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Desde mediados del siglo VII hasta mediados del siglo VIII, el gran reino
germánico de los francos merovingios, fundado por el rey Meroveo (448 – 457) y
reforzado por su nieto, Clodoveo I (481 – 511), atravesó una profunda crisis
(Paralelamente, el reino de los visigodos, el otro gran reino germánico del momento,
sufrió también una época crítica que le empujó a su desaparición.). El concepto
patrimonial que tenían los monarcas merovingios de su reino provocó que lo repartiesen
entre su descendencia, lo que condujo a una debilidad congénita de la dinastía y a final
desaparición.
Los merovingios no fueron capaces de organizar un Estado firme sobre sus
amplias conquistas territoriales, de modo que durante los dos siglos tras la muerte de
Clodoveo I, el reino fue disgregándose a manos de sus sucesores, que se combatieron
ferozmente. Salvo escasos momentos de unidad, el reino se articuló en cuatro grandes
entidades:
- Austrasia (al este, entre el Mosa y el Rin).
- Neustria (al oeste, entre el Escalda y el Loira).
- Aquitania (entre el Loira y los Pirineos).
- Borgoña (en la zona central y con una abundante población galorromana).
Al morir Clodoveo I (511), sus hijos se repartieron el reino, lo que acabó
desembocando en una lucha fratricida que terminó cuando el hijo menor, Clotario I (511
– 561), consiguió reunificarlo de nuevo. A pesar de ello, Clotario I volvió a dividir el
reino entre sus hijos, reproduciéndose la lucha entre hermanos hasta que Clotario II (613
– 629) y su hijo Dagoberto (629 - 639), pudieron reunificarlo de nuevo. El último rey
merovingio que consiguió la unidad de los territorios fue Childerico II pero, tras ser
asesinado en 675, el reino volvió a dividirse definitivamente.
La debilidad del reino merovingio provocó intentos de independencia de
turingios, alamanes y bávaros, facilitó el asedio de lombardos, ávaros, bretones y frisones
e impidió el desalojo de los visigodos de la Septimania, la región costera del Golfo de
León.
1.2 Los “mayordomos de palacio”
En este ambiente de descomposición, apareció la figura del mayordomo de
palacio, administrador de las posesiones reales y jefe del rudimentario aparato
administrativo. Los mayordomos se convirtieron en los auténticos detentadores del poder
y en intermediarios entre la nobleza y el monarca. Atendían el tesoro real, encabezaban
el ejército, presidían los tribunales reales y eran sus principales consejeros.
Ante las pretensiones hegemónicas de Neustria, el mayordomo de Austrasia,
Pipino II de Heristal, se enfrentó a sus enemigos y los venció en la batalla de Tertry (687),
quedando como mayordomo de ambos territorios y autoproclamándose “príncipe de los
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2. Los carolingios
2.1 Los carolingios y el Papado
Los primeros carolingios buscaron su legitimación en la Iglesia. La Iglesia franca,
a falta de un solo poder que la protegiera de los diversos grupos poderosos, había optado
por participar en su juego político y establecer los mismos lazos de dependencia. Los
carolingios iniciaron su ascenso social, por un lado, gracias a la legitimidad que les
proporcionó la Iglesia por su firme política de evangelización de los pueblos conquistados
y por su empeño en la reforma del clero y, por el otro, a los apoyos que encontraron entre
una nobleza a la que cedieron parte de sus dominios y tierras confiscadas a la propia
Iglesia. Pipino de Heristal encargó al monje Wilidrobo la evangelización de los frisones,
labor que continuó Carlos Martel al apoyar las misiones en Frisia, Turingia, Hesse y
Baviera. De este modo, los carolingios, en unión con Roma, iniciaron una empresa oficial
en la que conquista y evangelización iban juntas.
Pipino el Breve apoyó la celebración de concilios nacionales para reglamentar la
disciplina eclesiástica y para reformar la liturgia. En 744, para sortear el problema de las
confiscaciones a la Iglesia creado por Carlos Martel, Pipino el Breve acudió a la fórmula
de la precaria verbo regis, según la cual, la Iglesia mantenía la propiedad de la tierra a
cambio de determinadas compensaciones. En 751, al ver contestada su posición por parte
de algunos nobles favorables a los merovingios, Pipino el Breve solicitó al Papa Zacarías
una opinión sobre su legitimidad. Zacarías apoyó la causa de Pipino por lo que el último
representante de los merovingios, el débil Childerico III, acabó encerrado en un
monasterio.
