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Breve Introducción a la literatura

CONTENIDO:

1. Literatura
2. Literatura hispanoamericana
3. Gabriel García Márquez
4. Mario Vargas Llosa
5. Julio Cortázar
6. Carlos Fuentes
7. Literatura estadounidense
8. Literatura japonesa
9. Literatura inglesa
10. Literatura rusa
11. Literatura alemana
12. Hermann Hesse
13. Thomas Mann
14. Franz Kafka
15. Heinrich Boll
16. Gunter Grass
17. Literatura francesa
18. Literatura española
19. Literatura italiana
20. Umberto Eco
21. Antonio Gramsci
22. Literatura ecuatoriana
23. Premios Nobel: España y Latinoamericana
24. José Saramago
25. Octavio Paz
26. Bertrand Russell
27. Wole Soyinka
28. Toni Morrison
29. Camilo José Cela
30. Ernest Hemingway
31. Theodor Mommsen
32. William Faulkner
33. Samuel Beckett
34. Gabriela Mistral
35. John Steinbeck
36. Juan Ramón Jiménez
37. Isabel Allende
38. Albert Camus
39. Jean Paúl Sastre
40. Sinclair Lewis

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41. Elías Canetti
42. Pío Baroja
43. Miguel de Unamuno
44. Generación del 98
45. Antonio Machado
46. Miguel Angel Asturias
47. Alejo Carpentier
48. Kawabata Yasunari
49. Yukio Mishima
50. Oé Kenzaburo

Literatura
1 INTRODUCCIÓN

Literatura, término que designa un acto peculiar de la comunicación humana y


que podría definirse, según la palabra latina que le da origen, como arte de
escribir, escritura, alfabeto, gramática, conjunto de obras literarias. Pero
litteratura deriva a su vez del latín litterae, ‘letras, caracteres, escrito, obra
literaria’. El término no apareció en todas las lenguas al mismo tiempo: francés
littérature (1120), italiano letteratura (siglo XIII), inglés literature (1375), alemán
Literatur, portugués y español literatura (siglo XV). Lo que no se puede olvidar
nunca es que es un arte cuyas manifestaciones son las obras literarias, es
decir, “creaciones artísticas expresadas con palabras, aun cuando no se hayan
escrito, sino propagado boca a boca”, según la definición de Rafael Lapesa.
Esta importante aclaración permite considerar como literatura todas las obras
anteriores a la invención de la imprenta y, sobre todo, las que no se han
transmitido por escrito sino oralmente, es decir, el amplio cuerpo del folclore,
los cuentos tradicionales, los chistes y hasta los proverbios que corren en boca
del pueblo.

Este término también se aplica al conjunto de obras escritas de un país


(literatura griega, argentina, catalana); de una época (literatura medieval,
literatura contemporánea); de un estilo o movimiento (literatura romántica,
surrealista, creacionista).

Cualquier texto escrito no es literatura; sólo lo serán aquellos que estén


realizados con arte. Una obra literaria tiene un valor estético en sí misma, que
hace que sea apreciable, valorable o medible en cualquier momento, pero
también está sujeta a los valores estéticos de la época, del lector o del crítico
que determinan lo que está escrito con arte y lo que no. El paso del tiempo es
quien dirime este asunto.

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2 CARACTERÍSTICAS DE LA OBRA LITERARIA

La singularidad de la obra literaria, en comparación con otras manifestaciones


artísticas como una escultura, cuadro o composición musical, es que su
materia prima son las palabras y las letras, es decir, el lenguaje, del que todas
las personas se sirven para expresarse, la mayoría de las veces sin
pretensiones estéticas. Una instancia no es una obra literaria, ni un informe de
una compañía de seguros por muy bien escrito que esté. La razón principal es
que quien o quienes los han escrito no han pretendido realizar una creación
artística. Sin embargo, hay textos técnicos que sí lo son, como el Informe en el
expediente de Ley Agraria, porque su autor, Jovellanos, sí tenía inquietudes
literarias.

Así pues, se suele admitir que para que un texto tenga valor literario debe
reunir las siguientes características: intención del autor en realizar una creación
estética; uso de un lenguaje literario, lo que no significa que tenga que estar
cargado de figuras retóricas o de vocablos cultos y poéticos; validez universal,
esto es, que no vaya dirigida a una sola persona (receptor individual), sino a un
público general y desconocido (receptor universal); destinada a gustar, a
proporcionar un placer estético por encima de consuelo, alegría, información o
formación.

La literatura, entendida como producto elaborado del lenguaje, influye también


en la conciencia que los hablantes tienen de su propia lengua. Recoge los usos
de la calle pero cada escritor, a su vez, mediante su manera singular de
combinar las palabras, de transgredir incluso la sintaxis normativa, estimula
(como otras artes) una nueva percepción del mundo y de los términos que lo
designan; renuncia a los lugares comunes y a los tópicos que transmiten,
precisamente, una visión adocenada y simplista de las relaciones entre los
seres humanos. La literatura, en tal sentido, aun guiándose por sus propias
leyes de composición, no puede desprenderse de los cambios sociales, del
contexto histórico que le ha dado origen ni de las demás áreas del
conocimiento humano.

Tendencias más recientes de la crítica literaria y de la reflexión estética


consideran que no debe aislarse el estudio de una obra literaria de otros
productos que, como los géneros introducidos por los medios de comunicación
de masas (cómic, fotonovela, telenovela, canción popular), aportan datos para
el estudio y la comprensión de un fenómeno que depende de los cambios
sociales y de la revisión permanente de la juicios de valoración artística. El
posmodernismo y, sobre todo, el neobarroco aparecen como nuevas
respuestas o hipótesis destinadas a poner en cuestión el amplio campo
denominado literatura.

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Literatura hispanoamericana
1 INTRODUCCIÓN

Literatura hispanoamericana, literatura de los pueblos de México,


Centroamérica, Sudamérica y el Caribe escrita en lengua española. Su historia,
que comenzó durante el siglo XVI, en la época de la conquista, se puede dividir
a grandes rasgos en cuatro periodos. Durante el periodo colonial fue un simple
apéndice de la que se escribía en España, pero con los movimientos de
independencia que tuvieron lugar a comienzos del siglo XIX entró en un
segundo periodo dominado por temas patrióticos. En la etapa de consolidación
nacional que siguió al periodo anterior, experimentó un enorme auge, hasta
que alcanzó su madurez a partir de la década de 1910, llegando a ocupar un
significativo lugar dentro de la literatura universal. La producción literaria de los
países latinoamericanos forma un conjunto armónico, a pesar de las diferencias
y rasgos propios de cada país. Para la literatura latinoamericana en portugués,
ver Literatura brasileña.

2 PERIODO COLONIAL

Las primeras obras de la literatura latinoamericana pertenecen tanto a la


tradición literaria española como a la de sus colonias de ultramar. Así, los
primeros escritores americanos —como el soldado y poeta español Alonso de
Ercilla y Zúñiga, creador de La Araucana (1569-1589), una epopeya acerca de
la conquista del pueblo araucano de Chile por parte de los españoles— no
habían nacido en el Nuevo Mundo.

Las guerras y la cristianización del recién descubierto continente no crearon un


clima propicio para el cultivo de la poesía lírica y la narrativa, por lo cual la
literatura latinoamericana del siglo XVI sobresale principalmente por sus obras
didácticas en prosa y por las crónicas. Especialmente destacadas en este
terreno resultan la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España
(1632), escrita por el conquistador e historiador español Bernal Díaz del Castillo,
lugarteniente del explorador también español Hernán Cortés, y la historia en
dos partes de los incas de Perú y de la conquista española de este país,
Comentarios reales (1609 y 1617), del historiador peruano Garcilaso de la
Vega, el Inca. Las primeras obras teatrales escritas en Latinoamérica, como
Representación del fin del mundo (1533), sirvieron como vehículo literario para
la conversión de los nativos.

El espíritu del renacimiento español, así como un exacerbado fervor religioso,


resulta evidente en los textos de comienzos del periodo colonial, en el que los
más importantes difusores de la cultura eran los religiosos, entre los que se
encuentran el misionero e historiador dominico Bartolomé de Las Casas, que
vivió en Santo Domingo y en otras colonias del Caribe; el autor teatral Hernán
González de Eslava, que trabajó en México, y el poeta épico peruano, aunque
nacido en España, Diego de Hojeda.

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México (actualmente Ciudad de México) y Lima, las capitales de los virreinatos
de Nueva España y Perú, respectivamente, se convirtieron en los centros de
toda la actividad intelectual del siglo XVII, y la vida en ellas, una espléndida
réplica de la de España, se impregnó de erudición, ceremonia y artificialidad.
Los criollos superaron a menudo a los españoles en cuanto a la asimilación del
estilo barroco predominante en Europa. Esta aceptación quedó de manifiesto,
en el terreno de la literatura, por la popularidad de las obras del dramaturgo
español Pedro Calderón de la Barca y las del poeta, también español, Luis de
Góngora, así como en la producción literaria local. El más destacado de los
poetas del siglo XVII en Latinoamérica fue la monja mexicana Juana Inés de la
Cruz, que escribió obras de teatro en verso, de carácter tanto religioso —por
ejemplo, el auto sacramentalEl Divino Narciso (1688)— como profano. Escribió
asimismo poemas en defensa de las mujeres y obras autobiográficas en prosa
acerca de sus variados intereses. La mezcla de sátira y realidad que dominaba
la literatura española llegó también al Nuevo Mundo, y allí aparecieron, entre
otras obras, la colección satírica Diente del Parnaso, del poeta peruano Juan
del Valle Caviedes, y la novela Infortunios de Alonso Ramírez (1690), del
humanista y poeta mexicano Carlos Sigüenza y Góngora.

En España, la casa Borbón sustituyó a la Habsburgo a comienzos del siglo


XVIII. Este acontecimiento abrió las colonias, con o sin sanción oficial, a las
influencias procedentes de Francia, influencias que quedaron de manifiesto en
la amplia aceptación del neoclasicismo francés y, durante la última parte del
siglo, en la extensión de las doctrinas de la ilustración. Así, el dramaturgo
peruano Peralta Barnuevo adaptó obras teatrales francesas, mientras que otros
escritores, como el ecuatoriano Francisco Eugenio de Santa Cruz y el
colombiano Antonio Nariño, contribuyeron a la difusión de las ideas
revolucionarias francesas hacia finales del siglo.

Durante esta segunda época, surgieron nuevos centros literarios. Quito en


Ecuador, Bogotá en Colombia y Caracas en Venezuela, en el norte del
continente, y, más adelante, Buenos Aires, en el sur, comenzaron a superar a
las antiguas capitales de los virreinatos como centros de cultura y creación y
edición literarias. Los contactos con el mundo de habla no hispana se hicieron
cada vez más frecuentes y el monopolio intelectual de España comenzó a
decaer.

3 EL PERIODO DE INDEPENDENCIA

El periodo de la lucha por la independencia ocasionó un denso flujo de escritos


patrióticos, especialmente en el terreno de la poesía. La narrativa, censurada
hasta el momento por la corona de España, comenzó a cultivarse y, en 1816,
apareció la primera novela escrita en Latinoamérica, El Periquillo Sarniento, del
escritor y periodista mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi. En ella, las
aventuras de su protagonista enmarcan numerosas vistas panorámicas de la
vida colonial, que contienen veladas críticas a la sociedad. La literatura y la
política estuvieron íntimamente relacionadas durante este periodo en que los
escritores asumieron actitudes similares a las de los tribunos republicanos de la

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antigua Roma. Desde sus inicios dan claras muestras de su preocupación por
destacar los aspectos costumbristas de la realidad, así como de su interés por
los problemas de la crítica social y moral. El poeta y cabecilla político
ecuatoriano José Joaquín Olmedo alabó al líder revolucionario Simón Bolívar
en su poema ‘Victoria de Junín’ (1825), mientras que el poeta, crítico y erudito
venezolano Andrés Bello ensalzó los paisajes tropicales en la silva A la
agricultura de la zona tórrida (1826), similar a la poesía bucólica del poeta
clásico romano Virgilio. El poeta cubano José María Heredia se anticipó al
romanticismo en poemas como Al Niágara (1824), escrito durante su exilio en
los Estados Unidos. Hacia ese mismo año, en el sur, comenzó a surgir una
poesía popular anónima, de naturaleza política, entre los gauchos de la región
de La Plata.

4 PERIODO DE CONSOLIDACIÓN

Durante el periodo de consolidación que siguió al anterior, las nuevas


repúblicas tendieron a dirigir su mirada hacia Francia aún más que hacia
España, aunque con nuevos intereses regionalistas. Las formas neoclásicas
del siglo XVIII dejaron paso al romanticismo, que dominó el panorama cultural
de Latinoamérica durante casi medio siglo a partir de sus inicios en la década
de 1830. Argentina entró en contacto con el romanticismo franco-europeo de la
mano de Esteban Echeverría y, junto con México, se convirtió en el principal
difusor del nuevo movimiento. Al mismo tiempo, la tradición realista hispana
halló continuación a través de las obras llamadas costumbristas (que contenían
retratos de las costumbres locales).

La consolidación económica y política y las luchas de la época influyeron en la


obra de numerosos escritores. Muy destacable fue la denominada generación
romántica argentina en el exilio de oponentes al régimen (1829-1852) del
dictador Juan Manuel de Rosas. Este grupo, muy influyente también en Chile y
Uruguay, contaba (además de con Echeverría) con José Mármol, autor de una
novela clandestina, Amalia (1851), y con el educador (más adelante presidente
de Argentina) Domingo Faustino Sarmiento, en cuyo estudio biográfico-social
Facundo, civilización y barbarie (1845) sostenía que el problema básico de
Latinoamérica era la gran diferencia existente entre su estado primitivo y las
influencias europeas.

En Argentina, las canciones de los bardos gauchos fueron dejando paso a las
creaciones de poetas cultos como Hilario Ascasubi y José Hernández que
usaron temas populares para crear una nueva poesía gauchesca. El Martín
Fierro (1872) de Hernández, en el que narra la difícil adaptación de su
protagonista a la civilización, se convirtió en un clásico nacional, y los temas
relacionados con los gauchos pasaron al teatro y a la narrativa de Argentina,
Uruguay y el sur de Brasil.

La poesía en otras zonas del continente tuvo un carácter menos regionalista, a


pesar de que el romanticismo continuó dominando el ambiente cultural de la
época. Los poetas más destacados de esos años fueron la cubana Gertrudis

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Gómez de Avellaneda, autora también de novelas, y el uruguayo Juan Zorrilla
de San Martín, cuya obra narrativa Tabaré (iniciada en 1876 y publicada en
1888) presagió el simbolismo.

La novela progresó notablemente en este periodo. Así, el chileno Alberto Blest


Gana llevó a cabo la transición entre el romanticismo y el realismo al describir
la sociedad chilena con técnicas heredadas del escritor francés Honoré de
Balzac en su Martín Rivas (1862). Escribió la mejor novela histórica de la época,
Durante la reconquista (1897). Por otro lado, María (1867), un cuento lírico
sobre un amor marcado por un destino aciago en una vieja plantación, escrito
por el colombiano Jorge Isaacs, está considerada como la obra maestra de las
novelas hispanoamericanas del romanticismo. En Ecuador, Juan León Mera
idealizó a los indígenas de América al situar en la jungla su novela Cumandá o
un drama entre salvajes (1879). En México el más destacado de los realistas
románticos fue Ignacio Altamirano, en la misma época en que José Martiniano
Alencar inició el género regional con sus novelas poemáticas e indianistas
románticas (cuentos de amor entre indios y blancos), como El Guaraní (1857) e
Iracema (1865). Los novelistas naturalistas, entre los que se contó el argentino
Eugenio Cambaceres, autor de Sin rumbo (1885), pusieron de manifiesto en
sus obras la influencia de las novelas experimentales del escritor francés Émile
Zola.

El ensayo se convirtió en este periodo en el medio de expresión favorito de


numerosos pensadores, a menudo periodistas, interesados en temas políticos,
educacionales y filosóficos. Un artista y polemista muy característico del
momento fue el ecuatoriano Juan Montalvo, autor de Siete tratados (1882),
mientras que Eugenio María de Hostos, un educador y político liberal
portorriqueño, llevó a cabo su obra en el Caribe y en Chile, y Ricardo Palma
creó un tipo de viñetas narrativas e históricas muy peculiar denominada
Tradiciones peruanas (1872).

El modernismo, movimiento de profunda renovación literaria, apareció durante


la década de 1880, favorecido por la consolidación económica y política de las
repúblicas latinoamericanas y la paz y la prosperidad resultantes de ella. Su
característica principal fue la defensa de las funciones estética y artística de la
literatura en detrimento de su utilidad para una u otra causa concreta. Los
escritores modernistas compartieron una cultura cosmopolita influida por las
más recientes tendencias estéticas europeas, como el parnasianismo francés y
el simbolismo, y en sus obras fundieron lo nuevo y lo antiguo, lo nativo y lo
foráneo tanto en la forma como en los temas.

La mayoría de los modernistas eran poetas, pero muchos de ellos cultivaron,


además, la prosa, hasta el punto de que la prosa hispana se renovó al contacto
con la poesía del momento. El iniciador del movimiento fue el peruano Manuel
González Prada, ensayista de gran conciencia social a la vez que osado
experimentador estético. Entre los principales poetas modernistas se
encontraban el patriota cubano José Martí, el también cubano Julián del Casal,
el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera y el colombiano José Asunción Silva,

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aunque fue el nicaragüense Rubén Darío quien se convirtió en el más
destacado representante del grupo tras la publicación de Prosas profanas
(1896), su segunda obra mayor, y él sería el verdadero responsable de
conducir el movimiento a su punto culminante. Solía mezclar los aspectos
experimentales del movimiento con expresiones de desesperación o de alegría
metafísica, como en Cantos de vida y esperanza (1905), y tanto él como sus
compañeros de grupo materializaron el mayor avance de la lengua y de la
técnica poética latinoamericana desde el siglo XVII. A la generación más
madura pertenecieron escritores como el argentino Leopoldo Lugones y el
mexicano Enrique González Martínez, que marcó un punto de inflexión hacia
un modernismo más íntimo y trató temas sociales y éticos en su poesía. El
uruguayo José Enrique Rodó aportó nuevas dimensiones artísticas al ensayo
con su obra Ariel (1900), que estableció importantes caminos espirituales para
los autores más jóvenes del momento. Entre los novelistas se encontraban el
venezolano Manuel Díaz Rodríguez, que escribió Sangre patricia (1902) y el
argentino Enrique Larreta, autor de La gloria de Don Ramiro (1908). El
modernismo, que llegó a España procedente de Latinoamérica, alcanzó su
punto culminante hacia 1910, y dejó una profunda huella en varias
generaciones de escritores de lengua hispana.

Al mismo tiempo, otros muchos escritores ignoraron el modernismo y


continuaron produciendo novelas realistas o naturalistas centradas en
problemas sociales de alcance regional. Así, en Aves sin nido (1889), la
peruana Clorinda Matto de Turner pasó de la novela indianista sentimental a la
moderna novela de protesta, mientras que el mexicano Federico Gamboa
cultivó la novela naturalista urbana en obras como Santa (1903), y el uruguayo
Eduardo Acevedo Díaz escribió novelas históricas y de gauchos.

El relato breve y el teatro maduraron a comienzos del siglo XX de la mano del


chileno Baldomero Lillo, que escribió cuentos de mineros, como Sub terra
(1904), y de la de Horacio Quiroga, autor uruguayo de historias de la jungla,
quien, en Cuentos de la selva (1918), combinó un enfoque de tipo regional
centrado en la relación entre los seres humanos y la naturaleza primitiva, con la
descripción de fenómenos psicológicamente extraños en unos cuentos de
misterio poblados de alucinaciones, mientras que el dramaturgo Florencio
Sánchez enriqueció el teatro de su país con sus obras sociales de carácter
local.

5 LITERATURA CONTEMPORÁNEA

La Revolución Mexicana, iniciada en 1910, coincidió con un rebrote del interés


de los escritores latinoamericanos por sus características distintivas y sus
propios problemas sociales. A partir de esa fecha, y cada vez en mayor medida,
los autores latinoamericanos comenzaron a tratar temas universales y, a lo
largo de los años, han llegado a producir un impresionante cuerpo literario que
ha despertado la admiración internacional.

5.1 Poesía

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En el terreno de la poesía, numerosos autores reflejaron en su obra las
corrientes que clamaban por una renovación radical del arte, tanto europeas —
cubismo, expresionismo, surrealismo— como españolas, entre la cuales se
contaba el ultraísmo, denominación que recibió un grupo de movimientos
literarios de carácter experimental que se desarrollaron en España a comienzos
del siglo. En ese ambiente de experimentación, el chileno Vicente Huidobro
fundó el creacionismo, que concebía el poema como una creación autónoma,
independiente de la realidad cotidiana exterior; el también chileno Pablo
Neruda, que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971, trató, a lo largo de
su producción, un gran número de temas, cultivó varios estilos poéticos
diferentes e incluso pasó por una fase de comprometida militancia política, y el
poeta colombiano Germán Pardó García alcanzó un alto grado de humanidad
en su poesía, que tuvo su punto culminante en Akróteras (1968), un poema
escrito con ocasión de los Juegos Olímpicos de México. Por otro lado, surgió
en el Caribe un importante grupo de poetas, entre los que se encontraba el
cubano Nicolás Guillén, que se inspiraron en los ritmos y el folclore de los
pueblos negros de la zona.

La chilena Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura (1945) otorgado por


primera vez a las letras latinoamericanas, creó una poesía especialmente
interesante por su calidez y emotividad, mientras que en México el grupo de los
Contemporáneos, que reunía a poetas como Jaime Torres Bodet, José
Gorostiza y Carlos Pellicer, se centró esencialmente en la introspección y en
temas como el amor, la soledad y la muerte. Otro mexicano, el premio Nobel de
Literatura de 1990 Octavio Paz, cuyos poemas metafísicos y eróticos reflejan
una clara influencia de la poesía surrealista francesa, está considerado como
uno de los más destacados escritores latinoamericanos de posguerra, y ha
cultivado también la crítica literaria y política.

5.2 Teatro

El teatro latinoamericano continuó su proceso de maduración en gran cantidad


de ciudades, en especial Ciudad de México y Buenos Aires, en las que se
convirtió en un importante vehículo cultural, y vivió un periodo de afianzamiento
en otros países, como Chile, Puerto Rico y Perú. En México pasó por una
completa renovación experimental, representada por el Teatro de Ulises (que
comenzó en 1928) y el Teatro de orientación (en 1932), activados por Xavier
Villaurrutia, Salvador Novo y Celestino Gorostiza, que culminaría con la obra de
Rodolfo Usigli y continuaría con la de un nuevo grupo de dramaturgos, con
Emilio Carballido a la cabeza. Por otro lado, entre los más destacados autores
de teatro argentinos se encuentra Conrado Nalé Roxlo.

5.3 Ensayo

Los ensayistas posteriores al modernismo han sido muy activos, han adoptado
una dirección nacionalista y más universal, y han ofrecido una gran variedad de
puntos de vista intelectuales. La generación del Centenario de la
Independencia de 1910 tuvo representantes como José Vasconcelos, conocido

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por su sueño utópico de una “raza cósmica” (La raza cósmica, 1925), el erudito
dominicano Pedro Henríquez Ureña, autor de Seis ensayos en busca de
nuestra expresión (1928), y Alfonso Reyes, supremo mexicano universal,
humanista completo y autor de Visión de Anáhuac (1917). Por otro lado, el
ensayista colombiano Germán Arciniegas sobresale como un cualificado
intérprete de la historia en El continente de siete colores (1965), y el argentino
Eduardo Mallea, autor de Historia de una pasión argentina (1935), destaca
entre los novelistas de ese país.

5.4 Narrativa

A partir de comienzos de siglo, la novela latinoamericana en español ha


experimentado un enorme desarrollo que ha pasado por tres fases: la primera,
dominada por una gran concentración en temas, paisajes y personajes locales,
se vio seguida por otra en la que se produjo una extensa obra narrativa de
carácter psicológico e imaginativo ambientada en escenarios urbanos y
cosmopolitas, para llegar finalmente a una tercera en la que los escritores
adoptaron técnicas literarias contemporáneas, que condujeron a un inmediato
reconocimiento internacional y a un continuo y creciente interés por parte del
mundo literario.

La narrativa de carácter regional tuvo en el argentino Ricardo Güiraldes, autor


de Don Segundo Sombra (1926), la culminación de la novela de gauchos; al
colombiano José Eustasio Rivera creador de La vorágine (1924), de la novela
de la jungla, y al venezolano Rómulo Gallegos Freire, autor de Doña Bárbara
(1929), de la novela de las planicies. La Revolución Mexicana inspiró el género
propio: “la literatura de la Revolución Mexicana“, que inauguró Mariano Azuela,
autor de las novelas Andrés Pérezmaderista (1911) y Los de abajo (1915), y a
Gregorio López, que escribió El indio (1935). La situación de los indígenas
atrajo el interés de numerosos escritores mexicanos, guatemaltecos y andinos,
como el boliviano Alcides Arguedas, que trató el problema en Raza de bronce
(1919), y el peruano Ciro Alegría, autor de El mundo es ancho y ajeno (1941),
mientras que el diplomático guatemalteco Miguel Ángel Asturias, que recibió en
1966 el Premio Lenin de la Paz y en 1967 el Premio Nobel de Literatura, se
reveló como un excelente autor de sátiras políticas en su obra El señor
presidente (1946).

En Chile, Eduardo Barrios se especializó en novelas psicológicas como El


hermano asno (1922), y Manuel Rojas se alejó de la novela urbana y cultivó
una especie de existencialismo en Hijo de ladrón (1951). Otros escritores, entre
los que se cuenta María Luisa Bombal, autora de la novela La última niebla
(1934), cultivaron el género fantástico.

En Argentina, Manuel Gálvez escribió una novela psicológica moderna acerca


de la vida urbana, Hombres en soledad (1938). En este país, así como en
Uruguay, se desarrolló una rica corriente narrativa donde se hacía gran énfasis
tanto en los aspectos psicológicos como fantásticos de la realidad. Así, el
argentino Macedonio Fernández abordó el absurdo en Continuación de la nada

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(1944), mientras que Leopoldo Marechal escribió una novela simbolista, Adán
Buenosayres (1948), y Ernesto Sábato una novela existencial, El túnel (1948).
Jorge Luis Borges, por otro lado, fue en sus comienzos un poeta ultraísta y,
más tarde, se convirtió en el escritor más importante de la Argentina moderna,
especializado en la creación de cuentos (Ficciones, 1944), traducidos a
numerosos idiomas. Colaboró en varias ocasiones con Adolfo Bioy Casares y
despertó el interés por la novela policiaca complicada y por la literatura
fantástica. Bioy Casares fue pionero en el terreno de la novela de ciencia
ficción con La invención de Morel (1940), y el uruguayo Enrique Amorim
inauguró la novela policiaca larga con El asesino desvelado (1945). Otro de los
escritores que obtuvieron inmediato reconocimiento internacional por su
brillantez y originalidad fue el argentino Julio Cortázar, en especial debido a su
antinovela experimental Rayuela (1963). Entre los autores uruguayos centrados
en la novela psicológica urbana se encuentran Juan Carlos Onetti con El
astillero (1960) y Mario Benedetti con La tregua (1960).

La nueva novela mexicana evolucionó a partir del crudo realismo como


consecuencia de la influencia de escritores como James Joyce, Virginia Woolf,
Aldous Huxley y, especialmente, John Dos Passos y William Faulkner. Con un
escenario y una trama de carácter local, a la que añadieron nuevas
dimensiones psicológicas y mágicas, José Revueltas escribió El luto humano
(1943) y Agustín YáñezAl filo del agua (1947). Juan Rulfo escribió en un estilo
similar su Pedro Páramo (1955), mientras que Carlos Fuentes, en La región
más transparente (1958), alterna lo puramente fantástico y psicológico con lo
regional, y Juan José Arreola, autor de Confabulario (1952), destaca por sus
fantasías breves, de carácter alegórico y simbólico. Otros novelistas han
experimentado con técnicas multidimensionales, como, por ejemplo, Vicente
Leñero, creador de la novela Los albañiles, que ganó el Premio Biblioteca
Breve en 1963 y que el autor convirtió en pieza dramática en 1970, y Salvador
Elizondo, que escribió Farabeuf (1965).

Entre los restantes novelistas latinoamericanos que han escrito en español y


que han conseguido reconocimiento internacional, el antiguo regionalismo ha
sido superado por nuevas técnicas, estilos y perspectivas extremadamente
variadas. La etiqueta estilística realismo mágico se puede aplicar a muchos de
los más destacados narradores —aquellos capaces de descubrir el misterio
que se esconde tras los acontecimientos de la vida cotidiana. El novelista
cubano Alejo Carpentier añadió una nueva dimensión mitológica a la novela
ambientada en la jungla en Los pasos perdidos (1953), al tiempo que su
compatriota José Lezama Lima consiguió crear en Paradiso (1966) un denso
mundo mitológico de complejidad neobarroca. Por otro lado, el peruano Mario
Vargas Llosa descubrió a sus lectores variadas perspectivas escondidas en el
aparentemente cerrado mundo de una academia militar en La ciudad y los
perros, novela que consiguió en 1962 el Premio Biblioteca Breve y que fue una
de las que inauguró el boom de la Literatura latinoamericana, mientras que el
colombiano Gabriel García Márquez, galardonado con el Premio Nobel en 1982,
se dio a conocer internacionalmente con su novela Cien años de soledad
(1967), en la que, a través de una mágica e intemporal unidad, logró trascender

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el ámbito puramente local en el que se desarrolla la trama narrativa. Con la
obra de estos escritores, la novela latinoamericana escrita en español no sólo
alcanzó su mayoría de edad, sino que parece estar atrayendo la atención de un
público internacional cada vez más numeroso.

Gabriel García Márquez


1 INTRODUCCIÓN

Gabriel García Márquez (1928- ), escritor, periodista y premio Nobel


colombiano, considerado una de las figuras más representativas de la narrativa
del siglo XX.

2 VIDA

Nacido en Aracataca (departamento de Magdalena), muy pronto su familia


abandonó esta población atlántica para trasladarse a Bogotá. Allí se formó
inicialmente en el terreno del periodismo, aunque también estudió derecho. A
mediados de la década de 1940 comenzó a publicar en varios periódicos sus
primeros artículos, cuentos y crónicas de cine; en 1946 trabajó como redactor
de El Universal, periódico de Cartagena de Indias; entre 1948 y 1952 en El
Heraldo de Barranquilla y a partir de 1952 en El Espectador de Bogotá. Entre
1959 y 1961 fue representante de la agencia cubana de noticias La Prensa en
Bogotá, La Habana y Nueva York. Debido a sus ideas políticas, se enfrentó con
el dictador Laureano Gómez y con su sucesor, el general Gustavo Rojas Pinilla,
y hubo de pasar las décadas de 1960 y 1970 en un exilio voluntario en México
y España.

El compromiso político de García Márquez está integrado en su obra y se


originó en el marco histórico de la Colombia del Bogotazo y todo el periodo de
violencia que le siguió. Como otros escritores del boom de la Literatura
latinoamericana defendió la Revolución Cubana pero, a diferencia de muchos
de ellos, continúa apoyando a Fidel Castro y mantiene polémicas en la prensa
y en encuentros con otros escritores sobre la actual situación de ese país,
especialmente en lo que respecta a los derechos humanos.

En 1986, ya premio Nobel, y precisamente por la repercusión internacional que


tiene cualquiera de sus actividades, promovió la fundación de la Escuela
Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba) junto
con el cineasta argentino Fernando Birri, participando en varios guiones
cinematográficos, tanto de obras propias como en colaboración con otros
escritores. Esta escuela, que impulsa la formación de realizadores del llamado
Tercer Mundo, forma parte de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano,
que también impulsó y de la cual es presidente.

12
3 OBRA

Sus primeras novelas reflejan el ambiente de violencia e intolerancia que


Colombia vivía en el momento en que las escribió: La hojarasca (1955), El
coronel no tiene quien le escriba (1961) y Los funerales de la Mamá Grande
(1962). En estas obras ya se percibe una evolución estilística que va desde la
prosa barroca y elaborada de La hojarasca y de algunos de los cuentos de Los
funerales de la Mamá Grande, hasta el laconismo y la frase desnuda —al estilo
de Graham Greene o de Hemingway— de otros relatos del mismo libro y de El
coronel no tiene quien le escriba, una dramática historia en la que ya aparecen
algunos de los personajes que intervendrán en su obra más conocida: Cien
años de soledad.

Cien años de soledad (1967), escrita durante su exilio en México, narra en tono
épico la historia de Macondo, pueblo que acaba sepultado y destruido por las
guerras y el progreso, y la de sus fundadores, la familia Buendía, a lo largo de
cien años. El nombre de Macondo era el de una hacienda próxima a Aracataca,
que García Márquez convirtió en uno de los referentes geográficos literarios
más inolvidables, como el escritor estadounidense Faulkner había hecho con
su condado de Yoknapatawpha (Mississippi).

Esta novela, que escribió en dieciocho meses, muestra ya el estilo consolidado


del autor, en el que están presentes sus mundos y obsesiones, y que, con
pequeños matices, constituye el núcleo principal de toda su obra. Al parecer, el
mundo mágico de García Márquez proviene de las leyendas y relatos
fantásticos que leyó en su infancia y que le permitieron desarrollar una
imaginación desbordada cargada de imágenes obsesivas. Por otro lado, su
formación literaria le llevó a escribir historias lineales (con principio y final
secuencial) sobre situaciones comprensibles y reales, y personajes
identificables, situando como fondo la historia de Colombia y la denuncia de la
injusticia social, es decir, el mundo real. De la combinación de estos dos
mundos surge el realismo mágico, término que aunque no agrade a muchos
autores y críticos, sirve perfectamente para explicar este género literario.

Otras obras narrativas son: El otoño del patriarca (1975), en torno al poder y la
corrupción política; Crónica de una muerte anunciada (1981), historia de un
asesinato cometido en una pequeña ciudad latinoamericana; El amor en los
tiempos del cólera (1985), historia de amor que sigue las pautas clásicas del
género pero con un trasfondo de sabia pasión, y El general en su laberinto
(1989), narración ficticia de los últimos días de vida de Simón Bolívar, enfermo
y despojado de su poder. García Márquez también es autor de los libros de
cuentos La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela
desalmada (1972) y Doce cuentos peregrinos (1992).

Ha recibido numerosos premios, como el Rómulo Gallegos en 1973 y el Nobel


de Literatura en 1982. Después de obtener este galardón fue formalmente
invitado por el gobierno colombiano a regresar a su país, donde ejerció de
intermediario entre aquél y la guerrilla. García Márquez ha despertado

13
admiración en numerosos países por la personalísima mezcla de realidad y
fantasía de sus textos periodísticos, como en Noticia de un secuestro (1996),
un reportaje novelado sobre el narcoterrorismo colombiano. En 1998 publicó La
bendita manía de contar y su autobiografía Gabriel García Márquez, y decidió
comprar la mitad de las acciones de la revista colombiana Cambio para poder
hacer realidad sus ideas sobre el periodismo. En octubre de 2002 vio la luz la
primera parte de sus memorias, Vivir para contarla, cuyas páginas repasan sus
años de infancia y juventud, desde los recuerdos de su Aracataca natal hasta
1955.

Mario Vargas Llosa


1 INTRODUCCIÓN

Mario Vargas Llosa (1936- ), escritor peruano, considerado uno de los más
grandes novelistas hispanoamericanos de la segunda mitad del siglo XX, al
lado de Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez.

2 CARACTERÍSTICAS

Es básicamente un realista, y a veces un regionalista, cuyas obras reflejan la


convulsa realidad social peruana (y en algún caso, latinoamericana), sacudida
por conflictos de tipo racial, sexual, moral y político. Su representación artística
de esa problemática no es, sin embargo, mimética o naturalista, sino que
incorpora las técnicas narrativas más innovadoras de la novela contemporánea
(multiplicidad de focos narrativos, montaje de planos espacio-temporales,
efectos expresionistas, monólogo interior).

Es, por la fecundidad, riqueza y hondura de su obra creadora y por su continua


presencia en el debate sobre asuntos relativos a libertad, violencia, censura y
justicia, una de las personalidades intelectuales más activas e influyentes de la
actualidad. Ha sido traducido a numerosísimas lenguas y ha obtenido los
mayores reconocimientos literarios, entre ellos el Premio Rómulo Gallegos, el
Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el Premio Planeta , el Premio
Cervantes y el Premio Casa de América. En 1995, fue elegido académico de
número de la Real Academia Española, y en 1996 leyó su discurso de ingreso
sobre Azorín. En 2002 fue nombrado presidente de la Fundación Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes.

3 PRIMERA ETAPA LITERARIA

Nació en Arequipa y estudió en ese lugar, Bolivia, Piura y Lima. En 1959 viajó a
París y luego a Madrid, donde estudió y publicó su primer libro, Los jefes, una
colección de cuentos (véase Cuento hispanoamericano). Pasó un largo tiempo
en exilio voluntario, primero en París, después en Barcelona y finalmente en

14
Londres, donde reside actualmente; entre 1974 y 1990 vivió en su país. En
1993 adoptó la ciudadanía española.

Alcanzó la fama por primera vez al ganar el importante Premio Biblioteca Breve,
de Barcelona, con su novela La ciudad y los perros, que es una de las
expresiones más características de ese momento de renovación en la
novelística hispanoamericana que se conoce como “el boom”, del cual era el
representante más joven. La novela reelabora sus experiencias en el colegio
militar Leoncio Prado, con imágenes de gran violencia, tensión dramática y
cuestionamiento moral sobre autenticidad, responsabilidad y heroísmo.

La destreza técnica y el virtuosismo de su lenguaje narrativo son todavía


mayores en las dos siguientes novelas: La casa verde (1966), que aprovecha
memorias de sus años en Piura para componer un gran mural de acción y
degradación sexual; y Conversación en la Catedral (1969), que transcurre
durante los oscuros años de la dictadura de Manuel A. Odría (1948-1956)
intentando un minucioso análisis de los círculos del poder, el mundillo del
periodismo amarillo y los cabarés de mala muerte. En 1967 publicó su notable
relato Los cachorros.

4 SEGUNDA ETAPA LITERARIA

La rigurosa objetividad y la indeclinable tensión con las que plantea sus


conflictos, cede un poco en la segunda etapa de su producción novelística, que
se distingue por toques de humor grotesco, como en Pantaleón y las
visitadoras (1973), o por retratarse a sí mismo en su relato, como en La tía
Julia y el escribidor (1977), en la que narra episodios de su primer matrimonio y
sus comienzos literarios.

La guerra del fin del mundo (1981) es una vuelta al estilo de composición épica
de su primera etapa y una rara incursión en el mundo sociopolítico del Brasil de
fines del siglo XIX, siguiendo el modelo de gran reportaje establecido por
Euclides da Cunha. En la última porción de su obra narrativa se entremezclan
las novelas cuyo tema es esencialmente político, Historia de Mayta (1984) o
Lituma en los Andes (1993), con las más ligeras, de corte detectivesco, como
¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), o erótico, como Elogio de la
madrastra (1988).

El hablador (1987) señala un retorno al mundo de la selva, uno de sus


ambientes favoritos, para contar una historia sobre identidades culturales y
diferencias antropológicas. En su novela Los cuadernos de don Rigoberto
(1997), a través de los recuerdos del protagonista, el autor se sumerge en el
mundo de la fantasía creadora y del erotismo (véase Literatura erótica). La
novela histórica La fiesta del chivo (2000) trata de la dictadura de Rafael
Leónidas Trujillo en la República Dominicana y de la conspiración para
asesinarlo. Su novela más reciente, El paraíso en la otra esquina, es una
meditación sobre las utopías que encarnaron con su vida y obra la escritora y
activista Flora Tristán y su nieto, el pintor Paul Gauguin.

15
Ha escrito además libros de crítica literaria: García Márquez: historia de un
deicidio (1971), La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975), Entre
Sartre y Camus (1981), La verdad de las mentiras (1990), un ensayo sobre la
novela moderna con el que obtuvo en 2002 el Premio Bartolomé March de
crítica literaria, y Carta de batalla por Tirant lo Blanc (1991), sobre la novela de
caballería. Una importante porción de su obra ensayística puede leerse en
Contra viento y marea 1983-1990) y El lenguaje de la pasión (2001),
recopilaciones de artículos periodísticos sobre literatura, política, arte y los más
variados asuntos. Sus memorias tituladas El pez en el agua (1993) ofrecen un
apasionante y minucioso recuento de su experiencia como frustrado candidato
presidencial en las elecciones peruanas de 1990. Es autor también de las
obras teatrales El loco de los balcones (1993), Khatie y el hipopótamo (1983),
La Chunga (1986), La señorita de Tacna (1981) y Ojos bonitos, cuadros feos
(1996).

Julio Cortázar
1 INTRODUCCIÓN

Julio Cortázar (1914-1984), escritor argentino que fue un renovador del género
narrativo, especialmente del cuento breve, tanto en la estructura como en el
uso del lenguaje. Aunque nació en Bruselas, vivió en París la mayor parte de
su vida —ciudad en la que murió— y en 1981 se nacionalizó francés, como
protesta ante la toma del poder de las diferentes juntas militares en Argentina,
es un autor argentino plenamente integrado en la literatura hispanoamericana.

2 VIDA

Nació en Bruselas, pero sus padres se trasladaron pronto a Buenos Aires.


Estudió en la Escuela Normal de Profesores y fue profesor de Lengua y
Literatura francesa en varios institutos de la provincia de Buenos Aires, y más
tarde en la Universidad de Cuyo. En 1951 consiguió una beca para realizar
estudios en París y ya en esta ciudad pasó a ser traductor de la UNESCO,
trabajo que desempeñó hasta su jubilación. Un rasgo importante de su vida es
que a raíz de un viaje que realizó a Cuba, invitado por Fidel Castro, se convirtió
en gran defensor y divulgador de la causa revolucionaria cubana, como años
más tarde haría con la Nicaragua sandinista. Mantuvo, a lo largo de su vida, un
compromiso político activo, sobre todo en defensa de los derechos humanos.
Formó parte del Tribunal Russell II que, en 1973, juzgó en Roma los crímenes
llevados a cabo por las dictaduras latinoamericanas. Resultado de esta
actividad fue su libro Dossier Chile: el libro negro.

Viajero impenitente e intelectual abierto, fue uno de los protagonistas del boom
de la literatura latinoamericana. Estos escritores consiguieron, a través de sus
encuentros literarios y conferencias en diversos foros tanto de Estados Unidos
como de Europa, sus relaciones con editoriales, sus colaboraciones con la
16
prensa europea, un reconocimiento internacional para su obra, que, sin
renunciar a sus raíces culturales, se universalizó tanto en temas como en
estilos. Así, lo que empezó siendo un lanzamiento editorial de una nueva
narrativa se convirtió en una presencia renovadora constante de la literatura,
debido, por supuesto, a la calidad de las obras.

3 OBRA

Gran parte de su obra constituye un retrato, en clave surrealista, del mundo


exterior, al que considera como un laberinto fantasmal del que el ser humano
ha de intentar escapar. Una de sus primeras obras, Los reyes (1949), es un
poema en prosa centrado en la leyenda del Minotauro. El tema del laberinto
reaparece en Los premios (1960), una novela que gira alrededor del crucero
que gana un grupo de jugadores en un sorteo, y que se va convirtiendo a lo
largo del relato en una auténtica pesadilla.

El Cortázar de los cuentos ha creado escuela por sus propuestas


sorprendentes, su aprovechamiento de los recursos del lenguaje coloquial y
sus atmósferas fantásticas e inquietantes que pueden emparentarse con las de
los relatos de su compatriota Jorge Luis Borges. El ritmo del lenguaje recuerda
constantemente la oralidad y, por lo tanto, el origen del cuento: leídos en voz
alta cobran otro significado. Lo curioso de estos relatos es que el lector siempre
queda atrapado, a pesar de la alteración de la sintaxis, de la disolución de la
realidad, de lo insólito, del humor o del misterio, y reconstruye o interioriza la
historia como algo verosímil.

Entre las colecciones de cuentos más conocidas se encuentran Bestiario


(1951), Las armas secretas (1959), uno de cuyos relatos, “El perseguidor”, se
ha convertido en un referente obligado de su obra; Todos los fuegos el fuego
(1966); Octaedro (1974), y Queremos tanto a Glenda (1981). Entre el relato y el
ensayo imaginativo de difícil clasificación se encuentran Historias de cronopios
y de famas (1962), breves narraciones que insisten desde el humor en la
necesidad imperiosa de “ablandar un poco el ladrillo todos los días”, es decir,
romper la dureza del lugar común, abrir resquicios hacia un mundo, el de lo
fantástico, que las convenciones ocultan o se resisten a admitir; La vuelta al día
en ochenta mundos (1967) o Último round (1969), estos últimos concebidos
como libros de miscelánea, en los que se entrecruzan poemas, cuentos,
recortes periodísticos, citas, textos recogidos de la calle, como es el caso de
las pintadas del mayo francés comentadas en Último round. También escribió
algunos poemarios como Presencia (1938), Pameos y meopas (1971) o Salvo
el crepúsculo (póstumo, 1985).

Siguiendo la tradición inaugurada por Edgar Allan Poe, Cortázar ha escrito


breves ensayos, como Algunos aspectos del cuento, en el que establece las
diferencias entre novela, que implica varios acontecimientos en sucesión, y
cuento, un acontecimiento principal que sirve de núcleo alrededor del cual se
articulan las acciones del personaje y todos aquellos elementos significativos
que, como la metáfora, el símbolo o las referencias a determinados objetos o

17
situaciones, anuncian al mismo tiempo que, creando pistas inciertas o
ambiguas (origen de la tensión del relato o intriga), ocultan el desenlace.
Aplicando la terminología del boxeo, Cortázar dice que la novela gana por
puntos y el cuento por knock-out. Insiste en la necesidad de condensación y en
que no hay temas importantes y temas insignificantes: cualquier tema, aun el
más trivial (y para demostrarlo cita los cuentos de Chéjov), puede volverse
significativo gracias a un buen tratamiento literario. Ejemplo de ello es el cuento
“Continuidad de los parques”, en el que un hombre está leyendo una novela
que narra cómo conspiran una mujer y su amante para matar al marido, que
resulta ser el señor que lee la novela. Además de la constante de la mezcla de
realidad y ficción, aparece aquí la figura del lector que, a su vez, es personaje
del texto que lee. La llamada mise-en-abîme (la narración que contiene a su
vez otra narración) es uno de los recursos tradicionales que Cortázar enriquece
con su perspectiva más contemporánea.

3.1 Rayuela

Rayuela (1963), la obra que despertó la curiosidad por su autor en todo el


mundo, compromete al lector para que él mismo pueda elegir el orden en el
que leerá los capítulos: de manera sucesiva o siguiendo un esquema de saltos
que el autor ofrece en el comienzo del libro, pero que no excluye –al menos
hipotéticamente- otras alternancias posibles. Rompiendo de este modo con
toda pauta convencional de linealidad narrativa y sugiriendo que el lector haga
una incursión personal en el libro, Cortázar propone lo que la investigación
lingüística y literaria ha llamado desconstrucción del texto. Al mismo tiempo, los
discursos literarios, filosóficos, políticos y hasta eróticos que se insertan en la
novela se corresponden en gran medida con cuestiones heredadas de la
literatura del absurdo, concretamente de autores como Franz Kafka y Albert
Camus.

Se trata de representar el absurdo, el caos y el problema existencial mediante


una técnica nueva. El autor pretende echar abajo las formas usuales de la
novela para crear una narración basada en una especie de ars combinatoria
infinita por la cual se generan las múltiples lecturas capaces de articular la
trama, la intriga, los personajes, el desdoblamiento autor-narrador (dualidad
que, sin duda, remite una vez más a Cervantes como creador de la novela
moderna) y hasta la reconstrucción de la cronología. Él mismo ha declarado
que quería superar el falso dualismo entre razón e intuición, materia y espíritu,
acción y contemplación, para alcanzar la visión de una nueva realidad, más
mágica y más humana. Al final de la novela, en oposición a la novela clásica o
tradicional, quedan interrogantes sin resolver: nada se cierra, todo está abierto
a múltiples mundos.

Son muchas las influencias que se han encontrado en Rayuela. La idea de que
la literatura es la falsificación de un modelo inexistente o imposible fue
desarrollada tanto por Macedonio Fernández como por Ramón Gómez de la
Serna. El cuestionamiento de los géneros literarios o desmontaje del cuerpo
narrativo aparece, entre otros, en el cuentista uruguayo Felisberto Hernández.

18
La función metaliteraria, es decir, la literatura que se sirve de sí misma como
referencia, también aparece en Jorge Luis Borges. Preocupaciones literarias
parecidas las tuvo el mismo Miguel de Cervantes al presentir la realidad como
una ilusión. Cortázar llevó después estos planteamientos estéticos a su novela
62 / modelo para armar (1968), obra que toma su nombre del capitulo 62 de
Rayuela, que no se lee si se sigue el orden fijado por el autor. Con el trasfondo
político de la situación latinoamericana y de la vida de unos exiliados en París,
pero con las mismas inquietudes literarias, publicó en 1973 El libro de Manuel.

Carlos Fuentes
1 INTRODUCCIÓN

Carlos Fuentes (1928- ), escritor mexicano, cosmopolita y polígloto, es uno de


los grandes narradores y pensadores de su país.

2 VIDA

Nacido en la ciudad de México, se educó en diversos países americanos a


causa de la profesión diplomática de su padre. Estudió en Suiza y Estados
Unidos, aunque la carrera de abogado la realizó en la Universidad Nacional
Autónoma de México, donde conoció al profesor exiliado español Manuel
Pedroso, que ejerció una gran influencia en su vocación literaria. Empezó a
publicar en la revista Medio Siglo con sus compañeros de generación, Salvador
Elizondo, Flores Olea, González Pedrero y Sergio Pitol. Fundó y dirigió con
Emanuel Carballo la Revista Mexicana de Literatura (1955-1958) y fue
codirector con Luis Villoro, Francisco López Cámara y Jaime García Terrés de
El Espectador (1959-1960), una importante revista política.

Fue becario del Centro Mexicano de Escritores (1956-1957) y ha preparado


numerosas adaptaciones cinematográficas de obras suyas y de otros autores
como, por ejemplo, de Juan Rulfo. También ha colaborado en los principales
suplementos culturales y periódicos de México y del extranjero. Ocupó cargos
administrativos y diplomáticos, y fue embajador de México en Francia de 1975
a 1977. Ha vivido en Europa y Estados Unidos, dictando cursos o
representando a México, y ha sido profesor en las más prestigiosas
instituciones de México y de otros países: universidades de Columbia, Harvard,
Princeton, Brown, Pennsylvania (Estados Unidos) y ocupó la cátedra Simón
Bolívar en la Universidad de Cambridge.

Es miembro de El Colegio Nacional desde 1974 y de la American Academy and


Institute of Art and Letters desde 1986. En la actualidad colabora en numerosos
y destacados medios de comunicación, y sus conferencias e intervenciones
televisivas confirman su carisma. Sus obras han sido traducidas a varias
lenguas y son constantemente reeditadas.

19
3 OBRA

Desde la publicación de la colección de cuentos Los días enmascarados (1954)


empezó a definirse su narrativa y su popularidad: lo fantástico colinda con lo
real y empieza a fusionar el mundo prehispánico con el actual. Su primera
novela, La región más transparente (1958), lo consagró de inmediato en los
medios literarios mexicanos; en ella trata el tema de la ciudad de México en
franco futuro apocalíptico, superpone distintas técnicas literarias y diversas
clases sociales, así como diferentes épocas y culturas. En Las buenas
conciencias (1959) explora otra vena más realista (véase Realismo) y planea
una nueva comedia humana mexicana. En su tercera novela, La muerte de
Artemio Cruz (1962) —donde adquiere su perfil característico y muestra la
asimilación de técnicas modernas, como el monólogo interior y la alternancia
de narradores, propias de la literatura estadounidense—, reconstruye cincuenta
años de la vida nacional y enjuicia la Revolución Mexicana.

En otros títulos ha continuado trazando un gran fresco de la sociedad mexicana


contemporánea: Aura (1962), una narración breve y uno de sus mejores textos,
a caballo entre lo histórico y lo fantástico, es una versión singular del eterno
tema del vampiro. Otros libros de cuentos son Cantar de ciegos (1964), Chac
Mool y otros cuentos (1973) y Constancias y otras novelas para vírgenes
(1989). Con sus novelas Zona sagrada (1967) y Cambio de piel (1967) regresa
a lo épico y esboza una cosmovisión carnavalesca irreverente.

Terra Nostra (1975, premios Xavier Villaurrutia y Rómulo Gallegos) es una


empresa colosal, un trabajo intrincado con el lenguaje y la historia, uno de los
textos más atrevidos que se hayan construido en español, en donde entrelaza
distintos tipos de ficción y distintos mitos. En La cabeza de la hidra (1978)
ensaya una novela policiaca con un tema histórico mexicano; Una familia lejana
(1980) se enraíza en la fantasía y en la historia, relacionando varios
continentes, diversos niveles de historicidad (el mundo prehispánico) y
tradiciones literarias.

Escritor muy prolífico, ha publicado en los últimos años Agua quemada (1981),
Gringo viejo (1985) —sobre el periodista y escritor estadounidense Ambrose
Bierce—, Cristóbal Nonato (1987), La campaña (1990), El naranjo o los círculos
del tiempo (1993), Diana o la cazadora solitaria (1994), La frontera de cristal,
una novela en nueve cuentos (1995), Los años de Laura Díaz (1999) e Instinto
de Inez (2001), sobre la relación amorosa entre un director de orquesta y una
cantante de ópera. También ha escrito para el teatro: Todos los gatos son
pardos y El tuerto es rey (1970) o Los reinos originarios y Orquídeas a la luz de
la luna (1982). En 2002 publicó En esto creo, una obra en la que traza su
autobiografía intelectual y que le sirve para reflexionar sobre asuntos como
literatura, cine, historia, política, amistad o amor, entre otros. Su última
publicación, La silla del águila, es una novela política escrita en clave epistolar
sobre lo que será el México del año 2020.

20
Algunos de sus libros de ensayo se han vuelto clásicos, como La nueva novela
hispanoamericana, Tiempo mexicano, Valiente mundo nuevo y recientemente
El espejo enterrado, todos ellos polémicos textos tanto sobre la literatura y la
historia de México y de América, como sobre los problemas y perspectivas de
la actualidad del mundo. Carlos Fuentes cuenta con numerosos premios
literarios, entre los que destacan: Biblioteca Breve (España, 1967), Rómulo
Gallegos (Venezuela, 1974), Xavier Villaurrutia (México, 1975), Alfonso Reyes
(México, 1979), Nacional de Literatura (México, 1984), Cervantes (España,
1987) y Príncipe de Asturias de las Letras (España, 1994).

Literatura estadounidense
1 INTRODUCCIÓN

Literatura estadounidense, literatura escrita en lengua inglesa por los


habitantes de Estados Unidos; incluye la literatura que escribieron los
residentes de las 13 colonias originales del actual territorio estadounidense.

2 PERIODO COLONIAL Y ANTERIOR A LA REVOLUCIÓN

Se considera de modo general que los primeros ejemplos de literatura


estadounidense los constituyen ciertos relatos de descubrimientos y
exploraciones del Nuevo Mundo que dan muestra de la amplitud de visión y del
estilo vigoroso de los escritores isabelinos de aquella época.

Hubo asimismo, en las colonias de Nueva Inglaterra, escritos teológicos y


religiosos, como la Historia de Nueva Inglaterra (1630) de John Wintrop,
publicada de modo incompleto en 1853, donde se explican desde una
perspectiva religiosa una serie de acontecimientos históricos. La historia
eclesiástica de Nueva Inglaterra (1702), obra del autor puritano Cotton Mather,
a pesar de su didactismo fue una obra maestra de erudición religiosa.

Los lectores modernos probablemente encuentren más interesantes los relatos


de las guerras con los indígenas, como Breve historia de la guerra Pequot, del
colono inglés John Mason (1736). Se escribieron también muchos poemas
religiosos, y el primer libro impreso en las colonias, en 1640, fue un libro de
salmos.

3 EL SIGLO XVIII

En el siglo XVIII el interés se dirigió a problemas más prácticos, aunque todavía


es notable la obra de un teólogo del puritanismo, Jonathan Edwards. Dos
nombres asociados con la vida en provincias ilustran la creciente secularización
de la escritura estadounidense. El primero es William Byrd y el segundo,

21
Benjamin Franklin, cuya inacabada Autobiografía se ha convertido en un
clásico de la literatura universal.

La primera obra conocida de un escritor afroamericano la constituyen 28 versos,


aparecidos en 1746, de Lucy Terry. Júpiter Hammon, que era esclavo, escribió
un poema en 1760.

La literatura estadounidense, aunque no alcanzó plena madurez en el siglo


XVIII, sí tuvo notables personalidades literarias que surgieron en el tumulto de
la guerra de la Independencia. Destaca Thomas Paine, cuyos escritos El
sentido común (1776) y La crisis (1776-1783) despertaron el entusiasmo por la
independencia.

Tuvo gran significación posterior para la novela estadounidense la publicación


de El poder de la simpatía (1789), obra de William Hill Brown. La curiosa
mezcla de terror y pseudociencia de las novelas de Charles Brockden Brown,
publicadas a fines del XVIII, señala el camino hacia la obra de Edgar Allan Poe
y Nathaniel Hawthorne.

4 EL SIGLO XIX

El tiempo transcurrido entre 1815 y 1865 ha sido llamado el “primer periodo


nacional”. La frase es válida, pues las energías literarias que adquirieron fuerza
después de la Guerra Anglo-estadounidense alcanzaron su punto de mayor
vigor en la década de 1850, durante la cual se produjeron más obras
importantes que en cualquiera de las décadas previas. En la historia de
Estados Unidos, la Guerra Civil supuso una línea divisoria entre la apacible
etapa anterior y el inquieto periodo industrial de la posguerra.

La tarea literaria consistía en demostrar que el país había alcanzado madurez


cultural. Anticipando las posiciones desarrolladas posteriormente por el
ensayista Ralph Waldo Emerson y por el poeta Walt Whitman, algunos
escritores defendieron la postura de que un experimento político radical debía ir
acompañado de una literatura radicalmente nueva. En Nueva York, los tres
primeros creadores importantes de una literatura estadounidense nacional,
pero al mismo tiempo cosmopolita, fueron Washington Irving, William Cullen
Bryant y James Fenimore Cooper.

Los escritos de Irving conservan su encanto al enriquecer los mitos de su país.


También se ocupó de asuntos históricos y, con menos éxito, del Lejano Oeste.
James Fenimore Cooper fue el primer autor estadounidense que alcanzó
renombre universal después de Franklin. Algunas de sus novelas, como Los
pioneros (1823), El último mohicano (1826) y La pradera (1827), que siguieron
el modelo de Walter Scott, constituyen toda una épica de la conquista de
Estados Unidos. Entre los que siguieron más de cerca las tradiciones literarias
europeas está Henry Wadsworth Longfellow, un aristócrata atraído por los
anhelos religiosos, patrióticos y culturales de la clase media. Es el autor de

22
sonetos más importante del siglo en Estados Unidos, además de traductor
eximio.

Durante la primera mitad del siglo, con la intensificación de la esclavitud, la


mayor parte de las obras escritas por negros dramatizan su inmoralidad y
rechazan la visión romántica de la vida en las plantaciones presentada por los
escritores blancos sureños. Destaca la autobiografía del abolicionista Frederick
Douglass, que revisaría en diferentes periodos de su vida. El historiador,
novelista y dramaturgo William Wells Brown, que se liberó de la esclavitud en
1834, escribió la primera novela de un afroamericano, Clotel o La hija del
presidente (1863).

Al considerar el siglo XIX, los lectores modernos suelen preferir a los escritores
que buscaron soluciones más radicales a los problemas relativos a la identidad
cultural de esta nación. Entre ellos destacan los ensayistas Ralph Waldo
Emerson y Henry David Thoreau, y los novelistas Nathaniel Hawthorne y
Herman Melville.

Emerson proclamó una filosofía de un individualismo idealista, como dejan en


claro sus libros Naturaleza (1836) y Ensayos (1841-1844). Aunque su filosofía
tuvo un similar desarrollo en Alemania y Gran Bretaña, Emerson habló con
acento genuinamente estadounidense. Los escritos de Thoreau puede que
sean menos ambiciosos que los de Emerson, pero Walden, o la vida en los
bosques (1854) en la actualidad se lee más que cualquiera de los de Emerson.
El ensayo de Thoreau, Desobediencia civil (1849), ha tenido una influencia
política importantísima. A Emerson le desagradaba la esclavitud, pero Thoreau
se opuso activamente a ella.

La grandeza de Hawthorne y de su magistral novela La letra escarlata (1850)


es indudable, hasta el punto de que su estudio e interpretación continúan
interesando a numerosos críticos literarios. Muchos lectores del XIX le
consideraron un romántico soñador, aunque esta imagen se ha visto alterada
posteriormente, apareciendo como un sardónico comentador de un
acontecimiento público concreto y como un maestro de la novela psicológica. El
enigma del bien y el mal es central en muchos de sus relatos y en sus novelas.

Más drástica ha sido la revalorización moderna de Herman Melville. Conocido


originalmente como el hombre que vivió entre los caníbales, debido a las
aventuras que cuenta en su primera novela, Typee (1846), sorprendió a sus
lectores contemporáneos con Mardi (1849) y, todavía más, con su obra
maestra Moby Dick (1851). Olvidado en la segunda mitad del siglo XIX, Melville
fue redescubierto durante el siglo XX. Como en Hawthorne, el problema del mal
es central en la obra de Melville, pero su concepción aparece tan oculta por
mitos y alegorías que los críticos no se ponen de acuerdo sobre el significado
que ha querido dar el autor.

