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RESUMEN: Estudio en el que se analiza la expresión literaria del deseo amoroso masculino en
las primeras manifestaciones de la literatura peninsular. Esta apuesta se centra en un revisionismo
analítico textual capaz de alejarse conscientemente del inmovilismo que domina los estudios
medievalistas gallegos, preocupados por los aspectos lingüísticos y no por el estudio de unos
documentos eminentemente literarios y, como tales, redactados según un programa artístico deu-
dor de la misma energía creativa que cualquier otra obra de arte. El texto literario es, pues, la
precisa voluntad de un deseo expresamente conectado con la sociedad de donde nace. Sociedad
y cultura, y en este caso deseo masculino y objeto femenino, son el haz y el envés de una red
de opuestos que no vienen a reflejar más que la densidad de un deseo sexual hecho carne a
través de la racionalización del amor, sólo que aquí en su vertiente artística.
ABSTRACT: This essay analyses the literary expression of the loving wish masculine in the
first demonstrations of the Iberian Literature. This bet center in a revisionism analytical textual
able of to escape consciously of the inmovilism that dominates the studies of the Galician
Medievalism, worried by the linguistic appearances and no by the study of a literary document
and, so, redacted according to an artistic programme debtor of the same energy creative that
any other work of art. The literary text is, then, the precise willpower of an expressly connected
desire with the society of that which is born. Society and Culture, and in this case masculine
desire and feminine object, are the do and the reverse of a network of opposites that they do
not come to reflect more than the density of a sexual desire made meat via the rationalisation
of the love, just that here in its artistic aspect.
Key words: Galician medieval literature, didactics of the literature, literary criticism.
342 Amor y deseo masculino en las primeras manifestaciones líricas peninsulares
1. En 1166, a la muerte de Raimon Berenguer III, esposo de la condesa de Provence Dolça de Gévaudan,
hereda ambas coronas su primo Alfons, II de Aragón y I de Barcelona, conocido como Alfons de Provença,
el Cast o el Trobador, quien tras sus títulos de conde y rey asumió la soberanía de Provence con título de
marqués. Gracias a ello, como certeramente ha señalado el profesor Alemany (1996-1997: 351),
Como ha expuesto el conde de Casa Dávalos, será el interés por la moda del provenzalismo el culpable
de la vinculación lingüística del espacio catalán con la próxima Provence gala: hasta el siglo xv, gracias al
empeño de Ausiàs March, la literatura catalana no comenzará a expresarse en su vehículo lingüístico propio,
un catalán libre al fin de provenzalismos (Riquer 1964: 21-29).
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extraño si consideramos cómo, procedente del gran foco provenzal, la lírica del amour
courtois se extendió por el vecino núcleo catalán un siglo después de haberse organiza-
do.2 Se trata, pues, como veremos para la otra gran lírica medieval peninsular, de un
asunto emanado del sincretismo más respetuoso con una corriente por entonces más
que novedosa, una actividad que, no en vano, se planteaba como uno de los elementos
más activos de transformación de la misma sociedad del Medievo (Izquierdo 1998).
Algo muy distinto ocurre con otra de las naciones ibéricas, Galiza, ya constituida
en reino desde antes de la propia caída del Imperio Romano. Allí, donde asistimos a
la creación de la primera potencia territorial monárquica de Europa,3 se produjo una de
las primeras derivaciones lingüísticas del latín, un primigenio galaico que habría de ser
la madre de, además del gallego y del portugués, del propio castellano, el idioma que
a partir del siglo xv el imperialismo hispánico conseguirá asentar como lengua de un
estado capaz de fagocitar a la mayor parte de las entidades territoriales que brillaron en
la Península Ibérica. No es nada extraño, pues, que en este medio y en aquel espacio, se
procediese a elaborar una de las primeras —si no la primera— manifestaciones artísticas
literarias de la Edad Media (Pardo de Neyra 2010), que acabará siendo conocida, en
la literatura gallega y curiosamente gracias a un castellano, el I marqués de Santillana,
Íñigo López de Mendoza, como o trobadorismo galego-portugués.
En efecto, debemos a Íñigo Santillana, señor de Hita y Buitrago y I conde del Real
de Manzanares, el marbete lírica gallego-portuguesa que en nada refleja la realidad.
