Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
4. Libertad - responsabilidad
a) Importancia libertad y autonomía
b) Pero no libertad vacía (libertad de...)
- Libertad = característica de la voluntad
- Voluntad: adhesión a valores (contenido)
- Responsabilidad de la adhesión (bien / mal)
c) Dos caras de la misma moneda:
- No responsabilidad sin libertad
- No libertad sin responsabilidad
d) Respeto de la libertad:
- Del paciente
- Del médico
5. Principio de totalidad
a) La persona como totalidad:
- Las partes en función del todo
b) Lícitud de intervenciones que sacrifican una parte por el todo (“principio
terapéutico”)
c) Aplicación:
- Totalidad corpórea
- Totalidad psico-somática
- Mutilación, transplante, etc.
d) Falsa aplicación:
- Individuo en relación a la sociedad
6. Solidaridad – subsidiariedad
a) Solidaridad:
- El individuo se realiza por la apertura al otro (Yo / Tú)
- Sociabilidad natural y radical
- Interdependencia - corresponsabilidad
b) Subsidiariedad:
- "Subsidium": dar ayuda
- Instancia superior a instancia inferior:
• Apoyo
• Coordinación
122
• Sustitución solamente si no puede por sí sola.
Clasificación de las técnicas: existe diversidad técnica pero también moral; elemento
común de todas es la intervención sobre los gametos (espermatozoide / óvulo) para
procurar la fecundación. Como criterio de clasificación se determina sobre cuál gameto
intervenir, y esto comporta una incidencia moral.
Técnicas más utilizadas: FIVET (fecundación en vitro y transferencia del embrión al
útero); GIFT (transferencia de los gametos al interior de las trompas de falopio); ICSI
(inyección del esperma en el citoplasma del óvulo para fecundarlo y luego obtener el
embrión que será transferido al útero).
a. Aspectos particulares
Distinción entre aborto directo e indirecto. En el primero hay una voluntad homicida;
en el segundo, una voluntad resuelta a favor de la vida y, contemporáneamente,
resignada a una consecuencia que no puede evitar.
Embarazos ectópicos. Son aquellos que ocurren cuando el zigoto anida fuera de la
mucosa uterina (trompas de falopio –la más frecuente–, cavidad abdominal o más
raramente en el ovario). La falta de un ambiente adecuado para el desarrollo normal del
embarazo destina a la muerte del embrión. Con frecuencia viene expulsado
espontáneamente, otras veces pone en serio riesgo la vida de la madre; por tanto, este
riesgo requiere y justifica una intervención quirúrgica bajo todas las condiciones
esenciales que definen el principio del doble efecto. Actualmente es la única praxis
lícita reconocida por la Teología moral católica, aunque el Magisterio no se ha
pronunciado sobre este argumento. En el futuro se prospecta como posible alternativa,
pero no todavía viable, una intervención que mira al reposicionamiento del embrión en
su ambiente natural.
Reducción embrionaria. Consiste en la anulación selectiva de los embriones que
exceden el número considerado óptimo en la práctica de la FIVET. Esta praxis entra
claramente en la categoría de aborto voluntario, y es por tanto gravemente inmoral.
a) Datos particulares
b) Clasificación
Transplante, órganos o tejidos de un donador.
- Autoplástico: del mismo organismo (principio de totalidad).
- Homoplástico (homólogo): de la misma especie.
- Heterólogo: de otra especie (el donador es un animal).
Implante, órganos o tejidos muertos o artificiales.
Explante, puede ser ex-vivo o ex-mortuo.
- Introducción del significado homicida: proceso lógico (para procurar una buena
muerte, procurar la muerte). A fines del s. XIX se incluye también procurar
voluntariamente la muerte. A inicios del s. XX se verifica el uso creciente de
“homicidios por piedad”. Con el Nazismo asistimos a la cruel eliminación de las vidas
no dignas de ser vividas. Luego tenemos la así llamada “eutanasia lenitiva”, que
favorecía la buena muerte con el control del dolor.
- Significado actual: procurar la muerte con la finalidad de evitar el sufrimiento.
