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BARRANCOS, DORA

Participación política y luchas por el sufragio fememino en


Argentina (1900-1947)

Este texto presenta la recepción del feminismo en Argentina en tiempos modernos, abordando su
evolución y los diferentes enfoques dentro del movimiento feminista. Inicia destacando que el
término "feminismo" fue inicialmente polisémico y poco ajustado al significado actual. En los
círculos elitistas de fines del siglo XIX, se asociaba el feminismo con estereotipos de género y
tareas femeninas.

Sin embargo, fueron las socialistas y librepensadoras, especialmente las más educadas, las
primeras en adherirse al feminismo para abordar la desigualdad y el sometimiento de las mujeres
al orden patriarcal. Se menciona que el Partido Socialista fue el primero en proponer el voto
femenino en Argentina, y muchas mujeres adherentes al partido se convirtieron en feministas.
También se destacan dos figuras destacadas del feminismo argentino: Cecilia Grierson y Elvira
Rawson de Dellepiane, quienes no se encuadraban necesariamente como socialistas o
librepensadoras.

El texto resalta la importancia del sufragio femenino en la lucha por los derechos de las mujeres.
Se mencionan varias sufragistas argentinas de la época, como María Abella Ramírez, Julieta
Lanteri y Alicia Moreau. María Abella Ramírez fundó en 1901 la revista "Nosotras", la primera
publicación periódica autodeclarada "feminista" en Argentina, y abogó por la igualdad civil y
política de las mujeres, así como contra la violencia de género. También se destaca la influencia de
Belén de Sárraga, una destacada activista del sufragio femenino, en la petición del voto en
Argentina.

Julieta Lanteri, por su parte, emigró desde Italia y se convirtió en médica en Buenos Aires. En 1911,
logró votar excepcionalmente en las elecciones de la ciudad de Buenos Aires, pero
posteriormente tuvo que luchar legalmente por el derecho al voto femenino. Alicia Moreau,
reconocida como una destacada voz femenina del socialismo, abogaba por la educación de las
mujeres como medio para su emancipación y apoyaba el sufragio, aunque consideraba que debía
implementarse por etapas (primero el voto de orden comunal, después el orden provincial y, por
último, el orden nacional).

El texto también menciona el Primer Congreso Femenino en Buenos Aires en 1910 propuesta por
la Asociación de Universitarias Argentinas, donde hubo diversidad de opiniones sobre el sufragio
femenino. Destaca la participación de la Liga Nacional de las Mujeres Librepensadoras y el Centro
Socialista Femenino, que demandaron el derecho al voto de manera contundente. El Centro había
sido taxativo en su solicitud, y el derecho al sufragio universal igual para varones y mujeres y
aparecía en el primer lugar de sus demandas. Estas manifestaciones pudieron confrontar con las
de la propia Alicia Moreau, y no apenas con ella. En el orden de prioridades del feminismo del
Centenario, la protección de las madres y de los niños desvalidos, la elevación educativa y desde
luego, la modificación del Código Civil, parecían encabezar la agenda. De esta manera, sin duda, el
debate sobre la oportunidad y alcances del sufragio, dividía las aguas de nuestras primeras
militantes por las causas de las mujeres.

En resumen, el texto aborda la recepción y evolución del feminismo en Argentina, destacando la


diversidad de enfoques dentro del movimiento, las primeras sufragistas argentinas y los debates
sobre el sufragio femenino en el país.

La madurez del feminismo en la década de 1920

Después de la Gran Guerra, hubo cambios significativos en las sociedades occidentales. En


Inglaterra, donde la lucha por el sufragio femenino fue larga e intensa, finalmente se aprobó el
voto para las mujeres, aunque con ciertas limitaciones. En Argentina, las principales
organizaciones feministas se unieron a favor del sufragio universal para las mujeres. Durante la
década de 1920, hubo varios proyectos de ley sobre el sufragio y se produjo un aumento
considerable en la agitación por los derechos de las mujeres, especialmente en Buenos Aires,
donde se organizaron escenas ficticias de votación lideradas por mujeres como Elvira Rawson de
Dellepiane, Julieta Lanteri y Alicia Moreau. En este período, hubo cambios en las normas sexuales
y la moda reflejó una mayor independencia femenina. El surgimiento del cine permitió la difusión
de representaciones de mujeres audaces, lo que generó ensoñaciones de cambio en la sociedad.
Julieta Lanteri fundó el Partido Feminista, que aunque tuvo oposición, se convirtió en una nueva
fuerza y se conectó con experiencias internacionales similares.

En general, las feministas argentinas progresaron durante estos años y lograron reunir a nuevas
mujeres de los sectores medios altos. Incluso la Iglesia cambió de opinión en cierta medida y
algunos obispos apoyaron el sufragio, motivados por la idea de que el voto de las mujeres
consolidaría ideas conservadoras. Sin embargo, las fuerzas de derecha dieron un golpe militar en
1930 y derrocaron al gobierno radical de Hipólito Yrigoyen, quien en realidad no apoyaba el voto
femenino ni el divorcio, lo que muestra las dificultades de las fuerzas políticas liberales en el país.

Es importante mencionar que en la provincia de San Juan se concedió el derecho al voto de las
mujeres en 1928 en circunstancias particulares debido al derrocamiento del gobierno radical en
esa provincia. En 1934, la abogada Emar Acosta obtuvo por primera vez un cargo representativo,
pero el voto femenino se ejerció y luego fue retirado debido a las intervenciones sucesivas en la
provincia.

A nivel nacional, en 1932, a pesar del avance de las fuerzas conservadoras, la Cámara Baja del
Parlamento discutió el sufragio femenino y el divorcio. Argentina estaba rezagada en relación con

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Uruguay en cuanto al divorcio, ya que este último lo había legalizado en 1907 y había ampliado sus
derechos progresivamente hasta 1912, cuando se permitió el divorcio a petición de la mujer.
Durante el debate parlamentario, el movimiento de mujeres se intensificó, aunque las
organizaciones más conservadoras se opusieron al divorcio pero apoyaron el sufragio siempre que
se aumentara la edad mínima para las mujeres. Finalmente, hubo avances en estas iniciativas en la
Cámara Baja, pero el debate no se abrió en el Senado, donde predominaban las fuerzas más
conservadoras.

Perplejidades del feminismo y conquista del sufragio bajo el signo del peronismo

Durante la década de 1930 e inicios de los años 40, las feministas argentinas enfocaron sus
esfuerzos en la lucha antifascista y en apoyar a las fuerzas republicanas durante la Guerra Civil
Española. Surgió la Junta de la Victoria, una organización que convocó a mujeres de diferentes
orientaciones políticas y religiosas en todo el país. Durante este tiempo, el principal foco de
preocupación de las feministas fue denunciar los regímenes reaccionarios y prevenir su influencia
en Argentina.

En 1943, ocurrió un golpe de Estado y comenzó el fenómeno conocido como "peronismo". Juan
Domingo Perón, quien llegó a ocupar la Secretaría de Trabajo y Previsión, estableció una conexión
directa con las fuerzas trabajadoras en pleno crecimiento. En las elecciones de 1946, casi todas
las fuerzas políticas prometieron el sufragio femenino, y el triunfo de Perón aseguró el camino
hacia su implementación.

Eva Perón desempeñó un papel crucial en la promoción del sufragio femenino. Realizó una
campaña activa, visitando sindicatos y fábricas para movilizar a favor del voto. Finalmente, el 9 de
septiembre de 1947 se sancionó la Ley 13010 que otorgaba el derecho al voto a las mujeres
argentinas.

A pesar de las prevenciones y críticas de algunas feministas socialistas y liberales, la figura de


Eva Perón se proyectó notablemente en la escena nacional. Organizó a miles de mujeres en todo
el país a través de las Unidades Básicas Femeninas y reclamó su completa adhesión a la causa
peronista. El voto femenino se llevó a cabo por primera vez el 11 de noviembre de 1951, y las
mujeres obtuvieron una representación significativa en el Congreso Nacional debido a las cuotas
internas establecidas dentro del Partido Justicialista.

Aunque Argentina no fue uno de los primeros países en otorgar el sufragio femenino, se destacó
por tener un número notable de mujeres representantes en comparación con otros países de la
región y europeos.

La muerte de Eva Perón en julio de 1952 fue un golpe tanto para las sensibilidades populares
como para la Rama Femenina, la organización que había sido una creación destacada de su
liderazgo.
Coda

El feminismo argentino surgió a fines del siglo XIX con la participación de mujeres que
pertenecían principalmente al socialismo y al librepensamiento. La lucha por el sufragio fue un
tema importante en la agenda feminista, aunque hubo debates sobre la extensión y las
condiciones del voto. Después de la Primera Guerra Mundial, la mayoría de las feministas
argentinas abogaron por la igualdad de ciudadanía con los hombres y se produjo un fuerte
movimiento a favor del sufragio que incluso involucró a mujeres conservadoras.

En 1932, la Cámara Baja debatió exitosamente el voto femenino, pero el Senado no trató la
cuestión. Durante el período de 1933 a 1944, las feministas cambiaron su enfoque debido a la
preocupación por la lucha antifascista, la ayuda a los refugiados de la Guerra Civil Española y la
oposición al ascenso de las fuerzas de derecha en el país.

En ese contexto, surgió el peronismo, que fue visto por las fuerzas liberales e izquierdistas como
una forma de fascismo. La propuesta de voto femenino del peronismo fue impulsada en gran
medida por Eva Perón, una figura central en el nuevo régimen. Finalmente, se aprobó el sufragio
en septiembre de 1947 y las mujeres votaron por primera vez en 1951. Aunque las mujeres
peronistas ocuparon una proporción significativa de escaños en el Congreso, las feministas
opositoras al régimen no estuvieron representadas en ese grupo inicial de legisladoras.

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LOBATO, MIRTA ZAIDA
Una mirada histórica sobre las trabajadoras argentinas

¿Cuáles han sido los principales riesgos para la salud en los diferentes sectores de
actividad en los que se desempeñaron las mujeres a lo largo del siglo XX?

El texto señala la importancia de analizar los diferentes sectores de actividad en los que
las mujeres han trabajado a lo largo del siglo XX. En el trabajo asalariado fuera del hogar, como
fábricas, talleres, comercios y oficinas públicas, existen diferencias en cuanto a los riesgos
laborales según el sector. Por ejemplo, en el comercio, los accidentes pueden afectar tanto a
hombres como a mujeres. Sin embargo, en la industria textil, especialmente en los telares, las
mujeres enfrentaban la amenaza de que su cabello se enredara en las máquinas, lo que podía
causar accidentes graves. Lo mismo ocurría en la industria frigorífica, donde las trabajadoras
utilizaban cuchillos y los cortes eran frecuentes.

Es importante destacar que estos riesgos laborales dependen de la actividad en la que las
mujeres estén insertas, al igual que los hombres. Las actividades masculinas, como la
construcción, la industria y la minería (aunque en menor medida en Argentina), también implican
mayores riesgos de accidentes. Por lo tanto, existe una diferencia de género en cuanto a los
riesgos laborales, pero está relacionada con las actividades desempeñadas.

El texto menciona que es necesario destacar el trabajo en el hogar, que a menudo no se


considera como trabajo a pesar de ser labor. El trabajo doméstico no está cubierto por ningún
seguro de riesgo y no se considera en la noción tradicional de riesgo laboral. Sin embargo, el
trabajo en el hogar puede involucrar el cuidado de otros y garantizar la reproducción, lo cual se
considera trabajo en el marco de diversas teorías. Por lo tanto, al analizar los riesgos laborales y la
protección médica, también se debe tener en cuenta la definición y consideración del trabajo,
incluyendo el trabajo doméstico.

¿De qué modos el concepto de género nos permite repensar la organización del trabajo
y el rol del Estado en las políticas de prevención de los riesgos en el trabajo?

El concepto de género nos permite repensar la organización del trabajo y el papel del
Estado en las políticas de prevención de riesgos laborales de diversas maneras. Al adoptar una
perspectiva de género, se cuestionan las diferencias de poder entre hombres y mujeres, lo que
lleva a replantear todo el panorama de las ciencias sociales, incluyendo el poder, la ciudadanía, la
democracia y el trabajo.

Desde esta perspectiva, se puede analizar el género en el trabajo y en el Estado. En


cuanto al trabajo, se reconoce que no existe neutralidad de género en diversos aspectos, como la
educación, la tecnología y la regulación estatal. Esto implica que las políticas laborales no afectan
por igual a hombres y mujeres, sino que están influenciadas por su género. Por lo tanto, el
concepto de género es fundamental para repensar no solo los procesos de trabajo, sino también
otros aspectos como la educación, la tecnología, la presencia estatal e incluso las profesiones.

En resumen, la perspectiva de género nos permite reevaluar las cuestiones laborales en


un sentido amplio, considerando no solo el trabajo en sí, sino también sus intersecciones con la
educación, la tecnología, el Estado y las profesiones. Esto implica reconocer que el género
desempeña un papel significativo en la organización del trabajo y en las políticas de prevención
de riesgos laborales.

¿Qué importancia tiene el concepto de género para reflexionar sobre la experiencia


laboral?

El concepto de género es de gran importancia para reflexionar sobre la experiencia


laboral. Surge como una categoría de análisis que busca destacar las desigualdades existentes
entre hombres y mujeres en la sociedad. A lo largo del tiempo, esta categoría ha evolucionado y se
ha vuelto más compleja, reconociendo las desigualdades en las identidades sexuales.

El concepto de género ha permitido analizar las desigualdades en el trabajo y en la


política. Desde sus primeras formulaciones, se ha puesto énfasis en reconocer estas
desigualdades. En el campo laboral, ha habido debates sobre qué se considera trabajo y se ha
destacado la distinción entre trabajo productivo (asalariado) y trabajo reproductivo (no
remunerado y no cubierto por seguros). Esto ha llevado a cuestionar la invisibilización y
devaluación del trabajo no remunerado, principalmente realizado por mujeres.

Los estudios feministas han contribuido a discutir la valoración diferencial de las


aptitudes, capacidades y formación de hombres y mujeres en el trabajo. Esto ha llevado a
reconocer la persistencia de la brecha salarial y la forma en que se ha considerado el trabajo
femenino como complementario y de menor valor.

El concepto de género es fundamental para comprender el mundo del trabajo en el


pasado y en el presente, considerando que la organización laboral, las relaciones laborales y las
intervenciones del Estado y los empleadores cambian a lo largo del tiempo y son influenciadas por
contextos históricos, políticos, económicos y culturales.

¿Cuáles eran los espacios laborales en los que se desempeñaban mayoritariamente las
mujeres a comienzos del siglo XX?

A comienzos del siglo XX, las mujeres se desempeñaban en una amplia variedad de
espacios laborales. Según el censo de 1869, realizado en Argentina, las mujeres desempeñaban
diversas ocupaciones como tejedoras en telares, elaboradoras de chicha, modistas, vendedoras,

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cantantes y prostitutas, entre otros roles. El mundo laboral de las mujeres era heterogéneo y
diverso.

Sin embargo, a medida que avanzaba el tiempo y se realizaban censos posteriores, como
el de 1895, se produjo un cambio en la forma de medir y registrar el trabajo. Los censos
comenzaron a enfocarse principalmente en el trabajo asalariado y las actividades económicas de
las mujeres quedaron invisibilizadas. Esto llevó a la concentración de la medición censal en los
empleos formales en fábricas, talleres, empleo público, educación, salud y comercio, donde el
salario era un factor clave.

Este cambio en la forma de medir el trabajo llevó a interpretaciones erróneas sobre la


disminución de la participación de las mujeres en la economía, cuando en realidad se trataba de
un cambio en la manera de registrar y reconocer sus actividades laborales. Se hizo evidente que
las mujeres no solo tenían un trabajo, sino que también realizaban múltiples tareas y enfrentaban
una doble explotación: por el capital en el ámbito laboral y por roles no discutidos en el ámbito
familiar.

Es importante replantear constantemente cómo se mide y se analiza el trabajo para


comprender los problemas y desafíos existentes en el mundo laboral desde una perspectiva de
género.

¿Por qué el trabajo femenino se constituyó en un objeto de preocupación pública hacia


fines del siglo XIX? ¿De qué modos las nociones asociadas a la “naturaleza femenina” se
consolidaron como fundamento de la inequidad laboral?

Hacia fines del siglo XIX, surgió la preocupación pública por el trabajo femenino, conocido
como la "cuestión de la mujer". Esta preocupación se centraba en la tensión entre el trabajo
asalariado y el trabajo reproductivo de las mujeres. Se creía que las mujeres que trabajaban
descuidaban sus obligaciones naturales en el hogar, ya que se consideraba que sus roles
principales eran las tareas domésticas y el cuidado de la familia.

Estas nociones asociadas a la "naturaleza femenina" se consolidaron como fundamentos


de la inequidad laboral. La distinción entre lo "natural" y lo "cultural" se convirtió en un argumento
para justificar la asimetría de género. Se estableció una relación en la cual las actividades
asociadas a los hombres, como la cultura, la economía y el poder, eran consideradas masculinas,
mientras que las tareas domésticas y el cuidado eran considerados como parte de la "naturaleza
femenina". Esto generó desigualdades en el acceso y las oportunidades laborales para las
mujeres.

Además, estas nociones también se vincularon con discursos nacionalistas, donde el


cuidado de la familia y los hijos se asociaba con el cuidado de la nación y la preservación de la
raza. Estos discursos se intensificaron a medida que crecía el nacionalismo político en Argentina.
La preocupación por la maternidad y la natalidad también estuvo presente, ya que las prácticas
anticonceptivas de las mujeres y la disminución general de la tasa de natalidad generaron
inquietud.

En este contexto, se promulgaron leyes de protección del trabajo femenino, como la


primera ley en 1907, que buscaban proteger a las mujeres como madres. Sin embargo, esta
protección no se extendió a los hombres, ya que se les consideraba proveedores y protectores del
hogar. Se afianzaron los ideales de la maternidad para las mujeres y el rol de proveedor para los
hombres, lo que contribuyó a la construcción de diferentes formas de masculinidad y perpetuó la
inequidad de género en el ámbito laboral.

Estas cuestiones continúan siendo objeto de debate en la actualidad, especialmente en


torno al derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad y a la igualdad de oportunidades
laborales.

¿Cuáles han sido los elementos constitutivos de un lenguaje laboral sexuado?

El lenguaje laboral sexuado se compone de varios elementos. En primer lugar, existe la


idea de la debilidad del cuerpo femenino, lo que lleva a considerar a las mujeres como aptas solo
para ciertas tareas repetitivas y monótonas, y se percibe a las mujeres como más pasivas en
comparación con los hombres. El lenguaje generizado en el ámbito laboral divide a los
trabajadores en pares dicotómicos, donde los hombres son vistos como fuertes y capaces,
mientras que las mujeres son consideradas débiles e incapaces, incluso legalmente, ya que
durante mucho tiempo se las consideraba menores de edad y necesitadas de protección.

En algunos casos, como el trabajo en frigoríficos, donde tanto hombres como mujeres
utilizaban cuchillos, las habilidades asociadas al corte de carne y el manejo de cuchillos se
consideraban atributos masculinos, a pesar de que las mujeres también desempeñaban esas
tareas. Esta asociación de habilidades físicas, fuerza y destreza con los hombres tiene
implicaciones importantes, ya que también se asocia la figura masculina con la idea de violencia,
mientras que persiste la noción de debilidad femenina, incluso cuando las mujeres realizan
trabajos fuertes y pesados.

El lenguaje laboral sexuado también se relaciona con los accidentes laborales. Por
ejemplo, se menciona el caso de una obrera de una fábrica textil cuyo cabello se enredó en el
telar, provocando la pérdida de parte de su cabellera y dañando su rostro. En el discurso jurídico,
se argumentaba que, además del daño físico, este accidente afectaba la capacidad de seducción
de la mujer, lo que a su vez afectaba su capacidad de casarse y cumplir con los mandatos sociales
de matrimonio e hijos. Esta historia ilustra cómo incluso en el ámbito legal, la idea de la feminidad
y los roles de género se consideraban al evaluar indemnizaciones por accidentes laborales,
destacando la importancia que se le daba a la belleza y la capacidad de seducción como atributos
de la mujer.

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En resumen, el lenguaje laboral sexuado se caracteriza por ideas de debilidad y pasividad
asociadas a las mujeres, así como la asignación de ciertas habilidades y roles laborales como
exclusivamente masculinos. También se refleja en la valoración y la compensación de los
accidentes laborales, donde se considera el impacto en la belleza y la capacidad de seducción de
las mujeres.

En líneas generales, ¿cómo eran las condiciones laborales del trabajo remunerado
desempeñado por las mujeres durante este período? ¿Variaban según la actividad y el sector?

Durante el período analizado, las condiciones laborales de las mujeres en el trabajo


remunerado variaban según el sector y la actividad en la que estaban empleadas. En ciertas
empresas, especialmente aquellas más orientadas por los criterios del mercado y la oferta y
demanda de trabajadores, las contrataciones se realizaban en función de las necesidades de la
empresa, sin prestar mucha atención a los requisitos o calificaciones. Por ejemplo, en los
frigoríficos, se valoraba la fuerza física en los hombres, y tener habilidades con el cuchillo podía
dar acceso a un departamento diferente. Sin embargo, en general, las condiciones laborales para
hombres y mujeres dependían de la actividad en la que se encontraban.

Sin embargo, hay dos aspectos que no se ajustan a esta dinámica general. En primer lugar,
está la cuestión del salario. En todas las actividades, el salario de las mujeres era inferior al de los
hombres. Incluso en el Convenio Colectivo Eva Perón de 1950, que no abordaba los roles laborales
y no implicaba un cambio social en ese aspecto, se mantenía esta desigualdad salarial. Esta
disparidad se evidencia en la investigación sobre los frigoríficos y se sostiene a lo largo del
tiempo.

El segundo tema complejo es el del acoso sexual. Históricamente, no es fácil encontrar


información detallada al respecto, excepto en las denuncias publicadas en periódicos obreros. Sin
embargo, en la investigación sobre las fábricas, se descubrió que el acoso estaba presente en
diferentes formas, a menudo asociado con la figura del capataz o con la violencia ejercida por
compañeros hombres sobre las mujeres. El acoso sexual implica una desigualdad de poder, y en
las primeras décadas del siglo XX, hubo protestas lideradas por mujeres contra esta problemática.
Estas dos cuestiones, la disparidad salarial y el acoso sexual, van más allá de la ley general que
establece que las condiciones laborales están determinadas por la actividad y que son similares
para hombres y mujeres.

¿Cómo era la relación entre las condiciones de trabajo y los riesgos para la salud de las
mujeres?

En cuanto a la relación entre las condiciones laborales y los riesgos para la salud de las
mujeres, estos riesgos dependen en gran medida de la actividad en la que se desempeñen. Sin
embargo, la mayoría de los accidentes ocurren durante los desplazamientos de ida y vuelta al
trabajo. Además, se ha prestado atención especial a la protección de la maternidad como un
riesgo potencial para las mujeres. Se han llevado a cabo debates sobre la necesidad de
proporcionar un salario y protección a las madres trabajadoras. Esta discusión ha involucrado
tanto al Estado como a los empresarios, quienes han debatido sobre quién debe asumir los costos
económicos de dicha protección.

La primera ley de protección para las mujeres trabajadoras estableció la licencia maternal,
aunque inicialmente sin un salario asociado. Sin embargo, en las décadas de 1920 y 1930 se
retomó el debate y se implementó un seguro de maternidad que se financiaba mediante
contribuciones solidarias de las propias mujeres afectadas. A través de bonos y libretas de
maternidad, las mujeres pagaban aportes mensuales para tener derecho a una licencia maternal
remunerada.

Es importante destacar que estos debates históricos sobre protección laboral a menudo
implicaban la cuestión de quién asumiría los costos económicos. Los empresarios argumentaban
que no podían hacer frente a estos gastos, mientras que el Estado buscaba soluciones. En general,
la mejora de las condiciones laborales y la implementación de seguros sociales han requerido
aportes económicos de los propios trabajadores. Los empresarios, en su mayoría, han mostrado
resistencia en cumplir con las obligaciones asociadas a estos seguros sociales.

Además, es relevante mencionar que las leyes protectoras, tanto para los trabajadores en
general como para las mujeres en particular, están condicionadas por el federalismo, ya que las
provincias tienen cierta autonomía en la toma de decisiones y la aplicación de legislación. Esto ha
generado situaciones en las que cada provincia tiene sus propias normas, lo cual complica la
aplicación de legislación uniforme en todo el país.

¿Qué características tuvo la participación femenina en las huelgas, las protestas y los
conflictos obreros de la primera mitad del siglo XX? ¿Existían reclamos particulares sobre las
condiciones de trabajo con relación al género?

La participación femenina en huelgas, protestas y conflictos obreros durante la primera


mitad del siglo XX fue diversa y variada. Las mujeres estuvieron presentes en diferentes roles y
manifestaciones. Desde etapas tempranas, las mujeres participaron en huelgas y protestas,
reclamando sus derechos laborales en fábricas, talleres y escuelas.

La participación de las mujeres en los movimientos huelguísticos variaba según la


actividad y el sector. Según las estadísticas disponibles, la participación femenina era significativa
en diferentes industrias y ocupaciones. Por ejemplo, en huelgas portuarias, la mayoría de los
participantes eran hombres, mientras que en huelgas de la industria textil o de cigarreras,
predominaban las mujeres. La participación de las mujeres en los conflictos laborales estaba
condicionada por múltiples factores.

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Además de participar en huelgas de forma similar a los hombres, las mujeres también
defendían a sus compañeros varones en la lucha por salarios justos, con el objetivo de mantener a
sus familias. También protagonizaron protestas específicamente relacionadas con cuestiones de
género, como la lucha contra el acoso sexual.

La participación de las mujeres no se limitaba solo a los conflictos laborales. También


estaban presentes en asociaciones y organizaciones de la sociedad civil. Participaban en la
defensa de los derechos de la vivienda, como en la huelga de inquilinos de 1907, donde las
mujeres desempeñaron un papel destacado en la organización de las protestas y en la demanda
de reducción de los alquileres.

Otro aspecto importante de la participación femenina fue a través de la formación de


organizaciones y asociaciones, como las dedicadas a la alimentación infantil y los comedores
escolares. Estas asociaciones tuvieron mayor visibilidad y fuerza en la década de 1980. Asimismo,
las mujeres participaron en movimientos de toma de tierras y otras acciones relacionadas con la
mejora de las condiciones de vida. Esta diversidad de formas de participación fue un aspecto
destacado en el análisis histórico y desafió la concepción tradicional del conflicto social centrado
únicamente en las huelgas laborales.

En resumen, la participación femenina en huelgas, protestas y conflictos obreros durante


la primera mitad del siglo XX fue amplia y variada. Las mujeres estuvieron presentes en diferentes
actividades, desempeñando diversos roles y reclamando tanto por sus derechos laborales como
por mejoras en las condiciones de vida.

¿De qué modos el peronismo interpeló a las mujeres trabajadoras y las


representaciones sobre el trabajo femenino?

Durante el primer peronismo, que abarca el período de 1943 a 1955, las mujeres
trabajadoras fueron interpeladas de diversas maneras y se generaron representaciones sobre el
trabajo femenino. Aunque no se implementaron políticas especiales dirigidas específicamente a
las mujeres en este período, se creó un organismo dentro de la Secretaría de Trabajo y Previsión
para abordar los problemas relacionados con las mujeres trabajadoras, aunque su presencia y
práctica eran algo difusas.

En términos políticos y sindicales, tanto las mujeres como los hombres trabajadores
fueron interpelados por el gobierno y las organizaciones sindicales. Durante ese tiempo, Perón
contribuyó a la creación de sindicatos alternativos a los existentes, lo que generó tensiones con
los sindicatos previos. Sin embargo, con el tiempo, se produjo un proceso de peronización de los
sindicatos, y la Confederación General del Trabajo (CGT) se convirtió en la columna vertebral del
peronismo.
Las mujeres fueron interpeladas en diferentes contextos, como en los sindicatos, donde se
les animaba a afiliarse. En 1947, por ejemplo, el diario El Laborista organizó la elección de las
reinas del trabajo, y una condición para participar en la elección era estar afiliada a un sindicato.
La sindicalización se convirtió en un factor importante en el proceso político y la participación en
la elección de las reinas del trabajo.

Además de la movilización sindical, hubo una movilización política en el peronismo, que


buscaba romper con el pasado y construir sus propias tradiciones. El peronismo empleaba un
lenguaje dicotómico y excluyente, donde los peronistas eran considerados la Nación y el pueblo,
mientras que los no peronistas eran deslegitimados y asociados a la oligarquía.

En cuanto a las representaciones políticas, la Fundación Eva Perón jugó un papel


importante al dirigirse principalmente a las mujeres pobres. También se destacó la organización
del Partido Peronista Femenino, especialmente después de la promulgación de la ley de voto
femenino en 1947. Estas iniciativas contribuyeron a la movilización de las mujeres y generaron
representaciones específicas sobre su papel en el peronismo.

A grandes rasgos, ¿cuáles fueron las principales transformaciones que se produjeron


en los marcos de regulación del trabajo y, en particular, en torno a las discusiones técnicas
sobre los cuidados de la salud laboral de los y las trabajadoras?

A grandes rasgos, ha habido transformaciones en los marcos de regulación del trabajo y


en las discusiones técnicas sobre los cuidados de la salud laboral de los trabajadores y
trabajadoras. Sin embargo, no se ha estudiado ni se ha profundizado en la magnitud de esas
transformaciones. Un cambio importante es que la información censal ya no pasa por alto la
cuestión de género, lo que puede llevar a una mayor conciencia y acciones legislativas para
abordar las desigualdades de género, como la brecha salarial que aún persiste.

¿La diferencia salarial entre varones y mujeres está regulada de alguna manera o se da
como producto de una especie de naturalización?

La diferencia salarial entre varones y mujeres se da como producto de una naturalización


basada en la percepción de actividades, capacidades y valoraciones diferentes. Esto implica que
la desigualdad salarial está arraigada en la sociedad y no está regulada de manera específica.
Existe la noción de un "techo de cristal" que limita a las mujeres en el acceso a salarios y cargos
equivalentes, incluso en campos como la ciencia. Aunque las normas y regulaciones laborales se
presenten como neutrales, la condición de ser mujer influye en la trayectoria laboral y dificulta el
avance profesional.

Está también la idea del cupo, por ejemplo, la del cupo político. La idea del cupo es la idea
de la reparación, de discriminación positiva. Si tuviste siglos de situaciones de inferioridad y
subordinación, entonces la idea del cupo viene a reparar en parte esto. Está la idea de la

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reparación. Yo pienso que en política el cupo está bien. Pero que haya mujeres no garantiza que
haya políticas de género.

La idea del cupo político se basa en la reparación y la discriminación positiva para superar
siglos de inferioridad y subordinación. Aunque el cupo en política es importante, la presencia de
mujeres no garantiza la implementación de políticas de género. Los convenios colectivos de
trabajo históricamente han establecido condiciones y salarios, pero el diferencial de género no ha
sido cuestionado. Si los convenios se enfocan únicamente en los salarios, se pasan por alto otras
cuestiones relevantes para las condiciones laborales. La representación masculina en los
sindicatos y empresas dificulta que la problemática de género sea abordada. La dirigencia sindical
y las organizaciones sindicales, incluida la Confederación General del Trabajo, suelen ser poco
permeables a estas temáticas. Aunque algunas organizaciones sindicales han comenzado a
discutir estos temas, se requiere una reflexión más profunda y cambios en las prácticas. Las
organizaciones empresariales y el Estado también necesitan abordar la cuestión de género de
manera más sistemática.

Resumen de la entrevista

En el siglo XX, las mujeres se enfrentaron a diferentes riesgos para la salud en los
distintos sectores de actividad en los que trabajaban. En el trabajo asalariado fuera del hogar,
como fábricas, talleres, comercios y oficinas públicas, los riesgos laborales variaban según el
sector. Por ejemplo, en la industria textil, las mujeres enfrentaban el peligro de que su cabello se
enredara en las máquinas, lo que podía causar accidentes graves. En la industria frigorífica, las
trabajadoras utilizaban cuchillos y los cortes eran frecuentes.

Los riesgos laborales dependen de la actividad en la que las mujeres estén insertas, al
igual que los hombres. En actividades masculinas como la construcción, la industria y la minería,
también existen riesgos de accidentes. Sin embargo, hay una diferencia de género en cuanto a los
riesgos laborales, pero está relacionada con las actividades desempeñadas.

El concepto de género nos permite repensar la organización del trabajo y el papel del
Estado en las políticas de prevención de riesgos laborales. Al adoptar una perspectiva de género,
se cuestionan las diferencias de poder entre hombres y mujeres, lo que lleva a replantear diversos
aspectos sociales. Se reconoce que no hay neutralidad de género en aspectos como la educación,
la tecnología y la regulación estatal. Esto implica que las políticas laborales no afectan por igual a
hombres y mujeres, sino que están influenciadas por su género. El concepto de género es
fundamental para repensar los procesos de trabajo, la educación, la tecnología, la presencia
estatal y las profesiones.

El concepto de género es importante para reflexionar sobre la experiencia laboral porque


destaca las desigualdades existentes entre hombres y mujeres en la sociedad. Permite analizar
las diferencias en el acceso y las oportunidades laborales, así como la valoración diferencial de
las aptitudes y capacidades de hombres y mujeres en el trabajo. También ayuda a reconocer la
persistencia de la brecha salarial y la devaluación del trabajo no remunerado realizado
principalmente por mujeres.

A comienzos del siglo XX, las mujeres se desempeñaban en una variedad de espacios
laborales. Según los censos de la época, las mujeres trabajaban como tejedoras, modistas,
vendedoras, cantantes y prostitutas, entre otros roles. Sin embargo, a medida que avanzaba el
tiempo, la medición y el registro del trabajo cambiaron y se enfocaron principalmente en el trabajo
asalariado. Esto invisibilizó otras actividades económicas realizadas por las mujeres. Es importante
replantear constantemente cómo se mide y se analiza el trabajo para comprender los problemas y
desafíos existentes en el mundo laboral desde una perspectiva de género.

Hacia fines del siglo XIX, el trabajo femenino se convirtió en un objeto de preocupación
pública debido a la tensión entre el trabajo asalariado y el trabajo reproductivo de las mujeres. Se
creía que las mujeres que trabajaban descuidaban sus obligaciones en el hogar. Las nociones
asociadas a la "naturaleza femenina" se consolidaron como fundamento de la inequidad laboral,
ya que se consideraba que las mujeres eran naturalmente débiles y aptas.

15
MOUFFE, CHANTAL
La paradoja democrática

La democracia moderna es definida como una democracia parlamentaria, representativa,


liberal, etc. Esta democracia moderna se separa de otras democracias anteriores por la idea de
que en grandes sociedades se vuelve imposible la realización de la democracia directa, por lo que
esta nueva democracia pasa a ser representativa, y desaparecen los marcadores de servidumbre.
Esto último en particular lleva a que el lugar de poder ya no sea ocupado por un príncipe o alguien
que encarne una autoridad trascendental, de modo que este lugar de poder se vuelve en un lugar
vacío.