El poeta, crítico y autor de relatos Edgar Allan Poe fue una de las más
importantes figuras de la primera mitad del siglo. Habitó simultáneamente el

23
mundo del periodismo y un extraño y solitario universo propio, caracterizado
por una lógica implacable y un obsesivo sentido de la angustia. En su obra
crítica era capaz de una parcialidad extrema y una severidad sin medida. Su
poesía influyó profundamente en el simbolismo francés, y sus relatos se
cuentan entre los grandes logros del género del terror romántico. Poe inició el
género policiaco en la literatura de Estados Unidos.

Con una visión estética que puede oponerse a la de Poe en prácticamente


todos los aspectos, el poeta Walt Whitman publicó en 1855 la primera versión
de Hojas de hierba, que continuó reeditando hasta 1882. De sus libros escribió:
"Quien toca este libro toca a un hombre", y el hombre era afirmativo y a la vez
místico y sensible. La exuberancia de Whitman dio lugar a la creación de una
poesía sin frenos que se centra en las creencias, ideas y experiencias del
hombre corriente. El poeta recurre a largas estrofas rítmicas, a gran número de
detalles y a la afirmación de una identidad mística con todo lo que existe, con la
intención de celebrar la fuerza espiritual en la democracia de las "poderosas
personas sin educación".

4.1 La Guerra Civil y la segunda mitad del siglo XIX

El presidente Abraham Lincoln describió humorísticamente a Harriet Beecher


Stowe, autora de la novela La cabaña del tío Tom (1852), como "la mujer
pequeña que originó esta guerra tan grande". Más que una gran obra literaria,
esta novela fue la expresión del profundo sentimiento abolicionista de los
estados del Norte. El propio Lincoln destacó como escritor por la simplicidad de
su oratoria y su inspirada prosa.

Después de la Guerra Civil surgieron muchos escritores nuevos, en especial


prosistas. La renovación de la literatura estadounidense se debió, entre otros
factores, al aumento progresivo de editoriales en la ciudad de Nueva York; a la
nueva producción, venta y distribución de materiales impresos; a la eficacia del
naciente sistema de enseñanza público, que supuso un mayor acceso de
estudiantes; todo ello repercutió en el aumento del público lector. También
fueron importantes las publicaciones periódicas de carácter literario. Algunos
escritores de los estados del Sur presentaron una imagen idealizada de la vida
en la Confederación. En Nueva Inglaterra, por su parte, destacó un grupo de
escritoras, como Sarah Orne Jewett, cuyos temas eran la vida y las gentes de
Maine. Mientras, California fue el escenario de las historias de Bret Harte, a
quien se llamó "el padre de los relatos con color local del Oeste".

Entre 1865 y 1910 la poesía sufrió un declive, aunque cabe destacar la obra del
poeta sureño Sidney Lanier y la del filósofo George Santayana. Emily Dickinson,
en la actualidad reconocida por su genio único y considerada la poeta más
importante de la época, fue desconocida para sus contemporáneos, pues la
primera recopilación de poemas suyos no apareció hasta 1890, cuatro años
después de su muerte, y fue poco leída antes de la década de 1920.

24
El humor estadounidense se puede estudiar como una manifestación especial
de la literatura nacional. Fluctuó entre el humor campesino, que tendía a
reproducir el habla popular y el urbano, más inclinado a las frases ingeniosas.
De la tradición popular emergió la personalidad literaria más poderosa del
periodo posterior a la guerra, Samuel Langhorne Clemens, conocido como
Mark Twain. Con sus novelas Las aventuras de Tom Sawyer (1876) y Las
aventuras de Huckleberry Finn (1884) creó dos obras maestras de la vida a
orillas del río Mississippi. Otra obra muy popular de la época fue Mujercitas
(1868-1869), escrita por Louisa May Alcott.

El mentor de Twain y crítico literario, William Dean Howells, calificó de realistas


y naturalistas a los novelistas y autores de relatos de su época. Stephen Crane
(La roja insignia del valor, 1895), fue uno de los más destacados, junto a Frank
Norris (McTeague, 1899, y El pulpo, 1901), y a un escritor de un genio especial,
Ambrose Gwinett Bierce. Sucesores suyos de los primeros años del siglo XX
fueron novelistas como Jack London y Upton Sinclair. Sobre ellos destaca el
novelista y periodista Theodore Dreiser, que empezó siendo un escritor de
estilo naturalista y terminó como místico religioso. Su novela más conocida,
Una tragedia americana (1925), es una de las más representativas del
naturalismo estadounidense.

Mientras naturalistas y realistas discutían sobre el grado en que las acciones


humanas venían determinadas por fuerzas ajenas a la voluntad, el novelista
Henry James se centró en la experiencia subjetiva y las relaciones personales.
Exploró el conflicto entre los valores europeos y estadounidenses en varias de
sus novelas. Desarrolló una sutileza superior de visión y un complejo estilo
único que tuvo tantos detractores como devotos. Sus prólogos supusieron la
primera revelación de la psicología en lo que se refiere a la creación literaria.
Su influencia fue inmensa, como demuestran Edith Wharton y Willa Cather.

A fines del siglo XIX y comienzos del XX la mayoría de los escritores de color
importantes procedían de la clase media. Entre ellos destacó W.E.B. Du Bois,
que luchó por la igualdad para todas las personas de color en Estados Unidos,
y Frank J. Webband.

James Parton sentó las bases de la biografía moderna. En historia brilló Henry
Brooks Adams. El economista Henry George y el periodista Edward Bellamy
ofrecieron inquietantes análisis de la filosofía industrial, inspirando movimientos
de reforma. Lester Frank Ward fue un pionero de la sociología, mientras que
William James escribió obras que influyeron tanto en la psicología como en la
expresión literaria, y creó lo que se llamó pragmatismo, que supuso un cambio
profundo en el pensamiento de Estados Unidos.

5 PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

Con el siglo XX tuvo lugar la revolución de las comunicaciones —cine, radio y,


posteriormente, televisión—, por lo que los libros supusieron una fuente
secundaria de diversión e ilustración. La sociedad estadounidense se hizo más

25
móvil y homogénea, y la estética regionalista, la moda dominante del siglo XIX,
fue decayendo, excepto en varios escritores sureños. Al mismo tiempo, los
escritores estadounidenses empezaron a ejercer una influencia importante en
la literatura mundial. Las formas literarias de este periodo fueron
extremadamente variadas, y los autores de teatro, poesía y narrativa llevaron a
cabo nuevas técnicas experimentales radicales.

5.1 La narrativa de la década de 1920

La reacción contra el romanticismo del siglo XIX, que ya se hacía sentir con el
cambio de siglo, recibió gran impulso debido a la dura experiencia de la I
Guerra Mundial. Los horrores y la brutal realidad de la guerra tuvieron un
impacto duradero en la imaginación estadounidense. Novelas como La paga de
los soldados (1926) de William Faulkner, y Fiesta (1926) y Adiós a las armas
(1929) de Ernest Hemingway, presentan la guerra como símbolo de la vida
humana, salvaje e innoble. Los escritores prosiguieron esa vena realista que se
ha mantenido desde entonces, reemplazando el sentimentalismo por nuevas
visiones psicológicas.

La década que siguió a la I Guerra Mundial se ha denominado muchas veces


como la “edad del jazz” o “los felices años veinte”. En la sociedad se produjeron
rápidos cambios cuando los estadounidenses se rebelaron contra el
puritanismo. Fue fundamental al respecto Sherwood Anderson, con su libro de
relatos Winesburg, Ohio (1919), de penetrante visión psicológica. F. Scott
Fitzgerald, desilusionado pero al mismo tiempo candoroso, dirigió su mirada
satírica a las clases altas en novelas como A este lado del paraíso (1920) y El
gran Gatsby (1925). La crítica considera que esta última novela constituye una
visión perfecta sobre el sueño estadounidense de riqueza y poder. Sinclair
Lewis, el primer escritor estadounidense que obtuvo el Premio Nobel de
Literatura (1930), satirizó brillantemente la cultura del “hágase rico
rápidamente” de la época en novelas como Calle mayor (1920). Thornton
Wilder, autor de El puente de san Luis Rey (1927), tuvo una prolongada carrera
durante la que escribió comentarios urbanos sobre la existencia humana, tanto
en obras de teatro como en novelas.

Gertrude Stein, escritora estadounidense que residía en París, fue quien dio el
nombre de “generación perdida” al grupo de jóvenes escritores
estadounidenses sin raíces que vivieron en Europa después de la I Guerra
Mundial. El grupo incluía a Anderson, Firzgerald y Wilder, pero el más famoso,
y el que se iba a convertir en uno de los escritores estadounidenses más
importantes del siglo, fue Hemingway. Además de sus novelas sobre la guerra,
Hemingway, que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1954, escribió
durante esta década varios libros de relatos con personajes desilusionados y
cínicos, supervivientes de la guerra que terminaría con todas las guerras, como
se había dicho de la I Guerra Mundial. La propia Stein supuso una influencia
importante para los escritores de esa generación, no sólo como amiga sino
como estilista literaria, con su apego a la tradición y sus experimentos con el
lenguaje, que se inició con tres relatos, Tres vidas (1908). Quien tuvo mayor

26
influencia fue el novelista y poeta irlandés James Joyce. Su uso del monólogo
interior, de símbolos y de una prosa conscientemente poética se reflejó en casi
toda la narrativa importante posterior a la I Guerra Mundial, tanto en Estados
Unidos como en Europa y América Latina.

5.2 El renacimiento de Harlem

Desde 1920 hasta 1930 se produjo un importante estallido de actividad


creadora entre la población de color en todos los terrenos artísticos. El punto
focal de esta actividad fue Harlem, en Nueva York; por eso muchas veces se
conoce este periodo como el “renacimiento de Harlem”. Entre los escritores
adscritos a este movimiento se encuentran Jean Toomer y Claude McKay,
nacido en Jamaica, ambos autores de poemas y relatos. También el conocido
poeta Countee Cullen y el igualmente famoso poeta y autor de relatos Langston
Hughes, quien junto a Jesse B. Simple son creadores de auténticos símbolos
de la vida de la población de color estadounidense en los guetos urbanos
contemporáneos.

5.3 Los años de la Gran Depresión

El brillo y los excesos de la “edad del jazz” terminaron con el catastrófico


hundimiento de la Bolsa en 1929 que dio origen a la “década airada” de 1930.
Se produjeron numerosas novelas neo-naturalistas y de protesta social
inspiradas por los rigores de la Gran Depresión. Desde 1930 a 1950 los
novelistas Zora Neale Hurston y Arna Bontemps se ocuparon de modo realista
de los aspectos sociales de su época. Las obras de John Steinbeck, premio
Nobel de Literatura de 1962, expresan desesperación, como Las uvas de la ira
(1939). La lucha de clases es el tema que sirve de base a la obra más
importante del prolífico John O'Hara, la novela Cita en Samarra (1934). Dos
trilogías monumentales, Studs Lonigan (1932-1935) de James Thomas Farrell y
USA (1930-1936) de John Dos Passos, están dominadas por la amargura y la
ira. La intensidad de Thomas C. Wolfe en El ángel que nos mira (1929),
expresa el tormento personal, así como un optimismo místico sobre Estados
Unidos. La intrincada narrativa de las novelas de William Faulkner de este
periodo, El ruido y la furia (1929), Santuario (1931) y El villorrio (1940),
combinan una oscura violencia y humor con su visión de la sociedad
trágicamente convulsa del Sur posterior a la Guerra Civil. Faulkner, que obtuvo
el Premio Nobel de Literatura en 1949, fue el representante central del grupo
que mantuvo viva la escritura regional sureña durante las tres décadas
siguientes.

6 LA NARRATIVA A PARTIR DE LA II GUERRA MUNDIAL

La literatura que surgió de la II Guerra Mundial se puede dividir en dos grupos:


la de los escritores realista-naturalistas y la de los que utilizan el humor negro y
una fantasía basada en el absurdo para describir el horror tecnológico de la
guerra. Dos de las novelas más impresionantes de la II Guerra Mundial,

27
referidas a la adaptación del individuo a la restrictiva vida militar, fueron De
aquí a la eternidad (1951) de James Jones y Los desnudos y los muertos (1948)
de Norman Mailer.

Al igual que las novelas de la II Guerra Mundial parecían subrayar la


individualidad, las novelas escritas en las décadas siguientes continuaron esa
tendencia. Escritores decididos a afirmar su individualidad trabajaron en una
gran variedad de estilos y se ocuparon de una amplia variedad de asuntos.
Entre los escritores más originales se cuentan Vladimir Nabokov y Paul Bowles.
Nabokov, aunque nacido en Rusia, se convirtió en uno de los grandes
maestros de la prosa de lengua inglesa. Sus novelas de ambiente
estadounidense, como Lolita (1955) y Pálido fuego (1962), escritas muchos
años después de que se convirtiera en ciudadano estadounidense, son dos
destacados ejemplos. Tanto la primera novela de Bowles, El cielo protector
(1949), que se convirtió rápidamente en un éxito de ventas, como las que le
siguieron, Déjala que caiga (1952) y La casa de la araña (1955), están
pobladas de personajes desencantados que escapan del convencionalismo y
descubren la belleza, la pasión y la crueldad en los paisajes exóticos. La novela
de la juventud rebelde, El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger, es
humorística y posee observaciones agudas; escrita en 1951 sigue siendo muy
popular. Lo mismo pasa con Trampa 22 (1961) de Joseph Heller, una sátira
sobre la mentalidad militar de la II Guerra Mundial. Un escritor que también
utiliza un estilo sardónico e imaginativo en sus diatribas contra la autoridad es
Kurt Vonnegut. Basa una de sus muchas innovadoras novelas, Matadero 5
(1969), en sus experiencias como prisionero en un campo de concentración
alemán durante la guerra. Alternando de modo surrealista ese ambiente y un
planeta ficticio, consigue una narración en muchos niveles que combina
elementos de ciencia ficción, un género que se hará popular en las décadas
siguientes a la II Guerra Mundial.

Entre los escritores sureños de posguerra que continuaron la tradición de


Faulkner —a veces denominada “gótico sureña”— están Carson McCullers (El
corazón es un cazador solitario, 1940), Truman Capote (Otras voces, otros
ámbitos, 1948), Eudora Welty (El corazón de los Ponder, 1954) y Flannery
O'Connor (Los profetas, 1960). Más conocido por su novela ganadora del
Premio Pulitzer, Todos los hombres del rey (1946), una poderosa
caracterización de un político sureño, Robert Penn Warren fue también un
notable poeta, crítico e historiador de la literatura.

Dos de los más importantes novelistas de finales del siglo XX, John Cheever y
John Updike, comparten un interés similar al abordar de un modo abiertamente
satírico la vida de la clase media alta de las afueras de las ciudades del noreste
estadounidense. La carrera novelística de Cheever se extiende desde la
relativamente bondadosa, Crónica de los Wapshot (1957), que es la historia de
una familia excéntrica, hasta la desolada narración de un fratricida, Falconer
(1977). Updike probablemente sea más conocido por sus libros, que se inician
en 1960, sobre un joven que huye de la desilusión; dos de la serie, Conejo es
rico (1981) y Conejo descansa (1990), obtuvieron el Premio Pulitzer. Otra

28
excelente crítica y maestra de la narración, Joyce Carol Oates, sigue siendo
una de las escritoras más prolíficas y destacadas de las últimas décadas. Un
jardín de delicias terrestres (1967) y Ellos (1969) son dos ejemplos importantes
de su narrativa de tintes góticos, un género que continuó en Bellefleur (1980).

6.1 La narrativa étnica y regional

El interés por su herencia étnica y su papel en la sociedad estadounidense ha


caracterizado la obra de gran número de escritores judíos y negros.

Al examinar su vida como judíos en Estados Unidos del siglo XX, unas veces
con desesperación y otras con humor, varios escritores han creado un
destacado corpus de narrativa introspectiva a partir del periodo de posguerra.
El principal, Saul Bellow, autor de Las aventuras de Augie March (1953) y
Herzog (1964), entre otras notables novelas, recibió el Premio Nobel de
Literatura en 1976. Otros escritores judíos importantes son Bernard Malamud y
Philip Roth.

Varias novelas que se desarrollaron en el periodo entre la Gran Depresión y la


II Guerra Mundial trataron a escala personal los prejuicios raciales. La
autobiográfica Chico negro (1945) de Richard Wright, escrita con un estilo
realista, es una de las más intensas. Una indignación apasionada sobre la
experiencia de ser negro aparece en El hombre invisible (1952) de Ralph
Ellison, y en Ve y dilo en la montaña (1953) de James Baldwin. La larga
tradición de la escritura regional estadounidense continuó en la última parte del
siglo XX. Baltimore constituye el ambiente de las narraciones de Anne Tyler.
Alice Walker, en su famosa novela El color púrpura (1982), que obtuvo el
Premio Pulitzer, evoca el habla de los negros campesinos del Sur. Escribiendo
desde el punto de vista de mujeres y negras, muchas novelistas de talento han
recreado ambientes y vidas que conmueven a un amplio público. Una de ellas,
Toni Morrison, se ocupa de la experiencia de los negros del sur en Ojos azules
(1970) y La canción de Salomón (1977). Su novela Beloved (1987) obtuvo el
Premio Pulitzer; en 1993 recibió el Premio Nobel de Literatura.

7 LA POESÍA DEL SIGLO XX

La publicación de la revista Poetry (1912), por parte de la poeta y editora


Harriet Monroe, supuso un extraordinario renacimiento poético tras un largo
periodo de decadencia. La primera fase de ese renacer la representó el
imaginismo, un movimiento iniciado por los poetas Amy Lowell y Ezra Pound
que revolucionó el estilo convirtiéndose en uno de los pilares de la poesía del
siglo XX e influyendo de modo singular en la poesía europea y latinoamericana.
Sin embargo, hubo otras dos fases en el renacer poético de comienzos del
siglo XX que fueron mucho más populares en Estados Unidos: la obra de un
grupo de Illinois, en el que destacaron Edgar Lee Masters (Antología del Spoon
River, 1915) y Carl Sandburg (Poemas de Chicago, 1915), y la obra de un
grupo de Nueva Inglaterra, en el que destacó Robert Frost. La obra de Frost y
Sandburg, durante sus prolongadas carreras, fue considerada como la
29
expresión auténtica de un espíritu poético estadounidense. Alejada de estos
grupos, pero también muy popular e influyente, fue Edna Saint Vincent Millay.

La publicación de Tierra baldía (1922), del poeta anglo-estadounidense T.S.


Eliot, supuso un cambio radical. La tendencia al esoterismo en las formas,
lenguaje y simbolismo aumentó con los Cantos (publicados entre 1925 y 1960),
de Ezra Pound. Tanto Eliot como Pound, por medio de su poesía y de sus
escritos críticos, tuvieron una inmensa influencia en el curso de la poesía del
siglo XX. Lo mismo ocurrió con la obra de William C. Williams, cuyos 40
volúmenes de prosa y poesía, entre ellos Paterson (1946-1958), influyeron en
la escritura de varias generaciones de poetas.

También realizaron experimentos poéticos utilizando una imaginería compleja y


a menudo difícil, Hart Crane, conocido por su poema épico El puente (1930),
Wallace Stevens (El hombre con la guitarra azul, 1937) y Marianne Moore
(Poemas completos, 1951). La inventiva obra de e.e. cummings, desde Es 5
(1926) a 73 poemas (1963), jugó con la forma tipográfica y la imaginación
auditiva.

Otros poetas que establecieron una comunicación más directa con el lector
incluyen a John Robinson Jeffers, Randall Jarrell y Archibald Macleish. La
poesía de protesta de la generación Beat, comunica de modo directo y con
gran impacto. Muy diferente en el tono es la vena de la tradición narrativa oral
negra del Sur, que se observa en la obra de Gwendolyn Brooks, Nikki Giovanni
y Maya Angelou. Theodore Roethke utilizó dos estilos: una forma libre para la
expresión de ideas surrealistas y una forma lírica más sencilla para la
expresión de modos más racionales de pensamiento.

Con Robert Lowell se inició, en la década de 1940, lo que se ha denominado


un modo de poesía “confesional”, con referencias explícitas a las ansiedades
personales. Los poemas de Sylvia Plath (Ariel, 1965) y Anne Sexton (Vive o
muere, 1967) también contienen imágenes de sufrimientos personales. Un
resurgir de la poesía se manifestó desde fines de la década de 1960, con
proliferación de revistas y universidades que patrocinaron cursos de poesía
ofrecidos por poetas. Entre los muchos poetas contemporáneos que practican
una gran variedad de estilos, están May Swenson, Robert Bly y Galway
Kinnellare, que destacan por el empleo de una imaginería clara y definida,
generalmente basada en la observación detallada de la naturaleza. En
contraste, James Merril utiliza imágenes muy personales, y John Ashbery, con
su complicada sintaxis, hace que sus poemas resulten difíciles de comprender.
Ashbery ganó el Premio Pulitzer en 1976 con su Autorretrato en un espejo
convexo; Merrill lo ganó al año siguiente con su Divinas comedias. Mona Van
Duyn, que también obtuvo el mismo galardón, destaca por el calor, el ingenio y
las emociones que destilan sus poemas sobre padres e hijos, el matrimonio y el
amor.

8 EL ENSAYO EN EL SIGLO XX

30
Una visión tradicional de la historia de Estados Unidos la ofrecieron
historiadores como Charles Austin Beard y Mary Ritter Beard en la década de
1920, y Samuel Eliot Morison y Henry Steele Commager en la de 1960. Pero
destaca Richard Hofstadter con sus estudios sobre los efectos del
conservadurismo.

Algunos escritores dedicados a la narrativa se ocuparon de aspectos históricos.


Así, Truman Capote realizó un relato estremecedor del asesinato de una familia
de Kansas en A sangre fría (1966), y Norman Mailer describió con intensidad
ciertos aspectos políticos radicales en Los ejércitos de la noche (1968).

A partir de los movimientos en favor de los derechos civiles, de las décadas de


1950 y 1960, surgieron escritores cuya obra revelaba las experiencias de los
negros estadounidenses. Entre ellos estaba el dramaturgo y poeta Amiri
Baraka (originalmente llamado LeRoi Jones) con sus ensayos sobre las
relaciones entre las diferentes razas. Eldridge Cleaver publicó Alma
encadenada (1967), y el líder nacionalista negro Malcolm X escribió su
autobiografía en 1965 que tuvo una enorme repercusión, con ayuda de Alex
Haley, el cual posteriormente se haría famoso como autor de Raíces (1976), un
relato semificticio de la historia de su familia desde sus orígenes africanos
hasta hoy. Maya Angelou, poeta y novelista, escribió por su parte unas intensas
memorias de su infancia sureña.

Otros serios ensayos se escribieron a partir de 1960 sobre la guerra de


Vietnam, la contaminación del medio ambiente y los derechos de las mujeres.
Entre los primeros destacan Mi Lai 4 (1970), un relato de la matanza de civiles
vietnamitas por las tropas estadounidenses en 1968, por el que su autor,
Seymour M. Hersh, ganó el Premio Pulitzer. El magistral reportaje de Michael
Herr, Despachos de guerra (1977), hace referencia a la vida cotidiana en
Vietnam durante la guerra. Una obra pionera sobre el papel de las mujeres en
la sociedad fue La mística de la feminidad (1963) de Betty Friedan, a la que
siguieron otros análisis importantes.

En lo que se refiere a la crítica literaria merecen mención H. L. Mencken


durante la década de 1920. Kenneth Burke y Robert Penn Warren fueron otros
destacados estudiosos de la literatura de ese periodo, pero el libro sobre la
literatura estadounidense más importante fue, sin duda, La imaginación liberal
(1950) de Lionel Trilling. Amor y muerte en la novela norteamericana (1960) de
Leslie Fiedler, es otro de los clásicos en este terreno.

Edmund Wilson fue el teórico fundamental de la literatura del siglo XX. Muy
cerca de él está Harold Bloom, profesor de Yale, comprometido con el análisis
radical de la literatura de todas las épocas, tanto de Estados Unidos como de
otros países.

31
Literatura japonesa
1 INTRODUCCIÓN

Literatura japonesa, literatura escrita por japoneses tanto en lengua japonesa


como en lengua china. El presente artículo se ocupa principalmente de las
obras en lengua japonesa.

La literatura japonesa ante todo se desarrolló en forma de novela, poesía,


ensayo y teatro (ver Teatro japonés). Este desarrollo se divide habitualmente
en los periodos Yamato, Heian, Kamakura–Muromachi, Edo y moderno; los
cuatro primeros se llaman así de acuerdo con la sede del centro administrativo
japonés principal de la época.

2 PERIODO YAMATO

(desde las épocas arcaicas hasta fines del siglo VIII d. C.). Aunque no existía
literatura escrita antes del siglo VIII, en los siglos anteriores se compusieron un
número considerable de baladas, rezos rituales, mitos y leyendas.
Posteriormente estas composiciones fueron recogidas en Kojiki (Relación de
cuestiones antiguas, 712), obra fundamental escrita por O no Yasumaro en una
lengua que no era todavía japonés, pero ya tampoco chino, resultado de un
esfuerzo considerable de adaptación de la grafía china y la sintáxis japonesa, y
en Nihon Shoki o Nihongi (Crónica del Japón, 720), escrita en chino. Estas
obras son las primeras historias de Japón y explican el origen del pueblo
japonés, la formación del Estado y la esencia de la política nacional. Aunque
las dos obras parten de los mismos materiales míticos e históricos, Kojiki está
destinada a los japoneses, mientras que Nihon shoki, que muestra influencia
del pensamiento chino, tiene una perspectiva más amplia.

Una poesía lírica que surgió a partir de las primitivas baladas incluidas en estas
obras quedó recogida en la primera gran antología japonesa, la Manyoshu
(Colección de diez mil hojas), realizada por el poeta Otomo no Yakamochi
después del 759. En esta antología se utiliza un silabario primitivo, conocido
como manyo-gana, en el que los caracteres chinos sirven como símbolos
fonéticos de las sílabas, en vez de palabras. Las dos formas poéticas más
importantes de la antología son el choka (poema largo), consistente en versos
alternos de cinco y siete sílabas, seguidos por un verso final de siete sílabas al
que se añaden uno o más hankas (envíos) y el tanka (poema breve),
consistente en 31 sílabas, escritas en cinco versos según un esquema de cinco,
siete, cinco, siete y siete sílabas. El tanka se convirtió en la forma poética
japonesa más importante, manteniendo su vitalidad hasta el periodo moderno,
mientras que el choka perdió pronto popularidad. El poeta más importante del
Manyoshu es Kakinomoto no Hitomaro, que utilizó libremente todas las formas
de versificación. El estado de ánimo que se impone en la antología es el de
makoto (verdad o sinceridad), el compromiso total de la persona.

32
3 PERIODO HEIAN

(fines del siglo VIII-fines del siglo XII). A finales del siglo VIII la sede del
gobierno se trasladó a Heian (actualmente Kioto), y surgió un nuevo tipo de
literatura entre la sociedad aristocrática de la corte. La creación de silabarios
japoneses en este siglo contribuyó tanto al desarrollo de la prosa como al de la
poesía. La Kokinshu (Colección de poemas antiguos y nuevos, 905) refleja
claramente el cambio de actitud desde aquella sinceridad personal, que
caracterizó al periodo anterior, a una de empatía con la esencia de las cosas,
un lazo que unía la naturaleza y los seres humanos. El compilador principal, Ki
no Tsurayuki (fallecido hacia 945), que proporcionó las bases del canon para la
poética japonesa en el prefacio, era también un excelso poeta, y sus obras se
incluyen en la antología. La mayoría de los poemas, sin embargo, pertenecen a
periodos anteriores. Ki no Tsurayuki es conocido también como autor del diario
Tosa nikki (Diario de Tosa, 935), que es el primer ejemplo de un importante
género literario japonés, el diario literario. La obra narra su viaje de vuelta a
Kioto desde la provincia de Tosa, e incluye conmovedoras referencias a una
hermana que murió allí.

La literatura de comienzos del siglo X aparece, bien en forma de cuentos de


hadas como Taketori monogatari (El cuento del cortador de bambú), o bien de
poemas-cuentos como los Ise monogatari (Cuentos de Ise, c. 980). Las obras
principales de la literatura del periodo Heian aparecieron a fines del siglo X y
comienzos del XI, en especial Genji monogatari (Cuentos o Historia de Genji, c.
1010), de Murasaki Shikibu, y Makura no soshi (El libro almohada, que había
que entenderlo como ‘Notas de cabecera’), de Sei Shonagon, otra dama de la
corte. La Historia de Genji, un detallado retrato panorámico de la vida en la
corte, se puede considerar la primera novela importante de la literatura mundial.
También incluye muchos tankas escritos por los personajes en diversas
situaciones. La novela presenta en 54 extensos capítulos la vida y amores del
príncipe Genji y de Kaoru, su supuesto hijo. Se va haciendo cada vez más
profunda, sobre todo en los últimos capítulos, muestra de la intensidad de la
historia y del perfeccionamiento y dominio de la narración por parte de la autora.
El libro almohada, la primera de las dos obras clásicas, es una colección de
apuntes ingeniosos y a menudo brillantes que revelan el aspecto más mundano
de la misma sociedad cortesana.

4 PERIODO KAMAKURA-MUROMACHI

(fines del siglo XII-siglo XVI). El colapso del sistema feudal en Japón culminó
con la derrota del clan Taira por parte del clan Minamoto, que estableció el
gobierno en Kamakura en 1192. Desde fines del siglo XII hasta comienzos del
XVII, Japón estuvo en un estado casi permanente de guerra y desorden. Las
figuras dominantes en la sociedad japonesa eran los samuráis, o guerreros,
que llevaban una vida de acción, y el monje budista, que dedicaba su vida a la
contemplación (ver Budismo).

33
La primera de varias antologías imperiales de poesía, la Shin kokinshu (Nueva
colección de poemas antiguos y modernos, 1205), recopilada por Fujiwara
Teika, refleja el cambio de actitud nacional y literaria a un estado de ánimo
melancólico y solitario. Los eruditos japoneses utilizan el término de yugen
(misterio y profundidad), que tiene claras referencias religiosas, para
caracterizar toda la literatura de este periodo. Uno de los poetas principales de
esta antología es una figura religiosa, el monje Saigio. La derrota del clan de
los Taira por el de los Minamoto se convirtió en el argumento de la obra en
prosa más famosa del periodo, los Heike monogatari (Cuentos de Heike, c.
1220), escritos por un autor anónimo. Relato de mi choza (1212) son
reflexiones filosóficas escritas a modo de diario por Kamo no Chomei, con unas
secciones finales de gran importancia literaria. Ensayo en ocio (1340), de
Kenko Yoshida, recuerda El libro almohada, pero con un estado de ánimo más
melancólico que refleja indudablemente un lamento ante los conflictos de la
época. El tipo de narrativa más importante de este momento fueron los
otogizoshis, colecciones de relatos de autores anónimos.

El desarrollo poético fundamental del periodo posterior al siglo XIV fue la


creación de rengas, o versos unidos, una forma sometida a muchas reglas.
Tres o más poetas colaboraban en la composición de un extenso poema,
consistente en estrofas alternas, una que contenía versos de siete, cinco y
siete sílabas, y la otra dos versos de siete sílabas cada uno. El más grande
maestro de esta forma, Sogi, y sus discípulos Shohaku y Socho, compusieron
juntos el famoso Minase sangin hyakuin (Un centenar de estrofas de tres
poetas de Minase) en 1488.

5 PERIODO EDO

(siglo XVII-1868). Con la paz, que tuvo lugar en 1603 bajo la dinastía
Tokugawa, que estableció la sede del gobierno en Edo (actualmente Tokio),
floreció el comercio y las ciudades prosperaron, originando una clase de
comerciantes que pronto creó su propia literatura: una prosa obscena y
mundana de un carácter radicalmente diferente al de la literatura del periodo
precedente.

La figura más importante del periodo fue Ihara Saikaku. Hombre lascivo y sin
linaje (1682) es una brillante obra de literatura erótica, en prosa, llena de humor
y agudeza que presenta una visión panorámica de la vida sensual de la
sociedad de mercaderes. En el siglo XVIII hubo muchos escritores que imitaron
a Saikaku, pero ninguno igualó sus logros. En el siglo XIX fue famoso un
escritor en prosa importante, si bien limitado, Jippensha Ikku (c. 1765-1831). Es
autor de Tokaidochu hizakurige (1802-1822), que es una obra picaresca
deliciosa que relata las desventuras de dos pícaros.

El haiku, una composición de 17 sílabas, se perfeccionó durante este periodo.


Probablemente la mayor conquista estética japonesa en el terreno de la
literatura, se puede describir como la esencia destilada de la literatura, y refleja
la influencia del zen, una forma de budismo que adquirió gran importancia en el

34
Japón de esta época. Tres poetas destacan por sus haikus. El primero es el
monje Basho, que viajó a regiones remotas del país, componiendo de acuerdo
con las circunstancias, de modo que su poesía aparece dentro de sus relatos
de viajes, aunque las partes en prosa también son importantes. Se le considera
el mayor de los poetas japoneses por su sensibilidad y profundidad y es
especialmente famoso por su Senda hacia tierras hondas (1694; traducido por
el escritor mexicano Octavio Paz, en 1970, —de las versiones francesa e
inglesa y con ayuda de un japonés— como Sendas de Oku). El segundo es
Yosa Buson, cuyos haikus expresan su experiencia como pintor. El tercero es
Kobayashi Issa, un poeta de origen humilde, que obtuvo su material de la vida
campesina. La poesía cómica, en una diversidad de formas, floreció también en
el periodo Edo.

6 PERIODO MODERNO

(1868 hasta la actualidad). Durante el periodo moderno los escritores


japoneses han recibido la influencia de otras literaturas, principalmente
occidentales, y han utilizado muchos conceptos literarios y muchas técnicas
extranjeras en prosa y poesía.

6.1 Siglo XIX

El humorista Kanagaki Robunis fue una figura de transición que trató


inútilmente de adaptarse a una nueva edad, pero que básicamente se mantuvo
dentro del estilo cómico del periodo Edo. Las traducciones de la literatura
occidental, al principio fundamentalmente de obras de autores ingleses,
proporcionaron ímpetu a la novela política, un género interesante, aunque no
de gran calidad literaria que se impuso a finales de siglo. Reunión con dos
mujeres, de Tokai Sanshi, es una obra extravagante y humorística que sigue
los viajes y avatares de un joven político japonés. La esencia de la novela
(1885), del escritor Tsubuochi Shoyo, defiende un arte de la prosa enraizado en
el realismo, según el modelo occidental. El paso siguiente hacia la
modernización fue La nube errante (1887), de Futabatei Shimei, la primera
novela seria en lenguaje coloquial.

La Kenyusha (Sociedad de los amigos de la tinta), una sociedad literaria


fundada por el novelista y poeta Ozaki Koyo, fue importante en la vida literaria
japonesa en los años posteriores a 1890. La sociedad influyó en la creación de
una literatura nueva que mantenía valores estéticos tradicionales aunque
incorporara técnicas occidentales. Un escritor joven de esta tendencia, Higuchi
Ichiyo, traza con destreza la psicología de los niños y los jóvenes enamorados
en bastante relatos; Haciéndose mayor (1896) se considera su obra maestra.

6.2 Siglo XX

La novela naturalista francesa atrajo a los escritores japoneses jóvenes, que


pronto crearon un naturalismo propio con menos contenido social y una mayor

35
subjetividad. La figura principal de este estilo naturalista es Shimazaki Toson,
cuya La transgresión del mandamiento (1906), que describe la confesión de un
joven marginal, estableció con firmeza el movimiento.

Otras dos figuras importantes, Mori Ogai y Natsume Soseki, se mantuvieron


alejados de esta tradición francesa dominante. Mori Ogai se inspiró en la
literatura alemana; escribió poesía, teatro, novela y biografías históricas.
Probablemente su mejor obra sea Patos salvajes (1911-1913), que examina
con una gran lucidez los sentimientos de una muchacha que se ve obligada a
ser amante de un usurero. Natsume Soseki era especialista en literatura
inglesa antes de dedicarse a la escritura de creación. Su logro monumental en
la novela psicológica le convierte indudablemente en uno de los más grandes
escritores que haya producido Japón en los tiempos modernos. En sus obras
escritas entre 1905 y su muerte, en 1916, creó un mundo literario que
constituye una denuncia directa del egoísmo moderno. Su última obra
incompleta, Luz y tinieblas, puede que sea la única novela moderna japonesa,
que en alcance y profundidad, se asemeja a los maestros rusos.

En el periodo de 1910 a 1930, Akutagawa Ryunosuke, discípulo de Natsume


Soseki, creó una forma de relatos perfectamente estructurada y depurada.
Rashomon (1915), que fue convertido en una famosa película, dirigida en 1950
por Kurosawa, es uno de sus cuentos más conocidos.

La dominación militarista impuesta sobre la vida japonesa en la década de


1930 estuvo a punto de ahogar la literatura, aunque unos cuantos escritores se
refugiaron en un esteticismo que no planteaba problemas. Kawabata Yasunari,
que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1968, y Tanizaki Junichiro se
cuentan entre los autores que emergieron de la II Guerra Mundial y continuaron
perfeccionando su estilo. Sus obras más conocidas son País de nieve (1947),
del primero, y Hay quien prefiere las ortigas (1929), del segundo.

Otro escritor japonés de la posguerra altamente considerado es Yukio Mishima,


que escribió novelas, obras de teatro y relatos donde deja constancia de su
desesperación por la occidentalización de su país y su deseo de un retorno a
las épocas antiguas más nobles. Entre sus atrayentes obras está su primera
novela, parcialmente autobiográfica, Confesiones de una máscara (1949), y su
tetralogía El mar de la fertilidad (1970), una historia épica del Japón moderno.
Mishima estaba obsesionado por la muerte y cometió un harakiri ritual.

Abe Kobo es otro interesante escritor de este periodo. Su novela influida por el
existencialismo y el teatro del absurdo, La mujer de la arena (1962) es de sobra
conocida. También destaca Oé Kenzaburo, que obtuvo el Premio Nobel de
Literatura en 1994. Entre sus novelas de denuncia del militarismo japonés,
destaca La presa (1959). En Una cuestión personal (1964) aborda las
relaciones con su hijo, logrando una de las grandes narraciones de este siglo.

Aunque durante el periodo moderno la poesía ha sido menos importante que la


prosa, Masaoka Shiki merece una mención como creador de formas modernas

36
de tanka y haiku. Desde finales del siglo XIX se ha producido un vigoroso
movimiento en favor de la creación de poesía al estilo occidental, y han surgido
varios excelentes poetas dentro de este género.

A partir del final de la II Guerra Mundial, y gracias sobre todo a especialistas


estadounidenses, entre los que destaca Donald Keene, la literatura japonesa
ha llegado a ser reconocida como una de las más vitales de la literatura
mundial.

Literatura inglesa
1 INTRODUCCIÓN

Literatura inglesa, literatura producida en Inglaterra, desde la introducción del


inglés antiguo por los anglosajones en el siglo V hasta la actualidad. La obra de
los escritores irlandeses y escoceses que se identifican estrechamente con la
vida y las letras inglesas también se considera parte de la literatura inglesa.
Para otros escritores irlandeses y escoceses, ver Literatura irlandesa; Literatura
escocesa. Para otras literaturas en inglés, ver Literatura estadounidense;
Literatura australiana; Literatura canadiense.

2 INGLÉS ANTIGUO O ERA ANGLOSAJONA

Este periodo se extiende desde aproximadamente el 450 hasta 1066, el año de


la conquista normanda de Inglaterra. Las tribus germánicas de Europa que
invadieron Inglaterra en el siglo V, después de la derrota romana, trajeron con
ellas el inglés antiguo o lengua anglosajona, que constituye la base del inglés
moderno (ver Lengua inglesa). También aportaron una tradición poética
específica cuyas características formales pervivieron asombrosamente hasta
su derrota por parte de los invasores franco-normandos seis siglos más tarde.

La mayor parte de la poesía en inglés antiguo probablemente fuera compuesta


para ser cantada, con acompañamiento de arpa, por el bardo. Audaz e intensa
con frecuencia, pero también melancólica y elegíaca en espíritu, esta poesía
insiste en la tristeza y futilidad de la vida, y en la indefensión de los humanos
ante el poder del destino. Casi toda ella está compuesta sin rima, a partir de
cuatro sílabas acentuadas que alternan con un número indeterminado sin
acentuar (ver Versificación). Otra característica formal de la poesía en inglés
antiguo es la aliteración estructural, o uso de sílabas con sonidos similares.
Estas cualidades de forma y espíritu aparecen en el poema épico Beowulf,
escrito en el siglo VIII. El texto empieza y termina con el funeral de un gran rey,
y describe las hazañas de un héroe de la cultura escandinava, Beowulf, que
aparece además como salvador del pueblo. Se incorporan fragmentos de otros
relatos heroicos que iluminan la acción principal, pero que también contribuyen
a la simetría. Otro rasgo del poema es un debilitamiento de la sensación del
poder definitivo de un destino arbitrario. La idea cristiana de dependencia

37
respecto a un Dios justo está presente. Rasgo típico, por otra parte, de otras
muestras de la literatura de la época, que en su mayor parte fue preservada en
los monasterios gracias a la labor de los copistas.

La leyenda y la historia sagrada fueron también el tema de poemas


formalmente relacionados con el Beowulf. Es el caso de los sencillos poemas
de Caedmon, un hombre humilde de fines del siglo VII, del que el historiador y
teólogo Beda el Venerable dijo que había recibido su don poético de Dios. Y
también del lenguaje más trabajado de Cynewulf y su escuela.

Aparte de estas composiciones religiosas, los poetas anglosajones produjeron


poemas líricos más breves en los que no hay referencias específicas a la
doctrina cristiana y que evocan la dureza de las circunstancias y la tristeza de
la condición humana.

La prosa en inglés antiguo viene representada por gran número de obras


religiosas, entre las que destacan diversas traducciones de obras latinas de
Beda el Venerable y de Boecio.

3 EL PERIODO INGLÉS MEDIO

Se extiende de 1066 a 1485 y se caracteriza por la gran influencia de la


literatura francesa en las formas y temas. Desde la conquista normanda de
Inglaterra en 1066 hasta el siglo XIV, la lengua francesa remplazó a la inglesa
en las composiciones literarias, y el latín mantuvo su categoría de lengua
erudita. Hacia el siglo XIV, cuando el inglés volvió a ser utilizado por las clases
dirigentes, había sufrido profundas transformaciones y había adquirido la
característica que aún posee de incorporar libremente numerosos términos
extranjeros, en esta época del latín y del francés.

La literatura del inglés medio de los siglos XIV y XV está mucho más
diversificada que la literatura anterior en inglés antiguo. Influyen elementos
italianos y franceses, y se mantienen diversos estilos autóctonos, razones que
contribuyen a que se creen obras difíciles de clasificar.

Entre los poemas que presentan una cierta continuidad formal con respecto al
inglés antiguo, destaca Piers el labrador de William Langland. Se trata de una
extensa y apasionada obra estructurada en forma de visiones oníricas que
sirven a su autor para presentar una concepción cristiana de la vida y
denunciar la situación de los pobres, la avaricia de los ricos y la maldad de todo
el mundo. En ciertos aspectos puede ser comparada con otro gran poema
construido bajo el molde del sueño alegórico, la Divina Comedia de Dante.

Otro poema visionario, La perla, escrito hacia 1370, también tiene un carácter
doctrinal, aunque su tono es más abiertamente artístico.

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Un tercer poema aliterativo, supuestamente compuesto por el mismo autor
anónimo de La perla, es Sir Gawain y el Caballero Verde (c. 1380), un relato de
aventuras caballerescas y amor, influido por las obras francesas del mismo tipo.

3.1 Chaucer

Dos poemas no aliterativos forman parte de la obra de Geoffrey Chaucer. Son


Troilo y Crésida (c. 1385), el relato del destino fatal de un amor noble que tiene
lugar en la Troya de Homero, y El cuento del caballero (c. 1382), que como el
anterior, se basa en la obra de Boccaccio. Chaucer también tradujo obras
francesas y latinas y, sobre todo, compuso (probablemente después de 1387)
los Cuentos de Canterbury. Se trata de una colección de 24 historias narradas
por un grupo de peregrinos que se dirigen a la catedral de Canterbury.
Caracterizadas por su gran viveza, tocan asuntos que van de la inocencia
religiosa a la castidad matrimonial, pasando por la descripción de la hipocresía
de los villanos y la volubilidad de las mujeres.

En el siglo XV la poesía siguió influida por Chaucer, pero se puede afirmar que
los temas y estilos medievales estaban ya agotados. Destaca la obra de
Thomas Malory, La muerte de Arturo (1469-1470), que trasladaba la tradición
de las novelas artúricas de origen francés a una prosa inglesa de sobresaliente
vitalidad.

4 EL RENACIMIENTO

En 1485 dio comienzo una edad de oro de la literatura inglesa que duró hasta
1660. A partir de la introducción de la imprenta, en 1476, el número de lectores
se multiplicó. El aumento de la clase media, el desarrollo del comercio, la
difusión de la educación entre los laicos y no sólo los clérigos, la centralización
del poder y de la intensa vida intelectual en la corte de los Tudor y los Estuardo,
fueron elementos que favorecieron un nuevo ímpetu en la literatura. La nueva
literatura, sin embargo, no florecerá del todo hasta 1550, durante el reinado de
Isabel I.

La aportación inglesa al movimiento europeo conocido como humanismo


también pertenece a este periodo. El humanismo, que fomenta el estudio de los
autores de la antigüedad clásica, favoreció la aparición de un estilo en el que
se recreaban los moldes de la misma. La riqueza y profusión metafórica debe
mucho a la fuerza educadora de este movimiento. La figura de Tomás Moro
sobresale entre los humanistas ingleses por su obra escrita en latín Utopía
(1516).

4.1 Poesía del renacimiento

La poesía de comienzos del siglo XVI por lo general es menos importante, a


excepción de la obra de John Skelton, que ofrece una curiosa combinación de
influencias medievales y renacentistas. Los dos grandes innovadores de la

39
poesía renacentista del último cuarto del siglo XVI son Philip Sidney y Edmund
Spenser.

Sidney, considerado como el modelo de gentilhombre renacentista, es el


iniciador de la moda del soneto con su Atrophel y Stella (c. 1582). Escrita con
un estilo metafórico de influencia italiana, en esta obra celebra el ideal de
feminidad al modo platónico. Sidney introduce también la idealización del sujeto
amado, tema surgido tanto del platonismo como del ideal caballeresco del amor
cortés, que seguirá imponiéndose en gran parte de la poesía y el teatro de fines
del siglo XVI.

Pero el mayor monumento a ese idealismo es la obra incompleta La reina de


las hadas (publicada con sucesivos añadidos entre 1590 y 1609), de Spenser.
En los seis libros que pudo completar el autor presenta las virtudes
caballerescas; a lo largo del poema aparecen además la figura de Arthur, el
perfecto caballero que aglutina todas las virtudes, y Gloriana, la representación
del ideal de feminidad y encarnación de la reina Isabel. Spenser trató de crear,
a partir de elementos heredados de los ciclos artúricos y de la épica medieval,
una obra que elevara la literatura nacional inglesa a la altura de la de la
antigüedad griega y romana, y de la de la Italia renacentista.

Otras dos tendencias poéticas comenzaron a mostrarse a fines del siglo XVI y
comienzos del XVII. La primera está representada por la poesía de John Donne
y de los demás poetas llamados metafísicos, que llevaron el estilo metafórico a
cumbres casi inalcanzables de complejidad e ingenio. Entre los seguidores de
Donne estuvieron George Herbert, Henry Vaughan y Richard Crashaw. Andrew
Marvell escribió poesía metafísica de gran fuerza.

La segunda tendencia poética fue una reacción al estilo exuberante de Spenser


y a las audacias metafóricas de los metafísicos. Ben Jonson y su escuela, con
una pureza y contención clásicas, son los principales representantes. Influyeron
en figuras posteriores como Robert Herrick.

El último gran poeta del renacimiento inglés fue John Milton, que hizo frente
con mayor madurez que Spenser a la tarea de escribir una épica inglesa. Para
ello se basó en la tradición cristiana y bíblica y, con gran sencillez y capacidad
poética, narró en Paraíso perdido (1667) las maquinaciones de Satán que
llevaron a la caída de Adán y Eva. Sus otros poemas, como Paraíso
recuperado (1671), también revelan una asombrosa fuerza poética bajo el
control de una mente profunda.

4.2 Teatro y prosa renacentista

Aunque la poesía renacentista vivió un periodo de auge, fue el drama el que


disfrutó de mayor estima. La obra de su mayor representante, William
Shakespeare, ha recibido reconocimiento universal. Anteriormente había
existido el drama religioso, pero el teatro renacentista superó esa tradición
medieval y, hacia 1580, se representaron comedias y tragedias escritas en un

40
verso elaborado bajo la influencia de los ejemplos clásicos. El gusto popular
exigía un sensacionalismo lejano del espíritu de la literatura griega y romana.
Sólo Séneca sirvió de modelo a una tragedia popular de sangre y venganza,
Tragedia española (1586) de Thomas Kyd. Unos años después, Christopher
Marlowe inició la tradición de la crónica del destino fatal de reyes y potentados.
La trágica historia del doctor Fausto (1604) y El judío de Malta (1633), sus
obras más conocidas, están ya escritas en un estilo que en algunos aspectos
se puede comparar al de Shakespeare.

En lo que se refiere a prosa, brilla especialmente la gran traducción de la Biblia,


llamada Biblia del rey Jaime, o Versión autorizada, que se publicó en 1611 y
supuso la culminación de dos siglos de esfuerzos por conseguir la mejor
traducción inglesa de los textos originales. Su vocabulario, imágenes y ritmos
han influido en los escritores en inglés de todas las épocas a partir de entonces.

4.3 Shakespeare

Tanto la tragedia como la comedia isabelinas alcanzaron su auténtico


florecimiento en la obra de Shakespeare. Más allá de su talento, de la riqueza
de su estilo y de la complejidad de sus argumentos (en todo lo cual supera a
los demás dramaturgos isabelinos), su comprensión del ser humano confiere a
su obra una grandeza inmortal y le convierte en la figura más importante de la
literatura inglesa. En sus comedias muestra el encanto pero también los
aspectos ridículos de la naturaleza humana. Sus grandes tragedias bucean en
las profundidades del alma. En sus últimas obras, gracias a la creación de una
atmósfera misteriosa y exótica, y a los rápidos cambios entre buena y mala
fortuna, anticipa los dramas de la época siguiente. Así se comprueba en la obra
de la figura más influyente del teatro inglés de ese periodo, Ben Jonson.

5 LA RESTAURACIÓN Y EL SIGLO XVIII

Este periodo se extiende desde 1660, año en que el rey Carlos II volvió a
ocupar el trono, hasta 1789 aproximadamente. La literatura se caracterizó
entonces por la búsqueda de la moderación, el buen gusto y la simplicidad. Los
grandes tratados filosóficos y políticos de la época promueven el racionalismo,
como demuestra la obra de John Locke, que defendía la experiencia como
base exclusiva del conocimiento, o la de David Hume.

En el pensamiento político, la aceptación arbitraria del derecho divino de la


monarquía (una creencia popular en el renacimiento) casi sucumbió ante el
escepticismo, hasta el punto de que Thomas Hobbes, en su Leviatán (1651),
tuvo que defender la idea del absolutismo desde posturas racionalistas.

Tal vez la obra histórica más importante en inglés sea Historia de la decadencia
y ruina del Imperio romano (6 volúmenes, 1776-1788), de Edward Gibbon.

41
Las etapas que atravesó el gusto literario del periodo de la Restauración y del
siglo XVIII suelen denominarse a partir de las tres grandes figuras literarias que
perpetuaron la tradición clásica en esta época: Dryden, Pope y Johnson.

5.1 La época de Dryden

La poesía de John Dryden posee una grandeza, una fuerza y un tono que
fueron muy bien recibidos por los lectores, que todavía tenían cosas en común
con los isabelinos. Al mismo tiempo, marcó el tono de la nueva época al
conseguir una nueva claridad y establecer una limitación de moderación y buen
gusto.

Su reputación se apoya básicamente en la sátira, una forma que se convirtió en


la dominante de la época. Absalón y Ajitófel (1681-1682) es una de las mejores.
Sin embargo, la mayor parte de la obra de Dryden fue para el teatro. Sus
tragedias heroicas, como La conquista de Granada (1670), sacrificaban la
realidad y la consistencia de los hechos y personajes en favor de argumentos
extravagantes presentados con un estilo sobrecargado. Algo que no ocurre con
Thomas Otway, cuya obra Venecia preservada (1682), alcanza elevadas cimas
de ternura y sensibilidad.

Superior a la tragedia, la comedia de la época se inspira directamente en Ben


Jonson, aunque resulta más refinada, si bien con menos fuerza. Critica la
ambición de la clase media y las normas sociales con un tono que roza la
amoralidad. La reacción contra este tipo de comedias, conocidas como
comedias de costumbres, ya se había empezado a producir en el momento en
que su mayor exponente, William Congreve, obtenía un gran éxito con Amor
por amor (1695).

Al igual que ocurrió con su poesía, la prosa de Dryden sirvió de modelo del
género en su época. Aunque de naturaleza diferente, fue notable también la
prosa de otras dos importantes figuras del momento, Samuel Pepys y John
Bunyan. Pepys escribió un diario que constituye un valioso documento sobre la
vida del periodo. Bunyan, por su parte, escribió El peregrino (1678), una
narración alegórica sobre los seres humanos y las verdades fundamentales de
la vida, la muerte y la religión.

5.2 La época de Pope

En la época de Alexander Pope (que se sitúa entre el fallecimiento de Dryden,


en 1700, y su propia muerte, en 1744), el espíritu clásico de la literatura inglesa
alcanzó su punto de máximo esplendor.

Más que ningún otro poeta inglés, Pope se sometió a la exigencia de que la
fuerza expresiva del genio poético sólo se podía manifestar del modo más
razonable, lúcido y equilibrado del que fuera capaz la razón humana. Pope no
posee la majestuosidad de Dryden, pero su facilidad, armonía y gracia son

42
impresionantes. Su fama también se basa en sus sátiras, pero con frecuencia
se inclina al didactismo, como ocurre en su Ensayo sobre la crítica (1711).

Otro gran satírico, pero esta vez en prosa, fue Jonathan Swift, cuya percepción
profunda y desesperada de las estupideces y las maldades propias de la
naturaleza humana contrasta con la crítica social de sus contemporáneos. En
Una modesta proposición (1729) alcanza elevadas cimas de terrible ironía. Los
viajes de Gulliver (1726) es su obra más conocida, y en ella hace gala
nuevamente de una lucidez y de un dominio de la escritura más que notables.

5.3 La época de Johnson

La época de Samuel Johnson, desde 1774 hasta aproximadamente 1784,


representa un tiempo de cambios en los ideales literarios. El clasicismo y el
conservadurismo literario asociados con Johnson constituyen una reacción
frente al culto a los sentimientos que anuncian los precursores del
romanticismo. Aunque su poesía es heredera de las tradiciones y formas de
Pope, Johnson es más conocido como prosista, conversador
extraordinariamente dotado y árbitro literario de la vida cultural urbana de su
época, como queda en claro gracias a una de las más famosas biografías
inglesas, Vida de Samuel Johnson (1791), de James Boswell.

Johnson salió de la pobreza merced a honradas tareas literarias, como su


Diccionario de la lengua inglesa (1755), que fue la primera obra de su estilo en
la que se realizaba una labor recopilatoria de acuerdo con las normas
lexicográficas modernas. También colaboró asiduamente en los periódicos. Su
relato filosófico, Rasselas (1759), recuerda a Swift (y a su contemporáneo
francés Voltaire), en su percepción de la vanidad de los deseos humanos. Pero
a pesar del pesimismo que le caracteriza, su independencia e integridad
intelectual lo sitúan entre los grandes escritores de la época.

El amigo de Johnson, Oliver Goldsmith, realizó una mezcla curiosa entre lo


viejo y lo nuevo. Su novela El vicario de Wakefield (1766) comienza con un
humor seco, pero pronto pasa a ser un relato lleno de lamentaciones. En su
poesía y teatro, Goldsmith mostró simpatía por las clases más bajas de la
sociedad.

William Cowper y Thomas Gray cultivaron una sensibilidad reflexiva y una


melancolía desconocidas en las generaciones previas. William Blake realizó
una obra importantísima que consiste, por una parte, en canciones líricas casi
infantiles (Cantos de inocencia, 1789), y por otra en oscuros poemas donde
expone una nueva visión mitológica de la vida (El libro de Thel, 1789). Toda la
poesía de Blake expresa la negación del ideal de la razón (a la que
consideraba destructora de la vida), y defiende la fuerza de los sentimientos,
pero de un modo más vital que cualquiera de los otros prerrománticos
mencionados.

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La novela, sobre todo la novela sentimental, se convierte en un género popular
en este periodo. Entre los autores que cultivan este género se encuentra
Samuel Richardson, un defensor de los sentimientos sencillos e inocentes. Su
novela Clarissa (1747-1748) narra, por medio de cartas que intercambian los
personajes, la adversidad a la que se enfrenta una joven inocente destruida por
el hombre al que ama. Henry Fielding muestra su relación con el espíritu
satírico de autores anteriores y la influencia que ejerció sobre él la lectura de
Cervantes, en su novela Joseph Andrews (1742), que parodia otra novela de la
virtud asediada, Pamela (1740), de su contemporáneo Richardson. La gran
novela de Fielding, Tom Jones (1749), revela un espíritu vigoroso y saludable;
es una comedia en la que la fuerza bienintencionada prevalece sobre la
hipocresía. Tobias Smollet escribió bastantes novelas de aventuras picarescas.
De Laurence Sterne, otro gran novelista inglés de la época, es La vida y
opiniones de Tristram Shandy (1759-1767).

6 ROMANTICISMO

La época romántica inglesa, que se extiende de 1789 a 1837, privilegió la


emoción sobre la razón. El culto a la naturaleza, tal y como se entiende en la
actualidad, también caracterizó la literatura romántica, así como la primacía de
la voluntad individual sobre las normas sociales de conducta, la preferencia por
la ilusión de la experiencia inmediata en cuanto opuesta a la experiencia
generalizada, y el interés por lo que estaba lejos en el espacio y el tiempo.

La primera manifestación importante del romanticismo fueron las Baladas


líricas (1798) de William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge, dos jóvenes
que se vieron impulsados a la actividad creadora por la Revolución Francesa,
algunos de cuyos ideales fueron la afirmación de la libertad, el espíritu y la
unidad sincera de la raza humana. Los poemas de Wordsworth de esta obra
abordan temas comunes con una frescura absolutamente nueva. Por otra parte,
la principal contribución de Coleridge, el poema “Cantar del viejo marino”,
consigue crear con maestría una ilusión de la realidad relatando
acontecimientos extraños, exóticos y, evidentemente, irreales. Para
Wordsworth el gran argumento siguió siendo el mundo de las cosas simples y
naturales, en el campo o entre la gente. Reprodujo la realidad con una mirada
que le añadía una grandeza no percibida con anterioridad. Su representación
de la naturaleza humana es sencilla pero al mismo tiempo reveladora. En “La
abadía de Tintern” o en “Oda sobre los atisbos de inmortalidad”, alcanza
momentos sumamente elevados cuando habla de la relación amistosa entre la
naturaleza y el alma humana. Su estilo supone un rechazo del inmediato
pasado poético, pues condenaba la idea de un lenguaje específicamente
poético.

Coleridge, al contrario que Wordsworth, escribió pocos poemas, y sólo durante


un periodo de tiempo muy breve. En “Kubla Khan”, la belleza y horror de lo
lejano se evocan en un estilo que remite al esplendor y extravagancia del de
los isabelinos.

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Otro poeta que encontró inspiración en lo lejano fue Walter Scott quien,
después de realizar una labor de recopilación de antiguas baladas de su
Escocia natal, escribió una serie de poemas narrativos en los que glorificaba
las virtudes de la sencilla y vigorosa vida de su país en la edad media, aunque
con un estilo que carecía de originalidad. Gracias a ellos fue reconocido por
sus contemporáneos mucho antes de que las grandes figuras de Wordsworth y
Coleridge quedaran consagradas. Posteriormente escribiría novelas históricas
que le valieron su reputación de escritor en prosa.

Los poetas románticos de la segunda generación fueron revolucionarios hasta


el final de su carrera, a diferencia de los tres anteriores, que cuando llegaron a
una edad madura renunciaron a sus ideales de juventud. Lord Byron es uno de
los ejemplos de una personalidad en lucha trágica contra la sociedad. Tanto en
su inquieta vida, como en poemas como Las peregrinaciones de Childe Harold
(1812) o Don Juan (1819) reveló un espíritu satírico y un realismo social que lo
sitúan aparte de los demás poetas románticos.

El otro gran poeta revolucionario de la época, Percy Bysshe Shelley, es autor


de una poesía más profunda. En ella expresaba sus dos ideas principales: que
el enemigo era la tiranía de gobernantes, las costumbres y las supersticiones, y
que la bondad inherente del ser humano eliminaría, antes o después, el mal del
mundo y lo elevaría al reino eterno del amor trascendental. Tal vez sea en
Prometeo liberado (1820) donde expresa de un modo más completo esas ideas,
aunque las cualidades poéticas más evidentes de Shelley (la correspondencia
natural entre la estructura métrica y el estado de ánimo del autor, la capacidad
para dar forma a abstracciones efectivas, y su idealismo etéreo) se pueden
encontrar en la mayoría de sus poemas, como “Oda al viento del oeste”, “A una
alondra” y “Adonais”, este último escrito en honor de John Keats, el más joven
de los grandes románticos.

La poesía de Keats es, por encima de la de los demás románticos, una


respuesta a las impresiones sensoriales desprovista de toda filosofía moral o
social. Pero en “La víspera de santa Inés”, “Oda a una urna griega” y “Oda a un
ruiseñor”, todos ellos escritos en torno a 1819, hizo gala de una lucidez sin
igual con respecto a las sensaciones inmediatas y de una habilidad
incomparable para reproducirlas.