Por eutanasia se entiende una acción u omisión que, por su propia naturaleza, o en las
intenciones, procura la muerte, con el fin de eliminar todo dolor y sufrimiento (Iura et
bona, 1980). No tiene mucha relevancia la distinción entre eutanasia activa (procurada
activamente) y pasiva (por omisión). En cambio, si es importante distinguir entre
aquella voluntaria (sobre pedido), novoluntaria (no pedida expresamente, sino supuesta:
enfermo en estado de coma) e involuntaria (sin el consentimiento del interesado o
contra su expresa voluntad).
Este razonamiento hace palanca sobre el drama del dolor; pero, su piedad cancela el
dolor sólo porque cancela al hombre, y lo hace sin la mínima posibilidad de rectificar,
sin más posibilidad de tornar atrás. El objeto del acto es eutanásico, no eliminar el
dolor; matar a alguien no es un acto médico. Procurar la muerte indica el acto
eutanásico. Así pues, el fin es bueno pero el medio es intrínsecamente malo.
Ahora bien, el hecho de que la voluntad suicida nazca en un ambiente de dolor atroz,
hace dudar su eventual racionabilidad, como ha sido demostrado tantas veces. La
petición de morir está estrechamente ligada a un estado depresivo, y se ha verificado
que éste desaparece cuando es tratado en modo adecuado. Dar amor y atención al que
quiere morir es hacerle renunciar, una persona amada no pretendería morir por
eutanasia.
Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde
ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido
una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado.
En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la
necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la
posibilidad de redimirse definitivamente.
Por tanto, la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es
inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona», y se
compromete con determinación a su abolición en todo el mundo”1.
1
Luis F. Card. Ladaria, S.I. / Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe /Desde el Vaticano, el 1° de agosto de 2018, Memoria de San Alfonso María de
Ligorio.
Argumentación al cambio. El Catecismo de la Iglesia Católica contiene las verdades
que todo católico debería creer, siempre que quiera ser coherente con la fe que dice
profesar. Esto significa que, si bien antes quedaba un resquicio que permitía justificar en
algún caso extremo la pena capital, la doctrina católica nos enseña que ya no es así. Este
cambio, muy en la línea del Papa Francisco y de la sensibilidad más generalizada hacia
los derechos humanos, puede presentar –entre otras– dos dificultades de asimilación.
Una que podríamos denominar “visceral” o “emotiva” y otra más bien crítica.
La objeción crítica va por el lado de cuestionar el poder que tiene el Papa para cambiar
una doctrina, acusándolo quizá de oportunismo. De hecho, algún sector más radical
dentro del catolicismo podría ver en este cambio una ruptura con cierta “tradición”,
porque, ¿cómo la Iglesia que promovió las Cruzadas y la Inquisición, ahora se opone a
la ejecución de asesinos seriales?
El cambio.
Ahora bien, en realidad, el presente cambio representa un interesante ejemplo de lo que
en teología se conoce como “desarrollo homogéneo del dogma”. Es decir, el depósito
de la fe que dejó Jesucristo y custodia la Iglesia está completo desde la muerte del
último de los apóstoles, testigo de esa revelación. Pero ese depósito y esa fe alumbran
con luces nuevas a situaciones y contextos distintos, al tiempo que la Iglesia va
profundizando, a través de su vida, de la teología y de la experiencia de los santos, en el
contenido, las implicaciones y consecuencias de esas verdades reveladas.
La carta a los obispos que sirve para hacer público este cambio cita un texto que explica
los motivos: “Con el curso de la historia y el desarrollo de la civilización, la Iglesia ha
afinado también las propias posiciones morales con respecto a la pena de muerte y a la
guerra (…). Lo que está debajo (…) es siempre la misma noción antropológica de base:
la dignidad fundamental del hombre creado a imagen de Dios”.
El término ambiente –del latín ambio, andar alrededor- tiene un sentido de movimiento
más amplio que aquél meramente geográfico y físico; indica más bien un contexto vital,
un lugar que interactúa con las personas en una profunda continuidad, un lugar que no
puede ser tan sólo un marco, sino que participa en la historia que se hace y se desarrolla.