Sin embargo esto no es la verdadera paradoja en la democracia, esta paradoja reside en


el hecho de que la democracia es una democracia liberal, de modo que, dos ideologías que
contrastan entre sí –como son la ideología liberal (que prioriza los derechos humanos y las
libertades individuales) y la ideología democrática (que prioriza la soberanía popular)– coexisten,
esto se logra a través de un proceso de superposición el cual conlleva también una mutua
intoxicación, de modo que el liberalismo se democratiza y la democracia se liberaliza. Este
conflicto ideológico ha perdurado hasta la actualidad y denota lo paradójica que es la democracia
moderna desde su concepto.

En la actualidad la democracia es mayormente asociada con la ideología liberal,


considerando a la soberanía popular como obsoleta, esto puede poner en riesgo la lealtad
mostrada a las instituciones democráticas, siendo que sin la soberanía popular la democracia
pierde su legitimidad.

En una democracia liberal se ponen límites a la soberanía popular, esto se hace con el fin
de que una decisión democrática no termine vulnerando los derechos humanos, pero estos límites
son dictados por el bando que sobresale en el momento, de modo que estas se vuelven objeto de
debate, denotando nuevamente lo paradójica que suena al decir “se establecen límites a la
soberanía popular para garantizar la libertad”.

Ahora, para explorar esta paradoja que conocemos como democracia liberal, es
importante destacar el hecho de que esta nunca va a ser perfecta, ya que es la articulación de 2
lógicas incompatibles y estas solo pueden reducir la tensión entre ellas temporalmente mediante
negociaciones entre fuerzas políticas, pero estas siempre establecen la hegemonía de una de
ellas.

Muchas personas llegan a conformarse con la actual configuración del poder (en la cual la
ideología liberal parece absoluta), esta incuestionada hegemonía del neoliberalismo amenaza a
las instituciones democráticas, afectando a la sociedad, implantando sus dogmas y convirtiendo
gradualmente a los partidos de izquierda en partidos de derecho que se hacen llamar
“centro-izquierda”.

Otros por otro lado, buscan ignorar este conflicto pensando que es posible borrar la línea
que distingue entre izquierda y derecha, junto con la que distingue entre liberalismo y democracia.
Esto es algo riesgoso ya que puede comprometer el futuro de la democracia al crear un punto
muerto en las relaciones de poder que favorecen al neoliberalismo. De modo que la única forma
de resolver esto es entender que el antagonismo entre liberales y demócratas no puede ser
evitado mediante un “consenso de centro”. La democracia y el liberalismo siempre serán
ideologías irreconciliables, ya que el tratar de reconciliar estas dos ideologías siempre termina
favoreciendo a uno de estos dos lados, el cual de estos dos salga favorecido, depende únicamente
de quien sea la persona que idee esta reconciliación y con cuál de estas dos ideologías se halle
más representado.

Es necesario afrontar la paradójica naturaleza de la democracia liberal junto con las


confrontaciones agonísticas que esta conlleva y entender el papel crucial que juega la
configuración izquierda-derecha en este conflicto.

La antes mencionada mutua contaminación entre la democracia y el liberalismo es lo más


parecido a una conciliación real entre ambas ideologías, ya que esta superposición/hibridación
lleva a la construcción de nuevas identidades (un nuevo liberalismo y una nueva democracia).

La paradoja democrática actúa constantemente como un impedimento tanto para la


realización de una libertad total (liberalismo) como la realización de una igualdad absoluta
(democracia), permitiendo así el tener un poco de ambos, a costa de no tener todo de ninguno.

17
RAPOPORT, MARIO
Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000)

Cap. 2: Economía y sociedad en los años 20 (1914-1930)


2.2. La situación política y la ley Saénz Peña
2.2.1. La ley Saénz Peña

Entre los factores que precipitaron la apertura del sistema político deben señalarse los
conflictos intraoligárquicos, las revoluciones impulsadas por el radicalismo y los movimientos
obreros, que generaron un período de fuerte conflictividad social.

Una ruptura de la alianza, de Pellegrini en oposición a Roca, llevó a una resistencia interna
en el desmantelamiento de las posiciones roquistas y reformas del sistema político. Pese a la
derrota de los radicales en 1905, en su intento revolucionario, no perdieron sus iniciativas ya que
reivindicaron el sufragio libre en contra de la actividad conspirativa. La sucesión de huelgas y
hechos de violencia de principios del siglo XX contribuyó a que se planteara la necesidad de
ampliar la base social de sustentación del Estado.

Con la elección de Roque S. Peña como presidente, en 1910, se crearon expectativas


reformistas. Durante su campaña electoral R. S. Peña se entrevistó con Yrigoyen, quienes
coincidieron en la necesidad de una reforma electoral.

Dicha reforma promovida por Roque S. Peña planteaba la elaboración del padrón electoral
sobre la base del Registro de Enrolamiento. En consecuencia el control se exteriorizaba,
quedando fuera las influencias de los grupos intraoligárquicos sobre el sistema electoral. También
se establecía la obligatoriedad y el secreto del voto, e implementaba el procedimiento de la lista
incompleta.

La ley de reforma electoral fue sancionada en 1912. La instauración del voto secreto y
obligatorio en el sufragio se hallaba limitada a varones nativos y naturalizados mayores de 18 años
quedando fuera la mujer y los extranjeros no nacionalizados, por lo que los ciudadanos habilitados
para votar representaba un bajo porcentaje sobre la población total.

Tanto el oficialismo como la oposición estaban convencidos de que con el sistema de lista
incompleta la mayoría correspondía a las fuerzas conservadoras y la minoría al radicalismo. Las
nuevas oposiciones no podrían, hasta 1916, hacer valer su peso electoral y desplazar el control
tradicional de los gobiernos oligárquicos de las provincias, ya que el Senado Nacional quedaba al
margen de la reforma.

2, 2, 2. Las elecciones y el triunfo del radicalismo.


Las primeras elecciones legislativas, que se realizaron en 1912, participaron, además de
los partidos tradicionales, la UCR, el Partido Socialista y la Liga del Sur. El triunfo de los radicales
en Capital Federal y Santa Fe junto al triunfo de los socialistas en las elecciones para legisladores
que tuvieron lugar en la Capital Federal, en 1913, acentuó las preocupaciones de los
conservadores. La compra de sufragios había perdido su razón de ser y el voto secreto significaba
un resguardo para la autonomía electoral del ciudadano.

Estas circunstancias, junto a la enfermedad de R. S. Peña, que fue reemplazado por


Victorino de la Plaza, generaron un cambio de enfoque en las filas oficialistas. Los conservadores
replantearon la necesidad de adecuarse al nuevo cuadro electoral, por lo que constituyeron un
partido orgánico, impersonal y disciplinado.

Hacia fines de 1914 se fundó el Partido Demócrata Progresista liderado por Lisandro de la
Torre. Aunque los conservadores bonaerenses estaban en desacuerdo con el nuevo partido por
poseer un perfil reformista demasiado evidente.

En 1916, la UCR provocaba la fragmentación de las agrupaciones provinciales, por lo que


algunos se incorporaban al radicalismo, logrando que el mismo ensanchase sus bases. El mismo
incorporó aportes de todas las clases sociales; tanto de peones y estancieros, obreros y
comerciantes, modestos empleados y profesionales.

El radicalismo se incorporó a la lucha electoral proponiendo un programa que expresaba


la necesidad de una renovación institucional basada en el cumplimiento de la Constitución
Nacional. El objetivo declarado de restaurar la vida moral y política de la Nación sólo se alcanzaría
mediante el voto libre y garantido y el ejercicio de la democracia representativa.

Hacia 1916, la Convención Nacional Radical definió los términos de su fórmula


presidencial. A pesar de la influencia preponderante de Yrigoyen dentro del radicalismo existían
disidencias internas. El sector denominado “azul”, que tenían tendencias aristocráticas, sostenían
la candidatura de Vicente C. Gallo. Pero la Convención terminó eligiendo por mayoría a Pelagio B.
Luna. Los desencuentros políticos internos no cicatrizarían y provocarían en el futuro serios
inconvenientes a la conducción de Yrigoyen.

Para las elecciones de 1916 la UCR y dos partidos oficialistas (el Demócrata progresista, y
el Conservador) demostraron poseer apoyos en todos los distritos del país. Los radicales
triunfaron en las regiones más prósperas tales como Capital Federal, Santa Fe, Córdoba y Entre
Ríos. Los votos radicales se concentraron en las ciudades y en los distritos rurales dedicados
principalmente al cultivo de cereales. En las zonas ganaderas, aunque no lograron la mayoría,
obtuvieron un significativo aporte de sufragios. En las ciudades, sus votos provinieron de los
barrios de clase media, aunque también de distritos obreros. En el interior lograron la mayoría en
Mendoza y Tucumán, y fueron derrotados en aquellas zonas de menor crecimiento. Las
debilidades políticas de los conservadores se hicieron más evidentes en aquellas zonas más

19
beneficiadas por el desarrollo económico iniciado hacia los años ́ 80. Los partidos oficialistas sólo
lograron apoyos electorales en las provincias del interior y en las zonas ganaderas del litoral
pampeano. El socialismo obtuvo el tercer lugar, el cual tuvo el apoyo de las clases obreras
concentradas en Buenos Aires.

El candidato radical no logró los electores necesarios para su consagración, la definición


quedó reservada a negociaciones en el Colegio Electoral. Gracias al apoyo de radicales
santafesinos y la división de las fuerzas oficialistas, facilitaron la obtención del elector que
necesitaba Yrigoyen para ser elegido presidente. La clase dirigente tradicional afrontó una derrota
electoral inesperada. Los desacuerdos entre las fuerzas que enfrentaban al radicalismo y los
cambios socioeconómicos que afectaban al país abortaron la posibilidad de una perpetuación del
conservadurismo oligárquico en el poder.

2.5. Los conflictos sociales

Los cambios políticos resultantes de la ley electoral de 1912 permitieron la integración de


una importante masa de población en la participación política. Esta incorporación al sistema
político fue acompañada de una integración más profunda en el campo social de las clases
populares.

La gestión del Yrigoyen intentó transformar el Estado gendarme en un agente activo de


democratización, impulsando medidas tendientes a una mayor participación de los sectores
discriminados en la actividad política, así se favorecieron los procesos de movilidad ocupacional y
de ascenso social. Para afirmarse en el poder, el radicalismo debió asegurarse el voto de los
sectores medios, por lo que facilitó su acceso a cargos públicos y creó un sistema clientelista
destinado a manejar la distribución de favores.

El gobierno radical manifestó su apoyo a los estudiantes e impulsó cambios reformistas en


las universidades públicas, lo que contribuyo a eliminar los criterios elitistas y anacrónicos que
imperaban en estos establecimientos, también creó las universidades de Santa Fe y Tucumán.

En el terreno laboral, debió afrontar tres frotes de malestar obrero con distintas
reacciones:

1- En 1916, se declaró un paro de los trabajadores del puerto de Buenos Aires, en el


cual los sindicalistas impulsaban reivindicaciones salariales concretas. Con motivo a las huelgas
ferroviarias, en 1917-1918, el Estado arbitro el conflicto satisfaciendo la mayoría de las demandas
de los huelguistas.

2- En 1919, hubo una nueva agitación obrera, en que los trabajadores metalúrgicos
realizaron una huelga, por mejoras salariales y reducción de horas de trabajo. El gobierno recurrió
a la represión policial, lo que generó varias muertes (semana trágica), lo que derivó en una huelga
general. Para poner fin al conflicto intervino el ejército y la armada para disuadirlos y el Estado
como mediador reconoció y reivindicó los pedidos de los trabajadores.

3- En 1921, surgió la tercera ola de agitación obrera en la Patagonia, impulsada por


una sociedad obrera anarquistas, en reclamos de mejoras salariales, ocho horas de trabajo y
condiciones higiénicas. La huelga originó enfrentamientos entre los huelguistas y las fuerzas en
servicio de los estancieros, quienes solicitaron ayuda al gobierno nacional, por lo que Yrigoyen
envió tropas militares, y en 1922, se llegó a un acuerdo entre las partes. Pero este acuerdo no se
cumplió, por parte de los estancieros, lo que generó una nueva huelga. El ejército reprimió a los
huelguistas y se impuso la Ley Marcial, como resultado arrojando un saldo de muertos de más de
mil personas, este episodio se llamó “Patagonia trágica”.

2.6. Movimiento obrero e ideologías políticas

La etapa de agitación obrera, entre 1917-1921, consagró la hegemonía del sindicalismo


revolucionario en el movimiento obrero.

Durante este período el movimiento obrero sufrió profundas transformaciones, que se


iniciaron con la agitación a través de huelgas que parecían prácticas revolucionarias y de acción
directa características de la primera década del siglo y culminó con un movimiento obrero que
asistió al golpe de Estado en 1930.

Los cambios políticos e institucionales favorecieron dichas transformaciones. La Ley


Sáenz Peña permitió que las clases medias y los sectores populares pudieran expresar su
adhesión política a la UCR y al socialismo, integrando a la población a la participación política.

En el terreno ideológico también se produjeron cambios, sobre todo a partir de los años
20, donde el sindicato se expandió. A medida que se fueron abandonando sus posturas
revolucionarias, su influencia anarquista, se fue desvaneciendo en el ámbito sindical. En lo
referente al socialismo, su presencia se manifestó en sectores laborales con mayor calificación.
Estos cambios contribuyeron a que en reemplazo del sindicalismo de acción apareciera el
sindicalismo de presión (buscaban la negociación pacífica).

Los gobiernos radicales emergentes desarrollaron una estrategia tendiente a disminuir el


tono contestatario de la protesta obrera y a arbitrar los conflictos sin desdeñar la apelación a los
recursos represivos. La política laboral de Yrigoyen propició la expansión “sindicalista” del
movimiento obrero. En la medida en que favoreció la negociación entre los obreros y el gobierno,
encontró en el sindicalismo un interlocutor más dispuesto a aceptar ese camino para acceder a
sus reivindicaciones. El sindicalismo pasó a constituirse en una alternativa más atrayente para los
trabajadores que el anarquismo en permanente confrontación con el Estado. El gobierno radical
promovió el diálogo con los sindicalistas para restarle fuerza al Partido Socialista dentro del
movimiento obrero.

21
Procuró aislar y eliminar la acción de los sectores anarquistas y desplazar a los socialistas
de su ascendiente sobre los sectores obreros, este objeto era aspecto de rivalidad entre radicales
y socialistas. También, el gobierno dio curso favorable a las demandas de las organizaciones
representativas de ciertos sectores de la clase obrera. Finalmente, bajo la presión conservadora,
apeló a la utilización del aparato represivo para terminar con la protesta de los trabajadores.

Otros cambios en el movimiento obrero tuvieron que ver con las transformaciones en la
estructura de la clase trabajadora. Durante la década del ’20 se hizo evidente la creciente
estratificación de los sectores obreros. En el estatuto superior se encontraban los trabajadores de
los principales servicios públicos: ferroviarios y municipales, más tarde tranviarios y telefónicos.
Tenían buenos lazos con el Estado y con empresas monopólicas, lo que los ayudó a establecer
leyes sociales, convenios colectivos, sistema de cobertura mutual obrera y patronal, etc. El acceso
al crédito, a la casa propia y al consumismo operaron como mecanismos económicos de
integración social. Por debajo de este sector se encontraban los obreros calificados, en su mayoría
de las ramas industriales, en un mercado de trabajo que seguía caracterizado por la inestabilidad
y las fuertes variaciones estacionales. Sus condiciones de trabajo habían experimentado ciertas
mejoras, como la reducción de la jornada laboral y el incremento de los salarios. Los sindicalistas
impulsaron la modernización orgánica de los sindicatos, lo que significó la transformación de la
cultura institucional de los mismos: las organizaciones fueron ocupadas por representantes
gremiales rentados, cuyo número fue creciendo de manera significativa.

Los planteos del comunismo y de otros sectores en torno a los problemas de las clases
trabajadoras y el propósito de adjuntarle al movimiento obrero objetivos que iban más allá de los
meramente reivindicativos provocaron enfrentamientos entre tendencias ideológicas en el seno
del sindicalismo. De este modo, la división del movimiento obrero se profundizó. Como
consecuencia, hacia 1929 coexistían 4 centrales obreras: la FORJA (anarquista), la COA (socialista),
la USA (sindicalista) y el CUSC (comunista).

2.7. Las políticas económicas de los gobiernos radicales

2.7.3. La política petrolera.

La creciente importancia del petróleo motivada por la expansión del parque automotor y
su utilización como combustible para el sector industrial lo convirtió en una fuente de debates
sobre los principios de la soberanía nacional, a medida que se descubrían nuevos yacimientos en
el país y se intensificaban su extracción. El progreso de la industria petrolera fue lento.

En 1922, durante el gobierno de Yrigoyen, se creó por medio de un decreto de la empresa


estatal de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), cuya dirección era ejercida por Mosconi,
nombrado durante el gobierno de Alvear. Sus ideas tendrían gran influencia en la formación de un
nacionalismo económico entre los militares. Bajo el impulso del mismo se emprendió una serie de
iniciativas que colocaron a la empresa en un nivel competitivo, desarrollando, en especial, una
extensa red de distribución por todo el país. Pero en 1925, cuando se inauguró la gran destilería
de La Plata, la distribución del petróleo nacional, era todavía precaria. Debido a la oposición del
Congreso para aprobar su financiación, Alvear autorizó con este fin la utilización de créditos y de
letras de tesorería, mientras se firmaba un contrato con una compañía norteamericana (Bethlehem
Steel Corporation) para su construcción. Al inaugurarse la destilería, se encontraba en una de las
10 más grandes del mundo en términos de capacidad.

Mientras estuvo al mando de YPF, la producción nacional creció considerablemente y al


mismo tiempo se logró la regulación de los precios en el mercado local. En los años ’20 la
industria petrolera nacional aumentó entre un 20 y un 30% anual, pero la importación de
hidrocarburos extranjeros continuó siendo el componente de mayor peso de la oferta,
comprobándose que la demanda del país crecía más aceleradamente que la producción de
combustibles, lo que originaba una importante dependencia de las importaciones.

Mientras se ampliaba la capacidad de refinamiento de YPF y se expandía su producción, el


gobierno otorgó varias concesiones a empresas privadas de origen extranjero, las que
mantuvieron un ritmo de crecimiento similar al de la petrolera estatal. Durante la administración
de Alvear se reservaron considerables extensiones de tierras públicas para el futuro uso de YPF.
Con todo, los resultados financieros de YPF eran muy positivos, lo que alentaba su desarrollo.

En 1928, Yrigoyen vuelve al gobierno e intenta avanzar en la necesidad de imponer una


legislación que atribuyera al Estado la propiedad de los recursos petrolíferos que se descubrieran,
tratando de nacionalizar la industria del petróleo y colocarla bajo el monopolio de YPF. Mosconi,
que admitía la necesidad de avanzar hacia un monopolio fiscal, disentía por cuestiones
económicas en la propuesta de expropiar a las compañías privadas que se encontraban en
actividad, lo que se contempló en la ley, en lugar de ello, se proponía que las compañías pagasen
una regalía del 10%, pero a pesar de la insistencia de Yrigoyen en la ley de nacionalización del
petróleo no pudo concretarse.

Procurando que YPF incrementara su participación en el mercado petrolero argentino,


Mosconi redujo el precio del combustible obligando a las distribuidoras extranjeras a disminuir los
suyos. Para anticiparse a la reducción de las importaciones de petróleo, el gobierno argentino
negoció un acuerdo comercial con Rusia para importar combustible a través de una empresa de
ese origen, que venía expandiendo sus actividades en el país desde 1926. Aunque las empresas
petroleras extranjeras denunciaron como Dumping las importaciones de combustible soviético, no
tuvieron otra alternativa que desplegarse a la reducción de precios dispuesta por YPF o perder el
mercado argentino. Tanto Alvear como Tanto Alvear como Yrigoyen se enfrentaron en varias
ocasiones a administraciones provinciales que favorecían el desarrollo de las empresas petroleras
extranjeras en su propio beneficio. El Golpe de Estado de 1930 se debió a intereses vinculados a
empresas petroleras multinacionales, disgustadas con la política del gobierno radical.

23
Cap. 3: La Crisis Mundial, la industrialización y la intervención
del Estado (1930-1945)
3.1. De la crisis mundial a la Segunda Guerra: la coyuntura internacional

La crisis mundial que se inicia en 1929 marca el comienzo de la “Gran Depresión”, que se
extiende hasta la década de 1940.

Este proceso recesivo se caracterizó por una severa deflación, donde se manifestaron
fenómenos a través de reacciones en cadena, puesto que la “caída de la producción industrial”
indujo a una contracción de los mercados internacionales y a una disminución de de la demanda
de materias primas, cuyos precios bajaron acentuadamente. Los países productores de bienes
primarios redujeron las compras de maquinarias y manufacturas, al tiempo que entraron en
bancarrota o devaluaron sus monedas, ya que las deudas asumidas con anterioridad no podían ser
canceladas. Además, los países industriales debieron soportar la caída de los precios de sus
productos, aunque protegieron sus mercados con barreras arancelarias. Esto llevó a la quiebra del
sistema multilateral de comercio y pagos, incluyendo el patrón de cambio oro, retornando a
sistemas de preferencia imperial y a los convenios bilaterales. En este contexto surge también la
modalidad del clearing, que consiste en la apertura de cuentas en cada país, mediante las cuales
se realizaban todos los pagos de intercambio comercial.

En Estados Unidos, luego del comienzo de esta crisis, comenzaron a plantearse iniciativas
intervencionistas para hacer frente a la situación. Fue amplia la variedad de medidas que se
implementaron, desde aquellas destinadas a estimular el poder adquisitivo popular a través de
reducciones de impuestos, hasta la formulación de programas de reformas que comprendían un
control público sobre el crédito.

En 1930, debido a la gravedad de la situación, el presidente Hoover debió recurrir a un


fuerte incremento de las tarifas aduaneras, a través del arancel Smoot-Hawley, que elevó la
protección, tratando a la vez de reservar el mercado norteamericano a las firmas locales y de
reforzar el superávit del comercio exterior. Estas políticas proteccionistas se generalizaron en el
mundo conduciendo a una desorganización completa de la red de intercambios mundiales.

En 1932, a través de la Conferencia de Ottawa, GB abandonó sus tradicionales principios


librecambistas e implementó el sistema de preferencia imperial, que perjudicaba directamente a
la Argentina. Dicho sistema se denominó Commonwealth, cuya finalidad era restringir
importaciones procedentes de países no pertenecientes a este sistema. Otro aspecto de la crisis
mundial fue una severa recesión agrícola.

Cuando estalló la crisis el sistema monetario mundial recibió un duro golpe al generarse
una rápida huida del oro de Londres, forzando a GB a abandonar el patrón oro, ejemplo que sería
imitado por varios países.
Ante esta situación, en 1933, el mundo capitalista se dividió en 3 grupos de zonas
monetarias:

1- El “dólar” agrupó a los EE. UU. Y a los países con tendencia a la inflación.

2- El bloque de “oro” estaba encabezado por Francia y tendía a la deflación.

3- El bloque de la Libra Esterlina era encabezado por Gran Bretaña.

En 1936, con el fin del Patrón Oro, se firmó un acuerdo tripartito entre Francia, EEUU y GB
para regular en común sus circulaciones monetarias. En 1939, frente a la continuidad de la crisis,
en varios países se optó por la devaluación para facilitar la expansión del comercio mundial. En
este período el capitalismo liberal daba paso a un capitalismo marcadamente nacionalista e
intervencionista y consecuentemente el comercio internacional se redujo. Esta tendencia se
fundamentó en el pensamiento económico Keynesiano.

Pensamiento económico Keynesiano: Keynes fue el economista más influyente a partir de


su crítica a los fundamentos de la economía neoclásica, basándose en un nuevo pensamiento. En
el cual le otorgaba gran importancia al papel del Estado, a través de políticas activas, mediante un
incremento de la demanda, para volver a restablecer los equilibrios perdidos en épocas de crisis y,
especialmente, el pleno empleo, y retomar la senda del crecimiento. En 1936 publica la “Teoría
General de la ocupación, el interés y el dinero”, en donde luego de sostener que el empleo no
estaba asegurado espontáneamente por las fuerzas autónomas del mercado y afirmar que podía
existir un desempleo no sólo transitorio, sino permanente, encontró las causas de éste en la
insuficiencia de la demanda, en la progresiva disminución de la propensión al consumo y en el
aumento de la preferencia por la liquidez. Según su razonamiento, para lograr el pleno empleo era
necesaria una intervención en los mecanismos económicos, dado que si los mercados se
regulaban por sí solos, el equilibrio podría establecerse a niveles más bajos de los que existían
anteriormente. La política económica estatal debía corregir esas deficiencias y ajustar las
“propensiones” de productores y consumidores, “multiplicando” el empleo. Keynes sostenía que la
prosperidad se basaba en la propensión a la inversión, antes que en el ahorro, en donde la
inversión no dependía de las tasas de interés, ni del nivel de salarios, sino que dependía de la
demanda efectiva.

Las ideas keynesianas tuvieron una fuerte influencia en la política económica y servirían
de fundamento al “Estado de Bienestar”.

En aquellos países que coexistían las estructuras del capitalismo con un poder autoritario,
como en Alemania, Italia y Japón, la acción estatal consistió en una reglamentación estricta de
todas las actividades económicas. En ellos, el Estado, tuvo un fuerte protagonismo en la caída de
los índices de desocupación, llevando a la práctica una intensa política de obras públicas, pero

25
también favoreciendo sustancialmente el reequipamiento de las fuerzas armadas. Es así, como
aparecen en Europa ideologías nacionalistas, expansionistas y racistas.

El país más afectado por la crisis fue EEUU, en el cuál alcanzó a todas las clases sociales,
sobre todo a los trabajadores, sin ningún amparo estatal ni protección social para los desocupados
hasta 1933. En este año, asume Roosevelt y aplica la teoría de Keynes.

Según Roosevelt, las causas del colapso de 1929 obedecían a la sobre especulación y a la
sobreproducción.

Para contrarrestar la crisis, Roosevelt aplicó el programa económico “New Deal”, el cual se
sustentaba en un fuerte respaldo a la inversión mediante la intervención estatal, facilitando el
crédito y realizando obras públicas para estimular la demanda, al mismo tiempo, se procuraba
colaborar con las empresas privadas para crear nuevos puestos de trabajo. Con este fin se crearon
numerosos organismos públicos. A través de otras medidas intervencionistas, se procuró también,
salvar el sistema bancario, relanzar el crecimiento industrial e impedir la baja de los ingresos de
los agricultores. En el ámbito social se estableció el derecho a la negociación colectiva por parte
de los sindicatos, se instauró un salario mínimo para los asalariados y se creó un sistema de
seguridad social.

En el sector externo se devaluó el dólar y retomaron las políticas liberales en el comercio


internacional.

Entre 1933 y 1939, existió una notable reactivación, duplicándose el ingreso nacional y el
índice de la producción, debido a la mejora de la infraestructura productiva. Aunque la economía
norteamericana no alcanzó el auge de la década del ’20.

En Europa, la repatriación de capitales por parte de bancos norteamericanos para afrontar


la crisis de liquidez agravó la situación del sector industrial y del comercio europeo. Por otra parte,
los países abastecedores de productos agrícolas, como Argentina, resultaron afectados por el
descenso de la demanda. Ello se debió a que la mayoría de las economías nacionales procuraron
defender sus mercados de la competencia extranjera y elevaron sus barreras arancelarias.

Los años de la “Gran Depresión” habían dejado un sistema de relaciones internacionales


muy debilitado, puesto que las grandes naciones apenas pudieron superar los efectos de la crisis
mientras se fortalecían los regímenes autoritarios y corporativos.

La depresión se superó finalmente por el inmenso proceso de destrucción de recursos y


de vidas que significó la guerra, que liquidó las excrecencias del fascismo y del nazismo. En el
conflicto bélico se enfrentaron 2 grupos de naciones: los aliados conformados por EEUU, GB y
URSS contra el Eje nazi-fascista conformado por Alemania, Japón e Italia.
Durante el transcurso del conflicto la producción mundial creció, como consecuencia del
esfuerzo bélico. Las ramas vinculadas a alimentar el aparato militar fueron las que más se
destacaron, en cambio, las de bienes de consumo decrecieron. La intervención estatal en la
economía se profundizó mediante el racionamiento de productos esenciales, la distribución de
materias primas y la reorientación de la mano de obra hacia actividades relacionadas con la
guerra.

El comercio internacional en los años de la guerra revirtió las corrientes del intercambio,
siendo ahora los países de Europa occidental importadores de todo tipo de productos. Asimismo,
el conflicto mundial dio un nuevo impulso al desarrollo industrial en algunos países
latinoamericanos. Pero si bien la guerra permitió la actividad industrial sustitutiva de
importaciones, estos países debieron soportar la escasez de materias primas y maquinarias
esenciales para producir manufacturas, generando así, el crecimiento de aquellos sectores que
requerían una base tecnológica más sencilla.

En 1944 se realizó la conferencia económica internacional de Bretton Woods, en los


EE.UU., donde se presentaron 2 planes de reorganización de la economía mundial, los cuales
fueron el plan White y el plan Keynes. De ambos planes surgió un acuerdo para crear el FMI y el
BIRF (Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento), este último luego se llamó Banco
Mundial. Esta base institucional permitió formular la creación de un sistema monetario
internacional que procuraba lograr un cierto equilibrio entre los tipos de cambio. Mediante este
esquema, cada país se veía obligado a establecer una paridad fija de su moneda en términos de
oro o de dólares. Al mismo tiempo, para afrontar problemas de pagos y de financiamiento se
creaba un fondo de crédito internacional compuesto por las contribuciones de los países
miembros. Esto permitió la existencia de un sistema multilateral de pagos basado en la libre
convertibilidad de las monedas y en la eliminación de los controles de cambio en las
transacciones comerciales, convirtiéndose el dólar en la única divisa de referencia.

3.2. El golpe de Estado de 1930 y los gobiernos de Uriburu y Justo

En los comicios de 1930 el oficialismo radical tuvo sus primeras derrotas en la renovación
de diputados. Este hecho marca una gran oposición al gobierno de turno, de parte de diversos
partidos políticos y los medios de difusión.

En realidad, la causa determinante de la caída de Yrigoyen radicó en la coalición de


fuerzas políticas, económicas y militares, que desde el comienzo de la segunda presidencia del
caudillo radical volcaron todos sus esfuerzos en desestabilizar al gobierno.

La conspiración militar se desarrollaba entre las filas del ejército, en donde había 2
tendencias. Por un lado, Uriburu tenía tendencias nacionalistas, proponiendo una reforma
sustancial del régimen constitucional, la eliminación del sufragio popular y su reemplazo por una
suerte de corporativismo. La otra tendencia de corte liberal y pro- británica, estaba inspirada por

27
el ex ministro de guerra, Gral. Justo y respaldada por sectores mayoritarios de la clase política de
orientación conservadora. Estos coincidían con los nacionalistas en la necesidad de derrocar a
Yrigoyen, pero planteaban el mantenimiento del orden institucional, logrando imponer a los
nacionalistas la participación de políticos opositores y la introducción de algunas modificaciones
en la proclama revolucionaria.

Finalmente, el golpe militar logró derribar al gobierno constitucional el 06/09/1930. Por


primera vez, la suprema Corte de Justicia legitimaba el quebrantamiento de la legalidad
constitucional.

3, 2, 1. El gobierno de Uriburu

El equipo de asesores de Uriburu impulsó el proyecto corporativista del presidente de


facto. El régimen no ocultó su desprecio por el sistema liberal y los partidos políticos. Un día
anterior al golpe se implantó el Estado de Sitio y el 08 de septiembre de 1930 se instauró la Ley
marcial (someter los individuos a las normas y jurisdicción militar). El presidente adoptó el título
de “presidente provisional”, intervino los gobiernos de 14 provincias y dispuso la disolución del
Congreso por decreto. Además, se inició la persecución política, gremial e ideológica de los
opositores. También, tenían la intención de reformar la Constitución para darle un contenido
corporativo, derogar la Ley Sáenz Peña y reemplazarla por un sistema de voto calificado, como
vemos estas medidas son de tendencias nacionalistas.-

La clase política reaccionó desfavorablemente frente a las intenciones de la dictadura. Los


conservadores, conforme con el golpe, querían poner fin al intento corporativo y desembocar en
un llamado a elecciones que restaurara la república conservadora. El general Justo se transformó
en el intérprete de las aspiraciones de la mayoría de los conservadores.

En 1931 se realizaron elecciones en la provincia de Buenos Aires, triunfando el radicalismo,


y evidenciando la baja popularidad de los golpistas. La derrota precipitó la renuncia del Ministro
del Interior Sánchez Sorondo y la crisis de los proyectos corporativos de Uriburu, por lo que era
inminente un llamado a elecciones generales. Justo emergía como candidato ideal para la
restauración de las instituciones.

Neutralizado el proyecto autoritario de Uriburu se convocó a elecciones generales para


noviembre de 1931. La concordancia conformada por conservadores (reunidos en el partido
demócrata nacional), radicales antipersonalistas y socialistas independientes respaldaron a Justo.-
Las elecciones consagraron a Justo como nuevo presidente por fraude generalizado, lo que
permitió el triunfo frente a la fórmula opositora encabezada por De La Torre y el socialista Nicolás
Repetto.

3, 2, 2.- El gobierno de Agustín P. Justo.


Las elecciones de 1931 consagraron el triunfo de la fórmula presidencial de la
Concordancia. La fórmula estaba compuesta por Agustín Justo y Julio A. Roca (hijo). Justo estaba
en contra de algunas medidas tomadas por el gobierno de Uriburu y pretendía emerger como un
defensor de las instituciones democráticas, a pesar de que su triunfo estuvo basado en el fraude y
la proscripción del radicalismo.

El gabinete estaba integrado por figuras tradicionales representativas de las clases


dominantes y expresaban la restauración política conservadora. Pese a la notoria presencia de los
conservadores, Justo tendría que gobernar tratando de balancear a los distintos grupos
partidarios integrantes de la coalición oficialista.

El nuevo gobierno para poder mantenerse en el poder, se basó en tres instrumentos


políticos: el fraude, intervención federal y la violencia política, recurriendo así a medidas
autoritarias y represivas, aunque mantuvo formalmente las instituciones democráticas.

El fraude inhibió las posibilidades electorales del radicalismo, quedando al margen la


Capital Federal y Córdoba, permitiendo el triunfo radical y socialista.

Las intervenciones federales fueron un mecanismo utilizado para asegurar el control


político nacional sobre las provincias opositoras, entre ellas San Juan, Tucumán, Buenos Aires,
Catamarca y Santa Fe.

La violencia política fue otro de los factores que utilizó el gobierno para su predominio
político. Es así como hubo asesinatos (de diputados y senadores), torturas para los presos políticos
y persecuciones a opositores con el pretexto de anticomunismo.

Hubo una preocupación por parte de Justo, temiendo un posible golpe militar en contra de
él. Mantuvo una relación diplomática con los jefes militares, teniendo como objetivo, lograr la
prescindencia política de los militares, afianzar una actitud legalista y un mayor profesionalismo
entre los uniformados. Los resultados de la política militar de Justo no fueron los esperados, ya
que hubo dos intentos de golpes militares apoyados por la oposición radical en 1932 y 1933,
aunque no tuvieron éxito. Por este motivo, el gobierno de Justo, intentó disciplinar y despolitizar a
los oficiales, pero con la muerte del Ministro de Guerra Rodríguez (máximo colaborador de Justo
en la tarea de imponer disciplina dentro de la oficialidad), la tendencia golpista no pudo ser
revertida.

