Está en la página 1de 6

Bad Monsters | H&L OS.

by louistinyboots

Louis tenía 5 años y un temor por la noche, Harry tenía 6 y la suficiente


valentía de poder ayudarlo.

1.
Louis solía temer de la hora de ir a dormir, ¿y cómo no hacerlo? Era solo un
niño.

Todas las noches, podía escucharlo, removiendo juguetes bajo su cama y


haciendo sonidos atemorizantes.

Y por más que él abrazara su tortuguita de felpa -Otto, como decidió


nombrarle- y se escondiera bajo sus sábanas, nada parecía ahuyentar a la
bestia que tomó la oscuridad bajo su lecho como hogar.

Habló con su mamá, su papá y su hermana al respecto, sin conseguir sin éxito
una respuesta distinta a Louis, los monstruos no existen. No te preocupes.

Y jamás entendió porque le pedían tal cosa;

¿Qué no se preocupe?

¿Qué acaso ellos no eran conscientes del peligro que pasaba?

¿No existen?

¿Entonces qué lo atormentaba en las noches?

Estaba harto de que nadie le creyera, que se rieran de él, que nadie le tomara
en serio. O al menos, así se sentía hasta que lo conoció a él.

Lo podía recordar, fue un día en que se escondió en un rincón de la clase, solo,


a llorar. Nadie parecía escucharlo, mucho menos notarlo, pero cuando Harry se
acercó a buscar su juguete caído cerca del lugar en el que estaba, lo hizo.

- ¿Louis? ¿Te sucede algo? -le preguntó al castaño, la preocupación


apoderándose de su rostro al verlo con las mejillas empapadas e hipando-
¿Necesitas que llame a la profesora?

- No, no la llames, ella también se reirá de mí, no quiero que nadie más lo haga
-aclaró con un nuevo tono de cólera en su voz, limpiando sus lágrimas con el
dorso de su mano.
- Ella no se reirá de ti, no puede -refutó- Pero si quieres, me puedes contar a
mí, prometo no reírme.

- ¿Me lo prometes? ¿De verdad? -levantó ambas cejas sorprendido, con ilusión
ante la posibilidad de contarle sus miedos a alguien sin ser juzgado o
convertirse en un blanco de bromas.

- Te lo prometo -levantó su mano a la altura de su hombro, para sellar su


juramento.

Louis le sonrió palmeando el suelo a su costado, indicándole que tome asiento,


Harry siguiendo la orden de inmediato.

- Hay algo en las noches... Que me asusta -comenzó- Hay un monstruo debajo
de mi cama, y no me deja dormir. Cuando le cuento a alguien me dice que "los
monstruos no existen" -hizo comillas con sus pequeños dedos- Pero yo sé que
sí, lo sé porque se burla cuando me escondo y escucho como tira mis cosas ahí
abajo.

Finalizó, cerrando sus ojos esperando que su compañerito se riera como todos.
¿Por qué no lo haría? Louis solo era un pequeño niño cobarde.

Pero cuando los abrió, se sorprendió al saber que no fue así, Harry no tenía ni
el más mínimo rastro de burla en sus facciones de menor.

El niño dueño de los hermosos luceros verdes, por su parte, sintió como su
músculo cardíaco se aceleraba, empezado a sentir una inconmensurable
ternura en él, poco efímera, inefable.

Le resultaba adorable, y es que ¡él había pasado por lo mismo! Con la


diferencia de que a él le ayudaron, a Louis no. Pero estaba decidido,
definitivamente, de que no le dejaría solo en su batalla por superar su miedo.
Su primera reacción fue abalanzarse a él, brindándole un abrazo muy cálido;
distintos a los que le daba su mamá, pero similarmente buenos.

- Oh Louis -le habló cuando los brazos del ojiazul lo rodearon- Yo te creo.

- ¿En-en serio? -cerró sus ojos, intensificando la fuerza con la que se unían.

- ¡Por supuesto que sí! -aclaró su voz cuando se separaron, observando como
Louis acomodaba su celeste uniforme escolar con muy mala disimulación lo
rojas que estaban sus mejillas- Yo también tenía un monstruo bajo mi cama.

- ¿De verdad? -lo observó con ojos muy abiertos, recibiendo un asentamiento
de cabeza como respuesta- ¿Y qué hiciste para ahuyentarlo? -se aseguró de
que nadie más estuviera en el mismo perímetro que ellos, que nadie los
pudiera escuchar.

- Mi mami me compró una lámpara con forma de oso, la luz me ayudó a


sentirme seguro, ¿tú tienes una lámpara en tu habitación?

- Sí tengo, no puedo dormir sin ella.

- Oh -se pasó su mano por su mandíbula, pensativo- Bueno, entonces, habrá


que buscar nuevos métodos para ti.

- ¿Nuevos métodos?

