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El feminismo en la Argentina a partir del siglo XXI

El movimiento feminista, desde su surgimiento en términos formales en fines del siglo


XIX, es marcado por hechos históricos y simbólicos importantes. Un proceso de lucha
caracterizado por una radicalidad desde su conformación, en lo cual estuvieron
presentes las protestas, las huelgas de hambre y que también costó –y sigue
costando– la vida de muchas mujeres.
La lucha por el reconocimiento de la existencia de las mujeres –todas ellas– es el eje
central del movimiento, los avances y las conquistas marcaron puntos de inflexión, lo
que también permitió la apropiación de la identidad feminista. Un logro, muy
probablemente, sin retorno. Más allá de lo reivindicatorio –la lucha por derechos y por
igualdad de oportunidades–, las feministas lograron producir su propia reflexión crítica
y su propia teoría.
La dinámica con la cual surgen los métodos de intervención y las formulaciones
políticas en el movimiento, hace de los feminismos un conjunto potente y de difícil
contestación. Por ello, muchas veces, las críticas en contra el movimiento o contra
algunas formas más radicalizadas de intervención político-cultural son superficiales,
objetivando la descalificación en lugar de dar el debate de fondo. La inserción de los
debates feministas en el seno de sociedad genera, como es esperado de cualquier
debate amplio, una serie de polémicas. Sin embargo, estas discusiones también
afloran el carácter heteropatriarcal en las construcciones de las narrativas
hegemónicas.
Así, lo que debería ser un debate saludable con fines de discutir las causas y
consecuencias del sistema opresor, termina por reproducir y reafirmar la lógica
vigente. El debate se transforma en más una herramienta de violencia en contra las
mujeres. Todo esto sería un problema si no fuera por la característica multidialéctica
del movimiento asociado a su alto enraizamiento social y activista. El feminismo, tiene
su propio antídoto. La reacción a la criminalización y/o intento de descalificar al
movimiento es instantánea. La batalla cultural está puesta y hay una nítida
construcción de hegemonía feminista en curso. Esta construcción es amenazadora y
también es un logro importante, además de evidente.
En los últimos meses, las críticas a los feminismos han tenido un lugar de destaque en
muchos medios. La politización del movimiento he sido el punto de mayor crítica por
parte de sectores conservadores de la sociedad. El hecho de no poder dar las
discusiones genera una frustración por parte de quienes disputan el sentido común
desde arriba –y que habitualmente lo ganan por su capacidad de llegada masiva–.
Todavía, la batalla en contra los feminismos termina por fortalecer más aún al
movimiento, porque devela la debilidad de impulsar una guerra sin sentido en la cual
el odio hacia las mujeres salta a cada comentario machista.
El intento de debilitar el movimiento feminista, sin embargo, lo legitima. La reacción
frente a la perdida de privilegios y de la exitosa campaña contra-sistémica es natural,
una vez que el constante cuestionamiento pone en riesgo las estructuras del poder.
Entre los innúmeros desafíos colocados para las feministas del siglo XXI, tal vez lo
más importante sea lograr transitar los espacios de animosidad los cuales tienden a
ponerse más acentuados a la medida que el movimiento gana más fuerza.
En 1911, fue la protagonista de un hecho histórico. Se presentó ante la Justicia
reclamando su derecho a votar. El fallo decretó que no había impedimento legal para
que una mujer ejerciera dicho derecho.
Julieta Lanteri fue entonces la única mujer incorporada al padrón y pudo votar en las
elecciones municipales de ese año. Se convirtió así, en  la primera mujer en sufragar no
solo en Argentina, sino en toda Sudamérica. Eso sucedió 36 años antes de que se
sancionara la “Ley Evita” de sufragio femenino en el país.

En 1919, Lanteri fundó el Partido Feminista Nacional y se presentó a las elecciones


para diputados, sin formar parte del padrón como electora. Entre sus propuestas, se
destacó el subsidio a las madres.

Esta referente de los movimientos feministas en Argentina luchó por los derechos de las
mujeres hasta el último de sus días.  Murió en 1932 en circunstancias sospechosas,
atropellada por un auto conducido por un integrante del grupo fascista parapolicial
llamado “Legión Cívica”.

 
María Abella Ramírez

María Abella Ramírez fue una docente, periodista y escritora uruguaya, radicada en La
Plata.  Dedicó gran parte de su vida a apoyar, promover y difundir con su escritura las
ideas de los movimientos feministas de la época.

Fue fundadora de la revista  Nosotras, una avanzada publicación feminista que funcionó
entre entre 1902 y 1904. Y luego, en 1910, dirigió La Nueva Mujer. 

