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Alteraciones vestibulares

Muchas veces los trastornos vestibulares agudos ocasionan disfunción de las respuestas vegetativas vestibulares
que pueden provocar hipotensión ortostática (incapacidad del cuerpo para regular la presión arterial rápidamente),
taquicardia y caídas.

En las alteraciones vestibulares se presenta signo de Romberg positivo (al pedirle al paciente que se pare firme
con los ojos abiertos, lo hará sin problemas, pero al pedirle que cierre los ojos, el paciente se caerá hacia el lado del oído
afectado) y marcha en estrella (marcha ciega de Babinski-Weil) hacia el lado afectado.

Síndrome vestibular periférico


Es la lesión de la rama vestibular del nervio craneal VIII. Se acompaña de alteraciones de la audición. Cursa con
vértigo constante que puede llegar a grandes crisis de vértigo que reducen al sujeto inmovilidad durante horas o días,
tendencia a la caída y nistagmus horizontal del lado sano.

Las causas de este síndrome pueden ser: laberintitis, isquemias o hemorragias laberínticas, enfermedad de
Ménière, descompresión brusca (buzos al salir a la superficie) y traumatismos.

Síndrome vestibular central


Se produce por lesión de los núcleos vestibulares o sus aferencias. Existe vértigo no sistematizado, es decir, no
se experimenta en una dirección determinada. Los brazos pueden desviarse en un sentido mientras el eje del cuerpo lo
hace en sentido opuesto. El nistagmus es más marcado que en el síndrome vestibular periférico. No hay trastornos
auditivos y suelen encontrarse signos cerebelosos, piramidales o bulbares.

Las causas de este síndrome pueden ser: lesiones cerebelosas, esclerosis múltiple, traumatismos, insuficiencia
vertebrobasilar, lesiones el lóbulo temporal.

Enfermedad de Ménière
En la enfermedad de Méniére avanzada se altera el volumen normal de la endolinfa y se produce una hidropesía
endolinfática (una distensión anómala del laberinto membranoso). Los síntomas de la enfermedad de Méniére pueden
ser vértigo (la sensación de dar vueltas en el espacio), nistagmo posicional y náuseas. Muchas veces las personas
afectadas tienen crisis impredecibles de síntomas auditivos y vestibulares, con vómitos, acúfenos (zumbidos en los
oídos) y una incapacidad total de hacer movimientos con la cabeza o incluso de permanecer de pie sin moverse. Para los
pacientes con crisis debilitantes frecuentes, la primera pauta terapéutica suele consistir en la administración de un
diurético (p. ej., hidroclorotiazida) y una dieta con poca sal para reducir la hidropesía. Si persisten los síntomas de la
enfermedad de Ménière, la segunda opción terapéutica consiste en la implantación de una pequeña derivación al saco
endolinfático inflamado, o en la administración en la perilinfa de un fármaco vestibulotóxico como la gentamicina.

Dehiscencia de los conductos semicirculares


En ocasiones puede ocurrir que una parte del hueso temporal que cubre el conducto semicircular anterior o
posterior se adelgace tanto que se cree una abertura (dehiscencia) cerca de la duramadre. En los pacientes afectados, la
dehiscencia del conducto expone el laberinto óseo, que normalmente está cerrado, al espacio extradural. Los síntomas
pueden consistir en vértigo y oscilopsia (sensación de que los objetos se mueven oscilando en los campos visuales) en
respuesta a sonidos intensos (el fenómeno de Tullio) o en respuesta a maniobras que cambian la presión intracraneal o
en el oído medio. Los movimientos oculares que evocan estos estímulos (nistagmo) se alinean con el plano del conducto
abierto superiormente. El defecto suele cerrarse con un injerto de hueso mediante una intervención quirúrgica.
Los traumatismos craneales o las enfermedades pueden modificar la actividad normal de reposo en las fibras
aferentes del VIII nervio craneal. El cerebro puede interpretar este cambio como un giro, aunque la cabeza no se mueva.
Por ejemplo, una lesión del VIII nervio, como la producida por un tumor glómico o por un neurinoma del acústico, puede
reducir la frecuencia de los impulsos en las fibras aferentes ipsilaterales, o bloquear por completo su transmisión. Por
eso las unidades de comparación de los núcleos vestibulares recibirán siempre una frecuencia de impulsos superior del
lado intacto, lo que se interpretará como un giro de la cabeza hacia el lado contrario a la lesión.

Mareo y vértigo
El mareo es un término inespecífico que, por lo general, se refiere a una desorientación espacial, con sensación
de movimiento o sin ella. Puede acompañarse de náuseas o de inestabilidad postural. Muchos factores pueden producir
sensación de mareo, y bastantes no son de origen vestibular exclusivamente.

El vértigo es una percepción concreta de movimiento del cuerpo, habitualmente rotatoria, que se experimenta
sin que haya movimiento real. El vértigo puede ser subjetivo u objetivo. En el subjetivo, el paciente experimenta la
sensación de que él da vueltas sin que los objetos de alrededor se muevan; en el vértigo objetivo son los objetos los que
giran sin que el paciente se mueva. De niños todos aprendemos a provocarnos vértigo girando lo más rápido posible
para detenernos de repente. Durante unos momentos el mundo parece girar en sentido contrario. La exploración de los
ojos durante esta fase pondrá de manifiesto un nistagmo que pulsa en el sentido opuesto al de la rotación original. El
vértigo también se puede provocar optocinéticamente si el entorno visual gira mientras el cuerpo permanece
estacionario. Muchas atracciones modernas se aprovechan de este fenómeno para producir la sensación de
movimiento.

Vértigo posicional paroxístico benigno


Uno de los trastornos vestibulares más frecuentes en clínica es el vértigo posicional paroxístico benigno. Se
caracteriza por breves episodios de vértigo que coinciden con determinados cambios de posición del cuerpo.
Habitualmente los episodios pueden desencadenarse al darse la vuelta en la cama, al levantarse por la mañana, al
inclinarse hacia delante o al incorporarse después de agacharse. El mecanismo fisiopatológico del vértigo posicional
benigno no se conoce bien, pero está relacionado con alteraciones en los conductos posteriores. Una posible explicación
es que los cristales de las otoconias del utrículo se desprenden de la membrana otolítica y se alojan en la cúpula del
conducto posterior (un trastorno que se denomina cupulolitiasis).

El consiguiente aumento de la densidad de la cúpula produce desviaciones anómalas de ésta cuando la cabeza
cambia de posición con respecto a la gravedad.

Neuritis vestibular
Muchas veces los pacientes presentan vértigo, náuseas y vómitos intensos que no se acompañan de sordera ni
de otros trastornos del sistema nervioso central. En muchos de estos casos se diagnostica neuritis vestibular y se cree
que se produce un edema del nervio (o el ganglio) vestibular. Se suele pensar que el edema se debe a una infección viral
aguda, como la causada por el virus del herpes simple. De hecho, algunos pacientes refieren haber pasado
recientemente una infección de las vías respiratorias superiores, un catarro o una gripe. Las opciones de tratamiento son
antieméticos, supresores vestibulares, corticosteroides para reducir la inflamación y antivirales.

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