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CONCLUSION

de los oversos elementos


Nos preguntábamos por la procedencia primitivo. La erudición
religiosos ysociales que integran ei cristianismo
nos preeden había corre
de las tres generaciones de investigadores que eslabonesperdidos,
búsqueda de
teado por todo el antiguo Oriente a lanúmero que sobraban para confec
vhabía llegado a identíficarlos en tal cristianismos. La sobrietad de la
cionat ho yå uho, sino una docena de
lógica de la investigación científica imperante desde los años treinta ha
impuesto moderación alos historiadores. En el campo que a0s ocupa
primitivo,
cunde la impresión de que las características del cristianismo
judeo-helenístico
hasta las más nimias, se explican por recurso al contexto
del cristianismo
0, en tércainos más precisos, por la simple pertenencia entonces,
al judaísmo del siglo I. La pregunta por los orígenes, queda
trasladada a este judaísmo; pero es ya otra pregunta y renlie a Qira época.
Un solo argumento hemos descrito que no halla níngán tipo de ante
cedente en la religiosidad bíblica: la fe en un salvador mistérico distinto
entidad
de Yahv¿. Este es el trzo que constítuye a cristiariro en
lógicamente diferenciada dentro del judaísmo, el elemento dinámico que
terminará por segregar completamente a la iglesia de la sinagoga gracias
a la accesión de la diferencia genérica de un nuevo libro sagrado inspirado
en la nueva figura divina.
Y aquí es donde hala entrada el componente de originaidad que a
título de beneficio otorgábamos a la nueva corriente reiigiosa. La conjun
ción atmnoniosa en uh solo objeto religioso del monoteísmo bíblico, el
mesianismo profético y la figura del salvador mistérico es un golpe de
inspiración mística que merece sin regateos el caliicaivÍ de genia! Afor
tunádamente, la historia nos ha transmitido el nombre del inspirado
iniciador, Pablo de Tarso. Sin su arriesgada peripecia, el cristianismo
hcbiera seguido probablemente la suerte de los esenios, de los baptistas
yde las demás sectas arrasadas por el desastre del año 70, cuyos restos
fueron recogidos por el vigoroso fariseísmo pre-talmúdico. Antes de salvar
a los cristianos, el Salvador salvóal cristianismo.
Llegados al final de este breve periplo, auténtíco deúteros ploés («se
gunda navegación») aremo de una lógica farragosa, hagámonos una
última pregunta extra ordinem: ¡Cu¥l fue el elemento dinámico en la
difusión del cristianismo? Más precisamente: ¿Fue su ingrediente especi
ficador, la fe en Jesús salvador, la punta de lanza de supenetración en
la sociedad antigua? La respuesta es: no. El cristianismo se abriÓ paso
enel mundo grecorromano por obra de su concepción ética de las rela
ciones humanas. Fue el amor fraterno, v no la figura del salvador cruci
ficado, la que le atrajo la simpatía yla entrega de las gentes. Ahora bien:

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