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Ficha de Trabajo de Sesión Área: COMUNICACIÓN

CICLO DE APRENDIZAJE: EXPLORAR Y EXPLICAR – MAESTRO FACILITADOR

Siglo XV. Prerrenacimiento.


El siglo XV, tan convulso en lo político, resultó ser un tiempo de febril actividad
literaria. Es un periodo de transición en el que se produce la definitiva maduración
de las formas tardomedievales y la asimilación de las nuevas ideas y modelos que
creó el Humanismo italiano, inspirándose en la antigüedad grecorromana.

El hecho lingüístico más notable de este siglo es la aproximación de los dialectos


romances de la península, a lo que contribuyó de manera significativa la
castellanización del Reino de Aragón trás la unión de los Reyes Católicos.
Curiosamente, esta expansión del castellano coincidió con el auge de la literatura
en lengua catalana, por obra de grandes poetas como el valenciano Ausias
March.

Al acabar el siglo, la lengua está ya en un proceso de fijación y expansión. En


1942 Antonio de Nebrija imprime la primera Gramática de la lengua Castellana.

El Humanismo trae a España algunos conceptos y actitudes que estaban


triunfando en Italia desde el siglo anterior. La clave de esta corriente consiste ,
como es bien sabido, en el descubrimiento del mundo clásico. Este
descubrimiento no implica identificación ni asimilación.

El mecenazgo se convierte en práctica común en este periodo.

El hecho cultural más significativo del siglo XV castellano es el acceso de los


laicos a las letras.La invención de la imprenta de tipos móviles por Johannes
Gutenberg en 1455 modificó radicalmente el mundo de la cultura, permitiendo una
mayor difusión de los textos y escapando el control de la edición y difusión de los
textos al ámbito de la Iglesia, que hasta entonces detentaba la exclusividad de la
copia de originales, con la consiguiente censura según sus intereses. A pesar de
los esfuerzos por mantener en secreto esta técnica, la imprenta se difundió
rápidamente por Europa. A España llegó en los primeros años de la década de
1470.

En esta etapa surgen nuevos géneros prosísticos y se desarrollan otros ya


conocidos. Hay multitud de escritos, tanto en latín como en castellano, de tema
histórico, político, religiosos…, en su mayoría anónimos. Los libros de historia
adquieren un auge extraordinario. Novedad esencial es la visión individual del ser
humano, frente a la visión colectiva que prevalecía hasta entonces. Este interés
derivará en la creación de un nuevo género: la biografía.

Todavía sigue viva la tradición cuentística que arranca del siglo XIII, alimentada
por fuentes orientales, clásicas y latinomedievales. En los primeros años del siglo
XIV aparece un libro, la refundición del primitivo Amadís de Gaula, que tendrá un
influjo decisivo en el esplendor que alcanzará el género caballeresco a lo largo de
la centuria. Surge, también un nuevo género que se conoce como novela
sentimental.
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Pertenece a esta época el primer teatro castellano que se conserva. Lo mejor del
teatro de este siglo, aparecido en su parte final, es discutible que lo sea y también
resulta revelador que se produzca en el enclave universitario de Salamanca.
Apareció bajo el título de Comedia de Calisto y Melibea, mudó en Tragicomedia
de Calisto y Melibea, pero se conoce como La Celestina, subrayando la
importancia de este personaje secundario.

El siglo se caracteriza por el florecimiento de la poesía cancioneril, por el


desarrollo de los libros de caballerías y por el nacimiento de otras formas
narrativas, como las ficciones sentimentales.

En poesía, además de continuar con las formas heredadas, el primer paso hacia
formas nuevas fue la separación de música y letra, que hasta mediados del siglo
XIV habían ido unidas: esa disociación permitió que hubiera composiciones
poéticas destinadas a la lectura y no al canto, por lo que podían enriquecer su
contenido, alargar su extensión y, sobre todo, buscar distintos niveles de
significación a través del empleo de la alegoría. Surgen, también, distintas
recopilaciones, de poesías ya existentes, en numerosos cancioneros.

La literatura española no es la primera manifestación literaria que se produce en


América: no viene a llenar un vacío, sino a sustituir (o someter) otros sistemas de
símbolos e imágenes culturales considerablemente evolucionados; tal sustitución
es el fenómeno clave de la dependencia cultural que impone el sistema colonial.
Esos sistemas indígenas tuvieron como centros la civilización azteca y la maya,
en la zona mesoamericana, y la quechua, en el corazón de los Andes
sudamericanos. No fueron los únicos, sin embargo, porque hay que recordar lo
que nos han dejado los pueblos guaraníes en el Paraguay, entre otros. Estas
literaturas son parte de las expresiones culturales —arte, arquitectura, música,
danza, etc.— que constituyen la «antigüedad» americana, análogas a las
primeras que aparecieron entre los pueblos de Asia, Medio Oriente y del
Mediterráneo.

En primer lugar, las antiguas culturas americanas carecían en buena medida de


un estatuto que otorgase una específica autonomía estética a las manifestaciones
literarias, como hemos sugerido más arriba, pese a que sus funciones sociales
estaban bien establecidas. Aun en los poquísimos casos en los que podemos
adjudicarlas a autores individuales, no suelen expresar lo privado como tal, sino
como parte de una experiencia común a todos. Están integradas a fenómenos
religiosos, sociales y culturales extremadamente complejos.

El mundo precolombino mantuvo sus expresiones literarias estrechamente ligadas


a las necesidades de la comunidad, definidas e interpretadas por las castas o
clases que ejercían el poder político; las actividades «creadoras» o
«intelectuales» eran también una manifestación de los intereses del Estado. Ésta
es la razón por la cual las literaturas precolombinas son, básicamente, anónimas,
llegando hasta nuestros días un escasísimo número de autores.

