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Walter Benjamin y la imagen dialéctica:

Una aproximación metódica


Simón Díez Montoya
Universidad del Rosario

Resumen: Este ensayo tiene como fin esclarecer el concepto de imagen dialéctica con base
en tres textos de Walter Benjamin: El surrealismo (1929), Sobre el concepto de historia
(1940) y el “Convoluto N” del Libro de los pasajes (1927 – 1940). Pretendo ofrecer una
lectura de la imagen dialéctica que entrelace los ejes de método, tiempo histórico y despertar,
para aclarar este concepto. Método, porque la imagen dialéctica encierra una metodología
para hacer historia (o mostrar historia, como diría Benjamin) combinando el materialismo
histórico con el método de montaje literario. Tiempo histórico, porque la imagen dialéctica
presenta una concepción de tiempo histórico que se opone a la idea de progreso en la historia,
en vez de un tiempo homogéneo y continuo, avanza una visión de tiempo como discontinuo y
fragmentario. Despertar, porque la imagen dialéctica puede ser vista, también, como una
experiencia histórica que permite el conocimiento histórico; el despertar, asimismo, concibe
un potencial político en la imagen dialéctica: la posibilidad de crítica y transformación
revolucionaria del presente.

Palabras clave: imagen dialéctica, materialismo histórico, montaje literario, tiempo


histórico, despertar, iluminación profana

1. Introducción

EL propósito de este trabajo es dilucidar el elusivo concepto de imagen dialéctica, utilizado por
Walter Benjamin a lo largo de algunas de sus obras. Ya varios estudiosos de Benjamin han
expuesto lo difícil que es abarcar este concepto. Rolf Tiedemann, editor de The Arcades Project
(1999), por ejemplo, menciona que la imagen dialéctica es central en la obra de Benjamin, pero
que, a su vez, es terriblemente complejo demandarle una consistencia terminológica 1. Max
Pensky, comentarista de Benjamin, afirma que: “El problema en realidad es que la importancia
de la imagen dialéctica para la propia concepción de Benjamin de una fundación metodológica
nueva está equiparada con la obscuridad de la noción misma de imágenes dialécticas” (Method
and Time: Benjamin’s Dialectical Images (2004) 2, p. 178). Con esto mente, pretendo
desentrañar este concepto basándome en tres ejes que permitan una mejor comprensión.
Sostengo que es posible ver la imagen como método, es decir, una nueva forma de hacer
historia; como una concepción alternativa de tiempo histórico, es decir, la imagen dialéctica
rompe con la idea de progreso moderna que implica un tiempo continuo, narrativo; y, por

1
Ver: R. Tiedemann, (The Arcades Project, p. 942.), “Dialectical image and dialectic at the standstill are,
without a doubt, the central categories of the Passagen-Werk. Their meaning, however, remained iridescent; it
never achieved any terminological consistency.”
2
En adelante abreviado como: Method & Time – MT.

1
último, como un momento de despertar, es decir, un despertar del sueño mítico del capitalismo
que pone un velo particular sobre la historia y sobre el presente. A grandes rasgos, la imagen
dialéctica permite acercarse al conocimiento histórico, por un lado, y realizar una crítica de la
situación presente, no sin desligamientos políticos, por otro lado.
Delimitados los pasos a seguir, es pertinente dar, al menos, un bosquejo de la
conceptualización de la imagen dialéctica que busco adelantar 3, prima facie:
La imagen dialéctica busca rendir dos términos opuestos que, desarrollados a su
extremo, manifiestan instantáneamente todas sus tensiones y contradicciones. El método
predilecto para hacerlo es el montaje literario: una yuxtaposición de fragmentos históricos
que, en su contexto, son insignificantes, pero que extraídos de éste generan un shock o un
estado de sorpresa que surge al percibir violentamente algo nunca antes visto. El historiador
materialista ve el objeto histórico como una estructura monádica: un objeto que envuelve en sí
todo el tiempo histórico. Actualizar un objeto histórico monádico, llevarlo de lo que ha sido al
ahora, conlleva a un salto repententino de tal magnitud que rompe con el continuum histórico.
Poner en tensión fugaz lo que ha sido con el ahora genera un momento de “despertar” (del
sueño mítico del capitalismo) que permite el “ahora de la cognoscibilidad” o la posibilidad del
conocimiento histórico que es siempre el conocimiento de la ruina histórica. La imagen
dialéctica, con toda su fuerza, presenta un potencial político: la crítica y transformación del
presente se hace posible al ver los fragmentos del pasado (la tradición de los oprimidos)
expuestos vehementemente.
En lo que resta, pretendo dar cuenta de esta formulación, manteniendo siempre a la
vista el entrelazamiento de los tres ejes: método, tiempo histórico y despertar.