Aunque el noble castellano hubiese expuesto en su Prohemio e Carta a D. Pero de Avis,
condestable de Portugal, que, de haber consolidado su posición en el Compromiso de
Caspe, hubiera podido reinar en Aragón, Catalunya y València:
no(n) ha mucho tie(n)po qualesquier dezidores o trobadores destas partes, agora fuessen
castellanos andaluses o de la Estremadura, todas sus obras conponían en lengua gallega
o portuguesa, e aún destes es çierto resçebimos los nombres del arte, asý com(m)o
maestría mayor e menor, encadenados, lexaprén e maniobre (Santillana 1990: 60);4
2. En cuanto a la conocida como Escola Siciliana, solemos afirmar que fue en 1230, en la corte del
emperador y poeta Federico II di Svevia (de la casa Hohenstaufen) —primo hermano de la madre del rey
y poeta Afonso VII (si seguimos, claro, la cronología de reyes de Galiza), posteriormente conocido como
Alfonso X el Sabio (pues en realidad, hasta Alfonso VII el Emperador, Afonso V de Galiza, todos los reyes
deben considerarse únicamente como reyes gallegos)— y gracias al elemento suevo-normando, cuando
se importó la lírica cortés provenzal adaptándola a la lengua italiana, originando en el siglo xiii lo que
conocemos como Dolce Stil Nuovo. En ambos mundos líricos, el tratamiento de la mujer objeto del amor
masculino —sus principales eje y temática— se dirige más por el camino del platonismo, rechazando el
erotismo más evidente y colorista del provenzalismo literario.
3. Según el historiador galaico Idatius, “prouinciæ Gallaeciæ natus in Lemica ciuitate”, obispo de Aquæ
Flaviæ, su primer monarca es Hermericus, que comienza su mandato en 409 estableciendo un foedus con
el emperador romano Honorius (Idacio 1974: 23 y 47-48). Ermerico sería abuelo de Rechiarius, el primer
caudillo europeo en acuñar moneda propia, a quien se debe la conversión del regnum suevorum, hasta
entonces arriano, al catolicismo (Salazar de Mendoza 1770: 94). Galiza, por tanto, es el primer reino de
Europa en organizarse públicamente alrededor de la fe cristiana católica (López Carreira 2005).
4. No hay nada más significativo que considerar a quien van dirigidas las palabras de Íñigo Santillana,
no en vano a un miembro de la casa reinante por entonces en Portugal, la dinastía joanina, que era hijo de
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un infante y regente lusitano (y nieto a su vez de D. João I o de Boa Memória, fundador de la nueva casa
reinante) y, por ello, criado en un ambiente portugués-hablante.
Y como también sucedió con etiquetas tales como Siglo de Oro en la literatura española (consagrada
por el hispanista norteamericano prof. Ticknor a finales del siglo xix) o Xeración Nós y Séculos Escuros
en la gallega (ambas debidas al prof. Carvalho Calero), la de lírica gallego-portuguesa, incluso literatura
medieval galaico-portuguesa, condenadas a reinar gracias al visado de una tradición asentada en una simple
repetición sin acompañamiento de ningún tipo de reflexión previa, se origina en las palabras del marqués
y conde castellano, bajo cuya voluntad no se encontraba otra cosa que referir que la labor de los poetas
ya súbditos de los reyes leonés-castellanos (con lo cual bien podríamos obviar la de los que situamos en
tiempos del reino gallego) se vinculaba lingüísticamente a los idiomas gallego y portugués, algo que, juzgo,
bien emana de la importancia del gallego como lengua del reino referido (idioma en que nace la lírica que
andando el tiempo se continuará en tierras de los reinos de Portugal y León-Castilla), bien a la del portugués
como la de la monarquía que más se preocupó por proclamar su deuda cultural con la actividad trovadoresca
precedente. Con todo, representa un error histórico de un calibre desmedido señalar que la poesía gallega del
siglo xii y buena parte de la del xiii fuese escrita en gallego-portugués, un idioma por entonces inexistente.
