo primero le parecía similar a
bailar. Probablemente era el único tipo de baile que haría con Campbell
MacPherson, así que no se había opuesto. El apuñalamiento, en cambio, la había
hecho anhelar el regreso del entrenamiento con armas de fuego. Los cuchillos
eran un asunto incierto.
Alexander frunció el ceño cuando ella se acercó al pasillo donde lo encontró
empapado. Se pasó una mano por el pelo largo. —Señorita Meadows.
Fergus, se dio cuenta, había entrado detrás de él. También estaba mojado.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Evitando la mirada del perro, empezó a preguntarle dónde había ido


Campbell, pero Alexander respondió primero. —Él está de pie bajo el árbol
detrás del granero—. Una sutil sonrisa formó una curva sardónica. —Cuidado
con la lluvia. Ha llegado una tormenta.
De camino a la cocina, ella recogió su capa y preguntó por la cena. —Un
cuarto de hora más o menos, señorita—, respondió Abigail, secándose la frente
con una toalla y dedicándole a Clarissa una sonrisa tranquilizadora. —Es bueno
que Lady Huxley haya traído tantos panes, si no se retrasaría.
Clarissa apenas registró la respuesta de la criada, tan ansiosa estaba por
encontrar a Campbell.
Llevaba semanas así: el anhelo de estar cerca de él, de oír su voz profunda y
sentir sus brazos alrededor de ella, aunque sólo fuera para entrenar. Hacía dos
días, se habían sentado juntos junto al arroyo. Ella estaba nerviosa, como solía
estarlo con él. Como era de esperar, había charlado sobre temas aleatorios: la
recuperación de su abuela de su enfermedad, la desorientación que le producía
que unos caballeros que la habían ignorado durante años la miraran de repente
con interés. Contó su mejor recuerdo de sus padres, un viaje en barco que terminó
con un remo perdido, su padre nadando y los tres riendo hasta que les dolía la
barriga. Le había explicado por qué la piña era la fruta perfecta y el satén era
demasiado delicado para viajar y que ser regordeta era como ser invisible.
Él no había hablado mucho. Sólo había escuchado.
Cuando ella se disculpó por su parloteo, él le dirigió una mirada penetrante
y dijo: —Me gusta bastante tu charla, muchacha. Aunque te equivocas con la
piña. Las frambuesas son superiores.
Pasaron otros cinco minutos debatiendo si las bayas contaban como fruta o
merecían su propia categoría.
Era una tontería. Y una encantadora.
Cielos, ¿cómo se las arreglaría ella cuando tuviera que dejarlo? El principio
de la pena se le atascó en la garganta. Se lo sacudió mientras salía al jardín trasero.
La lluvia caía a cántaros. Tomando aire, se levantó la capucha y se apresuró a
atravesar el chaparrón.
Lo encontró apoyado en el tronco del pino. Un brazo apoyado en una rama
por encima de él. El pelo oscuro goteaba sobre el cuello de su abrigo. Una
mandíbula dura pulsaba mientras apretaba los dientes. No la miraba.
—Vuelve a entrar, Clarissa—, dijo en voz baja y siniestra.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella se detuvo a varios metros de distancia. El estómago se le revolvió.


Aquellos enormes hombros vibraban de tensión. —La cena está casi lista—, dijo
ella. —¿No quieres entrar conmigo?
—Ahora no—. Eso fue un gruñido.
Con cuidado, rodeó el árbol para ver mejor su rostro. —¿Discutiste con
Alexander?
No hubo respuesta.
Ella se acercó más. —Seguro que está de mal humor, ya sabes. Magdalene dijo
que tiene mucho dolor. No debes tomarte a pecho su carácter desagradable...
—No me expliques cómo es mi hermano. Lo conozco mejor que la mayoría.
Tú no lo conoces en absoluto.
La furia que había detrás de sus palabras la sorprendió. —Bueno, yo... viví en
la misma casa con él durante un tiempo. Me atrevo a decir que nos conocemos.
Esto pareció enfurecerlo aún más. —Cierra la boca, mujer. Vuelve adentro.
Su propio temperamento se disparó. No, ella no se quedaría callada. Y no, no
se iría hasta que él recuperara su civismo. —¿Qué demonios te pasa?— Ella se
adelantó para estar frente a frente con él. —He pasado tres días planeando esta
cena. Abigail ha estado cocinando toda la mañana. Daniel se despertó temprano
para conseguir pescado fresco. Francis vino hasta aquí...
De repente, él giró, presionando la espalda de ella contra el árbol y
abrazándola con sus poderosos brazos. Ella jadeó. Sus ojos brillaron negros como
una tormenta. Una carga caliente recorrió su piel.
—Mantén su nombre fuera de tu boca—, gruñó él.
Ella perdió el aliento. No pudo hablar. Nunca había visto a Campbell así. Su
piel se tensaba sobre sus huesos. Una vena palpitaba cerca de su sien. Las líneas
de su cuello estaban tensas. Y él la miraba como si estuviera famélico y ella fuera
un festín de frambuesas.
—Nuestro acuerdo era que harías lo que se te dijera—, dijo. —Así que,
intentémoslo de nuevo. Vuelve. Adentro.
Le tomó tres respiraciones responder. —No.
—Clarissa.
—No tienes derecho a hablarme así. He hecho todo lo que me has pedido. Y
más—. Su garganta se apretó en un hilo. —No es que te hayas dado cuenta.
—Te dije que nunca salieras de casa sin un hombre a tu lado—. La mirada de
él recorrió su rostro. Su enorme cuerpo la protegía y la amenazaba al mismo
tiempo. —Sin embargo, aquí estás.
—Sí. Contigo.

125
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Sí. Conmigo.
Su pecho se agarrotó cuando la pena que creía haber manejado se hinchó. —
Pronto, no lo estaré. Te sentirás aliviado, estoy seguro.
Hubo un largo silencio. —Teversham es un hombre afortunado—. Sus
palabras no coincidían con su tono. De hecho, ella apostaría a que las piedras de
molino molían la grava con menos resentimiento.
De nuevo, ella se enfureció. La expresión de él era torturada. ¿Era ella un
guijarro en su bota? ¿Estaba tan ansioso por entregarla a otro hombre? Tal vez lo
estaba. Y quizás ella debía dejarlo seguir creyendo que eso era lo que estaba
haciendo. Campbell no la quería; la compadecía. Ella debía cortar los lazos y
mantener su dignidad. Dejar que él se enterara de la verdad cuando ella se
hubiera ido.
Sus dedos ajustaron su capucha para proteger mejor su rostro. Su cuerpo
rodeó el de ella con calor. Pero él estaba empapado, sus cejas goteaban, sus labios
estaban cubiertos de agua de lluvia. Y la miró como si la odiara con la más negra
pasión.
—Francis y yo nos iremos en una semana—, dijo ella con firmeza. —Sus tareas
de guardián están llegando a su fin. Gracias por su hospitalidad, Señor
MacPherson. Si consigo fondos suficientes, intentaré reembolsarle los gastos.
Un sonido bajo y ominoso retumbó en su pecho. —No te atrevas a enviarme
el dinero de Teversham.
Ella frunció el ceño. —No pretendo...
—Él no puede protegerte como yo. No hay ninguna maldita comparación.
—No, yo...
—Es rico, sí. Tiene un título. Pero nunca te deseará.
Ella no entendía lo que estaba pasando. Ella había pensado que al menos
habían establecido una especie de amistad. ¿Estaba tratando de herirla? —Lo sé.
—¿Estás dispuesta a acostarte con él? Es la única manera de darle un
heredero.
Su cabeza se tambaleó hacia atrás. —¿Qué te importa? Tú tampoco me deseas.
—Contéstame—, gruñó él. —¿Te acostarás con él?
—¡No!— Ella le empujó el pecho, pero el maldito gigante no se movió ni un
centímetro. —He decidido no casarme, así que no será necesario.
Los ojos de él ardieron. Su ceño se frunció. —¿Qué demonios estás diciendo?
—Él ha venido a escoltarnos a mí y a la abuela de vuelta a Inglaterra.
Contratará hombres para nuestra protección. Nos ayudará a lidiar con
Northfield. Pero no vamos a casarnos—. Respiró entrecortadamente. —Después

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

de hablar con la abuela y mantener correspondencia con Francis, me di cuenta de


que no puedo arriesgar su seguridad por la mía...
—Debes casarte, mujer tonta.
Ella levantó la barbilla. —De nuevo, Señor MacPherson, no veo cómo eso le
concierne.
—Te casarás conmigo. Así es como me concierne.
El constante silbido de la lluvia debió obstruir su oído. Creyó que había dicho:
“Te casarás conmigo”. Qué absurdo. Obviamente, él quiso decir algo diferente.
O ella había escuchado mal.
—¿Perdón?
—Lo anunciaremos hoy y nos casaremos mañana. El ministro tiene un
desagradable hábito de juego. Lo sobornaré para que falsifique las
amonestaciones. Nadie se opondrá. Papá se encargará de ello.
Ella cerró brevemente los ojos y sacudió la cabeza para despejar la confusión.
Pero no, él llevaba la misma expresión feroz, aunque ahora era calculadora y
estaba bordeada de una peculiar satisfacción.
—¿Qué... yo no... estás...?
—Podríamos casarnos directamente. Solo los votos son suficientes aquí en
Escocia. Pero como eres inglesa, creo que una ceremonia adecuada complacerá a
tu abuela y resolverá el asunto con mayor firmeza.
—El asunto.
—Sí.
—Del matrimonio.
—De que seas mía—. Él frunció más el ceño. Se inclinó más cerca. —Quizá
hoy sea mejor.
Ella colocó sus manos en los duros y musculosos brazos de él. —Campbell.
—¿Sí?
—Realmente no quieres casarte conmigo. ¿Por qué te ofreces?
Por un momento, algo intensamente oscuro brilló en sus ojos. Antes de que
ella pudiera decidir lo que era, él bajó su mirada a su boca. —Necesitas un esposo.
Un protector.
La decepción la golpeó, cruda y dolorosa. Siempre había odiado la
compasión.
—Y tú serás una buena esposa.
Ella intentó sonreír, pero no lo consiguió. —¿Lo crees?
—Tienes buena mano con la aguja.
—Bien.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Las cortinas son bonitas.


Inclinó su cabeza hacia adelante. —No necesitas casarte conmigo para
quedarte con ellas. Fueron un regalo.
Se hizo el silencio, cubierto por la lluvia. La respiración de él parecía agitada.
Un poco acelerada.
Tal vez estaba luchando con su conciencia, dudando de dejarla sin protección,
pero lejos de querer encadenarse a ella para siempre. Ella debía ofrecerle una
salida. Uno de ellos tenía que ser sensato.
—Nos casaremos mañana—, murmuró él. —Puedo esperar. Es sólo un día.
Ella levantó la barbilla. Se encontró con su mirada. —Le agradezco la oferta,
Señor MacPherson. Pero me temo que debo rechazarla.
La nariz de él se ensanchó. Un pequeño músculo de su frente se crispó. —
No—, respiró. —Tú estarás de acuerdo.
Ella arqueó una ceja. —¿Lo estaré, en verdad?
—Sí.
—Basta de esto—. Su ira aumentó, su temperamento estalló. —Estoy
totalmente cansada de ser una desdichada patética.
Él frunció el ceño. —¿Quién ha dicho algo así?
—¡Tú!— Ella lo empujó de nuevo, y una vez más, él no se movió. —Suéltame.
—No.
Ella empujó más fuerte. —Me niego a convertirte en un objetivo más de lo que
ya eres. Y ciertamente no me casaré con un hombre que me compadece. Prefiero
estar sola.
—No seas tonta. Northfield...
Un gruñido de pura frustración brotó de ella. —¡Maldito Northfield! Está
controlando cada uno de mis movimientos. Cada pensamiento. Incluso mis
pesadillas—. Reprimió un sollozo. —Prefiero correr a sus brazos y encontrarme
con mi muerte que soportar otro momento...
La mano de él le agarró la nuca. Los ojos oscuros brillaron al rojo vivo. —Esto
es lo que harás, en lugar de eso... lo que yo te diga. ¿Me entiendes, maldita sea?
¿Me estás escuchando?
El pecho de ella se apretó hasta que no pudo respirar. Todo lo que había
estado soportando la quebró de repente. —No lo entiendes—, susurró. —No
puedo casarme contigo. No puedo arriesgarme.
Una tortuosa agonía cruzó las facciones de él durante un brevísimo segundo.
Su mano se tensó. Su cuerpo se cerró sobre el de ella, aplastándola contra el árbol.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Harás lo que yo te diga—, repitió. —Serás mi esposa. Y cuando seas mía,


Northfield no será una molestia. Nunca más tendrás que pensar en él.
Ella miró sus labios mojados por la lluvia. El calor invadió su vientre. Las
yemas de sus dedos se clavaron en los gruesos músculos de su pecho. La ira y la
desesperación se transformaron en algo más caliente, más profundo. Se tensó y
se enroscó en su interior. —No me deseas, Campbell. No para siempre. Esto es
una locura.
—Lo que quiero no significa nada. Necesitas un esposo. Un hombre que haga
lo que debe hacerse—. Él gruñó su frustración, presionando más cerca.
Respiraciones calientes jadeaban entre ellos. —Un hombre que te mantenga a
salvo. Que te dé un hogar. Que cuide de ti y de tu abuela.
—Rechacé la oferta de Francis con esas mismas condiciones. ¿Qué te hace
pensar que te aceptaré a ti en su lugar?
—Porque me deseas muchísimo.
La verdad, dicha en términos tan crudos, la golpeó como un puño. Ella jadeó
ante el impacto.
Él bajó la cabeza, con el pelo chorreando y los ojos como un caldero. —No
puedes negarlo, muchacha.
—No—, confesó ella, con el corazón roto. —Nunca he podido.
—Entonces, harás lo que yo diga—. Su voz no era más que grava. —
Tendremos la boda mañana. Y cuando el sacerdote te pregunte si me aceptas
como tu esposo, dirás que sí. Y cuando se haya hecho, y todo el mundo se haya
ido, me tomarás como tu hombre de verdad.
Dios, cómo lo ansiaba. Incluso ahora, con su orgullo destrozado, deseaba su
boca sobre la suya. El calor de su cuerpo, la fuerza de sus manos, su tamaño y su
peso contra ella la hacían débil.
Él era su debilidad. Desde el momento en que lo había visto por primera vez,
apoyado en la puerta del salón de Rowan House, con el aspecto de un dios
guerrero con la disciplina tranquila de un monje, se había sentido perdida.
¿Podría ella alejarse? Debería hacerlo. Nada bueno podía salir de un matrimonio
construido sobre un deber apresurado y equivocado.
Pero él tenía razón. Un esposo resolvería muchos problemas. Y si le hubieran
preguntado a quién quería por encima de todos los demás hombres, sólo habría
habido una respuesta.
Sólo una.
A él.
—No puedo dejar que hagas esto, Campbell—, susurró. —No lo haré...

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Un gruñido retumbante se liberó. Sus ojos brillaron con una intención feroz.
Su boca descendió para golpear la de ella.
Una sensación chisporroteó en sus labios, enfriada por la lluvia y calentada
por su beso.
Ella jadeó. Sus dedos se aferraron a la lana de su abrigo. Una ardiente lujuria
se apoderó de su vientre y endureció la punta de sus pechos. —¿Qué estás
haciendo?
—Tentándote.
Él volvió a inclinar la cabeza, tomando su boca con la suya. Los labios fríos se
deslizaron. Se inclinaron. Encajaron y acariciaron.
Oh, cielos. Había soñado con besarlo tantas veces, cientos de veces. Pero
nunca había imaginado esto. La combustión instantánea. Las rodillas gelificadas
y los pechos doloridos y el deseo absoluto de explorar su boca con la lengua.
Entonces, él abrió su boca con la suya. Y todo desapareció. La lluvia. El frío.
Los pensamientos de la cena o la pena o el orgullo.
Todo menos él.
El brazo de él se deslizó alrededor de su cintura, apretándola cada vez más
hasta que la enorme prueba de su lujuria se encajó entre ellos, presionando con
fuerza contra su vientre. Su lengua se deslizó hacia el interior para acariciar la de
ella. Su calor era un horno que la encendía aún más.
Ella se aferró a él para atraerlo más cerca. Levantando instintivamente su
muslo a lo largo del de él, se retorció para frotar las partes de él que más podían
aliviarla.
Los músculos de él se flexionaron y endurecieron. Él gimió y empujó sus
caderas hacia las de ella. El brazo de él la rodeó por la cintura, levantándola y
encajándola más contra el árbol.
Sus pies abandonaron el suelo. Ella se aferró y lo besó, devorando su boca con
un hambre insaciable. Su mano libre se deslizó desde su nuca hasta su pecho.
Ella gimió cuando la palma de su mano rozó su pezón. Un jadeo áspero y
brutal le agitó el pecho. Él separó su boca de la de ella para seguir besos
desesperados a lo largo de su cuello, hasta el borde de su vestido.
—Maldito infierno, mujer—, jadeó. —Me vuelves loco.
Tomando su poderosa mandíbula, ella tiró de su cabeza hasta que volvió a su
boca. Su piel estaba húmeda, su barba picaba contra sus dedos. —Más—, jadeó.
—Necesito más.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Todo el cuerpo de él se puso rígido. Quieto. Después de varias respiraciones,


se apartó, mirándola con una expresión cerrada. Cerrada, pero feroz. Decidida.
—¿Quieres más?
Ella se hundió contra la corteza. Necesitada. Anhelando. Fundiéndose en un
embrollo sin forma. —S-sí.
—Entonces te casarás conmigo—. Los ojos oscuros eran salvajes. —Di que lo
harás, Clarissa. Di las palabras.
Su cabeza rodó de un lado a otro.
El pulgar de él le acarició el pezón. Lo apretó.
El gemido de ella se quedó atrapado en su siguiente respiración. Ella se agarró
a su muñeca.
—Dilo. “Seré tu esposa, Campbell”. Habla con sinceridad, gràidheag5. Es una
promesa que ambos mantendremos.
Su debilidad. Él era su mayor debilidad.
—Campbell—, susurró ella. —Por favor.
Su frente bajó para apoyarse en la de ella. Sus labios acariciaron los de ella
perezosamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo y ella no se estuviera
muriendo de lujuria desenfrenada. —Es fácil—, murmuró él. —Di que sí. Tu
cuerpo necesita al mío.
Él mantuvo su pezón cautivo a través de las capas del vestido, el corsé y el
lino. El tortuoso placer de sus sutiles caricias la desarmaba. —Si estoy de acuerdo,
quiero...
—¿Sí? ¿Qué quieres?
—Quiero que me dejes tocarte. En todas partes.
Un gemido bajo resonó en el pecho de él. —Dios, muchacha.
Sus puños recogieron la lana húmeda y lo empujaron más cerca. —Quiero
besarte. A menudo.
Los hombros de él se agitaron mientras sus ojos se volvían negros.
Ella jadeó, empujando su pecho más firmemente en su mano. —Y debes
prometerme que bailarás conmigo al menos una vez. Cada año.
—Bien—, gruñó él con dureza. —Ahora, dilo.
—Sí.
—Otra vez—, gruñó. —Di mi nombre.
—Sí, Campbell.
—Serás mía. Mi esposa.

5
Significa cariño en gaélico.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Sí, seré tuya—. Sus ojos se cerraron. Ella se tragó todo, su orgullo, su
dignidad, su honor. Lo abandonó todo por su debilidad.
Sus ojos se abrieron.
Él era la cosa más hermosa que jamás había visto. Húmedo y salvaje. Un
hombre duro en un mundo duro que la miraba como si ella importara.
—Y tú serás mío—, susurró ella. —Mientras pueda mantenerte. Serás mío.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Once
La jovialidad de las gaitas de Stuart MacDonnell y el violín de Broderick alteraron
hasta los últimos nervios de Campbell. Angus le agarró la nuca con una mano
firme y paternal.
—Paciencia, hijo—. Su padre levantó la voz para que se oyera por encima de
la música. —Disfruta de la oportunidad de admirar tu buena suerte.
En el centro del salón de Rowan House, la novia de Campbell bailaba con
Rannoch, Kate y Teversham. Sus mejillas estaban sonrojadas, a juego con la seda
rosa de su vestido de baile cubierto de pedrería. Él se alegró de verlo. Había
estado pálida como el hielo durante la silenciosa ceremonia de una hora antes. El
sacerdote no había ayudado a la situación, cuestionando su forma de vida y
hablando de las costumbres pecaminosas de Eva. Campbell casi había arrojado
al sudoroso párroco al diluvio.
—¿Recuerdas cuando me casé con la madre de Annie?— Preguntó su padre.
—Sí.
Lillias Tulloch había sido una joven viuda con una hija pequeña y
circunstancias desesperadas. Su padre le había propuesto matrimonio a la hora
de conocerla.
—Ella necesitaba un marido. Annie necesitaba una familia—. El gruñido de
Angus fue divertido. —Ustedes necesitaban una madre que los civilizara.
Campbell sonrió al recordar cómo habían sido él y sus hermanos: rudos y
revoltosos, sin modales y malhablados. Para ser justos, sólo habían tenido a
Lillias durante un año antes de que muriera, así que no habían mejorado mucho
con el tiempo. Pero al cuidar de Annie, todos se habían suavizado. Tener una
hermana pequeña había sido una alegría.
—Sí, el matrimonio fue sensato—, continuó su padre antes de inclinarse más
cerca. Señaló con la cabeza en dirección a Clarissa. —Pero la sensatez no es la
razón por la que no podemos mirar hacia otro lado, ¿verdad?
No. No podía apartar la mirada porque ella era finalmente suya. Habían
pasado tres días, no uno, desde la cena en su casa de campo. Desde que la besó
por primera vez. Desde que abandonó el honor y reclamó su derecho.
Él se había endurecido contra su belleza después de que ella consintiera en
casarse con él. La metió en la casa antes de que pudiera cambiar de opinión y

133
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

anunció a todo el mundo -a su abuela, a la familia de él, a la señora MacBean y,


sobre todo, a Teversham- que tenían la intención de casarse lo antes posible.
Kate había chillado y estrechado a una apática Clarissa en un fuerte abrazo.
Broderick le había dado una palmada en el hombro y había pronunciado: —
Ya era hora, hermano.
Alexander le había hecho un oscuro y silencioso gesto de comprensión.
Annie había alardeado triunfalmente, golpeando el brazo de Huxley y
diciendo: —¡Te lo dije, inglés! Pensabas que pasaría otra semana, pero ¿no te dije
que sería hoy?
John había sonreído. —Eso dijiste, amor. Mis más sinceras felicitaciones, Cam.
Alarmantemente, los ojos de Annie habían llorado. Ella maldijo y se apresuró
a rodear su cintura con los brazos. Él había abrazado a su hermana con suavidad,
cuidando de no presionar su vientre.
Ella le besó la mejilla y le dijo: —Por fin tendrás la novia por la que he estado
rezando. Och, me has hecho tan feliz, que estoy celebrando como un niño
pequeño.
Teversham, mientras tanto, había tomado la mano de Clarissa y murmurado:
—¿Estás segura?
Campbell había querido romperle el brazo. Había querido ensangrentar
aquellos rasgos perfectos y apartar al noble inglés de ella.
Pero ella había respondido suavemente: —Sí, lo estoy—. Entonces, ella había
sonreído a Campbell.
Y la ira de Campbell se había desvanecido.
Teversham había parecido notablemente complacido, estrechando la mano de
Campbell antes de insistir en que sería él quien la entregaría, y que ella debía
llevar —la seda rosa, cariño. Serás una visión.
Todos los demás -Rannoch y Magdalene, Lady Darnham y Angus- la
felicitaron con alegría. Todos excepto la señora MacBean. La anciana había
mirado a Campbell con un brillo en su ojo bueno. Luego, dijo: —Hazlo pronto,
muchacho. No tienes más tiempo que perder.
Un escalofrío lo había golpeado. Tuvo la extraña sensación de que ella no se
refería a la boda.
Finalmente, Lady Darnham se había acercado, pidiendo hablar con él en
privado. Cuando se retiraron al comedor vacío, la frágil dama de pelo blanco lo
había sorprendido.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Debería saber algo sobre mi nieta, señor MacPherson—. Se había


enfrentado a él, con la boca plana, sin su habitual alegría. —Ella no debería estar
viva.
Él frunció el ceño. ¿Qué significaba eso?
—Sus padres la adoraban. Los tres eran inseparables. La llevaron con ellos en
una visita a la casa de la familia de su padre en Hampshire. En el viaje de vuelta
a Cambridge, hubo una terrible tormenta. El carruaje volcó. Dos ruedas se
rompieron y el vehículo cayó por una larga y empinada pendiente. Todos
murieron. Mi hija. El padre de Clarissa. El conductor y dos lacayos. Los
caballos—. Lady Darnham había tragado, con los ojos azules brillando. —Incluso
el nuevo cachorro que le habían regalado sus padres.
Él nunca había preguntado cómo habían muerto sus padres. Y ella nunca se
lo había dicho.
—Fue algo espantoso. Terrible. Sin embargo, Clarissa sobrevivió.
Probablemente, el cuerpo de su madre la protegió de lo peor. Las piernas de
Clarissa estaban rotas. Su cabeza había sido sacudida hasta quedar inconsciente.
Pero sobrevivió.
Campbell había maldecido en voz baja. El frío -mucho más profundo que el
que le producía su abrigo mojado- le recorrió el cuerpo.
—El carruaje fue encontrado tres días después.
Tres días. Dios. ¿Clarissa había estado atrapada dentro de un carruaje roto
con sus padres muertos durante tres días?
—Ella estaba... inconsciente. Nos llevó meses a mí y a mi querido y dulce Alfie
cuidarla hasta que se recuperó. En ese tiempo, ella habló muy poco—. Lady
Darnham se secó los ojos con su pañuelo. —No recuerda el accidente ni los días
que siguieron. No sabe cómo sobrevivió. Pero cuando Alfie examinó los restos
de la carroza, me dijo que era un milagro. Que, a todas luces, nuestra nieta
debería haber muerto, si no de sus heridas, sí de la exposición.
La anciana se había tapado la boca y cerrado los ojos en una mueca de dolor.
Incapaz de soportar su angustia, él la había acercado. Ella se apoyó en él, frágil y
débil.
—Le agradezco que me lo haya dicho, milady.
Ella le dio una palmadita en el codo y resopló. —Es importante que lo
entienda—. Los ojos azules se alzaron y sostuvieron los suyos. —Ella luchó por
vivir. Incluso cuando perdió todo lo que amaba. Durante los años siguientes,
rechazó las mascotas que su abuelo le ofrecía. Luego, también perdimos a Alfie.
Y encontró al pequeño Dash. Él ganó su corazón, sólo para convertirse en otra

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

pérdida. Ella ha perdido demasiado. Y sin embargo, sigue luchando. Por mi bien.
Por sus amigos y, sí, por ella misma. Esa es la mujer con la que busca casarse,
Señor MacPherson. Esa es la mujer que se convertirá en su esposa—. Le dio una
última palmadita con lágrimas en los ojos. —Confío en que la amará en
consecuencia.
Ahora, mientras observaba a su esposa -la mujer que había perdido
demasiado, que había luchado por vivir y había aceptado ser suya-, su
sentimiento de culpa se desvanecía bajo una marea de triunfante satisfacción. Él
no se había comportado de forma honorable. Algunos dirían que había sido
despiadado como el diablo, y tendrían razón. Pero algo en esa mujer había
desmenuzado lentamente al hombre que había sido, revelando lo que había
debajo: el hombre que la deseaba más que el aire y el whisky. El hombre que
haría cualquier cosa para retenerla, incluso mentirle y usar su deseo en su contra.
Él no tenía excusas. Y no tenía remordimientos.
—Sí—, dijo su padre, lanzando una mirada oscura y familiar a otra mujer
rubia sentada en el extremo opuesto del salón, charlando con Lady Darnham y
Magdalene Cuthbert. —A veces, la honestidad no hace más que ahuyentar a una
muchacha nerviosa. Así que usamos cualquier excusa que sirva.
La elegante mujer a la que Angus miraba como si fuera un plato de venado y
salsa era Eleanora Baird, una viuda de Inverness y modista de Annie. Había
venido a petición de Annie para ayudar a Clarissa con su conjunto del día de la
boda. Campbell sospechaba que las frecuentes visitas de Nora a la cañada tenían
menos que ver con la confección que con su afecto por ciertos miembros del clan
MacPherson.
—¿Cuándo crees que la convertirás en una honrada mujer, papá?
El viejo soltó un gruñido. —Nunca venderá su tienda de ropa. Maldito
infierno, incluso se niega a vender esa baratija desvencijada que conduce. ¿Es
útil? No. Es una invitación a ser robada; eso es lo que es. Mujer imposible. No sé
por qué me molesto con ella.
—Sí, lo sabes.
Su padre suspiró y bebió su sidra. —Sí, lo sé.
Campbell sonrió a pesar de su negro humor. Había dormido cuatro horas en
las últimas dos noches. Su cuerpo estaba en constante tormento,
implacablemente duro y necesitado. Sólo esperaba que Clarissa no se resistiera a
su tamaño. Y que fuera capaz de controlarse con ella. Y que ella dejara de bailar
haciendo que sus pechos se sacudieran y temblaran.

136
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Se pasó una mano por la cara. Se puso de pie y abandonó el salón para buscar
a Alexander. Su hermano estaba discutiendo con la señora MacBean en el
vestíbulo.
—...paciencia, muchacho. Aprovecha la espera—. La anciana acarició las
costillas de Alexander. —Contrata a un cocinero para que te alimente bien. Más
carne y menos whisky. Reconstruye esa fuerza bruta. Sí, eso le gustará a ella.
—Por última vez, vieja mujer—, refunfuñó. —Te pido que me hagas un poco
del linimento de Broderick. Nunca dije nada sobre una novia, demorada o no.
—Tu casa es muy bonita. Pero ella debe tener un jardín—. La anciana
entrecerró los ojos y le dio otra palmada. —Concéntrate en construirle uno con
paredes. Los ciervos son plagas antes de ser la cena. Te traeré algunos robles. Tal
vez un sauce o dos. Oh, y no construyas la puerta todavía. Tengo algo en mente.
¿Te gustan las cabras?
Alexander puso los ojos en blanco y suspiró.
—¿No? Tal vez un tejón, entonces. Se adapta a tu temperamento.
—Linimento. Me gusta el linimento. ¿Hay alguna posibilidad de que me
prepares un poco?
—Por supuesto. ¿Por qué no lo dijiste?
Campbell se acercó a la pareja. El kilt de Alexander -el tartán rojo de los
MacPherson- hacía juego con el de Campbell. Pero notó lo flojo que quedaba en
la cintura de su hermano. La señora MacBean tenía razón. Alexander necesitaba
concentrarse en recuperar sus fuerzas. En cambio, había estado haciendo
incursiones diarias en las colinas del este para seguir a Northfield.
Eso estaba a punto de terminar. —¿Has visto algo?—, preguntó.
Alexander levantó la vista y negó con la cabeza. —No está en ninguna parte.
La señora MacBean dirigió su mirada medio ciega hacia Campbell. —Sabrías
dónde está si te molestaras en escuchar, muchacho.
Campbell frunció el ceño. —¿Qué significa eso?
—Tu abuelo no está contento contigo.
Él se puso rígido. —Nuestro abuelo ha estado muerto desde que yo era
pequeño.
—Sí. Está muerto. No es ciego.
Las tonterías de la anciana empezaban a irritarlo. Se volvió hacia Alexander.
—Comenzaremos la cacería mañana. ¿Tienes el nuevo rifle que compraste en
Edimburgo?
—Sí.
—Bien. Reúnete conmigo en la casa. Una hora después del amanecer.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Alexander asintió antes de alejarse, presumiblemente para buscar más


whisky.
Campbell se volvió hacia la Señora MacBean. —Tengo la sospecha de que le
diste a Clarissa algo para estimular la fertilidad. No lo vuelvas a hacer.
Ella parpadeó. Luego, su ojo lechoso se volvió extrañamente brillante. —
Cuánto poder—, suspiró. Le tocó la muñeca con un solo dedo. —Cuánto dolor.
Él se apartó de un tirón. —Y no vuelvas a mencionar a mi abuelo. Se ha ido.
También nuestra madre.
—No se ha ido, hijo.— Su voz sonaba a capas. Sus ojos brillaban. —Está
esperando.
Un escalofrío recorrió su piel. Su curiosidad se apoderó de él. —¿Qué cosa?
—A ti.
—¿Para que muera?
—No, muchacho. Para que despiertes.
Su tripa se endureció. —Estoy tan despierto como siempre.
Ella esbozó una pequeña sonrisa. —Ellos están contentos con tu novia. Están
contentos de que le hayas dado uno de sus anillos. Bonita muchacha. Corazón
valiente. Ella será el sol en tu cielo, muchacho. Pero primero debemos salvarla—
. De repente, ella agarró sus dedos en un apretón aplastante. —Escucha,
Campbell. Escucha.
Todo dentro de él se tensó. Se enfrió. —No hay nada que escuchar—,
respondió él en voz baja.
Ella continuó con esa voz extraña y estratificada: —¿Cuándo fue la última vez
que acudiste al bosque, muchacho?— Su ojo izquierdo brilló de color blanco. ¿Un
truco de la luz? Tenía que serlo. Entonces, chasqueó la lengua y le dio un
golpecito en la barbilla con un dedo nudoso.
Como siempre había hecho su abuelo.
—Demasiado tiempo—, suspiró ella. —Demasiado tiempo.
Él se echó hacia atrás, con el corazón latiendo. Apartó su mano de la de ella.
El ceño fruncido de ella se agitó. Cuando volvió a centrarse en él, parecía
confundida. —¿Qué pasa? Tienes un aspecto muy feo.
Él no respondió. No podía. Su garganta estaba demasiado apretada.
—Ah. Es un poco de nervios por la noche de bodas, ¿verdad? Nada que
temer—. Ella hurgó en la bolsa de cuero que llevaba atada a la cintura y sacó una
botella marrón. —Toma—. Miró la etiqueta, sacudió la cabeza y la volvió a meter
en la bolsa, sacando una segunda botella más grande. —Toma. Esto te ayudará.
No lo uses todo en una noche. Te sorprendería lo escaso que es el hongo de la

138
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

oruga en esta época del año. Y no preguntes cómo conseguí la leche—. Exhaló un
suspiro. —Esa cabra nunca me perdonará.

