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TEmA18. La actual ordenación territorial del estado español. Raíces históricas.

INTRODUCCIÓN

La creación de las comunidades autónomas ha obedecido a elementos objetivos, como son los
factores físicos e históricos, y a elementos subjetivos, como la conciencia regional. Esta conciencia
regional puede ser un fenómeno espontáneo–por lo general, fundamentado en la historia–, o un
fenómeno inducido a partir de causas tan complejas como una decisión política. La Constitución de 1978
creó el marco legislativo de la “España de las Autonomías”, por el que cada comunidad autónoma
cuenta con su estatuto de autonomía y sus instituciones de gobierno. La existencia de fuertes
desequilibrios económicos y sociales entre las diferentes comunidades autónomas hizo necesaria la
existencia de una serie de políticas correctoras, nacionales y europeas. La importancia de estudiar las
comunidades que forman España, la historia de su formación y su forma de administración reside en la
comprensión de la actual situación política, social y económica del Estado español. A lo largo de este
analizaremos estas y otras cuestiones sobre la ordenación territorial para situarnos en posición de
valorar su crisis interna, puesta de manifiesto por el proceso independentista catalán y por las
deficiencias del sistema de financiación.

El desarrollo de este tema obedecerá el siguiente esquema:

1. La Constitución de 1978 y la actual ordenación del territorio


1.1. La Constitución de 1978
1.2. La actual ordenación del territorio
2. Antecedentes históricos de la actual ordenación territorial
2.1. Divisiones territoriales anteriores a la reconquista
2.2. La reconquista como base de la diferenciación regional
2.3. De la construcción del Estado moderno al centralismo borbónico
2.4. Reformas administrativas contemporáneas
2.5. El nacionalismo regionalista
3. Los estatutos de autonomía y la organización de las comunidades
3.1. Los estatutos de autonomía
3.2. La organización de las comunidades
3.3. La crisis actual del modelo autonómico
4. Desequilibrios demográficos y contrastes económicos
4.1. Desequilibrios demográficos
4.2. Contrastes económicos
5. Políticas de corrección de los desequilibrios
5.1. Políticas correctoras dentro del marco de la Unión Europea
5.2. Políticas correctoras dentro del marco de la Constitución de 1978

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TEmA18. La actual ordenación territorial del estado español. Raíces históricas.

1. LA CONSTITUCIÓN DE 1978 Y LA ACTUAL ORDENACIÓN DEL TERRITORIO

España es, en la actualidad, un Estado de autonomías: un país formalmente unitario, pero que
funciona como una federación descentralizada de comunidades autónomas, cada una de ellas con
diferentes niveles de autogobierno. Como resultado es uno de los países europeos más
descentralizados; sus diferentes territorios dirigen sus sistemas sanitarios y educativos, así como
algunos aspectos del presupuesto público; algunos de ellos, como el País Vasco y Navarra, además,
administran su financiación pública sin casi contar, a excepción del cupo, con la supervisión del gobierno
central español.

1.1. LA CONSTITUCIÓN DE 1978

En 1978, frente a la concepción unitaria centralista del régimen franquista, se plantearon varias
alternativas como la federal, la descentralización administrativa y la autonomía política; tras un intenso
debate, el nuevo Estado democrático de derecho se inclinó por esta última, resultado del triunfo de la
doctrina Clavero Arévalo. Manuel Clavero Arévalo (1926-2021), que había sido profesor en varias
universidades españolas con alumnos de la talla de Adolfo Suárez y Felipe González, sostenía que las
autonomías no debían ser un recurso para solucionar el problema del regionalismo, sino una forma de
construir un Estado más eficaz mediante la distribución territorial del poder.

En el texto constitucional se incluyó el término “nacionalidades”, el cual no figuraba en la Constitución


de 1931. Se marcó un trato diferencial entre las comunidades que anteriormente habían plebiscitado
(Cataluña, País Vasco y Galicia) y el resto. Las primeras vieron agilizado el proceso para obtener una
autonomía más amplía, mientras que las demás se vieron obligadas a pasar por el artículo 143. Esta
diferenciación en el tratamiento fue muy difícil de alcanzar, pues unos defendían que el título VIII era
tan solo una manera de resolver el problema catalán y vasco, y de disolver todo posible proceso
autonómico en el resto de las comunidades; mientras que, para otros, este título VIII debía permitir
alcanzar un nuevo modelo de Estado: el de las autonomías. Tras varios debates, se introdujo el artículo
151, que permitía a las comunidades someterse a procedimientos de acceso a la autonomía. Andalucía
fue la primera comunidad en pedir al Gobierno la ratificación de dicha iniciativa a través de un
referéndum. Con la autonomía andaluza, se abría la puerta para el resto de las comunidades. Así, en
1982, España pasó de ser un Estado centralista a un Estado compuesto, al haberse constituido, para
entonces, diecisiete comunidades autónomas (Clavero, 1996).

En el título preliminar de la Constitución de 1978, el Art. 2 habla de "la indisoluble unidad de la Nación
Española", pero concibe España como una nación de naciones, pues reconoce el "derecho de autonomía
de las nacionalidades que la integran". En el título VIII: De la organización territorial del Estado
(artículos 137-158), se define claramente la ordenación del territorio español.

El capítulo primero del título VIII establece los principios generales: el Estado se organiza
territorialmente en municipios, en provincias y en comunidades autónomas; se hace referencia al
equilibrio económico y justo entre las diversas partes del territorio español.

El capítulo segundo del título VIII define la administración local: el alcalde gobierna el municipio; el
Ayuntamiento en pleno y la junta de Gobierno local, alcalde y concejales son elegidos por sufragio
universal; además, los municipios podrán agruparse en mancomunidades o en agrupaciones de
municipios. La provincia, división territorial que consiste en una agrupación de municipios, cuenta con

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una administración provincial estructurada en diputaciones provinciales formadas por presidente, junta
de Gobierno, diputados y pleno para la península, y en cabildos y consejos para los archipiélagos, el
Gobierno central está representado en la provincia por el delegado del Gobierno.

El capítulo tercero del título VIII crea las comunidades autónomas, al afirmar –en el artículo 143.1–
que “las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes, los
territorios insulares y las provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su autogobierno y
constituirse en Comunidades Autónomas”. Cada comunidad autónoma se rige de acuerdo con un
Estatuto de autonomía; estos estatutos son normas subordinadas a la Constitución, ya que no son
expresión de un poder soberano, sino de la autonomía basada en la Constitución. Por tanto, los
estatutos de autonomía deben interpretarse de conformidad con la Constitución y están sujetos al
control del Tribunal Constitucional.

