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Sin embargo, en numerosas sociedades del mundo actual las mujeres siguen sometidas
al control masculino, ven sus libertades avasalladas y sufren violencias extremas. Por eso,
estas injusticias se encuentran en la agenda de lucha de los diferentes movimientos
feministas del presente.
Heterogéneo. Está constituido por grupos feministas de diverso origen, con diferentes
posturas políticas y modalidades de acción, focalizados en distintas problemáticas
relativas al contexto específico de las mujeres en las diferentes sociedades del mundo.
No existe un organismo único que nuclee a todas las organizaciones feministas ni que
pueda imponer su visión por sobre la de los demás grupos feministas.
Pacifista. El activismo político y la revolución fomentada desde los grupos feministas no
tomó el camino de la violencia. Los logros de las feministas en las diferentes partes del
mundo se alcanzaron a través de la manifestación pública, del activismo político y de la
organización de instituciones que lucharon por la obtención de derechos.
Multidisciplinario. Desde sus orígenes, los grupos feministas se dedicaron a reconocer las
desigualdades entre hombres y mujeres en los diferentes aspectos de la vida. En este
sentido, los enfoques feministas atraviesan todas las ramas del conocimiento de las
ciencias naturales y sociales.
Sin embargo, estas quejas no se consideran parte de los movimientos feministas, porque
no cuestionaron el orden social establecido ni articularon una consigna, lucha o accionar
para reivindicar su posicionamiento social. Se trata más bien de antecedentes claros que
permiten reconocer la inconformidad en diferentes sociedades del pasado.
Algunas de las figuras reconocidas como antecedentes de los movimientos feministas
son:
Desde finales del siglo XVIII, las sociedades europeas y americanas vivieron una época de
transición política y económica enmarcada en dos procesos revolucionarios: las
revoluciones liberales y la Primera Revolución Industrial. Tanto en las rebeliones para
derrotar a las monarquías como en las horas dedicadas al trabajo en las fábricas, las
mujeres tuvieron un rol fundamental.
Sin embargo, luego del triunfo de los revolucionarios, la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano excluyó a las mujeres de los derechos políticos, que incluían el
acceso a la participación política, a la educación, al trabajo y a la propiedad.
Los primeros periódicos feministas se originaron a comienzos del siglo XIX y, desde
entonces, se constituyeron como base y sede de las nuevas asociaciones activistas. Desde
allí, las mujeres cuestionaron abiertamente la tiranía de las instituciones y las
costumbres que negaban sus derechos más elementales.
El sufragismo
Desde mediados del siglo XIX, las luchas feministas se concentraron especialmente en el
reconocimiento de su ciudadanía y la obtención del sufragio; por eso, este periodo de la
historia feminista también es conocido como el “sufragismo”.
Las sufragistas (así se conoce a las feministas de esta época) lograron el derecho al voto
por primera vez en 1861 en Australia del Sur a nivel provincial, y a nivel nacional en
1893 en Nueva Zelanda, ante la movilización de miles de mujeres y hombres.
Luego de la Primera Guerra Mundial, ante el papel decisivo que tuvieron las mujeres
trabajadoras para las economías nacionales, las sufragistas consiguieron el voto
femenino en 1918 en Inglaterra (con restricciones) y en Alemania (en la República de
Weimar), en 1920 en Estados Unidos e Islandia, en 1928 en Inglaterra y en 1931 en
España.
En Asia, con la Revolución Rusa de 1917, las mujeres que participaron en las luchas
lograron presionar al gobierno provisional para obtener los mismos derechos políticos
que todos los hombres. En aquellos países que quedaron bajo la influencia de la URSS
durante las décadas siguientes, se fue implementando la equidad de género en los
derechos políticos.
Turquía fue el primero de los países de religión musulmana (que no estaban bajo el
régimen comunista) en otorgar el sufragio a las mujeres, en 1934. En la India y Japón, el
voto femenino se obtuvo en 1947, y en China en 1949 con la revolución comunista.
El feminismo liberal, cuyo núcleo era la NOW (National Organization for Women),
definía la situación de las mujeres como una desigualdad (y no una opresión) y
planteaba que era necesario reformar el sistema hasta lograr la igualdad entre los sexos.
Las feministas liberales trabajaron por la inclusión de las mujeres en la esfera pública y en
el mercado laboral.