En este marco, el General Ramón Molina, repudió el golpe de Estado de 1930 y planteó la
necesidad de elecciones libres y honestas, además de reformas socioeconómicas, por lo que
obtuvo consenso social y apoyo de sectores de izquierda. Según Justo, Molina representaba una
amenaza, por lo que dispuso su arresto y lo obligó a su retiro activo del servicio.

29
Justo buscó fundamentos para legitimar su gobierno, para ello recurrió al “tribunal de la
opinión” (la prensa), procuró el apoyo de las entidades intermedias y persiguió el respaldo de la
opinión técnica y calificada. Además buscó otras fuentes como la iglesia y el ejército.

Para los comicios presidenciales de 1937, Justo temía un triunfo de la oposición, debido a
los siguientes sucesos:

1- Fin de la abstención electoral de Alvear en 1935.

2- El crecimiento de los sectores intransigentes del ala izquierda.

3- El triunfo del radical Amadeo Sabattini como gobernador de Córdoba.

Estos sucesos perjudicarían su futura reelección en 1943.

Para los comicios presidenciales de 1937, Justo, eligió como candidato de la Concordancia
a Ortiz, quien pertenecía a la UCR antipersonalista, y como vicepresidente al conservador Castillo,
además de contar con el apoyo de los mandos del ejército, lo que propiciaría un marco adecuado
para el triunfo electoral de 1943.
TORRES, SUSANA
Conflictos obreros y organizaciones gremiales

El texto analiza la presencia de mano de obra migrante en los pueblos petroleros y


company towns establecidos por las empresas. Se destaca la formación de comunidades
multiétnicas y diversidad ocupacional, así como las relaciones laborales conflictivas, la resistencia
individual o parcial y la adaptación por parte de los inmigrantes. Las empresas emplearon métodos
de control social para profundizar las divisiones étnicas y de clase. Los trabajadores, tanto
especializados como no especializados, enfrentaron condiciones similares que los llevaron a
desafiar las reglas de las empresas y a desarrollar una solidaridad de clase para respaldar sus
demandas colectivas. El tiempo libre compartido en los pueblos petroleros fortaleció los lazos
étnicos y la identidad de clase. El estudio se centra en los conflictos laborales y la participación de
los sindicatos en los pueblos petroleros de Comodoro Rivadavia entre 1917 y 1943, y cómo la
identidad étnica y de clase influyeron en las relaciones laborales. Se examinan los factores que
determinaron el éxito o el fracaso de cada huelga, incluida la solidaridad de clase de los
trabajadores, y se exploran diferentes situaciones para determinar en qué circunstancias la
etnicidad fue favorable o desfavorable para los resultados. El análisis se divide en tres períodos:

1- 1917-1922, en el que se formaron los sindicatos y se produjeron cinco conflictos


laborales;

2- 1922-1930, período de la administración de Enrique Mosconi, con disminución de


los conflictos, desaparición de las organizaciones obreras y aumento de la política de
argentinización en los yacimientos estatales;

3- 1930-1943, en el que los trabajadores petroleros pasaron de la resistencia y el alto


conflicto social a la adaptación.

Alta conflictividad social y organización obrera

El texto describe el período entre 1917 y 1922 en el que los trabajadores petroleros
realizaron acciones colectivas y huelgas para exigir mejores condiciones laborales. La primera
huelga fue exitosa y condujo a la formación de sindicatos de trabajadores petroleros. Sin
embargo, en 1918, una huelga fracasó y los líderes fueron despedidos, lo que debilitó la moral de
los trabajadores. A pesar de esto, los trabajadores petroleros continuaron luchando y lograron
obtener algunas de sus demandas, lo que llevó a la creación de la Federación Obrera Petrolífera
(FOP). Durante este período, la etnicidad también desempeñó un papel importante en la
solidaridad de clase entre los trabajadores. A pesar de algunas derrotas, las huelgas de los
trabajadores petroleros demostraron su capacidad para desafiar a las empresas y llevaron a la
creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).

31
Huelga de 1917:

- Entre 1917 y 1922, las empresas petroleras se enfrentaron al activismo obrero.

- Los trabajadores petroleros crearon sus organizaciones y llevaron a cabo acciones


colectivas y huelgas para exigir mejores condiciones de vida y trabajo.

- La primera huelga comenzó el 29 de septiembre de 1917, cuando los obreros


dejaron sus tareas debido al rechazo de sus demandas.

- El conflicto se extendió a Astra y terminó el 29 de noviembre, después de 40 días


de paro.

- Las principales demandas incluyeron la reducción de la jornada laboral a 8 horas


y el incremento de los jornales.

- Las empresas consideraron las demandas inaceptables y las negociaciones y la


huelga se prolongaron.

- Después de 31 días de negociaciones infructuosas en los yacimientos, los obreros


decidieron tratar directamente con las autoridades nacionales.

- Finalmente, las empresas accedieron a la demanda de las 8 horas diarias de


trabajo, otorgaron aumentos salariales y se prometió mejorar las viviendas en el yacimiento
estatal.

Huelga de 1918:

- En 1918, la Federación Obrera Petrolera (FOP) participó en distintos conflictos


laborales y organizó dos huelgas.

- La última huelga comenzó el 16 de diciembre de 1918, pero fue un fracaso.

- Ante la intransigencia del administrador de la empresa estatal, la FOP resignó el


pedido de readmisión de trabajadores despedidos pero exigió la liberación de obreros
encarcelados.

- El presidente Yrigoyen respondió favorablemente y los líderes levantaron la


medida de fuerza.

- Algunos obreros fueron expulsados y embarcados a Buenos Aires por difundir


ideas anarquistas.

- El fracaso de la huelga y el despido de líderes desmoralizaron a los obreros


petroleros.
- La FOP sufrió un período de reorganización interna en los primeros meses de 1919.

Huelga de 1919-1920:

- En diciembre de 1919, los obreros petroleros iniciaron una prolongada huelga para
exigir mejores jornales y condiciones de vida.

- Las demandas incluyeron incremento de jornales, pago adicional por horas extras
y mejoras en los servicios médicos y la proveeduría estatal.

- Las empresas y el gobierno mostraron intransigencia, dilatando las negociaciones


y el conflicto.

- Algunos obreros fueron desalojados y la FOP estableció una olla popular para
apoyar a los necesitados.

- La huelga perdió fuerza y muchos obreros aceptaron la oferta de abandonar la


Patagonia con transporte gratuito.

- Aproximadamente el 50% de los trabajadores dejaron la empresa estatal en 1920,


lo que debilitó la organización de la clase obrera.

- A pesar de las dificultades, los obreros petroleros lograron ejercer presión sobre
las empresas y el gobierno, lo que condujo a la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales
(YPF).

Disminución de conflictos y debilidad gremial

En resumen, el texto habla sobre el cambio en la composición étnica de la población


obrera en Argentina entre 1922 y 1930 y cómo esto afectó al movimiento obrero. Durante esta
época, muchos inmigrantes europeos llegaron al país y trajeron ideas comunistas, lo que hizo que
el movimiento laboral se volviera más heterogéneo. Sin embargo, la mayoría de los trabajadores
argentinos no participaron en actividades obreras y algunos incluso fueron miembros de la Liga
Patriótica Argentina.

Hubo nuevos conflictos laborales, pero las huelgas disminuyeron y la participación de los
obreros en ellas también. Durante este período, las demandas de los trabajadores no se centraron
en mejores condiciones de vida y trabajo, sino en protestas contra la ley nacional de jubilaciones
de 1924 y los despidos de compañeros.

En 1922, se declaró una huelga de obreros en empresas petroleras privadas, pero los de
Astra e YPF no se unieron. La Federación Obrera Petrolera (FOP) intentó reorganizarse, pero sin
mucho éxito debido a la desconfianza de los obreros argentinos. Después de una huelga en
1919-1920, muchos líderes obreros abandonaron los yacimientos y las empresas petroleras

33
ejercieron un control más estricto sobre los obreros y los líderes sindicales. Cuando Mosconi
asumió el cargo de director de YPF, disolvió la FOP.

La FOP se revitalizó durante una huelga en contra de la ley de jubilaciones de 1924, en la


cual los obreros europeos resistieron y lograron que la ley fuera anulada. Sin embargo, otra
huelga posterior motivada por la política represiva de Mosconi no tuvo éxito. A pesar de la
solidaridad de otros trabajadores, los obreros petroleros no lograron obtener sus demandas y
muchos líderes fueron expulsados de la zona petrolera.

La FOP fue perdiendo fuerza y desapareció a fines de la década de 1920. Los obreros no
pudieron contrarrestar las medidas represivas de las empresas petroleras. Sin embargo, hubo
algunos obreros que apoyaron la huelga en solidaridad con anarquistas italianos juzgados en los
Estados Unidos.

Durante este período, el arribo de nuevos inmigrantes europeos y la política de


argentinización crearon una mezcla más heterogénea en los pueblos petroleros. Aunque las
empresas impusieron un control más estricto, los obreros utilizaron su etnicidad para reconstruir
sus identidades como miembros de la clase obrera. Hubo momentos de solidaridad de clase,
especialmente en resistencia a la ley de jubilaciones y cuando los trabajadores europeos fueron
expulsados por su activismo sindical. Al final, la FOP desapareció como organización obrera.

Pocos conflictos y fragmentación gremial

En la década del 30, hubo cambios significativos en las relaciones laborales de los
trabajadores petroleros y las empresas. Las ideologías predominantes evolucionaron, pasando de
anarquistas y sindicalistas a ideas comunistas. Se creó la Unión General de Obreros Petroleros
(UGOP) y se organizaron huelgas en 1932. Sin embargo, la UGOP se disolvió y los trabajadores
optaron por formar sindicatos por empresa en lugar de por industria. Hubo un período de baja
conflictividad debido al impacto de la Segunda Guerra Mundial y la situación del movimiento
obrero. Las actividades políticas y gremiales de los comunistas se incrementaron en la zona
petrolera, pero enfrentaron un estricto control policial. A pesar de algunas manifestaciones y
huelgas, las demandas de los trabajadores no prosperaron debido a la falta de participación de los
obreros de YPF y Astra. La UGOP organizó un Comité de Ayuda para apoyar a los obreros
encarcelados, pero las huelgas y la convocatoria a una huelga general fracasaron. A pesar de
esto, las actividades comunistas continuaron, aunque bajo un férreo control de las empresas
petroleras. En 1936, hubo un mayor activismo del movimiento obrero y los comunistas comenzaron
a militar en los sindicatos. En 1938, se formó la Seccional Comodoro Rivadavia de la Asociación de
Trabajadores del Estado (ATE), con una fuerte presencia de obreros de YPF.
Últimos intentos de agremiación

En la década de 1940, ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) estaba controlada por
los empleados de YPF en la zona petrolera. El administrador de YPF solicitó la autorización para
despedir a los trabajadores que participaran en actos de resistencia, pero la Segunda Guerra
Mundial vino en su ayuda y las organizaciones sindicales fueron clausuradas. En 1943, varias
organizaciones gremiales, incluido el Sindicato de Obreros y Empleados Petroleros, fueron
clausuradas por resolución ministerial. Los trabajadores petroleros privados tenían sindicatos por
industria, mientras que los estatales se adherían a ATE. Los trabajadores privados solicitaron
aumentos salariales en 1943 y el gobierno medió en las negociaciones. Los trabajadores de YPF
no estuvieron involucrados en estos reclamos, ya que la empresa decidió aumentar los salarios
para equilibrar el costo de vida. Durante esta época, las huelgas de las empresas privadas no
contaron con el apoyo de Astra ni de YPF. La crisis económica, el control de las empresas y las
divisiones étnicas e ideológicas debilitaron la solidaridad de clase en la zona petrolera. Sin
embargo, los trabajadores europeos se identificaron más fuertemente como obreros petroleros y
se sintieron orgullosos de sus logros. Se incrementaron las actividades sociales y las reuniones
étnicas debido a los conflictos en Europa.

Balance en perspectiva

En este texto se describen tres períodos en el movimiento laboral y las organizaciones


obreras de los trabajadores petroleros. En el primero, entre 1917 y 1922, se crearon organizaciones
obreras y la solidaridad de clase se fortaleció a través de las pertenencias étnicas. En el segundo
período, de 1922 a 1930, las empresas ejercieron un mayor control y persecución, lo que llevó a la
desaparición de la FOP. Sin embargo, las identidades étnicas fueron utilizadas en ocasiones para
reconstruir la identidad de clase. En el tercer período, de 1930 a 1943, los trabajadores de YPF no
participaron en conflictos laborales y las identidades étnicas no fortalecieron la solidaridad de
clase. Los conflictos europeos concentraron la atención de los distintos grupos, y en la empresa
estatal la mayoría de los trabajadores no era propensa a participar en huelgas.

Las condiciones económicas y políticas, así como las políticas laborales de las empresas,
influyeron en el desarrollo y la solución de los conflictos. Además, factores culturales también
influyeron en la conducta de los obreros.

Las empresas tuvieron que lidiar con una población étnicamente heterogénea, lo que llevó
a considerar la etnicidad como una forma en que los trabajadores buscaban sus intereses de
clase. La identidad étnica y la solidaridad de clase experimentaron procesos paralelos y a veces
se reforzaron mutuamente, pero otras veces tomaron caminos diferentes. Los cambios en la
composición étnica de la población obrera, como el aumento de trabajadores argentinos en la
empresa estatal, debilitaron la solidaridad de clase y generaron divisiones.

35
Hacia finales de 1943, los trabajadores de YPF no tenían un gremio propio y formaban
parte del sindicato de empleados del estado, que fue clausurado. Durante este período, las
divisiones étnicas e ideológicas debilitaron la solidaridad de clase en la zona petrolera. Los
conflictos mundiales profundizaron estas diferencias, ya que los inmigrantes estaban divididos por
sus identidades étnicas, pero todos se consideraban europeos en contraste con los argentinos
nativos. A medida que la población trabajadora se volvió más argentina debido a la migración
interna y los hijos de europeos, se fortaleció la identificación como obreros petroleros en cada una
de las "company towns".
37
PRIMERA PARTE

LACLAU, ERNESTO
La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana

La ruptura populista ocurre cuando tiene lugar una dicotomización del espacio social por
la cual los actores se ven a sí mismos como partícipes de uno u otro de dos campos enfrentados.
Implica la equivalencia entre las demandas insatisfechas, la cristalización de todas ellas en torno
de ciertos símbolos comunes y la emergencia de un líder. Esto no anticipa nada acerca de los
contenidos ideológicos del viraje populista. En el caso venezolano, la transición hacia una
sociedad más justa requería el desplazamiento de la élite, para lo cual era necesario construir un
nuevo actor colectivo –cuyo símbolo es el bolivarianismo y cuyo emergente es Hugo Chávez– a
través de una ruptura populista.

Construir al pueblo como actor colectivo significa apelar a “los de abajo”, en una oposición
frontal con el régimen existente.

Esto no anticipa, desde luego, nada acerca de los contenidos ideológicos del viraje
populista. Ideologías de la más diversa índole –desde el comunismo hasta el fascismo– pueden
adoptar un sesgo populista.

Distinción entre la lógica social de la diferencia y la de la equivalencia.

- Diferencia: las demandas sociales son individualmente respondidas y absorbidas


por el sistema. La prevalencia exclusiva de esta lógica institucional conduciría a la muerte de la
política y a su reemplazo por la mera administración. Una sociedad reconciliada y sin
antagonismos.

- Equivalencia: la base de su prevalencia debe encontrarse en la presencia de


demandas que permanecen insatisfechas y entre las que comienza a establecerse una relación de
solidaridad. Todas ellas empiezan entonces a ser vistas como eslabones de una identidad popular
común que está dada por la falla de su satisfacción individual, administrativa, dentro del sistema
institucional existente. Esta pluralidad de demandas comienza entonces a plasmarse en símbolos
comunes y, en un cierto momento, algunos líderes comienzan a interpelar a estas masas
frustradas por fuera del sistema vigente y contra él. Éste es el momento en que el populismo
emerge, asociando entre sí estas tres dimensiones: la equivalencia entre las demandas
insatisfechas, la cristalización de todas ellas en torno de ciertos símbolos comunes y la
emergencia de un líder cuya palabra encarna este proceso de identificación popular.

La prevalencia de una u otra nunca puede ser total. Nunca habrá una lógica popular
dicotómica que disuelva en un ciento por ciento el aparato institucional de la sociedad. Tampoco
habrá un sistema institucional que funcione como un mecanismo de relojería tan perfecto que no
dé lugar a antagonismos y a relaciones equivalenciales entre demandas heterogéneas.

Es dentro de esta perspectiva que debe considerarse la situación latinoamericana actual.


Nuestros países han heredado dos experiencias traumáticas e interrelacionadas: las dictaduras
militares y la virtual destrucción de las economías del continente por el neoliberalismo, cuyo
epítome han sido los programas de ajuste del Fondo Monetario Internacional (FMI). Las
consecuencias de esta doble crisis son claras: una crisis de las instituciones como canales de
vehiculización de las demandas sociales, y una proliferación de estas últimas en movimientos
horizontales de protesta que no se integraban verticalmente al sistema político. Ejemplo: El
movimiento piquetero en Argentina, el zapaterismo en México.

El real desafío en lo que concierne al futuro democrático de las sociedades


latinoamericanas: crear Estados viables, que solo pueden serlo si el momento vertical y el
momento horizontal de la política logran un cierto punto de integración y de equilibrio.

El fracaso del proyecto neoliberal a fines de los 90 y la necesidad de elaborar políticas


más pragmáticas, que combinarán los mecanismos de mercado con grados mayores de regulación
estatal y de participación social, lo que se ha dado en llamar un giro general hacia la
centroizquierda. Es decir que la viabilidad de estos nuevos regímenes requería un cambio en la
forma del Estado que articulara de un modo también nuevo las dos dimensiones que hemos
señalado.

El autor hace hincapié en la experiencia venezolana como un caso decisivo y el más claro
de su concepto. En el caso venezolano, la transición hacia una sociedad más justa y democrática
requería el desplazamiento y la ruptura radical con una élite corrupta y desprestigiada, sin
canales de comunicación política con la vasta mayoría de la población. Es decir, que cualquier
avance demandaba un cambio de régimen. Pero para lograrlo, era necesario construir un nuevo
actor colectivo de carácter popular. Es decir que, en nuestra terminología, no había posibilidad
alguna de cambio sin una ruptura populista. Ya hemos señalado los rasgos definitorios de esta
última, todos los cuales están presentes en el caso chavista: una movilización equivalencial de
masas; la constitución de un pueblo; símbolos ideológicos alrededor de los cuales se plasme esta
identidad colectiva (el bolivarismo); y, finalmente, la centralidad del líder como factor aglutinante.

Guía de lectura

¿Cuándo se produce una ruptura populista y qué implica?

Una ruptura populista se produce cuando ha tenido lugar una dicotomización del espacio
social por la cual los actores se ven a sí mismos como partícipes de uno u otro de los campos
enfrentados.

39
Implica la equivalencia entre las demandas insatisfechas, la cristalización de todas ellas
en torno de ciertos símbolos comunes y la emergencia de un líder. Sin embargo, esto no anticipa
nada acerca de los contenidos ideológicos del viraje populista.

¿Qué es la lógica social de la diferencia y la de la equivalencia? ¿Por qué se puede decir


que la primera implica la muerte de la política y la segunda no?

Laclau introduce la distinción entre dos lógicas sociales: la de la diferencia y la de la


equivalencia. La primera es de carácter eminentemente institucionalista, en donde las demandas
sociales son individualmente respondidas y absorbidas por el sistema. Por el contrario, en la lógica
de la equivalencia prevalece la presencia de demandas que permanecen insatisfechas
—transporte, empleo, etcétera— y entre las que comienza a establecerse una relación de
solidaridad, de equivalencia, comenzando a ser vistas como eslabones de una identidad popular
común que está dada por la falta de su satisfacción individual, administrativa, dentro del sistema
institucional existente.

La prevalencia exclusiva de la lógica de la diferencia conduciría a una muerte de la política


y a su reemplazo por la “mera administración”, describiendo una sociedad sin antagonismos, a
diferencia de la lógica de la equivalencia, que contempla la organización popular y la politización
de demandas sociales.

Registren y expliquen las tres dimensiones que suponen la emergencia del populismo.

Las tres dimensiones que supone en la emergencia del populismo son:

a- la equivalencia entre las demandas insatisfecha;

b- la cristalización de todas ellas en torno a ciertos símbolos comunes;

c- la emergencia de un líder cuya palabra encarna este proceso de identificación


popular.

Teniendo en cuenta los conceptos anteriores, expliquen por qué puede considerarse
populismo el caso de Argentina o de Venezuela y qué particularidades los diferencian entre
ellos y de otros gobiernos de la región.

Los casos de Argentina y de Venezuela pueden considerarse populistas porque era


imposible la posibilidad de transformaciones sin un cambio radical del régimen que desplace la
élite corrupta y desprestigiada, y para ello fue necesario construir un nuevo actor colectivo de
carácter popular. Según el autor: “No había posibilidad de cambio alguno sin una ruptura
populista”. Es así,́ que atendieron a la elaboración de políticas en las que se articularon la
regulación estatal y la participación social, dando paso a un “giro general hacia la centro
izquierda”. En este sentido, en el caso venezolano el momento de ruptura es decisivo, razón por la
cual se diferencia fuertemente de Chile y Uruguay, casos en los que, en la transición de la
dictadura a la democracia, ha predominado la dimensión institucionalista sobre el momento de
ruptura, por lo cual el proceso se dio de manera pacífica y paulatina, abogando una posición
reconciliadora (en Uruguay, por ejemplo, no se impulsó acciones públicas contra los represores,
como sí ocurrió en Argentina, de la mano de Néstor Kirchner). Por otra parte, según el autor,
Argentina, al igual que Brasil, se encuentra en una posición intermedia frente a estos casos
opuestos.

41
SEGUNDA PARTE

CASTELLUCCI, OSCAR y LLOBERAS, MARISEL


El Proyecto de la Justicia Social (1945-1976)

Introducción

Extremos discutibles

Nos proponemos como objetivo en este capítulo VI abordar el período de la historia


Argentina que va del año 1945 a 1976, con el propósito de analizar el Proyecto de País fundado en
esa etapa, el de la Justicia Social.

En principio, es preciso admitir que las fechas adoptadas como inicio y fin de un período
histórico son siempre convencionales y, por ello, discutibles. Y nuestro caso no es la excepción.

La de inicio -1945- toma como referencia puntual el 17 de octubre y parecería


incuestionable; sin embargo, esa opción no debe excluir una remisión ineludible a la etapa previa
-“preperonista”, “protoperonista”, según los autores- de la gestación del fenómeno de
participación popular que puede rastrearse en el pensamiento y la acción de los forjistas
(1935/1945) y que da los pasos iniciales primero soterradamente con la revolución del 4 de junio
de 1943 y, de modo explícito y vertiginoso con la presencia del coronel Juan Domingo Perón al
frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión.

En cuanto a la fecha propuesta para el cierre del período -1976-, que remite al 24 de
marzo, momento aciago que marcó la irrupción en la superficie del “proceso de reorganización
nacional” y punto de partida del proyecto de la rendición incondicional ante el norte imperial,
también admitiría reparos: no puede ponerse en duda que el Proyecto de la Justicia Social quedó
herido de muerte con la desaparición física del teniente general Juan Domingo Perón, el 1o de julio
de 1974, y que lo que siguió hasta el inicio formal de la dictadura militar fueron los estertores de
un modelo cada vez más desdibujado en un acelerado tránsito de un proyecto de país al de
no-país.

Tres décadas de Modelo y Contra-modelo

El 17 de octubre de 1945 -el día en que los trabajadores organizados, sujetos privilegiados
de este proyecto, irrumpieron en la escena política nacional- constituyó un punto de inflexión en la
historia argentina del siglo XX, puesto que con ellos alumbró esa formidable expresión de masas
que es el peronismo.
Ahora bien, el peronismo no planteó una mera antinomia como podían ser las anteriores. El
peronismo planteó con claridad un modelo, y la reacción contrapuso su opuesto.

Todo Proyecto es “modelo” y “contra-modelo” para los proyectos nacionales que habrá de
seguir. (Principio 11o)

En el devenir de esos 30 años, motivo de nuestro análisis, modelo y contra-modelo,


peronismo y antiperonismo, fueron las fuerzas en pugna. No se trató simplemente de una
oposición política, sino de una lucha librada en distintos frentes y que conlleva no una lógica de
oposición para el contra modelo sino una lógica de exclusión.

Cuando una propuesta predomina, los proyectos alternativos pasan a ser “discursos
excluidos” mientras que las críticas son discursos opositores pero dentro del Proyecto. (Principio
17o)

Si bien hay continuidades en estas tres décadas, también, obviamente, hay notorias
rupturas. Esto nos lleva a proponer, para un mejor análisis, desagregar el período en 4 subperíodos
(o 5, si consideramos su etapa de gestación), a saber:

1- el primero entre 1945 y 1955, cuando se produce la instalación del modelo y su


desarrollo;

2- un segundo período que va de 1955 a 1966, en el que veremos cómo se


posicionaron las fuerzas del contra-modelo y combatieron al peronismo que, a excepción del
sindicalismo organizado, no contaba con ninguna otra institución que le permitiera una resistencia
orgánica por lo que se vio obligado a actuar de manera horizontal y aislada;

3- entre 1966 y 1973 sería el tercer período, en el que hicieron su aparición las
organizaciones armadas, se produjo la ruptura sindical y las fuerzas armadas dejaron de
manipular a gobiernos semi-democráticos para conseguir sus objetivos y pasaron a detentar ellas
mismas el poder.

4- Y el último y cuarto período, desde 1973 a 1976, durante el cual, en circunstancias


muy adversas, se produjo el regreso del peronismo al poder y Perón elaboró su Modelo argentino
para el proyecto nacional.

Los antecedentes

Los tiempos de la FORJA y el GOU

Los orígenes del peronismo están insoslayable y estrechamente vinculados con la Fuerza
de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA). Este grupo, fundado en 1935 por jóvenes
radicales decepcionados por la claudicación alvearista, es el antecedente ideológico que,
seguramente, nutrió más y mejor al peronismo y, sobre todo, al proyecto de carácter nacional

43
No es posible comprender cabalmente el Proyecto de la Justicia Social si pasásemos por
alto el papel de construcción política que desempeñó FORJA. Porque los fenómenos históricos no
son hechos que surgen por generación espontánea, sino que recogen indefectiblemente su origen
en el “sustrato social” que los impulsa y que les genera su cauce, convirtiéndolos muchas veces en
ineludibles.

Su construcción política se basó en dos aristas, la del pensamiento y la de la acción. En


relación al pensamiento nacional centra su eje en la importancia de una liberación nacional que
comienza esencialmente en la necesidad de elaborar categorías de pensamiento propias que den
la posibilidad de establecer un análisis político de la realidad, alejado de los escritorios y de los
academicismos retóricos, y vinculado esencialmente al componente popular.

De hecho Juan José Hernández Arregui en su libro La formación de la conciencia nacional


califica a la agrupación como “el gran eslabón” que explica el ascenso a la vida nacional de las
masas, adjudicando de alguna manera al grupo una función unificadora entre el pensamiento
nacional y la acción política en sí misma. Los miembros de FORJA tomaron parte activamente en el
proceso político que condujo Juan Domingo Perón ocupando alguno de ellos, inclusive, cargos
ejecutivos.

El GOU fue una logia militar que surgió en el marco de la profunda crisis institucional e
ideológica que gobernó el país hasta principios de la década del cuarenta.

El vínculo entre el GOU y los forjistas tuvo una fluidez intensa. Lo cierto es que luego de
que Fernando Estrada abandonara FORJA en el año 1940, siguió manteniendo vínculos con su
antigua organización, al mismo tiempo en que se convirtió, además, en uno de los hombres de
confianza del coronel Perón. Este punto sería sustancial para lograr los primeros encuentros entre
Perón y Jauretche, que luego se intensificarían con el transcurrir del tiempo y con el acontecer de
la revolución de 1943, transformándose prácticamente en cotidianos.

El movimiento militar que depuso a quien ocupaba la primera magistratura, el conservador


Ramón Castillo, estuvo formalmente encabezado por el general Arturo Rawson, quien pretendió
conformar un gabinete de ministros con conspicuos representantes del régimen fraudulento,
dejando afuera a los cuadros que pertenecían al GOU, los verdaderos impulsores del
levantamiento. Por ello, sin llegar a asumir, fue obligado a renunciar, lo que impulsó el acceso a la
presidencia del general Pedro Pablo Ramírez.

Perón, en la primera etapa del gobierno de facto, fue designado como jefe de la Secretaría
del Ministerio de Guerra. Este cargo no sería el único al que Perón accedería, pocos meses
después, exactamente el 27 de octubre de 1943, fue nombrado en la Dirección Nacional del
Trabajo -que a principios de diciembre se transformaría en Secretaría de Trabajo y Previsión-,
organismo que se convertiría en una herramienta fundamental en la construcción del peronismo y
del Proyecto de la Justicia Social.
Las disputas respecto de la posición a tomar en relación al curso de la “segunda guerra
mundial” y el enfoque “obrerista” de la gestión de Perón marcarían el final del GOU. Asimismo, a
principios de 1944, el presidente Ramírez, por presiones internas relacionadas con el conflicto
internacional, tuvo que renunciar y asumió la primera magistratura, el hasta ese entonces ministro
de Guerra, general Edelmiro Farrell, que fue reemplazado en ese cargo, precisamente, por el
coronel Perón.

Pocos meses después, Perón sería designado también vicepresidente de la Nación,


reteniendo los cargos de ministro de Guerra y de secretario de Trabajo y Previsión. Como ya
mencionamos, su gestión en este último ámbito resultaría fundamental en la estrategia de
construcción política del proyecto que, cada vez con mayor grado de definición, se proponía llevar
adelante.

Para ello, le asignó al coronel Domingo A. Mercante la función de estrechar vínculos con
los trabajadores organizados, convirtiéndose en este ámbito, en su principal colaborador. Así, ya
desde los tiempos iniciales de la Dirección Nacional del Trabajo, Perón comenzó a mantener
vínculos estrechos con representantes del mundo laboral.

En una primera instancia, tomó contacto con el doctor Juan Atilio Bramuglia, quien era, en
aquel entonces, asesor letrado y jefe del Departamento de Jubilaciones y Pensiones de la Unión
Ferroviaria , un sindicato que tuvo una participación decisiva en la gestación del Proyecto de la
Justicia Social. Para aceitar esta relación, lo reemplazó como interventor de la Unión Ferroviaria y
designó a Mercante como director de Acción Social Directa en la Secretaría de Trabajo y
Previsión, como un modo decisivo de influir y mediar en los conflictos sustanciales que afectaban
a la organización sindical.

Mientras Perón comenzaba a transformar en acción los principios basales de su proyecto,


Farrell recibía presiones diarias que lo impulsaban a retornar al régimen democrático formal.

El 19 de septiembre de 1945 la Junta de Coordinación Democrática, antecedente inmediato


del frente electoral antiperonista, la Unión Democrática, convocó a una marcha por la Constitución
y la Libertad exigiendo, fundamentalmente, la renuncia de Farrell y de Perón, y el traspaso del
gobierno a la Corte Suprema.

Presionado por los militares descontentos con la posición “obrerista” de quien ya era
reconocido como el “coronel del pueblo”, encabezados por el general Eduardo Ávalos, el 9 de
octubre de 1945 Farrell intimó a Perón a que renunciara a sus tres cargos.

Mientras transcurrían estos acontecimientos, algunos autores señalan que FORJA


intentaba convencer a Amadeo Sabattini, jefe de la denominada ala intransigente de la UCR, para
que asumiera el gobierno nacional. Este hecho marcará un distanciamiento de Perón con los

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forjistas pero cabe destacar que, de ninguna manera, esta desavenencia distanció al grupo del
Proyecto de la Justicia Social ya en marcha.

Ante la negativa de Sabattini de hacerse cargo del gobierno, que supuestamente le había
ofrecido unos de los principales conspirados, el general Ávalos, Jauretche le envió una carta
diciéndole que había perdido una gran oportunidad, que entonces “no había otra alternativa para
el país que Perón o la oligarquía”, agregándole que “nosotros, nos vamos con Perón”.

El 13 de octubre el Coronel fue detenido y trasladado a la Isla Martín García; ya desde el


día 15 comenzaron a aparecer las primeras manifestaciones que repudiaban enérgicamente la
medida. El 17 de octubre una multitud copó la Plaza de Mayo exigiendo su liberación y dando el
inicio simbólico a un movimiento político que perdurará vigente hasta nuestros días.

Finalmente, Perón accedería al poder mediante las elecciones que se realizaron el 24 de


febrero de 1946 y le ofreció a Mercante el cargo de secretario general de la Presidencia. Mercante
lo rechazó y logró, mediante el apoyo de dirigentes sindicales laboristas, postularse a la
gobernación de la provincia de Buenos Aires, en contra de lo pretendido por Perón quien
impulsaba para ese cargo a Alejandro Leloir, de origen radical, y al ya mencionado Juan Atilio
Bramuglia.

Lo cierto es que Mercante triunfó en las elecciones bonaerenses de febrero de 1946 y


llevó adelante, más allá de las desavenencias propias de las relaciones humanas, un modelo de
gestión que se encontraba sustancialmente en consonancia con el gobierno nacional y con el
Proyecto de la Justicia Social.

Para ello convocó a participar en su gabinete a antiguos forjistas, quienes habían disuelto
la organización para integrarse al incipiente peronismo.

Todos estos hombres concebían al Estado como el eje central para lograr la tan ansiada
justicia social que proclamaba el proyecto. Es con Mercante donde se integran la mayor cantidad
de cuadros forjistas; sin embargo, otros, como por ejemplo Estrada, se sumaron directamente con
Perón.

Los efectos de la “segundo guerra mundial”

Según el concepto de guerra total elaborado por Hobsbawm, desde su perspectiva, las
guerras del ́ 14 y del ́ 39 constituyeron un período ininterrumpido de guerra. Si bien tiene
diferencias el origen del conflicto se originó en la decadencia de Inglaterra como potencia
hegemónica, y la consiguiente lucha por su sucesión en el liderazgo mundial.

Al finalizar la guerra, en 1945, EEUU y la URSS emergieron como las nuevas potencias. El
enfrentamiento este-oeste, signó la política internacional de la última década del siglo XX. En ese
contexto deberá leerse el Proyecto de la Justicia Social y una de sus claves geopolíticas: la tercera
posición.

Desde el siglo XX las relaciones entre EEUU y Argentina no fueron buenas.

En 1942, cuando se realizó la Tercera Reunión Consultiva de Cancilleres en Río de Janeiro,


se llevó a cabo una áspera negociación entre los gobiernos de Buenos Aires y Washington que
señalaría el comienzo de uno de los conflictos más agudos entre los dos países. Esto motivó que
los EEUU dejaran a la Argentina al margen de cualquier ayuda económica o militar.

En 1945, con el nuevo secretario Rockefeller, las relaciones tuvieron una leve mejoría. Pero
al cambiar al embajador estadounidense, Braden, este se transformó en el líder de los sectores
políticos antiperonistas que se aglutinaron en la Unión Democrática.

