LA DISCALCULIA, CUANDO LAS
CUENTAS NO SALEN.
¿Alguna vez has escuchado hablar de la
Discalculia? Se trata de una Dificultad
Específica del Aprendizaje que afecta entre
un 3% y un 6% de la población infantil, y
que puede estar relacionado con otros
trastornos como la Dislexia o el Déficit de
Atención con Hiperactividad.
Aproximadamente un 25% de los niño/as
diagnosticados la sufre coincidiendo con
alguno de los trastornos anteriores.
Aunque desconocemos su origen de
manera exacta, podríamos definir la
Discalculia como un trastorno neurológico
intrínseco y progresivo que se caracteriza
por un incorrecto procesamiento de
información numérica, operaciones
aritméticas o cálculo.
Entre los estudiantes diagnosticados con
Discalculia es habitual que el alumnado se
enfrente a un rendimiento académico por
debajo de lo esperado, sin embargo,
presentan una inteligencia normal o incluso
superior a la media. Pero, ¿Cómo
reconocer este trastorno en nuestro hijo/a?,
¿Hay alguna forma de detectarlo a tiempo?
Algunas de las manifestaciones propias del
trastorno son las siguientes:
- Lentitud a la hora de dar respuesta a
las cuestiones matemáticas,
presentando cierta demora en la
realización de actividades con respecto
a sus compañeros.
- Dificultad para recordar ciertas
acciones matemáticas o símbolos.
- Dificultades en la realización de
cálculos mentales: utilizan los dedos
para contar, hacen uso de marcas, y
tiene dificultades para realizar
estimaciones.
- En cuanto a la realización de series o
secuencias, se pierden al contar, o
encuentran dificultades a la hora de
recordar los pasos de un proceso...
- Les resulta complicado, una vez
adquiridos ciertos aprendizajes,
generalizarlo y desarrollarlo en otros
contextos y situaciones.
- Problemas en la interpretación de los
enunciados de los problemas
matemáticos.
- Tienden a imitar y aprender de
memoria los problemas en lugar de
comprenderlos.
- Dificultad en la organización espacial:
confunden números o símbolos
utilizándolos indistintamente, colocan
los números en posiciones
incorrectas…
Si bien es cierto que nos enfrentamos a un
trastorno neurológico, no hay que
alarmarse pues es posible trabajar con
modelos de aprendizaje adecuados que
favorezcan las capacidades del niño,
además, una detección precoz puede
evitar muchos de los problemas a los que
se enfrentan estos alumnos, y es que
cuanto antes se identifique más eficaz
resultará el entrenamiento.
Hoy en día contamos con leyes que
respaldan a estos niños/as y les ayudan a
posicionarse en igualdad de condiciones
con sus compañeros. El artículo 71.2 de la
Ley Orgánica 8/2013 para la mejora de la
calidad educativa (LOMCE) establece que
los centros educativos que atienden a
estudiantes que se encuadran dentro de
este marco, como alumnado con
Dificultades Específicas de Aprendizaje,
deberán llevar a cabo las medidas
necesarias para que puedan alcanzar el
mayor desarrollo posible de sus
capacidades personales.
Y las familias, ¿Qué papel jugamos en todo
esto?
El apoyo emocional y social es fundamental
para el niño/a. Ser consciente del problema
al que se enfrenta, arroparle y apoyarle
siempre, ayudará a no incrementar la
preocupación del niño/a evitando así
cualquier síntoma de ansiedad. Como ya
dijo Sigmund Freud: ‘’No puedo pensar en
ninguna necesidad en la infancia tan fuerte
como la necesidad de la protección de un
padre’’.
La clave para paliar el problema reside en
mantener una actitud optimista,
desarrollando una autoestima positiva,
reforzando sus pequeños logros sin llegar a
la sobreprotección, y haciéndoles ver que
con esfuerzo se pueden conseguir los
resultados esperados. Hay que tener en
cuenta que cada niño/a es único y tiene
necesidades específicas, transmitirle
mensajes alegres acabarán con su miedo a
equivocarse o a que las cosas le salgan
mal, mensajes de apoyo con los que el
niño/a ganará la seguridad necesaria para
enfrentarse no solo a este, sino a cualquier
problema que se le pueda plantear en un
futuro.