2. Método
Para exponer la imagen dialéctica como método seguiré dos pasos: i) mostraré cómo Benjamin
interactúa con el materialismo histórico, usándolo como base teórica y como materia prima
para fusionar esta teoría con sus propias ideas; y ii) presentaré el método de montaje literario
que propone Benjamin como complemento fundamental al materialismo histórico,
especialmente porque este tipo de montaje puede verse como un método para la creación de
imágenes dialécticas.

3
Esta formulación se debe, en gran parte, a mi lectura de Max Pensky (2005. Method and Time…).

2
Materialismo histórico
Es claro, mirando su obra, que Benjamin se propone hacer historia crítica a través del
materialismo histórico. De esta teoría le interesan varias cosas: la relación entre economía y
cultura, la dialéctica de la lucha de clases, la concepción del fetichismo de la mercancía, el
análisis del capitalismo, entre otras. Sin embargo, su compromiso con el materialismo histórico
llega hasta el determinismo económico y la idea de progreso inmersa en la concepción
teleológica de la historia. Estas dos cosas constituyen la crítica de Benjamin a esta teoría. En
todo caso, más que lo que toma del materialismo histórico, o bien como lo critica, me interesa
mostrar qué le añade. En un parágrafo del Convoluto N, del Libro de los pasajes 4, Benjamin
expone lo que llama “la doctrina elemental del materialismo histórico”, algo así como la fusión
de esta teoría con la teoría propiamente benjaminiana:

En torno a la doctrina elemental del materialismo histórico. 1) Objeto de la historia es aquello en lo


que se realiza el conocimiento como su salvación. 2) La historia se descompone en imágenes, no en
historias. 3) Allí donde se lleva a cabo un proceso dialéctico, tenemos que habérnoslas con una
mónada. 4) La exposición materialista de la historia conlleva una crítica inmanente al concepto de
progreso. 5) El materialismo histórico apoya su proceder en la experiencia, en el sano sentido común,
en la presencia del espíritu y en la dialéctica (LP, N 11 – 4, p.478).

En estas líneas se encuentra completamente condensadas las tesis principales que


Benjamin extrae y transforma del materialismo histórico, así que vale la pena detenerse sobre
algunos de estos puntos.
1) Objeto de la historia es aquello en lo que se realiza el conocimiento como su
salvación. Benjamin, en Sobre el concepto de historia 5, escribe que “El cronista que refiere los
acontecimientos sin distinguir entre grandes y pequeños tiene con ello en cuenta la verdad de
que nada que haya acontecido se ha de dar para la historia por perdido” (SCH, III, p.169). El
objeto de la historia es también lo pequeño, los desechos, aquello que se daba por perdido.
Guardar estos desechos, salvarlos, para luego actualizarlos repentinamente al presente, los
preserva, o, lo que es lo mismo, los recuerda; no dar nada por perdido, como dice Benjamin.
Salvar los desechos del olvido es hacerles justicia, para mostrar otra historia.

4
En adelante abreviado como: Libro de los pasajes – LP; Convoluto N – N; LP, N ___.
5
En adelante abreviado como: Sobre el concepto de historia – SCH.