La Constitución de 1978 otorga, además, grandes competencias autonómicas para que cada
comunidad gestione sus propios intereses con un amplio nivel de autonomía, poderes legislativos,
presupuestarios, administrativos y ejecutivos; competencias exclusivas que el Estado garantiza a través
de la Constitución y de cada Estatuto de autonomía. También determina aquellas materias en las que el
Estado tiene competencia exclusiva (artículo 149), así como un conjunto de mecanismos de control para
que las autonomías respeten lo establecido en la propia Constitución; estos mecanismos son el Tribunal
Constitucional y el propio Gobierno central. Ambos han de velar por la supremacía de un "interés
general" y de la “solidaridad” entre todas las comunidades autónomas; para ello crea un Fondo de
Compensación Interterritorial. No son pocas las críticas que recibe el funcionamiento de este
mecanismo, debido a las diferencias existentes entre nuestras comunidades, y es que no puede negarse
que existen unas realidades económicas y sociales muy distintas en cada una de ellas. En este sentido, es
conveniente recordar que han sido los regímenes más centralistas los que, históricamente, han
producido mayores diferencias regionales.

Las competencias del Estado se pueden resumir en diferentes grupos: materias de competencia
exclusiva y excluyente del Estado, como son las de nacionalidad, inmigración, emigración, extranjería,
derecho de asilo, relaciones internacionales, defensa y Fuerzas Armadas, régimen aduanero y comercio
exterior, sistema monetario, coordinación de la planificación económica general, estadística y
autorización a la convocatoria de referéndum; materias en las que el Estado se reserva la legislación
básica y las comunidades autónomas pueden llevar a cabo una legislación de desarrollo como son las
bases de las obligaciones contractuales, régimen jurídico de las administraciones públicas o regulación
en las condiciones que garanticen la igualdad a todos los españoles; materias en las que el Estado se
reserva competencia legislativa y las comunidades autónomas pueden ejercer su ejecución, como son la
propiedad intelectual e industrial, pesas y medidas y productos farmacéuticos; materias de competencia
compartida entre el Estado y las comunidades autónomas como la administración de justicia, sanidad,
educación, hacienda y seguridad pública.

Por otra parte, las principales competencias autonómicas se pueden sintetizar a distintos niveles en
función de los diferentes ámbitos de actuación:

✓ A nivel político, se encargan de la organización de sus instituciones de autogobierno, de la


ordenación del territorio, urbanismo, vivienda y obras públicas.

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✓ A nivel económico, se encargan del fomento y desarrollo económico de su comunidad dentro de la


ordenación nacional de la economía, así como de la promoción y ordenación de la agricultura,
ganadería y turismo en su ámbito territorial.
✓ A nivel social, tienen competencia en materia de protección del medio ambiente, en el fomento de
la cultura, de la investigación y de la enseñanza de la lengua comunitaria.

En cuanto a los aspectos financieros, los recursos de las comunidades autónomas están formados por:
los impuestos cedidos total o parcialmente por el Estado; sus propios impuestos; las transferencias del
Fondo de Compensación Interterritorial; y los rendimientos de su Patrimonio.

1.2. LA ACTUAL ORDENACIÓN DEL TERRITORIO

Aunque en la Ley del Suelo, de 1975, ya se puso de manifiesto la preocupación por la ordenación
territorial en España, fue la Constitución de 1978 la que, en su artículo 148, sentó las bases de su
ordenación. Según este, los poderes públicos son los encargados de organizar los elementos naturales y
humanos que conforman un territorio, y de administrarlos de la forma más respetuosa posible en cada
momento, para bien de los individuos y del conjunto de la comunidad. Es la propia Constitución, por
tanto, la que reconoce a las comunidades autónomas las competencias sobre la ordenación de su
territorio.

Así, nuestra ordenación se basa en los Planes Territoriales Generales –cuyo ámbito de actuación es la
región–, que establecen una normativa para los planes de nivel inferior –planes territoriales parciales–,
unas veces vinculante u obligatoria, y otras veces únicamente indicativa. Los diferentes planes están
jerarquizarlos en cuatro niveles fundamentales:

1. Las administraciones locales: formulan sus planes urbanísticos y, con ello, diferencian el espacio
urbanizable del no urbanizable.
2. Las comunidades autónomas: sobre las que recae la competencia de la ordenación de su territorio;
establecen los Planes Territoriales Generales de ámbito regional.
3. El Estado: no puede tener un Plan Nacional de Ordenación del Territorio, por lo que el Gobierno
central solo puede hacer una planificación sectorial y coordinar los distintos planes regionales de las
comunidades. Sí se encarga de legislar sobre los sectores económicos, por lo que tiene que atender
las repercusiones que puedan ocasionar los planes autonómicos en la ordenación global del
territorio.
4. La Unión Europea: da directrices sobre todo lo que afecta a la ordenación del territorio, y coordina y
supervisa aquellos planes que puedan afectar a varios países.

2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA ACTUAL ORDENACIÓN TERRITORIAL

2.1. DIVISIONES TERRITORIALES ANTERIORES A LA RECONQUISTA

La primera división territorial administrativa de la península ibérica se llevó a cabo en época romana;
fue en el año 197 a. C. cuando los romanos aplicaron al territorio peninsular su sistema de organización
provincial al crear la Hispania Citerior y la Hispania Ulterior. Durante la época imperial y bajo el mandato
de Augusto (s. I a.C.), se realizó un nuevo reparto que dio como resultado las provincias Tarraconensis,
Lusitania y Baética. En el siglo IV, Diocleciano (244-311) segregó la Carthaginensis y Gallaecia de la
Tarraconensis, y las agrupó dentro de la diócesis Hispaniarum; además, existió de forma temporal la

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Baleárica.

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En el siglo VI la mayor parte del territorio peninsular estuvo bajo control del reino visigodo, con capital
en Toledo; quedaron fuera de su dominio el reino suevo (Gallaecia y parte de Lusitania), el territorio de
los cántabros y vascones, y los territorios del sureste peninsular que se extendían de Cádiz a Denia
(Spania), que fueron dominados por los bizantinos entre los años 552-622. La Edad Media significó, en la
península ibérica, el triunfo de la fragmentación territorial, debido a la presencia islámica (711-1492),
por lo que se consolidaron dos áreas diferenciadas con fronteras definidas, aunque inestables: la España
musulmana y la España cristiana.

2.2. LA RECONQUISTA COMO BASE DE LA DIFERENCIACIÓN REGIONAL

La formación del reino asturiano y los inicios de la Reconquista están vinculados a Pelayo [reinado
718- 787] y la batalla de Covadonga (722). A la muerte de Alfonso III de Asturias [reinado 866-910] la
capital se trasladó de Oviedo a León, y se fijó la frontera en el río Duero. El reino asturleonés fortificó las
zonas fronterizas de las Bardulias, para frenar las incursiones musulmanas. En el año 850, el conde
Rodrigo de Castilla controlaba esta zona plagada de castillos, de ahí su nombre: “Castiella”. En 1035, a la
muerte de Sancho Garcés III el Mayor, de Pamplona [reinado 1004-1035], Castilla adquirió la categoría
de “reino” y se unió al reino de León, en 1037. La corona de Castilla, definitivamente consolidada en
1230, tuvo el papel más activo de la Reconquista, al dominar los territorios del valle del Tajo y, más
tarde, del valle del Guadalquivir.