~*~

A lo largo de tres bailes, Clarissa había sentido la mirada de él sobre ella como
un peso cálido y hormigueante. Sin embargo, a mitad del cuarto baile, la
sensación desapareció. Cuando Broderick y Stuart tocaron las últimas notas del
baile, ella buscó en el salón.
Él no estaba. La decepción se le atascó en la garganta como si fuera ceniza fría.
Kate la agarró del brazo. —Te das cuenta de que ahora somos hermanas,
¿verdad? Esto significa que se me permite tomar prestadas tus zapatillas de
armiño verdes.
Clarissa se quedó mirando la silla vacía junto a Angus. —Supongo que sí—,
respondió. —Pero no las botas de media caña. Arruinaste mi último par.
—¿Quién pone un forro de seda roja en unas botas blancas de algodón?
Seguramente se volverían rosas algún día.
Clarissa tarareó una respuesta tímida.
Kate le dio un apretón. —No parezcas tan desconsolada, querida. Es probable
que él esté preparando el carruaje para llevarte a casa.
Miró a su amiga, cuya expresión brillaba con suave simpatía. —A casa—,
respiró Clarissa. —Claro.
—Debemos ponerle nombre a tu casa. Uno bonito y extravagante, creo—.
Kate chasqueó la lengua. —Granja de Piedra, quizás. ¿Granja Colina Soleada?
Francis se les unió con una sonrisa irónica. —¿Y qué tal Vaca Lanuda?—. Los
ojos azules bailaron con humor. —Apropiadamente escocés.
Kate se rió. —¡Ya sé! Cálido Cuadrillé. Por las cortinas. ¿No? Oh, bueno. Ya
se nos ocurrirá algo.
La señora Grant se acercó para informar a Kate de que había recibido un
paquete. Clarissa aprovechó para buscar a su nuevo esposo.
Esposo. Todavía no se lo podía creer.
Las últimas semanas la habían zarandeado hasta no saber si el cielo estaba
arriba o de lado. En primer lugar, había tomado la desgarradora decisión de
rechazar la propuesta de Francis, lo cual sólo había sido posible porque la abuela
había sugerido que vendieran todos los cuadros, sillas y mesas de té de mármol
que quedaban en Ellery Hall para contratar a hombres que se ocuparan de

139
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Northfield. Luego, Clarissa había planeado la cena para Campbell, queriendo


agradecerle todo lo que había hecho antes de tener que despedirse.
Entonces, él se había vuelto loco. Y había insistido en que se casaran. Y la
había besado.
Oh, cómo la había besado.
Nada había parecido real desde entonces.
Su boda, si es que se la podía llamar así, había sido celebrada por un sacerdote
sudoroso y desaprobador. Su novio había parecido una nube de tormenta. La
lluvia había caído fuera del salón, salpicando las ventanas en oleadas. Su anillo -
una ancha banda de oro salpicada de perlas y grabada con símbolos antiguos-
tenía algo malo. Incluso ahora, lo sentía caliente y apretado en su dedo.
Ella y Campbell estaban frente a la chimenea, ella sosteniendo un ramillete de
campanillas y narcisos, y él la miraba con un calor tan intenso que hacía arder
sus flores. Todo el mundo había aplaudido cuando terminó la ceremonia.
Campbell había ordenado rápidamente al sacerdote que se fuera.
Después, había estado demasiado nerviosa para comer más que unos pocos
bocados del delicioso desayuno que había servido Kate: eglefino ahumado y
huevos, cordero a las hierbas, guisantes con mantequilla, tartas de manzana y
pastel con especias. Estaba demasiado nerviosa para beber más que un sorbo de
whisky del quaich, un vaso de plata de dos asas que debía compartir con
Campbell. Estaba demasiado nerviosa para mirarlo, demasiado nerviosa para
hablar. Para ella, eso era estar muy nerviosa, de hecho. Cuando Kate había
animado a Broderick y Stuart a tocar, ella y Francis habían convencido a Clarissa
para que bailara.
Clarissa no sabía por qué había supuesto que Campbell querría bailar con ella.
Había mirado a su novio como una tonta enamorada, admirando su kilt rojo y su
abrigo gris ceniza, su fuerte mandíbula y sus ojos oscuros, calentándose al
imaginar esos enormes brazos y esas hermosas manos guiándola en un baile.
En respuesta, él se aclaró la garganta, se abotonó el abrigo y se alejó sin decir
nada. Luego, había bebido varios vasos de whisky sin detenerse a respirar.
Rannoch se había ofrecido a bailar con ella.
Rannoch.
Él era un excelente bailarín con una sonrisa encantadora, pero no era su
esposo. No sabía si sentirse molesta, insultada o agradecida. Rannoch había
insinuado que Campbell rara vez bailaba. Clarissa había decidido que era una
mala excusa. Si era un mal bailarín, ella le daría lecciones. Y tal vez le enseñaría
mejores modales.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Mientras tanto, sin embargo, debía encontrarlo. Primero preguntó a Angus,


que le indicó el vestíbulo. Allí encontró a la señora MacBean con el ceño fruncido.
En su mano había una botella marrón.
—Och, muchacha—. Puso la botella en la mano de Clarissa. —Toma esto. Lo
necesitarás.
Automáticamente, Clarissa leyó la etiqueta. Ungüento Duradero estaba
subrayado varias veces. Debajo había bocetos difuminados de un gusano, una
cabra y una flor. —¿Qué es...?— Entornó los ojos hacia el gusano. ¿Era un gusano?
Sus mejillas se calentaron. Tal vez no. —Oh, cielos.
—Sí, me lo agradecerás. Ahora, ¿dónde puse ese amuleto de conejo?— Se
alejó, murmurando para sí misma.
Una sombra bloqueó la luz de las ventanas. —Ya te cansaste de bailar, ¿eh?—
, dijo la voz profunda y ronca de Campbell detrás de ella.
Ella giró. Se le revolvió el estómago. Un cálido rubor floreció. Cielos, era
devastador con un kilt. —Pensé que tal vez podrías acompañarme.
Él se acercó, le quitó la botella de las manos y se la metió en el bolsillo del
abrigo. —Prefiero llevarte a casa, muchacha.
Con el corazón palpitando, ella tragó y suspiró. —Sigue lloviendo.
—Sí. Papá nos prestó su carruaje.
—Oh.— Cielos, él estaba cerca. Y era cálido. Y grande. —¿Ni siquiera bailarás
un baile conmigo?
Él empezó a responder, pero Kate entró desde el salón acompañada por la
señora Grant y la encantadora modista, la señora Baird. Las tres mujeres fruncían
el ceño de forma preocupada. La señora Grant sostenía una larga caja con un lazo
suelto.
—Clarissa, querida—, murmuró Kate, mordiéndose el labio. —¿Por
casualidad has comprado artículos en una sombrerería de Inverness?
Frunciendo el ceño, Clarissa se acercó. —No. Hace semanas que no visito
Inverness.
Las damas se lanzaron miradas de preocupación.
—¿De qué se trata?— preguntó Campbell.
La señora Grant le ofreció la caja. —Llegó esta mañana temprano por correo.
Supuse que era para la señora MacPherson, pero ella no sabe nada.
La señora Baird añadió: —He reconocido el envoltorio. Es de una tienda
cercana a la mía. Una sombrerera llamada Señora Kennedy. Muy talentosa, en
realidad. Es una amiga.

141
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Escalofriantes temblores recorrieron la piel de Clarissa, hundiéndose en lo


más profundo mientras miraba la caja con el lazo azul. —¿L-la han abierto?
Campbell la agarró por los hombros y la atrajo suavemente hacia su cuerpo.
Ella agradeció su calor y su fuerza. Pero necesitaba saber qué había en esa
caja.
Ella se la quitó de las manos y la abrió. Allí, entre papel marrón y redecilla
blanca, estaba el regalo destinado a ella. Un sombrero negro, un velo negro,
guantes negros y un chal de encaje negro. Ropa de luto. Sobre un par de medias
de seda negras había una pequeña tarjeta blanca con tres sencillas palabras:
Pronto, mi amor.
Le temblaron las manos. Sus rodillas se convirtieron en agua.
Las damas jadeaban y murmuraban en tono de sorpresa.
El brazo de Campbell pasó por delante de sus hombros, manteniéndola
erguida. Le entregó la caja a la señora Grant y le ordenó que se la llevara.
—Él quiere matarte—. Las palabras de Clarissa no tenían sonido, pues sus
pulmones se habían aplastado. Respiró con dificultad. —Debemos llamar al
sacerdote. Debemos anular el matrimonio.
—No.
—Campbell. Suéltame—. Ella luchó contra su agarre. —Me iré. Yo... lo alejaré.
T-te matará. Quiere matarte.
Intentó darse la vuelta, pero él la sujetó mientras le indicaba a Kate que
informara a Broderick de lo sucedido. Luego, se inclinó hacia el oído de Clarissa
y le dijo: —Te voy a llevar a casa, gràidheag6. Prepárate. Tengo la intención de
levantarte.
La palabra que había utilizado sonaba como gry-eck. La había usado antes.
Ella no sabía lo que significaba, y no podía ordenar sus pensamientos para
preguntar. El pánico se había apoderado de ella.
Él la tomó en sus brazos. Suavemente. Con cuidado. —Pon tus brazos
alrededor de mi cuello—. Su voz era áspera pero tierna. —Buena chica. Ahora,
está lloviendo, así que querrás... sí. Mete la cabeza así.
Ella enterró su cara contra su grueso y fuerte cuello. El olor a lana y a piel
masculina limpia llenó sus pulmones. Sentía la cabeza perdida, como si flotara a
medio metro por encima de sus hombros. Jadeaba. Su pecho se apretó. Se apretó
más y más. Un sollozo seco la sacudió.
—Ya casi llegamos. Vamos al carruaje.

6
Gràidheag : Amor

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La luz se atenuó. Él la colocó en su regazo. La abrazó con fuerza y le puso una


manta alrededor de los hombros.
—Quiere matarte—, jadeó ella. —Campbell—. Se aferró con más fuerza, como
si pudiera atarlo a esta vida. A ella. —No puedes seguir siendo mi esposo.
—Muchacha.
—No. ¡NO!— Ella se aferró desesperadamente con fuerza a él, sus dedos se
clavaron en su musculosa nuca. —No dejaré que te haga daño. No lo haré.
Déjame a un lado. Me iré de Escocia. Desapareceré.
—Calla, Clarissa. Cálmate.
—No es demasiado tarde. Debemos encontrar al sacerdote. No puede haber
ido muy lejos.
Sus manos acariciaron su espalda, alisaron su cabello. —No seas tonta. Ya está
hecho. Ahora eres mía.
—No. Yo no soy la tonta. Él...
—Se irá pronto. No tienes nada que temer.
Ella se congeló. Se enderezó. La expresión de él era tranquila e
implacablemente dura. Pero sus ojos eran de fuego oscuro.
—¿Qué significa eso?—, preguntó ella.
—Precisamente lo que parece, muchacha.
—T-tienes la intención de...
—Tengo la intención de llevarte a casa—. Los ojos de él bajaron a la boca de
ella. Su pulgar acarició su mejilla. —Entonces, tengo la intención de tomarte.
El vientre de ella se hundió. Su corazón se aceleró.
—Estamos casados—, continuó en tono de granito. —No puedes cambiarlo.
Él tampoco puede.

143
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Doce
Sentada en el borde de su cama -que pronto dejaría de ser suya si su esposo se
salía con la suya-, Clarissa se echó más aceite en la mano izquierda. —Maldito
anillo—. Lo hizo girar una y otra vez alrededor de su dedo, pero se negó a pasar
del nudillo. —¿Por qué no quieres salir?
Ella tiró. Lo retorció. Tiró un poco más.
Era inútil. La banda estaba demasiado apretada.
Todo el viaje en carruaje hasta la casa de Campbell había sido una batalla
campal. Sospechaba que Campbell pensaba que había ganado después de
llevarla en brazos a su dormitorio y gritarle para que se quedara quieta hasta que
él volviera.
Ella no se quedaría quieta. No se quedaría en esta casa ni en este matrimonio.
No arriesgaría su vida para poder tener lo que quería.
Se oyó un resoplido por debajo de la puerta. Exhaló un suspiro y se limpió las
manos en una toalla. —Ahora no, Fergus.
Hubo más resoplidos. Luego, el chirrido del pestillo.
Ella cerró los ojos y soltó un suspiro. Tap, tap, tap, tap, tap. Sintió un peso cálido
en su muslo. Abrió los ojos.
Allí estaba él, apoyando tranquilamente su desaliñada cabeza gris en su
regazo. Su cola se movía. Él suspiró.
Su corazón se agitó dolorosamente, retorciéndose y exigiendo hasta que no
pudo soportar el dolor. —¿Por qué tienes que hacer esto?—, susurró. —¿Por qué?
Dio otro suspiro. Su cálido aliento recorrió su mano.
No podía librar una guerra en dos frentes. Ya no podía resistirse a él y a
Campbell. Lentamente, movió su mano para acariciar su cabeza. El pelaje gris y
flexible era más suave de lo que parecía. Deslizó la palma de la mano por su
cuello, tamizando el pelaje entre sus dedos.
—Tú y tu amo son iguales en un aspecto—, murmuró mientras el perro seguía
calentando sus piernas con su barbilla y su larga y pesada estructura. —Igual de
testarudos—. Le ardía la garganta. —¿Cómo voy a amarte cuando estoy segura
de que te perderé al final?
Fergus levantó su hermoso rostro y le lamió la mejilla. Así de fácil, su corazón
resbaló. Apretó los dientes, le tomó la cara y se inclinó hacia delante para apoyar

144
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

su frente en la de él. Un suspiro conmovedor. Lo abrazo. Lo rodeó con sus brazos.


Su cabeza se apoyó en su hombro.
Lo acarició durante largos minutos, dejando que se subiera a la cama y se
acurrucara a su lado con la cabeza en su regazo. —Este debe ser nuestro secreto,
¿entiendes?—, murmuró. —Nadie más puede saberlo.
Su anillo parpadeó y brilló con un rayo de luz que entró por la ventana
cuando encontró un lugar particularmente bueno detrás de la oreja de Fergus
para hacer que su pata se moviera. Él se puso de espaldas, con una amplia
sonrisa.
—Oh, ahora quieres que te frote la barriga, ¿verdad?
Hubo un suspiro estremecedor y una sonrisa de adoración.
—Muy bien—. Se puso a trabajar. —De nuevo, debo subrayar que esto queda
entre nosotros. Fuera de esta habitación, somos extraños.
Cuando llegó a su pecho peludo, él le lamió la muñeca.
—Sí, bueno. Supongo que los desconocidos pueden lamerse de vez en
cuando, siempre que uno de ellos sea lo suficientemente atrevido.
Ella lo rascó debajo de su larga barbilla. Todo su cuerpo se estremeció. Un
pequeño gemido surgió. Su cabeza rodó hacia atrás en éxtasis.
—Hmm. Pensé que te gustaría eso. Esta barbilla tuya está siempre húmeda.
¿Has pensado en un pañuelo?
Él gruñó y resopló, luego apoyó una pata en su brazo como para evitar que
se retirara.
—Tal vez te confeccione uno. ¿Te apetece uno de cuadrillé amarillo?
—Me sorprendería que te quedara tela, gràidheag.
Ella se puso en pie y giró hacia la puerta. Fergus se bajó de la cama y trotó
hasta el lado de Campbell antes de que su esposo le diera una palmadita y lo
enviara a su camino.
Ella se dio cuenta de que se había quitado el kilt. Ahora sólo llevaba un par
de pantalones de piel de ciervo, una camisa suelta y una expresión inescrutable.
Entró en la habitación y cerró la puerta. —¿Tienes hambre, muchacha?
Ella respiró entrecortadamente. Cielos, sus hombros eran enormes, sus brazos
gruesos como troncos, los músculos ondulando con cada flexión de sus manos.
¿Si tenía hambre? Estaba famélica.
—No—, dijo ella con dificultad. —Campbell, debemos discutir el asunto de la
ruptura de nuestra unión.
Él empezó a acercarse a ella, con los ojos recorriendo desde su pelo hasta los
dedos de los pies. Luego se clavaron en su pecho.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Y ardieron.
—N-no podemos seguir casados—. Dios, tenía la garganta seca. Y el vestido
le apretaba, sobre todo en el pecho. Y su vientre estaba efervescente, su piel
terriblemente caliente. —El riesgo es demasiado...
—Has dejado que Fergus te ensucie el vestido.
Ella miró hacia abajo. Varias manchas débiles y embarradas estropeaban la
seda rosa. —Se lavará. De verdad, Campbell, por tu bien, debemos...— Sintió su
calor un instante antes de levantar la cabeza. Él se había acercado a pocos
centímetros. Su pulso se aceleró. Sus ojos se clavaron en el centro del pecho de él,
justo donde la V de su camisa dejaba ver el pelo negro sobre la cálida piel
masculina.
—Tal vez pueda ayudarte—, dijo él, en voz baja y ronca. Levantó las manos y
movió los dedos. Con una sonrisa que hizo que sus rodillas se volvieran
gelatinosas, le dirigió una mirada de consideración. —Soy bueno con las manos.
Todo su cuerpo palpitó como si le hubiera caído un rayo de placer. Ella soltó
un suspiro, retrocediendo hasta que el marco de la cama rozó la parte posterior
de sus muslos. Se agarró a la barandilla de los pies. —Oh, Dios. No hagas esto.
Él arqueó una ceja. —¿Hacer qué?
—Tentarme. Sabes... sabes lo mucho que...
Él se acercó a ella.
Ella negó con la cabeza. —Por favor, Campbell.
—¿Se sujeta con ganchos, entonces?— Él extendió esos largos y gruesos
brazos alrededor de ella. Un dedo largo trazó una caricia suave por su nuca.
Ella se estremeció. Tembló. Gimió.
—Permíteme.
Sintió esos ágiles dedos haciéndole cosquillas en la columna. Un desfile de
chispas hormigueantes onduló por su espalda, alcanzando su cuero cabelludo y
endureciendo sus pezones hasta que le dolieron.
—Mejor, ¿eh?
Tenía los ojos cerrados y los labios apretados. Todo en su interior era un
estanque caliente. Y el olor de él la volvía loca, como el aire fresco, la piel limpia
y las sutiles especias. Olía como el mismísimo cielo.
—Ahora, sigues hablando de terminar este matrimonio cuando no le has dado
la oportunidad adecuada, gràidheag. Tal vez te alegrarás de haberte casado con
una bestia tan grande—. Le acarició la mejilla con el nudillo. —Soy más difícil de
matar de lo que supones.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Un sollozo se formó dentro de su pecho, mitad desesperación y mitad


necesidad. —No lo entiendes. Nunca lo veo venir. La única advertencia que tengo
es la que él me da—. Ella abrió los ojos para encontrarse con los suyos. —Debes
distanciarte. Fingiremos una pelea. Declararemos nulo el matrimonio.
—No, seguiremos casados.
Esto era una repetición de su conversación en el carruaje. —Yo digo que no.
—Eso no es lo que dijiste esta mañana.
—No seas ridículo. Esos fueron los votos. Los dije porque tú insististe. Y el
sacerdote estaba allí, esperando lo mismo.
—Entonces, mentiste.
—No.— Ella soltó un suspiro frustrado. —Recibí un mensaje inequívoco de
alguien que quiere hacerme viuda. Cambió el cuadro considerablemente.
—Cierto. Y no confías en que yo te proteja.
—No quiero que mueras.
—Ya somos dos—. Una pequeña sonrisa curvó una esquina de los labios de
él. —Bien. Ya está decidido, entonces. Ahora, ¿quieres que te ayude a quitarte el
vestido, o prefieres desvestirte tú misma?
Ella gruñó su molestia. —Eres un loco. No voy a quitarme el vestido.
Él agarró el dobladillo de su camisa y se la quitó por encima de la cabeza.
Ella podría haberse desmayado. No del todo, eso sí. Sólo lo suficiente para
rendir homenaje al espectáculo más fascinante que había visto nunca.
Campbell MacPherson era un hombre magnífico. Los hombros interminables
se flexionaron y estiraron. Los brazos, más gruesos y mucho más musculosos que
sus muslos, se ondulaban mientras él se deshacía de la camisa. Y su pecho era...
una obra de arte. Una alfombra cónica de pelo oscuro cubría grandes bloques de
músculo. Un vientre estriado parecía tallado en madera o mármol. Excepto que
él era cálido. Caliente, incluso. Y tan enorme que ella no podía respirar.
—¿No quieres satisfacer tu curiosidad, muchacha?— Él metió un pulgar en
su cintura.
Lo que atrajo su mirada más allá de su vientre. Más allá de su mano. Hasta
sus muslos. Donde una larga e imposible cresta estiraba sus pantalones con una
fuerza aún más imposible.
Dios mío. El hombre era enorme en todas partes. Magnífico por todas partes.
¿Cómo no se había dado cuenta antes? Pero entonces, a menudo llevaba abrigos
largos, incluso con su kilt. Ella lo había visto abotonarse uno antes.
Ella se desplomó contra la cama. —Este... tú... Dios mío.

147
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él se miró a sí mismo. —Sí. Es un poco intimidante al principio. No te


preocupes. Iremos despacio.
—Cómo... cómo se supone que voy a...— Sacudió la cabeza, mirando como
una tonta. —Imposible.
—Si te quitas el vestido, dejaré que me toques como quieras.
Su cuerpo se encendió. Sus pechos se hincharon y sus pezones se pusieron
duros. Apenas podía recuperar el aliento. —No, yo... no podemos seguir casados.
No es seguro para ti.
—Tocarse no es hacer el amor, gràidheag.
Sus ojos volaron hacia los de él. —¿Me permitirías tocarte sin... consumación?
La mirada de él era puramente negra, ahora. Su nariz se ensanchó. Se lamió
los labios. —Sí. Sé cuánto lo deseas.
—Pero, si me tocas en respuesta, perderé la cabeza—, confesó ella.
Él se miró las manos. —Entonces, prometo no tocarte. No hasta que me lo
pidas.
El problema era doble: Ella no pediría; rogaría. Así fue precisamente como él
la convenció de casarse en primer lugar.
En segundo lugar, ella tenía un segundo punto. ¿Cuál era? No podía recordar.
Dios, él era hermoso.
—Muy bien—, susurró a su debilidad. —Pero me quedaré con el vestido
puesto.
—Me parece justo.
—Y debes sentarte en la cama para que pueda alcanzarte. Con tus manos en
el marco de la cama.
Él gruñó. —¿Los pantalones puestos o no?
—Puestos—, dijo ella a regañadientes. —Menos tentación.
—Hmm, eso no deja mucho territorio para que una chica curiosa explore.
Ella se lamió los labios, mirando los pezones masculinos de color oxidado que
se asomaban a través del pelo del pecho. —Es suficiente.
—Bien, entonces—. Él se acercó hasta que ella pudo oler el rico aroma de su
piel y sentir el aliento de él en su cabello. Entonces, se deslizó junto a ella y se
sentó en la cama. Se colocó con la espalda apoyada en el cabecero y los brazos
extendidos hacia los dos postes. Parecía un dios guerrero esperando que su ninfa
le diera placer.
—Quiero besarte—, confesó ella.
—Tendrás que acercarte, entonces.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él había aflojado las cintas de su vestido antes, así que el corpiño se deslizó
cuando ella empezó a avanzar. Se recogió la falda y resopló de frustración cuando
una de las mangas se deslizó por su hombro.
La mirada encendida de Campbell siguió el movimiento, desplazándose entre
su hombro, sus senos y sus labios.
Ella se subió a la cama, arrastrándose para llegar a su lado. Los ojos de
Campbell se fijaron en sus senos, que empujaban y se exhibían antes de que ella
se sentara de nuevo sobre sus talones. —¿Te molesta que te bese?—, le preguntó
mirando a sus labios.
—En absoluto, gràidheag—, respondió. —Pero será más fácil si te sientas a
horcajadas sobre mí.
Era un punto justo. Ella se movió las faldas, subiéndoselas por los muslos para
poder subirse a su regazo. Luego, apoyó las manos en sus hombros, saboreando
el calor de su piel. Siempre había adorado su cuello, tan fuerte y grueso. Sus
dedos se deslizaron hasta allí, explorando los tendones de sus hombros.
—Acércate, muchacha—, murmuró él en voz baja. —No temas. Me sentirás
entre tus piernas. Pero se sentirá bien.
Su respiración se aceleró mientras se aferraba a su cuello. Con movimientos
de contoneo, se desplazó hacia delante hasta que sus muslos se pusieron a
horcajadas sobre las caderas de él. La cresta imposiblemente grande de su vara
masculina presionaba con fuerza contra sus pliegues. No había nada que los
separara, excepto sus pantalones. Se sentía como si él siempre hubiera
pertenecido allí, como si estuvieran adaptados el uno al otro.
Los pechos de ella, doloridos, se apretaban contra los duros contornos del
pecho de él. Y ahora, sus rostros casi se tocaban. Incluso con ella sentada a
horcajadas, él sobresalía por encima de ella. Sus ojos ardían como carbones. —Ya
está. Ahora, bésame.
Ella se hundió en su boca, casi rozando sus labios. Él se abrió para ella,
acariciando su lengua con la suya. Los dedos de ella se clavaron en su pelo,
grueso y ligeramente húmedo. El olor a lluvia, a fuego y a hombre inundó sus
sentidos. Se encontró gimiendo de placer, frotando sus pechos contra el duro
pecho de él. Sus deseos se multiplicaron a la vez.
Apretó sus caderas contra las de él. Sus manos se aferraron a la dura
mandíbula de él para retenerlo por el placer que le proporcionaba su boca. Jugó
con su lengua, se agarró a sus hombros y lo cabalgó con fuerza. Una y otra vez.
Era una cresta gruesa que se adaptaba perfectamente a ella. Era calor y músculo,
especias y fuerza. Dejó que ella lo tocara por todas partes: los pezones planos y

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

masculinos, los huesos de la base de la garganta, el pelo crujiente que bajaba por
su vientre. Él no dijo nada, sólo respiró con dureza y la quemó con su mirada.
Se ofreció sin exigir nada. Si ella no lo deseara ya con cada centímetro de su
cuerpo, esto habría bastado.
Sus manos se deleitaron con él. Su boca lo devoraba. Sus pezones le exigían
más. Más y más y más.
Había mucho más que podía tener, susurraba su deseo. Tanto.
Sus caderas se movieron con más fuerza cuando el pensamiento tomó vuelo.
Oh, cuán gloriosamente ese enorme miembro presionaba hacia arriba contra ella.
Qué suave, caliente y sensible se sentía en todas partes. Especialmente allí. En ese
centro dulce, resbaladizo e hinchado. El placer ondulante comenzó en oleadas.
Ella estaba mojando sus pantalones. Utilizaba su imposible dureza para apagar
el implacable dolor de su centro. Sin embargo, el fuego no se apagó. Se expandió.
El calor entre ellos ardía demasiado para ser real.
Un profundo y agónico gemido retumbó en su oído. La madera emitió un
siniestro crujido cuando él se aferró a la cama. Ella apenas lo oyó.
Ella estaba perdida. —Campbell—, sollozó ella, besando frenéticamente su
mandíbula y luego su cuello, saboreando la sal de su sudor mientras el cuerpo
de él se agitaba y se estremecía bajo la embestida del suyo. Nada de eso era
suficiente. Ella lo necesitaba... a él. —Me estoy muriendo.
—Dime lo que necesitas, gràidheag—. Su voz parecía desgarrada.
—Más. A ti.
La madera volvió a crujir mientras las manos se flexionaban y sujetaban. —Sé
específica. ¿Necesitas mi pene?
Ella asintió, su cara ardiendo mientras se aferraba más.
—Debes sacarlo, entonces.
—No puedo. No soporto moverme—. Ella se retorció contra él, su cabeza cayó
hacia atrás mientras el placer estallaba con un calor explosivo. No era suficiente.
Su cuerpo no era suficiente. —Oh, Dios. Por favor.
—¿Quieres mis manos?
—Sí. Por favor. Por favoooooor.
—¿Quieres que te toque?
—Sí.— Ella jadeó como un caballo que ha corrido demasiado. —Tócame. Te
lo ruego.
—Si lo hago, entonces debes tomarme dentro de ti. Y una vez que eso ocurra,
serás mía para siempre. ¿Lo entiendes, Clarissa? Asiente con la cabeza si lo
entiendes.

150
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella asintió. —Cualquier cosa. Haré cualquier cosa.


Su pecho se agitó. Unos poderosos brazos rodearon su espalda, aplastándola
contra su cuerpo. Un gruñido bajo retumbó mientras sus largos dedos soltaban
su pelo, obligándolo a caer por su espalda como una cascada. Él se llevó la masa
a la nariz, inhalando profundamente. Sus nudillos le hicieron cosquillas en la
espalda. Sin previo aviso, le arrancó el vestido y la dejó caer sobre el colchón.
Se colocó encima de ella, como un dios oscuro con ojos de carbón y un mechón
de pelo negro cayendo sobre una pesada frente.
—Te quiero desnuda. Ahora.
Ella se mordió el labio y asintió, pero él no esperó a que le diera permiso. Sin
decir una palabra más, la despojó de todos los retazos del vestido de seda, del
corsé y las medias, de las enaguas de algodón y de la camisola de lino. La mitad
de las prendas necesitarían ser reparadas. Las medias tendrían que ser
reemplazadas.
A ella no le importaba en absoluto. El hombre que había deseado desde el
primer momento en que lo vio estaba tumbado sobre ella, y por fin podía verlo
bien. Esos ojos profundos e interminables la devoraron. Ella miró hacia abajo
para ver lo que atraía su atención.
Sus senos. Estaban hinchados y enrojecidos. Los pezones, que normalmente
eran del color rosa pálido de las conchas marinas, se erguían como bayas
maduras, de color rosa ardiente y dolorosamente duros. ¿Debería avergonzarse
de lo mucho que su cuerpo lo deseaba? Tal vez. Se sentía deseosa. Desesperada.
¿Debía preocuparse de que él se sintiera decepcionado por la curvatura de su
vientre o la anchura de sus caderas o las finas líneas plateadas que estropeaban
ambas después de años de gordura?
Ella no se preocupó. No se sintió avergonzada. No tenía ninguna posibilidad.
Los ojos de él se desviaron hacia los de ella. Y ahí estaba. Ahí estaba él. La
pieza que le faltaba cuando pensaba que su cuerpo sería suficiente. El fuego
negro quemó cualquier pensamiento de separación. Qué tonta había sido al
pensar que podía tocarlo sin perderse a sí misma. Que podía dejarlo atrás o que
él la dejaría.
—Campbell—, susurró, acercándose a él.
Él le sujetó las muñecas y las inmovilizó por encima de su cabeza. —Es mi
turno—, rugió. —Es mi maldito turno, Clarissa.
—Sí.
—Quédate quieta y déjame mirar.
Ella suspiró. Arqueó la espalda. Luchó contra el impulso de retorcerse.

151
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Sonó un gemido largo y grave. Una poderosa mandíbula osciló. Él se relajó


hasta sentarse entre los muslos abiertos de ella. Se pasó una mano por la cara.
Aquellos ojos ardientes recorrieron su torso, bajando y bajando hasta el lugar
donde los rizos húmedos y los pliegues rosados contaban la historia de su deseo.
Ella no podía descifrar lo que él estaba pensando, pero parecía torturado,
como si ella lo estuviera haciendo pedazos. —Campbell—, suplicó ella. —
Tócame. Dios, te necesito tanto.
—¿Qué necesitas, hmm?
—Tus manos. Tu boca.
—Mis manos—, murmuró él, deslizando ambas palmas a lo largo de la parte
exterior de sus muslos, sobre sus caderas y cintura. Le recorrió las costillas con
los dedos y le acarició el ombligo con los pulgares.
El fuego persiguió los escalofríos y la piel de gallina. Sus pezones se
estremecieron y se endurecieron aún más. Ella se arqueó de nuevo. Se retorció.
Él la mantuvo quieta.
—Mi boca—. Bajó la cabeza para besar el hueso entre sus pechos,
directamente sobre su corazón. Su mandíbula acarició la protuberancia de su
pecho derecho. Su lengua trazó un rastro liso y húmedo hasta la areola. Luego se
detuvo. Hizo lo mismo con el pecho izquierdo, deteniéndose antes de llegar a la
sensible punta.
Gimiendo en señal de protesta, ella apretó los dientes contra el impulso de
suplicar de nuevo. Él parecía decidido a atormentarla. ¿Era esto lo que ocurría
cuando una mujer deseaba a un hombre más que él a ella?
—Campbell...
—¿Qué más necesitas, muchacha?
—Por favor. Dios, esto es...
—Di la palabra, ahora.
Ella se quedó allí por un momento, con la cabeza dando vueltas. No entendía
nada. —¿Qué palabra?
—Anhelas ser mía. Dilo.
—Sí, lo deseo—, susurró ella.
—Dime que me quieres dentro de ti.
—Querido cielo. Sabes que yo...
—Porque esta vez dolerá, gràidheag. No hay nada que hacer. Iré con la mayor
suavidad posible—. Movió su mano entre sus muslos y deslizó dos dedos por el
interior de sus pliegues.
El asombroso placer floreció hacia fuera, sacudiendo todo su cuerpo.

152
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Pero estás apretada aquí—. Los dedos largos se deslizaron hacia abajo.
Luego, uno se deslizó dentro.
Ella se estremeció. Sus muslos se tensaron automáticamente, impidiendo que
se cerraran por las caderas de él.
Él introdujo un segundo dedo.
Ella sintió un apretón de estiramiento, breve pero claro. Sus dedos eran
gruesos. Incluso uno parecía grande. Dos eran incómodos, casi dolorosos. De
repente, comprendió por qué tardaba tanto en prepararla. Sus ojos se dirigieron
a su ingle. A su grueso y enorme miembro elevándose sobre sus pantalones.
Dios mío. Nunca cabría. Su vara era enorme.
Su pulgar danzó sobre el pequeño nódulo en el centro de su sexo mientras la
palma de la mano opuesta se deslizaba por su vientre y subía hasta el plexo solar.
Por último, acarició y tomó su pecho.
Ella gimió.
—Tranquila—, le dijo él. —No temas. Siempre cuidaré de ti, muchacha.
Siempre.
Pronto, el placer acalorado la sacudió en oleadas. Las sensaciones se
intensificaron cuando sus dedos empezaron a presionar y pulsar dentro de ella.
La otra mano de él empezó a acariciar sus pezones, a rozarlos y a apretarlos en
rítmica armonía.
Como si ella fuera un instrumento y él un maestro de la música.
Entre sus muslos, la incomodidad se disolvió en un calor doloroso. Se enroscó
en cuerdas envolventes. En un nudo de fuego.
—Oh, Dios—, jadeó ella, arqueándose en su contacto. —Campbell. Voy a...
—Sí. Acaba para mí.
Ella agarró la manta de lana debajo de ella. Se retorció para forzar a sus dedos
a penetrarla más profundamente. Echó la cabeza hacia atrás y jadeó cuando él los
pasó por un centro de placer oculto. Su cuerpo se tensó. Más fuerte. Estallando.
La luz explotó detrás de sus ojos cuando todo su ser voló hacia arriba y hacia
afuera, rompiéndose en pedazos.
Ella oyó sus propias súplicas de piedad, mientras conjuraba repetidamente el
nombre de Campbell. Poco a poco, mientras descendía flotando en una nube
brillante, su cuerpo se fue debilitando, saboreando la visión de las manos de él
sobre ella, entre sus muslos y sobre su pecho. Se dejó llevar por la conexión con
él mientras la miraba fijamente.
—Dios, eres malditamente gloriosa, gràidheag. Algún día sabrás cómo te veo.
Algún día entenderás lo que me costó...— Sacudió la cabeza.

153
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella se dio cuenta de que él tenía las mejillas sonrosadas y los labios hinchados
por los besos anteriores. Siguió metiendo los dedos dentro de ella, acariciando,
aunque ahora sus movimientos eran más suaves. No podía apartar los ojos de
sus pechos y su sexo.
La mano que tenía libre desabrochó sus pantalones. Entonces, sacó su pene.
Era más oscuro que el resto de él, fuertemente venoso y ferozmente rojo, duro e
hinchado. Se arqueaba desde un nido de pelo negro y un conjunto de testículos
proporcionales.
El cuerpo de ella se había saciado temporalmente, pero la espiral de la lujuria
ya se estaba tensando de nuevo. Se lamió los labios, preguntándose a qué sabría
la perla translúcida que brotaba de la cabeza de su verga.
Él retiró sus dedos y untó la cabeza de su verga con los jugos de ella. Luego,
forzó el enorme tallo hacia abajo para acariciar su hinchada protuberancia.
Ella gimió su nombre. Incluso la visión de ese contacto la llevó a otro pico.
—Shh, tranquila—, dijo él. —Tu cuerpo es pequeño, pero estás hecha para mí.
Relaja tus muslos. Deja que se abran. Bien.
La cabeza grande y redondeada recorrió y acarició sus pliegues durante
largos momentos antes de hacer una muesca en la abertura que pretendía
invadir.
El corazón de ella palpitó con fuerza. Sus muslos se endurecieron. —
Campbell.
Él estaba concentrado en su unión, pero cuando ella dijo su nombre, levantó
la vista. Sus ojos eran puramente negros. Puramente salvajes. —Tómame
dentro—, ordenó, sujetando sus rodillas y empujándolas hacia sus hombros.
Luego, se colocó encima de ella y le metió la verga un par de centímetros dentro
de su cuerpo.
Los ojos de ella se abrieron de par en par. Sacudió la cabeza. Estaba
resbaladiza y húmeda donde habían empezado a unirse, pero todos sus temores
sobre el tamaño de él tenían fundamento. Era enorme. El estiramiento parecía
imposible.
—Quédate conmigo, muchacha—, susurró él, jugando con el pelo de las
sienes de ella mientras su parte inferior seguía presionando. Más profundo. Más
profundo.
Ella jadeó mientras el doloroso estiramiento continuaba. —Dios mío. No estoy
segura de que... Campbell. No encajamos.
—Encajamos—. Él le dio más. —Estás tan mojada para mí, que es casi
imposible resistirse a penetrarte. Pero lo haré—. Le agarró la barbilla

154
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

suavemente. La besó con fuerza y le dio una pequeña embestida. —Lo haré.
Ahora, deja que tus músculos se relajen. Sí. Así se hace—. Hubo más penetración,
más de ese dolor agudo y punzante y una plenitud más profunda y dolorosa. —
Toma más.
Ella jadeó, retorciéndose para ajustar el ángulo. —Lo estoy intentando.
—Sí, te siento—. Él le subió las piernas alrededor de la cintura. Yendo más
profundamente, continuó besándola con movimientos lentos y sensuales.
Ella se arqueó hacia él y le apretó la mandíbula. Le sostuvo la mirada, cayendo
en un negro abismo de necesidad. El calor de su pene era increíble. Ella se sintió
escaldada. Invadida. Reclamada.
Cuando él estuvo completamente asentado, alojado en lo más profundo de
ella, sus ojos ardieron y brillaron. —¿Me sientes ahí?
Ella asintió. Se tensó.
Él comenzó a empujar. Fuera y dentro. Dentro y fuera. Lentamente al
principio. Luego, con firmeza. Constantemente. Meciéndose más
profundamente. Más fuerte.
Ella apenas sabía qué hacer. Era incómodo y angustioso a la vez. Caliente y
provocador. Demasiado y no lo suficiente.
—Tu cuerpo necesita el mío—, espetó él, con los ojos encendidos. —No el de
otro hombre. El mío—. Sus caderas empujaban con movimientos profundos,
impulsando más alto y más fuerte dentro de ella. Parecía empeñado en probar su
punto.
Ella se agarró a su cuello y se arqueó para acomodarse a él. —Campbell.
Él ajustó su ángulo, forzando al largo y resbaladizo tallo a arrastrarse a través
de su hinchado capullo con la siguiente embestida. Eso hizo que su vaina se
aferrara, apretara y ondulara con la fuerza de un rayo. Ella soltó un largo gemido.
El placer se tragó cualquier atisbo de incomodidad, estallando hacia fuera y
chisporroteando en el éter.
Él gruñó. Gimió. Aceleró su ritmo mientras ella le rogaba que lo hiciera de
nuevo. Cualquier cosa. Ella haría cualquier cosa si él lo hiciera más profundo.
Más fuerte.
—Por favor, Campbell. Por favor. Oh, cómo te necesito.
—Sí, así es—, gruñó él, tan ronco que su voz sonó doblada. En capas, de
alguna manera. —Tómame. Tómame dentro de tu cuerpo. Hasta la raíz. Toma tu
placer, esposa.
Como el chasquido de un gatillo, las palabras “placer” y “esposa” la
dispararon hacia el cielo. Ella arañó y sollozó mientras su cuerpo se apoderaba

155
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

del de él. Se agarró a él con tanta furia que lo oyó maldecir. Gruñendo el nombre
de ella en su oído. Entonces, él la tomó con embestidas ásperas y fuertes. Su mano
agarró su pelo. Sus labios se enterraron en su garganta. Su cuerpo se tensó
mientras la montaba.
Él la montó.
La montó con fuerza y profundidad.
Cada vez más y más rápido.
Hasta el galopante final, cuando él soltó un largo y fuerte bramido contra su
piel y entró en erupción dentro de ella en una marea abrasadora. De alguna
manera, su placer se convirtió en el de ella, y se fusionaron. Un cuerpo. Una piel.
Un alma.
Tal vez porque él la abrazaba tan fuerte.
Tal vez porque ella lo amaba tanto.
Tal vez porque lo necesitaba como los peces necesitaban el agua y los pájaros
el cielo.
Ella no sabía por qué, sólo que esto era real. Estaban unidos. Y, mientras
acunaba la cabeza de él contra ella y sentía cómo sus duros músculos se relajaban
hacia el sueño, rezó para que el precio de tener el deseo de su corazón no fuera
la vida de su amor.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Trece
Con cada fibra de su ser, Clarissa deseaba castigar a su esposo hasta que pidiera
clemencia. Desde luego, él no le había mostrado ninguna.
Su cuerpo nunca había estado tan dolorido. Apenas podía sentarse. Pero eso
era una irritación menor, el costo de una noche de placer trascendental. Un costo
que pagó con gusto.
No, su ira se debía a su ausencia. La había dejado poco después del amanecer.
Ella se había despertado brevemente, sin fuerzas y somnolienta, cuando sintió
que él abandonaba la cama. Todo lo que recordaba era un beso feroz, un —
Vuelve a dormir, gràidheag— susurrado, y una sensación de feliz satisfacción.
Hombre arrogante y temerario.
Ella dejó un vaso de sidra sobre la mesa de la cocina y lanzó una mirada
mordaz a su cuñado. —Esto es una gran idiotez, Alexander. Tu hermano es el
más grande, obstinado e insufrible asno de toda Escocia. De todo el mundo.
Él limpió la sidra derramada de la mesa y bebió un trago. —Ya, ya. Rannoch
no es tan malo. He conocido a algunos franceses que son peores.
—Me refería a Campbell, como bien sabes—. Intentó sentarse y tuvo que
hacer una mueca de dolor antes de acomodarse con más cuidado.
—Sí, lo sé—. Él esbozó una pequeña sonrisa. —Él es difícil de controlar
cuando se le mete algo en la cabeza.
—¿Difícil de controlar? Es imposible—. Exhaló un suspiro y acarició a Fergus
distraídamente. El perro siempre parecía sentir cuando ella necesitaba consuelo.
—Como he explicado, Stephen Northfield es el nieto del Vizconde Northfield.
Que es el amigo íntimo de tres ministros del gobierno actual. Que colgará
felizmente a cualquier escocés tonto, intratable y exasperante que se atreva a
tocar un pelo de la cabeza de Stephen.
Alexander le lanzó una oscura mirada por encima del borde de su vaso. —
Estás suponiendo que quedará algo de Northfield para que sus parientes
guarden luto.
Ella se burló. —Las exageraciones no son útiles.
Él no respondió, sólo levantó una ceja y bebió.
—¿Qué estás diciendo?
Él miró dentro de su taza. —¿Tienes algo más fuerte? El whisky no estaría de
más.