3
2) La historia se descompone en imágenes, no en historias. Las imágenes dialécticas
son la manera como el historiador materialista expone la historia. Igualmente, la imagen tiene
un rol crítico. Benjamin busca un tipo de historiador que tenga un fin político: “La exposición
materialista de la historia lleva al pasado a colocar al presente en una situación crítica” (LP, N
7a – 5, p.473). Una exposición narrativa de la historia se torna acrítica: mira el tiempo histórico
como continuidad, como algo natural. Benjamin, en SCH, menciona que el historicismo, en
tanto exposición narrativa de la historia, no tiene ningún soporte teórico: “Su procedimiento es
aditivo; proporciona la masa de hechos para llenar el tiempo homogéneo y vacío” (SCH, XVII,
p.179). Si el historiador materialista no sólo pretende hacer historia, sino historia crítica, tiene
que exponer la historia no como un progreso inevitable sino como discontinuidad. La
actualización de la discontinuidad se logra con la imagen dialéctica.
3) Allí donde se lleva a cabo un proceso dialéctico, tenemos que habérnoslas con una
mónada. Escribe Benjamin: “El materialista histórico se acerca única y exclusivamente a un
objeto histórico en cuanto se enfrenta a él como mónada” (SCH, XVII, p.180). Enfrentarse a un
objeto histórico como mónada es tomarlo por un objeto que, como la mónada de Leibniz que
encierrra todo el universo, encapsula tanto su antehistoria como su posthistoria: condensa en sí
el tiempo histórico total. Presentar simultáneamente “lo que ha sido” conjunto con “el ahora”
posibilita el salto del objeto histórico, esto es, su descontextualización del continuum de la
historia. “El momento destructivo o crítico de la historiografía materialista cobra validez
cuando hace estallar la continuidad histórica, operación en la que antes que nada se constituye
el objeto histórico” (LP, N 10a – 1, p.478). La estructura monádica de la imagen dialética
permite estallar el continuum histórico.
4) La exposición materialista de la historia conlleva una crítica inmanente al concepto
de progreso. La idea de progreso moderna está ligada directamente a la concepción de un
tiempo homogéneo y continuo (narrativo) y a la otorgación de un telos a la historia. “El
presente es mejor que el pasado y el futuro será mejor que el presente”, ésta es la máxima del
progreso; el tiempo avanza, naturalmente, hacia un futuro mejor. Benjamin ve en esta
concepción un estado de letargo: representa el velo del capitalismo que ha cubierto los fracasos
y la barbarie. Este tipo de historia (la del progreso) es una historia de los vencedores. Este tipo
de historia desconoce que “[no] hay documento de cultura que no lo sea al tiempo de barbarie”
(SCH, VII, p.172). La crítica a la representación del tiempo como homogéneo y continuo, y la

4
crítica al progreso, no son sino dos caras de la misma moneda 6. La idea del progreso en la
historia es ideología.
En suma, Benjamin ha propuesto una doctrina a seguir para el historiador materialista.
Quien se ocupe de la exposición de la historia ha de: i) rescatar los desechos de la historia, no
olvidarlos, para comenzar a hacerles justicia; ii) rechazar una exposición narrativa de la historia
como recolección de hechos para contraponerle una exposición chocante: imágenes que
denoten tensiones; iii) explorar el objeto histórico como mónada (aquello que encapsula todo el
tiempo histórico) permite un estallido del continuum histórico; iv) deshacerse de la idea de
progreso en la historia, en otras palabras, no dejar a un lado los oprimidos, no olvidar la
barbarie.

Montaje literario

“Método de este trabajo: montaje literario. No tengo nada que decir. Sólo que mostrar. No hurtaré
nada valioso, ni me apropiaré de ninguna formulación profunda. Pero los harapos, los desechos, esos
no los quiero inventariar, sino dejarles alcanzar su derecho de la única manera posible:
empleándolos” (LP, N 1a – 8, p.462).

…retomar para la historia el principio del montaje. Esto es, levantar las grandes construcciones con
los elementos constructivos más pequeños, confeccionados con un perfil neto y cortante. Descubrir
entonces en el análisis del pequeño momento singular el cristal del acontecer total. Así pues, romper
con el naturalismo histórico vulgar. Captar la construcción de la historia en cuanto tal. En estructura
de comentario. – Desechos de la historia – (LP, N 2 – 6, p.463).