Simplemente, lo cual no es poco, Galiza y Portugal comparten una misma lírica en tiempos del reino gallego
y, posteriormente, cuando Portugal pasa a constituirse en reino independiente y Galiza pierde su hegemonía
a favor de los centros leonés-castellanos, será Portugal el encargado de continuarla, revitalizarla, compilarla
y adaptarla a sus intereses lingüístico-imperialistas (de los tres cancioneiros que conservamos, sólo el de
Ajuda se trata de un documento original, en la medida que fue organizado a finales del siglo xiii o comienzos
del xiv; el de la Biblioteca Nacional de Lisboa y el de la Biblioteca Vaticana, ambos organizados por el
secretario de León X Angelo Colocci en el siglo xvi, y responden, parece ser, a una compilación mandada
realizar por el conde de Barzelos, bastardo del rey trovador D. Dinis, a comienzos del siglo xiv). En un
sentido parcialmente relacionado con esta dimensión, aunque no comparto plenamente los argumentos que
consideran la existencia de un espacio lingüístico gallego-portugués, por más que en ciertas Gramáticas
Históricas se insista en tal extremo, resulta interesante la visión del prof. Gutiérrez García, para quien la
continuidad cultural entre Galiza y Portugal, claro está, es algo que se localiza “al menos en los siglos xiii
y xiv” (Gutiérrez García 2007: 245). Y, por supuesto, esta continuidad o bien aquella pereza a que aludía
anteriormente, puede que mezclada con la ignorancia —y quizás adobada con una mala interpretación de las
consideraciones que apunta Santillana— , es la que, en mi opinión, ha producido la emisión de barbaridades
como que en el siglo xiv es cuándo se separan el idioma gallego y el portugués, pues antes pertenecían
a un imaginario “tronco común medieval gallego-portugués” capaz de “dar origen” a unas lenguas con
una trayectoria literaria definida y propia centenaria, de las que, una de ellas mucho antes que la otra, en
buena lógica fue usada tanto para la vida cotidiana y doméstica como para la pública y administrativa de
un reino que en el siglo xiv, insisto, contaba con un milenio de existencia (Carrasco González 1996: 140).
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de la constitución de la Escuela, que para el prof. Tavani, como para mí, debe llevarse
por lo menos cien años antes de lo acostumbrado (Tavani 2004).
Con todo, la pereza y un tradicionalismo mal entendido quizás sean los culpables de
que continuemos hablando de una Escuela Gallego-Portuguesa, una tamaña y aún tan
extendida inexactitud que todavía hoy se sigue, sin casi ningún tipo de peros, aunque ello
implique, como lo hace, considerar o hablar de una forma de organización socio-política
soberana adelantándose a su propia creación:5 por supuesto, a comienzos del siglo xii,
como unidad política y coercitiva,6 Portugal no existía; y es más, todavía tardará en
perfilarse como un reino aparte en la cosmología de monarquías europeas. Buen ejemplo
de ello lo constituye el caso del profesor García Pradas, para quien hace poco más de
un lustro, el trovadorismo provenzal, tras su nacimiento, en el siglo xii se extenderá
“rápidamente por todo el país galo, así como por tierras españolas y portuguesas [sic]”
(García Pradas 2004: 123). Evidentemente, en el siglo xii el provenzalismo literario no
podía extenderse por lugares o espacios inexistentes, y ni Portugal ni España existían
como tales identidades territoriales; no lo harán hasta mucho más tarde.7
Pero como la voluntad globalizadora e imperialista del ser humano se extiende por
todas sus manifestaciones, la literatura medieval gallega (olim gallego-portuguesa) no
sólo se ha visto recorrida por tales intereses unificadores muy paralelos a un espíritu
característicamente español empeñado en la consolidación de un españolismo feroz y
fagocitador de cualquier realidad que proclame algo diferente. Es, opino, una de las
cuestiones clave de la Didáctica de la Literatura demostrar, en aras de la verdad y
abanderando la interdisciplinariedad más integral, que la revisión de la periodología
literaria va más allá del simple establecimiento de compartimentos temporales o ge-
neracionales para incardinar lo que fue, en este caso la lírica medieval gallega, en la
verdadera dimensión que le corresponde. Y, por supuesto, para cualquier didacta, la
ecdótica ha de resultar una de las armas de mayor efectividad a la hora de conjuntar
periodología con textos.8 Sólo de esta conjunción emanará la verdadera Enseñanza de
5. Pese a que en 1139 Afonso Henriques o conquistador se proclama rey de un territorio aún adscrito
políticamente al reino gallego y que él ampliará a partir del condado ya detentado por su madre Dª Tereija
(después de unas graves desavenencias bélicas, en 1143, por el Tratado de Zamora, los dos Afonsos, el Hen-
riques —Afonso I de Portugal— y el Raimundes —éste Afonso V de Galiza—, entre ellos primos-hermanos
directos, firman la paz reorganizando la propiedad y soberanía efectiva de los terrenos que el primero
proclamaba como suyos), la verdadera soberanía del reino de Portugal no se hará efectiva hasta 1179, que
es cuando el Papa Alejandro III, que en tales alturas tenía poder para ello, se la reconoce: por supuesto, en
aquel acto el ya monarca luso se comprometía a considerarse vasallo del Papado y a pagarle un censo anual.
