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La determinación y la autoría directa respecto de las

conductas delictivas cometidas por integrantes de una


organización criminal.

Sobre esta temática ha dicho la Sala1 que el artículo 29 de


la Ley 599 de 2000 dispone:

“Autores. Es autor quien realice la conducta punible por sí


mismo o utilizando a otro como instrumento”

“Son coautores los que, mediando un acuerdo común,


actúan con división del trabajo criminal atendiendo la
importancia del aporte”.
“También es autor quien actúa como miembro u órgano de
representación autorizado o de hecho de una persona
jurídica, de un ente colectivo sin tal atributo, o de una
persona natural cuya representación voluntaria se detente,
y realiza la conducta punible, aunque los elementos
especiales que fundamentan la penalidad de la figura
punible respectiva no concurran en él, pero sí en la persona
o ente colectivo representado”.

“El autor en sus diversas modalidades incurrirá en la pena


prevista para la conducta punible”.

A su vez el inciso 2º del artículo 30 establece:


1
Ver fallo del 8 de agosto de 2007. Rad. 25974.
“Quien determine a otro a realizar la conducta antijurídica
incurrirá en la pena prevista para la infracción”.

De los anteriores preceptos se deduce que tiene la


condición de autor, tanto quien realiza la conducta (autor
material), como aquél que domina la voluntad de otro y lo
objetiva como instrumento de su propósito criminal (autor
mediato).

También incluye el legislador la coautoría material propia


y la impropia. La primera se presenta cuando varios individuos
mediante acuerdo previo o concomitante realizan la conducta,
pero todos actualizan el verbo rector definido en el tipo,
como cuando cada uno de los coautores hiere letalmente y con
el propósito de causar la muerte a la víctima.

La otra, la coautoría material impropia, tiene lugar


cuando entre las personas que concurren a la comisión del
delito media división de trabajo, figura también denominada
“empresa criminal”, pues todos realizan una parte del delito,
incluso algunos efectúan comportamientos objetivamente
intrascendentes o atípicos, no por ello impunes, como cuando
alguien se limita a esperar a otros miembros de la asociación
ilegal en un automóvil fuera del lugar donde se comete el delito,
con el propósito de transportarlos una vez culminen su tarea.
A su vez, dentro de la misma preceptiva puede efectuarse
un cotejo entre la determinación y la autoría mediata. En
aquella se establece una relación persona a persona a partir de
una orden, consejo, acuerdo de voluntades, mandato o coacción
superable entre el determinador y el determinado (autor
material), dado que ambos conocen de la tipicidad,
antijuridicidad y culpabilidad del comportamiento realizado,
pero sólo éste tiene dominio del hecho, motivo por el cual,
también ambos responden penalmente de la conducta hasta la
fase en que se haya cometido.

Por su parte, en la figura de la autoría mediata, entre


autor mediato (también denominado “ el hombre de atrás” o el
que “mueve los hilos”) y ejecutor instrumental, se establece una
relación persona a “persona objetivada” o cosa, pues se soporta
en una coacción ajena insuperable, en una inducción en error o
en el aprovechamiento de un error, de manera que sólo el autor
mediato conoce de la tipicidad, ilicitud y culpabilidad del
comportamiento, en tanto, que el ejecutor instrumental obra –
salvo cuando se trata de inimputables – bajo una causal de
exclusión de responsabilidad, motivo por el cual, mientras el
autor mediato responde penalmente, el ejecutor instrumental,
en principio, no es responsable.
En efecto, hay casos en los que el ejecutor sí responde,
como ocurre cuando el autor mediato utiliza a inimputables,
quienes son penalmente responsables al serles impuestas
medidas de seguridad.

También hay lugar a imponer sanción al individuo


mediatizado cuando actúa bajo error vencible de tipo o de
prohibición indirecto de tipo permisivo, siempre que el
delito por el que se proceda admita la modalidad conductual
culposa. Igualmente, cuando aquél actúa por error vencible de
prohibición directo la pena se rebajará en la mitad.

Autores como el profesor alemán Clauss Roxin incluyen


una tipología adicional dentro de la figura de la autoría
mediata, y es aquella relativa a la condición de quien actuando
como jefe de un aparato organizado de poder, imparte una
orden, pues sabe que alguien de la organización – sin saber
quién – la ejecutará , de modo que “el hombre de atrás” no
necesita recurrir ni a la coacción ni a la inducción en error o al
aprovechamiento de error ajeno (hipótesis tradicionales de la
autoría mediata), puesto que, además, tiene certeza en que si el
ejecutor designado no cumple con su tarea, otro la hará, es
decir, que el autor inmediato resulta fungible y, por tanto, su
propósito será cumplido.
Sobre este tema se impone recordar que la Sala en un caso
que guarda algunas semejanzas con el aquí analizado
puntualizó:

“Se predica la coautoría, cuando plurales personas


son gregarias por voluntad propia de la misma causa
al margen de la ley, comparten conscientemente los
fines ilícitos propuestos y están de acuerdo con los
medios delictivos para lograrlos, de modo que
cooperan poniendo todo de su parte para alcanzar
esos cometidos, realizando cada uno las tareas que le
corresponden, coordinadas por quienes desempeñen a
su vez el rol de liderazgo”.