Parte de la prosa romántica va en paralelo con la poesía del mismo periodo. La


Biografía literaria (1817) de Coleridge supuso un logro fundamental en la
exposición de los nuevos principios literarios. Al igual que Charles Lamb y
William Hazlitt, Coleridge escribió crítica literaria que ayudó a elevar el valor en
que se tenía la obra de los poetas y dramaturgos del renacimiento, que habían
estado infravalorados en el siglo XVIII. Un autor fundamental de la prosa
romántica es Thomas de Quincey. Con su fantasmagórica y apasionada
autobiografía Confesiones de un comedor de opio inglés (1821) consiguió una
gran calidad poética.

7 LA ERA VICTORIANA

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La era victoriana, desde la coronación de la reina Victoria, en 1837, hasta su
muerte, en 1901, fue una época de transformaciones sociales que obligaron a
los escritores a tomar posiciones acerca de las cuestiones más inmediatas. Así,
aunque las formas de expresión románticas continuaron dominando la literatura
inglesa durante casi todo el siglo, la atención de muchos escritores se dirigió, a
veces apasionadamente, a cuestiones como el desarrollo de la democracia
inglesa, la educación de las masas, el progreso industrial y la filosofía
materialista que éste trajo consigo, y la situación de la clase trabajadora. Por
otra parte, el cuestionamiento de determinadas creencias religiosas que
llevaban aparejados los nuevos avances científicos, particularmente la teoría
de la evolución y el estudio histórico de la Biblia, incitaron a algunos escritores
a abandonar asuntos tradicionalmente literarios y a reflexionar sobre
cuestiones de fe y verdad.

Los tres poetas más sobresalientes de la era victoriana se ocuparon de


cuestiones sociales. Aunque empezó dentro del más puro romanticismo, Alfred
Tennyson pronto se interesó por problemas religiosos como el de la fe, el
cambio social y el poder político; ejemplo de ello es su elegía In memoriam
(1850). Su estilo, así como su conservadurismo típicamente inglés, contrastan
con el intelectualismo de Robert Browning. El tercero de estos poetas
victorianos, Matthew Arnold, se mantiene aparte de los anteriores porque es un
pensador más sutil y equilibrado. Su labor como crítico literario es muy
importante y su poesía expone un pesimismo contrarrestado por un fuerte
sentido del deber, como ocurre en su poema “Playa de Dover” (1867). Algernon
Charles Swinburne se orientó hacia el escapismo esteticista con versos muy
musicales pero pálidos en la expresión de emociones. Dante Gabriel Rossetti, y
el también poeta y reformador social William Morris, se asocian con el
movimiento prerrafaelista, que intenta aplicar a la poesía la reforma que ya se
había introducido en la pintura.

La novela se convirtió en la forma literaria dominante durante la época


victoriana. El realismo, es decir, la observación aguda de los problemas
individuales y las relaciones sociales, fue la tendencia que se impuso, como se
puede comprobar en las novelas de Jane Austen, como Orgullo y prejuicio
(1813). Las novelas históricas de Walter Scott, de la misma época, como
Ivanhoe (1820), tipifican, sin embargo, el espíritu contra el que reaccionaban
los realistas. Pero el nuevo espíritu lo dejaron bien a la vista Charles Dickens y
William Makepeace Thackeray. Las novelas de Dickens sobre la vida
contemporánea, como Oliver Twist (1837) o David Copperfield (1849),
demuestran una asombrosa habilidad para recrear personajes increíblemente
vivos. Sus retratos de los males sociales y su capacidad para la caricatura y el
humor le proporcionaron innumerables lectores y el reconocimiento de la crítica
como uno de los grandes novelistas de todos los tiempos. Thackeray, por otro
lado, pecó menos de sentimentalismo que Dickens y fue capaz de una gran
sutileza en la caracterización, como demuestra en La feria de las vanidades
(1847-1948).

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Otras notables figuras de la novela victoriana fueron Anthony Trollope y las
hermanas Brontë. Emily escribió una de las más grandes novelas de todos los
tiempos, Cumbres borrascosas (1847), mientras sus hermanas Charlotte y
Anne también escribieron obras memorables. George Eliot es otra
destacadísima novelista de la literatura universal, así como George Meredith y
Thomas Hardy.

Una segunda generación de novelistas más jóvenes, muchos de los cuales


continuaron su obra en el siglo XX, desarrollaron nuevas tendencias. Robert
Louis Stevenson, Rudyard Kipling y Joseph Conrad intentaron devolver el
espíritu de aventura a la novela, y alcanzaron algunas de las grandes cimas de
la narrativa inglesa. Una intensificación del realismo se produjo con Arnold
Bennett, John Galsworthy y H. G. Wells.

El mismo espíritu de crítica social inspiró las obras de teatro del irlandés
George Bernard Shaw, que hizo más que ningún otro por despertar al teatro de
la somnolencia en la que había estado durante el siglo XIX. En una serie de
poderosas obras, claramente influenciadas por las últimas teorías sociológicas
y económicas, expuso, con enorme habilidad técnica, la estupidez de los
individuos y de las estructuras sociales de Inglaterra y del resto del mundo
moderno.

8 LA LITERATURA DEL SIGLO XX

Dos guerras mundiales, una grave depresión económica y la austeridad de la


vida en Gran Bretaña que siguió a la segunda de esas guerras, explican las
diversas direcciones que ha seguido la literatura inglesa en el siglo XX. Los
valores tradicionales de la civilización occidental, de los que los espíritus
victorianos sólo habían empezado a dudar, fueron seriamente cuestionados por
muchos de los escritores jóvenes. Las formas literarias tradicionales se dejan
con frecuencia de lado, y los escritores buscan otros modos de expresar lo que
consideran que son nuevos tipos de experiencia, o experiencias vistas desde
nuevas perspectivas.

8.1 La narrativa posterior a la I Guerra Mundial

Entre los novelistas y autores de relatos, Aldous Huxley es uno de los que
expresan mejor la sensación de desesperanza del periodo posterior a la I
Guerra Mundial en Contrapunto (1928), una obra escrita con una técnica que
marca una ruptura con respecto a las narraciones realistas previas.

Antes que Huxley, y de hecho antes de la guerra, las novelas de E. M. Forster,


como Una habitación con vistas (1908) y Regreso a Howards End (publicada
también como La mansión, 1910), habían expuesto el vacío de los intelectuales
y las clases altas. Forster proponía un regreso a la sencillez, a los sentidos y a
la satisfacción de las necesidades del ser físico. Su novela más famosa, Pasaje
a la India (1924), combina estas preocupaciones con un análisis exacto de las
diferencias sociales que separaban a las clases dominantes inglesas de los

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habitantes nativos de la India, demostrando la imposibilidad de la permanencia
de un gobierno inglés.

D. H. Lawrence también expuso la necesidad de un regreso a las fuentes


primigenias de la vitalidad de la raza. Sus numerosas novelas y relatos, entre
las que destacan Hijos y amantes (1913), Mujeres enamoradas (1921) y El
amante de lady Chatterley (1928) son mucho más experimentales que las de
Forster. El evidente simbolismo de los argumentos de Lawrence y la exposición
directa de sus opiniones rompen los lazos con el realismo, que se ve
reemplazado por la propia dinámica del espíritu de su autor.

Mucho más experimentales y heterodoxas fueron las novelas del irlandés


James Joyce. En su novela Ulises (1922) se centra en los sucesos de un solo
día y los relaciona con patrones temáticos basados en la mitología griega. En
Finnegans Wake (1939), Joyce va más allá creando todo un vocabulario nuevo
a partir de elementos de muchos idiomas para realizar una narración de
asuntos de la vida diaria entrelazada con muchos mitos y tradiciones. De
algunos de estos experimentos participan las novelas de Virginia Woolf; sus
obras La señora Dalloway (1925) y Al faro (1927) expresan la complejidad y
evanescencia de la vida experimentada a cada momento. Ivy Compton-Burnett
atrajo a menos lectores con sus originales disecciones de las relaciones
familiares, elaboradas casi siempre a base de escuetos diálogos, como ocurre
con Hermanos y hermanas (1929) y Padres e hijos (1941).

Evelyn Waugh, como Huxley, trazó una sátira de las debilidades sociales en la
mayoría de sus obras, como Los seres queridos (1948). Graham Greene,
convertido al catolicismo (como Waugh), investigó el problema del mal en la
vida humana; es el caso de sus obras Un caso acabado (1961) o Los
comediantes (1966). La celebridad de George Orwell le viene de dos novelas,
una alegórica, Rebelión en la granja (1945), y una mordiente sátira, 1984
(1949), ambas dirigidas contra los peligros del totalitarismo.

8.2 La narrativa posterior a la II Guerra Mundial

Después de la II Guerra Mundial han aparecido pocas tendencias claramente


distinguibles en la narrativa inglesa, al margen de los llamados “jóvenes
airados” de las décadas de 1950 y 1960. Este grupo, que incluye a los
novelistas Kingsley Amis, John Wain, Alan Sillitoe y John Braine, fustiga los
valores caducos de la vieja Inglaterra. Iris Murdoch realizó un análisis cómico
de la vida contemporánea en sus muchas novelas, como Bajo la red (1954), El
príncipe negro (1973) o El buen aprendiz (1986).

Anthony Burgess, profundo escritor, se hizo famoso por su novela sobre la


violencia juvenil, La naranja mecánica (1962), y John Le Carré ganó gran
popularidad por su ingeniosas y complejas novelas de espionaje, como El
espía que surgió del frío (1963) o La casa Rusia (1989). William Golding
explora el mal del ser humano en la alegórica El señor de las moscas (1954), y
obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1983. Durante la década de 1960 el

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realismo social de escritores como Amis, Braine y Alan Sillitoe, con su énfasis
en el restrictivo provincianismo inglés, dio paso a influencias más
internacionales. V. S. Pritchett y Doris Lessing, desde posturas muy distintas,
obtuvieron el reconocimiento de los lectores. Lessing destacó por novelas en
las que se ocupa del papel de la mujer en la sociedad actual, como ocurre en
El cuaderno dorado (1962). Debe subrayarse también el humor negro
altamente estilizado de escritores como Angus Wilson y Muriel Spark.

El género negro es una moda dominante en gran parte de la narrativa de la


década de 1980 que, además, se centra en la creciente ambición de los
desclasados y en el implacable individualismo capitalista. Martin Amis escribe
con un coloquialismo que remite a los novelistas estadounidenses, y produce
salvajes sátiras, como Dinero (1984) o Campos de Londres (1989). Ian
McEwan es el autor de una serie de relatos y novelas muy interesantes que se
ocupan de momentos de extrema crisis con un inquietante vigor que le
convierte en el mejor escritor de los de su generación. Ha habido también un
surgimiento de escritores poscoloniales, que revitalizaron la novela con nuevas
perspectivas y argumentos. V. S. Naipaul, Nadine Gordimer, una escritora
surafricana que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1991 y Ruth Prawer
Jhabvala, se han aproximado inteligentemente al colonialismo y a sus
consecuencias desde perspectivas muy diversas. Salman Rushdie, que ha
echado abajo las distinciones entre británicos y no británicos, cultiva la sátira
política y ridiculiza los nacionalismos de los países sobre los que ha escrito.
Utiliza la técnica del realismo mágico, lo mismo que hizo Angela Carter, que
adaptó el estilo a objetivos feministas. Kazuo Ishiguro, nacido en Japón, ha
escrito, entre otras novelas, Los restos del día (1989) donde retrata a un
mayordomo inglés.

Otros escritores importantes son Peter Ackroyd, David Lodge y Malcolm


Bradbury, junto a escritoras como A. S. Byatt y Jeanette Winterson.

8.3 La poesía moderna

Dos de los más destacados poetas del periodo moderno combinaron tradición y
experimento en su obra. El escritor irlandés William Butler Yeats fue el más
tradicional. En su poesía romántica, escrita antes del cambio de siglo, explotó
antiguas tradiciones irlandesas, y luego desarrolló una expresión poética
honesta, profunda y rica en su madurez con La torre (1928), entre otras
importantes colecciones de poemas. El segundo poeta fue T. S. Eliot, nacido
en Estados Unidos, consiguió la consagración inmediata con Tierra baldía
(1922), el poema más famoso de comienzos de siglo. Por medio de un conjunto
de asociaciones simbólicas de acontecimientos legendarios e históricos, Eliot
expresa su desesperación sobre la esterilidad de la vida moderna. Su
movimiento hacia la fe religiosa le llevó a la escritura de Cuatro cuartetos
(1943), donde combina una dicción coloquial con una literaria; las complejas
yuxtaposiciones poéticas le emparentan con poetas como John Donne. Obtuvo
el premio Nobel en 1948.

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De los muchos poetas que escribieron poemas teñidos de pesimismo a causa
de la I Guerra Mundial, Siegfried Sassoon, Wilfred Owen y Robert Graves se
cuentan entre los más importantes. La habilidad de Graves para producir una
poesía pura y clásicamente perfecta hizo que su celebridad continuase mucho
después de la II Guerra Mundial. Sus novelas históricas como Yo, Claudio
(1934) también contribuyeron a mantener su popularidad. Los poemas de Edith
Sitwell, que expresaban un individualismo aristocrático, fueron publicados
durante la I Guerra Mundial. Pero sus poemas más conmovedores aparecieron
después de la II Guerra Mundial, como El cántico del sol (1949).

De la siguiente generación de poetas llevados por la conciencia popular y las


agitaciones sociales de la década de 1930, los más conocidos son W. H.
Auden, Stephen Spender y C. Day Lewis. El experimentalismo continuó siendo
una característica importante en la poesía, como las metáforas exuberantes del
escritor galés Dylan Thomas, cuyo amor casi de carácter místico por la vida y
su comprensión de la muerte quedan expuestos en algunos de los poemas
más hermosos de mediados de siglo. Después de la muerte de Thomas, en
1953, emergió una nueva generación de poetas, entre los que se cuentan D. J.
Enright, Philip Larkin y Thom Gunn.

Los poetas que constituyeron el llamado “el movimiento”, determinados a


reintroducir el formalismo y cierto antirromanticismo en la poesía
contemporánea, fueron Peter Porter, Alan Brownjohn y George MacBeth, entre
otros. Ted Hughes, cuya poesía es famosa por la presentación de la naturaleza
salvaje, se convirtió en uno de los poetas más famosos de Inglaterra y se le
nombró poeta laureado en 1984, después de la muerte de John Betjeman. La
década de 1960 vio también la emergencia de una poesía más popular influida
por el jazz y la generación Beat estadounidense. Los poetas más destacados
de este grupo son Adrian Henri, Roger McGough y Brian Patten.

En la década de 1970 surgió un número significativo de poetas en Irlanda del


Norte, entre ellos Seamus Heaney, que obtuvo el Premio Nobel de Literatura
en 1995, y Tom Paulin. También hubo bastantes voces femeninas: Carol Ann
Dufy, Jackie Kay y Liz Lochhead.

8.4 El teatro moderno

Aparte de las últimas obras de George Bernad Shaw, el teatro más importante
en inglés del primer cuarto del siglo XX lo escribió otro irlandés, Sean O'Casey.
Otros dramaturgos del periodo fueron James Matthew Barrie y Noel Coward.
En la década de 1960, con los llamados "jóvenes airados", se inició una nueva
fuerza en el teatro inglés. Destacan entre ellos John Osborne, Arnold Wesker,
Shelagh Delaney y John Arden, que centraron su atención en las clases
trabajadoras, retratando la monotonía, mediocridad e injusticia de sus vidas.
Aunque Harold Pinter y el irlandés Brendan Behan escribieron también obras
que se desarrollaban en ambientes de clase trabajadora, se mantienen al
margen de los jóvenes airados. Fuera de cualquier tendencia, el novelista y
dramaturgo irlandés, residente en Francia, Samuel Beckett, que obtuvo el

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Premio Nobel de Literatura en 1969, escribió obras lacónicas y simbólicas en
francés y las tradujo al inglés, como la obra de teatro Esperando a Godot (1952)
y la novela Cómo es (1964).

Literatura rusa
1 INTRODUCCIÓN

Literatura rusa, literatura de la gran rama rusa de los pueblos eslavos del Este,
escrita en lengua rusa. La literatura rusa pertenece a la corriente principal de
las letras europeas, a pesar de que su procedencia y sus poderosas tradiciones
la diferencian de las del resto del continente. En distintos momentos ha
adoptado formas y temas procedentes de focos culturales exteriores a los
límites del territorio ruso, pero estos periodos de dependencia cultural
terminaron cuando los escritores rusos comenzaron a reelaborar, siguiendo sus
propios impulsos e intereses, los materiales procedentes de otros países. En
otras ocasiones, por razones políticas y militares, Rusia quedó fuera, a
iniciativa propia o de otros, de los movimientos culturales que estaban teniendo
lugar en Europa. A estos periodos siguieron otros de gran esfuerzo por
integrarse en el cuerpo principal de la literatura europea.

2 PERIODO PRIMITIVO

A lo largo de toda la edad media, durante el renacimiento y los años


inmediatamente posteriores, los rusos desarrollaron sus propias tradiciones
literarias, ajenos a las de la Europa occidental.

2.1 Periodo de Kíev

(Siglos X-XIII). Las primeras manifestaciones literarias en Rusia surgieron hacia


el siglo IX, cuando los misioneros y eruditos bizantinos, Cirilo y Metodio,
escribieron en un dialecto eslavo macedonio que, más tarde, pasaría a
llamarse antiguo eslavo eclesiástico. La primera gran época de la civilización
rusa comenzó en el año 988, cuando Vladímir I el Grande (véase San
Vladimiro), gran príncipe de Kíev, adoptó el cristianismo ortodoxo y abrió el
país a la rica herencia bizantina. Durante los 250 años que siguieron a esta
decisión, Kíev se convirtió en una gran ciudad, famosa por sus monasterios
dedicados al saber y por sus iglesias de estilo bizantino. El antiguo eslavo
eclesiástico se utilizó durante varios siglos como lengua literaria, y a ella se
tradujeron textos escritos en griego, de carácter religioso y semirreligioso, como
liturgias ortodoxas, sermones, vidas de santos y colecciones de máximas.

Los escritores rusos, por lo general monjes o clérigos, llegaron a dominar estas
formas literarias importadas y se sirvieron de ellas para producir una literatura
propia. Entre las mejores obras que han llegado hasta nosotros hay que

51
mencionar Sermón sobre la ley y la gracia, escrita hacia 1050 por el religioso
Hilarión, y la más conocida Profesión de fe, obra quizá de un monje, que
intenta ser una historia completa del conjunto de los pueblos eslavos desde sus
orígenes míticos hasta el año 1110; en ella, entre pasajes al estilo de rutinarios
anales históricos, hay otros en los que informa, en un bello estilo narrativo, de
acontecimientos importantes, como la conversión de Vladímir al cristianismo.
Una de las obras más extraordinarias de este periodo, Cantar de las huestes
del príncipe Ígor (1185), es una conmovedora epopeya en la que un autor
anónimo apela a la unidad de los pueblos eslavos contra los invasores
nómadas asiáticos.

2.2 Periodo moscovita

(Mitad del siglo XIII-XVII). Los tártaros saquearon Kíev a comienzos del siglo
XIII y, hacia 1240, sus hordas ya habían ocupado la mayor parte de Rusia. La
dominación tártara se prolongó durante dos siglos, periodo en el cual la cultura
rusa sufrió una gran decadencia. Tras la expulsión de los invasores en el siglo
XV, Moscú se convirtió en la nueva capital de Rusia. En 1453, cuando el
Imperio bizantino cayó en manos de los turcos otomanos, Rusia perdió, por una
trágica ironía de la historia, el contacto con la fuente de sus valores culturales
originales justo en el momento en que se estaba preparando para
reestructurarse políticamente tras haberse liberado de sus opresores. Así,
cuando empezaron a llegar las ideas renacentistas, Rusia se encontró con una
nueva cultura invasora a la que debía hacer frente, la de la civilización de
origen latino procedente de Europa occidental. Esta situación, unida a la
pérdida de sus valores culturales a causa de la larga dominación tártara y a la
imposibilidad de establecer contacto con la civilización bizantina, suprimida por
la invasión turca, quedó claramente reflejada en la autobiografía del religioso
Avvakum, La vida del arcipreste Avvakum (1672-1675).

2.3 Periodo petersburgués

(Siglo XVIII). Cuando el aislamiento cultural de Rusia llegó a su fin durante el


reinado del zar Pedro I, que en 1713 traslada la capital de Moscú a San
Petersburgo, ciudad que siempre había estado más abierta a la cultura europea,
los escritores rusos se enfrentaron al problema de adaptar los temas, formas y
convenciones de influencia occidental, como el neoclasicismo francés, al
ámbito ruso. La poesía de tipo silábico que se utilizaba por entonces en Francia
fue imitada, ciegamente al comienzo, por los rusos, pero poco a poco
empezaron a comprender que su lengua no estaba hecha para esa
versificación. Dos escritores de finales del siglo XVIII, que todavía mantienen
su popularidad entre los lectores rusos, son un ejemplo claro de la creciente
independencia de la literatura rusa respecto a los modelos foráneos. El autor
teatral Denis Fonvizin utilizó muchos recursos procedentes de la literatura
neoclásica francesa en sus comedias populares, El brigadier (1786) y El menor
de edad (1782), pero concibió a sus personajes a partir de grotescos modelos
inequívocamente rusos; por otro lado, el poeta Gavriil Románovich Derzhavin

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combinó las formas clásicas con un uso muy personal e intensamente lírico de
la lengua rusa.

El periodo cultural de la Ilustración tuvo en Rusia a uno de sus principales


valedores en la figura del científico, poeta y estudioso de la lengua rusa Mijaíl
Vasílievich Lomonósov que, al igual que muchos otros eruditos y escritores,
llevó a cabo su producción durante los primeros años del reinado de Catalina II.
Tras la Revolución Francesa, sin embargo, Catalina abandonó en gran medida
el papel de protectora de los intelectuales que hasta entonces había ejercido.
El periodista satírico Nikolái Ivánovich Nóvikov, por ejemplo, fue censurado y
posteriormente arrestado, y el liberal Alexandr Nikoláievich Radíshchev, cuya
mejor obra, Viaje a San Petersburgo y Moscú (1790) contenía una elocuente
llamada a la supresión de las injusticias que emanaban del régimen casi feudal
de la Rusia de la época, fue enviado al exilio en Siberia en 1790, y se le obligó
a pasar allí los siguientes diez años. Todo esto provocó el inicio de la lucha de
los escritores contra la censura gubernamental que habría de marcar la
actividad de los ambientes culturales del país durante el siglo XIX, la edad de
oro de la literatura rusa.

3 SIGLO XIX
3.1 Pushkin y sus contemporáneos

La literatura rusa entró en el periodo más rico de su historia con la obra del
poeta y prosista Alexandr Serguéievich Pushkin, que se inspiró en las fuentes
del pasado cultural ruso y supo hacer con ello una síntesis con la que creó una
lengua nueva que continúa siendo válida incluso en nuestros días. Hombre de
amplia cultura, influido por los conceptos de orden y armonía heredados del
neoclasicismo francés, se sumó con entusiasmo al romanticismo y durante sus
últimos años tendió hacia el naciente realismo que dominaría la literatura de la
segunda mitad del siglo XIX. Cultivó la imagen del poeta como figura
responsable, galante y dedicada por completo al arte y a la exaltación del
pueblo.

Su amplia producción lírica abunda en reflexiones, hechas a partir de sus ricas


experiencias personales, en temas como el amor, la naturaleza, el bien y el mal,
el tiempo, el destino y la muerte. En su tragedia histórica Borís Godunov (1831)
se acerca a un estilo próximo al de Shakespeare. Su obra narrativa más
interesante es la novela en verso Eugene Onegin (1823-1831), considerada
como una obra maestra, en la que describe las consecuencias fatales que
conlleva el hastío del joven protagonista sobre sí mismo y sobre los que le
rodean. Las partes narrativas están intercaladas con interludios líricos,
descripciones de la naturaleza, comentarios sociales y discusiones acerca de la
naturaleza de la poesía, que enriquecen enormemente la obra. En su concisa
estructura, el narrador demuestra ironía, ingenio, inteligencia y una profunda
emoción, unidos a un extraordinario virtuosismo. Cuando retornó a la prosa, su
austero sentido del orden y la armonía dieron como resultado un lúcido y
expresivo estilo que tendría una enorme influencia en la narrativa rusa posterior.

53
Su ingenio irreverente y su apasionado amor a la libertad le llevaron a
constantes enfrentamientos con el régimen del zar Nicolás I, que no sólo
sometió al autor a un continuo acoso y vigilancia, sino que, además, supervisó
personalmente su trabajo. A su muerte, Pushkin fue llorado por millones de
rusos, que le consideraron como el más importante poeta del país, opinión que
todavía sigue en pie.

Entre los más destacados escritores de esta época figuran el brillante fabulista
Iván Andréievich Krilov y el dramaturgo Alexandr Serguéievich Griboiédov,
autor de la famosa comedia social El mal de la razón (1825). Ambos
escribieron en verso. El segundo creó una amplia galería de personajes que se
convirtieron en proverbiales, los más citados de la lengua rusa. Después de
unos años, Pushkin encontró sucesor en el poeta y novelista Mijaíl Yúrievich
Lérmontov, un brillante y atormentado escritor que llegó a convertirse en la voz
más auténtica de un muy particular modo de entender el romanticismo. Sus
oscuras e intensas descripciones, tanto en poemas líricos como narrativos,
muy próximas a la agitada sensibilidad que caracterizó la vida y la obra del
poeta romántico inglés Lord Byron, resultan únicos por su fuerza y profundidad.
Su obra más conocida es la novela Un héroe de nuestro tiempo (1840), un
análisis de su vida, de sus valores y de su propia rebeldía. Poco antes de morir
retornó a la prosa y anticipó la dirección que tomaría la literatura rusa durante
los años siguientes. En esta creciente preferencia rusa por la prosa en
detrimento de la poesía hay dos excepciones sobresalientes, las de los poetas
Afanasi Afanásievich Fet y Fiódor Ivánovich Tíutchev.

La novela, el cuento y el teatro en prosa fueron las formas preferidas por los
escritores de este fértil periodo de la literatura. Cada uno de ellos hizo un uso
particular de estas formas y desarrolló su propio estilo y sus propios temas. Sin
embargo, algunas observaciones generales sí resultan válidas a la hora de
estudiar la producción literaria de esos años dorados que van de 1840 a 1880.
El término realismo, que generalmente se aplica a estas obras, indica que los
escritores se basaron en la vida cotidiana de las gentes de su época, que
intentaron alcanzar veracidad en las recreaciones de la experiencia y que
concebían sus obras como instrumentos para explorar importantes cuestiones
relacionadas con la posición del ser humano en el universo. Todos ellos eran,
asimismo, víctimas de las tensiones generadas por la endémica crisis social
que padecía el país. Fueron conscientes del desorden moral y la injusticia
social que les rodeaba, y tuvieron que enfrentarse tanto a la represión de la
censura gubernamental como a la presión que ejercían críticos literarios
radicales como Vissarion Grigórievich Belinski, Nikolái Gavrílovich
Chernishevski o Nikolái Alexándrovich Dobróliubov, que llamaban a los
escritores a utilizar su arte para reclamar programas urgentes de reforma social.
Cada uno se adaptó de un modo más o menos personal a la situación, aunque
la mayoría coincidió en la idea de que su arte no era ni una actividad cerrada y
autosuficiente, ni algo que pudiera ser controlado por autoridades extraliterarias.
La inteligencia moral soberana del escritor constituyó la base de la autonomía y
la integridad de la gran literatura rusa del siglo XIX.

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3.2 Gógol

El novelista y dramaturgo Nikolái Vasílievich Gógol, el primer escritor en prosa


realmente destacable de la literatura rusa, sucumbió a una mesiánica apelación
a la mejora de la condición moral de su pueblo. Expresó el solemne sentido de
su misión a través de un tipo de cómicas y extrañas hipérboles que han
permanecido como ejemplos indelebles de su inventiva y su lunática energía.
El modo grotesco y detallado en que describió la codicia, la pereza, la
corrupción y la miseria moral de sus compatriotas alcanzaron la máxima
expresión en su excelente relato El capote (1842) y en la obra teatral El
inspector (1836). Su obra más conocida, la novela Las almas muertas (1842),
se centra en las actividades de un estafador que opera con las posesiones de
personas muertas que no han sido dadas de baja en los censos de sus lugares
de origen y que, por lo tanto, están legalmente vivas. El autor aprovecha este
argumento para retratar un inmenso paisaje moral en el que se mezclan el
desorden, la pompa absurda y las nefastas consecuencias del ingenio puesto
al servicio de la codicia.

3.3 Turguéniev

La narrativa rusa alcanzó su apogeo a lo largo de las tres décadas que


siguieron a la muerte de Gógol, acaecida en 1852. La figura del novelista y
autor de relatos breves, Iván Serguéievich Turguéniev, un hombre de letras de
amplia cultura, se yergue en el centro de esta época. Amigo de los más
destacados artistas y escritores de su tiempo, tanto de su país como de la
Europa occidental, favoreció la introducción de la cultura europea en la rusa.
Cada una de sus novelas principales se desarrolla a partir de un esquema
dramático extremadamente compacto y centrado, por lo general, en la
búsqueda por parte del personaje principal de la felicidad, el amor y la
realización a través de un trabajo satisfactorio o de las tres cosas al mismo
tiempo. En todas ellas, sin embargo, una flaqueza de carácter impide al
protagonista cumplir sus aspiraciones, fracaso que se acentúa con el
sentimiento del paso inexorable del tiempo. Así, el protagonista de su mejor
novela, Padres e hijos (1862), es un joven de ideas radicales cuyos doctrinarios
puntos de vista son totalmente inadecuados a sus necesidades emocionales. A
pesar de las intenciones del autor, el libro se interpretó como un ataque contra
los reformadores políticos más radicales del momento.

3.4 Tolstói

Novelista, filósofo moral y social, y conde, Liev Nikoláievich Tolstói fue un


hombre de intereses variados pero unificados por sus esfuerzos para descubrir
y propagar verdades esenciales sobre la naturaleza de la existencia humana.
Su novela realista Guerra y paz (1865-1869) es una visión épica de la invasión
de Rusia por Napoleón en 1812, en la cual se interroga acerca del problema
del significado y la naturaleza de la historia y la posición del ser humano como
centro de la misma, una de las diversas ideas unificadoras de la novela. El

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tema central, la historia de varias familias rusas cuyos complejos destinos
parecen abarcar todas las posibilidades de la existencia humana, va más allá
de la mera descripción de un panorama histórico concreto.

En Ana Karénina (1875-1877), Tolstói llevó a cabo una doble narración en la


que presentaba dos soluciones opuestas a los problemas ligados a las
costumbres sociales y a la vida familiar. Así, una de las partes de esta novela
se centra en la trágica historia de un amor ilícito, una de las más intensas de
toda la historia de la literatura universal, mientras que en la otra presenta el
relativo triunfo de un hombre, que se asemeja al autor en muchos aspectos, en
su búsqueda de la felicidad en una vida basada en valores como el matrimonio,
la familia, el trabajo, la naturaleza y Dios, unidos en un armonioso conjunto.

Hacia el final de su vida, Tolstói dirigió sus inagotables energías hacia la


consolidación de su nuevo papel como crítico social y profeta de un nuevo
orden, aunque retornó ocasionalmente a la literatura. Fruto de estos
esporádicos retornos fue la novela Resurrección (1899-1901).

3.5 Dostoievski

Los críticos se refieren a menudo a la "iluminada" racionalidad que inunda la


obra de Tolstói. En cambio, al novelista Fiódor Mijáilovich Dostoievski se
refieren en términos completamente opuestos, pues fue un autor cuya obra
discurrió siempre por los terrenos de lo irracional, exploró las profundidades de
las experiencias más dispares y encontró sus situaciones dramáticas en los
extremos del comportamiento humano, como el asesinato, la rebelión y la
blasfemia. En su extraordinaria novela Crimen y castigo (1866) describe a un
asesino que comete sus crímenes movido por una serie de complejos motivos
y que, por fin, tras terribles sufrimientos, se reconcilia con un mundo imperfecto.
En El idiota (1868-1869), un personaje llamado príncipe Mishkin, que guarda
gran semejanza con Jesucristo, se sumerge en la violencia cotidiana de la
Rusia de su tiempo y demuestra su completa incapacidad, como hombre y
como santo, para resistir a las destructivas pasiones que salen a su encuentro.
En Los endemoniados (1871-1872) dirige un feroz ataque contra los distintos
grupos y facciones de la órbita radical de su país y, al tratar a su figura central,
Stavrogín, supera estas consideraciones para acercarse a los límites extremos
del conocimiento humano del bien y el mal. En Los hermanos Karamazov
(1880) los tres hermanos protagonistas, Iván (un intelectual rebelde contra la
ley de Dios), Dimitri (poseído por una pasión terrenal) y Aliocha (ejemplo de la
dedicación cristiana al servicio abnegado) representan, en conjunto, una
especie de retrato de toda la especie humana. En el transcurso de la novela el
padre de los tres hermanos es asesinado, hecho que parece representar la
culpa que arrastran todos los seres humanos y sus esperanzas de salvación.

3.6 Goncharov y otros

Dostoievski murió en 1881, Turguéniev en 1882 y, por entonces, Tolstói había


abandonado formalmente la literatura. Aunque las figuras de estos tres

56
soberbios escritores habían dominado este periodo, existieron otros autores
menos importantes que, no obstante, contribuyeron con interesantes obras a
hacer de ésta la edad dorada de la literatura rusa. Así, el novelista Iván
Alexándrovich Goncharov, autor de Oblomov (1859), combinó agudas
observaciones de la realidad social con elementos doctrinarios y míticos
consiguiendo sorprendentes resultados, mientras que N. Shchedrin (seudónimo
de Mijaíl Yevgráfovich Saltikov, 1826-1889) describió la sociedad rusa de un
modo satírico y mordaz, como se puede comprobar en Historia de una ciudad
(1869-1870); en Los señores Golovliev (1876), una destacable novela que
describe el sufrimiento psicológico y la decadencia moral de una familia,
invierte los valores convencionales y la visión adoctrinadora cultivada por
Turguéniev, Tolstói y otros. En Historia de una familia rusa (1846-1856),
Serguei Timoféievich Axakov retrató con gran sensibilidad la vida familiar de la
alta burguesía rusa, tratamiento que influyó sobre muchos autores posteriores.

El novelista y autor de relatos breves Nikolái Semiónovich Léskov exploró otros


aspectos de la sociedad y la mentalidad rusas, como las vidas y costumbres de
los comerciantes y la imaginación popular en los relatos “Lady Macbeth del
distrito de Mtsensk” (1866) y “El viajero encantado” (1873), y describió al clero
rural en la novela Los parroquianos o Los curas de Stargorod (1872). Por otro
lado, Alexandr Nikoláievich Ostrovski contribuyó de modo definitivo al
establecimiento de un repertorio teatral ruso con El huracán (1860) y otras
obras centradas en la vida de la clase media.

3.7 Realistas, simbolistas y otros escritores de finales del siglo XIX

La corriente de realismo social que surgió con Turguéniev y Tolstói continuó


desarrollándose durante las dos últimas décadas del siglo XIX y se extendió
hasta la época de la I Guerra Mundial y las dos revoluciones de 1917, aunque
ya en un modo bastante débil y alterado.

En la obra del dramaturgo y autor de relatos breves Antón Pavlovich Chéjov, el


realismo en prosa se convirtió en un medio refinado para reproducir el tono y
textura coloquiales de la vida cotidiana. Chéjov se centró en describir las
circunstancias particulares de cada vida humana con una prosa bella y
controlada que se distingue por la alternancia de pensamientos formulados con
una gran precisión y renuncia a las abstracciones, doctrinas y preocupaciones
metafísicas y religiosas de la generación anterior. A menudo, esta
aproximación a las vidas concretas termina en el descubrimiento, por parte del
personaje central, del insuperable abismo que se extiende entre sus
aspiraciones y su situación actual o entre la imagen que tiene de sí mismo y
cómo le ven los demás. Banalidad, trivialidad, soledad y desamor aparecen
constantemente como elementos esenciales de las vidas que el autor somete a
análisis, mientras que la ironía, la piedad o el rechazo son los sentimientos que
predominan en sus comentarios acerca de sus personajes. La tensión
dramática en La gaviota (1896), El tío Vania (1899), Las tres hermanas (1901)
y El jardín de los cerezos (1904) se genera por la inactividad de los personajes,

57
por sus deseos no expresados o por las peticiones sin respuesta que formulan
a la vida.

Otros escritores rusos de finales del siglo XIX se agruparon en un complejo


movimiento cuyo denominador común fue el rechazo total de los valores
estéticos y de la práctica literaria de la época inmediatamente anterior. En este
movimiento la poesía reemplazó a la prosa, la intuición a la razón y las
hipótesis trascendentales sobre la naturaleza y la realidad última a la creencia
de los escritores realistas en que la experiencia puede ser conocida, sometida
a razonamiento y ordenada por la evidencia de los sentidos y por medio de una
prosa clara y analítica. La sociedad y sus problemas fueron sustituidos como
escenarios donde encontrar verdades esenciales por los problemas eternos de
la existencia concebidos de forma mística, por realidades que se encuentran
más allá de la conciencia humana. El movimiento se inspiró en el resurgimiento,
hacia la mitad del siglo, de las ideas y actitudes románticas en toda la Europa
occidental, y en especial en el simbolismo francés, del que tomó su
denominación general, a pesar de que los artistas rusos supieron crear una
síntesis propia y original entre todos los elementos que manejaron, a la vez que
aportaron una gran variedad de ideas al movimiento.

Los especialistas han denominado "idealista" a la fase filosófica del movimiento,


para resaltar el repudio, común a todos sus miembros, de los fundamentos
materialistas de la filosofía científica de la época. A partir de este punto de vista
común, cada autor formuló a su manera ideas místicas y teológicas. Así,
Vladimir Serguéievich Soloviov trató a lo largo de su obra de alcanzar una
síntesis sistemática de sus ideas sobre lo humano, lo natural y lo sobrenatural,
mientras Vasili Vasiliévich Rozánov, adoptó posturas críticas hacia el
cristianismo, al que consideraba demasiado alejado de su concepción
naturalista de la religión. Los textos filosóficos de Viacheslav Ivánovich Ivánov
tendieron a redefinir ciertas ideas religiosas ortodoxas de un modo similar al
que adoptó Dostoievski para renovar las ideas cristianas añadiéndoles
aspectos extáticos. Numerosas figuras, entre las que se cabe citar a Liev
Shéstov (seudónimo de Liev Isaákovich Schwarzman, 1866-1938) y Nikolái
Alexándrovich Berdiáiev, contribuyeron con formulas originales de carácter
similar al fermento intelectual del periodo prerrevolucionario. Ninguno de estos
autores, a pesar de la importancia de su obra en la apertura de la literatura rusa
a movimientos excéntricos o esotéricos como el ocultismo, la teosofía o la
antroposofía, tuvo un papel destacado en el desarrollo de la filosofía europea, y
apenas han sido conocidos y estimados en los círculos culturales occidentales.

4 SIGLO XX

A comienzos del siglo XX, un número considerable de escritores rusos, entre


los cuales se encontraban Alexandr Alexándrovich Blok, Valeri Yakóvlevich
Briúsov, Konstantín Dmitriévich Balmont, Borís Nikoláievich Bugaíev y Zinaida
Nikolaievna Gippius, dedicaron gran parte de sus energías creativas a la
poesía. Blok es la figura más destacada de este amplio grupo. Su imaginación,
liberada de las convenciones sociales y morales vigentes, y de la visión

58
científica que marcó la época, construyó un universo poético de un alcance y
de una intensidad de sentimientos pocas veces igualado en la historia de la
poesía. Su vocabulario poético, que remite a lo cósmico, lo angélico y lo
demoniaco, es la expresión de las pasiones, anhelos y miedos más humanos.
A pesar de su habilidad para adentrar al lector en universos distintos al de la
realidad cotidiana, no perdió nunca el contacto con ésta, y poco después de la
Revolución Rusa produjo uno de sus mejores poemas, Los doce (1918), una
descripción viva y poderosa de las aventuras de un batallón del Ejército Rojo
encabezado, como se descubre en sus últimos versos, por el mismísimo
Jesucristo.

Los escritores simbolistas cultivaron tanto la prosa como el verso, e insistieron


de modo particular en alterar las propiedades tradicionales de la novela. Así, el
poeta, novelista y crítico literario Dimitri Serguéievich Merezhkovski dejó de
lado el presente ruso para dedicarse por completo a escribir estudios históricos,
mientras que Fiódor Sologub (seudónimo de Fiódor Kuzmich Tetérnikov, 1863-
1927) evocó la acción de las fuerzas sobrenaturales bajo la apariencia de lo
cotidiano en la novela El pequeño demonio (1907) y en sus muchos relatos
breves.

Numerosos escritores trabajaron alejados de cualquier escuela o movimiento.


El dramaturgo y autor de relatos cortos Leonid Nikoláievich Yréyev y el
novelista Alexandr Ivanóvich Kuprin aportaron obras muy personales a la prosa
rusa. El poeta y novelista Iván Alexéievich Bunín, el primer escritor ruso que
recibió el Premio Nobel de Literatura (1933), trabajó fundamentalmente la prosa
breve, al igual que lo hicieron muchos de sus contemporáneos. Sus
narraciones poéticas sobre la última generación de la alta burguesía rusa están
marcadas por una punzante ironía psicológica y la conmovedora nostalgia por
una forma de vida ya desaparecida para siempre en su país.

4.1 Gorki

El novelista, dramaturgo y ensayista Maksim Gorki consiguió una personal


síntesis literaria a partir de sus experiencias como vagabundo en la región del
río Volga, entre la tradición clásica heredada de Tolstói y Chéjov y los
movimientos políticos revolucionarios a los que estuvo ligado de modo
intermitente durante la mayor parte de su vida. En Occidente es más conocido
por sus primeros relatos breves, su autobiografía en tres tomos, su obra teatral
sobre los desheredados sociales Los bajos fondos (1902) y sus obras con
reminiscencias de Tolstói, Chéjov y Yréyev, mientras que los críticos soviéticos
valoran sus contribuciones de tipo político, como la novela revolucionaria La
madre (1907) y el ciclo de novelas La vida de Klim Samgin (1927-1936), en las
que ataca a la intelligentsia, y le alaban como fundador del realismo socialista.

4.2 Periodo posrevolucionario

(1922-1929). Durante el periodo de relativa calma que siguió a la fundación de


la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas muchos escritores y críticos

59
literarios defendieron la idea de que su principal misión era la de crear nuevas
formas de arte apropiadas para la época que estaba abriéndose ante ellos. Así,
en la década de 1920, surgió una nueva escuela de pensamiento, inspirada por
la idea de que una nueva cultura proletaria reemplazaría a las formas
heredadas del pasado, para lo cual se debería utilizar la literatura como
elemento de concienciación y cambio. Los escritores futuristas, encabezados
por el poeta Vladímir Vladimírovich Maiakovski, propusieron un drástico cambio
de las formas, imágenes literarias y de la textura misma del lenguaje. Otro
grupo más conservador, conocido como los Hermanos Serapion, prefirieron
mantenerse más fieles a las tradiciones clásicas rusas, defendiendo la literatura
como actividad autónoma.

Maiakovski llevó el espíritu de experimentación a niveles muy altos. Maestro de


la declamación hiperbólica y de un nuevo lenguaje vivaz y basado en el habla
vulgar, se constituyó en el mejor guía de las inmensas energías que se habían
liberado tras la revolución. Un humor ardiente, una mordacidad satírica y un
torrente de declaraciones comprometidas, aunque no serviles, de lealtad al
régimen soviético caracterizan lo mejor de sus poemas y obras teatrales. Su
voz privada, en cambio, que es la de una persona sensible y hasta vulnerable,
se ha dejado entrever en muchos de sus primeros poemas, incluso bajo la
bravuconería del famoso “La nube en pantalones” (1915). Maiakovski se
suicidó en 1930. La nota que dejó tras su suicidio transmite la sensación de
que la tensión entre su vida pública y su vida privada terminó por dañar su
talento poético y hacerle imposible la existencia.

A pesar de que el refinado intelectualismo del mundo artístico


prerrevolucionario ya no tenía cabida dentro de la nueva atmósfera proletaria,
algunos poetas aislados, herederos de la gran cultura literaria del periodo
inmediatamente anterior, continuaron escribiendo. Así, Borís Leonídovich
Pasternak se convirtió en una de las voces poéticas más personales de esa
época y, a través de sus poemas líricos y narrativos, exploró el acto de la
percepción al estilo del poeta estadounidense Wallace Stevens. Anna Ajmátova
y Ósip Emílievich Mandelstam, ambos asociados al grupo acmeísta surgido en
el periodo prerrevolucionario, alcanzaron, a pesar de las dificultades, cierta
celebridad bajo el nuevo régimen soviético. Ajmátova no publicó nada entre
comienzos de la década de 1920 y los años de la II Guerra Mundial, y fue
expulsada de la Unión de Escritores en 1946, mientras que Mandelstam fue
arrestado en la década de 1930 y murió en un campo de concentración de
Siberia durante la guerra. Marina Tsvétaeva, poeta de obra muy original,
regresó en 1939 de su exilio en París, pero en 1941 se suicidó.

La narrativa soviética de esta época se caracterizó por la enorme dificultad que


encontraron los escritores a la hora de describir la revolución y la posterior
guerra civil. Estos hechos, marcados por el caos de la vida pública y privada,
por el colapso de las instituciones y la implacable hostilidad entre los dos
bandos en que se dividió la nación, sobrepasaron los niveles de equilibrio que
requieren las formas literarias. Una de las novelas más populares de este
periodo, Chapáiev (1932), de Dimitri Furmánov, ofrece una transcripción directa

60
de acontecimientos tanto personales como históricos, inspirados por una
disciplina política y militar: un comisario político logra domar al legendario héroe
guerrillero Chapáiev, y le hace trabajar para los austeros ideales de la
revolución. Esta combinación de realismo literario y didacticismo político se
convirtió en la tónica dominante de la narrativa soviética. Chapáiev pasó a ser
admirado como uno de los primeros documentos del llamado realismo
socialista que clamó por la presentación de las relaciones humanas
fundamentalmente bajo su aspecto político, y que se convertiría en la doctrina
artística oficial de la Unión Soviética a partir de 1934.

Justamente en el otro extremo del espectro artístico se sitúan las historias


breves de IsaaK E. Bábel, recogidas en Caballería roja (1929). En ellas, cada
uno de los acontecimientos, tomados del propio diario del autor, se convierte en
una historia perfecta que habla, sin moralizar, de las irónicas discrepancias y
las sorprendentes analogías entre hechos y gentes del pueblo en los años de la
guerra civil, aunque sin pasar por alto conflictos humanos como la violencia, la
traición, el amor y la muerte. Numerosas novelas de otros escritores tienen
puntos en común con la obra de Babel, y muestran distintos grados de
originalidad a la hora de resolver los problemas sociales y estéticos del
momento. Entre ellas destacan Las ciudades y los años (1922) de Konstantin
Alexándrovich Fedin, Los tejones (1925) de Leonid Maxímovich Leónov, y La
derrota (1927) de Alexandr Alexándrovich Fadéiev.

En el periodo inmediatamente posterior a la guerra se escribieron pocas


novelas, aunque el resurgir del comercio privado durante esos años creó una
atmósfera particularmente vulnerable a la sátira. La curiosa combinación que
se dio entre ardor revolucionario y afanes comerciales quedó reflejada en
novelas como Los disipadores (1926) de Valentin Petróvich Katáiev, en los
ácidos relatos cortos y apuntes de Mijáil Zoshchenko, así como en la satírica
Las doce sillas (1928) y su secuela El becerro de oro (1931) de Ilia Arnoldóvich
Ilf y Yevgeni Petróvich Pétrov. Una novela seria, El ladrón (1927) de Leónov,
rastreó los complicados movimientos de un soldado rojo decepcionado a través
del caótico mundo de la década de 1920 y de su sentimiento de culpa, que le
lleva a una definitiva reconciliación con Rusia y su revolución.

4.3 Realismo socialista

(1930-1953). En 1929, con el comienzo del primer plan quinquenal, llegó a su


fin la tolerancia oficial hacia los escritos, periódicos y escuelas literarias. Un
único aparato administrativo, la Asociación Rusa de Escritores Proletarios,
sería quien se encargaría a partir de entonces de establecer el control político
sobre toda la actividad literaria, en conformidad con las doctrinas comunistas,
de modo que los severos juicios políticos fueron sustituyendo a las críticas
estrictamente literarias y los escritores se vieron sometidos a grandes
presiones para que se adaptaran al régimen imperante. El resultado de esta
presión fue, por lo general, un tipo de melodrama en el que solamente existían
el blanco y el negro, ambientado en una fábrica en construcción o en un pueblo
reticente a las colectivizaciones, pero que acaba aceptándolas convencido por

61
los esfuerzos dialécticos de los miembros del partido. Los mejores escritores
trataron de adaptarse a estas fórmulas, Leónov, por ejemplo, escribió dos
novelas en respuesta a las demandas sociales, El río Sot (1930) y Skutarevski
(1932). Mijaíl Alexándrovich Shólojov, excepcional novelista, escribió la más
persuasiva descripción de la crisis agrícola, Campos roturados (1932).

La Asociación Rusa de Escritores Proletarios fue disuelta en 1932 y sustituida


por la Unión de Escritores Soviéticos. El festival que habría de inaugurar la
nueva época, el Primer Congreso de los Escritores Soviéticos (1934), parecía
auspiciar una nueva atmósfera de tolerancia. En el discurso de apertura, sin
embargo, un miembro del Politburó, Yrei Alexándrovich Zhdánov, definió la
nueva doctrina literaria, el realismo socialista, y anunció que un sistema de
controles ajustables, sutil y omnicomprensivo, vendría a reemplazar a la cruda
coacción de la anterior asociación, lo cual vino a significar que el aparato del
partido y sus doctrinas controlarían la imaginación literaria rusa hasta el
colapso del sistema comunista.

Dos novelas escaparon a la mediocridad generalizada de la producción literaria


entre 1934 y 1939: Leónov permaneció, de nuevo, dentro de los límites de las
fórmulas propuestas por el partido en Hacia el océano (1935), pero consiguió
edificar en ella una historia de gran complejidad narrativa y alto contenido
filosófico en su retrato del universo espiritual de un comisario político
moribundo; la novela en cuatro volúmenes de Shólojov, El Don apacible (1928-
1940), considerada por lo general como la obra maestra en prosa de la época
soviética, transgrede algunas de las prescripciones oficiales básicas. Las
confusas idas y venidas del cosaco protagonista en busca de una verdad moral
viable a través del caos de la revolución y de la guerra civil terminan por
comprometerle con las dos facciones políticas y, separado violentamente de las
certezas de su vida en medio de la naturaleza, se encamina hacia un trágico
final al estilo clásico.

Durante la II Guerra Mundial los escritores contribuyeron al esfuerzo bélico


soviético como corresponsales de guerra o propagandistas. La escasa obra
narrativa de esos años insiste en temas clásicos de las épocas de guerra, el
amor, la fraternidad, el sufrimiento y la separación. Konstantin Simónov, por
ejemplo, escribió una obra teatral, El pueblo ruso (1942), una novela, Días y
noches (1944), y un libro de poesía lírica popular, mientras que Leónov produjo
una obra teatral, Invasión (1942), que sigue planteando su preocupación por el
espíritu soviético durante la guerra y enfrentándose a la ocupación enemiga.

4.4 De la muerte de Stalin a la disolución de la URSS

(1953-1991). A la muerte de Iósiv Stalin, en 1953, pareció producirse una cierta


apertura que se manifestó en debates críticos y en la publicación de algunas
novelas poco convencionales, como El deshielo (1954) de Iliá Grigórievich
Ehrenburg (en la que se cuestionaban importantes aspectos de la vida en la
Unión Soviética); pero sin alcanzar la talla de la literatura rusa anterior. Durante
este periodo se prohibieron muchas obras, por lo que numerosos e

62
interesantes autores de relatos cortos, que cultivaban un estilo más o menos
análogo al de Chéjov, eliminaron o redujeron significativamente los contenidos
políticos de sus obras, a la vez que escogieron como tema los dramas de las
vidas de las gentes de los rincones más apartados del país.

El famoso poeta Yevgueni Alexándrovich Yevtushenko volvió a inyectar cierta


pasión a una moribunda tradición poética y su contemporáneo Andrei
Voznesenski aportó vitalidad al lenguaje poético; utilizó recursos como la
metáfora y el ritmo para dar respuesta a las demandas del mundo
contemporáneo con una voz genuina y refrescante. Los frecuentes conflictos
entre estos escritores y el aparato político-literario, no obstante, evidencian las
limitaciones, respecto a la forma y el contenido, que aún permanecían en vigor
durante aquellos años. Hasta la llegada de la glasnost ('apertura') a finales de
la década de 1980, las obras más interesantes de la literatura rusa no se
publicaron en la URSS, sino que sus manuscritos circularon clandestinamente
o fueron publicados en otros países.

El editor italiano Feltrinelli publicó por primera vez El doctor Zhivago (1957), de
Borís Pasternak, en italiano y desde este idioma se hicieron las traducciones
que se publicaron en otros países. No fue sino hasta 1987 cuando pudo leerse
en ruso. El doctor Zhivago, que narra la historia del viaje de un solitario
individualista a través del caos de la guerra civil en busca de una experiencia
auténticamente humana, restablece muchos de los temas tradicionales de los
escritores del siglo XIX y cuestiona los resultados de la sociedad marxista. En
1958 se le concedió el Premio Nobel de Literatura a su autor, quien, sometido a
poderosas presiones oficiales, no lo aceptó.

El único recurso que les quedaba a muchos escritores soviéticos era publicar
sus obras en el extranjero. A comienzos de la década de 1960, el ya conocido
crítico y erudito Andrei Siniavski publicó una sucesión de brillantes obras bajo
el seudónimo de Abram Tertz, entre ellas se encontraba un artículo
salvajemente irónico titulado “¿Qué es el realismo socialista?”, en el que
atacaba los fundamentos intelectuales de esa doctrina, además de una serie de
historias fantásticas y una colección de sombrías meditaciones filosóficas en
las cuales hizo pública su fe católica. En 1966 fue condenado, junto con otro
escritor, Yuli Markóvich Daniel, a trabajos forzados por difamar a la Unión
Soviética.

Vladimir Nabokov, uno de los más ilustres representantes de los escritores


emigrados de Rusia, huyó con su familia de la URSS en 1919. Estudió en
Europa y se nacionalizó estadounidense en 1945. Escribió sus primeras obras
en ruso, pero las más importantes las compuso en inglés: Lolita (1955), Pálido
fuego (1962), Habla memoria (1966), Ada o el ardor (1969) o Una belleza rusa
y otros relatos (1973).

El conocido novelista Alexandr Solzhenitsin traspasó a menudo la línea que


separaba lo permitido de lo prohibido. En 1963, como consecuencia de una
intervención personal de Nikita Serguéievich Jruschov, pudo publicar su novela

63
breve Un día en la vida de Iván Denísovich, que trata de su experiencia en los
campos de concentración, aunque sus dos novelas más importantes, El primer
círculo (1968) y El pabellón del cáncer (1968-1969), no se salvaron de la
censura en su país y, en contra de la voluntad de su autor, se publicaron más
tarde en Occidente. La narrativa de Solzhenitsin recapitula su propia vida,
primero como veterano del Ejército y, después, como condenado en los
campos de concentración de su país y víctima del cáncer. Su versión literaria
de estas experiencias constituyó una llamada profética a la purificación moral
de su tierra, y una vuelta a un socialismo ético y a un mundo en el que
prevalecieran la verdad y la decencia. Sus protestas contra la censura, contra
su propia expulsión de la Unión de Escritores y contra la práctica de confinar a
los intelectuales disidentes en sanatorios mentales, constituyeron algunos de
los compromisos morales de toda su obra narrativa. Solzhenitsin vivió en
Estados Unidos y regresó a Rusia en 1994. Posteriormente decidiría vivir en
Suecia. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1970, gesto que el gobierno y
la Unión de Escritores Soviéticos condenaron con dureza.

El término samizdat (‘literatura autoeditada’) se aplicó repetidamente durante el


periodo posestalinista a las obras de Mijaíl Bulgákov. En 1928 comenzó a
escribir su novela más importante El maestro y Margarita, una sátira del
gobierno, pero no pudo publicarla en la URSS hasta 1967, y aún así en una
versión muy recortada. También fue autoeditada la conmovedora obra del
poeta Joseph Brodsky y de muchos otros escritores y pensadores. Brodsky,
después de ser expulsado de la Unión Soviética, viajó a Estados Unidos en
1972. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1987 y el nombramiento de
poeta laureado de Estados Unidos en 1991. Entre sus obras cabe citar Parada
en el desierto (1970) y Elegías romanas (1983).

Otro escritor disidente, Valerii Tarsis, al que se le permitió abandonar el país y


trasladarse a Suiza en 1966, plasmó sus satíricos ataques al régimen soviético
en novelas como La botella azul (1963). Escribió, además, Sala 7 (1965), una
obra de carácter autobiográfico basada en sus propias experiencias en un
psiquiátrico, y La fábrica de placer (1967), una ingeniosa historia sobre los
habitantes de la región del mar Negro. Estas obras ilegales contribuyeron a
preservar las mejores tradiciones de la literatura rusa hasta que el colapso del
Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y la disolución del Estado
soviético en 1991 inauguraron una nueva época para los escritores rusos.

Literatura alemana
1 INTRODUCCIÓN

Literatura alemana, literatura escrita en lengua alemana desde el siglo VIII


hasta nuestros días, incluidas las obras de autores alemanes, austriacos y
suizos. Se suele dividir en periodos que corresponden generalmente con el

64
desarrollo de la lengua alemana y el crecimiento y unificación de Alemania
como nación. Véase también Literatura austriaca; Suiza: Literatura.

2 PERIODO DEL ANTIGUO ALTO ALEMÁN

(800-1100). La obra literaria más antigua que se conoce en alemán es el


poema épico Hildebrandslied (El cantar de Hildebrand), del que ha sobrevivido
un fragmento fechado alrededor del año 800. Esta obra describe, en versos
aliterativos en bajo y alto alemán, el enfrentamiento y el inicio de una batalla
entre el héroe legendario Hildebrand y su hijo. Otras leyendas tratan de
personajes heroicos como Teodorico, rey de los ostrogodos; Atila, rey de los
hunos; y Sigfrido, al que algunas autoridades en la materia identifican con el
jefe germano Arminio, que derrotó a los romanos el año 9 d.C. en el bosque de
Teotoburg, en la baja Sajonia.

El cristianismo, que fue la fuerza dominante en la literatura alemana desde el


siglo IV hasta el XII, renegaba de esta tradición pagana. En la temprana fecha
de 381, Ulfilas, obispo de los godos, tradujo la Biblia a su lengua vernácula, y
un sacerdote anónimo escribió Muspilli (900), un poema aliterativo en dialecto
bávaro que describe la destrucción del mundo por el fuego el día del Juicio
Final. Otra obra importante, escrita en antiguo bajo alemán, es el poema épico
Heliand (siglo IX), en el que Cristo es representado como un príncipe
germánico y sus discípulos como súbditos feudales.

Bajo el dominio del franco Carlos Martel se fundaron muchas abadías, entre
ellas la famosa de Sankt Gallen (ahora en Suiza) y la de Fulda en Alemania. En
estas abadías los monjes preservaron la literatura antigua tanto como la
historia de su propia época. Sin embargo, durante este periodo la mayoría de
las obras literarias fueron escritas en latín, usándose el alemán principalmente
para traducciones de la lengua antigua. Un ejemplo de poema épico escrito en
latín es el Walthariuslied (Cantar de Walter, 930?) de Ekkehard, el abad de
Sankt Gallen, que cuenta la fuga del héroe Walter de la corte de Atila y su boda
posterior. Además de poemas épicos como éstos escritos para las cortes
palaciegas, durante los siglos IX y X se desarrolló una literatura oral popular.
De ella formaban parte cuentos y baladas que hasta aproximadamente el siglo
XIV no se fijaron por escrito.

3 PERIODO DEL MEDIO ALTO ALEMÁN (1100-1370)

Mientras los escritos en prosa y el teatro se presentaron casi siempre en forma


de obras didáctico-religiosas durante toda la edad media, la poesía se
desarrolló como un modo de expresión secularizada, y aparecieron las formas
épicas, líricas y satíricas, que daban voz a las virtudes de la caballería y del
amor cortés. Los Spielleute, o juglares itinerantes, entretenían a sus oyentes
con historias de aventuras basadas a veces en las experiencias de los
guerreros que volvían de las Cruzadas. Entre los poemas épicos de este
periodo, el más notable fue König Rother (El rey Rother, 1150?). Otro estilo
importante fue la epopeya cortesana, que alcanzó su forma más elevada en las
65
obras de Hartmann von Aue (1170?-1235?), Gottfried von Strassburg, Wolfram
von Eschenbach y Hendrik van Veldeke. Aunque las obras de algunos
escritores franceses como Chrétien de Troyes y otros, sirvieron de modelos
para los poemas épicos alemanes, los escritores alemanes expresaron sus
propios ideales, encontraron su propia forma y estilo, y muy frecuentemente
añadieron profundidad a las narraciones. Una variación de la epopeya
cortesana fueron los poemas épicos en los que la figura central era un animal.
Reineke Fuchs (Reineke el zorro, 1180?) de Heinrich el Glîchesaere, es el
mejor ejemplo. El más importante de los poemas épicos germanos es el
Nibelungenlied (Cantar de los nibelungos), que un autor desconocido puso por
escrito a principios del siglo XIII.

La poesía lírica durante el periodo del medio alto alemán se desarrolló en la


forma del Minnesang, o lírica cortesana, compuesta por poetas líricos llamados
Minnesänger. El gran maestro de este tipo de poesía es Walther von der
Vogelweide. Sus obras, que incluyen canciones de amor, poemas religiosos y
epigramas, expresan su idealismo personal y político y muestran su
independencia de la autoridad papal.