En 1905 organizó la Liga Feminista Nacional de la República Argentina, filial nacional del
movimiento para el Sufragio de la Mujer. También fundó, como ya se ha dicho, la Liga
Argentina de Mujeres Librepensadoras, junto con Lanteri. 

Gracias a María Abella Ramírez, podemos dar cuenta prolijamente de cuáles eran los
reclamos de los movimientos feministas en Argentina en aquellos tiempos. En 1906,
presentó un “Plan mínimo de reivindicaciones femeninas” en el Congreso Internacional
de Libre Pensamiento que tuvo lugar en Buenos Aires.

Estas reivindicaciones para las mujeres consistían en:

 igualdad de educación y de oportunidades de empleos y salarios;


 la posibilidad de administrar los bienes propios tras el matrimonio;
 garantía de los bienes gananciales;
 derecho al divorcio;
 supresión de las cárceles del Buen Pastor
 y obtención de derechos políticos.

Su libro  En pos de la justicia, publicado en 1908, incluye este y otros textos. Se trata de
un documento que aglutina ensayos feministas fundamentales para los movimientos
feministas en Argentina.

 
Alicia Moreau

Alicia Moreau nació en Londres en 1885. Hija de un revolucionario francés exiliado, llegó
a la Argentina en 1890. Fue la segunda mujer en graduarse de médica en el país y lo hizo
con diploma de honor.  Se especializó en ginecología y atendió a mujeres pobres y
prostitutas.

Además de ícono feminista, fue referente del Partido Socialista. Integró el Consejo
Directivo del partido y desde allí encaró su liderazgo en materia de género. Fue, además,
la mujer de Juan B. Justo, líder del partido.

Fundó el Ateneo de Mujeres, desde donde publicó artículos progresistas sobre diversos
temas. Ha publicado también en la  Revista Socialista Internacional. 

Alicia Moreau fue quien  elaboró en 1932 un proyecto de ley de sufragio femenino. Fue
presentado por un diputado socialista y aprobado en Diputados. Sin embargo, el Senado
conservador lo rechazó. Recién en 1947 el  voto femenino se hizo ley.

Esta  mujer fundamental para la historia de los movimientos feministas en Argentina


vivió 100 años. Y, su legado sigue hoy vigente.

 
Alicia Moreau elaboró en 1932 un proyecto de ley de sufragio femenino, 15 años antes
de la sanción de la “Ley Evita”.

Eva Perón y el sufragio femenino

Durante la primera mitad del siglo XX, el mundo fue escenario de regímenes totalitarios
que impactaron el devenir político de todas las naciones. En este contexto, los
movimientos feministas perseguían mayores libertades para las mujeres, frente a las
resistencias de un mundo que parecía avanzar en un sentido contrario.
El derecho al voto fue reconocido a las mujeres argentinas en 1947, con la Ley de
Sufragio Femenino, impulsada por Eva Perón. Sin embargo, esto fue posible gracias a la
lucha de mujeres que durante las décadas anteriores habían defendido sus ideas, a
riesgo de ser castigadas por la sociedad.
La importancia de la figura de Eva Perón en la historia del reconocimiento de los
derechos de la mujer es innegable. Fue una fundamental impulsora de la participación
política de las mujeres.
Además, ostentó un poder antes impensado para una mujer de su época. Sin
embargo,  ella no se consideraba feminista. Su trabajo fue encausado exclusivamente
desde el peronismo.

En 1951, se celebraron las primeras elecciones nacionales con voto femenino, que
llevaron a Perón a su segunda presidencia. El 90% de las mujeres empadronadas se
presentó a los comicios.

Así, se inauguró un periodo excepcional para las mujeres en la política. No solo por su
participación en las elecciones, sino por el  casi 30% de plazas que ocuparon en ambas
cámaras del Congreso.

El compromiso de Evita con la igualdad de géneros no se limitó al ejercicio del voto.


Echó luz sobre el problema de la explotación de la mujer puertas adentro.  La
invisibilización del trabajo doméstico, comúnmente relegado a la mujer y las personas
feminizadas,  sigue siendo un asunto para los movimientos feministas de hoy. 

La década de 1960

La  década de 1960 fue importante para los movimientos feministas alrededor del
mundo. En 1948, el sufragio femenino había sido declarado un derecho universal, en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. A partir de esto, las críticas pasarían
del plano político al social.
En Estados Unidos, surgieron con vehemencia los reclamos por las mujeres y minorías.
En Francia se recuperó el vigor del movimiento.  La publicación fundamental para esta
segunda ola feminista fue El Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir, que había sido
publicado en 1949.
La década de 1970

En 1970, se creó la Unión Feminista Argentina. Se dedicaba principalmente a


acercar a sus integrantes textos de feministas extranjeras como Virginia Wolf o
Beauvoir. 
En esta época, surgieron otros grupos como Nueva Mujer y el Movimiento de
Liberación Femenina. Cada uno de ellos tenía sus propias publicaciones. Los
temas no se limitaban a la cuestión de género. El contexto político obligaba a una
discusión más amplia.
En 1974, se conformó el Frente de Lucha para la Mujer. Elaboró un programa que
proponía, entre otras cosas:  un salario para el trabajo doméstico, iguales oportunidades
de acceso a la educación, guarderías acceso a información y uso de anticonceptivos y,
por último, aborto legal y gratuito.

