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La hipertensión arterial es una patología crónica en la que los vasos sanguíneos tienen una
tensión persistentemente alta (una presión arterial sistólica por encima de 140 mmHg y
una presión arterial diastólica por encima de 90 mmHg), lo que puede causar daños, y
consecuentemente generar otras patologías cardiovasculares más graves. Para este tipo
de patología se usan los fármacos conocidos como “antihipertensivos”. Son fármacos que
por medio de distintos mecanismos regulan la presión arterial, están conformados por 5
grupos conocidos como: Diuréticos, Bloqueadores beta-adrenérgicos, inhibidores de la
enzima convertidora de angiotensina (IECA), antagonista de los receptores ARA-II y
bloqueadores de canales de calcio.
Los betabloqueantes son más eficaces para tratar la hipertensión en pacientes de raza
blanca y más en los pacientes jóvenes, ya que tienen menos probabilidad de presentar
complicaciones asociadas al uso de este fármaco, a su vez estos son usados para tratar
ciertos procesos que pueden coexistir con la hipertensión como la taquirritmia
supraventricular, el IAM, angina de pecho, IC y la cefalea migrañosa. Son generalmente
activos por VO, pero el propanolol tiene un metabolismo de primer paso hepático amplio
y muy variable por lo tanto pueden transcurrir carias semanas para que aparezcan todos
sus efectos. Los antagonistas adrenérgicos β pueden causar bradicardia, efectos sobre el
SNC, como fatiga, somnolencia, insomnio, puede provocar hipotensión y también pueden
disminuir la libido causando impotencia; pueden alterar el metabolismo de los lípidos y un
efecto adverso muy importante es que la retirada brusca de estos fármacos puede inducir
angina de pecho, IAM o incluso muerte súbita, en pacientes con cardiopatía isquémica;
debido a esto se recomienda la reducción gradual de las dosis.
Los IECA, como el enalapril o el lisinopril, se recomiendan cuando están contraindicados o
son ineficaces los fármacos de primera elección (diuréticos o antagonistas adrenérgicos β).
Disminuyen la presión arterial a través de la reducción de la resistencia vascular periférica,
sin aumentar de modo reflejo el gasto, la frecuencia o la contractibilidad del corazón.
Estos fármacos bloquean la ECA, enzima que disocia la angiotensina I para formar la
potente vasoconstrictora angiotensina II, al reducir los niveles de angiotensina II y
aumentar los niveles de bradicina, generan una potente vasodilatación, de igual manera
también disminuye la secreción de aldosterona, y con ello disminuye la retención de sodio
y agua. Los IECA son más eficaces en los pacientes de raza blanca y en los jóvenes, sin
embargo, cuando se combinan con un diurético, su eficacia es similar en los hipertensos
de ambas razas.
Los diuréticos pueden utilizarse como tratamiento de primera elección para la HTA, a
menos que existan motivos imperativos para elegir otra clase de fármacos. El tratamiento
con diuréticos a dosis bajas es seguro, barato y eficaz para prevenir el ictus, infarto de
miocardio y la insuficiencia cardiaca congestiva. Datos recientes sugieren que los
diuréticos son superiores a los antagonistas beta adrenérgicos para el tratamiento de la
hipertensión en los adultos de edad más avanzada. Existen 3 subgrupos de diuréticos:
diuréticos tiazídicos, diuréticos del asa y diuréticos ahorradores de potasio.
Ahora para continuar con los otros grupos de Los antagonistas de los receptores de la
angiotensina II (ARA) son una alternativa a los IECA, bloqueando los receptores AT1. El
losartán es el prototipo de los ARA, sus efectos farmacológicos son similares a los que
producen los IECA, es decir, dilatación arteriolar y venosa, y bloqueo de la secreción de
aldosterona, con disminución de la presión arterial y la retención de hidrolasina. Los ARA
no aumentan los niveles de bradicina, en cambio, disminuyen la nefrotoxicidad de la
diabetes, lo cual hace que su empleo sea apropiado en los diabéticos hipertensos. Sus
efectos adversos son similares a los de los IECA y al igual que los IECA son fetotóxicos.
La clase III bloquea los canales de potasio, redirigiendo así la corriente de salida de este
ion durante la repolarización de las células cardiacas; estos fármacos prolongan la
duración del potencial de acción sin alterar la fase 0 de despolarización ni el potencial en
reposo transmembrana. En cambio, prolongan el periodo refractario efectivo. Todos los
fármacos pertenecientes a esta clase (amiodarona, sotalol) pueden inducir arritmias.
Por último, la clase IV perteneciente a los fármacos antiarritmicos son los bloqueadores de
canales de calcio, que como conocemos están conformados por el verapamilo y diltiazem.
Ellos disminuyen la corriente de la entrada vehiculada de calcio y enlentecen la fase 4 de
despolarización espontanea. También ralentizan el transporte en los tejidos dependientes
de las corrientes de calcio, como el nódulo AV. El principal efecto de estos fármacos
bloqueadores de estos canales se produce sobre el musculo liso vascular y el corazón. A
diferencia de los bloqueadores de canales de sodio; los antagonistas adrenérgicos β y los
bloqueadores de canales de calcio, se están utilizando con una frecuencia creciente en la
actualidad.