En la segunda mitad del siglo XIII la naturaleza de la épica comienza a cambiar


con la introducción de personajes de la burguesía y del campesinado. Los
campesinos, hasta entonces objeto de burla, poco a poco irán alcanzando
importancia en literatura, apareciendo en lugar prominente en obras como
Meier Helmbrecht, un cuento del siglo XIII sobre la vida campesina.

4 LA REFORMA (1500-1700)

El ascenso de la burguesía en los siglos XIV y XV y las luchas de los


campesinos contra la nobleza culminaron en la gran revolución religiosa del
siglo XVI conocida como la Reforma. Este movimiento tuvo su reflejo en la
literatura, especialmente a través de Martín Lutero, cuya traducción de la Biblia
estableció el nuevo alto alemán como lengua literaria de Alemania. En la
literatura secular se abandonó el aristocrático Minnesang en favor de las
Meistergesang (‘canciones de los magistrales’), escritas por gremios de
artesanos llamados meistersinger. También fueron populares los sencillos
poemas líricos que más tarde se llamaron colectivamente Volkslieder
(‘canciones populares’; ver Folclore). El Schwank, una forma grotesca de
argumento cómico, dio expresión popular a las historias de algún pícaro
malicioso como Till Eulenspiegel. En el famoso Das Narrenschiff (La nave de
los locos, 1491), el poeta humanista Sebastian Brant satirizó más de cien
formas contemporáneas de estupidez e inmoralidad. Otro autor de éxito fue
Johann Fischart, poeta satírico y polemista defensor de la causa protestante,
que apoyaba su material en las aventuras de Gargantúa y Pantagruel,
personajes creados por el satírico francés François Rabelais. Este periodo
registra la primera aparición del legendario profesor Johann Faust en la
anónima narración en prosa, publicada en 1587, Historia von Dr. Johann
Fausten.

66
A fines del siglo XV el teatro en alemán, hasta entonces limitado a
representaciones de la Pasión y otros espectáculos religiosos, comenzó a
tomar forma secularizada en los Fastnachtsspiele (‘representaciones de
carnaval’), piezas teatrales cómico-alegóricas que se representaban durante la
época de carnaval. Elementos de ese mundo penetraron gradualmente incluso
en las obras religiosas de Navidad y Pascua. Entre los dramaturgos
importantes del periodo de la Reforma están Burkard Waldis, que escribió
también fábulas satíricas, Nikodemus Frischlin y Hans Sachs, poeta y
dramaturgo que se hizo famoso con sus Fastnachtsspiele.

A principios del siglo XVII, el crítico Martin Opitz llevó a cabo un intento de
incorporar influencias francesas en la literatura alemana. En su obra principal,
Das Buch von der deutschen Poeterey (Libro de la poesía alemana, 1624),
Opitz pedía que los escritores alemanes imitaran los modelos franceses en
estilo, metros y temas. Aunque algunas academias literarias llevaron sus reglas
hasta extremos de complicada formalidad, otros poetas, influidos por Opitz,
alcanzaron una creciente individualidad de expresión. Entre ellos se encuentran
Simon Dach, Paul Flemming, Johann Scheffler, comúnmente llamado Angelus
Silesius, y el barón Friedrich von Logau. La poesía protestante del siglo XVII
alcanzó su cumbre en los himnos de Paul Gerhardt.

El desarrollo de la literatura alemana se vio frenado a causa de la guerra de los


Treinta Años. Los efectos del conflicto se pueden ver en la obra del novelista
Hans Jakob Christoph von Grimmelshausen. Su historia del hijo de un
campesino desilusionado, Der abenteurliche Simplicissimus (Simplicissimus,
1669), es la primera gran novela en lengua alemana. Comedias como Peter
Squentz, del satírico Andreas Gryphius, también describen el desencanto y la
desilusión que siguieron inevitablemente a la guerra.

5 SIGLO XVIII

Al comienzo del siglo XVIII la vida cultural alemana se había hecho más
receptiva a los nuevos modelos e ideas literarias. Novelas como Robinson
Crusoe, del novelista inglés Daniel Defoe, fueron ampliamente leídas en
Alemania, y significaron la decadencia de la narración heroica y el incremento
del realismo en la novela alemana. Un crítico notable del periodo fue Johann
Christoph Gottsched, cuyo Versuch einer critischen Dichtkunst vor die
Deutschen (Ensayo de una poética crítica para los alemanes, 1730) fijó las
normas derivadas de la lógica y la precisión de la literatura francesa. Gottsched
intentó también reformar el teatro, como árbitro literario y traductor de piezas
francesas, griegas y latinas. Su influencia literaria, sin embargo, fue desafiada
por un grupo de escritores jóvenes que deseaban liberar a la literatura alemana
de la restrictiva influencia de los modelos extranjeros. Estimulados por el
nacionalismo de Federico II el Grande, pero influidos también por sus amplios
intereses culturales, estos escritores encabezaron una de las épocas más
importantes de la literatura alemana. Entre las sucesivas fases de esta época
se encuentran el periodo preclásico (1748-1788), el movimiento del Sturm und

67
Drang (que comenzó hacia 1770), y los periodos clásico (1788-1798) y
romántico (1798-1832).

5.1 Periodo preclásico

Christian Fürchtegott Gellert, un escritor temprano del periodo preclásico, gozó


de gran popularidad con sus fábulas didácticas, poemas, novelas y comedias.
De mayor importancia, sin embargo, fue el poeta y dramaturgo Friedrich
Gottlieb Klopstock. En su poema épico religioso Messias (El Mesías, 4
volúmenes, 1751-1773) y en su colección de odas, introdujo una fuerte
emoción personal en la poesía alemana. Y, lo que es más importante, la
concepción de Klopstock de la misión sagrada del poeta influyó en los
escritores que le siguieron. Christoph Martin Wieland, autor del poema épico
Oberon (1780), también tuvo su influencia en el desarrollo de la literatura
alemana. El Agathon de Wieland (1766-1777) se considera la primera novela
psicológica de la literatura alemana.

Los dramas de Gotthold Ephraim Lessing, notables por sus personajes y su


pasión, están en el origen del teatro moderno alemán. Dio a la escena alemana
su primera tragedia de la vida cotidiana (bürgerliches Trauerspiel) en Miss Sara
Sampson (1755), y en su poema dramático Nathan der Weise (Nathan el
sabio,1779) hizo un ardiente llamamiento en favor de la tolerancia religiosa.
Minna von Barnheld (1767) es una hábil comedia. En su influyente tratado
crítico Laokoon (Laoconte, 1766), Lessing introdujo el espíritu de la Ilustración
en Alemania (ver Siglo de las Luces).

5.2 Sturm und Drang

El filósofo Johann Gottfried von Herder fue la figura dominante de este nuevo
movimiento, que tomó su nombre de la pieza teatral Sturm und Drang
(Tormenta e impulso, 1776) de Friedrich Maximilian von Klinger, uno de los
jóvenes escritores deslumbrados por el rechazo de las autoridades
tradicionales que llevó a cabo Herder. Los miembros de este grupo
abandonaron el racionalismo y la preocupación por la forma y la estructura que
habían caracterizado el teatro clásico y francés. Influidos por los estudios de
Herder de los pueblos primitivos y la cultura popular, acentuaron el uso de
elementos nacionales o populares, y buscaron inspiración en el Volkslied
(poesía popular) y en otros aspectos de la cultura alemana. Su deseo de
emancipación fue simbolizado en poemas y dramas que trataban de individuos
heroicos dominados por emociones incontroladas y comprometidos en
conflictos inmensos.

Muchos elementos del Sturm und Drang se pueden encontrar en los primeros
dramas de dos de los más importantes autores alemanes, Johann Wolfgang
von Goethe y Friedrich von Schiller. La temprana obra teatral de Goethe, Götz
von Berlichingen (1773), de clara inspiración shakesperiana, trata de un
caballero del siglo XVI, opuesto a la aristocracia y a la iglesia, que dirige una
revuelta de campesinos. La melancolía introspectiva, otro de los rasgos del

68
Sturm und Drang, se manifiesta claramente en la novela de Goethe, Die Leiden
des jungen Werthers (Las desventuras del joven Werther, 1774). El héroe
sentimental, desgraciado en amores, se suicida. Cientos de lectores jóvenes,
según ciertos estudios, siguieron el ejemplo de Werther. La obra más
importante de Goethe en este periodo es el llamado Urfaust, la versión
conservada más antigua de su largo drama poético Faust (2 volúmenes, 1808-
1832), completado en los últimos años de la vida del poeta. Schiller, en Die
Räuber (Los bandidos, 1781) y Kabale und Liebe (Intrigas y amor, 1783), puso
el acento en los aspectos políticos del Sturm und Drang, atacando la tiranía
política y la corrupción social.

5.3 Periodo clásico

La evolución de Goethe y Schiller, después de sus primeros dramas,


representa uno de los mayores logros del periodo clásico en la literatura
alemana —una época caracterizada por su contención emocional, equilibrio del
pensamiento y brillantez de expresión—. Ambos escritores recibieron la
influencia de la extensa actividad filosófica del periodo, que culminó en el
idealismo del filósofo Immanuel Kant y su discípulo Johann Gottlieb Fichte.
Durante el periodo clásico, además, Goethe y Schiller se hicieron íntimos
amigos, a pesar de las diferencias de sus actitudes filosóficas. Schiller creía en
ideales éticos absolutos, que suministran las ideas fuerza de sus obras
dramáticas más importantes: la trilogía Wallenstein (1798-1799), María
Estuardo (1800), Die Jungfrau von Orleans (La doncella de Orleans, 1801) y
Wilhelm Tell (Guillermo Tell, 1804). Goethe extrae su filosofía de sus
experiencias como poeta lírico, dramaturgo, novelista, ensayista y personaje
político. Vivió de acuerdo con el ideal expresado en el Fausto: nunca estar
satisfecho con lo que uno es y esforzarse incesantemente por aprender,
mejorar, alcanzar objetivos. Sus escritos muestran claramente su evolución
desde la rebeldía juvenil a la búsqueda del dominio emocional, la objetividad, la
belleza y la personalidad humana ideal. Las dos partes de Fausto, por otro lado,
han sido consideradas a menudo representativas de las tendencias dominantes
de la literatura alemana; la primera parte contiene muchos elementos del
movimiento literario conocido como romanticismo, y la segunda representa el
clasicismo más admirado por Goethe.

Esos elementos también pueden encontrarse en la obra del poeta Friedrich


Hölderlin, cuya admiración por la armonía del mundo clásico resultó viciada,
como lo vislumbraron Goethe y sus contemporáneos, por su visionaria actitud
religiosa. El propio Hölderlin indagó en el conflicto entre los ideales absolutos y
los problemas de la existencia en su novela epistolar Hyperion (2 volúmenes,
1797-1799) y en su poesía. Otro escritor muy individualista del último periodo
clásico, el dramaturgo y autor de novelas cortas, Heinrich von Kleist, retrató a
personajes heroicos en conflicto con su destino. Sus comedias Der
zerbrochene Krug (El cántaro roto, 1806) y Amphytrion (1807) pintan los
conflictos humanos de una forma casi trágica. Las narraciones del humorista
Johann Friedrich Richter (más conocido por el seudónimo Jean Paul), con su

69
fantasía y su sentido de lo grotesco, lo colocan cerca del movimiento romántico,
que dominaba en la literatura alemana a comienzos del siglo XIX.

5.4 Periodo romántico

La creciente tendencia romántica de la literatura alemana, como se evidenciaba,


por ejemplo, en algunos de los últimos escritos de Goethe, se convirtió en
dominante en 1798, con la primera aparición del periódico Das Athenäum,
editado por tres amigos, el escritor Ludwig Tieck y los críticos August Wilhelm
von Schlegel y Friedrich von Schlegel. El romanticismo en la literatura de
Alemania, como en la de otros países, fue el resultado de una fusión de
elementos políticos, filosóficos y artísticos. Las guerras napoleónicas
despertaron en los escritores alemanes un nuevo sentido de la identidad
nacional, mientras crecía su admiración por individuos heroicos como Napoleón
y Ludwig van Beethoven. Los elementos nacionalistas del romanticismo fueron
defendidos en Alemania por el filósofo y teólogo Friedrich Ernst Daniel
Schleiermacher, que insistió en las virtudes de la independencia nacional e
influyó en poetas como Ernst Moritz Arndt y Karl Theodor Körner. La obra del
filósofo Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling dio al movimiento una base
filosófica por su misticismo y su creencia en la unidad última del mundo natural
y el espiritual. Los cuentos populares y la mitología, otra de las preocupaciones
del romanticismo alemán, recibieron atención en las recopilaciones hechas por
dos profesores, los hermanos Grimm, Jacob Ludwig Karl y Wilhelm Karl. Una
notable colección de canciones populares alemanas fue recogida por el poeta y
dramaturgo Clemens Maria Brentano y su cuñado Achim von Arnim, Des
Knaben Wunderhorn (El muchacho del cuerno maravilloso, 3 volúmenes, 1805-
1808).

Los temas románticos caracterizan la obra del poeta Friedrich von Hardenberg,
conocido como Novalis, autor de los misteriosos y profundamente religiosos
Hymnen an die Nacht (Himnos a la noche, 1800) y de la novela Heinrich von
Ofterdingen (1802). A Ludwig Tieck, poeta, dramaturgo y novelista, le faltaba la
profundidad y el sentimiento religioso de Novalis, pero era extremadamente
elocuente y estaba dotado para la expresión de elementos poéticos, fantásticos
y satíricos. Joseph Eichendorff cantó la belleza de la naturaleza en sus poemas,
y las virtudes de la pereza en su obra en prosa Aus dem Leben eines
Taugenichts (La vida de un vagabundo tunante, 1826). La ternura genuina de la
canción popular se encuentra en los poemas de Adelbert von Chamisso,
aunque muchos tengan elementos trágicos, como muestra su obra en prosa,
Peter Schlemihls wundersame Geschichte (La historia maravillosa de Peter
Schlemihl, 1814). El escritor de baladas más importante de esta generación fue
Ludwig Uhland. Uno de los maestros de la poesía y la prosa fue Eduard Mörike;
la tranquila calma de su escritura contrasta con la melancolía de la poesía de
Nikolaus Lenau. La mayoría de los poetas románticos fueron también
magníficos narradores, pero el prosista más original de este periodo fue E. T. A.
Hoffmann, el maestro de los cuentos que tratan de lo sobrenatural.

6 REVOLUCIÓN Y REACCIÓN (1832-1871)


70
Durante la década de 1830 una nueva generación de escritores dejó las
fantasías del romanticismo para participar en los acontecimientos políticos.
Formaron un movimiento llamado Junges Deutschland (Joven Alemania) y en
varias partes de Alemania apoyaron los intentos de los elementos liberales
para modificar el poder absoluto de los príncipes feudales que aún sobrevivía.
El filósofo principal de este periodo fue G. W. F. Hegel, cuyo idealismo
racionalista influyó mucho en el poeta lírico y crítico Heinrich Heine. Este último,
figura dominante entre los nuevos escritores, empezó su carrera con poemas
irónicos sobre temas románticos. Se hizo famoso con la publicación de Buch
der Lieder (Libro de canciones, 1828). Tras el fracaso de la revolución de 1830,
huyó a París, donde escribió sus poemas más importantes y muchos artículos
de crítica sobre arte contemporáneo y política. Observador perspicaz, Heine se
anticipó a muchas de las técnicas del periodismo moderno. Otro político
exiliado, Ludwig Börne, intentó agitar la actividad política alemana en sus Briefe
aus Paris (Cartas de París, 1830-1833).

6.1 Teatro del siglo XIX

Las ideas políticas dominaron el teatro alemán del siglo XIX. Además de Kleist,
Christian Dietrich Grabbe y otros escritores produjeron piezas significativas. El
más importante, sin embargo, fue el dramaturgo revolucionario Georg Büchner,
un pionero en el realismo psicológico, cuyas obras continúan representándose.
Su Dantons Tod (La muerte de Danton, 1835) analiza la futilidad y apatía que
se apoderaron del líder revolucionario francés Georges Jacques Danton al final
de su vida. En Woyzeck (1836) —más conocida en la versión operística del
compositor austriaco Alban Berg— Büchner pinta la trágica desintegración de
un pobre soldado al que una sociedad injusta y cruel ha convertido en víctima.
El tema, el estilo y la profunda introspección psicológica de esta obra la
señalan como pieza clave del teatro alemán moderno.

El realismo psicológico y la percepción política caracterizan también las


tragedias históricas de Friedrich Hebbel y las obras teatrales del dramaturgo
austriaco Franz Grillparzer. Ferdinand Raimund escribió comedias que tenían
lugar en un mundo de cuento de hadas y de acontecimientos mágicos pero que
reflejaban su profunda melancolía. Compusieron divertidas sátiras Johann
Nepomuk Nestroy y Ludwig Anzengruber, que escribió obras sobre la vida
campesina, anticipándose, en su preocupación por los problemas sociales, al
movimiento literario conocido como naturalismo.

El compositor Richard Wagner ejerció una profunda influencia en el teatro


alemán del siglo XIX. Participó en la fracasada revolución de 1848, produjo
muchos escritos describiendo la importancia del teatro en el desarrollo de la
civilización y llamó a la unión de las artes en la forma conocida como drama
musical. Como poeta, escribió los textos de sus dramas musicales, exaltando
las grandes tradiciones de la literatura alemana en obras como Die
Meistersinger von Nürnberg (Los maestros cantores de Nuremberg, 1867) y
Parsifal (1882). La filosofía de Arthur Schopenhauer, cuyo pensamiento
oscuramente pesimista puede considerarse típico de la atmósfera derrotista

71
que siguió a la represión política de 1848, es evidente en la obra de Wagner.
Schopenhauer, en su obra principal Die Welt als Wille und Vorstellung (El
mundo como voluntad y representación, 1819), concibe un principio activo
fundamental, la voluntad, que opera como fuerza conductora en todas las
formas de existencia y que, en los seres humanos, causa una insatisfacción y
un sufrimiento inevitables, salvo que sean contrarrestados por una actitud de
santa resignación. Esta concepción de una fuerza primigenia que gobierna en
el comportamiento humano iba a tener una significativa influencia en la
literatura y la filosofía alemanas posteriores.

6.2 Prosa del siglo XIX

Entre los narradores más populares de mediados del siglo XIX se encuentra la
poetisa baronesa Annette Elisabeth von Droste-Hülshoff, conocida por su
novela corta Die Judenbuche (El haya de los judíos, 1842). Detalladas
descripciones de la naturaleza caracterizan las novelas de Adalbert Stifter; Der
Nachsommer (El veranillo de San Martín, 1857) y Witiko (3 volúmenes, 1865-
1867) son sus obras más famosas. El novelista suizo Gottfried Keller, en su
novela autobiográfica Der grüne Heinrich (Enrique el verde, 4 volúmenes, 1854-
1855), continuó la tradición del Bildungsroman, iniciada en la obra de Goethe,
Wilhelm Meisters Lehrjahre (Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, 4
volúmenes, 1795-1796). La vida rural y los problemas del individuo en una
sociedad en expansión son retratados por los novelistas Albert Bitzius, que
utilizaba el seudónimo Jeremias Gotthelf, y Wilhelm Raabe. Conrad Ferdinand
Meyer, poeta y novelista, elige personajes de la edad media para muchas de
sus baladas y narraciones. La comunión de los seres humanos y la naturaleza
constituye un tema recurrente en la poesía y las novelas cortas de Hans
Theodor Storm. “Immensee” (1852), una de sus narraciones más famosas, es
un cuento lírico y nostálgico sobre la infancia. Al final, su estilo se hace más
sombrío, como puede comprobarse en Der Schimmelreiter (El jinete del caballo
blanco, 1888), obra en la que muestra el efecto del mar en la vida de los
habitantes de las costas. Theodor Fontane, escritor de baladas y novelas, se
hizo famoso por sus perspicaces críticas de la sociedad alemana a fines del
siglo XIX.

El idealismo dominante en la filosofía alemana quedó postergado en favor del


materialismo por Paul Johann Aselm von Feuerbach, cuya obra influyó en los
revolucionarios alemanes Karl Marx y Friedrich Engels. Entre los numerosos
estudiosos que promovieron el desarrollo de la ciencia de la historia durante
esta época se encuentran Leopold von Ranke, considerado un fundador de la
escritura objetiva de la historia; Theodor Mommsen, un experto en estudios
sobre Roma; y Jakob Burckhardt, famoso por Kultur der Renaissance in Italien
(La cultura del renacimiento en Italia, 1860). Estudiaron el desarrollo de
Alemania como nación Wilhelm Häring, que utilizaba el seudónimo de Willibald
Alexis, y el ardiente nacionalista Heinrich von Treitschke.

7 NACIONALISMO ALEMÁN (1871-1945)

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Tras la unificación de los estados alemanes en 1871, las tendencias
revolucionarias de la literatura alemana empezaron a entrar en conflicto con el
militarismo y el materialismo económico de la burguesía alemana. El principal
representante de esta última, el estadista prusiano y primer canciller del
Imperio Alemán, el príncipe Otto von Bismarck, expresó la visión dominante en
la sociedad contemporánea en sus memorias tituladas Gedanken und
Errinerungen (Memorias, 1898). Sin embargo, el poeta y filósofo Friedrich
Wilhelm Nietzsche realizó una crítica demoledora de los valores sociales
existentes. En libros como Jenseits von Gut und Böse (Más allá del bien y del
mal, 1886) y Wille zur Macht (La voluntad de poder, 1901), Nietzsche
rechazaba los valores religiosos tradicionales de la moralidad burguesa y el
idealismo predominante en la filosofía alemana. Expuso su poética visión de un
nuevo tipo de ser humano como figura dominante de una sociedad
radicalmente transformada en la obra Also sprach Zarathustra (Así hablaba
Zaratustra, 1883). Este nuevo tipo, el Übermensch (‘superhombre’), daría
cuerpo a las mejores cualidades del individuo creativo, la expresión más alta de
la “voluntad de poder”, la fuerza que produce todo esfuerzo humano.

La preocupación de Nietzsche por las fuerzas interiores de la personalidad


humana influyeron profundamente en el desarrollo del pensamiento de
principios del siglo XX. En psicología, las teorías sobre la psique humana de
Sigmund Freud y del psicólogo y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung deben
mucho a la obra de Nietzsche. A partir de la idea de Nietzsche de la recurrencia
cíclica de los acontecimientos, el filósofo de la historia Oswald Spengler
formuló sus principios sobre el determinismo histórico. Estos desarrollos en los
estudios de psicología e historia, combinados con la concepción de Nietzsche
del artista como un crítico radical de la sociedad, influyeron en los movimientos
literarios más importantes de finales del siglo XIX y principios del XX:
naturalismo, expresionismo y teatro épico.

7.1 Naturalismo

El movimiento naturalista en literatura apareció después del apogeo del


realismo. El realismo busca un arte que refleje las fuerzas del bien y del mal
que afectan a la vida humana. El naturalismo, por su parte, es una forma de
determinismo artístico que pinta un mundo desolado en el que los seres
humanos están atrapados y condenados al fracaso y al desastre por fuerzas
incontrolables. Los temas utilizados a menudo por los escritores naturalistas
incluyen la enfermedad, la locura, la senilidad, la hipocresía religiosa, las
relaciones familiares, los problemas políticos y las fuerzas ineludibles de la
economía, la herencia, la raza, la clase y el entorno. Los principios artísticos del
movimiento naturalista fueron descritos por el crítico y escritor Arno Holz en su
tratado Die Kunst (El arte, 1891). Holz fue también coautor, con Johannes
Schalf, de tres dramáticas narraciones naturalistas, recogidas bajo el título
colectivo Papa Hamlet (1889). Algunos elementos del naturalismo,
especialmente aquellos que tienen que ver con los aspectos eróticos de la vida,
aparecen en los dramas del médico y dramaturgo austriaco Arthur Schnitzler.
El representante principal del movimiento naturalista, sin embargo, fue el

73
dramaturgo Gerhart Hauptmann. En su obra Vor Sonnenaufgang (Antes de
amanecer, 1889) describe a los seres humanos como víctimas de la herencia y
del entorno, condenados a luchas desesperadas contra fuerzas que no pueden
controlar. Este tema, así como la forma de presentarlo, anticipaba muchos
tratamientos similares en la literatura moderna. En una obra posterior de
Hauptmann, Die Weber (Los tejedores, 1892), el héroe del drama está
representado por un grupo social. En los últimos escritos de Hauptmann se
produce una transición desde el naturalismo hacia el movimiento literario
conocido como impresionismo, en el que el detallismo realista es sustituido por
una pintura de las impresiones que los objetos ejercen en la visión individual
del artista.

Otros movimientos importantes de la literatura alemana de principios del siglo


XX fueron el neoclasicismo, el neorromanticismo, el simbolismo, el surrealismo,
dadaísmo y, el más importante, el expresionismo, que pone el acento en
cuestiones de orden psicológico.

7.2 Expresionismo

Con origen en la pintura, el expresionismo empezó a influir en la literatura


alemana alrededor de 1910. Como reacción frente al naturalismo y el
impresionismo, que se preocupaban principalmente de la representación
realista de la existencia, el nuevo movimiento tenía por objeto la expresión o
representación de los sentimientos, experiencias y reacciones interiores del
artista o escritor. El escritor expresionista da cuerpo al concepto de Nietzsche
del artista como un crítico de los valores tradicionales. Además, igual que el
pintor, el poeta o el novelista buscaba retratar las poderosas fuerzas interiores
en la personalidad humana. Un lenguaje emocional exagerado y el dibujo de
tipos abstractos más que de personajes realistas se convirtieron en medios
para ese fin. El dramaturgo alemán Frank Wedekind, un expresionista
temprano, con un sentido grotesco del humor, luchó contra las convenciones
sociales en demanda de una nueva moralidad sexual. Fuerzas tales como la
rebelión adolescente y la sexualidad amoral quedan retratadas en sus obras
Frühlings Erwachen (Despertar de primavera, 1891) y Die Büchse der Pandora
(La caja de Pandora, 1904). Esta última sirvió de base tanto para una versión
cinematográfica (1928) como para Lulu, una ópera del compositor austriaco
Alban Berg.

El conflicto generacional se convirtió para muchos escritores expresionistas en


un símbolo de la crítica de los valores tradicionales, como en Der Sohn (El hijo,
1914) de Walter Hasenclever. Las actitudes antibelicistas después de la
I Guerra Mundial encontraron expresión en las obras de Ernst Toller, Fritz von
Unruh y otros. Georg Kaiser, en su inmensa producción dramática, fue un
especialista en el diálogo epigramático, que resultaba muy apropiado para la
naturaleza abstracta y simbólica de sus personajes. Carl Zuckmayer, quizás el
dramaturgo más popular de su generación, se hizo especialmente famoso por
sus vivaces caracterizaciones. Entre sus obras más conocidas están el drama

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Der Hauptmann von Köpenick (El capitán de Köpenick, 1931) y el guión para
Der blaue Engel (El ángel azul, 1930), el film de Josef von Sternberg.

El movimiento expresionista produjo algunos poetas de gran originalidad. Su


tema central era la crisis de los valores individuales y colectivos, como aparece
en los poemas de Georg Trakl, llenos de nostalgia y soledad; o los de Georg
Heym, que expresaban la desesperación ante la miseria y la soledad de la vida
urbana. Franz Werfel, escritor austriaco, el poeta más importante del
expresionismo, escribió sobre su nostalgia de una armonía entre los hombres y
la naturaleza.

7.3 Teatro épico

El dramaturgo más original y sugerente del periodo moderno fue Bertolt Brecht.
Empezó como expresionista, pero pronto desarrolló su propio estilo al
comenzar con su teatro épico, en el que utilizaba baladas, elementos
documentales y otras innovaciones como comentarios a la acción dramática.
Igual que Wagner, creía en la misión de la escena como centro de enseñanza
política y moral. En sus numerosas obras, entre las que se encuentran Mutter
Courage und ihre Kinder (Madre Coraje y sus hijos, 1941), Der Kaukasische
Kreidekreis (El círculo de tiza caucasiano, 1944-1945) y Der gute Mensch von
Sezuan (La persona buena de Sezuan, 1943), escribió parábolas dramáticas
para educar a su público. La influencia de Brecht se extendió por todo el mundo
y muchos escritores más jóvenes adoptaron las técnicas dramáticas que él
desarrolló. Entre los discípulos de Brecht se encuentra Peter Weiss, famoso
por su apasionado drama documental Marat-Sade (1964), Rolf Hochhuth y
Heinar Kipphart, que han alcanzado éxito con el llamado teatro documental en
el que se llevan a la escena acontecimientos históricos. El dramaturgo suizo
Friedrich Dürrenmatt ha reanimando el teatro con importantes obras eclécticas,
cínicas y melodramáticas. Max Rudolf Frisch mantiene creencias más fuertes y
convicciones morales más profundas que Dürrenmat, pero ha tenido menos
éxito de público internacional.

7.4 La novela del siglo XX

La poderosa tendencia narrativa que se percibe en algunos de los dramas de


Hauptmann se hace prominente en su novela Der Narr in Christo Emanuel
Quint (Manuel Quint, el loco en Cristo, 1910), la historia de un joven carpintero,
lleno de entusiasmo religioso, cuyo martirio lo frustra el mundo profano. La
prosa de Schnitzler pierde acción en favor del monólogo interior. En Leutnant
Gustl (El teniente Gustl, 1901) y Fräulein Else (La señorita Elsa, 1924) creó una
nueva técnica de tratar el inconsciente. Der Mann ohne Eigenschaften (El
hombre sin atributos, 4 volúmenes, 1930-1942), del escritor austriaco Robert
Musil, es un espejo intelectual y psicológico de una época cultural a punto de
desaparecer en Europa. Hermann Broch, en su trilogía Die Schlafwandler (Los
sonámbulos, 1931-1932), describió también la decadencia y la desintegración
de la vieja sociedad burguesa. Monumentales cuadros de personalidades y
acontecimientos históricos se pueden encontrar en los escritos de Ricarda

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Huch. En prosa, las obras más famosas de Franz Werfel son las novelas Die
vierzig Tage des Musa Dagh (Los cuarenta días de Musa Dagh, 1933) y Das
Lied von Bernardette (La canción de Bernardette, 1941). Alfred Döblin, en su
novela Berlin Alexanderplatz (1930), encontró un original estilo de montaje para
presentar la situación de la clase obrera berlinesa.

Los novelistas alemanes modernos más destacados son Thomas Mann,


Hermann Hesse y Franz Kafka. Mann, en su primera novela, Los Buddenbrook
(1901), expuso un tema frecuente en su obra posterior: el conflicto entre los
suficientes y prósperos representantes de la saludable vida burguesa y el
artista perspicaz y a menudo enfermizo. Los conflictos y dificultades de la
personalidad creadora son el tema de las novelas y narraciones más
importantes de Mann. En Der Zauberberg (La montaña mágica, 1924) ofrecía lo
que de hecho es una alegoría de la vida intelectual occidental en vísperas de la
I Guerra Mundial. Ácido opositor al nacionalsocialismo, Mann abandonó
Alemania en 1933 y acabó en el exilio parte de los cuatro volúmenes de Joseph
und seine Brüder (José y sus hermanos, 1933-1944). Su desesperación ante el
destino de Alemania y su preocupación por el artista creador están
elocuentemente retratados en Doctor Faustus (1947), un estudio de la vida
cultural alemana durante el apogeo del nacionalsocialismo. Heinrich Mann, el
hermano del gran novelista, se enfrentó también al nazismo y es conocido por
sátiras políticas como Der Untertan (El súbdito, 1918).

Los escritos de Hesse expresan un sentido de la soledad espiritual, a menudo


atemperado por la sabiduría y el misticismo de la filosofía oriental. Hesse
describió la alienación y la dualidad de la naturaleza de los seres humanos
modernos en Demián (1919) y Steppenwolf (El lobo estepario, 1927). En su
obra quizás más importante, Das Glasperlenspiel (El juego de abalorios, 1943),
propugna una nueva aristocracia ética e intelectual. La obra de Hesse, poco
leída al principio salvo en Alemania, gozó de un considerable interés durante la
década de 1960.

Ningún escritor en alemán ha ejercido una influencia tan extraordinaria en la


novela contemporánea como el escritor checo Franz Kafka. Sus novelas Der
Prozess (El proceso, 1925), Das Schloss (El castillo, 1926) y Amerika (1927),
así como sus numerosas narraciones ofrecen un fascinante ajuste de cuentas
con un mundo desarticulado e inescrutable, atrapado por la falta de fe y de
dirección. El estilo narrativo aparentemente sencillo de Kafka dio una nueva
profundidad al principio expresionista, evocando el misterio de la experiencia
humana a través de símbolos sugerentes.

7.5 Poesía moderna

La época moderna de la poesía alemana empieza con Nietzsche, que escribía


poesía lírica según las escuelas impresionista y expresionista. Su influencia
puede rastrearse en la poesía y la prosa de Gottfried Benn, cuya desilusión y
desesperación casi nihilistas subyacen en su búsqueda de valores positivos.
Un gran resentimiento de injusticia social caracteriza los poemas de Richard

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Dehmel. Hugo von Hofmannsthal desarrolló sus dotes poéticas en poemas
líricos y en libretos para óperas del compositor alemán Richard Strauss. El
principal exponente del movimiento simbolista en la poesía alemana fue Stefan
George, que, como Nietzsche, intentó recuperar el papel del poeta como crítico
del materialismo y de la corrupción. Una tarea similar se propuso el también
famoso poeta moderno alemán Rainer Maria Rilke. En Die Sonette an Orpheus
(Sonetos a Orfeo, 1923), Rilke intentó transmitir las misteriosas percepciones
de la belleza que tiene el poeta.

8 CONFLICTO Y RENOVACIÓN DESDE 1946

El conflicto entre el artista radical, como lo concebía Nietzsche, y una sociedad


cada vez más materialista y militarista alcanzó su fase extrema durante la
década de 1930. El ascenso del nacionalsocialismo y el gobierno totalitario de
Adolf Hitler destruyeron virtualmente la cultura alemana. Los nazis impusieron
en la literatura un realismo trivial y un fanatismo nacionalista. Muchos escritores
se vieron obligados a abandonar Alemania víctimas de la persecución o porque
no querían soportar la opresión de una dictadura. Durante este periodo, la
única literatura alemana significativa fue producida por escritores exiliados de
su país natal, entre los cuales destacan, por ejemplo, Thomas Mann y la
poetisa sueco-alemana Nelly Sachs, coganadora del Premio Nobel de
Literatura en 1966, que vivió en el exilio desde 1940 y continuó escribiendo en
alemán. “Oh, las chimeneas”, su poema más famoso, es un emotivo testimonio
de la tragedia de los judíos bajo el nazismo.

Tras el colapso del régimen de Hitler, tuvo lugar una renovación considerable
de la literatura alemana. Muchos escritores continuaron su tarea en la novela
del siglo XX y en la poesía moderna. El serial radiofónico se convirtió en una
prometedora forma de arte; muchos de estos dramas, dedicados al análisis de
la vida moderna, fueron contribuciones de escritores más conocidos como
poetas, narradores y novelistas, entre los que hay que incluir a Marie Luise
Kaschnitz, Günther Eich, Wolfgang Weyrauch, Ilse Aichinger y Siegfried Lenz.

De la nueva generación de novelistas alemanes que empezaron a tener éxito


tras la II Guerra Mundial sobresalen Heinrich Böll, ganador del Premio Nobel de
Literatura de 1972, Uwe Johnson, Günter Grass y Lenz, miembros del Grupo
47, un grupo de jóvenes y dinámicos escritores comprometidos a liberar la
expresión y en desacuerdo con las actitudes complacientes con la guerra.
Billard um Halbzehn (Billar a las nueve y media, 1959), de Böll, indaga en la
historia de Alemania a través de la peripecia de una familia a lo largo del último
medio siglo. Una trilogía semiautobiográfica de Johnson, Jahrestage
(Aniversarios, 1970-1973), presenta los problemas morales y políticos en los
Estados Unidos de la década de 1960 y en la Alemania de la de 1930. Entre las
innovadoras novelas de Grass, que tratan a menudo del conflicto entre la
sociedad moderna y sus críticos, se encuentran Die Blechtrommel (El tambor
de hojalata, 1959), una desenfadada sátira sobre la Alemania nazi, llevada al
cine en 1979; Der Butt (El rodaballo, 1976) y Kopfgeburten; oder, Die

77
Deutschen sterben aus (Partos mentales, 1980), obras en las que mezcla lo
fantástico y lo macabro.

Hermann Hesse
Hermann Hesse (1877-1962), novelista y poeta alemán, nacionalizado suizo,
que por sus ideas irracionalistas y místicas anticipó en muchos aspectos las
vanguardias europeas. A su muerte, se convirtió en una figura de culto en el
mundo occidental.

Hesse nació el 2 de julio de 1877 en Calw, Alemania. Como su padre había


sido misionero, ingresó en un seminario, pero abandonó los estudios teológicos
y empezó a trabajar primero como mecánico y luego como librero, por lo que
puede decirse que fue un autodidacta. Esta etapa de rebeldía contra la
educación formal la expresó en la novela Bajo las ruedas (1906). A partir de su
trabajo en la librería, se dedicó al periodismo por libre, lo que le inspiró su
primera novela, Peter Camenzind (1904), la historia de un escritor bohemio que
rechaza la sociedad y acaba llevando una existencia de vagabundo.

Durante la I Guerra Mundial, Hesse, que era pacifista, se trasladó a Montagnola,


Suiza; se hizo ciudadano suizo en 1923. La desesperanza y la desilusión que le
produjeron la guerra y una serie de desgracias personales, así como su
búsqueda de una espiritualidad universal que diera respuestas, para él
satisfactorias, de la existencia humana, se convirtieron en el tema principal de
su posterior obra novelística. Sus escritos se fueron enfocando hacia nuevos
objetivos espirituales y valores que sustituyeran a los tradicionales, que ya no
le eran válidos. En la novela Demian (1919), se percibe la clara influencia de la
obra del psiquiatra suizo Carl Jung, al que Hesse descubrió en el curso de su
propio, aunque breve, psicoanálisis. El tratamiento que el libro da a la dualidad
simbólica entre Demian, el personaje soñado, y su homólogo en la vida real,
Sinclair, despertó un enorme interés entre los intelectuales europeos coetáneos
(fue el primer libro de Hesse traducido al español, y lo hizo Luis López
Ballesteros en 1930). Las novelas de Hesse desde entonces se fueron
haciendo cada vez más simbólicas y acercándose más al psicoanálisis. Por
ejemplo, Viaje al Este (1932) examina en términos junguianos las cualidades
místicas de la experiencia humana. Siddhartha (1922) refleja su interés por el
misticismo oriental, fruto de un viaje a la India. Esta novela corta, que evoca de
forma lírica la relación entre un padre y un hijo, está basada en la vida del joven
Buda.

El lobo estepario (1927) es quizás la novela más innovadora de Hesse. La


doble naturaleza del artista-héroe —humana y licantrópica (véase Hombre
lobo)— le lleva a un laberinto de experiencias llenas de pesadillas; así, la obra
simboliza la escisión entre la individualidad rebelde y las convenciones
burguesas, al igual que su obra posterior, Narciso y Goldmundo (1930). La
última novela de Hesse, El juego de abalorios (1943), situada en un futuro
78
utópico, es de hecho una resolución de las inquietudes del autor. También en
1952 se han publicado varios volúmenes de su poesía nostálgica y lúgubre.

Hesse, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1946, murió el 9 de agosto


de 1962 en Suiza.

Thomas Mann
Thomas Mann (1875-1955), novelista y crítico alemán, una de las figuras más
importantes de la literatura alemana de la primera mitad del siglo XX; sus
novelas exploran la relación entre el artista y el burgués o entre la vida
contemplativa y la de acción.

Mann, hermano menor del novelista y dramaturgo Heinrich Mann, nació en una
antigua familia de comerciantes en Lübeck, el 6 de junio de 1875. Después de
la muerte de su padre, la familia se trasladó a Munich, donde Thomas frecuentó
los círculos culturales y artísticos. Fue miembro del comité de dirección de la
revista satírica Simplicissimus, antes de dedicarse a la escritura como profesión.
Su pensamiento estuvo marcado por las influencias de Arthur Schopenhauer,
Richard Wagner y Friedrich Nietzsche, hasta tal punto que, en uno de sus
últimos libros, Ensayos de tres décadas (1947), analiza sus propios escritos
literarios rastreando las influencias de esos pensadores y de otros artistas.

Las novelas de Mann se caracterizan por una reproducción precisa de los


detalles de la vida moderna y antigua, por un profundo y sutil análisis intelectual
de las ideas y los personajes, por un punto de vista distanciado e irónico,
combinado con un profundo sentido trágico. Sus héroes son con frecuencia
personajes burgueses que sobrellevan un conflicto espiritual. Mann exploró
también en la psicología del artista creativo.

Muchos cuentos precedieron a la escritura de su primera novela importante,


Los Buddenbrook (1901), que estableció su reputación literaria y se tradujo a
numerosas lenguas. El tema de este libro, el conflicto entre el hombre de
temperamento artístico y su entorno de clase media burguesa, volverá a
reaparecer en sus cuentos Tonio Kröger (1903) y La muerte en Venecia (1912),
que inspiró la película de Luchino Visconti, y la ópera de Benjamin Britten. En el
Bildungsroman La montaña mágica (1924), su obra más famosa y una de las
novelas más excepcionales del siglo XX, Mann somete a la civilización europea
contemporánea a un minucioso análisis. Entre sus obras posteriores se
encuentran los cuentos Desorden y dolor precoz (1925), sobre el amor paterno,
y Mario y el mago (1930), en el que señala los peligros de la dictadura fascista
y la cobardía intelectual; la serie de cuatro novelas basada en la historia bíblica
de José, José y sus hermanos (1934-1944), y las novelas Doctor Faustus
(1947), El elegido (1951) y Confesiones del estafador Felix Krull (1954).

79
El escritor español Francisco Ayala tradujo algunas de sus obras durante su
exilio en Buenos Aires.

Mann fue también un notable crítico literario. Entre sus escritos críticos se
encuentra Consideraciones de un apolítico (1918), un ensayo autobiográfico en
el que llega a la conclusión de que un artista debe estar integrado en la
sociedad. Su propio compromiso le llevó a la pérdida de la nacionalidad
alemana en 1936 —a pesar de que había recibido en 1929 el Premio Nobel de
Literatura— y que se exilió de Alemania en 1933, después de la llegada al
poder de Adolf Hitler. Mann se refugió primero en Suiza y después en los
Estados Unidos (1938), de donde se hizo ciudadano en 1944. En 1953 se
estableció cerca de Zurich (Suiza), donde murió el 12 de agosto de 1955. Fue
padre del autor Klaus Mann y de la escritora y actriz Erika Mann.

Franz Kafka
1 INTRODUCCIÓN

Franz Kafka (1883-1924), escritor judío checo, cuya desasosegadora y


simbólica narrativa, escrita en alemán, anticipó la opresión y la angustia del
siglo XX. Está considerado como una de las figuras más significativas de la
literatura moderna.

2 VIDA

Kafka nació en Praga (que entonces pertenecía al Imperio Austro-Húngaro) el 3


de julio de 1883, en una familia de clase media. Su padre, un comerciante, fue
una figura dominante cuya influencia impregnó la obra de su hijo y que, según
él mismo, agobió su existencia. En Carta al padre, escrita en 1919, pero
publicada, como casi toda su obra, póstumamente, Kafka expresa sus
sentimientos de inferioridad y de rechazo paterno. A pesar de esta grave
incompatibilidad, vivió con su familia la mayor parte de su vida y no llegó a
casarse, aunque estuvo prometido en dos ocasiones. Su difícil relación con
Felice Bauer, una joven alemana a la que pretendió entre 1912 y 1917, puede
ser analizada en Cartas a Felice (1967).

Pese a haber estudiado derecho en la Universidad de Praga, Kafka encontró


un trabajo en una compañía de seguros hasta que la tuberculosis le obligó a
abandonarlo. Intento reponerse primero junto al lago de Garda y después en
Merano, hasta que en 1920 tuvo que internarse en el sanatorio de Kierling,
cerca de Viena, donde murió el 3 de junio de 1924.

3 OBRA

80
Los temas de la obra de Kafka son la soledad, la frustración y la angustiosa
sensación de culpabilidad que experimenta el individuo al verse amenazado
por unas fuerzas desconocidas que no alcanza a comprender y se hallan fuera
de su control. En filosofía, Kafka es afín al danés Sören Kierkegaard y a los
existencialistas del siglo XX (ver Existencialismo). En cuanto a técnica literaria,
su obra participa de las características del expresionismo y del surrealismo. El
estilo lúcido e irónico de Kafka, en el que se mezclan con naturalidad fantasía y
realidad, da a su obra un aire claustrofóbico y fantasmal, como sucede por
ejemplo en su relato La metamorfosis (1915). Gregorio Samsa, el protagonista,
un voluntarioso agente de seguros, descubre al despertar una mañana que se
ha convertido en un enorme insecto; su familia lo rechaza y deja que muera
solo. Otro de sus relatos, En la colonia penitenciaria (1919), es una
escalofriante fantasía sobre las cárceles y la tortura.

Contraviniendo el deseo de Kafka de que sus manuscritos inéditos fuesen


destruidos a su muerte, el escritor austriaco Max Brod, su gran amigo y
biógrafo, los publicó póstumamente. Entre esas obras se encuentran las tres
novelas por las que Kafka es más conocido: El proceso (1925), El castillo
(1926), y América (1927). La fuerza de su obra ha sido tan importante que el
término kafkiano se aplica a situaciones sociales angustiosas o grotescas, o a
su tratamiento en la literatura.

Heinrich Böll
Heinrich Böll (1917-1985), novelista alemán y premio Nobel, es una de las
principales figuras de la literatura alemana posterior a la II Guerra Mundial.

Nació en Colonia. Al terminar sus estudios de enseñanza media, en 1937, fue


llamado a filas, luchó como soldado raso durante la II Guerra Mundial. Liberado
de un campo de concentración estadounidense en 1947, vendió varios relatos y
pudo dedicarse a escribir novelas, obras de teatro, relatos y ensayos. Los
temas de sus primeras obras, como ocurre con sus relatos recopilados en El
tren llegó puntual (1949), reflejan el absurdo y el horror de la guerra, el
sentimiento de culpa del pueblo alemán y analiza el vacío que esconde la
recuperación económica del llamado milagro alemán.

Su primera novela, ¿Adónde fuiste Adán? (1951), presenta a un individuo en


diversas situaciones que describen las fuerzas sociales y políticas que atrapan
a la gente normal y corriente. Con la novela Y no dijo una sola palabra (1953),
Böll inicia una serie de obras que reflejan la difícil situación de Alemania
después de su derrota y la aparente ola de materialismo que domina a la
sociedad, como ocurre en Casa sin amo (1954), El pan de los primeros años
(1955) o Billar a las nueve y media (1959). El Diario irlandés (1957) relata un
viaje de Böll a Irlanda, y ésta aparece como un lugar idílico, alejado del
consumismo que, para el autor, devora a la población de su país. Otras obras
suyas donde denuncia el capitalismo son las novelas Opiniones de un payaso
81
(1963), en la que hace responsable a la Democracia Cristiana y la Iglesia
católica de la situación de la economía moderna surgida en la Alemania de
posguerra; Fin de una misión ( 1966) es un alegato antimilitarista, y El honor
perdido de Katharina Blum (1974), un ácido ataque a la connivencia entre la
prensa sensacionalista y los poderes policiales y judiciales, también en la
Alemania de la época activa del grupo terrorista Baader-Meinhoff, novelo que
en 1975 fue llevada al cine por el director alemán Volker Schlöendorff.

Premiado con el Nobel de Literatura en 1972 por su contribución a la


renovación de la literatura alemana, Böll fue mencionado por la “amplia
perspectiva” y “dominio de la sensibilidad” de su escritura. Su novela sobre la
vida alemana desde la I Guerra Mundial hasta la década de 1970, Retrato de
grupo con señora (1971), fue considerada su “obra concebida con mayor
ambición”. La obra de Böll, un escritor católico que ha criticado a la Iglesia y
defendido a los marginados y las víctimas del sistema imperante con un
lenguaje sencillo, lúcido, irónico y moralizante, ofrece un retrato inflexible,
aunque no desprovisto de compasión, de la Alemania moderna.

Günter Grass
Günter Grass (1927- ), escritor alemán, una de las figuras capitales de la
literatura alemana después de la II Guerra Mundial. En 1999 fue galardonado
con el prestigioso Premio Nobel y ese mismo año recibió el Premio Príncipe de
Asturias de las Letras.

Nació en Danzig (ahora Gdańsk, Polonia). Después de servir en la fuerza aérea


alemana durante la II Guerra Mundial, estudió en la Academia de Artes de
Düsseldorf y en la Academia de Bellas Artes de Berlín. Las primeras obras que
escribió fueron unas piezas dramáticas, Tío, tío y Los malos cocineros (1961)
que no tuvieron tan buena acogida como los textos narrativos que las siguieron.
Su primera novela, El tambor de hojalata (1959), obtuvo un enorme éxito, y
más tarde fue llevada al cine por Volker Schlöndorff. Después llegaron El gato y
el ratón (1961), Años de perro (1963), El rodaballo (1977), El encuentro de
Telgte (1979) y Partos mentales (1980). En 1999 apareció Mi siglo, una
colección de 100 relatos cortos, uno por cada año del siglo XX. En 2002 publicó
A paso de cangrejo, una novela donde vuelve a profundizar en la historia
alemana; en esta ocasión aborda el sufrimiento de los propios alemanes
durante la II Guerra Mundial a través del relato del hundimiento, en 1945, de la
embarcación Wilhelm-Gustloff en el mar Báltico. Su última publicación, Cinco
decenios (2003), recoge sus reflexiones sobre la relación entre literatura y artes
plásticas.

En su literatura se mezcla, de una forma nada convencional, el realismo, lo


macabro, la fantasía y el simbolismo, todo al servicio del tema de la
culpabilidad colectiva. Sus obras presentan habitualmente la lucha de un
hombre, a menudo él mismo, grotesco en su morfología o en sus percepciones,
82
por preservar su individualidad en medio de lo que concibe como la pesadilla
materialista de la vida contemporánea.

Político comprometido, Grass ha ofrecido algunas veces su apoyo al Partido


Socialdemócrata. Sus escritos políticos están recogidos en varios libros, como
Alemania, una unificación insensata (1989), Malos presagios (1992) o Discurso
de la pérdida: sobre el declinar de la cultura en la Alemania unida (1993). Sobre
este mismo tema, escribió la novela Es cuento largo (1997), en la que de nuevo
plantea lo que él considera la esquizofrenia alemana de la reunificación.

Literatura francesa
1 INTRODUCCIÓN

Literatura francesa, literatura escrita en lengua francesa desde


aproximadamente finales del siglo XI hasta el presente. Antes del siglo IX, el
latín era la lengua literaria de Francia.

2 LITERATURA PRECLÁSICA

A finales del siglo XI florecieron en Francia las primeras formas poéticas en


francés, las canciones de gesta.

2.1 Edad media

Las canciones de gesta son poemas largos que relatan las proezas de los
caballeros cristianos compuestas posiblemente por trovadores errantes,
conocidos como juglares, para entretener a peregrinos o a las cortes feudales.
Los autores de las canciones se inspiraban en tres fuentes principales, por lo
que los poemas se clasifican en tres grupos: los ciclos francés, bretón y clásico.

El ciclo francés trata principalmente de héroes franceses que ponen sus armas
al servicio de la religión. La figura central es Carlomagno, que se convierte en
el héroe del cristianismo. El poema épico más famoso de este grupo,
compuesto a principios del siglo XII, es la Chanson de Roland.

El ciclo bretón está basado en su mayor parte en el folclore celta. El poeta


principal fue Chrétien de Troyes, que vivió a finales del siglo XII. Sus poemas
versan principalmente sobre el semilengendario rey Arturo de Inglaterra y sus
nobles caballeros.

El ciclo clásico es el menos original y por lo tanto, el menos importante.


Utilizando material de los clásicos, los escritores cristianizaron a Agamenón,

83
Aquiles, Ulises, y a los héroes de Tebas, Troya y Roma. La obra más conocida
de este ciclo es el Roman d'Alexandre.

Al mismo tiempo existía una literatura más popular basada en historias breves
en verso. Al principio estas obras trataban sólo temas religiosos, que indicaban
la preponderancia de la Iglesia sobre la vida y el arte. Pero poco a poco estos
textos fueron haciéndose cada vez más profanos. Los fabliaux florecieron en
los siglos XII y XIII, y aparecieron en este periodo las sátiras Le Roman de
Renart y Le Roman de la Rose.

Le Roman de Renart es una alegoría animal de unos 32.000 versos (después


aumentaron a 100.000), en la que se critica cautelosamente a ciertas clases de
la sociedad medieval francesa, incluyendo al clero y a la nobleza. Este tipo de
literatura se gestó a partir de antiguas colecciones de fábulas de animales,
especialmente de una traducción en verso de fábulas de Marie de France del
siglo XII.

La corriente didáctica y alegórica llegó más lejos aún, en el siglo XIII, con el
Roman de la Rose, una obra de unos 22.000 versos en la que la rosa simboliza
el amor y la amada; el deseo del poeta es entrar en el jardín y conseguir la rosa.
Los primeros 4.000 versos los compuso Guillaume de Lorris, y Jean de Meun
(o Meung; entre 1240 y 1305) más tarde escribió el resto del poema. La
influencia de este texto se extendió por toda Europa hasta el siglo XVII.

Influida por la poesía árabe y por los ritos precristianos, se cultivó en la corte de
los condes de Toulouse y de Leonor de Aquitania una poesía trovadoresca que
instauró una concepción del amor integrada en el sistema de valores feudal
(véase Amor cortés). La poesía de los trovadores provenzales hizo su aparición
a principios del siglo XII y tuvo en la figura de Guillermo de Aquitania su primer
gran representante. Esta poesía alcanzó su plenitud expresiva en los poetas
Bertran de Born, Arnaud Daniel y Guiraut de Bornelh.

Durante los siglos XIV y XV se desarrollaron nuevas formas poéticas.


Guillaume de Machaut, aunque fiel a las formas poéticas del amor cortés,
introdujo muchas novedades, sobre todo en el plano formal. La poesía del siglo
XV francés tiene a sus más destacados representantes en Charles d’Orléans y
François Villon. Este último compuso sus dos obras importantes, Le petit
testament (1456) y Le grand testament (1461), a modo de escritos burlescos.
Le grand testament está formado por baladas. Estas obras, que abarcan un
total de no menos de 2.500 versos, toman forma de confidencias de un hombre
consigo mismo con un gran afán de vivir, aunque compartido con el sentido
medieval del pecado y la preocupación por la muerte. Debido a su expresividad
e individualismo, los poemas de Villon han ejercido influencia sobre la poesía
lírica que se ha prolongado incluso hasta el siglo XX.

La evolución de la literatura medieval francesa, de religiosa a profana, se ve


más claramente en el teatro. Los dramas litúrgicos del siglo XI estaban
compuestos de pasajes extraídos de la Biblia en prosa latina. Trataban siempre

84
del nacimiento y la pasión de Cristo. Con la aparición de actores aficionados en
el siglo XII, se adoptó el francés en el drama profano o secular, que empleaba
aún temas bíblicos. En el siglo XIII se amplió el temario con milagros sobre los
santos y la Virgen María. De este periodo datan también la primera obra
pastoral y ópera cómica, El juego de Robin y de Marion. Los milagros de la
Virgen María fueron el tema favorito durante el siglo XIV, y más adelante fueron
adaptadas, como representaciones sueltas, las canciones en estas obras
religiosas. En el siglo siguiente, el interés popular por el teatro aumentó, y las
producciones teatrales se liberaron de la influencia eclesiástica.

Excepto por su interés histórico, la prosa no tuvo mucha importancia en la


literatura francesa antes del siglo XVI. Los relatos de aventuras consistían
meramente en versiones en prosa de las canciones.

Son dignos de mención tan sólo unos pocos historiadores, entre ellos
Godofredo de Villehardouin y Jean de Joinville, cronistas de las Cruzadas;
Christine de Pisan, autora de crónicas de la corte en elegantes versos; y Alain
Chartier, cronista en verso de la desastrosa batalla de Agincourt. Todos ellos
fueron eclipsados por Jean Froissart, cuyas crónicas describían intensamente
el mundo de las órdenes de caballerías. Las Memorias (1524) de Philippe de
Comines, que contenían ideas similares a las de su coetáneo italiano
Maquiavelo, aportaron el primer relato francés de los sucesos políticos, desde
el punto de vista de un hombre de Estado.

2.2 El renacimiento

En el siglo XVI la literatura francesa sucumbió a la arrolladora influencia del


renacimiento italiano. Los versos de Petrarca y los conceptos clásicos, en
especial los de filosofía platónica, fueron aceptados con entusiasmo. Se
adoptaron en la corte de Margarita, reina de Navarra, que se convirtió en el
centro de la cultura francesa de la época. El más importante de los primeros
poetas del renacimiento fue el escritor del siglo XVI, Maurice Scève, cuyas
obras reflejan la intelectualidad del renacimiento. La expresividad emocional de
Villon y de poetas de la Pléyade posteriores, desaparece en el verso de Scève
y se convierte en una expresión formal de la percepción y el conocimiento.
Teniendo esto en cuenta y por sus alusiones oscuras, tiene cierto parecido con
corrientes poéticas del siglo XX.

El renacimiento llegó a su máximo apogeo con la nueva generación de poetas.


Siete poetas formaron un grupo conocido por la Pléyade, cuyo mentor
incuestionable fue Pierre de Ronsard y crearon una nueva época literaria. Sus
muy imitadas odas y sonetos, en Amores de Cassandra (1552), y su poema
épico inacabado, La Franciada (1572), le convirtieron en el poeta más famoso
del siglo. Utilizó a los antiguos clásicos como modelo, de acuerdo con las
teorías poéticas de Joachim du Bellay, segundo en importancia entre los
poetas de la Pléyade. Con la perfección de sus formas poéticas, Ronsard
ayudó a preparar la llegada del clasicismo.

85
Las nuevas ideas del renacimiento y en especial el nuevo concepto del
humanismo hicieron su primera aparición en los escritos de François Rabelais.
De sus cinco libros, los más famosos son Pantagruel (1532) y Gargantúa
(1534), cómicas historias épicas de gigantes. Rabelais utilizó estos personajes
para personificar la libertad y potencialidad del humanismo, que quería lograr el
desarrollo completo del cuerpo y de la mente. Recomendaba una amplia
moralidad, llamada pantagruelismo, dedicada a satisfacer todo lo que requería
la naturaleza humana, como una manera de aceptar racionalmente la realidad.
Rabelais proyecta un realismo, germinado en la alegoría Le Roman de la rose,
que vuelve a aparecer en el siglo XVII en las comedias del dramaturgo Molière.
Uno de los escritores en prosa más importantes de Francia, Rabelais destacó
por su vitalidad e ingenio y su fe ilimitada en la capacidad del espíritu humano.

Michel de Montaigne fue el prototipo del humanista erudito francés. Describió


en sus Ensayos (1581-1588) su filosofía personal de todos los temas que le
interesaban. Recomendaba un escepticismo suave pero universal de lo que
ofrecía la filosofía para escapar de la frustración y del desencanto y lograr
contentarse en la vida. Su sistema pedagógico hace hincapié en un espíritu
abierto a la investigación más que a la acumulación de hechos. En política y
religión, Montaigne era conservador, en búsqueda de la serenidad social e
individual. Los Ensayos ofrecieron el primer modelo del hombre honesto, es
decir, el caballero culto del siglo XVII.

3 CLASICISMO E ILUSTRACIÓN

El siglo XVII, conocido por el gran siglo, es la época clásica de la literatura


francesa. Estuvo marcado por el largo reinado de Luis XIV, con el que Francia
alcanzó la cima de su poder y la hegemonía política y cultural. A esta época le
siguió la Ilustración en el siglo XVIII, en el que el poder francés perdió fuerzas y
la energía intelectual de la nación buscó el cambio y la reforma.

3.1 Periodo clásico

Una de las primeras figuras del clasicismo fue François de Malherbe, que a
pesar de ser un poeta mediocre, estableció los criterios literarios del siglo: la
razón pura, el sentido común y la perfección de la forma. En la consolidación
de estos principios contribuyeron las influencias del salón de la marquesa de
Rambouillet y de la Academia Francesa.

La marquesa de Rambouillet fue considerada la fundadora del preciosismo,


una reforma del lenguaje, los modales y del ingenio. Fue satirizada más tarde
por Molière en Las preciosas ridículas (1659), por su amaneramiento y
exageración. Pregonaba el refinamiento en el lenguaje, los sentimientos y las
relaciones sociales. La marquesa de Rambouillet reunió en su salón a la
mayoría de las figuras literarias contemporáneas. La forma y el contenido eran
el tema de la controversia literaria de la época. Se discutían y criticaban los dos
sonetos, 'Job', de Isaac de Benserade, y 'Uranie', de Vincent Voiture. Cabe

86
destacar otra mujer que influyó en la moda literaria de la época, la marquesa de
Maintenon.

La Academia Francesa fue en su origen una sociedad privada de eruditos que


se transformó en 1635 en una corporación estatal, ante la insistencia del
cardenal Richelieu. Los académicos propusieron la preparación de un
diccionario, una gramática y un manual de retórica. Se terminó y público sólo el
diccionario. Claude Favre Vaugelas realizó la mayor parte del trabajo del léxico.
Sus Remarques sur la langue française (Notas sobre la lengua francesa, 1647)
lograron establecer los principios del uso de la lengua. Estuvieron entre los
miembros fundadores de la Academia, Valentin Conrart, su primer secretario, y
los poetas Jean Chapelain, François Maynard, el marqués de Racan y Vincent
Voiture. Antoine Furetière, que se hizo miembro en 1662, fue expulsado en
1685 por recopilar un diccionario (que no fue publicado hasta 1690) cuya
estructura sería considerada después más lógica que la adoptada por la
Academia.