157
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella le sirvió más sidra y le acercó a la mesa un plato de queso fresco. —


Necesitas comida, no licor. Ahora, me gustaría una respuesta, si eres tan amable.
Él suspiró y se llevó un bocado de queso a la boca. —¿Qué te gustaría
escuchar?
—La verdad, por supuesto.
—No—. Masticó antes de continuar: —La verdad suena bien hasta que la
conoces. Entonces, lo único que quieres es que esa bestia vuelva a su maldita
jaula.
Puso los ojos en blanco y sacó un trozo de jamón del plato para Fergus. El
perro mordisqueó suavemente sus dedos. Ella le rascó las orejas como
recompensa. —Qué tontería. Campbell no debería perseguir a Northfield. No me
importa que se haya llevado a Rannoch. Es demasiado peligroso.
—Sí. Para Northfield—. Su mirada se estrechó en ella. —¿Qué te ha contado
Cam de su tiempo en el regimiento de las Highlands?
—Nada en absoluto. Kate mencionó que una vez fue soldado, que había visto
la batalla en el continente y regresó a Escocia después de Waterloo. Eso es todo
lo que sé.
Él asintió. —¿Te dijo que me alisté al mismo tiempo? ¿Que servimos juntos?
Ella frunció el ceño. —No.
La boca de él se torció. —No tienes nada que temer, muchacha. Hay una razón
por la que Campbell dejó el campo de batalla después de unos pocos años.
—¿Cuál fue?
—La misma razón por la que yo me fui—. Tomó un trago de su sidra. —
Somos buenos para matar.
Un escalofrío recorrió su piel. —Debería pensar que eso los haría a ambos
bastante valiosos para sus comandantes.
—Oh, sí.
—No lo entiendo.
Él apoyó los codos en la mesa y le dedicó una sonrisa lenta y fría. —Un buen
hombre no es bueno porque sea inofensivo. Es bueno porque sabe controlar su
naturaleza más oscura, lo cual es más fácil si nunca deja que se le vaya de las
manos.
Ella consideró su punto. —Ser bueno en algo puede ser embriagador. Como
bailar. La emoción de dominio, el desafío de ello. Te tienta a disfrutar más
profundamente.
Los ojos negros de él brillaron. Parecía sorprendido por su comprensión. —
Sí.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Estoy terriblemente preocupada por él, Alexander—. Se le hizo un nudo en


la garganta. Se abrazó al cuello de Fergus y lo besó entre sus dulces ojos. El perro
sonrió y se acomodó junto a su silla. —He intentado explicarle lo peligroso que
es Northfield, pero Campbell parece considerarlo una mera molestia.
—Estás subestimando a Cam. Reúne a cien hombres peligrosos en una
habitación y te diré a cuál debes temer. Es el que permanece tranquilo cuando las
armas se disparan. El que hace que los demás hombres se dispersen como ratas
a la luz del día.
Frunciendo el ceño, examinó las manos de Alexander. Estaban relajadas.
Todo su cuerpo lo estaba. Se había dado cuenta de que a menudo se mantenía
muy quieto. Incluso herido y dolorido, se movía con una gracia suave y
fantasmal.
—Ojalá hubieras ido con él—, susurró.
—Somos dos, muchacha.
Ella miró por la ventana el ominoso día gris. No llovía, pero estaba a punto
de suceder. —¿Qué te hizo seguirlo al regimiento?
Hubo una larga pausa. —Pensé que él decidiría que vivir era mejor que morir
si tenía un hermano al que cuidar. Funcionó.
La conmoción la invadió. Estudió las tranquilas facciones de Alexander
mientras tomaba otro trago. —¿Se unió porque quería... morir?
Hubo un único asentimiento.
—¿Por qué?
Él se pasó una mano por la mandíbula sin afeitar. El gesto era tan familiar que
le hizo doler el corazón. —Eso es algo que tendrás que preguntarle a él—.
Alexander se puso en pie y se dirigió hacia la puerta del jardín.
—¿Fue por una mujer?—, preguntó en voz baja, aunque no estaba segura de
querer la respuesta. No estaba segura de poder soportarla.
Él se puso rígido. Miró por encima del hombro. Y se marchó sin decir nada
más.
~*~

Campbell empezaba a pensar que Northfield era un fantasma. Habían pasado la


primera mitad del día acompañando a Nora Baird de vuelta a Inverness, donde
los había ayudado a interrogar a su amiga, la sombrerera.
La Señora Baird había preguntado suavemente a la Señora Kennedy, de pelo
oscuro y frágil, —Seguro que viste su cara—, a lo que la sombrerera había
respondido: —No estoy segura. Nunca conocí al hombre. Arregló el pedido por
medio de un mensaje. Parecía bastante correcto. La nota fue dejada para mí en

159
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

esa ranura, allí—. Señaló con la cabeza una ranura de latón para cartas en la
puerta de la tienda. —Algunos caballeros prefieren este método a visitar la tienda
en persona. Es más privado.
Campbell había exigido ver la nota. Ella se la entregó con el ceño fruncido.
Había reconocido la escritura de Northfield por la carta de Clarissa, pero ésta no
tenía marcas postales. Había sido entregada en mano, probablemente por el
propio Northfield. Lo que significaba que el hombre estaba lo suficientemente
cerca de Inverness como para entregar mensajes y lo suficientemente cerca de la
cañada como para sacrificar el ganado en las tierras MacPherson. Sin embargo,
nadie había visto a ningún extraño, y menos a un inglés alto.
—¿Está segura de que no recuerda nada más?— le preguntó él a la Señora
Kennedy. —¿Dónde se ha alojado o dónde ha ido a tomar una cerveza? ¿Algo?
—Todo lo que sé es que paga en monedas y paga puntualmente, Señor
MacPherson. Ojalá todos mis clientes hicieran lo mismo.
Pasaron el resto del día revisando todos los pueblos en un radio de diez millas
de Glenscannadoo. El cuarto pueblo que buscaron no fue más útil que los tres
anteriores.
Ahora, el sol casi se había puesto. Y su humor se había vuelto negro hacía
horas. Se ajustó el sombrero y montó en su caballo en cuanto él y Rannoch
salieron de la única taberna del pueblo.
—¿Crees que ha acampado todo este tiempo?— preguntó Rannoch mientras
se dirigían al suroeste, hacia el quinto pueblo.
—No—, respondió Campbell. —Alexander lo habría encontrado, si ese fuera
el caso. Además, necesitaría suministros. Municiones. Comida. Papel para sus
malditas notas.
Rannoch gruñó y se movió en su silla de montar, entrecerrando los ojos
mientras cabalgaban a través de los últimos rayos de sol rojos. —Maldito loco.
Imagina estar así de obsesionado con una muchacha.
Campbell no respondió.
Rannoch miró en su dirección mientras tomaban el camino hacia Dalgrudie.
—No quiero decir que no sea bonita. Porque lo es. Una belleza con un buen
corazón. Siempre lo he pensado.
Él se concentró en el camino por delante. Era poco más que un camino áspero
a través de un terreno rocoso rodeado de pinos cortos y grupos de cardos.
—¿Te he dicho alguna vez que bordó mi manta con una pequeña bellota?—
continuó Rannoch. —Una noche la olvidé después de la cena, y cuando la
recuperé unos días después, el trabajo estaba hecho. Le pregunté por qué se había

160
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

molestado. Me dijo: “Oh, pensé que te sentaría bien”. Luego, se pasó un buen
rato explicando que yo era similar a una bellota, ya que contenía un “inmenso
potencial”—. Se rió y sacudió la cabeza. —Sí, es un encanto, tu pequeña novia.
Una verdadera dama—. Resopló. —Pronto querrá un lugar mejor que ese viejo
montón de paja y piedra que llamas casa. Está claro que ella ha hecho todo lo
posible para mejorarla, pero maldita sea, hombre. Una esposa necesita más que
los desechos de Rob Robertson para tener un hogar apropiado.
Él apretó los dientes y miró al frente.
—Preveo que pronto estarás gastando todo el dinero que has estado
almacenando. ¿Sabe ella el tamaño de tu fortuna...?
—Cierra la boca, Rannoch.
—No, entonces.
El silencio que siguió fue desafortunadamente breve.
—A ella le gusta bailar, ¿verdad? Tal vez le enseñe unos cuantos bailes más
de las Highlands antes de los Juegos de Glenscannadoo este verano. Ella podría
participar en la competición de muchachas. Sí, entonces será una verdadera
MacPherson. Por supuesto, tendré que tomarme mi tiempo con ella. El
entrenamiento requiere muchas horas y una mano firme.
—No. Mantendrás tus malditas manos para ti mismo si pretendes
conservarlas.
Rannoch sonrió ampliamente y luego rompió a reír. —Broderick dijo que
estabas perdido. No pensé que fuera tan malo.
No era tan malo. Era peor. Hacía doce horas que la había dejado durmiendo
en el cálido nido de su cama y no podía respirar con claridad. Había tenido
heridas en el pecho que eran menos dolorosas.
—Ah, hermano. Deberías estar en casa con ella.
—No hasta que encuentre a Northfield.
—¿Has considerado que eso es lo que él busca? ¿Dispararte a ti?
Por supuesto que lo había considerado. No era un idiota. —No importa. El
bastardo tiene que morir.
Rannoch miró a su alrededor la luz menguante y las sombras que se
alargaban. Rodando los hombros, por fin guardó silencio.
Media hora más tarde, Campbell agradeció el asombroso talento de su
hermano menor para la seducción. La pechugona camarera de la posada de los
Tres Cisnes parecía igualmente agradecida, ya que empezó a soltar secretos en
cuanto Rannoch sonrió en su dirección.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Oh, no. No he visto a ningún inglés—, dijo, pasando un dedo por el bíceps
de Rannoch. —Aunque me parece un poco extraño que preguntes.
Rannoch jugó con un mechón de pelo de la muchacha. —¿Y eso por qué?
Ella sonrió y se inclinó sobre Rannoch para colocar la cerveza de Campbell en
la mesa, empujando sus pechos bajo la barbilla de Rannoch. —El mes pasado, Ed
Ramsay dijo que su sobrino estaba de visita desde Inglaterra para una cacería.
Entonces, preguntó por ti.
—¿Por mí?
—Bueno, los MacPhersons, en todo caso. No creí que se conocieran. Una
semana después, Ramsay vino a comprar más mantas, y cuando pregunté por su
sobrino, negó haberlo mencionado—. Ella resopló. —Qué cosa más rara. Ese
viejo, tonto—. Entrecerró los ojos. —Además, es algo peculiar para Ed Ramsay
dejar su casa, el pobre hombre viejo. No ha venido mucho desde que su esposa
enfermó.
A Campbell se le erizó la piel. —¿Dónde vive?
La camarera resopló y levantó la barbilla. —Bueno, ¿por qué debería
decírtelo?
Él se inclinó hacia delante, mirándola con furia.
Rannoch sonrió con calma y le dijo a la camarera: —Mejor que respondas,
muchacha. Él ha tenido un largo día.
Ella tragó saliva. Observó los hombros de Campbell y su expresión. —Tomen
el camino principal hacia el norte. Giren en el molino. Es la granja justo después
del puente.
Campbell terminó su cerveza, arrojó una moneda sobre la mesa y se puso de
pie. La camarera retrocedió varios pasos.
—Tu cerveza es una mierda—, dijo antes de salir al patio de la posada.
Rannoch lo siguió, pero esperó a que ambos montaran y empezaran a recorrer
el camino principal antes de comentar: —No tenías que insultar su cerveza.
—¿Estaba equivocado?
Su hermano suspiró. —No.
No tardaron en encontrar el lugar. La granja de piedra se encontraba al final
de un camino cubierto de maleza, aislada entre un grupo de pinos y fresnos. La
estructura de dos pisos estaba flanqueada por vallas de piedra y un establo de
madera en mal estado. Una cabra pastaba en el jardín. Una pareja de cuervos
graznaba desde el tejado. Por lo demás, no había señales de vida, ni humo en las
chimeneas ni luz en las ventanas.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—No me gusta el aspecto de esto—, murmuró Rannoch, dejando su rifle sobre


su regazo.
Campbell redujo su paso. —Estoy de acuerdo.
Se dirigieron a la línea de árboles, desmontando y atando los caballos. Luego,
evaluó lo que podía ver de la propiedad a la débil luz de la luna. —Revisa lo que
puedas encontrar en el establo. Yo rodearé la casa para entrar por el jardín. Si
encuentras a Northfield, hazle todo el daño que quieras. Pero no lo mates. Eso
me corresponde a mí.
Rannoch le lanzó una mirada sombría. —Por Dios. Me alegro de que estés de
mi lado, hermano.
Cada uno de ellos se acercó a la casa desde diferentes direcciones,
manteniéndose en las sombras y alejados de la línea de visión de las ventanas.
Campbell palmeó su pistola y su puñal y luego se acercó a la parte trasera de la
casa, observando las sábanas que colgaban de un tendedero desplomado.
Estaban cubiertas de manchas de óxido. Se dirigió a la puerta del jardín, que
estaba abierta en un ángulo torcido. La cabra baló. Él se apartó de su camino, y
la cabra pasó corriendo junto a él.
Él escuchó, observó si había señales de Northfield o Ramsay. Nada.
La puerta del jardín no estaba cerrada con pestillo. La abrió. Inmediatamente,
reconoció el hedor. No encontraría a Ramsay ni a su esposa aquí, al menos no
vivos.
Una furia fría se apoderó de él. Se obligó a reducirla, moviéndose en silencio
por el fregadero y la cocina. El cadáver de un ciervo estaba sobre la mesa,
prácticamente intacto. La sangre encharcaba el suelo, pero el cadáver estaba
rígido, por lo que el animal debía de haber sido sacrificado hacía días.
Aventurándose más adentro, descubrió a la señora Ramsay en la alcoba
inferior. Estaba tumbada con el vestido y la gorra mirando fijamente a la ventana,
con las manos cruzadas sobre el pecho y la boca abierta. Llevaba muerta al menos
uno o dos días.
Registró la casa habitación por habitación, encontrando pruebas de que un
“invitado” había dormido en una alcoba del piso superior: mantas robadas
apiladas en un rincón, un lavabo con barba en el cuenco No encontró ninguna
otra posesión: ni armas ni munición, ni ropa ni jabón de afeitar.
La sombría certeza se cristalizó: Northfield había estado aquí, pero ya no.
Campbell terminó de registrar la casa y se reunió con Rannoch fuera del
establo. La expresión de Rannoch era sombría y ominosa. —Es probable que
Northfield se haya ido, Cam. Al menos hace uno o dos días.

163
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Campbell asintió. —¿Alguna señal de Ramsay?


Rannoch dio un paso atrás y señaló las puertas del establo. —Sí.
Dentro del establo, un anciano con barba blanca colgaba de una viga. No
había sido colgado por el cuello. Más bien, había sido atado, colgado y
desangrado como una pieza de caza.
Una fría y punzante sensación de malestar invadió el cuerpo de Campbell. —
Cristo en la cruz.
—Debo admitir que esperaba que tu muchacha estuviera haciendo un
escándalo por nada. Pero me temo que es lo contrario. Bastardo asesino.
Campbell asintió y se pasó una mano por la boca. Sacó su puñal de la vaina y
cortó la cuerda que sostenía a Ramsay. Rannoch le ayudó a bajar el cuerpo del
anciano sobre un montón de paja. Luego, buscaron una manta y lo cubrieron.
—¿Cómo crees que Northfield persuadió a Ramsay para que lo ayudara?—
Preguntó Rannoch.
—La esposa de Ramsay estaba enferma. Probablemente Northfield amenazó
con matarla, lo que le permitió controlar a Ramsay. Ella ha estado muerta un día
o dos más que Ed, aquí. Sospecho que murió de su enfermedad, lo que dejó a
Northfield sin nada que hacer con Ramsay. El pobre hombre intentó escapar.
Northfield lo mató.
Rannoch suspiró. Mientras volvían a sus caballos, observó: —Es inteligente.
Un inglés sería detectado inmediatamente por aquí. Así que él encontró a un
hombre de la zona para que le traiga provisiones y le dé cobijo. Pero no
demasiado local, ¿eh? Dalgrudie está a una hora de cabalgata desde
Glenscannadoo, bien fuera del territorio MacPherson, y sólo se pasa por aquí si
se va a Dingwall. Ramsay era un objetivo perfecto—. Rannoch hizo una pausa.
—Northfield puede estar loco, pero piensa como un cazador. Un depredador. Es
malditamente peligroso.
Si Campbell pudiera hablar, habría hecho las mismas observaciones.
Malditamente peligroso era correcto. Pero, por el momento, todo lo que podía
hacer era instar a su caballo a viajar más rápido.
—¿Por qué abandonaría la casa?— Rannoch reflexionó mientras pasaban el
molino y giraban hacia el camino principal. —Podría haber enterrado a los
Ramsay. Podría haber seguido viviendo allí, cazando su comida, sin que nadie se
diera cuenta.
Campbell se tragó un nudo frío y enfermizo. —Ya no necesita la casa. Su
cacería está terminando. Quiere llevarse su premio—. Por eso había enviado la
ropa de luto. Clarissa había dicho que la única advertencia que había recibido era

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

la que le hizo Northfield. La advertencia había sido emitida. Northfield iba por
ella.
Rannoch guardó silencio durante un largo rato. Luego, dijo: —La
mantendremos a salvo, Cam. Cueste lo que cueste. Los MacPherson protegen a
los suyos.
Campbell asintió con agradecimiento. Pero, en su interior, sus instintos
aullaban que incluso un ejército de MacPhersons podría no ser suficiente.
Dos horas más tarde, entró en su casa a través del fregadero, después de
asegurarse de que los hombres de guardia no habían visto nada extraño. El
agotamiento hacía que le dolieran todos los músculos. El olor de la muerte
todavía lo perseguía. Y la miserable cerveza de horas antes seguía siendo un
recuerdo amargo en el fondo de su garganta.
Pero Dios, era bueno estar en casa.
Suspiró cuando vio a Alexander bebiendo whisky en la cocina.
—Llegas tarde, hermano—. A la luz de la linterna, los ojos de Alexander
estaban enrojecidos pero afilados. Parecía tan demacrado como se sentía
Campbell. —¿Tardaste todo el día en enterrar al hombre?
—No lo encontré.
Alexander le sirvió una copa y la deslizó por la mesa. —Sí, es un pez
escurridizo.
Campbell borró el recuerdo de la amarga y rancia cerveza con el fuego dorado
del whisky MacPherson. —He descubierto dónde se ha estado escondiendo.
Alexander levantó una ceja. —¿Dónde?
Describió sin rodeos lo que él y Rannoch habían encontrado.
Alexander se pasó una mano por la mandíbula sin afeitar y maldijo. —
Tendremos que informar al alguacil.
—Rannoch lo hará por la mañana—. Campbell hizo una pausa, su cabeza
daba vueltas al único pensamiento que nunca abandonaba su mente. —¿Cómo
está ella?
Él le dio una débil sonrisa. —Molesta contigo. Preocupada por tu seguridad.
Él apretó los dientes. La necesidad de verla era un dolor intenso.
—Vamos—, dijo Alexander en voz baja. —Está durmiendo, así que
probablemente no le molestará que la mires como un auténtico idiota.
Campbell gruñó mientras el anhelo le atravesaba el pecho. Se dirigió hacia el
pasillo, ansioso por encontrar a su esposa. En la entrada, una punzada de
preocupación lo hizo voltear. A la luz del fuego, los rasgos de Alexander eran
más marcados que de costumbre. Parecía un hombre que había visto el cielo, pero

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

residía en el infierno. —Descansa un poco, hermano—, le ordenó. —Te necesitaré


fuerte para la lucha que se avecina.
Despreocupadamente, Alexander terminó su whisky y se puso en pie. —Sí.
es cierto—, respondió mientras recuperaba su rifle y abría la puerta del jardín
para salir al exterior. —Pero no hay descanso para los malvados, ¿eh?
Frunciendo el ceño, Campbell se preguntó si la herida de Alexander era lo
único que lo aquejaba. Su hermano parecía... no lo sabía. Roto, de alguna manera.
¿Una mujer? se preguntó.
Ahora mismo, Campbell tenía su propia mujer por la que preocuparse. Ese
pensamiento lo hizo avanzar, subiendo las escaleras de dos en dos. Se detuvo
frente a la puerta de ella, intentando calmar su corazón antes de asustarla. Apretó
y aflojó los puños. Tragó. Sintió el aumento de la expectación. Tocó suavemente
y abrió la puerta.
La cama estaba vacía.
—Maldito infierno—, murmuró. ¿Dónde estaba ella? Un frío pánico recorrió
su columna. Alexander había dicho que estaba dormida. Ni siquiera había fuego
en la chimenea. Al instante, se dirigió a las escaleras y se detuvo al pasar por la
puerta de su habitación. ¿Había sido un crujido? Sonaba como su cama cada vez
que él se daba la vuelta.
Abrió la puerta de par en par, con el corazón palpitando. Allí, en el centro de
su cama, envuelta en su plaid gris y con el brazo sobre un Fergus despatarrado,
yacía su dulce y bonita esposa. El mundo giró de nuevo, obligándolo a apoyarse
en el marco de la puerta. Respiró aliviado. Se acercó más.
Dios, cómo necesitaba abrazar a su muchacha.
Fergus resopló y levantó la cabeza. Moviendo la cola, el perro se sentó y bajó
de la cama de un salto para saludar a Campbell. Después de unas palmaditas y
un elogio silencioso, Campbell lo mandó a tumbarse en su jergón. Luego, sin
pensarlo más, se desnudó hasta quedar en pantalones y se metió en la cama para
tumbarse junto a Clarissa.
Ella murmuró dulcemente y se acercó a él, aunque parecía estar dormida. Él
la tomó en sus brazos, acunando su cuerpo contra el suyo. Entonces, se dio
permiso para tocarla.
Su pelo, suave como el hilo de seda, le deleitó las yemas de los dedos. Sus
hombros y su espalda se sentían tan delicados y pequeños. Su pálida mejilla tentó
a sus labios. Los labios de ella lo endurecieron hasta el punto de dolerle.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

El cálido colchón de su cuerpo era milagroso. Cómo la deseaba. Cómo


necesitaba esos ojos risueños que se burlaban de sus oscuros estados de ánimo.
Cómo anhelaba las palabras para explicar lo que ella era para él.
Pero nunca había sido bueno con las palabras. Broderick era mejor para
explicar las cosas, y Rannoch podía encantar a una muchacha con una eficiencia
diabólica. Incluso Alexander era más elocuente, aunque entendía los problemas
de Campbell mejor que los demás. Sabía más sobre Isla, más sobre el pasado.
Campbell acarició las dulces facciones de su esposa, trazando sus pálidas
cejas y su delicada nariz. Cuando ella se movió y le agarró la muñeca, él la
estrechó más, moldeando su fuerza en torno a ella mientras la palma de la mano
de ella se deslizaba por su pecho.
—¿Campbell?—, murmuró ella somnolienta.
—Sí—, susurró él, besando su sien.
—Estás en casa—. Las gruesas pestañas se agitaron. Ella suspiró. Parpadeó
hacia él. Acarició su mandíbula. —Nunca más te vayas.
Su corazón dio un vuelco. Por Dios, esta mujer era suya. ¿Dejaría de
asombrarlo eso alguna vez? —No—, espetó. —Nunca te dejaré.
Ella frunció el ceño. Su labio inferior tembló hasta que lo endureció. —Te eché
de menos. Me preocupé. Alexander dijo que no debía, pero no puedo evitarlo.
—No te angusties, gràidheag.
Sus dedos se clavaron en sus músculos, amasándolo como un gatito. —Y
ahora te deseo de nuevo. Eso nunca cesa.
El fuego se propagó por su pene, que se mantenía duro y listo, a pesar de su
agotamiento. Su cuerpo era ingobernable cuando se trataba de ella.
—Estoy... indispuesta, así que no podemos...— Ella suspiró. —Malditos
períodos. Son una molestia. Aunque quizás sea lo mejor. Cada vez que estoy
cerca de ti, me siento como si la señora MacBean me hubiera dado un tónico de
fertilidad. Ridículo—. Sus ojos se cerraron mientras se acurrucaba en él. —Soy
ridícula.
—No—, dijo él. Quería decirle que ella era lo más alejado de lo ridículo, que
había tropezado con el paraíso después de vagar por un vasto y árido páramo.
Pero no podía hablar. Se le hizo un nudo en la garganta y se le apretó más el
pecho.
Antes de Clarissa, no se había dado cuenta de lo marchita y fría que se había
vuelto su existencia. Entonces, la última Navidad, había visto una impresionante
belleza inglesa que lo miraba fijamente a través del salón de su hermano.
Aquellos ojos desorbitados se habían abierto de par en par, dirigiéndose a sus

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

manos y muslos, y ella se había sonrojado del más bonito color rosa. Él había sido
un hombre muerto desde hacía mucho tiempo que anhelaba respirar de repente.
Cuanto más la veía, más profunda era su necesidad. Se había convertido en un
anhelo. Luego en un deseo insaciable. Había intentado satisfacerlo en sus sueños,
pero eso nunca había sido suficiente. Su desesperación había sido evidente para
sus hermanos, aunque él mismo sólo había empezado a reconocerla cuando supo
que ella estaba en peligro.
—Eres mi Edén, amor—, le confesó ahora, con voz áspera. —Tal vez sea un
ladrón por reclamarte cuando no tengo ningún derecho terrenal, pero ¿qué puede
hacer un hombre cuando se le entrega un milagro? Guardarlo, eso es lo que hace.
Protegerlo con su vida. Apreciarlo con todo lo que tiene.
Ella no respondió. Con la cabeza metida entre el hombro y el cuello de él, se
limitó a murmurar y a relajarse en el sueño.
Sólo cuando se rindió al cansancio se dio cuenta de que por fin había dicho la
verdad de su corazón -en voz alta- a su bella esposa. Pero había hablado en
gaélico.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Catorce
—No puedes hablar en serio—. Campbell se recostó en su silla con el ceño
fruncido. —El hombre ha matado a dos personas. Dos desconocidos. Hay que
detenerlo.
Clarissa sirvió la segunda taza de café de su esposo y se ajustó el plaid gris -
ahora su plaid- alrededor de los hombros. —Estoy de acuerdo.
—Me refiero a matarlo. Me importa un bledo lo que piense su familia.
—Por eso debo preocuparme por esas cosas—. Se sentó frente a la mesa de la
cocina de su marido y se sirvió un poco de té. Señalando el aparador, explicó: —
Como las servilletas.
—¿Servilletas?
—Piensa en lo vacías y desorganizadas que parecerían las cestas sin servilletas
a juego.
Él miró por encima del hombro.
—Una mujer advierte cosas que un hombre no nota—, aclaró ella. —La
necesidad de un rotulado adecuado, por ejemplo.
Sus ojos se posaron en ella y se estrecharon.
—Hay una fina línea entre lo austero y lo barbárico, ya sabes. Los corchos en
una lata oxidada son decididamente lo segundo.
En lugar de responder, él resopló y bebió su café.
—No me estoy quejando.
—No, claro que no.
—Lo que quiero decir es que no deberías desestimar mis preocupaciones.
—No las he desestimado—. Señaló hacia las cestas. —Te he dejado hacer los
cambios que querías, ¿no?
—Bueno, no todos.
—¿Qué más te gustaría?
—Ventanas que no chirríen, para empezar.
Él rodó los hombros. —Nuevas ventanas. Bien.
—Una chimenea que no se apague sola.
—¿Te refieres a la de tu antigua habitación? Ahora duermes en mi cama. No
te sirve de nada.
Ella golpeó el borde astillado de su taza de té y arqueó una ceja. —Un servicio
de té adecuado no estaría de más.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Bien.
—Una valla para el jardín. Una cama nueva para Fergus. Manzanos. ¡Oh! Y
un búho. Me gustaría que me tallaras un búho.
—Suficiente, muchacha. Una vez que Northfield esté muerto, cambiaré todo
el maldito lugar, si te apetece. Por ahora, él es mi principal preocupación.
—No puedes matarlo. Su familia vendrá por ti. Querrán verte colgado.
—Lo sé.
—No, no creo que lo sepas. Los Northfields se han hecho amigos por todas
partes en la sociedad aristocrática. Todas las familias nobles tienen al menos una
novia Northfield o una prima Northfield o un pariente Northfield. El hijo de mi
primo Rupert se casó con una. También la hermana de Kate, Annabelle—. Dio un
sorbo a su té distraídamente. —Aunque, Robert es un Northfield de sangre, no
de nombre. Su abuela, creo—. Dio otro sorbo. —Lo que sólo prueba mi punto.
Están en todas partes.
Al percatarse de que se había olvidado de la miel, empezó a levantarse, pero
Campbell tomó el tarro del aparador con su brazo increíblemente largo. Lo puso
junto a su taza.
Ella parpadeó. —Gracias.
Él gruñó.
Ella echó la miel en su taza y removió. Su período menstrual casi había
terminado, pero cuando llegaba, ella prefería las cosas más dulces. —Ahora bien,
¿dónde me quedé?
—Querrán verme colgado.
—Bien. A Lord Northfield le importarán un bledo las fechorías de Stephen o
si fue asesinado en defensa de mi seguridad. Quien mate a su nieto...
—Seré yo.
—Campbell—, reprendió ella.
—El asunto está resuelto.
Su cuchara tintineó en su platillo desparejado. —El alguacil estaba
convenientemente indignado por los asesinatos del pobre Señor Ramsay y su
esposa. Reconoce la amenaza que supone Stephen—. Cuando Rannoch había
denunciado sus muertes hacía unos días, el joven y avispado alguacil de
Inverness se había pasado por la casa para interrogarla a ella y a Campbell. Se
había marchado poco después, prometiendo reclutar a sus “mejores hombres”
para que se unieran a la búsqueda de Northfield. —La determinación del señor
Gillespie me pareció alentadora. Quizás la pomada que llevaba era un poco
exagerada, pero parecía serio.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Él parecía un jamón con grasa—, refunfuñó Campbell.