6. Como después lo serán los Estados, formas de las que no podemos hablar en términos políticos
hasta los criterios de Maquiavelo, un reino es una comunidad humana, asentada de manera permanente en
el territorio que le corresponde, sujeta a un poder soberano que crea, define y aplica un orden jurídico que
estructura la sociedad para obtener el bien público temporal de sus componentes.
7. El estudio de la realidad histórica nos asegura que, en la Península Ibérica, la extensión del lirismo
provenzal se efectuó en tierras del condado de Barcelona (en la actual nación catalana) y en las del reino
gallego (un espacio que en la actualidad forma parte de naciones como Galiza, España y Portugal).
8. Tras la salida de Martin de Padrozelos, o primeiro trobador da lírica galego-portuguesa? (cfr. Pardo
de Neyra 2005), miembros del Grupo Universitario de Investigación de Lingüística Histórica e de Ecdóti-
ca (GUILHADE) de la Universidade da Coruña decidieron publicar unas normas de edición de los textos
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la Literatura; y de nada sirve reformular mínimamente los períodos o los grupos hu-
manos literarios si se siguen cometiendo las mismas aberraciones histórico-filológicas
que la crítica literaria medievalista ha cometido y aún continúa cometiendo. Se trata,
pues, de un atentado contra la verdad. Un atentado como el cometido recientemente
por Henrique Monteagudo Romero, responsable de un texto donde todavía parecen
vivir unos inexistentes reyes de León y Castilla —algo que, desde las contribuciones
del profesor López Carreira, está (eso debiera) plenamente superado; y eso sin aludir
a la renacentista visión de Aponte (Ayerbe 1904: 21-22, n. 1)— y donde se analiza el
foro de O Burgo de Caldelas (1228) destacándolo como el primer documento notarial
redactado en idioma gallego otorgado por Alfonso IX 9 (Monteagudo Romero 2009).
En fin, dos de las ideas que deberían estar desterradas ya de los estudios universitarios
pero que el tradicionalismo y el reaccionarismo españolistas más virulentos también
se empeñan en recordar insistentemente.
2. Hombre, mujer y deseo masculino: los tres vértices del triángulo amoroso del
medievalismo literario europeo. Aproximación a un didactismo originado en la.
historia de una subestimación
Como ha señalado el prof. Eco (1989: 66), “o século xiii chega a fundar uma
concepção da beleza com bases hilemórficas, arrastrando nesta visão as teorias do
belo físico e metafísico, elaboradas pelas estéticas da proporção e da luz”. Nada, pues,
podría entenderse del organizado mundo de la Edad Media europea si no tenemos en
consideración un simbolismo que hace que todas las cosas corrientes poseen un sig-
literarios medievales gallegos —allí, claro está, gallego-portugueses— en las que se seguían unos criterios
basados en un tradicionalismo empeñado en considerar la existencia de un vehículo lingüístico que nunca
existió, pues como es sabido, Portugal, en el proyecto de apropiación de este corpus literario, basculó el
fiel de la balanza hacia su propio idioma (Ferreiro / Martínez Pereiro / Tato Fontaíña 2007; 2008). Y como
ya he manifestado, es imposible que la lengua en que fueron redactadas las composiciones líricas gallegas
medievales fuese la misma para Martin de Padrozelos, trovador gallego de comienzos del siglo xii, o, por
caso, para D. Denis, rey portugués fallecido en 1325.