Nicolas Boileau-Despréaux fue el principal crítico y teórico literario de la época


clásica; su influencia se extendió por toda Europa. Creía en la razón y en la ley
natural y era partidario de las definiciones exactas; su búsqueda consistió en
establecer reglas por las que la literatura se convirtiera en una disciplina tan
precisa como la ciencia. Sus principales obras, escritas en verso, son Las
sátiras (comenzadas en 1660), Épîtres (Epístolas, comenzadas en 1669), y
L'Art poétique (1674; El Arte de la Poesía).

Ejerció también una poderosa influencia literaria Jacques Bénigne Bossuet, el


predicador más célebre de la época de Luis XIV. Fue tutor del delfín y llegó a
ser el principal portavoz de la iglesia en Francia. Sus sermones y oraciones
fúnebres (Oraciones fúnebres, 1689) son modelo de retórica clásica.

Pierre Corneille fue el primero de los maestros franceses de la tragedia clásica.


Su primer gran éxito fue El Cid (1636 ó 1637). Corneille intentaba utilizar las
unidades aristotélicas de lugar, tiempo y acción, pero la tensión dramática de
sus tragedias era psicológica, derivada de las aspiraciones y frustraciones de
los personajes en su esfuerzo por lograr la grandeza con el ejercicio supremo
de la voluntad. Jean Baptiste Racine, sucesor de Corneille, fue incluso más
valorado. Menos retórico y menos formal, logró más naturalidad en sus obras;
utilizó pasajes líricos, que enriquecieron sus últimas obras dramáticas con el
uso de coros, emplazamientos espectaculares, alternando temas clásicos, por
ejemplo, Bérénice (1670) y Fedra (1677), con temas bíblicos en Esther (1689) y
Athalie (1691). En todas sus obras dramáticas las protagonistas principales
eran mujeres, y las tensiones dramáticas giraban en torno a las vicisitudes del
amor.

Molière, el tercer gran escritor de teatro del siglo XVII, es el maestro francés de
la comedia. Su agudo sentido teatral hace que sus obras sigan siendo
representadas con éxito hoy en día. Esto puede ser atribuido, al menos en
parte, al hecho de haber sido actor y director. Entre sus comedias más

87
conocidas están Las preciosas ridiculas, Tartufo (1664), El misántropo (1666), y
El burgués gentilhombre (1670). Molière satirizó los puntos débiles de la época,
como el amaneramiento de los salones literarios, y los fallos humanos más
comunes como la hipocresía, la credulidad, la avaricia, y la hipocondría. Sus
creencias filosóficas, semejantes a las de Rabelais y Montaigne, pregonaban el
derecho del individuo a desarrollarse según su propia voluntad.

Cabe destacar la contribución, en esta época, de los jansenistas, un grupo


católico puritano opuesto a los jesuitas. Algunos de los escritores y pensadores
franceses más originales y contundentes de aquel tiempo fueron jansenistas,
entre ellos los polemistas teológicos, Arnauld y Pierre Nicole aunque la figura
principal es el filósofo, físico, matemático, y místico Blaise Pascal. En los
Pensées (Pensamientos, 1670), Pascal llegó a la conclusión de que ciertas
realidades espirituales escapaban a la razón humana.

Entre otros escritores notables de la época estaban los dos moralistas François
de la Rochefoucauld y Jean de la Bruyère. La Rochefoucauld ha sido
considerado uno de los epigramistas más famosos de todos los tiempos. En
sus Reflexiones y máximas morales (1665), combina el interiorismo psicológico
con una concisión que da a cada uno de sus epigramas brillantez y equilibrio.
Su condición social de aristócrata otorgó autoridad a su opinión sobre la vida
de la corte. Dado que la esencia de sus máximas es la vanidad de la pretensión
humana y de la rivalidad, fue un aliado de los jansenistas.

El juicio moral que La Bruyère hizo de su tiempo fue más duro y más
comprensivo que el de La Rochefoucauld. Su obra principal, Les "caractères"
de Théophraste, traduits du grec, avec les caractères ou les moeurs de ce
siècle (Los caracteres de Teofrasto, traducidos del griego, con los caracteres o
las costumbres de este siglo, 1688) es una colección de epigramas con retratos
de estudios de personajes y personalidades satirizadas aquí y allá, que
encarnaban los vicios y debilidades de su tiempo.

La mejor novelista de la época fue la Condesa Marie Madeleine Madame de La


Fayette. Debido a su interiorismo psicológico, su novela La Princesa de Clèves
(1678) se ha valorado como ejemplo temprano de la novela moderna. Escrita
con gran talento, se distingue por su sencillez, con sólo dos personajes, los
amantes cuya relación abarca toda la acción.

Jean de la Fontaine, que está a la altura de Racine como poeta y a la de los


grandes moralistas, es uno de los maestros de la época. En sus Fábulas (1668-
1694) utilizó las estructuras de las fábulas morales de Esopo. Aportó a cada
fábula, sin embargo, la facilidad y el interés narrativo de la historia breve. El uso
de animales como personajes en una época de censura, le permitió dar rienda
suelta a su ingenio, fantasía, humor, y observación de la debilidad humana.

3.2 Siglo de las Luces

88
El siglo XVIII, época de la Ilustración, se llamó así porque la mayor parte del
esfuerzo intelectual se concentró en disipar la superstición y el oscurantismo de
la Iglesia y de otras doctrinas institucionales. Estuvieron entre sus precursores
François de Salignac de la Mothe Fénelon, Bernard le Bovier Fontenelle, y
Pierre Bayle. En la Historia de los oráculos (1686) Fontenelle atacó la base
milagrosa del cristianismo y de la Iglesia con el pretexto de exponer la
credulidad de los griegos y de los romanos. El Telémaco de Fénelon (1699)
abogaba por la tolerancia religiosa y la escribió como guía para su discípulo
real, el duque de Bourgogne. Estos dos escritores se distinguieron por su buen
estilo.

Los Pensamientos diversos sobre el cometa de 1680 de Bayle (1680; 1682) y,


en particular, su Diccionario histórico y crítico (1697) fueron útiles para
escritores y pensadores, que vieron en él un modelo intelectual a seguir. En
toda esta enseñanza había un escepticismo sin compromiso religioso,
sostenido por razones y ejemplos.

La encarnación del espíritu de la Ilustración fue Voltaire. En Cartas inglesas o


filosóficas (1734) atacó los métodos de los que se valía la Iglesia, desde su
punto de vista, para explotar la debilidad humana. También atacó los sistemas
teístas y optimistas de filósofos, teólogos y reformistas, en particular a los del
filósofo alemán Gottfried von Leibniz. En su tiempo Voltaire fue considerado, en
primer lugar, como filósofo, y sus obras eclipsaron, hasta pasado el tiempo, sus
sátiras clásicas, como la novela Cándido (1759).

Los racionalistas franceses rechazaban la escolástica y exponían los nuevos


conceptos mecánicos, siendo incluidos también en la Enciclopedia, una obra
diseñada para abarcar y sistematizar todo el conocimiento humano. Esta vasta
tarea fue dirigida por Denis Diderot. Su ingeniosa obra El sobrino de Rameau
(1761) y otras de sus obras demostraron que también era un buen escritor. En
la Enciclopedia tuvo la colaboración de muchos de sus coetáneos más ilustres,
incluyendo naturalistas, etnólogos, filósofos, economistas y estadistas.

Un libro notorio de esta época, El espíritu de las leyes (1748-1750), de Charles


de Secondat, barón de Montesquieu, sigue teniendo mucha influencia en el
pensamiento político moderno.

La ficción en el siglo XVIII, cuando no es una fantasía filosófica como en las


obras de Voltaire, se escribía con el espíritu de La princesa de Clèves. Al igual
que en la novela Manon Lescaut (1731) de Abate Prévost, y La vida de
Marianne (1731-1741) de Pierre de Marivaux, se limitaban a describir las crisis
de amor de dos personajes. Más elaborada fue la escandalosa e ingeniosa
novela de intriga social, Las amistades peligrosas (1782), de Pierre Choderlos
de Laclos.

El naturalista Georges Leclerc de Buffon dedicó su vida a la recopilación de la


monumental Historia natural (44 volúmenes, 1749-1804), que formó parte de la

89
reclasificación de la flora y fauna, que tanto preocupó a los naturalistas del siglo
XVIII.

A pesar de que ahora se recuerda a Jean-Jacques Rousseau sobre todo por


Confesiones (1782), tuvo un efecto revolucionario en el pensamiento político de
su tiempo con El contrato social (1762), en el que la relación del individuo con
la sociedad se concibe como un contrato, por el que el individuo pierde algunos
derechos personales, a cambio de obtener la igualdad legal y asistencia mutua.
Los dirigentes de la Revolución Francesa se consideraron sus discípulos.
Ejerció también una influencia revolucionaria en materia de educación, con
Emilio (1762), y en ficción inauguró el romanticismo con Julie, o la nueva Eloísa
(1760).

Es digna de mención, finalmente, la obra de André Chénier, que murió en la


guillotina a los 31 años de edad. Su poesía, se distingue por una belleza pura.
Algunos estudiosos aseguran que Chénier es el mejor poeta francés del siglo
XVIII.

En el periodo de reacción que sucedió a la Revolución Francesa, los


principales escritores fueron el conde Joseph de Maistre, que trataba en sus
libros, de modo nostálgico, las glorias del Antiguo Régimen, y el vizconde
François René de Chateaubriand, que pregonaba una vuelta a la religión, que
con su individualismo, celebración ditirámbica de la naturaleza y énfasis de los
valores estéticos de la religión ayudó a introducir el movimiento romántico.

4 EL SIGLO XIX

Durante el siglo XIX surgieron numerosos grupos literarios. Los primeros fueron
los románticos, seguidos por los realistas, parnasianos, simbolistas y
naturalistas.

4.1 Romanticismo

A pesar de sus ideas políticas radicales, las novelas de Madame de Staël


fueron un anticipo de las preocupaciones y métodos de los románticos de la
generación siguiente. Corinne o Italia (1807) fue considerada su obra maestra.

Estuvo a la cabeza de los primeros románticos Alphonse de Lamartine, escritor


sentimental y artesano consumado. Los románticos se aventuraron a romper
las reglas y sustituir la contención clásica por la emoción exaltada. El
componente más productivo y militante de esta corriente fue Victor Hugo, que,
en Hernani (1830) utilizó el escenario de tribuna para exponer sus ideas
románticas. Le apoyaron los novelistas Dumas padre y Théophile Gautier, y los
poetas Alfred de Vigny, Alfred de Musset y Charles Nodier. La literatura
romántica formó parte de un movimiento artístico y general como se ve en la
pintura del artista Eugène Delacroix y del compositor Ambroise Thomas.

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El conflicto entre el pensamiento revolucionario y reaccionario tras la
restauración de la monarquía francesa en 1815 se vio reflejado en la literatura.
Los principales escritores conservadores han sido mencionados anteriormente
y entre los escritores radicales se encuentran el poeta Pierre Jean de Béranger,
que estuvo dos veces en prisión por sus ideas republicanas expresadas en su
obra; la novelista y una de las primeras feministas George Sand, que fue
pionera de la novela social; el historiador Jules Michelet, que exaltaba la
Revolución Francesa, y algunos precursores del socialismo como Saint-Simon,
Charles Fourier, Pierre Proudhon y Louis Blanc. En un punto intermedio se
encuentran las obras de los historiadores François Guizot, Adolphe Thiers y
Augustin Thierry, y los escritos de Benjamin Constant. La novela más famosa
de Constant, Adolfo (1816), en la que describe su tormentosa relación con
Madame de Staël, no tiene sin embargo ningún trasfondo político.

4.2 Realismo

A Honoré de Balzac se le considera un autor puente entre las dos corrientes, la


romántica y la realista. Se asemeja a los escritores románticos por su gran
fuerza, variedad y carencia de forma. Pero su disposición materialista,
observación minuciosa y preocupación por el detalle, le convierten en el primer
realista. Su ambiciosa obra La comedia humana (47 volúmenes, 1829-1850),
escrita en veinte años, consta de novelas y relatos breves. Los personajes de
esta obra pertenecen a casi todas las clases sociales y profesiones, y
representan el panorama social de la Francia del siglo XIX.

Entre los grandes escritores realistas franceses figuran Stendhal, Gustave


Flaubert y Prosper Mérimée. La aguda percepción psicológica de Stendhal se
anticipó a los novelistas psicológicos modernos y fue reconocida y alabada por
Balzac. Las novelas principales de Stendhal son La Cartuja de Parma (1839) y
Rojo y negro (1830). El ejemplo más claro del realismo meticuloso de Flaubert
lo tenemos en Madame Bovary (1857). Su técnica es sutil y sus resultados
sublimes; los personajes y las situaciones van creciendo ante el lector a través
de una acumulación gradual de detalles cuidadosamente observados y
presentados por el autor. A pesar de tener ciertas cualidades románticas, a
Mérimée puede considerársele como realista por el retrato psicológico de sus
personajes. Sus mejores obras son historias breves (un poco más largas de lo
habitual), entre ellas Carmen (1846) y Colomba (1852).

Al mejor crítico francés, Charles Augustin Sainte-Beuve, se le clasifica como


realista. Empezó siendo partidario de los románticos, pero rompió con ellos y
se convirtió en defensor del realismo. Creía que el deber principal de un crítico
no era juzgar sino entender, investigaba la biografía y el entorno, creyendo que
todo ello podía afectar a la obra de un escritor. Sus ensayos son prácticamente
los primeros, y quizás los mejores, ejemplos de crítica sociológica y psicológica.
Entre sus principales obras están Las charlas del lunes (15 volúmenes, 1851-
1862); Retratos de mujeres (1844); Retratos contemporáneos (1846); y Historia
de Port-Royal (1840-1859).

91
4.3 Parnasianismo y simbolismo

En poesía, la reacción contra el romanticismo empezó con Esmaltes y


camafeos (1852), de Théophile Gautier, que había sido cabecilla de la escuela
romántica en su juventud. Los parnasianos llevaron el cambio más lejos, entre
ellos Charles Marie René Leconte de Lisle, Sully Prudhomme y José María de
Heredia. Estos poetas buscaban y lograban una belleza limitada, impersonal y
cincelada, aunque se considera más una vuelta al clasicismo que una
innovación tras el romanticismo. El caso de Charles Baudelaire es diferente. A
pesar de que la técnica pulida de su verso está tan trabajada como la de los
parnasianos, su obra es muy personal al expresar su amargura, agonía, y
desesperación. Se prohibió la publicación de su mejor obra, Las flores del mal
(1857), hasta que suprimió ciertas estrofas ofensivas.

Baudelaire ejerció influencia sobre los simbolistas, a veces llamados


despectivamente decadentes, que fueron sus discípulos. Su obra tuvo carácter
marcadamente experimental, en verso libre. Entre los simbolistas destacan
Paul Verlaine, Henri de Régnier, Stéphane Mallarmé, el conde de Lautréamont,
Tristan Corbière, Charles Cros y Jules Laforgue. La obra de Lautréamont Los
cantos de Maldoror (1868) influyó más tarde en los surrealistas. Algunos
escritores belgas se asociaron con los simbolistas, entre ellos Georges
Rodenbach, Émile Verhaeren y Maurice Maeterlink. El escritor más influyente
del simbolismo sin embargo fue Arthur Rimbaud, que escribió sus poemas más
representativos e ingeniosos antes de cumplir los 19 años. La poesía simbolista
tiene una calidad sugerente y velada que le une al impresionismo de pintores
como Claude Monet y compositores como Claude Debussy.

En prosa, varios escritores buscaron efectos simbolistas. Entre ellos, Remy de


Gourmont, crítico literario, Édouard Dujardin, cuya novela Han cortado los
laureles (1888) es un ejemplo temprano de expresión del fluir de la conciencia,
y Henri de Régnier, un destacado poeta simbolista.

4.4 Naturalismo

Al final del siglo XIX algunas de las tendencias realistas, que tuvieron en la
obra de Flaubert su máximo ejemplo, llevaron a la corriente llamada
naturalismo, que hacía especial hincapié en el entorno y la herencia como
principales determinantes de la acción humana. Dirigió esta corriente el
historiador y crítico Hippolyte Taine, cuya obra más famosa es Historia de la
literatura inglesa (1863-1864). Taine creía que actitudes humanas, como la
virtud y el vicio son productos como el azúcar y los ácidos, y que la cultura
humana es el resultado de influencias formativas como la raza y el clima. Los
hermanos y colaboradores literarios Edmond y Jules de Goncourt fueron
teóricos y defensores de la novela naturalista. Destacaron con Germinie
Lacerteux (1864). Tras la muerte de su hermano, Edmond de Goncourt fundó y
legó testamentariamente sus bienes a la sociedad Goncourt que tenía como fin
alentar la literatura naturalista. Influyó en la obra de Alphonse Daudet, un

92
novelista realista —más conocido por sus descripciones de Provenza en Cartas
desde mi molino (1869)— cuya obra está plagada de humor.

El naturalismo fue adoptado como principio fundamental y técnica literaria por


Émile Zola, el escritor más significativo de este movimiento. Usaba el término
en particular, para describir el contenido y propósito de sus novelas, que se
caracterizaban por el determinismo histórico formulado por Taine. La técnica
literaria de Zola se ve claramente en La taberna (1877), Nana (1880), y
Germinal (1885). Fue tan extrema la influencia de su técnica que en 1887
Edmond de Goncourt y Daudet, junto con cinco discípulos del mismo Zola,
formaron un grupo de oposición responsable por medio de un manifiesto contra
la novela de Zola La Tierra (1888). También se opuso a Zola el escritor Paul
Bourget, famoso por su novela El discípulo (1889) que daba más importancia a
la motivación psicológica que a la ambiental, un aspecto del naturalismo
ignorado por Zola. En el campo del relato breve, el escritor naturalista más
importante fue Guy de Maupassant, cuyas obras incluyen las colecciones
Mademoiselle Fifí (1882) y Cuentos de día y de noche (1885), así como varias
novelas; como escritor de relatos breves, Maupassant, cuyo maestro literario
fue Flaubert, no tiene igual.

Contrario al materialismo de Taine y también al individualismo romántico de


Michelet está la obra del crítico e historiador Ernest Renan. Su obra principal es
Historia de los orígenes del cristianismo (7 volúmenes, 1863-1881). Renan
ejerció influencia en los novelistas Pierre Loti, Maurice Barrès y Anatole France.

Anatole France tenía una visión social parecida, en cierto modo, a la de Zola,
pero él utilizó la ironía en su expresión. Sus libros son un comentario de la
irracionalidad de las fuerzas sociales. Están llenos de compasión hacia el débil,
y de ira contra los abusos de poder. Sus obras más características son, quizás,
la novela corta realista, El caso Crainqueville (1901), y sus fantasías satíricas
La isla de los pingüinos (1908) y La rebelión de los ángeles (1914).

Otro gran escritor del siglo XIX fue el naturalista Jean Henri Fabre. Sus
estudios sobre la vida de los insectos, muy fáciles de leer, se han convertido en
modelo para popularizar textos científicos, tanto en Francia como en el
extranjero.

5 EL SIGLO XX

La literatura en Francia en el siglo XX se ha visto profundamente afectada por


los cambios que han conmovido a toda la vida cultural de la nación. A los
impulsos innovadores del simbolismo, se añadieron grandes influencias
foráneas, como por ejemplo, la danza moderna introducida por la bailarina
estadounidense Isadora Duncan y el ballet ruso, la música del compositor ruso
Ígor Stravinski, el arte primitivo y, en literatura, el impacto que produjo el
novelista Fiódor Dostoievski y, un poco más tarde, el novelista irlandés James
Joyce. Las tendencias se compenetraron tanto, y los cambios fueron tan

93
rápidos, que es necesario que los veamos desde la perspectiva del tiempo para
comprenderlos bien.

5.1 Algunos individualistas

Por el camino de Swann (1913), de Marcel Proust, volumen primero de En


busca deltiempoperdido (16 volúmenes, 1913-1927), se considera
generalmente, una de la mejores novelas psicológicas de todos los tiempos.
Romain Rolland, cuya obra más famosa, Jean Christophe, apareció en diez
volúmenes entre 1904 y 1912, pasó la I Guerra Mundial en Suiza, escribiendo
llamamientos pacifistas. Sus ideas sobre la guerra están contenidas en su
novela Clérambault: historia de una conciencia libre durante la guerra (1920). El
inmoralista (1902) de André Gide expresaba la convicción de que, mientras la
libertad en sí misma es admirable, la aceptación de las responsabilidades
requeridas por la libertad es difícil, tema que llevó aún más lejos en La puerta
estrecha (1909). La obra de Gide se distinguió por su independencia en el
pensamiento y la expresión. La famosa novela Jean Barois (1913), de Roger
Martin du Gard, es un estudio sobre el conflicto existente entre el entorno
místico y la mente científica del siglo XIX. Entre los grandes escritores católicos,
destacaron el poeta místico y novelista Francis Jammes y François Mauriac. La
obra de Mauriac, carente por completo de didáctica o proselitismo, está
dedicada al estudio del mal, del pecado, de la debilidad, y del sufrimiento. Sus
novelas y poesía traslucen la influencia, no de novelistas, sino de Pascal,
Racine y Baudelaire, y en todas ellas anida un sentimiento trágico, cierta
actitud reservada y un estilo puro.

Jean Cocteau, trabajó en diferentes campos artísticos, y fue el autor, entre


muchas otras obras, de el libro de poemas Canto llano (1923), de la novela Los
hijos terribles (1929), de la obra de teatro La máquina infernal (1934), de la
película La sangre de un poeta (1930), de crítica, así como de ballets.

Jean Giraudoux llamó la atención en un principio por sus narraciones realistas


de la vida provinciana francesa (Los Provinciales, 1909). La impresión que ya
causaba de escritor poderoso y original, se vio potenciada por el realismo de
sus libros de guerra, consiguiendo el premio Balzac con uno de ellos. Se
consagró después como escritor dramático. Dos de sus obras, Anfitrión 38
(1939) y La loca de Chaillot (1945), lograron fama internacional. La mayor parte
de la obra de Giraudoux muestra fantasía, inventiva y un estilo elegante, que
algunos críticos han tildado de preciosista, aunque otros le han proclamado uno
de los grandes estilistas de la literatura.

Jules Romains empezó escribiendo teatro pero luego se pasó a la novela. En


Los hombres de buena voluntad (27 volúmenes, 1932-1947), intentó condensar
la vida moderna francesa al completo. Escribe sobre la doctrina llamada
unanimismo, teoría según la cual el individuo y la sociedad son un todo. La
novela de Jules Romains retrata el alma colectiva de la sociedad.

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Guillaume Apollinaire fue escritor y poeta de manifiestos culturales. Su obra
Los pintores cubistas (1913) sirvió de instrumento para establecer la escuela
cubista de pintura. Sus volúmenes de poemas Alcoholes (1913) y Caligramas
(1918) fueron muy populares entre los surrealistas, grupo en el que influyó de
manera notable.

El poeta católico, dramaturgo y apologista Paul Claudel se mantuvo apartado


de los círculos literarios. El sentimiento religioso predomina en toda su obra y
es la inspiración de su poesía lírica, lo que se muestra en Cinco grandes odas
(1909-1910), en La cantata a tres voces (1931) y en obras dramáticas como El
libro de Colón (1930).

El teatro del Vieux-Colombier, fundado en 1913 por el actor y crítico literario


Jacques Copeau, dio un gran apoyo a jóvenes dramaturgos como Claudel.
Produjo, en su primera temporada, obras suyas y de Martin du Gard, entre
otros.

Paul Valéry comenzó como simbolista y llegó a ser uno de los mejores poetas
psicológicos de su tiempo. A través de su técnica, intentó expresar sus ideas
abstractas dentro de la más rigurosa estructura formal. Mallarmé y Valéry
siguieron la tendencia de la poesía francesa moderna introducida por
Baudelaire, a través de sus traducciones de las obras del escritor
estadounidense del siglo XIX Edgar Allan Poe, y de sus propios trabajos. Se
caracteriza, en parte, por una inquietud especial por el sonido significativo. En
su definición del simbolismo, Valéry observaba que la nueva poesía quería
recuperar de la música lo que le pertenecía. En la práctica, sin embargo, Valéry
volvió a utilizar las reglas clásicas de la métrica. Creía que en el acto de escribir
la poesía se doblega ante la voluntad con una fuerza útil.

Los temas de las novelas de Henry de Montherlant abarcan desde los deportes
(Las olímpicas, 1924) a las corridas de toros (Los bestiarios, 1926), o el lugar
de la mujer en la vida moderna (Adolescentes, 4 volúmenes, 1936-1939).
Como en el caso de Mauriac y Giraudoux, Montherlant también escribió teatro,
tragedias históricas como La Reina muerta (1942) y algunas obras dramáticas
situadas en la época moderna.

Debido a su gran éxito popular y a su extraordinaria productividad (publicó un


total de ochenta volúmenes), Colette (Sidonie Gabrielle Colette) tardó mucho
en ser reconocida. El valor literario de sus escritos fue finalmente reconocido
en Francia por Marcel Proust y André Gide. El estilo de novelas como Chéri
(1920) y Gigi (1945) es muy elegante, y su aguda percepción la une a los
grandes realistas psicológicos del mundo literario.

5.2 La I Guerra Mundial

El relato realista de la I Guerra Mundial en El fuego (1916) de Henri Barbusse


inspiró Las cruces de madera (1919) de Roland Dorgelès, precursores de los
libros antibélicos de finales de la década de 1920 que aparecen no sólo en

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Francia, sino también en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. El ensayista
André Maurois escribió sobre la guerra en clave de humor en Los silencios del
coronel Bramble (1918). Más tarde fue uno de los primeros en escribir
biografías noveladas como Ariel, o la vida de Shelley (1923). La suave ironía
con la que el cirujano Georges Duhamel trató el tema bélico en Vida de
mártires (1917) le separó tanto de aquéllos que veían la guerra como una
experiencia gloriosa como de los que sólo veían el horror. En sus últimas
novelas Duhamel se convirtió en cronista de la Francia burguesa. Todos los
horrores de la I Guerra Mundial aparecieron en toda su crudeza en El gran
rebaño (1931) de Jean Giono, cuyas obras muestran un pacifismo militante y
una antipatía por la hegemonía de las máquinas.

5.3 Dadá y Surrealismo

En los últimos años de la I Guerra Mundial surgió en Francia, Alemania, Suiza,


España y muchos otros países, un movimiento de jóvenes poetas y pintores
que dieron lugar a las vanguardias artísticas. En rebelión contra todas las
formas artísticas tradicionales, iniciaron su andadura declarando su intención
de destruir el arte. Hacia 1923, algunos miembros del grupo, bajo el liderazgo
de André Breton, se separaron del resto y formaron un movimiento, utilizando
para denominarlo un término inventado por Guillaume Apollinaire: el
surrealismo. Breton, el líder y máximo exponente del grupo, empezó su carrera
estudiando medicina. En 1916 influyó en él notablemente Jacques Vaché, que
proclamaba su deseo de vivir en permanente estado de aberración mental. La
impresión que le produjo este personaje casi legendario, junto con el
entusiasmo de Breton por los poemas de Rimbaud, dieron una nueva filosofía
del arte y de la vida, en la que los valores más importantes son los dictados por
el inconsciente. A pesar de los ataques a los que se vio sometido el
surrealismo, este movimiento tenía sus orígenes muy arraigados en la literatura
francesa. Lautréamont, Baudelaire, Cros, Rimbaud, y los simbolistas en general
fueron sus antecesores directos.

Por la naturaleza dictatorial de Breton, que chocaba con la independencia de


sus miembros, el grupo siempre fue muy cambiante. Algunos de los que
pertenecieron, en un momento u otro, al surrealismo se mencionan más
adelante.

Primero dadaísta, Louis Aragon se pasó al surrealismo en 1924 y escribió


varios libros de poemas, incluyendo El libertinaje (1924). En 1928, sin embargo,
en Tratado de Estilo, atacó los motivos de sus obras. Se hizo comunista en
1930, fue entonces expulsado del movimiento surrealista. Sus novelas Las
campanas de Basilea (1934) y Los bellos barrios (1936) le consagraron dentro
y fuera de Francia. Durante la ocupación alemana en la II Guerra Mundial,
volvió a escribir poesía, en Le Crève-coeur (1941; El quebranto, 1943) y Los
ojos de Elsa (1942), para lamentar la derrota de su país.

En Paul Eluard, el movimiento halló, quizás, a su mejor poeta. Tras un


comienzo dadaísta, sus poemas, de Le Necéssité de la vie et la conséquence

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des reves (La necesidad de la vida y la consecuencia de los sueños, 1921), son
modelos de imágenes independientes entre sí. Cuando se unió al grupo
surrealista, en 1923, Eluard entrelazó las imágenes en la contemplación del
amor como parte del espíritu universal, particularmente en Morir de no morir
(1924) y Capital del dolor (1926). En estos libros las imágenes emanan del
poeta, sin conexión alguna con la naturaleza, que es una entidad separada.
Aunque rompió su conexión con el surrealismo, los poemas de Eluard sobre la
II Guerra Mundial, Poesía y verdad (1942) y En la cita alemana (1945),
presentan la misma técnica de imágenes para lamentar la caída de Francia y
ensalzar la consiguiente resistencia.

Philippe Soupault, fundador del movimiento surrealista con Breton, fue


desacreditado por los propios surrealistas en 1930 por el contenido de sus
estudios Henri Rousseau, le Douanier (1927) y William Blake (1928), en los que
se dejaban ver ciertos principios contrarios al movimiento. Desde entonces ha
escrito algunos libros de interés como por ejemplo Charlot (1931), un ensayo
sobre el cómico estadounidense Charlie Chaplin, y Recuerdos sobre James
Joyce (1943), en el que Soupault recuerda sus experiencias como traductor de
la novela de Joyce, Ulises.

5.4 Otras maneras y temas

Algunos novelistas emplearon maneras diferentes de expresión, no surrealistas,


para describir el espíritu de aquellos tiempos. André Malraux, que había vivido
la revolución y la contrarrevolución, refleja una vida sobre la que siempre se
cierne la muerte en sus novelas La condición humana (1933), sobre la
revolución en China; La época del desprecio (1935), sobre el movimiento
marginal anti-nazi en Alemania, y La esperanza (L'Espoir, 1938), sobre la
Guerra Civil española.

El aviador Antoine de Saint-Exupéry llegó a ser considerado el escritor mejor


de su generación, con obras como Vuelo nocturno (1931) y Tierra de hombres
(1939). El enfoque humanístico de El principito (1943), ha convertido esta
fábula amable en libro favorito universal de chicos y grandes. En materia de
misantropía absoluta, no se han llegado a superar las novelas de Louis
Ferdinand Céline; Viaje al fin de la noche (1932) describe la catástrofe sin
posibilidad de alivio, y en Mort à crédit (1936) todas las aspiraciones humanas
están sujetas a una cruel ironía. Marguerite Yourcenar, nacida en Bruselas de
doble nacionalidad francesa y estadounidense, es alabada por la pureza
clásica de su estilo e intelectualidad. Escritora de novelas históricas tales como
Memorias de Adriano (1951) y su biografía familiar Recordatorios (Souvenirs
Pieux, 1973), fue la primera mujer en 1980, que accedió a la Academia
Francesa. En contraste, están las historias populares semiautobiográficas
sobre el amor moderno de Françoise Sagan, una de las primeras novelistas
que publicó después de la II Guerra Mundial. La primera novela de Sagan,
Buenos días tristeza (1954), que ganó el premio de la crítica, fue la que la
consagró.

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Entre los poetas más destacados de este siglo está Saint-John Perse. Su
Anábasis (1924) describe paradójicamente al poeta separado y al mismo
tiempo muy involucrado en la actividad humana. La actitud oficial de los
simbolistas fue la reserva; la de los surrealistas, la agresividad. Perse
representa una actitud más equilibrada y clásica en la que el poeta contempla
la vida y participa en ella. Esta actitud se hace aparente en Marcas (1957), el
poema más largo que escribió. René Char fue uno de los poetas más
importantes de su generación. Su adhesión al surrealismo en la década de
1930 se modificó al participar en la década siguiente en la resistencia. Escribió
sus mejores poemas entre 1940 y 1944 y publicó una colección de poemas,
Las hojas de Hypnos sobre la guerra.

A Jean-Jacques Servan-Schreiber, fundador del semanario L'Express (1953) y


miembro del gabinete del presidente Valéry Giscard d'Estaing en 1970, se le
atribuye haber cambiado la opinión pública francesa sobre la guerra de Argelia
por sus exposiciones de las atrocidades cometidas por los franceses, Teniente
en Argelia (1957). En El desafío americano (1967) alertaba sobre la excesiva
influencia de los Estados Unidos en Europa.

5.5 Existencialismo

En la década de 1940, bajo el liderazgo del filósofo, dramaturgo y novelista


Jean-Paul Sartre, una dimensión negativa y pesimista desarrolló el movimiento
filosófico y literario llamado existencialismo. La tesis general —expuesta en El
ser y la nada (1943) de Sartre— plantea básicamente que la existencia humana
es inútil y frustrante, y que el individuo es solamente un cúmulo de experiencias
personales. En sus obras dramáticas Las moscas (1943), A puerta cerrada
(1944), y Las manos sucias (1948), Sartre se extendió en temas que ya habían
sido tratados antes de la guerra en su libro de cuentos El muro (1939). En su
trilogía Los caminos de la libertad (1945), intentó mostrar al individuo sin
ilusiones y consciente de la necesidad de participar en todas las instancias de
la sociedad. La discípula más acérrima de Sartre fue su compañera de toda la
vida Simone de Beauvoir, que escribió, entre otras muchas obras, la novela Los
mandarines (1954), que trata de un modo encubierto las relaciones personales
de algunos de los principales existencialistas franceses. Su obra La ceremonia
del adiós (1981) es un homenaje a Sartre. En su día, Albert Camus podría
haber sido englobado en el existencialismo, particularmente por su obra
Calígula (1944); aunque en sus dos novelas más importantes, El extranjero
(1942) y La peste (1947), reconoció la conveniencia y la necesidad del esfuerzo
humano.

5.6 Últimas tendencias

En la década de 1950, dos escuelas de literatura experimental surgieron en


Francia. El teatro del absurdo y el antiteatro cuyo claro ejemplo son las obras
del rumano de nacimiento Eugène Ionesco, de Samuel Beckett y de Jean
Genet. La popular Esperando a Godot (1948) de Beckett, y Los negros (Les
Nègres, 1959) y Los biombos (Les Paravents, 1961) de Genet son claros

98
ejemplos de esta escuela, opuesta al análisis psicológico y al contenido
ideológico del existencialismo.

A la vez que el antiteatro, surgió la antinovela o nouveau roman (un término


aplicado por primera vez por Sartre a una novela de Nathalie Sarraute) que ha
llamado mucho la atención, principalmente las novelas y teorías de Sarraute,
Claude Simon, Alain Robbe-Grillet y Michel Butor. Al igual que los dramaturgos,
los nuevos novelistas se oponen a las formas tradicionales de la novela
psicológica, enfatizando el mundo puro y objetivo de las cosas. Las emociones
y los sentimientos no se describen como tales; más bien, el lector debe
imaginarse como son, siguiendo la relación entre los personajes y a través de
los objetos que tocan y ven. La novela de Sarraute Retrato de un desconocido
(1949) abrió el camino, seguido de obras tales como ¿Los oye usted? (1972) y
anterior a ésta, la de Robbe-Grillet La celosía (1957) y la de Butor La
modificación (1957). Simon escribe novelas históricas muy densas, utilizando la
técnica expresiva del monólogo interior. Su obra más importante es La ruta de
Flandes (1960).

Una nueva escuela de crítica literaria, el estructuralismo, basada en parte en el


trabajo del antropólogo francés Claude Lévi-Strauss, surgió en Francia a partir
de la década de 1960. El máximo exponente de esta escuela fue Roland
Barthes. Su obra Elementos de semiología (1964) es una introducción a la
semiótica; sus Ensayos críticos y Nuevos ensayos críticos fueron publicados en
1964 y 1972 (respectivamente). La última tendencia crítica es la conocida por
desconstrucción, cuyo pionero es el filósofo y crítico Jacques Derrida. (Véase
Véase también Crítica literaria).

Entre los escritores que han dominado el panorama literario más reciente
destacan los miembros del OuLiPo (Ouvroir de Littérature Potentielle, ‘taller de
literatura potencial’), como Georges Perec, Raymond Queneau y Jacques
Roubaud, o escritores de la talla de Michel Tournier, Jean-Marie Gustave Le
Clézio, Philippe Sollers y Marguerite Duras.

Literatura española
1 INTRODUCCIÓN

Literatura española, literatura de España, escrita en español, desde el siglo XI


hasta nuestros días. Para más información sobre obras escritas en las otras
lenguas de España y de obras escritas en español fuera de España, ver
Literatura vasca; Literatura catalana; Literatura gallega; Literatura
hispanoamericana y también las literaturas de cada país americano de habla
española.

99
2 LA EDAD MEDIA

La literatura medieval española se caracteriza por ser un crisol en el que se


desarrollaron temas profanos y religiosos en diversos géneros literarios con
claras influencias de las ricas culturas judía e islámica, que florecieron en la
península Ibérica en aquel periodo.

2.1 Los siglos XI y XII

Las obras más antiguas en lengua española son unas breves composiciones
líricas de tema amoroso denominadas jarchas, composiciones escritas en
lengua romance que datan de mediados del siglo XI y figuraban al final de las
moaxajas o muwassahas, unos largos poemas escritos en árabe o hebreo en
España. A continuación en el tiempo se sitúan los poemas épicos compuestos
por los juglares, que los recitaban o cantaban en las plazas públicas o en los
castillos. Los temas principales de estas epopeyas eran las luchas que
enfrentaban a los caudillos de los diversos reinos cristianos de la península
Ibérica contra los moros que habían conquistado la península a comienzos del
siglo VIII, así como las rivalidades suscitadas entre los nobles castellanos y los
de los otros reinos cristianos. La épica española reflejaba la influencia de la
poesía germánica, árabe y sobre todo francesa, pero se distingue de sus
modelos en que aborda los acontecimientos históricos de la época en lugar de
temas antiguos o mitológicos. La elección de los temas manifestaba un gusto
por la representación concreta de la realidad en el arte, que con el tiempo se
convertiría en una característica de la literatura española. El ejemplo más
antiguo que se conserva del arte de los juglares es el anónimo Cantar de mío
Cid (c. 1140), que narra las fortunas y adversidades de Rodrigo Díaz de Vivar,
el Cid. Esta composición —verdadera obra maestra del arte narrativo que
exalta las virtudes del coraje, la lealtad y la entereza— destaca por el realismo
y la fuerza de sus personajes. La leyenda de los infantes de Lara, El cerco de
Zamora y El poema de Fernán González son otros cantos épicos importantes.

2.2 Siglos XIII y XIV

En el siglo XIII los escritores cultos comenzaron a refundir las vidas de los
santos, las leyendas moralizadoras y otros relatos antiguos —los cuales eran
comunes en latín— en verso castellano. Esta actividad poética, conocida como
mester de clerecía, se desarrolló primeramente en los monasterios,
caracterizándose, a diferencia del mester de juglaría, por una estricta
observancia de la métrica. El poeta más representativo del mester de clerecía
es Gonzalo de Berceo, quien refundió las narraciones piadosas dándoles forma
de poemas y confiriéndoles una frescura y fervor renovados.

Como resultado de la labor de Alfonso X el Sabio, Castilla fue uno de los


primeros estados europeos en desarrollar una literatura en prosa. Una multitud
de jurisconsultos, historiadores, traductores y especialistas en diversos campos
del saber trabajaron bajo su supervisión en un formidable intento de recopilar

100
todo el conocimiento de la época en la Escuela de traductores de Toledo.
Recurrieron a fuentes islámicas, judías y cristianas, pues el reino de Castilla
era en aquella época un punto de encuentro para las personas doctas de las
tres culturas. Este trabajo en conjunto estimuló el flujo de la cultura oriental
hacia el occidente europeo. La prosa castellana, que con Alfonso X se convirtió
en un poderoso medio de expresión, alcanzó la madurez artística en la obra de
Don Juan Manuel —sobrino de Alfonso—, quien escribió la colección de relatos
didácticos El conde Lucanor (1335). Hacia 1305 apareció el primer libro de
caballerías español de cierta longitud —El caballero Zifar—.

La poesía de Juan Ruiz, arcipreste de Hita, forma parte de lo más selecto de la


literatura española. Sus ideales y recursos estilísticos eran en principio los de la
edad media, pero supo expresar su individualidad de una manera que se
asemeja más a los escritores renacentistas que a los medievales. Su Libro de
Buen Amor es una colección de poesías escritas en forma de autobiografía
satírica y contiene ejemplos de prácticamente todas las formas y temas
poéticos de la edad media. Al igual que su contemporáneo Geoffrey Chaucer,
Juan Ruiz contempla la vida con un aguzado sentido del humor, semejante a
los textos de la literatura goliárdica.

2.3 Siglo XV

Durante el siglo XV la producción literaria española aumentó de un modo


espectacular. Los poetas más destacados de este periodo son Íñigo López de
Mendoza, marqués de Santillana, Juan de Mena y sobre todo Jorge Manrique,
quien en las Coplas a la muerte de su padre dio expresión perfecta a la
aceptación cristiana de la muerte. Las historias de los poemas épicos estaban
reunidas en los romanceros, colecciones de romances que se cantaban con
acompañamiento instrumental. Con las modificaciones introducidas por los
juglares, el romancero adoptó su forma definitiva, ocupándose también de los
acontecimientos de cada época.

Durante el siglo XV floreció la literatura satírica e histórica. Los Reyes Católicos


promovieron el estudio de las humanidades. El humanista más destacado de la
época fue el gramático y lexicógrafo Antonio de Nebrija, autor de la Gramática
de la lengua castellana (1492). En este periodo cobró también forma definitiva
la novela de caballerías española más famosa e imitada, el Amadís de Gaula
(1508). A semejanza suya se publicaron muchas novelas de caballerías
durante el siglo XVI.

La Celestina o Tragicomedia de Calisto y Melibea (1499), escrita por Fernando


de Rojas, es otra de las obras más significativas de la literatura española; la
más importante es, sin ninguna duda, Don Quijote de la Mancha, de Miguel de
Cervantes. La Celestina es una novela dialogada que combina elementos
narrativos y teatrales. Las fuentes literarias de esta obra, que ejerció una
influencia considerable en la literatura posterior, son latinas y medievales, pero
expresan un concepto de la vida que difiere con radicalidad del espíritu
religioso de la edad media. El argumento, que refleja de manera realista la vida

101
del hampa en una ciudad imaginaria española durante el renacimiento,
desarrolla la historia de dos nobles amantes, Calisto y Melibea, que requieren
los servicios de una alcahueta, llamada Celestina, para favorecer su amor. Las
vidas de estos tres personajes se entrelazan de tal manera que es la causa de
su perdición. Nunca hasta entonces se había presentado la tragedia de la vida
en la literatura española con tal profundidad psicológica y tanta maestría en el
manejo de los medios de expresión. La madurez artística y el dominio de los
registros estilísticos de Fernando de Rojas fueron un modelo valiosísimo para
los escritores del siglo de oro español, que se inició poco después de la
publicación de esta obra pionera.

3 EL RENACIMIENTO Y EL SIGLO DE ORO

Bajo el reinado de Carlos I, España dominó gran parte de Europa y estableció


un imperio colonial en América. Durante este periodo los escritores españoles
siguieron las tendencias filosóficas y artísticas del renacimiento. En el campo
de la ideas, Erasmo de Rotterdam fue quien ejerció mayor influencia. Las obras
de algunos de sus discípulos españoles, entre los que se encontraban el
filósofo Luis Vives y el teólogo Juan de Valdés, fueron muy leídas y se
tradujeron a diversas lenguas europeas. Lo mismo cabe decir de las obras de
su contemporáneo Antonio de Guevara, divulgador e historiador franciscano.
Durante este periodo se escribieron diálogos humanísticos, especialmente por
parte de los seguidores de Erasmo, y se cultivó la historiografía. Los
historiadores más importantes del renacimiento y el siglo de oro español son
Diego Hurtado de Mendoza y el jesuita Juan de Mariana.

3.1 Temas y estilos poéticos

La poesía bucólica o pastoril, que pinta la vida y costumbres de pastores


imaginarios, o en la que los personajes se hacen pasar por pastores, es otro de
los géneros que florecieron durante el siglo de oro. Los temas y ambientes de
la poesía pastoril, junto con formas métricas italianas como el soneto, la octava,
la canción, el terceto y el verso libre, fueron utilizados por primera vez de
manera habitual por Juan Boscán y Garcilaso de la Vega. Garcilaso fue no sólo
un innovador en el uso de la métrica italiana y los temas bucólicos, sino
también un excelente poeta capaz de transmitir sentimientos auténticos en
versos de una serenidad clásica. Curiosamente siempre se le ha considerado
modelo de lengua y métrica y no sufrió el ostracismo de los neoclásicos y
románticos que sí padeció Góngora y otros poetas del siglo de oro.

En la literatura española, más que en la de otros países, la innovación rara vez


sustituye por completo a las tradiciones establecidas. De este modo, los usos
poéticos antiguos y nuevos coexistieron durante el siglo XVI. La vida religiosa
en España se intensificó a mediados del siglo XVI, en parte como
consecuencia de la preocupación que sentían los católicos españoles por la
Reforma protestante. El nuevo estilo poético se acomodó a la expresión de
actitudes espirituales muy alejadas de la poesía pastoril. El primer gran poeta
de este género fue fray Luis de León, en cuyos versos la devoción cristiana se
102
conjuga con el culto a la belleza, el amor a la naturaleza y la búsqueda de la
serenidad clásica característica del renacimiento. San Juan de la Cruz,
contemporáneo de fray Luis, compuso lo que para muchos críticos son los
versos más intensos y radiantes de la lengua española. En estos poemas
intenta expresar —en términos de amor humano— la inefable experiencia
mística de la unión del alma humana con Dios. Otro poeta importante de esta
época es Fernando de Herrera, quien cultivó el estilo barroco característico del
siguiente periodo de la literatura española.

La poesía barroca, que se caracteriza por la proliferación de metáforas y otros


recursos retóricos típicos del renacimiento, alcanzó sus cotas más altas en el
siglo XVII. Los mejores ejemplos corresponden a las complejas y en ocasiones
rebuscadas obras de Luis de Góngora y Argote. De su nombre procede el
término gongorismo, con el que se designa el estilo de la poesía española del
barroco fuera de España. Góngora ha sido criticado con frecuencia por la
tremenda complejidad y artificiosidad de gran parte de su obra, pese a lo cual
sigue siendo considerado uno de los maestros indiscutibles de la poesía
española. Otra figura señera de la literatura española es Francisco de Quevedo
y Villegas —poeta, novelista, ensayista y satírico—, cuyas principales obras se
caracterizan por la gran profundidad de sus sentimientos y por su prodigioso
ingenio.

3.2 Prosa religiosa

Durante los dos últimos tercios del siglo XVI, diversos autores místicos y
ascéticos (véase Ascética) escribieron obras de considerable importancia.
Entre ellos cabe destacar al dominico fray Luis de Granada —cuyos escritos
reflejan tanto su ascetismo como su profundo amor a la naturaleza— y, sobre
todo, a la mística santa Teresa de Jesús, que creó una nueva simbología para
expresar sus experiencias místicas. En sus tratados alcanza la espontaneidad
y la frescura de la lengua coloquial. El teólogo más importante del siglo de oro
fue el filósofo escolástico Francisco Suárez, cuyas obras están escritas en latín.

3.3 Nuevos géneros literarios

Hacia 1550 surgen varios géneros literarios hasta entonces desconocidos.


Entre ellos se encuentran la novela pastoril, la novela morisca y la novela
picaresca.

La novela pastoril —que narra las aventuras y desventuras amorosas de


pastores idealizados— es un género que ya había florecido con antelación en
Italia y Portugal. El ejemplo más notable de novela pastoril en lengua española
es La Diana del portugués Jorge de Montemayor.

La novela morisca fue una invención española que combinó las tendencias
literarias de los siglos anteriores con las del siglo XVI, presentando los relatos
caballerescos de la guerra contra los moros en forma de novela. Su primer
ejemplo es el relato anónimo Historia de Abencerraje y la hermosa Jarifa (1598).

103
Tanto las novelas pastoriles como las moriscas presentan imágenes
idealizadas de la naturaleza humana. Por el contrario, la novela anónima El
lazarillo de Tormes (1554) muestra una visión pesimista de la sociedad a través
de los ojos de un pícaro que sirve a diversos amos. Esta obra es el prototipo de
la novela picaresca que floreció a comienzos del siglo XVII. El Guzmán de
Alfarache, de Mateo Alemán, y la Historia de la vida del Buscón, de Quevedo,
son los ejemplos más sobresalientes del género picaresco. Este género literario
alcanzó un gran éxito en España y en el extranjero, influyendo de manera
determinante en la novela europea del XVIII.

Los escritores de novela picaresca presentan una visión sombría de la


humanidad, no menos distorsionada a su manera que la imagen idealizada de
la literatura bucólica o de caballerías. En contraposición a esa visión deformada
de la naturaleza humana, la obra de Miguel de Cervantes, y en especial Don
Quijote de la Mancha (1605-1615), presenta una imagen completa de la
humanidad, reflejando tanto su grandeza como sus debilidades. Es probable
que Cervantes comenzara a escribir el Quijote con la única intención de tramar
una historia divertida y burlarse de la moda de los libros de caballerías, que
constituían la literatura de evasión en aquella época. Desde las primeras
páginas, sin embargo, el libro presenta una historia cuya naturaleza
multidimensional alcanza un grado al que hasta entonces ninguna narrativa
europea se había aproximado. Loco y sabio, grotesco y admirable, Don Quijote
se muestra ante el lector como un ser humano verosímil y creíble, a pesar de
su compleja naturaleza y de los vaivenes a que lo somete el enfrentamiento de
su mundo onírico con la realidad. Igual de creíble y complejo es el personaje de
su escudero, Sancho Panza. El prosaico punto de vista del escudero contrasta,
moderándolas, con las ilusiones de su señor; y lo cómico es que Sancho, al
mismo tiempo, las comparte. El libro ofrece un cuadro completo de la sociedad
española y universal en una asombrosa diversidad de temas, personajes, ideas
y técnicas narrativas.

La influencia de Don Quijote de la Mancha se extiende a lo largo de los siglos.


Cada periodo sucesivo de la cultura europea ofrece su propia interpretación de
la novela y la considera un modelo para nuevos tipos de narrativa. Los doce
relatos que componen las Novelas ejemplares (1613), obra también de
Cervantes, tienen una gran fuerza narrativa, y su imaginativa novela bizantina,
Los trabajos de Persiles y Segismunda (1619), es una de las obras maestras
de la prosa barroca española.

3.4 Prosa no narrativa

Las obras no narrativas próximas al ensayo fueron uno de los principales logros
de la literatura española del siglo XVII. Entre los ejemplos más destacados de
este género se encuentran las Empresas políticas (1640), de Diego Saavedra
Fajardo, en las que el autor analiza su idea del príncipe cristiano ideal; la sátira
Los sueños (1627), de Quevedo, una serie de fantasmagorías que se proponen
fustigar los vicios de la sociedad; y la novela alegórica El criticón (1651-1657),
de Baltasar Gracián, que presenta una interpretación pesimista de todas las

104
experiencias humanas, exceptuando el esfuerzo intelectual. Todas estas obras
emplean el estilo denominado conceptismo (ver Barroco: Culteranismo y
conceptismo), que se caracteriza por su extraordinaria concisión.

Una de las figuras más importantes de la historia de la literatura española es


Francisco de Quevedo, cuyos brillantes escritos analizan los males políticos,
económicos y sociales de España. Los ensayos políticos —Política de Dios
(1635), Marco Bruto (1644)— representan sólo un aspecto de su prosa, que
también incluye obras ascéticas, filosóficas y satíricas. Obsesionado con la
grandeza del pasado y la decadencia del presente, Quevedo quiso reflejar
también el desencanto, la violencia y lo grotesco. Su poesía, que abarca desde
lo amatorio hasta la política y la sátira, es rica y variada. Manejó con maestría
tanto el tono clásico como el popular.

3.5 Teatro

En el siglo de oro español, el teatro fue el género literario que más tardó en
alcanzar su pleno desarrollo. Entre las primeras piezas teatrales se encuentran
las obras líricas escritas durante las primeras décadas del siglo XVI por el
fundador del teatro clásico portugués, el poeta y dramaturgo Gil Vicente, que
escribió parte de su obra en español. En la dramática de este primer periodo
destacan también los entremeses de Lope de Rueda y de Cervantes. A
imitación de las comedias renacentistas italianas, aparecieron también una
serie de obras teatrales. El poeta y dramaturgo Juan de la Cueva escribió
dramas históricos de concepción clásica. Otro dramaturgo importante del siglo
de oro fue Guillén de Castro, cuya obra más conocida es Las mocedades del
Cid (1618).

Nadie representa mejor el genio español que Lope de Vega. Toda su obra,
incluida la poesía, la narrativa y en especial su abundantísima producción
dramática, rezuma el encanto y la naturalidad del arte popular, aunque fuera
Lope un hombre de letras muy admirado por su magistral dominio de la técnica
literaria.

La “comedia nueva española”, definida y perfeccionada por Lope, es una obra


en tres actos que combina elementos de la comedia y de la tragedia. Está
escrita en verso utilizando diferentes estructuras métricas y se desentiende de
los preceptos clásicos de la construcción dramática. Más dinámico y poético
que psicológico o filosófico, este tipo de teatro pretendía agradar a todas las
clases sociales, desde las más doctas hasta las más incultas. Aunque las obras
de Lope se sirven de una enorme variedad de temas y argumentos, la mayoría
de ellas abordan asuntos históricos derivados del romancero, temas rurales y
conflictos relativos a la afirmación de la dignidad personal. Se conservan unas
500 obras teatrales de Lope de Vega, aunque escribió muchas más. Algunas
de las más conocidas son Fuenteovejuna (1612-c. 1614), Peribáñez y el
Comendador de Ocaña (1614-c. 1616) y El caballero de Olmedo (1620-1625).

105
Algunos aspectos de la comedia nueva española fueron perfeccionados por
aventajados discípulos de Lope de Vega, como Tirso de Molina —cuyo El
burlador de Sevilla y convidado de piedra (1627) es la primera obra literaria
formal en la que aparece como personaje el legendario Don Juan— y Juan
Ruiz de Alarcón, que dio un contenido moral a sus comedias corteses de
costumbres.

El teatro del siglo de oro alcanza su esplendor con Calderón de la Barca, el


gran poeta dramático del barroco. Sus obras teatrales tienen estructuras
simétricas y complejas, y un grado de coherencia que falta en las piezas de
Lope de Vega. En la obra más conocida del teatro español y una de las más
importantes —La vida es sueño (1635)—, Calderón hace ver lo efímero de la
existencia y, al mismo tiempo, demuestra el origen divino de la vida. El alcalde
de Zalamea es el ejemplo perfecto de drama rural centrado en un conflicto de
honor. Calderón es asimismo el maestro indiscutible de una de las creaciones
más interesantes del siglo de oro, los autos sacramentales, que es una forma
de drama religioso basada en el uso de la alegoría. Entre los escritores
influidos directamente por Calderón cabe citar a Francisco de Rojas y a Agustín
Moreto.

4 SIGLOS XVIII Y XIX

España comenzó a declinar en el plano político y económico en el siglo XVII;


hacia finales del siglo comenzó a decaer también en el terreno de la creatividad
artística. La decadencia continuó a lo largo de la guerra de Sucesión (1701-
1714) y durante los reinados (1700-1759) de los primeros monarcas borbónicos.
El único escritor español de auténtico mérito durante la primera mitad del siglo
XVIII fue Benito Jerónimo Feijoo. Auténtico paladín de la libertad, la razón y el
conocimiento científico, Feijoo combatió de una forma radical con sus ensayos
la ignorancia y la estrechez de miras de sus contemporáneos.

4.1 Neoclasicismo

Durante el reinado del ilustrado Carlos III (1759-1788), la influencia francesa en


España condujo a la adopción de formas artísticas neoclásicas y a una nueva
manera de ver e interpretar el mundo. Estas tendencias, que no llegaron a ser
aceptadas por el pueblo, fueron introducidas en la literatura dramática española
por Nicolás Fernández de Moratín y más tarde por su hijo Leandro Fernández
de Moratín, cuya obra más famosa es El sí de las niñas (1806). Por otra parte,
don Ramón de la Cruz continuó la tradición española con sus sainetes
(comedias de un solo acto sobre temas populares).

Los neoclásicos españoles demuestran por lo general un conocimiento muy


limitado del arte del siglo de oro; su poesía lírica refleja influencias tanto
extranjeras como de ciertos poetas renacentistas españoles, en especial fray
Luis de León, y emplean la métrica tradicional española.

106
Las contribuciones más duraderas a la literatura durante este periodo se
encuentran en las obras de Nicolás Fernández de Moratín y de su hijo Leandro,
de Gaspar Melchor de Jovellanos y de Juan Meléndez Valdés. José Cadalso
destaca tanto por su poesía y su obra dramática como por sus ensayos, entre
los que se incluyen las Cartas Marruecas (publicadas sueltas en el Correo de
Madrid de 1788 a 1789 y en volumen en 1793), que ofrecen una visión crítica
de la sociedad española. Las polémicas en torno a los méritos de la tradición y
la cultura españolas son características de este periodo.

La invasión napoleónica (1808) y el régimen absolutista (1814-1833) de


Fernando VII coartaron la actividad literaria durante las tres primeras décadas
del siglo XIX. Los mejores poetas de este periodo, como Manuel José Quintana,
expresaron actitudes románticas en obras de forma clásica.

4.2 Romanticismo

Pese a que el siglo de oro español había servido de inspiración y modelo a


escritores románticos de otros países, España no alumbró autores románticos
significativos hasta la década de 1830. El romanticismo fue introducido con
éxito en el teatro español por Ángel Saavedra, duque de Rivas, con Don Álvaro
o la fuerza del sino (1835). Discípulo del duque de Rivas fue el poeta y
dramaturgo José Zorrilla, quien comparte con aquél el mérito de haber
recuperado los temas legendarios e históricos en brillantes poemas narrativos.
El espíritu romántico de rebeldía está representado por José de Espronceda,
considerado por algunos críticos como el mejor poeta español de este periodo.
Para muchos, sin embargo, la obra de Espronceda se ve superada por la de
Gustavo Adolfo Bécquer, quien quizá compuso los poemas románticos más
delicados de la lengua española.

La prosa romántica de más calidad se encuentra en los escritos de los


costumbristas, autores que describieron al pueblo y sus costumbres desde una
nueva perspectiva. Este tipo de prosa está impregnada de un afilado tono
satírico en los artículos de Mariano José de Larra, que también escribió varias
obras teatrales y una novela. Si bien sus obras no figuran entre las más
destacadas de los escritores románticos españoles, Larra fue uno de los
autores más interesantes de ese periodo, debido a lo atormentado de su
existencia y al alto grado de introspección que alcanza en su obra.

4.3 Realismo

La segunda mitad del siglo XIX fue la época de la prosa realista en España, al
igual que en otros países. El realismo español alcanzó su máximo esplendor
con la obra de Benito Pérez Galdós, quien figura entre los grandes novelistas
europeos de todos los tiempos. En una serie de 46 relatos históricos agrupados
bajo el título de Episodios nacionales (1873-1879 y 1898-1912), Galdós
interpreta la historia del siglo XIX de España en forma novelada. Por otra parte,
Galdós escribió novelas de tesis, es decir, novelas que abordan los problemas
religiosos, sociales o políticos. Su tesis principal —la maldad de la intolerancia

107
religiosa— es desarrollada con vigor en su novela Doña Perfecta (1876), pero
sus obras maestras son una serie de novelas realistas, entre las que destaca
Fortunata y Jacinta (1887), que retratan la sociedad madrileña.

Otros novelistas describieron la vida en diversas regiones españolas: José


María de Pereda retrató la vida de Santander; Pedro Antonio de Alarcón y Juan
Valera, la de Andalucía; y la condesa Emilia Pardo Bazán, la de Galicia. Pardo
Bazán y Clarín (seudónimo del novelista Leopoldo Alas) adoptaron las técnicas
del naturalismo. Valera, por el contrario, se distingue de los realistas por su
afán de perseguir la belleza más que la exactitud. Los otros dos novelistas de
este periodo que adquirieron renombre internacional son Armando Palacio
Valdés y Vicente Blasco Ibáñez. Contemporáneo de los realistas fue el crítico e
historiador de la literatura Marcelino Menéndez Pelayo.

4.4 La generación del 98

Durante la última década del siglo XIX España entró en una fase
desacostumbrada de actividad creadora. El grupo de escritores conocido como
la generación del 98 —que incluye a figuras tan dispares como Miguel de
Unamuno, Ramón del Valle-Inclán, Antonio Machado, José Martínez Ruiz
(Azorín), Pío Baroja, Ramiro de Maeztu y hasta Jacinto Benavente— llevó a
cabo una profunda transformación del estilo y las técnicas literarias españolas.
En la poética estuvieron influidos por el modernista nicaragüense Rubén Darío,
que se caracterizó por la gran originalidad de sus imágenes, ritmos y rimas.

Pese a que los miembros de la generación del 98 poseían estilos muy


diferentes, tenían en común una actitud crítica e interrogativa, una conciencia
de la necesidad de liberalizar y modernizar España, y una noción sentida y
profunda de la idiosincrasia española. Los escritos de Unamuno, en concreto
sus vigorosos ensayos y poemas, expresan una filosofía que tiene ciertas
similitudes con el existencialismo. Las obras de Valle-Inclán expresan la actitud
artística conocida como esteticismo, es decir, la concesión de importancia
primordial a la belleza, anteponiéndola a los aspectos intelectuales, religiosos,
morales o sociales. El paisaje, la historia, las gentes y el espíritu de Castilla
reciben la expresión más auténtica de los últimos tiempos en los poemas de
Antonio Machado y los artículos y ensayos de Azorín. Pío Baroja, autor de los
20 volúmenes que componen las Memorias de un hombre de acción, es, para
algunos, el mejor novelista español después de Pérez Galdós. Benavente —
autor de Los intereses creados (1907)— recibió el Premio Nobel de Literatura
en 1922 y fue el dramaturgo español más distinguido de su época.

