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2. CÁTEDRA: BRAUER
3 En este sentido, se asumirá la idea desarrollada por M. Löwy sobre el esquema compartido entre
las correspondencias contenidas en, por un lado, la realización de la revolución “libertaria/comunista”
(la instauración de la sociedad sin clases) y, por otro lado, el mesianismo judío (espera de la llegada
del Mesías) y su concepto particular de redención. Así pues, la finalidad electiva entre los dos está
fundamentada también en la común estructura restitucionista/utópica. Veáse en, M. Löwy: VI. Distante
de todas las corrientes y el cruce de todos los caminos: Walter Benjamin
https://books.openedition.org/ariadnaediciones/1616: párrafo 72.
4 Hipótesis desarrollada en la teoría de la alegoría. Véase en Zamora (2008), apartado “Mesianismo
e historia”, p. 129-131.
5 Zamora, J. A.: op.cit. p. 128.
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del verdadero triunfo del materialismo histórico, siempre que este la reconozca en su
metodología; caso contrario corre riesgo de convertirse en artículo de fe. 6 En este sentido,
su presencia es sumamente relevante para la redención posible, ya que disipando la clave
mesiánica de la secularización histórica contenida en la posibilidad de la revolución, esta se
convierte en un ideal, en una tarea infinita, en una idea regulativa al modo kantiano, y como
consecuencia conllevaría la renuncia real a su realización material e histórica.
De este modo, se esclarece, dentro del presente preámbulo, la antes mencionada
afinidad electiva entre política y teología. La revolución de los oprimidos, entonces, no nos
sorprenderá si, está asociada a la figura del Mesías; quien, no sólo redime a los hombres (y,
de alguna forma, el devenir histórico mismo) sino que vence al Anticristo7. El Mesías tiene
cómo misión suya llevar a cabo la tarea que el ángel de la historia, cuyas alas son atrapadas
en la tempestad del progreso, no ha podido, ni puede, realizar: “despertar a los muertos y
volver a juntar los destrozados”. En este marco, se explica el sujeto histórico benjaminiano:
“la clase oprimida misma, cuando combate”,8 en su arriesgada situación (tesis XII).
De esta manera, el mesianismo histórico benjaminiano se sitúa en las antípodas de
todo historicismo progresista: el Mesías viene a irrumpir y “hacer saltar por los aires” el
continuum temporal supuesto por aquellas filosofías de la historias, que explican las
injusticias de hoy con la promesa de un mejor mañana; realizando y justificando, del mismo
modo, una instrumentalización intolerable del sufrimiento de las generaciones pasadas en
aras de la felicidad de las futuras.
Los términos temporales en los que converge el acaecer del “tiempo mesiánico” son
el presente y el pasado. Ahora bien, la dimensión del pasado tiene la potencialidad,
sustancial y cualitativamente, de permear la misma temporalidad del tiempo (y del
presente).9 De este modo, de ello se deriva que el pasado al que se refiere nuestro autor no
puede conformarse a partir de un tipo de narratividad que le otorgue clausura o cerrazón,
como la propia del historicismo positivista con su “érase una vez”, sino que el pasado
6 Ibíd. p.128.
7 En ese sentido, se ubica la idea católica de “katechon” (el vencedor del Anticristo en la tradición
católica), tomada por Carl Schmitt. A modo de introducción, las concepciones del tiempo y del
derecho puestas en comparación entre Benjamin y Schmitt pueden encontrarse en, Traverso, E:
““Relaciones peligrosas” Walter Benjamin y Carl Schmitt en el crepúsculo de Weimar”. Acta poética 28
(1-2): primavera-otoño (2007). Traverso supone la imposibilidad de un diálogo entre la forma
revolucionaria del mesianismo judío defendida por Benjamin y la forma conservadora de teología
política elaborada por Schmitt. A pesar de que ambos compartían una misma visión de la historia
como catástrofe y reivindicaban la necesidad de la decisión política, sus soluciones eran radicalmente
contrapuestas: uno la identificaba con el advenimiento de la era mesiánica (y con la revolución
proletaria), mientras que el otro, movimiento inverso, acogía la idea de un moderno katechon.
8 Benjamin, Walter, “Sobre el concepto de historia”, en La dialéctica en suspenso, Santiago de Chile,
Arcis-LOM, 2003, p. 33.