La creación del reino de Navarra tiene su origen en torno al año 824 cuando los Arista, apoyados por
los Banu Qasi, se hicieron con el poder en Pamplona, dando lugar al reino de Pamplona, origen del
posterior reino de Navarra. A la muerte de Sancho Garcés IV [reinado 1054-1076], Navarra entró en
crisis, lo que favoreció, a partir del siglo XIII, la llegada de la Casa de Champaña y, más adelante, de otras
casas francesas que vincularon Navarra con Francia. El aislamiento de los valles pirenaicos posibilitó la
creación de condados independientes –como Jaca, Sobrarbe y Ribagorza–, que acabarían por librarse de
la tutela franca y formar el reino de Aragón, en 1035. Cataluña estaba formada por un conjunto de
condados integrados en la Marca Hispánica, el conde de Barcelona, Wifredo el Velloso (840-879),
aprovechó la crisis franca para unificar varios de estos condados en el año 878. La unidad entre Aragón y
Cataluña – materializada con el matrimonio de doña Petronila de Aragón y el conde barcelonés Ramón
Berenguer IV, en 1137– fue factible por una razón geográfica: su vertebración en torno al valle del Ebro.
Aragón fue un reino fuertemente europeizado que se lanzó a la creación de un imperio marítimo en el
mar Mediterráneo.

Como resultado de todo este proceso, a finales del siglo XIII la península ibérica estaba dividida en
cinco reinos: Castilla, Aragón, Navarra, Portugal y Granada.

2.3. DE LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MODERNO AL CENTRALISMO BORBÓNICO

El fin de la Reconquista coincidió con la unificación política y religiosa llevada a cabo por los Reyes
Católicos. El Estado creado por Isabel I de Castilla [reinado 1474-1504] y Fernando II de Aragón [1475-
1516] fue ampliado y perfeccionado bajo la monarquía de los Habsburgo, cuyo poder se asentaba en el
concepto de imperio como “conglomerado de reinos”; un imperio enriquecido con las anexiones de los
territorios europeos, africanos y americanos. Cada uno de los reinos hispánicos tenía su estructura
económica y política, legislación, lengua y costumbres propias. A pesar de los intentos fallidos de unidad
política de algunos de los Austrias –como la de Felipe II [reinado 1556-1598] y la política del Conde

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Duque

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de Olivares con Felipe IV [reinado 1621-1665]–, no fue hasta el siglo XVIII cuando la nueva dinastía
borbónica la hizo efectiva. El objetivo de Felipe V [1700-1746] era sustituir el sistema polisinodial de los
Habsburgo por una administración centralizada. El instrumento legal que utilizó fueron los Decretos de
Nueva Planta: un conjunto de preceptos legales cuyo objetivo era crear un Estado centralizado, fuerte y
unido mediante la extensión de la administración castellana al resto de los reinos hispánicos. La creación
de las “intendencias” contribuyó a la división administrativa de España en provincias; con ellas apareció
la primera división provincial moderna, con 32 provincias, cada una de las cuales se correspondía con el
ámbito de una intendencia.

2.4. REFORMAS ADMINISTRATIVAS CONTEMPORÁNEAS

Javier de Burgos (1778-1849) fue un político granadino –ministro de Fomento en el año 1833–
responsable de la división administrativa del territorio español en 49 provincias, que con ligeras
rectificaciones continúa vigente en la actualidad. Sus antecedentes fueron dos proyectos: el encargado
por las Cortes de Cádiz, en 1813, a Felipe Bauzá (1764-1834), y el del Trienio Liberal, en 1821, del propio
Bauzá y José Agustín de Larramendi (1769-1848); ambos proyectos perseguían la centralización
administrativa. Los criterios en los que se basó Javier de Burgos eran esencialmente administrativos, y,
aunque no despreció la geografía, la extensión territorial, la población ni la riqueza, recomendaba no
mezclar habitantes de diversas lenguas, leyes o costumbres, o que hubiesen sido rivales en algún
momento de la historia. Su objetivo era establecer un sistema de gobierno más centralista y eficaz. Los
retoques posteriores a esta división territorial han sido muy escasos: La Rioja alavesa, en tiempos de
Baldomero Espartero (1793-1879), se integró en la provincia de Logroño, aunque por poco tiempo; y
Tolosa fue la capital de Guipúzcoa hasta 1854. El cambio más importante se dio en 1927, con la división
de la provincia de Canarias en otras dos: Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas.

Un hito en la historia en la ordenación del territorio español fue el intento fallido de crear una
República Federal durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874) –en la I República (1873-74)–, que
terminó con el golpe de Estado del general Pavía y el inicio de la República unitaria del general Serrano
(1810-1885).

2.5. EL NACIONALISMO REGIONALISTA

A finales del siglo XIX, en aquellos territorios con una mayor personalidad histórica y cultural, surgió
una tendencia sociopolítica en defensa de la identidad regional. Los orígenes de estos movimientos hay
que buscarlos en el binomio romanticismo-nacionalismo decimonónico; en la pérdida de los fueros o
privilegios –a consecuencia de la reforma administrativa liberal–; y en los problemas económicos del
periodo. En nacionalismo regionalista se inició como un movimiento cultural que promovía la
recuperación del pasado histórico nacional, de la lengua y de la cultura autóctona (folclore), y continuó
como un movimiento político de mayor alcance, con reivindicaciones de independencia; aunque, en la
mayor parte de los casos, se contentaba con la autonomía. Este movimiento tuvo sus principales
manifestaciones en Cataluña, País Vasco y Galicia.

✓ El nacionalismo catalán. Arranca del descontento de la burguesía industrial y de la decepción de las


clases medias ante el fracaso del movimiento cultural de la Renaixença. En 1911, la Diputación de
Barcelona –presidida por Enric Prat de la Riba (1870-1917)– convocó al resto de las diputaciones con
la intención de crear un organismo supraprovincial: la Mancomunidad Catalana. En 1919, elaboró el
proyecto de Estatuto Catalán de Autonomía, que fue finalmente aprobado por las Cortes de la

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II República, es el llamado Estatuto de Nuria, de 1932.