—Todo lo que digo es que deberíamos darle a los agentes la oportunidad de
encontrar a Northfield antes de enredarnos en un juicio por asesinato. En el mejor
de los casos, serás transportado a Australia. No deseo residir en Australia.
—Esos muchachos no podrían encontrar sus pelotas con un espejo y un mapa.
—¿Qué daño haría dejarlos intentarlo?
Él bebió su café y examinó su pecho con una mirada negra y abrasadora. —
Digamos que encuentran a Northfield. Tendrían que llevarlo ante los
magistrados. Los jueces pueden ser comprados—. Dio otro sorbo. —Ya ocurrió
antes. Broderick habría perdido a Kate si el asunto se hubiera dejado en manos
de la ley. Casi la perdió de todos modos—. Bebió el resto de su taza. Sus ojos se
clavaron en los de ella, haciendo que su vientre se agitara. —No voy a confiar tu
seguridad a incompetentes, gràidheag.
Después de recuperar el aliento, ella chasqueó la lengua. —¿Por qué eres tan
poco razonable?
Él se apartó de la mesa con un empujón, y su silla raspó el suelo.
Levantándose para llevar su taza al fregadero, frunció el ceño al ver el tarro de
miel cerca de su muñeca. —¿Cuánto tiempo más?
Las mejillas de ella ardieron más que su té. —E-esta noche, probablemente.
Las últimas cuatro noches, él había regresado de largas jornadas de manejo
de ganado y cacería de Northfield para meterse en su cama, donde la abrazaba
hasta la mañana. Nada de intimidades mientras ella estaba indispuesta, por
supuesto. Sólo los dos tumbados juntos, empapándose del calor del otro, y
quedándose lentamente dormidos. Aunque el deseo de su cuerpo por el de ella
seguía siendo evidente -su tamaño lo hacía difícil de ocultar-, no había expresado
ninguna frustración.
Hasta ahora.
Con un movimiento de cabeza, se dirigió a la puerta. Luego se detuvo. Luego
giró y regresó hacia ella. De repente, le tomó la nuca, se inclinó por la mitad y la
besó con fuerza. Un largo y sedoso deslizamiento de su lengua le provocó los
sentidos. Unas notas de café y una embriagadora ráfaga de hombre delicioso
hicieron que la cabeza le diera vueltas y el corazón le palpitara con fuerza. Ella
se acercó a él.
Él rompió el beso, respirando rápidamente. —No puedo quedarme. Hay
mucho que hacer.
Ella le apretó la mandíbula. —No hemos terminado nuestra discusión.
—Sí. Lo hemos hecho—. La besó por última vez antes de alejarse.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—¡Campbell!
La puerta del fregadero se abrió y se cerró.
Ella soltó un suspiro. Maldita sea, el hombre era exasperante. Y tentador. Y
un besador magistral.
Y exasperante.
Las criadas tenían el día libre, así que por una vez, la casa estaba tranquila.
Demasiado tranquila. Golpeó una uña contra su taza de té. El fuego crepitaba en
la chimenea. El viento silbaba más allá de la ventana. El té empezó a enfriarse,
aunque su anillo de boda seguía caliente.
Aquí estaba, sentada de nuevo, esperando de nuevo, escondiéndose de
nuevo. Se sentía completamente inútil.
Ella se retorcía el anillo en el dedo, una y otra vez.
No podía persuadir a Campbell de que se protegiera, no importaba el
argumento. Estaba decidido a matar a Northfield y a atenerse a las consecuencias.
Hombre exasperante.
Una y otra vez.
Claramente, ella no podía hacer nada para detenerlo.
Giró el anillo una y otra vez.
Pero, ¿podría protegerlo?
Entrecerró los ojos hacia la ventana de la cocina y volvió a golpear su taza de
té con un ritmo cada vez más rápido.
Tal vez. Pero necesitaría una contramedida. Y una gran ayuda con mucha
influencia.
Minutos después, se puso la capa y se dirigió al establo. —Deseo visitar
Rowan House—, anunció a su esposo, que se detuvo mientras vertía un cubo de
agua en un abrevadero. Una vaca gigante bajó la cabeza para beber.
—¿Para qué?—, refunfuñó él.
—Para una visita—. Apoyó los codos en una de las barandillas e ignoró al
ternero que trotaba hacia ella. Su esponjosa cara no era lo más bonito que había
visto nunca. No lo era. No lo era. —Deseo ir, y quiero que me lleves.
Él murmuró algo en voz baja. Sonaba como —Me muero por llevarte—, pero
él se pasaba una mano por la boca, así que ella no podía asegurarlo.
El ternero le mordisqueó la capa. Ella trató de ignorarlo, pero él se alejó
alegremente y luego volvió a mordisquearla. Ella se negó a enfrentarse a sus ojos
que derretían el corazón, a su cara dulce y lanosa y a su lengua rosada.
Otro tirón.
—Mantequilla—, siseó ella. —Basta.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él le acarició la mano.
Ella suspiró y le dio el dedo. —Sólo esta vez—. Él se prendió para lamer y
mamar. —Tu madre está ahí, sabes.
Campbell arqueó una ceja en su dirección. —Creo que te prefiere a ti,
muchacha.
Ella chasqueó la lengua. —Niño tonto—. Le rascó la cabeza y se retiró para
acariciar su cara. —Un día, serás demasiado grande para esto.
Acariciando los cuartos traseros de la vaca, Campbell salió por la puerta para
situarse junto a Clarissa. —Algunas criaturas nunca son demasiado grandes para
ser acariciadas.
Ella dirigió una mirada a su enorme marido. —Entonces, ¿me acompañarás a
Rowan House?
—Dime por qué.
—Debo hablar con Francis antes de que se vaya.
Un músculo de su mandíbula palpitó. —No puedo perder el tiempo. La
temporada de partos me mantiene ocupado...
—No importa, entonces. Se lo pediré a Daniel.
Él desvió la mirada, maldiciendo en voz baja. —No, yo te llevaré. Papá quiere
que le devuelva su carruaje de todos modos.
Dos horas más tarde, su esposo, poco dispuesto, la levantó del carruaje y la
llevó al vestíbulo de Rowan House.
Aferrada a su musculoso cuello, le aseguró: —Puedo caminar, sabes—.
Mientras tanto, ella saboreaba en secreto la fuerza de sus brazos, la absoluta
seguridad que le ofrecían.
Con cuidado, él bajó sus pies al suelo, pero mantuvo una mano en su cintura.
—Tienes una hora. No salgas de la casa sin que yo esté a tu lado. ¿Entiendes?
Ella le acarició el pecho, tratando de no notar lo bien que olía. —Una hora es
insuficiente. Necesito al menos dos.
—Una.
—Creo que dos. Los shortbread7 de McInnes deben saborearse lentamente.
—Dios, pones a prueba la paciencia de un hombre.
—No seas tonto. Esta será tu oportunidad de consultar con Broderick.
Compadecerse de tener esposas inglesas. Comparar notas sobre técnicas de
gruñido.
—Yo no gruño.

7
Comida típica, definida como polvorones o galletitas de mantequilla

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella le alisó la lana con repetidas caricias. —Por supuesto que sí. Ahora, dame
dos horas, ¿sí? Muestra paciencia ahora, y no me opondré a un poco de
impaciencia más tarde.
La nariz de él se ensanchó. Los ojos negros se fundieron una fracción de
segundos antes de que desviara la mirada. —Mujer, me vuelves loco.
Ella arqueó una ceja. —¿Oh? ¿Me encuentras exasperante?
—Frustrante, sí.
—Bien. El sentimiento es mutuo.
Poco después, Campbell desapareció en el estudio de Broderick mientras
Clarissa se sentaba en el salón mordisqueando el tierno y mantecoso shortbread
del señor McInnes y explicando el propósito de su visita a Francis. Kate y la
abuela escuchaban con expresiones fascinadas.
—Es una ayuda considerable, lo reconozco—, reconoció Clarissa a su querido
amigo, barriendo nerviosamente las migas de su falda de lana marrón.
Francis apoyó un codo en el pianoforte y resopló. —¿Chantajear a un amigo
del Primer Ministro? No, no. No pienses en ello.
—No te lo pediría si no estuviera desesperada. Sé cómo detestas hablar de
las... indiscreciones de tu padre.
—Detesto discutir cualquier cosa de mi padre. ¿Su aventura con Kitty
Northfield y la posibilidad de que el heredero de Northfield no sea de sus
entrañas? Preferiría asistir sobrio a una sesión del Parlamento. O ir desnudo por
Rotten Row durante el horario concurrido. O asistir al Parlamento desnudo y
sobrio. En febrero.
Kate se sentó hacia delante y levantó una mano. —Perdona mi ignorancia,
pero ¿cómo sabes que Silas Northfield fue engendrado por Lord Medford?
La abuela palmeó la mano de Kate. —¿A quién se parece más, querida? ¿A
Stephen?— Señaló con la cabeza a Francis. —¿O a Teversham?
Kate parpadeó. Volvió a sentarse. —Ah, sí, ya veo—. Silas Northfield era
rubio, de ojos azules y guapo como la obra maestra de un escultor. No parecía un
Northfield. Se parecía al padre de Francis. Y a Francis. —Pero, ¿estamos seguros
de que la Señora Northfield mantuvo una relación con Lord Medford? Ella no
parece de esa clase.
Con una leve sonrisa, la abuela respondió: —Estamos seguros, querida.
—¿Cómo podemos...?
—Kitty Northfield dio a luz a Silas ocho meses después de una visita con su
amiga íntima en Yorkshire. El señor Northfield no la acompañó.
Los ojos de Kate se abrieron de par en par. —Amiga íntima. ¿Quién?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Francis respondió: —Mi madre.


—Después del nacimiento de Silas, se formó una desavenencia entre Lady
Medford y la señora Northfield—, explicó la abuela. —Algunos observadores
especularon que el ojo errante de Lord Medford se había desviado hacia el...
jardín de Kitty, por así decirlo. Sin embargo, cuando el señor Northfield reclamó
la paternidad sin objeciones, el asunto se olvidó pronto.
Clarissa se puso en pie y se acercó a Francis, que se apoyaba en el piano de
cola de Kate con estudiada despreocupación. Ella no se dejó engañar. —Entiendo
lo que estoy pidiendo.
Los ojos azules de Francis brillaron. —No. No lo entiendes.
—Reabrirá las heridas de tu madre. Invitará a un terrible escándalo justo
cuando tienes la oportunidad de ser realmente feliz.
—Mi felicidad es lo que menos me preocupa. Atraer el escrutinio de Lord
Northfield, su enemistad, corre el riesgo de exponer... demasiado—. Él hizo una
mueca. Suspiró. —Sus conexiones están...
—En todas partes. Lo sé. Pero este secreto lo perjudica doblemente. Quita a
Silas y a Stephen, y no quedan herederos más allá de su padre. La línea termina
ignominiosamente. Él no se arriesgará a tal resultado.
—Estás terriblemente segura de que cederá a nuestras demandas. ¿Y si te
equivocas?
Podría ser así. Los Northfield amaban genuinamente a Stephen, y el dolor
podría llevarlos a tomar represalias contra Campbell sin importar la presión.
—Es posible que Lord Northfield se resista a la persuasión—, intervino la
abuela. —Yo sugeriría acercarse primero a la señora Northfield.
Clarissa frunció el ceño, desconcertada. —¿Por qué?
—Cuando escribí a Lord Northfield advirtiéndole del comportamiento de
Stephen, se negó a tomar medidas. Los Northfield son leales a su sangre ante
todo. Pero Kitty es la madre de Silas tanto como la de Stephen. Estará afligida,
pero no pondrá en peligro la herencia de Silas. Necesitaremos un aliado en esa
familia.
Clarissa asintió. —La Señora Northfield primero, entonces—. Se volvió hacia
Francis. —¿Ayudarás?
La mirada de Francis se desvió hacia Kate. —Debería haber partido ayer. ¿Por
qué dejé que me convencieran de esperar a que mejorara el clima? Esto es Escocia.
El clima no mejora.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Clarissa le tendió la mano. —Colgarán a Campbell, Francis. Si él mata a


Stephen, lo matarán—. Su garganta se tensó hasta convertirse en un hilo
doloroso. —Debemos hacer algo.
Después de unos momentos, él cedió. —Muy bien. Lo intentaré. Pero debo
advertirte que si la Señora Northfield se muestra poco receptiva, no podré
cumplir mi amenaza. El daño sería demasiado grande para no cosechar ningún
beneficio discernible—. Él apretó sus dedos. —Lo siento, querida. Este engaño
puede no funcionar.
Kate se unió a ellos en el pianoforte. —También podemos ayudar al esfuerzo
desde otra dirección—. Pasó su brazo por el de Clarissa. —Escribiré a mi padre y
a mis hermanas de inmediato para pedirles su apoyo—. El padre de Kate era un
conde, y entre sus cuñados había dos condes, un futuro marqués y un poderoso
duque. —Con una oposición tan unida, Lord Northfield debe ciertamente dudar
en exigir cargos.
Los ojos de Clarissa se llenaron de lágrimas. Nunca había estado tan
agradecida por sus queridos amigos. —Esperaba que lo ofrecieras. Gracias.
—Yo también quiero a Campbell—. Kate sonrió. —Además, pensaba escribir
a mi familia por otro motivo—. Sus ojos se iluminaron y centellearon mientras
aplanaba una palma de la mano sobre su vientre y agitaba los dedos.
Clarissa jadeó. —No.
Asintió emocionada.
Llena de alegría por su querida amiga, Clarissa abrazó a Kate. Juntas,
chillaron y bailaron de puntillas. Su emoción era por Kate y Broderick, que
habían sobrevivido a un calvario de pesadilla y se merecían toda la felicidad. Pero
también sintió un tirón de anhelo.
En toda la locura del último mes, no se había permitido contemplar lo que
significaba estar casada. Ahora se imaginaba a los bebés que podría tener.
Dulces muchachitos con mandíbulas cuadradas que se convertirían en
hombres tan fuertes y honorables como su padre. Adorables niñas de ojos
oscuros, a las que su papá llevaría a todas partes y protegería con todas sus
fuerzas.
Cielos, le encantaría verlo bailar con sus niñas como su padre había bailado
con ella.
Su corazón se apretó lo suficiente como para hacerla jadear.
Quería crear recuerdos con Campbell, formar un hogar alimentando a su
familia alrededor de una mesa llena de marcas. Reír juntos mientras Fergus
esperaba que los niños soltaran algún que otro trozo de comida. Mecer una cuna

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

tallada por las manos de su esposo. Hacer el amor con él en las noches de
tormenta después de que los niños estuvieran dormidos.
Ella quería los hijos de él. Su corazón.
Quería que la amara tan ferozmente como ella lo amaba a él.
Esa misma tarde, mientras él la subía a su enorme caballo bayo y montaba
detrás de ella, apenas podía respirar por el anhelo. No había hablado mucho
después de reunirse con Broderick, que le había prometido devolver el carruaje
a Angus. Ahora, con los brazos de Campbell rodeándola y su pecho a su espalda,
Clarissa contemplaba las aguas plateadas de Loch Carrich y los pastos brumosos
que flanqueaban el camino. Las nubes colgaban bajas, pero la lluvia había cesado
por un momento. Se estremeció.
—¿Estás bien abrigada, gràidheag?
—Sí—. Miró el cuello del caballo, acariciando su larga y negra crin. —¿Cómo
se llama?
—Dunmore.
Pasó las largas hebras por sus dedos y le dio al semental una palmadita de
aprobación. —Es muy grande.
—Yo también lo soy.
—Claro.
El silencio se alargó. Guió a Dunmore más allá de un matorral de pinos hacia
un nuevo camino que se adentraba en las colinas del oeste. —Este es el camino a
la destilería—, retumbó. —Te enseñaré cómo voy a casa la mayoría de los días.
Ella asintió, pero su mente estaba en otra parte, dando vueltas a la pregunta
que más le preocupaba: ¿Cómo se atraía a un hombre para que se enamorara?
En el pasado, ella había asumido que se trataba de la belleza. Un poco de
encanto. Unas pestañas que aletearan y un buen despliegue de pechos. Pero ella
había empleado todas esas tácticas durante su última temporada, y los resultados
habían sido tristes, por decir algo.
—¿Tuviste una visita agradable, entonces?
Ella hizo una pausa en sus cavilaciones para responder: —Mmm. Los
shortbread estaban exquisitos.
Campbell parecía desearla, un punto a su favor, sin duda. ¿Debería lanzar
una campaña de seducción? ¿Podría hacerlo olvidar a la misteriosa mujer de su
pasado y hacerlo sentir un mayor afecto por su esposa?
Una ardilla atravesó el camino. —Ya no está lejos—, murmuró, girando hacia
otro camino que se bifurcaba hacia el suroeste a lo largo de un pequeño arroyo.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La seducción no podía hacer daño, decidió. Hasta donde ella sabía, los
hombres disfrutaban mucho haciendo el amor, y su noche de bodas había
demostrado que Campbell no era una excepción. Ella frunció el ceño. ¿Disfrutaba
ella demasiado? Tal vez él preferiría una esposa más decorosa, una que no rogara
ni gritara su nombre a tal volumen.
—¿Muchacha?
Ella se mordió el labio. ¿Y si la razón por la que había sido tan paciente con
ella -durmiendo castamente, esperando a que pasara su período, limitando los
besos a una o dos veces al día- era porque no la encontraba más deseable que a
cualquier otra mujer? Tal vez prefería una esposa más delgada y con un pecho
más pequeño. Una que no tuviera signos de su lucha contra la gordura. Una con
el pelo negro y salvaje.
—Clarissa.
Si hacer el amor no era su mejor estrategia, debía pensar en otra forma de
abrir su corazón. ¿Pero qué? En realidad, había pasado demasiados años siendo
ignorada por los hombres. Una temporada de éxito no era suficiente
entrenamiento. Sus esfuerzos por encantarlo con su ingenio habían fracasado. El
coqueteo había fracasado. Cualquiera que fuera su pretensión de belleza, había
fracasado. Durante el primer mes de su relación, ella había dirigido todo su
arsenal en su dirección, y todo el arsenal había fracasado.
No había ayudado cuando los sueños eróticos habían comenzado, dando
lugar a su pequeño problema de vulgaridad. Sospechaba que a él le divertía, pero
¿le habían dado sus arrebatos una idea equivocada? ¿Y si la consideraba una
ramera? Tal vez debería decirle la verdad.
Maldición. Estaba pensando demasiado los detalles. Él no parecía reacio a
cumplir con su deber de esposo. En realidad, cuanto más lo hiciera, más
probabilidades tendría ella de concebir. Y pensó que a él le gustaba verla
desnuda.
Detrás de ella, él se movió en la silla de montar como si estuviera
profundamente incómodo. —Maldito infierno.
Ella se inclinó hacia delante y luego movió las caderas para reequilibrar su
asiento.
El brazo de él le apretó la cintura como un torniquete. —Quédate quieta—,
gruñó él.
Ella resopló. —Cielos, tu temperamento ha sido muy desagradable
últimamente.
—Si estás enfadada conmigo, dilo.

178
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Muy bien. Estoy enfadada contigo. No me hables de esa manera.


—Eso no es lo que yo... maldito infierno. No he gritado.
—Ciertamente lo hiciste. ¿Por qué no podemos tener un agradable paseo
juntos?
Él gruñó y le pasó una mano por el vientre. —Pensé que lo estábamos
teniendo. Entonces, te callaste. No me gusta cuando te callas.
Ella parpadeó. Perdió el aliento por un momento mientras el calor de su
palma se extendía por su abdomen. —Es la primera vez que un hombre me dice
eso.
Una risa profunda terminó ronca. Su mandíbula dura le acarició el pelo. —
Me gusta tu conversación.
Los músculos de ella se calentaron. Se debilitaron. Ardieron. Ella se relajó en
él y se retorció para encontrar una posición más cómoda.
El gemido de él retumbó en su espalda. —Dios, muchacha. Quédate quieta,
te lo ruego.
—Bueno, si tu pistola no estuviera constantemente apretada contra mi cadera,
no sería necesario moverse.
Hubo una pausa. —Esa no es mi pistola.
Ella frunció el ceño. Luego se congeló. Luego comprendió. —Oh.
Él suspiró. —Tal vez podrías distraerme.
Primero, ella tendría que distraerse a sí misma. Su piel estaba ardiendo. —
¿Qué debería...?
—Dime qué tipo de casa te gustaría, si pudieras elegir.
Lentamente, ella se relajó contra él, considerando su respuesta. —Nunca he
pensado en ello, en realidad. Dondequiera que vaya, siempre he aprovechado lo
mejor de las cosas.
La mandíbula de él le acarició la sien. —Lo sé—. Luego, murmuró algo en
gaélico antes de continuar: —Pero si no tuvieras que conformarte, ¿querrías un
lugar tan grande como Ellery Hall?
Ella soltó una carcajada. —Oh, no lo creo. Una casa de ese tamaño se convierte
en una carga si no tienes los fondos para mantenerla. Todas esas habitaciones
vacías...— Sacudió la cabeza. —Hacen eco, sabes. Una vez que vendes las
alfombras y las cortinas, sólo son cajas frías y oscuras. Incluso las que huelen al
abuelo no tienen nada más que ofrecer que el vacío. A decir verdad, prefiero una
casa más pequeña, aunque no demasiado. Rowan House es encantadora. La casa
de tu padre, también—. La casa de Angus era una granja cálida y robusta situada
en la confluencia de los valles gemelos de Glenscannadoo y Glendasheen.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él la abrazó con más fuerza y guió a Dunmore alrededor de una rama caída
antes de dejar el camino y cortar cuesta arriba por un camino de tierra. Notó que
los árboles que los rodeaban se volvían más escasos cuanto más avanzaban. Los
bosques se mezclaban ahora con praderas abiertas y terreno rocoso. Pronto oyó
el goteo y luego el chorro de agua. Él aminoró la marcha del caballo cuando se
acercaron a un grupo de rocas junto a un pino solitario. —Vamos a caminar un
poco, ¿eh?— Desmontó y la bajó. Ella se deslizó a lo largo de su cuerpo, hasta el
suelo.
Ella notó que las manos de él permanecían más tiempo de lo normal alrededor
de sus costillas, y que su cuello se había enrojecido. Cuando se encontró con sus
ojos, éstos ardían como carbones.
Su respiración se aceleró. El cuerpo de él se sentía enorme y duro contra ella.
Bruscamente, dio un paso atrás para alejar a Dunmore. La frialdad se filtró
para sustituirlo.
Sacudiendo su extraña sensación de pérdida, apoyó una mano en el pino. La
corteza era torcida y áspera. Miró más de cerca y vio un rostro. Unos escalofríos
le recorrieron la columna vertebral.
—Campbell—, dijo.
—Sí.
—Hay un búho en este árbol.
Él se rió. —Sí. Hay otro igual en las tierras de Broderick.
Examinó la extraña configuración: los cuernos formando la cabeza, una
pequeña protuberancia formando el pico, remolinos de corteza más largos
formando las alas. Pasó un dedo por encima de los ojos. Las yemas de sus dedos
brillaron, incluso dentro de sus guantes. —Parece mágico.
—No—, dijo él. —Sospecho que un ciervo lo golpeó una o dos veces. Los
parásitos entraron, como suele ocurrir. Los pinos escoceses son resistentes.
Tienen mucha savia. Se reparó a sí mismo, pero esas batallas dejan cicatrices.
—¿Por qué un búho, supones?
—Creo que vemos lo que nos interesa ver. Es sólo un conjunto de formas al
azar, ¿sabes?
Ella chasqueó la lengua. —Estás arruinando mi sentido de asombro.
—Mis disculpas, muchacha.
Ella se giró para ir en su dirección, hacia una pequeña elevación. Sólo entonces
se dio cuenta de dónde estaban: en la cima del mundo. En ese momento, perdió
el aliento. Estaba en una loma de tres metros sobre su pequeña cañada de
abedules. No se había dado cuenta de que había llegado allí desde otra dirección.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Pero allí estaba la cascada turbulenta, el arroyo crecido, el amplio estanque y el


árbol caído que había acribillado con disparos de práctica. Desde esta perspectiva
más alta, en la distancia, podía incluso ver el Loch Carrich y la profunda capa de
verde en el extremo sur de Glenscannadoo.
—¡Oh, cielos! Se puede ver todo desde aquí. Todo el valle.
Él le dio una palmadita a Dunmore mientras el caballo bebía del arroyo, y
luego volvió sobre sus pasos para reunirse con ella en la cima. —Sí. Es un gran
lugar.
Ella deslizó su mano en la de él, lo que pareció sobresaltarlo. Pero él no se
apartó. —Me encanta este lugar—, suspiró ella, acurrucándose contra su brazo.
—Se siente... seguro.
Él la colocó de nuevo con la espalda contra la parte delantera de su cuerpo y
le rodeó los hombros y la cintura con sus brazos. —Debes de estar deseando
volver a tu casa. Quizá este verano te lleve a Inglaterra de visita.
—En realidad, me encuentro encantada con las montañas escarpadas y las
pequeñas cascadas escondidas donde sólo el cielo puede verlas.
—Es una vida más dura, aquí.
Ella le apretó la muñeca. ¿Le preocupaba que ella fuera infeliz viviendo con
él? Nada más lejos de la realidad. Su casa era pequeña y rústica, sin duda, pero
los pequeños cambios podían suponer una gran diferencia. —Una de las
habitaciones de la planta baja podría ser acondicionada para la abuela—, dijo. —
Y si reparas la chimenea de mi antiguo dormitorio, podríamos convertir esa
habitación en una guardería. Entonces, tendremos todo lo que necesitamos.
El cuerpo de él se tensó a lo largo del de ella.
Estaba claro que había que tranquilizarlo más. —Plantaré el jardín pronto. La
Señora MacBean se ofreció a encontrar arbolitos para nosotros. Creo que un
bosquecillo de manzanos quedará muy bien en el lado sur de la casa. Ah, y
frambuesas—. Cerró los ojos. —Imagínatelo, Campbell. Cada verano, los niños y
yo recogeremos cestas llenas. Sus deditos se mancharán de rojo por el jugo—. Se
rió ligeramente. —Eso me recuerda que deberíamos comprar una bañera
adecuada. Entre Fergus y nuestros bebés, sin duda la necesitaremos.
El brazo que cruzaba su cintura se endureció hasta convertirse en acero. Él la
atrajo con más fuerza.
Frunciendo el ceño, miró a su alrededor en busca de problemas. —¿Qué
ocurre?
Su cabeza bajó hasta que ella sintió su aliento calentando el lado de su cuello.
—¿Campbell?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

El largo silencio se hizo más profundo. Parecía estar luchando con algo.
Entonces llegó su respuesta, baja y dolorosa. —No habrá ningún niño, gràidheag.
La conmoción la invadió. ¿Por qué iba a decir él algo así? —Bueno, tal vez no
de inmediato, pero...
—Nunca.
Ella trató de girar para mirarlo, pero él la sujetó. —Eso es imposible de saber—
. Ella tiró de sus brazos, que se habían flexionado hasta quedar casi
dolorosamente apretados. Como si temiera que ella pudiera huir.
—Es cierto.
—No seas tonto. Puede que tenga veintiocho años, pero con persistencia,
debería pensar...
—No por ti, Clarissa. Es por mí. No puedo darte hijos.
—Estás siendo ridículo—. Ella tiró de sus brazos. —Y me estás sujetando
demasiado fuerte.
Sus brazos se aflojaron, pero no la soltó.
Ella soltó un suspiro. —¿Qué te hace pensar que no puedes tener hijos?
Pasó un momento en el que sólo se escuchaba el ruido del agua, la respiración
de él y el corazón de ella. —Es una larga historia. ¿Estás segura de que quieres
escucharla?
—Estoy segura de que me gustaría una respuesta.
—Muy bien—. Su pecho se hinchó. —Cuando tenía diecinueve años, caí
enfermo. Comenzó como una fiebre. Luego aparecieron inflamaciones. No podía
hacer mi trabajo. No podía dejar mi cama. Llamé a una curandera de Dingwall.
Marion Cormick. Ella trajo a su hija para ayudar a cuidar de mí.
—Debes haber estado muy enfermo. Nunca te he visto decaído.
Él gruñó. —Estaba fuera de mí. Tenía sueños febriles. Dolor.
—¿Cuál era la enfermedad?
—Paperas. Alexander la tuvo primero. No le afectó demasiado. Broderick y
Rannoch salieron adelante sin más que una o dos quejas. Pero mi caso fue grave.
Marion no pudo hacer mucho más que alimentarme con caldo y hierbas, así que
le pidió a su hija que me hiciera compañía durante lo peor.
Un pinchazo de inquietud recorrió su piel. Era la segunda vez que
mencionaba a la hija. —¿Qué edad tenía ella? ¿Cómo se llamaba?
Pasaron varios latidos antes de que él respondiera: —Tenía mi edad. Se
llamaba Isla. Isla Cormick. Era la cosa más bonita que jamás había visto.
El malestar apretó su puño hasta que su corazón se sintió atravesado.
Aplastado.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Isla se sentó conmigo durante muchas horas. Cuidó de mí. Habló conmigo.
Cuando la fiebre se desvaneció, me debilité. Pasamos quince días juntos mientras
su madre atendía a otros en el pueblo. Ella tenía una chispa, sabes. Una lengua
afilada pero un corazón bondadoso.
Y el pelo negro. Clarissa pudo ver su rostro: rasgos perfectos con una marca
de belleza perfecta y cabello negro salvaje. Él la había amado. Podía oírlo en su
voz. La forma en que decía su nombre, con suave reverencia.
—Su fiebre comenzó poco después de que la mía terminara. Ella no dijo nada
al respecto. Luego, su cara se hinchó. No podía comer. Estaba demasiado
debilitada. Demasiado malditamente enferma. Para cuando quedó inconsciente,
supe que no viviría. Traté de salvarla. Pero no pude—. Su voz se redujo a un hilo.
—Convocamos al médico de Inverness. Dijo que la fiebre había llegado a su
cerebro, a su sangre. Raro, pero lo había visto dos veces antes.
Esta era la mujer que había amado. Isla Cormick. Una chica que había
ayudado a curarlo y había muerto por sus esfuerzos. Clarissa no quería odiarla.
La chica no había hecho nada malo. Pero los celos enfermizos y punzantes bien
podrían ser una cuchilla atravesándole el cuerpo. Apenas podía respirar.
—¿Ha muerto, entonces?
—Sí—. Los brazos de él volvieron a rodearla y la apretaron contra su pecho.
Su mandíbula le acarició la oreja.
—¿Te habrías casado con ella si hubiera vivido?
Hubo un largo silencio. —Sí.
Ella lo había sabido. En el momento en que él pronunció el nombre de Isla,
ella supo la verdad. Y la verdad le aplastaba, el corazón y los huesos.
—Compartíamos una... conexión—, dijo él. —Ella tenía la visión. Dijo que era
más fuerte aquí en la cañada. Muchos otros han dicho lo mismo. La Señora
MacBean. Mi madre. Durante mi fiebre, Isla me visitaba en ese lugar.
Clarissa intentó tragar, pero se sintió ahogada. Rota. —¿Dónde? ¿En la
cañada?
—No. Hay un lugar intermedio al que vas cuando sueñas. Ahí es donde ella
se encontraba conmigo. Ahí es donde nosotros...
Nos enamoramos. No tuvo que decirlo. Clarissa también se había enamorado
de Campbell en sus sueños, aunque éstos eran totalmente inventados por ella.
Una lamentable y necesitada invención de un corazón desesperado por tenerlo.
—Kate dice que tu madre y tu abuelo tenían la visión.
—Sí.
—¿La tienes tú?

183
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Hubo más silencio. Luego, —La tuve. Una vez. Después de la muerte de Isla,
ella siguió visitándome de esa manera—, explicó. —Me regañó por mis
intenciones de unirme a un regimiento. Dijo que no se quedaría de brazos
cruzados viendo cómo arriesgaba mi cuello por razones estúpidas—. Su pecho
se hinchó con un suspiro. —Yo la había matado, y aún así ella buscaba
protegerme.
—Tú no la mataste. Eso es absurdo.
—Bien podría haberlo hecho. Murió de la enfermedad que yo le causé.
Ella sacudió la cabeza. —Intentaste salvarla.
—Sí. Y fallé. Todo fracasó. Los tallados. Los sueños. No pude retenerla aquí—
. Su voz se volvió áspera. —¿De qué sirve la maldita visión si no puedo salvar a
la gente que amo? Inútiles y malditas visiones. Así que dejé que me visitara
durante un tiempo. Luego, dejé de escuchar. Fue entonces cuando me dijo cuál
sería mi castigo.
La sangre de Clarissa se enfrió. —¿Castigo?
—Sí. La fiebre le había quitado la vida—. Su mandíbula se apretó contra su
mejilla. —La fiebre se había llevado a mis hijos. Todos los niños que podría haber
tenido. Para siempre.
Las lágrimas brotaron, convirtiendo las hojas de abedul, las piedras de musgo
y el agua en una mancha de verdes, marrones y grises. —No. Tú soñaste todo
esto. Tal vez la parte de tu infertilidad no era real.
—Clarissa.
Ella se aferró a sus brazos, el dolor en su pecho agitado en pánico. —La culpa
por su muerte te ha hecho ver las cosas bajo una luz peculiar. Ella ayudaba a su
madre a atender a los enfermos, ¿sí?
—Sí.
—Al igual que Magdalene o la Señora MacBean, habría estado expuesta a la
enfermedad de forma rutinaria. Ese es el riesgo que se corre al cuidar a otros. La
enfermedad de mi abuela podría haberme matado. Eso ciertamente no habría
sido culpa de la abuela.
—Bien. Tal vez fue simplemente una consecuencia de la fiebre, no un
castigo—. Sus brazos se tensaron. —Pero es real, gràidheag. He tenido dieciséis
años de pruebas.
Ella no quería escuchar esto. Sólo había una forma de probar que era infértil,
y tenía que ver con otras mujeres. Los celos eran amargos, agrios, dolorosos y
feos a la vez. Se agazapaba en su interior como un demonio. Quemaba todo lo
que tocaba. —¿Por qué estás tan seguro?—, se atragantó.

184
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—No preguntes eso. Debes confiar en mí...


—Sólo dime, Campbell—. Le costó todo lo que tenía para no sollozar. —Dime
la verdad.
—Muy bien. Estuve con una mujer durante unos años, una viuda con un hijo.
Ella tenía su propia cervecería. Nos veíamos de vez en cuando. Al principio, ella
sólo quería comodidad, no matrimonio. Después de uno o dos años, empezó a
pensar de forma diferente. Me preguntó si quería casarme con ella, ya que estaba
cerca de los treinta años y quería tener más hijos. Le dije lo mismo que a ti: que
no podía darle ninguno. Ella fingió aceptarlo, pero siguió intentándolo. Tres años
más y nunca concibió. La dejé para que pudiera tener la familia que quería.
—¿Y ella lo hizo?
—Sí. Se casó con un tonelero de Perth. Lo último que supe es que tenía dos
hijos más. Su esposo es un buen hombre. Sus barriles son algunos de los mejores
de las Highlands.
El ardor de los celos se convirtió en una herida abierta. Él había hablado de la
viuda como podría hablar de un amigo que se había mudado a otro condado:
cariñoso pero distante. No la había amado. Había amado a Isla, e Isla estaba
muerta.
Lo que dejaba a Clarissa.
¿Qué sentía él por ella? Lo suficiente como para interponerse entre ella y un
loco. Lo suficiente como para abrazarla con ternura en su cama, tomar miel de la
estantería sin necesidad de pedírselo y dejar que se envolviera en su plaid en las
noches frías.
¿Pero amor? No. Si la amaba, seguramente le habría dicho la verdad antes de
casarse. Seguramente habría querido que ella supiera que al elegirlo a él, estaría
eligiendo una vida sin hijos propios. Le había ofrecido a la viuda esa cortesía.
¿Cuánto menos debía preocuparse por Clarissa?
Ella cerró los ojos. —Suéltame—, susurró.
Un gemido profundo y retumbante resonó en el pecho de él, recorriendo su
espalda y su mejilla, donde la mandíbula de él la presionaba. —No.
Ella apretó los dientes. Le arañó los brazos. —Suéltame. Ahora—. Metió los
codos y empujó con todas sus fuerzas. —¡Suéltame! ¡Suéltame, suéltame,
suéltame!
Sus brazos se soltaron y ella corrió colina abajo. Sólo se detuvo cuando llegó
a su árbol favorito al borde del estanque. Su reflejo ondulaba y se arremolinaba
dentro del agua. Se agachó y buscó una piedra y se la lanzó a su reflejo. El agua
se la tragó, reanudando su remolino sin pausa.

185
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella enterró la cara entre las manos.


—Clarissa—. Él estaba de pie detrás de ella, un hombre macizo que bloqueaba
el viento. —Sólo quería... Dios, gràidheag, nunca quise... Pero primero estabas
decidida a casarte con Teversham, y luego dijiste que no te casarías con nadie, y
yo... necesitaba que estuvieras a salvo. Te quería a salvo. Debería haberte dicho
la verdad entonces. Pero no habrías accedido a...
—Me voy a casa—, murmuró ella antes de soltar las manos. Las palmas de las
manos estaban mojadas. Se las limpió en la falda y se secó la cara con la manga.
—Clarissa.
—¡Me voy a casa!— Recorrió el borde del estanque hasta donde el arroyo se
estrechaba lo suficiente como para poder cruzarlo. Justo cuando sintió que él se
acercaba para levantarla, gritó: —No me toques—, y se subió las faldas. Luego,
se abrió paso de piedra en piedra resbaladiza, con el agua helada llenando sus
botas.
—Gràidheag, debes dejarme ayudarte. Por el amor de Dios, muchacha, déjame
traer el caballo...
—No quiero el caballo. Quiero caminar. Ahora, ¡déjame en paz!
—No puedo hacer eso. Sabes que no puedo dejarte sin protección.
Ella se detuvo. Intentó respirar. Se estremeció y metió las faldas húmedas en
sus puños. —Bien. Puedes seguirme. Yo esperaré.
El silencio comenzó a sentirse estruendoso, como si su temperamento
finalmente se hubiera incendiado. —No te muevas—, gruñó él.
Momentos después, escuchó a Dunmore cruzar el arroyo detrás de ella, y
comenzó a avanzar. Con la furia impulsando su paso, llegaron rápidamente a la
granja. Él llevó a Dunmore al establo mientras ella entraba en la cocina con frío,
mojada y miserable. Con las criadas ausentes, la casa estaba tranquila y
silenciosa. Los muchachos de la cocina habían mantenido el hogar encendido y
una olla de estofado de carne a fuego lento. Con movimientos de enfado, Clarissa
se quitó la capa, apartó una silla de la mesa y se sentó con un golpe seco. Luego,
cruzó los brazos sobre la mesa y apoyó la cabeza en la muñeca. Respirando el
olor de la madera, las cebollas viejas y el humo de la turba, trató de conciliar el
dolor de amar a un hombre que nunca la amaría.
Fergus entró trotando desde la habitación delantera. Ella se abrazó a su cuello
y frotó su frente contra la de él. —Hola, muchacho—, susurró, rascándolo bajo la
barbilla.
Él suspiró y le lamió la barbilla.