En estas citas, Benjamin está presentando el montaje literario. Y este tipo de montaje,
según Max Pensky al menos, es la forma predilecta de creación de imágenes dialécticas. Pero,
¿qué puede aportar el montaje literario al historiador materialista? Pensky resalta el origen del
término: “Retomar para la historia el principio del montaje, significa, inicialmente, tomar
prestada una técnica estética del avant-garde literario, los surrealistas franceses, y aplicar ese
método más allá de la esfera estética, en la práctica de la historiografía crítica” (MT, p.185) 7.

6
Ver: W. Benjamin (SCH, XIII, p.177), “La idea de un progreso del género humano a lo largo del curso de la
historia no puede separarse de la idea de su prosecución todo a lo largo de un tiempo vacío y homogéneo. De
este modo la crítica a la idea de tal prosecución debe constituir la base misma de la crítica de la idea general
de progreso.”
7
Todas las traducciones del inglés son propias.

5
El montaje surrealista consistía en tomar objetos descartados o inutilizados para luego unirlos
en “[una] construcción cuyo poder para desorientar e inducir un shock, descansa en gran parte
en el efecto desfamiliarizante de ver objetos que de otra forma serían insignificantes
repentinamente arrancados del contexto que determina su insignificancia” (MT, p. 186). El
montaje del crítico, en este caso, está orientado a la creación de una imagen dialéctica. En línea
con Pensky 8, el proceso del montaje literario puede describirse como sigue:

(i) Al igual que los objetos descartados, el historiador debe recolectar los
desechos de la historia.
(ii) Esto se hace extrayéndolos del contexto en el que están inscritos, que los hace
insignificantes.
(iii) Los fragmentos de la historia no deben pasar al olvido. Con los fragmentos se
ha de construir un collage literario: yuxtaponer fragmentos de forma tal que
queden en evidencia todas las tensiones y contradicciones.
(iv) Estos fragmentos son literalmente “citas” de la historia 9.
(v) Para que logren producir una imagen, estas citas han de estar
descontextualizadas o apartadas del contexto que las tomaba por basura.
(vi) La imagen producida se entiende como una interpretación, nunca antes dada,
de los fragmentos históricos.
(vii) Esta nueva interpretación obliga a ver el material histórico de una forma
distinta, chocante.

En resumen, la yuxtaposición de fragmentos históricos se presenta en una constelación


que exhibe las tensiones y contradicciones de las citas. Al relacionar de esta forma los
fragmentos, antes considerados como insignificantes, se obliga a verlos de una forma distinta.
Esta nueva interpretación sobrecoge de tal forma que rompe con toda historia continua. Más
allá, estos fragmentos, que son interpretados desde el presente, no sólo reformulan la mirada

8
Ver: M. Pensky, MT, p.185 – 188.
9
Contrastar con: W. Benjamin, (LP, N 11 – 3, p.478), “El acontecer que rodea al historiador, y del que
participa, quedará en el fondo de su exposición como un texto escrito con tinta mágica. La historia que
presenta al lector constituye, por decirlo así, el conjunto de citas en este texto, y únicamente son estas citas lo
que se presenta de una manera legible a todo el mundo. Escribir historia significa por tanto citar la historia.
Pero el concepto de citación radica que el correspondiente objeto histórico sea arrancado de su contexto.”

6
hacia el pasado, sino que denotan las tensiones y contradicciones aún vigentes en el presente.
En este sentido, la imagen dialéctica engloba, también, una metodología propia.

3.Tiempo histórico

“El materialismo histórico no persigue una exposición homogénea o continua de la historia.” (LP, N
7a – 2, p.473).

“La historia que mostraba las cosas “como propiamente han sido” fue el más potente narcótico del
siglo [XIX]” (LP, N 3 – 4, p.465).