9. Sólo con acercarnos a parte de los fondos que el Archivo Histórico Nacional de Madrid custodia
entre los muchísimos procedentes de los tumbos cenobiales de Galiza comprobaremos cómo el idioma
gallego se utilizaba tabeliónicamente desde mucho antes de la fecha apuntada por Monteagudo Romero
para el pergamino ourensano. Por poner un ejemplo, en las carpetas de la Secc. “Clero” del Monasterio de
Samos —especialmente las 1241-1253— la presencia del vehículo lingüístico gallego nos sitúa en tiempos
anteriores a ese 1228. Nada extraño si tenemos en cuenta cómo las entidades de poder necesarias a una
maquinaria monárquica como la gallega se hubieron de valer tanto de la lengua latina como de la verná-
cula para conseguir proyectar sus intereses. Y además, en 1228 el reino de Galiza (cuya silla real ocupaba
Afonso, el sexto de los Afonsos que ciñó el cetro gallego: pues el Alfonso VIII oficial nunca fue rey de
Galiza, Asturies y León, sino únicamente de Castilla) contaba con una historia de más de ochocientos años.
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nificado más profundo. El individuo medieval, por tanto, vivía en un mundo habitado
por significaciones, sobre-sentidos, manifestaciones divinas y reenvíos, esto es, una
natureza que falava continuamente numa linguagem heráldica, em que um leão não
era só um leão, uma noz não era só uma noz, um hipogrifo era real como um leão
porque tal como este era signo, existencialmente negligenciável, de uma verdade
superior (Eco 1989: 67).
10. Existe un interesante trabajo de Mª Cruz Muriel Tapia (1991) donde se analiza el antifeminismo
de la literatura medieval castellana.
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se foran fraguando durante un longo proceso) que permitían a relación cortés entre
o trobador e unha dama casada, real, aínda que idealizada en moitos casos […] de
ahí que a Cantiga d’amor perdese aquí expresividade e orixinalidade e tendese a
estereotiparse (Arias Freixedo 1993: 13).
11. Las propias realidades de ambos espacios geográficos nos deben aconsejar tener en cuenta que
Provence se trata, en aquella altura, de un condado languedociano firmemente amparado por las prácticas
del feudalismo (de las que propiamente es espejo la simbología amorosa que domina en la cansó occita-
na); y que en Galiza no se dieron tales prácticas. La verdadera señora de Galiza, como reducto más que
elocuente del catolicismo europeo, no era otra que la Iglesia, encargada de gestionar su propiedad a través
de contratos enfitéuticos muy aproximados con los intereses del feudalismo europeo, lo cual no nos permite
asegurar que en este reino se haya organizado un feudalismo como el que entre los siglos ix y xv caracterizó
la sociedad y la economía de la Europa Occidental, especialmente en la geografía de las actuales Francia,
Oeste de Alemania y N. de Italia.
12. Debemos, principalmente, a D. Ramón Menéndez Pidal, Gaston Paris y Dª Carolina Michaëlis de
Vasconcelos la mayor parte de los criterios que aún perviven en el estudio de la poética medieval peninsu-
lar, y muchas veces sin recordar que sus visiones, sobre todo las de los dos primeros, se relacionan con la
puesta en práctica de una Filología elaborada alrededor de un proyecto nacional.
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2.2. Mujer y deseo en las primeras muestras del trovadorismo gallego. Didáctica y
comparatismo literario a la lumbre del dominio simbólico del ‘amante de mujeres’
gallega pervive con una intensidad tal que, no en vano, en el género de escarnho e de
mal-dizer encontramos numerosas imágenes de sexo explícito, bien entre un hombre
y una mujer, bien entre dos hombres. El caso de la Escola Catalana es diferente, pues
aun cuando la bona cansó se preocupa por la exaltación de la mujer como un objeto
de deseo masculino y en la mala cansó se producen las quejas de amor de quien no
se ve correspondido nunca, no rastreamos ninguna simbología sexual explícita (lo
cual no sucede en el cuerpo narrativo, en éste en clave de realismo grotesco), con lo
que la imaginería de la mujer pervive en una mentalidad masculina que esconde su
verdadero deseo.
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