186
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

A pesar de su miseria, sonrió. —Nunca te rendiste, ¿verdad? Incluso cuando


ignoré tus afectos.
Él gimió y gruñó, su largo y larguirucho cuerpo se agitó.
—Mi dulce y persistente muchacho—. Ella le besó la cara y se ocupó de
rellenar su plato de agua. Mientras lo dejaba en el suelo, todo lo que había
aprendido sobre su esposo daba vueltas en su mente. Retorció su anillo, que
continuamente se sentía caliente al tacto y se negaba obstinadamente a ser
retirado. Ella había intentado una vez darle la libertad de este matrimonio, y con
la misma obstinación, él se había negado.
Pero, ¿por qué iba él a dejarla marchar? Ella era su esposa. Sí, en su juventud,
había amado a Isla, y se había preocupado por la viuda lo suficiente como para
alejarse y darle una oportunidad de tener la familia que había deseado. Muy bien.
Tal vez nunca se preocuparía por Clarissa de la misma manera. Tal vez nunca
tendría pequeñitos propios.
Pero durante todo el camino de vuelta desde la cañada del abedul, había
escuchado las palabras de su abuela en su cabeza, repitiéndose y repitiéndose: A
veces, debemos luchar, querida. Incluso cuando más queremos escondernos.
A veces, debemos luchar.
Clarissa se había escondido lo suficiente. Había aceptado las migajas que los
demás le ofrecían y había sacado lo mejor de las cosas con demasiada frecuencia.
Yo no más.
Se puso en pie y se dirigió al fregadero, tomando en cada mano los cubos que
había junto a la puerta del jardín. Fuera, se dirigió al pozo y comenzó a llenarlo.
Uno de los muchachos de la cocina se ofreció a ayudarla. Ella le entregó el
segundo cubo.
Pronto, entre los dos, ella llenó la gigantesca caldera en el hogar y avivó el
fuego para que hirviera. A continuación, entró en la pequeña cámara del
fregadero -la que se mantenía caliente en la parte posterior de la chimenea- y
arrastró la tina más grande hasta el centro del suelo. Volvió a salir por más cubos.
Le ardían los hombros y le dolían los brazos cuando terminó de verter agua fría
y caliente en la bañera.
Después de recoger algunas provisiones de su alcoba, volvió a la pequeña
habitación con su diminuta ventana y su diminuta cortina amarilla. Luego cerró
la puerta y se quitó toda la ropa. La bañera apenas era lo suficientemente grande
como para sentarse abrazada a sus rodillas, pero el calor hizo su trabajo, y pronto,
suspiró por el alivio. Tomando un bote de su jabón de lavanda favorito, se lavó
todo el cuerpo, deteniéndose un momento mientras sus manos se deslizaban por

187
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

su vientre. Miró hacia abajo. Vio las imperfecciones. Recordó las batallas que ya
había ganado.
—Estoy viva—, susurró a nadie en particular. —Todavía estoy aquí.
Y, mientras fuera su esposa, tenía algo por lo que valía la pena luchar.
Se lavó el pelo, lo enjuagó con jarras de agua fresca y se secó la cara con una
toalla. Luego, tomó un pequeño frasco marrón del taburete junto a la bañera, lo
descorchó y bebió el contenido, con una mueca de disgusto por su sabor amargo.
—Oh, esto es asqueroso—, murmuró. Tendría que preguntarle a la señora
MacBean qué contenía exactamente un tónico de fertilidad. O tal vez no quería
saberlo.
Después de su baño, se puso su camisola y un vestido nuevo. Luego se secó
el pelo mojado, respiró hondo y se colgó el amuleto de marfil en el cuello. Estaba
junto a la cruz de su madre.
Puede que él amara a Isla. Pero no pertenecía a Isla.
Campbell MacPherson pertenecía a Clarissa. Y, le gustara o no, ella tenía la
intención de reclamarlo, mantenerse firme y luchar con todo lo que tenía.
Con la mente resuelta, dispuso unos cuantos objetos sobre la mesa de la cocina
y escribió una nota que él no podía dejar pasar. Cuando terminó su trabajo, se
detuvo para darle a Fergus una caricia. Aquí estaba su inspiración: un corazón
cariñoso que no había renunciado a ella.
—No hay vuelta atrás—, murmuró. —Tienes lo que querías. Ahora, eres mío
para siempre.
Felizmente, Fergus parecía satisfecho con los términos de su rendición.

188
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Quince
Lo primero que notó Campbell al entrar en la casa fue el olor a lavanda. Lo
segundo fue su nota. Se quedó en la puerta del fregadero, mirando la pequeña
hoja de papel blanco con su nombre en letra de imprenta.
La sangre le retumbaba en los oídos. El deseo que había controlado durante
los últimos cinco días se estrelló contra su control. Se formaron grietas en él. Él
las alejó, tensándose contra el dolor. Sin duda, ella querría dormir lejos suyo.
Seguramente todavía estaba herida y furiosa. Su dolor lo había hecho pedazos
antes. No había sabido qué hacer, aparte de concederle la distancia que había
exigido. En realidad, cualquier distancia con su esposa era demasiado.
Pasando una mano por su mandíbula, recogió la nota de ella y examinó lo que
le había dejado en la mesa: un tazón de estofado caliente, una jarra de sidra y
media hogaza de pan de Annie. Incluso cuando estaba furiosa con él, su bella
esposa se aseguraba de que estuviera alimentado.
Él desplegó el papel.

Esposo,
Aprovecha la tina en el fregadero. Come bien. Luego, ven a nuestra cama. Tengo
mucho que decir, y espero tu completa atención.
Tu esposa,
Clarissa

En el baño del fregadero, descubrió una tina llena de agua fresca y humeante,
una pila de ropa limpia y una pastilla de jabón. Se bañó lo más rápido posible,
comió lo justo de estofado y pan para calmar lo suficiente su apetito, y subió las
escaleras al ritmo de su mayor anhelo.
Fuera de la puerta de la habitación, respiró para disipar la necesidad. Su piel
palpitaba con ella. Sus músculos vibraban.
Ella estaba sentada en su cama, con un plaid gris que le rodeaba los hombros.
El pelo rubio pálido le caía sobre un hombro, secándose en preciosos rizos. Unos
profundos ojos azules lo miraban, suaves, solemnes y decididos.
La respiración de él quedó atrapada en su pecho. Sus manos se curvaron
contra el deseo de tocarla. Cerró la puerta. Se cruzó de brazos. Esperó su condena.
—¿Has comido lo suficiente?—, dijo ella en voz baja.

189
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Sí. ¿Y tú?
Ella asintió. —Comí un poco.
La visión de ella hizo que sus rodillas se convirtieran en agua y su verga en
piedra. La lujuria era un monstruo que había mantenido bien enjaulado hasta
ahora, pero la maldita bestia le golpeaba las entrañas. —No deberías haber
transportado esa agua tú misma—, dijo. —Para eso están los muchachos.
—Quería un baño de verdad—. Ella se encogió de hombros. —No me
importaba hacer lo necesario.
—A mí me importa—. Sintió que un gruñido se acumulaba en su pecho y se
esforzó por mantener un tono suave. —Eres demasiado delicada para ese trabajo.
Las mejillas de ella se sonrojaron. Su boca se tensó. —¿Es eso lo que piensas?
¿Que soy “demasiado delicada”?
—Sí.— Él se acercó, pasándose una mano por el pelo. —Demasiado fina para
este lugar. Demasiado buena para mí.
Los ojos de ella brillaron con fuego. —Así que, a tus ojos, siempre tendré
carencias. ¿Es eso?
¿Qué había provocado una idea tan estúpida? —No.
Pero ella no estaba escuchando. Se levantó de la cama y lo atacó, dándole un
fuerte empujón. Era pequeña, así que no fué muy fuerte. Pero lo sorprendió.
Clarissa era, por lo general, de temperamento tranquilo. En este momento, sin
embargo, era una tetera a punto de hervir.
—Demasiado fina, ¿verdad?— Se deshizo de su plaid, dejando ver una
camisola transparente y poco más. Luego le dio otro empujón. —¡Bueno, qué
pena, gran tonto escocés!
La lujuria hundió nuevas garras en sus pelotas mientras sus pechos se
agitaban bajo la ropa. Los pezones duros y enrojecidos confundieron su mente.
Supuso que ella estaba jadeando por su temperamento, pero no importaba. La
visión de esos redondos, suaves y gloriosos montículos y de esos pezones
maduros y rebordeados era pura brujería.
—¡Yo soy tu esposa!
Él sacudió la cabeza para despejarla. ¿De qué estaban discutiendo? —
Muchacha.
—No me digas “muchacha”—. Ella le dio un tirón a la camisa y lo acercó, o
mejor dicho, se acercó ella misma. Era demasiado pequeña para hacerle perder
el equilibrio. —Estamos casados. Por tu insistencia.
¿Qué era esta tontería? Por supuesto que estaban casados. Él había roto cada
una de sus propias reglas para hacerlo. —Sí—, aceptó.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Traté de liberarte, pero nooo. Campbell MacPherson se toma sus deberes


de perro guardián muy en serio.
Esta vez, su —sí— fue bajo y cauteloso. Ya había visto a su hermana pequeña
Annie en un estado similar, en un estado de gran nerviosismo, como lo llamaba
Huxley. Pero Clarissa no tenía el temperamento de Annie. Así que no estaba
seguro de cómo manejar su inusual comportamiento.
Aparte de encontrarlo inapropiadamente excitante.
—Como tu esposa, exijo tu consideración.
Él la estaba considerando. A cada centímetro de ella. Apretó los puños para
no agarrar a su mujer. Dios, ella olía bien. A campos de lavanda y a la dulce miel
de Clarissa.
—Isla está muerta. Ella no es tu esposa y nunca lo será.
Él se preguntó qué haría ella si la besaba. Por un lado, ella podría golpear su
cabeza. Por otro, la estaría besando. Podría valer la pena.
—Tu antigua amante está casada con otro. Ella, igualmente, no es tu esposa y
nunca lo será.
Si deslizaba sus dedos a lo largo del escote de su camisola y daba un pequeño
tirón, podría romper la fina tela con un mínimo esfuerzo.
—Tendré las mismas concesiones que tú les diste a ellas.
O bien, podía arrojar a Clarissa sobre la cama y ponerle la camisola por
encima de la cabeza. Así ella se ahorraría el trabajo de remendar más tarde.
—Le concediste a Isla la oportunidad de capturar tu corazón. Yo quiero la
misma oportunidad—. Enderezó los hombros y apretó más los pechos contra su
camisola. —Exijo la misma oportunidad.
Él podría estar dentro de ella en minutos. Si era suave y deliberado. Si le daba
el control que ella quería, como había hecho en su noche de bodas. ¿Pero podría
durar tanto tiempo? Ah, Dios. Podía sentir su apretada vaina ahora. El placer
húmedo y palpitante.
—Le concediste a tu amante la oportunidad de intentar tener un bebé.
Estaba bastante seguro de que nunca había estado tan duro. Tal vez en su
noche de bodas, pero no en ningún otro momento. Toda la sangre de sus venas
parecía haber ido a parar a su verga. Tendría que manejarla con cuidado. A ella
le encantaba acariciarlo y frotar su dulce cuerpo sobre el de él.
—Exijo la misma oportunidad—. Ella inclinó la cabeza en un ángulo
obstinado y desafiante. —Me concederás permiso para quedar embarazada.
Esa afirmación centró su atención como un disparo en la oscuridad. Cada
músculo, hueso y fibra del cuerpo de Campbell se congeló. El vello de su nuca se

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

levantó. La lujuria se deformó y oscureció. Se profundizó. Se volvió más negra y


más roja. Miró fijamente a su esposa, apenas creyendo lo que acababa de decir.
¿Concederle permiso para acostarse con otro hombre? ¿Abandonar la cama
de Campbell y hacer crecer el hijo de otro hombre en su vientre?
—No—, expresó, mientras la habitación palpitaba en rojo y negro. Rojo y
negro. —Me casé contigo para que ningún otro hombre pudiera tener lo que es
mío.
Los ojos azules de ella se redondearon, brillando por la alarma.
Lo que significaba que había dicho en voz alta una verdad que pretendía
mantener oculta. Que así sea. Tal vez era hora de que ella lo supiera. —Si dejas
que otro hombre te toque, gràidheag, será mejor que te prepares para verlo morir.
Porque le arrancaré la cabeza del cuello con mis propias manos—. Se movió hacia
ella, haciéndola retroceder hacia la cama. —No será rápido, sabes. Primero le
arrancaré las pelotas. Nadie disfruta escuchando a un hombre gritar así.
Especialmente él.
—¡Campbell!—, chilló ella. —¿Qué...?
—Si te dijera que te quitaras la camisola, ¿lo harías?
—Yo... tú...— Ella balbuceó hasta detenerse sin aliento. —¡Campbell!
—No quiero asustarte. Northfield ha hecho más que suficiente de eso. Pero
no puedo seguir jugando a ser civilizado—. Se frotó la mandíbula. —Y me
gustaría mucho despojarte de tu ropa. Sólo bastaría con un pequeño tirón.
Tendrás que arreglarlo más tarde. Pero tal vez no te importe.
—No he dicho que quiera concebir con otra persona. Como si eso fuera
posible, dados mis sentimientos por...— Sus pechos se agitaban. Tentadores. Su
mano subió para deslizarse por su pecho. —Quiero intentarlo contigo.
Apenas podía pensar por el monstruo rojo y palpitante que se había
apoderado de él. Pero sus palabras le devolvieron algo de cordura. —Te lo dije,
muchacha. No puedo darte hijos.
—Sé lo que dijiste. Quiero intentarlo de todos modos—. Su barbilla se levantó
de nuevo. Sus ojos se volvieron feroces de nuevo. —Exijo intentarlo.
Él corazón de él se retorció con fuerza. —Clarissa, no hay nada que intentar.
—Lo hay—. Ella le tomó la mano y la colocó sobre su vientre. —Debes
permitirme tener esperanza.
—Cada mes, llorarás la pérdida de algo que no puede ser.— Acarició su suave
vientre, deseando con todo su corazón poder darle lo que ella anhelaba. —
Esperar lo imposible no trae más que dolor.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La delicada mandíbula de ella se flexionó. —La esperanza es lo que me


mantuvo viva, Campbell. Mucho más allá del punto en que debería haber
muerto.
—Te refieres a Northfield?
—No. Antes de eso. Cuando era una niña—. Se sentó en el borde de la cama.
—Mis padres y yo viajamos de Cambridge a Hampshire. Era una ruta que
habíamos hecho muchas veces antes. Durante nuestra visita, un primo trajo un
nuevo cachorro con el que yo jugaba obsesivamente. Mi padre me preguntó si
quería uno y, por supuesto, lo quería. De camino a casa, nos desviamos para
visitar a un amigo suyo, un criador con varias camadas nuevas—. Tragó con
fuerza. —Me dejaron elegir qué cachorro quería.
—¿Qué elegiste?
Una pequeña sonrisa se asomó a sus labios. —Uno blanco. No recuerdo la
raza. Sólo que tenía el pelo blanco y la nariz negra—. Ella se aferró a su mano,
apretándola más fuerte. Él unió sus dedos y le acarició la muñeca con el pulgar.
—Una fuerte tormenta hizo que uno de los caminos principales fuera
intransitable—, continuó ella, —así que tomamos un camino diferente a través
de unas colinas remotas. Los caballos se asustaron. Chillaron. S-salieron
disparados. Más tarde, mi abuelo dijo que una de las ruedas se enganchó en algo.
Un tronco caído, creo. La carroza volcó y cayó por un terraplén empinado.
Él le acarició el pelo. —Sí. Tu abuela me lo contó.
—No recuerdo mucho. El silencio que vino después. El olor a muerte. El peso
de mi madre. Lo rígida que se vuelve la ropa cuando la sangre se seca.
Él se sentó a su lado, rozando con sus nudillos su mejilla. —Ya ha pasado,
gràidheag.
Ella asintió. —Durante años, me culpé a mí misma. Si no hubiera querido un
perro, nunca habríamos estado allí. Vivo con ese conocimiento, igual que tú vives
con la muerte de Isla. Quizá siempre llevemos esas cargas, sean o no legítimas—
. Ella captó sus ojos y lo sujetó con fuerza. —Pero estoy aquí porque en cada
momento dentro de ese carruaje, con la muerte a mi alrededor, creí que me
encontrarían. Sabía que era amada—. Ella dudó, sus ojos se aguaron y cayeron
sobre su regazo antes de confesar en un susurro: —Alguien vino a consolarme
allí. Una mujer. En aquel momento pensé que era un ángel porque cada vez que
aparecía, el olor de la muerte desaparecía y era sustituido por el de las flores.
Todavía recuerdo las cosas que me dijo: que tenía un propósito. Que algún día
tendría mi propia familia y que no debía rendirme—. Sonrió, enjugando una
lágrima. —Nunca se lo he contado a nadie.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él no dudaba de su recuerdo. Había sido testigo de demasiadas cosas que


desafiaban la explicación común. Aunque habían pasado muchos años desde que
había cerrado la puerta sobre ella, su visión no le permitía hacer suposiciones
sobre qué visiones eran reales y cuáles no.
Ella sacudió la cabeza. —La esperanza es importante, Campbell. Te pido que
me dejes hacer esto.
Él le tomó la bonita cara y le besó los labios. —Muy bien, muchacha. Puedes
salirte con la tuya tantas veces como quieras.
—No es suficiente. Quiero tu total cooperación.
—Oh, te la daré. Probablemente más de lo que te resulte cómodo—. Miró su
pecho. —Ahora, sobre esa camisola.
—Una última cosa.
Él ahogó un gemido. —¿Sí?
—Debes intentar enamorarte de mí.
En muchos momentos de esta conversación, él se había encontrado
desorientado. Pero nada de lo que ella había dicho era tan desconcertante como
esto. Sin embargo, si la tranquilizaba hacer demandas sin sentido, él no tendría
problemas. —Hecho.
Ella no debió oírlo, porque se puso en pie de un empujón y caminó hacia la
ventana. El lino ondeaba y acariciaba las curvas femeninas.
Como un animal, todos sus sentidos se concentraron en el mismo punto: ella.
—Sé que amabas a Isla.
Él se lamió los labios, preguntándose con qué frecuencia lo dejaría hacerle el
amor ahora que estaba empeñada en una misión. ¿Tres veces al día? ¿Más?
—Pero quiero que tu corazón sea totalmente mío—. Ella levantó una mano.
—Puedo ser paciente. Tómate el tiempo que debas.
Una vez que su pequeño cuerpo se hubiera acostumbrado a él, él podría
simplemente levantarle las faldas y tomarla en el lugar que quisiera: contra un
árbol o una pared del establo, sobre una silla o la cama, en el suelo frente al fuego.
Después de todo, ella le había exigido que fuera aplicado, y él nunca había sido
de los que eludían sus obligaciones.
—Si sirve de algo, estoy enamorada de ti desde el principio.
Él parpadeó. —¿De veras?
Ella asintió. —Supuse que lo sabías.
Él sabía que ella lo deseaba. Sabía que ella estaba fascinada con su cuerpo, sus
manos en particular. —Eso es bueno, muchacha. Me alegro de que me desees.
Ahora, si te pones aquí entre mis rodillas, te ayudaré con esa camisola.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Las hermosas facciones de ella se tensaron con irritación. Los ojos azules
brillaron con fuego. —¿Qué te pasa? Estoy desahogando mi corazón, y tú te
comportas como si estuviéramos discutiendo qué desayunar.
Él se frotó la nuca y suspiró. —¿Cómo prefieres que responda?
—Indicando que me has oído.
—Te oigo bien.
—¿Y?
Levantándose, obligó a sus músculos a relajarse antes de asustarla. Con una
muchacha asustadiza, era mejor parecer tranquilo incluso cuando ardía en vida.
—Y me gustaría verte desnuda, ahora.
—Campbell. Te acabo de decir que te amo.
—Bien.
Ella resopló y lanzó sus manos a los lados. —Increíble.
—Sé que debería haberte dicho que no podía tener hijos antes de casarnos.
—Sí. Deberías haberlo hecho.
Se acercó a ella lentamente, de la forma en que se acercaría a una yegua difícil,
con un tono suave y respetando su temperamento. —Pero si lo hubiera hecho, te
habrías negado. No podía arriesgarme.
Ella puso los ojos en blanco y se cubrió el corazón con un gesto burlón. —
Todo por mi seguridad. Es un honor. Gracias, amable señor, por el noble sacrificio.
Él se rió, el sonido sonó seco y oxidado. Para ser justos, nunca había estado
tan cerca de romperse. Era la cosa más desesperante estar casado con la propia
perdición. —Ah, me has entendido mal, gràidheag. Cuando te tomé como mía, la
nobleza fue lo primero en desaparecer.
Antes de que ella entendiera por qué se había acercado tanto, él se inclinó,
deslizó un brazo por debajo de sus nalgas y la levantó contra él hasta que sus
narices se tocaron. Ella chilló y se aferró a su cuello. Los ojos sorprendidos y los
labios exuberantes se redondearon en un jadeo.
Él vio su oportunidad y la aprovechó al máximo. Deslizando su boca contra
la de ella, la invadió con su lengua, acariciando y machacando, adentrándose
profundamente. Esperó a que ella restregara deliberadamente los pezones contra
su pecho antes de darle la oportunidad de respirar.
—Ahora, tú pediste que te hiciera el amor—, raspó. —No te quejes si te
complazco—. La arrastró a la cama y la puso de espaldas. Luego, rompió su
camisola desde el cuello hasta el dobladillo. Y allí yacía ella, su mujer, sonrojada
por la excitación en medio de los jirones de lino. Entre sus pechos descansaba un
colgante familiar. Había sospechado que la señora MacBean le había hecho uno.

195
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—¿No vas a preguntar por esto?— Ella tocó el cordón de cuero.


—No, ya lo he visto—. Lo apartó y lamió un pezón maduro como una baya
con su lengua. Sabía a caramelo de lavanda. La necesidad de devorarla lo roía
por dentro.
Ella se sacudió y hundió los dedos en su pelo. Aferrándose. Arqueándose.
Gimiendo. —Dios, estoy loca por ti—, jadeó ella. —¿Qué quieres decir con...? Dios
mío. Más. Más fuerte. Con tus dientes... así... sí—. Unos puños femeninos tiraron
de su pelo. —¿Qué quieres decir con que lo has visto?
El mundo estaba en llamas y su verga se sentía como un maldito cañón, así
que respondió sin pensar: —En nuestros sueños—. Se quitó la camisa por encima
de la cabeza, prescindió de sus pantalones y le abrió los muslos de par en par. —
Quiero besarte aquí, gràidheag. Trazó la punta de un dedo a través de los suaves
y rosados pliegues que se abrían como una flor para él. —No te alarmes.
—¿Q-qué? Espera. Oh, cielos.
Él la empujó más alto en la cama y se arrodilló, levantando las caderas de ella
y arrastrándola a su boca. Entonces, empezó a darse un festín. Gruñendo por su
dulce sabor. Lamiendo ese hermoso y tierno capullo que se hinchaba para su
lengua. Sus pétalos brillaban y lloraban. Sus muslos se tensaron. Sus caderas se
retorcían en sus manos. La abrió con los pulgares y chupó con fuerza y
profundidad ese centro dulce y bonito.
Ella gritó su nombre. Su alma bárbara aulló de satisfacción. Una y otra vez,
presionó y chupó, ignorando su propia verga palpitante, ignorando sus súplicas
de piedad. Para cuando introdujo un dedo en su vaina, ella había acabado dos
veces contra su boca. Cuando introdujo un segundo dedo, probando su
disposición, su capullo se puso rojo brillante y notoriamente hinchado por
encima de sus pliegues. Lo calmó con ligeros golpes de lengua.
Él miró el vientre y los senos de ella, que lo tentaban con ondulaciones
temblorosas. Frotando la mandíbula contra la parte interior de su muslo satinado,
introdujo las yemas de los dedos en su interior, buscando ese lugar pequeño y
sensible que la hacía volar. Lo rozó. Aplicó un poco de presión.
—¡Campbell!— Los gritos de ella se hicieron más agudos, su cuerpo se
arqueaba y jadeaba y se ahogaba en un éxtasis incoherente. El orgullo de ver a su
mujer acabar, sabiendo que él era la causa, lo inundó en una oleada triunfal.
Con suavidad, sus dedos pulsaron y frotaron dentro de su apretada y
ondulante vaina para mantener su placer alto y constante. Con la lengua, saboreó
el dulce y salado néctar que ella le proporcionaba tan generosamente, lamiendo
sus hinchados pliegues y besando el interior de sus muslos.

196
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Otra vez no—, sollozó ella. —No puedo. Por favor, Campbell. Es
demasiado.
Como un hombre poseído, le agarró la rodilla y la atrajo con más fuerza. —
Te lo dije, gràidheag. Me arrastraría de rodillas para probarte aquí—. Le lamió el
capullo hinchado, dándole una pequeña chupada. —Ahora, todo lo que quiero
hacer es darme un festín.
—Ven dentro de mí. Te necesito.
Él le acarició el muslo, cerrando los ojos y respirando el deseo con aroma a
lavanda. —¿Más que mis dedos?
—Sí—, jadeó ella.
—¿Qué necesitas?— Él miró a lo largo de su cuerpo y sonrió. —Di la palabra,
ahora.
—Tu v-verga.
—Sí—. Él la recompensó con un empujón de sus dedos y más presión. Ella se
arqueó, con los pechos enrojecidos y lustrosos por sus esfuerzos. —Te encantan
esas palabras rudas, ¿verdad? ¿Debo llenar tu dulce sexo con mi verga, gràidheag?
Aquellos ojos maravillosamente azules, ardientes y oscuros, le suplicaron
antes de que sus labios se abrieran para susurrar: —Lo deseo tanto, mi amor.
Ahí estaba ella. Sí, la tenía. El cazador que había en él se fijó en ella. —Eres
una cosita muy pequeña—, espetó, moviendo los dedos con más fuerza,
estirándola un poco. —Puede que aún parezca demasiado grande para ti, soy una
gran bestia. Sólo hemos tenido una noche. ¿Estás segura de que puedes
soportarme?
—Sí. Por favor, Campbell.
—Me gusta cuando me llamas tu amor.
Ella se acercó a él, acariciando su pelo. —Lo eres. Mi único amor. Cuánto
tiempo te he esperado.
Él la recompensó con otro toque, observando con salvaje satisfacción cómo su
mujer volvía a acabar por él, empapando su mano, apretando sus dedos, y
aliviando algo crudo en su interior. Dominar el placer de ella era lo más parecido
al paraíso que había experimentado. Los gritos agitados, la belleza de sus pálidos
rizos deslizándose por los rosados pezones, las descontroladas ondulaciones de
su vientre mientras se entregaba.
Lentamente, deslizó la palma de la mano a lo largo de su muslo, bajando las
piernas mientras retiraba los dedos. Le besó la rodilla. Luego la cadera. Se puso
en pie, consciente de que se alzaba sobre ella y de que ese nivel de excitación lo
hacía monstruosamente enorme. —Mírame, gràidheag—, le ordenó.

197
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella abrió los ojos, sus labios se separaron en un pequeño jadeo, su lengua
rosada se deslizó mientras lo observaba. Tenía las manos extendidas junto a la
cabeza. Sus pezones estaban duros y enrojecidos. Se endurecían aún más cuanto
ella más miraba. Empezó a jadear. Luego se mordió el labio.
—Esto es para ti, mi malvada muchacha. Todo este deseo. Toda esta
necesidad.
Ella gimió. —Te deseo tanto.
—¿Lo suficiente como para dejarme tomarte como quiera?
Hubo un asentimiento frenético.
—Podría ser un poco duro. ¿Estás segura?
Otro asentimiento.
—Muy bien. Siéntate.
Hubo una pequeña mueca de confusión, y luego ella se puso en posición
sentada, doblando las piernas hacia un lado en una pose dulcemente femenina.
Él sonrió. —Ahora, no quiero que te sorprendas, así que te pediré que repitas
lo que voy a hacerte.
Los ojos de ella se abrieron de par en par y se dirigieron a la verga de él. Los
pequeños dientes mordisquearon el regordete labio inferior. —S-supongo que es
aceptable.
Era más que aceptable. Esta era la clave para su muchacha. Desde el principio,
ella había respondido a la charla sucia y erótica de la misma manera que la
mayoría de las mujeres responderían a una caricia o a un beso: con un deseo que
derretía los huesos. Lo descubrió primero en sus sueños, lo sospechó por sus
deslices conversacionales y confirmó sus sospechas en su noche de bodas. Ahora
lo aprovecharía al máximo.
Se sentó junto a ella en la cama. —Primero, te pondrás de manos y rodillas.
—Yo... ¿qué?
—Dilo, ahora.
Ella parpadeó y jugó nerviosamente con su colgante. —Primero, me pondré
de manos y rodillas.
—Entonces, te prepararás para que pueda montarte como es debido.
Ella se lamió los labios. Miró su pecho, sus hombros y su verga. Sus dedos se
deslizaron hacia la hinchazón de su pecho. —Me prepararé...
—Para que pueda montarte.
—Para que puedas montarme—. Su respiración se aceleró.
—Cuando esté seguro de que puedes tomarme bien y profundamente, te
levantaré para que estés a horcajadas sobre mí.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Te asegurarás de que te tome bien y profundamente— -jadeo, jadeo, jadeo- —


y luego me colocarás a horcajadas sobre ti.
—Sí. Entonces, observarás mientras te muestro lo bien que encajamos.
—Oh, Dios—, susurró ella. —Veré lo bien que encajamos.
—Y te tomaré duro, complaciendo esos dulces pezones que me recuerdan a
las frambuesas sobre un tazón de crema.
—Campbell—, gimió, sus dedos se deslizaron para acariciar uno de esos
pezones.
—Dilo.
—Me tomarás duro, poniendo tus hermosas manos en mis pezones.
—Sí. De rodillas, ahora. Buena muchacha.
Ella se colocó ante él en la cama, con su precioso trasero mirando hacia él, con
sus húmedos y rosados pliegues floreciendo como una invitación. Él acarició una
de sus suaves nalgas, rozando la parte baja de su espalda. Luego, se puso de
rodillas, tomó su pene en la mano y acarició la vaina empapada con la punta. Se
inclinó sobre su esposa, le apartó el pelo y le acarició la oreja. —Prepárate,
muchacha. Tengo la intención de entrar.
La garganta de ella emitió un gemido largo y grave, seguido de: —Sí. Por
favor, mi amor. Por favor.
El primer centímetro casi lo mata. Ella estaba tan apretada que él estaba
seguro de que acabaría inmediatamente o estallaría en llamas. Las caderas de ella
se esforzaron por tomarlo, por empujarlo más adentro. Él tuvo que agarrar su
nuca para controlar el movimiento. —Despacio—, murmuró, más para sí mismo
que para ella.
Se adentró más. Al principio, él controlaba el ritmo, pero pronto, ella se volvió
exigente. La vaina de ella tiraba de él con pulsaciones codiciosas. Antes de que se
diera cuenta, el agonizante infierno de su lujuria tomó las riendas, y sus
empujones se hicieron más fuertes. Más profundos. Su verga reclamaba un nuevo
territorio con cada aliento aserrado. Enterró su cara en el pelo de ella y su verga
profundamente y con fuerza dentro de su esposa. Sus gritos de placer fueron un
bálsamo para las cicatrices que él había olvidado que existían.
—¿Te gusta cómo estiro tu pequeño sexo?—, le dijo al oído, besando los
delicados espirales y disfrutando de la suavidad de su piel. —No es demasiado,
¿verdad?
Ella negó con la cabeza, empujando contra él y arqueando la espalda para
recibir más. —Se siente tan grande y a la vez tan bien, que apenas puedo respirar.

199
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él sonrió. —Buena muchacha. Ahora, toma más—. Le dio un firme empujón


que encajó la cabeza de su verga contra la boca de su vientre.
Ella jadeó y se puso rígida. —Oh, Dios mío. Oh.
—Sí, ahora lo sabes. Intenta relajarte. Sólo un poco más.
Sus brazos y hombros temblaron mientras él la empujaba tanto como se
atrevía.
—¿Cómo se siente eso, gràidheag?
—Es demasiado—. Ella soltó un gemido largo y gutural y bajó la cabeza entre
los brazos. —La presión es tan profunda que... duele. No sé si puedo... Campbell.
No estoy segura de poder...
—Sí, puedes—. Le rodeó la cintura con un brazo y la levantó suavemente
hasta que se sentó a horcajadas sobre él, con la verga enterrada hasta el fondo.
Ella intentó levantarse para aliviar la presión, pero él controló sus movimientos,
manteniéndola firmemente en su sitio. Apartó sus bonitos rizos rubios y le besó
el cuello. Luego, deslizó sus manos hasta sus pechos y comenzó a jugar.
Ella se sentó rígida al principio, agarrando sus brazos y luchando por aceptar
su nueva posición.
Rítmicamente, él le acarició el pezón derecho con los nudillos mientras le
tomaba el pecho izquierdo y le apretaba el pezón entre los dedos. —Mira hacia
abajo, Clarissa—, murmuró.
Ella lo hizo. Su vaina lo apretó con fuerza y bañó su verga de nuevo. Ella vio
lo que él vio: su invasión conquistadora de su pequeño cuerpo, la evidencia
brillante de su bienvenida y la respuesta perceptiblemente hinchada de sus
pechos y su clítoris. Aquellos bonitos muslos se apretaron y temblaron junto a
los de él. Ella sollozó y echó la cabeza hacia atrás contra su hombro, volviendo a
agarrarle el cuello y girando la cara exigiendo que la besara.
Y él la besó. Se hundió en su boca mientras sus dedos empezaban a trabajar
en sus pezones, apretando, acariciando y amando los pechos más exquisitos que
jamás había visto.
Tal vez no tenía las palabras adecuadas para explicar lo que ella era para él.
Tal vez ella nunca entendería hasta dónde llegaría él para mantenerla segura y
feliz. Pero él podía darle este placer. Podía reclamar el dominio puro de su
cuerpo. Podía llenarla tanto, que se sentiría vacía sin él dentro de ella.
Mientras les daba placer a sus pechos, sus nudillos rozaban el amuleto. Hecho
de cuerno, representaba a un antiguo dios de la fertilidad al que adoraban sus
antepasados celtas. Ya había visto los símbolos antes, pero con la cabeza nublada

200
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

y las pelotas doloridas, y con su esposa volviéndolo loco, no podía recordar


dónde. Ni siquiera podía recordar su propio nombre.
—Campbell—, jadeó su esposa.
Ah, sí. Campbell. Eso era.
—Voy a ... Estoy llegando a mi plenitud... de nuevo. Esto es una locura.
Él quería llenarla con su semilla. Sintió la necesidad creciendo en su pene,
sintió que su propio pico se aceleraba a lo largo de su columna.
Ella unió sus manos sobre su pecho izquierdo. Su anillo estaba caliente al
tacto. Algo de eso le hizo cosquillas en el fondo de su mente, del mismo modo
que el amuleto. Él deslizó sus manos unidas sobre el amuleto, que descansaba
sobre el corazón de ella.
Ella se arqueó y arañó su cuello. El brazo derecho de él la agarró por la cintura
y la inclinó de nuevo hacia delante, sobre las manos y las rodillas. Fue entonces
cuando él empezó a liberarse. Los dulces gemidos de ella y las ondas de
advertencia de su inminente clímax lo sumieron en un loco frenesí. Se retiró unos
centímetros y volvió a introducirse. Empujones más largos siguieron. Pronto se
retiró hasta la punta y se introdujo completamente en ella con profundas y
poderosas embestidas. Cada una de ellas la sacudía hacia delante y hacía que la
cama gimiera por la fuerza. Él le chupó el cuello. La penetró con fuerza. Marcó
un ritmo mucho más duro de lo que debería.
No tenía excusas. Había perdido el control.
Agarrando su mano con más fuerza y forzando su verga más profundamente,
gruñó en su oído todas las cosas que no debía decir. Todas las cosas que podrían
asustar a su pequeña y bonita muchacha si supiera la verdad.
Pero algo se había roto dentro de él. Una especie de barrera. No pudo
reconstruirla. No pudo detener la inundación.
—La primera vez que te vi, supe que eras mía—. Estaba muriendo y
renaciendo dentro de un caldero de fuego. —Luché contra ello—. Él apoyó su
frente en su hombro. —Cristo, cómo luché.
—Campbell—, se atragantó ella, sujetando la colcha con su mano de apoyo.
—También podría haber luchado contra la respiración. Casi me mata.
—Yo tampoco pude luchar—, jadeó ella. —Incluso mis sueños estaban llenos
de ti.
—Ahora, quiero hacer bebés contigo.
—Sí.
—Quiero llenar tu vientre y verte bailar con nuestros pequeños.
—Sí. Oh, cielos. Sí, sí, sí.

201
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—No sé si es posible. Pero por ti, haré cualquier cosa. Es un lugar frío por el
que he vagado sin ti. Oscuro y frío. Tú eres el sol en mi cielo, gràidheag. Cambiaría
todo el maldito mundo si eso te hiciera brillar.
Ella gimió entre dientes apretados, profunda y largamente. Las dulces y
fuertes pulsaciones de su vaina lo estrujaron con fuerza. La liberación de ella se
produjo y se desató en un instante. Ella se arqueó. Se agarrotó a su alrededor.
Sollozó su placer al ritmo de sus embestidas. Sus gritos quejumbrosos y dichosos
provocaron su excitación.
Su excitación escaló. Se acumuló. Le exigió su rendición.
Y él cedió con gusto. La explosión lo sacudió hasta la raíz y lo hizo volar. Con
gritos profundos y bramidos y embestidas largas y contundentes, llenó a su
mujer con todo lo que tenía, dejó que el cuerpo de ella tuviera lo que quería. No
tenía sentido luchar. Había perdido su corazón desde el principio. Reclamarla
como propia lo había restituido un pedazo a la vez.
Cuando se desplomaron juntos en la cama, él abrazó a su muchacha con sus
manos unidas sobre su corazón, sus cuerpos unidos llevándolos al sueño. Y
finalmente, después de un largo invierno solo, sintió que el sol en su cielo derretía
lo último del frío.