Braden tratará de desprestigiar a Perón acusándolo de filo-fascista, cosa que no pudo


demostrar.

La Secretaría de Trabajo y Previsión

El 2 de diciembre de 1943 Perón asumió como secretario de Trabajo y Previsión, luego de


que el ex Departamento Nacional del Trabajo adquiriera el rango de Secretaría de Estado.

Creo que no nos equivocamos, entonces, si decimos que el peronismo empezó a nacer
cuando Perón entró a la Secretaría de Trabajo y Previsión, o sea al viejo Departamento Nacional
del Trabajo. En este sentido, es clave considerar el discurso que Perón pronunció al asumir la
Secretaría.La organización sindical es la columna vertebral. Según su concepción el derecho
pertenecía al conjunto de la sociedad, no era solo patrimonio de un puñado de personas.

Para la Secretaría de Trabajo y Previsión era fundamental crear instituciones potentes de


protección social que “constituyan una valla en torno al trabajador para que pueda hacer frente a
posibles crisis” . En el Proyecto de la Justicia Social, la política social no es una herramienta de
contención, es el estado ideal por el cual camina una sociedad, porque la política es -y debe ser-
siempre social.

La disolución de la Comisión Nacional de las Casas Baratas y su reemplazo por la


Dirección Nacional de la Vivienda será valorada y afianzada por la labor llevada a cabo por dicho
organismo consultivo. La reforma integral de la ley de accidentes de trabajo, aumentando
ostensiblemente el máximo de indemnización que debía estar acorde a la adquisición de una
vivienda digna. Se estableció la intangibilidad de los sueldos y los salarios, y regímenes
especiales de horario de trabajo reducido dependiendo de la peligrosidad de la tarea y de la
seguridad del sujeto que la realiza. Se realizaron intensas inspecciones desde la División de
Inspección y Vigilancia en orden a custodiar el efectivo cumplimiento de las normativas vigentes.

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El peronismo nació al crearse la Secretaría de Trabajo y Previsión, nació cuando el primer
obrero argentino le dio la mano al Coronel Perón pensando “me gusta este coronel”. Desde ese
día, los obreros, o sea el pueblo, comenzaron a formar una sola fuerza con Perón. Perón
revolucionó este concepto al concretar una política de viviendas que realmente dignificaran a la
clase trabajadora.Perón no niega la existencia de organizaciones sindicales, las reconoce y aspira
a transformarlas. La organización sindical llegará a ser indestructible cuando las voluntades
humanas se encaminen al bien y a la justicia. Esto fue una característica fundamental, una
constante en la Secretaría, la creación de organizaciones sindicales. Todas estas acciones crearon
un fuerte vínculo entre Perón con la clase trabajadora que perdurará después de su muerte.

La política no puede estar escindida de lo social y este objetivo se lleva adelante en el


marco de una relación digna entre el trabajo y el capital. Se obligó a las empresas de servicios
públicos a incorporar jóvenes con problemas penales, con la idea sustancial de que el penado se
integre a la sociedad mediante el trabajo.El punto que define al Proyecto es su opción ineludible
por la solidaridad y la organización. Éstas son las finalidades a las que debemos aspirar. Para
agregar después que 'las mejoras florecerán al compás de las necesidades'

Se estableció la Dirección General de Asistencia Social que realizó acciones de impacto


sustantivo en la calidad de vida de la población. El 17 de octubre fue un fenómeno histórico
surgido por generación espontánea. Fue el resultado del cauce que indefectiblemente estaba
señalado por hitos como el pensamiento de los forjistas y la predominante la acción de Perón
desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Sería imposible pensar que el 17 de octubre fue un
fenómeno histórico surgido por generación espontánea. El testimonio de Eva Perón en este punto
es, por lo menos, una perspectiva insoslayable. El peronismo no nació, para mí, el 4 de junio de
1943, pero tampoco nació el 17 de Octubre, porque el 17 de Octubre de 1945, el peronismo triunfó
por primera vez.Quiere decir que para esa fecha ya había nacido con la creación de la Secretaria
de Trabajo y Prevención.. Tampoco abundan publicaciones oficiales que hagan referencia al tema,
salvo las memorias presidenciales.

I.- El comienzo

El 17 de octubre

Desde la perspectiva de la historia, concebida como proceso y no como mero hecho, sería
difícil señalar el momento preciso del nacimiento del peronismo. La evolución histórica del
movimiento obrero, por una parte, y la ya mencionada del mismo coronel Perón a cargo de la
secretaría de Trabajo y Previsión. Con ellos entraban en escena los principios fundacionales del
peronismo.

Los trabajadores argentinos se introducían por primera vez, y para siempre, en la escena
política nacional y nada volvería a ser igual que antes. Al bloquear la acometida triunfal de la
oposición, la movilización de los trabajadores redefinió el campo de las alternativas institucionales
que la Argentina tenía por delante. No sólo fue el agradecimiento por determinadas mejoras lo
que entonces se expresó en la movilización de masas; eso sólo fue parte de las motivaciones.

El 17 de octubre expuso la falencia del viejo orden y la caducidad de los partidos,


sobrepasados por el proletariado. En ese momento saltó en pedazos el sistema de la democracia
formalista, con su mistificación de igualar como 'ciudadanos' a seres humanos que eran
explotadores y explotados.El 17 de octubre fue un momento de inflexión. Lo que ocurrió el 17 de
octubre de 1945 fue la eclosión de la conciencia popular, que certeramente identificó su suerte
con el líder. Era el principio de una nueva historia, con dos nuevos protagonistas: Perón y el
movimiento obrero organizado.

II.- Primer período 1945-1955: El gobierno peronista.

Los componentes que Gustavo Cirigliano considera imprescindibles para la construcción


del Proyecto Nacional: Para que haya un Proyecto Nacional se requieren tres componentes: un
argumento, una infraestructura económica y una asumida voluntad de realizarlo.

El primero de los componentes apuntado se refiere a la necesidad de 'un argumento' para


la construcción del Proyecto Nacional. Estos tres elementos constituyen el objetivo y el
argumento que sostienen el proyecto de la comunidad organizada. Su función era proponer la
coordinación, planificación y ejecución de todo lo referente a cuestiones de carácter social y
económico.Los tres componentes señalados por Cirigliano como elementos constitutivos del
Proyecto Nacional están presentes en esta etapa. Se verán completados con los análisis de los
ítems subsiguientes, que anclan en el tercer principio:

Todo Proyecto es estructurante y totalizador (Principio 3o).

3.c: Por su carácter totalizador, cada elemento componente del proyecto verifica al otro.

Perón al construir y ofrecer expresión a un movimiento de masas, contribuyó a la


formación de una cultura política popular duradera en la Argentina. El modelo de acumulación
peronista es una estrategia redistribucionista, y esto es lo que lo hace diferente a otros modelos
contemporáneos de acumulación basados también en la producción industrial que se
desarrollaron en Latinoamérica.

En esta estrategia (...) la industria se constituye como el objetivo central del proceso de
desarrollo. Se impulsa una industrialización sustitutiva basada en el aumento de la demanda de
bienes de consumo masivo en el mercado interno.

El argumento central del peronismo descansa sobre tres pilares: la justicia social, la
independencia económica y la soberanía política. Los mismos quedan plasmados claramente en
los fundamentos de la Constitución de 1949, donde... se ratifica la irrevocable decisión de
construir una nación socialmente justa, económicamente libre, políticamente soberana. Pero esta

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libertad, como todas las libertades, llega a generar el más feroz egoísmo si en su ejercicio no se
articula la libertad de cada uno con la libertad de los demás.Un instinto universalmente
comprobado lleva a todos los seres a perseverar en su ser. Éste es el más radical, el más tenaz y el
más eficaz de todos los instintos. Empuja al hombre a procurarse lo necesario para la vida, buscar
un cierto bienestar, asegurar su porvenir. Comúnmente, llámase este instinto, interés personal.

El Consejo Nacional de Posguerra debe ser considerado como el primer organismo


argentino de planificación, que se proyectó durante más de una década con cambios de
denominación

En 1945 el nuevo bloque apoyado en una línea nacionalista de las fuerzas armadas, es
portador de un proyecto de desarrollo industrial radicalmente distinto al propugnado hasta ese
momento por las diversas fracciones de la antigua clase dominante. De sus frutos en los primeros
meses se destacan los estudios realizados, a partir de enero de 1945, para proyectar y financiar un
volumen de obras públicas a ejecutarse en cinco años. Sólo la ejecución de ese Primer Plan
Quinquenal (1947/1951) implicó la realización en todo el país de más de 75.000 obras, es preciso
señalar la virtual imposibilidad de incluir una visión totalizadora sobre la gestión llevada a cabo
por el peronismo desde el gobierno.

La salud

Hasta 1945, la medicina era considerada una actividad privada. A partir del advenimiento
del peronismo, esta situación tuvo un vuelco crucial. El concepto universalista de atención para la
salud que sostuvo Carrillo fundaba sus bases en la concepción de Estado y en los principios
sustentados por el Justicialismo. La sanidad es una rama del Justicialismo porque ambas cumplen
con un objetivo común: obtener el bienestar y la felicidad del ser humano y de la sociedad. Sólo el
Hombre de Estado tiene una comprensión completa de los factores profundos que producen
enfermedades de la población.

Carrillo definió el llamativo concepto de sanidad justicialista, a la que consideraba como


un modo particular de practicar y llevar a cabo la sanidad pública que surgía de las doctrinas
económicas, políticas y sociales del peronismo, y aclaraba por qué sólo desde un proyecto político
es posible determinar un plan de salud.

Dos factores atentan contra la sanidad y la salud. Uno de esos factores es el directo, es
decir, los agentes patógenos contra los cuales lucha la medicina sanitaria. Para el otro factor
Carrillo hace alusión a que tenía que llegar un hombre de Estado como Perón, que tiene un
inmenso observatorio, que tiene un enorme panorama dentro del país, para que nos aclarara y nos
diera un procedimiento a los médicos, a fin de llegar a las causas profundas y verdaderas de la
desintegración del ser humano, lo que llamamos factores indirectos de la sanidad.
El Justicialismo proporcionó un nuevo procedimiento que consistió en asegurar una
justicia integral que garantizaba todas las posibilidades del hombre. La justicia integral, en su
mirada, abarca una justicia biológica, económica, social, ética, jurídica y Estatal

La Fundación Eva Perón tuvo un rol central en ese plan sanitario, saliendo a cubrir las
necesidades coyunturales de aquellos que iban quedando fuera del sistema, ya sea por la
tardanza lógica en la implementación del proyecto, puesto que algunos procesos estaban
planteados en el mediano plazo, o cuando la celeridad de la necesidad individual así lo requería.

Durante los años 1946 y 1949 Carrillo estuvo al frente primero, de la Secretaría de Salud
Pública de la Nación; y del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Nación, con
posterioridad a la reforma constitucional de 1949.

Carrillo fue el conductor intelectual y científico (y también su ejecutor) de la elaboración


del Plan analítico de salud pública, que se constituyó en “el estudio más detallado de lo que debía
ser un plan integral de salud” y que describía las políticas sanitarias que debían implementarse
para que se plasmara en concepto de medicina del Proyecto de la Justicia Social en las que
Estado tenía un rol fundamental.

La educación

En 1948 la educación fue elevada al rango de Ministerio de Educación. Con la


reorganización administrativa y los mayores recursos financieros se puso en marcha una activa
política dirigida a ampliar el acceso a la enseñanza. Se puso especial énfasis en la enseñanza
técnica, para lo cual se crearon escuelas-fábrica, escuelas de capacitación obrera para adultos y
de capacitación profesional para mujeres.

La culminación de este sistema fue la creación de la Universidad Obrera Nacional


(actualmente la UTN) y la articulación de la misma con facultades regionales que priorizaron una
enseñanza técnica de acuerdo a las necesidades de la producción de las zonas donde estaban
localizadas.

Esta política educativa tuvo por objetivo la inclusión de los sectores más postergados y las
cifras son elocuentes: entre 1945 y 1949 aumentó en gran medida tanto la matrícula primaria
como la secundaria y la universitaria.

En 1949, se estableció, por primera vez en la historia argentina, la gratuidad de la


enseñanza universitaria: fueron eliminados todos los aranceles universitarios.

Es importante destacar que este aumento del acceso a la educación no sólo fue el
resultado de las políticas oficiales, sino también por la elevación del nivel de vida como resultado
del conjunto de políticas del peronismo.

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Durante el desarrollo de la primera etapa del Proyecto de la Justicia Social fueron
construidas 8.000 (ocho mil) escuelas, a la vez que fueron erradicadas todas las
“escuelas-rancho”, instaladas desde entonces en edificios dignos y acordes a su función social y
educativa.

Paralelamente se produjo la transformación de los contenidos de los planes de estudio


que se reestructuraron en función del hombre de carne y hueso, del argentino real, habitante de
nuestro suelo, protagonista de un nuevo proyecto de país.

Porque, como sostiene Gustavo Cirigliano “es el proyecto de país el que determina los
contenidos del sistema educativo”.

¿Cuáles habían sido hasta entonces esos contenidos, determinados por el proyecto del
’80? Los valores, los temas y los próceres canonizados en la historia de matriz mitrista y
sarmientina.

Si un nuevo proyecto implica nuevos valores, ¿cuáles son los nuevos valores, entonces,
sobre los que se estructura el proyecto de la Justicia Social? Sintéticamente, una sociedad libre,
justa, soberana. En fin, un país que sostiene como valor hegemónico (pero no excluyente) la
justicia social y como derivados: la lealtad, la organización y el trabajo.

Es preciso resaltar también el profundísimo respeto por la idiosincrasia de los alumnos,


dejándose de lado progresivamente el racionalismo enciclopedista que caracterizó a la escuela
sarmientina, y el modo en que fueron tenidas en cuenta las realidades regionales, en tanto los
planes educativos contemplaron específicamente las realidades y particularidades provinciales.

La cultura

Con el Proyecto de la Justicia Social la conciencia cultural creció “de una masa numeral a
un pueblo esencial”.Por eso, la crítica de la oposición se centró básicamente en hablar
despectivamente de la “cultura de masas” y la “masificación de la cultura”, términos que no hacían
(ni hacen) otra cosas que encubrir el desprecio y el odio de clase que anidaba en los sectores
intelectuales pertenecientes a la oligarquía y a la burguesía.

Sin embargo, el gobierno peronista no sólo alentó las producciones artísticas sino que las
protegió. Perón crea una ley que exigía que un 50% de la música que se irradiase o integrara
programas de concierto debía ser nacional. Esta medida fue un estímulo para la creación y
producción de la música nacional, produciendo la gran eclosión del folklore y el tango (que
alcanzó su “década de oro”).

Pero ese estímulo no se limitó a la música popular.La difusión de la música alcanzó niveles
inigualados en nuestra historia cultural. Con la creación de grandes orquestas sinfónicas, de
importantes conservatorios, con la intensificación de los conciertos, de las transmisiones radiales
de gran calidad, la música se halla ahora identificada con el pueblo. El arte no ha necesitado
simplificarse, pues el pueblo ha adquirido una comprensión profunda de las más elevadas
manifestaciones de la cultura.

El cine llegó a cifras de producción nacional inéditas en la Argentina,Se puso en marcha el


Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Por primera vez, una película argentina fue
nominada al premio Oscar.

En el teatro resurgió el género popular por excelencia: el sainete, y el público volvió a


asistir masivamente a las funciones.

La industria editorial supo de un auge sin precedentes y, paralelamente, se inauguraron


bibliotecas barriales en todo el país.

El 17 de octubre de 1951 se realizó la primera transmisión televisiva argentina (y de


América Latina).

Las funciones gratuitas o a muy bajo costo en el Teatro Colón, el ingreso gratuito de los
niños al cine una vez por semana, fueron medidas que apuntaron a que el pueblo en su conjunto, y
especialmente los sectores más humildes, tuvieran acceso a todas las expresiones culturales que,
hasta el 45, estuvieron reservadas a la élite.

Quizás sea esa apropiación del espacio cultural por la clase trabajadora, lo que generó el
resentimiento en las clases hegemónicas

Si se acepta que el Proyecto de la Justicia Social fue el más formidable y contundente


instrumentador de la descolonización pedagógica de los argentinos se comprenderá mejor hasta
qué punto fue un eficaz develador cultural de las relaciones de dominación, y el odio irracional
que despertó en quienes se consideraban propietarios exclusivos y eternos de la “cultura”.

¿Qué fue, entonces, el Proyecto de la Justicia Social? Una profunda revolución cultural. De
allí su carácter revulsivo e inaceptable para los conservadores del status quo y la adhesión
permanente de las clases populares, protagonistas de su liberación.

El deporte

Por primera vez en la historia el Estado va a operar sobre esta área. Por una parte, la
vemos vinculada a la educación, desde la inclusión de la materia Educación Física en la escuela,
hasta la organización de torneos, y aquí también la Fundación Eva Perón cumplió un rol central, ya
que al someter a los niños a exámenes médicos hizo que la práctica deportiva se vinculara con el
área de salud.

Además de la gestión, el Estado concretó una fuerte inversión en políticas y en la


construcción de complejos deportivos e impulsó una modalidad de intervención innovadora: por

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primera vez en la historia el Estado creó organismos para organizar, promocionar y controlar las
actividades deportivas. Paralelamente a esto se dio el apoyo a deportistas de manera individual, a
quienes se les confirió rango diplomático y se les otorgaron asignaciones mensuales para
mantenerse en la actividad.

La conjugación de estos factores hizo que en la era del Proyecto de la Justicia Social se
desplegara un abanico de nombres rutilantes en todas las disciplinas deportivas; y que se
alcanzaran logros, impensados antes, en materia deportiva, tanto en el ámbito amateur como en el
profesional, en el plano internacional.

A partir de entonces, el deporte dejó de ser producto de la espontaneidad y librado a las


posibilidades individuales: se convirtió en parte esencial del desarrollo integral del hombre y por
eso fue transformado en “una razón de Estado”.

Las Fuerzas Armadas

El peronismo también asignó un rol a las fuerzas armadas, no sólo en su función central de
defensa de la Nación, sino un papel dentro de la producción.Esto puede verse con claridad en la
función que cumplirá Fabricaciones Militares. Este organismo había sido creado en 1941 como
responsable del desarrollo de la capacidad armamentística y estuvo durante varios años bajo la
conducción del general Manuel Savio. En 1947, el proyecto de Savio de construir una planta
siderúrgica integrada comenzó a ponerse en marcha, pero no es hasta acero seis años después de
que Perón dejara la presidencia que la planta produjo acero

De todos modos, las bases habían sido sentadas. También se pusieron en funcionamiento
pequeñas fábricas de armas, y asociadas a capital privado se constituyeron una serie de
compañías mixtas en los campos minero, químico y metalúrgico.

En la fábrica Militar de Aviones de Córdoba se diseñaron y construyeron los prototipos de


varias aeronaves.

Las fuerzas armadas estuvieron contenidas dentro del Proyecto, y tuvieron un rol en la
producción, industrial, científica y actuaron también como impulsoras del mercado,tal como se
puede observar en Córdoba. Sin embargo, en su mayoría, terminaron actuando como brazo
armado de las clases hegemónicas y fueron las artífices del derrocamiento del peronismo.

La “tercera posición”

Todo Proyecto tiene un comienzo y un cierre en vinculación con su viabilidad dentro del
marco mundial

La situación internacional discurría en el profundo enfrentamiento entre la Unión Soviética


y los EEUU. En especial a partir de 1949, cuando la guerra Fría entró en una fase de “suma cero”
que terminaba dividiendo al mundo entre Este y Oeste, exigiendo el encolumnamiento del resto de
los países.

Ante esto, el Estado Peronista planteó que la antinomia este-oeste no era tal, sino que el
corte que se planteaba a sus ojos era norte-sur. Un Norte de países ricos y poderosos, frente al
Sur dependiente, pobre y abrumado por las presiones y extorsiones de las potencias
hegemónicas. La respuesta del peronismo ante esta coyuntura internacional fue la “tercera
posición”,

La tercera posición implica:

● En el orden político, implica poner la soberanía de las naciones al servicio de la


humanidad en un sistema cooperativo de gobierno mundial.

● En el orden económico, es el abandono de la economía libre y de la economía dirigida por


un sistema de economía social al que se llega poniendo el capital al servicio de la
economía.

● En el orden social, entre el individualismo y el colectivismo es la adopción de un sistema


intermedio cuyo instrumento básico es la Justicia Social.

Esta era la solución que ofrecía el peronismo para la paz.

Esta política fue seguida por la Cancillería argentina a lo largo de todos los años de
gobierno peronista, Sus ejes centrales los constituían los temas de la paz, el desarrollo, la equidad
y el respeto a la persona humana.

La búsqueda de un orden económico mundial más equitativo y la intensificación de los


instrumentos de cooperación internacional fueron demandas que se mantuvieron con coherencia
y continuidad en todos los foros multilaterales y regionales en los que hubo que participar desde
1947 hasta el final.

En 1948, en la IX Conferencia Interamericana, el Canciller Bramuglia propuso un proyecto


de Carta Interamericana de Garantía Sociales en la que se incluían los derechos de los
trabajadores.

Esta política generó un rápido enfrentamiento con Washington, que consideraba que
quienes no estaban alineados bajo su esfera, estaba decididamente contra ellos, o sea siguiendo
el juego del enemigo comunista.

En definitiva, la posición hostil de los EEUU hacia la Argentina sumaba una página más a la
larga historia de relaciones tensas que ya venían arrastrándose desde principios de siglo. Y que se
siguieron profundizando cuando la Argentina se mantuvo neutral durante la segunda guerra.

55
La reforma constitucional de 1949

El peronismo puso en práctica profundas transformaciones en el entramado político,


social y económico del país.La desestructuración de la concepción liberal del Estado, la
concreción de una verdadera democracia de masas a partir de una real inclusión en la arena
política nacional de sectores tradicionalmente ignorados, y la firme voluntad de constituir “una
Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana” deviene en la
necesidad de transformar el aparato jurídico legal del Estado.

El 11 de marzo de 1949, el Proyecto Nacional encarnado por el peronismo fue


institucionalizado y explicitado en un nuevo texto constitucional.

Se destaca en esta reforma la inclusión en la primera parte de la Constitución de un


capítulo tercero, intitulado: “Derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad y de la
educación y la cultura”. En el memorable artículo 37, el trabajador adquiere reconocimiento
constitucional y los derechos sociales ganan lugar en el máximo texto legal de la Nación. Los
derechos del trabajador dejan de pertenecer a la esfera de lo quimérico y se transforman en
derechos cuyo cumplimiento es exigible a partir de su reconocimiento por parte del Estado.

Cabe aclarar que la Constitución de 1949 no se restringe a una mera enunciación de lo


antedicho carente de explicitación y, por lo tanto, sujeta a la lábil interpretación del juzgado o de
la administración de turno.

Además se avanza en el reconocimiento de la mujer, al consagrar la igualdad jurídica de


los cónyuges, extensiva a la patria potestad sobre los hijos, y se protege especialmente a la
ancianidad, objeto de una exhaustiva enunciación de derechos.

En paralelo con la consagración de los derechos sociales, la reforma constitucional de


1949 postulaba los principios económicos del nuevo Estado, consecuentes con el nuevo rol que
este adopta tras la crisis de los esquemas liberales y con el objetivo de preservar el real ejercicio
de la independencia económica y de una plena soberanía con el fin último de asegurar la justicia
social.

Los citados principios económicos incluían el proclamar el rol social de la propiedad


privada. Quedando así abiertas las puertas a una intervención estatal que asegurase una más
equitativa distribución de la propiedad rural.

Pero fue, sin dudas, el artículo 40 el que más despertó las iras de los grupos concentrados
del capital contra la nueva Constitución.

Art. 40 - La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del


pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social. El Estado,
mediante una ley, podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad, en
salvaguardia de los intereses generales y dentro de los límites fijados por los derechos
fundamentales asegurados en esta Constitución. Salvo la importación y exportación, que estarán
a cargo del Estado, de acuerdo con las limitaciones y el régimen que se determine por ley, toda
actividad económica se organizará conforme a la libre iniciativa privada, siempre que no tenga por
fin ostensible o encubierto dominar los mercados nacionales, eliminar la competencia o aumentar
usurariamente los beneficios. Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de
carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son
propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación, con la correspondiente participación en su
producto que se convendrá con las provincias. Los servicios públicos pertenecen originariamente
al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación. Los
que se hallaran en poder de particulares serán transferidos al Estado, mediante compra o
expropiación con indemnización previa, cuando una ley nacional lo determine. El precio por la
expropiación de empresas concesionarios de servicios públicos será el del costo de origen de los
bienes afectados a la explotación, menos las sumas que se hubieren amortizado durante el lapso
cumplido desde el otorgamiento de la concesión y los excedentes sobre una ganancia razonable
que serán considerados también como reintegración del capital invertido.

En síntesis, podemos afirmar que la Constitución de 1949 representa la entronización legal


de los principios del Proyecto Nacional que venía llevando a la práctica el movimiento peronista:
una nueva concepción jurídica cuyo eje es la justicia social; los derechos entendidos en su
dimensión social, más que en la exaltación de la inalienabilidad de los derechos individuales. La
cristalización legal, tal como lo requiere el modelo de Cirigliano, de lo que en definitiva se
constituye como una doctrina revolucionaria: el peronismo.

Esto explica por qué, cuando las fuerzas del anti-modelo triunfen oponiendo las armas a la
soberanía popular, dedicarán no pocos esfuerzos a borrar del marco institucional argentino el
texto constitucional del ’49 que fue derogado por un bando militar de la dictadura que detentaba
el poder en 1956.

La comunidad organizada

La conferencia que da Perón, el 30 de marzo de 1949, en el Primer Congreso Nacional de


Filosofía, sentará las bases de lo que más tarde (1952) sería conocido como La comunidad
organizada. Este texto será transformado en el fundamento conceptual y doctrinario del
Movimiento Nacional.

Procede aquí el análisis de los fundamentos de La comunidad organizada en tanto en ella


están presentes las concepciones filosóficas a partir de las cuales se estructuró la visión
peronista de la realidad social y se interpretó el rol del hombre como individuo y como miembro de
la comunidad; fundamentos que son base y parte del Proyecto de la Justicia Social y que son el
disparador para la acción.

57
Todo Proyecto es estructurante y totalizador. (Principio 3o)

3.a. Por ello, todo Proyecto opera como un criterio que permite interpretar la realidad y
sirve como guía para actuar.

Se infiere del discurso de Perón una determinada interpretación del particular tiempo
histórico en el cual emerge el peronismo: el avance material de la sociedad se ha realizado aún a
expensas del hombre. La justicia social, entendida en parte como la disminución de las diferencias
entre los hombres, se transforma así en un principio ético, en un imperativo moral.

La vía para alcanzarla no puede estar basada en una imposición violenta, sino en la
primacía de valores de superación del egoísmo: la imposición de la convivencia sobre las
proyecciones de la actitud individual. Parafraseando a Spencer: el sentido último de la ética es la
corrección del egoísmo.

La utilización del concepto de “comunidad organizada” puede llegar a entenderse como


una invocación implícita a formas de organización colectiva en las que termina por disolverse la
esencia del individuo. Nada más alejado del pensamiento de Perón, quien dedica una parte
significativa de su alocución a consignar cuál ha de ser la relación entre el individuo y la
comunidad: Que el individuo acepte pacíficamente su eliminación como un sacrificio en aras de la
comunidad, no redunda en beneficio de ésta. Lo que caracteriza a las comunidades sanas y
vigorosas es el grado de sus individualidades y el sentido con que se disponen a engendrar en lo
colectivo. A este sentido de comunidad se llega desde abajo, no desde arriba; se alcanza por el
equilibrio, no por la imposición.

He aquí otro de los aspectos esenciales del pensamiento peronista cristalizado en esta
conferencia: la construcción social, el sentido de comunidad, debe ser una obra del pueblo, no un
imperativo impuesto por grupos hegemónicos. La plena realización del ‘yo’ se halla en el bien
general, la comunidad organizada no es otra cosa que la construcción del ‘nosotros’. En este
sentido aparece como opuesta a la ‘comunidad mecanizada’ que anula al hombre como tal,
sacrificándolo al aparato externo del progreso.

El problema del pensamiento democrático futuro está en resolvernos a dar cabida en su


paisaje a la comunidad, sin distraer la atención de los valores supremos del individuo; acentuando
sobre sus esencias espirituales, pero con las esperanzas puestas en el bien común.

Éste es el desafío que queda planteado y el que perfila la acción del peronismo en el
marco del Proyecto de la Justicia Social: el avance hacia una sociedad construida como suma de
los aportes de individuos persuadidos de la propia dignidad, individuos libres que puedan realizar
y a la vez realizarse en una comunidad que persiga bienes espirituales y materiales, una
comunidad que anhele superarse procurando ser cada vez más justa.
III.- Segundo Período: 1955-1966.

El golpe

El 16 de septiembre de 1955 un golpe cívico-militar derrocó al peronismo dando inicio a


una etapa de destrucción sistemática de las bases en que se sustentaba el Proyecto de la Justicia
Social.

A partir de ese momento, y en consecuencia, el elemento predominante del período que se


iniciaba sería el de la inestabilidad política. Los golpistas conformaban un grupo heterogéneo que
sólo tenían en común el estar cobijados bajo el paraguas del anti-peronismo.

Entre las principales fuerzas que se conjugaron para el derrocamiento de Perón podemos
encontrar a:

● los partidos opositores que, sorpresivamente, utilizaron la estrategia energética del


gobierno como un ejemplo de entrega del patrimonio nacional.

● la Iglesia, irritada por las leyes de divorcio vincular, la equiparación de los hijos legítimos
con los ilegítimos, el quite de subsidios estatales a las escuelas religiosas y el episodio de
la quema de iglesias.

● la oligarquía terrateniente, afectada en sus intereses por la parcial expropiación de su


renta.

● los grandes empresarios, que retrotrajeron la inversión y trataban de recuperar ingresos a


través del aumento de precios, controlados rigurosamente por el gobierno.

● las Fuerzas Armadas, que expresaron su solidaridad con la clase dominante, actuando
como su brazo armado.

Si hubiese que buscar un motivo central que opere como fundamento del golpe
deberíamos descartar categóricamente el llamado “descalabro económico”. Porque, en definitiva,
la riqueza estaba mejor distribuida. Los argumentos de que la economía argentina estaba
paralizada o en una espiral inflacionaria eran absolutamente falsos y tendenciosos.

Estaríamos más cerca de encontrar una explicación si desagregáramos la conformación


de los actores de ambos bandos, bando “dominante” (nombrada anteriormente) y el bando de los
trabajadores. Habría que analizar si no se trata de una confrontación de clase. Aunque la
“libertadora” pretendió encubrir bajo consignas democratizantes el retorno al liberalismo
conservador económico y social, el retorno a los tiempos pre-peronistas aparecía claramente
expresado por la composición del gabinete en el que estaban presentes hombres provenientes de
los grupos oligárquicos y del mundo de los negocios.,

59
A partir del golpe, puede asegurarse que Perón fue apartado del gobierno, pero no de la
escena política. La actitud con respecto al movimiento peronista provocó incluso fracturas o
reacomodamientos en los partidos tradicionales, y en sectores del ejército.

Lonardi, primer jefe de la “libertadora”, vio pronto superada su cándida fórmula


conciliadora (“ni vencedores ni vencidos”) por el ala liberal-conservadora de los golpistas y se
produjo un golpe dentro del golpe. Lonardi se vio obligado a renunciar y el general Pedro Eugenio
Aramburu se hizo cargo del gobierno de facto. Tanto Aramburu como el almirante Isaac Rojas eran
plenamente conscientes del mayoritario caudal electoral del peronismo -que impediría
definitivamente una salida plenamente democrática- por lo que resolvieron lisa y llanamente su
proscripción y la eliminación física no sólo de su conductor sino de sus adherentes.

De hecho, esto terminaría provocando un “estallido” de los partidos políticos que se fueron
fracturando en dos vertientes: una integrada por aquéllos que querían capturarlos votos
peronistas “vacantes” (ya que el peronismo fue absolutamente proscripto, el partido disuelto y por
eso imposibilitado de presentar candidatos a elecciones), y otra por los sectores ligados al
proyecto de la dictadura.

La proscripción

Tras el golpe se produjo el encarcelamiento de miles de dirigentes, la intervención de la


CGT, el despido de cientos de delegados peronistas, como clara muestra del revanchismo
patronal. Las razzias policiales y la imposibilidad de los obreros de manifestar su identidad
política, desembocaron en la denominada: “resistencia peronista”.

Por el decreto 3855/55 se disolvió el Partido Peronista. Y el 5 de marzo de 1956, se


promulgó el ominoso decreto ley 4161, cuyo contenido es el símbolo más transparente y
caracterizador del espíritu de los tiempos de la “libertadora”, prohibiendo al expresión
“peronismo”, con la finalidad de lograr que el peronismo desapareciera del escenario político.

Estos “delitos” fueron penados con prisión. La imposición del silencio, el darle a Perón la
condición de innombrable y al peronismo el de hecho maldito de la historia, las persecuciones, la
cárcel y la muerte, fueron los primeros pasos de la instalación del contra-modelo.

El contra-modelo

Raúl Prebisch, que era asesor del gobierno a través del Consejo Económico y Social,
elaboró el Informe preliminar acerca de la situación económica, que presentó al gobierno de facto.
Sus propuestas tendientes a la apertura y “modernización” del país tenían en cuenta como algo
fundamental la participación del capital extranjero. Desde luego que todo intento de llevar
adelante esta propuesta, necesariamente debía contemplar la drástica reducción en la
participación del ingreso nacional de los trabajadores.
En 1956, la Argentina ingresó por primera vez al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al
Banco Mundial, y se aprobaron por decreto (decreto ley 7756), las recomendaciones contenidas
en los documentos “Moneda sana o inflación incontenible” y “Plan de restablecimiento
económico”.

La dictadura de Aramburu pudo mantener su frente unido durante cierto tiempo bajo la
bandera de la “democracia”, que oponían al carácter dictatorial que atribuían al peronismo. Señala
Cavarozzi, que muchos antiperonistas compartían la (por lo menos) ingenua noción de que los
peronistas habían sido convertidos a ese credo político por medio de una combinación de
demagogia, engaño y coerción. A pesar de todo esto, el peronismo sobrevivió a la caída de su
gobierno y se constituyó en el eje de un vigoroso movimiento opositor.

La situación del gobierno de facto fue tornándose cada vez más delicada e insostenible.
Comenzó a estructurarse la resistencia, hubo grandes huelgas, sabotaje de la producción y
desobediencia civil, y así se fue enrareciendo la atmósfera política.

El 9 de junio de 1956 el levantamiento militar liderado por los generales Juan José Valle y
Raúl Tanco, el primer intento del peronismo de recuperar el poder por la fuerza, fue sofocado
sangrienta y arteramente.

Otra de las acciones del gobierno militar, en su intento de afianzamiento del


contra-modelo, fue la mencionada anulación por decreto (bando militar) de la Constitución de
1949 y la restauración de la de 1853. También la parodia de que la dictadura “libertadora”
convocara a una ilegal e ilegítima convención constituyente para actualizar a la vetusta
constitución que reponía, y a la que, como exhibición de su debilidad, sólo pudo agregarle el
singular artículo 14 bis.