2.2 La creación del “patrimonio de San Pedro”
Después de la muerte de Justiniano en 568, los lombardos invadieron Italia,
estableciéndose en el norte y fundando ducados como Benevento y Spoleto. Italia se
dividió entre una zona lombarda y otra bizantina. En 584, los duques lombardos
restauraron la monarquía y se convirtieron al catolicismo. Liutprando, a principios del
siglo VIII, expulsó a los bizantinos del norte de Italia, salvo Venecia.
autoridad sobre Roma, Italia y vastas regiones del Occidente, junto con la potestad
imperial y los honores correspondientes. Según la donación, Constantino se reservaba la
parte oriental del Imperio. El Papa se entrevistó con Pipino en 753 y, mediante el tratado
de Quierzy, acordaron la recuperación de Rávena y regiones adyacentes, naciendo así el
Patrimonio de San Pedro.
2.3.4 Ávaros
La sumisión de Baviera puso en contacto directo a los francos con los ávaros. En
791, Carlomagno invadió su territorio pero hasta 795 no consiguió someter su anillo
fortificado, situado entre el Danubio y el lago Balatón, donde se guardaba además el
enorme tesoro del kan ávaro que permitió sanear las cuentas francas. Los ávaros fueron
entonces cristianizados y, a raíz de las conquistas, desaparecieron como nación. Las
tierras ávaras fueron conquistadas al norte por los francos y al sur por los búlgaros.
2.3.5 España
el Papa León III era cuestionado por la nobleza romana e incluso había sufrido un asalto,
aunque pudo huir y refugiarse en Páderborn, donde solicitó la ayuda del rey. En
consecuencia, el Papa regresó a Roma con una escolta y fue repuesto en su sede. En
noviembre del año 800, Carlomagno se trasladó a Roma para celebrar la Navidad. El día
23, León III proclamó públicamente su inocencia, mediante un juramento de purificación,
y el día de Navidad, mientras Carlomagno rezaba en San Pedro de rodillas, León III lo
coronó, recibiendo de los asistentes una triple aclamación.
Inicialmente, Bizancio se negó a reconocer la coronación pero cuando, en 812,
Carlomagno renunció a sus aspiraciones sobre Venecia y se la devolvió a los bizantinos,
el emperador Miguel I le reconoció el título. De este modo, Carlomagno se intituló
“Imperator et Augustus”. Triunfó así la nueva concepción de un Imperio ajeno a Roma y
en el que los romanos eran sustituidos por los francos.
Italia quedó bajo el dominio de Bernardo, hijo ilegítimo del tercer hijo de
Carlomagno, como rey subordinado a su tío Ludovico. Ludovico se reveló como un líder
débil e influenciable. La facción eclesiástica promovió que Luis abandonara sus títulos
tradicionales y se autodenominara "por la gracia de Dios, emperador augusto". Durante
su reinado, se evangelizó a los daneses y suecos, se realizaron concilios nacionales y se
impuso la regla de San Benito en monasterios. Las propiedades de la Iglesia se
multiplicaron, y en 816, Luis reconoció la total independencia del Patrimonio de San
Pedro, iniciando un proceso que llevó a los territorios pontificios a convertirse en una
potencia rival del Imperio.
Mientras tanto, la nobleza buscaba la división del Imperio. En 817, acordaron con
la facción unionista dividir el Imperio según la Ordinatio Imperii. Ludovico reguló su
sucesión, dividiendo el imperio en tres reinos: Italia para su sobrino Bernardo, Baviera
para su hijo menor, Luis, y Aquitania para su otro hijo, Pipino. El hijo mayor, Lotario,
recibiría el resto y ostentaría el título imperial.
Tras la muerte de Ludovico Pío, Lotario intentó imponerse a sus hermanos pero
fue derrotado por Luis el Germánico y Carlos el Calvo en Fontenay (841). Luis el
Germánico (Baviera) y Carlos el Calvo (Aquitania), que heredó el reino a la muerte de
Pipino I de Aquitania, se juraron asistencia mutua contra Lotario en los Juramentos de
Estrasburgo (842), primer documento redactado en proto-alemán y francés.