202
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Dieciséis
Algo había cambiado. Clarissa se detuvo al final del nuevo parterre y apoyó una
mano en la azada. Con los ojos tapados, miró a través del soleado patio hacia
donde Campbell descargaba un carro lleno de paja y suministros. Él le sonreía a
Alexander. Entonces, se rió, con una pequeña risa, pero aun así. Era inusual.
—¿Te parece que el señor MacPherson está diferente?—, preguntó.
Daniel se enderezó de plantar semillas y se levantó la gorra para rascarse la
cabeza. —Sí—, dijo con cautela.
Ella frunció el ceño mirando a su amigo. —¿Qué supones que es?
Él se aclaró la garganta. Se pasó una mano por la barba. Se aclaró la garganta
de nuevo.
—¿Daniel?
—Er, algunos hombres encuentran a sus esposas... placenteras. Especialmente
después de ser solteros durante mucho tiempo.
Oh. Sus mejillas se calentaron. Eso no era lo que quería decir, pero supuso que
sus frecuentes encuentros sexuales habían aligerado el humor de Campbell.
Durante los últimos diez días, había fruncido el ceño con menos frecuencia e
incluso había revelado un lado juguetón de vez en cuando.
Mientras Daniel seguía sembrando coliflor, ella se mordía el labio y
contemplaba los enormes hombros flexionados de su esposo. Levantó un barril
de sidra que normalmente necesitaría de dos hombres para levantarlo.
Casualmente, charlaba con Alexander como si no pesara nada. El hombre era
incansable.
En más de un sentido.
Después de que ella le exigiera que intentara sembrar algunas semillas en su
jardín, como diría la abuela, no le había dado la más mínima tregua.
Se despertaba cada mañana con él deslizándose dentro de ella. Se dormía cada
noche con él agotado, pero todavía medio duro dentro de ella. Durante los días
que estaba en casa, él aprovechaba cualquier oportunidad para “encontrarla” en
lugares extraños y realizar sus “deberes”.
Hace dos días, ella estaba buscando otro taburete en el granero cuando él se
acercó por detrás y deslizó una mano por su trasero. Ella resopló diciendo que
ése no era el lugar adecuado y le apartó la mano, pero él gruñó por lo bajo, cosas
sucias acerca de las muchachas malvadas que debían permanecer mojadas para

203
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

su hombre si no querían sentirse doloridas. Ella se derritió en un charco. Él la


había tomado con fuerza allí mismo, encima de la maldita caja, amortiguando
sus gritos de éxtasis con su boca.
Ayer, la llevó a la cañada de abedules para seguir practicando el tiro. Después
de muchas discusiones sobre disparos, los pezones y las varillas, ella sólo
consiguió disparar su rifle dos veces antes de que él tirara el arma a un lado, la
apoyara contra un árbol y se arrodillara. Luego, levantó una de sus piernas por
encima del hombro, se metió bajo sus faldas y la llevó al clímax dos veces. Ella lo
reprendió después, insistiendo en devolverle el favor.
Su nuevo pasatiempo favorito era adorar las partes de él que le daban más
placer: sus manos, su boca y, sobre todo, su pene. Había explorado esa delicia
particular desde las pelotas hasta la punta. Cuando ella descubrió el sabor de la
pequeña gota de líquido que indicaba el punto álgido de su excitación, él perdió
la paciencia. Entonces, le levantó las faldas, la aprisionó contra el árbol y la llenó
con su enorme verga. Le ordenó que se bajara el vestido y le chupó los pechos
hasta que ella se apoderó de él y gritó su nombre hasta el cielo. Sólo después de
amonestarla juguetonamente por su pérdida de control, comenzó a empujar. Para
cuando se liberó dentro de ella, había perdido toda la fuerza de sus miembros, la
mitad de su voz y la mayor parte de su mente. Tuvo que tumbarla en el plaid que
había extendido sobre la hierba recién cortada para que pudiera recuperarse. Al
cabo de media hora, la hizo rodar sobre sus manos y rodillas y la tomó de nuevo
como si no se hubiera vaciado ya dentro de ella tres veces ese día.
Era ridículo. No el acto de hacer el amor, por supuesto. Ella adoraba cada
momento de eso. Pero la frecuencia y la intensidad de su desesperado e
implacable deseo la abrumaban a veces. Era vertiginoso. Un poco embarazoso.
Además, él seguía confundiéndola. Convencerlo de que le diera explicaciones
sobre su “visión” o sobre las cosas extrañamente familiares que le decía tanto en
sus sueños como al hacer el amor de verdad era una tarea hercúlea. Cada vez que
ella preguntaba, él se encogía de hombros. —Son sueños, muchacha. No hay por
qué preocuparse.
Finalmente, anoche, después de que ella lo atormentara con su boca durante
largos y abrasadores minutos, él le confesó la verdad. —Por Dios, mujer. Bien.
Tus sueños sobre mí eran reales, en cierto modo.
Ella le apretó la verga y le dio una lenta caricia como recompensa,
deleitándose con su gemido agónico. —Explica cómo puede suceder eso, mi
amor.

204
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Con el abdomen agitado por la brusca respiración, él la agarró del pelo y la


miró con un fuego tierno y posesivo. —Te deseaba. No podía tenerte.
—¿Por qué no podías?
—Sabes por qué. Te merecías la oportunidad de tener hijos.
—Tendré la oportunidad contigo.— Ella tocó su amuleto. —Estoy segura de
ello.
Él sacudió la cabeza. —Decidida muchacha. No podía tenerte como quería.
Pero allí, podía. Siempre he tenido mejor control de los sueños que otros. En ese
lugar, podía tocarte como quisiera.
—Muy bien. ¿Pero cómo se convirtieron tus sueños en los míos?
Él le acarició la mejilla con los nudillos y el labio con el pulgar. —Al principio
no sabía que eso ocurría. Pensé que había cerrado la puerta a esas habilidades
hace mucho tiempo. Había intentado restaurarlas por el bien de Broderick desde
el año pasado, pero no había funcionado. Entonces, dijiste algo en el desayuno
un día. Algo sobre arar.
—Porque lo habías dicho en mi sueño la noche anterior—. Con una sonrisa
lenta, ella le dio una caricia. —Lo tenía en la punta de la lengua.
Su risa fue ronca. —Sí. Fue entonces cuando supe que había ido un poco lejos.
—Me sedujiste. Una y otra vez.
—No fue intencional.
—Pero una vez que supiste que compartíamos los mismos sueños, no paraste,
¿verdad?
Esos ojos negros se habían vuelto ferozmente calientes. Él le había agarrado
el pelo con el puño y se había relamido los labios. —No.
—¿Por qué no?
—Porque hacer que acabes es mi maldito derecho.
Su conversación había terminado abruptamente cuando él había decidido
demostrar su punto de vista con cierta extensión de su cuerpo.
Ella creía ahora que estaba enamorado de ella; sus descripciones sobre el
hecho de sentir que le pertenecía desde el principio podrían haber sido sus
propias palabras. Le gustaría confirmar sus suposiciones, pero no quería
presionarlo demasiado.
En el mejor de los casos, Campbell no era el tipo de hombre que se explayaba
en sus pensamientos más íntimos. Y ahora mismo, estaba gestionando mucho,
con la temporada de partos y la destilería y asegurando las defensas en la granja
y la búsqueda de Northfield. Su hermana, Annie, había sufrido dos crisis de parto
falso en la última semana, lo que obligó a Magdalene y a la señora MacBean a

205
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

permanecer en el castillo de Glendasheen. Angus había visitado la granja una vez


para advertir a Campbell sobre más ovejas sacrificadas, lo que había
ensombrecido su estado de ánimo a pesar de su felicidad por ver a su padre.
Ella se había guardado las preguntas que le quedaban a su esposo, dándole el
tiempo que necesitaba para completar su trabajo. Por ahora, se contentaba con
complacer su cuerpo y ser complacida a cambio. Más que complacida. Nunca
antes había sentido tanta felicidad, como si flotara en una corriente de luz
centelleante, mientras la sostenían los brazos más fuertes de la tierra. La
seguridad y la alegría, el suelo firme que nunca pensó que alcanzaría. Ese era su
amor por Campbell y el de él por ella.
Ahora, mientras terminaba de plantar y guardaba sus herramientas, se
abanicaba con sus guantes. Toda la semana había sido inusualmente cálida y seca
para fines de abril. Pero esa no era la razón de su súbita sensación de calor. No,
eso se debía a las manos de su esposo. Había empezado a echar paja del carro en
un contenedor de madera cerca del establo. Sus manos agarraban el mango de la
horquilla con ese toque suelto y hábil que ella había llegado a reconocer.
Maldición, estaba sedienta. Caliente, sedienta, y contando las horas hasta la
hora de acostarse.
Entró en la cocina y encontró a Rannoch coqueteando con Jean y Abigail
mientras preparaban la cena. El guapísimo MacPherson parecía coquetear
irreflexivamente con todas las mujeres de entre veinte y sesenta años. Entre las
excepciones notables estaban Magdalene Cuthbert, a quien trataba como a una
monja, y sus dos cuñadas, a quienes trataba como hermanas.
Supuso que Broderick le había advertido que se alejara de Kate.
Probablemente Campbell había hecho lo mismo con respecto a Clarissa. Las
amenazas de Campbell de desmembrar a cualquier hombre que la tocara habían
sonado a la vez casuales y mortales, como si hubiera matado a muchos hombres
y otro no fuera a suponer un problema. Rannoch era prudente al ser cauteloso.
Pero entonces, él la había tratado como una hermana desde el día en que llegó a
la cañada.
Lo que le hizo preguntarse, ¿desde cuándo conocía él los verdaderos
sentimientos de Campbell? ¿Lo habían sospechado todos? Frunció el ceño. ¿Lo
había hecho Kate?
—Ah, ahí está mi bonita cuñada—, dijo Rannoch con una sonrisa. Sacó una
nota del bolsillo del chaleco y se acercó a la mesa de la cocina para entregársela.
—La Señora MacBean te envía saludos. Quería venir, pero Bill el Burro se sentía
mal. Dice que no tolera los nabos.

206
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Clarissa examinó la nota. Luego, la leyó de nuevo. Y otra vez. Seguía sin tener
sentido.

Dile a Campbell que el ancla está en la sangre. Hueso de tus huesos. Carne de tu carne.

Encuentra el círculo que arde y persíguelo.

Recuerda cortar la hierba corta y alimentarla profundamente. Los ciervos correrán

libres. Los conejos no volverán a perecer.

Cuando vuelvas por tu bolso, olvida el cañón largo. Dos son mejor que uno.

Las casas son cajas. Algunas están vacías. Otras están llenas.

El abrecartas es lo suficientemente afilado. Úsalo y deja de quejarte.

Si encuentras tres, encontrarás cuatro.

Será una muchachita primero, un muchacho después, y siete a continuación.

Puede que me equivoque. Podrían ser ocho. Usa el ungüento.

Dile a Angus que deje de alimentar a Bill con nabos. Le dan gases.

Mientras un corazón lata, es posible encontrar esperanza.

—¿Qué tonterías te escribió?— preguntó Rannoch.


Clarissa negó con la cabeza. —La verdad es que no entiendo nada de esto.
Bueno, la parte de los nabos, quizás.
—No te preocupes. Todo el mundo sabe que está loca de remate como vaca
en celo. El mes pasado me dijo que me colgara boca abajo con el sombrero puesto.
Cuando le pregunté por qué tenía que hacer una cosa tan tonta, me dijo que
provocaría la fantasía de las dos únicas chicas que importaban—. Él resopló. —
No deja de perseguir a Alexander para que construya un elegante jardín
amurallado con una puerta cuando él debería estar curando ese agujero en el
hombro. Y todos esos serbales que plantó fuera de la casa de Broderick serán un
puro desastre cuando llegue el otoño. Los pájaros pululan por las bayas. No
habrá más que hojas, bayas rojas y mierda de pájaro hasta donde alcanza la
vista—. Sacudió la cabeza y se metió un poco de pan en la boca. —Vieja loca.
Ella dobló la nota y se la metió en la manga. —¿Estás aquí por la carreta?
—No. La cena.
Una extraña sensación golpeó su vientre. Se frotó el abdomen. —Es un viaje
bastante largo para la cena. Eres bienvenido, por supuesto. Siempre nos
alegramos de verte.

207
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él sonrió, sus ojos brillaron con diversión. —Tienes algo en la mejilla,


muchacha.
Ella se frotó la mejilla.
—No es ahí. Aquí, déjame.
Él tomó una servilleta de la mesa y le limpió la zona debajo del ojo. Justo
cuando estaba terminando, sonaron unas botas en el fregadero.
—Rannoch,— llegó un sonido bajo y suave. —¿Qué he dicho sobre mantener
las manos quietas?
Las manos de Rannoch se levantaron. Retrocedió dos pasos. —¿Mejor,
hermano?
Enorme y estruendoso, Campbell cruzó la cocina en tres zancadas. —Sería
mejor si hicieras lo que te he ordenado—. Deslizó un largo brazo alrededor de la
cintura de ella y miró con odio a su hermano menor. —¿Lo trajiste?
—Sí.
—Bien.— Campbell se inclinó y la besó con una minuciosidad sorprendente.
Usando su lengua. Delante de todos. —Quiero lavarme antes de la cena,
gràidheag. Acompáñame si quieres.
Ella asintió. Después de que él saliera de la cocina, ella frunció el ceño hacia
el hombre más joven de los MacPherson, sus instintos alertándola con sospecha.
—Rannoch. Tengo dos preguntas para ti.
—¿Sí, muchacha?
—Primero, ¿qué significa gràidheag?
—¿No lo sabes?
—He querido preguntar, y ahora tengo curiosidad.
Él se encogió de hombros. —Lo más cercano podría ser llamarte “amor”. O
tal vez “cariño”. No, “amada” es mejor. Mujer amada.
Su corazón dio al menos tres vueltas y se calentó como un horno. Él la amaba.
Ella lo había sospechado, pero las sospechas no eran conocimiento. Él la había
amado desde el principio, de la misma manera que ella lo amaba a él.
—¿Cuál es tu segunda pregunta?
Una vez que recuperó el aliento, preguntó: —¿Qué haces realmente aquí?
Mientras alcanzaba otro trozo de pan, se quedó quieto un momento. Sus ojos
se tornaron sobrios y luego brillaron con una sonrisa fingida. —Te lo dije. Cena.
Tal vez un poco de whisky.
—No mientas. Has traído algo. ¿Qué es?
Él se frotó la nuca. —Un rifle.

208
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Otra sensación extraña revoloteó en su vientre. Se frotó una palma de la mano


sobre ella y suspiró. —Estás aquí por Northfield, ¿no es así?
—Deberías hablar con Campbell sobre esto.
—No quiero que te hagan daño. No quiero que ninguno de ustedes...— Se
cubrió los labios, luchando contra las lágrimas. Casi lo había olvidado. En medio
de su sensación de seguridad y su felicidad con Campbell, casi había olvidado la
amenaza que se cernía sobre todas sus cabezas.
—Escucha, muchacha—. Se acercó a sus hombros y luego lo pensó mejor. —
Ninguno de nosotros está ciego ante lo que es Northfield. Conocemos los riesgos.
Sabemos lo que hay que hacer.
Ella miró al hombre que tenía delante. A veces, parecía mucho más joven que
sus hermanos, más ligero y quizás más dulce, por lo que uno podría ser
perdonado por pensar que era una raza de hombre totalmente diferente. Pero
ahora mismo, era puro MacPherson: duro como el acero, grande como las
Highlands, generoso como el cielo.
—Gracias—, susurró ella. —¿Vas a ser mi niñera, entonces?
Su sonrisa era suave. —Sí. Llevaré un pequeño gorro con volantes y te serviré
tortas de avena con el té.
—Mmm. Y siestas extra. He estado un poco cansada últimamente.
Unos minutos más tarde, entró en el dormitorio y encontró a su esposo
esperando. Sólo llevaba una toalla alrededor de la cintura. Ella se mareó. —Dios
mío.
—¿Qué pasa?— Él miró con desprecio mientras ella cerraba la puerta. —
¿Rannoch trató de tocarte de nuevo? Todavía no puedo romperle las manos, pero
en un día o dos...
—No—, suspiró ella. —Es que eres... celestial.
Él se miró a sí mismo. —Te debe gustar mucho el pelo, gràidheag.
El calor se arremolinó alrededor de su bajo vientre. Apretó una mano allí para
calmar el dolor. —Me gusta mucho un hombre grande.
Él sonrió. —Bueno, eso lo puedo reconocer.
Ella sintió un cosquilleo y casi se desmayó. —Te amo, Campbell.
La sonrisa de él se desvaneció. Se deshizo de la toalla y se acercó para apoyar
ambas manos en la puerta a ambos lados de ella. —Y yo te amo a ti, Clarissa.
—Lo sé—. Ella apoyó las palmas de las manos sobre su corazón. —También
sé que has encontrado a Northfield.
El suspiro de él fue profundo y estremecedor. Se inclinó más cerca, con la
cabeza colgando entre ellos. —Alexander lo rastreó hasta un lugar al sur de la

209
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

cantera. Ya había acampado allí antes, pero ahora ha vuelto. Saldremos antes del
amanecer. Rannoch se quedará contigo.
Esta era la diferencia que ella había notado antes en él: propósito y
anticipación. Campbell tenía su objetivo en la mira por fin. Las horas de
Northfield estaban probablemente contadas. —Me gustaría poder ayudar a
protegerte. Algo más que enviar a Francis a intentar hacer un chantaje.
—No debes preocuparte por mí. Estaré bien.
Ella deslizó sus brazos alrededor de la cintura de él y puso su mejilla sobre su
corazón. El latido rítmico era tranquilizador. —Por favor, vuelve conmigo a
salvo—. Se aferró con más fuerza, sus dedos se clavaron en su musculosa espalda.
—No puedo soportar la idea de...
Él la envolvió con fuerza, con una enorme mano acunando su cabeza contra
él mientras la otra se deslizaba hacia la parte baja de su espalda. Su pulgar trazó
pequeños círculos en su columna. —Suceda lo que suceda, debes saber esto,
gràidheag. Antes de ti, yo estaba muerto. Verte fue como respirar por primera vez.
Un poco doloroso, al principio. Luego... pura alegría—. Besó la parte superior de
su cabeza y la apretó más. —Un hombre luchará hasta el último suspiro para
mantener a salvo un milagro así. Porque sin ti, estoy muerto de todos modos.
Con el corazón palpitante, ella volvió su boca para encontrar la de él. Él la
besó con fuerza, como había hecho en la cocina, deslizando su lengua hasta el
fondo y controlándola con su mano en la nuca. Pronto, su beso se volvió
desesperado, dos bocas que intentaban fusionarse, dar placer y saciar, todo a la
vez. Consciente de la excitación desnuda de él, ella se aferró a su pelo y casi se
subió a él para acercarse. Él le levantó las faldas y la apoyó contra la puerta.
Ella gimió. Rodeó su cintura con las piernas. Sintió que la urgencia
aumentaba. Demasiado rápido. Demasiado rápido. Tan rápido que no pudo
recuperar el aliento. —Te necesito. Dios, Campbell. Me duele.
La boca de él se deslizó hasta su garganta, mordisqueó su cuello. El aliento
caliente y el hombre más caliente la hicieron arder. —¿Estás mojada para mí?—,
susurró. —¿Puedes tomar lo que te doy?
—Sí—, jadeó ella. —Dame todo.
Él dobló las rodillas y deslizó la longitud de su verga a lo largo de sus
pliegues. Ella jadeó. Se arqueó. Cuidadosamente, él clavó la cabeza en su
abertura. —Ah, estás ardiendo, mi bonita Clarissa. ¿Has estado pensando en
cosas perversas hoy?
El estiramiento inicial provocó su deseo. Le arañó el cuello y le besó los labios,
retorciéndose por más. —Te necesito. Dentro de mí. Hasta el fondo. Por favor.

210
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él la sujetó con más fuerza contra la puerta, colocándola de forma que no


pudiera apartar la vista. Los ojos oscuros se clavaron en los suyos. —Mírame
mientras tomo lo que es mío—. Él se deslizó más adentro.
La plenitud siempre lograba conmocionar sus sentidos. Unas ondulaciones
de sensación se extendieron desde su unión. El calor y el hormigueo del placer
recorrieron sus pechos y su vientre.
—Tan húmeda. Apretada—. Apretó los dientes. —Necesito... ir más
profundo—. Se deslizó más profundamente. —Eso es. Buena muchacha.
Ella le arañó el cuello y arqueó la espalda. El algodón floreado de su vestido
se había sentido ligero mientras trabajaba en el jardín, pero ahora era demasiado.
Estaba sofocada. Ansiosa. Necesitaba sentir su piel contra la suya. —Quítame el
vestido—, suplicó.
Sus ojos se entrecerraron. —¿Estás haciendo demandas, esposa?
—Sí.
Él le dio una sonrisa lenta. Luego un empuje profundo y penetrante.
Ella gimió su nombre cuando la presión explotó en placer.
—Ahora. Quiero llevarte a nuestra cama y montarte duro. Quizá después de
que hayas acabado para mí como una buena muchacha, te desnudaré y lo volveré
a hacer—. Le mordisqueó el cuello. Le acarició la oreja. Susurró: —Pero más
despacio.
Ella soltó un gemido agitado y enterró su cara contra su cuello. Entonces,
sintió que la cargaban. Fue bajada a la cama. Cubierta por el calor y la fuerza de
su esposo. Llena de su pene hasta el fino límite entre el exceso y el placer perfecto.
Él se colocó completamente encima de ella, levantando sus rodillas más alto,
estirándolas más. Hundiéndose más profundamente. Acarició el pañuelo que ella
había metido en su escote. Lamió una gota de sudor de entre sus pechos. Luego,
comenzó a empujar con fuerza y profundidad. El ritmo fue constante al principio.
Movimientos largos y deliberados.
Él apretó las rodillas de ella casi hasta los hombros e inclinó la verga para
volverla loca. Sus ojos se clavaron en los de ella cuando el ritmo se aceleró. Las
intensas ráfagas de presión le hacían sentir más placer. Más fuerte. En lo más
profundo de su ser, se formó una tempestad. Ella gritaba su nombre. Suplicaba
por la liberación.
El rostro de él era una visión feroz, con la mandíbula flexionada y la vena
cerca de la sien distendida. Pero sus ojos lo decían todo: lo haría para siempre si
creía que eso la complacería. Se adelantaría a su propia liberación para darle todo
lo que ella necesitaba.

211
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella se acercó a su mandíbula. Lo atrajo hacia su beso. Susurró contra sus


labios: —Dame todo, mi amor. No exijo menos.
El ceño de él se convirtió en un gesto de dolor. Su gemido fue pura agonía.
Sus caderas se sacudieron, forzando su pene con más fuerza contra las
profundidades de su núcleo. Luego, la cabalgó con una furia demoledora.
El placer se convirtió en una explosión tan vasta y consumidora que su visión
se convirtió en una luz brillante. Su cuerpo se estremeció. Se agitó durante largos
e interminables segundos mientras los paroxismos se sucedían. Incluso cuando
el placer llegó a su crescendo, ella tomó todo lo que él le dio y exigió más. Exigía
que la completara. Cuando sus embestidas se aceleraron hasta alcanzar un frenesí
final, él también se lo dio.
Su enorme y áspero escocés la sujetó con desesperación mientras él disparaba
su placer en lo más profundo de su ser, llenándola con un torrente hirviente.
Cada gemido desgarrado en su oído era o bien su nombre, una maldición, o —
Te amo tanto, gràidheag.
Al final, mientras él se retiraba suavemente para tumbarse a su lado, la
envolvía por detrás y le besaba tiernamente la oreja, murmuró algo en gaélico.
Su voz estaba rasgada, por lo que se dividía en dos, sonando en capas.
Adormecida y aun tambaleándose por la fuerza de la tormenta, ella le acarició
la mandíbula. —Dímelo en inglés, mi amor.
Él suspiró. —Era una oración—. Su mano se deslizó sobre su vientre,
calentándola, calmándola. —Que Dios vele por la mujer que lleva mi corazón.
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas. Ella deslizó su mano sobre la de él.
—Y que el hombre que lleva el mío vuelva sano y salvo a mi lado.
Él gruñó. —Victorioso, ¿eh?
Ella se rió. —Sí, mi feroz Highlander. Que vuelvas a mi lado victorioso.
—Espero que me recompenses con creces cuando lo haga—. Le besó la nuca
y le acarició el pelo. —Ahora, sobre ese vestido.

212
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Diecisiete
El sueño de él era más claro que cualquier otro que hubiera tenido desde que era
un chiquillo. El sol brillaba como el oro. El suelo estaba húmedo después de una
lluvia. Los olores terrosos del barro y la hierba llenaban sus sentidos. El sonido
del metal golpeando metal llenaba sus oídos.
Estaba en el pueblo, frente a la vieja herrería de su abuelo. Hacía años que no
la veía. Se había quemado mientras él estaba en la guerra. Pero tenía el mismo
aspecto que cuando Seanair vivía: era alargada y baja, de piedra gris y techo de
pizarra. Las amplias puertas permanecían abiertas la mayor parte del día para
dejar escapar el calor de las hogueras.
Su abuelo se paseaba fuera, charlando con la madre de Campbell como si
fuera cualquier otro día. La luz del sol brillaba en los reflejos rojizos del cabello
de su madre. Era una mujer alta, esbelta y delgada, con una risa gutural y ojos
generosos. Llevaba un fardo de mantas en los brazos.
Cuando lo vio acercarse, su sonrisa se amplió hasta convertirse en una sonrisa
gloriosa. Ella se apresuró a rodearle el cuello con un brazo y a besarle la mejilla
con tres besos, como siempre había hecho. —¡Campbell!— Lo abrazó más fuerte
y lo besó de nuevo: uno, dos, tres besos y una carcajada. —¡Ah, hijo mío, cómo
me alegro de verte!
El pecho de él se apretó mientras abrazaba a su madre. —Mamá, te he echado
de menos.
—Och, siempre estoy por aquí. Sólo tienes que venir a visitarme de vez en
cuando.
Una voz áspera llegó desde las puertas de la herrería. —¿Es ese mi pequeño
muchacho? Ah, ya no eres tan pequeño, ¿eh?
Se echó hacia atrás para saludar a su abuelo, que ahora era quince centímetros
más bajo y más delgado que Campbell. —Seanair. Por Dios, es bueno verte de
nuevo.
El anciano sonrió y golpeó la barbilla de Campbell con el dedo. —Ha pasado
demasiado tiempo. Pensé que habías olvidado el camino.
No lo había olvidado. Se había perdido. Exiliado. Pero Clarissa le había dado
la luz que necesitaba. Ella lo había guiado a casa, paso a paso. —Estoy casado
ahora—, dijo con orgullo. —Deberían verla. Una chica muy bonita. Sus ojos son
como el azul de Loch Carrich en un día de verano.

213
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Oh, sí. Estuvimos allí en la boda. Es bonita, ciertamente. Una novia


preciosa—. Su abuelo le sonrió a mamá con ese brillo chispeante que Campbell
sólo había visto en Rannoch. —Eres un hombre muy afortunado.
—Sí.— Miró a su alrededor, dirigiéndose a las puertas de la herrería, con la
curiosidad de saber si el taller era el mismo que recordaba. El interior era más
oscuro, pero por la luz que entraba de las ventanas brillaba el trabajo de su
abuelo: tazas y placas de metal repujado, joyas que iban desde finas cruces hasta
gruesos brazaletes trenzados. Predominaban el bronce y la plata, pero una taza
de cobre captó su atención. En el lateral destacaba un relieve: una deidad con
cuernos.
—Ese es Cernunnos—, dijo su abuelo. —Es uno de los antiguos, un señor de
las cosas salvajes. Todavía ofrece un poco de magia en ciertas áreas de la vida. Es
bueno para procrear rápidamente. Por supuesto, no puede superar un poder
como el tuyo. Construiste una prisión robusta, hijo—. Seanair golpeó la barbilla
de Campbell. —Nadie más que tú podrías abrir esas cadenas.
Él se volvió hacia su madre, casi temeroso de hacer la pregunta que su
corazón le pedía responder. —¿Lo he hecho, mamá? Clarissa me pidió que le
diera esperanzas. Pero no sé si es posible...
La sonrisa de ella la iluminó de adentro hacia afuera. Le hizo un gesto para
que se acercara. —Ven. Tómate un trago—. Entonces, movió las mantas en sus
brazos, apartando una esquina para revelar un pequeño bebé dormido. El bebé
bostezó dulcemente y se frotó los ojos con sus pequeñas manos.
Su corazón casi explotó de alegría. La luz se intensificó y parpadeó hasta que
el aire se volvió blanco. La herrería desapareció, al igual que su madre y su
abuelo. De repente, se encontró dentro de un remolino de niebla. Oyó el goteo
del agua. De la niebla, precipitándose hacia su cabeza, salió un gran pájaro. Se
lanzó en picado, obligándolo a agacharse y saltar. El pájaro se posó a su lado. Su
cabeza giró. Sus ojos parpadearon. En una rápida sucesión, sintió un miedo
aplastante, un dolor agudo en el antebrazo, un temblor en la mano y una
sensación de ardor en el abdomen. El búho se lanzó y voló, pero mientras sus
alas dispersaban la niebla, Campbell vislumbró un destello de algo rojo. No era
sangre. Tela. Roja, como la capa de Clarissa.
Todo se volvió negro, y él salió disparado de un sueño de muerte. La
habitación estaba oscura, salvo por la luz de la luna que entraba por la ventana.
Inmediatamente supo que Clarissa se había ido, aunque también sintió que
estaba a salvo. Fergus tampoco estaba, y ese perro no dejaría que nada le hiciera
daño a su muchacha favorita.

214
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Pasándose una mano por la cara, se deshizo de las mantas y se envolvió la


cintura con un plaid. Luego, recuperó un regalo que había querido darle, se puso
una camisa y fue en busca de su esposa.
La encontró en el salón. Con el azul etéreo de la luna de medianoche, estaba
descalza con su camisola blanca y sus largos rizos se balanceaban por la espalda.
Un sabueso desaliñado, larguirucho y enamorado estaba con sus patas delanteras
sobre sus hombros.
Bailando.
Ella estaba bailando con Fergus a la luz de la luna, tarareando dulcemente y
manteniendo sus pasos pequeños por el bien del perro.
Frotó una mano sobre la agonizante plenitud de su pecho, preguntándose
cómo podía contener tanto amor. Supuso que no podía. Tal vez, en cambio, debía
derramarlo como una ofrenda para ella.
—Eres una pequeña hechicera.
—¡Oh!— Ella giró, haciendo que Fergus cayera en cuatro patas. Se inclinó
para besar su cabeza y rascar sus orejas. Cuando se enderezó, sus ojos se
volvieron provocadores. Una sonrisa traviesa tocó sus labios mientras se
balanceaba y bailaba ligeramente en dirección a Campbell. —Parece que me has
sorprendido con otro pretendiente. Un giro escandaloso de los acontecimientos—
. Se le escapó una pequeña risita. —Para ser justos, Fergus es bastante apuesto, y
un bailarín sorprendentemente bueno—. Ella giró sobre sus dedos de los pies y
se detuvo ante él. Su rostro se inclinó hacia el suyo. —Bésame—, susurró.
Y él lo hizo. Suavemente. Con castidad. Un reverente roce de sus labios sobre
los de ella. Luego, levantó su regalo para ella y lo dejó colgar frente a sus ojos.
Incluso a la luz de la luna, pudo ver su deleite. Sus ojos brillaron. Se cubrió los
labios. —Campbell—, se atragantó. —Es exquisito.
El búho era pequeño, de menos de cinco centímetros. Lo había tallado en la
madera de serbal más antigua, incorporando símbolos de los viejos espíritus más
adecuados para custodiar las cosas preciosas. Lo había ensartado en una fina
cinta de seda que Rannoch había traído de la mercería del pueblo. Era el azul de
sus ojos. La cinta se apoyaría suavemente en su piel y, si había calculado
correctamente la longitud, colocaría el búho justo encima de su corazón. Le pasó
el collar por el cuello, recogiéndole el pelo suavemente para que se deslizara por
la cinta. Como había previsto, el colgante de madera se colocó ligeramente por
encima de su amuleto de la fertilidad y ligeramente por debajo de la cruz de su
madre. Acarició la cornamenta de Cernunnos. —Puede que no necesites llevar
este por mucho tiempo, gràidheag.

215
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella sonrió. —¿Eso crees?


—Sí.
—Oh, espero que tengas razón—. Acarició el búho con los dedos, trazándolo
con trazos cariñosos. —Confieso que cuando vi el tallado que hiciste de Isla, sentí
celos. Sé que la amabas, pero verla manifestada con tanta belleza de tus manos
fue... un tormento.
Él frunció el ceño. —Clarissa, tal vez no he sido claro. Yo amaba a Isla. Era
una muchacha de buen corazón, y nuestros afectos tenían una pureza que sólo la
juventud y la muerte pueden aportar. Pero no tallé su rostro por amor. Lo hice
para dejarla descansar. Quería dejarla donde debía estar, en el pasado.
Ella no lo miró, sus ojos se concentraron en acariciar el ala del búho.
—¿Debo decirlo claramente?
La garganta de ella se agitó al tragar. —Supongo que debes hacerlo.
—Nada en todos mis días vividos se compara con lo que siento por ti. Ni mi
tiempo con Isla. Ni mi tiempo con ninguna otra. Eres el paraíso para mí. Un
maldito edén con cortinas cuadrillé y pequeñas flores por todas partes.
Los ojos de ella se alzaron, brillantes y sorprendidos. —¿Te gustan las
cortinas?
Él se rió, su corazón volvió a desbordarse. —Sí, mujer bonita y enloquecida.
Amo las cortinas. Y amo a mi novia—. Le tendió la mano. —Ahora, sé una buena
muchacha y baila conmigo.
Hubo más parpadeos sorprendidos. Luego, una sonrisa lenta y maravillosa.
Ella se hundió en una elegante reverencia y deslizó su mano en la de él. Él la
acercó, se inclinó y la tomó con un brazo por debajo de las rodillas y otro por la
espalda, amando su chillido de sorpresa y sus manos aferradas.
Ella se rió mientras él daba pasos ligeros y deslizantes por la habitación.
Fergus bailaba a su lado. Clarissa tarareaba una melodía apenas desafinada. Y
Campbell giraba entre las sombras y la luz de la luna sosteniendo el paraíso en
sus brazos.

~*~

Con la mañana llegó la niebla. Una niebla densa y cegadora. Campbell maldijo
mientras se agachaba junto a Alexander, tratando de ver el campamento de abajo.
No podían ver mucho. Unas cuantas rocas. Un pino nudoso. Pero, sobre todo, un
manto de niebla gris blanquecina tan espesa como el viejo skink8 McInnes.

8
Comida tradicional escocesa

216
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

En la quietud, sin embargo, podían oír sonidos. El goteo de una pequeña


crecida que bajaba de las colinas superiores. El crepitar de una hoguera. El
graznido de los cuervos.
Alexander cambió su rifle lentamente de su hombro a su regazo.
—¿Ves algo?— preguntó Campbell en un susurro sin aire.
Alexander negó con la cabeza.
Maldito infierno. Esta misión se había ido a la mierda.
Anoche, después de su baile con Clarissa, la había llevado a su cama y le había
hecho el amor de nuevo. Antes de que ella se durmiera, ella le había mostrado la
nota enviada por la señora MacBean. Puede que la visión de la anciana fuera más
fuerte que la suya, pero no pudo descifrar sus locuras. Excepto la parte de los
nabos. Bill el burro era una criatura gaseosa. Tendría que recordarle a su padre
que le cambiara el alimento.
Abajo, los cuervos se oyeron con más fuerza, sus gritos más frecuentes. Algo
cerca del campamento resopló y gruñó, respirando con dificultad. ¿Northfield?
Maldita sea, él no podía ver. Luego vino un sonido de golpes. Toc, toc, toc, toc.
La hierba larga crujió mientras alguien se movía en ráfagas esporádicas. Tal vez
el hombre había perdido la cabeza y estaba dando vueltas como suelen hacer los
locos.
Campbell lo libraría con gusto de su miseria.
Hizo un gesto, dándole instrucciones a Alexander de flanquear el
campamento desde ambos lados del afloramiento rocoso que había sobre el
campamento de Northfield. Alexander asintió. A medida que cada uno bajaba
por la ladera, el graznido de los cuervos se hizo constante, ahogando parte de los
golpes. Se acercó a la posición de Northfield, siguiendo los gruñidos a través de
la niebla.
Cuando oyó la señal de Alexander -el característico chillido y chasquido de
los urogallos- se detuvo en su sitio y silbó dos notas agudas y ascendentes. La
petición de Alexander irritó un poco a Campbell. Él mismo había querido matar
a Northfield. Pero si el bastardo estaba en la mira de Alexander, sólo tenía una
respuesta: Dispara, hermano.
El disparo resonó con un fuerte chasquido. Reinó el caos. Lo que debían ser
cientos de cuervos levantaron el vuelo, dispersando la niebla y creando un ruido
ensordecedor. Debajo se escuchaban los golpes y gruñidos profundos de una
vida a punto de terminar. Luego se oyó un quejido -madera o ramas desgarradas,
tal vez- y alguien se alejó a toda prisa.

