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SILUETA DE PAJA CANCIÓN DEL AUTOMÓVIL

André Bretón (fragmento)


Filippo Tommaso Marinetti
Dame joyas de ahogadas
Dos pesebres ¡Dios vehemente de una raza de acero,
Una cola de caballo y una manía de modista automóvil ebrio de espacio,
Después perdóname que piafas de angustia, con el freno en los dientes estridentes!
No tengo tiempo de respirar ¡Oh formidable monstruo japonés de ojos de fragua,
Soy un destino
La construcción solar me ha retenido hasta ahora nutrido de llamas y aceites minerales,
Y ahora sólo tengo que dejarme morir hambriento de horizontes y presas siderales
Pide el baremo tu corazón se expande en su taf-taf diabólico
Al trote con el puño cerrado sobre mi cabeza que suena y tus recios pneumáticos se hinchen para las danzas
Un fanal en donde se abre una mirada amarilla que bailen por las blancas carreteras del mundo!
También se abre el sentimiento Suelto, por fin, tus bridas metálicas.., ¡Te lanzas
Pero las princesas se agarran al aire puro con embriaguez el Infinito liberador!
Tengo necesidad de orgullo Al estrépito del aullar de tu voz…
Y de algunas gotas comunes he aquí que el Sol poniente va Imitando
Para calentar la marmita de las flores enmohecidas tu andar veloz, acelerando su palpitación
Al pie de la escalera sanguinolento a ras del horizonte…
Divino pensamiento en el cristal estrellado del cielo azul ¡Míralo galopar al fondo de los bosques!…
La expresión de las bañistas es la muerte del lobo ¡Qué importa, hermoso Demonio!
Tenme por amiga A tu merced me encuentro… ¡Tómame
La amiga de los hogueras y los hurones sobre la tierra ensordecido a pesar de todos sus ecos,
Te mira en dos veces bajo el cielo que ciega a pesar de sus astros de oro,
Lee tus penas camino exasperando mi fiebre y mi deseo,
Mi remo de palisandro hace cantar tus cabellos con el puñal del frío en pleno rostro!
Un sonido palpable abandona la playa De vez en vez alzo mi cuerpo
Negra por la cólera de las sepias para sentir en mi cuello, que tiembla
Y roja junto a la banderola la presión de los brazos helados
y aterciopelados del viento.
¡Son tus brazos encantadores y lejanos que me atraen!
De Guillaume Apollinaire

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