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✓ El nacionalismo vasco. Tiene su origen en el bizkaitarrismo, un sentimiento nacionalista que suscitó


la abolición de los fueros vascos al acabar la guerra carlista, en 1876. Iniciado por Sabino Arana
(1865- 1903), fundador del Partido Nacionalista Vasco (PNV), el nacionalismo vasco se definió por su
radicalismo, su exaltación religiosa, su antiespañolismo y su racismo. El proyecto de Estatuto Vasco
redactado en Estella no fue aprobado en primera instancia, ya que las Cortes de la II República no
tenían afinidad ideológica con el proyecto, que incluía a Navarra, ni con las fuerzas que lo
respaldaban
–los católicos–, por lo que no se aprobó hasta recién iniciada la Guerra Civil.

✓ El nacionalismo gallego. El regionalismo gallego apenas pasó del estadio cultural a finales del siglo
XIX; como propuesta política, estaba muy dividido como para plantearse como una opción real. El
Estatuto de Autonomía de Galicia, de 1936, fue redactado durante la II República y plebiscitado el 28
de junio de 1936, pero no llegó a ser aplicado debido al estallido de la Guerra Civil.

La II República, mediante su Constitución de 1931, solo admitía las autonomías de Cataluña, País
Vasco y Galicia, concebidas para solucionar el problema político del nacionalismo regionalista de finales
del XIX. La llegada al poder del general Franco [gobierno 1939-1975] y el inicio de la dictadura
supusieron el fin de la organización autonomista de la II República y el regreso al modelo centralista
unitario.

3. LOS ESTATUTOS DE AUTONOMÍA Y LA ORGANIZACIÓN


DE LAS COMUNIDADES

3.1. LOS ESTATUTOS DE AUTONOMÍA

La transición a la democracia posibilitó la creación de las autonomías políticas antes de ser aprobada
la Constitución. En septiembre de 1977, se restableció la Generalitat de Cataluña, y en diciembre se creó
el Consejo General Vasco, como instituciones de gobierno transitorias hacia la autonomía. En el primer
semestre de 1978, se crearon unos regímenes provisionales de autonomía para Galicia, Principado de
Asturias, Castilla y León (incluyendo las antiguas provincias de Santander y Logroño), Castilla-La Mancha,
Extremadura, Aragón, Valencia, Baleares, Murcia, Andalucía y Canarias. Ya aprobada la Constitución de
1978, y a lo largo de 1979, se produjo la reorganización de las instituciones de gobierno del País Vasco y
Cataluña, que prepararon sus estatutos de autonomía, que fueron tramitados por las Cortes y
aprobados en referéndum por ambos pueblos. Así, una tras otra, el resto de las comunidades fueron
redactando sus estatutos de autonomía.

La Constitución de 1978 define los estatutos de autonomía como: "norma institucional básica de cada
Comunidad Autónoma", y legisla que "el Estado los reconocerá y amparará como parte integrante de su
ordenamiento jurídico" –artículo 147.1–. Josep Castellà -catedrático de Derecho Constitucional en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona- los define como: “la norma a la que se remite
expresamente la Constitución para determinar los ámbitos de actuación y las funciones que sobre ellos
pueden desempeñar las instituciones autonómicas” (Castellà, 2010). Los estatutos de autonomía tienen
una doble naturaleza: de ordenamiento regional y de ordenamiento del Estado. Una vez aprobados, no
pueden ser modificados sin los procedimientos previstos en los propios estatutos, lo que evita su
reforma por voluntad unilateral de las Cortes Generales. Su contenido –según el artículo 147.2– debe
incluir: “la denominación de la comunidad que mejor corresponda a su identidad histórica; la

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delimitación del

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territorio sobre el que se aplica; la denominación, organización y sede de las instituciones propias; y las
competencias asumidas y las bases para el traspaso de los servicios correspondientes a las mismas”.

La Constitución de 1978 establece dos procedimientos de elaboración y aprobación de los estatutos:


mediante iniciación ordinaria del proceso autonómico, mediante el cual las corporaciones locales
pueden proceder a elaborar estatutos; y por iniciativa extraordinaria, para los territorios que en el
pasado hubiesen plebiscitado afirmativamente proyectos de estatutos de autonomía y cuenten, al
tiempo de promulgarse la Constitución, con regímenes provisionales de autonomía –en alusión clara a
las nacionalidades históricas de Cataluña, País Vasco y Galicia–. El estatuto elaborado por la vía ordinaria
es redactado por los miembros de la diputaciones y parlamentarios elegidos en ellas, y luego es elevado
a las Cortes Generales para su tramitación como ley, pudiendo ser objeto de modificaciones. Los
estatutos correspondientes al procedimiento especial son aprobados por la asamblea de todos los
diputados y senadores del territorio; asamblea que será convocada por el órgano colegiado
preautonómico –en el caso de Cataluña, Galicia y País Vasco–, o por el Gobierno de la nación, en los
demás casos. Tras su aprobación, solo puede ser modificado en el Congreso, con el acuerdo de una
delegación de la asamblea de parlamentarios de las comunidades autónomas. Posteriormente, un
referéndum debe aprobar cada estatuto en cada comunidad, por la mayoría simple de los votos válidos.

Hay que destacar, por último, la nula participación del Senado en cuanto a la creación y ordenación de
las comunidades autónomas, quedando esta tarea únicamente a merced del Congreso. En ese sentido,
numerosos partidos han postulado la necesidad de cambiar su esencia y atribuciones, transformándolo
en una cámara con facultades territoriales reales.

3.2. LA ORGANIZACIÓN DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS

El Estado español está compuesto por 17 comunidades autónomas y 2 ciudades autónomas: nueve
comunidades pluriprovinciales –País Vasco, Galicia, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura,
Aragón, Cataluña, Andalucía y Comunidad Valenciana–; dos archipiélagos – Islas Baleares y Canarias–;
dos territorios históricos –Asturias y Navarra–; tres provincias que han hecho valer su personalidad
regional histórica –Santander (en Cantabria), Logroño (en La Rioja) y Murcia–; el controvertido caso de
Madrid; y dos ciudades extrapeninsulares –Ceuta y Melilla–. Estas comunidades autónomas se organizan
en provincias, municipios, y otras entidades, las comarcas y las mancomunidades.

Para las comunidades autónomas que optaron por el procedimiento ordinario, la Constitución de
1978 no establece ningún modelo concreto de organización, materia que queda enteramente reservada
a los estatutos, los cuales pueden asumir el esquema organizativo que sea más adecuado en el ámbito
de las competencias concretas asumidas por cada comunidad, aunque dicho esquema puede ser
alterado en el futuro mediante reforma estatutaria.

