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Análisis de la Sentencia Proceso No.

25974, 8 de agosto de 2007, Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Penal, M.P. María del Rosario Gonzáles Lemos, en
comparación con el capítulo “Atentados, cómplices, impunidad” del libro “Tratado de los
delitos y las penas” de Cesare Beccaria.
Temas: Tentativa, cómplices e impunidad.

Problema jurídico

¿Los conceptos de las leyes, tales como, la tentativa o autoría, siendo interpretados de manera

equivoca o subjetiva, pueden generar impunidad en el juzgamiento de los delitos?

Conclusión de la sentencia

En la sentencia se plantearon principalmente tres aspectos jurídicos objeto de análisis:

En primer lugar, el análisis sobre la diferencia entre actos preparatorios y principio de

ejecución, para poder determinar si en el caso concreto, los responsables efectivamente

iniciaron la ejecución de una conducta punible mediante actos idóneos e inequívocamente

dirigidos a su consumación, y esta no se produjere por circunstancias ajenas a su voluntad,

lo anterior, en los términos artículo 27 de la Ley 599 de 2000, Código penal colombiano, en

donde se encuentra regulada la tentativa. En las consideraciones de la sentencia la Sala de la

Corte Suprema de Justicia ha expuesto las diferentes teorías subjetivas, objetivas y mixtas

que han surgido a partir de la doctrina, las cuales exponen, a grandes rasgos, lo siguiente:

Las teorías subjetivas, defienden que se indague únicamente por el plan del autor, esto es,

por la intención de quien realiza la conducta, de manera que se consideren ejecutivos aquellos

actos que según dicha planeación sean necesarios y suficientes para consumar el delito, con

independencia del peligro o lesión del bien jurídico tutelado. Por otro lado, las teorías

objetivas plantean que la ejecución de la conducta comienza cuando se da inicio a la acción


contenida en el verbo rector del tipo penal, es decir, cuando se comienza a matar, a hurtar,

etc., mientras que los actos preparatorios carecen de tal condición. Mientras tanto, las teorías

mixtas, consideran que, para distinguir los actos preparatorios de los ejecutivos, es preciso

acudir, de una parte, al plan del autor, y de otra, a la verificación de actos socialmente

adecuados para asumir que el bien jurídico se encuentra realmente amenazado, con lo cual

se garantiza, tanto el principio de antijuridicidad material de la conducta, como el elemento

subjetivo de la misma, en cuanto requisito de la responsabilidad penal.

Todas ellas, tienen diferentes posturas en contrario. Al respecto, la Sala de la Corte ha

concluido, que es a partir de la ponderación del plan del autor y de los actos socialmente

adecuados para poner en peligro el bien jurídico, que se impone analizar en cada caso

concreto si se está en presencia de actos preparatorios o ejecutivos y, con ello, constatar si se

presenta o no la figura de la tentativa como dispositivo amplificador del tipo. Y en el caso

concreto, los actos ejecutados corresponden al comienzo de ejecución del punible contra la

vida agravado, sin que lograran, por causas ajenas a su voluntad, realizar la totalidad de actos

ejecutivos necesarios para la consumación del delito, por lo que efectivamente se trata de un

delito de tentativa inacabada.

En segundo lugar, se ha estudiado en la sentencia la determinación y la autoría directa

respecto de las conductas delictivas cometidas por integrantes de una organización, en

atención a que en su primera intervención, uno de los condenados en el caso puntual

estudiado por la sentencia manifestó haber actuado en cumplimiento de órdenes impartidas

por un superior perteneciente a la misma organización que él, por lo que, es pertinente

abordar la temática referida a la responsabilidad, tanto de quien da la orden como de quien

la acata, de conformidad con los preceptos de la Ley 599 de 2000.


El artículo 29 del Código penal dispone, que es autor, “quien realice la conducta punible por

sí mismo o utilizando a otro como instrumento”, también lo es “quien actúa como miembro

u órgano de representación autorizado o de hecho de una persona jurídica, de un ente

colectivo sin tal atributo, o de una persona natural cuya representación voluntaria se detente,

y realiza la conducta punible, aunque los elementos especiales que fundamentan la penalidad

de la figura punible respectiva no concurran en él, pero sí en la persona o ente colectivo

representado” y establece además que “El autor en sus diversas modalidades incurrirá en

la pena prevista para la conducta punible”.

Por otro lado, se consideran coautores, “los que, mediando un acuerdo común, actúan con

división del trabajo criminal atendiendo la importancia del aporte”.