El ambiente, pues, es un medio o centro, indica que el hombre está inmerso como en
una condición vital de la propia identidad y de la propia historia, y por tanto se nutre de
ello. El ambiente, por otra parte, es inseparablemente natural e histórico; no se trata de
dos ambientes extraños entre sí (biológico el primero, cultural el segundo), sino del
único concreto ambiente humano, en el cual se puede y se debe reconocer también la
continuidad del misterio de la vida. Y es de esto precisamente que debe tratar la ética
ambiental, evitando de arrancar y descontextualizar el aspecto biológico. En aquélla
profunda unidad, visible sólo antropológicamente, el ambiente se muestra como el
contexto del actuar humano, aquél tejido que permite al hombre de diseñar y actuar la
trama de la propia vida (Cf. Centessimus Annus, 37).
El origen de esta palabra viene del griego kryos cuyo significado es frío. La
criogenización consiste en la congelación a muy baja temperatura de materiales
biológicos con el fin de revitalizarlos en el futuro. En resumen, congelar bajo unas
determinadas condiciones de temperatura un cuerpo humano para reanimarlo
más adelante, conservándolo durante ese tiempo.
Para poder aplicar una nueva técnica experimental es necesario tener la seguridad
razonable de que no pueden existir efectos secundarios negativos en los individuos en
que la utilicen. Para apoyar el uso de esta técnica en ocasiones se ha argüido que se han
realizado experiencias previas con algunos invertebrados, y al parecer también con
algún pequeño mamífero, en los que se ha conseguido la recuperación del cuerpo del
animal criogenizado. Habría que demostrar, cosa no fácil por el tiempo que ello
demoraría, el éxito de la recuperación de mamíferos superiores tras la criogenización y
especialmente de primates no humanos. Hasta que esto no esté comprobado, es una
aventura no basada en la evidencia experimental, utilizar estas técnicas en humanos,
especialmente, si se tiene en cuenta que hasta ahora no se han podido vitrificar órganos
completos, aunque se están realizando experiencias en ese sentido, y sobre todo
recuperar su funcionalidad una vez descongelados.
Aspectos éticos. Con toda seguridad los dos escenarios en los que esta práctica puede
llevarse a cabo, son, o bien que el individuo esté en proceso de muerte, pero todavía
vivo, o que ya esté muerto, es decir que estén actuando sobre un cadáver. En el primer
caso, si el sujeto está aún vivo, dado que en lo que mi información alcanza, no existe
doctrina magisterial de la Iglesia Católica explícita sobre esta práctica, creo que se le
podrían aplicar los criterios que se han utilizado para valorar moralmente la congelación
de embriones humanos, pues desde un punto de vista moral no hay ninguna diferencia
en cómo debe ser tratado un embrión humano temprano y un individuo adulto. Cuando
se trate de un cadáver. En este sentido, no parece que haya ningún inconveniente para la
criogenización si se trata al cadáver con el respeto que los restos humanos merecen. Sin
embargo, desde el punto de vista moral puede haber una dificultad insalvable en
relación con la animación del cadáver crioconservado, en el hipotético caso de que
pudiera retornar a la vida biológica. Esa animación “temporal” no es fácilmente
compatible con la resurrección escatológica de los cuerpos.
En síntesis
1. Desde un punto de vista médico nos parece que existen indudables dificultades para
la criogenización humana dado que no existen estudios previos que garanticen la no
existencia de efectos secundarios negativos y sobre todo la objetiva posibilidad de
retornar a la vida al individuo criogenizado.
2. Desde un punto de vista moral, en caso de individuos criogenizados antes de morir,
es decir en proceso de muerte, estimamos que someterlos a un estado de
criogenización es un acto incompatible con la dignidad humana de esos individuos.
3. En caso de cadáveres criogenizados después de morir, es decir, después de la
separación del cuerpo y el alma, pensamos que puede existir un grave problema,
teológicamente no resuelto, en cuanto a la nueva animación de ese cuerpo, en caso de
que se consiguiera su rehabilitación.