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Alma Galán
Sarah (SCV)
Sección: Diálogo en la Iglesia
Cierto que son felices los recuerdos de las navidades vividas porque fueron con mi
familia. Tiempo de regalos que para un niño lo eran todo. Una costumbre familiar
que recuerdo era salir las noches del 5 de enero ya muy tarde a comprar los regalos
para el día de los Reyes Magos del 6 de enero. ¡No había peligro de andar en las
calles en aquella época y el espíritu navideño católico lo envolvía todo!.
Recuerdo el afanar de mis padres, las calles de nuestra ciudad más llenas de lo
habitual y las vacaciones de clases por estos días pascueros. Mi madre hizo de
colocar cada año el arbolito de navidad y las decoraciones por todo nuestro hogar un
tradición que siguió hasta sus últimos días. Si no hubiera sido por personas cercanas,
este año que ella ya no está y se fue con Dios hace poco, no se hubiera colocado. Fue
tanto el dolor de su partida que primero pensé regalarlo, luego le pedí a varias
personas de la Iglesia que me ayudaran a ponerlo porque emocionalmente no podía
ni sabia como hacerlo, y cancelaba esta ayuda. El año pasado fue mi hermana que
vino al país para asistir a mi madre ya avanzada en años y lo armó. Pero se logró.
Miren que hermoso quedó. Nunca como lo colocaba mi Madre, pero en su honor y
en el de mi Padre ahí está. Tengo el recuerdo de la Misa de medianoche o del Gallo
a la que acudimos, pero había tanta gente que nos tuvimos que quedar afuera en la
plaza. ¡Nadie se preocupaba porque no había asaltos en esa época…eramos un país
sano y hermoso!. Ahora no se hacen estas Misas. Hemos dejado que nos quiten los
malvados nuestras tradiciones religiosas.
Las cenas en familia de Noche Buena y de Fin de año. El comer, incluso frio de lo
que quedaba a la otra mañana cuando todos dormían y me levantaba antes era una
delicia. Ver por televisión los desfiles de los Estados Unidos y abrir tantos regalos
de la familia para jugar. ¡Se que fui muy consentido y recibir demasiado sin
esforzase no hace bien a un joven que va creciendo en un ambiente muy protegido!
Al crecer uno se comienza a dar cuenta de cosas que son propias de la vida de toda
familia. Mi padre estaba en esas noches un poco ausente y distante, era su modo de
ser. Primer con mi madre íbamos a visitar a sus padres que los conoci muy
envejecidos ellos. No debaja mi madre de llevarle muchas cosas para su cena
navideña y ayudas a los tíos mas pobres de la familia. Mi padre se pasaba atendiendo
a sus paciente como medico de niños y recién nacidos entregado en cuerpo y alma,
razón por la que económicamente podía darnos en exceso los mejores bienes
materiales. Llegaba el momento de las cenas navideñas con la familia de mi Padre a
quien mi Madre honraba totalmente porque era la familia de su esposo y el cariño
que mi abuela paterna nos tenia, pero no tanto a ella. Recuerdo de manera dolorosa
encontrar a mi madre llorando en una habitación porque mi abuela paterna la había
humillado, como luego me enteré, jamás de labios de mi madre, sino de tias y de mi
hermana, el maltrato que hizo mi abuela paterna a quien quise tanto por lo buena que
era conmigo, me entere de la forma ruin que trato a mi Mama, a causa de celos,
ignorancia y mentalidad turbia que tuvo la madre de mi Padre.
De adolescente me percate que las señoras mayores de la familia de mi Padre
creaban muchos conflictos durante estas fiestas. Al ellas fallecer cesaron esas
dificultades. Podíamos celebrar las navidades en mayor paz. Eran muy bonitas, en
especial cuando llegaron mis tres sobrinas, hijas de mi única hermana. Ya estaba en
la Iglesia. Me encantaban las Misas de Navidad… CONTINUARA…