5 EL SIGLO XX

En el siglo XX la corriente literaria iniciada por la generación del 98 se apagó


por un tiempo durante la Guerra Civil (1936-1939), cuando la mayoría de los
intelectuales fueron silenciados u obligados a tomar el camino del exilio, pero
recuperó su vigor después de la II Guerra Mundial. Ver Literatura española del
exilio.
108
La sensibilidad y la absoluta pureza formal, en las obras de los escritores de
comienzos del siglo XX, caracterizan la poesía de Juan Ramón Jiménez, quien
obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1956. El filósofo y ensayista José
Ortega y Gasset, maestro de la prosa, es muy conocido como uno de los
principales intérpretes del espíritu de su época. Otros escritores destacados de
este periodo son el novelista, poeta y crítico Ramón Pérez de Ayala; el
novelista y ensayista Gabriel Miró; el novelista, dramaturgo y crítico Ramón
Gómez de la Serna —autor de las greguerías—, que fue el máximo exponente
del vanguardismo y el expresionismo literario en España; el crítico y ensayista
Eugeni d’Ors; los ensayistas Salvador de Madariaga y Gregorio Marañón; y el
crítico y catedrático Ramón Menéndez Pidal.

5.1 Poesía

Una brillante generación de poetas, conocida como la generación del 27,


floreció a finales de la década de 1920 y durante toda la de 1930. El más
conocido de estos poetas es Federico García Lorca, quien dio expresión al
espíritu popular de España en sus poesías y obras teatrales. Otros poetas
destacados de esta generación son Jorge Guillén, Rafael Alberti y Vicente
Aleixandre. La obra de Guillén se agrupa, bajo el título de Aire nuestro, en tres
libros: Cántico, Clamor y Homenaje. Guillén tuvo que exiliarse por motivos
políticos en 1939, y sus versos reflejan un pesimismo creciente. Aleixandre,
que obtuvo el Premio Nobel en 1977, ejerció una considerable influencia sobre
otros poetas españoles. Su obra poética, que comienza con Ámbito (1928),
adapta con inmensa creatividad la experiencia renovadora del surrealismo.
Antología total (1975) es la más reciente colección completa de sus obras. La
influencia de esta formación generacional se reflejó en poetas como César
Vallejo, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Octavio Paz, entre otros. Al grupo al
que en ocasiones se hace referencia como generación del 36 pertenecen
Germán Bleiberg, Carmen Conde, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Luis
Rosales, Dionisio Ridruejo y, así también, Miguel Hernández, quien fue
elogiado de forma unánime tras la publicación de El rayo que no cesa (1936).
La generación del 36 se caracteriza por la expresión de su fe religiosa y por su
intimismo. Fueron poetas disconformes con la situación política y social creada
tras la Guerra Civil española, pero que en vez de enfrentarse con el régimen
establecido optaron por una poesía personal y sincera sobre la naturaleza, la fe
religiosa y otros temas íntimos.

Nueve poetas dominan la generación que sucede a la de 1936; se trata de


Rafael Morales, Vicente Gaos, Carlos Bousoño, Blas de Otero, Gabriel Celaya,
Victoriano Crémer, José Hierro, Eugenio de Nora y José María Valverde. El
verso de Hierro representa el antiesteticismo, el compromiso social y la
preocupación por España que caracteriza al grupo en su conjunto. Otras
características del grupo son: 1) poesía subjetiva del individuo en conflicto con
el mundo exterior, como en los poemas iniciales de Blas de Otero; 2) actitud
realista —ni trágica ni exasperada, sino serena y de religiosidad íntima—, como
en la obra de Valverde y la poesía última de Blas de Otero; y 3) tendencias
objetivas y poesía social, como en la obra de Gabriel Celaya, Victoriano

109
Crémer y Eugenio de Nora. En la poesía actual española todavía hay dos
generaciones encontradas con las nuevas de expresiones. Poetas que se
iniciaron en la década de 1950 aún dominados por los temas sociales, pero que
pronto se centraron en una poesía estética —con toques surrealistas, intuitivos
y personales, y que se les conoce como la generación del 50. De este grupo
formaron parte José Manuel Caballero Bonald, Ángel Crespo, Jaime Gil de
Biedma, Claudio Rodríguez o Félix Grande. Los escritores que se dieron a
conocer a finales de la década de 1960 significaban modernidad e intuición
estética, en especial el grupo de los Novísimos, como Félix de Azúa, Pere
Gimferrer, Antonio Martínez Sarrión, Leopoldo María Panero entre otros. A
partir de 1980 —por marcar una referencia— la poesía española se ha hecho
individual, fuera de grupos y escuelas. Cada creador se afirma y busca su
expresión lingüística y estética, pero sin enfrentamientos con las generaciones
y tendencias anteriores, como Blanca Andréu, aunque dentro de esta libertad
creadora individualista también surgen los poetas que mirán atrás, tratando de
establecer lazos con los mayores y moviéndose en grupos, como Luis García
Montero. Es difícil, por no decir imposible, fijar criterios de unidad estilística con
criterios clásicos por falta de perspectiva histórica y por la convivencia en la
actualidad de géneros y estilos.

5.2 La novela

La novela es el género más floreciente de la literatura española contemporánea.


Max Aub es autor, entre otras obras, de El laberinto mágico —amplio panorama
sobre la guerra civil— y La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco
(1960). Una de las mejores novelas de Francisco Ayala, crítico y sociólogo
además de novelista, es Muertes de perro (1958), que describe el mundo
esperpéntico de una dictadura americana. Las novelas La familia de Pascual
Duarte (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de Carmen Laforet, figuran
entre las más destacadas de un nuevo tipo de realismo conocido como
tremendismo, que se caracteriza por la presencia del antihéroe y la insistencia
en los aspectos más sórdidos y desagradables de la vida. Cela, galardonado
con el Premio Nobel en 1989, ha escrito novelas de estilos muy diferentes y es
también conocido por sus libros de viajes. La colmena (1951) es para algunos
su mejor novela.

Una variante más tradicional de realismo es la que representan las obras de


escritores como Ignacio Agustí, a quien se debe el ciclo La ceniza fue árbol,
centrado en la burguesía de Cataluña, y José María Gironella, autor de Los
cipreses creen en Dios (1953), que inauguró una saga de conflictos familiares
que simbolizan las disputas políticas que condujeron a la Guerra Civil española.
Miguel Delibes destaca por sus libros de viajes y novelas realistas, entre las
que sobresalen La sombra del ciprés es alargada (1948) y Cinco horas con
Mario (1966). Ana María Matute, que ingresó en la Real Academia Española en
1996, y que suele emplear un realismo exagerado pese a sus arranques líricos,
encuentra en la infancia uno de sus temas habituales y es autora de libros
como Los niños tontos (1956) y Primera memoria (1959). El Jarama, de Rafael
Sánchez Ferlosio, es una novela objetiva en extremo, de estilo innovador en su

110
época que su autor no tardaría en abandonar. Las novelas de Juan Goytisolo
abordan problemas existenciales y son un alegato contra el vacío histórico de
la sociedad española; entre sus obras más famosas se encuentran
Reivindicación del conde don Julián (1970) y Paisajes después de la batalla
(1982). Entre las novelas de Ramón J. Sender, considerado por algunos como
el novelista más importante de esta generación, se incluyen Mr. Witt en el
cantón (1935), Crónica del alba (1942) y Réquiem por un campesino español
(1960).

El mismo proceso que llevó la poesía posbélica se dio en la narrativa. Pero en


este caso las influencias foráneas desde James Joyce a William Faulkner, John
Dos Passos, Franz Kafka o André Gide supusieron innovaciones temáticas y
estilistas cuyo resultado fue una rica diversidad de obras y autores, de tal
manera que se puede afirmar que de “los cinco millones de procedimientos que
hay para contar una historia” —según Henry James— se están empleando
todos. Entre los autores importantes de la narrativa actual, sin que ello suponga
detrimento para los no nombrados, cabe citar a Alfonso Grosso, Juan Marsé,
Mercedes Salisachs, Eduardo Mendoza, Aquilino Duque, Lourdes Ortiz, Luis
Mateo Díez, Julián Ríos, Adelaida García Morales, Arturo Pérez-Reverte,
Almudena Grandes, Mariano Antolín Rato, Quim Monzó o Rafael Chirbes, entre
otros.

5.3 Teatro y ensayo

Dejando a un lado las tragedias líricas y simbólicas de García Lorca, el teatro


moderno español no ha estado a la altura de los otros géneros. Cabe citar
entre los dramaturgos a Alejandro Casona, de cuyo simbolismo es muestra La
dama del alba (1944), y a Antonio Buero Vallejo, cuya Historia de una escalera
es un buen ejemplo de su teatro realista con alusiones existencialistas.
También son dignos de mención Alfonso Sastre, autor de Escuadra hacia la
muerte (1953), Miguel Mihura y Fernando Arrabal, polémico autor, cuyas
primeras obras, que él denominó “pánicas”, revolvieron la escena española.
Véase también Teatro español.

En el terreno del ensayo, Julián Marías, discípulo de Ortega y Gasset, hizo


algunas contribuciones importantes al género durante la posguerra. Américo
Castro, Dámaso Alonso y Joaquín Casalduero son algunos de los críticos
literarios más destacados. Entre la multitud de eminentes ensayistas
contemporáneos se encuentran José Gaos, Pedro Laín Entralgo, José Ferrater
Mora, María Zambrano, José Luis López Aranguren, Francisco Ayala,
Guillermo Díaz Plaja, Ricardo Gullón y Guillermo de Torre.

111
Literatura italiana
1 INTRODUCCIÓN

Literatura italiana, literatura escrita en lengua italiana desde el siglo XIII,


aproximadamente, hasta nuestros días.

2 EDAD MEDIA

Antes del siglo XIII, el lenguaje literario de Italia era el latín, que fue utilizado
para la redacción de crónicas, poemas históricos, leyendas heroicas, vidas de
santos, poemas religiosos y trabajos didácticos y científicos. Además de
quienes utilizaban el latín, había numerosos escritores que se expresaban en
francés o en provenzal, la lengua de Provenza, región del sur de Francia, y que
tomaban prestadas de otras lenguas las estructuras de los versos y los temas
de sus composiciones. Entre las distintas formas poéticas, la más extendida
era la canción provenzal. Entre los temas literarios, los más frecuentes eran los
relacionados con las hazañas de los héroes de la antigüedad, los caballeros del
rey Arturo y los paladines de Carlomagno. Las gestas de Carlomagno
aparecieron en lengua vernácula franco-veneciana, y fueron ulteriormente
latinizados en Toscana. Estos textos, además de atraer la atención por parte de
los lectores, suministraron inagotables temas de caballería a las generaciones
siguientes de poetas italianos.

2.1 Siglo XIII y comienzos del XIV

Los primeros textos poéticos escritos en lengua italiana fueron los de la


llamada escuela siciliana, en estrecho contacto con la corte de Federico II y de
su hijo Manfredo, emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, ambos
de la familia Hohenstaufen, de origen germano, aunque establecidos en Sicilia,
sur de Italia, con el fin de administrar mejor sus posesiones en esa parte de su
Imperio. Bajo la influencia árabe, Sicilia se convirtió en uno de los centros
importantes de cultura de la Europa del siglo XIII. La poesía de la escuela
siciliana, a pesar de estar escrita en italiano, no poseía carácter de literatura
nacional. Se trataba, por lo general, de una poesía de amor cortés, que seguía
muy de cerca, a veces hasta demasiado, y de un modo bastante torpe, los
cánones de la poesía provenzal en auge en ese momento. Pertenecieron a
esta escuela poetas de la talla de Giacomo Pugliese y Rinaldo d’Aquino.

Después de la caída de la dinastía Hohenstaufen, en 1254, el centro de la


poesía italiana se trasladó a dos ciudades: Arezzo, conocida por el trabajo que
en ella desarrolló Guittone d’Arezzo, y Bolonia, ciudad del innovador Guido
Guinizelli. Guittone d’Arezzo y sus seguidores produjeron poca poesía digna de
mención, mientras que Guinizelli creó el Dolce Stil Nuovo, una expresión
utilizada por Dante en la Divina Comedia para describir el delicado lenguaje
necesario para escribir poesías de amor. Los poetas seguidores de este estilo
no escriben sobre el amor cortés de la tradición provenzal o siciliana, en aquel

112
entonces un concepto ampliamente extendido, sino sobre un amor de tipo
platónico, en el cual el atractivo de la amada despierta en el poeta sentimientos
espirituales e ilumina su alma para comprender la belleza divina. El más
importante de los poetas italianos, Dante Alighieri, quien admiraba a Guinizelli,
escribió su primer libro de poemas, una obra maestra de la literatura italiana del
siglo XIII, La vita nuova (Vida nueva, 1292), siguiendo el “nuevo estilo”. En este
libro, la prosa narrativa se alterna con fragmentos en verso para describir el
idealizado amor del poeta hacia su adorada Beatriz. Dante, al igual que los
demás poetas del Dolce Stil Nuovo, en especial Guido Cavalcanti y Cino da
Pistoia, contribuyó a hacer de su época una de las más fructíferas e
interesantes de la literatura italiana.

Por esos mismos años apareció otro estilo de poesía también muy
característico e innovador, la poesía devocional que cultivó san Francisco de
Asís, cuyo Cantico delle creature o Canticus creaturarum (Cántico de las
criaturas) ensalza el amor que Dios siente hacia todos lo frutos de su Creación,
y no sólo hacia los seres humanos. Estos sentimientos aparecen expresados
con toda claridad en una colección de leyendas en verso, Fioretti di san
Francesco (Las florecillas de san Francisco), basadas en la vida del santo de
Asís. Durante todo el siglo fueron apareciendo otros poetas franciscanos, entre
ellos uno con una imaginación dantesca, Jacopone da Todi, a quien se le
atribuye el himno en latín más famoso de esta época, el Stabat Mater, así como
la lauda dramática en lengua vulgar Donna del Paradiso.

El poeta por excelencia del trecento italiano (siglo XIV), Dante, es también una
de las grandes figuras de la literatura universal. Admirable por la claridad de su
pensamiento, la viveza y fluidez de su poesía, y la imaginación desbordante,
fue uno de los poetas que más decididamente contribuyeron a establecer el
italiano como lengua literaria, por su frecuente uso de la lengua vernácula en
lugar del latín. De vulgari elocuentia (1304), aunque escrito en latín, es una
encendida defensa del italiano como lengua apropiada para la literatura.

Los amplios conocimientos del poeta sobre la cultura de su tiempo le


convirtieron en el principal intérprete de la sensibilidad y los ideales de la edad
media europea. Así, su obra Il convivio, escrita durante los primeros años del
siglo XIV, es casi una enciclopedia del saber europeo de la época. A su amplia
erudición, Dante añadió las numerosas experiencias que le proporcionaron sus
variadas actividades en el terreno de la vida pública, pues desempeñó el cargo
de magistrado en Florencia y tomó parte activa en las polémicas y
enfrentamientos de su ciudad. Sus convicciones políticas le llevaron al destierro
y se reflejan en su tratado De Monarchia. Escrito en latín, en él defendía la
constitución de un estado imperial que absorbiera los numerosos estados
europeos enfrentados entre sí por conflictos regionales. Abogaba asimismo por
la separación entre Iglesia y Estado, y por una justicia basada en las leyes del
antiguo Imperio romano.

Comenzó a escribir su obra más importante, Divina Comedia, probablemente


hacia 1307. La escribió en lengua vernácula con la intención de llegar a mucha

113
gente y transmitir de un modo más directo y efectivo sus ideas. Se trata de un
extenso poema que recurre a la filosofía y la teología de la época, en el que
utiliza a conocidos personajes de los siglos XIII y XIV, y plantea las polémicas
que surgían en aquellos tiempos. En su forma, es una visita guiada a través de
los tres mundos de la teología medieval (Infierno, Purgatorio y Paraíso) en la
cual los dos personajes que guían al poeta, protagonista de la obra, a través de
estos mundos desconocidos son Beatriz, objeto de su adoración, que significa
el saber teológico y revelado, y el poeta de la antigua Roma Virgilio, que
representa el saber humano.

3 RENACIMIENTO

El renacimiento coincidió en Italia con un periodo de expansión económica,


política y cultural. Las ciudades salieron de la etapa feudal (véase Feudalismo)
y se convirtieron en importantes centros comerciales e industriales. Los
dirigentes de cada una de las ciudades luchaban entre sí para aumentar su
poder, conquistando otros territorios y estableciendo zonas de influencia
alrededor de sus dominios. Algunas ciudades-estado, como Venecia y Génova,
consiguieron crear extensas zonas comerciales en el Mediterráneo.
Culturalmente, todo el periodo estuvo marcado por la búsqueda y el
descubrimiento de manuscritos antiguos y por una nueva lectura de la literatura
y la filosofía clásicas, que poco a poco se fueron revalorizando en toda Europa.

Muchas de las grandes figuras del primer renacimiento eran eruditos dedicados
al estudio filosófico o a la traducción de los clásicos griegos y latinos.
Recibieron el nombre de humanistas debido a su interés por el ser humano, y
no tanto por los temas trascendentes que ocupaban a los eruditos de la edad
media. Muchos de estos humanistas se inspiraron en las obras de Platón, al
que dieron más valor que a su discípulo Aristóteles, contrariamente a la norma
que había regido en el periodo anterior.

3.1 El siglo XIV

Una de las figuras más importantes de comienzos del renacimiento fue el poeta
y humanista Petrarca, introductor de una nueva sensibilidad, hasta entonces
inédita, en la cultura europea. A diferencia de Dante y de otros escritores y
pensadores medievales, como el filósofo escolástico Tomás de Aquino y el
francés Pedro Abelardo, Petrarca no tenía ningún interés en reproducir sólo las
enseñanzas de los escritores clásicos, sino que pretendía ir más allá,
adoptando su mentalidad y creando obras con el mismo espíritu que les animó
a ellos en su momento. Latinista de renombre, contribuyó definitivamente a
reinstaurar el latín clásico como lenguaje literario y erudito, en sustitución del
maltrecho latín medieval que había servido hasta entonces como vehículo de
comunicación internacional y que comenzó a dejar de hablarse a partir de
entonces.

A Petrarca se le suele describir como un “hombre moderno” por su reiterada


afirmación de la individualidad de los seres humanos. Así, su De vita solitaria
114
(1346-1356) y su De remediis utriusque fortunae (1354-1366) están
considerados como los primeros ensayos de la historia de la cultura europea en
que se expresó esta nueva actitud. También se le ha llamado “el primer
nacionalista italiano”, en contraste con Dante, que fue un poeta universalista,
pues deseaba que Italia se integrase en una estructura imperial europea. Para
Petrarca, en cambio, Italia era la legítima heredera y sucesora de la antigua
Roma, y opinaba que los distintos reinos y estados de Italia debían unirse para
adoptar el papel que, como depositaria de la herencia del Imperio romano, le
correspondía. Glorificó esta alta misión en su poema en latín África (1338?-
1342?), para el cual toma como marco de referencia las Guerras Púnicas, que
tuvieron lugar en la antigüedad entre Roma y Cartago.

Aun cuando las aportaciones de Petrarca en la recuperación de los ideales


clásicos fueron decisivas, su faceta más importante es la de poeta lírico. Su
Cancionero, una colección de sonetos dedicados a Laura, probablemente la
dama francesa Laure de Noves, análoga a la Beatriz de Dante, toma como
punto de partida una aproximación idealista al dolce stil nuovo, pero lo supera
al introducir por primera vez en la historia de la literatura europea una gran
intensidad de sentimientos. La primera colección de poemas debió completarla
en 1336-1337, aunque siguió ampliándola y retocándola a lo largo de su vida.

Boccaccio, como Petrarca, era totalmente consciente de pertenecer a una


época nueva y apasionante dentro de la cultura occidental. Recibió una gran
influencia del poeta lírico pero, al contrario que éste, Boccaccio prefirió la
narrativa a la poesía. Aunque ya dio muestras de talento en sus primeras
historias, Il Filocolo (1336) y Elegía de madonna Fiammetta (1343-1344), su
obra maestra fue Decamerón (1353). Se trata de una colección de cien cuentos
para los que el autor se inspiró en la vida real y no en modelos literarios, como
había ocurrido en toda la literatura escrita hasta entonces. Su argumento es el
siguiente: un grupo de personajes, siete hombres y tres mujeres, que se han
refugiado en una remota casa de campo huyendo de la peste que invadía
Florencia, van narrando, a lo largo de diez días, una serie de curiosas historias,
algunas cómicas, otras picantes, que les servirán para matar el tiempo durante
su forzado encierro.

A diferencia de Petrarca, que fue amigo suyo, Boccaccio tuvo en alta


consideración la obra de Dante. De hecho, sus últimas obras fueron una
biografía y una serie de estudios en torno a la figura del autor de la Divina
comedia. Uno de sus mayores méritos fue el de crear una larga serie de
personajes muy característicos, y definidos con habilidad, que serían
posteriormente utilizados por muchos autores.

Dante, Petrarca y Boccaccio fueron los primeros literatos italianos que utilizaron
en sus escritos el dialecto toscano, que se hablaba en Florencia, Siena y otras
ciudades del centro de Italia, y gracias al prestigio de sus obras consiguieron
fijarlo como la lengua de cultura.

3.2 Siglo XV

115
Durante el siglo XV se desarrolló un nuevo movimiento cultural denominado
humanismo que sustituyó las concepciones medievales, situando al ser
humano en el centro del universo y considerando la vida en la tierra como un
periodo en el que el alma puede llegar a la plenitud. En el renacimiento
aparecieron numerosos individuos a los que se les denominó “hombres
universales”, es decir, artistas que alcanzaron la perfección en más de una
disciplina. Artistas completos se pueden considerar el arquitecto, pintor y
organista Leon Battista Alberti, y los conocidísimos Leonardo da Vinci y Miguel
Ángel. Esta universalidad intelectual fue característica también de muchos de
los príncipes que gobernaron las ciudades italianas durante aquella brillante
época. Entre ellos, el más destacado fue Lorenzo de Medici, miembro de la
ilustre familia que gobernó en Florencia durante décadas. Lorenzo fue político y
mecenas de las artes, así como poeta y crítico, dotado de exquisito gusto.

Angelo Poliziano, llamado Poliziano, está considerado como el poeta y


humanista más destacado de este periodo. Su obra teatral en verso Orfeo
(c. 1480) pasa por ser el primer drama importante de la historia del teatro
italiano, y sus colecciones de poemas líricos son de extraordinaria calidad.
Poliziano fue, además, un excelente erudito y traductor de textos de la Grecia
clásica.

Durante este periodo se mantuvieron dos fuentes de inspiración que ya


provenían de etapas anteriores: las gestas de caballería y la vida pastoril. Son
destacables, entre las obras que continuaron la tradición de las primeras,
Orlando enamorado (1483), de Matteo Maria Boiardo y, entre las pastoriles,
Arcadia (1504), de Iacopo Sannazzaro, creaciones ambas que despertaron un
gran interés en toda Europa. En su preocupación por los valores terrenales
frente a los religiosos, los escritores del renacimiento fueron abandonando
muchas de las ideas predominantes durante la edad media, e incluso los papas
actuaron como mecenas de autores denominados paganos. Algunos de estos
autores paganos, en especial el humanista Lorenzo Valla, a quien estuvo a
punto de costarle la vida la divulgación de ciertos documentos bastante
comprometedores sobre el Papado, llegaron a hablar de “escritores cristianos”
con el fin de distinguirse de ellos. Los polémicos sermones y textos de
Girolamo Savonarola trataban de contrarrestar esta corriente de paganismo
financiada por la propia Iglesia. A la caída de los Medici, Savonarola instauró
una república teocrática en Florencia, que duró poco menos de tres años.
Abandonado por el pueblo y odiado por el papa Alejandro VI, impenitente
protector de la cultura llamada pagana, Savonarola murió en la hoguera al
considerársele reo de herejía.

3.3 Siglo XVI

El renacimiento llegó a su plena consolidación en el siglo XVI. La lengua


italiana, que había sido desechada durante siglos por los humanistas,
preocupados más bien por los textos griegos y latinos clásicos, alcanzó una
dignidad, hasta entonces negada, como lengua literaria. Pietro Bembo, autor
que ejerció gran influencia en la literatura de la primera mitad del siglo,

116
contribuyó decisivamente a colocar al italiano en esa situación. En sus tratados,
especialmente en Prosas sobre la lengua vulgar, obra considerada como la
primera gramática de la lengua italiana, ensalzó los escritos de Boccaccio y de
Petrarca como modelos, respectivamente, de la prosa y la poesía italianas. Con
sus Rimas, que imitan el estilo de Petrarca, marcó el comienzo del movimiento
denominado “petrarquismo”. Pero Bembo no fue el único autor destacado del
siglo. Junto a él se sitúan otros dos hombres de letras importantes: el filósofo
de la política Nicolás Maquiavelo y el poeta Ludovico Ariosto.

El primero, a partir de sus experiencias como funcionario y diplomático al


servicio de Florencia, desarrolló una concepción realista del poder que, a partir
de entonces ha sido denominada “maquiavélica”. Su elaboradísimo El príncipe
(1513), un análisis de las bases sobre las que se sustenta el ejercicio del poder
político, formaba parte de un trabajo más amplio y ambicioso, su comentario a
la Historia de Roma del historiador latino clásico Tito Livio. La “ley suprema”,
según El príncipe, es “la preservación del Estado” por encima de cualquier otra
obligación. El príncipe de Maquiavelo se anticipó a los llamados “déspotas
ilustrados”, gobernantes bondadosos con el pueblo, pero que, sin embargo,
mantenían un poder absoluto en sus dominios, a los que convirtieron en
estados modernos. Las ideas del filósofo florentino partían de conceptos
teocráticos medievales para adentrarse en consideraciones que presagiaban la
moderna economía política. Algunos historiadores consideran la posibilidad de
que, si sus ideas políticas se hubiesen llevado a la práctica en ese mismo siglo,
quizá se habría podido crear una Italia unida bajo el mando de un solo
gobernante, y, por lo tanto, se habría evitado que permaneciera dividida y
dominada por españoles y franceses y más tarde austriacos. Además de este
tratado, Maquiavelo escribió otro sobre el arte de la guerra, una historia de
Florencia, una biografía (1520) del político y militar italiano Castruccio
Castracane, numerosos poemas y varias obras de teatro, la más famosa de las
cuales, La mandrágora (1524), es un amargo y pesimista análisis de los
instintos humanos, realizado con los mismos métodos de investigación que ya
aplicara a El príncipe.

Amigo de Maquiavelo, el historiador y político florentino Francesco Guicciardini


escribió La historia de Italia, una obra sorprendente por su objetividad y su
inteligente revisión de los asuntos y personajes que en ella aparecen y que se
publicó póstumamente, entre 1561 y 1564. También escribió Ricordi politici
(1576-1585), basándose en su vasta experiencia como alto cargo político de la
ciudad de Florencia.

Otra de las figuras destacadas de este periodo es, como ya se ha dicho,


Ludovico Ariosto, que representa la culminación de la poesía del cinquecento
italiano. Su Orlando furioso (1516) es una obra intensa y original, concebida
como la continuación del Orlando enamorado de Matteo Boiardo. Los
acontecimientos que se relatan en él se desarrollan, como en su antecesora,
durante el reinado de Carlomagno. En su caso, narra la batalla del emperador
contra los sarracenos, escenario que sirve para unificar los distintos pasajes del
texto, en el que se entremezclan aventuras, amores, magia, heroísmo, villanía,

117
sentimiento trágico, sensualidad y hechos reales de su tiempo, elementos
todos que conviven en una narración extremadamente brillante, salpicada en
ocasiones de humor y fina ironía. Por todo ello y, en especial, por reflejar una
profunda comprensión del espíritu humano, este poema épico merece recibir el
título de obra maestra de la literatura universal.

Durante estos años vieron la luz, además, dos obras muy difundidas en su
tiempo sobre el comportamiento caballeresco, que fueron muy bien recibidas
en una época como ésta, de refinado cosmopolitismo. Se trata de El cortesano
(1528), escrita por el diplomático Baldassare Castiglione, y traducida
espléndidamente al español por Juan Boscán, y Galateo (1558), del sacerdote
Giovanni della Casa. La primera de ellas es un tratado acerca de los buenos
modales que debe observar un caballero, así como de las virtudes intelectuales
que deben acompañarle. La segunda comparte con la anterior el interés por los
buenos modales, e intenta situarlos en una amplia visión de la naturaleza
humana.

Pero el culto a las buenas maneras, a la belleza y al refinamiento despertaron,


además de un gran interés, una violenta reacción por parte de algunos autores,
como Teófilo Folengo, quien en su épica burlesca Baldo (1517), lleva a cabo
una parodia sumamente ácida y en ocasiones vulgar del mundo de la caballería
y las letras. Escrita en latín macarrónico, una variedad cómica del latín erudito,
constituye una despiadada sátira de las ideas y costumbres de su época, que
inspiró, entre otros muchos, al escritor francés François Rabelais. Folengo no
fue el único rebelde de la literatura del siglo XVI italiano. Junto a él se puede
colocar el no menos inconformista, aunque de mayor genio, Pietro Aretino,
autor teatral y creador de libelos dotado de un fino ingenio, que consiguió, por
medio de sus irreverentes obras, establecer un refrescante contrapeso a la
refinada cultura de su tiempo. Su gran obra I ragionamenti o, en castellano, El
coloquio de las damas (1532-1534) y los seis volúmenes de sus cartas (1537-
1557) transmiten su ácido e irreverente punto de vista acerca de la sociedad y
costumbres de su época.

En la línea renacentista de búsqueda del artista completo, no faltaron pintores y


escultores que escribieron bellos textos poéticos, narrativos y ensayísticos. Así,
los sonetos de Miguel Ángel constituyen apasionadas expresiones de sus
sentimientos más profundos y de sus convicciones religiosas; los tratados de
Leonardo da Vinci sobre arte y ciencia contienen principios de análisis que han
influido profundamente en los pensadores posteriores; la interesante
autobiografía de Benvenuto Cellini se encuentra entre los mejores textos de
este género de toda la literatura universal; y las biografías de famosos pintores,
escultores y arquitectos escritas por el también pintor y arquitecto Giorgio
Vasari constituyen una fuente de información de incalculable valor sobre el arte
y los artistas del renacimiento.

También se escribieron cuentos y relatos breves en esta época. El autor más


destacable en este terreno es Matteo Bandello, autor de Novelle (1554-1573),
una serie de cuatro volúmenes de narraciones cortas en la línea de Boccaccio,

118
que constituyeron la base sobre la que se crearon numerosas obras posteriores
en toda Europa.

La segunda mitad del siglo XVI estuvo presidida por la Contrarreforma, que
tuvo su origen en el Concilio de Trento, celebrado en 1545. Como resultado de
este concilio, convocado para contrarrestar las reformas de los protestantes, se
extendió por la Europa católica una oleada de exacerbados sentimientos
religiosos y de sumisión total a la autoridad papal, que consiguió ahogar la
franca jocosidad, la inclinación por la exploración y la sincera alegría de los
humanistas y sus sucesores, sustituyéndolas por un interés superficial por las
buenas costumbres y la moralidad. La exuberante libertad de expresión y de
forma de que hizo gala Ariosto cayeron bajo sospecha, y las concepciones
políticas de Maquiavelo comenzaron a considerarse peligrosas. En la literatura,
este cambio de actitud se materializó en un nuevo clasicismo, según el cual se
volvió a situar a Aristóteles como máxima autoridad filosófica, tras difundirse su
Poética por toda Europa. Esta obra del filósofo griego se publicó en lengua
original con traducción latina en 1548, acompañada por un comentario de
Francesco Robortelli. Durante aquellos años fueron apareciendo distintas
versiones y estudios sobre la obra, los más importantes de los cuales fueron
Poética (1561) de Julius Caesar Scaliger y el comentario de Ludovico
Castelvetro (1570), que contribuyó a la recuperación de las unidades de
espacio y tiempo en el teatro.

A pesar del predominante clima de represión que caracterizó estos años,


apareció un gran poeta lírico de imaginación desbordante, Torquato Tasso que,
en 1575, publicó su magnífica Jerusalén libertada. Su tratamiento épico, de
gran belleza, de la primera Cruzada es mucho más conciso y sencillo, más
serio y unificador que el de su predecesor, el Orlando furioso, por lo cual
levantó una larga serie de críticas entre los pedantes estudiosos del momento,
que empujaron a su autor a reescribir la obra, con un resultado mucho más
pobre. Otro gran espíritu de la época fue Giordano Bruno, escritor de mente
clara que produjo numerosos diálogos contra la pedantería y el autoritarismo, y
que defendió valientemente puntos de vista contrarios a las doctrinas de la
Iglesia, lo que le llevó a morir en la hoguera, acusado de herejía, en Roma, en
el año 1600.

4 PRIMERA MODERNIDAD

La Italia de finales del siglo XVI era una tierra exhausta debido a las constantes
luchas que en ella tenían lugar entre los dominadores españoles, franceses y
austriacos. Al mismo tiempo, los centros europeos del comercio estaban
desplazándose desde el Mediterráneo hacia el Atlántico debido a la importancia
que iban adquiriendo los puertos americanos, hecho que provocó una profunda
decadencia económica de los territorios italianos. Las ciudades-estado, antaño
hogares de un espíritu libre y cosmopolita, ofrecieron muy poca resistencia a la
tiranía, y comenzaron a estancarse, convirtiéndose poco a poco en lugares
provincianos, sometidos durante los siglos XVII y XVIII a potencias extranjeras.

119
4.1 Siglo XVII

El estilo predominante en el siglo XVII, no sólo en literatura, sino también en


música, arte y arquitectura, fue el barroco, caracterizado por una exuberancia
que contrastaba, a menudo, con visiones extremadamente pesimistas de la
realidad. La poesía y el teatro fueron terrenos de expresión de una
extravagante imaginación, el gusto por el artificio retórico en cuanto a la forma
y la riqueza metafórica en cuanto a la imaginería. Típica de este periodo es, sin
duda, la poesía de Giambattista Marino, cuyo Adonis (1623) es una obra
maestra de virtuosidad literaria, por su análisis de lo universal del amor, al que
considera superior a la sensualidad, y por su exposición de las tendencias
amorosas de la naturaleza.

Gran parte de la creación literaria del barroco refleja trastornos espirituales.


Buenos ejemplos de ello lo constituyen las tragedias de Federigo della Valle,
cuya obra La reina de Escocia (1628), se centra en las luchas de la reina María
Estuardo. Del mismo modo, en muchas obras se deja sentir una profunda
insatisfacción vital, en especial con el orden social, como se puede comprobar
en los escritos del poeta, científico y filósofo Tommaso Campanella, autor de
ensayos muy críticos, que le costaron penas de prisión y destierro. El más
importante de sus libros, La ciudad del Sol (1623), escrito mientras estaba
encarcelado, es una utopía en la que describe un mundo igualitario regido por
un estricto orden legal.

4.2 Siglo XVIII

Hacia el final de siglo XVII, comenzó a perfilarse un movimiento cultural que


rechazaba la estética excesiva y afectada del barroco. Los principales
exponentes de este movimiento reformador pertenecieron a la sociedad
Arcadia, fundada en Roma en 1690. En conformidad con la simplicidad
asociada desde siempre a la palabra arcádico (habitante de la primitiva Arcadia,
considerada como el país de la felicidad), los escritores de este grupo se
inspiraron en las fuentes clásicas, especialmente en los poetas griegos que
cultivaron el género pastoril.

La más destacada de las figuras arcádicas fue el poeta y dramaturgo Pietro


Metastasio, que se convirtió en el poeta oficial de la corte de Viena, capital de
los emperadores de Austria. Fue sucesor de Apostolo Zeno, autor de dramas
teatrales y libretos de ópera, a la vez que pionero en la crítica literaria, por ser
cofundador de la publicación Giornale dei letterati d’Italia, la primera que se
especializó en tal actividad. Las obras teatrales de Metastasio, entre las que se
pueden citar Los jardines de las Hespérides y Semíramis reconocida, se
caracterizan por la melódica fluidez de sus argumentos, que las hicieron
apropiadas para ser adaptadas como libretos de óperas.

La influencia del grupo Arcadia se puede rastrear claramente en las comedias


de Carlo Goldoni, uno de los mejores autores teatrales de Italia, entre las
cuales se cuentan La posadera (1753), El abanico (1764) y Las riñas en

120
Chioggia (1762). El genio de Goldoni se hizo manifiesto, sobre todo, en su
habilidad para simplificar las situaciones dramáticas sin restarles interés, y en
su maestría y realismo en describir el medio social del que provenían sus
personajes a través de las cualidades que a éstos les atribuía.

Según la mayoría de los críticos literarios, Goldoni desarrolló su estilo de


escritura como reacción a la llamada Commedia dell'arte, que floreció entre los
siglos XVI y XVIII. La comedia del arte se basaba en situaciones cómicas
rutinarias e irreales, cuyas líneas principales eran creadas por los propios
actores de las compañías de teatro ambulantes. Los personajes eran siempre
los mismos, tipos fijos denominados “máscaras”, como Pantaleón, Arlequín y
Colombina. En cada representación, los actores improvisaban los diálogos a
partir de una línea de acción que habían trazado anteriormente. Quien mejor
supo utilizar este estilo fue Carlo Gozzi, opuesto al tipo de teatro más realista
creado por Goldoni. Gozzi adaptó para la escena una larga serie de cuentos
populares, de corte fantasioso y alegórico. Dos de sus obras sirvieron como
base para sendas óperas: El amor de las tres naranjas, del compositor ruso del
siglo XX Serguéi Prokófiev, y Turandot, del compositor italiano del XIX
Giacomo Puccini.

Bajo los aspectos científico y ético, la literatura italiana recibió, durante el


siglo XVIII, la influencia de las ideas del científico y filósofo francés del
siglo XVII René Descartes, así como la de los escritores de la ilustración
francesa del XVIII. El órgano principal de la vida intelectual italiana fue el
periódico milanés Il caffè (1764-1766). Entre las figuras más importantes de
este periodo ilustrado, la principal fue, sin duda, la del jurista Cesare Beccaria,
el cual, en su obra Los delitos y las penas (1764) abogó por un trato humano
hacia los presos y por la abolición de la pena de muerte.

Entre los poetas que reaccionaron de un modo más violento contra el exceso
de influencias procedentes de otros países, destacan Giuseppe Parini y Vittorio
Alfieri, que lucharon por crear un sentimiento de orgullo nacional y unidad
frente a la dominación extranjera. Parini es célebre por la sátira social que llevó
a cabo en el poema heroico-burlesco Il giorno (El día) publicado en varias
partes entre 1763 y 1801. En él ridiculizaba, utilizando una fina ironía, la
inmoralidad de la aristocracia, a la cual puso en evidencia al compararla con la
sobria frugalidad de las clases trabajadoras. Aunque su autor denostara las
influencias extranjeras, Il giorno no se libra de mantener un gran parecido con
textos de escritores franceses del momento, cuya indignación social creó el
escenario perfecto para la Revolución Francesa. En contraste con ellos, Parini
hizo gala de una mayor moderación en sus denuncias y de un gran respeto por
las tradiciones clásicas y por la Iglesia.

Alfieri, cuya autobiografía deja entrever una de las figuras más atormentadas y
románticas de la literatura de la época, pasó de una juventud ociosa como
miembro de la clase aristocrática a una madurez marcada por una frenética y
prolífica actividad creadora. Su máxima obsesión era la libertad, y atacar la
tiranía su objetivo principal, tanto a través de sus tratados como de sus poemas

121
líricos y tragedias, algunas de ellas muy conocidas. Excepto Saúl (1782),
Agamenón (1783) y Mirra (1784-1787), sus obras teatrales más difundidas,
como Filippo (1781), presentan un fuerte contenido político que brindó al autor
una amplia popularidad dentro del movimiento nacionalista, cuyo objetivo, librar
Italia de los invasores extranjeros, no se completaría hasta el siglo siguiente.

Entre las restantes figuras destacadas del siglo se encuentran el arqueólogo y


crítico literario Ludovico Antonio Muratori y el filósofo Giambattista Vico. La
figura de este último fue rescatada en nuestro siglo por la obra de Benedetto
Croce. En sus Principi di una scienza nuova conocido como Ciencia nueva
(1725, reelaborados en 1730 y 1744), Vico atacó el concepto cartesiano de
cuerpo y mente como entidades separadas, y propuso una concepción cíclica
de la historia, al tiempo que anticipó el interés de los románticos por el pasado.

5 SIGLO XIX

La liberación y la unificación del país había sido un anhelo constante de los


escritores italianos desde el siglo XIII. En esa época, el nacionalismo se
manifestó, entre otros modos, con la adopción del italiano como lengua literaria.
El anhelo de liberación recibió un gran estímulo con el triunfo de la Revolución
Francesa, que difundió una ola de encendido nacionalismo por toda Europa.
Desde comienzos del siglo XIX hasta 1870, momento en que las tropas de
Garibaldi tomaron los Estados Pontificios de Roma y expulsaron a los ejércitos
franceses que habían acudido en defensa del Papa, la influencia predominante
en la literatura del país fue el nacionalismo, en particular su versión italiana,
denominada Risorgimento.

5.1 Nacionalismo, romanticismo y clasicismo

La literatura italiana de comienzos del siglo XIX no estuvo marcada sólo por el
nacionalismo. Por entonces aún persistía el neoclasicismo proveniente del siglo
anterior, pero poco a poco fue dejando paso al romanticismo, movimiento
sumamente interesado en la historia y las tradiciones regionales, germen de los
distintos nacionalismos europeos que surgieron durante todo el siglo. La gran
influencia que sobre la cultura italiana tuvo la Revolución Francesa y el
posterior reinado de Napoleón I queda patente en la producción de Vincenzo
Monti, Ugo Foscolo y Carlo Porta. Las obras del primero reflejan la inestabilidad
de sus convicciones políticas. En sus comienzos fue contrario a la Revolución
Francesa, como evidencia su poema La basvilliana (1793), sobre el asesinato
del enviado francés Hugo Bassville. Más tarde, se convirtió en ardiente
defensor de la causa de Napoleón, al que ensalzó en una serie de poemas.
Aunque autor de gran talento, la crítica valora especialmente su traducción de
la Iliada del poeta griego Homero.

Ugo Foscolo tuvo una personalidad más estable que la de su contemporáneo


Monti. Fue militar y profesor durante la ocupación francesa de Italia y, al
regreso de los austriacos, se marchó a Inglaterra, donde pasó el resto de su
vida. La fama de Foscolo se forjó a través de una novela escrita en forma
122
epistolar, Últimas cartas de Jacopo Ortis (1798), que seguía la línea de El joven
Werther, obra del poeta y novelista alemán Johann Wolfgang von Goethe. La
novela del autor italiano se caracteriza por una mezcla de amor romántico y
ardiente patriotismo. Más adelante, este patriotismo dio paso a la resignada
contemplación de la antigua gloria de su país, en ese momento dividido y
ocupado por ejércitos extranjeros que mancillaban las antes esplendorosas
ciudades. Durante esta etapa escribió su obra maestra, Los sepulcros (1807).

El poeta Carlo Porta, que escribió en dialecto milanés, centró su obra en la


descripción de la miserable vida de la clase humilde durante la ocupación
francesa en tiempos de Napoleón. Así, en sus Poesías en dialecto milanés
(1821) condenó, aunque sin una excesiva virulencia, el papel del clero y la
nobleza.

Giacomo Leopardi ha sido considerado unánimemente como uno de los poetas


líricos más importantes de la literatura italiana. Retirado en su hogar, estudiaba
incesantemente y se convirtió en un erudito conocedor de los clásicos griegos y
romanos; tradujo obras de ese periodo y demostró un talento especial para la
poesía. Sus primeras composiciones, como los poemas “A Italia” y “Al pie del
monumento de Dante” fueron de carácter patriótico. Más adelante, un agudo
pesimismo se fue adueñando de sus poemas, que publicó bien sueltos bien
agrupados en colecciones. La primera edición completa de ellos, los Cantos,
apareció en 1831. Su pesimismo quedó plasmado también en numerosos
trabajos en prosa, como Opúsculos morales (1827) y Zibaldone (7 volúmenes
de publicación póstuma: 1898-1900), y en su voluminosa correspondencia. A
pesar de que nunca lo admitió, su introspección, su desolación y su nostalgia le
aproximan mucho al romanticismo, aunque, por otro lado, la pureza
aristocrática de su estilo y su frecuente recurso a fuentes clásicas le
emparentan con el neoclasicismo.

Entre los escritores políticos del Risorgimento destaca el patriota Giuseppe


Mazzini, autor que continúa resultando interesante aún hoy en día, y cuyas
actividades políticas le llevaron a sufrir la prisión y el destierro. Con el estadista
Camillo Cavour y el militar Giuseppe Garibaldi, forman la triada de los llamados
padres de la unificación italiana.

El nacionalismo, al agotarse, fue dando paso a dos corrientes muy distintas


dentro de la literatura italiana del siglo XIX. Por un lado, una corriente
regionalista, que exploraba la vida y costumbres provincianas y las presentaba
con un estilo realista, a menudo incluso en el dialecto de la zona. La segunda
corriente tomó su punto de referencia en la lucha contra el poder temporal del
papado. En efecto, los Estados Pontificios, controlados por Francia y utilizados
en su propio interés, eran los últimos que restaban para lograr la unidad total
de Italia. Así, el nacionalismo de esta segunda tendencia entró en oposición
directa con la Iglesia. Este enfrentamiento se resolvió diversamente entre los
autores, dependiendo de las inclinaciones personales de cada uno de ellos.
Mientras los más radicales expresaron su antagonismo con la Iglesia, los más

123
tradicionalistas retomaron los valores más limpios de los cristianos antiguos, y
otros incluso se reafirmaron, a pesar de todo, en su fe.

Entre los autores pertenecientes al último grupo, se debe considerar a


Alessandro Manzoni, autor de la obra maestra más famosa de la narrativa
italiana del siglo XIX, Los novios (1840-1842). Se trata básicamente de la
historia de dos enamorados de clase humilde en lucha contra la opresión y el
destino cruel, ambientada en la Italia del siglo XVII, bajo la dominación
española. Protegido por la distancia histórica, Manzoni pudo atacar y ridiculizar
la opresión extranjera, de todo tipo y periodo, aunque el paralelismo entre los
hechos descritos en la novela y la ocupación austriaca de Italia, periodo vivido
por el autor, resultó más que evidente. El mensaje universal de la obra, que le
ha valido el reconocimiento general, es la necesidad del ser humano de confiar
en la divina providencia y no en los planes humanos si se desea el verdadero
triunfo del bien sobre el mal. Sus Himnos sacros (1812-1813) pusieron en
evidencia la preocupación de Manzoni por la religión, que fue aumentando a lo
largo del tiempo hasta marcar por completo sus últimas obras, imbuidas de un
fuerte sentimiento piadoso. Antes, sin embargo, su fama se había extendido
por toda Europa, con ocasión de la oda El cinco de mayo que escribió a la
muerte de Napoleón, y que fue traducida al alemán por Goethe. Escribió,
asimismo, dos obras de teatro: El conde de Carmagnola (1820), centrada en la
figura de un condottiero (jefe militar mercenario), al servicio de alguno de los
distintos estados del renacimiento, y Adelchi (1822), sobre el heredero del
último rey de los lombardos. Ambas anticipaban los temas religiosos y
patrióticos de Los novios.

La prosa clara y directa de Manzoni no recurre al ornato, propio de la estética


neoclásica, que se puede encontrar en las obras de Foscolo y Monti. Su
búsqueda de un orden místico que rija la historia, su interés por la edad media
y su consciencia de la imperfección y limitación de la vida mortal lo sitúan más
próximo al romanticismo. De hecho, su Lettera sul romanticismo defiende este
movimiento en oposición a las convenciones del neoclasicismo.

Manzoni mantuvo, asimismo, una profunda preocupación por la lengua italiana.


A lo largo de los siglos, el vocabulario básico del italiano de Toscana había ido
incorporando términos y expresiones provenientes de otras regiones. Esto
había dado como resultado, según el autor, un abultado, confuso y repetitivo
vocabulario, de modo que abogó durante todo su periodo creativo por un
retorno a la lengua vernácula florentina, tal y como se hablaba entre las clases
cultas de la otrora cosmopolita ciudad-estado.

Hacia la mitad del siglo, la influencia de Manzoni y del romanticismo en general


sobre la cultura italiana provocó una violenta reacción, que se materializó en el
retorno a un clasicismo mucho más profundo que el practicado por Monti. Esta
reacción tuvo su principal representante en el poeta Giosuè Carducci, que en
sus obras alabó la antigua Roma y la esperanza de Italia unida. Toda su
producción fue una defensa de la estética y la mentalidad clásicas, opuestas
frontalmente al misticismo romántico y al sentimiento religioso católico. Fue

124
galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1906 por el conjunto de su
obra, entre la que destacan Levia gratia (1861-1877), Rimas nuevas (1861-
1887), Odas bárbaras (1877-1889) y Rima y ritmos (1898).

5.2 Verismo, realismo

La segunda mitad del siglo XIX estuvo marcada por la reacción de una parte de
los autores italianos contra los estilos neoclásico y, sobre todo, romántico,
centrados en el pasado y sus glorias. Los representantes de esta nueva
corriente, que rechaza la retórica y el poco realismo de los creadores de los
demás movimientos del siglo, defendieron la utilización de la lengua común y
un estilo de escritura sencillo, con argumentos basados en experiencias y
fenómenos observables en la realidad cotidiana. Los poetas exaltaron esta
realidad y la elevaron al rango de verdad. De esta concepción toma su nombre
el movimiento, verismo (de vero, ‘verdadero’).

El verismo otorgó una importancia hasta entonces desconocida a la poesía en


dialectos regionales. Si bien es cierto que antes se habían escrito obras
importantes en dialecto napolitano, como Lo cunto de li cunti (El cuento de los
cuentos), de Giambattista Basile, y en milanés, como las obras de Porta, los
escritores realistas hicieron de los dialectos un vehículo en la creación literaria.
Entre ellos hay uno de gran significación, Giuseppe Gioachino Belli, que
escribió en el dialecto de Roma más de 2.000 sonetos, en los cuales describe
al pueblo de Roma, sometido al descontrol reinante en la ciudad como
consecuencia de la mala administración papal.

En el movimiento verista hubo autores dedicados al teatro, a la narrativa y a la


poesía. Uno de los novelistas más destacados fue el siciliano Giovanni Verga,
que escribió obras como Los malavoglia (1881) y Maese don Gesualdo (1889).
Escribió también cuentos, entre ellos “Cavalleria rusticana”, que constituyó la
base del libreto de la famosa ópera homónima de Pietro Mascagni. En ellos,
como en el resto de su obra, Verga llevó a cabo descripciones realistas de la
vida humilde, y a veces miserable, de los campesinos de su isla natal, aunque
ése sea el telón de fondo para el desarrollo de historias de amor apasionadas y,
a veces, imposibles.

Contrario al verismo, pero influido por él, el poeta Giovanni Pascoli escribió
textos idílicos con evocaciones de la vida campesina al estilo de las Geórgicas
de Virgilio. Su neoclasicismo no contenía elementos anticatólicos sino que, por
el contrario, colocó a Dante como modelo por su espiritualidad religiosa. El
estilo de Pascoli se caracteriza por la abundante retórica de sus poemas y la
libertad en la métrica, que abrió el camino a la utilización del verso libre en la
literatura italiana. Otro autor que se opuso al realismo fue el poeta y novelista
Antonio Fogazzaro quien, a pesar de ser un católico convencido, estaba a favor
de las teorías sobre la evolución de Charles Darwin. En su obra El santo (1905),
expuso las formas de una actitud religiosa moderna que le valió la condena de
las autoridades de la Iglesia católica. Sus novelas defienden una salida de la
crisis moral de la época a través de una revolución social apoyada en los

125
avances de la ciencia. Entre ellas destacan Fantasma (1881), Daniele Cortis
(1885) y Piccolo mondo antico (1896), considerada como su mejor obra.

A lo largo de todo el siglo aparecieron numerosos escritores italianos que no


pueden clasificarse dentro de ninguno de los movimientos o tendencias
principales de la época. Edmondo de Amicis, por ejemplo, se hizo célebre por
sus novelas, sus libros de viajes y su trabajo como geógrafo. Una de sus obras
más interesante es Corazón (1886), el diario de un imaginario escolar italiano.
En Sobre el Océano (1889), Amicis narra el problema de la emigración italiana
hacia América, comparando el modo en que viajaban los pasajeros de primera
clase con las dolorosas escenas de los emigrantes hacinados en la última clase.
En 1891 Amicis se afilió al Partido Socialista. Su obra ha tenido una gran
influencia sentimental en América. Carlo Collodi, por otro lado, fue el autor del
libro para niños, Las aventuras de Pinocho (1883).

El crítico más influyente del siglo XIX italiano fue, sin duda, Francesco de
Sanctis, fundador de la crítica literaria contemporánea en su país. En obras
como La literatura italiana del siglo XIX (1897) y, en especial, Historia de la
literatura italiana (1871), aplicó con gran lucidez métodos sociológicos y
psicológicos a los análisis literarios.

6 SIGLO XX

La literatura italiana del siglo XX muestra una gran variedad de formas y temas.
Gran parte de ella refleja las experiencias de los años del fascismo, mientras
que, desde el final de la II Guerra Mundial, fue el realismo social el estilo
dominante durante años, hasta que fue sustituido por una corriente
profundamente introspectiva tanto en la poesía como en la prosa.

6.1 Escritores de transición entre el siglo XIX y el XX

Con el país definitivamente unido bajo una sola bandera, el intento de


expansión territorial hacia las colonias se convirtió en el objetivo primordial de
la política italiana en los años que marcaron el cambio de siglo. En la literatura,
una vez apagados los fervores nacionalistas, el interés de los autores se
desplazó desde los asuntos de tipo social a los de tipo individual. Los autores
más representativos de este cambio de siglo se agrupan según diferentes
concepciones estéticas.

El más importante de ellos y el que ejerció una influencia más duradera en los
ámbitos literarios no sólo italianos sino también europeos hasta bien entrado el
siglo fue Gabriele D’Annunzio. Guiado por su aspiración a convertirse en un
artista universal, al estilo de los del renacimiento, rompió con los esquemas del
neoclasicismo, del romanticismo y del realismo. Así, cultivó la poesía, el teatro
y la narrativa, y escribió, incluso, libretos de óperas y arengas patrióticas. Fue
un destacado militar y político que, además, cultivó la filosofía, influido por las
ideas de los filósofos alemanes Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche.
Algunas de sus mejores obras son los volúmenes de poemas titulados en su

126
conjunto Laudi (1903-1912), la novela El triunfo de la muerte (1894) y la obra
teatral La hija de Jorio (1904). Fue significativa su influencia entre la mayoritaria
y permanente inmigración italiana en el Río de la Plata.

Otra importante figura literaria de estos años de transición de un siglo a otro fue
Italo Svevo, escritor cuya obra no fue reconocida en vida. Años después, el
periodista y novelista francés Valéry Larbaud y el autor irlandés James Joyce
fueron los que llamaron la atención de la crítica italiana hacia este autor. La
fuerza de su trabajo, que residía en la profundidad y el realismo de sus
descripciones psicológicas, se puede admirar en obras como Una vida (1893),
Senilidad (1898) y La conciencia de Zeno (1923).

Entre las restantes personalidades literarias del cambio de siglo se pueden citar:
Guglielmo Ferrero, interesante historiador de la sociología y destacado opositor
al fascismo, cuya obra principal fue Grandeza y decadencia de Roma (1902-
1907); el filósofo Giovanni Gentile que, por el contrario, fue un convencido
defensor del fascismo a través de libros como Orígenes y doctrina del fascismo
(1929) y La filosofía del arte (1931); Matilde Serao, novelista que destaca por
sus profundos análisis psicológicos, patentes en El país de Jauja (1891) y La
bailarina (1899); y Grazia Deledda, premio Nobel en 1926, cuyas obras, entre
las que destacan Elias Portolú (1903) y La madre (1920), retratan de un modo
naturalista la vida rural en Cerdeña.

6.2 La literatura anterior a la II Guerra Mundial

Debido en parte a la influencia de corrientes foráneas, en la Italia de comienzos


del siglo XX se desarrollaron numerosos movimientos artísticos y literarios cuyo
principal nexo de unión era el común rechazo a la retórica y al lirismo en la
poesía. El más radical y duradero de ellos fue el futurismo. Su fundador, el
poeta Filippo Marinetti, contribuyó a desgarrar el lenguaje y dejarlo reducido a
sus esencias. Guiado por la principal de sus ideas estéticas, la de que la
literatura del naciente siglo debía reflejar el dinamismo de la industria y la vida
contemporáneas, abogó por el uso de un estilo de escritura que emulara la
velocidad y la tensión de las máquinas. Fue un activo defensor de la
intervención bélica de su país en la I Guerra Mundial y, más tarde, del fascismo.

El más importante de los pensadores de estos primeros años del siglo XX fue
el filósofo, crítico literario e historiador Benedetto Croce, cuya influencia se
extendió por Italia y por el resto del mundo. A través de su revista bimensual La
crítica (1903-1944), así como de sus obras literarias y filosóficas, desarrolló
ampliamente las teorías del filósofo italiano del siglo XVIII Giambattista Vico, e
insistió fundamentalmente en la importancia de la intuición en el arte y de la
libertad en el desarrollo de la civilización. Su idealismo estaba en oposición con
las tendencias del momento, fundamentalmente positivistas. Croce defendía el
concepto de intelectual comprometido con la vida pública, de ahí su toma de
postura, contraria al fascismo. Sistematizó su pensamiento concibiendo una
“filosofía del espíritu” que expuso en cuatro volúmenes dedicados,
respectivamente, a la estética, la lógica, la economía y la historia, y que

127
aparecieron entre 1902 y 1917. Su autobiografía, publicada en 1918, evidencia
su vida, espiritualmente rica y variada.

Además de La critica, hubo otras dos publicaciones periódicas que actuaron


como foro de diálogo de los autores italianos de comienzos de siglo. Una de
ellas, La voce (1908-1916), dirigido por Giuseppe Prezzolini, contribuyó
enormemente a modernizar la cultura italiana, difundiendo ideas procedentes
de Francia, Inglaterra y de toda América. Entre los colaboradores habituales de
La voce, destaca el pintor y escritor Ardengo Soffici y el filósofo y novelista
Giovanni Papini. La segunda de las publicaciones, Ronda (1919-1923), se
caracterizaba por una tendencia reaccionaria y una inspiración clásica. De su
entorno surgieron Antonio Baldini y Riccarco Bacchelli.

Una figura destacada de las tres primeras décadas del siglo XX fue el novelista
y autor teatral Luigi Pirandello, que recibió el Premio Nobel de Literatura en
1934. En sus obras de teatro introdujo elementos innovadores tendentes a
acercar al público la interpretación de los actores y establecer una relación más
directa entre ambos elementos de la escena. Muchas de sus obras teatrales
son dramatizaciones de antiguas historias populares y, por lo general, abordan
problemas filosóficos, como el relativismo y las personalidades múltiples, que el
autor siciliano pone al descubierto a través de su sutil habilidad para describir la
psicología de los personajes y de su chispeante ingenio. También abordó el
problema de la emigración en la época de Garibaldi. Sus obras teatrales más
famosas son: Seis personajes en busca de autor (1921), Enrique IV (1922), Así
es (si así os parece) de 1917 y Esta noche se improvisa (1930), mientras que
entre sus novelas destacan títulos como El difunto Matías Pascal (1904).

El triunfo del fascismo, con la consiguiente toma del poder por parte de Benito
Mussolini, afectó negativamente a la hasta entonces rica vida literaria italiana.
El fascismo fracasó a la hora de crear un tipo de literatura acorde con los
principios del régimen en el poder. Los autores más destacados reaccionaron
de diferentes modos ante las restrictivas condiciones intelectuales y la
limitación de la libertad contenida en la ideología fascista. Muchos de ellos
defendieron abiertamente posturas contrarias al régimen. Este fue el caso de
Giuseppe Antonio Borghese, que describió la situación de su país en una
novela, Goliath, la marcha del fascismo (1937), escrita en inglés y que no fue
traducida al italiano hasta diez años después. Del mismo modo, el novelista
Ignazio Silone sufrió la censura, se exilió de su país y obtuvo reconocimiento
internacional por novelas como Fontamara (1930) y Pan y vino (1936).
Benedetto Croce fue obligado a cesar en sus actividades durante el tiempo que
duró la etapa fascista, mientras que el periodista y diplomático Curzio Suckert,
que escribió bajo el seudónimo de Curzio Malaparte, comenzó trabajando para
el Gobierno, en su cargo de alto funcionario, pero acabó renegando de
Mussolini. Así, su obra más poderosa, Kaputt (1944), describe la degeneración
moral y cultural de la Europa dominada por el fascismo.

6.3 Literatura posterior a la II Guerra Mundial

128
Después de la II Guerra Mundial, una gran cantidad de autores italianos
alcanzó fama universal.

6.3.1 Poesía

Giuseppe Ungaretti, que ocupa, junto a Eugenio Montale, un lugar preeminente


dentro de la literatura europea del siglo XX, publicó un primer libro de poemas,
El puerto sepultado (1916), que marcó un resurgimiento de la poesía italiana.
Sus obras, caracterizadas por un sorprendente uso del vocabulario y por una
gran habilidad para crear vívidas imágenes de inusual intensidad lírica, fueron
recopiladas en un solo volumen titulado La vida de un hombre (1942-1961),
que contiene, entre otros, los poemas de los libros Alegría de naufragios (1919),
Sentimiento del tiempo (1933) y La tierra prometida (1950).

Los poemas más importantes de Eugenio Montale, en cambio, se encuentran


reunidos en tres volúmenes titulados respectivamente Huesos de sepia (1925),
Las ocasiones (1939) y El vendaval y otras cosas (1956). Su lírica, por la que
obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1975, resulta a veces extremadamente
concisa y hermética y contiene una ácida e inteligente crítica de la vida que, en
ocasiones, la tiñe de pesimismo.