Para las comunidades autónomas que optaron por el procedimiento extraordinario, el modelo
prefijado viene a reproducir, en el escalón regional, el sistema de división tripartita de poderes
característico del propio Estado: una asamblea legislativa elegida por sufragio universal con arreglo a un
sistema de representación proporcional que asegure la representación de las diversas zonas del
territorio; un consejo de Gobierno con funciones ejecutivas y administrativas, cuyo presidente será
elegido por la asamblea y nombrado por el rey, correspondiéndole la dirección del consejo de Gobierno;
y un Tribunal Superior de Justicia en el ámbito territorial de la comunidad autónoma, sin perjuicio de la
jurisdicción del Tribunal Supremo del Estado.

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TEmA18. La actual ordenación territorial del estado español. Raíces históricas.

En la actualidad, no todas las comunidades disfrutan del mismo nivel de autogobierno, esto se debe a
que el proceso de traspaso de competencias del Gobierno central a los gobiernos autonómicos fue
pensado, en un principio, como un proceso asimétrico que garantizase un mayor grado de autogobierno
solo a aquellas comunidades que buscaban un tipo de relación más federalista con el resto de España
que accedieron por la vía rápida: Andalucía, Cataluña, Galicia, Navarra y País Vasco. Por otro lado, el
resto de las comunidades autónomas dispondría de un menor autogobierno, son las que accedieron a su
autonomía por una vía más lenta. Esta ambigüedad –evidente del título VIII de la Constitución de 1978–
se manifiesta en el artículo 147.1, donde se señala que los estatutos de autonomía deberán contener:
"las competencias asumidas dentro del marco establecido en la Constitución". El artículo 148.1 indica
que: "podrán asumir competencias"; el apartado 2 añade que: "mediante la reforma de sus Estatutos,
las Comunidades Autónomas podrán ampliar sucesivamente sus competencias"; y el artículo 149, que:
"las materias no atribuidas expresamente al Estado por esta Constitución podrán corresponder a las
Comunidades Autónomas en virtud de sus respectivos Estatutos". Esto demuestra que estaba previsto
que, a medida que fueran pasando los años, las comunidades fueran adquiriendo gradualmente más
competencias.

En resumen, así accedieron nuestras comunidades a su autonomía. País Vasco y Cataluña por la vía
rápida en 1979; por la misma vía Galicia y Andalucía en 1981. El resto lo hicieron por la vía lenta. Aragón
en 1982, igual que el Principado de Asturias (antigua provincia de Oviedo). Islas Baleares accedió a la
autonomía en 1983, cada isla tiene su propio Consell. Lo mismo sucede con Canarias, cada isla tiene su
propio cabildo, accedió en 1982. Cantabria era considerada parte de Castilla como una provincia,
accedió a la autonomía en 1982. Castilla y León lo hizo en 1983, esta fue una nueva comunidad formada
por las antiguas regiones de Castilla la Vieja (sin La Rioja y Santander) y por el reino de León. Cabe
destacar que su formación fue polémica por la oposición de León, que aspiraba a crear una comunidad
propia. Castilla- La Mancha accedió en 1983, se formó por los antiguos territorios de Castilla la Nueva
(sin Madrid) y con la inclusión de Albacete. La Comunidad Valencia accedió en 1982. Extremadura en
1983, aunque tuvo un régimen provisional desde 1978. Madrid accedió a ser una comunidad
uniprovincial en 1982. La Región de Murcia, que estaba tradicionalmente unida a Albacete, accedió a la
autonomía como comunidad uniprovincial en 1982. La Rioja en 1982. En último lugar lo hicieron las
ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, en 1995, que pertenecían a Cádiz y Málaga respectivamente.
Navarra, con una gran tradición de autogobierno, en 1982 fue declarada comunidad foral, no
constituyéndose como comunidad autónoma al no disponer de estatuto de autonomía, sino como
comunidad foral con un amejoramiento del fuero, es decir, una ley específica que le permite el
autogobierno.

Prácticamente la totalidad de los estatutos de autonomía de las diferentes comunidades autónomas


han sido revisados y modificados, las reformas más profundas se realizaron entre 2004 y 2011, cuando
se aprobaron algunos textos completamente nuevos. La última reforma importante se realizó en el
estatuto de Canarias en 2018, que sentó precedente con la desvinculación del sistema de financiación
autonómica y la supresión de los aforamientos, entre otros. Las últimas comunidades en introducir
algunos de estos cambios en su estatuto han sido Región de Murcia y Cantabria, en 2021, al eliminar el
aforamiento especial para los diputados y las diputadas, reconociendo en su preámbulo la prolongada
crisis de confianza de la ciudadanía en el sistema político y en las instituciones.

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3.3. LA CRISIS ACTUAL DEL MODELO AUTONÓMICO

El problema de los nacionalismos ha sido latente desde la creación de la España de las comunidades
autónomas. El nacionalismo vasco llegó a adquirir tintes extremadamente violentos con la entrada en
escena de grupos terroristas armados, fundamentalmente ETA –que, con un total de 829 personas
asesinadas, no confirmó su disolución hasta mayo de 2018–. En Galicia, el Bloque Nacionalista
Galego (BNG) y Anova-Irmandade Nacionalista se configuran actualmente como las principales
organizaciones políticas que asumen, de manera más profunda, en sus programas, los planteamientos
del nacionalismo gallego. En Cataluña, el proceso a favor de la independencia y el desafío soberanista
impulsado desde las instituciones catalanas y refrendado por la Declaración Unilateral de
Independencia, de octubre de 2017, pusieron en evidencia la existencia de graves problemas de
integración territorial. A pesar de haber sido paralizado por el Tribunal Constitucional –por superar los
límites legales de la Carta Magna– con la aplicación del artículo 155 durante más de siete meses, las
consecuencias del llamado procés catalán han abierto una brecha en la vida sociopolítica de nuestro
país, particularmente en la comunidad autónoma de Cataluña.

Además de los nacionalismos, la crisis económica de 2008 puso en evidencia la insuficiencia del
modelo autonómico de financiación. A todo ello habría que añadir los problemas de indefinición del ya
comentado título VIII, así como las duplicidades organizativas y competenciales del actual modelo de
ordenación. Problemas que han vuelto a ponerse de relieve a consecuencia de la crisis sanitaria derivada
de la pandemia COVID-19, que implicó la declaración del Estado de alarma de marzo a junio de 2020 y
de octubre de 2020 a mayo de 2021, por el papel desempeñado en la toma de decisiones por parte de
las comunidades autónomas, con intereses no siempre coincidentes con los del Gobierno ni con el resto
de las comunidades, hecho que provocó una gran incertidumbre en la ciudadanía con respecto al
entorno legal que determinaba su movilidad. Todo ello ha puesto de manifiesto, en los últimos años, la
crisis del actual modelo autonómico y la necesidad de una reforma del sistema establecido en 1978.