No es una cuestión menor señalar que los partidos políticos opositores, que tan rigurosos
habían sido cuestionando la convocatoria a la constituyente de 1949, realizada por un gobierno
popular y democrático, se sumaran alegremente y en tropel para participar de una convocada por
un gobierno de facto. Para colmo, y para desasosiego de la dictadura, la UCRI, liderada por Arturo
Frondizi, tras participar en el acto eleccionario, se retiró en la primera sesión de la convención,
argumentando su notoria ilegalidad.

La exclusión del peronismo provocó una profunda separación entre la sociedad y en el


funcionamiento de la política argentina, que resultó en la emergencia paulatina de un sistema
político dual. El principal resultado de este dualismo fue que los dos “bloques” principales de la
sociedad rara vez compartieron la misma arena política para la resolución de conflictos. El sector
popular y especialmente la clase obrera quedó privado de toda representación tanto en las
instituciones parlamentarias semi-democráticas como en la maquinaria institucional del Estado.

61
En este sistema dual queda objetivada la política del contra-modelo que apunta a la
exclusión, el llamado “discurso excluido” referido por Cirigliano.

La semi-democracia, el nuevo modelo de acumulación y la resistencia

Entre 1958 y 1966 se abrió un período que dio en llamarse de semi-democracias (o de


democracias débiles o proscriptivas), no sólo por la exclusión del peronismo, sino por el
condicionamiento al que estaban sujetos los gobiernos civiles por las fuerzas armadas.

En este contexto, asumió la presidencia Arturo Frondizi, como producto directo del pacto
que suscribieron John William Cooke y Rogelio Frigerio, en nombre de Perón y el nuevo presidente
respectivamente, pero jaqueado por el partido militar que había apostado al triunfo de Balbín. Este
bloque, señala Torrado, representaba una alianza de la burguesía industrial y el capital extranjero,

Esta nueva estrategia, de corte concentrador, tal como apunta Torrado, sostiene a la
industria como objetivo central del proceso de desarrollo. Impulsa una industrialización sustitutiva
de bienes intermedios y de consumo durable, pero ya no apunta a un mercado interno extendido
sino que la demanda la asegura el gasto público y el consumo suntuario de un pequeño círculo de
altos ingresos.

Las medidas que se implementaron para asegurar la hegemonía de este nuevo modelo
fueron de distintas características: se eliminó toda restricción para el libre desplazamiento de
capitales, lo que era indispensable para el ingreso de las empresas transnacionales. A través del
manejo de la tasa de cambio y la imposición de retenciones a las exportaciones se transfirieron
ingresos del sector agropecuario hacia el empresariado urbano y, por último, un aspecto central
de la estrategia: la transferencia de ingresos desde los trabajadores hacia las empresas
transnacionales, conseguida mediante la caída del salario real. El freno a esta estrategia estuvo
dado por la convergencia de factores económicos y políticos de índole adversa.

La política de “racionalización” y privatizaciones de empresas estatales defendida por el


gobierno, contribuyó a profundizar el malestar dentro del movimiento obrero. En enero del 59, los
obreros del frigorífico Lisandro de la Torre, rechazaron el intento de privatización, paralizaron las
actividades y tomaron el lugar. Esta acción está inscrita en lo que se diera en llamar la “resistencia
peronista”, que tuvo dos vertientes:

● la lucha de sectores del movimiento obrero organizado, cuya protesta se enmarcaba en la


única salida de carácter institucional que podía llevar adelante el peronismo.

● la lucha que protagonizaron miles de activistas anónimos del peronismo que, a partir de
1955 y en un abierto enfrentamiento a la dictadura, articularon una red de solidaridades
entre la dirigencia barrial y fabril, organizada en forma totalmente clandestina.
Desde el derrocamiento del peronismo hasta el retorno de Perón, la Resistencia vino a
responder, en ese escenario, a la proscripción.

En este sentido, vemos como el contra-modelo se levanta frente a quienes encarnan el


proyecto nacional como el enemigo. Sus consignas de entonces determinan claramente a ese
enemigo, no sólo los usurpadores del poder, sino también al capital extranjero y al imperialismo.
En su séptimo principio, Cirigliano hace hincapié en ello.

Cada Proyecto determina -decide- a quién hay que considerar como enemigo.(Principio 7o)

7.a: Si se carece de proyecto de país, no se sabe quién es el enemigo.

Y los hombres y mujeres que integraron la Resistencia lo tenían claro, y en cada una de
sus acciones lo señalaban.

El cambio ideológico en las Fuerzas Armadas

La trágica historia de intervenciones militares que se inaugura en Argentina en 1930


presenta un punto de inflexión en el lapso temporal que nos ocupa (1955-1966).Hasta ese
momento las fuerzas armadas habían cumplido el rol de “guardianes” de los gobiernos
constitucionales, y las interrupciones a la sucesión presidencial eran justificadas en la corrupción
de los gobiernos depuestos, presentándose a los militares como “salvadores de la república y de
la democracia”.

Hasta entrada la década del ’60, las sucesivas irrupciones de las fuerzas armadas no
estuvieron destinadas a institucionalizar su control de forma permanente a través de regímenes
no democráticos. Pero la evolución de las modalidades de intervención militar parece ir en sentido
de una mayor publicidad, conforme la dominación militar se va institucionalizando.

Si entre 1930 y 1955 los militares no participaron directamente de la conducción del


Estado por lapsos prolongados, el período inaugurado con la llamada “revolución libertadora”
modificó significativamente el patrón de intervención de las fuerzas armadas.

A nivel internacional, la Guerra Fría entraba en una nueva etapa. En tanto que el triunfo de
la Revolución Cubana y su consecuente adopción del socialismo provocó en las doctrinas de
defensa de Latinoamérica un cambio de paradigma propiciado por los Estados Unidos.

Las fuerzas armadas asumieron el rol de custodios de la seguridad interior de los Estados,
entendiéndose por esto el control de las “fronteras ideológicas”, la vigilancia, persecución y
eliminación de todo lo que atentara contra la esencia “occidental y cristiana” de la sociedad y, en
definitiva, a su presente capitalista. Una palabra se demoniza y se multiplica: subversión.

Así, la adopción de la naciente Doctrina de Seguridad Nacional por parte de las fuerzas
armadas argentinas implicó una temprana asimilación de las acciones de la “resistencia peronista”

63
con la estrategia marxista y avaló el hecho de que abandonasen su política tutelar sobre el Estado
para asumir una responsabilidad excluyente sobre los asuntos públicos, eliminando el sistema de
partidos, cancelando los comicios y aboliendo todo mecanismo parlamentario.

Extraña parábola la del peronismo: según la singular concepción de las élites


liberal-conservadoras: en menos de dos décadas, pasó de ser una indudable expresión del
nazifascismo a una herramienta de la estrategia comunista.

IV.- Tercer período: 1966 – 1973

Tras los enfrentamientos militares de 1962 y 1963, el general Juan Carlos Onganía surgió
como líder de las Fuerzas Armadas, y fue justamente él quien encabezó el golpe militar de 1966
en la autoproclamada “revolución argentina”. Las primeras medidas y objetivos de esta
“revolución” fueron, en principio, suspender las actividades de los partidos políticos y del
parlamento.

El proyecto apuntaba a que la política dejara su lugar a la administración y el predominio


de técnicos supuestamente situados por encima de los intereses sectoriales. En realidad, al
querer barrer la política de la escena, la dictadura hacía un diagnóstico certero: el problema era (y
lo sigue siendo) político.

Después del derrocamiento del doctor Arturo Illía, la Doctrina de Seguridad Nacional le
dio sustento a los mecanismos cada vez más represivos del Estado. Tanto en la política interior
como en el ámbito de la educación, se ejerció un estricto control ideológico y las persecuciones se
hicieron más intensas. La orientación económica, por su parte, adoptó un modelo de neto corte
liberal-conservador, promoviendo la transferencia de ingresos hacia las grandes empresas en un
continuo proceso de concentración e internacionalización del capital que afectaron seriamente a
la pequeña y mediana industria nacional. En cuanto a los sectores obreros, los principales
perjudicados por este viraje económico, reclamaron una actitud de firmeza de los dirigentes. La
CGT se vio en una encrucijada. Los estallidos sociales no tardaron en producirse en medio de una
crisis de liderazgo del sindicalismo tradicional.

La fractura sindical

Después del golpe de 1955, va a aparecer un movimiento sindical peronista diferente. La


figura que se destaca en la conducción es la de Augusto Timoteo Vandor, secretario general de la
Unión Obrera Metalúrgica (UOM).

Entre el 59 y el 66, el poder del vandorismo, había resultado de su capacidad de


subordinar a una lógica común a los restantes nucleamientos sindicales peronistas y no
peronistas, a pesar de que estos habían perseguido objetivos diferentes a los de Vandor.
Esta construcción del poder vandorista, basado en la negociación con el Estado y no en la
defensa de los derechos adquiridos por los trabajadores durante el peronismo,llevó a un
enfrentamiento con Perón, en el que se llegó a plantear la antinomia “Perón o Vandor”, que el
mismo Vandor se apuró a despejar,

Pese a haber tenido una actitud golpista en el 66, la “revolución argentina” terminó
adoptando una serie de medidas antisindicales que si bien no liquidaron a los gremios ni a sus
dirigentes, sí forzaron a que estos aceptaran dócilmente las políticas gubernamentales.

La relación entre el onganiato y la dirigencia gremial vandorista y dialoguista fue sinuosa:


alternaron concesiones y enfrentamientos; entre las primeras el otorgamiento de la administración
de las obras sociales fue una de las herramientas básicas de convicción para el disciplinamiento
dirigencial.

En 1968 empezó a insinuarse un proceso, que se profundizó a partir de 1969, por el cual se
fueron deteriorando los complejos enlaces que, desde el inicio de la década, había mantenido
articulado al sindicalismo bajo la figura de Vandor. Pero, a partir de 1968, comenzó a perder buena
parte de esa capacidad.

La ruptura por parte del gobierno del diálogo con los vandoristas privó a estos de una de
las dos patas en la que se apoya su estrategia, la negociación con el Estado. Esto último
desvalorizó el argumento vandorista de que una postura menos intransigente (que la de los
“duros” o “combativos”) producía mejores resultados.

Al caducar esta estrategia permitió, durante un congreso normalizador de la CGT, que


había sido convocado sin reconocimiento del Gobierno, una combinación de fuerzas, bastante
heterogéneas que incluían a los peronistas “duros”, sectores de la izquierda, triunfaran sobre el
vandorismo y fuera electo como nuevo secretario general de la CGT Raimundo Ongaro, del
sindicato gráfico. Vandor desconoció los resultados y convocó a un nuevo congreso, pero en la
práctica la CGT quedó dividida entre el sector vandorista y la llamada CGT de los Argentinos,
liderada por Ongaro.

Todo Proyecto resignifica el pasado; por ello cambia o rehace la historia. (Principio 14o)

País que ha vivido según proyectos, no se resigna a existir sin proyectos. (Principio 20. a)

La lucha armada

Pueden detectarse dos puntos de partida para el fenómeno de la lucha armada que tuvo
lugar entre fines de la década del ’50 y la del ‘70, uno ligado al peronismo y otro al marxismo y al
trotskismo.

El surgimiento de la guerrilla peronista resulta incomprensible sin retroceder a algunos


antecedentes. Entre los antecedentes encontramos precisamente, el colapso de la etapa de la

65
“resistencia” frente al Plan Conintes provocó una tendencia más evidente a la formación de
organizaciones “combativas” herederas proclamadas del accionar espontáneo de las masas de la
etapa anterior”.

Un antecedente a tener presente también es la Revolución Cubana que aceleró un


proceso de concientización revolucionaria en toda América Latina. Al respecto, John William
Cooke estructuró una organización llamada Acción Revolucionaria Peronista. Su labor fue central,
en el rol como intermediaria entre Ernesto “Che” Guevara y la izquierda del movimiento. Al mismo
tiempo, Gustavo Rearte, uno de los fundadores de la Juventud Peronista, cumplió un rol similar en
el acercamiento entre la experiencia cubana y la militancia peronista.

En el caso de los Uturuncos, en alguna medida relacionados con Cooke, aparecieron en


1959, en el marco de las protestas por el asesinato de un obrero en Tucumán. Este grupo fue
dirigido por Enrique Mena, un peronista de izquierda, y fue reprimido en el marco del Plan
Conintes.

Por otro lado, y en las antípodas ideológicas, se había formado el Movimiento Nacionalista
Tacuara, integrado por jóvenes de la derecha católica que, a principios de los 60, se fracturaron
por desavenencias ideológicas. Uno de los sectores, liderado por José Luis Nell y Joe Baxter, tuvo
un acercamiento con sindicatos y agrupaciones de izquierda. Ellos organizaron la primera acción
guerrillera urbana en la Argentina, el asalto al policlínico bancario.

La actitud aperturista de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II y el inicio y


profundización del diálogo entre cristianos y marxistas, desdibujó límites que antes (y ahora)
parecían inviolables. Los jóvenes, ya se asumieran como cristianos, marxistas o peronistas,
preferían cuestionar juntos el futuro antes que permanecer anclados en las diferencias
esterilizadoras del pasado.

Uno de los factores que resultó decisivo para el impulso de la aparición de las
“formaciones especiales” en la Argentina, sumado a la referencia ineludible del fenómeno de la
revolución cubana, fueron los sucesivos fracasos de las intentonas de levantamientos militares
pro-peronistas, comenzando por el del general Valle en junio de 1956 y el del general Iñiguez en
Rosario en 1960, que pusieron en evidencia que ya no funcionaría la estrategia de poder de la
aparición de un militar “providencial”, como había sido Perón, que restituyera el “orden popular”:
las fuerzas armadas se habían transformado en guardias pretorianas del imperialismo, sin fisuras,
y sólo quedaba la alternativa de armarse para combatir contra ellas. Amplios sectores de la
juventud fueron optando por la lucha armada:muchos de los integrantes de aquellos primeros
grupos fueron jóvenes trabajadores que habían adquirido sus primeras experiencias de lucha en la
“resistencia peronista”.

El aval que le diera el general Perón a las “formaciones especiales” que lo reivindicaban
como líder, fue también un factor determinante en su “peronización” y en el cada vez más intenso
apoyo popular que fueron recibiendo en su radicalizada lucha contra la dictadura y el
imperialismo.

En 1967, aparecieron las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR) se organizan a partir de la confluencia de sectores de la izquierda que se
inclinaron hacia el peronismo. Ya a mediados de los 60, comienza la génesis de la organización
Montoneros, tras el fugaz Comando Camilo Torres.

La luchar armada, fue una reacción frente a la represión brutal, a las proscripciones y a la
liquidación del Proyecto de la Justicia Social, en su intento de volver a un modelo liberal, de país
agroexportador, sostenido por una dictadura sangrienta, que hizo de las persecuciones y la
represión su fundamento.

La lucha armada tuvo sus tiempos, y es imposible analizarlas como un todo indiviso: una
cosa fueron cuando lucharon contra la dictadura, funcionales a la estrategia trazada desde el
exilio por Perón, y otra cuando parte de su dirigencia, en tiempos democráticos, optaron por
cuestionar la conducción de Perón y adoptar una estructura rígidamente militarizada. Así, fueron
perdiendo el apoyo popular y se diluyó su potencialidad revolucionaria.

Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo

En cada Proyecto ocurrido en la Argentina, un pensamiento religioso parece tener una


acción preponderante articulada con el tema central del proyecto. (Principio 23o)

El peronismo tiene una sinuosa vinculación con la Iglesia Católica. En la génesis del
movimiento peronista, un sector del catolicismo entendió que se abría la posibilidad de guiar a las
masas, nutriendo al naciente movimiento de un contenido doctrinario eminentemente católico.

En un comienzo el amplio espacio acordado al catolicismo en la educación pública, el


permanente reconocimiento de las raíces cristianas del peronismo y el sostén económico hacia la
Iglesia, pareció dar la razón a quienes confiaban que el peronismo se constituiría en la vía hacia la
“nación católica”. Pero con el transcurrir del tiempo, surgieron las discrepancias y los
alejamientos, y la Iglesia Católica pasará de ser una referencia fuerte del peronismo a liderar el
espacio público antiperonista.98

La experiencia peronista demostró a la Iglesia que si quería mantener su influencia sobre


la sociedad no podía ignorar los intereses de la clase trabajadora. A su vez, los hechos posteriores
al golpe de 1955 dejaron en claro que la llegada a estos sectores debía hacerse por intermedio del
peronismo.

Será a fines de la década del ’60 cuando una corriente de la Iglesia Católica adhiera,
pública y comprometidamente, al movimiento revolucionario que encarnaba el peronismo.

El Papa Paulo VI insistía en que :

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En medio de las perturbaciones e incertidumbres de la hora presente, la Iglesia tiene un
mensaje específico que proclamar, tiene que dar apoyo a los hombres en sus esfuerzos para
tomar en sus manos y orientar el futuro. En el marco de la realidad latinoamericana estas palabras
adquirieron tintes claramente revolucionarios.

En este contexto de renovación y apertura de sectores de la Iglesia a realizar una “opción


por los pobres”, se constituye el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, conformado en
gran medida por sacerdotes de activa militancia en “villas miserias” y barrios pobres.

La prédica de los Sacerdotes para el Tercer Mundo dotará de una vertiente religiosa de
legitimación al Movimiento Nacional. Construyendo sus argumentaciones a partir del Evangelio,
llegan a plasmar conclusiones que avalan el discurso del movimiento revolucionario:

Los Sacerdotes del Tercer Mundo propugnaba el socialismo en la Argentina como único
sistema en el cual se pueden dar relaciones de fraternidad entre los hombres. Este socialismo
invocado se concreta en nuestro país a través del Movimiento Nacional constituido por el
peronismo.

El accionar de este movimiento sacerdotal se extenderá a lo largo de la década del


setenta, y muchos de sus miembros serán víctimas de la violencia del aparato de represión que
montaron quienes de modo espurio se apropiaron de espacios en la conducción del movimiento
nacional.

Los movimientos sociales

A partir de 1969, se superpusieron dos crisis; por un lado, la del régimen militar autoritario
y, por el otro, la crisis de la dominación social.

Los estallidos sociales en Córdoba, en Rosario, llevados adelante por trabajadores y


estudiantes sacudieron a la sociedad y al gobierno. El Cordobazo fue el comienzo del fin de la
dictadura de Onganía, y también fue el fermento de un proceso en el cual la sociedad radicalizó
sus demandas. Todas estas movilizaciones, junto a los sacerdotes tercermundistas y las
organizaciones armadas, fueron instalando un clima de movilización popular que selló la suerte
del gobierno de facto. No fue Onganía el encargado de preparar una salida para las Fuerzas
Armadas, sino Lanusse el cual habilitó la apertura democrática (aunque condicionada por el veto a
la candidatura de Perón).

Las fuerzas populares no se resignaron a vivir sin un proyecto, tras haberlo conocido. Pese
a la proscripción y la represión, la persecución y la muerte, la lucha permaneció a lo largo de 18
años. El Proyecto de la Justicia Social inconcluso, esperaba una nueva etapa.

V.- Cuarto Período: 1973 – 1975

El regreso de Perón. El Plan Trienal. El Pacto Social.


Hacia inicios de la década de 1970 todos los intentos por instalar un contra-modelo de
corte liberal-conservador y antipopular habían fracasado o se encontraban en plena agonía.

Las insurrecciones populares que se sucedieron a partir de 1969 evidenciaron una clara
crisis del régimen militar autoritario debido a que evidenció que el intento de Onganía de eliminar
las trincheras del juego político y pretendiendo canalizar y ‘ordenar’ los diversos intereses y
orientaciones sociales desde un estado supuestamente omnisciente y jerárquico, terminó por
producir lo que, de alguna manera, había venido a erradicar como posibilidad en la Argentina.

Progresivamente, en torno a la figura de Perón, se irán aglutinando diversos sectores que


constituirán un frente de oposición política. Ante la agudización de la crisis social y la creciente
radicalización de las consignas de la lucha política. Todos reclamaban el retorno de Perón como
condición necesaria para cualquier transformación social y política, todo indicaba que Perón era el
único líder capaz de aglutinar una gran parte del espectro de las fuerzas progresistas y
revolucionarias.

El repliegue del gobierno militar, con la consiguiente democratización y el fracaso del


proyecto de “transición controlada” que había intentado pergeñar Lanusse (el Gran Acuerdo
Nacional), desembocaron en el tan ansiado retorno del peronismo al poder.

A pesar de la firme oposición que sectores reaccionarios, temerosos de perder posiciones


de poder y decisión, realizaron contra la presidencia de Héctor J. Cámpora es durante esta etapa
cuando comienza a reconfigurarse el modelo de país de corte netamente nacional que gestará el
peronismo. A pocos días de asumir el poder, impulsó la firma de un acuerdo entre la CGT, la
Confederación General Económica (CGE) y el gobierno, conocido como Pacto Social.

Pacto Social: plan económico ( con el que el gobierno peronista se propuso recomenzar un
proceso de crecimiento) que ponía el acento en el desarrollo industrial, restableciendo la alianza
del estado con el sector obrero y el empresariado nacional.

Este acuerdo se proponía institucionalizar la lucha por la distribución de la riqueza como


condición necesaria para implementar un plan de reformas económicas.

El Pacto Social constituyó la base sobre la que se gestó la planificación económica del
Proyecto de la Justicia Social en esta nueva etapa en el poder, y cuya expresión más cabal fue el
Plan Trienal para la Reconstrucción Nacional puesto en marcha durante la tercera presidencia
constitucional de Juan Domingo Perón

El Plan retoma varios de los aspectos centrales del Proyecto de la Justicia Social que
Perón vislumbró y comenzó a concretar durante sus primeras presidencias, y que fuera
ferozmente interrumpido en 1955.

69
Este plan de reactivación y desarrollo económico contemplaba diversas etapas de
concreción: Una política de corto plazo, basada en la ampliación de la ocupación y el consumo; y
una política de largo plazo, cuyo objetivo era mantener un ritmo sostenido de expansión. La
primera etapa apuntaba a ocupar la capacidad ociosa de la mayor parte de las empresas, y se
alcanzó con cierta rapidez. La segunda, tendiente a ampliarla, encontró mayores dificultades.

Tanto el Pacto Social como el Plan Trienal para la Reconstrucción y Liberación Nacional,
son productos que deben inscribirse en el marco de un modelo de país más abarcativo, modelo
que Perón anunció en su discurso ante la Asamblea Legislativa del 1° de mayo de 1974.

El modelo argentino para el proyecto nacional

Perón fue plenamente consciente de que, para corregir el rumbo que había tomado el país
bajo la influencia liberal-conservadora, era necesario gestar un proyecto nacional abarcativo y a
largo plazo.

Con anterioridad, los gobiernos y regímenes que se habían venido sucediendo desde 1955,
y especialmente a partir de 1966, esbozaron sus propias versiones de proyecto, fuertemente
inspirados particularmente en las experiencias europeas de posguerra, en donde la
intelectualidad se volcó al estudio del futuro con la intención de prever y, en lo posible, evitar las
situaciones y conmociones que habían provocado la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, en las versiones autóctonas que se desarrollaron en la etapa 1966-1972


hubo una gran influencia del pensamiento de las fuerzas armadas norteamericanas, que se
focalizaba exclusivamente en evitar posibles escenarios de predominio comunista, sin prestar
mayor atención a la situación social. Debido a ello, dichos proyectos fueron incompletos e
inviables, pues estaban concebidos en el escritorio, por intelectuales comprometidos con el
régimen, por lo que su visión política era estrecha y no tenían su eje en las necesidades del
hombre real.

Es por eso que es correcto afirmar que el del teniente general Perón fue el primer
Proyecto Nacional viable, el Proyecto de la Justicia Social, incluyente y totalizador que le fuera
aportado a los habitantes de nuestro país.

Dicho proyecto fue un trabajo de elaboración colectiva, comenzó a formarse en 1974, y en


su producción tuvo un lugar destacado, el coronel Vicente Damasco.

El Modelo argentino para el proyecto nacional fue diseñado tanto para asegurar la paz
social, indispensable para ese presente, como así también con el objetivo de sentar las bases de
doctrinas políticas y sociales que permitirían a Argentina desarrollar su independencia económica,
social e ideológica en un futuro cada vez más polarizado e influenciado por los principales
contendientes de la guerra fría.
La identidad nacional es la conciencia del proyecto nacional (y en particular, la conciencia
de sus valores). (Principio 15o)

Perón supo vislumbrar que ningún pueblo podía ser realmente autónomo e independiente
si no contaba con una ideología propia que no fuera el trasplante acrítico de influencias externas.
Esto lo llevó a considerar la formación y evolución de la cultura nacional como una cuestión de
Estado y factor de unidad nacional.

Perón sabia muy bien que, de no adoptarse una ideología genuina y que reflejase al
verdadero pensar nacional, el camino a elegir nunca sería realmente independiente, y el Proyecto
de la Justicia Social estaría condenado en el mediano plazo.

Queda de manifiesto la claridad conceptual que presenta el Modelo en torno a la


necesidad de construir a partir de un pensamiento nacional como prerrequisito para garantizar la
independencia de los criterios que se utilizarían a la hora de definir el tipo de sociedad que se
desea, y a partir de lo cual, se articularían todas las herramientas y los mecanismos necesarios
para aspirar a su consecución.

Debido a la importancia de esto último, es que Perón concibe como cuestión


imprescindible la adopción de una tercera vía de pensamiento y propone un modelo alternativo. Un
modelo defensor de lo que denomina tercera posición, apuntando a un análisis de la realidad a
través de una visión nacional sin quedar atrapado en la dicotomía capitalismo-comunismo.

Un pensamiento nacional, pero no por ello encerrado en los límites geográficos de la


Nación. En este sentido, Perón a través del Modelo argentino para el proyecto nacional deviene en
un precursor de la unidad de los pueblos, proponiendo consolidar la unidad regional como
plataforma para la integración mundial.

El sujeto del Modelo es el trabajador

El Modelo afirma su profunda vocación humanista, ya que este debe responder al


concepto de Comunidad Organizada, teniendo en cuenta que en esta organización el hombre es
el principio y el fin por lo que no puede haber realización histórica que avasalle la libertad de su
espíritu. No hay organización posible si el hombre es aniquilado por un aparato externo a su propia
existencia. La Comunidad Organizada no es, por lo tanto, una comunidad mecanizada donde la
conciencia individual se diluye en una estructura que no puede más que sentir como ajena.
Nuestra comunidad sólo puede realizarse en la medida en que se realicen cada uno de los
ciudadanos que la integran.

Perón reconoce a la justicia social como un eje central en su Modelo, siendo un elemento
inescindible el avance hacia una equitativa distribución de la riqueza.

71
El trabajador asume así un rol preponderante. La realización humana se concreta a través
del trabajo. El trabajo dota de un rol y de una identidad social. En definitiva, el trabajo dignifica.

El proyecto de país debe organizarse por tanto en función de estos principios.

El capital avanzaba sobre el trabajo. Perón se alzaba desafiando a su tiempo. La


privilegiada perspectiva que hoy nos dan las tres décadas transcurridas nos permite apreciar cuan
visionario era su Proyecto. Tal vez porque la creación ha nacido del Pueblo y el ciudadano que
ofrece hoy el presente conjunto de ideas, valores y objetivos concretados bajo el nombre de
Modelo Argentino, tal vez no tenga otra virtud que la de haber querido e interpretado la voluntad
de ese Pueblo.

La muerte de Perón y la antesala del “Proceso”

Si bien los primeros resultados del Pacto Social fueron satisfactorios, no pasaría mucho
tiempo sin que la política de concertación alentada por Perón mostrara sus limitaciones porque la
consolidación del proyecto de Perón hubiera requerido una considerable disminución del grado de
dramatismo de la política argentina.

La crisis del sistema capitalista a nivel internacional coadyuvó al agravamiento de la


situación ya que los empresarios renunciaron a absorber el costo de la inflación importada por la
crisis internacional del petróleo.

En este marco de profundización de la conflictividad social, Perón apresuró la


presentación de su Modelo argentino para el proyecto nacional, como un llamado casi
desesperado a la unidad nacional. Pero su salud física parecía debilitarse a la par de su poder
político. El 12 de junio de 1974 se dirigirá por última vez al pueblo.

El lunes 1° de julio de 1974 falleció Juan Domingo Perón. A partir de esa fecha, la
descomposición del frente nacional se aceleró y las pasiones, sobre todo las más bajas pasiones
políticas, se desataron.

Allí quedó el Modelo argentino para el proyecto nacional, devenido en su legado póstumo.
Legado no recogido por sus contemporáneos

La asumida voluntad de realizar un proyecto nacional, componente necesario para su


propia existencia según el modelo propuesto por Gustavo Cirigliano (principio 16°), prácticamente
dejó de existir al desaparecer físicamente Perón.

Con la llegada al poder de María Estela Martínez se irá diluyendo cualquier aspiración a un
Proyecto Nacional. El poder quedó vacante y fue usufructuado por el sector más retrógrado y
reaccionario enquistado en el gobierno: el liderado por José López Rega. Y cuando éste salió de
escena (a mediados de 1975), ya no hubo posibilidad de recuperar la iniciativa política.
El sangriento golpe de 1976 había comenzado a gestarse mucho antes, en las entrañas de
un gobierno que fue languideciendo, atenazado por su incapacidad de retomar la marcha del
Proyecto de la Justicia Social que había quedado pendiente con la muerte de Perón. Porque a
partir del 28 de agosto de 1975, cuando la presidenta aceptó la renuncia del comandante en jefe
del Ejército, general Alberto Numa Laplane, y nombró en su lugar a Jorge Rafael Videla, sólo
restaba esperar el final.

VI.- Conclusiones.

Vigencias y herencias

A partir de la muerte del General Perón, las fuerzas del contra-proyecto se desataron con
violencia, primero a través del brazo armado parapolicial: la Triple A y, posteriormente, encarnadas
en los grupos de tareas de las Fuerzas Armadas y de Seguridad.Estas últimas unidas a las fuerzas
económicas del capital concentrado terminaron desembarcando en un lockout del campo y en el
posterior golpe militar del 24 de marzo de 1976. En esta alianza se objetivan claramente los
lineamientos del contra-proyecto que exceden la esfera de lo económico apuntando a lograr un
disciplinamiento social generalizado por medio de un drástico cambio de la vieja estructura de
relaciones económicas, sociales y políticas cuya instauración exigió los 30.000 desaparecidos

El modelo instalado en 1945 se corresponde con el llamado por Cirigliano “Proyecto


Nacional”. Y dadas las características del mismo, donde la redistribución económica se da por
medio de la acción del Estado, así como la inclusión y protagonismo de la clase trabajadora, como
sujeto del modelo, concluye con que la Justicia Social es el pilar central de la gestión.

En el período recortado para el análisis, 1945-1976, pueden leerse prístinamente los


comportamientos de las dos fuerzas en pugna, las que pugnan por la destrucción del Proyecto de
la Justicia Social contra las que representan el contra-modelo..

Cirigliano sostiene que “cuando el pueblo se lanza a la acción, el proyecto pasa a ser
historia”. En este sentido, la definición se encuadra en el período que sucede a 1955 y en el que se
desarrolla la llamada “resistencia peronista”. Aunque recién con la crisis del 2001 comenzarán a
abrirse nuevos caminos y, consecuentemente, a abrirse un nuevo debate en torno al Proyecto
Nacional.

Es evidente que esa historia avala el presente y que la lucha se prolonga en el debate que
sigue centrado en el tipo de proyecto a llevar adelante. Ahí resurge la clara vigencia del Proyecto
de la Justicia Social y sus herencias; y también la persistencia de las fuerzas del contra-proyecto
que se parapetan tras los mismos discursos de antaño.

Los pueblos, cuando se están reconstituyendo, no se resignan a no ser sujetos de su


propia historia.

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VII. Ejes del Proyecto (pendiente) de la Justicia Social (1945-1976)

1- Valores: 7- Población del proyecto:

Identidad e integración nacional y Valoración cualitativa de nuestra población.


latinoamericana. Justicia social. Felicidad del 200 millones de latinoamericanos. Apertura a la
Pueblo. Grandeza de la Nación. Soberanía política. inmigración latinoamericana.
Independencia económica. Lealtad.
8- Sistema educativo:
2- Rol del Estado:
Alfabetización plena. Expansión de la
Garante activo de la Justicia Social. Actor matrícula secundaria. Articulación de la educación
privilegiado de la integración nacional y regional con el modelo productivo. Derogación de los
(latinoamericana), en el marco de un proceso de aranceles universitarios. Creación de la Universidad
universalización en marcha. Obrera. Crecimiento de la matrícula universitaria.
Formación de dirigentes de organizaciones
3- Estructura social:
políticas y sociales.

Alianza entre la clase trabajadora y el


9- Eje económico:
pequeño y mediano empresariado nacional. El
Pueblo como unidad de una estructura Modelo de acumulación distribucionista,
multisectorial. Comunidad organizada. Eje: los basado en el desarrollo industrial. Redistribuye la
trabajadores organizados. Trípode: Los riqueza equitativamente a través de la Justicia
trabajadores, el Estado y los empresarios. Social. Recauda con la expropiación parcial de la
renta agraria.
4- Ideología:
10- Exportación:
Justicialismo. Tercera posición.
Tecnología nacional. Materias primas
5- Instrumentos legales básicos:
procesadas. Productos industriales. Alimentos.

Constitución Nacional, reformada en 1949. Productos culturales.

Primer y segundo Plan Quinquenal. El Plan Trienal


11- Importación:
(1974-1977). El Pacto Social.
Bienes de capital para la profundización del
6- Marco mundial:
avance industrial

Guerra fría. Constitución de los no


alineados. Cambio del eje este-oeste por el de
norte-sur. Alineamiento con los países del Tercer
Mundo.
NAVARRO, MARYSA - BARRY, CAROLINA - PIGNA, FELIPE
y CARBALLEDA, ALFREDO
Eva Perón. Sufragio femenino. Fundación Eva Perón

“Evita”

Evita fue la primera esposa de un presidente argentino que usó su condición de primera
dama para hacer política. La carrera política de Evita, es tanto más notable puesto que a principios
de los años 40 las mujeres argentinas ni siquiera podían votar y la política era una actividad del
ámbito público normalmente reservada a los hombres

Su presencia, no sólo desafiaría el estereotipo de la “mujer argentina” sino también el de


la “esposa del presidente”. Aquí vale la pena mencionar un hecho irónico y es que, a pesar de las
profundas diferencias entre Evita y el grupo de mujeres socialistas antes mencionado (Alicia
Moreau de Justo, Sara Justo, etc.) había en varias de ellas un elemento común: al igual que Evita
estaban unidas a dirigentes políticos que avalaron sus actividades políticas”

El tono del debate parlamentario fue muy distinto del que había predominado en la
década del 30. En ambas cámaras los legisladores ya no hicieron hincapié en las debilidades
mentales o físicas de las mujeres (especialmente su falta de musculatura) o en sus deficiencias
educacionales, sino que, muy por el contrario, recalcaron sus contribuciones, su participación en
la fuerza de trabajo y su presencia en los momentos importantes de la historia argentina.