No sólo fueron casi siempre anónimas y habitualmente indiferenciadas de otras


funciones rituales o sociales, sino que además fueron ágrafas, como la quechua,
o sólo alcanzaron, como los aztecas, sistemas pictográficos o jeroglíficos de
representación, cuyo exacto sentido todavía sigue intrigándonos. Aun los mayas,
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que, al parecer, llegaron a desarrollar formas incipientes de escritura fonética, no


lograron crear un sistema de representación adecuado a la naturaleza siempre
cambiante del pensamiento humano.   Les faltó, pues, un instrumento esencial —
la escritura fonética como tal—, que podía apartar a la literatura del cauce común
al folclore y a otras prácticas comunitarias.

Siendo numerosos los testimonios literarios que nos dejó el pueblo azteca,
representan sólo una parte de una producción que debió de ser cuantiosa y con
raíces muy antiguas y complejas. Las fuentes fundamentales son los códices
o amoxtli en los que los aztecas, haciendo uso de pictografías, ideogramas y,
después, de su primaria transcripción fonética, dejaron testimonio de un variado
conjunto de cosmogonías, historias, cuentas calendáricas, cantares, doctrinas y
discursos, cuya preservación fue indispensable para mantener viva su cultura.

En la rica cultura maya la literatura más representativa es la historia o crónica


cosmogónica.  El principal interés de este pueblo parece haber sido el de explicar
sus orígenes mediante fábulas, mitos y símbolos y el de dejar el registro de su
historia como una civilización fundadora de un estricto orden social, político y
religioso.

Los incas nos han dejado una gran abundancia de plegarias, letanías, himnos,
poemas o mitos cosmogónicos que revelan su alto sentido religioso y su
concepción de las fuerzas divinas.

Muchísimo menos conocidos que los anteriores, los testimonios literarios que nos
han dejado las tribus llamadas guaraní-tupi demuestran que, sin haber alcanzado
un desarrollo y organización comparables a los de esas culturas, sus mitos,
canciones y otras formas pueden ser tan valiosos y cautivantes.

Entre los autores más significativos podemos señalar:

Alfonso de Cartagena, Alfonso García de Santa María (1386-1456), prosista.

Álvarez Gato, Juan  (-1509), poeta.

Aquiauhtzin (1430?-1490?), poeta.

Aragón, Enrique de  (1384-1434), prosista.

Arcipreste de Talavera, Alfonso Martínez de Toledo (1398-1470), prosista.

Baena, Juan Alfonso de (1375-1434), poeta.

Bernáldez, Andrés  (-1513), cronista.

Brihuega, Bernardo de (1489-?), prosista.

Campos, Alonso de (1450-1499), dramaturgo.

Carrillo de Albornoz, Pedro (siglo XV), cronista.


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Castellví y Vic, Francisco de (-1506), poeta.

Castillo, Hernando del (siglo XV), compilador.

Chacón, Gonzalo (1429 – 1507), cronista.

Córdoba, Martín de (-1476), prosista.

Corral, Pedro del (siglo XV), cronista.

Cota, Rodrigo de (-1498) , poeta.

Díaz de Games, Gutierre (1379-1453), prosista.

El tostado, Alfonso Fernández de Madrigal (1410-1455), prosista.

Enríquez del Castillo, Diego (1443-1503), cronista.

Escavias, Pedro de (1415-1495), cronista.

Escrivá, Joan (siglo XV), poeta.

Fenollar, Bernat (1438-1516), poeta.

Fernández de Heredia, Juan (-1549), dramaturgo.

Fernández de Palencia, Alfonso  (1423-1492), cronista.

Fernández, Lucas (1474-1541), dramaturgo.

Ferrer, Francesc (siglo XV), poeta.

errús, Pedro (1350-1379), poeta.

Flores, Juan de (1464-1503), novelista.

Galba, Martí Joan de (-1490), novelista.

Garci Sánchez de Badajoz (1460-1526), poeta.

García de Resende (siglo XV), poeta.

García de Santa María, Alvar  (muerto en 1460), cronista.

Gómez Manrique (1412-1490), dramaturgo.

González de Clavijo, Ruy (-1412), cronista.

Guillén de Segovia, Pero (1413-1418), poeta.


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Juan de Encina, Juan de Fermoselle (1468-1529), dramaturgo.

Llull, Romeu (sigloXV), poeta.

Lope de Stúñiga o Zuñiga (1415-1465), compilador.

López de Córdoba, Leonor (1363-1412), prosista.

Lucena, Juan de (1430-1506), prosista.

Luna, Álvaro de (1381-1453), prosista.

Manrique, Jorge (1440-1479), poeta.

March, Ausias (1397-1459), poeta.

Marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza (1398-1458), poeta.

Martorell, Joanot (1414-1468), novelista.

Mena, Juan de (1411-1456), poeta.

Mendoza, Íñigo de (1424-1507), poeta.

Montesinos,  Íñigo de (siglo XV), poeta.

Montesinos, Ambrosio de (1445-1513), poeta.

Montoro, Antón de  (1404-1480), poeta. 

Nájera, Esteban de (siglo XV), compilador.

Nebrija, Elio Antonio de (1444-1522), prosista.

Nezahualcóyotl (1402-1472), poeta.

Nucio, Martín (siglo XV), compilador.

Padilla, Juan de  (1468-1522), poeta.

Páez de Rivera (siglo XV), novelista.

Palencia, Alfonso de (1423-1492), cronista.

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