Las alternativas propuestas desde los distintos sectores políticos han sido diversas. El jurista Gerardo
Ruiz-Rico sintetiza las principales entre las posiciones conservadoras o “potencialmente
recentralizadoras” del actual modelo autonómico, y las opciones de un modelo alternativo federalista o
plurinacional (Ruiz-Rico, 2016). Es posible que la solución pase por una necesaria clarificación del
modelo y por la redefinición competencial de las comunidades, sus funciones y estructuras
institucionales. Los defensores de la vía federalista plantean una reforma constitucional de base. Otros
sectores asumen la existencia de singularidades específicas en determinadas comunidades que exigen
un tratamiento igualmente específico o incluso un Estatuto político-administrativo diferenciado del
resto. En cualquier caso, el debate sigue abierto y se plantea como uno de los principales retos que
deberá afrontar el Estado español en los próximos años.

4. DESEQUILIBRIOS DEMOGRÁFICOS Y CONTRASTES ECONÓMICOS

4.1. DESEQUILIBRIOS DEMOGRÁFICOS

La cifra de residentes en España superaba en enero de 2022 los 47,4 millones, según el Instituto
Nacional de Estadística. La población española no presenta ni unas características ni unos
comportamientos homogéneos. La densidad de población es de 93 hab./ km2; algo inferior a la de la
media de la Unión

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Europea, de 105 hab./ km2; esa población se encuentra repartida de forma muy desigual por el territorio
nacional, por lo que encontramos grandes vacíos y densas concentraciones humanas.

Tradicionalmente, los grandes vacíos se han localizado en las áreas correspondientes a los climas fríos,
duros y secos, de escasas posibilidades económicas, propios de la Meseta, parte del valle del Ebro y
zonas de montaña como el sistema Ibérico y los Pirineos. Castilla-La Mancha, Extremadura y Castilla y
León presentan las mínimas densidades, con cifras que rondan los 25 hab./km2. En el lado opuesto, salvo
Ceuta y Melilla –que por ser ciudades tienen densidades altísimas, con cifras a aproximadas a los 4200 y
7200 hab./km2, respectivamente–), Comunidad de Madrid tiene la máxima peninsular, con cerca de 840
hab./km2.

Tanto en nuestro país como a escala mundial existe una tendencia a la concentración de población en
el litoral; las provincias con proximidad al mar son las más habitadas tanto en el norte como en el sur de
España. La distribución centro-periferia viene dándose desde el siglo XVIII, se agudizó con el
establecimiento industrial del siglo XIX y con el desarrollismo franquista, industrial y turístico, de la
segunda mitad del siglo XX. Esa tendencia se rompe con las excepciones de las grandes ciudades del
interior –Madrid, Valladolid y Zaragoza–, que han crecido por factores principalmente humanos
(políticos, por ser la sede grandes administraciones; económicos, por ofrecer mayores opciones
laborales; y sociales, por el atractivo de la vida urbana). El litoral español atrae a la población por su
benevolencia climática y otras condiciones físicas favorables, pero también por sus grandes actividades
económicas industriales, agrícolas con regadíos, pesca y turismo. Actualmente, las áreas que mayor
densidad de población presentan son los ejes La Coruña-rías gallegas; Gijón-Oviedo-Santander; Bilbao-
San Sebastián; Barcelona- Tarragona; Valencia-Murcia; Málaga-bajo Guadalquivir, y ciudades interiores
como Valladolid, Zaragoza o Sevilla (Elías, 2012). Una de las tendencias que se ha registrado en los
últimos años es una clara pérdida de población del sector noroccidental español.

4.2. CONTRASTES ECONÓMICOS REGIONALES

La existencia de desequilibrios regionales en la España de las autonomías es una realidad social y


económica ineludible. El economista Rafael Martínez Cortiña (1937-2007) lo aclaró de forma precisa:
“Cuando el sistema político económico vigente es el capitalista, como es el caso de España (...) se
produce una tendencia ‘natural’ a la concentración y polarización de la actividad económica, tanto
desde el punto de vista funcional y sectorial como en la distribución espacial” (Martínez, 1990).

Las causas de esos desequilibrios hay que buscarlas en las diferencias entre los distintos espacios
geográficos que conforman nuestro país. Las condiciones naturales y los recursos disponibles introducen
un primer elemento de diversidad, que la actuación de los grupos sociales, en el tiempo, ha contribuido
a ampliar. Los desequilibrios territoriales actuales resultan de una combinación de los factores
heredados y las condiciones actuales. El origen más reciente de los desequilibrios económicos proviene
del proceso de industrialización en el siglo XIX, que dio lugar, a partir de 1959, a unos acusados
contrastes entre las zonas periféricas y el interior debido al segundo proceso industrializador y al auge
del turismo. Estos contrastes crearon un modelo territorial caracterizado por una zona centro poco
desarrollada y una periferia más próspera, entre las que había grandes desequilibrios económicos,
demográficos, sociales y de poder. Estos desequilibrios económicos se manifestaron en el producto
interior bruto (PIB) por regiones, en la renta per cápita y en las infraestructuras concentradas en las
regiones más avanzadas. La crisis económica de 1975 afectó negativamente al sector secundario, lo que
frenó el anterior proceso de concentración espacial de la producción. A partir de entonces, con la

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terciarización de la economía y la

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creación de una sociedad posindustrial, se crearon nuevos desequilibrios entre los diferentes ejes de
desarrollo –Madrid, litoral mediterráneo norte, valle del Ebro, Canarias y Baleares, y el País Vasco–; ejes
en declive –fundamentalmente, la cornisa cantábrica–; y espacios escasamente desarrollados –
Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Galicia, Andalucía y Región de Murcia–. En los últimos
años, algunas comunidades se han estancado económicamente, mientras que otras menos
desarrolladas han crecido por encima de la media española, recibiendo ayudas del Estado y de la Unión
Europea y realizando políticas regionales para potenciar su desarrollo endógeno y atenuar las
diferencias económicas.

En la actualidad, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), las comunidades autónomas
con el PIB más alto son Comunidad de Madrid, Cataluña, Andalucía, Comunidad Valenciana y País Vasco,
que se posicionan a gran distancia de las que presentan los índices inferiores: La Rioja, Ceuta y Melilla. El
reparto del PIB por habitante es más alarmante, en comunidades como Comunidad de Madrid, País
Vasco, Comunidad Foral de Navarra y Cataluña resulta ser casi el doble que en Andalucía, Extremadura,
Ceuta y Melilla. Se ha puesto en evidencia los problemas del actual modelo de financiación, que deriva
en diferencias insalvables –en términos per cápita– entre unas y otras comunidades. Tal y como afirma
el economista Luis Ángel Hierro Recio: “no existe un término de referencia debidamente calculado en
función de las necesidades de gasto de cada región” (Hierro et al., 2015).