217
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Campbell emitió un único silbido hacia arriba antes de salir corriendo. Si el


disparo de Alexander había fallado o simplemente herido a Northfield, Campbell
sería el encargado de encontrar al bastardo. Sería él quien lo derribaría.
Corrió detrás de los sonidos, utilizando sus zancadas más largas para reducir
la distancia. Pronto vio el rastro de sangre. Por Dios, el perro rabioso había sido
alcanzado. Una oleada de satisfacción lo recorrió. Corrió con más fuerza, oyendo
a Alexander detrás de él.
Por delante, el golpeteo arrítmico de los pasos de Northfield disminuyó.
Tropezó. Un gruñido sibilante sonó extraño y apagado. El olor metálico de una
muerte sangrienta le llegó justo cuando los pasos cesaron con un último golpe.
Redujo su ritmo y se acercó con precaución, siguiendo el rastro de sangre.
Cuando vio su origen, se detuvo. El hielo floreció en sus venas. Se expandió
hacia afuera en una marea implacable de temor. Se profundizó y endureció. Lo
llenó hasta ahogarse.
Alexander se detuvo junto a él, respirando con dificultad. Entonces, comenzó
a maldecir a la asquerosa oscuridad que Campbell deseaba poder dominar.
No podía hablar en absoluto. No podía hablar más que el pobre ciervo que
había quedado atrapado en una red, estacado cerca del campamento y abatido
por el rifle de Alexander. Ese animal no podía emitir ningún sonido. Porque ese
animal yacía muerto en el suelo junto a sus botas.
Y Northfield estaba muy vivo. No aquí. Pero vivo. Probablemente se acercaba
a la esposa de Campbell mientras él estaba allí, viendo cómo la sangre de una
criatura inocente se escurría en la larga hierba.
Alexander se inclinó hacia adelante doblando la cintura, luego se enderezó y
miró al cielo. —¡Maldito bastardo!—, rugió. —¡Te cortaré el jodido cuello por
esto!
El frío de Campbell se profundizó aún más. Cada músculo se endureció con
un nuevo propósito. —No—, juró. —Lo haré—. Apretó una mano en la nuca de
su hermano y le dio una sacudida, como siempre había hecho papá. —Debemos
irnos, ahora. La está persiguiendo. Debemos llegar a él primero. ¿Entiendes?
Alexander asintió, aunque su respiración seguía siendo agitada y sus ojos
furiosos. —Vamos.
Corrieron hacia los caballos, montando a la carrera e impulsando sus
monturas al galope. La cantera estaba en las colinas del este, al menos a una hora
de distancia de su granja. Pero a la carrera, podrían acortar el viaje a la mitad. No
sabía si los caballos podían aguantar un ritmo tan duro, pero no importaba. Nada
importaba. Si tenía que hacerlo, lo haría a pie.

218
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella estaba en peligro. Ese ciervo había sido un señuelo, amarrado y enredado,
probablemente atado lo suficientemente flojo como para que pudiera escapar si
se agitaba lo suficientemente fuerte. Lo que ocurriría si le disparaban. Pero el
bastardo no se había contentado con sacrificar al animal. Le había cortado la
cornamenta que acababa de brotar y le habían atado el hocico con alambre para
que no pudiera gritar.
Northfield debía saber que iban por él. Y la única manera de que lo supiera es
que hubiera oído a Campbell y Alexander haciendo planes en el patio. Lo que
significaba que había estado lo suficientemente cerca como para escuchar sus
voces. Lo que significaba que había estado cerca de ella. Observando.
Cristo en la cruz, ¿había estado allí todo el tiempo? ¿Cómo? Campbell había
establecido patrullas regulares. Había rodeado la granja con trampas y hombres.
Había enviado a Fergus a explorar con Daniel dos veces al día. Había tomado
todas las precauciones imaginables, y no había sido suficiente.
Su caballo comenzó a flaquear. El de Alexander se quedó atrás. Campbell se
inclinó hacia delante, murmurando palabras tranquilizadoras al exhausto
animal. Prometió avena y descanso. Prometió yeguas en abundancia y un pasto
para él solo si Dunmore lo llevaba a casa a tiempo.
—Mi hembra está ahí, viejo amigo—, dijo en gaélico. —Necesito que me
ayudes a salvarla—. El gran semental se puso en marcha y dio un nuevo golpe
de velocidad.
No se molestaron en tomar el camino del norte, sino que viraron hacia el sur
a través de la espesa maleza y los bosques. La niebla era más densa alrededor del
lago, limitando la visibilidad a unos tres metros, pero él y Alexander habían
explorado cada centímetro de la cañada antes de que les creciera la barba.
Condujeron sus monturas a un ritmo temerario, saltando sobre troncos caídos y
antiguos muros de piedra. Siguieron corriendo hacia las colinas del oeste,
tomando el camino cuando era más rápido y atravesando brezales cuando su
paciencia perdía la batalla con la urgencia. Cuando llegaron a la cima y vieron la
granja, el humo fue un mal presagio.
Y la nebulosa extraña y brillante de abajo era la llegada del infierno.
El humo negro llenaba el cielo en un penacho imponente, pero la granja
seguía envuelta en niebla, creando una enorme esfera vibrante de color naranja
rodeada de blanco.
Dunmore se estremeció. Campbell se deslizó desde su espalda, agarró su rifle
y corrió hacia los gritos de sus hombres y el devorador rugido del fuego. A lo

219
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

lejos, oyó que Alexander gritaba algo detrás de él, pero lo ignoró. En su lugar,
corrió, impulsado por el temor que lo envolvía.
El tiempo es corto, pensó. La anciana le había dicho que el tiempo era corto.
Acababa de respirar por primera vez después de una larga muerte. Clarissa
no podía haberse ido. No podía. Lo sentiría.
Sí. Él lo sentiría si así hubiera sido. Hueso de mis huesos. Carne de mi carne.
Palabras pronunciadas por Adán sobre su Eva. El ancla está en la sangre. Su hijo,
tal vez. Dentro de su vientre. Seguro, deseado y amado. Su esperanza, dada por
su esposa.
Había heredado su visión a través de los lazos de sangre, su abuelo y su
madre. Tal vez un vínculo similar con su hijo sería lo suficientemente fuerte para
encontrarla. Salvarla.
Corrió hacia el incendio más grande: el granero. El fuego lo había convertido
en un infierno. El techo se había derrumbado. Se desvió entre las vacas que
escapaban y los hombres manchados de hollín, gritando por Rannoch. Se quedó
sin aire, sus pulmones ardían tanto por el humo como por el esfuerzo. —
¡Rannoch!—, gritó.
Uno de sus hombres lo encontró. Llevaba dos cubos y le ofreció uno a
Campbell. Al ver el pañuelo mojado sobre la cara de su hombre, se arrancó la
manga de la camisa y la empapó en el cubo antes de atárselo sobre la boca y la
nariz.
—¡Rannoch está con Daniel, señor! Están en la carreta justo después del
establo. Le dispararon a Daniel.
Ah, Dios. ¿Cuántos habían sido heridos? ¿Cuántos habían muerto?
Maldito infierno, no podía pensar en eso ahora. Debía encontrar a su esposa.
Clarissa era el premio del bastardo. Ella sería su verdadero objetivo.
Entró tambaleándose en el patio rodeado de llamas, humo y caos. Sus
hombres luchaban contra las llamas lo mejor que podían, pero los cubos de agua
bien podrían ser un poco de orina de perro por todo lo que hicieron. El tejado de
paja de la cabaña levantó llamas de tres metros de altura. Un estruendoso crujido
señaló el derrumbe del establo. Finalmente, en medio de la locura, vio a su
hermano de pie junto a una carreta unos metros más allá de la cabaña en llamas.
El establo cercano fue el único edificio que se salvó.
—¡Rannoch!
Su hermano se giró. Su rostro estaba ennegrecido por el hollín, su mano
derecha toscamente vendada con una tira de lana. —Cam—, gritó con la voz
enronquecida.

220
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

En la parte trasera de la carreta estaba sentado Daniel, con la sangre


rezumando en su barba desde una herida cerca de la sien.
—¿Qué ha pasado?— Campbell exigió. —¿Dónde está Clarissa?
Rannoch señaló con la cabeza el establo. —Allí. Con Fergus.
Él corrió hacia la puerta del establo. Dentro, estaba oscuro y extrañamente
tranquilo. Demasiado tranquilo. Demasiado silencioso. —¿Clarissa?—
Frenéticamente, buscó en todos los compartimentos, esperando estar
equivocado. Cuando se aseguró que no lo estaba, su corazón se desplomó. No
había nada. Excepto que en el suelo, a sus pies, yacía un collar de cuero atado a
una cuerda. Se tambaleó contra la barandilla, con una oleada de vértigo que lo
asaltó.
De vuelta al exterior, corrió, ignorando el ardor de estómago y el miedo que
le carcomía los huesos. —Ella ha desaparecido—. Las palabras surgieron sin
sonido, obligándolo a repetirlas en un rugido. —¡Rannoch! ¡Mi esposa ha
desaparecido!
Rannoch sacudió la cabeza. —No. Ella estaba aquí. Aquí mismo—. La parte
que Campbell pudo apreciar de la cara de su hermano perdió todo el color. —
Ah, Dios, no. Otra vez no.
Campbell se lanzó hacia delante y agarró la nuca de su hermano, obligándolo
a concentrarse. —Dime qué ha pasado—. Le dio una sacudida, con los pulmones
agitados, doloridos y ardiendo. —Y, por el amor de Dios, sé rápido. El tiempo es
escaso. Si ella muere, es mi fin. ¿Entiendes? Mi fin.
—Lo sé, hermano. Te ayudaré a encontrarla. No estás solo en esto.
Una furia como nunca había conocido surgió de las profundidades más
negras de su alma. Lo dividió por el centro. Rompió su voz en dos. —La
encontraré. Luego, lo destrozaré. Nada me detendrá.
Los ojos de Rannoch brillaron con cautela. Tragó saliva. Asintió con la cabeza.
Luego, explicó con calma cómo el paraíso de Campbell había sido robado y
reemplazado por el infierno. —Todo comenzó con té y tortas de avena.

221
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Dieciocho
El día que lo cambió todo, Clarissa se despertó con ganas de comer tortas de
avena y miel con una fuerte taza de té. Fuera, los cuervos creaban una cacofonía
salvaje. Eso debió de ser lo que perturbó su sueño, pensó, porque podría haber
seguido durmiendo una hora más. Se estiró en la cama, sintiendo los vestigios de
su noche con Campbell, una noche mágica llena de baile, placer y amor. Suspiró
felizmente ante los recuerdos.
Luego, se rió cuando Fergus se acercó trotando a lavarle la cara con su lengua.
—¡Eww, Fergus!— Lo apartó de un empujón y se puso de pie. Envolviéndose
en su plaid gris, abrió la puerta para dejarlo salir. —Ve a buscar a Daniel, ¿eh?
El perro trotó alegremente hacia el pasillo antes de correr hacia las escaleras.
Ella cerró la puerta y comenzó a lavarse y vestirse. Notó que la niebla aún no
se había disipado. Cuando Campbell se despidió de ella antes del amanecer,
maldijo las molestias del tiempo, pero dijo que debería desaparecer al mediodía.
Miró el pequeño reloj de su tocador. Las once y media.
Después de atar un chal sobre su vestido de día de algodón con ramitas -el
azul con rosas blancas- se sentó en la cama para ponerse las medias de lana tejidas
en lugar de las de seda que había elegido en un principio. Si el tiempo era frío,
ella quería estar cómoda.
Por supuesto, “cómoda” era una cuestión de matices. Le dolía el interior de
los muslos por el sobreesfuerzo de los músculos y la piel raspada por la barba;
sus pechos ardían con cada roce de la tela; y sus partes femeninas habían sido
saqueadas por un despiadado merodeador.
Campbell “El Merodeador” MacPherson.
El hombre era implacable. Y magnífico.
Ella sonrió y tocó su collar de búho. Gracias al cielo que él era suyo.
Poco después, entró en la cocina y encontró a Rannoch comiendo pan con
mantequilla y charlando con una Abigail de mejillas sonrosadas. Hizo una pausa
para dedicarle a Clarissa una sonrisa perversamente encantadora mientras
deslizaba un plato de tortas de avena por la mesa. —Buenos días, hermana. Te
prometí tortas de avena y té—. Vertió agua humeante de la tetera y la colocó
sobre una bandeja. —Y aquí tienes. Tortas de avena y té.
Ella se rió. —En efecto, eres un hombre de palabra—. Señaló con la cabeza el
aparador. —Tráeme ese tarro de miel, ¿quieres? Estoy antojada.

222
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él lo tomó, frunció el ceño y miró dentro. —Está vacío.


—Oh, sí—, dijo Abigail, limpiándose las manos en su delantal. —Disculpe,
Señora MacPherson. Lo usé todo para los pasteles de miel. Son un regalo especial
que estaba planeando para esta noche después de... bueno, cuando el señor
MacPherson llegara a casa.
La barriga de Clarissa se retorció de preocupación al recordar el riesgo que
estaba corriendo. —Muy considerado de tu parte, Abigail. Gracias—. Ella puso
una sonrisa brillante. —Rannoch, creo que hay más miel en la caja más grande
del carro de suministros. ¿Quizás podrías traerla adentro por mí?
Él terminó lo último de su pan y se quitó las migas de las manos. —
Enseguida—. Tomó el rifle que estaba junto al contenedor de patatas. —Quédate
aquí, ¿sí? Tal vez nos sirva un poco de té. Sólo será un momento.
Ella asintió y se sentó a la mesa arreglando las tazas y esperando a que el té
reposara. Fergus se deslizó hacia el interior a través del fregadero antes de que
Rannoch cerrara la puerta tras él. El perro se acercó a pedir las sobras a Abigail,
que le dio un plato de bistec picado. Clarissa sonrió al ver a su perro tan mimado.
Antes de que se acabara la mitad de la carne, él se detuvo. Resopló. Se alejó
de su plato y se dirigió a la puerta del fregadero.
Clarissa miró su carne a medio terminar y frunció el ceño. No era propio de
él dejar ningún resto de comida. —¿Fergus?
Él se quedó mirando la puerta, y cada respiración terminó en un resoplido
bajo y apretado. El pelaje de su espalda se levantó. Siguieron gruñidos, largos y
silenciosos al principio. Luego, varios ladridos profundos.
Su nuca se estremeció. Un escalofrío le recorrió la espalda. Se acercó a él y le
acarició la cabeza. —¿Qué pasa, muchacho?—, dijo con suavidad. —¿Qué ocurre?
Más gruñidos. La tensión endureció su cuerpo.
Un fuerte crujido llegó desde el exterior.
Abigail gritó. Jean chilló y dejó caer una lata de almendras. Los gruñidos de
Fergus se convirtieron en ladridos.
La confusión hizo que la cabeza de Clarissa diera vueltas. ¿Había sido eso un
disparo? Había sonado extraño. Y los cuervos graznaban tan fuerte que apenas
podía pensar. La preocupación por Rannoch y los hombres la ayudó a sacudirse
la desorientación. Ordenó a Abigail y a Jean que se alejaran de las ventanas y
espantó a Fergus de la puerta.
Minutos después, Rannoch entró llevando a un Daniel cojo e inconsciente
sobre su hombro. Daniel goteaba sangre de la cabeza. Porque a Daniel le habían
disparado.

223
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

La cocina se desvaneció en un gris nebuloso.


—¡Clarissa!— Rannoch ladró. —Ayúdame, muchacha. No te desmayes, por
el amor de Dios. Te necesito.
La luz se agudizó.
—Respira, ahora—. Había tumbado a Daniel sobre la mesa. Abigail sollozaba
en una toalla. Jean parecía a punto de tener arcadas. Fergus permanecía cerca de
la puerta del fregadero, con los pelos de punta y gruñendo esporádicamente.
Clarissa respiró profundamente y olió algo extraño. Acido. Como hollín o...
humo.
—Mira, la bala lo rozó aquí—, dijo Rannoch, señalando la parte de Daniel que
rezumaba sangre en la barba. —No debería ser tan malo si lo limpiamos un poco
y le ponemos una venda—. Dobló el hombro de Daniel y tomó su rifle en la mano.
—Buen muchacho. Cuida de él, ahora, Abigail—, le dijo a la llorosa criada. —No
deberías casarte con un hombre si no puedes atender sus heridas.
Clarissa frunció el ceño y vio cómo Abigail sonreía y asentía. ¿Qué demonios?
¿Abigail y Daniel? ¿Cuándo había ocurrido esto?
Notar su barba cubierta de sangre hizo que se le subiera el estómago. Cerca
de la puerta, Fergus seguía gruñendo con creciente amenaza.
—La próxima vez que se abra esa puerta, seguro que saldrá corriendo—, dijo
Jean, dejando caer tiras de lino en una olla de agua hirviendo.
Él lo haría. Fergus saldría corriendo. Clarissa tenía que recuperar su collar.
Rara vez había visto un perro más rápido que Fergus. Si salía huyendo, nunca lo
atraparía.
Abigail se inclinó sobre la cara de Daniel, poniendo su mejilla por encima de
su nariz. —Está respirando—. Apretó su cabeza contra su pecho. —¡Ah, gracias
al Señor!
—Quédate aquí y límpialo. Si se despierta, asegúrate de que esté firme antes
de levantarse. Tengo que subir—, murmuró Clarissa. —Fergus necesita su collar
y lo he dejado...— La cabeza le daba vueltas y se preguntaba si podría enfermar
allí mismo. El suelo parecía rodar bajo su estómago, forzándolo a subir hacia su
garganta.
Ella se apresuró a subir las escaleras y consiguió depositar el escaso contenido
de su estómago en el lavabo, en lugar de en su vestido. —Hurra—, susurró. —
Qué ordenado. La abuela estaría orgullosa—. Se cubrió los ojos y se rió. Se resistió
a sollozar. Se cubrió la boca con una toalla y gritó.

224
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Esto era su culpa. Todo. Ella había atraído al loco hasta aquí. Ella los había
puesto a todos en peligro. ¿Para qué? Ella quería ser más que una florero. Quería
ser hermosa por una temporada, estar en la luz y ser notada.
Bueno, lo había sido. Fue notada por Stephen Northfield. Y él había
convertido todo a su alrededor en sangre y muerte. ¿Había valido la pena su
vanidad?
Ella se balanceó sobre las puntas de los pies, con un miedo machacante que la
engullía por completo. ¿Estaba Campbell a salvo? Si no estaba a salvo, no podía
imaginar lo que haría. Acostarse y no volver a levantarse, probablemente.
Casi podía oír a su abuela amonestándola. —No es momento de derrumbarse,
querida. Cuando mi querido y dulce Alfie murió, estuve en cama durante tres
meses y nada mejoró. Bueno, tal vez el clima. Murió en invierno, lo sabes.
Se secó los ojos y se enjuagó la boca. Buscó el collar de cuero de Fergus en el
pequeño cofre que había al final de la cama. Estaba al lado de su retículo de cuero.
En él guardaba su pistola con dos cañones. Miró hacia la pared, donde el
mosquete de Campbell descansaba en un estante de madera.
Cuando vuelvas por tu bolso, olvida el cañón largo. Dos son mejor que uno.
La nota de la señora MacBean. ¿Había querido decir dos pistolas? ¿O dos
cañones?
Clarissa decidió que, si una pistola era buena, dos eran mejor. Comenzó a
cargar la pistola con manos temblorosas. La deslizó dentro del bolso y lo colocó
junto al cuello de Fergus sobre su muñeca. Se preparaba para cargar el mosquete
cuando Rannoch irrumpió en la sala.
—Es hora de irse.
—¿Irnos? ¿Adónde?
Él la agarró por el brazo y la puso en pie. —Fuera. La casa está en llamas—.
Prácticamente la arrojó hacia la puerta, pero sólo se detuvo el tiempo suficiente
para tomar su capa roja de su gancho y ponérsela sobre los hombros antes de
alzarla y llevarla escaleras abajo a un ritmo impresionante. Al pasar por el salón
delantero, ella miró por encima del hombro de él y vio una pared de fuego que
devoraba sus cortinas de cuadrillé amarillas.
Él no la bajó hasta que llegaron al establo. Sólo entonces se dio cuenta de que
la cara de Rannoch estaba manchada de hollín.
—Quédate aquí—, le advirtió. —Fergus te protegerá. Yo estoy afuera. Daniel
está despierto—. Le sujetó la cabeza entre las manos y le besó la frente. —Todo
está bien. Nadie ha muerto. Incluso las vacas están a salvo.
El corazón de ella dio un vuelco. —¿Mantequilla?

225
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él levantó una ceja. —¿Tienes hambre ahora, muchacha?


—No. Mantequilla es un ternero. Es sólo uno pequeño. No tiene ni dos meses.
Acariciando su pelo, le sostuvo la mirada, pareciéndose tanto a Campbell que
su corazón casi se rompe. —Está a salvo. Están todas fuera vagando por el pasto,
comiendo hierba y manteniéndose alejadas de esa gran bola de fuego naranja.
Su pecho se estremeció con un suspiro. —Dios mío, Rannoch. ¿Qué ha
pasado?
Una sombría furia brilló en sus ojos. Su mandíbula se endureció. —El disparo
fue una distracción. Su verdadero objetivo era provocar los incendios, y lo hizo.
En todos los edificios menos en este. Es posible que se viera frustrado cuando
todos los hombres se agolparon en el patio—. Se pasó una mano por el pelo. Ella
notó que estaba vendada.
—¿Qué le ocurrió a tu mano?— Ella susurró.
Él miró hacia abajo. —Se quemó. Algunos fuegos no quieren ser apagados.
Ella tragó saliva y asintió, observando que Fergus había sido atado a una de
las barandillas del establo. Se acercó a su perro y le puso el collar alrededor del
cuello antes de volver a atar la cuerda correctamente para que estuviera más
cómodo. —¿Encontraste de dónde vino el disparo?
—Sí. Un lugar rocoso en la cima de la elevación oriental.
La piel de ella se erizó. El mismo lugar en el que creía haberlo visto hace
semanas. —¿Estaba él allí? ¿Lo encontraste?
La boca de él se tensó en una línea sombría. —No estaba allí.
La respiración de ella se aceleró mientras su estómago se agitaba de nuevo.
—¿Cómo disparó sin estar allí?
Rannoch suspiró y apoyó las manos en las caderas. —Preparó un artilugio.
Una especie de temporizador. El gatillo estaba unido a una cuerda. Que estaba
unida a un contrapeso. Que estaba suspendido en una balanza. Que se
desequilibraba lentamente.
Ella tragó por reflejo, rogando que su estómago se calmara. Aquí no había
ningún cuenco. No es momento de derrumbarse, querida. —¿Qué instaló como
contrapeso?
Hubo una larga y reticente pausa. —Un conejo.
Sus ojos se cerraron. Visiones de cubos llenaron su cabeza. Quería gritar su
angustia. Pero no debía derrumbarse. Había que pensar en Campbell. Debía ser
fuerte por Campbell. —Dejó que se desangrara, ¿no es así? Y mientras se drenaba,
el peso bajó y disparó el gatillo.
—Sí.

226
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Y le disparó a Daniel.
—Rozó a Daniel. Él está despierto. Un poco desorientado. Pero despierto.
Las lágrimas se arremolinaron en sus ojos. Ella asintió. —Bien.
—Debo hablar con él un poco. ¿Estarás bien, aquí?
—Sí.
Le dio un último beso en la frente y salió.
Ella se dirigió a la puerta, ajustando su capa a su alrededor. La bolsa de cuero
se balanceaba contra su muslo, recordándole el arma que llevaba dentro. La
aseguró con más fuerza para evitar cualquier disparo accidental.
Más allá de las puertas del establo, vio a Rannoch hablando con Daniel, cuya
cabeza había sido vendada. Su mirada se desvió por el patio hacia el extraño
espectáculo de su casa en llamas. El tejado de paja era un fuego ardiente. Las
ventanas con corrientes de aire se astillaban bajo el calor. Las cortinas habían
desaparecido. El techo del granero se había derrumbado. Las esculturas de
Campbell sin duda ya serían cenizas. Incluso el retrete se había incendiado. Todo
estaba siendo devorado por una fuerza hambrienta y gruñona.
—Todo—, susurró ella. —Todo. Desapareció.
Apoyó la mano en la pared de tablones. ¿Cómo había llegado a esto?
Un estruendo estremecedor sacudió el patio. Salió corriendo para ver qué
había pasado y vio cómo se derrumbaba el ala de la cocina de la casa. Su cocina.
La mesa donde Campbell bebía su café y le traía la miel. El fregadero donde había
preparado sus baños y había decidido tener esperanza. Todo ello había
desaparecido.
¿Por qué? ¿Por su vanidad?
La rabia, que no había reconocido, crecía como el fuego ante ella. Se
profundizó y creció. Echó raíces dentro de su culpa y rompió los cimientos.
No. Por Dios, no. Esto no era su culpa. Era una locura. Las llamas rugientes,
los animales sacrificados y el terror que estremecía los huesos no eran
consecuencia de la vanidad. Eran la consecuencia de una mente trastornada, una
mente que no podía distinguir entre el coqueteo casual y la posesión por
completo.
—¡Clarissa!— Rannoch gritó. —Vuelve al interior del establo, muchacha. No
es seguro aquí afuera. La ceniza está cayendo e incendiando cosas.
Ella miró hacia arriba. Las chispas y la ceniza se elevaban con el humo,
cayendo aquí y allá como la nieve. Retrocedió hacia el establo.
No se merecía esto. Nunca lo había merecido.

227
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Nadie merecía que su vida fuera destruida por la obsesión de un hombre.


Campbell había tenido razón. La única manera de acabar con la amenaza y salvar
su propia vida era acabar con Stephen Northfield.
Cuando entró en el establo, no vio a Fergus. Parpadeó. Allí estaba la cuerda
atada a la barandilla. Estaba su collar tirado en el suelo. Pero no estaba Fergus.
Tardó unos largos y angustiosos segundos en comprender lo que había sucedido.
Fergus había huido.
Dios mío, no.
Fergus se había ido. El miedo y el temor la sacudieron. Salió a trompicones
del establo, desesperada por encontrarlo. Estaba reuniendo suficiente aire para
gritar su nombre cuando oyó un ladrido en la distancia. Sin pensarlo dos veces,
se lanzó tras él, corriendo a través de la espesa niebla hacia el sonido de los
gruñidos de su amado perro.
Con el corazón en pánico, corrió con todas sus fuerzas. Él no debía hacerle
daño. Ella no podía soportarlo. No después de Dash. No después de haber
entregado su corazón.
Se arrastró por el suelo rocoso y musgoso. Buscando. Se detuvo, tratando de
escuchar más allá del caos detrás de ella. Tratando de ver a través de la niebla y
el humo. Ansiaba gritar su nombre, pero no quería alertar a Northfield de su
ubicación. Así que siguió los sonidos.
¡Allí! Otro ladrido. Giró a la izquierda, tropezando con una roca que le llegaba
a la altura de la espinilla y maldiciendo al chocar los dedos de los pies con un
golpe seco. La niebla se arremolinaba. Se movía. Ella estaba en un terreno más
alto. El olor a humo era más tenue. Se detuvo. La sangre golpeaba sus oídos. Sus
pulmones ardían. Se inclinó hacia delante y tosió en ráfagas desgarradoras.
Apoyando las manos en las rodillas, bajó la cabeza y escuchó. En algún lugar a
su derecha, una vaca mugía. A lo lejos, el fuego rugía en un trueno sordo.
Cerró los ojos, escuchando más allá de sus respiraciones aserradas. Allí. Un
débil ladrido. Otro. Más cerca. Giró en esa dirección y corrió. Pronto reconoció
las vallas y las rocas. Reconoció el sonido del agua. Un goteo. Luego, un torrente.
Estaba cerca de la cañada de abedules. Se detuvo tambaleándose.
—¿Dónde estás, muchacho?—, susurró, con su jadeo bordeado de amor y
pánico. —Por favor. Muéstrame dónde estás.
El silencio reinaba, sólo roto por el goteo del agua. Un denso muro de niebla
se arremolinaba de forma extraña, y ella se sentía suspendida en un blanco frío.
De la nada, la niebla comenzó a dispersarse. Una bandada de pájaros negros

228
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

graznó y aleteó justo por encima de su cabeza. Un pájaro más grande se lanzó en
picado. De color marrón. La envergadura de las alas era la de un ave rapaz.
Ella se quedó sin aliento. Un búho. Parpadeó al verlo. El búho voló en tándem
con los cuervos, desviándose hacia su izquierda. Unas punzadas ardientes
recorrieron su columna. Se dirigió en esa dirección, notando que el agua se volvía
más ruidosa. Entonces, oyó el ladrido. Corto. Agudo.
Le siguieron gruñidos profundos y amenazantes. Feroces. Fuertes.
Fergus estaba atacando.
Su corazón dio un salto. Corrió hacia los sonidos, recogiendo su bolso de
armas y abriéndolo de par en par para alcanzar su pistola, tomando el peso
familiar de la misma en su mano. No podía ver mucho, pero si Fergus estaba
atacando a Northfield, ella ayudaría donde pudiera. Ese perro era suyo. Lucharía
por él y por ella misma y por todo lo que el demonio rabioso le había quitado.
Avanzando a ciegas por una elevación, miró más allá de la niebla cambiante
y vislumbró una figura oscura que se agitaba cerca del tronco caído. El gruñido
apretado de Fergus sonaba prometedor, como si hubiera hincado los dientes
profundamente. La niebla le bloqueaba la vista, pero los roncos gritos de dolor
masculinos lo delataban igualmente. Oh, sí. Fergus era un cazador nato.
Con su familia, era manso como un cordero. Suave. Incluso perezoso. ¿Pero
en la caza? Fergus era una fuerza de la naturaleza de más de cien kilos.
El orgullo por su perro le apretó la garganta. Corrió a lo largo del borde del
arroyo, buscando su punto de cruce habitual. La roca musgosa, sí. El trío de
abedules, sí. Allí. Empezó a cruzar, piedra a piedra. Con cuidado de no resbalar,
pensó. El agua está fría.
Justo cuando su bota mojada tocó la orilla fangosa, escuchó otro grito roto de
Northfield. Luego, escuchó un sonido que había estado temiendo.
Un fuerte y doloroso aullido de su sabueso.
—¡Nooooo!— El grito fue arrancado de lo más profundo de su alma.
El golpe de un cuerpo de más de cien kilos contra el suelo.
Un débil gemido. Silencio.
Un cuervo graznó lastimosamente. Su corazón gritó más fuerte que su voz,
aunque eso era ensordecedor en la tranquila cañada. —¡Fergus! ¡Fergus! ¡Nooooo!
Tropezó con las rocas y la hierba cortada. Cayó de rodillas junto a su sabueso.
Fergus yacía de lado, con su cuerpo larguirucho luchando con cada jadeo. La
sangre le cubría el hocico y el pelaje gris sobre el hombro. Su herida parecía el
corte de una cuchilla.

229
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Mareada y enferma, se la cubrió con la mano. Fergus gimió y se esforzó por


respirar.
—¡Maldito bastardo!—, le gritó a Northfield. —¡Te mataré por esto!— Se
inclinó sobre Fergus, tocando su frente con la de él y acariciando su querido
rostro. —No me dejes. No te vayas.
Una sombra fue su única advertencia. Un brazo largo y duro la agarró por la
garganta. Se estaba ahogando. Era arrastrada hacia arriba por un cuerpo mucho
más grande y fuerte que el suyo. Ella arañó y luchó por respirar, pero el hombre
que la sujetaba era implacable, su agarre la aplastaba.
—Ah, mi bella—, le susurró él al oído. —Te has vestido de rojo para mí.
Ella se agitó en su poder, usando los tacones de sus botas para machacar sus
piernas, usando sus uñas para arañar su muñeca. Los puntos negros flotaban en
medio de un remolino blanco. Ella estaba perdiendo el control. El mordisco de
Fergus había destrozado el brazo de Northfield y la sangre manchaba sus manos.
Todavía sostenía la pistola, pero no podía agarrarla bien. Los dedos mojados
tantearon. El arma cayó al suelo cubierto de hierba. La desesperación se apoderó
de ella con más fuerza que Northfield.
—Cómo amas ser vista—. Los tonos profundos de su atormentador se
hicieron eco de sus pesadillas. —Siempre estoy mirando, mi dulce Clarissa. No
puedo apartar la vista. Tuve cuidado de permanecer oculto, por supuesto.
Nuestros enemigos quieren mantenernos separados. Tu abuela está bien vigilada
por el tuerto. Ella debe morir más tarde. Primero, mataré al gigante. Por ahora,
los desafiaremos a todos para que pueda tenerte—. Hubo un largo y bajo gemido.
Un aliento caliente en su cuello. Un loco asquerosamente excitado a su espalda.
—Debo tenerte. No puedo esperar más—. El brazo que le sujetaba la cintura se
deslizó hacia arriba. Una mano temblorosa agarró su pecho, la presión comenzó
tentativa y luego se volvió dolorosa a medida que su excitación crecía.
El sonido se atenuó. La luz se volvió gris. Ella no podía respirar más allá de
la presión que él ejercía sobre su garganta. Y se estaba debilitando.
De repente, el brazo herido de él se aflojó. Ella aspiró aire y vio destellos de
luz que se arremolinaban. La otra mano de él se apartó de su pecho para tantear
sus faldas y, presumiblemente, liberar sus pantalones.
Campbell le había enseñado a buscar oportunidades, momentos en los que
un hombre era vulnerable. Esta era su oportunidad. Respiró y, con un
movimiento que había aprendido de Mademoiselle Durant, se inclinó y giró en
el círculo de los brazos de él y luego se acercó a él. Los ojos sorprendidos de
Northfield se desorbitaron sobre ella. Tenía la cara negra de hollín y la cabeza

230
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

cubierta con una capucha de hierba tejida. Olía como las vacas. Parecía un
demonio del bosque, ataviado con una túnica de hierba, hojas y ramitas.
Alrededor de la cintura llevaba un cinturón con una vaina para un cuchillo. El
cuchillo goteaba. Inclinó la cabeza con curiosidad. —¿Estamos bailando,
Clarissa? Sabes que no lo apruebo.
No debía perder el tiempo. La astucia era su mejor oportunidad. Escuchó la
voz de Campbell en su cabeza: Ve por las pelotas, muchacha. Son más fáciles de
alcanzar que los ojos de un hombre alto. Agárralas, retuércelas, y no tengas piedad cuando
empiece el llanto. Una vez que estés libre, corre.
El problema era que su extraña túnica hacía que localizar sus testículos con
alguna precisión fuera una tarea difícil. Así que improvisó. —Sí, estamos
bailando—, carraspeó. —Mira. Deja que te enseñe mi arabesco—. Levantó la
rodilla con la fuerza de una bailarina y, al mismo tiempo, extendió los brazos en
un arco que chocó con el brazo herido de él. La rodilla de ella le asestó un golpe
fulminante en su excitada virilidad. El otro golpe lo hizo perder el control sobre
ella. El duro bramido fue una delicia para sus oídos, pero no esperó a escuchar
más. Se alejó bailando, agachándose para recuperar su arma.
Luego, corrió. Pero lo sintió detrás de ella. Ella giró. Apuntó. Disparó.
Él ni siquiera se inmutó.
Ah, Dios. Había fallado.
Tropezando hacia atrás mientras él avanzaba hacia ella con la respiración
agitada y la furia enloquecida, ella amartilló su segundo disparo. Su pie resbaló
en un trozo de barro. Se tambaleó. Justo cuando recuperó el equilibrio, él la
alcanzó. Recuperó su agarre. Gruñó como una bestia rabiosa furiosa. La levantó
y la estampó contra un árbol con una fuerza que hacía temblar los huesos. El
dolor estalló en su columna y en su pecho. El aire la abandonó en un instante.
Su mano le agarró la garganta y su cara se acercó a la de ella. Mostró los
dientes y sus ojos se abrieron de par en par. Luego, rugió incoherentemente antes
de gruñir: —¡Eres mía! ¿Por qué tienes que dejar que otros se interpongan entre
nosotros? ¿No entiendes lo que voy a hacer? El gigante construyó una maldita
fortaleza a tu alrededor—. Su cabeza se agitó de forma extraña, sus ojos se
cerraban y se abrían, se cerraban y se abrían. —No pude penetrarla. Tuve que
disparar a ciegas. Tuve que quemar el mundo para sacarte. Tuve que planear.
Planear y planear. Paciencia, hijo. Padre siempre advirtió de la paciencia. Estabas
allí en el establo, y yo estaba cerca. Casi podía oler tu pelo.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Él sacó su cuchillo, largo y ensangrentado. Usó la punta para enganchar un


mechón de su pelo. Lo soltó de las horquillas, cortó el mechón y se lo metió en el
cinturón.
—El perro me persiguió—, continuó. —Uno admira a un sabueso decidido.
Pero el gigante. No es fácil. Yo también anhelo derribarlo, pero no es fácil.
Tampoco lo era el rastreador. Incluso con él herido, nunca pude encontrar el tiro
correcto—. Hubo un ceño de confusión. Una mueca arrugada de dolor. —
¿Clarissa? Mi cabeza me duele de nuevo, cariño. Abrázame, ¿quieres?
Por fin consiguió aire suficiente para estabilizar su mano y resoplar una
respuesta. —Sí—, dijo suavemente. —Deja que te abrace.
Él bajó la cabeza hasta su hombro. Ella apoyó el doble cañón de su pistola
contra sus costillas.
Y disparó.
Él se tambaleó. Retrocedió con dificultad. La miró con incredulidad mientras
su herida se enrojecía sobre su túnica de hierba.
—¿Qué has hecho?— Su ceño se frunció desconcertado. —Te amo. Eres
hermosa para mí. Tan hermosa.
Ella lo había alcanzado justo por encima de su vaina en el lado derecho. Él
todavía sostenía el cuchillo, y no había caído. Un disparo no fue suficiente. Dos
habrían sido mejores. Aun así, se alegró de haber traído la pistola en lugar del
mosquete. La baja visibilidad habría hecho prácticamente inútil el alcance
superior del arma larga.
—Te he matado—, contestó ella, con un graznido de dolor en la voz. —
Lentamente, tal vez. Pero te he matado como el monstruo rabioso que eres.
Él miró su herida, doblándose hacia adentro mientras el dolor lo debilitaba.
Cuando sus ojos volvieron a alzarse, la confusión se contorsionó en una
espeluznante ceguera. Luego su rostro se convirtió en una máscara de rabia. —
Tu desafío merece un castigo. No me separaré de ti.
Él la atacó. Levanto su cuchilla. Con su mano izquierda, se cubrió el vientre.
Su anillo se volvió lo suficientemente caliente como para quemar. Con su mano
derecha, ella blandió su arma vacía. El metal chocó con el metal. La hoja se
hundió con la mitad de la fuerza, pero le habría atravesado el corazón si no
hubiera llevado dos amuletos y una cruz, todos ellos superpuestos bajo el escote.
Frustrado, Northfield retrocedió para dar otra puñalada.
Un rugido salvaje sonó a través de la niebla, duplicado y con eco. La niebla se
separó. Su gigante esposo se abalanzó sobre ella como un dios guerrero que
desata la furia de los cielos. Agarró a Northfield como un gran oso. Levantó al

232
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

hombre de noventa kilos sin más esfuerzo que el que supone levantar un barril
de sidra. Luego, lo golpeó contra el suelo con tanta fuerza, que ella oyó el crujido
de los huesos.
No esperó a ver el resto. Su esposo había venido por ella. Él se encargaría de
Northfield. Eso era todo lo que necesitaba saber.
En lugar de eso, corrió hacia donde Fergus yacía, quieto y sangrando. De
rodillas, acarició su dulce rostro y le susurró su amor. Las lágrimas fluyeron
libremente. Enterró su cara en su pelaje, agradecida de que al menos estaría allí
para consolarlo en sus últimos momentos. Suavemente, apoyó su mejilla en su
costado. Escuchó el débil latido del corazón.
Mientras un corazón lata, hay esperanza.
La esperanza surgió. Se quitó una de sus medias de lana y la enrolló en una
almohadilla. Luego, arrancó dos tiras de su dobladillo y las ató juntas. Puso la
almohadilla de lana sobre la herida de Fergus. Quiso atar las tiras alrededor del
cuerpo del perro para asegurar el vendaje improvisado, pero cuando deslizó sus
brazos por debajo de él, tuvo que luchar con su peso. Consiguió atarlo, pero
estaba claro que no podría cargarlo ella misma.
Detrás de ella, los sonidos de la venganza de Campbell -golpes castigadores,
fuertes crujidos y gorjeos- alcanzaron un crescendo. Un último crack. Un último
rugido. Luego, silencio.
Ella se atrevió a echar un vistazo detrás de ella. Lo que vio no dejaba lugar a
dudas sobre el destino de Stephen Northfield: el loco yacía en pedazos. Su esposo
se enderezó con calma, escupió sobre los restos y dijo algo en gaélico. Luego, se
dirigió hacia ella con el tormento, la preocupación y el amor brillando en sus ojos.
Ella sollozó de alivio. —Campbell. Oh, mi amor. Me has encontrado.
—Siempre—, dijo su hombre de pocas palabras.
—Fergus... Es demasiado pesado. Debemos llevarlo de vuelta a la granja.
Debemos suturar su herida. Por favor. ¿Puedes cargarlo?
Se agachó junto a ella, acercándola y besando su pelo. —Sí, gràidheag. ¿Puedes
caminar?
Ella asintió. Se apoyó en el corazón de él durante un breve respiro. Luego, se
puso de pie.
Él levantó a su perro en sus poderosos brazos. —Sígueme, entonces.
Llevémoslo a casa.