9 Abadi, F.:” Pasado inconcluso y pasado primitivo en la obra tardía de Walter Benjamin: la redención
como exigencia del mundo objetivo” en Daímon. Revista Internacional de Filosofía, nº 57, (2012), p.
53. Interpretación que realiza F. Abadi, inspirada en P. Oyarzún Robles: «Cuatro señas sobre
experiencia, historia y facticidad. A manera de introducción», en: W. Benjamin: La dialéctica en
suspenso…, p. 5-44; aquí, p. 29.
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benjaminiano debe permanecer estructuralmente inconcluso: para pueder ser abierto,
detenido, activado y actualizado. El criterio fundamental de la configuración entre presente y
pasado, Benjamin lo establece en la discontinuidad: el pasado conformado desde la imagen
dialéctica10 detenida irrumpe sin mediación, semejante a un recuerdo involuntario, sin
intencionalidad.
De esta forma, el ingreso al recinto del pasado, mediante la rememoración, coincide
con la acción política: recuerdo del pasado y praxis revolucionaria se fusionan
completamente en las tesis.11 Aquí nuevamente, Benjamin reconoce en el pensamiento
teológico la condición de posibilidad de la inconclusión del pasado (al igual que de la
revolución misma). De este modo, la rememoración es la acción acontecida capaz de
“cargar” el ahora del tiempo pleno, un tiempo cuyo espesor ontológico otorga al pasado la
capacidad de moverse, de “saltar” hacia el presente, y de poner fin a la temporalidad del
progreso. De este modo, la rememoración asume una función política y, por ello, coincide
con la acción revolucionaria -ya que, para Benjamin, el pasado está inconcluso porque no
hubo justicia-. El recuerdo produce una acción en el presente, detonando un material
explosivo que se encuentra en aquel tiempo pretérito.
Complementariamente, el concepto de “tiempo mesíanico” benjaminiano puede
iluminarse a partir de la siguiente cita de uno de sus escritos: “el Mesías mismo da
cumplimiento de todo acontecer histórico, y por ende, en el sentido de que sólo él redime, da
cumplimiento y crea su relación con lo mesiánico”. 12 Sin embargo, el orden de lo profano (o
polo político), donde se halla la historicidad temporal, no se fundamenta en ninguna
autoridad de origen trascendente, sino que ha de orientarse exclusivamente hacia la
consecución de la felicidad: es por ello que la praxis revolucionaria toma protagonismo, a
través del sujeto de la historia.
El “tiempo mesiánico” se halla en clara contraposición a la “única catástrofe” -que ve
el ángel de la historia- desenlazada por aquel aire que sopla desde el paraíso, llamado
“progreso”. Benjamin critica, de este modo, alegóricamente, la así llamada teodicea
inmanente, propia del discurso positivista, que viene a justificar el orden social y político de
la historia.13 La filosofía moderna de la historia, en sus versiones burguesas y
socialdemócratas, supone la idea de progreso, a saber, toman de esta la constitución de un
nexo simbólico entre pasado y presente a partir de la creencia de que existe cierta
direccionalidad teleológica hacia un estado de plenitud futuro. En suma, el Reino de Dios, en
el pensamiento benjaminiano, de esta manera, se concibe como el fin o interrupción de
aquella dinámica histórica.14
Por tanto, la temporalidad mesiánica benjaminiana es aquella interrupción y fin de la
linealidad que funciona como sustrato del nexo simbólico entre lapsos de tiempos plausibles
de ser intercambiados entre sí, sin particularidad propia, puramente homogéneos y vacíos.
Es por ello que la idea de interrupción de aquel continuo está íntimamente asociada a la de
redención. Puesto que Benjamin, en las tesis, (re)elabora su noción de redención en
10 Aquí la imagen dialéctica sigue la definición dada por Zamora, en: “Dialéctica mesiánica:....”,
p.125, a saber, “aquello donde el pasado se junta con el presente en una constelación de modo
instantáneo […] la imagen es dialéctica detenida”, cita de: Benjamin, W.: Gesammelte Schriften vol. V.
Suhrkamp: Frankfurt a. M. (1972-1989), 576 s.