- Nuevos métodos -afirmó con un suspiro, una sonrisa reemplazandolo en su


lugar- ¿Y un peluche tienes?

- ¡Síp! Se llama Otto, lo conseguí la Navidad del año pasado, mi hermana


mayor me lo dió.

- ¿Duermes con el?

- Sí.

- ¿Y te sientes seguro?

- No.

- Bien, yo te puedo dar otro, pero tenemos que hacer algo hoy. ¿Sí? Cuando te
vayas a dormir quiero que pienses en que no estás solo, así ese monstruo malo
sabrá que no te puede hacer daño, porque mientras yo esté aquí, él no te hará
nada. ¿Entendido?

- Entendido -respondió y ambos se dieron una mirada cómplice.


Mirada que Louis recordó cuando se fue a dormir con lágrimas en sus ojos,
mientras el monstruo lo atormentaba y él pensaba en que por primera vez no
estaba solo en esto.

Al siguiente día, Louis se acercó a la mesa donde Harry estaba coloreando sus
dibujos con sus amigos. A quienes de inmediato dejó de prestar atención para
centrarse un 100% en Louis.

- ¿Y? ¿Te molestó? -bajó su tono de voz, para que nadie más los escuchara, ya
que para ambos era un tema muy secreto.

- Sí, él me dijo que nuestros intentos por ahuyentarlo eran ridículos. ¡Y se rió de
nosotros!

- Bien, sígueme -tomó la mano del otro, guiándolo por la sala hasta su bolso, de
dónde sacó un peluche. Era un osito, blanco, muy lindo- Es mi amigo desde
hace 3 años y me ha ayudado mucho, pero creo que es hora ayude a alguien
más -se lo tendió a Louis, quien lo tomó con algo de confusión- Cuídalo mucho,
y cuando sientas miedo, abrázalo tan fuerte como puedas. ¿Entendido?

- Entendido.

Esa segunda noche, Louis se fue a dormir, no lloró, pero sí pudo escuchar las
provocaciones del monstruo. Pero no se dejó, y abrazo al oso pensando en
cuan menos solo estaba.

Al siguiente día, Harry se acercó a él, la incógnita en su rostro. No fue


necesario que preguntara, Louis le respondió antes de que si quiera purdiera
formularla.

- Esta vez, me molestó, pero ya no le presté tanta atención, abracé la oso y


pensé en ti, pero aún así tuve miedo.... -confesó algo triste.

- ¿Pensaste en mí? -preguntó con una sonrisa.

- Tal vez...

- Bien, es hora de hacer frente a él, así que cada vez que te asuste, di en voz
alta "no tengo miedo, nadie ni nada me hará daño, porque soy fuerte y no
puedo ser vencido", ¿okay?

- Claro pero.... ¿De verdad debo decirlo? ¿Funcionará? No creo ser valiente.

- Lo eres Louis, y verás que el que es valiente, es libre -lo tomó del brazo- y si
eso no funciona...-no terminó de decirlo, porque sus palabras se vieron
interrumpidas por sus acciones. Lo dió un piquito en los labios, corto, pero fue
suficiente para hacerlos reír y ponerse rojos.
Risitas atontadas, miradas cargadas con timidez, manos entrelazadas y
sonrisas de alegría. Ese fue el recuerdo que les dejó el día.

Louis durmió como no lo hacía desde que aquel tormento apareció. La frase "no
tengo miedo, nadie ni nada me hará daño, porque soy fuerte y no puedo ser
vencido" y aquella pequeña presión que le dió Harry en sus labios en su mente.
Esta vez, ninguna luz y ningún soporte de felpa fueron necesarios. Ni esa
noche, ni el resto.

Porque Louis tenía a Harry, quien se convertiría para él en su mejor amigo de


por vida, y tal vez, en su futuro, algo más.

Harry lo acompañó en los momentos donde sus monstruos se mudaron de la


oscuridad bajo a su cama, a su cabeza. Así como también en sus momentos
más alegres.

Lo podías confirmar esa noche, 23 años después, cuando lavaban trastos y


conversaban de su día, lo ocupado que estuvo el trabajo en las oficinas, así
como lo ocupado que estuvo el día de Louis cuidando sus dos hijos.

Reían y se daban pequeños besos, era una noche muy tranquila donde la paz
reinaba. O eso pensaron hasta que entró su hija a la cocina, ojos llorosos y un
oso colgando en su brazo. Se apresuró a hablar antes que sus padres, quienes
se preocuparon al ver el fantasma del llanto en su hija.

- Papás, creo que hay algo bajo mi cama.

- ¿Qué?

- Creo que hay un monstruo....

Y eso fue lo que bastó para que se vieran con una sonrisa y una mirada
cómplice, una de las muchas que habían compartido en todos los años que
llevaban juntos; y todos los que aún les faltaban por estar.

También podría gustarte