Benjamin entrelaza la crítica al tiempo histórico homogéneo y continuo con la crítica a


la idea de progreso de la modernidad, como bien lo explica en SCH: “La idea de un progreso
del género humano a lo largo del curso de la historia no puede separarse de la idea de su
prosecución todo a lo largo de un tiempo vacío y homogénero. De este modo la crítica de la
idea de tal prosecución debe constituir la base misma de la crítica de la idea general del
progreso” (SCH, XIII, p.177). Para entender esta crítica mejor, me remitiré al texto de Susan
10
Buck-Morss The Dialectics of Seeing: Walter Benjamin and the Arcades Project (1989), en
especial el capítulo ‘Mythic History: Fetish’.
De acuerdo con Buck-Morss, Benjamin traza una dicotomía entre tiempo mítico (al cual
equipara con el progreso) y tiempo histórico (al cual equipara con la experiencia humana).
“Estrictamente hablando, mito e historia son incompatibles. El anterior dicta que, dado que los
seres humanos son impotentes ante las artimañas del destino, nada verdaderamente nuevo
puede ocurrir, mientras que el concepto de historia implica la posibilidad de la interferencia
humana sobre los eventos, y con ella, la responsabilidad moral y política de las personas como
agentes conscientes de moldear su propio destino”, escribe la autora (TDS, p.78). El tiempo
mítico es inalterable, mientras que el tiempo histórico es volátil.
El historicismo es una corriente histórica que concibe el tiempo míticamente: para el
historicismo, el progreso histórico es natural y linear, los eventos ya no son contingencias, sino
necesidades en la cadena causal del tiempo histórico. Benjamin detecta un peligro político en
esta concepción: si el tiempo histórico es tomado como mítico, entonces el destino cubre el
acontecer histórico, lo que implica que la agencia humana es removida de la historia. En

10
En adelante abreviado como: The Dialectics of Seeing – TDS.

7
palabras de Buck-Morss: “…el punto político es que, cuando la temporalidad es concebida bajo
el signo mítico de la predeterminación, las personas se convencen de que el presente curso de
eventos no puede ser resistido” (TDS, p.79). De cierta forma, el peligro político es la aceptación
acrítica del presente, el conformismo.
El mito del progreso histórico automático es complementado por la esperanza en el
progreso tecnológico. Sin embargo, así los avances en la técnica sean evidentes, lo social está
imbuido de barbarie. El progreso técnico ha requerido siempre de la barbarie: la explotación, en
este caso. “Mientras la evolución social es un mito cuando identifica la barbarie de la historia
como natural (cuando el progreso industrial es tomado como el punto de partida), el error
mítico consiste en confundir los avances en la naturaleza [la técnica] por avances en la historia
misma”, explica Buck-Morss (TDS, p.80). Los avances tecnológicos se convierten en
estandartes del supuesto progreso histórico, prometen un futuro mejor para todos. Así las cosas,
¿cómo salirse del mito?
Si el progreso histórico promovía los avances tecnológicos como su campeón, había
que buscar entonces la basura que había dejado el progreso técnico. Buck-Morss menciona que
“Benjamin buscó los objetos pequeños, descartados, los edificios abandonados y las modas
pasadas de moda, que, precisamente siendo la “basura” de la historia, eran la evidencia de su
destrucción material sin precedentes” (TDS, p.93). En la basura de la historia yace la misma
verdad histórica. Si la fuerza mítica del progreso tenía la mirada puesta en el futuro, una fuerza
dialéctica que le hiciese oposición habría de tener la mirada puesta en el pasado. Buscar la
destrucción material en el pasado es el contraste a los avances materiales del futuro.
La basura de la historia también conlleva una concepción de tiempo distinta, representa
el fragmento o la ruina: la discontinuidad, lo improvisto, el salto. El tiempo continuo y
cronológico del progreso se contrapone a las interrupciones, los retrasos y las perturbaciones
del tiempo discontinuo de la basura histórica. Benjamin cambia la noción de pasado y presente,
que parecen relacionarse con la continuidad (por su homogeneidad), por las de ‘lo que ha sido’
y ‘el ahora’ que permiten reflejar mejor la discontinuidad y lo elusivo de mirar hacia atrás. El
fragmento debe ser actualizado para mostrar la verdadera cara del progreso: deja de ser basura
en el momento que es arrancado de un contexto de tiempo continuo (que lo muestra como
insignificante) y presentado como aquello que se niega a ser olvidado, como aquello que
muestra el pasado como catástrofe, no como la antesala del progreso.