Sobre el sufragio femenino

Durante la campaña electoral de 1946, en la que Perón fue elegido, se incorporó a los
programas de los sectores principales que apoyaron a Perón el tema de voto femenino, aunque
este no encabezó las prioridades de la agenda electoral. Mientras que de a poco empieza a cobrar
visibilidad la figura de Evita.

La aparición de Evita en la escena incentivó la partición de algunas mujeres en estas


arenas poco frecuentadas. La presencia de la mujer se fue haciendo sentir entre los dos
contrincantes principales de la elección del 24 de febrero sobre todo porque se la consideraba
como un elemento de prestigio e incorruptible a ser tenido en cuenta a la hora de sumar
voluntades. Si bien las mujeres no votarían en la elección, constituían un importante núcleo de
propaganda política. Los acontecimientos que eclosionaron el 17 de octubre de 1945 habían
puesto de relieve la capacidad de convocatoria general, y de las mujeres en particular, que este
naciente peronismo poseía, sobre todo entre aquellas de extracción popular. Esta adhesión al
peronismo no se circunscribió únicamente a ocupar las calles, sino que las mujeres que lo
apoyaron actuaron como agentes activos de la movilización y como fundadoras de centros cívicos
femeninos. Los principales componentes de la coalición que sustentaba la candidatura de Perón

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(el Partido Laborista y la Unión Cívica Radical Junta Renovadora) crearon sus propias secretarías y
comisiones femeninas. A estas fuerzas políticas se les sumaba el Centro Universitario Femenino
(CUF) que llamaban directamente a las mujeres a afiliarse y manifestaban la urgente necesidad de
otorgar los derechos políticos a la mujer.

Cuando Perón asumió la presidencia, el sufragio femenino formó parte del conjunto de
leyes del Plan de Gobierno A partir de ese momento el gobierno peronista inició una fuerte
campaña que tuvo en Eva Perón su portavoz privilegiada. El voto femenino era un tema social y
políticamente aceptado por la mayor parte de la dirigencia nacional, y difícilmente encontraría
obstáculos para su implantación. Sin embargo, la campaña a favor del voto femenino fue una de
las aristas en que se apoyó Eva Perón para la construcción de su todavía incipiente liderazgo.

Sin embargo, la campaña a favor del voto femenino fue una de las aristas en que se apoyó
Eva Perón para la construcción de su todavía incipiente liderazgo. Los discursos de Evita la
convirtieron en la portavoz de un movimiento de mujeres cuyo origen social era muy diferente al
de las primeras feministas. Por eso, cuando se colocó al frente de la campaña, capitalizó toda una
historia de luchas infructuosas de grupos feministas y sufragistas que desde hacía varias décadas
atrás presionaban sobre el Estado y ayudaban a mantener el tema sobre el tapete.

El 9 de septiembre de 1947 se sancionó la Ley de Sufragio Femenino, que fue el primer


paso en la incorporación formal de las mujeres al ámbito político, aunque sería insuficiente decir
que la incorporación se produjo a partir de dicha ley. Con su sanción, las mujeres obtuvieron los
mismos derechos y deberes cívicos que la reforma electoral de 1912 había garantizado sólo a los
varones, es decir, la obligatoriedad de votar en las elecciones a partir de los 18 años y el derecho a
ser candidatos a puestos electivos.

No era la primera vez que se trataba un proyecto de ley de sufragio femenino en el


Parlamento. Entre 1919 y 1942 se presentaron más de una decena de proyectos, pero ninguno
llegó a buen puerto. A pesar de ser un tema ampliamente consensuado por el cuerpo legislativo,
la presión ejercida por Eva Perón produjo también su efecto.Al día siguiente de la sanción,
Democracia publicó un mensaje suyo en el que señalaba que la promesa del líder se había
cumplido. Con esas palabras, Eva Perón inauguraba la segunda etapa de la incorporación de las
mujeres a la política. A esta altura de las circunstancias, ella era una figura tangencial dentro del
poder peronista y fuera de la estructura formal del gobierno. Si bien ya había comenzado su
programa de ayuda social, faltaba aún un año para que la Fundación Eva Perón, el más formidable
organismo benefactor creado por el peronismo al margen de las estructuras formales del Estado,
fuese organizada formalmente.

Numerosas mujeres se congregaron en distintas instancias organizativas y se hicieron eco


de la campaña a favor del sufragio femenino, y también de la incipiente obra de ayuda social
encarada por Evita. Mientras aumentaba su presencia pública y su liderazgo, se hacía más notable
también la aparición en escena de las mujeres, primero de forma inorgánica y luego
organizándose en centros cívicos femeninos. Estos estaban presididos, en general, por alguna
mujer del barrio que apoyaba vivamente a Perón o por las esposas de los dirigentes políticos
barriales. Algunos funcionaban dentro de los comités o centros partidarios del peronismo y, la
mayoría, en la casa de alguna vecina del barrio. Los centros cívicos femeninos, a diferencia de las
secciones o ramas femeninas, no tenían relación alguna con la Junta Central del novel Partido
Peronista, ni con ninguna facción política. Se constituyeron con la única intención de “cooperar
con la esposa de Perón en su campaña de obra y justicia social”, asegurar los derechos políticos
de la mujer y afiliar a las simpatizantes. En 1948, por indicación de Evita, las llamadas
“Agrupaciones Femeninas de Obra Social María Eva Duarte de Perón” pasaron a denominarse
“Centros Cívicos Femeninos María Eva Duarte de Perón”. Todas las manifestaciones políticas
surgidas desde fines de 1945, organizadas o no, cimentaron de alguna manera un campo propicio
para la creación del PPF. La sanción de la ley de voto tuvo una significación especial para el
peronismo: la coronación de Evita como la propulsora indiscutida del ingreso de las mujeres en la
política, situación que ayudó a construir su liderazgo. Perón fue el intérprete de los trabajadores,
como Evita lo fue de las mujeres. La ley era un paso formal, pero no era suficiente para incorporar
o crear espacios en los partidos políticos que incluyeran a las mujeres. Esto llevó a desacuerdos
por desinterés, incapacidad o ignorancia respecto de la manera de implementar su inclusión
partidaria, así como también produjo cierto temor acerca de cuál sería el comportamiento
electoral de la mitad de la población. Se produjo un quiebre en todas las fuerzas políticas que
llevó a plantearse cuáles serían los caminos adecuados para la inclusión. En este sentido el
peronismo se colocó en la palestra, y la situación fue diferente a la de otras fuerzas políticas, ya
que posibilitó la ampliación de sus bases de sustentación política al incluir a sectores sociales que
antes no habían sido incluidos.

Sobre la Fundación Eva Perón

Tras el decreto 20.564 firmado por Perón, nace la Fundación Eva Perón el 8 de julio de
1948. Esta la organizó Eva Perón porque entendió que los trabajadores podían conseguir sus
avances sociales a través de la CGT pero los que se encontraban fuera del circuito regular de
trabajo debían tener otro ámbito para canalizar sus pedidos y exigir sus derechos. Su
financiamiento inicial provino de un fondo instituido por el ministro de Hacienda Ramón Cereijo,
quién abrió una cuenta especial en el Banco Nación.Poco después el gobierno decretó que iría
directamente a la cuenta de la Fundación el aporte obligatorio proveniente de los descuentos
efectuados a todos los trabajadores del país por los feriados del 1 de mayo y el 17 de octubre.

La Fundación contó con expertos en el área sanitaria como el prestigioso cirujano Ricardo
Finochietto. En su escuela de enfermeras regenteada por Teresa Fiora, se graduaron unas 1300
enfermeras por año, que cumplían funciones en todos los hospitales del país, reemplazando en
muchos casos a las tradicionales monjas samaritanas.La obra de la fundación fue monumental.

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Sus enemigos decían que la ayuda social era demagógica y ‘excesiva’, partiendo del
primitivo y mezquino concepto de que todo aquello era demasiado para ‘esa gente acostumbrada
a conformarse con poco’, por la que sentían un indisimulable desprecio, que se iba tornando cada
vez más recíproco.

Esa mentalidad egoísta y clasista se expresó claramente en el informe hecho por la


comisión que investigó a la Fundación después del derrocamiento de Perón en 1955.

La acción social en la Argentina 1945/1953

Las primeras intervenciones claras del Estado dentro del campo de las políticas sociales
comienzan en nuestro país a partir de 1943. La Política Social empezará a dar un nuevo sentido a
las instituciones de salud, acción social o educación, incorporando nuevas modalidades de
intervención y generando una nueva simbolización de éstas, que aún hoy permanece en el
imaginario colectivo. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, el Estado asume un papel de
mediador entre el capital y el trabajo, ordenando esa relación y por otro lado gestando lo que más
tarde será denominado como Derechos del Trabajador. La puesta en marcha de una clara
demarcación de la jornada de trabajo en los convenios que se van elaborando, la extensión del
sueldo anual complementario, la jubilación, gestión de Juan D. Perón al frente de esa Secretaría.
Años más tarde, los Derechos del Trabajador se incluirán dentro de los Derechos Sociales y
tendrán forma constitucional (1949). Por otra parte, debido a una marcada política proteccionista
en la economía sumada a favorables factores externos, entre 1943 y 1947 se llegó a la ocupación
plena. El mismo crecimiento se da en la sindicalización de los trabajadores.

La aparición en forma más sistemática de Políticas Sociales, a través de programas y


planes de gobierno, las podemos hallar a partir de 1946, en especial desde las acciones de la
Fundación Eva, el Primer Plan Quinquenal y la gestión del Ministerio de Salud de la Nación. El
particular impacto de las Políticas Sociales en nuestro país puede relacionarse con la forma en
que éstas atravesaron a todo el entramado social no solamente en términos de eficiencia, sino en
la generación de nuevos sentidos, tanto en las propias instituciones, como en aquellos que eran
cubiertos por éstas. Por otra parte, cambios significativos en la estructura social, que van desde la
vida cotidiana hasta los indicadores de lo macro, harán que el Peronismo irrumpa en la vida
política argentina como una práctica novedosa que ponía gran énfasis en sus ejes doctrinarios: la
Justicia Social, la Soberanía política y la Independencia Económica. Las formas de intervención
estatal a través de la política social de ese período, se caracterizaban por un marcado centralismo,
lo que implica una mayor presencia del Estado en cuanto a diseño y ejecución de políticas
sociales, generando además un nivel de operatividad pocas veces alcanzado.

A partir de 1946, el Dr. Ramón Carrillo, ya a cargo del recientemente creado Ministerio de
Salud, llevará adelante políticas sanitarias que en principio buscaban extender la cobertura de
salud a prácticamente todo el país. Pero la elaboración y aplicación de éstas son definidas por
Carrillo como subsidiarias de la Política Social.Del mismo modo que no puede existir una política
sin una economía organizada en beneficio de la mayoría, tampoco puede existir una medicina
destinada a la protección de la colectividad sin una política social bien sistematizada para evitar el
hambre, el pauperismo y la desocupación.

La asistencia legitimada Las acciones de Política Social relacionadas con el gobierno


Justicialista en el período 1945- 1955 pueden analizarse desde dos perspectivas. Por un lado, nos
encontramos con los planes quinquenales. Estos abarcan a todas las cuestiones del Estado. Por
otra parte, la Acción Social también se expresa en relación a la Fundación Eva Perón. En esta
última nos encontramos con un accionar, en una primera etapa, no planificado, que fue definido
por la propia Eva Perón como: "llegar a los lugares donde la Justicia Social aún no ha llegado".

Desde esta perspectiva, la Fundación se enunciaba como un estamento de la Acción


Social que tenía una tarea por cumplir, pero que terminaba, estaba delimitada, cuando la Justicia
Social abarcara a toda la población. Es importante tener en cuenta además que la Fundación
ocupa el lugar que había tenido hasta entonces la Sociedad de Beneficencia. Planteada con una
clara postura crítica hacia ésta, apoyada en cambiar la concepción de caridad o filantropía por la
de dignidad, derechos sociales y ayuda social específica. Posiblemente, el fuerte impacto de esta
forma de política social que articula los planes quinquenales con la espontaneidad y la "urgencia"
de la Fundación, centrado en una nueva concepción de sujeto de las políticas sociales, éste ahora
es un sujeto de derecho social, lo que recibe ya no es obra de la caridad sino que es simplemente
una cobertura que el Estado está obligado a otorgar por definición y por derecho constitucional.

Desde los organismos internacionales o desde las experiencias de otros países, si bien
comenzaba a declamarse (hablar en público) por los derechos sociales y por la búsqueda de
acción social que paliara las desigualdades, en ese momento estas cuestiones en muchos casos
no pasaban más que por el enunciado. Eva Perón viaja a Europa en 1947, en principio con el
objetivo de tomar contacto con organismos de Asistencia Social, en el momento que la Fundación
aún no se había creado. Recorre España, Francia, Italia y Portugal, tal vez con la idea de aprender
de la experiencia en Acción Social del viejo continente, pero vuelve decepcionada. Si analizamos
las diferentes disciplinas que se desenvolvían dentro de estas nuevas Instituciones creadas por el
Estado, en ellas aún perdura digamos una modalidad anterior, más relacionada con los parámetros
de la década de los treinta y cierta conformación liberal-positivista. La vinculación de las
disciplinas con los derechos sociales, marca una nueva lógica y direccionalidad. Es conveniente
tener en cuenta que la aparición de las Políticas Sociales marca nuevos sentidos y en este caso
nuevas direcciones que atarán a las prácticas del campo de lo social a éstas y en especial al
Trabajo Social. Con respecto a este punto, la Fundación contaba con las llamadas "células
mínimas" cuya función era detectar necesidades, o, en el lenguaje de la época; situaciones de
injusticia social. La organización del trabajo tuvo su primer escalón en las "Células Mínimas" que
tenían la función de detectar necesidades. Recorrieron los lugares más alejados del país,
elaborando fichas asistenciales y estadísticas, generalmente en compañía de médicos que
elaboraban breves diagnósticos sobre el estado sanitario de la población infantil. Luego del

79
informe socioeconómico del lugar, la Fundación planificaba la construcción y finalmente, Eva
Perón determinaba la construcción del Hogar. Este hecho tal vez sea una de los primeros
antecedentes de elaboración comunitaria o regional de diagnósticos sociales, mostrando por otra
parte el antecedente de una primera separación en lo que serán en el futuro las prácticas del
Trabajo Social con respecto a la concepción paramédica o para jurídica en las que había sido
fundado. La preocupación por lo social, conformará este desprendimiento, apareciendo quizás
como precursor de las primeras prácticas relacionadas con la ejecución de Políticas Sociales. Por
otra parte, podemos encontrar datos más concretos con respecto al Trabajo Social, en la
conformación administrativa de los Hogares. El Servicio Social trabajaba en relación al personal
docente y al personal médico, dividiéndose la tarea en dos etapas, pre ingreso y asistencia. En esa
segunda etapa una de las funciones del Servicio Social era en el caso de los niños huérfanos
ubicar un tutor para el niño. Era función del Asistente Social, mantener el vínculo de los menores
internados cuando lo tenían, con su grupo familiar de origen. Es interesante pensar que al igual de
los enunciados referidos a la política social, el paso de los menores por los Hogares de la
Fundación era visto como una transición o etapa, de ahí la permanente vinculación con el contexto
de las instituciones de minoridad o en las normas internas de funcionamiento. Otro elemento
interesante para el análisis de tipo institucional es el de la inserción de los menores en ceremonias
y celebraciones de tipo cultural o religioso.

Desde una perspectiva eficientista, hoy se podría decir que los gastos eran innecesarios o
excesivos. Aunque es en estos detalles, digamos más ligados a la cotidianidad, desde donde se
construyó una Acción Social que impactó en forma relevante en la subjetividad. Las Políticas
Sociales del Gobierno Peronista no sólo coadyuvaron para lograr indicadores sanitarios o sociales
importantes, sino que transformaron la vida cotidiana. Es decir, estructuraron un modelo de país
atravesado por la idea de Justicia Social. Esto nos plantea tal vez una nueva forma de relación con
el Estado, donde una necesidad se transforma en un derecho social no cumplido. Hasta ese
momento, las necesidades estaban fuera del lugar de lo legal, del "derecho" y eran cubiertas por
la filantropía, la caridad y el asistencialismo. En el caso de la Asistencia Legitimada, tanto las
necesidades como los derechos se mantuvieron fuertemente en ese espacio definido como legal y
ratificado desde la Constitución cuando ya estaban en marcha y no en forma declamativa. Las
prácticas, de esta forma, funcionaban como articulantes entre los derechos sociales y la política
social. Desde esta perspectiva, la formación de los asistentes sociales pasaba por la detección de
problemas y el armado de estrategias de socialización o resocialización, desde una mirada más
microsocial y vinculada a la idea de sociopatía. Si analizamos este proceso, veríamos que desde
las ideas, si se quiere "académicas" de la época, se planteaba a la pobreza como asociada a la
"desviación social". Por otro lado, tal vez el fuerte impacto de este tipo de Política Social está
asociado a correr a la Acción Social del lugar de la asociación pobreza-desviación. De esta forma,
la pobreza no se penalizaba al universalizarse las acciones. Mientras que se valorizaba la
cotidianidad cultural de los desposeídos, no se ponía el acento en cambiar el ethos popular,
solamente se hacía hincapié en la cuestión de la dignidad.
La idea de Comunidad, enunciada por el peronismo, no es algo fundado dentro de la ley,
sino que como la Justicia Social es algo a conseguir, a través de la lucha de la puja entre intereses
opuestos o a veces aliados. De ahí la figura de la asimetría, de la posibilidad de analizar las
relaciones de poder en términos de relaciones fuerza y no desde el esquema jurídico de la
soberanía. La política laboral iniciada desde la Secretaría de Trabajo y Previsión Social en 1943,
impactó desde lo formal, pero a su vez desde la generación de nuevas formas de litigar,
organizarse y obtener fuerzas desde el sector del trabajo, ahí las nuevas relaciones de poder que
se construyen. La referencia a la dignidad y los derechos sociales que plantea la práctica de la
Fundación Eva Perón, hablaría enunciativamente de "derecho natural", pero en definitiva es un
llamado al litigio, justamente dentro de las relaciones de poder. Ahora esa lucha se presenta
nuevamente como un camino hacia la idea de "comunidad organizada". Si intentamos pensar el
poder en términos de relaciones de fuerza, podríamos visualizar la conformación de estos nuevos
sentidos. Es desde ese juego que se va construyendo una nueva subjetividad, que delimita los
diferentes espacios de la lucha, territorializando a los oponentes, construyendo nuevas
representaciones. Si dejamos de lado la posibilidad de analizar y estudiar al poder desde su
localización central, podemos ver cómo en este período que estamos analizando, aparecen en la
sociedad argentina nuevas manifestaciones del poder y que éstas se relacionan con la vida
cotidiana, la movilización y el Estado Social. Esto no quiere decir que nuevos actores poseen
poder, sino que éste se ejerce dentro de relaciones que cambian de sentido y que éstas tienen
conformaciones desiguales que torcerán la realidad hacia uno u otro lado. Es quizás en la
oposición entre necesidades y derechos donde se recrean los espacios de la lucha y de nuevas
relaciones de poder. Siendo la relación la que determina los elementos entre los cuales se mueve.
Y es justamente esa relación la que conforma nuevos sujetos que posteriormente pueden ser
enunciados en términos de derecho.

81
GERCHUNOFF, P. y ANTÚNEZ, D.
De la bonanza peronista a la crisis de desarrollo

Perón antes de Perón

El martes 9 de octubre de 1945 Perón renunciaría a todos sus cargos oficiales en el


gobierno de Farrel. Estaban seguros de que Peron encubria una clara intención de ser presidente.
La destitución se convertiría en detención el viernes 12 de octubre, en la cuál sería enviado a la
isla Martin Garcia. Aún así, no se pudo impedir la proclamación de una huelga general para el día
18 de octubre, ni tampoco la sorpresiva congregación de multitudes obreras en la Plaza de Mayo
desde las primeras horas del miércoles 17.

1945 fue el año de una fuerte inflación de casi el 20% que provocó la caída del nivel de
actividad, de los salarios reales y del ritmo de creación de empleo. También es el año en que
terminó la SGM. Y el año en que, por primera vez, la participación de la industria manufacturera en
el PBI superaba a la del sector agropecuario en la industria argentina.

Después de la guerra

Peron creía que la posguerra traería profundos problemas. Creía poco en el éxito de las
conferencias internacionales. Las idas y vueltas de Bretton Woods parecían darle la razón. El
objetivo de esta conferencia había sido diseñar instituciones y políticas que evitaran los errores
cometidos en el periodo de entreguerras, errores que acabaron por dejar sin un manejo unificado
y coherente al sistema de pagos internacionales al pretender una reedición del patrón oro que
había funcionado con éxito hasta 1914.

Tras la guerra, en Europa, las manufacturas estaban paralizadas, el comercio estaba por
los suelos y las comunicaciones estaban sumamente interrumpidas. Para Keynes, solo con la
ayuda norteamericana Europa se encaminaría a recuperar un potencial exportador que la dotara
de divisas que hicieran sostenible la aplicación de tipos de cambios fijos y convertibles.

Las dificultades del flamante orden económico internacional para resolver con eficacia los
recurrentes problemas de la posguerra, en combinación con el notorio crecimiento electoral de los
partidos comunistas en países como Italia, Francia, Holanda o Bélgica, impusieron una revisión de
la política ahorrativa norteamericana. Poco a poco los EEUU fueron acrecentando su disposición a
intervenir en forma directa y comprometida. Así, para 1947, el presidente Truman y su secretario
de estado Marshall retornaron al pensamiento de Keynes e idearon un programa financiero para
recuperar la capacidad productiva de la región occidental de Europa. Pero la evolución hasta
llegar a esa decisión sería lenta, y en 1945 ni siquiera estaba planteada.
Partidos políticos y coaliciones de muy distinta raigambre ideológica adoptaron, con sus
matices, programas en cuyo centro había una mayor intervención estatal (Francia, Gran Bretaña,
EEUU, el fascismo y el socialismo). Las guerras, la depresion y en muchos países el atraso
económico, eran los factores convocantes de la actividad del Estado.

La herencia de la industrialización

La industrialización argentina era un proceso que venía de lejos.

1- Entre 1880 y 1914, la locomotora agropecuaria vinculada al imperio inglés


arrastraba actividades industriales que giraban en torno del ferrocarril y de la elaboración de
alimentos.

2 - El estallido de la Primera Guerra Mundial significó un primero y efímero impulso a la


sustitución de importaciones.

3 - En la década del 20, el presidente Alvear pudo recibir con beneplácito un flujo masivo
de intervenciones extranjeras en la industria, predominantemente de origen estadounidense, que
amplió aceleradamente la gama de la producción nacional.

4 - Durante los 30, el cambio de régimen macroeconómico le dio otro impulso a la


industria. La demanda aumentaba, pero esa demanda no podía canalizarse hacia bienes
importados. Por lo tanto, la sustitución de importaciones florecía.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la depresión no llegó a Argentina. Sobraban divisas y


faltaban bienes. Las naciones involucradas en el conflicto necesitaban toda su producción
fronteras adentro e importar lo que fuera necesario para evitar escasez a las poblaciones
movilizadas. Argentina comenzó a venderle significativamente a la primera potencia mundial, le
vendió al conjunto de América el 50% de sus exportaciones totales. En 1946, inmediatamente
después del cambio de gobierno, las reservas internacionales del Banco Central estaban
constituidas en un 65% de oro y divisas de libre transferencia y en un 35% de divisas de
compensación.

Las manufacturas de origen nacional abastecían al mercado interno e incluso se


proyectaban hacia el exterior: durante 1943, las exportaciones industriales fueron casi el 20% de
las exportaciones totales. Era el crecimiento industrial el que había neutralizado los pronósticos
recesivos, casi unánimes al iniciarse la contienda. La guerra había significado industrialización con
crecimiento de empleo.

Mundo feliz (1946-1949)

Peron accedió a la conducción del Poder Ejecutivo el 4 de junio de 1946.

83
A pedido de Peron, Farrel había nacionalizado y reformado el sistema financiero y había
creado el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI). También a pedido de P,
Farrel nombró a Miranda presidente del Banco Central y al mismo tiempo titular del IAPI. Miranda
tenía una obsesión: convertirse en el custodio del desarrollo industrial argentino.

El periodo 46-49 se caracterizó por la persecución del ideal del pleno empleo, el aumento
de los salarios reales y un profundo cambio distributivo. Si la guerra hubiera sido industrialización
y empleo, la inmediata posguerra de Peron iba a ser un aumento acelerado del nivel de actividad
en todos los sectores vinculados al mundo urbano, un incremento inédito de las remuneraciones
populares y un salto en la participación de los trabajadores en el ingreso. En apenas tres años, los
estratos sociales más sumergidos experimentaron la multiplicación en el poder de compra de sus
ingresos y las clases medias accedieron a un conjunto de nuevos bienes que implicaron un salto
de calidad en su confort. Esa fue la impronta del Peronismo.

¿Prosperidad sin fin?

La necesidad politica era la de sortear sin problemas el desafío de unificar en un


movimiento político y bajo su liderazgo personal los fragmentos que lo habían apoyado en las
elecciones de febrero de 1946. Naturalmente, los incrementos salariales y la distribución
progresiva del ingreso eran funcionales a ese propósito. Perón entreveía un equilibrio político
internacional inestable.

Esa razón hacía necesario que la Argentina se refugiase en su mercado interno como el
espacio económico y político donde asegurar su futuro. Desde luego, que si lo que había que
atender era el mercado interno, lo primero que había que hacer era darle forma. Para ello Perón
necesitaba consolidar una demanda interna que actuara como locomotora de un ciclo virtuoso de
crecimiento económico y cuyo punto de partida fuera la expansión del consumo. Como, a
diferencia de otros países, la inmensa mayoría de la población ya estaba integrada a través del
empleo al circuito capitalista, ello solo se podía lograr con un fuerte aumento en los salarios que
provocaran una redistribución del ingreso que actuaría como impulsora de la producción.

Con el final de la guerra y la gradual adaptación de las naciones beligerantes a los nuevos
tiempos de paz fue desapareciendo el racionamiento de bienes importados. Volvía a haber
productos para comprar y medios de transporte para acercarlos al país. La Argentina había estado
ahorrando en exceso y disponía de un sobrante de divisas; era por lo tanto una invitación a gastar.

Las cotizaciones internacionales de las exportaciones argentinas permanecieron muy


altas hasta 1949, y ello determinó que el país se beneficiara de los mejores términos del
intercambio exterior del siglo. La abundancia de reservas internacionales en oro y divisas de libre
disponibilidad y la perspectiva que tenía el gobierno de que esa abundancia se perpetuaría,
hicieron posible que los múltiples tipos de cambio permanecieran estables hasta la devaluación
inglesa de septiembre de 1949.
La función más relevante del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) fue
la centralización del comercio exterior. Su intervención permitió cortar el vínculo hasta entonces
automático entre los precios internacionales y los precios nacionales de los bienes agropecuarios.
Pagó a los productores rurales una cotización algo así como un 50% menor que la que percibía
por sus ventas al mercado mundial. Mientras los campos devastados de Europa no recuperaran su
capacidad productiva, los precios de los productos agropecuarios que la Argentina exportaba se
mantendrían en un nivel muy alto, de modo que el mecanismo que el IAPI ponía en práctica
conservaría su viabilidad sin llevar a los productores rurales a la quiebra.

Al recortarse los precios nacionales de los alimentos, los incrementos de los salarios
nominales, que se tornaron muy frecuentes con el nuevo gobierno, derivaron en mayores salarios
reales y en una expansión del consumo que adiciono demanda efectiva e incentivó la producción y
las inversiones. Otras iniciativas peronistas: los controles de precios, la institución del aguinaldo, la
ley de alquileres (el 63% de la fuerza de trabajo no tenía casa propia). Entre el 46 y el 48 los
salarios reales se incrementaron un 40%.

Los comerciantes de todos los ramos vivieron su momento de euforia. Entre el 45 y el 48


las ventas de cocinas aumentaron un 106%. Las heladeras un 218%, la indumentaria para señoras
y niños un 125%, la indumentaria para hombre un 100%, el calzado un 133%, los discos
fonográficos un 200%, y la radio casi un 600%.

Protección, crédito, industrialización

La voluntad oficial era proteger la producción de manufacturas de "interés nacional", es


decir, toda la industria. Durante los años iniciales del gobierno peronista, esta bateria de políticas
se volcó a favorecer el surgimiento de nuevas empresas industriales y el reequipamiento de las
existentes, aprovechando los grados de libertad que otorgaba el buen nivel de reservas
internacionales.

El Banco Central: su nacionalización lo convirtió en un instrumento pleno de la acción del


gobierno. Lo que importaba bajo el nuevo régimen eran las autorizaciones que el Banco Central
otorgaba a las instituciones financieras para que estas inyectaran dinero en la economía nacional
concediendo préstamos.

Los préstamos totales se quintuplicaron entre 1945-1948; los préstamos del sector privado
estuvieron cerca de triplicarse. Las tasas de interés no pasaron del 5% anual. Los préstamos a la
industria se sextuplicaron mientras que los destinados al sector agropecuario se duplicaron. El
privilegio mayor fue, durante los años iniciales del gobierno, para los empresarios industriales sin
distinciones. Para un Peron escéptico sobre un futuro de paz para el mundo, la cifra del progreso
económico era el autoabastecimiento.

85
Así como los precios internacionales altos de los bienes que exportaba la Argentina hacian
viables la mayoría substancial en el poder de compra de los trabajadores y la expansión de la
demanda de consumo, así como el arsenal proteccionista garantizaba la reserva del mercado
interno para quienes producían fronteras adentro, el crédito barato permitía a la industria pagar el
nuevo nivel de salarios. Cada pieza era necesaria.

La expansión del crédito a través de los redescuentos del Banco Central fue una lluvia de
pesos para la mayoría de los argentinos, gratamente sorprendidos por lo que era una novedad.
Naturalmente, la inflación se aceleró, pero menos de lo que cualquiera podría suponer.

Es posible que la politica de Peron se haya beneficiado de un encadenamiento de hechos


virtuosos: los salarios reales aumentaban, el patrón distributivo se volvía más igualitario, la
demanda de dinero se incrementaba y consecuentemente las presiones inflacionarias se
moderaban.

La transformación del Estado

- La intervención pública antes de Perón: Primero había sido la creación del Banco
Central, de las Juntas Reguladoras de granos y carnes y de la Corporación Argentina de
Productores. Con el golpe del 4 de junio comenzaba a prefigurarse un Estado empresario con un
rol central de los militares. Perón aceleró la transformación. Su prioridad fue poner al Estado
nacional al servicio del modelo de desarrollo económico naciente.

La participación del estado empresario en el gasto total pasó del 36% en 1946 al 47% en
1950. La obvia explicación de este fenómeno reside en el traspaso a manos del Estado de los
servicios públicos y de las fuentes de energía, hasta entonces de propiedad extranjera. Este
traspaso era central para la nueva politica económica.

- También nacionalizó los ferrocarriles: en 1948 se firmó el Pacto Andes. De acuerdo


con esto, la Argentina terminó pagando los ferrocarriles con un crédito otorgado por el propio
gobierno inglés a cuenta de los futuros excedentes comerciales. Nada era más conveniente que
pagar con la moneda vulnerable y quedarse con la moneda garantizada.

A los ferrocarriles les siguieron los teléfonos, las usinas eléctricas, las empresas de gas,
los puertos con sus elevadores, las plantas de servicios sanitarios, los seguros, los silos de
campaña. De esas nacionalizaciones surgieron nuevas empresas estatales que impulsaron la
inversión pública.

Para 1949 el nuevo texto constitucional consagró legalmente esa politica al declarar al
estado dueño natural de los servicios públicos y de las fuentes de energía. El Primer Plan
Quinquenal 1947-1951 complementó las nacionalizaciones con una guía sistematizadora de las
inversiones públicas que incluyó la defensa exterior, un rubro que durante 1946 había explicado el
60% de los gastos de capital llevados a cabo por el sector público.
La politica social de Perón fue de naturaleza macroeconómica: los salarios altos y el pleno
empleo.

- La Fundación Ayuda Social María Eva Duarte de Perón: financiada con donaciones
empresariales obtenidas la mayoría de las veces con métodos cuasi compulsivos.

La fundación construyó hogares de tránsito para los indigentes y los ancianos, distribuyó
subsidios monetarios, edifico 21 hospitales policlínicos y 19 hogares-escuela en regiones
abandonadas, repartió ropas, muebles, cocinas, maquinas de coser, proporcionó equipos a quienes
querían instalar talleres independientes y útiles escolares a los chicos más necesitados.

Entre ayer y mañana (1949-1952)

La economía se expandía a una velocidad similar a la de principios de siglo; los salarios


reales crecían sin pausa en un contexto inédito de pleno empleo y de fortaleza institucional de los
sindicatos; los beneficios empresariales también crecían, gracias al impresionante volumen de
ventas y al crédito barato para financiar las inversiones y el capital de trabajo. Incluso el campo
no tenía tantas razones para protestar y sus organizaciones gremiales se comportaban con
bastante moderación: si bien el estatuto del peón y la ley de arrendamientos rurales habían sido
iniciativas oficiales difíciles de digerir, si bien el IAPI se apropiaba de una buena parte de los
extraordinarios precios internacionales de la producción agropecuaria, los ingresos que les
quedaban a los hombres de campo eran suficientes para mejorar, entre el 45 y el 48, más de un
30% los términos del intercambio interior. Hubo durante esos años sustitución de cultivos en la
pampa húmeda. Crecieron en importancia semillas nuevas como el girasol, el maní y la cebada;
decrecieron cultivos tradicionales como el maíz, el trigo, el lino y la avena. No hubo una crisis rural.

En 1947, Perón proclamó la independencia económica.

En 1949, se reformó la constitución, permitiendo la reelección del presidente. Además, el


artículo 37 fijó los derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad y a la educación; el
artículo 38 incorporó la "función social" como límite al libre usufructo de la propiedad privada; el
artículo 40 determinó que las fuentes naturales de energía eran propiedad "imprescriptible e
inalienable" del Estado y que los servicios públicos "pertenecen originalmente al Estado y no
pueden ser enajenados ni concedidos para su explotación".

Para que la expansión productiva y la justicia social se sostuvieran debían cumplirse dos
condiciones: la perdurabilidad de los beneficiosos términos del intercambio exterior y la inflación
bajo control. Desafortunadamente, desde 1949 y hasta 1952 los términos del salario cayeron un
36%, hasta el mismo nivel que en 1935; en cuanto a la inflación, las cosas también empeorarían: el
promedio simple del periodo 49-52 fue del 33%, significativamente más alto que el 10% de
América Latina. La economía permanecería estancada hasta 1952. Esta nueva etapa ya no contaría

87
con Miranda: Alfredo Gomez Morales ocuparía la cartera de Finanzas, la presidencia del Banco
Central y la conducción del Consejo Económico Nacional.

Señales del mundo, señales del cielo

Durante 1947 y principios de 1948, Miranda había invertido las divisas en bienes de capital,
insumos críticos y repatriación de deuda. En su percepción, la conflictividad de las relaciones
internacionales derivaría en una nueva guerra y, con ello, en otra etapa de desabastecimiento y
altos precios de los alimentos y las materias primas. Pero un evento inesperado dio al traste con
su juego: el Plan Marshall.