A su vez el inciso 2º del artículo 30 establece, que, “Quien determine a otro a realizar la

conducta antijurídica incurrirá en la pena prevista para la infracción”.

De los anteriores preceptos la Sala de Casación penal de la Corte Suprema de Justicia deduce,

que tiene la condición de autor, tanto quien realiza la conducta (autor material), como aquél

que domina la voluntad de otro y lo objetiva como instrumento de su propósito criminal

(autor mediato).

De acuerdo a lo anterior, y en el caso puntual estudiado por la sala, se concluye que, los

acusados actuaron libremente y con conocimiento de la antijuridicidad de la misión dispuesta

por su superior, por lo que no tienen la condición de meros ejecutores instrumentales de aquél

como autor mediato dentro de la concepción tradicional, pues quienes pertenecen a una

organización guerrillera (como es el caso), tienen conocimiento del carácter delictivo que
conlleva la ejecución de los actos dispuestos por sus jefes en la estructura de mando que

tengan.

Y, respecto de los mandos o cabecillas de la organización se observa que tienen la condición

de coautores, en el entendido de que los militantes de tales agrupaciones comparten no solo

los ideales, sino las políticas de operación y, por ello, la responsabilidad por los hechos

delictivos ordenados por las cabezas compromete en calidad de coautores, tanto a quienes los

ejecutan, como a quienes los ordenaron, sin que, entonces, haya lugar a la configuración del

instituto de la determinación. Aspecto que se ha expuesto anteriormente en la jurisprudencia

de la Sala que profiere la sentencia.

Por último, se estudió en la sentencia, la necesidad o asertividad de la investigación

separada del delito de porte de artefacto explosivo dentro de este asunto, para la cual se

compulsaron copias, respecto a la cual, concluye la Sala que no se trata de un hecho ya

juzgado, porque el análisis de los funcionarios judiciales en torno al artefacto explosivo

estuvo encaminado a establecer la responsabilidad de los acusados frente al delito de rebelión

y a determinar la finalidad terrorista del homicidio. En ningún momento examinaron la

conducta desde el punto de vista del riesgo objetivo que su tenencia comporta para la

colectividad, ni la consecuente afectación del bien jurídico de la seguridad pública, como

supuesto de hecho del tipo penal consagrado en el artículo 365 del Código Penal.

Finalmente, decide la Sala, NO CASAR la sentencia impugnada.

Respecto a las anteriores conclusiones y la relación que estas tienen con lo expuesto por el

autor Beccaría en el capítulo “Atentados, cómplices, impunidad” del libro estudiado, como

él bien lo menciona, “aunque las leyes no castiguen la intención, no por eso decimos que un
delito cuando empieza por alguna acción que manifiesta la voluntad de cometerlo no

merezca algún castigo, pero siempre menor a la misma comisión de él.” Podría decirse que

en las consideraciones y fallo de la sentencia en cuestión se encuentra plasmada la esencia

de esta frase, y la necesidad de que los postulados de la ley, y su interpretación por parte de

las autoridades judiciales de una nación sean acertados para evitar, a toda costa, la impunidad

de quienes han ofendido y desafiado la ley por medio de la comisión de un delito.

Posición Crítica
Para exponer mi posición crítica y responder también al problema jurídico planteado en este

análisis, debo decir que ha llamado mi atención en la lectura de los documentos, cuan

subjetivas y variadas pueden ser las interpretaciones de una ley y sus postulados, y aún más

de los hechos que enmarcan un caso objeto de estudio por parte de la administración de

justicia, esto teniendo en cuenta, el texto propio consagrado en la ley, para le caso, el Código

penal colombiano, la postura del Ministerio Público por medio de su delegada, las diferentes

teorías desarrolladas en la doctrina, la posición de la Sala de Casación Penal de la Corte

Suprema de Justicia, y a la vez, las diferentes posturas y argumentos de los magistrados que

salvaron o aclararon su voto en esta providencia; lo anterior, evidencia cuan múltiples y

subjetivas, me atrevería a decir, pueden ser las interpretaciones de la ley y cómo esto puede

influir de manera positiva o negativa en las decisiones que se tomen en medio de los juicios

que se llevan a cabo por parte de la administración de justicia, poniendo en riesgo, en

determinados casos, la salvaguarda de los bienes jurídicos que se tiene la obligación de

proteger, dejando en la impunidad delitos cometidos, bien sea por un equivoca imputación o

interpretación de los postulados del legislador, o en algunos casos, como expone Beccaria,

por los beneficios que se dan a los infractores de la ley a cambio de “colaborar” con la justicia.

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