8
La imagen dialéctica ofrece la posibilidad de hacer este salto, de actualizar lo pasado
con tal fuerza que rompe la continuidad del presente. Pensky resalta que la imagen producida
por esta actualización “…condensará, monádicamente, toda la envergadura del tiempo histórico
en sí: la mercancía representada, el “objeto de la historia” mismo, contiene en forma monádica
tanto la historia mítica del capitalismo y la tradición de los oprimidos que se esconde debajo de
ésta” (MT, p.193). La imagen dialéctica, pues, contrapone a una temporalidad alternativa a la
del tiempo mítico del progreso (capitalista), una temporalidad de la discontinuidad, de lo
fragmentario. En este sentido, la imagen dialéctica ofrece una alternativa de concepción del
tiempo histórico.

4. Despertar

“No es que el pasado arroje luz sobre lo presente, o lo presente sobre lo pasado, sino que imagen es
aquello en donde lo que ha sido se une como un relámpago al ahora en una constelación. En otras
palabras: imagen es la dialéctica en reposo. Pues mientras que la relación del presente con el pasado
es puramente temporal, continua, la de lo que ha sido con el ahora es dialéctica: no es un discurrir,
sino una imagen, en discontinuidad. – Sólo las imágenes dialécticas son auténticas imágenes (esto es,
no arcaicas), y el lugar donde se las encuentra es el lenguaje. – Despertar –” (LP, N 2a – 3, p.464).

Este enigmático parágrafo del Libro de los pasajes encapsula, en toda su complejidad,
lo que he venido discutiendo sobre la imagen dialéctica: la producción de una imagen que reúne
en constelación elementos de lo que ha sido y los pone en tensión dialéctica con elementos del
ahora, elaborando una temporalidad que rompe con la continuidad y choca con su
discontinuidad. Pero, ¿cuál es el “ahora de la cognoscibilidad”? ¿Por qué la imagen dialéctica
también es despertar? ¿Despertar de qué? El tiempo mítico del capitalismo que he planteado en
la sección previa puede ser visto, bajo la metáfora del despertar, como un tiempo letárgico. El
capitalismo es un ensueño, donde se duermen las intuiciones críticas, donde reina el
conformismo y la esperanza en el futuro. De cierta forma, el capitalismo es mítico y, como tal,
es también un sueño del cual debe despertar el historiador materialista.
En el surrealismo, Benjamin ve el límite del sueño. Este movimiento artístico, en su
exploración del inconsciente, y los límites entre la vigilia y el sueño, se ha introducido en los
dominios del sueño colectivo del capitalismo. La experiencia del sueño, bajo el surrealismo, es
la experiencia más real, donde todos los elementos de la realidad se entremezclan y sale a luz la
verdadera cara de la sociedad, sus deseos, frustraciones y esperanzas. Pero Benjamin critica al