El Plan reflejaba la decisión norteamericana de reconstruir, bajo su control, una Europa


próspera, capaz de producir y comerciar. Europa tenía que vender para comprar, y en particular
para comprarle a los EEUU. Y para vender tenía que producir. Serviría también como dique de
contención para las tentaciones expansionistas soviéticas.

El plan no parecía peligroso para la Argentina: resultaba económicamente neutral. Sin


embargo, al tratarse en el Senado norteamericano sufrió varias modificaciones: cada gobierno le
compraría los alimentos a sus propios productores y los donaría a las naciones europeas. Eso fue
lo que hicieron los EEUU por volúmenes muy cuantiosos, derrumbando los precios de mercado y
haciendo fracasar la especulación de Miranda.

Obtener menos divisas significaba detener el proceso de industrialización y amenazar el


pleno empleo. El gobierno de Peron quedó fuera del Plan Marshall: volvieron a la memoria las
tensas relaciones de Peron con el departamento de estado norteamericano al final del gobierno
de Farrell.

La mutación del escenario internacional provocó una caída de los precios y una reducción
de volúmenes en la producción y en las exportaciones agropecuarias. La fuerte sequía de la
campaña 1949-1950 fue apenas un anuncio de la que con mayor rigor azotaría al campo durante
1951-1952. Durante 1952 la noticia cotidiana era la imposibilidad de sembrar, la muerte del ganado
por falta de agua, los incendios espontáneos de campos. Se comio pan negro, pero lo comieron
todos.

¿Qué hacer?

Caídas de precios y sequías derivaron entonces en una drástica reducción de las divisas
disponibles, y ello obligó a comprimir aún más las importaciones. Pero el país había llegado a un
punto en el que era imposible contraer las importaciones sin alterar la producción industrial, que
obtenía del exterior muchos de sus insumos. Entre 1942 y 1952, las importaciones para la industria
y el propio nivel de actividad del sector manufacturero cayó.
La verdadera solución consistía en aumentar las importaciones, recibir inversiones
extranjeras, o una combinación de ambas cosas. Al finalizar los años 40 las inversiones extranjeras
orientadas a países como la Argentina constituían un casillero vacío; si había por entonces un flujo
masivo de capitales entre naciones, este era el del Plan Marshall, y su destino era Europa.

Había, pues, un único camino: alentar la oferta de bienes que pudiesen colocarse en el
mundo para mitigar la escasez de divisas. La industria no estaba preparada para insertarse en el
comercio internacional: su expansión diversificada en un mercado relativamente pequeño le
quitaba escala y le aumentaba costos.

En septiembre de 1949, la depreciación de la libra esterlina en algo así como un 30%


obligó a la Argentina a reajustar sus tipos de cambio en una proporción equivalente.

El gobierno apostó al campo. El IAPI se limitó desde entonces a la comercialización de las


cosechas. Desde 1949 el gobierno se adaptó a los nuevos términos del intercambio exterior,
menos beneficiosos para el país, y comenzó a comprar las cosechas a los productores a precios
más altos que los que percibía por su venta en los mercados internacionales.

Se necesitaban más saldos exportables si se quería mantener el desarrollo industrial al


que Peron aspiraba irrenunciablemente. Por eso, un segundo instrumento que se dibujó con
relieve entre 1949 y 1952 fue el de la reasignación del crédito por parte del sistema financiero
nacionalizado. Entre 1948-1951 el crédito a la industria se multiplicó poco más que por uno y
medio, mientras que el crédito al campo estuvo cerca de cuadruplicarse.

Había que ofrecerle al campo los insumos y los bienes de capital necesarios para
incrementar su productividad y por lo tanto su volumen de producción; había que tornar más
fructíferas las tareas de labranza y de cosecha, y hasta la propia actividad ganadera.

Sin embargo, la maldición de las repetidas sequías afectó tanto al agro que la economía
permaneció frenada: con las exportaciones hundidas en un nivel muy bajo, los salarios empezaron
a deteriorarse. Miranda no tenía una fórmula para resolver el problema y llamó a Gomez Morales.

En sus palabras: "no paralizamos la actividad económica, frenamos la aceleración del


proceso inflacionario, que de otra manera hubiera alcanzado magnitudes difíciles de prever" y
"Los salarios no acompañaron del todo las iniciativas del equipo económico".

¿Qué hizo, pues, el gobierno para contener la inflación? En primer lugar, reducir el
desequilibrio fiscal. A ello contribuyeron los nuevos impuestos sobre los salarios para financiar la
seguridad social, los gravámenes sobre los ingresos de las personas y las corporaciones y, en
menor medida, las cargas indirectas sobre el consumo.

En cuanto al gasto público, la conducción económica le puso un freno a valores reales en


los niveles de 1949: se suspendieron obras en marcha y se cancelaron definitivamente otras, al

89
tiempo que, por primera vez desde el golpe militar de 1943, las fuerzas armadas tuvieron que
ceder en sus pretensiones y contentarse con presupuestos sensiblemente más austeros. El déficit
fiscal cayó.

Gomez Morales pudo "desacelerar" la expansión del crédito sin afectar mayormente la
actividad privada.

Hubo también una mayor selectividad y condicionalidad del crédito para desactivarlo
como negocio especulativo y para desalentar inversiones que no fueran rentables. El desequilibrio
presupuestario cayó y esto permitió recortar el crédito sin generar problemas de liquidez en una
economía argentina que ya comenzaba a mostrar sus grietas.

Los precios subían porque los salarios subían, y los salarios subían porque los precios
subían. La argentina vivía ya en un régimen inflacionario y nadie quería perder las posiciones
ganadas. Sin embargo, a medida que los términos del intercambio se deterioraban, la ilusión de la
riqueza nacional se volvía crecientemente insostenible.

A la búsqueda del desarrollo (1952-1955)

La inflación derrotada

En 1952, Perón asume su segunda presidencia. En febrero de ese año, anunció el Plan de
Emergencia. Gomez Morales pasaría del Ministerio de Finanzas al de Asuntos Económicos, Miguel
Revestido ocuparía su anterior puesto. Había que abatir la inflación.

La austeridad en el gasto público constituyó una consigna de cumplimiento generalizado.


Los gastos de capital del estado cayeron un 30% durante el quinquenio de reestructuración
'50-54. Los gastos corrientes, en cambio, no dejaron de aumentar.

Hubo dos factores que presionaron inconteniblemente al alza.

1- Los subsidios al campo a través del IAPI y a los ferrocarriles crecientemente


deficitarios;

2- Los pagos que lentamente comenzaban a aparecer en el nuevo sistema


previsional.

Se mantuvo la tendencia a incrementar la presión tributaria. Los impuestos directos


seguían desempeñando un papel central en esa dinámica vertiginosa.

La verdadera innovación en materia de politica antiinflacionaria fue el ataque a la puja


distributiva: los salarios, los precios y las tarifas públicas quedarían congelados por dos años.

Asi como no iba a haber una devaluación que redujera los salarios reales, tampoco se iba a
avanzar más de los que se había hecho por el camino de la redistribución progresiva del ingreso;
las remuneraciones de los trabajadores ya no aumentarÍan porque ahora eso implicaba un juego
de suma cero en el que algún otro sector tenía que perder. A partir de entonces el juego quedaba
cancelado. Si la austeridad y el equilibrio fiscal se habían convertido en mandato para el estado, la
productividad se colocaba en el centro del funcionamiento de los mercados.

Durante 1952 el incremento de los precios fue de casi el 39%. La inflación de 1953 fue del
4%; la de 1954, del 3,8%. El ministro Gomez Morales podía sentirse satisfecho.

Hambre de ahorro, hambre de divisas

A principios de 1952, hacía más de tres años que el país estaba prácticamente estancado.
El ahorro de los argentinos debía aumentar. Apareció una visión más permeable hacia la inversión
extranjera. El gobierno venía a descubrir que su nacionalismo inicial podía entrar en conflicto con
la defensa del nivel de vida popular, y que a la hora de elegir lo iba a hacer por lo segundo. Otro
obstáculo era la escasez de divisas.

El ministro se había concentrado, desde 1949 en mejorar la situación del sector


agropecuario para expandir las exportaciones. Apostaron, también, a un segundo rol benéfico de
la inversión extranjera: ya no solo el de reducir las presiones sobre el consumo, sino además el de
aportar divisas para aliviar la restricción externa.

El Plan de Emergencia de febrero del 52 sirvió para aumentar el ahorro por dos canales
distintos.

1- El estado aumentó su superávit corriente, y de ese modo pudo financiar sus


propias y menguadas inversiones sin un endeudamiento importante.

2- La estabilidad de precios estimuló la frugalidad privada.

En el contexto de una recuperación económica que se hizo visible a partir de 1953 y se


extendío más allá de la caída de Peron, hasta 1958, el ahorro interno en efecto se incrementó.

Se profundizó la politica de promoción de exportaciones y la vuelta al campo. Se incorporó


un sistema inédito para proporcionar a algunos exportadores un tipo de cambio más satisfactorio
y más rentable para vender al interior. Cada sector, cada empresa, reclamaba su propio tipo de
cambio. Parecía entonces no haber otro camino para incentivar las exportaciones.

El trato al agro: el IAPI siguió subsidiando los productos agropecuarios. El Estado invirtió
significativamente en tecnologías de producción y en sanidad animal y vegetal; se amplió la
capacidad de almacenaje de granos; se siguió adelante con el programa de mecanización agraria,
ahora con la ayuda de inversiones extranjeras. La situación internacional no ayudaba: los precios
agrícolas fueron, durante 1954 y 1955, los más bajos de la década peronista.

91
El alivio definitivo a las dificultades del balance de pagos vendría de la mano de un gran
paso adelante en el proceso de industrialización. El plan de Emergencia abría una oportunidad.
Con estabilidad y más ahorro se generaban las condiciones para capitalizar al país sustituyendo
importaciones en sectores básicos: materias primas, siderurgia, petroquímica, bienes de capital,
energía, material de transporte.

Entraron en escena las empresas extranjeras.

Un nuevo plan, una nueva economía

Hubo una masiva propaganda oficial orientada a promocionar el nuevo plan quinquenal.
Correspondía al segundo plan arraigar la industria pesada. El consumo popular ya no diseñaría
espontáneamente el patrón productivo, ni la producción se llevaría a cabo exclusivamente para
satisfacer las demandas inmediatas del consumo popular.

Un objetivo explícito era el de "solventar las necesidades básicas del país" a través de la
acumulación de capital que podía realizar el estado. La distribución de la inversión pública entre
1952-1955: Aumentaron los porcentajes correspondientes a transportes, energía, comunicaciones
y siderurgia; descendieron las inversiones en defensa y las de carácter social. Había una nueva
prioridad: poner en orden las bases productivas de la nación.

La austeridad fiscal reclamaba un recorte de la inversión pública. Disminuyó alrededor del


35% entre 1948 y 1955.

El déficit de inversión golpeó el objetivo de forjar una industria pesada nacional y estatal.
Hubieron cortes de energía eléctrica que consumían el 70% del total del país.

Un gran debate fue el petróleo. La producción pasó a 5 millones en 1955, pero aun no
alcanzaba para abastecer la demanda nacional, lo que se reflejó en la creciente participación del
petróleo y sus derivados en las importaciones. Los críticos denunciaban la insuficiencia de la
producción petrolera como el principal factor explicativo de la vulnerabilidad exterior Argentina.

La politica de corto plazo se concentraba en la defensa de la estabilidad de precios, pero


ello requería limitar las inversiones públicas, necesarias a su vez para profundizar la
industrialización y atenuar el drenaje de divisas. Si se quería impulsar la acumulación de capital
había que recurrir a las empresas privadas; si además se quería que el proceso de inversión no
consumiera divisas había que recurrir en particular a las empresas extranjeras.

¿Vivir con lo nuestro?

1953: Peron presenta un proyecto de ley de inversiones extranjeras. Para 1953 el mundo
estaba casi completamente normalizado, el comercio internacional se revitalizaba y había indicios
de que firmas poderosas con sede en las grandes potencias buscaban saltar por encima de las
barreras proteccionistas de las naciones subdesarrolladas y ganar sus mercados de consumo.
La ley de Perón fue sancionada en agosto de 1953. Apuntaba a un trato igualitario entre
compañías nacionales y compañías extranjeras.

Las prioridades del gobierno eran la mecanización agrícola y la producción local de


insumos que hasta entonces se importaban. La producción en territorio nacional de tractores por
parte de empresas extranjeras fue un primer avance. Había una nueva actitud ante el capital
extranjero.

YPF no tenía capacidad para explotar todos los yacimientos disponibles. En 1955, un
funcionario del gobierno argentino firmó con la California Argentina de Petróleo (Standard Oil) un
contrato de explotación petrolera por un término de cuarenta años, 50.000 km2 de tierra
santacruceña. Peron respondía a los desafíos de cada coyuntura histórica con los instrumentos
que consideraba más aptos. "Ellos sacan su ganancia y nosotros la nuestra: es lo justo" decía.

Pero el contrato con California fracasó. El proyecto de ley quedó estancado. El proyecto
fue altamente criticado por los partidos opositores e incluso dentro del peronismo. El gobierno
comprendía que en esa empresa estaba solo.

El toque del Rey Midas

Habiendo transcurrido dos años de aplicación del Plan de Emergencia, parecía haberse
logrado el equilibrio estable al que se había apuntado con el cambio en la politica de ingresos.
Pero para marzo del 54 comenzaba la renegociación de salarios. Huelgas y movilizaciones
callejeras convulsionaron a las grandes ciudades hasta el mes de agosto. Las demandas obreras
fueron bastante exitosas y llevaron el salario real promedio del 54 a un nivel 12% superior al del
52. Hacia el segundo semestre comenzaron a percibirse aumentos de precios. Ya no era posible
beneficiar a un determinado sector mediante el aumento de su participación en el ingreso si ello
se hacía en detrimento del resto. La mayor retribución sólo se habría de lograr incrementando la
cantidad de bienes a repartir.

Así, pues, el gobierno estaba convencido de que solo existiría margen para aumentar los
salarios reales o las utilidades de las empresas si crecía la productividad. Eso podría conseguirse
tanto con un aumento de la inversión -que estaba siendo estimulada- como con cambios en la
organización laboral de las empresas que apuntaran hacia una mayor eficiencia. Con la intención
de alentar esas innovaciones en marzo del '55 se convocó al Congreso Nacional de la
Productividad y el Bienestar Social (CNP). Hubo mucho más conflicto que acuerdo. La CGT no
cedió prácticamente nada en materia de relaciones laborales. Los empresarios encontraron un
espacio institucional, hasta entonces inexistente, para dialogar con la cúpula gremial de los
trabajadores y para canalizar reclamos ante las autoridades económicas. El desgaste político del
gobierno se estaba acelerando, y cada vez sonaban más fuerte los rumores de un levantamiento
militar.

93
Final

El panorama político se agravó a partir del innecesario y casi insólito conflicto de Peron
con la Iglesia Católica. El mismo presidente que había restablecido la enseñanza religiosa en las
escuelas públicas y que había elogiado la cláusula constitucional de apoyo oficial a la Iglesia se
lanzó a un enconado ataque a la jerarquía eclesiástica. Mientras el gobierno provocaba al
"obispero revuelto" suprimiendo la enseñanza religiosa, promoviendo el divorcio vincular y
proyectando una reforma constitucional que separara más tajantemente la Iglesia del Estado, la
oposición veía su oportunidad de resucitar. La tensión estalló el jueves 16 de junio. Un bombardeo
de aviones de la Marina sobre la Plaza de Mayo, operación que formaba parte de un plan para
asesinar a Peron, terminó con no menos de trescientas víctimas civiles. Adictos al gobierno
reaccionaron esa noche quemando varias iglesias de Bs As. En el marco de llamados a la
tranquilidad, se concedió a los opositores el uso de la radio, y fue en esos días de julio cuando
Arturo Frondizi pudo dar a conocer a los oyentes los puntos de vista del partido radical. El
miércoles 31 de agosto Peron "ofreció" su renuncia y retiró su oferta por la tarde ante una
concentración organizada por la CGT. El viernes 16 el general Eduardo Lonardi inició el
levantamiento militar en Córdoba y Cuyo. El lunes 19 inició la larga lluvia. Despues del mediodia, se
notifico la renuncia de Peron como manera de evitar un baño de sangre. Peron partió rumbo a la
embajada de Paraguay, donde solicitó asilo. No volvería a pisar tierra argentina hasta otro
tormentoso día de noviembre de 1972.

El legado económico de Perón

El gobierno provisional era un mosaico multicolor e incoherente que solo se unificaba en la


descalificación al "tirano".

Crítica peronista: el gobierno no había resuelto sino que había agravado las dificultades de
la balanza de pagos y la inflación. Según el asesor del gobierno provisional Prebisch, la pasada
herencia negativa, el principal obstáculo para impulsar el desarrollo argentino, era la imposibilidad
de expandir las importaciones de maquinarias, materias primas y combustibles. A su vez, las
restricciones para importar se originaban en la escasez de divisas. Puesto que Peron y sus
colaboradores económicos habían postergado una y otra vez la necesaria devaluación, las
exportaciones agropecuarias estaban estancadas; la inversión en las industrias básicas para
sustituir importaciones era completamente insuficiente; no había, por fin, estímulos para aumentar
la producción petrolera. Los planes quinquenales habían acentuado la tendencia al estancamiento
al concentrar las inversiones públicas en actividades no productivas. Prueba de ello, para
Prebisch, era el cuadro desolador en las áreas eléctricas y de transporte. En definitiva, Peron no
había tenido una estrategia de crecimiento. La economía estaba paralizada.
Criticaba al gobierno por las expansivas políticas monetaria y salarial, generadoras de
inflación. En cuanto a politica salarial, hecho leña al fuego avivando la inflación por el lado de los
costos, mientras que el déficit fiscal lo hacía por el lado de la demanda. Los aumentos en las
remuneraciones habían sido mayores que los aumentos en la productividad y eso impuso una
presión al alza de los precios.

A favor: más allá de las vacilaciones en la ejecución y de lo magro de algunos resultados,


el cambio en la politica agropecuaria, el Segundo Plan Quinquenal, la apertura al capital
extranjero y el Congreso de la Productividad habían sido intentos válidos para superar los
obstáculos. Por lo demás, la economía argentina no estaba paralizada ni en una espiral
inflacionaria. El año 55 iba a terminar con un crecimiento del 7%.

95
JAMES, DANIEL
17 y 18 de octubre de 1945: El peronismo, la protesta de las masas y
la clase obrera argentina

El 9 de octubre de 1945, Juan Domingo Perón fue destituido de los cargos de


vicepresidente y secretario de Trabajo y Previsión que ocupaba en el gobierno militar instalado en
la Argentina desde el golpe de junio de 1943. En las primeras horas del 13 de octubre fue
arrestado en su domicilio y luego trasladado a la prisión de la isla Martin García.

Desde la Secretaria de Trabajo y Previsión comenzó a solucionar algunos viejos reclamos


de los trabajadores argentinos y, gracias al uso inteligente de las prebendas oficiales, se granjeó
importantes aliados entre los dirigentes sindicales. Su caída en desgracia en octubre de 1945
obedeció en parte a que sus camaradas militares estaban preocupados por su política pro obrera
y el poder político potencial que ésta podría proporcionarle. La destitución de Perón reflejó,
además, la creciente ola de oposición civil y política que el régimen militar venía enfrentando
desde comienzos de ese año. Esta oposición (que abarcaba todo el espectro de los partidos
políticos, desde la extrema izquierda hasta la derecha) había centrado cada vez más sus ataques
en la figura de Perón. Exigió su renuncia y el traspaso del gobierno a la Suprema Corte para que
esta convocase, en el menor tiempo posible, a elecciones que se realizarían bajo su fiscalización.

Pese a que en ese momento su derrota parecía definitiva, la política pro obrera de Perón
habría de rendir sus frutos en la semana posterior a su separación de los cargos. Desde la mañana
del 17 de octubre columnas de manifestantes llegaron al centro de Buenos Aires, provenientes de
la propia Capital Federal y de otros puntos del país, con el único propósito de reclamar que se
liberase a Perón y se lo restituyera en el gobierno. En las últimas horas de la tarde colmaban la
Plaza de Mayo frente a la Casa de Gobierno, y entrada la noche la movilización había obligado a
las autoridades a liberar a Perón y permitir que se dirigiera a las masas de trabajadores allí
reunidos desde los balcones de la Casa Rosada. Estos acontecimientos lanzaron a Perón por el
camino que lo llevó a la victoria en las elecciones de febrero de 1946, y consolidaron un
movimiento social y político que ha tenido un papel dominante en la Argentina en gran parte de
los últimos cuarenta años.

Siguiendo la exposición de James, dentro del debate sobre los orígenes del peronismo y
como se componen las masas obreras, la interpretación predominante en los años 50 y 60,
encabezada por Gino Germani, sostiene que el apoyo a Perón tiene como núcleo una nueva
camada migratoria, proveniente del interior del país más tradicionalista, fácilmente manipulable.
De carácter rural y que tenía internalizada la figura del patrón o caudillo y por ende era más fácil
de manipular.
Según este enfoque, la clase obrera estaba compuesta por un sector con más experiencia,
integrado en su mayoría por hijos de inmigrantes europeos llegados al país antes de 1930, que
ante el ascenso de Perón se habían mantenido “fieles” a sus ideologías e instituciones de clase.

La interpretación como respuesta es la de Miguel Murmis y Juan Carlos Portaniero en la


que el movimiento obrero evoluciona y se gesta por la dicotomía de clases dentro de la década del
treinta y principios del cuarenta.

James sostiene que los hechos del 17 y 18 de octubre de 1945 se debieron gracias a la
organización, movilización y la estructura del sindicalismo organizado. Si bien comparte el análisis
de Murmis y Portantiero, considera que el mismo no abarca en totalidad el complejo proceso.
Rescata la postura de Germani, pero para incorporar una nueva dimensión analítica que tiene que
ver con ¨la constitución de nuevas identidades colectivas populares ̈. Considera que el análisis de
los dos autores, focaliza en particular el problema social y descuida, en cierta medida, el político.
Si bien la clase trabajadora, actúa según un interés de clase, buscando ampliar sus beneficios a
través del Estado, para Torres, este proceso desemboca en una identificación política entre las
masas y el conductor. De allí que la acción política no solamente es emprendida con el objeto de
alcanzar mejoras materiales, sino que tiene como objeto, fortalecer la identidad política colectiva
de los actores sociales implicados.

Durante los hechos ocurridos en Berisso, Ensenada y La Plata, polo de frigoríficos


importante en la época; se puede observar cómo se va gestando y movilizando la organización
obrera sindical por la liberación de Perón. Las masas de Berisso y Ensenada se comulgaron en el
centro de La Plata repitiendo “alpargatas sí, libros no” en señal de claro descontento con los
lugares de los cuales eran marginados. Instituciones como los clubes deportivos de Gimnasia y
Estudiantes fueron objeto de atentados. La prensa también sufrió daños importantes.

Esto muestra que hubo grandes hechos de violencia que vistos desde el análisis que hace
Torres, se puede observar que el 17 de octubre es un emblema del surgimiento de la clase obrera
como fuerza auténtica y legítima dentro de la sociedad y política Argentina. Se les atribuyó
legitimidad.

Los obreros que rememoran los hechos del octubre lo hacen de forma de goce, orgullosos.
Como si fuesen las vacaciones de los obreros, en las marchas se comportaban cantando
canciones populares, danzaban. Esto en contraste con los hechos de violencia.

Esta atmósfera carnavalesca, en la que ponen el acento tanto los testimonios orales como
los escritos, nos hace reparar en la novedad que esto constituya como forma de expresión de la
clase obrera, y nos introduce en su posible significación más profunda. Si bien este espíritu festivo
fue más tarde glorificado y legitimado, representaba un apartamiento radical respecto de los
cánones de la época sobre el comportamiento público aceptable de los obreros. Esta transgresión
de las normas tradicionales que regían las manifestaciones obreras, este quebrantamiento de los

97
repertorios de conducta aceptados, fue resentido agudamente sobre todo por los comunistas,
anarquistas y socialistas.

La transgresión a instituciones como universidades, prensa y clubes significaba romper


con esos valores sagrados, y quebrar las ideologías impartidas por dichas instituciones, como el
prestigio social y el poder. La clase obrera había sido excluida de “la esfera pública” por mucho
tiempo, la que se generaban dichas formas de poder y de dominación, dirigió sus ataques
precisamente contra dos entidades que con mayor nitidez determinaban las ideas vigentes sobre
la legitimidad social y cultural (EL CAPITAL CULTURAL Y SIMBÓLICO). Buscaban el
reconocimiento, no sólo demostrar que no eran incluidos en el sistema educacional y que no lo
necesitaban, sino demostrar que su conocimiento y virtudes también son valederas.

Otro hecho importante es que la mayoría de los mov. Surgían desde la periferia, hacia al
centro administrativo, educativo y cultural: La Plata. El contraste entre estas partes era marcado,
un territorio más respetado que otro por su avance y estatus.
JAMES, DANIEL
Resistencia e integración: El peronismo y la clase trabajadora
argentina 1946-1976

Cap. 1: El peronismo y la clase trabajadora

El trabajo organizado y el Estado Peronista

Al promediar la década de 1940-50 la argentina tenía una economía cada vez más
industrializada. En la estructura social se operaron cambios que reflejaban esa evolución: El
número de establecimientos aumentó a la vez que el número de los trabajadores. También se
modificó la composición interna de esa fuerza laboral.

Si bien la economía Industrial se expandió rápidamente, la clase trabajadora no fue


beneficiada por ese proceso. Los salarios reales en general declinaron al rezagarse detrás de la
inflación. La legislación laboral era escasa y su cumplimiento obligatorio era sólo esporádico. Las
familias debían enfrentar los problemas sociales de la rápida urbanización.

El movimiento laboral existente en el tiempo del golpe militar de 1943 estaba dividido y
era débil. Había en la argentina cuatro centrales gremiales: la FORA anarquista, la USA
sindicalista, y la CGT dividida en 1 y 2. El influjo de este fragmentado movimiento sobre la clase
trabajadora era limitado. La gran mayoría del proletariado industrial estaba al margen de toda
organización sindical efectiva.

Perón, desde su posición como secretario de Trabajo y después vicepresidente del


gobierno militar instaurado en 1943, se consagró a atender algunas de las preocupaciones
fundamentales de la emergente fuerza laboral industrial. Al mismo tiempo, se dedicó a socavar la
influencia de las fuerzas sociales de izquierda que competían con él en la esfera sindical. Su
política social y laboral creó simpatías por él tanto entre los trabajadores agremiados como entre
los ajenos a toda organización. Además, sectores decisivos de la jefatura sindical llegaron a ver
sus propios futuros en la organización ligados a la supervivencia de Perón. El creciente apoyo a
Perón por los obreros se cristalizó el 17 de octubre de 1945.

La década peronista 46-55 tuvo un efecto mucho más profundo que la anterior sobre la
posición de la clase trabajadora en la sociedad argentina. Se asistió a un aumento de la capacidad
de organización y el peso social de la clase trabajadora, combinándose la simpatía del Estado por
el fortalecimiento de la organización sindical y el anhelo de la clase trabajadora de trasladar su
victoria política a ventajas concretas. Ese movimiento determinó una rápida extensión del
sindicalismo.

99
La estructura de organización impuesta a la expansión sindical fue importante en el
sentido de que modeló el futuro desarrollo del movimiento gremial. La sindicalización debía
basarse en la unidad de actividad económica, además se creó una estructura sindical específica
centralizada la CGT. El estado supervisaba y articulaba esa estructura. El ministerio de trabajo era
la autoridad estatal que otorgaba a un sindicato el reconocimiento legal que lo autorizaba para
negociar con los empleadores. La ley de asociaciones permitía al estado supervisar vastas áreas
del sindicato aunque al mismo tiempo, estos recibían muchas ventajas: derechos de negociación,
protección de los funcionarios sindicales contra la adopción de medidas punitivas que lo
afectaran, deducción automática de los sueldos y salarios de las cuotas sindicales y aplicación de
estas a vastos planes de bienestar social. Pero al mismo tiempo, otorgó al Estado las funciones de
garante y supervisor final de este proceso y de los beneficios derivados de él.

Mientras la expansión aseguraba el reconocimiento de la clase trabajadora como fuerza


social en la esfera de producción, durante el periodo se asistió a la integración de esa fuerza
social a una coalición política emergente. Desde el punto de vista de los trabajadores, la índole
exacta de su incorporación al régimen no se evidenció inmediatamente. En el primer período, 46 al
51, se fue dando la subordinación gradual del movimiento sindical al Estado y la eliminación de los
líderes de la vieja guardia sindical. Los sindicatos fueron llamados a actuar como agentes del
mismo ante la clase trabajadora. En la segunda presidencia, se perfiló más claramente el Estado
justicialista, con sus pretensiones corporativistas de organizar y dirigir grandes esferas de la vida
social, política y económica, se tornó evidente el papel oficialmente asignado al mov. Sindical:
incorporar a la clase trabajadora a ese Estado. Los atractivos que ofrecía esa relación fueron
grandes tanto para los dirigentes como para las bases.

Durante este periodo la clase trabajadora tuvo un notable grado de cohesión política. La
era peronista borró en gran medida las anteriores lealtades políticas que existían en las filas
obreras e implementó otras nuevas. Para los socialistas y radicales, el peronismo había de seguir
siendo un ultraje moral y cívico, una prueba del atraso y la carencia de virtudes cívicas de los
trabajadores argentinos.

El partido comunista intentó asumir una función más flexible. Aunque no fue capaz de
subsanar el error de apoyar a la unión democrática –antiperonistas- ni tampoco de ofrecer una
alternativa creíble que desafiará la hegemonía política del peronismo en las filas sindicales.

Los trabajadores y la atracción política del peronismo

La relación entre los trabajadores y sus organizaciones por un lado, y de estas dentro del
movimiento en relación con el Estado resulta fundamental para entender el período 43-55. Las
anteriores explicaciones –Germani-, que entendían el apoyo a Perón por la división entre la vieja y
la nueva clase trabajadora. Para los revisionistas, el apoyo se veía como el lógico compromiso de
los obreros con un proyecto reformista dirigido por el Estado. No han presentado la imagen de una
masa pasiva manipulada sino la de los actores dotados de conciencia de clase, que procuraban
encontrar un camino realista para la satisfacción de sus necesidades materiales. Sin embargo, era
también algo más. Era un movimiento representativo de un cambio decisivo en la conducta y las
lealtades políticas de la clase trabajadora que adquirió una visión política de la realidad diferente.
En vez de ver al peronismo como una inevitable expresión de insatisfacción social es necesario
definir sus rasgos específicos para poder comprender por qué la solución la dio este y no otro
diferente.

Los trabajadores como ciudadanos en la retórica política peronista

El atractivo político fundamental del mismo reside en su capacidad para redefinir la


noción de ciudadanía dentro de un contexto más amplio, esencialmente social. La cuestión de la
ciudadanía y el acceso a los plenos derechos fue un aspecto poderoso del discurso peronista
donde formó parte de un discurso de protesta. Pudo reunir capital político denunciando la
hipocresía de un sistema democrático formal que tenía escaso contenido democrático real.

El éxito del peronismo con los trabajadores se explicó por su capacidad para reducir el
problema de la ciudadanía en un molde nuevo, de carácter social. El discurso negó la validez de la
separación, formulada por el liberalismo, entre el estado y la política por un lado, y la sociedad
civil por otro. La Constitución ya no debía ser definida más simplemente en función de derechos
individuales. Y sus relaciones dentro de la sociedad política redefinidas en función de la esfera
económica y social de la Sociedad Civil En está retórica luchar por los derechos en el orden de la
política implicaba luchar por el cambio social. Esto marcaba un nuevo papel de la clase
trabajadora en la sociedad. Tradicionalmente, el sistema político liberal había reconocido la
existencia política de los trabajadores atomizados como individuos. Dotados de una forma de
igualdad en el derecho político pero al mismo tiempo habían rechazado su constitución como
actor en ese campo.

Fundaba su llamamiento político a los trabajadores en un reconocimiento de la clase


trabajadora como fuerza social propiamente dicha, que solicitaba reconocimiento y
representación como tal en la vida política de la nación. La clase social autónoma como fuerza
social autónoma había de tener acceso directo y por cierto privilegiado al Estado por intermedio
de sus sindicatos. El Estado era un espacio donde las clases – no los individuos aislados- podían
actuar política y socialmente unos junto con los otros para establecer derechos y exigencias de
orden corporativo. El árbitro final de ese proceso podría ser el Estado, pero este no constituía a
esos grupos como fuerzas sociales, pues ellos tenían cierta independencia, así como una
presencia irreductible, social y por lo tanto, política. Sin embargo, este discurso era adaptado a las
distintas necesidades políticas de Perón.

Esta afirmación de los trabajadores como presencia social y su incorporación directa al


manejo de la cosa pública suponía un nuevo concepto de las legítimas esferas de interés y
actividad de la clase trabajadora. Los trabajadores tenían derecho a interesarse por el desarrollo
de la nación y a contribuir a determinarlo. Perón tuvo la habilidad para redefinir determinados

101
parámetros –como el desarrollo industrial- de forma nueva que atrajo a la clase trabajadora de
forma tal que se veían con un papel vital para sí mismo como agente en la esfera pública y
permitió que se apropiaran del tema.

Una visión digna de crédito: carácter concreto y creíble del discurso político de Perón

La cuestión de la credibilidad es decisiva para comprender tanto la exitosa identificación,


efectuada por Perón de sí mismo con ciertos símbolos importantes, como por ejemplo. La
industrializaron; más en general, el impacto político de su discurso sobre los trabajadores. El
vocabulario del Perón era a la vez visionario y creíble. Esta retórica contrastó en el 46-47 con el
lenguaje de alta abstracción empleado por los adversarios. La credibilidad política que el
peronismo ofrecía a los trabajadores se debía no sólo a lo concreto de su retórica, sino tan bien a
su inmediatez. Tomaba la conciencia, los hábitos, los estilos de vida y los valores de la clase
trabajadora tales como los encontraba y afirmaba su suficiencia y su validez e inculcaba un
antiintelectualismo.

La retórica peronista incluía un reconocimiento tácito de la inmutabilidad de la


desigualdad social, una resignada aceptación pero los remedios propuestos para mitigar esas
desigualdades eran plausibles e inmediatos. Más aún, la credibilidad de la visión política de Perón,
la practicabilidad de la esperanza que ofrecía, eran afirmadas por las acciones que él ejecutaba
desde el Estado. La confirmación de las soluciones se podían verificar cada día. En 1945 ya había
empezado a circular la consigna que había de simbolizar esa credibilidad: Perón cumple.

El herético impacto social del peronismo

El peronismo significó una presencia social y política mucho mayor de la clase trabajadora
en la sociedad argentina. El impacto de este hecho puede ser medido en términos institucionales,
en la relación entre el Estado y el sindicalismo, la masiva ampliación del gremialismo y el número
de parlamentarios de extracción gremial. Sin embargo, hay otros factores para evaluar el peso
social del P que son más difíciles de cuantificar como el orgullo, el respeto propio y la dignidad.

Significado de la década infame: respuestas de la clase obrera

Para evaluar la importancia de esos factores debemos volver a la década infame por ser el
punto de referencia con el cual los trabajadores midieron su experiencia del peronismo.