Salvatore Quasimodo es otro de los poetas destacados de estos años. Sus


obras, entre las que se cuentan Y enseguida anochece (1942), Día (1942), La
vida no es sueño (1949) y Dar y tener (1966), revelan una apasionada y lírica
conciencia de la condición trágica de nuestra época. En 1959 fue galardonado
con el Premio Nobel de Literatura.

6.3.2 Narrativa

Pocos años después del final de la guerra apareció en Italia un nuevo tipo de
realismo ligado, en especial, al cine, que atravesó un periodo de creatividad
antes desconocido, hasta el punto de que empujó a la crítica a acuñar un
término nuevo para describirlo: neorrealismo. Entre las figuras literarias que se
adscribieron a ese importante movimiento se encuentran Carlo Levi, que
expuso los sufrimientos de los campesinos de sur de Italia en su conocida
novela Cristo se detuvo en Éboli (1946); Elio Vittorini, autor de Conversaciones
en Sicilia (1938-1939); y Vasco Pratolini, que escribió Crónicas de pobres
amantes (1947). Otras destacadas personalidades de las letras de este periodo
fueron Mario Soldati, conocido por su obra Cartas de Capri (1954); el poeta,
ensayista y narrador Cesare Pavese, autor de Entre mujeres solas (1949), El
diablo entre las colinas (1949) y La luna y las fogatas (1950); y Vitaliano
Brancati, agudo crítico de la sociedad siciliana, como dejó patente en El bello
Antonio (1949). Hubo, además una novela aclamada unánimemente y que dio
origen a la película dirigida por Lucchino Visconti con el mismo título, El
gatopardo. Escrita en 1958 por Giuseppe Tomasi di Lampedusa, se desarrolla
en la Sicilia rural, desde el desembarco de las tropas garibaldinas hasta el final
del siglo XIX.

129
Alberto Moravia es, quizá, junto a Pirandello, el escritor italiano moderno más
conocido. Autor de novelas y relatos cortos en los que narra situaciones
humanas contemporáneas, escribió en una prosa realista e impactante sobre
los dilemas morales de hombres y mujeres atrapados en situaciones
complicadas tanto social como emocionalmente. Su obra más conocida es La
ciociara (La campesina, 1957), la historia de una madre y una hija en la Italia
desgarrada por la guerra, llevada al cine por Vittorio de Sica e interpretada por
Sofía Loren. Otro filme exitoso de Vittorio de Sica se basó en la novela de
Giorgio Bassani, escrita en 1962, El jardín de los Finzi-Contini, que narra los
avatares de una familia judía de Ferrara, ciudad natal del autor, durante los
años del fascismo. Otro de los novelistas más destacables de la posguerra,
Dino Buzzatti, escribió textos alegóricos entre los cuales destacan la novela El
desierto de los tártaros (1940) y la obra teatral Un caso clínico (1953). Elsa
Morante, cuya narrativa contiene elementos épicos y místicos, fue la autora de
Mentira y sortilegio (1948), la vida de una familia del sur de Italia, y de La
historia (1974), que describe la odisea de una pequeña familia formada por una
madre asustada, un muchacho y un niño en la Roma de la II Guerra Mundial.
Natalia Ginzburg, poeta y novelista, se ganó el reconocimiento de la crítica por
su sensible aproximación a las mujeres y los niños de la Italia de su tiempo,
relegados a papeles estereotipados dentro de las familias; entre sus obras
destacan Las voces de la noche (1961) y Léxico familiar (1967). Primo Levi
ejerció la profesión de químico y comenzó a dedicarse por completo a la
literatura a partir de 1977. Además de las memorias de su estancia como
prisionero en el campo de concentración nazi de Auschwitz durante la guerra,
escribió El sistema periódico (1975), un conjunto de ensayos autobiográficos en
los que utilizaba la química como metáfora de la vida. Umberto Eco, profesor
de semiótica en la universidad de Bolonia, aunó sus estudios de semiótica con
un apasionado interés por la historia en novelas como El nombre de la rosa
(1980), una narración detectivesca ambientada en una abadía medieval que se
hizo famosísima en todo el mundo. Italo Calvino, autor de El barón rampante
(1957) y Las cosmicómicas (1965), alcanzó también gran popularidad con sus
últimas obras, Si una noche de invierno un viajero (1979) y Palomar (1983). La
idea central de esta novela es que cualquier intento por comprender la
situación del ser humano está condenado al fracaso. Leonardo Sciascia
escribió en 1977 una versión contemporánea de Cándido, la obra satírica de
Voltaire, que Sciascia convierte en la historia de un huérfano siciliano
rechazado por el mundo.

La búsqueda experimental de la década de 1950 y la experiencia de la


neovanguardia (que de algún modo encontró expresión en el cambio marcado
por mayo de 1968) registran algunas etapas importantes: el experimentalismo
de revistas como Officina(1955-1958), con Francesco Leonetti, Pier Paolo
Pasolini, Roberto Roversi, Franco Fortini, Angelo Romanò, Gianni Scalia, e Il
Menabò (1959-1967), con Vittorini y Calvino; la neovanguardia del Grupo del 63,
que se proponía redefinir la relación entre literatura y público; Pier Paolo
Pasolini, poeta, narrador y cineasta, que estudió y elaboró los compromisos
lingüísticos –propios del neorrealismo- entre lengua y dialecto; Franco Fortini,
poeta y ensayista; el experimentalismo expresionista de Giovanni Testori y de

130
Stefano D´Arrigo (1919); la prosa de Antonio Pizzuto, en la cual se pone en
entredicho el proceso narrativo; el caso singular de Luigi Meneghello; la
escritura de vanguardia de Edoardo Sanguineti; los poetas-prosistas de la
neovanguardia Elio Pagliarani, Alfredo Giuliani, Antonio Porta, Nanni Balestrini;
las provocadoras ficciones de Giorgio Manganelli; y los inagotables artificios de
Alberto Arbasino.

En cuanto a la lírica, la situación es rica y compleja: coexisten una línea en la


que prevalece un vínculo más directo con las cosas y un lenguaje más
tradicional y una línea más moderna y de tendencia hermética, que tiene sus
modelos en Ungaretti y Montale. A la primera pertenecen poetas como Carlo
Betocchi (1899-1986); Sandro Penna y su naturalidad en el tratamiento de las
relaciones homosexuales; Attilio Bertolucci; Giorgio Caproni y, de algún modo,
Giovanni Giudici. A la segunda, poetas como Mario Luzi y Vittorio Sereni.

Luciano Anceschi ha señalado también una “línea lombarda”, que comprende a


poetas ligados a Milán y que se inician en la posguerra, como Giorgio Orelli,
Nelo Risi, Luciano Erba, Bartolo Cattafi. En la misma tendencia se han incluido
poetas más jóvenes como Giancarlo Majorino, Giovanni Raboni, Tiziano Rossi
y Maurizio Cucchi. Entre las figuras más importantes de la poesía dialectal
figuran Ignazio Buttitta y Tonino Guerra.

6.3.3 Después de 1968

En las últimas décadas se ha delineado una situación cultural en la que se han


saturado las manifestaciones de lo moderno en las sociedades industriales
avanzadas y en la que la realidad se elabora a través de procedimientos
dispersos y poco controlables. Para definir esta situación se habla de
posmodernismo. Un escritor estructuralmente posmoderno, incluso por su
virtuosismo intelectual, es Umberto Eco. Otros viven lo posmoderno con una
actitud mental de resistencia: entre ellos, Paolo Volponi con su racionalidad y
Luigi Malerba con un registro satírico-grotesco. Existen poetas como Andrea
Zanzotto (19219, con su sorprendente experimentalismo; Giovanni Giudici y la
tensión moral; Amelia Rosselli y la atención obstinada que dedica al lenguaje;
Franco Loi y la poesía dialectal.

Las mejores obras pertenecen a escritores no tan jóvenes como Gesualdo


Bufalino (1920-1996), Vincenzo Consolo, Sebastiano Vassalli y Antonio
Tabucchi en la prosa; algunos nombres de la “línea lombarda” (Raboni, Rossi,
Cucchi), Cesare Viviani (1947), Valentino Zeichen (1938), Alda Merini y Vivian
Lamarque, en la poesía. Entre los más recientes narradores figuran Pier Vittorio
Tondelli, Stefano Benni, Daniele Del Giudice, Aldo Busi, Andrea De Carlo,
Alessandro Baricco, Susanna Tamaro. Entre los poetas, Valerio Magrelli (1957).

131
Umberto Eco
Umberto Eco (1932- ), escritor y profesor universitario italiano mundialmente
conocido por su novela El nombre de la rosa.

Eco nació en Turín el 5 de enero de 1932. Después de estudiar en la


universidad de esa ciudad, trabajó para la RAI (Radio Audizione Italiana) desde
1954 hasta 1959, y fue profesor de Estética en Turín, entre 1956 y 1964. Más
tarde, dio clases en la Universidad de Milán durante dos años, antes de
convertirse en profesor de Comunicación visual, en Florencia en 1966. Durante
esos años publicó sus importantes estudios Obra abierta (1962) y La estructura
ausente (1968).

Entre los años 1969 y 1971 dio clases en la Universidad Politécnica de Milán, y
en 1971 pasó a ser profesor de Semiótica en Bolonia. Al mismo tiempo que sus
trabajos teóricos sobre el análisis de los signos y los significados han influido y
creado escuela en círculos académicos, Eco se ha hecho popular a través de
dos novelas, El nombre de la rosa (1980), una historia detectivesca con la
intriga de la novela policiaca, que se desarrolla en un monasterio en el año
1327, y El péndulo de Foucault (1988), una fantasía acerca de una
conspiración secreta de sabios. Ambas novelas se basan en los amplios
conocimientos que Eco ha ido adquiriendo sobre filosofía y literatura. El nombre
de la rosa fue adaptada para el cine (1986) por el director francés Jean-
Jacques Annaud. Volvió a la narrativa con La isla del día antes (1995) y, en
1998, publicó Kant y el ornitorrinco, un texto a caballo entre el ensayo filosófico
y la novela. En 2001 publicó la novela Baudolino, con la que volvía a la edad
media, en esta ocasión a la corte del emperador Federico I Barbarroja. Su más
reciente publicación es la colección de ensayos Sobre literatura (2003).

En 2000 fue distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y


Humanidades.

Antonio Gramsci
Antonio Gramsci (1891-1937), pensador y político italiano y uno de los
fundadores del Partido Comunista Italiano.

Gramsci nació en Cerdeña en el seno de una familia muy humilde. Inició sus
estudios superiores en la Universidad de Turín en 1911, pero la abandonó en
1914 debido a un problema crónico de salud. Comenzó a trabajar como
periodista en Avanti! (¡Adelante!), un periódico del partido socialista, en 1916, y
poco después fundó otro diario, en colaboración con Palmiro Togliatti y otros
compañeros, llamado Ordine Nuovo (Órden Nuevo) en 1919. Tomó parte en el

132
movimiento de Consejos de Fábricas que intentó sin éxito desafiar a Fiat y
otras compañías de Turín y sus alrededores durante 1920. Fue uno de los
fundadores del Partido Comunista Italiano (PCI), formado en enero de 1921 en
el Congreso de Livorno, y trabajó para la Komintern (la III Internacional
comunista) en Moscú y Viena, pero regresó a Italia en 1924 para unirse a la
oposición parlamentaria enfrentada a la dictadura de Benito Mussolini. Fue
arrestado en 1926 y encarcelado en 1928. Falleció el 27 de abril de 1937 en el
hospital de una prisión de Roma.

La influencia del pensamiento de Gramsci ha continuado gracias a obras como


Cuadernos de la prisión, publicada por primera vez entre 1948 y 1951. Su
análisis de las dificultades que se plantean en las sociedades avanzadas y
cambiantes, en las que la clase gobernante ejerce no sólo el poder militar y
político sino también la hegemonía intelectual y cultural, atrajo la atención de
Jean Paul Sartre, Louis Althusser y otros pensadores marxistas, algunos de los
cuales criticaron su actitud revolucionaria.

Literatura ecuatoriana
1 INTRODUCCIÓN

Literatura ecuatoriana, literatura propia de la República del Ecuador.

Podemos considerar que la literatura ecuatoriana se inicia en el ámbito


prehispánico con la cultura de la civilización incaica, cuyos dominios alcanzaron
el actual territorio de Ecuador (véase Reino de Quito). Durante la colonia
surgieron los primeros poetas dignos de mención: en el siglo XVII destacó
Jacinto de Evia (1629-?) y en el XVIII Juan Bautista Aguirre (1725-1786). En
esa misma época sobresalen el narrador y político Francisco Eugenio de Santa
Cruz y Espejo, buen representante de las inquietudes renovadoras que
mostraban los intelectuales en la segunda mitad del siglo XVIII, como
demuestran los diálogos que tituló Nuevo Luciano o despertador de ingenios
(1779), y Juan de Velasco (1727-1792) con su Historia del Reino de Quito
(1789).

2 EL SIGLO XIX

En el primer tercio del siglo, marcado por las luchas por la independencia, hay
que mencionar al poeta José Joaquín Olmedo con La victoria de Junín (1825) y
Oda al general Flores, vencedor de Miñarica (1835). En el ensayo destacaría
después Juan Montalvo, notable prosista, clásico y casticista, y figura relevante
del catolicismo liberal y democrático. El romanticismo contó también con la
poesía de Numa Pompilio Llona (1832-1907) y, sobre todo, con la novela
Cumandá o un drama entre salvajes (1879), con la que Juan León Mera ofreció
una muestra destacada de literatura indigenista.

133
3 EL SIGLO XX

Con A la costa (1904), Luis A. Martínez (1869-1909) realizó el primer análisis


realista de la sociedad ecuatoriana, pero sólo al final de la década de 1920 la
narrativa ofreció una verdadera riqueza. Pablo Palacio fue el mejor
representante de la orientación vanguardista, pronto desplazada por el crudo
realismo de los escritores de la década de 1930. En esta época sobresalió el
grupo de Guayaquil, integrado por Demetrio Aguilera Malta, José de la Cuadra,
Alfredo Pareja Diezcanseco (1908- ), Joaquín Gallegos Lara (1911-1944) y
Enrique Gil Gilbert (1912-1973), a los que después se unió Adalberto Ortiz
(1914- ). También en la Sierra aparecieron novelistas, entre los que destacó
Jorge Icaza con su alegato indigenista y su indagación en la identidad nacional.
Ninguna promoción posterior alcanzó relieve semejante, aunque la narrativa
ecuatoriana se ha ido enriqueciendo con las aportaciones sucesivas de
escritores notables, como Pedro Jorge Vera (1914- ), Alfonso Barrera Valverde
(1925- ), Miguel Donoso Pareja (1941- ), Iván Egüez (1944- ), Abdón Ubidia
(1944- ) y Eliecer Cárdenas (1950- ), entre otros.

Con la obra de Arturo Borja (1892-1912), Medardo Ángel Silva y otros poetas,
el modernismo se afianzó tardíamente en el país. Después llegaron las
manifestaciones casi siempre moderadas de las vanguardias, representadas
sobre todo por Hugo Mayo (1898-1988), Jorge Carrera Andrade y Gonzalo
Escudero (1903-1971), hasta que los integrantes del grupo Madrugada (1944),
como César Dávila Andrade (1918-1967) y Jorge Enrique Adoum, conjugaron
las preocupaciones sociales con la exaltación de la tierra americana, antes de
buscar otras soluciones para expresar sus inquietudes existenciales más
íntimas. Los poetas posteriores prefirieron esta última opción, que ofreció
numerosos matices en las creaciones de Efraín Jara (1926- ), Jacinto Cordero
(1929- ), Francisco Granizo (1928- ) y Euler Granda (1935- ). Con Ileana
Espinel (1933- ) y Fernando Cazón (1935- ) la poesía se enriqueció de
escepticismo, mientras las preocupaciones sociopolíticas impulsadas por la
Revolución Cubana determinaban en buena medida la obra de los Tzántzicos,
como Ulises Estrella (1939- ) y Raúl Arias (1944- ), entre otros. Rubén Astudillo
(1938- ), Ana María Iza (1941- ), Bruno Sáenz (1944- ), Iván Carvajal (1948- ) y
Sara Vanegas (1950- ) son también poetas notables.

Gonzalo Zaldumbide (1884-1965) y Benjamín Carrión han sido ensayistas


destacados. Demetrio Aguilera Malta, Francisco Tobar García (1928- ) y José
Martínez Queirolo (1931- ) sobresalen entre los dramaturgos.

134
Premios Nobel: España y
Latinoamérica
1 INTRODUCCIÓN

Premios Nobel (España y Latinoamérica)

2 JOSÉ ECHEGARAY Y EIZAGUIRRE

Premio Nobel de Literatura de 1904, compartido con Frédéric Mistral. Nació en


Madrid (España) en 1832. Ingeniero, profesor de la Escuela de Caminos y
catedrático de Física Matemática de la Universidad de Madrid. Firmó con
Cristino Martos, Nicolás Salmerón y otros prohombres el Manifiesto del 1 de
abril de 1860 del que surgió el Partido Republicano Progresista. Tras la
revolución de 1868, fue diputado, director de Obras Públicas y ministro de
Fomento y de Hacienda. Desempeñando esta última cartera, estrenó en 1874
su primera obra, El libro talonario. Cuando Martos reconoció a la monarquía,
Echegaray se alejó de la vida política a la que sólo retornaría en la vejez. En
1890 leyó su discurso de ingreso en la Academia Española, al que respondió
Emilio Castelar. La Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la
que llegó a ser presidente, estableció en su honor el Premio Echegaray, que le
otorgó en 1907. Entre sus obras científicas: Cálculo de variaciones, Teorías
modernas de la Física, Ciencia popular, Problemas de Geometría, Problemas
de Analítica e Introducción a la Geometría Superior. Entre sus obras
dramáticas más aplaudidas entonces: La esposa del vengador, En el seno de
la muerte, Mancha que limpia, O locura o santidad, El gran galeoto, Conflicto
entre dos deberes y A fuerza de arrastrarse. Murió en Madrid en 1916.

3 SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL

Premio Nobel de Medicina de 1906 compartido con Camillo Golgi, por el


establecimiento de la neurona o célula nerviosa como unidad básica de la
estructura nerviosa. Nació el 1 de mayo de 1852 en Petilla de Aragón (Navarra,
España). Médico de la Sanidad militar, fue destinado a Cuba con el grado de
capitán. Nombrado en 1879 director de los Museos Anatómicos de la
Universidad de Zaragoza fue profesor de las universidades de Valencia (1883),
Barcelona (1887) y Madrid (1892). Miembro de las academias de Medicina, de
Ciencias y de la Lengua, no llegó a leer su discurso en esta última. Doctor
honoris causa por las universidades de Würzburgo, Cambridge, Clark, Oslo,
Lovaina, Dorpat y París. Miembro honorario de las academias de Ciencias de
Budapest, Bruselas y Lieja y de Medicina de Viena; medalla Helmholtz de la
Academia de Ciencias de Berlín, premio Moscú concedido por el Congreso
Internacional de Medicina de 1903 y medalla Echegaray otorgada por la
Academia de Ciencias de Madrid. Presidente de la Junta para Ampliación de
Estudios e Investigaciones Científicas. Director y fundador del Laboratorio de
Investigaciones Biológicas. En su honor fundó el Estado el Instituto Cajal. En el

135
parque del Retiro de Madrid se le erigió un monumento, obra de Victorio Macho.
Sus investigaciones biológicas y sus nuevos métodos de impregnación
determinaron un avance decisivo en el conocimiento de la estructura del
sistema nervioso. Demostró la individualidad de la célula nerviosa, en contra de
la interpretación reticular que predominaba hasta sus trabajos, y su
significación funcional como entidad constitutiva del sistema nervioso.
Basándose en sus indagaciones, Waldeyer le dio el nombre de neurona. Sus
investigaciones abarcaron los más diversos temas histológicos, no sólo de
vertebrados sino también de algunos invertebrados, como sus estudios sobre la
retina de los cefalópodos. Cultivó también el cuento y el ensayo, efectuó
indagaciones acerca de la fotografía en colores y se distinguió por su maestría
en el dibujo científico. Entre sus obras: Reglas y consejos para la investigación
biológica: tónicos de la voluntad, Algunos detalles más sobre la anatomía del
puente de Varolio, Estructura del cono terminal de la médula espinal, Red
superficial de las células nerviosas centrales, Histología del sistema nervioso
del hombre y de los vertebrados, La regeneración de los nervios, Histología y
técnica micrográfica, Manual de anatomía patológica general seguido de un
resumen de microscopia aplicada a la histología y bacteriología patológicas,
Elementos de Histología normal y de técnica micrográfica, Textura del sistema
nervioso del hombre y los vertebrados, La fotografía de los colores,
fundamentos científicos y reglas prácticas, Estudios sobre la degeneración y
regeneración del sistema nervioso, Recuerdos de mi vida, Charlas de café, El
mundo visto a los ochenta años y Cuentos de vacaciones. Murió el 17 de
octubre de 1934 en Madrid.

4 JACINTO BENAVENTE Y MARTÍNEZ

Premio Nobel de Literatura de 1922. Nació en Madrid (España) el 12 de agosto


de 1866. Hijo del conocido pediatra Mariano Benavente. Director de Vida
Literaria y colaborador de La Ilustración Española y El Imparcial. Académico de
la Lengua desde 1912 (las dos terceras partes de los miembros de la Real
Academia firmaron su candidatura al Nobel), diputado en 1918 y en 1947
presidente de honor de la Confederación Internacional de Sociedades de
Autores y Compositores. Escribió unas 130 obras dramáticas, entre las que
destacan: El nido ajeno, La Malquerida, Los intereses creados, La noche del
sábado, Gente conocida, Campo de armiño, Rosas de otoño, Señora ama,
Pepa Doncel, Los andrajos de la púrpura, La fuerza bruta, La ciudad alegre y
confiada, La mariposa que voló sobre el mar, Vidas cruzadas, Alfilerazos, No
quiero, no quiero, La escuela de las princesas, Para el cielo y los altares, Santa
Rusia, Al fin mujer, Nieve en mayo, La ciudad doliente, Titania, La infanzona,
Abdicación, Adoración, Al amor hay que mandarlo al colegio, Su amante
esposa, Mater Imperatrix, El lebrel del cielo, Servir, El alfiler en la boca, Hijos,
padres de sus padres y El marido de bronce (estas dos últimas estrenadas en
el año de su muerte). Autor además de Versos, Cartas de mujeres y Palabras,
palabras, palabras. Murió el 14 de julio de 1954 en Galapagar (Madrid).

5 CARLOS SAAVEDRA LAMAS

136
Premio Nobel de la Paz de 1936 por su intervención en la conclusión de la
guerra del Chaco. Nació en Buenos Aires (Argentina) el 1 de noviembre de
1878. Profesor en las Universidades de La Plata y Buenos Aires y rector de
esta última (1941-1943). Diputado nacional. Ministro de Justicia e Instrucción
Pública (1915) y de Relaciones Exteriores y Culto (1932-1938). Miembro de la
Corte Permanente de Arbitraje de La Haya. Autor de Tratados internacionales
de tipo social, Economía colonial, La crisis de la codificación y la doctrina
argentina de Derecho Internacional, Los tratados de arbitraje, El derecho de
asilo, Por la paz de las Américas y Vida Internacional. Murió en Buenos Aires el
5 de mayo de 1959.

6 GABRIELA MISTRAL

Premio Nobel de Literatura de 1945. Seudónimo (al parecer por su admiración


hacia Gabriel D’Annunzio y Frédéric Mistral) de Lucila Godoy Alcayaga. Nació
el 7 de abril de 1889 en Vicuña (Coquimbo, Chile). Con los Sonetos de la
muerte ganó en 1915 su primer premio literario. De ella dijo Federico de Onís:
“en todo lo que hace muestra una natural superioridad, en todo lo que toca deja
profunda huella”. Maestra de instrucción primaria a los 15 años, directora de
centros escolares, profesora de la Universidad de Santiago y en instituciones
de Estados Unidos, colaboró con José Vasconcelos en la reorganización de la
educación pública en México y fue representante consular de su país en Madrid,
Lisboa, Petrópolis (Brasil) y Los Angeles. Autora de Desolación, Ternura, Tala,
Canciones de cuna; Rondas para niños y Lectura para mujeres (prosa). En el
libro Desolación figura el poema titulado Dolor, escrito tras el suicidio de su
amado, tragedia por la que nunca quiso casarse. Murió el 10 de enero de 1957
en Hempstead, Nueva York.

7 BERNARDO ALBERTO HOUSSAY

Premio Nobel de Medicina de 1947 por su estudio de la glándula pituitaria,


compartido con los norteamericanos Carl F. Cori y Gerty T. Cori. Nació en
Buenos Aires (Argentina) el 10 de abril de 1887. Profesor de Fisiología de la
Facultad de Agronomía y Veterinaria de Buenos Aires (1910-1919), jefe del
Laboratorio del Instituto Bacteriológico del Departamento Nacional de Higiene
(1915-1919), profesor de Fisiología de la facultad de Medicina de Buenos Aires,
miembro del Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires (1932-33),
presidente de la Asociación argentina para el Progreso de las Ciencias y de la
Sociedad Biológica Argentina. Se ha dado el nombre de Fenómeno de
Houssay a la hipoglucemia y excesiva sensibilidad a la insulina, producidas por
ablación de la hipófisis. Murió en Buenos Aires el 21 de septiembre de 1971.

8 JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Premio Nobel de Literatura de 1956. Nació en Moguer (Huelva, España) el 24


de diciembre de 1881. Estudio Derecho en Sevilla y en 1900 publicó en Madrid
sus dos primeros libros, Almas de violeta y Nínfeas (impresos en violeta y

137
verde respectivamente, tanto irritaron al poeta en sus últimos años que
destruyó cuantos ejemplares pudo encontrar). Influido en un principio por el
simbolismo francés y el modernismo. Otras obras poéticas: Rimas (1902),
Sonetos espirituales (1917), Diario de un poeta recién casado (de 1917 y
reeditado en 1948 como Diario de poeta y mar. Esa obra marcó la transición a
lo que llamó la poesía desnuda, sin métrica formal y de una naturaleza más
pura), Criatura afortunada, Sitio perpetuo, Flor que vuelve, Pájaro fiel, Estrofa,
Arias tristes, Jardines lejanos (muy influido por su amigo Rubén Darío), Elegías
puras, Elegías intermedias, Elegías lamentables, La soledad sonora,
Pastorales, Melancolía, Laberinto, Estío, Eternidades, Piedra y cielo, Segunda
antología poética, Poesía, Belleza, Canción y Romances de Coral Gables. En
prosa y verso: Poesía en prosa y verso, La estación total con las canciones de
la nueva luz y Animal de fondo. En prosa: Platero y yo y Españoles de tres
mundos. En 1916 casó con Zenobia Camprubí Aymar, traductora al español de
Rabindranath Tagore. Murió el 29 de mayo de 1958 en San Juan de Puerto
Rico, en donde se exilió por propia voluntad tras la Guerra Civil española.

9 SEVERO OCHOA

Premio Nobel de Medicina de 1959, compartido con Arthur Kornberg por sus
“descubrimientos del mecanismo en la síntesis biológica de los ácidos
ribonucleico y desoxirribonucleico”. Nació en Luarca (Asturias, España) el 24
de septiembre de 1905. Estudió Bioquímica y la fisiología del músculo en la
Universidad de Heidelberg (1930-31) con Otto Meyerhoff y dirigió la sección de
Fisiología del Instituto de Investigaciones Médicas de la Universidad de Madrid
(1935). Abandonó España durante la Guerra Civil y en Oxford (1938-41)
investigó la función en el cuerpo de la tiamina. Se trasladó después a Estados
Unidos, obteniendo carta de naturalización en 1956. Profesor y director del
Departamento de Farmacología de la facultad de Medicina de la Universidad de
Nueva York (1946) y del Departamento de Bioquímica (1952), fue uno de los
primeros en mostrar que la energía creada por la desintegración de los
alimentos es almacenada y empleada a través de compuestos de fosfatos ricos
en energía. En 1955, por medio de una enzima de la bacteria Azotobacter
vinelandii, sintetizó el ácido ribonucleico, sustancia de importancia radical en la
construcción de proteínas por parte de la célula. Presidente de la Unión
Internacional de Bioquímica y de la Sociedad Española de Bioquímica. Director
de dos grupos de investigación de biosíntesis de proteínas en el Instituto de
Biología Molecular de Madrid y en el Roche Institute of Molecular Biology.
Murió en Madrid en 1995.

10 MIGUEL ANGEL ASTURIAS

Premio Nobel de Literatura de 1967. Nació el 19 de octubre de 1899 en ciudad


de Guatemala. En 1923, tras licenciarse en Derecho en Guatemala, comenzó a
estudiar etnología en la Sorbona (París) y militó en el surrealismo, influido por
André Breton. Al regresar a Guatemala fundó una revista radiofónica, El diario
del aire, e inició su obra poética con Sonetos (1936). En 1946 empezó a

138
desempeñar diversos puestos diplomáticos en América Central y meridional y
desde 1966 (año en que le fue otorgado el Premio Lenin) hasta 1970 fue
embajador en París. Escribió en verso: Rayito de estrella, Émulo Lipolidón y
Alclasán. En prosa: Leyendas de Guatemala (la vida y la cultura de los mayas
precolombinos) y la novela El señor presidente (1947), una denuncia del
dictador Manuel Estrada Cabrera. En Hombres de maíz (1949) describe la
condición penosa y en apariencia irreversible del campesino indio. Expuso la
explotación de las plantaciones bananeras en la trilogía compuesta por las
novelas Viento Fuerte (1950), El Papa Verde (1954) y Los ojos de los
enterrados (Buenos Aires, 1962). Murió en Madrid el 9 de junio de 1974.

11 LUIS FEDERICO LELOIR

Premio Nobel de Química de 1970 por sus investigaciones sobre los procesos
en los que azúcares complejos se desintegran en hidratos de carbono más
simples. Nació el 6 de septiembre de 1906 en París (Francia). Tras haber
trabajado en el Instituto de Fisiología de la Universidad de Buenos Aires (1934-
1935), pasó un año en el Laboratorio de Bioquímica de la Universidad de
Cambridge y en 1937 retornó al Instituto de Fisiología en donde acometió
investigaciones sobre la oxidación de ácidos grasos. En 1947 obtuvo
financiación para crear el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos
Aires, en donde estudió la elaboración de la lactosa y llegó al descubrimiento
de los nucleótidos del azúcar, elementos claves en los procesos naturales de la
síntesis de los hidratos de carbono. Sintetizó también el glucógeno y demostró
que este importante azúcar no puede ser creado en el cuerpo sin ciertas
enzimas del hígado. Presidente de la Asociación Argentina para el Progreso de
las Ciencias (1958-1959).

12 PABLO NERUDA

Premio Nobel de Literatura de 1971. Seudónimo de Neftalí Reyes, adoptado


para no molestar a su padre y convertido en nombre oficial en 1946. Nació el
12 de julio de 1904 en Parral (Chile). Hijo de un ferroviario, empezó a escribir
poesía a edad muy temprana. En 1927 fue nombrado cónsul honorario de Chile
en Rangún (Birmania). En 1933 pasó a desempeñar idéntico puesto en Buenos
Aires, en donde conoció a Federico García Lorca. Luego sería sucesivamente
destinado a Batavia, Java, España (donde coincidió con el desarrollo de la
Guerra Civil), Francia y México. Senador comunista en 1944. Emancipado
pronto del modernismo, su poesía de años posteriores, de gran contenido
social, es punto de arranque de una tendencia nueva que los críticos han
llegado a calificar como ‘nerudismo’. En 1948 la ruptura del comunismo chileno
con el gobierno de Gabriel González Videla le obligó a vivir oculto durante un
año y a exiliarse después. En 1949 visitó la Unión Soviética con motivo del
sesquicentenario de Pushkin. Autor de La canción de la fiesta (con que en
octubre 1921 ganó el primer premio en el certamen poético de los estudiantes
chilenos), Crepusculario (publicado en 1923 por su cuenta), Veinte poemas de
amor y una canción desesperada (1924, y para el que ya encontró editor),

139
Tentativa del hombre infinito, Residencia en la tierra (primer volumen) y El
hondero entusiasta, Residencia en la tierra (2 vols., 1934), España en el
corazón, Canto de amor a Stalingrado (primero y segundo), Tercera residencia
(1947) Canto general (México, 1950), Que despierte el leñador (Premio Stalin
de la Paz, 1950), Todo el amor (1953), Las uvas y el viento (1954), Odas
elementales (1954; el cuarto tomo Navegaciones y regresos es de 1959),
Canción de gesta (1960) y Cantos ceremoniales (10 poemas inéditos, 1962).
Murió en Santiago de Chile el 23 de septiembre de 1973.

13 VICENTE ALEIXANDRE

Premio Nobel de Literatura de 1977. Uno de los grandes poetas de la


generación del 27. Nació en Sevilla (España) en 1898. Autor de La destrucción
o el amor, Ámbito, Espadas como labios, Sombra del Paraíso (1945), Pasión
de la Tierra (poemas en prosa, 1935) y Pasión de la Tierra (verso, 1946),
Mundo a solas (1950), Nacimiento último (1953), Historia del corazón (1954) y
Los Encuentros (semblanzas en prosa, 1958). Ingresó en la Real Academia de
la Lengua en 1950. Murió en Madrid en 1984.

14 ADOLFO PÉREZ ESQUIVEL

Premio Nobel de la Paz de 1980. Nació el 26 de noviembre de 1931 en Buenos


Aires (Argentina). Profesor de Escultura, Historia del Arte, Estética y Dibujo y
Catedrático de Plástica y Expresión en la Facultad de Arquitectura de la
Universidad de La Plata. Algunas de sus obras se encuentran en museos de
arte moderno de Buenos Aires. En 1971 organizó grupos gandhianos y en 1973
fundó el Movimiento Ecuménico Paz y Justicia. Permaneció detenido por el
gobierno militar desde abril de 1977 a junio de 1978.

15 GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Premio Nobel de Literatura de 1982. Nació en 1928 en Aracataca (Colombia).


Corresponsal de El Espectador en Roma y París. Trabajó después en la
Agencia Prensa Latina. Premio Rómulo Gallegos de 1972. Autor de La
hojarasca (1955), Guillermo Ruiz Rivas (biografía), El coronel no tiene quien le
escriba (Premio Nacional de literatura, 1962), La mala hora (1963, Premio Esso,
1961), Los funerales de la Mamá Grande (1962), Cien años de soledad (1967),
La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada
(1972), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981),
Ojos de perro azul, Relato de un náufrago, Textos costeños (obra periodística,
volumen I), Entre cachacos (obra periodística, volumen II), De Europa y
América (obra periodística, volúmenes III y IV), El amor en los tiempos del
cólera (1985), Del amor y otros demonios (1994) y Noticia de un secuestro
(1996).

16 CÉSAR MILSTEIN

140
Premio Nobel de Medicina de 1984 compartido con Niels J. Jerne y Georges J.
Köhler, por sus trabajos sobre inmunología. Nació el 8 de octubre de 1927 en
Bahía Blanca (Argentina). Doctor en Química por la Universidad de Buenos
Aires. En 1958 realizó estudios de postgraduado en la Universidad de
Cambridge. Y a partir de 1966 residió en Inglaterra como director de la unidad
de química, proteínas y ácido nucleico en el Laboratorio de Biología Molecular
de Cambridge. Desde 1981 miembro asociado extranjero de la Academia
Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

17 CAMILO JOSÉ CELA TRULOCK

Premio Nobel de Literatura de 1989. Nació en Iria Flavia (La Coruña, España)
en 1916. En 1936 escribió su primer libro de versos, Pisando la dudosa luz del
día, y seis años después La familia de Pascual Duarte, novela traducida a más
de 20 idiomas. Autor además de Pabellón de Reposo, La Colmena (1951),
Viaje a la Alcarria (1948), Del Miño al Bidasoa (1952), Notas de un
vagabundaje (1952), Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953), La Catira (1955),
Indios, moros y cristianos. Notas de un vagabundaje por Ávila, Segovia y sus
tierras (1956), Tobogán de hambrientos (1962), Oficio de Tinieblas, Mazurca
para dos muertos, Diccionario secreto, San Camilo, 1936 (1969) y Viaje al
Pirineo de Lérida entre otros. Ingresó en 1957 en la Real Academia. Premio
Cervantes de 1995.

18 OCTAVIO PAZ

Premio Nobel de Literatura de 1990. Nació en la ciudad de México el 31 de


marzo de 1914. Fundador, director y editor de varias revistas literarias,
incluyendo Barandal (1931), Taller (1939) y El Hijo Pródigo (1943). Ministro
encargado del despacho en Francia (1959) y luego ministro consejero.
Embajador en la India (1962), puesto al que renunció en 1968 como protesta
por la matanza de Tlatelolco. En 1963 Gran Premio del VI Concurso
Internacional de Poesía en Knokke (Bélgica). Autor de Luna silvestre (1933),
Raíz del hombre (1937), Bajo la clara sombra, Entre la piedra y la flor (1941), A
la orilla del mundo, Libertad bajo palabra (1949), El arco y la lira, El laberinto de
la soledad (prosa, 1950), ¿Aguila o sol? (prosa, 1951), La hija de Rapaccini
(teatro, 1956), Piedra de sol (1957), Las peras del olmo (ensayos, 1957), La
estación violenta (1958), Salamandra (1962), Cuatro poetas contemporáneos
de Suecia (con Pedro Zekeli, 1963), Postdata (prosa, 1970), Viento entero, El
ogro filantrópico, Mariposa de obsidiana y Tiempos nublados. Premios: Ollyn
Yliztli (1981), Miguel de Cervantes (1982) y de la Paz (1984).

19 RIGOBERTA MENCHÚ

Premio Nobel de la Paz de 1992. Nació en Chimel (Guatemala). Líder de la


defensa de los derechos civiles de los indígenas guatemaltecos y víctima en su
propia familia de la represión que ha conocido Guatemala durante muchos
años. De esa situación se hizo eco Juan Pablo II durante su visita de 1983

141
cuando, tras condenar en Quetzaltenango la violencia política y las injusticias,
pidió una legislación que protegiera a la población india y garantizase su
desarrollo normal.

José Saramago
1 INTRODUCCIÓN

José Saramago (1922- ), novelista, poeta, autor de teatro y periodista


portugués, premio Nobel de Literatura, es uno de los escritores más conocidos
y apreciados en el mundo.

2 INFORMACIÓN BIOGRÁFICA

Periodista y miembro del Partido Comunista Portugués, sufrió censura y


persecución durante los años de la dictadura de Salazar. Se sumó a la
Revolución de los claveles que llevó la democracia a Portugal, en el año 1974.
Como periodista, fue redactor y director adjunto del Diario de Noticias de
Lisboa. Intelectual escéptico, ha sabido mantener una postura ética y estética
por encima de partidismos políticos, siempre comprometido con el género
humano. En la actualidad, consagrado como escritor universal, divide su
residencia entre Lisboa y la isla española de Lanzarote (Canarias). Ha recibido
menciones, premios literarios (Ciudad de Lisboa, de la Crítica, Luís Vaz de
Camões) y títulos de doctor honoris causa por diversas universidades, como la
de Manchester (Gran Bretaña) y Castilla-La Mancha (España), entre otras. En
1998 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, el primero que se
concede a un escritor de lengua portuguesa.

3 OBRA LITERARIA

Su oficio de escritor comenzó con Manual de pintura y caligrafía (1977), novela


que contiene sus ideas éticas y poéticas fundamentales. Sin embargo fue
Alzado del suelo (1980) la novela que lo reveló como un gran novelista maduro
y renovador. Se trata de una novela histórica, situada en el Alentejo entre 1910
y 1979, con un lenguaje campesino, una estructura sólida, una historia bien
documentada, y un estilo humorístico y sarcástico que llamó enormemente la
atención en su momento. Siguieron obras de gran interés, como: Memorial del
convento (1982), panel rico y colorista del Portugal barroco oscurantista, con un
lenguaje irónico y popular; El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), libro
importante y crucial situado en el año 1936, en el que finge la vuelta de uno de
los heterónimos de Pessoa desde Brasil a Portugal para morir; La balsa de
piedra (1986), que plantea una poligonal historia de amor con un fondo mítico-
alegórico sobre el desmembramiento de la península Ibérica y su viaje por el
Atlántico; Historia del cerco de Lisboa (1989), que no llega a ser una novela
histórica, pero que se sirve del episodio de la toma de Lisboa por los cristianos

142
en 1147 para reflexionar sobre la vida de la gente sencilla de un barrio sitiado,
y El evangelio según Jesucristo (1991), exaltación del amor humano frente al
dogmatismo.

Sus últimas obras son Ensayo sobre la ceguera (1995), en la que el autor,
desde planteamientos éticos, advierte sobre “la responsabilidad de tener ojos
cuando otros los perdieron”; en esta novela, Saramago, escéptico pero
solidario, reflexiona sobre el nuevo milenarismo que la humanidad está
viviendo y se cuestiona si es posible la esperanza. En 1997 publicó Cuadernos
de Lanzarote (1993-1997), un libro curioso en el que, a manera de diario,
cuenta la vida cotidiana, pero reflexionando sobre el ser humano, el espacio y
el tiempo. Ese mismo año también publicó Todos los nombres, incursión en el
mundo kafkiano de la burocracia visto por un sólo personaje, don José, un
funcionario que vive una intensa pasión. En 2000 salió a la venta La caverna,
una áspera visión de la sociedad de consumo, cuyo título hace referencia a la
escena descrita en La República de Platón. Con ella cierra la “trilogía
involuntaria” iniciada con Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres. En
2001 publicó una segunda parte de sus Cuadernos de Lanzarote y un cuento
infantil escrito 25 años antes titulado La flor más grande del mundo. Su más
reciente publicación es la novela El hombre duplicado (2002), donde traza la
búsqueda por parte de un profesor de historia de un individuo exactamente
igual a él, del que ha sabido su existencia a través de una grabación en vídeo.

Octavio Paz
1 INTRODUCCIÓN

Octavio Paz (1914-1998), poeta y ensayista mexicano galardonado con el


Premio Nobel de Literatura, considerado “el más grande pensador y poeta de
México”.

2 PRIMEROS AÑOS

Nacido en Mixcoac, ciudad de México, pasó su niñez en la biblioteca de su


abuelo, Ireneo Paz. A los 17 años publicó su primer poema “Cabellera” y fundó
la revista Barandal, con la que inició su actividad relacionada con la creación y
difusión de revistas literarias. En 1933 apareció su primer poemario Luna
silvestre y fundó la revista Cuadernos del Valle de México. En 1937 se trasladó
a Yucatán como profesor rural y poco después se casó con la escritora Elena
Garro, con quien asistió ese mismo año al Congreso de Escritores Antifascistas
celebrado en Valencia (España). En esta última ciudad publicó Bajo tu clara
sombra y otros poemas sobre España (1937) y entró en contacto con los
intelectuales de la II República y con el poeta chileno Pablo Neruda.

Ya de regreso a México se acercó a Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia y publicó


¡No pasarán! y Raíz del hombre. Con Efraín Huerta y Rafael Solana, entre

143
otros, fundó la revista Taller en 1938, en la que participaron los escritores
españoles de su generación exiliados en México. Un año después publicó A la
orilla del mundo y Noche de resurrecciones. En 1942, a instancias de José
Bergamín, dio la conferencia titulada “Poesía de soledad, poesía de comunión”,
en la que estableció sus diferencias con la generación anterior y trató de
conciliar en una sola voz las poéticas de Villaurrutia y Neruda.

En 1944, gracias a una beca Guggenheim, pasó un año en Estados Unidos,


donde descubrió la poesía de lengua inglesa. En 1946 se incorporó al Servicio
Exterior Mexicano y fue enviado a París. A través del poeta surrealista
Benjamin Péret conoció a André Breton y entabló amistad con Albert Camus y
otros intelectuales europeos e hispanoamericanos del París de la posguerra.
Esta estancia definirá con precisión sus posiciones culturales y políticas: cada
vez más alejado del marxismo, se fue acercando al surrealismo y empezó a
interesarse por otros temas.

3 ELABORACIÓN DE SU POÉTICA

Durante la década de 1950 publicó cuatro obras fundamentales: Libertad bajo


palabra (1949), que incluye el primero de sus poemas largos, “Piedra de sol”,
una de las grandes composiciones de la modernidad hispanoamericana; El
laberinto de la soledad (1950), ensayo que retrata de forma muy personal la
sociedad y la idiosincrasia del pueblo mexicano; ¿Águila o sol? (1951), de
influencia surrealista, y El arco y la lira (1956), su esfuerzo más riguroso por
elaborar una poética. En 1951 viajó a la India y en 1952 a Japón, países que
influirán de forma decisiva en su obra. Un año después regresó a México,
donde hasta 1959 desarrolló una intensa labor literaria. En 1956 le fue
concedido el Premio Xavier Villaurrutia.

En 1960 volvió a Francia y en 1962 a la India como embajador de su país.


Conoció a Marie-Jose Tramini, con quien contrajo matrimonio en 1964. Publicó
los libros de poemas Salamandra (1961) y Ladera Este (1962), que recoge su
producción de la India y que incluye su segundo poema largo “Blanco”. En
1963 obtuvo el Gran Premio Internacional de Poesía. Publicó el ensayo
Cuadrivio (1965), escritos sobre poesía dedicados al español Luis Cernuda, al
portugués Fernando Pessoa, al mexicano Ramón López Velarde y al
nicaragüense Rubén Darío. Más tarde verían la luz Puertas al campo (1966) y
Corriente alterna (1967), en los que muestra el crisol de sus intereses: la
poesía experimental, la antropología, Japón y la India, el arte de Mesoamérica,
la política y el Estado contemporáneos. En 1968 renunció al cargo de
embajador en la India a raíz de los sucesos de Tlatelolco y en 1971 fundó en
México la revista Plural, en la que colaboraron algunos de los escritores más
importantes de la generación posterior a él.

Ese mismo año publicó El mono gramático, poema en prosa en el que funde
reflexiones filosóficas, poéticas y amorosas; en 1974 Los hijos del limo,
recapitulación de la poesía moderna, y en 1975, Pasado en claro, otro de sus

144
largos poemas, que fue recogido al año siguiente en Vuelta, obra con la que
obtuvo el Premio de la Crítica en Barcelona, España.

4 RECONOCIMIENTO UNIVERSAL

En 1977 Octavio Paz abandonó Plural e inició Vuelta, revista literaria que dirigió
hasta el final de su vida y que fue cerrada unos meses después de su muerte.
Continuó con sus reflexiones políticas en su obra El ogro filantrópico (1979) y
en 1981 obtuvo el Premio Cervantes. En 1982 se editó Sor Juana Inés de la
Cruz o Las trampas de la fe, retrato de sor Juana y la sociedad mexicana del
siglo XVII; en 1987, Árbol adentro, último volumen de poesía. En 1990 se le
concedió el Premio Nobel de Literatura y publicó La otra voz y Poesía de fin de
siglo, que recoge sus últimas reflexiones sobre el fenómeno poético. En 1993,
La llama doble: amor y erotismo, y en 1995, Vislumbres de la India.

De una personalidad exigente y exigida, su escritura ha sabido recoger


distintas tradiciones e hilar los más variados intereses en una sola voz y una
herencia plural. Además de sus poemas, ha buscado en otras áreas de la
cultura coincidencias y cercanías que alimenten su obra y abran espacios para
la comprensión del mundo. Si su poesía viaja del vacío del yo a la plenitud del
mundo y el amor, sus ensayos son un mosaico de reflexiones puntuales sobre
los aspectos más diversos de nuestra época. Su muerte, acaecida el 19 de
abril de 1998 tras una larga enfermedad, supuso la pérdida del poeta mexicano
por excelencia.

Bertrand Russell
1 INTRODUCCIÓN

Bertrand Russell, tercer conde de Russell (1872-1970), filósofo, matemático y


escritor británico, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1950. Su
énfasis en el análisis lógico repercutió de forma notable en el curso de la
filosofía del siglo XX.

Nacido en Trelleck (Gales) el 18 de mayo de 1872, estudió Matemáticas y


Filosofía en el Trinity College de la Universidad de Cambridge desde 1890
hasta 1894. Tras graduarse este último año, viajó a Francia, Alemania y
Estados Unidos. Posteriormente fue nombrado miembro del consejo de
gobierno del Trinity College, centro en el cual había empezado a impartir clases
desde su licenciatura. Al tiempo que desde su juventud mostró un acusado
sentido de conciencia social, se especializó en cuestiones de lógica y
matemáticas, áreas sobre las que dio conferencias en muchas instituciones de
todo el mundo. Alcanzó un notable éxito con su primera gran obra, Los
principios de la matemática (1903), en la que intentó trasladar la matemática al
área de la lógica filosófica para dotar a ésta de un marco científico preciso.
Colaboró durante ocho años con el filósofo y matemático británico Alfred North

145
Whitehead en la elaboración de la monumental obra Principia Mathematica (3
vols., 1910-1913), en la que se mostraba que esta materia puede ser planteada
en los términos conceptuales de la lógica general, como clase y pertenencia a
una clase. Este libro se convirtió en una obra maestra del pensamiento racional.
Russell y Whitehead demostraron que los números pueden ser definidos como
clases de un tipo determinado, y en este proceso desarrollaron conceptos
racionales y una notación que hizo de la lógica simbólica una especialización
importante dentro del campo de la filosofía.

En su siguiente gran obra, Los problemas de la filosofía (1912), Russell recurrió


a la sociología, la psicología, la física y las matemáticas para refutar las
doctrinas del idealismo, la escuela filosófica dominante en aquel momento, que
mantenía que todos los objetos y experiencias son fruto del intelecto; Russell,
una persona realista, creía que los objetos percibidos por los sentidos poseen
una realidad inherente al margen de la mente.

2 SOCIALISTA Y PACIFISTA

Pacifista convencido, condenó la actitud de los gobiernos que había conducido


a la I Guerra Mundial y, por mantener dicha posición, en 1916 fue privado de su
puesto académico en Cambridge y encarcelado. Durante los seis meses que
permaneció en prisión escribió Introducción a la filosofía matemática (1919),
trabajo en el que combinó las dos áreas del saber que él consideraba
inseparables. Una vez finalizada la contienda visitó la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, y en su libro Teoría y práctica del bolchevismo (1920)
mostró su desacuerdo con la forma soviética de aplicación del socialismo.
Consideraba que los métodos utilizados para alcanzar un sistema comunista
eran intolerables y que los resultados obtenidos no justificaban el precio que se
estaba pagando.

Impartió clases en la Universidad de Pekín (en China) durante dos años (1921-
1922) y, tras regresar al Reino Unido, dirigió el Beacon Hill School (1928-1932),
escuela privada fundada por él que se caracterizó por la aplicación de
innovadores y muy progresistas métodos de enseñanza. Desde 1938 hasta
1944 fue profesor en varias instituciones estadounidenses y fue durante este
periodo cuando redactó Historia de la filosofía occidental (1947). Sin embargo,
y debido a sus ideas radicales, la Corte Suprema de Nueva York le prohibió
impartir clases en el College de esta ciudad (actual City College de la
Universidad de Nueva York) por lo que consideraban sus ataques a la religión
contenidos en textos como Lo que creo (1925) y su defensa de la libertad
sexual, manifestada en Matrimonio y moral (1929).

Regresó a su país en 1944 y fue restituido en su puesto del Trinity College.


Aunque moderó su pacifismo para apoyar la causa aliada en la II Guerra
Mundial, fue un ardiente y activo detractor de las armas nucleares. En 1949 el
rey Jorge VI le otorgó la Orden al Mérito. Un año después recibió el Premio
Nobel de Literatura y fue calificado como “un campeón de la humanidad y de la
libertad de pensamiento”. Encabezó un movimiento a finales de la década de

146
1950 que exigía el desarme nuclear unilateral del Reino Unido y fue
encarcelado a los 89 años tras una manifestación antinuclear. Falleció el 2 de
febrero de 1970.

3 FILÓSOFO Y AUTOR

Russell contribuyó de forma definitiva al desarrollo del positivismo lógico,


importante corriente filosófica durante las décadas de 1930 y 1940. El más
importante pensador austriaco de aquellos tiempos, Ludwig Wittgenstein, que
fue alumno suyo en Cambridge, recibió su influencia en sus primeros estudios
filosóficos por su original concepto del atomismo lógico. En su búsqueda de la
naturaleza y límites del conocimiento, desempeñó un gran papel en el resurgir
del empirismo dentro del campo más amplio de la epistemología. En Nuestro
conocimiento del mundo externo (1926) e Investigación sobre el significado y la
verdad (1962), intentó explicar todo el conocimiento objetivo como construido a
partir de las experiencias inmediatas. Escribió, entre otros libros, El ABC de la
relatividad (1925), Educación y orden social (1932), El impacto de la ciencia
sobre la sociedad (1951), La evolución de mi pensamiento filosófico (1959),
Crímenes de guerra en Vietnam (1967) y Autobiografía (3 vols., 1968-1970).

Wole Soyinka
Wole Soyinka, (1934- ), seudónimo de Akinwande Oluwole Soyinka,
dramaturgo, poeta, novelista y conferenciante nigeriano, galardonado con el
Premio Nobel de Literatura.

Nació en Abeokuta, al oeste de Nigeria, y se crió en una misión anglicana en


Ake. Estudió en la Universidad nigeriana de Ibadán y en la inglesa de Leeds,
donde se doctoró. En este país trabajó como lector de guiones, actor y director
en el Royal Court Theatre de Londres. En 1960, tras regresar a Nigeria, fundó
el grupo de teatro Masks (que daría lugar más tarde a la compañía teatral
Orisun), con el que montó tanto sus propias obras como las de otros
dramaturgos africanos. Trabajó como profesor de teatro y literatura en las
universidades de Ibadán, Lagos e Ife. Durante la Guerra Civil nigeriana (1967-
1970) fue detenido por el gobierno y encarcelado en régimen de aislamiento de
1967 a 1969. En 1986 se convirtió en el primer escritor africano y el primer
escritor negro galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

Su obra, escrita fundamentalmente en inglés, se inspira en los mitos y en las


tradiciones yoruba y recurre a la combinación de danza, música y diálogo tan
propia del teatro africano. No obstante, emplea también formas occidentales y
utiliza los recursos del flashback, el simbolismo y una complicada estructura de
la trama para enriquecer su estilo dramático. Entre sus piezas más conocidas
figuran: A Dance of the Forest (La danza del bosque, 1960), en la que celebra
la independencia de Nigeria, Madmen and Specialists (Locos y especialistas,

147
1970), The Man Died (El hombre ha muerto, 1972), inspirada en los años que
pasó en prisión, Death and the King’s Horseman (La muerte y el caballero del
rey, 1975), A Play of Giants (Un juego de gigantes, 1985) y Requiem for a
Futurologist (Réquiem por un futurólogo, 1985). Otras obras dignas de mención
son las novelas Los intérpretes (1965) y Ogun Abibiman (1976), el relato
autobiográfico de su infancia Aké (1981) y varias colecciones de poesía, entre
ellas Idanre (1967), Poems from Prison (Poemas desde la prisión, 1969) y
Samarkand, and Other Markets I Have Known (Samarcanda y otros mercados
que he conocido, 2003).

En 1993, después de la violenta toma del poder por Sani Abacha en Nigeria,
Soyinka se exilió en Estados Unidos. Tres años después sería acusado de alta
traición por las autoridades de su país. Sin embargo, la repentina muerte de
Abacha, en junio de 1998, y la llegada a la presidencia del general Abubakar
propiciaron que en septiembre de ese mismo año se retiraran todos los cargos
en su contra.

Toni Morrison
Toni Morrison (1931- ), escritora estadounidense galardonada con el Premio
Nobel, su obra describe la vida de la comunidad negra de su país.

Nacida en Lorain (Ohio), su infancia transcurrió durante los años de la Gran


Depresión en el seno de una familia humilde y muy unida. Desde niña dio
muestras de una notable inteligencia y en 1949 ingresó en la Universidad de
Howard, donde se incorporó a un grupo de teatro universitario. En 1955 realizó
un curso de posgrado de literatura inglesa en la Universidad de Cornell; más
tarde sería profesora de las universidades de Texas y Howard. Fue entonces
cuando conoció a su futuro esposo, Harold Morrison, un arquitecto jamaicano.
Ambos tuvieron dos hijos, pero en 1964 se divorciaron.

Durante sus años como profesora en Howard, Morrison empezó a escribir


narración. En 1964 abandonó la enseñanza para trabajar como editora en la
Random House de Nueva York. En 1970 publicó su primera novela, Ojos
azules, que resultó una auténtica revelación. En 1973 apareció Sula y en 1977,
La canción de Salomón, aclamada por la crítica como un gran acontecimiento
literario. La isla de los caballeros (1981) también tuvo una excelente acogida.
En 1987 publicó Beloved, Premio Pulitzer en 1988. A continuación aparecieron
Jazz (1992) y Paradise (1998), dos grandes éxitos de ventas. Su obra describe
y exalta la vida de los negros, especialmente de las mujeres. Sus grandes
dotes de observación se combinan con un espíritu compasivo y un lenguaje
poético.

Morrison también publicó Jugando en la oscuridad (1992), una recopilación de


sus conferencias sobre literatura estadounidense. En 1993 obtuvo el Premio
Nobel de Literatura.

148
Camilo José Cela
1 INTRODUCCIÓN

Camilo José Cela (1916-2002), escritor español, premio Nobel en 1989, autor
de novela, poesía, teatro, memorias y libros de viajes.

2 VIDA

Nació en Iria Flavia, La Coruña, de padre gallego y madre inglesa. Cuando


tenía nueve años, se trasladó con su familia a Madrid. En 1932 tuvo que ser
internado en un sanatorio de la sierra madrileña como consecuencia de una
enfermedad pulmonar, una experiencia que le sirvió para acercarse a la obra
de los clásicos de la literatura española y que aprovecharía años más tarde en
su libro Pabellón de reposo (1943). En 1934 comenzó estudios de Medicina en
la Universidad de Madrid, pero pronto los abandonó por las clases que Pedro
Salinas impartía sobre literatura española contemporánea en la facultad de
Filosofía y Letras de la misma universidad. Durante la Guerra Civil española
luchó en el bando franquista, aunque posteriormente rechazaría la dictadura de
Franco y mantendría siempre una actitud independiente y provocativa.

Una vez terminada la guerra, empezó estudios de Derecho, que pronto


abandonaría también. Por estos años inició sus primeras publicaciones. En
1942 salió a la luz su primera novela, La familia de Pascual Duarte. El libro
obtuvo un importante éxito de crítica pero fue mal recibido por las autoridades
franquistas, que prohibieron una segunda edición del mismo en 1943.

En 1954 se trasladó a Palma de Mallorca, donde fundó, en 1956, la influyente


revista literaria Papeles de Son Armadans, de la que fue director y en la que
colaborarían destacados autores españoles y extranjeros, así como escritores
españoles en el exilio.

En 1957 ingresó en la Real Academia Española. En 1977 fue nombrado


senador por designación real en las primeras Cortes Generales Constituyentes
de la transición española, cargo que ejerció hasta 1979. En 1996 fue nombrado
marqués de Iria Flavia. Murió el 17 de enero de 2002, en Madrid, y sus restos
mortales fueron enterrados en su ciudad natal.

3 OBRA

El estilo inicial de Cela, conocido con el término taurino de tremendismo, queda


patente ya en su primera novela, La familia de Pascual Duarte (1942), uno de
los libros más traducidos de todos los tiempos. La obra narra la difícil existencia
de un campesino gallego y describe con un realismo desgarrador la dureza de
su entorno. Debido a problemas con la censura, La colmena (1951), otra de sus
novelas más celebradas, tuvo que publicarse en Buenos Aires. La crítica ha
señalado unánimemente que esta obra supuso la incorporación española a la

149
novelística moderna. Ejemplo de un nuevo realismo, así como de la
extraordinaria capacidad de Cela para la creación lingüística, la obra constituye
un duro testimonio de las miserias del Madrid de los años inmediatamente
posteriores a la Guerra Civil española. Ambas obras serían llevadas al cine, La
familia de Pascual Duarte en 1976, por Ricardo Franco, y La colmena en 1982,
por Mario Camus, un filme en el que el propio escritor interpretaría un pequeño
papel.

Prosista excepcional, la obra de Cela se caracteriza por la experimentación de


forma y contenido, como en su novela San Camilo, 1936 (1969), que está
escrita en un monólogo interior continuo. Otras novelas suyas son Nuevas
andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944), Mrs. Caldwell habla
con su hijo (1953), La catira (1955), Tobogán de hambrientos (1962), Oficio de
tinieblas-5 (1973), su obra más arriesgada y vanguardista, Mazurca para dos
muertos (1983) y Cristo versus Arizona (1988), donde abandonó una vez más
los moldes narrativos convencionales con un discurso de raíz muy española en
una ambientación norteamericana. Novelas posteriores son El asesinato del
perdedor (1994), La cruz de San Andrés (1994) o Madera de boj (1999).

Entre sus libros de viajes se incluyen Viaje a la Alcarria (1948), el más


celebrado suyo de los de este género, Del Miño al Bidasoa (1952), Judíos,
moros y cristianos (1956) y Viaje al Pirineo de Lérida (1965). Publicó varios
libros de poesía, como Pisando la dudosa luz del día (1945), El monasterio y
las palabras (1945), Cancionero de la Alcarria (1948), Tres poemas gallegos
(1957) o Reloj de arena, reloj de sol, reloj de sangre (1989), y estrenó varias
piezas teatrales, como María Sabina (1970), Homenaje a El Bosco I (1969) y
Homenaje a El Bosco II (1999). Cela escribió asimismo varios volúmenes de
memorias, La rosa (1959), Memorias, entendimientos y voluntades (1993),
novelas cortas como Café de artistas (1953), y trabajos de erudición y
lexicográficos, entre los que destacan Diccionario secreto (1968 y 1971),
Enciclopedia del erotismo (1976) y Diccionario geográfico popular de España
(1998). En su importante faceta como articulista, colaboró con los periódicos El
Independiente, El País, El Mundo, ABC, entre otros.

