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Historia del pensamiento:

Lección 17
Ramón Cortés Fernández, Sonia Lluesma Vila, Agustín Castillo Alallón, Paula Jiménez
Valero.

EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA HISTÓRICA


La idea de conocimiento antiguo es decapitada por la modernidad ya que para la
ciencia moderna todas las dimensiones de la realidad que no admiten un tratamiento
estrictamente cuantitativo van a ser tratadas como subjetivas e irrelevantes. Existen
ciencias como la psicología o sociología que han intentado asimilarse al verdadero
planteamiento científico, que a veces se tiene como estrictamente cuantitativo.
Intentan obsesivamente tratar de obtener sus conocimientos en una clave matemática
por ejemplo con la estadística. Mientras que hay otras tradiciones que adoptan una
actitud más hermenéutica y de compresión de los fenómenos intenciones y deseos, no
tan solo de la cuestión objetivable.

El problema de la ciencia, para poder prever los fenómenos es necesario eliminar


muchas dimensiones de la realidad que no son susceptibles de cualificación. Por
ejemplo, es imposible establecer una medición precisa de dolor de fiebre, esa
sensación subjetiva del que sufre el dolor, de la experiencia, eso no se puede someter
a cuantificación sin embargo la temperatura del cuerpo para saber si tienes fiebre si
puede dar una cuantificación exacta. Ignorando la experiencia no cuantificable
ponemos en riesgo el estudio de una parte de la realidad.

Comienza a abrirse paso una conciencia histórica a finales del siglo XVIII, se hace
presente la importancia de un saber como la historia. Los europeos (ilustrados) tenían
la clara conciencia que había un inmenso progreso por delante que acometer si las
sociedades se dejaban guiar por el conocimiento y el saber. En ese sentido, un ideal
del progreso no puede nacer más que en un tiempo que acepta la linealidad del propio
tiempo y admite que el futuro está abierto y podemos darle forma.

La idea de progreso de la ilustración, la esperanza, la marcha de que la historia


avanza lentamente pero avanza inexorablemente hacia mejor en el fondo lo que
intenta es transformar la concepción providencialista que caracterizaba a la
concepción de la historia del mundo cristiano y judio en general. Concepción
providencialista: la idea de lo que pasa en la historia es en el fondo el resultado de los
designios de un dios cuyos últimos decretos son misteriosos para nosotros, las cosas
ocurren porque Dios quiere que ocurran, la historia tiene un sentido que es
trascendente a la humanidad.

La ilustración transforma esa idea de providencia divina a una historia que hacemos
nosotros, los hombre y mujeres y por lo tanto puede ir hacia mejor, siempre que las
sociedades se dejen guiar por la razón.
La ilustración se opondrá a las ideas decadentistas de la historia, que lo bueno
siempre quedó atrás: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”. La revolución francesa
supuso para la ilustración que las sociedades podían caminar por sí solas con valores
más libres en los gobiernos. Esta idea que los ilustrados promovieron en ensayos y
disertaciones sobre el ser humano y su progreso se profundizan y se visibilizan en el
siglo XIX. Los ilustrados de este siglo tienen un compromiso claro como Hegel y Marx.

La idea de que somos lo que somos como resultado de la histórica que nos ha hecho,
es decir, cobrar conciencia de la historicidad, está en conflicto con el positivismo.

En conclusión, la actitud positivista que entiende el conocimiento como algo que busca
lo universal y necesario frente a la actitud historicista en lo que respecta a los hombres
y mujeres a lo largo de la historia va concretando y transformándose como resultado
del devenir histórico. Esta actitud se confía en la naturaleza humana ilustrada y llevar a
cabo una ciencia de la naturaleza humana a lo largo de la historia que entra en
conflicto en el siglo XIX, porque los historiadores exponen que las cosas no vuelven a
pasar dos veces de la misma manera.

La conciencia histórica del siglo XIX comprende que si realmente lo que nos interesa
en la ciencia histórica es descubrir lo que somos los seres humanos, esa
reconstrucción nunca podrá ser cerrada.

Ortega: el hombre no tiene naturaleza, tiene historia. La concepción de Ortega sobre la


historia establece que solo podemos saber lo que somos hoy si tenemos en cuenta el
pasado. La idea de Ortega es que nosotros los seres humanos somos lo que somos
en la forma del haber sido, es decir, lo que somos hoy solo podemos explicarlo por lo
que fuimos en el pasado de manera individual y colectiva. Ese pasado es el que lanza
una sombra sobre nosotros, la cual no nos podemos quitar de encima, estamos
formados por un tiempo, nuestras decisiones pasadas de una forma están
determinando lo que somos, por lo que si alguien quiere conocer la identidad del
sujeto no lo puede hacer sin comprender el proceso por el cual ha llegado a su punto
actual.

No podemos responder a la pregunta de quiénes somos, sin tener en cuenta nuestro


pasado. Aquí se consuma la secularización que caracteriza la modernidad, para la
filosofía pre moderna, la humanidad es obra de Dios, desde su punto de vista el lugar
de Dios ahora lo ocupa la historia, esta es la que ha hecho que la humanidad sea
como es.

Marx dice que en el fondo es la violencia que acompaña a la historia la que se


constituye en parte de la humanidad. Resulta evidente que, para investigar la
condición humana, no se puede hacer mediante una ciencia positivista, sino a través
de la historia. El siglo XIX, lugar de choque entre el positivismo y el historicismo, cada
disciplina necesita su propia metodología. Existe la necesidad de distinguir entre
ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu.

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