9
surrealismo precisamente por quedarse en los confines del sueño. En uno de los primeros
parágrafos del Convoluto N, Benjamin distancia su trabajo (y a la vez critica el trabajo) de
Louis Aragon: “…mientras que Aragon se aferra a los dominios del sueño, se ha de hallar aquí
la constelación del despertar. Mientras que en Aragon permanece un elemento impresionista –
la “mitología” –, y a este impresionismo hay que hacerlo responsable de muchos filosofemas
amorfos del libro, aquí se trata de disolver la “mitología” en el espacio de la historia. Lo que
desde luego sólo puede ocurrir despertando un saber, aún no consciente, de lo que ha sido” (LP,
N 1 – 9, p.460, itálicas mías). Disolver la mitología en el espacio de la historia es romper con la
tradición que ha incluido en el seno de la historia la idea moderna de progreso, la mitología es
el sueño capitalista.
Dentro de todo, la influencia del surrealismo en la obra de Benjamin es notable. Stathis
Gourgouris, comentarista a Benjamin, expone, por ejemplo, que el estado de sueño en
Benjamin se puede leer como una manifestación del inconsciente colectivo visto como
ideología (The Dream-Reality Of the Ruin (2006), p.208). El sueño es una visión-de-mundo
inconsciente de la cual es necesario despertar. “Del mismo modo que Proust comienza la
historia de su vida con el despertar, así también toda exposición de la historia tiene que
comenzar con el despertar, más aún, ella no puede tratar propiamente de ninguna otra cosa. Y
así, el objeto de la presente exposición es despertar del siglo XIX”, escribe Benjamin (LP, N 4 -
3, p.467, itálcias mías).
La imagen dialéctica se hace posible en el despertar y el “ahora de la cognoscibilidad”
es el momento mismo del despertar. En este sentido, la imagen dialéctica es también una forma
de experiencia histórica. El despertar se encuentra entre la vigilia y el sueño: “El momento del
despertar sería entonces idéntico al “ahora de la cognoscibilidad”, en el que las cosas ponen su
verdadero gesto – surrealista. Así, en Proust es importante que la vida entera se vuelque en el
punto de fractura de la vida, dialéctico en grado máximo: en el despertar” (LP, N 3a – 3, p.466).
Asimismo, ligado al instante del despertar está el índice histórico de la imagen dialéctica: la
necesidad de unas condiciones históricas específicas para que pueda surgir; “[pues] el índice
histórico de las imágenes no sólo dice a qué tiempo determinado pertenecen, dice sobre todo
que sólo a un tiempo determinado alcanzan legibilidad” (LP, N 3 – 1, p.465). Benjamin le
impone, pues, a la producción de la imagen dialéctica una condición histórica que la haga
propicia a darse. Despertar del siglo XIX no es algo que se logra en el siglo XIX, apenas en el
siglo XX el sueño comienza a desvanecerse. La imagen dialéctica del siglo XIX sólo pudo
surgir en el siglo XX, cuando el índice histórico de la imagen es el adecuado.

10
Expandiendo sobre el índice histórico y el despertar, Benjamin escribe: “En la imagen
dialéctica, lo que ha sido de una determinada época es sin embargo a la vez “lo que ha sido
desde siempre” [estructura monádica]. Como tal, empero, sólo aparece en cada caso a los ojos
de una época completamente determinada: a saber, aquella en que la humanidad, frotándose los
ojos, reconoce precisamente esta imagen onírica en cuanto tal. Es en este instante que el
historiador emprende con ella la tarea de la interpretación de los sueños” (LP, N 4 – 1, p.466).
Cuando el ídndice histórico es adecuado se posibilita el instante del despertar, que es el mismo
instante del “ahora de la cognoscibilidad”. De modo que la contingencia del conocimiento
histórico sólo se da cuando el historiador reconoce el sueño como tal y procede a “interpretar
los sueños”, o lo que es lo mismo, criticar el presente.
No obstante, la posibilidad política que yace en el momento del despertar tal vez pueda
ser esclarecida desde los nichos del surrealismo. Estoy refiriéndome a la ‘iluminación profana’
que presenta Benjamin en su ensayo El surrealismo 11. En este ensayo, Benjamin se preocupa
por resaltar el potencial revolucionario del surrealismo, si acepta salirse de la esfera del sueño.
“Ganar las fuerzas de la embriaguez para el servicio a la revolución: en torno a esto gira el
surrealismo tanto en sus libros como en sus empresas. […] Para llevarlo a cabo, no basta, sin
embargo, como sabemos, con que un componente de embriaguez esté vivo en todo acto
revolucionario” (SU, p.72). Hace falta la iluminación profana que, parafraseando a Benjamin,
no se encuentra en los estupefacientes, sino en una inspiración materialista. Las imágenes que
produzca el surrealismo han de alejarse decididamente de las imágenes que produce la
izquierda “optimista”. El requisito de la revolución es el pesimismo radical. “Pues organizar el
pesimismo no significa otra cosa que extraer la metáfora moral justamente a partir de la política
y, a su vez, descubrir en el espacio de lo es la actuación política el espacio integral de las
imágenes” (SU, p.75). La tarea del revolucionario es desgarrar el modo de pensar burgués a la
vez que convoca a las masas hacia una revuelta.
Para lograr esto, según Benjamin, parece ser que es necesario producir imágenes que se
inmiscuyan en la esfera política y que rompan desde adentro el mismo andamiaje; de tal
producción se encarga la iluminación profana. “Sólo una vez que el cuerpo y el espacio de
imágenes se conjugan en ella [la iluminación profana] con tal profundidad que la tensión
revolucionaria se convierte en inervación corporal colectiva y las inervaciones corporales del
colectivo se convierten en descarga revolucionaria, la realidad se puede superar a sí misma