En 1985 se constituyó la Fundación Camilo José Cela, con sede en el conjunto


arquitectónico del siglo XVIII conocido como la Casa de los Canónigos, en Iria
Flavia, que alberga el legado del autor y tiene como principal objetivo la
difusión y el estudio de su obra.

Entre otros muchos galardones, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1989,


el Premio Cervantes, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el Premio
Nacional de Literatura y el Premio Mariano de Cavia de periodismo.

150
Ernest Hemingway
1 INTRODUCCIÓN

Ernest Hemingway (1899-1961), novelista estadounidense cuyo estilo se


caracteriza por los diálogos nítidos y lacónicos y por la descripción emocional
sugerida. Su vida y su obra ejercieron una gran influencia en los escritores
estadounidenses de la época. Muchas de sus obras están consideradas como
clásicos de la literatura en lengua inglesa.

Hemingway nació el 21 de julio de 1899 en Oak Park (Illinois), en cuyo instituto


estudió. Trabajó como reportero del Kansas City Star, pero a los pocos meses
se alistó como voluntario para conducir ambulancias en Italia durante la
I Guerra Mundial. Más tarde fue transferido al Ejército italiano y resultó herido
de gravedad. Después de la guerra fue corresponsal del Toronto Star hasta
que se marchó a vivir a París, donde los escritores exiliados Ezra Pound y
Gertrude Stein le animaron a escribir obras literarias. A partir de 1927 pasó
largas temporadas en Cayo Hueso (Key West) (véase Cayos de Florida), en
España y en África. Volvió a España, durante la Guerra Civil, como
corresponsal de guerra, trabajo que también desempeñó en la II Guerra
Mundial. Más tarde fue reportero del primer Ejército de Estados Unidos.
Aunque no era soldado, participó en varias batallas. Después de la guerra, se
estableció en Cuba, cerca de La Habana, y en 1960 en Ketchum (Idaho).

Hemingway utilizó sus experiencias de pescador, cazador y aficionado a las


corridas de toros en sus obras (ver Toros (literatura)). Su vida aventurera le
llevó varias veces a las puertas de la muerte: en la Guerra Civil española
cuando estallaron bombas en la habitación de su hotel, en la II Guerra Mundial
al chocar con un taxi durante los apagones de guerra, y en 1954 cuando su
avión se estrelló en África. Murió en Ketchum el 2 de julio de 1961,
disparándose un tiro con una escopeta.

2 UN ESCRITOR DE LA GENERACIÓN PERDIDA

Uno de los escritores más importantes entre las dos guerras mundiales,
Hemingway describe en sus primeros libros la vida de dos tipos de personas.
Por un lado, hombres y mujeres despojados por la II Guerra Mundial de su fe
en los valores morales en los que antes creían, y que viven despreciando todo
de forma cínica, excepto sus propias necesidades afectivas. Y por otro,
hombres de carácter simple y emociones primitivas, como los boxeadores
profesionales y los toreros, de los que describe sus valientes y a menudo
inútiles batallas contra las circunstancias.

Entre sus primeras obras se encuentran los libros de cuentos Tres relatos y
diez poemas (1923), su primer libro; En nuestro tiempo (1924), relatos que
reflejan su juventud; Hombres sin mujeres (1927), que incluía el cuento “Los
asesinos”, notable por su descripción de una muerte inminente; y El que gana
no se lleva nada (1933), recopilación de relatos en los que describe las
151
desgracias de los europeos. La novela que le dio la fama, Fiesta (1926), narra
la historia de un grupo de estadounidenses y británicos que vagan sin rumbo
fijo por Francia y España, miembros de la llamada generación perdida del
periodo posterior a la I Guerra Mundial. En 1929 publicó su segunda novela
importante, Adiós a las armas, conmovedora historia de amor entre un oficial
estadounidense del servicio de ambulancias y una enfermera inglesa que se
desarrolla en Italia durante la guerra. La novela termina con la muerte de ella al
dar a luz. Siguieron Muerte en la tarde (1932), artículos sobre corridas de toros,
y Las verdes colinas de África (1935), escritos sobre caza mayor.

3 PREOCUPACIÓN SOCIAL

Hemingway había explorado temas como la impotencia y el fracaso, pero al


final de la década de 1930 empezó a poner de manifiesto su preocupación por
los problemas sociales. Tanto su novela Tener y no tener (1937) como su obra
de teatro La quinta columna, publicada en La quinta columna y los primeros
cincuenta y nueve relatos (1938), condenan duramente las injusticias políticas y
económicas. Dos de sus mejores cuentos, “La vida feliz de Francis Macomber”
y “Las nieves del Kilimanjaro”, forman parte de este último libro.

En la novela Por quién doblan las campanas (1940), basada en su experiencia


durante la Guerra Civil española, intenta demostrar que la pérdida de libertad
en cualquier parte del mundo es señal de que la libertad se encuentra en
peligro en todas partes. Por el número de ejemplares vendidos, fue su obra de
más éxito. Durante la década siguiente, sus únicos trabajos literarios fueron
Hombres en guerra (1942), que él editó, y Al otro lado del río y entre los árboles
(1950). En 1952 publicó El viejo y el mar, una novela corta, convincente y
heroica sobre un viejo pescador cubano, por la que ganó el Premio Pulitzer de
Literatura en 1953. En 1954 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura. Su
última obra publicada en vida fue Poemas completos (1960). Los libros que se
publicaron póstumamente incluyen París era una fiesta (1964), un relato de sus
primeros años en París y España; Enviado especial (1967), que reúne sus
artículos y reportajes periodísticos; Primeros artículos (1970); la novela del mar
Islas en el golfo (1970), y la inacabada El jardín del Edén (1986). Dejó sin
publicar 3.000 páginas de manuscritos.

Theodor Mommsen
Theodor Mommsen (1817-1903), historiador alemán, uno de los más
influyentes del siglo XIX, especialista en historia de Roma, premio Nobel de
Literatura en 1902. Nació en Garding (Schleswig) el 30 de noviembre de 1817.
Se dedicó a estudiar inscripciones romanas durante tres años gracias a una
subvención de la Academia de Berlín. Fue nombrado catedrático de Derecho
Romano de la Universidad de Leipzig en 1848, pero perdió su Cátedra dos
años después a causa de sus actividades políticas: comenzó apoyando a la

152
monárquicos frente a los republicanos y más tarde se enemistó con los
primeros al protestar por sus violentas represalias. Se le concedió la Cátedra
de Derecho Romano de la Universidad de Zurich en 1852. Impartió clases de
filosofía en la Universidad de Breslau (actual Wrocław, Polonia) en 1854 y fue
catedrático de historia antigua en la Universidad de Berlín en 1858. Compaginó
su actividad docente en este centro con la preparación de una obra
monumental, el Corpus inscriptionum latinarum, una recopilación de
inscripciones en latín. En 1873 fue nombrado secretario vitalicio de la
Academia de Ciencias alemana.

Mommsen obtuvo renombre por un conjunto de trabajos sobre historia y


epigrafía de gran amplitud y erudición, que ejercieron gran influencia en el
estudio de la epigrafía latina. Su obra más importante, Historia de Roma (cuyos
tres primeros volúmenes aparecieron desde 1854 hasta 1856), aún se
considera en nuestros días una de las obras cumbres de la historiografía. En
1884, apareció un quinto volumen que completaría la magna Historia de Roma,
en tanto que el cuarto nunca vio la luz. Muchos de los ensayos y artículos
elaborados por Mommsen fueron recogidos en Römische Forschungen
(Estudios romanos, 2 volúmenes, 1864).

William Faulkner
William Faulkner (1897-1962), uno de los novelistas estadounidenses más
importantes de este siglo, famoso por sus cerca de veinte novelas en las que
retrata el conflicto trágico entre el viejo y el nuevo sur de su país.

El mayor de cuatro hermanos de una familia tradicional sureña, nació en New


Albany (Mississippi) el 25 de septiembre de 1897 y creció en las cercanías de
Oxford. En 1915 abandonó el colegio, que detestaba, para trabajar en el banco
de su abuelo. En la I Guerra Mundial ingresó en las fuerzas aéreas de Canadá
sin llegar nunca a entrar en acción. A su regreso ingresó como veterano en la
Universidad de Mississippi, que pronto abandonó para dedicarse a escribir
viviendo de trabajos ocasionales.

En 1924 publicó por su cuenta El fauno de mármol, un libro de poemas poco


originales. Al año siguiente viajó a Nueva Orleans donde trabajó como
periodista y conoció al escritor de cuentos estadounidense Sherwood Anderson,
que le ayudó a encontrar un editor para su primera novela, La paga de los
soldados (1926), y le convenció para que escribiera acerca de la gente y los
lugares que conocía mejor. Esta novela narra la historia de un soldado joven
que vuelve a casa después de la I Guerra Mundial, inválido física y
mentalmente, y cómo su enfermedad y muerte posterior afectan a su familia y
amigos. Después de un breve viaje por Europa volvió a casa y comenzó a
escribir su serie de novelas barrocas e inquietantes, ambientadas en el
condado ficticio de Yoknapatawpha (inspirado en el condado de Lafayette,
Mississippi), habitándolo con sus propios antepasados, indios, negros, oscuros
153
ermitaños provincianos y groseros blancos pobres. En la primera de estas
novelas, Sartoris (1929), caracterizó al coronel Sartoris como su propio
bisabuelo, William Cuthbert Falkner, soldado, político, constructor ferroviario y
escritor (Faulkner repuso la u que habían quitado de su apellido).

El año 1929 fue crucial para Faulkner. A Sartoris siguió El ruido y la furia,
novela que confirmó su madurez como escritor. Se casó con el amor de su
infancia, Estelle Oldham, decidiendo establecer su casa y fijar su residencia
literaria en el pequeño pueblo de Oxford. Aunque sus libros recibieron buenas
críticas, sólo se vendió bien Santuario (1931). A pesar del sensacionalismo y
brutalidad de la novela —trata de una horrible violación— su trasunto es la
corrupción y la fuerza demoledora de la desilusión. Gracias al éxito del libro
encontró trabajo, bastante más lucrativo, como guionista de Hollywood, lo que
por un tiempo le liberó de escribir las novelas que su poderosa imaginación le
dictaba.

Faulkner exige mucho a sus lectores. Para crear una atmósfera determinada,
sus frases complejas y enrevesadas se alargan durante más de una página y,
jugando con el tiempo de la narración, ensambla relatos, experimenta con
múltiples narradores e interrumpe el discurso narrativo con divagantes
monólogos interiores. En 1946, el crítico Malcolm Cowley, preocupado porque
Faulkner era poco conocido y apreciado, publicó The portable Faulkner, libro
que reúne extractos de sus novelas en una secuencia cronológica, dando a la
saga de Yoknapatawpha una nueva claridad y poniendo así el genio del
escritor al alcance de una nueva generación de lectores.

Esta novela casi experimental creó escuela y las letras hispanas siguieron
trabajando el género, como puede descubrirse en la obra del argentinochileno
Manuel Rojas y de los mexicanos Juan Rulfo o Carlos Fuentes. El hecho de
que tras la Guerra Civil española cayera la censura sobre Faulkner, hizo que su
obra —que había empezado a traducirse en 1930— tardara en publicarse de
nuevo, pero aun así, muchos escritores tanto en el exilio como en España
reflejan su influencia como Luis Martín Santos y, por supuesto, Juan Benet.

Las obras de Faulkner, que habían permanecido durante un largo tiempo lejos
de las imprentas, comenzaron a reeditarse y empezó a considerársele no ya
como una curiosidad regional sino como un gigante literario cuya mejor
escritura iba mucho más allá de las tribulaciones y conflictos de su tierra natal.
Sus logros fueron reconocidos internacionalmente en 1949 al concedérsele el
Premio Nobel de Literatura. Continuó escribiendo, tanto novelas como cuentos,
hasta su muerte en Oxford, el 6 de julio de 1962. Entre sus obras principales se
encuentran Mientras agonizo (1930), Luz de agosto (1932), ¡Absalom, Absalom!
(1936), Los invictos (1938), El villorrio (1940), Desciende Moisés (1942), Intruso
en el polvo (1948), Una fábula (1954, Premio Pulitzer de 1955), La ciudad
(1957), La mansión (1959) y Los rateros (1962), también ganadora de un
Premio Pulitzer.

154
Samuel Beckett
Samuel Beckett (1906-1989), poeta, novelista y destacado dramaturgo del
teatro del absurdo. De origen irlandés, en 1969 fue galardonado con el Premio
Nobel de Literatura.

Beckett nació el 13 de abril de 1906, en Foxrock, cerca de Dublín. Tras asistir a


una escuela protestante de clase media en el norte de Irlanda, ingresó en el
Trinity College de Dublín, donde obtuvo la licenciatura en lenguas romances en
1927 y el doctorado en 1931. Entretanto pasó dos años como profesor en París.
Al mismo tiempo continuó estudiando al filósofo francés René Descartes y
escribió su ensayo crítico Proust (1931), que sentaría las bases filosóficas de
su vida y su obra. Fue entonces cuando conoció al novelista y poeta irlandés
James Joyce.

Entre 1932 y 1937 escribió y viajó sin descanso y desempeñó diversos trabajos
para incrementar los ingresos de la pensión anual que le ofrecía su padre, cuya
muerte en 1933 le supuso un duro golpe. En 1937 se estableció definitivamente
en París, pero en 1942, tras adherirse a la Resistencia, tuvo que huir de la
Gestapo, la policía secreta nazi. En el sur de Francia, libre de la ocupación
alemana, Beckett escribió la novela Watt (que no se publicó hasta 1953).

Al final de la guerra regresó a París, donde produjo cuatro grandes obras: su


trilogía Molloy (1951), Malone muere (1951) y El innombrable (1953), novelas
que el propio autor consideraba su mayor logro, y la obra de teatro Esperando
a Godot (1952), su obra maestra en opinión de la mayoría de los críticos. Gran
parte de su producción posterior a 1945 fue escrita en francés. Otras obras
importantes, publicadas en inglés, son Final de partida (1958), La última cinta
(1959), Días felices (1961), Acto sin palabras (1964), No yo (1973), That Time
(1976) y Footfall (1976); los relatos Murphy1938) y Cómo es (1964); y dos
colecciones de Poemas (1930 y 1935). Una de sus últimas obras es Compañía
(1980), donde resume su actitud de explorar lo inexplorable.

Tanto en sus novelas como en sus obras, Beckett centró su atención en la


angustia indisociable de la condición humana, que en última instancia redujo al
yo solitario o a la nada. Asimismo experimentó con el lenguaje hasta dejar tan
sólo su esqueleto, lo que originó una prosa austera y disciplinada, sazonada de
un humor corrosivo y alegrada con el uso de la jerga y la chanza. Su influencia
en dramaturgos posteriores, sobre todo en aquellos que siguieron sus pasos en
la tradición del absurdo, fue tan notable como el impacto de su prosa.

155
Gabriela Mistral
1 INTRODUCCIÓN

Gabriela Mistral (1889-1957), seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga, poetisa y


diplomática chilena, que con su seudónimo literario quiso demostrar su
admiración por los poetas Gabriele D’Annunzio y Frédéric Mistral.

Hija de un profesor rural, Gabriela Mistral, que mostró una temprana vocación
por el magisterio, llegó a ser directora de varios liceos. Fue una destacada
educadora y visitó México (donde cooperó en la reforma educacional con José
Vasconcelos), Estados Unidos y Europa, estudiando las escuelas y métodos
educativos de estos países. A partir de 1933, y durante veinte años,
desempeñó el cargo de cónsul de su país en ciudades como Madrid, Lisboa y
Los Ángeles, entre otras.

2 PRIMER PREMIO NOBEL DE LATINOAMÉRICA

Sus poemas escritos para niños se recitan y cantan en muy diversos países.
En 1945 se convirtió en el primer escritor latinoamericano en recibir el Premio
Nobel de Literatura. Posteriormente, en 1951, se le concedió el Premio
Nacional de Literatura de su país. Su fama como poetisa (aunque ella prefería
llamarse “poeta”) comenzó en 1914 luego de haber sido premiada en los
Juegos Florales de Santiago por sus Sonetos de la muerte, inspirados en el
suicidio de su gran amor, el joven Romelio Ureta. A este concurso se presentó
con el seudónimo que desde entonces la acompañaría toda su vida.

A su primer libro de poemas, Desolación (1922), le siguieron Ternura (1924),


Tala (1938), Lagar (1954) y otros. Su poesía, llena de calidez, emoción y
marcado misticismo, ha sido traducida al inglés, francés, italiano, alemán y
sueco, e influyó en la obra de muchos escritores latinoamericanos posteriores,
como Pablo Neruda y Octavio Paz.

Considerada como una escritora modernista, su modernismo no es el de


Rubén Darío o Amado Nervo, ya que ella no canta ambientes exóticos de
lejanos lugares, sino que se sirve de su estética y musicalidad para poetizar la
vida cotidiana, para “hacer sentir el hogar”, en palabras de la autora.

John Steinbeck
John Steinbeck (1902-1968), escritor estadounidense, galardonado con el
Premio Nobel. Steinbeck describió en su obra la eterna lucha de las gentes que
dependen de la tierra para sobrevivir.

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Nació el 27 de febrero de 1902 en Salinas (California), y estudió en la
Universidad de Stanford. Durante su juventud trabajó como bracero y recolector
de fruta. En La copa de oro (1929), Steinbeck narra la vida y las hazañas del
famoso pirata galés del siglo XVII Henry Morgan. A continuación publica Las
praderas del cielo (1932), una colección de relatos que describe la vida en una
comunidad de granjeros del sur de California. En esta novela aborda por
primera vez los temas sociales que caracterizan la mayor parte de su obra.
Entre sus primeros libros cabe citar A un dios desconocido (1933), la historia de
un granjero cuyas creencias en el culto de la fertilidad pagano le llevan a
sacrificar su propia vida durante una época de terrible sequía; Tortilla Flat
(1935), un relato entre picaresco y romántico sobre los emigrantes mexicanos
establecidos en los alrededores de Monterey (California); Una vez hubo una
guerra (1936), la historia de una huelga de recolectores de fruta, y La fuerza
bruta (1937), la patética historia de dos braceros itinerantes que luchan por
conseguir su propia granja.

La obra más popular de Steinbeck es Las uvas de la ira (1939, Premio Pulitzer
en 1940), el triste relato de una familia procedente de una empobrecida región
de Oklahoma que emigra a California durante la depresión económica de la
década de 1930. Esta controvertida novela, recibida como un conmovedor
documento de protesta social, se ha convertido en un clásico de la literatura
estadounidense.

Otras obras dignas de mención son: La luna se ha puesto (1942), Los arrabales
de Cannery (1944), El ómnibus perdido (1947), El invierno de nuestro
descontento (1961) y Norteamérica y los norteamericanos (1968). En 1962
escribió Viajando con mi perro, un relato autobiográfico de un viaje por Estados
Unidos en compañía de un caniche.

Otra faceta importante en Steinbeck es la de escritor de relatos cortos con una


gran carga de sentimentalidad y estilo esteticista como pueden ser las dos
joyas literarias La perla (1947) o The red pony (traducido como 'El pony rojo' o
'El pony colorado', uno de los cuatro cuentos de El valle largo, 1938). El cine
también le interesó y escribió el guión de Viva Zapata (1952) dirigida por Elia
Kazan que también llevó a la pantalla en 1955 la novela de Steinbeck Al este
del Edén (1952). Sobre México, la conquista y la Revolución Mexicana escribió
ensayos y novelas como La perla —que filmó el director mexicano Indio
Fernández— y Por el mar de Cortés (1951).

En 1962, Steinbeck recibió el Premio Nobel de Literatura. Murió en Nueva York,


el 20 de diciembre de 1968. Su interpretación moderna de las leyendas
artúricas se publicó póstumamente bajo el título de Los hechos del Rey Arturo y
sus nobles caballeros (1976).

Steinbeck, una de las principales figuras literarias desde la década de 1930,


convirtió la dignidad de los pobres y los oprimidos en el tema central de su obra.
Sus personajes, atrapados en un mundo injusto, siguen siendo seres humanos
agradables y heroicos, a pesar de su derrota.

157
Juan Ramón Jiménez
1 INTRODUCCIÓN

Juan Ramón Jiménez (1881-1958), poeta español y premio Nobel de Literatura


en 1956.

Nació en Moguer (Huelva), y estudió en la Universidad de Sevilla. Los poemas


de Rubén Darío, el miembro más destacado del modernismo en la poesía
española, lo conmovieron especialmente en su juventud. También sería
importante la lectura de los grandes poetas del simbolismo francés, que
acentuaron su inclinación hacia la melancolía. En 1900 publicó sus dos
primeros libros de poemas: Ninfeas y Almas de violeta. Poco después se
instalaría en Madrid, haciendo varios viajes a Francia y luego a Estados Unidos,
donde se casó con la que sería su compañera de toda la vida, Zenobia
Camprubí. En 1936, al estallar la Guerra Civil española, se vio obligado a
abandonar España. Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico, fueron sus sucesivos
lugares de residencia. Moriría en este último país donde, en 1956, ya muy
enfermo, recibió la noticia de la concesión del Premio Nobel.

2 OBRA

La obra poética de Juan Ramón Jiménez es muy extensa, con libros que, a lo
largo de su vida, en un afán constante de superación, fue repudiando o de los
que salvaba algún poema, casi siempre retocado en las sucesivas selecciones.
Entre sus principales antologías se encuentran Poesías escojidas (1917),
Segunda antolojía poética (1922), Canción (1936) y Tercera antolojía (1957).

La influencia del modernismo se percibe en los primeros libros, aunque su


mundo poético pronto apunta, como el de Bécquer, hacia lo inefable, con unos
poemas elaborados a partir de sensaciones refinadas, sutiles estados líricos y
el énfasis en la importancia de las relaciones entre palabra y música.

Pero el arte de Juan Ramón Jiménez se hace independiente de cualquier


escuela, aunque el simbolismo, ya totalmente asumido, siga influyendo en su
poesía casi hasta el final. Con el paso de los años su estilo se hace cada vez
más depurado, siempre en busca de la belleza absoluta, de la poesía y del
espíritu que él intenta fundir con su lirismo esencial interior, sin dejar de ser al
mismo tiempo metafísico y abstracto, como se aprecia en Baladas de
Primavera (1910) o La soledad sonora (1911).

Diario de un poeta recién casado (1917) fue escrito durante su viaje a Estados
Unidos, donde conoció y se casó con Zenobia. Contiene ritmos inspirados por
el movimiento del mar, verso libre, prosa, sugerencias humorísticas e irónicas.
El libro supone un canto a la mujer, el mundo marino y Estados Unidos.

Siguen Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919) y uno de los puntos más altos
de su poesía, Estación total, un libro escrito entre 1923 y 1936, aunque no llegó

158
a publicarse hasta 1946. La identificación del poeta con la belleza, con la
plenitud de lo real, con el mundo, es casi absoluta. La palabra aúna abstracción
y realidad, y el poeta se hace “poeta total”, ejemplo de fusión entre el sujeto y el
universo, sin que ello implique abandonar la singularidad de la propia voz.

Los escritos en prosa que formarían posteriormente la vasta galería Españoles


de tres mundos (1942) empezaron a publicarse en diarios y revistas en los
años inmediatamente anteriores a su exilio. Otro libro suyo escrito en prosa
poética —y al que le debe gran parte de su fama universal— es Platero y yo
(1917), donde funde fantasía y realismo en las relaciones de un hombre y su
asno. Es el libro español traducido a más lenguas del mundo, junto con Don
Quijote de Miguel de Cervantes.

Escribió ya en América los Romances de Coral Gables (1948) y Animal de


fondo (1949). Con ellos y el poema “Espacio”, Juan Ramón Jiménez alcanza lo
que se ha llamado su “tercera plenitud”, determinada por el contacto directo
con el mar.

En Animal de fondo construye el símbolo con un lenguaje próximo a una


religiosidad inmanente y panteísta. La poesía antes que palabra es conciencia;
inteligencia que permite al poeta nombrar. El tiempo acaba fundiéndose con el
espacio. El poeta simbolista y romántico, metafísico después y puro —que
configuran al Juan Ramón Jiménez más hondo e intenso—, se revela
finalmente como un visionario y metafísico que mantiene una alta tensión
poética a partir de iluminaciones nacidas en lo profundo de su sensibilidad.

Su interés por simplificar la ortografía (eliminar la g y sustituirla por la j cuando


su sonido es el mismo, o renegar de la x en palabras como “estraño”) atiende,
más que a una mera preocupación de gramático, a un mayor acercamiento
entre el fonema y la grafía que lo representa, seguramente en la línea de las
vanguardias que experimentaron con el valor plástico de la palabra en la
página. La letra, al fin y al cabo, es la representación pictórica de un sonido, del
mismo modo que las notas en una partitura reproducen los acordes de una
composición musical.

Isabel Allende
Isabel Allende (1942- ), novelista y periodista chilena nacida en Lima (Perú),
ciudad donde su padre se encontraba destinado como diplomático.

Asistió a diversos colegios privados y viajó por varios países antes de regresar
a Santiago para concluir sus estudios y trabajar en la Organización para la
Agricultura y la Alimentación (FAO). Posteriormente emprendió otras
actividades; como periodista, escribió artículos sobre temas sumamente
polémicos y además hizo cine y televisión.

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Allende se exilió en 1973 y buscó refugio en Caracas, cuando su tío Salvador
Allende, presidente de Chile, fue derrocado durante el golpe militar encabezado
por el general Augusto Pinochet Ugarte.

En el exilio escribió su primera novela La casa de los espíritus (1982), una


crónica familiar ambientada en el torbellino de cambios políticos y económicos
acontecidos en Latinoamérica. La novela fue bien acogida por la crítica, que vio
en ella ciertos elementos propios del realismo mágico, una técnica literaria que
consiste en mezclar lo real con lo sobrenatural y cuyo principal exponente es el
novelista colombiano galardonado con el Premio Nobel de Literatura Gabriel
García Márquez. Esta novela fue llevada al cine por el director danés Bille
August.

Allende continuó su exploración sobre cuestiones personales y políticas en sus


dos siguientes novelas De amor y de sombra (1984) y Eva Luna (1987), y en la
colección Cuentos de Eva Luna (1992). En 1991 publicó El plan infinito, una
obra inspirada en la vida William Gordon, su actual marido.

Ha sido una de las primeras novelistas latinoamericanas que ha alcanzado


fama y reconocimiento a escala mundial. Su exilio concluyó en 1988, cuando
los chilenos derrotaron en las urnas a Pinochet y eligieron un presidente
democrático. En 1994 publicó Paula, un libro de recuerdos dedicado a su hija, y
en 1997 Afrodita. Cuentos, recetas y otros afrodisiacos, curioso ensayo en el
que combina la gastronomía y la literatura. En 1999 volvió a la novela con Hija
de la fortuna, una obra ambientada en el Oeste americano durante la época de
la fiebre del oro, y en 2000 con un relato situado en el Chile de fines del siglo
XIX, Retrato en sepia. En 2002 publicó La ciudad de las bestias, la primera
entrega de una trilogía destinada a un público joven, ambientada en el
Amazonas. En el ensayo autobiográfico Mi país inventado (2003) Isabel
Allende repasa con nostalgia su infancia en Chile, el país donde se crió y
donde se localizan sus raíces literarias.

Albert Camus
Albert Camus (1913-1960), novelista, ensayista y dramaturgo francés,
considerado uno de los escritores más importantes posteriores a 1945. Su obra,
caracterizada por un estilo vigoroso y conciso, refleja la philosophie de
l’absurde, la sensación de alienación y desencanto junto a la afirmación de las
cualidades positivas de la dignidad y la fraternidad humana.

Camus nació en Mondovi (actualmente Drean, Argelia), el 7 de noviembre de


1913, y estudió en la Universidad de Argel. Sus estudios se interrumpieron
pronto debido a una tuberculosis. Formó una compañía de teatro de
aficionados que representaba obras dirigidas a las clases trabajadoras; también
trabajó como periodista y viajó mucho por Europa. En 1939, publicó Nupcias,
un conjunto de artículos que incluían reflexiones inspiradas por sus lecturas y

160
viajes. En 1940, se trasladó a París y formó parte de la redacción del periódico
Paris-Soir. Durante la II Guerra Mundial fue miembro activo de la Resistencia
francesa contra la ocupación alemana y, de 1945 a 1947, director de Combat,
una publicación clandestina.

Argelia sirve de fondo al primer relato que publicó, El extranjero (1942), y a la


mayoría de sus narraciones siguientes. Esta obra y el ensayo en el que se
basa, El mito de Sísifo (1942), revelan la influencia del existencialismo en su
pensamiento. De las obras de teatro que desarrollan temas existencialistas,
Calígula (1945) es una de las más conocidas. Aunque en su novela La peste
(1947) Camus todavía se interesa por el absurdo fundamental de la existencia,
reconoce el valor de los seres humanos ante los desastres. Afirma en esta obra
que “cada uno lleva dentro de sí la peste” y que desde el mismo momento en
que se decidió a no matar y a ponerse siempre del lado de las víctimas, se
condenó a un “exilio definitivo”.

Sus obras posteriores incluyen la novela La caída (1956), inspirada en un


ensayo precedente; El hombre rebelde (1951); la obra de teatro Estado de sitio
(1948); y un conjunto de relatos, El exilio y el reino (1957). Colecciones de sus
trabajos periodísticos aparecieron con el título de Actuelles (3 volúmenes, 1950,
1953 y 1958) y El verano (1954). Una muerte feliz (1971), aunque publicada
póstumamente, es de hecho su primera novela. En 1994, se publicó la novela
incompleta en la que trabajaba cuando murió, El primer hombre. Sus
Cuadernos, que cubren los años 1935 a 1951, también se publicaron
póstumamente en dos volúmenes (1962 y 1964). Camus, que obtuvo en 1957
el Premio Nobel de Literatura, murió en un accidente de coche en Villeblerin
(Francia) el 4 de enero de 1960.

Jean-Paul Sartre
1 INTRODUCCIÓN

Jean-Paul Sartre (1905-1980), filósofo, dramaturgo, novelista y periodista


político francés, uno de los principales representantes del existencialismo.

2 VIDA

Nacido en París el 21 de junio de 1905, estudió en la Escuela Normal Superior


de su ciudad natal, en la Universidad de Friburgo (Suiza) y en el Instituto
Francés de Berlín (Alemania). Fue profesor de Filosofía en varios liceos desde
1929 hasta el comienzo de la II Guerra Mundial, momento en que se incorporó
al Ejército. Desde 1940 hasta 1941 fue prisionero de los alemanes; después de
su puesta en libertad, dio clases en Neuilly (Francia) y más tarde en París, y
colaboró con la Resistencia francesa. Las autoridades alemanas,
desconocedoras de sus actividades clandestinas, permitieron la representación

161
de su obra de teatro antiautoritaria Las moscas (1943) y la publicación de su
trabajo filosófico más célebre El ser y la nada (1943).

Abandonó la actividad docente en 1945 y fundó, con Simone de Beauvoir entre


otros, la revista política y literaria Les Temps Modernes, de la que fue editor
jefe. Se le consideró un socialista independiente después de 1947, crítico tanto
con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como con Estados
Unidos en los años de la Guerra fría. En la mayoría de sus escritos de la
década de 1950 están presentes cuestiones políticas, incluidas sus denuncias
sobre la actitud represora y violenta del Ejército francés en Argelia. A pesar de
su llamamiento a la actividad política desde ópticas marxistas, Sartre no se
afilió al Partido Comunista Francés, y así conservó la libertad para criticar
abiertamente las intervenciones militares soviéticas en Hungría (1956) y en
Checoslovaquia (1968). Rechazó el Premio Nobel de Literatura que le fue
concedido en 1964, y explicó que si lo aceptaba comprometería su integridad
como escritor. Falleció el 15 de abril de 1980 en París.

3 PENSAMIENTO Y OBRA

Las obras filosóficas de Sartre conjugan la fenomenología del filósofo alemán


Edmund Husserl, la metafísica de los filósofos alemanes Georg Wilhelm
Friedrich Hegel y Martin Heidegger, y la teoría social de Karl Marx en una visión
única llamada existencialismo. Este enfoque, que relaciona la teoría filosófica
con la vida, la literatura, la psicología y la acción política suscitó un amplio
interés popular que hizo del existencialismo un movimiento mundial.

3.1 El ser y la nada

En su primera obra filosófica, El ser y la nada (1943), Sartre concebía a los


humanos como seres que crean su propio mundo al rebelarse contra la
autoridad y aceptar la responsabilidad personal de sus acciones, sin el
respaldo ni el auxilio de la sociedad, la moral tradicional o la fe religiosa. Al
distinguir entre la existencia humana y el mundo no humano, mantenía que la
existencia de los hombres se caracteriza por la nada, es decir, por la capacidad
para negar y rebelarse. Su teoría del psicoanálisis existencial afirmaba la
ineludible responsabilidad de todos los individuos al adoptar sus propias
decisiones y hacía del reconocimiento de una absoluta libertad de elección la
condición necesaria de la auténtica existencia humana. Las obras de teatro y
novelas de Sartre expresan su creencia de que la libertad y la aceptación de la
responsabilidad personal son los valores principales de la vida y que los
individuos deben confiar en su poder creativo más que en la autoridad social o
religiosa.

3.2 Crítica de la razón dialéctica

En su última obra filosófica, Crítica de la razón dialéctica (1960), Sartre trasladó


el énfasis puesto en la libertad existencialista y la subjetividad por el

162
determinismo social marxista. Afirmaba que la influencia de la sociedad
moderna sobre el individuo es tan grande que produce la serialización, lo que él
interpreta como pérdida de identidad y que es equiparable a la enajenación
marxista. El poder individual y la libertad sólo pueden recobrarse a través de la
acción revolucionaria colectiva.

3.3 Otras obras

Otros textos de Sartre son las novelas La náusea (1938) y la serie narrativa
inacabada Los caminos de la libertad, que comprenden La edad de la razón
(1945), El aplazamiento (1945) y La muerte en el alma (1949); una biografía del
controvertido escritor francés Jean Genet, San Genet, comediante y mártir
(1952); las obras teatrales A puerta cerrada (1944), La puta respetuosa (1946)
y Los secuestradores de Altona (1959); su autobiografía, Las palabras (1964); y
una biografía del autor francés Gustave Flaubert, El idiota de la familia (3 vols.,
1971-1972) entre otros muchos títulos.

Sinclair Lewis
Sinclair Lewis (1885-1951), novelista estadounidense muy imitado por
escritores posteriores, tanto en su estilo naturalista como en su temática. Lewis
cambió la tradicional visión romántica y complaciente de la vida
estadounidense por otra mucho más realista, e incluso amarga.

Nació en Sauk Center (Minnesota), el 7 de febrero de 1885 y estudió en la


Universidad de Yale. De 1907 a 1916 trabajó como reportero y editor literario.

En Calle mayor (1920), Lewis desarrolla por primera vez un tema que se
convertirá en leitmotif de sus principales obras: la monotonía, la frustración
emocional y la falta de valores espirituales e intelectuales de la clase media
estadounidense. Su novela Babbitt (1922) ofrece un retrato despiadado del
arquetipo del hombre de negocios de una ciudad pequeña que acepta
ciegamente los valores sociales materialistas y éticos de su entorno. La palabra
'Babbitt', que designa a este tipo de persona, ha pasado a formar parte de la
lengua común. En El doctor Arrowsmith (1925), expone la falta de idealismo
científico que en ocasiones se observa entre los médicos; Elmer Gantry (1927)
retrata la figura de un falso e hipócrita líder religioso infiltrado en la iglesia
Protestante. Otras de sus novelas, como Dodsworth (1929), retratan a la mujer
casada, egoísta y pretenciosa, que a veces se encuentra en los círculos de
clase media estadounidenses.

Entre sus obras posteriores cabe destacar Eso no puede pasar aquí (1935), la
escalofriante historia de una futura revolución que situaría a Estados Unidos
bajo control fascista, y Sangre de rey (1947), una novela sobre la intolerancia
racial. Lewis sentía fascinación por el teatro. Colaboró en una dramatización de

163
Dodsworth (1934) con el dramaturgo estadounidense Sidney Howard, y realizó
su propia dramatización de Eso no puede pasar aquí (1936).

Lewis murió cerca de Roma, el 10 de enero de 1951. En 1952 se publicó


póstumamente De Calle mayor a Estocolmo, una selección de las cartas
escritas por este autor de fama internacional. Aunque por lo general desdeñaba
los premios literarios y rechazó el Premio Pulitzer en 1926 por El doctor
Arrowsmith, Lewis aceptó el Premio Nobel de Literatura en 1930,
convirtiéndose en el primer escritor estadounidense que obtuvo este importante
galardón.

Elias Canetti
Elias Canetti (1905-1994), autor búlgaro en lengua alemana y residente en
Inglaterra. Pese a ser ignorado durante gran parte de su vida en su país de
adopción, adquirió fama por explorar, en distintas disciplinas, la relación del
individuo con la sociedad.

Canetti nació en el seno de una familia hispanohablante de judíos sefardíes en


Ruschuck (Bulgaria) el 25 de julio de 1905. En 1911 la familia se trasladó a
Inglaterra, en 1913 a Viena, a Zurich en 1916 y a Frankfurt en 1921. En 1924
regresó a Viena, donde se doctoró en Química en 1929. Se estableció en
Inglaterra en 1938. Su primer libro, y su única novela, fue Auto de fe (1936),
concebida como la primera en una serie de ocho, que describe el descenso a
una locura autodestructiva de Kien, un sinólogo ascético, obsesivo y nada
mundano. Tuvo mucha más repercusión en la Europa continental que en
Estados Unidos e Inglaterra, donde no alcanzó un reconocimiento general
hasta la edición corregida y aumentada de 1965.

A partir de esta novela, Canetti se centró en la historia, la literatura de viajes, el


teatro, la crítica literaria y la escritura de sus memorias. Su Masa y poder (1962)
es un libro ambicioso, una combinación de antropología e historia que intenta
explicar por qué la psicología de masas es distinta, y a menudo opuesta, a la
de los individuos que la componen. Se abre con la afirmación: “No hay nada
que el hombre tema más que el toque de lo desconocido”, frase que capta el
estilo aforístico de Canetti y también una de sus mayores preocupaciones, la
influencia de las emociones en las inclinaciones racionales. Sus tres volúmenes
de memorias, La lengua absuelta (1977), La antorcha al oído (1980) y El testigo
escuchador (1985), abarcan su vida antes de la II Guerra Mundial, describiendo
su existencia peripatética y un mundo centroeuropeo que se desvanecía. A
Canetti se le concedió el Premio Nobel de Literatura en 1981. En 1996 se
publicaron en español sus Obras completas.

164
Pío Baroja
Pío Baroja (1872-1956), novelista español, considerado por la crítica el
novelista español más importante del siglo XX.

Nació en San Sebastián (País Vasco) y estudió Medicina en Madrid, ciudad en


la que vivió la mayor parte de su vida. Su primera novela fue Vidas sombrías
(1900), a la que siguió el mismo año La casa de Aizgorri. Esta novela forma
parte de la primera de las trilogías de Baroja, Tierra vasca, que también incluye
El mayorazgo de Labraz (1903), una de sus novelas más admiradas, y
Zalacaín el aventurero (1909). Con Aventuras y mixtificaciones de Silvestre
Paradox (1901), inició la trilogía La vida fantástica, expresión de su
individualismo anarquista y su filosofía pesimista, integrada además por
Camino de perfección (1902) y Paradox Rey (1906).

La obra por la que se hizo más conocido fuera de España es la trilogía La lucha
por la vida, una conmovedora descripción de los bajos fondos de Madrid, que
forman La busca (1904), La mala hierba (1904) y Aurora roja (1905). Realizó
viajes por España, Italia, Francia, Inglaterra, los Países Bajos y Suiza, y en
1911 publicó El árbol de la ciencia, posiblemente su novela más perfecta. Entre
1913 y 1935 aparecieron los 22 volúmenes de una novela histórica, Memorias
de un hombre de acción, basada en el conspirador Eugenio de Avinareta, uno
de los antepasados del autor que vivió en el País Vasco en la época de las
Guerras carlistas. Ingresó en la Real Academia Española en 1935, y pasó la
Guerra Civil española en Francia, de donde regresó en 1940. A su regreso, se
instaló en Madrid, donde llevó una vida alejada de cualquier actividad pública,
hasta su muerte. Entre 1944 y 1948 aparecieron sus Memorias, subtituladas
Desde la última vuelta del camino, de máximo interés para el estudio de su vida
y su obra. Baroja publicó en total más de cien libros.

Usando elementos de la tradición de la novela picaresca, Baroja eligió como


protagonistas a marginados de la sociedad. Sus novelas están llenas de
incidentes y personajes muy bien trazados, y destacan por la fluidez de sus
diálogos y las descripciones impresionistas. Maestro del retrato realista, en
especial cuando se centra en su País Vasco natal, tiene un estilo abrupto,
vívido e impersonal, aunque se ha señalado que la aparente limitación de
registros es una consecuencia de su deseo de exactitud y sobriedad. Ha
influido mucho en los escritores españoles posteriores a él, como Camilo José
Cela o Juan Benet, y en muchos extranjeros entre los que destaca Ernest
Hemingway. Ver Generación del 98.

165
Miguel de Unamuno
1 INTRODUCCIÓN

Miguel de Unamuno (1864-1936), filósofo y escritor español, considerado por


muchos como uno de los pensadores españoles más destacados de la época
moderna y miembro de la generación del 98.

2 VIDA

Nacido en Bilbao, Unamuno estudió en la Universidad de Madrid, donde se


doctoró en Filosofía y Letras con la tesis titulada Crítica del problema sobre el
origen y prehistoria de la raza vasca (1884), que anticipaba sus posturas
contrarias al nacionalismo vasco de Sabino Arana. Fue catedrático de griego
en la Universidad de Salamanca desde 1891 hasta 1901, en que fue nombrado
rector.

En 1914 fue obligado a dimitir de su cargo académico por sus ataques a la


monarquía de Alfonso XIII; sin embargo, continuó enseñando griego. En 1924
su enfrentamiento con la dictadura de Miguel Primo de Rivera provocó su
confinamiento en Fuerteventura (Islas Canarias). Más tarde se trasladó a
Francia, donde vivió en exilio voluntario hasta 1930, año en que cae el régimen
de Primo de Rivera. Unamuno regresó entonces a su cargo de rector en
Salamanca, que no abandonaría hasta su muerte. Aunque al principio fue
comprensivo con la sublevación del Ejército español que en seguida encabezó
el general Francisco Franco, pronto la censuró públicamente: en un acto
celebrado en la Universidad de Salamanca, su comentario “venceréis, pero no
convenceréis”, provocó la respuesta del general Millán Astray, uno de los
sublevados: “¡Viva la muerte y muera la inteligencia!”. Terminó sus días
recluido en su domicilio de Salamanca.

2.1 Obra filosófica

Su filosofía, que no era sistemática, sino más bien una negación de cualquier
sistema y una afirmación de “fe en la fe misma”, impregna toda su producción.
Formado intelectualmente en el racionalismo y en el positivismo, durante su
juventud simpatizó con el socialismo, escribiendo varios artículos para el
periódico El Socialista, donde mostraba su preocupación por la situación de
España, siendo en un primer momento favorable a su europeización, aunque
posteriormente adoptaría una postura más nacionalista.

Esta preocupación por España (que reflejó en su frase “¡Me duele España!”) se
manifiesta en sus ensayos recogidos en sus libros En torno al casticismo
(1895), Vida de Don Quijote y Sancho (1905), donde hace del libro cervantino
la expresión máxima de la escuela española y permanente modelo de
idealismo, y Por tierras de Portugal y España (1911). También son frecuentes

166
los poemas dedicados a exaltar las tierras de Castilla, considerada la médula
de España.

Más tarde, la influencia de filósofos como Arthur Schopenhauer, Adolf von


Harnack o Sören Aabye Kierkegaard, entre otros, y una crisis personal (cuando
contaba 33 años) contribuyeron a que rechazara el racionalismo, al que
contrapuso la necesidad de una creencia voluntarista de Dios y la
consideración del carácter existencial de los hechos. Sus meditaciones (desde
una óptica vitalista que anticipa el existencialismo) sobre el sentido de la vida
humana, en el que juegan un papel fundamental la idea de la inmortalidad (que
daría sentido a la existencia humana) y de un dios (que debe ser el sostén del
hombre), son un enfrentamiento entre su razón, que le lleva al escepticismo, y
su corazón, que necesita desesperadamente de Dios. Aunque sus dos grandes
obras sobre estos temas son Del sentimiento trágico de la vida (1913) y La
agonía del cristianismo (1925), toda su producción literaria está impregnada de
esas preocupaciones.

2.2 Obra literaria

Cultivó todos los géneros literarios: fue poeta, novelista, autor teatral y crítico
literario. Su narrativa comienza con Paz en la guerra (1897), donde desarrolla
la “intrahistoria” galdosiana, y continúa con Niebla (1914) —que llamó nivola,
en un intento de renovar las técnicas narrativas—, La tía Tula, y San Manuel
Bueno, mártir (ambas de 1933).

Entre su obra poética destaca El Cristo de Velázquez (1920), mientras que su


teatro ha tenido menos éxito, pues la densidad de ideas no va acompañada de
la necesaria fluidez escénica; en este terreno destacan Raquel encadenada
(1921), Medea (1933) o El hermano Juan (estrenada en 1954).

Generación del 98
Generación del 98, también llamada generación del desastre en alusión a la
pérdida de Cuba por España.

Habrá que esperar hasta 1934, con la conferencia de Pedro Salinas sobre "El
concepto de generación literaria aplicado a la del 98", para que se fije
definitivamente esta manera de identificar a una generación que representó un
fenómeno importante por cuestionarse la tarea intelectual frente a España y la
política española, y plantearse el dilema de una literatura acorde con esas
inquietudes. Muchos de sus representantes estaban ligados a la Institución
Libre de Enseñanza, que dirigía Francisco Giner de los Ríos. Sobresalen
autores como Ángel Ganivet (1862-1898), autor de Ideariumespañol (1897);
Joaquín Costa (1846-1911); Miguel de Unamuno (1864-1937), con obras como
En torno al casticismo (1895), Vida de Don Quijote y Sancho (1905) y Del

167
sentimiento trágico de la vida (1913); Ramiro de Maeztu, quien enumeraba los
engaños que dominaban a España en el campo de la prensa, la política, la
oligarquía y el caciquismo, la literatura y la ciencia, las supuestas glorias
históricas, y, como otros jóvenes rebeldes de su tiempo (el mismo Unamuno o
Martínez Ruiz, Azorín), rechazaba la guerra colonial en todas sus
manifestaciones; José Ortega y Gasset, que, en realidad, trascendió el marco
de esta generación. Debe mencionarse también la obra de Azorín (El alma
castellana (1900); La ruta de don Quijote (1905), Antonio Machado (Soledades
y Campos de Castilla, sobre todo), Pío Baroja (La raza; La lucha por la vida,
1904), Ramón María del Valle-Inclán, Vicente Blasco Ibáñez, Gabriel Miró.

La generación del 98, a veces asociada con el modernismo literario, reflejó en


gran medida las oscilaciones ideológicas de algunos de sus integrantes, según
lo ha estudiado Carlos Blanco Aguinaga en su Juventud del 98 (de las posturas
socialistas y anarquistas a cierto énfasis nacional de corto alcance) y en no
conseguir siempre resolver el ajuste entre su preocupación por el casticismo y
el problema español, y las preguntas estrictamente ligadas al ejercicio de la
literatura. Este ejercicio sólo fue posible a través de búsquedas más
individuales y en el tránsito hacia propuestas estéticas de las generaciones
próximas en el tiempo: la del 14 y la del 27.

Antonio Machado
1 INTRODUCCIÓN

Antonio Machado (1875-1939), poeta y prosista español, perteneciente al


movimiento literario conocido como generación del 98. Probablemente sea el
poeta de su época que más se lee todavía.

2 VIDA

Nació en Sevilla y vivió luego en Madrid, donde estudió. En 1893 publicó sus
primeros escritos en prosa, mientras que sus primeros poemas aparecieron en
1901. Viajó a París en 1899, ciudad que volvió a visitar en 1902, año en el que
conoció a Rubén Darío, del que sería gran amigo durante toda su vida. En
Madrid, por esas mismas fechas conoció a Unamuno, Valle-Inclán, Juan
Ramón Jiménez y otros destacados escritores con los que mantuvo una
estrecha amistad. Fue catedrático de Francés, y se casó con Leonor Izquierdo,
que murió en 1912. En 1927 fue elegido miembro de la Real Academia
Española. Durante las décadas de 1920 y 1930 escribió teatro en compañía de
su hermano, también poeta, Manuel, estrenando varias obras entre las que
destacan La Lola se va a los puertos, de 1929, y La duquesa de Benamejí, de
1931. Cuando estalló la Guerra Civil española estaba en Madrid.
Posteriormente se trasladó a Valencia, y Barcelona, y en enero de 1939 se
exilió al pueblo francés de Colliure, donde murió en febrero.

168
3 OBRA

Su primer libro es Soledades, de 1903, unos poemas de carácter modernista,


en los que destaca la emoción del momento y el sentido oculto de lo que le
rodea. Campos de Castilla, de 1912, supone, aparte de una indagación sobre
sí mismo, una consideración poética de un paisaje castellano humanizado de
“la España que bosteza” junto con la emoción del amor perdido, y constituye
uno de sus libros más conocidos y populares. En 1917 se publicaron Páginas
escogidas, y la primera edición de Poesías completas. De esa época queda
una importante obra en prosa, de tipo filosófico, Los complementarios,
publicada póstumamente, que constituye un conjunto de impresiones,
reflexiones acerca de lo cotidiano y esbozos. Nuevas canciones, de 1914,
continúa la línea sentenciosa y filosófica donde cada vez destaca más la crítica
social, sin que desaparezca la resonancia lírica. Hubo nuevas ediciones de
Poesías completas, en 1928 y 1933, con la aparición de dos apócrifos, “Juan
de Mairena” y “Abel Martín”, más un tercero que se llama como el poeta, que
son autores de los nuevos poemas y de comentarios en prosa. También
pertenecen a esta época algunos sugerentes desarrollos poéticos del
surrealismo. En 1936, publicó un libro en prosa, Juan de Mairena. Sentencias,
donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, que constituye una
colección de ensayos que le presentan como uno de los prosistas menos
convencionales del siglo XX. La Guerra Civil le impulsó a escribir poemas de
tipo circunstancial y político, como ocurre en La guerra, de 1937, que no
desdicen de su producción anterior. En 2001 se publicaron póstumamente sus
Prosas dispersas (1893-1936), un volumen que recoge cartas y escritos
inéditos de la más variada índole.

Miguel Ángel Asturias


1 INTRODUCCIÓN

Miguel Ángel Asturias (1899-1974), autor, diplomático y premio Nobel


guatemalteco, nacido en Ciudad de Guatemala.

2 VIDA

Estudió Derecho en universidades de su país y Antropología en la Sorbona de


París, ciudad en la que recibió la influencia del poeta surrealista francés André
Breton. En 1942 fue elegido diputado en su país y, a partir de 1946, fue
embajador en México, Argentina y El Salvador, hasta que, en 1954, se exilió de
Guatemala. Posteriormente, fue embajador en Francia, entre 1966 y 1970. Sus
poemas y novelas, de contenido fuertemente antiimperialista, le valieron el
Premio Lenin de la Paz en 1966 y el Premio Nobel de Literatura en 1967. La
muerte le sobrevino, tras una penosa enfermedad, en 1974, cuando se
encontraba en Madrid (España).

169
3 OBRA

En su obra, al igual que en la del escritor cubano Alejo Carpentier, el mito se


hace presente, pero a diferencia del cubano, organiza sus novelas en torno a
los mitos precolombinos. Su primera obra Leyendas de Guatemala (1930) es
una colección de cuentos y leyendas mayas (ver Mitología maya). La novela
que le ha dado fama internacional es El señor Presidente (1946) en la que
traza el retrato de un dictador de una manera caricaturesca y esperpéntica pero
siguiendo una estructura regida por la lucha entre las fuerzas de la luz (el Bien,
el pueblo) y las fuerzas de las tinieblas (el Mal, el dictador) según los mitos
latinoamericanos. Es también un libro de protesta militante: la descripción de un
régimen dictatorial en términos de terror, maldad y muerte. En las cuatro
cadenas de episodios que integran la trama predominan el miedo y la crueldad.
Este tema mítico vuelve a aparecer en Hombres de maíz (1949) aunque ahora
la luz está representada por los indígenas y las tinieblas por los hombres de
maíz, los colonizadores que llegan a explotar las tierras de los campesinos en
beneficio propio. En esta obra, Asturias logra hermanar armoniosamente lo
mítico-maravilloso con la dura realidad de la vida indígena.

Después escribió novelas y relatos entre las que destaca la trilogía formada por
Viento fuerte (1950), El Papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960).
Otras novelas son Mulata de tal (1963), Malandrón (1969) y Viernes de Dolores
(1972). Su producción teatral es poco conocida y trata más o menos los
mismos temas, como Chantaje o Dique seco ambas de 1964. Su novela Viento
fuerte fue citada en el discurso de entrega del Premio Nobel, que le fue
concedido por "sus coloridos escritos profundamente arraigados en la
individualidad nacional y en las tradiciones indígenas de América".

Alejo Carpentier
1 INTRODUCCIÓN

Alejo Carpentier (1904-1980), novelista, ensayista y musicólogo cubano, que


influyó notablemente en el desarrollo de la literatura latinoamericana, en
particular a través de su estilo de escritura, que incorpora todas las
dimensiones de la imaginación —sueños, mitos, magia y religión— en su idea
de la realidad.

2 VIDA

Nació en La Habana el 26 de diciembre de 1904, hijo de un arquitecto francés y


de una cubana de refinada educación. Estudió los primeros años en La Habana
y a la edad de doce años, como la familia se trasladó a París durante unos
años, asistió al liceo de Jeanson de Sailly, y se inició en los estudios musicales
con su madre, desarrollando una intensa vocación musical. Ya de regreso a

170
Cuba comenzó a estudiar arquitectura, pero no acabó la carrera. Empezó a
trabajar como periodista y a participar en movimientos políticos izquierdistas.
Fue encarcelado y a su salida se exilió en Francia. Volvió a Cuba donde trabajó
en la radio y llevó a cabo importantes investigaciones sobre la música popular
cubana. Viajó por México y Haití donde se interesó por las revueltas de los
esclavos del siglo XVIII. Marchó a vivir a Caracas en 1945 y no volvió a Cuba
hasta 1958, año en el que se produjo el triunfo de la Revolución castrista.
Desempeñó diversos cargos diplomáticos para el gobierno revolucionario,
murió en 1980 en París, donde era embajador de Cuba.

3 OBRA

Carpentier recibió la influencia directa del surrealismo, y escribió para la revista


Révolution surréaliste, por encargo expreso del poeta y crítico literario francés
André Breton. Sin embargo, mantuvo una posición crítica respecto a la poco
reflexiva aplicación de las teorías del surrealismo e intentó incorporar a toda su
obra la maravilla, una forma de ver la realidad que, mantenía, era propia y
exclusiva de América. Entre sus novelas cabe citar El reino de este mundo
(1949), escrita tras un viaje a Haití, centrada en la revolución haitiana y el tirano
del siglo XIX Henri Christophe, y Los pasos perdidos (1953), el diario ficticio de
un músico cubano en el Amazonas, que trata de definir la relación real entre
España y América siguiendo la conquista española. Se considera que es su
obra maestra, un intento de llevar a cabo su idea de construir una novela que
llegue más allá de la narración, que no sólo exprese su época sino que la
interprete. Guerra del tiempo (1958) se centra en la violencia y en la naturaleza
represiva del gobierno cubano durante la década de 1950. En 1962 publicó El
siglo de las luces, en la que narra la vida de tres personajes arrastrados por el
vendaval de la Revolución Francesa. Más que una novela histórica, o una
novela de ideas es, en la interpretación de algunos críticos, una cabal novela
filosófica. Concierto Barroco (1974) es una novela en la que expone sus
visiones acerca de la mezcla de culturas en Hispanoamérica. Finalmente El
recurso del método (1974) y La consagración de la primavera (1978), obras
complementarias y difíciles; la primera suele “considerarse como la historia de
la destrucción de un mundo”, la caída del mito del hombre de orden, mientras
que la segunda representa la larga crónica del triunfo en Cuba de un nuevo
mito, que Carpentier trata de explicar desde su imposible papel de espectador:
el autor trata de explicar el inconciliable desajuste entre el tiempo del hombre y
el tiempo de la historia.

4 VALORACIÓN CRÍTICA

A pesar de su corta producción narrativa, Carpentier está considerado como


uno de los grandes escritores del siglo XX. Él fue el primer escritor
latinoamericano que afirmó que Hispanoamérica era el barroco americano
abriendo una vía literaria imaginativa y fantástica pero basado en la realidad
americana, su historia y mitos. Su lenguaje rico, colorista y majestuoso está
influido por los escritores españoles del Siglo de Oro y crea unos ambientes

171
universales donde no le interesan los personajes concretos, ni profundizar en la
psicología individual de sus personajes, sino que crea arquetipos —el villano, la
víctima, el liberador— de una época.

Kawabata Yasunari
Kawabata Yasunari (1899-1972), novelista japonés nacido en Osaka, graduado
por la Universidad Imperial de Tokio. En la década de 1920 formó parte de un
grupo literario de jóvenes escritores conocido como neosensacionistas,
partidarios del lirismo y del impresionismo en lugar del realismo social
imperante. Poco a poco fue desarrollando un estilo propio, minucioso y
episódico, que se manifiesta en su primera novela, Diario íntimo de mi
decimosexto cumpleaños (1925). Con frecuencia se preocupó por la
exploración de la soledad y los aspectos que bordean la sexualidad humana.
Su novela País de nieve (1947), que trata de un hombre de negocios
egocéntrico y su amante geisha, es muy conocida en Occidente. Otras obras
suyas son las novelas Mil grullas (1959) y El sonido de la montaña (1970), así
como dos volúmenes de relatos que se cuentan entre lo mejor de su obra: La
casa de las bellezas dormidas (1961) y Lo bello y lo triste (1965). En 1972 se
publicó de forma póstuma la biografía ficticia El maestro de Go, Kawabata fue
el primer japonés que ganó el premio Nobel de Literatura en 1968, “por su
maestría narrativa, que expresa con gran sensibilidad el espíritu japonés”. En
1972, enfermo y deprimido, se suicidó.

Yukio Mishima
Yukio Mishima, seudónimo de Kimitake Hiraoka (1925-1970), novelista japonés
muy conocido en Occidente, cuyo tema central es la dicotomía entre los valores
tradicionales de Japón y la esterilidad espiritual de la vida contemporánea.
Nacido en Tokio, no consiguió que le admitiera el Ejército para pelear durante
la II Guerra Mundial, pero en cambio trabajó en una fábrica aeronáutica.
Después de la guerra estudió Derecho y estuvo empleado un tiempo en el
ministerio de Hacienda. Su primera novela, Confesiones de una máscara
(1949), en parte autobiográfica, tuvo mucho éxito y fue tan elogiada que le
permitió dedicarse por entero a la escritura. El pabellón de oro (1956) retrata a
un hombre obsesionado con la religión y la belleza; El marino que perdió la
Gracia del mar (1963) es un relato truculento sobre los celos adolescentes; y
en su epopeya de cuatro volúmenes, El mar de la fertilidad (1970), que
comprende Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y La
corrupción de un ángel, analiza la transformación de su país en una sociedad
moderna pero estéril. Mishima, que fundó una sociedad para fomentar la
cultura física y las artes marciales, el Tatenokai, se suicidó ritualmente, en lo
que se considera como su protesta final contra la decadencia japonesa.

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Oé Kenzaburo
Oé Kenzaburo (1935- ), escritor y ensayista japonés, premio Nobel de
Literatura y probablemente uno de los mejores novelistas de la posguerra.

Oé nació en una remota aldea de montaña en la isla Shikoku, localidad que


aparece con frecuencia en su obra. Su infancia estuvo marcada por la guerra y
la muerte de su padre. En 1954 ingresó en la Universidad de Tokio y en 1957,
siendo aún estudiante, publicó su primera novela, Kimyo na shigoto. Al año
siguiente ganó el prestigioso Premio Akutagawa por su relato La presa, que
describe la custodia en un pueblo de un aviador negro prisionero. Su primera
novela extensa, Memushiri kouchi (1958), ratificó su éxito. Estas primeras
obras, muy bien recibidas por la crítica, muestran ya un estilo muy personal así
como unas imágenes y preocupaciones que han de situarse en el contexto de
la década de 1960, dentro del movimiento contrario a la remilitarización del país.
De hecho, toda la obra de Oé Kenzaburo está marcada por el tema recurrente
del horror a la guerra, empezando por los dos ensayos: Hiroshima noto (Notas
sobre Hiroshima, 1965) y Okinawa noto (Notas sobre Okinawa, 1970).
Establecido como autor importante de la posguerra, escribió sobre la condición
alienada del Japón moderno, al tiempo que apoyó causas de izquierda, a pesar
de su amistad con Yukio Mishima.

En 1963, el nacimiento de un hijo con deficiencia mental y una visita a


Hiroshima causaron una nueva evolución en su escritura, que culminó con sus
obras maestras Una cuestión personal (1964), El grito silencioso (1967) y Dinos
cómo sobrevivir a nuestra locura (1969). Su obra, de estilo complejo y
contenido intelectual, aborda la crisis existencial, la historia y la identidad
cultural. Sus novelas posteriores tratan temas antinucleares y ecológicos en un
estilo moderno más libre (véase Peligro y proliferación nuclear y Ecología).
Destacan, además, en su vasta obra, Las aguas han inundado mi alma (1973),
Juegos contemporáneos (1979), Cartas a los años de nostalgia (1987), la
novela de ciencia ficción La torre del tratamiento (1990), Shizuka no seikatsu
(1990) y Pinchi ranna choshu (1994). En 1994 le fue concedido el Premio Nobel,
el segundo escritor japonés en recibirlo, tras Kawabata Yasunari.

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