Madres y Abuelas de Plaza de Mayo


Estos reclamos fueron interrumpidos por la dictadura militar que tuvo lugar entre 1976 y
1983. No había lugar para las discusiones mencionadas en el contexto de persecución
política que subyugaba al país.
Sin embargo, este lamentable episodio de nuestra historia vio nacer a las principales
organizaciones de derechos humanos de la Argentina, enteramente conformadas por
mujeres.
Madres de Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo  surgieron durante el proceso
militar a partir de la búsqueda de familiares desaparecidos. Son grupos que se
conformaron casi espontáneamente ante  la imposibilidad de un grupo de mujeres de
permanecer en silencio ante el atropello de derechos fundamentales como la libertad y
la identidad.
No se trata de asociaciones estrictamente feministas. Sin embargo,  no puede pensarse
en la evolución de los movimientos feministas en Argentina sin considerar el trabajo y
compromiso político de estas mujeres. 
Una vez restaurada la democracia y sin cesar la búsqueda de los familiares
desaparecidos, la relación de las Madres y Abuelas con las consignas feministas se hizo
explícita y así permanece  hasta el día de hoy.

Finales del siglo XX

Con el retorno de la democracia, los  movimientos feministas cobraron un nuevo


impulso y su perspectiva fue renovada.  Enfrentarse al patriarcado era enfrentarse a las
formas autoritaristas que tanto daño habían provocado.
Las principales preocupaciones de los  movimientos feministas durante la década de
1980  fueron la cuestión de la violencia doméstica, el acceso a anticonceptivos y la
participación política.
Gracias a su esfuerzo, en 1991, Argentina fue el primer país del mundo en incorporar
una ley de cupo femenino a su legislación. Esta establece que las listas electorales
deben incluir al menos un 30% de candidatas mujeres a cargos nacionales.
La reforma constitucional de 1994 incluyó la adhesión a la Convención contra todas las
formas de Discriminación de las Mujeres. Durante esta década, cobró mayor visibilidad
la  mujer lesbiana como sujeto político dentro de los movimientos feministas en
Argentina.

Ley 26.485

Durante los primeros años del siglo XXI, los argentinos hemos sido testigos
de  importantes avances legislativos en materia de género. El mayor signo de esta
evolución es la  Ley 26.485  de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la
violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones
interpersonales.
Esta ley no sólo enumera ampliamente los derechos que deben ser garantizados a las
mujeres. También,  define diferentes tipos de violencia de género. 
El reconocimiento formal de los distintos tipos de violencia que sufre la mujer en todos
los ámbitos es un paso fundamental. Gracias a ello, se favorece la continua y necesaria
defensa de sus derechos.

Movimientos feministas actuales. ¿Qué se pide?

Podemos decir que, en la actualidad,  son dos los reclamos principales de los
movimientos feministas en Argentina.
Por un lado, el Colectivo  Ni Una Menos, nacido en 2015, protesta principalmente contra
la violencia contra la mujer y su consecuencia más extrema, el femicidio. Se trata de un
movimiento de origen Argentino que se ha extendido a decenas de países que hacen
eco de  la consigna  en multitudinarias marchas.
Por otro lado, la  Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Grauito  ha
cobrado particular visibilización. Este es el reclamo encarnado en la  marea de pañuelos
verdes.
Si bien la Campaña tuvo su origen en 2005, fue el  tratamiento legislativo  del  Proyecto
de Ley  en 2018, tras su octava presentación, el hecho que quitó el velo a un tema hasta
entonces tabú. El acceso legal y gratuito a la  interrupción voluntaria del embarazo es
una consigna histórica de los movimientos feministas  y, según las consignas, una
deuda histórica del Estado.

 “El acceso legal y gratuito a la interrupción voluntaria del embarazo es una


consigna histórica de los movimientos feministas.”

Cabe remarcar que,  en Argentina, desde 1919,  el aborto es legal  en caso


practicarse con el fin de evitar un peligro para la vida o salud de la persona
gestante o si el embarazo es producto de una violación. Aùn así, algunos
sectores del sistema de salud y las organizaciones religiosas no dejan de
poner  trabas  a la hora de garantizar el acceso a tal derecho.

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