11
En adelante abreviado como: El surrealismo – SU.

11
hasta el punto que exige el Manifiesto comunista” (SU, p.76). El paralelo entre la iluminación
profana y la imagen dialéctica se hace cada vez más evidente. El potencial político de la imagen
dialéctica no sólo yace en la crítica social posible una vez el crítico ha “despertado”, sino, en
últimas, en la transformación de la realidad misma.
En este orden de ideas, la imagen dialéctica se presenta en un momento de “despertar”
que vislumbra una posibilidad revolucionaria. El shock que induce la imagen dialéctica al
convocar el torrencial fragmentario del pasado, está también orientado a generar un despertar.
“La imagen leída, o sea, la imagen en el ahora de la cognoscibilidad, lleva en el más alto grado
la marca del momento crítico y peligroso que subyace a toda lectura” (LP, N 3 – 1, p.465).
Hacer imágenes dialécticas es también un ejercicio político, revolucionario.

5. Comentarios finales

“If the dialectical image was the quintessence of his method, this fact both establishes the continuing
attraction of an imagistic approach to radical cultural criticism, and the profound difficulties in
appropriating such an approach in the present”, Max Pensky (MT, p.195).

Con esta cita, Pensky toca un punto sensible al abordar un estudio de Benjamin, tan
magro como el mío o tan extenso como otros. Con Benjamin es un despropósito buscar una
teoría transversal y teminológicamente constante en su obra sobre la imagen dialéctica. En lo
poco que dejó editado y publicado en vida, Benjamin siempre utilizó un estilo literario y
enigmático en sus textos. Aunque genera curiosidad y atracción, como menciona Pensky,
también presenta una puerta abierta a un mundo laberíntico y confuso. Sin duda después de leer
los textos de Benjamin quedan grandes problemáticas abiertas. ¿Cómo entender el pasado como
lo que ha sido y el presente como el ahora? ¿Cómo entender el montaje literario? ¿Es posible
siquiera abordar una exposición de la historia a través de imágenes dialécticas? ¿Cómo
comprender el índice histórico de las imágenes dialécticas, se asemaja a un momento de
revelación? ¿Qué engloba realmente la metáfora del despertar? ¿Alguien más, que no sea
Benjamin, puede siquiera intentar abordar la historia de una manera parecida?

* * *

12
REFERENCIAS

Benjamin, Walter (2007). “Convoluto N: Teoría del conocimiento, teoría del progreso”, Libro de los
pasajes [LP]. Rolf Tiedemann (Ed.). Luis F. Castañeda, Isidro Herrera, Fernando Guerrero
(Trads.). Madrid: Akal Editores. Pp. 459 – 490.

Benjamin, Walter (2012). “El surrealismo” [SU], Escritos políticos. Ana Useros, César Renduelles
(Eds.). Alfredo Brotons, Jorge Navarro (Trads.). Madrid: Abada Editores. Pp. 61 – 76.

Benjamin, Walter (2012). “Sobre el concepto de historia” [SCH], Escritos políticos. Ana Useros, César
Renduelles (Eds.). Alfredo Brotons, Jorge Navarro (Trads.). Madrid: Abada Editores. Pp. 167 –
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