233
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Capítulo Diecinueve
Clarissa permaneció junto a Fergus durante diecisiete días. Ese fue el tiempo que
él tardó en recuperar el apetito y mover la cola cuando ella le rascaba la barbilla.
Al principio, insistió en que debía acostarse junto a ella en la cama que compartía
con Campbell. Su esposo la abrazó, y ella a Fergus, durante los dos primeros días
y noches.
Más tarde, ella aceptó acercarlo a la ventana para que estuviera más cómodo.
Habían subido un sofá de la biblioteca de Rowan House y lo habían cubierto con
suaves mantas. Ella había permitido que lo colocaran a un metro y medio de su
cama, pero no más.
A lo largo de cada día, Campbell, Broderick o Angus venían a levantar a
Fergus para que Clarissa, Magdalene, Kate y la señora MacBean pudieran
alimentarlo y atenderlo. Nunca había visto un perro tan querido, pero entonces,
Fergus era un sabueso poco común.
Su propia salud mejoró lentamente. Una garganta y unas costillas magulladas
se curaron lo suficiente como para dejar de causarle dolor. La abuela le daba sopa
y le tomaba la mano y compartía anécdotas sobre la lesión de espalda del abuelo
tras un peculiar percance en una escalera de la biblioteca. Clarissa sospechaba
que había habido algo más en la historia. La abuela rara vez se sonrojaba.
A la tercera mañana en Rowan House, Kate entró en su dormitorio con un par
de tijeras. —Buenos días, querida—, dijo con una sonrisa cariñosa. —He pensado
que te gustaría que te hiciera un corte—. Con delicadeza, Kate recortó su pelo
para igualar la parte que Northfield había cercenado. Cuando terminó, rodeó los
hombros de Clarissa con sus delgados brazos y la abrazó con fuerza. —Me alegro
mucho de que estés a salvo—, susurró. —Gracias al cielo que has venido a
Escocia. Este es tu lugar.
Clarissa estuvo muy de acuerdo. A su vez, abrazó a su amiga, y las lágrimas
fluyeron libremente como lo habían hecho desde el día en que su casa se había
incendiado. Kate y Broderick habían acogido a todos los refugiados de la granja
de Campbell. Daniel aún llevaba una venda debajo de la gorra y Magdalene
seguía aplicando ungüento a las quemaduras de Rannoch dos veces al día, pero
nadie había muerto, aparte de Northfield. Muchas manos hacían un trabajo
ligero, pero Rowan House estaba llena a rebosar.

234
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ahora daba las gracias a la mujer que había ayudado a Clarissa a encontrar
un terreno firme después de veintiocho años a la deriva. —Nunca podré pagarte,
mi querida Kate. Por decirme que baile. Por ofrecerme un refugio. Por insistir en
que Campbell me visitara con más frecuencia de lo que era razonable. Por ver lo
mucho que lo necesitaba. Por proteger a la abuela. Por ser mi amiga cuando tenía
tan pocos. No te cambiaría por cien más.
—¿Aunque mi canto sea abominable?
Ella se había reído. —Incluso así.
Al séptimo día de su estancia, llegó la noticia del nacimiento del primer bebé
de John y Annie Huxley, un hijo al que habían llamado Finlay, o Fin, para
abreviar. Angus, Alexander, Broderick, Rannoch y Campbell lo habían celebrado
con abundantes rondas de whisky y brindis borrachos por la fertilidad Huxley y
el venado con salsa de cebolla de Annie.
Clarissa no había entendido del todo la conexión, pero Campbell le había
asegurado que había bastado una sola degustación de la comida de Annie para
que John Huxley volviera por más. —Después de eso, el negocio estaba listo. El
pobre hombre no podía mantenerse alejado.
La décima noche en Rowan House, Clarissa yacía enredada con Campbell en
su cama. Una suave brisa procedente de la ventana bañaba su piel desnuda
mientras un búho ululaba en la distancia. Con ternura, Campbell le besó los
moratones sobre el esternón dejados por la fuerza de la ira de un loco. Aunque
los tres collares la habían protegido, Cernunnos se había llevado la peor parte de
la cuchilla de Northfield, partiendo el amuleto por la mitad y salvando al búho
de Campbell de un daño similar.
Ahora, mientras acariciaba el musculoso cuello de su esposo, su corazón
estaba por fin lo suficientemente en paz como para preguntar: —¿Cómo me
encontraste?
Él le acarició el pecho y deslizó la palma de la mano sobre su vientre. Habían
hecho el amor durante la última hora, pero ella sintió que él se endurecía contra
su cadera.
Ella sonrió. Su marido era incansable. —¿Campbell?
—Me estoy concentrando, muchacha.
—¿En qué, precisamente?
Él gruñó. —Creo que tus pezones están un poco más oscuros que antes.
Ella puso los ojos en blanco. —Estás obsesionado.
—Sí.
—Sé que las explicaciones sobre tus visiones te resultan difíciles.

235
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Tengo visiones de volver a tomarte pronto. ¿Supones que acabarás antes o


después de que esté dentro de ti esta vez?
—Campbell.
—Sé lo mucho que te gustan mis manos. Pero también parece que te gusta
mucho mi verga.
—Oh, por el amor de...
—Tienes razón. Era una pregunta tonta. La respuesta es ambas cosas. Soy un
hombre muy afortunado.
Ella se rió. Suspiró profundamente. Acarició su mandíbula cuadrada y trazó
sus labios con los dedos. —¿Te importaría explicarte un poco? No quiero
presionarte, pero tengo curiosidad por saber cómo supiste dónde estaba cuando
nadie podía hacerlo.
Él se puso serio. La amó con sus ojos. La besó suavemente. —Mi visión viene
a través de mi linaje Seanair se lo paso a mamá y ella a mí. El mensaje de la señora
MacBean hablaba del ancla en la sangre y del círculo que arde—. Su mano se
enlazó con la de ella sobre su vientre y luego trazó su anillo con el pulgar. —Me
imaginé mi Edén. Imaginé el anillo que mi abuelo había diseñado para ella. El
búho que había creado para protegerla. Y la pequeña vida que ella y yo habíamos
creado juntos. Carne de mi carne. Hueso de mis huesos. Encontré la línea. Y la
perseguí.
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas. Hicieron bailar la luz de la luna. Se
derramaron y le hicieron cosquillas en la piel. —Me encontraste. Nos encontraste.
—Sí. Siempre, gràidheag.
Al decimocuarto día en Rowan House, Clarissa empezó a sospechar que
Campbell estaba planeando algo en secreto. Pero cada vez que ella preguntaba,
él la esquivaba o la seducía. No es que le molestara esto último. Los brazos de su
marido eran un santuario sin igual.
Pero todas las criadas dejaban de parlotear cada vez que ella entraba en una
habitación, y casi todos los lacayos y mozos de labranza habían desaparecido.
Además, Alexander, Angus y Rannoch dejaron de visitarla hacia el noveno día,
y Broderick decidió de repente, hacia la misma época, pasar largas horas en la
destilería. El propio Campbell también afirmó que se lo necesitaba en la destilería
y, aunque tenía a la abuela y a Kate para hacerle compañía mientras atendía a
Fergus, echaba mucho de menos a su esposo.
En su decimoctavo día en Rowan House, descubrió el secreto de Campbell.
Porque él se lo mostró.

236
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

En primer lugar, la despertó al amanecer con su primera sorpresa de la


mañana: los dedos de él se dedicaron a descubrir los cambios en sus pechos
mientras la penetraba por detrás. Ella aprobaba esas sorpresas y expresaba su
satisfacción a un volumen considerable. Él le ofreció su lengua para mantener su
boca ocupada.
Su segunda sorpresa había requerido que ella saliera de la casa. Ella había
dudado en dejar a Fergus cuando él acababa de reanudar su marcha. Pero
Campbell le había ordenado que se vistiera para —una pequeña excursión— y
ella confiaba en él sin dudarlo, así que lo había hecho.
Ahora, estaba sentada frente a él, a lomos de Dunmore, mientras se acercaban
a los restos en ruinas de su casa. La lluvia había tardado dos días en apagar por
completo los maderos humeantes. Pero, desde entonces, se habían retirado gran
parte de los escombros. Cuando llegaron al casco de piedra de la casa, ella
esperaba que él se detuviera y la dejara explorar. Le preguntó por qué no lo había
hecho. Él continuó subiendo, diciendo: —No queda nada que ver, muchacha.
Tenemos cosas mejores por delante.
Cuando se dio cuenta de a dónde iban, su vientre era una maraña de nudos.
Él le acarició la oreja. —Tranquila, gràidheag. Estás a salvo.
Ella respiró el aire, dulce y suave. Cerró los ojos y sintió la fresca humedad y
los cálidos brazos de él. Luego, miró las antiguas montañas de la cima del mundo.
La belleza la rodeaba. Un cielo de las Highlands la cobijaba. Y su magnífico
marido la amaba con cada trozo de su maravilloso corazón.
Los nudos se deshicieron. Sus pulmones respiraron. Sus oscuros recuerdos
retrocedieron.
Afortunadamente, cuando cruzaron el arroyo hacia la cañada de abedules y
Campbell la bajó a la hierba esquilada, vio que todos los restos de aquel horrible
día se habían despejado. No sabía qué había hecho con los restos de Northfield,
y no le importaba especialmente. Su pesadilla había terminado, todos los rastros
habían desaparecido.
Pero aquí notó otros cambios menos agradables. —¿Dónde está mi tronco?—
, preguntó. —Alguien lo ha quitado.
—Sí.
Ella se dirigió hacia el lugar donde había estado. —Trabajé muy duro para
llenar ese tronco de agujeros, Campbell.
—Lo sé.
Ella resopló y giró. Un segundo cambio se hizo inmediatamente evidente. —
¿Dónde diablos está mi roca?

237
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Desapareció.
Indignada, miró a su esposo, que parecía estar luchando contra una sonrisa.
—No veo nada divertido en esto. Has cortado los pinos. Me encantaban esos
pinos—. Se dirigió a donde el suelo yacía revuelto y desnudo como un campo a
punto de ser plantado. —Incluso has quitado los tocones. ¿En qué estabas
pensando?
—Que tal vez no querrías rocas o tocones en tu sala de dibujo.
—Mi...— Ella se quedó sin aliento. Entonces, giró en su lugar, mirando la
pequeña cañada con nuevos ojos. —Oh.
Él cruzó hacia ella, sacando un sobre de cuero de su bolsillo. Desatando el
cordón, se lo ofreció sin dar explicaciones.
Ardiendo de curiosidad, ella abrió la solapa y sacó los papeles doblados que
había dentro. Cuando vio los bocetos, disimuló un grito. —Es una casa.
Él murmuró en acuerdo.
—Tiene ventanas, Campbell. Muchas.
—Sí—. Se rió. —Estas no van a silbar.
—Necesitaremos muchas cortinas—. Ella revolvió los papeles, su excitación
aumentó al ver la disposición del tercer y segundo piso. —¿Doce dormitorios?
Oh, cielos. Una guardería, los cuartos de las criadas. Nuestro dormitorio. Vaya,
es muy grande. ¿Tendrá vistas al arroyo?
—'Tendrá vistas a toda la cañada y a Loch Carrich además—. Señaló el
promontorio con el búho. —Así de alto será el primer piso. El segundo será
mucho más alto.
Sacudiendo la cabeza con asombro, ella miró hacia abajo. —Y un cuarto de
baño con chimenea. Oh, vaya. Los muchachos de la cocina tendrán que subir
todas esas escaleras.
—No. Hay manantiales por todas partes en estas colinas. Tendremos cisternas
y tuberías como en la destilería. El mejor agua de las Highlands. No es necesario
transportarla.
Ella se dirigió al primer piso y jadeó. —¡Oh, Campbell! ¿Una sala de música y
un salón de baile?
—Para bailar. Debes tener un gran lugar para bailar, gràidheag.
—Una sala de estar. Una biblioteca. Un estudio. Eso será tuyo, por supuesto.
Un lugar tranquilo para leer y trabajar en tus tallados. No te preocupes. Insistiré
en que los muebles tengan el tamaño adecuado.
Finalmente, pasó a la última página. Sus ojos se llenaron de lágrimas. —
Campbell—, susurró. —Ah, mi amor. Es perfecto—. La planta baja tenía todo lo

238
La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

que ella podría haber soñado: una cocina que necesitaría tres mesas para llenarse,
un comedor que ocupaba la mitad de la casa, un salón del tamaño de Rowan
House, una cocina y una despensa y unas dependencias para el servicio que
rivalizaban con las de Ellery Hall. Y, hacia la parte delantera de la casa, en el lado
más tranquilo, entre un pequeño salón y una habitación etiquetada simplemente
como “Cuartel de los Perros”, había un conjunto de habitaciones para la abuela.
Tendría su propia sala de estar, cuarto de baño y dormitorio con una puerta que
daba a una pequeña terraza privada.
—Has pensado en todo. Es bastante grande—. Ella miró hacia arriba. —
Costosa.
—No te preocupes. He ahorrado un poco.
Ella esbozó una sonrisa irónica ante su tono. Conociendo a su esposo como lo
conocía, probablemente tenía más que un “poquito”.
—¿Cuándo hiciste esto?—, preguntó ella.
—Empecé a dibujar después de tu primera lección.
Ella resopló, apartando con los nudillos las lágrimas de alegría. —Pero eso
fue... eso fue antes de que nosotros...
—Sí—. Su sonrisa era lenta, sus ojos brillaban. —¿Qué puedo decir,
muchacha? Me hiciste soñar.
Ella se abalanzó sobre él con toda su fuerza, rodeándolo con sus brazos con
un amor desesperado, apasionado, que lo consumía todo. Él le tomó la cara y la
mantuvo firme para darle un beso profundo y tierno, que se intensificó mucho
más rápido de lo que ella había planeado. Cuando oyó el tintineo de los caballos
y el traqueteo de las ruedas de los carros, ya estaba pensando en los méritos de
la hierba cortada como cojín para sus rodillas.
—Mmmph. Maldición. Creo que hay alguien aquí—. Sacó la mano de
Campbell de su escote y giró para colocarse de espaldas a él justo cuando Kate y
Broderick pasaban por delante del búho en uno de los carros de la destilería. —
¿Eh, Campbell?
—¿Sí?
—¿Hay un camino allí, ahora?
—Sí. La lluvia hizo que tardara un poco más de lo que esperaba. Diez días
para rebajarlo. Cuatro para hacerlo transitable. Los hombres de Broderick
ayudaron. Facilitaron el trabajo.
Santo cielo. —Una hazaña notable.
—Necesitaremos un camino adecuado. Así pasaré menos tiempo viajando a
la destilería y más tiempo contigo.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—¿Y la granja?
—Los graneros se pueden construir en cualquier lugar. Los establos y las
caballerizas también. Utilizaremos lo que queda de la piedra de la antigua granja
para construir alojamientos para los hombres. Huxley tiene algo de pizarra de las
reformas de su castillo.
—Necesitaremos un lugar para Mantequilla.
Él suspiró. —Estás malcriando a ese ternero, Clarissa. Será inmanejable una
vez que crezca.
—Mmm. Si lo alimentamos con heno extra en invierno, ¿crees que le crecerán
cuernos más grandes? Creo que unos cuernos muy grandes serían muy elegantes.
Él suspiró. —Muchacha.
—Quiero un jardín de buen tamaño.
—Claro.
—Y gallinas.
Él gruñó. —Bien. Pero sin gallos. Son una pura molestia. Te despiertan al
amanecer, se pavonean actuando territorialmente, y se vuelven agresivos si te
acercas demasiado.
—Hmm. Me gusta bastante un buen gallo, en realidad.
—Cristo en la cruz, muchacha. Te estás buscando problemas.
Ella sonrió. —Más tarde, tal vez. Tenemos compañía.
Kate chilló, saludando con entusiasmo. Cuando Broderick bajó a su esposa y
le puso en los brazos lo que parecía ser una cesta de picnic, ella apenas podía
contenerse. Bajó corriendo la pendiente para saludarlos.
—¿Vamos a hacer un picnic?— Clarissa se rió. —No he traído una manta.
—Me temo que no habrá picnic—. Kate lanzó una sonrisa a Campbell. —
¿Puedo?
—Sí, Katie-muchacha. Enséñale lo que hay dentro.
Con un brillo de placer anticipado, Kate abrió la tapa con bisagras de la cesta.
Algo dentro se movía. Algo blanco. Peludo. Algo que gruñía y soltaba un
pequeño gemido. Una nariz negra asomaba por encima del borde tejido. Le
siguieron unos ojos redondos y negros y una cara dulce y desaliñada.
Su corazón se aceleró. Campbell pasó por delante de ella para sacar al
pequeño cachorro. Cabía en su mano con espacio de sobra. Ella es un terrier. Un
hombre que conozco en Argyle me la consiguió—. Le rascó las orejas y la acercó
lo suficiente para que Clarissa la acariciara. —¿Te gusta?
Ella no podía hablar, así que se conformó con asentir.
—¿Quieres quedarte con ella?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Ella volvió a asentir. Se le escapó otra lágrima.


Acunó al cachorro cerca de su corazón. Acarició la diminuta cabeza y soltó
una risa acuosa cuando el perro intentó roerle el dedo.
—¿Cómo te gustaría llamarla?
Su corazón se apretó. —Esperanza—. Se acercó a él para darle un beso. —Me
gustaría llamarla Esperanza.
La sonrisa de él apareció lentamente, sus ojos iluminando el cielo de ella. —
Esperanza entonces, gràidheag.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Epílogo
28 de junio de 1827
Ellery Hall
Cambridgeshire, Inglaterra

—Ella estaba borracha como una cuba cuando llegué. Me ofreció pasteles helados
y ginebra—. El apuesto nuevo Conde de Medford se apoyó en la estantería del
estudio del abuelo, con una expresión a la vez indignada e incrédula. —Ella
quiere que vaya a cabalgar con Silas. A caballo. Como si fuéramos dos jóvenes
bribones con caballos nuevos—. Sacudió la cabeza. —Ridículo. Bien podría
haberme pellizcado la mejilla.
Clarissa tosió mientras el polvo se desprendía del lienzo que estaba
deslizando de una de las cajas de pinturas del abuelo. —¿Qué decías en tu carta
de antemano?
—¡Nada! Fui bastante críptico—. Francis se movió para ayudarla, arrancando
una telaraña de su pelo antes de empujarla hacia una silla. —Simplemente
mencioné que me gustaría hablar con ella sobre su hijo. Ni siquiera especifiqué
cuál.
—¿No mencionaste a Stephen en absoluto?
—No tuve la oportunidad. Manchó mi corbata con sus lágrimas. Insistió en
contarme todo. Positivamente todo. Ahora conozco los detalles más íntimos de
los pecadillos de mi padre. Fue espantoso.
Ella se encontró con los ojos de George y compartieron una sonrisa divertida.
—Bueno, debes haberla alertado de alguna manera. Una mujer no confiesa un
secreto de esta magnitud sin que la inciten.
Francis terminó de doblar el lienzo y lo añadió a la pila de la esquina. —Tal
vez ver mi nuevo título despertó sus remordimientos por el pasado. En cualquier
caso, desde el momento en que entré en el salón de la señora Northfield hasta el
momento en que me mostró los bocetos de Silas cuando era un bebé, el chantaje
estaba descartado.
—Sí, un pronunciamiento público hace que el chantaje sea ligeramente menos
efectivo.
Francis resopló. —Ligeramente.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Quizá sea lo mejor—. Clarissa tomó una caja de plata con bisagras de la
estantería que tenía cerca del codo. El abuelo había guardado todo tipo de cosas
en todo tipo de cajas por toda la casa, pero aún no habían encontrado lo que
buscaban. Habían dejado su estudio para el final. —Me he sentido incómoda al
involucrarte en un plan así, de verdad.
—Ahora, ¿estás incómoda? La mujer describió la concepción de Silas con cierto
detalle. Luego describió su noche de pasión con su esposo dos meses después.
Dijo que el Señor Northfield sabía la verdad desde el principio y que el
nacimiento de Silas los acercó. Habló y habló sin parar de su amor por el hombre.
Un tipo bastante indulgente, me atrevo a decir—. Él exhaló un suspiro y recuperó
una palanca del suelo antes de aplicarla a una caja cercana. —No puedo dejar de
escuchar esas cosas, Clarissa. Ahora no puedo borrarlas de mi mente.
—Lo siento, Francis.
—Ella quiere que coordine una reconciliación con mi Madre. Dijo que su
mayor deseo es que su hijo y su más antigua amiga la perdonen. Evidentemente,
su marido no tiene planes de renunciar a su heredero, así que espero que Silas
acabe por entrar en razón.
Ella hizo una mueca. —Sé que no querías angustiar más a tu madre. ¿Dijo la
señora Northfield algo sobre Stephen?
—No. Los Northfield creen ahora que está viajando al extranjero. A América,
creo. O Canadá. George, ¿por cuál nos decidimos al final?
George levantó la vista de una caja de joyas de pasta. Le entregó a Clarissa un
broche. —Terranova. Tú pensaste que era un lugar adecuadamente remoto, y el
Señor MacPherson estuvo de acuerdo.
—Ah, sí. Ahora lo recuerdo. El barco partió de Liverpool la semana pasada.
Los restos de Stephen serán descubiertos en algún momento cerca del final del
verano. Un terrible ataque de oso. O lobos. ¿George?
—Lobos—. Los ojos de George centellearon con afectuosa exasperación. —
¿Cuánto whisky bebiste esa noche?
Francis arqueó una ceja. —MacPherson me retó. Rechazar la invitación habría
sido el colmo de la descortesía. Además, mi premio eran cinco botellas del mejor
whisky de Escocia. Bendito sea el humo de la turba. Él dice que la cosecha del
próximo año será aún mejor. Me gustaría probarlo por mí mismo.
Clarissa sonrió y deslizó una mano sobre su vientre, que empezaba a mostrar
signos de abultamiento. —Lo harás. Para entonces, la casa estará completa y
nuestra guardería estará a punto de llenarse. Esperaré tus visitas regulares y las
de George, y mis hijos esperarán los regalos anuales de su tío Francis.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Aunque su plan para proteger a Campbell de cualquier retribución futura por


la muerte de Stephen había fracasado, Clarissa había decidido seguir el consejo
de su esposo y tratar de dejar de preocuparse por ello. Francis se había enterado
a su regreso a Inglaterra de que los Northfield no estaban al tanto de la presencia
de Stephen en Escocia, y seguían sin saber de su fallecimiento.
Siempre existía la posibilidad de que se enteraran de la verdad: muchos
residentes de la cañada sabían su nombre y que se había ganado la ira de los
MacPherson. Quizá algún día los rumores se esparcieran y llegaran a oídos de
Northfield. Ella había compartido sus preocupaciones con Campbell una noche
de mayo, y él le había respondido simplemente: —No hay nada que nadie pueda
encontrar, gràidheag.
—¿Pero qué pasa si lo hay?
—No hay nada. Me aseguré de ello. Los cuervos hicieron el resto.
—Debo saber que estás a salvo, mi amor. No puedo soportar ni una sola duda.
Él suspiró y le acarició el pelo. —Muy bien. Escribiremos a Teversham por la
mañana. Northfield era aficionado a los cebos. Tal vez ahí deba terminar su
historia.
Un mes más tarde, de camino al sur para resolver algunos asuntos
importantes en Ellery Hall, se encontraron con Francis y George en Yorkshire.
Poco después, enviaron a Liverpool algunos objetos del campamento de Stephen,
junto con un generoso soborno a un viejo amigo de Campbell de sus días en el
regimiento de las Highlands. El amigo trabajaba para una compañía naviera que
transportaba mercancías a América y Canadá.
Clarissa se había sentido reconfortada por el plan, pero aún quería más
seguridad, así que había pedido a Francis que visitara a la señora Northfield y
tanteara el terreno para un futuro chantaje. Para proteger a Campbell, ella
inventaría planes secundarios para sus planes secundarios. Haría lo que fuera
necesario.
Pero ahora, parecía claro que tendría que vivir con cierta incertidumbre.
Campbell le había dicho que se preocupaba por nada. Tal vez lo hiciera. El tiempo
lo diría.
En el pasillo, la abuela dirigía a Campbell hacia el estudio. —Vaya, eso parece
pesado, querido. ¿Pesa mucho?
Él dio un gruñido profundo. —Sí.
—Ahora, entonces, ¿dónde lo ponemos?

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Clarissa observó a su esposo llevar el enorme baúl por la habitación con la


misma facilidad con la que otros hombres podrían llevar una tabaquera. Suspiró.
Se derritió.
—Oh, ahí no, querido. Un poco a la izquierda.
Campbell se inclinó y lo bajó con precisión en su lugar.
La abuela sonrió y le acarició la mejilla. —Perfecto.
Clarissa fue al lado de su marido mientras la abuela abría el gran baúl con
manos temblorosas. En su interior había una miscelánea de objetos del pasado:
materiales de pintura del abuelo y lienzos más pequeños, tres mantas que las
polillas habían diezmado, un caballo de madera de niño, un busto de bronce de
algún general romano olvidado hace tiempo y una colección de pipas para fumar.
La abuela se secó los ojos con su pañuelo y se llevó una de las pipas a la nariz
para olerla con delicadeza. —Ah, ésta le encantaba—. Sonrió ampliamente, sus
arrugas sonreían con ella.
A Clarissa le dio un vuelco el corazón al ver a su abuela revivir sus recuerdos
más queridos. Encontró la mano de Campbell y se la llevó a los labios. —Gracias
por esto—, susurró. —La abuela odiaba dejar sus recuerdos atrás.
Campbell asintió. —Sólo espero que encontremos lo que buscamos.
Así lo esperaba ella. Después de todo, el abuelo se había tomado muchas
molestias.
Durante el desayuno, una brillante mañana de primavera, Campbell había
descrito un sueño en el que un “tipo inglés tranquilo” lo invitaba a entrar en una
biblioteca para discutir los entresijos de la gestión de una gran finca. —Me sentí
como si me entrevistaran para un puesto de mayordomo—, había refunfuñado
Campbell a Clarissa. —Luego, empezó con algunas tonterías sobre las abejas,
diciendo que la miel duraba para siempre si la cuidabas, y que los cerdos se
merecían todo lo que tenían—. Su ceño se había transformado en una mueca de
disgusto. —Cuando el hombre encendió su pipa, supe que me esperaba una larga
charla.
La mención de la pipa, por supuesto, hizo que Clarissa se sobresaltara. Lo
había interrogado largamente y, tras discutir los detalles con la abuela y consultar
con la señora MacBean, habían decidido que había que volver a Ellery Hall. Hoy
era su segundo día de búsqueda entre las antiguas pertenencias del abuelo.
—Me acuerdo de esto—, dijo la abuela, sacando un pequeño cuadro de la
esquina del baúl. —Clarissa, ¿recuerdas el estanque de Alconbury?
Ella miró el cuadro por encima del hombro de la abuela. —No hay más que
nenúfares y ranas, según recuerdo. Era bastante ruidoso en verano.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

—Hay un compañero para este. A Alfie le gustaba pintar en serie. Ahora,


¿dónde está?— La abuela ordenó la pila, frunciendo el ceño. Entonces, se detuvo.
Sus dedos se movieron. Temblaron. Buscó el borde de un marco de nogal.
Curiosa, Clarissa se movió para ayudarla, levantando el lienzo enmarcado de
la esquina donde estaba encajado. El cuadro representaba un arroyo ancho y
recto bajo un árbol frondoso. En la orilla había un viejo tronco caído. En la
esquina inferior, descansando sobre una manta cerca de la firma del abuelo, había
dos abejas y un tarro de miel.
Un cosquilleo la hizo jadear. Se tapó la boca mientras las lágrimas le punzaban
los ojos. —Oh, abuela. ¿Crees que...?
Los ojos de la abuela encontraron los suyos. Brillaban. —Vamos a averiguarlo,
querida.
Pasaron varios minutos examinando el cuadro, explorando el marco, y
desconcertándose sobre lo que, precisamente, el abuelo había querido que vieran.
Mientras Campbell, Francis y George debatían sobre el mejor método para
desmontar el marco -con Francis argumentando en contra de la sugerencia de
Campbell de utilizar la fuerza bruta-, algo se movió en el ángulo de visión de
Clarissa.
Un rayo gris que pasaba por delante de la puerta abierta del estudio.
Se giró para mirar, pero el pasillo estaba vacío. Volvió a centrarse en el cuadro.
George estaba sugiriendo en voz baja que buscaran un abrecartas y que hicieran
palanca en el marco.
Otro rayo.
Clarissa giró. ¿Qué era eso? Las sirvientas estaban en el mercado buscando
provisiones para la cena. No debería haber nadie más en la casa. Se dirigió hacia
la puerta, mirando a derecha e izquierda. Nada. Estaba a punto de darse la vuelta
de nuevo cuando lo vio.
Algo de color gris oscuro. Agitándose más allá de la esquina del pasillo que
llevaba a la sala de billar. De un lado a otro. Juguetonamente, se agitó como un
dedo gris peludo.
Su corazón se paralizó.
La cola desapareció. En su lugar surgió una cara redonda de denso pelaje gris
y enormes ojos cobrizos. —Mrow—. El gato se abalanzó sobre un charco de luz
solar, y su corazón dio un salto. Se retorció.
—¿D-Dash?—, susurró.
Un segundo gato saltó sobre el primero. Parpadeó mientras rodaban juntos,
dándose manotazos. Un momento después, un tercero se unió a la travesura.

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

Se tapó el corazón, que parecía que iba a estallar. Desde el ala principal, oyó
el parloteo de una de las criadas. La muchacha se escabulló por el pasillo con
aspecto de estar atormentada. —Lo siento mucho, señora MacPherson. No quise
dejarlos entrar. Los hemos estado alimentando frente a la puerta del jardín, así
que ahí es donde vienen la mayoría de las mañanas. Cuando volvimos del
mercado, se colaron bajo nuestros pies.
Interrogó a la chica sobre los gatitos, que parecían tener varios meses. La
criada dijo que los había encontrado en el establo seis semanas después de la
partida de Clarissa a Escocia y que los había estado alimentando desde entonces.
Algo debió de alertar a Campbell de su turbación, porque de repente, estaba
allí. —¿Qué ocurre?
Ella se secó una lágrima. —Nada—. Le dirigió una mirada acuosa. —Todo es
maravilloso.
El ceño de él se frunció. Miró a la criada y observó al trío de gatos que jugaba
en el pasillo. Luego, suspiró. —¿Vamos a añadir tres más a la casa, gràidheag?
Ella resopló. —Tal vez.
Un cuarto gato salió de las sombras para chocar con sus hermanos antes de
lanzarse hacia la sala de billar.
Dio una palmadita en el brazo de su esposo. —Tres o cuatro.
Detrás de ellos, la abuela le advirtió a Francis que tuviera cuidado con el
abrecartas del abuelo, ya que no había sido afilado en algunos años y podría
lastimarlo si intentaba forzarlo por debajo del marco.
Finalmente, Francis cantó triunfante y le entregó el abrecartas a George con
una elegante floritura y una brillante sonrisa. —Mis habilidades con el estoque
son bastante superiores, debo decir.
Todos se reunieron alrededor mientras la abuela separaba el lienzo del
soporte del marco y recuperaba el sobre asegurado en su interior. Juntos, leyeron
la carta firmada por el abuelo, Rupert Stimson, varios abogados y varios testigos.
La carta especificaba que todos los ingresos de la finca Ellery debían
reservarse para el uso exclusivo de Rosamond Brightwell Stimson, la Condesa
viuda de Darnham, y su nieta, la señorita Clarissa Meadows. Decía que Rupert
Stimson, como heredero del título de Darnham, recibiría el cinco por ciento de
dichos ingresos por su amable servicio como asesor de Lady Darnham en asuntos
de la finca. Estipulaba que, si alguna vez Rupert Stimson incumplía sus
obligaciones, el patrimonio en su totalidad sería retirado de su actual fideicomiso
y transferido a un nuevo fideicomiso bajo el control total de Lady Darnham y de
cualquier agente de su elección. Todos los fondos que se entregaran

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La Tentación de un Highlander - Midnight in Scotland #3

indebidamente a Rupert Stimson se devolverían a la herencia en su totalidad, con


una penalización del diez por ciento por cada año de retraso.
La carta estaba numerada como la tercera de tres copias.
Clarissa supuso que Rupert había conseguido quemar las otras dos.
—Bueno, mi querida Clarissa—, dijo Francis. —Parece que tu primo Rupert
está a punto de ser completamente arruinado. Tal vez debería preguntarle si le
gustaría vender su casa en Brighton. A George le gusta mucho el aire del mar.
La abuela se secó los ojos. —Debería haber sabido que mi querido y dulce
Alfie no dejaría nada al azar. Era un negociador muy hábil.
Clarissa le apretó la mano. —Y te amaba con todo su corazón.
—Como te amaba a ti.
Los ojos de ella se llenaron de emoción. Campbell le rodeó la cintura con el
brazo y la arropó contra su fuerza. Ella aspiró y aceptó el pañuelo que él le
ofreció. —Apenas puedo creerlo. Estuvo cuidando de nosotras todo el tiempo.
—Así es, querida—. La abuela besó la mejilla de Clarissa y luego sonrió a
Campbell. —Los mejores esposos siempre lo hacen.

Fin.-

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