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Mitos y Leyendas de Iguala y sus alrededores

sábado, 8 de noviembre de 2014

LEYENDA EL AMIGO.

Pues bien, esto se reduce en lo siguiente y esto que suena a leyenda se llama el amigo. Si el
tiempo pudiera escribir su propia historia un fragmento de mi vida sería un suspiro, estaba
entrada la noche y las luces en penumbra del pueblo se iban perdiendo a lo lejos y de
compañía solo tenía el aullido de unos cuantos perros. El viento silbaba entre los arboles
haciéndoles caricias a las hojas y acompañando mi caminar, fue quedando la luz a lo lejos del
pueblo y yo seguía la vereda del camino, adelante de mi cuando seguía avanzando sentados
sobre una roca se empezó a dibujar la silueta de un alguien que al pasar me dijo: -Hey amigo,
sorprendido aminore mi paso y volteé discretamente, y le dije: -Buenas noches amigo, -Que
rumbo llevas me pregunto, yo le dije: -Al rancho vecino, -pues bien es mi camino, también
asintió y lo invite a seguir conmigo, agarro su alforja porque parecía más bien que sabía
montar a caballo y es lo que lo que lo acompañaba y un morral que en su mano tomo del
suelo y camino hacia mí.
Empezamos a caminar y disfrutamos la noche estrellada hablando de mil y un cosas que se
nos venían a la mente el pueblo se quedó a la distancia y solamente nos acompañaba la
oscuridad de la noche. Pasamos las veradas de las siembras y empezamos a ascender en las
herrerías, en los cerros pedregosos, donde sacaban piedras para quemar con lumbre con leña
y producir cal. Seguíamos avanzando y seguíamos platicando y nuestros temas no se
agotaban, de repente me paro en alto y me dijo: -¿Tienes sed?, le dije: -Si, tanto hablar me ha
despertado la sed, -pues bien espera, abrió su alforja y saco dos cervezas y no estaban
calientes lo cual me extrañe, la tome yo no oía ruido de algún hielo o alguna cosa que
acompañara las bebidas, destapamos, dijimos salud y seguimos caminando, pues bien ni el
ruido tintineo de los envases se oían y seguimos caminando y seguimos hablando. Se
terminaron las cervezas en la plática y dejamos los envases a la veda del camino, llegamos al
paraje del tecorral, conocido por el ganado que se paraba en las siembras y cuando se
distribuía el ganado en uno y otro lado de acuerdo con la temporada de lluvias, había tres
hermosas amates que se distinguían bien aun en la oscuridad de la noche y le dije: -
Sentémonos un momento que ya el cansancio me apremia, me contesto: -Esta bien, si así lo
quieres, seguimos platicando y me convido otra cerveza y dijimos: -Salud y seguimos
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