“En tales circunstancias, quienes así actúan, coparticipan


criminalmente en calidad de coautores, aunque no todos
concurran por sí mismos a la realización material de los
delitos específicos; y son coautores, porque de todos ellos
puede predicarse que dominan el hecho colectivo y
gobiernan su propia voluntad, en la medida justa del
trabajo que les correspondiere efectuar, siguiendo la
división del trabajo planificada de antemano o acordada
desde la ideación criminal”.

“En el presente caso, donde subversivos del ELN, de


distintas jerarquías, sumaron sus voluntades libres para
dinamitar el oleoducto cercano a Machuca, en cumplimiento
de las políticas de ataque terrorista a la infraestructura
petrolera, compartidas por todos ellos, es evidente que los
directivos de esa organización criminal no actuaron como
determinadores de los ejecutores materiales, sino en
calidad de coautores, porque no es cierto, al menos las
pruebas no lo indican así, que dichos directivos hubiesen
hecho nacer la idea criminal en los milicianos rasos y
menos que dominaran la voluntad de éstos; pues, por el
contrario, lo que se verifica razonablemente es que los
guerrilleros del ELN implicados en la destrucción de la
tubería desplegaron la conducta que les correspondía, con
acuerdo previo, por convicción propia, por compartir las
‘políticas’ del grupo armado ilegal, directrices que conocían
y a las cuales habían adherido con antelación, en un
proceso paulatino de reclutamiento, diseño de estrategias,
entrenamientos, aprendizaje de doctrinas y estandarización
de modos de actuar”.

“Mediando, como en el presente asunto, ideologías


compartidas, voluntades concurrentes e intervención con
aportes concretos según la división preacordada del trabajo
criminal, se afirma que todos son coautores globalmente de
la conducta delictiva realizada y responsables por sus
consecuencias. No es, como suele entenderse, que cada uno
sea autor sólo de la parte que le corresponde en la división
del trabajo; ya que en este género de manifestaciones del
crimen organizado se gesta un conocimiento común y una
voluntad que también es común y por ello, el delito que
recaiga en ese marco de acción, pertenece a todos como a
sus autores”.

“Quizá, un entendimiento equivocado de esa temática, llevó


al Tribunal Superior a concluir erróneamente que los
integrantes del Comando Central del ELN son responsables
únicamente por trazar ‘políticas’ de ataques terroristas a la
infraestructura petrolera, pero no así de las voladuras
concretas de los oleoductos, que, serían atribuibles sólo a
sus ejecutores. Y tal conclusión es incorrecta, porque parte
de suponer que los directivos del grupo armado ilegal se
limitan a trazar líneas de pensamiento político, como si
ignorase que tales directrices también son de acción
delictiva; y que para su materialización consiguen recursos,
los administran, los adjudican a los planes operativos
concretos y asignan prioridades a las gestiones de ataque
al ‘enemigo’ o simplemente para el adoctrinamiento o la
supervivencia cotidiana del grupo”.

“De otra parte, cuando existe división del trabajo criminal,


para predicarse la coautoría impropia, no se requiere –
como piensa el Tribunal Superior – que hasta los más
mínimos detalles de las tareas que a cada uno
corresponden, deban ser previamente determinados con la
aquiescencia de todos”.

“Un ‘experto’ en instalar artefactos explosivos no necesita


recibir instrucciones minuciosas. Es más, él puede
seleccionar el tiempo, modo y la ubicación que estime
adecuados y no por ello desarticula el vínculo de coautoría
con los restantes partícipes que aportaron su gestión para
lograr el delito común. En ello consiste precisamente la
división del trabajo según la habilidad o especialidad de
cada quien, todo para lograr una finalidad ilícita
compartida; ya que, si así no fuera, indistintamente
cualquiera acudiría a realizar las diversas acciones, caso en
el cual la intervención plural podría no ser necesaria”2
(subrayas fuera de texto).

En suma, los mandos o cabecillas de la organización


tienen la condición de coautores, en el entendido de que los
militantes de tales agrupaciones comparten no solo los ideales,
sino las políticas de operación y, por ello, la responsabilidad por
los hechos delictivos ordenados por las cabezas compromete en
calidad de coautores, tanto a quienes los ejecutan, como a
quienes los ordenaron, sin que, entonces, haya lugar a la
configuración del instituto de la determinación.
El numeral 7º del artículo 32 del CP, señala que no habrá lugar a
responsabilidad penal cuando se obre por la necesidad de defender un
2
Sentencia del 7 de marzo de 2007. Rad. 23815.
derecho propio o ajeno de un peligro actual o inminente, inevitable de
otra manera, que el agente no haya causado intencionalmente o por
imprudencia y que no tenga el deber jurídico de afrontar.
a). Concurso material o real. Considerado como la modalidad natural de los concursos,
pues varias acciones dan lugar a varios delitos. Es el que se presenta cuando una
misma persona comete varios delitos susceptibles de encajar en un mismo precepto
penal o en varios, los cuales deben guardar una completa autonomía o independencia
tanto en el plano subjetivo como en el objetivo. En este caso no hay unidad de acción
sino acciones u omisiones independientes y se aplican los tipos respectivos puesto que
no son excluyentes.

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