11 Abadi, F.: op.cit. p. 53. Hipótesis central del paper.
12 Benjamin, W.: “Fragmento teológico-político” (1921), en: Discursos interrumpidos I. Filosofía del
arte y de la historia (1989), Ed. Taurus: Argentina.
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14 Y no como una meta intrahistórica. Puede decirse que, es en esta diferencia donde radica la clave
heurística del concepto de “tiempo mesiánico”.
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oposición frontal a la concepción de la historia que mantiene la filosofía del progreso, le
hemos prestado especial atención a aquella.
La redención no sólo supone un gesto destructivo (y nihilista) respecto a la falsa
construcción de la historia bajo una lógica de la compensación del progreso (o del destino) 15
sino que conforma, a su vez, una real forma alternativa de construcción histórica, una
gestación de cambio total. Así pues, el fundamento de la redención se encuentra en una
exigencia que habita efectivamente el mundo existente, caído. De esta manera, el pasado
está presente como latencia, pendiente, y la redención indica el reclamo de este mundo de
ser salvado y redimido; su carácter inconcluso es precisamente lo que habilita que su fuerza
opere, aunque sea de manera paradójicamente débil (tesis II). Así pues, puede afirmarse,
siguiendo a F. Abadi, que el pasado y la teología son, en el pensamiento benjaminiano, dos
caras de la misma moneda: la teología es un discurso sobre la historia, y no sobre Dios. Es
por ello que la rememoración del pasado puede liberar las fuerzas revolucionarias operantes
de la realidad.
En suma, en las tesis se percibe cómo el concepto de progreso actúa cómo una
práctica hermenéutica que inscribe a las diferentes temporalidades en la trama semántica de
la compensación, a través de la subsunción de pasado y presente bajo el continuum lógico
de culpa y expiación: la doctrina del progreso reproduce el orden mítico del destino. 16 En
contraposición, se halla el horizonte abierto por la violencia revolucionaria como una
manifestación histórica de la violencia divina, siendo aquella el horizonte en que se inscribe
la praxis mesiánica.17 Benjamin concibe la violencia divina como la única capaz de apuntalar
la realización de la justicia, la cual va más allá del círculo vicioso de la violencia que
instaura, y conserva, el derecho y el orden político. Consiguientemente, la noción de
irrupción del “tiempo mesiánico” es plausible de ser iluminada conjuntamente con la idea y el
sentido que el pensador alemán le otorga a la categoría de redención. No obstante, su
mesianismo, de este modo, no sólo es religioso y político sino gnoseológico: “en la
actualización de los momentos históricos del pasado reprimido es posible mostrar la
discontinuidad de la historia encubierta por la ideología del progreso y establecer nuevas
continuidades mediante la realización actual de las posibilidades frustradas y las esperanzas
incumplidas”.18
De esta manera, el supuesto original respecto a que el concepto de “tiempo
mesiánico” benjaminiano es de límites difusos puede explicarse, en tanto, se trata de una
temporalidad que, por un lado, está preñada de una heterogeneidad extraordinaria, tal es el
pensamiento mismo de Benjamin (mesianismo teológico judío, materialismo dialéctico,
romanticismo, nihilismo político, etc.) y que, por otro lado, alcanza cierta elucidación cuando
se explicitan aquellos conceptos con los que está íntimamente relacionado (redención,
revolución, irrupción, discontinuidad etc.), así como sus respectivas consecuencias
prácticas; que de otra forma, sería de muy dificultosa comprensión.
15 Delgado realiza una suerte de genealogía sobre la dicotomía aquí presentada: progreso y
redención, a partir de previas categorías benjaminianas desarrolladas en obras anteriores a las tesis.
De igual modo, analiza, en particular, el vínculo entre el lugar del “destino” con las instituciones y
creaciones humanas: en la jurisprudencia, la religión, la temporalidad y la economía en la obra de
Benjamin. Véase en: Delgado, J. L.: “La redención del pasado. Sobre un motivo central del
pensamiento de Walter Benjamin” en Anales del Seminario de Historia de la Filosofía Vol. 33 Núm. 1
(2016): 227-252 pp.
16 Delgado, J. L.: op.cit., p. 243.
17 Zamora, J. A.: op.cit., p. 133.
18 ibíd. p.125.
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