5. POLÍTICAS DE CORRECCIÓN DE LOS DESEQUILIBRIOS

La consolidación de la España de las Autonomías con la Constitución de 1978 y la adhesión a la


Comunidad Económica Europea, en 1986, transformaron la distribución de las competencias en materia
de desarrollo regional. La creación de un Fondo de Compensación Interterritorial, la promulgación de la
Ley de Incentivos Regionales (1985), la formulación de Programas de Desarrollo Regional por las
comunidades autónomas y los Fondos Estructurales de la Unión Europea establecieron el contexto
normativo en la política de corrección de los desequilibrios.

5.1. POLÍTICAS CORRECTORAS DENTRO DEL MARCO DE LA UNIÓN EUROPEA

Cuando España accedió, en 1986, a la CEE, salvo Islas Baleares, todas las comunidades autónomas se
situaron por debajo de la media comunitaria en el PIB por habitante, eran Extremadura, Ceuta, Melilla,
Andalucía, Castilla-La Mancha y Galicia las más atrasadas. En 1988, y de forma vinculada al Acta Única
Europea, se reformaron los Fondos Estructurales duplicándose los recursos disponibles. Esta reforma
establecía una serie de objetivos seleccionados para concentrar las subvenciones otorgadas. Algunos de
ellos eran aplicables al caso español, lo que permitió la intervención del FEDER (Fondo Europeo de
Desarrollo Regional) en regiones con altas tasas de desempleo, áreas de industrialización en declive o
áreas rurales atrasadas con un PIB por habitante demasiado bajo, como eran algunas zonas de
Andalucía, Asturias, las dos Castillas y Extremadura. A lo largo de 1989, el gobierno español presentó a la
Comisión Europea una serie de planes regionales cuyas actuaciones se centraron en: mantener y
consolidar la dinámica de crecimiento de las áreas que habían mostrado mayor vitalidad económica
(como el valle del Ebro); frenar el declive de las áreas más deprimidas (cornisa Cantábrica); invertir en la
expansión del eje mediterráneo sur-sudeste; y aplicar una estrategia de ajuste estructural en las
regiones menos desarrolladas del interior, Galicia y Canarias. Así, también, el Fondo de Cohesión ayudó,
entre 2007 y 2013, a los países menos prósperos de la UE financiando proyectos medioambientales
y de redes

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transeuropeas de transporte, con objeto de paliar las disparidades socioeconómicas y promover el


desarrollo sostenible.

Desde 2011, se mantiene vigente el Procedimiento de Desequilibrio Macroeconómico como medida


para corregir cualquier desequilibrio en las economías de los Estados miembros que pueda afectar de
forma negativa la estabilidad económica del resto de países de la eurozona. En mayo de 2018, la
Comisión Europea presentó una serie de normativas relacionadas con la política de cohesión de la Unión
posterior a 2020, con el objetivo de simplificar los procedimientos y aumentar la eficacia de las
inversiones de la Unión. A raíz del brote de COVID-19, la UE presentó un plan de recuperación (Next
Generation EU) que incluía la creación de un instrumento de recuperación por valor de 750 000 millones
EUR en el Marco Financiero Plurianual 2021-2027 para proteger el presupuesto de la Unión Europea
frente a las vulneraciones de los principios del Estado de Derecho. No debemos olvidar la existencia del
Fondo Europeo Agrícola de Garantía (FEAGA) y del Fondo Social Europeo (FSE), que, dentro del
contexto de los fondos estructurales de la UE, contribuyen a paliar los desequilibrios económicos entre
regiones.

5.2. POLÍTICAS CORRECTORAS DENTRO DEL MARCO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1978

En 1986, entró en vigor la Ley de Incentivos Regionales, de 1985. Sus objetivos eran lograr la
competitividad de las empresas y la solidaridad interregional y, para ello, proponía la inversión en
infraestructuras y equipamientos en las áreas desfavorecidas, distinguiéndose tres tipos de regiones que
recibían ayudas con cargo a los Presupuestos Generales del Estado. En cualquiera de los tres tipos de
zonas, el mecanismo de promoción se basaba en otorgar subvenciones a fondo perdido para apoyar la
inversión productiva empresarial, pudiéndose acoger, además de las empresas industriales, las
relacionadas con los servicios. Esta política de incentivos regionales se modificó con motivo del ingreso
español en la CEE, para adaptarla a la legislación comunitaria en materia de competencias. Su
reglamento de aplicación ha sido modificado de manera sucesiva por Real Decreto en 2007 y 2015 hasta
fijarse las actuales zonas susceptibles de recepción de ayudas y los márgenes y tipos de estas gracias a la
prórroga que se establece con las ayudas del Marco Financiero Plurianual 2021-2027.

Similar objetivo tiene el Fondo de Compensación Interterritorial (FCI), con origen en la propia
Constitución. Este fondo –en activo desde 1982, aunque modificado en 1990 y 2001– se nutre de los
Presupuestos Generales del Estado y está encaminado a un desarrollo de la renta de las regiones menos
favorecidas de España, según el “principio de solidaridad” que rige nuestra carta magna. Desde la puesta
en marcha del nuevo sistema de financiación autonómica, en 2001, el FCI se desglosa en dos fondos: el
Fondo de Compensación y el Fondo Complementario.

Finalmente, cada comunidad autónoma formula sus propios Programas de Desarrollo Regional al
amparo de la Constitución. Estos programas cuentan con ayuda de la UE, siguiéndose una metodología
común, y con la obligación, por parte del gobierno, de presentar a la Comisión Europea una visión global
de los planes regionales y estatales, indicando los objetivos, actuaciones e inversiones previstos.

CONCLUSIÓN

La “España de las Autonomías”, hecho político e histórico, complicado y polémico, viene a definir una
nueva forma de ordenación del territorio propuesta con la finalidad de conseguir un Estado más eficaz
mediante la distribución territorial del poder. Los actuales desequilibrios económicos regionales entre

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comunidades son un hecho también polémico, que trata de resolverse mediante un reparto equitativo
de la riqueza nacional y con el establecimiento de políticas correctoras; asunto que no está exento de
dificultades, pues la maraña de ayudas que abarcan la práctica totalidad del territorio español, la
complejidad burocrática resultante y las "guerras de incentivos" –que a veces se establecen entre
regiones o municipios– son algunos de los efectos indeseados que deben ser objeto de atención para
mejorar la productividad económica, social y territorial. El proceso soberanista catalán y la crisis
derivada de la COVID-19 han puesto en entredicho la viabilidad del actual sistema de organización del
territorio español, por lo que ha vuelto a cobrar fuerza la idea de llevar a cabo una reforma
constitucional que aborde los temas de la autodeterminación, la plurinacionalidad o la constitución de
un Estado plenamente federal, y haga frente a las nuevas demandas sociales, como la feminista y la
medioambiental.