Carlos el Calvo fue el líder tras la muerte de Luis II de Italia (875). A su muerte
(877), el papa Juan II ofreció la corona imperial a Carlos el Calvo y luego al hijo de Luis
el Germánico, Carlos el Gordo. Su reinado desató anarquía por invasiones normandas y
revueltas. Tras la muerte de Carlos el Gordo (888), el Imperio se dividió en 6 reinos, a
cuyo frente estaban, menos en Germania, dinastías sin relación con los carolingios.
conjuntamente, y todos los súbditos estaban ligados por los vínculos de dependencia
personal establecidos a través de juramentos de fidelidad. Los clérigos del entorno real
trataron de introducir la noción romana del Estado, equiparándolo al bien común,
concepción que triunfó en tiempos de Ludovico Pío.
El Imperio estaba constituido por el núcleo formado por Austrasia y Neustria y
por una serie de territorios conquistados que globalmente formaban el reino de los
francos. En Aquitania, cuyos habitantes de tradición romana se resistieron a la
asimilación, se produjo un equilibrio político entre anexión y autonomía. Carlomagno la
organizó como un reino aparte, a cuyo frente situó a su propio hijo Luis. Igual estatuto
tuvo Baviera, inicialmente con un duque a la cabeza y más tarde con uno de los hijos de
Ludovico Pío. Otro tanto cabe decir de Italia. El reino de los lombardos mantuvo su
personalidad, aunque cambiaron la persona del rey y los funcionarios y desaparecieron
algunos de los poderosos duques lombardos. Inicialmente fue confiado a Pipino, segundo
hijo de Carlomagno, y a su muerte pasó a Bernardo. Todos estos reinos admitían una
teórica superioridad de la autoridad imperial y fueron fieles ejecutores de la voluntad del
emperador. Conservaron sus leyes, aunque los reyes carolingios intentaron que,
respetando las peculiaridades, se consiguiese una mayor identificación legal. Los ducados
lombardos del sur de Italia eran absolutamente libres, aunque aceptaron la teórica
protección de Calomagno y le pagaron un tributo. Por su parte, los territorios del Papa
estaban bajo jurisdicción pontificia y tenían sus propios funcionarios
3.2 El emperador
El emperador carolingio era considerado como el dueño de todo y disponía del
reino por derecho de conquista. Era gobernante del pueblo cristiano pues su reino estaba
indefectiblemente unido al cristianismo y a su ropagación. Se ocupaba de cuestiones
como la disciplina del clero o incluso sobre el dogma y designaba obispos. Era habitual
que el emperador separase a los obispos de sus sedes para que atendiesen asuntos
administrativos, de modo que podían permanecer ausentes durante un largo tiempo de sus
diócesis y acababan convirtiéndose en hombres de gobierno sin vocación pastoral. Algo
parecido ocurría con los abades de los monasterios. Esta forma de proceder generó graves
problemas y fue la causa del enfrentamiento entre el Imperio y el Papado, dando lugar a
la “querella de las investiduras”.
3.3 La administración central
Era una administración de gran simplicidad correspondiente a un Estado cuyas
funciones estaban muy limitadas. No recaudaba impuestos, que llegaban a través de la
administración territorial, y realizaba pocas obras públicas. La administración central se
reduce al palatium o casa del monarca, y los correspondientes funcionarios. El tesoro
público era el del monarca, que lo administraba libremente.
La capilla era el oratorio privado del monarca y estaba atendida por capellanes
cuyo jefe era un obispo que, además, actuaba de consejero para asuntos civiles y
religiosos. La cancillería se encargaba de la recepción y la redacción de los documentos
reales, todos sus funcionarios eran clérigos y muchos de ellos trabajaban también en la
capilla, por lo que ambas instituciones se identificaban. Con la llegada de los carolingios
desaparecieron los mayordomos de palacio, aunque sus funciones las hereda el conde de
palacio.
3.4 La administración territorial
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general, las sentencias casi siempre consistían en multas en dinero (composición), una
parte de las cuales se entregaba al juez, lo que daba lugar a numerosos abusos, y otra al
monarca (freda), constituyendo una parte importante de sus ingresos.
3.7 Los dominios reales
Los grandes dominios agrícolas fueron una de las más importantes fuentes de
riqueza de la monarquía, por lo que Carlomagno los explotó y administró
cuidadosamente. Los carolingios buscaron el apoyo de sus súbditos concediéndoles
tierras, primero en usufructo y después en plena propiedad. La disminución de conquistas
hizo entrar en crisis al sistema y, al final, los reyes fueron uno más entre los grandes
propietarios.
4.El renacimiento carolingio