Por otro lado, se comenzaron a reconocer otras formas de desigualdad en la vida de las
mujeres: su situación dentro de las familias (como hijas, esposas y madres) y sus
aspiraciones por fuera de las familias (profesionales, económicas, académicas, etc.).
Tradicionalmente, se consideraba que estos aspectos de la vida pertenecían al ámbito
privado y personal.
Las feministas visualizaron la desigualdad entre las oportunidades de vida para hombres
y mujeres y, al reconocerse la desigualdad, mostraron las relaciones de poder que la
sostenían. De esta manera, redefinieron la situación de las mujeres en términos de
opresión y cuestionaron las bases mismas del sistema.
Las feministas radicales hicieron tres grandes aportes en la lucha y la mejora de las
condiciones de vida de las mujeres: las grandes protestas públicas, el desarrollo de los
grupos de autoconciencia y la creación de instituciones y centros de apoyo específicos
para mujeres.
Sin embargo, la desigualdad entre hombres y mujeres tomaba diversas formas en las
diferentes sociedades. Las necesidades y urgencias de las mujeres árabes o
latinoamericanas no se correspondían con la agenda de lucha europea o
norteamericana.
A su vez, las posibilidades de conexión digital dan a conocer las condiciones de opresión
en que viven millones de mujeres y permiten la creación de redes de cooperación
directa, que escapan a las instituciones u organismos estatales o internacionales. En este
sentido, las redes sociales cumplen un rol clave en la difusión de información y la
cooperación entre diferentes grupos de mujeres.
Entre los principales conflictos que abordan los movimientos feministas de la actualidad,
se encuentran:
Violencia de género. Según la ONU, una de cada tres mujeres del mundo ha sufrido
violencia sexual o física por parte de personas cercanas a ellas. De esta cifra, 150
millones de mujeres son niñas menores de 18 años que han sufrido agresión sexual.
Cada día mueren 137 mujeres a manos de su pareja o de un miembro de su familia.
Estos datos no incluyen las denuncias por acoso, las violaciones o agresiones en
contextos de guerra. Actualmente, existe legislación en más de 20 países que obliga a
las mujeres a casarse con sus violadores.
Desigualdad económica. A partir de los informes de ONU Mujeres, se estima que a nivel
mundial a las mujeres se les paga un 23 % menos que los hombres por un trabajo de
igual valor. Esta brecha salarial empeora para las mujeres no-blancas, las mujeres
inmigrantes y las mujeres que son madres. La probabilidad de desempleo entre las
mujeres es mayor que entre los hombres. El empleo femenino está concentrado en los
empleos con menor remuneración (empleos de servicio) y solo un 4 % de los puestos de
liderazgo de empresas privadas están ocupados por mujeres. Además, las mujeres llevan
a cabo 2,5 veces más trabajo de hogar y de cuidado no remunerado que los hombres.
Derechos sexuales y reproductivos. La ONU estima que el 43 % de las mujeres del
mundo de entre 15 y 49 años no puede decidir de manera autónoma sobre su salud
reproductiva, sus relaciones sexuales o el uso de anticonceptivos. Los matrimonios
forzados y los matrimonios infantiles siguen siendo una práctica habitual en decenas de
países y cada año 12 millones de niñas son casadas antes de llegar a la edad adulta. Hay
200 millones de mujeres y niñas que han sufrido procedimientos de mutilación genital
femenina (práctica cultural que se realiza en más de 30 países de Asia y África). Por otro
lado, más del 30 % de los países carecen de legislación para el acceso a la información
sobre salud sexual y reproductiva. Actualmente, el 45 % de los abortos del mundo se
realiza de manera insegura o ilegal.
Disparidad y falta de representación política. El acceso a los espacios de toma de
decisiones, poder gubernamental y puestos de liderazgo político tiene una alta tasa de
disparidad: actualmente, solo el 13 % de los países tienen una jefa de estado mujer,
solo el 26 % de los escaños parlamentarios nacionales del mundo están ocupados por
mujeres y solo el 21 % de los cargos ministeriales fueron otorgados a mujeres (que se
concentran en áreas relativas a la familia, la niñez, la paridad, la discapacidad o el
medioambiente).
Prohibición de libertades fundamentales. Actualmente, más de treinta países restringen
de manera legal el derecho de las mujeres a desplazarse fuera del hogar, heredar
propiedades, controlar sus ingresos salariales, tomar decisiones sobre sus hijos o sus
hogares, reunirse libremente con otras personas, vestir a su voluntad o elegir sus
prácticas religiosas.