USO DIDÁCTICO DEL TEMA

De acuerdo con la normativa vigente, Real Decreto de enseñanzas mínimas 217/2022 en ESO, Real
Decreto de enseñanzas mínimas 243/2022 en Bachillerato, y del Decreto/Orden 1 “…” que establece el
currículo en la comunidad autónoma de “…”. Este tema puede trabajarse en la materia de Geografía e
Historia en la ESO y en la materia de Geografía en 2.º Bachillerato.

En estas materias se trabajan saberes básicos, que encuentran su desarrollo en contenidos


relacionados con el tema. En la ESO se analiza la Constitución de 1978, y se aborda la organización
territorial, reconociendo el origen y formación del estado autonómico, mientras que, en la materia de
Bachillerato, se profundiza en la organización administrativa de España, su evolución pasada y la
estructura actual consolidada a partir de la Constitución de 1978. Además, se analizan los desequilibrios
territoriales nacionales y autonómicos, al tiempo que se ahonda en la cuestión crucial de la gestión y
ordenación del territorio en base al conocimiento de las políticas de cohesión y desarrollo regional.

En el proceso de enseñanza y aprendizaje del tema las decisiones metodológicas requieren una
planificación cuidadosa para organizar el desarrollo de los contenidos y adecuar las competencias
específicas que se evaluarán. Resulta imprescindible transmitir expectativas positivas y explicar al
alumnado la información necesaria sobre cuáles son los objetivos que se pretenden alcanzar, los saberes
básicos necesarios y la forma de evaluación de las competencias específicas. De hecho, se aconseja
comenzar con un ritmo lento para avanzar en gran grupo, atendiendo al mismo tiempo las necesidades
individuales. Igualmente útil resulta el trabajo interdisciplinar, que puede extrapolarse a nivel de centro
participando en proyectos y temas comunes, con el fin de que el alumnado valore su proceso de
enseñanza-aprendizaje en una dimensión amplia y se implique en propuestas más allá del aula. Por
ejemplo, una estrategia de enseñanza y aprendizaje que puede utilizarse en la enseñanza del tema en el
aula parte de la teoría del conocimiento constructivista. La persona docente actúa como guía-
mediadora, y favorece la aparición de aprendizajes significativos en un clima de aceptación mutua y
cooperación. En este marco pedagógico puede utilizar diferentes tácticas en la enseñanza del tema,
como la explicación de los contenidos, los cuestionarios orales, la lectura de imágenes, los comentarios
de texto legales, la realización de actividades en el porfolio, la creación de un vocabulario de términos
específicos, el debate, la lectura, el trabajo en equipo, la elaboración de trabajos de investigación y, por
supuesto, el uso de las TIC. En la medida de lo posible, se fomentará la presentación pública de los
resultados del trabajo individual y grupal. Otra estrategia educativa interesante para la enseñanza del
tema es el aula invertida,

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Consultar documento Relación tema – currículo – comunidad autónoma para indicar el currículo correcto de la comunidad
autónoma por la que oposita la persona aspirante.

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o flipped classroom, donde la exposición de los contenidos se traslada al aula virtual, mientras que el
tiempo de clase presencial se centra en la exploración activa de la construcción del conocimiento.

Con este fin se pondrán en marcha actividades y situaciones de aprendizaje, entendidas como
escenarios para que el alumnado desarrolle las competencias específicas. Estas situaciones deben estar
contextualizadas, centradas en las condiciones del grupo, en las realidades personales y del entorno,
partiendo de los intereses del alumnado para un aprendizaje significativo con metodologías activas que
impliquen las TIC. Puede acudirse a un aprendizaje basado en proyectos con la creación de un producto
final o al aprendizaje basado en retos con la resolución de un problema planteado en el aula. Por
ejemplo, el reto de analizar y comprender textos legales o de la prensa (escrita, radiofónica, digital…)
para adquirir una comprensión profunda del origen, evolución y principales desafíos de la dinámica
territorial que define al Estado español en la actualidad, o el proyecto de elaborar una recopilación de
los antecedentes históricos de la actual ordenación territorial. El uso de las TIC será de gran ayuda en
todo el proceso de enseñanza aprendizaje. Internet es una fuente inagotable de recursos que ofrece
contenidos y posibilidades que habrá de adaptar en función del tipo de alumnado con el que
trabajemos. Algunas herramientas útiles durante la enseñanza del tema son: el Portal de Comunidades
Autónomas, del Ministerio de Política Territorial y Función Pública. En esta plataforma se encuentra una
gran cantidad de información sobre las diferentes comunidades autónomas, presentada en forma de
estadísticas y diversos estudios.

Cualquier decisión metodológica y organizativa debe tener como horizonte la transversalidad que
implica el cumplimiento de un compromiso cívico en relación a la dignidad humana y los derechos
universales, la igualdad de género, la inclusión, la diversidad social y cultural, la sensibilidad hacia el
medio ambiente y la contribución a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), la convivencia y la
resolución de conflictos a través de la mediación pacífica, la responsabilidad colectiva, el adecuado uso
de las redes sociales (RRSS) y un interés por el aprendizaje permanente. En este contexto, este tema se
enfocará en el desarrollo de la educación cívica y constitucional, al tiempo que se guiará al alumnado a
reconocer las similitudes que unen a la ciudadanía española más allá de sus diferencias.

Durante la enseñanza del tema en el aula es importante atender a la diversidad. La equidad o atención
a las diferencias individuales debe de estar presente en todo el proceso de la enseñanza aprendizaje de
la geografía mediante la aplicación del diseño universal del aprendizaje (DUA) que ofrece múltiples
formas de implicación, de representación, de acción y expresión. Por ello, se facilitará a todo el
alumnado el máximo desarrollo de sus capacidades personales, ayudando a alcanzar los objetivos y
competencias establecidas de cada etapa educativa y proporcionando una atención individualizada en el
proceso de enseñanza aprendizaje para responder adecuadamente a las necesidades, intereses y
motivaciones del alumnado favoreciendo su integración en el contexto educativo en igualdad de
oportunidades.

Al mismo tiempo, se procurará conseguir la interdisciplinariedad con las demás materias del currículo-
La enseñanza del tema invita a estudiar el método de investigación común a todas las ciencias, y a
enseñar al alumnado las conexiones con otras materias del currículo, como Economía, Geografía o
Historia de España.

La evaluación del alumnado será continua con el fin de valorar los logros y detectar las dificultades en
el momento en que se producen. La evaluación, asimismo, tendrá un carácter formativo y orientador. Se
debe favorecer la participación en la misma tanto de la persona docente como del propio alumnado. Los

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criterios de evaluación serán el referente para la evaluación y la comprobación del grado de desarrollo y
adquisición de las competencias clave y específicas, así como de los saberes de la materia. Con carácter
general, se aplicarán instrumentos de evaluación variados, diversos y sobre todo adaptados a la
situación de aprendizaje.

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA

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