La década infame fue experimentada por muchos trabajadores como un tiempo de


frustración y humillación profundas, sentidas colectiva e individualmente debido a la dureza de las
condiciones de trabajo entre otras. Aunque las únicas respuestas con las que contaron los
trabajadores no consistieron en el cinismo, la apatía o la resignación. Aún se encontraba presente
la característica militante de la década anterior que inculcaba el espíritu de ayuda mutua.
Experiencia privada y discurso político

El poder del peronismo radicó en su capacidad para dar expresión pública a lo que hasta
entonces sólo había sido internalizado, vivido como experiencia privada. La circunstancia de que
términos que antes simbolizaban la humillación de la clase obrera y su explicita falta de status en
una sociedad profundamente consciente del status adquirieron ahora connotaciones y valores
diametralmente opuestos. El ejemplo más famoso es la palabra “descamisado”. Este había sido
utilizado inicialmente por los antiperonistas como calificativo de los trabajadores que apoyaban a
Perón en términos de inferioridad. El peronismo lo dio vuelta transformándolo en afirmación del
valor de la clase trabajadora. También el término negro, la negrada de Perón y cabecitas negras
adquirían con un nuevo status. La movilización del 17 demuestra la defensa de los trabajadores
para sus intereses y un rechazo de las formas aceptadas de jerarquía social y los símbolos de
autoridad. El hecho de que la movilización terminará en Plaza de Mayo era un hecho significativo
ya que esta había sido un territorio reservado a la gente decente. Para la clase obrera representó
una recuperación del orgullo y la autoestima.

Los límites de la herejía: ambivalencia del legado social peronista

Una vez en el poder el peronismo no contempló la ebullición y la espontaneidad mostrada


por la clase trabajadora desde octubre de 1945 hasta febrero del 46 con mirada tan favorable
como la que tuvo en este lapso de lucha. Gran parte de los esfuerzos del Estado peronista desde
el 46 hasta su deposición en el 55 pueden ser vistos como un intento por institucionalizar y
controlar el desafió herético que había desencadenado en el periodo inicial y por absorber esa
actitud desafiante en el seno de una nueva ortodoxia patrocinada por el Estado. El peronismo fue
en cierto sentido, para los trabajadores, un experimento social de desmovilización pasiva. En su
retórica oficial puso cada vez más de relieve la movilización controlada bajo la tutela del Estado,
como por ejemplo en el clásico: “de la casa al trabajo y del trabajo a casa”.

Sin embargo, tuvo éxito en el control de la clase trabajadora, tanto social como
políticamente. Las relaciones entre el capital y el trabajo por cierto mejoraron. Varias razones
pueden explicar ese éxito. Una fue la capacidad de la clase trabajadora para satisfacer sus
aspiraciones materiales dentro de los parámetros ofrecidos por el Estado, otra, el prestigio
personal de Perón. También es preciso tomar en consideración la habilidad del Estado y su
aparato cultural, político e ideológico para promover e inculcar nociones de armonía e intereses
comunes de las clases. La retórica peronista como cualquier otra, derivó su influjo, en definitiva,
de su aptitud para decirle a su público lo que éste deseaba escuchar. Se apropió de los símbolos
de las tradiciones de las clases obreras anteriores y rivales, que los peronistas absorbieron y
neutralizaron. Como por ejemplo, el 1º de Mayo antes representaba la tristeza, el dolor y la
impotencia revelados por los rostros vendados que miran al lector desde el documento. El día del
trabajo en la era del peronismo significaba rostros sonrientes de obreros marchando hacia la Casa
de Gobierno, una atmósfera de tranquilidad y armonía, ausencia de pánico, de policías y de

103
lesiones. Esto estaba en concordancia con la sensación de haber recobrado la dignidad y el
respeto propio.

Al resumir, marcó una coyuntura decisiva en la aparición y formación de la moderna clase


trabajadora argentina. Su existencia y su sentido de identidad como fuerza nacional coherente,
tanto en lo social como en lo político, se remontó a la era de Perón.

De ese análisis se pueden extraer varias consecuencias. En primer término, el apoyo que
los trabajadores dieron no se fundó exclusivamente en su experiencia de clase en las fábricas. Fue
también una adhesión de índole política generada por una forma particular de movilización y
discurso políticos. Las dos bases de la movilización no deben ser contrapuestas, no deben ser
vistas bajo la dicotomía entre las clases trabajadores viejas y nuevas.

La clase trabajadora no llegó ya plenamente formada y se limitó a adoptar esa causa y su


retórica como el más conveniente de los vehículos disponibles para satisfacer sus necesidades
materiales. En un sentido importante, la clase trabajadora misma fue construido por Perón, su
propia identificación como fuerza social y política dentro de la sociedad nacional, fue al menos en
parte construida por el discurso político peronista.

Este fue evidentemente un proceso complejo, que involucró para algunos trabajadores
una reconstitución de su identidad y su lealtad política cuando abandonaron identidades y
lealtades establecidas. La construcción de la clase trabajadora no implicó necesariamente la
manipulación y la pasividad asociadas a la poderosa imagen de las masas disponibles formulada
por Germani. Había en juego indiscutiblemente un proceso de interacción en dos direcciones, y si
bien la clase trabajadora fue constituida en parte por el peronismo, este fue a su vez en parte
creación de la clase trabajadora.

También desde el punto de vista social el legado que la experiencia dejó a la clase
trabajadora fue profundamente ambivalente. La retórica peronista predicó y la política oficial
procuró cada vez más la identificación de la clase trabajadora en el Estado y su incorporación a él,
lo cual suponía, cierta pasividad relativa de la clase. Análogamente, el movimiento sindical
emergió de este período con un profundo espíritu reformista.

Sin embargo, la era también legó a la clase trabajadora un sentimiento muy profundo de
solidez e importancia potencial nacional. Por añadidura, la legislación laboral y del bienestar
social representó en su conjunto una realización en gran escala de los derechos y reconocimiento
de la clase trabajadora, una realización que reflejaba movilización de los trabajadores y conciencia
de clase y no simplemente aceptación pasiva de la largueza estatal. El desarrollo de un
movimiento sindical centralizado y masivo confirmó inevitablemente la existencia de los
trabajadores como fuerza social dentro del Capitalismo argentino. Esto significaba que en el nivel
del movimiento Gremial actuará como vocero del Estado, los intereses de clase conflictivos se
manifestaron realmente y los intereses de la clase obrera eran en verdad articulados.
El peronismo aspiraba a lograr una alternativa hegemónica viable para el capitalismo
argentino, quería promover un desarrollo económico basado en la integración social y política de
la clase trabajadora. Las tensiones resultantes de ese legado ambiguo fueron considerables. La
principal de ellas se centró en el conflicto entre el significado del peronismo como movimiento
Social y sus necesidades funcionales como forma específica del poder estatal.

105
TORRADO, SUSANA
Estructura Social de la Argentina. 1945-1983

Reseñaremos aquí la evolución de la estructura social de la Argentina desde fines del


siglo XIX hasta nuestros días. La crisis internacional de 1930 separa dos etapas de muy distinta
naturaleza: la primera, caracterizada por la prolongada vigencia de un modela de acumulación o
estrategia de desarrollo basado en el sector agroexportador; la segunda, asentada primero, en la
industrialización sustitutiva para mercado interno, luego en la apertura a la globalización
económica internacional.

1- Modelo agroexportador: antes de 1930

Las transformaciones que experimenta la economía argentina a partir de la segunda mitad


del siglo XIX están directamente determinadas por la coyuntura de los mercados internacionales
de materias primas, signada por el notable acrecentamiento de su demanda en los países que se
consolidaban como centros industriales. Se induce así una nueva división internacional del trabajo
que favorece la incorporación a la economía mundial de las regiones productoras de bienes
primarios.

Argentina fue uno de los países donde este proceso se verificó de forma típica. Las elites
ilustradas que condujeron el país durante este período se abocaron entonces a resolver cuatro
cuestiones prioritarias:

a- la organización nacional

b- la atracción de capitales externos que posibilitaran el desarrollo de las formas


modernas de producción agropecuaria

c- la promoción de la inmigración europea

d- la educación universal y obligatoria

La unidad nacional y la organización institucional eran indispensables para asegurar las


inversiones extranjeras y la continuidad de las actividades económicas. Los nuevos capitales
debían permitir la modernización productiva y asegurar la implantación de un sistema nacional de
transporte. La promoción de la inmigración europea tenía por objetivo “poblar el desierto”. La
universalización de la educación buscaba asemejar el elemento humano nacional al de los países
europeos que servían de paradigma.

Todos estos objetivos se alcanzaron durante el lapso de 1870-1930. Durante esas seis
décadas se incrementaron vertiginosamente el volumen y el valor de las exportaciones, el capital
instalado, el producto nacional y el producto per cápita. Un efecto no previsto fue la escasa
radicación rural de los inmigrantes atribuible, entre otros factores, a las dificultades para acceder
a la propiedad de la tierra regida por una altísima concentración latifundiaria. Entre 1869 y 1914, la
tasa de crecimiento intercensal de la población es notablemente alta, un ritmo cuya mayor parte
es atribuible a la inmigración europea. Para los años 1914-1947, ha disminuido radicalmente la tasa
anual de crecimiento, siendo este último atribuible ahora, en su mayor parte, al crecimiento
vegetativo. Sin embargo, esta delimitación censal es engañosa.

El cambio de tendencia empieza recién en 1932, cuando el país se cierra a la inmigración


extranjera como secuela de la gran depresión. En lo que concierne a la estratificación social, su
perfil se trastoca profundamente durante la vigencia del modelo agroexportador.

Todo lo anterior significa que, en menos de una generación, surgió un amplio estrato
medio, por lo que, necesariamente, sus miembros debieron reclutarse entre los estratos
populares, urbanos y rurales, y la movilidad sociales resultante debió ser no sólo de carácter
intergeneracional (desplazamiento de posición de padres a hijos), sino también de naturaleza
intrageneracional (desplazamiento durante la vida de una misma persona); esto último sobre todo
en los extranjeros recién llegados cuya extracción social originaria era por demás modesta.

El hecho fundamental que afectó la movilidad social en la Argentina durante esta etapa
fue el crecimiento muy rápido de la proporción de estratos medios que acabamos de reseñar.
Debido a esta expansión estructural, durante el dicho período, por lo menos un 20% de las
personas de origen popular ascendía a los estratos medios. Las cifras indican que el proceso de
movilidad social ascendente fue mucho más acentuado entre los extranjeros, que representaban
en esa época entre 50% y 60% de los estratos medios.

Al finalizar el modelo agroexportador con la gran crisis mundial, sin embargo, se percibían
ciertos aspectos negativos en el sistema socioeconómico. El más importante era la persistencia de
un régimen de propiedad fundiaria que actuó como determinante fundamental del futuro
desarrollo agropecuario. Entre los segundos, encontramos el grado de dependencia externa en
que se había situado la economía argentina, fenómeno que se designa habitualmente con la
expresión “vulnerabilidad económica externa”. Porque una de las principales consecuencias de la
crisis de 1930 fue la modificación sustancial del sistema que había regido hasta entonces el
comercio internacional.

En Argentina las consecuencias fueron inmediatas y se tradujeron en disminución de las


exportaciones, deterioro de la relación de intercambio entre los productos nacionales y los bienes
de importación, disminución de la entrada de capitales, aumento de los servicios de la deuda
externa, cierre del país a la inmigración, etc. Razones que explican el viraje sustancial de la
orientación de los modelos de desarrollo a partir de 1930.

107
2- La industria como eje de desarrollo: 1930-1975

Como consecuencia de la crisis, Argentina abandona el modelo que había presidido su


desenvolvimiento desde fines del siglo XIX. Se inicia entonces un proceso de desarrollo basado en
la industrialización sustitutiva de importaciones que habría de perdurar casi 45 años, aunque, con
sensibles diferencias entre dos estrategias que tienen vigencia efectiva en este lapso.

Cada modelo tiene un rasgo común: ambos introdujeron el crecimiento de actividades


no-agropecuaria, razón por la cual se verificó una notable transferencia de mano de obra rural
hacia los sectores urbanos. Las dos estrategias difieren sensiblemente en lo que concierne a la
forma en que se absorbe el empleo no-agropecuario según los sectores productivos y según los
estratos sociales componentes, y por lo tanto, en el perfil resultante de la estratificación social.

En lo que concierne a la movilidad social, ambos modelos comprenden la expansión


continua de la educación formal en el conjunto de la población: el fenómeno de la devaluación de
las credenciales educativas; el acceso diferencial de cada estrato a cada nivel educacional; el
crecimiento demográfico diferencial entre estratos.

Globalmente, el período se caracteriza por una nueva desaceleración del crecimiento


vegetativo, por una nueva disminución de la importancia del crecimiento inmigratorio respecto del
crecimiento total, y por un cambio notable en los componentes netos de la migración externa.

2.1- El modelo justicialista (1945-1955)

El período 1930-1945 estuvo signado por el estancamiento de la actividad agropecuaria


tradicional y por el estímulo a la actividad industrial, verificándose concomitantemente una
moderada implantación de capital extranjero mediante la inversión directa en actividades
industriales.

En 1945 emerge el movimiento que lidera el general Juan Domingo Perón como expresión
de una nueva alianza de clases: la de la clase obrera y los pequeños y medianos empresarios
industriales. En esta estrategia de corte distribucionista, la industria constituye el objetivo central
del proceso de desarrollo. Se impulsa una industrialización sustitutiva basada en el incremento de
la demanda de bienes de consumo masivo en el mercado interno, la cual es generada a través del
aumento del salario real.

El principal mecanismo para lograr estos objetivos fue la reasignación de recursos para la
producción a través de la acción del Estado. Ello se logró mediante la expropiación parcial de la
renta agraria, a través de la nacionalización del comercio exterior de productos agropecuarios,
transfiriendo los recursos así obtenidos al financiamiento del desarrollo industrial centrado en
industrias de consumo masivo.
Por otra parte, el Estado también extiende su campo de acción económica y social al
nacionalizar o crear importantes empresas de servicios públicos, y al acentuar su estrategia
redistributiva a través de la asignación creciente de recursos a la educación, la salud, la vivienda y
la seguridad social.

La industria manufacturera asume el liderazgo de ese proceso, expandiéndose con un


perfil interno que, a pesar del predominio absoluto de las pequeñas empresas en el conjunto de
las nuevas plantas que entonces se establecen, favoreció netamente la creación de puestos
asalariados tante de clase obrera como de clase media. El rasgo más específico del modelo
justicialista fue su superior capacidad de creación de empleo industrial. También fue importante
en este lapso la creación de empleo por parte de los otros dos sectores no-agropecuarios.

En lo que concierne a la estructura social, las posiciones asalariadas representaban el


72% del empleo global, un nivel definitivamente asimilable a países capitalistas relativamente
desarrollados. La dinámica del mercado de trabajo se traduce en un perfil de la estructura social
urbana algo diferente al de 1945, pero no en lo esencial. La composición interna de cada clase
había cambiado muy poco respecto al momento inicial.

En lo que respecta a la movilidad social, los migrantes internos alimentaron


principalmente la expansión del estrato obrero asalariado, así como también el crecimiento de los
pequeños propietarios de la industria y el comercio, experimentando en todos estos casos
movilidad ascendente de carácter intrageneracional. Por otra parte, no se detecta en este
momento empleo precario (no registrado) y existe escaso empleo marginal (inestable de
calificación nula). En suma, desde el punto de vista ocupacional, el panorama conjunto durante el
justicialismo es el de un proceso generalizado de movilidad estructural ascendente.

Como visión global, puede decirse que el modelo justicialista favoreció la expansión
cuantitativa de los componentes sociales del bloque que le sirvió de apoyo para su surgimiento, al
tiempo que fortaleció el aumento cuantitativo de las capas medias asalariadas, sobre todo en el
sector público. Además de su carácter distributivo, podrían calificar los efectos de su estrategia
sobre la estructura social los adjetivos “relativamente modernizadora” e “incluyente”. El modelo
justicialista no indujo un gran crecimiento económico global ni una modernización destacable de
la estructura social, pero tuvo el mérito de no segmentar los mercados de trabajos ni excluir a
franjas importantes de la población de los frutos del desarrollo logrado.

Una serie de restricciones estructurales y coyunturales se conjugaron para interrumpir el


crecimiento industrial impulsado durante el período justicialista, entre ellas:

a- la acérrima oposición del sector agropecuario

b- la virulenta oposición de los grandes empresarios

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c- el fracaso en la tentativa de obtener capitales externos que permitieran superar el
estrangulamiento exterior de la economía.

2.2- El modelo desarrollista (1958-1972)

En 1958 accede al poder un nuevo bloque caracterizado por la alianza de la burguesía


industrial nacional y el capital extranjero, corporizado este último por grandes empresas
transnacionales norteamericanas que afluyen entonces al país en magnitudes significativas.

Se impulsa ahora una obra de industrialización sustitutiva de bienes intermedios y de


consumo durable, en la que el incremento de la demanda está asegurado por la inversión, el gasto
público y el consumo suntuario del estrato social urbano de altos ingresos. Este modelo implica,
por lo tanto, un proceso regresivo de concentración de la renta.

En lo que concierne a la distribución sectorial de la fuerza de trabajo, la estrategia seguida


entre 1958 y 1972 induce efectos completamente disímiles a la justicialista.

La creación de empleo urbano es aún más rápida que durante el período precedente, pero
el papel de la industria manufacturera es prácticamente nulo. La nueva estrategia
industrializadora destruye un número muy considerable de pequeños y medianos
establecimientos industriales, pero al mismo tiempo, crea empleo asalariado de clase media a un
ritmo tan veloz que compensa con creces el número de puestos eliminados.

La falta de creación neta de empleo industrial determina que todo el crecimiento de la


oferta de fuerza de trabajo urbana deba ser absorbido por los otros dos sectores
no-agropecuarios: la construcción y el terciario experimentan por entonces su crecimiento más
veloz. Por otra parte, aunque es cierto que la creación de empleo urbano es más rápida que
durante el justicialismo, el contexto ya no es de pleno empleo.

Los efectos de la estrategia desarrollista sobre la estructura social son radicalmente


diferentes a los del período precedente. La expansión del empleo favoreció algo más al asalariado
que al autónomo; por otro lado, se acelera el crecimiento de la clase media por comparación al de
la clase obrera, al tiempo que se modifica profundamente la composición interna de ambos
agregados. El balance final del desarrollismo es una estructura social urbana en que la clase
media representa alrededor del 45% al igual que la clase obrera, con un más neto predominio del
estrato asalariado dentro de la primera y con un incipiente crecimiento del estrato autónomo
dentro de la segunda. También hay un leve incremento del estrato marginal.

Respecto de la movilidad social, el modelo desarrollista también muestra tendencias muy


disímiles a las precedentes. La clase media autónoma crece poco, lo cual refleja la compensación
entre la desaparición absoluta de pequeños industriales y el aumento absoluto de pequeños
propietarios del comercio y los servicios. La clase media asalariada alcanza durante esta etapa su
ritmo más rápido de expansión, con la particularidad de que ahora crecen más velozmente sus
categorías ocupacionales de mayor requerimiento educacional (profesionales y técnicos). Durante
esta etapa comienza a experimentarse una devaluación de las credenciales de nivel medio,
atribuible a la rápida expansión de la matrícula secundaria que comienza ya durante el
justicialismo. También disminuye en términos absolutos el número de obreros de la industria,
razón por la cual este sector dejó de constituir un canal de incorporación laboral para los
migrantes recientes. El canal de movilidad laboral más importante fue el empleo autónomo de
clase obrera en el sector de servicios, que durante esta etapa aseguraba iguales o mejores
ingresos que muchas posiciones obreras asalariadas.

A la continuada y masiva transferencia de población desde el campo a la ciudad de


compañan ahora múltiples trasvasamientos dentro de la población urbana nativa o de antigua
residencia citadina. Esta estrategia parece caracterizarse por la coexistencia de fuerte flujos de
movilidad estructural ascendente y descendente, acompañados de importantes movimientos
intersectoriales.

Si bien el desarrollismo indujo un elevado crecimiento económico global y una innegable


modernización de la estructura social, ambos elementos se lograron al precio de marginar a una
parte considerable de la población de los logros del desarrollo económico. Muchos de los
fenómenos por los que sería anatemizado el modelo aperturista, se inician en realidad durante la
vigencia del desarrollismo.

El freno a este modelo estuvo dado por la convergencia de factores económicos y


políticos de índole adversa. Entre los primeros se cuenta la recurrencia de las crisis de la balanza
de pagos, agravadas por la remisión de utilidades y pagos por tecnología al capital extranjero.
Entre los segundos, la agudización del conflicto social, manifestado en las movilizaciones de
protesta que en 1969 tradujeron el rechazo de los sectores populares respecto a los objetivos del
modelo desarrollista.

3- El modelo aperturista (1976-2001)

El gobierno surgido del golpe de Estado de marzo de 1976 adoptó una estrategia de
desarrollo sustancialmente diferente a todas las experimentadas en el pasado, virando en forma
diametral las orientaciones de industrialización sustitutiva que habían estado vigentes desde
1930. Esta estrategia aperturista o “ajuste” tendió simultáneamente a los siguientes objetivos:

- Vigencia de los precios de mercado.

- Concentración del capital y eliminación de empresas de menor productividad.

- Amplia apertura de la economía a la importación de capital extranjero y de bienes


de todo tipo.

- Contención drástica del salario real como medio de controlar la inflación.

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El modelo postuló además el aprovechamiento además el aprovechamiento de las
ventajas comparativas que poseería la estructura productiva argentina en esos rubros, aunque sin
brindar a estas actividades estímulos especiales.

Para alcanzar estas metas se aplicaron medidas de distinta índole. En el plano económico,
se destacan:

- Reducción de los aranceles a la importación

- Subvaluación de la paridad cambiaria

- Reforma financiera inductora de un sustancial crecimiento en las tasas de interés


real

- Supresión de antiguos créditos preferenciales a la industria

- Transferir parte de sus actividades a la esfera privada: desmantelar el Estado de


bienestar que se había organizado en nuestro país en la década de 1940.

En el lapso que va de 1976 a fines de siglo se sucedieron en el poder gobiernos de muy


distinta idiosincrasia, aunque, por la naturaleza de sus políticas económicas, todos puedan ser
englobados dentro del modelo aperturista.

3.1- El ajuste en dictadura (1976-1983)

Puede caracterizarse al nuevo bloque dominante como una alianza entre el estamento
militar y el segmento más concentrado del capital nacional y de las empresas transnacionales.
Las FFAA llegaron entonces al poder con intereses que claramente sobrepasaban la esfera de lo
económico, apuntando a lograr un disciplinamiento social generalizado mediante un cambio
drástico de la antigua estructura de relaciones económicas, sociales y políticas. El programa del
gobierno militar se opone a las precedentes orientaciones de industrialización sustitutiva, dando
implícitamente por terminada la industrialización como objetivo central del proceso de desarrollo.

En lo que respecta al volumen y estructura de la mano de obra, algunos de los preceptos


centrales del nuevo modelo dejan su huella indeleble en las transferencias de empleo que se
producen en este período. Por una parte, el ritmo de crecimiento del empleo urbano fue
notablemente más lento que en las décadas precedentes, debido a factores que operaron tanto
del lado de la oferta como de la demanda de mano de obra.

Hay un fuerte retroceso de la oferta de mano de obra en los mercados de trabajo urbanos,
un fenómeno principalmente atribuible a razones de índole demográfica. Entre las mismas se
encuentran: la disminución de la migración interna hacia las grandes ciudades; el retroceso de la
inmigración de trabajadores limítrofes; el aumento de la emigración externa de argentinos.
También contribuyó al descenso de dichos índices la retracción de la demanda de mano de obra
que induce la recesión, que a su vez se tradujo en el aumento considerable del desempleo oculto.

Se retrotrae el perfil socio-ocupacional del nuevo empleado industrial a fases incluso


previas a 1945, cuando se afianza en el país la industrialización sustitutiva. Tal conclusión se
desprende de la notoria desaceleración del empleo asalariado industrial de clase media,así como
de la renovada expansión del cuentapropismo industrial (artesanado), tanto de clase media como
de clase obrera. Dado este comportamiento de la industria, el crecimiento a fuerza de trabajo
urbana debió necesariamente refluir por entero a la construcción y al terciario, que crecen
efectivamente a ritmo acelerado. También el reflujo de mano de obra expulsada de las posiciones
asalariadas estables se orientó preferentemente al cuentapropismo informal o subempleo oculto,
más que hacia puestos asalariados de mala calidad (en negro), como acontecería en el futuro.

Un aspecto crucial de esta dinámica radica en la diferencia del impacto en los distintos
estratos sociales, definidos éstos de acuerdo al nivel de educación del jefe del hogar. En efecto, el
desempleo abierto afectó a todos los trabajadores, pero en los estratos inferiores lo hizo con
mayor intensidad. Respecto de la desigualdad en la distribución del ingreso, puede afirmarse que
el grueso del aumento en la regresividad de la distribución del ingreso durante el gobierno militar
aconteció durante 1976-1978, cuando se produjo el gran deterioro de los salarios medios reales.

La creación del empleo urbano durante el gobierno militar favoreció netamente las
posiciones autónomas por comparación a las asalariadas. Entre 1970 y 1980, la tasa anual de
crecimiento del empleo autónomo es casi dos veces y media superior a la del empleo asalariado.
Dentro de la clase media, por primera vez, es el estrato autónomo el que lidera aparentemente el
crecimiento. En otros términos, se detiene el proceso de asalarización de la clase media y se
acelera el de desalarización de la clase obrera. Tiene lugar también un notable crecimiento del
estrato marginal.

La movilidad social ostenta una total singularidad respecto al pasado:

1- El menor crecimiento del empleo urbano elimina una fuente crucial de movilidad
ascendente, al tiempo que concentra los desplazamientos en la población de antigua residencia
urbana.

2- La continuada expansión de la clase media favorece ahora comparativamente más


a su estrato autónomo. Este crecimiento debió alimentarse de asalariados de clase obrera y de
clase media que perdieron sus antiguas posiciones en el proceso general de desalarización.

3- La clase media asalariada crece menos que en las etapas precedentes, siendo
significativo el hecho de que se expanda comparativamente más el segmento técnico-profesional
que el de los empleados y vendedores. Todo ello, en un contexto en el cual se acentuó el proceso

113
de devaluación de las credenciales educativas en el mercado de trabajo, como secuela de la
expansión de la matrícula secundaria y superior en los años precedentes.

4- El estrato marginal es el de más rápido crecimiento, junto con el empleo obrero


precario. En suma, desde el punto de vista ocupacional, el balance del modelo aperturista durante
el gobierno militar es de preeminencia de movilidad estructural descendente. Esto lo confirma
también la reducción del salario real, la caída de la participación de los sueldos y salarios en el
ingreso nacional, la desigualdad en la distribución y los niveles extremadamente reducidos de los
haberes jubilatorios.

3.2- El ajuste en democracia (1983-2001)

La guerra de Malvinas marca el ocaso del gobierno militar. La recuperación de la


democracia había legado al nuevo gobierno una situación económica caótica, con enorme déficit
fiscal y presiones inflacionarias. En el lapso del primer gobierno radical, las vicisitudes de la
transición democrática, la irracionalidad de la oposición justicialista y sindical, y las propias fisuras
dentro del radicalismo, determinaron que los escasos intentos de reforma global de las
instituciones políticas se vieran sistemáticamente frustrados, e incluso de evidenciara una
creciente inclinación por medidas de índole neoconservadoras. Estos diversos condicionamientos
resultaron en algunos brotes hiperinflacionarios que repercutieron duramente en la situación de
los sectores populares y obligaron la entrega anticipada del poder en julio de 1989.

Durante los años 1989-1990 el nuevo gobierno de Menem ensayó infructuosamente


diversos lineamientos de políticas públicas tendientes a controlar la inflación. Fue recién en 1991
con el Plan de Convertibilidad, que se afianza una estrategia de desarrollo nítida en sus objetivos y
en sus medios de implementación, que, en el plano económico, retoma el modelo aperturista del
gobierno militar, pero ahora con un éxito notable en el control de la inflación y en el crecimiento
del producto bruto nacional, por unos años.

A los inconvenientes generales que el modelo aperturista arrastraba desde los años
setenta, se agrega durante los noventa un agravamiento de la vulnerabilidad externa de la
economía, derivado de las restricciones que impone al crecimiento la imposibilidad de generar un
superávit de la balanza de pagos que permitiera hacer frente a los servicios de una deuda externa
en contínua expansión.

El nuevo gobierno introdujo cambios profundos en la legislación laboral, reduciendo la


estabilidad en el empleo, promoviendo el empleo legal precario, tolerando el empleo “en negro”,
bajando costos de contratación y de despido, etc.

En relación con el mercado de trabajo, en el lapso 1983-1991, la tasa de desocupación


abierta, si bien muestra una tendencia claramente creciente, se mantiene inferior al 7%. Aunque el
deterioro de la situación ocupacional se advierte observando el cambio de composición de la
mano de obra subutilizada. De hecho, durante este período la subutilización abierta de la fuerza
de trabajo fue acompañada de modificaciones sustanciales en las formas de inserción laboral de
los ocupados plenos. Pueden enumerarse las siguientes tendencias:

1- Se aceleró la desalarización de la fuerza de trabajo. El número de asalariados


disminuyó en términos absolutos.

2- Se acentuó la informalización de los asalariados.

3- Aumentó la precarización de los asalariados.

También se verifica un aumento absoluto del componente público entre los asalariados: el
empleo público, y un acelerado aumento del cuentapropismo. En la misma dirección, se tiende a la
informalización de los empresarios.

En síntesis, durante la década de 1980, el debilitamiento de la capacidad de la economía


para generar empleo genuino se resuelve en una fuerte expansión de las dos formas visibles de
subutilización, en la disminución e intensa precarización del trabajo asalariado, junto con una
proliferación de subocupaciones en el sector informal urbano, en el sector público, y en el servicio
doméstico.

Las tendencias a la informalización y precarización prosiguieron a un ritmo todavía más


acelerado. Entre 1991 y 2000 fue prácticamente nula la creación de empleo asalariado; se satura
la receptividad del sector “refugio” para el empleo no-asalariado; casi todo el empleo creado fue
precario. En este lapso, el impacto también fue diferencial según el estrato social.

La nueva y brutal devaluación de los títulos académicos que indujo la abrupta irrupción
del hiperdesempleo. De repente, millones de personas quedaron obsoletas respecto de las nuevas
exigencias empresariales, con el agravante de que su eventual reciclamiento debía ser
autosolventado. Es decir, una porción de la mano de obra se encontró de pronto enfrentada a la
situación de que para conseguir empleo se necesita más educación, pero para reciclarse se
necesitan ingresos que no se obtienen porque se está desempleado.

Otro de los factores que afectó gravemente el funcionamiento del trabajo fue la
desregulación de las antiguas protecciones de los trabajadores. Las normas laborales se
modificaron en distintos andariveles:disminuyeron las contribuciones patronales para financiar el
costo del despido y se fomentaron nuevas modalidades contractuales. Todas estas modificaciones
tuvieron el común denominador de precarizar la situación laboral.

La movilidad social fue esencialmente descendente, tanto desde el punto de vista


ocupacional como de la distribución de los ingresos: disminución relativa del volumen de la clase
media y su progresiva desalarización, disminución del peso relativo de la clase obrera estable y
acentuación de su desalarización, aumento absoluto y relativo del estrato marginal.

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El empeoramiento de las condiciones laborales y de bienestar en tan corto lapso es un
buen indicador de la eficacia con que funcionó el “disciplinamiento social” originalmente
propiciado por el golpe militar. Calificar el balance de esta gestión en relación con la estructura
social no es una tarea compleja: además de concentradora, la estrategia es violenta y
explícitamente excluyente. La contrapartida previsible fue un aumento sin precedentes de la
incidencia, la intensidad y la heterogeneidad de la pobreza crítica, inductora de un deterioro brutal
de los niveles de bienestar.

4- Una visión de largo plazo

Comparación sintética de los efectos de cada modelo de acumulación sobre la estructura


de clases sociales y movilidad social.

Antes de 1930, durante el modelo agroexportador, el perfil de la estructura social se


trastoca profundamente, se aprecia una rapidísima expansión de los estratos medios. Puede
afirmarse que, en menos de una generación, surgió un amplio estrato medio que debió reclutar a
sus miembros entre los estratos populares, por lo que fuerte movilidad social ascendente
experimentada debió ser no sólo de carácter intergeneracional sino también intrageneracional.

Después de 1930, la estrategia justicialista, caracterizada por la industria sustitutiva de


bienes de consumo final, fue claramente distribucionista e incluyente de los estratos más
desfavorecidos respecto a los frutos del progreso económico. La desarrollista, aunque
modernizadora, fue marcadamente concentradora y excluyente. Por comparación, la aperturista,
presenta rasgos de claro sesgo desindustrializador, concentrador y excluyente, sin atisbos de
modernización.

En el período de 1945-2000 una pirámide de estratificación mostraría formas muy


cambiantes. Las mutaciones ilustrarían un proceso caracterizado por los siguientes rasgos:

a- una clase alta numéricamente ínfima en curso de enriquecimiento absoluto

b- una clase media numéricamente creciente-decreciente, en curso de progresiva


asalarización-desalarización, y pauperización absoluta y relativa

c- una clase obrera numéricamente decreciente en curso de progresiva


desalarización y pauperización absoluta

d- la aparición de un estrato marginal numéricamente importante con carencias


absolutas

Cada estrategia de desarrollo indujo un tipo particular de movilidad social, entendiendo


por tal el desplazamiento entre posiciones jerárquicas dentro de la pirámide de estratificación
social.
Respecto de la movilidad social del período 1945-2000, se encuentran algunas
características comunes: la masiva transferencia de población del campo a las ciudades, la
expansión de la matrícula educacional en todos sus niveles, la progresiva devaluación de las
credenciales educativas (aumento de los títulos exigidos para disminución de los ingresos
devengados por una misma posición), el acrecentamiento del rol de la educación como canal
ascensional.

Durante el modelo justicialista, existió un proceso generalizado de movilidad estructural


ascendente de carácter intrageneracional. Durante el desarrollismo, hubo una coexistencia de
fuertes flujos de movilidad estructural ascendente y descendente, intra e intergeneracional,
acompañados de importantes movimientos intersectoriales neutrales desde una perspectiva
jerárquica. Durante la estrategia aperturista, el crecimiento del empleo urbano es mucho más
lento que en el pasado, lo que concentra la movilidad social en la población de antigua residencia;
también la expansión de la clase media favorece ahora comparativamente más a su estrato
autónomo. El crecimiento de la clase media asalariada continuó nutriéndose desde posiciones
correspondientes a la clase media autónoma y a la propia clase media asalariada, representando
por lo general una movilidad social ascendente, si se define a esta última en términos
exclusivamente ocupacionales.

El crecimiento del estrato autónomo se alimentó comparativamente más de trabajadores


asalariados urbanos que perdieron sus antiguas posiciones durante el proceso, que de migrantes
internos o externos, razón por la cual puede considerarse esta movilidad de tipo descendente. El
balance del modelo aperturista es de preeminencia de movilidad estructural descendente, intra e
intergeneracional. La movilidad experimentada en todos los estratos de clase obrera y en la mayor
parte de los de clase media fue abruptamente descendente.

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